Proverbios

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Proverbios

(Equipo Claretiano)

INTRODUCCIÓN
En el libro de los Proverbios, nos encontramos ante una obra bíblica original,
pero no extraña ni abstracta. Con frecuencia utilizamos proverbios, refranes o
sentencias. Los hay en todas las lenguas y culturas. El libro que nos ocupa lleva
como título: «Proverbios de Salomón, hijo de David, rey de Israel». Se hablará
del rey y del humilde (16,12-15; 29,23), del rico y del pobre (11,24; 22,2), y
de la prostituta o la adúltera (Pr 2,16-19; 5,3-14; 6,24-35). Las sentencias de
Proverbios tienen unas características propias, que los distinguen del acerbo
cultural de otros pueblos. No olvidemos que estamos ante un libro que nos
transmite, envuelta en palabra humana, la palabra de Dios.

1. NIVEL LITERARIO
El redactor del libro nos transmite la tradición anterior, que, tal vez, él mismo
retocó. Así hizo también otro sabio, Qohelet (cf Qo 11,9-10). Centrémonos en
Proverbios y separemos las capas que envuelven su núcleo.
1.1. Estructura del libro
He aquí un hecho raro: después de encontrar el título «Proverbios de
Salomón...» en 1,1; encontramos de nuevo en 10,1 «Proverbios de Salomón»;
en 22,17 se nos avisa que comienzan las «Palabras de los sabios», y en 24,23:
«También esto pertenece a los sabios», y aún en 25,1, en 30,1 y en 31,1-9. El
libro es, pues, una antología de colecciones dispares, cada una de las cuales
tiene detrás de sí una larga historia independiente de creadores de proverbios,
así como de transmisores y colectores de los ya creados.
Las colecciones más antiguas constituyen el núcleo del libro y reúnen proverbios
aislados. Los más tardíos desarrollan un tema con amplitud y constituyen ya
pequeños tratados sapienciales o poemas. Generalmente, este último tipo lo
encontramos al principio y al final del libro (capítulos 1-9 y 31), como si se
tratase de un marco para la parte central. Se lo atribuimos al redactor, que
seleccionó las mejores colecciones antiguas de proverbios, compuso el libro tal
como lo tenemos hoy y lo editó, encabezándolo con el título y con un prólogo,
que propone su intención: «Para aprender sabiduría... Que atienda el sabio y
crecerá en doctrina...» (1,2-5). Así pues, distinguiremos en lo sucesivo el núcleo
antiguo y el marco.
1.1.1. Núcleo antiguo
Tal núcleo se compone de seis colecciones, que presentamos por orden de
antigüedad y de importancia en la formación del libro:
 Las dos colecciones salomónicas (10,1 - 22,16 + capítulos 25-29), que
son los polos de atracción de las demás colecciones. Ellas abrazan en su
interior:
 Las dos colecciones «de los sabios» (22,17 - 24,34),
 Otras dos colecciones: la de Agur (30,1-33, que incluye una serie de
proverbios numéricos), y la de Lemuel (31,1-9).
1.1.2. El marco
Son instrucciones que consideramos obra del redactor:
 Poemas de recomendación de la sabiduría (cap. 1-9),
 Poema alfabético sobre la mujer perfecta (31,10-31), que cierra la obra
como un epílogo.
La obra, escrita en hebreo, queda anónima. En el título nos encontramos ante
un caso de atribución fingida del libro a Salomón (pseudonimia).
Aunque las colecciones salomónicas sean preexílicas, hay que señalar el
postexilio como fecha de redacción-edición del libro, sea en el siglo V o, todavía
mejor, en el siglo III. En todo caso es anterior a Eclesiástico (compuesto hacia
180), pues éste, en 47,17 parece tener presente Pr 1,6: «Para descifrar
proverbios y enigmas»...

