Bello, Eduardo - Diderot y La Modernidad
Bello, Eduardo - Diderot y La Modernidad
Bello, Eduardo - Diderot y La Modernidad
POR
E D U A R D O BELLO
Pero, <qué significa modernidad? ¿ E n qué sentido podemos hablar del des-
tino de lo moderno, si pretendemos implicar en él las huellas del duro combate
llevado a cabo por Diderot? ¡No será, tal vez, la cuestión de la modernidad
un problema de nuestro siglo, o a lo más del siglo anterior, que nada tenga
que ver con la obra del insigne philosqphe? Esta es la primera cuestión que es
necesario dilucidar. La segunda podría formularse del siguiente modo: en el
supuesto de que modernidad sea hoy un concepto polisémico, jcon qué acep-
ción de este término puede relacionarse la obra de Diderot? Finalmente, una
tercera cuestión - justificativa del segundo centenario de la muerte de Dide-
rot-: jqué problemas de su obra tienen que ver más directamente con el
destino de lo moderno? Coi1 las respuestas a estas preguntas me propongo ante
todo ofrecer u n significativo homenaje de actualidad a Diderot (4).
( 4 ) Entre los numerosos actos de homenaje (coloquios, semanas, publicaciones, etc.) que
recuerdan y actualizan el pensamiento de Diderot, apenas transcurrido un semestre del "año
Diderot', cabe reseñar ya las publicaciones siguientes: ~Mlsgazine littéraire. Diderot vivant,
214, fev. 1984.-Europe. Diderot, 661, mai 1984. "Diderot y la Ilustración", El Pais-Suple-
mento, 3 1-7- 1984.-Cornédze frrsncreise, 125- 126, 1984. Revue Internlstionaie de Philosophir.
Diderot et l'Encyclopédie, 148-149, 1984.
( 5 ) lbid., p . IX.
Diderot y la modernidad 5
moderno en la concepción desacralizada del universo afirmada audazmente en
el gran siglo ilustrado (6).
Ahora bien, tales elementos de análisis todavía nos parecen insuficientes a
la hora de elucidar lo que significa modernidad. Por una parte, jse ha de iden-
tificar el siglo XVIII "moderno" con el siglo XVIII "ilustrado"? ¿ N o es
acaso el de modernidad un concepto diferente del de Iltzstración, no sólo por el
hecho de que pueda designar a la época Moderna en el mismo sentido genérico
que el concepto de "antiguedad" designa a la época Antigua, sino también
porque otras épocas -siglos XIX, XX- se reclaman de la "modernidad"?
Por otra parte, jcómo entender la modernidad en términos de conquista? ;Tal
vez como conquista de la autonomía de la razón, que hay que conservar, al
mismo tiempo que se descubre la sinrazón? En este caso no queda claro si es
el XVII -siglo del "gran racionalismo" (7)- el que introduce la sinrazón por
la puerta falsa, después de haberla destronado, como ocurre en Descartes por
ejemplo, o es concretamente el XVIII -siglo de la diosa Razón- el que lo
hace, al producir con sus luces largas sombras de opacidad. Un síntoma evi-
dente de esta paradoja nos lo proporciona el discurso del mismo Diderot, a
juicio de algunos de sus críticos, como veremos; otro ejemp!o más notorio
sería Sade, como han observado con agudeza Adorno y Horkheimer (8). Pero
tamfoco queda claro lo que se designa con los términos opacidad, sinrazón, de
modo que los interrogantes en tal sentido se podrían multiplicar sin fin: auto-
nomía de la razón, ifrente a qué? jcon relación a la fe en el Dios medieval?
jcon relación a la sensibilidad? ifrente a la superstición? En definitiva, jen
qué consiste la "conquista" que hay que mantener?
