PARTENON
PARTENON
PARTENON
Durante los siglos siguientes, las diversas crisis y la decadencia política de Atenas
fueron despojando a su Acrópolis de sus múltiples riquezas y de grandiosos monumentos.
Sometida al dominio romano, algunos ilustres visitantes lograron adquirir allí famosas
estatuas. A la destrucción contribuyó además un enorme incendio que tuvo lugar en el siglo
III d.C. Pero, sin duda, lo que más afectó a la conservación de los templos de la Acrópolis fue
la llegada triunfal del cristianismo. A finales del siglo IV, el emperador Teodosio prohibió el
culto a los dioses "paganos" y como consecuencia, la morada de la diosa Atenea –cuya
estatua revestida de oro y marfil, esculpida por el genial Fidias, ya había desaparecido– fue
reutilizada y consagrada como iglesia de la Virgen María.
A fines del siglo XII, cuando Atenas era ya tan sólo una pequeña ciudad de provincias,
el arzobispo Miguel Coniata podía felicitar a sus fieles por acudir a adorar allí, en el
espléndido templo de Nuestra Señora de Atenas, ya no a la falsa virgen Atenea, madre de
Erictonio, sino a la Virgen María, madre del Salvador. La estructura del edificio no cambió
mucho, pero la nueva sensibilidad religiosa introdujo algunos cambios en el interior y en las
fachadas: se construyó un altar con baldaquino, se levantó un muro que cerraba los espacios
laterales entre las columnas, se cambió la orientación de la entrada y se añadió una torre
junto a la puerta. La decoración interior se enriqueció con brillantes mosaicos y en torno al
altar se construyó un pequeño ábside, cerrando así la entrada oriental del antiguo Partenón.
Durante más de dos siglos, entre 1204 y 1456, la Acrópolis de Atenas estuvo en poder
de distintos invasores procedentes de Europa occidental, desde francos a catalanes, para
acabar en manos de una familia de banqueros florentinos, los Acciaiuoli. El Partenón dejó de
ser una iglesia bizantina para convertirse en una catedral católica, y en su extremo
sudoccidental se erigió una torre a modo de campanario. En ese tiempo llegaron a la ciudad
algunos viajeros que nos dejaron descripciones del antiguo monumento. Un tal Niccolò de
Martoni estuvo en Atenas en 1395 y escribió sobre ella en su Libro del peregrino. Más tarde,
Ciríaco de Ancona la visitó dos veces, en 1436 y en 1444, y dejó noticias y algunos dibujos
muy interesantes sobre el edificio.
Tan sólo unos años después, en 1456, la ciudad fue tomada por los turcos. El sultán
Mehmed II, conquistador de Constantinopla y soberano de un imperio que comprendía ya
toda Grecia, visitó Atenas y expresó su admiración por la Acrópolis y su antiguo esplendor.
Allí estableció una fuerte guarnición y convirtió la iglesia de Nuestra Señora, es decir, el
antiguo templo de Atenea, en una brillante mezquita. La torre edificada para campanario por
los cristianos quedó convertida en minarete para la plegaria del muecín, las pinturas y los
mosaicos que decoraban el interior de la iglesia fueron blanqueados y el altar fue sustituido
por el oportuno mimbar. Peor le fue al vecino Erecteion, que los cristianos usaban como
iglesia, donde los turcos instalaron un notorio harén. La Acrópolis quedó cerrada durante
siglos a los visitantes extranjeros, aunque algunos lograron contemplarla sobornando a los
guardias turcos. Así lo hicieron dos famosos pioneros del turismo europeo en Grecia, Jacob
Spon y George Wheeler, quienes en 1675 calificaron lo que quedaba del Partenón como "la
más elegante mezquita del mundo".
Las crecientes hostilidades entre los turcos y los venecianos fueron la causa decisiva
de la catástrofe del Partenón, en 1687. Los venecianos, adelantados en la lucha de la Santa
Liga contra el Imperio otomano, asediaron con su flota la ciudad. Los turcos convirtieron el
Partenón en el almacén de pólvora y armas, confiando que un lugar tan famoso quedaría a
salvo del cañoneo de las fuerzas cristianas. Allí refugiaron también a mujeres y niños. El
general veneciano, el sueco conde Koenigsmark, lo bombardeó sin piedad y una gran
explosión arruinó el venerable edificio.