1.2. Géneros literarios


Antes de estudiar las formas concretas del libro de los Proverbios, veamos su
rango o estatuto entre los conocimientos humanos.
1.2.1. Estatuto epistemológico
En la tradición sapiencial, y en particular en Proverbios, se persigue un objetivo:
adquirir la sabiduría, que puede definirse como «la actitud y el método
conducentes a la autorrealización del hombre, tanto en la esfera humana cuanto
en la profesional». En esta tarea, se da gran importancia al conocimiento de
experiencia y, más aún, al conocimiento que viene de Dios.
a) Sabiduría de experiencia (y práctica)
El libro de los Proverbios es «una oferta de sensatez, cordura, buen sentido».
Se enseña al hombre el modo más racional de superar los escollos de la vida
para llegar a una armonía interior y a una integración social sin traumas. Con
frecuencia, un proverbio bíblico enuncia un hecho o una verdad como resultado
de la experiencia social colectiva -«siempre fue así»- y se basa sobre la relación
interna entre una acción y su resultado: entre el trabajo y la abundancia o entre
la holgazanería y el hambre. Como consecuencia, parece neutro o aséptico, sin
imperativos ni valoraciones morales, como una reflexión simplemente humana
y atemporal. Su primer mensaje podría enunciarse: «así sucede, cuenta con
ello». He aquí un ejemplo: «Quien cultiva su tierra se hartará de pan; quien
persigue naderías es un insensato» (12,11).
¿Se trata, pues, de un simple pragmatismo? Algunos proverbios parecen nacer
de la simple utilidad humana, como si la pregunta «¿qué es bueno para el
hombre?» recibiera respuestas ajenas a las exigencias de la ética y cercanas al
propio interés: «El mal se busca quien avala al desconocido, quien no es amigo
de chocar la mano está seguro» (11,15); «el obsequio (soborno) es un talismán
para quien lo da; dondequiera que vaya tiene éxito» (17,8).
b) Contenido religioso-moral
Sin embargo, la finalidad de esta tradición es fundamentalmente didáctica;
pretende la educación religiosa y moral del hombre, el cual se hace artesano de
la propia vida. Algunos de los proverbios transcritos más arriba, y bastantes
más, contienen una valoración de la conducta, que aparece ya en el hecho de
calificar a unos de «sabio» y a otros de «necio», como el mencionado de 12,11
o el siguiente: «El necio da rienda suelta a sus impulsos; pero el sabio, al
reprimirlos, los calma» (29,11).
En el fondo de la «oferta de sensatez» de Proverbios hay una exigencia. La
propuesta tiene color y fuerza moral y religiosa, la misma que aparece en los
libros de la Ley, en los proféticos y en los Salmos. Si no da reglas, salvo en raros
casos, expone los principios de la Alianza bajo una forma nueva de valoración y,
por tanto, con fuerza de imperativo social.
Dejando para después el importante tema de la justicia, se pueden buscar las
raíces de algunos proverbios en varios campos de la vida social:
 El comercio: «La balanza falsa es abominación para el Señor; pero el peso
justo gana su favor» (11,1), que recoge fielmente la prescripción de Dt
25,13: «No tendrás en tu bolsa pesa y pesa, una grande y otra pequeña»,
como la recogió el profeta Miqueas (Miq 6,9-10).
 La familia: «Al que maldice a su padre y a su madre, se le apagará la
lámpara en plena oscuridad» (20,20), que recoge Lv 20,9: «Quien
maldiga a su padre... será reo de muerte;... su sangre caerá sobre él» (cf
10,1).
 Magnanimidad con el pobre: «El que da a los pobres no conocerá la
indigencia, el que se tapa los ojos será muy maldecido» (28,27; cf.
11,24).
 La sabiduría: «El sensato de corazón acepta los mandatos (mishwôt); el
hombre charlatán corre a su ruina» (10,8); «La enseñanza (torah) del
sabio es fuente de vida, para evitar las trampas de la muerte» (13,14).
Estas dos palabras subrayadas indican de ordinario en el Antiguo
Testamento los obligaciones que se derivan de la Alianza.
Como puede apreciarse, la antropología de Proverbios no es meramente
individual, sino comunitaria. Por eso la alteridad constituye la mayoría de las
veces una dimensión intrínseca de esta sabiduría, hasta el punto de que la
conducta antisocial es duramente fustigada. La vida del hombre será sensata si
es justa, honrada y cabal. Como consecuencia, será feliz, llena de sentido. Los
aspectos sapienciales y las dimensiones éticas están implicados mutuamente.
Esta es la verdadera mentalidad y el tono de los autores de Proverbios.
c) Motivación religiosa explícita
El fondo religioso-moral de Proverbios alcanza su cima en una serie de
sentencias, quizá proporcionalmente no muy numerosas, que dan una
motivación o una valoración de la conducta relacionada con la Alianza, los
mandamientos o directamente con Dios.
Se pueden recordar 20,20; 23,11 -sobre los padres (cf Lv 20,9)- y otros que
expresan una fe serena en Yahveh, al que normalmente se venera como el gran
juez: «El hombre envidioso atiza las pendencias; el que confía en Yahveh
prosperará» (28,25); «si tu enemigo tiene hambre, dale de comer; si tiene sed,
dale de beber; así se sonrojará y el Señor te lo pagará» (25,21-22), una cima
de los sapienciales próxima al evangelio y citada por san Pablo en Rm 12,10.
Este tipo de proverbios, exponentes de la religiosidad y de la moral yahvista, es
el punto culminante, que indica el sentido más hondo el mensaje del libro.
d) Sabiduría teológica
Es el último paso en la evolución de la teoría del conocimiento en los
sapienciales. ¿Qué alcance tiene? Los sabios han llegado a la convicción de que
sin la dimensión religiosa de la piedad o del respeto amoroso de Dios es
imposible alcanzar la sabiduría. Esta teología aparece ya en algunos proverbios
aislados de las colecciones salomónicas y, sobre todo, en la elaboración del tema
del «respeto de Yahveh» y de la sabiduría personificada. Veamos aquí solamente
la sentencia de 28,5, dejando para el nivel teológico la exposición de estos dos
temas: «Los malvados no comprenden el derecho, los que buscan a Yahveh lo
comprenden todo».
En conclusión, podemos afirmar que el hombre está en el centro de las
preocupaciones de los sabios. Éstos son humanistas yahvistas. Procuran la
realización integral del hombre, la valoración de sus aptitudes naturales y su
perfeccionamiento moral y religioso. Veneran a Yahveh, Dios creador y juez, y
llegan a identificar la piedad o el respeto de Yahveh y la sabiduría.
1.2.2. Formas literarias
a) El mashal
En Proverbios, la forma «reina» que engloba todas es el mashal. El vocablo
hebreo mashal ha sido explicado como «semejanza» o «palabra poderosa».
Tiene algo de ello. Originariamente se aplicaba a los dichos populares breves
que fijaban observaciones y experiencias con valor universal (proverbios o
refranes). Posteriormente se aplica también a la sentencia culta o poética de
varios tipos. En Proverbios encontramos ejemplos de todos ellos. Sus dos formas
básicas son la sentencia breve y la instrucción.
b) La sentencia breve
Su origen es el proverbio popular; pero, tal como la encontramos en Proverbios,
se trata ya de una sentencia culta o artística. Su estilo es conciso y está
elaborada con recursos poéticos como la rima y el ritmo. Habitualmente consta
de un solo verso, con sus dos mitades o hemistiquios en paralelismo, que puede
ser sinonímico («Adquirir sabiduría es mejor que el oro, adequirir inteligencia es
preferible a la plata»: 16,16), antitético («La mujer sabia edifica su casa, la necia
con sus manos la destruye»: 14,1) o bien sintético o progresivo, si desarrolla o
prolonga el pensamiento (16,7).
c) Proverbio valorativo
Es una variante estilística de la comparación, y se presenta bajo las fórmulas:
 «mejor... que» o «más vale... que» (cf 15,17, contra el rencor; 21,9 y
25,24, contra la mujer pendenciera)
 en forma de comparación: «cuanto más» o «cuanto menos» (cf 21,27:
sacrificio de malvados)
 en forma negativa, «ni... ni» (26,1: «Ni lluvia en el verano ni honor al
necio»).
A la forma elemental del proverbio aislado, vienen a sumarse otras más
complejas:
d) Proverbio numérico
Hemos aludido ya al gusto por clasificar juntos varios fenómenos o personas
que, bajo cierto ángulo de visión, coinciden. En Proverbios hay dos series de
este tipo: 6,16-19 y 30,15-33. Esta última muestra un interés particular por las
maravillas de la naturaleza y las costumbres de los animales. Tales
enumeraciones ponen de relieve las características de las relaciones humanas o
sociales a través de la analogía con los fenómenos enumerados; por ejemplo, el
misterioso comportamiento del hombre con la doncella por comparación con el
del águila, la serpiente y el navío (30,18-19).
e) Discurso instructivo
El género instrucción discursiva es el habitual en los capítulos 1 a 9, y
reaparecerá al final del libro (cc. 30-31). Los temas son objeto de un desarrollo
más amplio. En ella aparece una de las figuras claves: el sabio o maestro que,
mediante continuas instrucciones y exhortaciones, invita a la escucha y a la
aceptación de sus enseñanzas. Un bello ejemplo de tal discurso lo encontramos
en 1,8-19. La instrucción de 3,1-12, con su insistencia en la relación educativa
padre-hijo («Escuchad, hijos... También yo fui hijo para mi padre...»), recuerda
que la sabiduría israelita tenía una sede natural en la familia y, además, que la
tradición jugaba un papel muy importante. Un bloque importante de este
material del redactor puede clasificarse como «graves advertencias del maestro
al discípulo», centradas principalmente en el peligro mortal que encierra el
adulterio: 2,16-19; 5; 6,20-35; 7. Como se aprecia en los ejemplos anteriores,
el imperativo y la partícula causal son su forma distintiva, aunque en varias
instrucciones de Pr 1-9 faltan los imperativos, que han sido sustituidos por las
condicionales, pero el valor exhortativo es el mismo. En estos casos se confía
más en el valor de la exposición y en la autoridad moral del maestro («padre»)
que en el imperativo propiamente dicho. Quizá por eso contenga una pedagogía
más depurada (cf. 2,16-19, sobre la mujer extraña).
Un recurso o variante es el relato autobiográfico, por el que el maestro de
sabiduría pretende comunicar una enseñanza presentando un hecho de vida que
supuestamente él ha experimentado. El mejor ejemplo es Pr 7,6-23: la ramera
(o adúltera) y el joven necio, o 24,30-34.
f) Poema didáctico
Se encuentran poemas de varios tipos. La mayor parte son poemas de elogio de
la sabiduría. Merecen destacarse, desde el punto de vista formal, las llamadas o
invitaciones de la propia Sabiduría personificada: 1,20-33; 8,1-11.12-21; 9,1-
6. La reflexión de los sabios alcanza en estos himnos las cimas más altas de la
teología especulativa y se transforma en contemplación mística. El estilo es
netamente didáctico y autodescriptivo, y guardan gran semejanza con los
poemas de la literatura egipcia sobre la Maat (justicia, orden).
g) Poema alfabético (acróstico)
En 31,10-31 encontramos el famoso poema de la «mujer fuerte», o mejor, de
la mujer sabia. El poema tiene tantos versos como letras del alfabeto hebreo. La
primera letra de la primera palabra de cada verso comienza con la letra del
alfabeto correspondiente.
h) Estilo antológico
En los cc. 1-9 utiliza a la perfección el procedimiento literario de composición
llamado estilo antológico, que consiste en emplear, literalmente o de forma
equivalente, las palabras o fórmulas de Escrituras anteriores. El redactor de 1-9
se refiere precisamente a tres fuentes: Deuteronomio, Jeremías e Isaías (sobre
todo Is 56-66). De esta forma, la tradición sapiencial asume la tradición del
Pentateuco y de los Profetas y constituye una relectura de la misma.