Como solución a las dificultades suscitadas por la consideración de la mo-
dernidad en términos de fe en la razón (C. Castilla del Pino), de fe en lo
absoluto (C. Gurméndez), de conquista mal acabada (J. Sádaba), proponemos
la interpretación de la modernidad en términos de proyecto inacabado. Dicho
proyecto, evidentemente, no concierne sólo a la razón, pero tamFoco la excluye ;
no consiste en la representación de absolutos, aunque luego aparezcan en la
escena suscitando por doquier irritación y pataleo; no se trata de una conquista
mal ejecutada, sino fundamentalmente de un plan, un diseño, un programa.
cuya realización sigue aún inacabada. "La Ilustración insuficiente" es, sin duda
alguna, una de las expresiones lingüísticas que mejor traduce la propuesta.
Pero sólo la expresa negativamente. Su significado positivo, difícil de reducir
(6) Art. cit., p. 27. Cf. M. FOUCAULT, "Le texte de Kant Was ist Aufklarung?",
illagazine Littéraire, n.O 267, 1984, pp. 35-39.
(7) MERLEALT-PONTY, M., Signes. CGallimard, París 1960, p. 185.
(8) Cf. Dialectique de la raison. Gallimard, París 1974. "Digression 11: Juliette ou la
Raison et la morale", pp. 92-127.
6 Edmrdo Bello
(9) Art. cit., p. 957. Para un estudio de la modernidad y su crisis desde la perspectiva
estética, véase la obra de S. Marchán Fiz cit. en la nota 1 y su trabajo reciente: "Para una
genealogía de la sensibilidad postmoderna", Rerirta de Occidente, n.O 42 1984, pp. 7-28.
J. HABERMAS, "Arquitectura moderna y posmoderna", Ibid., pp. 95-108.
(10) Ibid., pp. 957-958.
(11) JIMBNEZ, J., Filorofia y emmcipación. Espasa-Calpe, Madrid, 1784.
Diderot y la modernidad 7
que hoy se propone diseñar proyectos nuevos, el proyecto de postmodernidad,
por ejemplo, como luego veremos.
En segundo lugar, si la modernidad como proyecto inacabado nos habla
preferentemente en presentelfuturo -Los futuros de la modernidad ha sido
un problema a debate de reciente actualidad (12)-, no conviene olvidar tam-
poco su largo pasado, su prehistoria. En efecto, J. Habermas -siguiendo a
H. R. Hauss- nos recuerda que el término "moderno" fue utilizado por pri-
mera vez en el siglo V, para distinguir del pasado pagano el presente cristiano
que acababa de acceder al reconocimiento oficial. De nuevo aparece dicho tér-
mino en la época de Carlomagno, siglo XII. Si bien lo "moderno" reaparece
con singular fuerza en el Renacimiento --origen de los tiempos modernos en
el argot cultural-, para expresarse a través de nuevas formas e,n los siglos XVIII
y XIX (13).
Lo "moderno" surge, pues, vinculado a lo inmediatamente actual, a la no-
vedad cultural, a una forma nueva de expesar, a "una nueva manera de mirar
las cosas" (14). ;Quiere esto decir que el concepto de modernidad posee el
mismo significado en Pico, Da Vinci, Kepler, Maquiavelo que en Newton,
Diderot, Rousseau, Kant y que en Baudelaire y los teóricos del arte de van-
guardia? Desde la perspectiva subrayada indudablemente sí. Pero una respuesta
más matizada se complica al punto en cuanto indagamos en qué consiste tal
novedad, lo inmediatamente actual. Por ejemplo, mientras en el Renacimiento
lo "moderno" son las nuevas formas culturales (ciencia, moral-política, arte)
que se inspiran en la antigüedad; más tarde la polémica entre antiguos y mo-
dernos pone en evidencia que la antiqrn'tas ya no es el único modelo de la vida
y cultura, que lo clásico es un modelo desusado ante el nuevo proyecto ilustrado,
"moderno", inspirado por la ciencia moderna, sustentado por la idea de per-
fección infinita y alentado por la confianza en el progreso social, moral, jurídico
y artístico. Y si a comienzos del XIX este movimiento da lugar a "una con-
ciencia radicalizada de la modernidad, desligada de toda referencia histórica",
esto es, que mantiene con la tradición histórica una oposición abstracta en su
conjunto, la consecuencia es - c o n c l u y e Habermas- que "lo moderno es lo
que permite a una actualidad que se renueva es~ontáneamenteexpresar el cs-
píritu del t i e m ~ obajo forma objetiva" (15). Si bien tal actualidad, renovándose,
(12) Los frrtutus de Irr modernidad es el título del seminario de la UIhlP que se celebró
los días 26, 27 y 28 de septiembre de 1984 en la Casa de I'Ardiaca, dentro del programa de
actividades de Liber-!4:, Lo han constituido cinco coloquios con las siguientes epígrafes:
',E1
" "
final de lo sagrado? , Ciencia y utopía", "Eticas y esteticas", "¿Muerte de las vanguardias.
