La Argumentación Constitucional de La Suprema Corte: A Diez Años de La Reforma de Derechos Humanos
La Argumentación Constitucional de La Suprema Corte: A Diez Años de La Reforma de Derechos Humanos
La Argumentación Constitucional de La Suprema Corte: A Diez Años de La Reforma de Derechos Humanos
constitucional
de la Suprema Corte
A diez años de la reforma de derechos humanos
COORDINACIÓN EDITORIAL
Felipe Luna
Formación en computadora
LA ARGUMENTACIÓN
CONSTITUCIONAL
DE LA SUPREMA CORTE
A diez años de la reforma de derechos humanos
www.juridicas.unam.mx
ISBN: 978-607-7822-72-1
Francisco Domínguez Servién
Gobernador Constitucional
Director
Pedro Salazar Ugarte
Secretaria académica
Issa Luna Pla
Secretario técnico
Raúl Márquez Romero
Los capítulos que conforman este libro han sido pensados y escritos en los
últimos cinco años. Además, han sido discutidos en seminarios, cursos y
conferencias con alumnas y alumnos de licenciatura y posgrado. A todas
esas personas mi agradecimiento por sus comentarios y críticas. Asimismo,
agradezco a Micaela Alterio y a Zaira Pérez Figueroa por sus agudas e in-
teligentes observaciones.
CONTENIDO
Prólogo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . XVII
Armin von Bogdandy
Introducción. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . XXI
I. La Suprema Corte durante el régimen autoritario . . . . . . . . XXIII
II. La Suprema Corte en democracia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . XXV
III. La incorporación judicial del derecho internacional
de los derechos humanos y el diálogo con la Corte
Interamericana de Derechos Humanos . . . . . . . . . . . . . . . . . XXIX
Capítulo primero
Libertad e igualdad. La jurisprudencia
sobre el matrimonio igualitario . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1
I. Planteamiento . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1
II. La Suprema Corte y la lucha por el reconocimiento . . . . . . . . . 2
III. Posibles enfoques para resolver el planteamiento
sobre el matrimonio igualitario . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 8
A. Liberal-no comparativo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 9
B. Igualitario-comparativo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 11
IV. Análisis del discurso de la Suprema Corte mexicana
en la jurisprudencia del matrimonio igualitario . . . . . . . . . . . . . 15
V. Conclusión . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 32
Capítulo segundo
Autonomía individual y deliberación
democrática. El caso Marihuana. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 33
I. Sobre las contribuciones de la justicia
constitucional a la democracia deliberativa . . . . . . . . . . . . . . . . 34
XIII
XIV CONTENIDO
Capítulo tercero
Teorías de la democracia. El caso Bonilla
y la jurisprudencia sobre vicios en el procedimiento
legislativo. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 57
I. Introducción . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 57
II. La garantía judicial del proceso político . . . . . . . . . . . . . . . . . . 59
III. La utilidad parcial para América Latina de la garantía judicial
del proceso político. El caso Bonilla . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 63
IV. La concepción deliberativa
de la democracia y la jurisprudencia
sobre vicios en el procedimiento legislativo . . . . . . . . . . . . . . . . 67
A. Hacer que legislen . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 69
B. Garantizar una deliberación parlamentaria efectiva,
representativa y democrática, pública, libre
y en condiciones de igualdad . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 71
V. Conclusión . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 77
Capítulo cuarto
Libertades económicas y metodologías de adjudicación.
Los casos uber. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 79
I. Categorización como servicio de transporte o como servicio
de intermediación por plataformas tecnológicas . . . . . . . . . . . . 83
II. La clasificación legal de la disputa. Derechos vs. intereses . . . . . 85
CONTENIDO XV
Capítulo quinto
La justiciabilidad de los derechos sociales
y la transformación social: el caso
del Hospital General de Huajuapan de León. . . . . . . . . . . . . 99
I. La controversia constitucional 38/2015 . . . . . . . . . . . . . . . . . . 100
II. El constitucionalismo transformador y la justiciabilidad
de los derechos sociales . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 102
III. Las obligaciones positivas del Estado para proteger
los derechos sociales . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 104
IV. Las controversias constitucionales como procesos efectivos
para la garantía de los derechos humanos . . . . . . . . . . . . . . . . . 106
V. Conclusión . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 112
Conclusiones. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 113
Bibliografía. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 117
Esta obra forma parte del acervo de la Biblioteca Jurídica Virtual del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM
https://www.juridicas.unam.mx/ https://revistas.juridicas.unam.mx/ Libro completo en
https://biblio.juridicas.unam.mx/bjv https://tinyurl.com/2owexx8m
PRÓLOGO
XVII
XVIII PRÓLOGO
PRÓLOGO XIX
XX PRÓLOGO
INTRODUCCIÓN
1
Klare, Karl, “Legal Culture and Transformative Constitutionalism”, South African Jour-
nal on Human Rights, vol. 14, núm. 1, 1998; Grote, Rainer, “The Mexican Constitution of
1917. An early example of Radical Transformative Constitutionalism”, en Bogdandy, Armin
von et al. (eds.), Transformative Constitutionalism in Latin America, Nueva York, Oxford University
XXI
XXII INTRODUCCIÓN
Press, 2017, pp. 150-155; Gargarella, Roberto, Latin American Constitutionalism, 1810-2010:
The engine room of the Constitution, Nueva York-Oxford, Oxford University Press, 2013, p. 100;
Zaldívar, Arturo, “Constitucionalismo social inacabado”, Ciudad de México, Milenio, 5 de
febrero de 2019.