1.3. Vocabulario
La frecuencia de ciertos vocablos en una u otra sección de Proverbios puede
orientarnos sobre los centros de interés del libro.
1.3.1. En el núcleo
a) Vocabulario de los bienes
Riqueza, rico, ser rico aparecen 36 veces (10,4.15.22; 11,4...); indigente: 10
veces; perezoso: 13 veces (10,26; 13,4...).
b) Vocabulario de la astucia/sabiduría
Necio: 45 veces (10,1.18.23...); necedad: 20 veces (12,23; 13,16...); sabio: 40
veces (10,1.8.14.15.20...); ser sabio: 9 veces (13,20; 19,20...).
c) Vocabulario de la conducta
Impío (sing.,): 33 veces (10,16.24.25...); abominación de: 15 veces
(11,1.20...); obrar pérfidamente: 8 veces (11,3.6...); ser tortuoso (sustant. y
verbo): 7 veces (10,9; 11,20...); justo (adj.): 5 veces (11,1; 16,11.13...);
justicia: 19 veces (10,2; 11,4.5.6.18.19...); recto (hombre): 21 veces
(11,3.5.6.11...); maldad: 6 veces (11,5; 12,3...). El vocabulario del camino
cuenta con 47 referencias.
De esta visión superficial puede apreciarse ya que los autores de las colecciones
antiguas centran su reflexión sobre los temas de carácter ético y social,
concretamente sobre los polos siguientes: sabio - necio; justicia/rectitud -
impiedad/maldad; riqueza - pobreza.
1.3.2. En el marco
a) Vocabulario de los bienes
Riqueza: 2 veces (3,16; 8,18); pobre (sust.): 2 veces (3,34; 31,20).
b) Vocabulario de la astucia/sabiduría
Necio (sust.): 18 veces ( 1,22...); tonto/simple: 4 veces (1,22.32; 3,35; 8,5);
sabiduría/ maestría: 19 veces (1,2.7.20...); enseñanza: 13 veces (1,2.3.7.8...);
inteligencia: 10 veces (1,2; 2,3; 3,5...); inteligencia/destreza: 8 veces
(2,2.3.6.11...); temor/respeto: 6 veces (1,7.29; 2,5...); reflexión: 5 (1,4;
2,11...).
c) Vocabulario de la conducta
Justicia: 4 veces (1,3; 2,9...); juicio (justo): 3 veces (1,3; 2,9; 8,20...);
(hombres) rectos: 6 veces (2,7.13.21...); malvado (subst.): 7 veces (2,22;
3,25.33...), etc.
d) Vocabulario del camino
Camino: 29 veces (1,15; 2,8,12.13.20...); senda: 17 veces (1,15.19;
2,8.13.15.19.20...).
Es clara la insistencia del autor del marco sobre los sustantivos abstractos:
sabiduría y sus sinónimos. Siguen apareciendo en puesto importante algunos
vocablos de calificación ético-religiosa conocidos en el núcleo, sobre todo los
negativos (malvado/maldad, perverso/perversidad) y toma un gran relieve el
vocabulario del «camino», que tiene un tono deuteronomista.