El techo entero saltó por los aires y el centro quedó reducido a escombros, incluyendo
unas treinta columnas. Quedaron en pie, aunque maltrechos, los dos extremos con sus
frontones, separados por un gran hueco. El jefe de la armada veneciana, el ilustre Morosini,
quiso llevarse a Venecia las estatuas centrales del frontón oeste, pero no lo logró. Ese
despojo llegaría más de un siglo después, de manos de lord Elgin.
La gran explosión convirtió al Partenón en una triste ruina, mucho mayor de lo que
ahora vemos, ya que la línea de columnas actual es el resultado de la reconstrucción de
comienzos del siglo XX. Los venecianos abandonaron Atenas tras unos meses, porque su
defensa les resultaba una carga y la ciudad era muy insalubre. De modo que los turcos
volvieron a instalar una guarnición allí y construyeron en la Acrópolis, dentro del derruido
Partenón, una pequeña mezquita. De los quebrados mármoles del Partenón se aprovecharon
no pocas construcciones vecinas, y algunos turistas ilustrados se llevaron fragmentos del
friso y pequeñas piezas de escultura. Por ejemplo, un gran coleccionista de antigüedades
griegas, el embajador francés, el conde de Choiseul-Gouffier, logró hacerse con una
magnífica metopa y un trozo de friso (ahora en el Museo del Louvre). Las ruinas del templo
de Atenea quedaron expuestas al deterioro y al pillaje durante muchos decenios.
Y entonces llegó lord Elgin, quien entre 1801 y 1811, a través de sus agentes, despojó
al Partenón de sus relieves –una gran parte del friso de la procesión de las Panateneas– así
como de las espléndidas estatuas sobrevivientes del frontón oriental, el único que se ha
conservado. Su espléndido botín se puede ver en la sala del Museo Británico dedicada al
Partenón. Su actuación fue, y sigue siendo, objeto de enconadas discusiones, ya que privó a
Atenas de un incomparable tesoro artístico, pero, por otro lado, puso a salvo esos restos del
arte clásico transportándolos a Londres.
La cella del este estaba dedicada a Atenea Polías (protectora de la ciudad), y la cella
del oeste estaba dedicada a Atenea Párthenos, "la virgen", por lo cual todo el edificio acabó
siendo conocido como el Partenón.
Esta construcción es uno de los ejemplos más claros del saber en geometría por parte
de los matemáticos y arquitectos griegos. Los arquitectos consiguieron que el efecto visual
que mostrara el Partenón no permitiera apreciar la antiestética deformación que se percibe
al situarse en las proximidades de los grandes monumentos. Lograron obtener el efecto
visual más estético con certeras alteraciones en su construcción: columnas con éntasis, un
poco curvadas hacia el centro, no equidistantes, y algo más gruesas en las esquinas; frontón
levemente arqueado y estilóbato ligeramente convexo.
El Partenón es uno de los ejemplos más significativos del orden dórico griego, aunque
combina elementos de orden dórico y jónico por lo que el resultado es una nueva forma
arquitectónica que podría llamarse ática
ELEMENTOS
Krepis o crepidoma
Es el elemento de transición entre el suelo natural y el edificio. Todo el conjunto se
asienta sobre una plataforma o basamento, formada por tres escalones, dos inferiores que
en conjunto se llaman estereóbato y uno superior estilóbato, sobre el que se alzan las
columnas.
La columnata exterior
El templo es períptero ((con columnas en todo su perímetro) octástilo, por tanto
tiene 8 columnas en las fachadas y 17 en los laterales que en conjunto suman 46 columnas
dóricas cuyo fuste, de 10,43 metros, está dividido en 11 módulos o tambores y está recorrido
en sentido longitudinal por estrías, unidas a arista viva.
Las columnas no tienen basa, asientan directamente sobre el estilóbato. Los capiteles son
también dóricos y están formados por equino y ábaco; se unen al fuste por medio de una
moldura cóncava denominada collarino y sobre ellos descansa el entablamento.
Entablamento
Por encima de los capiteles de las columnas se dispone un entablamento organizado,
de abajo arriba, en tres partes:
arquitrabe
friso
cornisa
El arquitrabe es liso. El friso está constituido por una sucesión alternante de triglifos
(formados por estrías verticales) y metopas (que presentan decoración escultórica). Remata
el conjunto una cornisa, saliente respecto a los elementos anteriores.