y "Europa, 2 una entelequia? ".
(13) AY:. cit., p. 351.
(14) GARIN,E., Medievo y Renacimiento. Taurus, hladrid 1981, p. 79.
(15) Art. cit., p. 952.
8 Eduurdo Bello
hará de cada obra una novedad superada, a no ser que la modernidad así en-
tendida, sustentada en un principio a la vez destructor y creativo, conserve secre-
tamente sus vínculos con lo clásico. Tal es "la modernidad que crea ella misma
su propio clasicismo", como observa H. R. Hauss.
Finalmente, ¿qué decir de la postmodernidad si se acuña el concepto de
modernidad como ipoyecto inacabado? Desde esta perspectiva no cabe sino dar
la razón a Alfonso Sastre al considerar que la postmodernidad sólo es "uno
de los nombres del desplazamiento a la derecha de la vida intelectual de los
últimos años" (16). Coincide así con la interpretación de J. Habermas, quien
analiza ese desplazamiento desde tres posiciones diferentes.
1) Desde el anti-modernismo, de tono conservador desde siempre.
2) Dese el pre-inodernismo de los viejos conservadores, que nunca se dejan
contaminar por la modernidad cultural: que ignoran o se oponen a la escisión
de la razón sustancial, predicando por doquier el retorno a las posiciones ante-
riores a la modernidad sobre la base de la unidad (neo)aristotélico-tomista.
3) Desde el post-modernismo de los neo-conservadores, n o fácil de identifi-
car a simple vista, puesto que e n cierto modo se reclaman de la moderilidad al
admitir los tres espacios abiertos tras la escisión del gran discurso unitario. Se-
rían los mecenas de la ciencia moderna, pero sólo si ésta se aplica a hacer
avanzar la técnica, al progreso capitalista y a una administración racionalizada
de la cosa pública. Conciben una política que desactive las fuerzas explosivas de
la modernidad, es decir, sin ningún tipo de legitimación moral. Y estéticamente
son halagadores de la tesis que afirma la inmanencia total del arte, desconectado
del mundo de la vida. En una palabra, aceptando cierto esquema de la mo-
dernidad, la vacían de su proyecto significativo. "En el vacío así creado - e s c r i b e
Habermas- vendrán a ocupar un lugar tradiciones preservadas de toda exi-
gencia de un fundamento" (17).
Si se acepta la modernidad como proyecto inacabado, que hay que retomar,
es posible sospechar de la nueva tendencia política que establece alianzas entre
pre-modernos y post-modernos con un disfraz reformista liberal, es posible
sospechar que la sociedad posindustrial 7 u e constituye la "condición post-
M
mod e rna , según Lyotard- "alberga en el mundo capitalista tensiones a todas
luces insolubles, lo cual indica -para A. Sastre- que, en el futuro, las formas
(16) "La posmodernidad como futura antigualla / y 3", El Pais, 19-4-84, p. 19. Para
otra lectura del problema véase: P. P O R T ~ H E S I.
Postrnodern. Electa, Milano 1982. A. FER-
NANDEZ A LB A, NeocIasicismo y postmodernidad. Blume, Madrid 1983. D. DAVIS, Art Cult/tre.
Essuys on the postmodern. Harper and Row, New York, 1977. Ch. JENCKS, El lenguaje de
la arquitectura postmoderna. G . Gili, Barcelona 1980. S. MARCHAN FIz, "Para una genealogía
de la sensibilidad postmoderna", Rcvista de Occidente, n." 42, 1984, pp. 7-28.