2
Grimm, Dieter, “Types of Constitutions”, en Rosenfeld, Michel y Sajó, András (eds.),
Oxford Handbook of Comparative Constitutional Law, Oxford, Oxford University Press, 2012, p.
120.
3
Ely, John Hart, Democracy and Distrust. A Theory of Judicial Review, Cambridge, Harvard
University Press, 1980.
4
Fijo 2008 como el fin de la primera fase y el inicio de la segunda fase de agenda de
derechos, por el aumento significativo en las facultades de atracción de casos que involucran
la interpretación de derechos humanos. Véase Portal de Estadística Judicial, Los Derechos Hu-
manos en las Solicitudes de Ejercicio de Facultad de Atracción, SCJN, http://estadisticajudicial.scjn.gob.
mx/alex/temasJudiciales.aspx
5
Sánchez, Arianna; Magaloni, Beatriz y Magar, Eric, “Legalist versus Interpretativist.
The Supreme Court and the Democratic Transition in Mexico”, en Helmke, Gretchen y
Ríos Figueroa, Julio (eds.), Courts in Latin America, Cambridge, Cambridge University Press,
2011, p. 187; Zaldívar, Arturo, “La Suprema Corte en la democracia mexicana”, Revista
Nexos, 1 de septiembre de 2017, https://www.nexos.com.mx/?p=33469. Para una diferente opi-
nión véase Castagnola, Andrea y López Noriega, Saúl, “Are Mexican Justices True arbitres
among the political elites? An empirical analysis of the court’s rulings from 2000-2011”, en
Castagnola, Andrea y López Noriega, Saúl (eds.), Judicial Politics in Mexico. The Supreme Court
and the Transition to Democracy, Nueva York, Routledge, 2016, p. 87.
6
Magaloni, Beatriz, “Enforcing the Autocratic Political Orden and the Role of Courts:
The Case of Mexico”, en Ginsburg, Tom y Moustafa, Tamir (eds.), Rule by Law The Politics of
Courts in Authoritarian Regimes, Cambridge, Cambridge University Press, 2008, p. 180; Pozas
INTRODUCCIÓN XXIII
Loyo, Andrea y Ríos Figueroa, Julio, “The Transformations of the Role of the Mexican
Supreme Court”, en Castagnola, Andrea y López Noriega, Saúl (eds.), op. cit., p. 29.
7
Para la distinción entre concepciones de la democracia véase Saffon, Maria Paula y
Urbinati, Nadia, “Procedural Democracy, the Bulwark of Equal Liberty”, Political Theory,
vol. 41, núm. 2, 2013; Alterio, Ana Micaela, “Corrientes del constitucionalismo contempo-
ráneo a debate”, Problema, núm. 8, 2014.
8
Véase Loewenstein, Karl, Teoría de la Constitución, Barcelona, Ariel, 1976, p. 217.
XXIV INTRODUCCIÓN
9
En el caso de México, la democracia se califica de iure, ya que, pese a que en la Consti-
tución sí estaba reconocida, no era en la práctica desarrollada. De este modo, la democracia
se instaló, a diferencia de en otras experiencias latinoamericanas, donde se reinstalaron. Véa-
se Woldenberg, José, Historia mínima de la transición democrática en México, México, El Colegio de
México, 2012, p. 13.
10
Ibidem, p. 34.
11
Cfr. Silva-Herzog Márquez, Jesús, El antiguo régimen y la transición en México, México,
Planeta-Joaquín Mortiz, 1999, p. 54.
12
Véase Magaloni, Beatriz, “Authoritarianism, Democracy and the Supreme Court:
Horizontal Exchange and the Rule of Law in Mexico”, en Mainwaring, Scott y Welna,
Christopher (eds.), Democratic Accountability in Latin America, Oxford, Oxford University Press,
2003, p. 287. Para Andrea Pozas y Julio Ríos, son tres los roles de los ministros de la Suprema
Corte de México: de 1917 a 1940, el papel de los jueces fue de árbitros; de 1941 a 1997,
como partidarios del régimen, y de 1998 a 2013, como intérpretes constitucionales. Pozas
Loyo, Andrea y Ríos Figueroa, Julio, op. cit., p. 10.
13
Domingo, Pilar, “Judicial Independence: The Politics of the Supreme Court in Mexi-
co”, Journal of Latin American Studies, vol. 32, núm. 3, octubre de 2000, pp. 706 y 710; Maga-
loni, Beatriz, “Authoritarianism, Democracy and the Supreme Court…”, cit., p. 285.
INTRODUCCIÓN XXV
14
Cossío Díaz, José Ramón, La teoría constitucional de la Suprema Corte de Justicia, México,
Fontamara, 2003, pp. 95, 102, 116 y 119. Del mismo autor, Dogmática constitucional y régimen
autoritario, México, Fontamara, 1998, pp. 31-36.
15
Ibidem, pp. 125 y 135.
16
Domingo, Pilar, op. cit., pp. 728 y 731; Magaloni, Beatriz, “Authoritarianism, Demo-
cracy and the Supreme Court…”, cit., p. 267; Sánchez, Arianna; Magaloni, Beatriz y Ma-
gar, Eric, “Legalist vs. Interpretivist. The Supreme Court and the Democratic Transition in
Mexico”, Stanford Public Law Working Paper no. 1499490, 2009, p. 215.
17
Magaloni, Beatriz, “Authoritarianism, Democracy and the Supreme Court…”, cit., p.
295.
XXVI INTRODUCCIÓN
INTRODUCCIÓN XXVII
márselos en serio. Desde entonces, los derechos humanos ocupan una parte
importante de la agenda de la Corte.