Las ocho columnas del frente dan lugar a catorce metopas (dos por cada uno de los siete
intervalos) y, en consecuencia, a quince triglifos. Los triglifos coinciden con los ejes de las
columnas, mientras que los extremos se desplazan al filo del entablamento.
Cubierta
La cubierta es dintelada a dos aguas. El tejado es de madera y las tejas de mármol
pentélico.
Frontón
En cada uno de los lados menores, entre la cornisa y el tejado se genera un amplio
espacio triangular denominado frontón, cuyo perímetro exterior aparece recorrido por una
cornisa saliente, de modo que el espacio interior, o tímpano, queda libre para ser decorado
con esculturas. El frontón tiene forma de triángulo isósceles de base seis y altura cuatro. Sus
lados iguales miden cinco. Pueden descomponerse en dos triángulos rectángulos de
proporción 3-4-5.
Pórticos
El templo es anfipróstilo, es decir, tiene dos pórticos, uno anterior, el Pronaos y otro
posterior, el Opistódomos. Estos dos pórticos son hexástilos, y sus columnas son ligeramente
de menor diámetro que las exteriores.
Naos o cella
Es la sala principal del templo. En esta estancia se alojaba, cerca del fondo, la estatua
de Atenea Parthenos (Atenea Virgen), a quien estaba consagrado el templo.
Es de planta rectangular y estaba aislada del resto del edificio mediante un muro de sillares.
Estaba dividida en tres naves por una columnata de estilo dórico, de dobles columnas
superpuestas en dos pisos, dispuesta en forma de pi griega (Π), que enmarcaba la estatua
crisoelefantina de Atenea, cuyo basamento aún permanece in situ. Delante del basamento
existía un estanque, poco profundo, cuya agua producía un efecto de brillo en la estatua de
Atenea.
La escultura crisoelefantina de Atenea Parthenos, obra de Fidias, tenía 12 metros de
altura y representaba a la diosa Atenea armada y sosteniendo en su mano derecha una Niké
(Victoria) de marfil de dos metros de altura.
La decoración escultórica del Partenón representa el genio estético del arte clásico
griego y son el más alto resultado artístico que ha conseguido la humanidad en todos los
tiempos. Es una combinación única de las metopas (esculpidas en altorrelieve extendiéndose
por los cuatro lados externos del templo), los tímpanos (rellenando los espacios triangulares
de cada frontón) y un friso (esculpido en bajorrelieve abarcando el perímetro exterior de la
cella). En ellos se representan varias escenas de la Mitología griega. Además, las diversas
partes del templo estaban pintadas de colores vivos Los triglifos estaban pintados de azul y
blanco, el fondo de los tímpanos de azul brillante, el fondo de las metopas y del largo friso
de rojo, en las figuras se pintaba los ojos y el cabello y algunos elementos eran de metal.. El
Partenón es, sin duda, el máximo exponente del orden dórico, como se puede apreciar en el
diseño del friso o sus columnas.
La obra es conocida por fuentes antiguas, así como por una descripción muy detallada
de Pausanias (siglo II d. C.): «... la imagen está hecha de marfil y oro. En medio del casco hay
una figura de la Esfinge... y a uno y otro lado del yelmo hay grifos esculpidos... La estatua de
Atenea es de pie con manto hasta los pies y en su pecho tiene insertada la cabeza de Medusa
de marfil. Tiene una Victoria de aproximadamente cuatro codos y en la mano una lanza; hay
un escudo junto a sus pies y cerca de la lanza una serpiente. Esta serpiente podría ser
Erictonio. En la base de la estatua está esculpido el nacimiento de Pandora».
Atenea en pie apoya el peso del cuerpo sobre la pierna derecha manteniendo la
rodilla izquierda ligeramente flexionada. La cabeza la tiene ligeramente inclinada hacia
adelante y los mechones del cabello caen sobre el peto de la diosa. Su mano izquierda se
apoya sobre un escudo circular (égida). Su quitón (túnica) se ajusta a la cintura con un par de
serpientes, cuyas colas se entrelazan en la parte posterior. Sobre su mano derecha extendida
se yergue una Niké alada de marfil (se discute si había un soporte bajo el original de Fidias).
Una lanza se apoya en el brazo derecho y hombro derecho de la diosa sostenida por una de
las serpientes del escudo.