2. NIVEL HISTÓRICO
En esta sección, queremos situarnos, en la medida de lo posible, en el tiempo
del redactor y exponer someramente las circunstancias de esta época y el papel
jugado por aquél.
2.1. Época de redacción
Se puede datar la redacción final del libro, en el postexilio, entre los siglos V y
mitad del III. La obra del redactor se encuentra, pues, a caballo de los imperios
persa y griego. Es una encrucijada en la fe de Israel, en la qué éste entró con la
gran decepción del exilio. Son tiempos duros. El regreso trajo problemas con las
autoridades samaritanas y con los judíos que habían quedado en la Palestina
(propiedades...). Pero el judaísmo se ha purificado y organizado definitivamente
como comunidad de la Ley bajo Nehemías y Esdras.
2.1.1. Un flash sobre la política
La política persa era «de guante blanco». En el siglo IV, con los últimos reyes
persas, Judá era semi-autónomo bajo el gobierno de sus sumos sacerdotes, pero
los tributos eran pesados. Probablemente tuvieron lugar disturbios entre los
judíos. Josefo y Eusebio mencionan una deportación de judíos a Hircania y
Babilonia. Bajo el imperio griego de los reyes Tolomeos, de Egipto, entre 223 y
el 190 a.C., los judíos sufren a causa de las guerras entre aquéllos y los
Seléucidas, hasta la victoria de estos últimos.
2.1.2. Cambio cultural
El suceso de más alcance en la nueva situación bajo el imperio griego fue la
expansión e impacto de la cultura helénica sobre todos los pueblos del Oriente
asiático. La helenización había comenzado ya durante el imperio persa a través
del intenso movimiento migratorio y comercial; pero con Alejandro Magno se
hace sistemática y rápida, como vehiculo de cohesión del imperio. Llega a su
cima en el siglo III, bajo Tolomeo II Filadelfo. Se fundaron por doquier colonias
griegas -también en Palestina- que eran focos de irradiación del helenismo. El
pensamiento griego flotaba en el aire y se hacía inevitable su impacto sobre los
pensadores judíos, en particular sobre los de la diáspora. En el plano de las
costumbres, se acepta la moda griega de vestir, los deportes en el gimnasio, sus
dioses protectores, etc.
La traducción de la Escritura al griego abría nuevos canales de comunicación
entre judíos y gentiles y preparaba un fuerte impacto de la cultura griega en la
mentalidad judía.
La invasión de la nueva cultura tuvo consecuencias graves sobre la vivencia
religiosa judaica. 1M 1,11-17 se hace eco de la situación de la que hablamos.
Un dilema se planteaba al pueblo y a cada judío: ¿ser un cuerpo extraño en el
mundo oriental unificado y helenizado o gozar de las ventajas humanas de la
nueva civilización por la asimilación? Comienza un cisma en la comunidad que,
en el siglo segundo, puso al pueblo judío en la situación crítica más peligrosa de
su historia desde la catástrofe del 587.
2.2. La tarea del redactor
Frente a la invasión helenizante que amenazaba gravemente la religión y la
identidad israelita (o judaica), el redactor de Proverbios reacciona como sabio y
emprende una tarea ardua.
2.2.1. Afirmar la identidad nacional y cultural
En un momento de semejante crisis o encrucijada, el pueblo necesita afirmar su
identidad, centrada en la Alianza. Esto es lo que el padre del libro ofrece a sus
discípulos como formador del nuevo israelita. Su voz es la voz calmada del padre
y del maestro, unas veces, y la apremiante del profeta, otras; una voz que
analiza y discierne la nueva situación y los comportamientos sociales para
clarificar las situaciones ambiguas y mostrar el camino de la auténtica realización
personal y, con ello, de la realización del pueblo judío en situación de opresión
política y cultural. Él despierta y estimula la conciencia nacional antes de llegar
a situaciones extremas. He aquí el tenor de su voz: «Hijo mío, si los pecadores
te quieren seducir, no vayas... no te pongas en común con ellos... tu pié detén
ante su senda... (que) le quitará la vida a su propio dueño...» (1,10.19).
2.2.2. ¿Cómo lo hace?
Para realizar su tarea hace valer la tradición sapiencial y, en ella, la tradición
yahvista legal y profética.
a) La tradición sapiencial valorizada
Así nos explicamos su interés por transmitir las colecciones antiguas de
proverbios. En una época de cultura helenista brillante, había que recoger el
fruto de la tradición de los sabios. Si los sabios del tiempo de la realeza eran
artesanos de la propia vida y de la vida del pueblo, de su mano quiere él realizar
la misma tarea de reconstruir la identidad nacional. Él mismo reinterpreta o
reformula la tradición (cc. 1-9; 31,10-31), acomodándola al nuevo contexto.
b) Relectura de la tradición legal y profética
Tomemos como ejemplo el primer discurso, transcrito en parte más arriba (1,8-
19), que propone al joven el camino de los mandamientos como un camino
precioso, y es, a la vez, un ejemplo de relectura de la profecía de Is 59. Las
palabras textuales de Is 59,7 son recogidas en Pr 1,16: «Porque sus pies corren
hacia el mal y a derramar sangre se apresuran», y de nuevo, en Pr 6,18. Así, el
comportamiento o «camino» de los malos, que es objeto de la denuncia del
profeta, es también objeto de la exhortación y denuncia del redactor de
Proverbios. El autor de Pr 1 actualiza o relee Is 59 para aplicarlo a la nueva
sociedad.
2.3. Carácter transcultural de la sabiduría
Como se ha expuesto ya en la introducción, la sabiduría tenía
predominantemente un carácter público: estaba ligada a la corte y a las escuelas
públicas, y se transmitía de unos pueblos a otros; era internacional. Por ejemplo,
la sabiduría de Egipto fue admirada por los escritores griegos y ejerció un influjo
sobre ellos.
2.3.1. Influjo extranjero en Israel
Israel nace entre culturas muy desarrolladas, que le sirven de cuna. Egipto,
Mesopotamia, Siria, Palestina y otros pueblos desarrollaron grandes
civilizaciones e influyen sobre él. Israel sabe asimilar tales influjos sin perder los
rasgos esenciales de su identidad, a pesar de las crisis. 1R 5,9-14 muestra este
influjo, al ponderar la sabiduría de Salomón sin ocultar la admiración por Egipto.
Este influjo aparece con claridad en Proverbios. Podemos citar la semejanza de
los "Treinta capítulos", de Amenemope; con Pr 22,17 - 24,22. Algunas
colecciones son, incluso, atribuidas a autores extranjeros. El material de las
colecciones proveniente de fuera de Israel es incorporado por el redactor
deliberadamente. Ha podido seleccionar «la flor y nata» de la literatura
sapiencial conocida en el cercano Oriente, enriqueciéndola y reformulándola a
partir de la fe yahvista.
La historia confirma el influjo que aparece en los textos. La corte de Salomón
estaba organizada según el modelo de la corte egipcia, con secretario y cronista,
posiblemente rodeados de otros escribas (2Sm 8,15-18; 1R 4,1-6). Ellos podían
ser un canal de trasvase de la cultura.
2.3.2. Intercambio comercial y cultural
Tal intercambio es un hecho sociológico. Hemos visto el inmenso influjo de
Grecia sobre los pueblos de Oriente a partir del comercio y la migración y, más
tarde, por la conquista y colonización. Se transmiten o intercambian utensilios y
vajilla, el arte, las costumbres y la lengua y, con ella, la cultura, la visión del
mundo, la tradición sapiencial, la filosofía y la religión... En Palestina, pasillo
entre Oriente y Egipto, se encuentran todas estas influencias.