La resolución de casos sobre derechos le ha permitido a la Corte estu-
diar y aplicar principios como el pro persona, universalidad, indivisibili-
dad, interdependencia y progresividad, utilizar metodologías para analizar
la constitucionalidad de restricciones a derechos e implementar diferentes
escrutinios de control constitucional. Es importante mencionar que la Corte
considera a todos los derechos humanos de la misma jerarquía y utiliza el
test de proporcionalidad para estudiar la justificación de posibles restriccio-
nes.24 Como veremos en este libro, la Corte ha interpretado una variedad de
derechos como igualdad, libertad de expresión, libertad religiosa, derecho
a la privacidad, igualdad de género, derechos sociales, etc., a la luz de una
realidad social cambiante y del pluralismo presente en la sociedad mexica-
na.25
A diferencia de otros países, en el desempeño de la función de la Supre-
ma Corte como garante de los derechos humanos no han tenido influencia
las teorías del proceso político como la de Ely26 y, en cambio, otros autores
Federación [DOF] el 10 de junio de 2011). Las normas relativas a los derechos humanos se
interpretarán de conformidad con esta Constitución y con los tratados internacionales de
la materia favoreciendo en todo tiempo a las personas la protección más amplia (adiciona-
do mediante decreto publicado en el DOF el 10 de junio de 2011). Todas las autoridades,
en el ámbito de sus competencias, tienen la obligación de promover, respetar, proteger y
garantizar los derechos humanos de conformidad con los principios de universalidad, inter-
dependencia, indivisibilidad y progresividad. En consecuencia, el Estado deberá prevenir,
investigar, sancionar y reparar las violaciones a los derechos humanos, en los términos que
establezca la ley (adicionado mediante decreto publicado en el DOF el 10 de junio de 2011).
Está prohibida la esclavitud en los Estados Unidos Mexicanos. Los esclavos del extranjero
que entren al territorio nacional alcanzarán, por este solo hecho, su libertad y la protección
de las leyes (adicionado mediante decreto publicado en el DOF el 14 de agosto de 2001).
Queda prohibida toda discriminación motivada por origen étnico o nacional, el género,
la edad, las discapacidades, la condición social, las condiciones de salud, la religión, las
opiniones, las preferencias sexuales, el estado civil o cualquier otra que atente contra la
dignidad humana y tenga por objeto anular o menoscabar los derechos y libertades de las
personas.
24
Pou Giménez, Francisca, “Proportionality without a culture of justification”, Seminario
en Latinoamérica de Teoría Constitucional y Política (SELA), Universidad de Palermo, Sesión 2,
2018.
25
Véase Salazar, Pedro; Niembro Ortega, Roberto y Alonso Beltrán, Carlos, Diez senten-
cias emblemáticas de la Suprema Corte, México, IIJ-UNAM, 2019.
26
La única cita que he encontrado de su obra en la jurisprudencia mexicana es en un
voto particular del ministro Arturo Zaldívar en la acción de inconstitucionalidad 63/2017,
para sustentar que la comunidad LGBTTTI es una minoría social. La acción se resolvió el
21 de septiembre de 2017.
XXVIII INTRODUCCIÓN
como Ronald Dworkin, Robert Alexy o Luigi Ferrajoli sí han sido profusa-
mente estudiados y citados. Como se sabe, estos autores sostienen una visión
de la justicia constitucional en la que los jueces tienen la última palabra
sobre la interpretación de la Constitución y es legítimo que incorporen sus
valores morales. De esta manera, la Suprema Corte mexicana ha optado, sin
una discusión teórica intensa, una teoría que legitima que los jueces tengan
la última palabra sobre cuestiones morales profundamente controvertidas.27
El recurso a autores como Dworkin, Alexy o Ferrajoli en la jurispru-
dencia y en la doctrina constitucional mexicana tiene varias explicaciones.
Por un lado, sus obras han sido traducidas al español y son accesibles en las
bibliotecas y librerías en México. Además, buena parte de los secretarios de
estudio y cuenta y de los académicos que han estudiado en el extranjero lo
hicieron en España y algunos pocos en Alemania o Italia. De esta manera,
se explica que el modelo adoptado de justicia constitucional haya sido el eu-
ropeo de la segunda posguerra, en el cual los tribunales tienen la función de
ser guardianes de la democracia y de los derechos fundamentales.28 En este
sentido, es menor la influencia que la doctrina estadounidense, en un senti-
do amplio, ha tenido en nuestra discusión constitucional, aun cuando en los
últimos años empieza a haber un cambio, pues ahora hay más personas que
estudian sus posgrados en Estados Unidos. La poca atención a la doctrina
de ese país resulta llamativa si tenemos en cuenta que nuestras constitucio-
nes desde la Guerra de Independencia tuvieron una fuerte influencia de la
Constitución de Estados Unidos.
De hecho, el derecho constitucional comparado no ha sido una rama
a la que las escuelas de Derecho y centros de investigación judiciales ha-
yan dedicado sus recursos. Salvo algunas contadas excepciones, las institu-
ciones educativas y judiciales no se han centrado en el estudio de teorías,
instituciones o sentencias de otras partes del mundo, lo que se refleja en las
sentencias dictadas por los tribunales del país. En efecto, hasta hace poco
tiempo, el derecho constitucional mexicano era muy endogámico. Como le-
gado del sistema autoritario, el análisis de las instituciones mexicanas —por
ejemplo, del juicio de amparo— se hizo durante muchos años con base en
el pensamiento de autores nacionales, pues representaba una manifestación
de “nuestra mexicanidad”. Basta con tener en cuenta que uno de los pocos
tratados que hay en México sobre derecho constitucional comparado fue
27
Cossío Díaz, José Ramón, op. cit., pp. 139 y ss.