(17) Art. cit., p 967.
Didsrot y ln moderiiidad 9
de lucha serán mucho más encarnizadas" ; de ahí que la solución de tales ten-
siones y problemas desde laboratorios espaciales y desde ministerios del Interior
convenientemente internacionalizados e informatizados, no pueda ser aceptada
sin crujir de dientes por quienes nos reclamamos -precisa A. Sastre- "de la
investigación de la verdad, de la realización de la justicia y de la fruición de la
belleza" (18).
Tal es, en definitiva, el significado profundo de la modernidad como proyecto
incabado.
Con este proyecto tiene que ver indudablemente la obra de Denis Diderot.
1O Eduardo Bello
(30) D . DIDEROT, Leffre sur les aveugles, éd. critique de R. Niklaus. Droz. Geneve,
1951.-Id., Supplén~ent au voyage de Boz~gaiwi7lle, éd. critique de H. Dieckmann. Droz,
Geneve, 1955. Y. BENOT, Diderot de i'athéisme a I'anti-coloaialisme. Maspero, París 1970.
(31) J. SCHERER, Le cardinal e! I'orang-ortang. París, 1972, p. 124.
(32) Oeuvres philosophiquer, éd. critique de P. Verniere. Garnier, París, 1964. H.
LEFBVRE, Didelo!, hier e! aztjourd'hui. París, 1949.
(33) Europe, 661, 1984, 35-41.
(34) Princeton University Press, 1974.
(35) "L'ordre du desordre", Ibid., p. 35.
(36) IbiJ., p . 57.
Diderot y la moderr~irlrrd 13
(37) Oeuures completes, l . (Ed. de J. Assézar er hl. Tourneux), Garnier, París, 1875,
p. 350.
(38) Cf. voz "Encyclopédie".
14 Eduardo Bello
(39) Ibid.
(40) "Etat actuel des recherches sur Diderot", Dix-huitieme riecle, 12, 1980, 443-470.
Cf. J. M. BERMUDO,Diderot. Barcanova, Barcelona 1981.
(41) Ibid., pp. 460-462.
(42) F. SAVATBR, Introducción a algunos rextos de Dideror, Escritos fibsóficos. Edit. Na-
cional, Madrid 1975, p. 14.
(43) P. CHARIIER, Prólogo a Noz,elas: La religiosa. El sobrivo de Rameau. J U C ~ Url~ J
f a t d i ~ r a .Alfaguara, Madrid 1979, p. XIII.
Diderot y la modernidad 15
(46) Cf. E. LLEDO, Introducción a Platón, Diíjlogos, 1. Gredos, 1981, pp. 11s.
(47) Op. cit., p. 31.
(48) Cf voz "Encyclopédie".
1G Eduardo Bello
derot, de modo que esta ausencia no puede ser reemplazada ni siquiera por la
profundidad minuciosa y la finura del análisis de F. de Azúa. El texto que
presentamos al final de este trabajo es de los más significativos al respecto.
En consecuencia, cabe formular así una conclusión infundamentada. ;ES
más genuinamente moderno Diderot por ser el precursor de la dialéctica hege-
liana que por ser el precedente lúcido de la contradicción no cerrada o de la
paradoja al vivo del gusto de Kierkegaard? No creo que la modernidad de Di-
derot radique sólo en cuestiones de método.
4. La cuestión del desplazamiento de principios y espacios del saber que
se observa en la obra del director de Encyclofédie, no es menos significativa.