3. NIVEL TEOLÓGICO
3.1. Teología de la identidad
Israel imponía su sello nacional a la cultura y a la sabiduría: las nacionalizaba.
Su historia única, vivida en diálogo con su Dios, Yahveh, transformaba todo
influjo extranjero. Acepta el arameo y el griego como lenguas propias, y en ellas
expresa y desarrolla su fe en medio de la cultura dominante. En los santuarios
que los patriarcas adoptaron Israel dio culto a Yahveh, libertador de la opresión
de Egipto. Transformó las fiestas agrícolas de Canaán en fiestas en honor de
Yahveh y en memoriales de la liberación de Egipto (cf Jc 9,27; Ex 23,14-17;
34,18-23; Lv 23).
De forma semejante, el redactor de Proverbios afirma los pilares de la identidad
nacional en el postexilio: la alianza y su expresión, la Ley. Y, si toma en préstamo
colecciones extranjeras, como la de Amenemope, les imprime el sello yahvista
desde el principio; por ejemplo, en la motivación: «para que esté en Yahveh tu
confianza» (22,19), «porque Yahveh defenderá su causa (del débil)...» (22,22-
23).
El autor de Proverbios actualiza los textos fundadores de Israel y algunos textos
proféticos. En 1,23-25 reinterpreta la predicación de Isaías (65,1-12; 66,3-4),
de Jeremías (7,13.24-28; 31,33ss) y de Ezequiel (36,25-27). Veamos un
ejemplo:
Pr 1,23-25:
«Convertíos... Voy a derramar mi espíritu para vosotros,
os voy a comunicar mis palabras;
Ya que os he llamado y no habéis querido,
he tendido mi mano y nadie ha prestado atención;
habéis despreciado todos mis consejos...»
En este pasaje se pueden distinguir dos campos: a) la llamada a la conversión y
a la renovación de la alianza en conocimiento y escucha de Dios y b) la falta de
escucha por parte de Israel. Algunos contactos literales entre los textos
comparados están señalados con el mismo tipo de subrayado:
a) Llamada a la conversión y a la renovación de la alianza.
Ez 36,25-27:
«Os rociaré con agua pura... Os daré un corazón nuevo...
Infundiré mi espíritu en vosotros
y haré que os conduzcáis según mis preceptos...»
b) La falta de escucha y de conocimiento de Yahveh.
Is 65,1-2.12:
«Me he dejado encontrar de quienes no preguntaban por mí;
me he dejado hallar de quienes no me buscaban.
Dije: «Aquí estoy...», a gente que no invocaba mi nombre.
Alargué mis manos todo el día hacia un pueblo rebelde.....
Porque os llamé y no respondísteis...
sino que hicisteis lo que os agrada...».
Jr 7,13.24-28:
«Por más que os hablé asiduamente,
aunque no me oísteis,
y os hablé, mas no respondísteis»...
Entre los autores bíblicos, aludir o citar una unidad menor de un texto es aludir
o citar todo el texto (capítulo). De los contactos señalados se puede concluir que
el autor llama a sus contemporáneos a renovar la alianza con Yahveh por la
escucha de su palabra y la guarda de sus mandatos. Precisamente la actitud
conforme a la alianza será la base y la corona de la sabiduría, como dirá en su
lema (1,7: «El respeto de Yahveh...»). He ahí el nombre de Yahveh en el lema;
ésta es la clave para interpretar todo el libro.
En síntesis, el redactor propone un modelo de comunidad judaica fiel al yahvismo
en sus dimensiones profundas, que se encuentran descritas en los libros de la
Ley, en los Profetas y escritos reconocidos, como los Salmos.