28
Weinrib, Lorraine E., “The Postwar Paradigm and American Exceptionalism”, en
Choudry, Sujit (ed.), The migration of constitutional ideas, Nueva York, Cambridge University
Press, 2006, p. 90.
INTRODUCCIÓN XXIX
29
Fix-Zamudio, Héctor y Valencia Carmona, Salvador, Derecho constitucional mexicano y
comparado, México, Porrúa, 1999.
30
Lo que es distintivo de esto es que “[…] las limitaciones a los derechos humanos deben
justificarse por referencia a los beneficios de otros intereses, principios o valores. La cuestión
es si los beneficios son suficientes para compensar la pérdida del derecho contratado por la
medida.” Urbina, Francisco, A critique of proportionality and Balancing, Cambridge, Cambridge
University Press, 2017, pp. 18 y 19.
31
Lustig, Doreen y Weiler, Joseph H. H., “Judicial review in the contemporary world-
Retrospective and prospective”, International Journal of Constitutional Law. ICON, vol. 16, núm.
2, 2018, p. 327.
32
Bustos Gisbert, Rafael, “XV proposiciones generales para una teoría de los diálogos
judiciales”, Revista Española de Derecho Constitucional, núm. 95, mayo-agosto de 2012, pp. 19
XXX INTRODUCCIÓN
y 32. Estas conexiones pueden implicar para los tribunales involucrados considerar a sus
constituciones como parte de un cuerpo más amplio de documentos internacionales, lo que
a su vez puede repercutir en el deseo o no de mirar hacia o entablar un diálogo con la ju-
risprudencia de otros tribunales. Leigh Grove, Tara, “The International Judicial Dialogue:
When Domestic Constitutional Courts Join the Conversation”, Harvard Law Review, vol. 114,
2000-2001, pp. 2063 y 2072.
33
CPEUM, arts. 1, 103, f. I, 105, f. II, incisos b), c) y g) y 133.
34
CADH, arts. 62 y 64.
35
Bustos Gisbert, Rafael, op. cit., p. 26. Bustos se refiere a la superposición entre las regu-
laciones de distintos ordenamientos sobre un mismo objeto.
36
Véase Corte IDH. Caso Radilla Pacheco vs. México. Excepciones Preliminares, Fondo,
Reparaciones y Costas. Sentencia de 23 de noviembre de 2009. Serie C, núm. 209, párr. 339,
y la resolución dictada por el Tribunal Pleno de la SCJN en el expediente varios 912/2010,
párrs. 15 y ss., publicada en el Diario Oficial de la Federación el 4 de octubre de 2011. En esta
resolución, la Suprema Corte distingue entre la doctrina sostenida en los litigios en los que el
Estado mexicano es parte, en cuyo caso es obligatoria para todos los poderes, mientras que
en los casos en los que no ha sido parte, solo tendrá el carácter de criterio orientador.
INTRODUCCIÓN XXXI
XXXII INTRODUCCIÓN
40
Rodríguez Huerta, Gabriela, “Derechos humanos: jurisprudencia internacional y jue-
ces internos”, en García Ramírez, Sergio y Castañeda Hernández, Mireya (coords.), Recep-
ción nacional del derecho internacional de los derechos humanos y admisión de la competencia contenciosa de
la Corte Interamericana, México, UNAM-SRE-Corte IDH, 2009, pp. 213 y 214. El problema de
esta postura es que no hace explícito qué entiende o cómo es que se logra esa mayor impar-
cialidad y calidad de las decisiones, más allá de que desconoce el hecho de que algunas cor-
tes internacionales son agentes de Estados poderosos. Bevenisti, Eyal y Downs, George W.,
“Prospects for the Increased Independence of International Tribunals”, German Law Journal,
vol. 12, núm. 5, 2011, p. 101. Con ello no quiero decir que ese sea el caso de la Corte IDH,
sino que la conclusión a la que llega Rodríguez no puede alcanzarse tan rápidamente.
41
Como señala Bustos, en el diálogo judicial las razones esgrimidas por el resto de los
tribunales involucrados en él son determinantes para la búsqueda de soluciones mutuamente
INTRODUCCIÓN XXXIII
De ahí que no basta con hacer referencia al texto de la CADH para sus-
tentar la vinculatoriedad de la doctrina de la Corte IDH, pues en realidad
se trata de una decisión que atiende más a la concepción que se tenga de la
Corte IDH y del papel que esta debe jugar en el Sistema Interamericano.42
Esto porque incluso aquellos que reconocen que ninguna norma del Pacto
de San José de Costa Rica le da a la doctrina de la Corte IDH carácter vin-
culante —salvo para el caso concreto— se esmeran en encontrar la respues-
ta en los principios y postulados que reinan en el derecho internacional de
los derechos humanos, a cuyo tenor, según estos autores, se impone la vin-
culatoriedad moral y jurídica de la doctrina, por cuanto el incumplimiento
de los tratados y directivas de la Corte IDH genera la responsabilidad inter-
nacional del Estado (art. 27 Convención de Viena sobre el Derecho de los
Tratados [CVDT]).43
El problema con esta postura es que utiliza como fundamento el artí-
culo 27 de la CVDT, que se refiere a la imposibilidad de alegar el derecho
interno para justificar el incumplimiento de los tratados, en cuyo caso
habrá responsabilidad del Estado, pero que no dice nada sobre la fuerza
vinculante de la doctrina. Es decir, para que haya incumplimiento de una
obligación, lo primero que tenemos que definir es qué implica esa obliga-
ción. Así, lo que nos estamos preguntando es si existe la obligación o no
de seguir la doctrina de la Corte IDH más allá del caso concreto y quién
está obligado a hacerlo. Solo en caso de responderse afirmativamente a
esta pregunta es que no podría alegarse el derecho interno para no seguir
la doctrina de la Corte IDH (conforme al art. 27 CVDT). De ahí que
para establecer si el seguimiento de la doctrina de la Corte IDH es una
de las obligaciones asumidas por los Estados en la CADH no basta con
aceptables. Por tanto, requiere como paso previo que se reconozca al otro (u otros) sujeto
dialogante como digno de participar en el mismo. De esta manera, ningún tribunal puede
tener el monopolio y compite a menudo con otras instituciones en su interpretación. Bustos
Gisbert, Rafael, op. cit., p. 31.