Sólo una inspiración moderna puede hacer escribir a Diderot lo que sigue:
"Dije que sólo correspondía a un siglo filosófico intentar una Enciclopedia, y
lo dije porque esta obra exige en todas sus partes una osadía de espíritu de la
que comúnmente se carece en los siglos de gusto pusilánime. Hay que exami-
narlo todo, removerlo todo sin excepción ni contemplaciones; atreverse a ver
(...). Hay que otorgar a las ciencias y a las artes una libertad que les es tan
preciosa" ( 5 5 ) . Tal osadía de espíritu, al servicio de un proyecto innepblemen-
te "moderno", no sólo tiene como resultado la obra científica y humanista
más característica del siglo XVIII, sino que además atreviéndose a ver más
allá del universo cerrado del gran relato, ya escindido, funda la teoría mo-
derna del arte ( 5 6 ) , y abre audazmente libertades derribando barreras en mo-
ral y política (57).
Ahora bien idesde qué principios hay que remover y examinarlo todo de
nuevo? En la Lettre Jl¿r les aveugles y en la Lettre sur les sowds et muet.f
establece Diderot los principios sobre los que ha de fundarse tanto la teoría
del conocimiento y la moral, como -todavía sin precisar aún- más tarde
la teoría del arte y la teoría de la novela. Tales princi~iosse pueden sintetizar
en dos palabras: la experiencia y la ruzón. Por una parte, cada hombre es
v
Ante la violencia de los gestos y de los gritos: -"Baja . -"No ba-
jaré", sube la posadera al escenario de la discusión, se informa, y se ofrece
como árbitro de la querella. Aceptada la cual asunle su improvisado rol de
magistrado :
(67) DIDEROT, EIoge de Richardson (1761), cit. por P. Chartier, Prólogo, lbid., p. XXII.
(68) Ceci n'est p ~ su ~ tconte es el título de uno de ellos, traducido en Alianza Edit.
por L. Pancorbo.
(69) IF, p. 395
pero es evidente que la secuencia del pensamiento a través de las 'diferentes
opiniones o ideas contrapuestas no tiene For qué coincidir con la secuencia
de las voces d i a l ~ ~ a n t e sy, , en este caso no coincide; cuestión distinta es dis-
cutir si la contraposición de ideas se queda en la unidad de contrarios que
contestan incesantemente dicha unidad, como en el caso de Heráclito o en las
paradojas de Kierkegaard, o si por el contrario la contradicción se resuel-
ve mediante la "Aufhebung" hegeliana. 2En qué consiste "la actual ambi-
güedad" que el juez propone? ?En que se restablezca la igw~ldad que "el
tiempo estableció", a pesar de que uno siga Ilarnándose amo y el otro ser-
vidor? Pero, jen qué se fundamenta, por una karte, la igzcaldad, y por otra,
el poder del amo? ¿En los hechos o en principios teóricos? Responder a esta
cuestión supone acceder a otro nivel de lectura que podemos calificar de
Prokzcesta teórico-fircicticn de Diderot, y que Fasamos a analizar a conti-
nuación.
4.-En la propuesta teórico-práctica se expresa, a su vez, el desplaza-
miento de los principios del srrber y del poder, considerado como uno de los
índices claros de la modernidad en proyecto.
En efecto, la propuesta, el proyecto de Diderot no es ni más ni menos que
la inversión del orden dado: "Hay que derribar todas esas viejas puerilidades,
dar al traste con las barreras que haya planteado la razón", "hay que atreverse
a ver" (70). Las barreras del saber, en priintr lugar. Pero coriio condición
previa para derribar las barreras del poder.
Encontramos, pues, que si bien en la E7zciclopedia el espacio del saber se
abre infinitamente a todas las ciencias y artes, escindiendo el monopolio del
gran relato, en Iacqzces el fatalista este saber se abre poderosamete a las gentes
del pueblo rompiendo el monopolio de la minoría culta; dado que a diferenciri
de lo que ocurre en El Qlcijote aquí Jacques es el que sabe. Al final de la discu-
sión, cuando el amo aun n o se siente del todo convencido, pregunta:
a Jacques dictar los puntos del acuerdo razonado, le permite afirmarse él misnio
diciendo "no" al amo.