3.2. Definición de la sabiduría


El sustantivo hebreo hokmah (sabiduría) es más que la inteligencia teórica, más
que el saber y el conocer, y más que el comprender. Hokma/sabiduría tiene algo
de muchos otros sustantivos que aparecen en Pr 1,1ss, sobre todo, inteligencia,
en su sentido más amplio: capacidad, aptitud, perspicacia y eficacia. En un
primer momento, quizás resumirlo en sensatez, dejando para más tarde el
examen de otros aspectos.
3.2.1. Don de Dios
La sabiduría, sensatez bienhechora del hombre y de la sociedad, es un don de
Dios; ella se define mejor como carisma que como capacidad. Es una cualidad o
energía divina, uno de los atributos exclusivos del Todo-Poderoso. Sólo él la
posee en plenitud y la despliega en la creación (3,19). Por ello trasciende al
hombre, como Dios mismo. Aparecerá incluso como nacida de Dios (8,22-26; cf
Si 1,1-9; 24,9). Ahora bien, Dios no la guarda celosamente para sí, sino que la
pone a disposición del hombre religioso como un don: «Porque el Señor concede
la sabiduría, y de su boca brotan saber y prudencia» (2,6).
Antes de cualquier esfuerzo humano por conseguirla, en la elección del camino
hacia ella aparece con nitidez y fuerza una disposición interior: la dimensión
religiosa. Para Ben Sirá, el sabio combinará la súplica con la actividad humana
(Si 39,1-11), lo que nos introduce en el apartado siguiente.
3.2.2. Adquisición humana
La sabiduría, en cuanto cualidad que Dios comparte con el hombre, es como un
objeto de valor incomparable. Por ello Proverbios invita al hombre a dar todo lo
que tiene para adquirirla: «Si la buscas como la plata y como un tesoro la
rebuscas, entonces entenderás el respeto de Yahveh, y la ciencia de Dios
encontrarás...» (2,4-5).
Para adquirirla, es necesario el estudio asiduo y la escucha de la instrucción.
Este esfuerzo se expresa de forma particular en la práctica de las virtudes:
piedad y lealtad (3,3), prudencia y reflexión (3,21), magnanimidad y
misericordia (3,27s), justicia y buen obrar, que evita la perversidad y la violencia
(3,29-31), etc. En cuanto a la piedad y la lealtad, el contexto inmediato nos
orienta a entenderlas como dirigidas hacia Dios y hacia el hombre: «Así hallarás
buena acogida a los ojos de Dios y de los hombres». Pero hay algunos contactos
literarios interesantes con Dt 6,4-9:
Pr 3,3-5: «La piedad y la lealtad no te abandonen, átalas a tu cuello, escríbelas
en la tablilla de tu corazón... Confía en Yahveh de todo corazón..., reconócelo
en todos tus caminos».
Dt 6,4-9 «Escucha, Israel...: Amarás a Yahveh tu Dios con todo tu corazón.
Estas palabras... las atarás a tu mano como una señal, como un recordatorio...
y las escribirás en las jambas de tu casa...».
El autor de Pr 3 está pidiendo a los judíos de su tiempo el cumplimiento del
mandamiento principal de la alianza, insistiendo en la autenticidad: tablillas del
corazón, en vez de tablillas de madera. Parece claro que ha hecho una relectura
del «Escucha, Israel», sintetizando el texto en las virtudes «piedad y lealtad».
3.2.3. Los polos de la sabiduría: respeto y confianza hacia Dios.
«Principio de la sabiduría es el respeto de Yahveh»
Estas actitudes del hombre religioso -confianza, escucha, amor fiel, obediencia-
son formuladas también como «respeto de Dios», y son los polos de la
adquisición de la sabiduría. Aparecen en el lema o principio fundamental:
«Principio de la sabiduría es el respeto de Yahveh» (1,7; cf. 10,27; 14,26; 15,33;
16,6). Lo nuevo del lema es que enuncia un principio de la teoría del
conocimiento: la adquisición del saber no depende sola ni principalmente de la
predisposición natural ni del esfuerza humano, sino de esa actitud religiosa hacia
Yahveh. El espíritu religioso no es accesorio a la sabiduría, sino una componente
esencial, su fuente, método y culminación, como muestra el paralelismo entre
«respeto de Dios»//»ciencia de Dios» en Pr 2,5. Sin él se habría comenzado a
caminar por un camino falso. Con él se da la iluminación: «Entenderás la justicia,
la equidad y la rectitud, todos los senderos del bien» (2,9).
3.2.4. Los dos caminos y los dos tipos de hombre
El esquema deuteronómico de la elección del camino de la vida o de la muerte
está presente en Pr 1-9 (cf Dt 11,26-28; 30,15-20). El camino es una imagen
natural para indicar la vida y, sobre todo, la forma de vivir. Dos caminos se
presentan delante del hombre/discípulo: el ya conocido de la piedad o del
respeto amoroso de Dios; y el mal camino: de la impiedad, injusticia o falta de
espíritu religioso. En último término, los dos caminos se definen en relación con
la alianza y los mandamientos; pero desde la perspectiva sapiencial, son
considerados como el camino de la sabiduría y de la necedad.
En consecuencia, la elección de un camino o del otro da lugar a dos tipos de
hombre, el sabio y el necio, que corresponden al justo y al malvado, con sus
sinónimos, como el humilde y el orgulloso, el trabajador y el perezoso, etc.