42
Como dice Prieto Sanchís, no debemos perder de vista que en el debate sobre la última
palabra lo que se discute son problemas ideológicos y de poder, sobre el presupuesto de que
el común sometimiento a la Constitución que se predica no promueve necesariamente una
única respuesta, ni jurídica ni moral. Esto porque, junto al ejercicio de racionalidad que re-
quiere una Constitución de principios, queda siempre un hueco para la decisión, para el acto
de poder. Prieto Sanchís, Luis, Justicia constitucional y derechos fundamentales, Madrid, Trotta,
2014, pp. 134 y 135.
43
Hitters, Juan Carlos, “¿Son vinculantes los pronunciamientos de la Comisión y de la
Corte Interamericana de Derechos Humanos? (control de constitucionalidad y convencio-
nalidad)”, Revista Iberoamericana de Derecho Procesal Constitucional, núm. 10, julio-diciembre de
2008, pp. 147, 148, 154 y 155.
XXXIV INTRODUCCIÓN
44
Como lo señala Hitters, sin desarrollar argumento alguno. Idem.
45
En esta apartado, con “última palabra” me estoy refiriendo a la última palabra inter-
pretativa.
46
Como nos explica Gargarella, la objeción a la legitimidad indirecta no dice que el
poder judicial esté en contradicción con o sea enemigo de la democracia, sino que, dado su
menor grado de legitimidad democrática, debe mantenerse alejado de algunas tareas que
reservamos para los órganos que cuentan con mayor legitimidad democrática. Gargarella,
Roberto, “Un papel renovado para la Corte Suprema. Democracia e interpretación judicial
de la Constitución”, en Gargarella, Roberto (coord.), Teoría y crítica del derecho constitucional,
Buenos Aires, Abeledo Perrot, 2009, p. 154. En el mismo sentido, Waldron, Jeremy, “The
Core of the Case Against Judicial Review”, Yale Law Journal, vol. 115, 2006, pp. 1391 y 1394.
Sobre los distintos métodos de elección de los jueces internacionales véase Bogdandy, Armin
von y Venzke, Ingo, “On the Democratic Legitimation of International Judicial Lawma-
king”, German Law Journal, vol. 12, núm. 5, 2011, p. 496.
INTRODUCCIÓN XXXV
47
Torres Pérez, Aida, Conflict of Rights in the European Union. A Theory of Supranational Adju-
dication, Nueva York, Oxford University Press, 2009, p. 118.
48
Ibidem, pp. 124 y 126.
49
Ibidem, pp. 116,117 y 125.
50
En términos semejantes habla del pluralismo Bustos Gisbert, Rafael, op. cit., pp. 22 y
39.
51
Torres Pérez, Aida, op. cit., p. 105.
XXXVI INTRODUCCIÓN
52
Ibidem, pp. 109 y 110. Como veremos, el problema de estas teorías es que solo se
enfocan y les es suficiente el diálogo entre tribunales, cuando el diálogo, para ser legítimo,
requiere de la participación del pueblo y de sus representantes.
53
Ibidem, p. 111.
54
Ibidem, pp. 112-117. No debe perderse de vista que las consideraciones de Torres Pérez
se hacen con vista en el Tribunal de Justicia de la Unión Europea; sin embargo, considero
que sus reflexiones también son de utilidad para el Sistema Interamericano, en el que se
propugna por una integración a través del derecho. En un sentido similar a Torres Pérez
véase Slaughter, Anne-Marie, “A typology of transjudicial communication”, Richmond Law
Review, vol. 29, núm. 1, 1994, pp. 133-135. Esta última autora agrega que el diálogo judicial
sirve para difundir y elevar la protección de los derechos fundamentales. Sin embargo, este
argumento no toma en cuenta el desacuerdo que tenemos sobre el contenido concreto de los
derechos y no nos dice a qué se refiere con “elevar” la protección, pues eso depende de quién
haga dicha valoración. Pero además, da por sentado —sin aportar mayor prueba— que los
jueces hacen un mejor trabajo al interpretar los derechos y asume que los tribunales están
libres de los grupos de presión, de ideología y de prejuicios. Bellamy, Richard, Constituciona-
lismo político. Una defensa republicana de la constitucionalidad de la democracia, Madrid, Marcial Pons,
2010, p. 115.
55
Oddvar Eriksen, Erik, “An Emerging European Public Sphere”, European Journal of
Social Theory, vol. 8, núm. 3, 2005, p. 358.
INTRODUCCIÓN XXXVII
un monismo clásico,56 que hace fútil el diálogo judicial;57 pues una cosa es
que la CADH y la Constitución prevean el reconocimiento de la Corte IDH
como un interlocutor cuya doctrina será atendida según la auctoritas recono-
cida por los tribunales nacionales, y otra es que esta deba obedecerse como
un argumento de autoridad.58
56
Bustos Gisbert, Rafael, op. cit., p. 25. Para Bustos, el predominio de alguna jurisdicción
hace que no estemos ante una situación de pluralismo; sin embargo, en mi opinión, más bien
se desconoce sin que por ello deje de existir.