Y no es más que este saber el qzre i~zvierteel poder. Hasta tal punto que el
alno, para no ~ e r d e rsus privilegios de poder, propone a su vez nueva inver-
sión : "De ser así, bastaría con que yo me pusiera en tu lugar y tú en el
mío" (72). Propuesta que esta vez no es aceptada. No podría prosperar esta
propuesta, porque entonces no se a~reciaríacon nitidez el proyecto teórico-
práctico de Diderot: "Jacques rnanda a su amo" (71), la fórmula, hecha
proverbio, de tal inversión.
Si hemos hablado ya de nuevos principios del saber -la experiencia, la
razón-, nos falta aun mencionar los fundamentos del poder. Diderot es tan
contundente aquí como allá a la hora de derribar viejas puerilidades.
No se trata de la sumisión a la fuerza que pueda poseer un título, una for-
tuna o un privilegio. Para el filósofo subversivo, que dió con sus huesos en
Vincennes, " n o hay verdadero soberiino. ~ i n ola nación; n o puede haber ver-
durero legislador sino el pueblo" (74). Jacques es el portavoz del derecho ina-
lienable del pueblo: derecho a hablar y a expresar libremente, derecho a deten-
tar el poder.
La discusión entre Jacques y su amo empezó precisamente al defendrr aquél
su "estado" social de la opresión que sufre en la sociedad francesa. El amo le
Fropone que prosiga su aventura en el castillo de Desglands, en donde la bella
Denis. a propuesta de su misma madre, se ocupa de Jacques. Antes de que
éste reanude el relato, exclama:
oponga frontalmente sus principios al "caballero" -única vez que llama así
a su aino-, según los cuales el hombre no se mide por títulos ni riqueza, sino
por su mérito y valor personal ( 7 6 ) : su capacidad de descifrar los signos del
"gran libro" del mundo que nos rodea.
Derecho, también, a detentar el poder, que se traduce: 1." en el hecho de
dictar él mismo el "acuerdo razonable", 2." en la fórmula-proverbio "Jacques
manda a su amo". N o obstante, su teoría del mérito y del valor personal le
pone en guardia respecto del abuso de poder y la tentación de perdurar en él
vitaliciamente. Poniendo en práctica el proverbio, "seremos los primeros de
quienes podrá decirse tal cosa; pero luego se repetirá mil veces a pro~ósitode
otros más valiosos que vos y que yo" (77). Indudablemente, si siempre tuvie-
ran acceso al poder los miís valiosos, apenas se daría el poder despótico, ni
siquiera el de máscara ilustrada como el de Federico de Prusia y el de Catalina
de Rusia.
Si, finalmente, al preguntar que qué tiene de "moderno" el proyecto teó-
rico-práctico de Diderot apenas esbozado, respondemos con Félix de Azúa que
muy poco, con la salvedad de su teoría del arte, porque la sociedad consciente-
mente "moderna" no comienza antes de 1789, todavía tendríamos que distin-
guir con Habermas (78) entre modernidad cultural y modernidad social. Con-
cluiríamos, luego, lo que conscientemente debe la primera a Diderot, para ad-
mirar seguidamente el resultado de su proyecto "inconsciente" cuatro años des-
pués de su muerte, acaecida en 1784. Sin duda alguna, la investigación acerca
de la relación DiderotJHegel desde la ~erspectivade la dialéctica habrá que
continuarse con la investigación de la relación DiderotJMarx desde la perspec-
tiva de un nuevo orden social (79).
(76) Cf. Essai sur le mérite et lo vertu, nota 58. Un estudio del nuevo sentido de
"virtud" e n Diderot se encuentra en C. BLUM. Didefist: the uirtue of a Philosopher, 1974.
(77) JF, p. 397. El subrayado es mío.
(78) An. cit., pp. 955-957.
(79) " N o hace falta - e s c r i b e n Marx y Engels- que hablemos de Volney, Dupuis,
Diderot, etc. (. ..) N o se necesita una gran sagacidad para advertir (. . .) la conexión necesaria
entre el materialismo (del siglo XVIII), por un lado, y el comunismo y el socialismo, por
otro". En la misma página enumeran las tesis que expresan dicha conexión. (La sagrada
fantilia. OME-6, Crítica-Grijalbo. Barcelona, 1978, pp. 149-150).