3.3. Puntos claves


Hay algunos aspectos que parecen únicos de la sabiduría israelita, al menos en
la formulación tan atrevida que toman en Proverbios.
3.3.1. El débil
El débil se convierte en categoría teológica. En el débil está Dios; él es una
presencia privilegiada de Yahveh; y mi propia suerte ante Dios se juega en el
tipo de relación que yo adopte ante aquél. Probablemente Pr 14,31 es la mejor
muestra de esta teología, que se remonta a la tradición profética (cf Is 1,10-17;
58,1-12; Am 8,4-8) y, en última instancia, a los textos del Pentateuco. El
proverbio dice: «Quien oprime al débil, ultraja a su Hacedor, mas el que se
apiada del pobre le da gloria» (14,31; cf 22,22-23).
Tales afirmaciones parecen la desembocadura o desarrollo de la gran tradición
yahvista da la Alianza. Lo encontramos repetidamente: «Justificar al malvado y
condenar al justo; ambas cosas abomina Yahveh» (17,15) recoge una norma
del Código de la Alianza (Ex 20,22 - 23,19), en que se trata de la causa del débil
y justo en el tribunal: «No tuerzas el derecho de tu pobre en su pleito, no quites
la vida al inocente y justo,y no absuelvas al malvado» (Ex 23,6-7). «No despojes
al débil, porque es débil y no aplastes al desdichado en la puerta de la ciudad;
porque Yahveh defenderá su causa y despojará de la vida a los despojadores»
(22,22-23) se refiere a Ex 22,22-26, en que el trío «forastero, viuda y huérfano»
son la encarnación del débil (pobre): «No maltratarás al forastero, ni le
oprimirás... pues forasteros fuisteis vosotros en Egipto... Si le vejas y clama a
mí, no dejaré de oír su clamor...». Así pues, podríamos decir que el débil es el
lugar de la presencia de Dios y la encarnación de Israel, siguiendo la teología del
Éxodo.
3.3.2. Acción de Dios y libertad del hombre
En el capítulo 16, hay una serie de proverbios que contienen el nombre de
Yahveh y articulan su temática en torno a Dios y sus relaciones con el hombre y
con el mundo. Algo común a todos ellos es que Yahveh tiene un papel no sólo
activo sino incluso decisivo en el éxito de los proyectos del hombre. Por ello se
aconseja «encomendarlos a Yahveh» (16,3). Pero ¿no hemos superado ya la
época pansacral? ¿No es ya el hombre responsable de sus actos y verdadero
protagonista de la historia? Consideremos la situación de la persona que ha
optado por la vía del «respeto amoroso del Señor» (cf 16,6). El Señor dará éxito
a sus proyectos (obras). El sabio será premiado por Dios con la paz, incluso con
la paz respecto a sus enemigos (16,7).
En 2S 15, mientras David escapa de su hijo, encomienda al Señor su situación,
al mismo tiempo que renuncia a llevar consigo el arca de la alianza. En lugar de
la relación sacral o mágica, elige la relación de confianza en Yahveh: «Si he
hallado gracia a los ojos de Yahveh, me hará volver... que me haga lo que mejor
le parezca» (2S 15,25s). Y después: «Acaso Yahveh mire mi aflicción y me
devuelva Yahveh bien por las aflicciones de este día» (2 S 16,11s.). En ese
momento de plegaria confiada, el lector tiene la certeza de que Yahveh, fiel a su
alianza, va a escuchar la súplica de David y de que la historia va a cambiar.
David ha realizado lo que recomienda Pr 16,3: «Encomienda tus obras al Señor»
y, efectivamente, sus proyectos se llevarán a cabo. Naturalmente, él pone en
acción la estrategia más razonable y el consejo sabio, como verdadero
protagonista de la historia, pero se entiende bien que todo depende, finalmente,
de Yahveh.
Proverbios formula esta teología como sigue: «El hombre planea su camino; el
Señor dirige sus pasos» (16,9), que es el equivalente de nuestro «El hombre
propone; Dios dispone» y semejante a Pr 16,1 y 20,24. En el campo de la
conciencia, encontramos también Pr 16,2: «Al hombre le parecen puros todos
sus caminos, pero Yahveh pondera los espíritus».
Si Dios es un límite e impone un límite a la sabiduría humana, la solución para
el hombre es la vía de la confianza o del respeto de Dios. Si la sabiduría es un
don de Dios, Dios la da a los que ponen la confianza en Él.

3.4. Fundamentos de la propuesta


Si los sabios que han compuesto Proverbios hacen su propuesta de vida para la
sensatez, es en virtud de algunos presupuestos.
3.4.1. Fe y confianza en Dios creador
El fundamento de la moral de los sabios es la fe en la creación. El sabio considera
que el mundo que él habita es creación de Dios, el supremamente sabio, y que,
por ello, es un mundo en orden y armonía. El Dios creador ha dispuesto y
mantiene el orden cósmico y social. Él es su garante en beneficio del hombre. El
sabio es su intérprete y trabaja para que se realice, recaba información sobre
ese orden y lo expresa en sentencias agudas. De este modo, el hombre va
encontrando el camino de acercamiento a ese orden y de integración en él. Los
autores de Proverbios, como los de Gn 1, han optado por la confianza. También
sostienen que esa norma racional se puede conocer. Esta confianza hace
razonable la búsqueda del momento oportuno para integrarse en dicho orden.
Es lo que pretenden en su búsqueda y expresan en su propuesta: conocerlo y
entrar en él.
3.4.2. Dios guía y sanciona la conducta
Todo lo que el hombre realiza lo realiza ante el Señor, que aprueba y guía al
éxito o «abomina el corazón altivo» (Pr 16,5), pues se ha instalado contra su
voluntad/Ley. El proverbio expresa un juicio de moralidad negativo, y, además,
abre una puerta a la acción punitiva, en la cual se prolonga la «abominación»:
«de cierto, no quedará impune» (16,5b).
Las raíces de este pensamiento se encuentran en textos como Ex 20,5 -«Yo,
Yahveh, soy un Dios celoso...»- o en la norma del Código de santidad: «Sed
santos como yo soy santo...» (Lv 19,2ss). La Historia de la sucesión de David
presenta ya esta teología en forma germinal (cf 2S 11,27 -«desagradó a
Yahveh»-, y 12,19: «el niño murió»). Los autores de la escuela deuteronomista
han desarrollado esta tesis: La palabra de Yahveh se cumple en la historia
necesariamente.
También para los autores de Proverbios Dios guía por su palabra, expresada en
la instrucción del maestro. Una palabra que es espada profética cortante, pues
lleva incorporada una promesa de vida o de muerte. A la vez, otorgan la debida
importancia a la acción realizada según la guía o racionalidad humana,
proveniente del mismo y único Dios creador. Así aparece en Pr 15,22: «Se
frustran los planes donde no hay consejo, pero se logran por el consejo de
muchos».
3.4.3. Una solución limitada: la retribución
La teología del premio o castigo de Dios sobre las acciones buenas o malas llegó
a encasillarse en un molde estrecho, rígido e ingenuo, el paradigma moral
llamado habitualmente «teoría de la retribución», que relacionaba una acción
con un resultado determinado en esta vida. Una acción honesta (el bien)
procuraba aquí abajo seguridad, bienestar y larga vida. Al contrario, una acción
injusta (el mal) desencadenaba fracasos y sufrimientos. Esta relación entre
acción y resultado tenía su origen en Dios: Dios recompensa a los buenos ya en
este mundo.
Baste recordar dos ejemplos: «Cuando Yahveh se complace en la conducta de
un hombre, hasta con sus enemigos le hace estar en paz» (16,7), y «Por el fruto
de su boca se harta de bien el hombre; cada cual recibe el salario de sus obras»
(12,14).
De esta forma, el mundo se convertía en una entidad moral con la siguiente
lectura: a bienes materiales corresponde la bondad moral; a males, la maldad.
La ingenuidad de la teoría era palmaria: la acción de Dios quedaba sometida al
paradigma humano. El riesgo de comercializar la religión era patente: se podría
servir a Dios a causa de los bienes recibidos o para recibirlos (cf Jb 1,9-11). Los
libros del Qohelet y de Job se encargarán de criticar y o demoler esta mentalidad
precisamente a partir de la experiencia, que era tradicionalmente un vehículo de
adquisición de conocimiento (sabiduría).