57
Así, me separo de la idea de MacCormick en el sentido de que, en un contexto de plu-
ralismo, la máxima autoridad dentro de cada sistema debe tener el poder de decir la última
palabra interpretativa, pues, en mi opinión, el pluralismo se congenia mejor con un diálogo
fluido en el que nadie tiene la última palabra, en el que los interlocutores deben prestar
atención y tener consideración respecto a lo que dicen los otros; pues solo así es que se logra
que la pluralidad no se convierta por la fuerza en unidad. MacCormick, Neil, Questioning So-
vereignty: Law, State, and Nation in the European Commonwealth, Oxford, Oxford University Press,
1999, p. 118.
58
Bustos Gisbert distingue entre el reconocimiento del interlocutor, por un lado, y la
intensidad de ese reconocimiento que depende de la auctoritas, por el otro. Bustos Gisbert,
Rafael, op. cit., p. 32.
Capítulo primero
I. Planteamiento
Este capítulo tiene como objetivo reflexionar sobre las distintas formas en
que la Suprema Corte de Justicia de la Nación de México (SCJN) ha protegi-
do la libertad y la igualdad de las parejas homosexuales que han reclamado
ante esta su derecho a contraer matrimonio. Para ello, es necesario analizar el
discurso que la Corte utiliza en las sentencias a través de las cuales reconoce
la constitucionalidad de dicho derecho. Al referirme al discurso, asumo que la
Corte habla a través de sus sentencias y que lo que dice o deja de decir, así
como la forma en que lo dice, es relevante para lograr la igual consideración y
respeto de todos los individuos y, en concreto, de la comunidad homosexual.2
Asimismo, un análisis pormenorizado del discurso de la Corte nos brin-
da los siguientes beneficios: por un lado, nos permite vislumbrar importan-
tes diferencias en la concepción que tienen los ministros sobre el tipo de re-
clamos que presentan la exclusión de las parejas homosexuales del derecho
al matrimonio, así como la mejor forma de responderlos3 y, por el otro, nos
da las bases para criticar y exigir un mejor discurso a nuestra Corte.
1
Este capítulo fue publicado previamente en Alterio, Ana Micaela y Niembro Ortega,
Roberto (coords.), La Suprema Corte y el matrimonio igualitario en México, México, IIJ-UNAM,
2017.
2
Como explica Dworkin, el derecho a la igual consideración y respeto implica, por un
lado, dar un trato igual en la distribución de bienes, oportunidades y libertades y, por el otro,
ser tratado como un igual —ser tomado en cuenta— al tomar la decisión política de cómo
serán distribuidos esos bienes, oportunidades y libertades. Como veremos más adelante, en
el caso del matrimonio igualitario, dar un trato igual significa otorgar los mismos derechos,
mientras que tratar como iguales significa reconocer el mismo valor de las relaciones homo-
sexuales y heterosexuales. Dworkin, Ronald, Taking Rights Seriously, Massachusetts, Harvard
University Press, 1977, p. 273.
3
Lo que se refleja en las sentencias en las que son ponentes.
4
Por razones de espacio no puedo detenerme a explicar esta concepción de la justicia
constitucional, por lo que me permito remitir a mi trabajo La justicia constitucional de la demo-
cracia deliberativa, Madrid, Marcial Pons, 2019.
5
Sobre el tema de influencia política véase Dworkin, Ronald, “Political equality”, Sove-
reigin Virtue, Harvard University Press, 4a. ed., 2002, pp. 194-198.
6
Martí, José Luis, La república deliberativa Una teoría de la democracia, Madrid, Marcial Pons,
2006, p. 262.
conocimiento están vinculados con el aspecto social que define a una mino-
ría social o a un grupo subordinado.