Fidias
Escultor griego, nacido en Atenas (490 a. C. - 431 a. C.) que llevó la escultura a las
cotas más altas de perfección y armonía. Vivió en la época de Pericles, su amigo y protector,
que le encargó la supervisión de los trabajos escultóricos y arquitectónicos de la Acrópolis.
Fidias realizó la estatua criselefantina de Atenea Parthenos y diseñó el friso, las esculturas de
los frontones y las noventa y dos metopas del Partenón El 437 a. C. se trasladó a Olimpia para
confeccionar la estatua crisoelefantina de Zeus olímpico, considerada una de las siete
maravillas de la antigüedad.
Regresó a Atenas en 433 a. C. donde se le acusó de haber robado parte del oro de la Atenea
Parthenos en una maniobra política que pretendía desacreditar a su protector Pericles.
Aunque demostró su inocencia más tarde se le acusó y condenó por blasfemia porque se
había representado a sí mismo y a Pericles en la amazonomaquia del escudo de la diosa
Atenea. Tras salir de la cárcel se exilió a Olimpia donde murió el 431 a. C.
Obra de Fidias
Fidias sobresalió tanto en la escultura como en el relieve.
Su primera obra conocida es la Atenea Lemnia, una estatua de la diosa destinada a la
Acrópolis de Atenas.
Fidias realizó también la estatua crisoelefantina de Zeus en Olimpia, una de las siete
maravillas de la antigüedad.
Cada uno de los tímpanos del Partenón, situados en las fachadas este y oeste
rellenando los espacios triangulares de cada frontón, estaba decorado con esculturas que
representaban escenas mitológicas. Las figuras son de tamaño mayor al real. El tímpano de
la fachada oeste, situado sobre la entrada principal del templo, representaba a los dioses del
Olimpo contemplando el nacimiento milagroso de Atenea de la cabeza de Zeus y el tímpano
del este representaba la lucha entre Atenea y Poseidón por el patrocinio de la ciudad de
Atenas.
Constituyen la novedad más espectacular del Partenón ya que el friso interior nunca
se había decorado anteriormente. Fidias decidió representar en el friso interior, de 160
metros, la procesión de las Panateneas. El friso, de estilo jónico, se esculpió en bajorrelieve,
rematando el muro exterior de las naos o cella (en la galería del peristilo).Desde el ángulo
sudoeste, partía en las dos direcciones y después de recorrer los cuatro lados del edificio
finalizaba en la cara oriental. El friso representaba la procesión de las Panateneas, el festival
religioso más importante de Atenas en el que los atenienses presentaban a los dioses el
nuevo peplo o manto para la antigua estatua de madera de Atenea. La escena incluye figuras
de dioses, bestias y unos 360 seres humanos y se conserva, en la actualidad, en el Museo
Británico de Londres
Proporción constante: 4 a 9
Las dimensiones del Partenón están regidas por la proporción 4:9 (0,444) que se
repite en las dimensiones del estilóbato (30,88/69,50), en la relación entre la altura y anchura
del templo (13,72/30,88) y en la relación entre el diámetro de las columnas (1,907) y el
intercolumnio (4,296).
Correcciones ópticas
Los arquitectos Ictino y Calícrates crearon un edificio dotado de armonía visual.
Estudiaron las proporciones óptimas para corregir los defectos ópticos que generan las líneas
rectas y crear en el espectador una imagen de perfección. Para que en un edificio las líneas
rectas, horizontales y verticales, aparezcan como tales no deben serlo en realidad.
Para ello las columnas no son completamente rectas, a un tercio de su altura el fuste
se ensancha (éntasis) 2 centímetros, las columnas de las esquinas son un 2,5 % más anchas
que el resto, todas las columnas están levemente inclinadas hacia dentro, las columnas no
son equidistantes entre sí y, por último, el entablamento y el estilóbato son ligeramente
convexos.
CONSTRUCCION
Sabemos por las inscripciones que los trabajadores eran ciudadanos de Atenas,
metecos (extranjeros con carta de residencia) y esclavos; y que todos cobraban lo mismo por
el mismo trabajo. Las labores especializadas se retribuían a razón de un dracma por día. Por
sorprendente que nos parezca, los arquitectos cobraban un dracma también, a pesar de su
responsabilidad.