3.5. Personificación de la sabiduría


Poco a poco la sabiduría se objetiva y se imagina como una realidad autónoma,
de la cual participan los sabios; por ejemplo, en 14,1: «La Sabiduría edifica su
casa; la necedad con sus manos la destruye». Hay también una serie de himnos
en que la sabiduría, cualidad del Dios creador, se personifica y teologiza, hasta
aparecer como una persona divina. La podemos llamar Doña Sabiduría.
3.5.1. Personificación profética
En 1,20-33 y en 8,1-11, la Sabiduría aparece personificada con rasgos de
profetisa que pregona por las calles y plazas e invita a aceptar su enseñanza o
su llamada a la conversión y a la Alianza: «¿Hasta cuándo, simples...? Convertíos
por mis reprensiones...». Lo hace con una autoridad profética, pues su discurso
tiene la fuerza de la palabra de Dios y la forma de la predicación de Isaías o
Jeremías, como ya hemos comprobado, tanto en la oferta como en las
amenazas. Más aún, tiene una autoridad prácticamente divina, pues la vida
plena o el fracaso del hombre dependen de su seguimiento: «Su propio descarrío
matará a los simples... pero el que me escucha vivirá seguro...» (1,22-33).
3.5.2. Existencia junto a Dios
Algunos textos nos muestran a la Sabiduría como una criatura celeste que tiene
su origen en Dios mismo y una existencia junto a Él, anterior a la de ninguna
otra criatura.
Nos interesa especialmente 8,22-31. Ya el contexto anterior (8,12-14) deja
escuchar una auto-proclamación sorprendente: «Yo, la Sabiduría, habito con la
prudencia; yo he inventado la ciencia de la reflexión...», que es tanto como
decir: «yo soy beneficiaria de las cualidades de Dios». Y efectivamente, en el
fragmento principal, ella proclama:
«Yahveh me creó, primicia de su camino,
antes que sus obras más antiguas.
Desde la eternidad fui constituida, antes de los orígenes de la tierra.
Cuando no existían los abismos fui engendrada...» (8,22-26).
Es decir, la Sabiduría no es Dios ni una divinidad de su corte, pero participa de
las cualidades de Dios. Se pueden verificar aún sus pretensiones divinas al
apropiarse de atributos propios de Yahveh, lo que implica una identificación con
él:
«Verdad es el susurro de mi boca...
justos son todos los dichos de mi boca» (8,7-8).
«El que me halla ha hallado la vida...» (8,35-36).
En contraposición al mundo creado, ella ha sido «engendrada» o «nacida» de
Dios -mejor traducción que «creada», a partir del contexto-. Solo la Sabiduría
es la hija de Dios. Esta hija es la primera de las intervenciones por las que Él
manifiesta su vitalidad, el Origen de sus realizaciones antiguas. El adjetivo
«primera» expresa su primacía tanto en fecha como en valor, como la del hijo
primogénito, primicias del vigor paterno (cf. Gn 49,3; Dt 21,17). El sustantivo
«Origen» indica que ella es como el oriente del mundo, el alba que precede a
todo y que ilumina todo. Es decir, su personalidad va a marcar a todos los seres
que seguirán.
3.5.3. Papel activo en la creación
Esta hija primogénita de Dios le está cercana y activamente presente en su obra
creadora -la traducción habitual puede mejorarse así-:
«En el asentar los cielos, allí estaba yo...
yo estaba en contacto con El, el Arquitecto...» (8,27-30).
El sentido de la presencia -«Yo estaba allí»- no es el de la simple espectadora,
presente en un lugar, sino el de quien está presente en el desarrollo de la acción
creadora, participando en la misma como mediadora del Creador. Ella es no sólo
testigo sino también la norma o el prototipo. Sus cualidades -equilibrio, finalidad,
armonía- se encuentran en todo lo creado. Dios, que hace todo, no hace nada
sin ella. Todos los seres del universo están marcados con el sello de la Sabiduría,
Principio o Arquetipo del universo (cf 3,19-20; también: Sal 104,24; Si 1,9b; Sb
14,5).
Al lado del Maestro, ella actúa como un instrumento elegido; mejor, como una
jovencita a quien Dios quiere hacer su ayudante y que le da inspiración. Quizás,
en polémica con la mitología egipcia, la Sabiduría acompaña por doquier al
Señor, el único indispensable, el que consolida el mundo. La Sabiduría no es una
diosa esposa, sino su hija, dentro de un perfecto monoteísmo. No es el Creador
quien está fascinado por ella -como traducen los LXX- sino ella por el Creador.
3.5.4. La Sabiduría y la humanidad
En las relaciones de la Sabiduría con la creación, los hombres ocupan un rango
especialmente destacado y familiar. Ellos son los beneficiarios directos de su
intervención creadora. El versículo 8,31 termina el himno, y habría que traducirlo
respetando el puesto central de Yahveh en el conjunto del mismo: «Y a mis
delicias yo asocio a los hijos de los hombres». No son los hombres los que
constituyen las delicias de la Sabiduría. Es ella la que quiere hacer participar a
los hombres en las delicias que experimenta ante la prodigiosa actividad de Dios,
de la misma forma como en el v. 32 y siguientes ella les invita a recibir su
instrucción: «Ahora, pues, hijos, escuchadme...». Como fruto de dicha
instrucción, la Sabiduría les ofrece los dones de la vida divina (8,35-36; 9,6).
Todo ello se sitúa en una perspectiva universalista: la Sabiduría se interesa por
todos los hijos de Adán. También en 8,3.4, la Sabiduría quiere ser amiga de
todos los seres humanos.
Conclusión
La Sabiduría se presenta como el alter-ego de Dios (cf Si 4,14; Pr 3,35), quien
la asocia no solamente a su vida, sino también a su creación, a su providencia y
a su revelación. En el terreno práctico, tal personaje aseguraba su autoridad con
un curriculum de méritos inigualable.

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