La definición clásica de minorías sociales deriva de la nota al pie núme-
ro cuatro, párrafo tercero, del caso Carolene Products11 de la Corte Suprema
estadounidense, que establece la posibilidad de una exigencia especial de
justificación de las decisiones que afectan minorías discretas e insulares con-
tra las que hay un prejuicio que no les permite utilizar el proceso político
para defender sus intereses. Esta nota al pie ha sido interpretada por Ely,
quien señala que, si bien estas minorías pueden estar técnicamente repre-
sentadas, se hallan en una situación funcional de impotencia, al encontrarse
durante largos periodos en un estado permanente de incapacidad para pro-
tegerse políticamente (por bloqueos oficiales o extraoficiales a sus argumen-
tos) de tratos menos favorables comparados con los que se dan a la mayoría,
la que se los niega por simple hostilidad o por negarse prejuiciadamente a
reconocer una comunidad de intereses.12
Ely llama la atención sobre los dos componentes que tiene la fórmula de
Carolene: el político y el social. Así, Ely dice que, si bien el acceso político es
importante, mientras no tenga la mayoría un grupo minoritario no puede
protegerse contra la hostilidad declarada o corregir los prejuicios. De ahí
que sea importante que las interrelaciones sociales aumenten, pues pueden
ayudar a disminuir la hostilidad o los estereotipos y, como consecuencia,
permitir la cooperación política.13
Por su parte, en 1985 Bruce Ackerman propuso dejar atrás las caracte-
rísticas discretas e insulares, entendiendo por discretas aquellas minorías que
pueden ser identificadas por un rasgo visible, e insulares aquellas que con-
viven recurrentemente y han generado una comunidad. Esto porque dichas
características les permitirían actuar organizadamente en su beneficio.14 En
lugar de proteger minorías discretas e insulares, como las personas de co-
lor, sugiere que los estándares de revisión más exigentes se apliquen para
proteger minorías anónimas y/o difusas. El carácter anónimo se refiere a
la posibilidad que tienen sus integrantes de mantener en privado la carac-
terística que los hace una minoría, por ejemplo, la homosexualidad, pues
tienen un incentivo para no organizarse y pasar desapercibidos. Por su parte,
el carácter difuso se refiere al nivel de interacción entre sus miembros, por
ejemplo, las mujeres, que si bien son una minoría discreta, son difusas.15 Para
Ackerman, no es que el prejuicio en contra de las minorías discretas e insula-
res sea algo del pasado, sino que estas tienen mayores posibilidades de prote-
gerse políticamente si se les compara con las minorías anónimas y difusas.16
Una tercera propuesta vino de la pluma de Kenji Yoshino, quien en
2010 puso en cuestión que el carácter difuso y anónimo de la comunidad
gay le haya impedido obtener poder político.17 Asimismo, critica la consi-
deración hecha en el caso Frontiero18 en el que una pluralidad de jueces dijo
que las mujeres podían ser consideradas sin poder a pesar de su número, al
estar infrarrepresentadas en los councils. Para Yoshino, este es un estándar
muy indulgente, pues casi cualquier grupo puede aducir o formular este
argumento. También critica el estándar del caso Cleburne,19 según el cual
las personas con retraso mental no podían considerarse sin poder, porque
habían podido atraer la atención de los legisladores, pues solo los que fue-
14
Ackerman, Bruce, “Beyond Carolene Products”, Harvard Law Review, vol. 98, núm. 4,
1985, p. 724.
15
Ibidem, p. 729.
16
Ibidem, p. 737. Cabe destacar que Ackerman apunta muy bien a la inevitabilidad de
hacer consideraciones sustantivas —en contraposición a procedimentales— al proteger mi-
norías, pues determinar si algo es un prejuicio o no involucra ese tipo de argumentos. Ibidem,
pp. 739 y 740. Además, llama la atención sobre cómo la fórmula de Carolene Products se
refiere a dos problemas distintos: el primero, las desventajas sistemáticas que sufren ciertos
grupos para defenderse en el proceso político y, el segundo, el prejuicio como cuestión sus-
tantiva. Ibidem, pp. 740 y 741.
17
Yoshino, Kenji, “The gay tipping point”, UCLA Law Review, vol. 57, 2010, p. 1542. Del
mismo autor, “Assimilationist Bias in the Equal Protection, The Visibility Presumption and
the Case of Don’t Ask, Don’t Tell”, Yale Law Journal, vol. 108, 1998, pp. 565 y 566. En un
trabajo anterior Yoshino distingue entre una parte de la comunidad gay que es anónima y
difusa y otra que es discreta e insular “Suspect Symbols: The Literary Argument for Heighte-
ned Scrutiny for Gays”, Columbia Law Review, vol. 96, p. 1809.
18
411 U.S. 677 (1973).
19
473 U.S. 432 (1985).
20
Yoshino, Kenji, “Suspect Symbols: The Literary Argument for Heightened Scrutiny
for Gays”, cit., pp. 1542 y 1543. El indicio de que un grupo ha podido llamar la atención de
los legisladores es la cantidad de legislación aprobada que le favorece. Ibidem, p. 1805.
21
Ibidem, p. 1543. Del mismo autor, “Asimmilationist Bias in the Equal Protection, The
Visibility Presumption and the Case of Don’t Ask, Don’t Tell”, cit., pp. 565 y 566.
22
Fiss, Owen, “Groups and the Equal Protection Clause”, Philosophy & Public Affairs,
núm. 5, 1976, pp. 107-117. En este trabajo citaré la traducción al español “Grupos y la cláu-
sula de la igual protección”, en Gargarella, Roberto (comp.), Derecho y grupos desaventajados,
trad. de Roberto Gargarella y Gustavo Maurino, Barcelona, Gedisa, 1999, pp. 138-141.
23
Ibidem, pp. 142, 143 y 146.
24
Saba, Roberto, “(Des)igualdad estructural”, en Alegre, Marcelo y Gargarella, Roberto
(coords.), El derecho a la igualdad, Buenos Aires, Lexis Nexis, 2007, pp. 185 y 191.
28
No hay que perder de vista que una de las propiedades que caracterizan a la persona
desde el punto de vista liberal es que están constituidas por su capacidad de elegir fines,
adoptar intereses y formar deseos. Esta capacidad es previa a cualquier fin, interés o deseo.
Vázquez, Rodolfo, Derechos humanos. Una lectura liberal igualitaria, México, ITAM-IIJ-UNAM-
CEAD, 2017, p. 19.
29
Aunque también hay quien piensa que la inclusión de los homosexuales en el matri-
monio refuerza la discriminación hacia las parejas que no están casadas. Warner, Michael,
“Beyond Gay Marriage”, en Brown, Wendy y Halley, Janet (eds.), Left legalism/Left critique,
Durham, Duke University Press, 2002, pp. 81-147.
A. Liberal-no comparativo
30
Una de las principales defensoras de esta aproximación es Moreau, Sophia, “What is
discrimination?”, Philosophy & Public Affairs, vol. 38, núm. 2, pp. 143-179; “In Defense of a
Liberty-based Account of Discrimination”, en Hellman, Deborah y Moreau, Sophia (eds.),
Philosophical Foundations of Discrimination Law, Oxford, Oxford University Press, 2013.