El templo se realizaría por entero con el mármol procedente del monte Pentélico,
que se levantaba a unos 16 kilómetros al noreste de Atenas. Era un brillante mármol blanco
que con el paso del tiempo adquiría una fina pátina dorada por las inclusiones de hierro y
cuya dureza lo hacía especialmente indicado para la construcción. Sobre la vertiente suroeste
de la montaña todavía se puede reconocer la zona de la cantera donde se extrajo el mármol
para los edificios de la Acrópolis; sólo para el Partenón se utilizaron 22.000 toneladas.
Los canteros separaban bloques de la misma altura por medio de canales tallados con
cincel. Luego se hacían agujeros alargados paralelos a la veta del mármol y se introducían en
ellos cuñas de madera. Cuando éstas se mojaban, se hinchaban y desprendían el bloque de
mármol del resto de la roca. El bloque se trabajaba en la misma cantera hasta casi darle la
forma definitiva; sólo se dejaba por pulir una capa de pocos centímetros. La pieza resultante
debía ser lo más ligera posible para facilitar el transporte.
Una vez terminadas, las piezas descendían ladera abajo a bordo de trineos que
discurrían por una especie de pista visible aún hoy. A ambos lados de la pista había unos
agujeros cuadrados donde encajaban unas estacas de madera por donde se pasaban unas
cuerdas atadas al trineo para controlar la velocidad de descenso. Al pie de la montaña se
cargaban los bloques en unos carros tirados por bueyes y se llevaban a la ciudad en un viaje
que podía durar hasta dos días. En la obra, los bloques se alzaban por medio de poleas y
grúas; las piezas del Partenón no eran de grandes dimensiones, precisamente para facilitar
su manejo.
Los arquitectos aprovecharon los cimientos del antiguo templo destruido por los
persas, pero hubo que ampliarlos hacia el lado norte de la explanada de la Acrópolis. El nuevo
templo iba a ser más ancho, y contaría con ocho columnas en las dos fachadas o lados cortos
y 17 en los lados largos. A continuación, se elevaron tres escalones y sobre el superior,
llamado estilóbato, se levantó la columnata exterior o peristilo.
Cada columna estaba formada por diez o doce tambores. Como el estilóbato no era
totalmente plano había que hacer cuidadosos ajustes para asentar los tambores de las
columnas. Apoyados en ellas se colocaron los arquitrabes, bloques de mármol dispuestos en
forma horizontal. Y sobre ellos se añadió el friso, en cuya decoración se alternaban triglifos
y metopas.
A continuación se levantaron los muros del templo. Los sillares se ponían uno sobre
otro sin argamasa y se enlazaban por medio de abrazaderas de hierro que luego se recubrían
de plomo para evitar la oxidación. Dentro del templo se crearon dos estancias totalmente
separadas por un muro interior. En la más amplia, la naos (a la que se accedía por el pórtico
delantero, el principal), se alojaría la monumental estatua criselefantina que estaba
realizando Fidias. Quien entrase en la naos, iluminada por unas ventanas a los lados de la
puerta, quedaría sobrecogido ante la imagen de Atenea.
La otra estancia, a la que se accedía por el pórtico trasero, era mucho más pequeña.
En ella, los arquitectos decidieron usar cuatro esbeltas columnas jónicas para sostener el
techo, en lugar de un doble piso de columnas dóricas. Esta sala, donde se guardaba el tesoro
de la ciudad, era la que recibía el nombre de Partenón, "cámara de las doncellas", por ser,
en principio, un espacio destinado a las jóvenes que cumplían un importante papel en el
culto a Atenea. Ya en el siglo IV a.C., este nombre pasó a designar todo el edificio en su
conjunto.
En la parte exterior del muro se decidió añadir un friso, de un metro de altura, que
rodearía el templo en su totalidad, con unos 160 metros de longitud. Parece que fue una
alteración del proyecto decorativo inicial, y no se sabe con seguridad si se esculpió allí mismo
o en el taller. En todo caso, representaba un considerable esfuerzo para un elemento que se
situaba a doce metros del suelo y que no iba a ser especialmente visible desde fuera del
templo. De nuevo podemos pensar que Fidias se encargó del diseño del conjunto que luego
plasmaron en el mármol diversos artistas. El friso parece que representaba la procesión de
las Panateneas, una procesión cívica que cada año subía a la Acrópolis para ofrecer un nuevo
peplo o vestido a la estatua de la diosa.