31
Una de las defensoras de esta perspectiva es Hellman, Deborah, “Equality and Un-
constitutional Discrimination”, en Hellman, Deborah y Moreau, Sophia (eds.), op. cit., y su
libro When is discrimination wrong?, Massachusetts, Harvard University Press, 2011.
32
Hellman, Deborah, “Equality and Unconstitutional Discrimination”, cit., pp. 52 y 57.
33
Un ejemplo de esta aproximación puede verse en la tesis 1a./J. 55/2006 de la Primera
Sala, de rubro y texto: Igualdad. Criterios para determinar si el legislador respe-
ta ese principio constitucional. La igualdad en nuestro texto constitucional constituye
un principio complejo que no sólo otorga a las personas la garantía de que serán iguales ante
la ley en su condición de destinatarios de las normas y de usuarios del sistema de administra-
ción de justicia, sino también en la ley (en relación con su contenido). El principio de igual-
dad debe entenderse como la exigencia constitucional de tratar igual a los iguales y desigual
a los desiguales, de ahí que en algunas ocasiones hacer distinciones estará vedado, mientras
que en otras estará permitido o, incluso, constitucionalmente exigido. En ese tenor, cuando
la Suprema Corte de Justicia de la Nación conoce de un caso en el cual la ley distingue entre
dos o varios hechos, sucesos, personas o colectivos, debe analizar si dicha distinción descansa
en una base objetiva y razonable o si, por el contrario, constituye una discriminación cons-
titucionalmente vedada. Para ello es necesario determinar, en primer lugar, si la distinción
legislativa obedece a una finalidad objetiva y constitucionalmente válida: el legislador no
puede introducir tratos desiguales de manera arbitraria, sino que debe hacerlo con el fin de
avanzar en la consecución de objetivos admisibles dentro de los límites marcados por las pre-
visiones constitucionales, o expresamente incluidos en ellas. En segundo lugar, es necesario
examinar la racionalidad o adecuación de la distinción hecha por el legislador: es necesario
que la introducción de una distinción constituya un medio apto para conducir al fin u obje-
tivo que el legislador quiere alcanzar, es decir, que exista una relación de instrumentalidad
entre la medida clasificatoria y el fin pretendido. En tercer lugar, debe cumplirse con el requi-
sito de la proporcionalidad: el legislador no puede tratar de alcanzar objetivos constitucio-
nalmente legítimos de un modo abiertamente desproporcional, de manera que el juzgador
debe determinar si la distinción legislativa se encuentra dentro del abanico de tratamientos
que pueden considerarse proporcionales, habida cuenta de la situación de hecho, la finalidad
de la ley y los bienes y derechos constitucionales afectados por ella; la persecución de un ob-
jetivo constitucional no puede hacerse a costa de una afectación innecesaria o desmedida de
otros bienes y derechos constitucionalmente protegidos. Por último, es de gran importancia
determinar en cada caso respecto de qué se está predicando con la igualdad, porque esta
última constituye un principio y un derecho de carácter fundamentalmente adjetivo que
se predica siempre de algo, y este referente es relevante al momento de realizar el control
de constitucionalidad de las leyes, porque la Norma Fundamental permite que en algunos
ámbitos el legislador tenga más amplitud para desarrollar su labor normativa, mientras que
en otros insta al Juez a ser especialmente exigente cuando deba determinar si el legislador ha
respetado las exigencias derivadas del principio mencionado.
34
Karst, Kenneth L., op. cit., pp. 182 y 186.
B. Igualitario-comparativo
de estas no basta que el fin buscado sea constitucionalmente aceptable, sino imperativo. La
siguiente exigencia de la garantía de igualdad es que la diferenciación cuestionada sea ade-
cuada para el logro del fin legítimo buscado; es decir, que la medida sea capaz de causar su
objetivo, bastando para ello una aptitud o posibilidad de cumplimiento, sin que quepa exigir
que los medios se adecuen estrechamente o estén diseñados exactamente para lograr el fin
en comento. En este sentido, no se cumplirá el requisito de adecuación cuando la medida
legislativa no contribuya de modo alguno a la obtención de su fin inmediato. Tratándose de
las prohibiciones concretas de discriminación, en cambio, será necesario analizar con mayor
intensidad la adecuación, siendo exigible que la medida esté directamente conectada con el
fin perseguido. Finalmente, debe determinarse si la medida legislativa de que se trate resulta
proporcional, es decir, si guarda una relación razonable con el fin que se procura alcanzar,
lo que supone una ponderación entre sus ventajas y desventajas, a efecto de comprobar que
los perjuicios ocasionados por el trato diferenciado no sean desproporcionados con respecto
a los objetivos perseguidos. De ahí que el juicio de proporcionalidad exija comprobar si el
trato desigual resulta tolerable, teniendo en cuenta la importancia del fin perseguido, en
el entendido de que mientras más alta sea la jerarquía del interés tutelado, mayor puede ser
la diferencia.
41
Westen, Peter, “The Empty Idea of Equality”, Harvard Law Review, vol. 95, núm. 3, pp.
571-575.
42
Sobre este punto, Sadurski reprocha a Alexy que la carga de la argumentación en con-
tra de la igualdad no puede ser en abstracto, pues para determinar la carga hay que definir
si las personas son similares o diferentes en relación con el propósito de la regla. Wojciech,
Sadruski, Equality and Legitimacy, Oxford, Oxford University Press, 2008, p. 105.
43
Dijk, Teun Adrianus van, “Discourse and inequality”, Lenguas Modernas, núm. 21,
1994, p. 20.
44
Ibidem, p. 25.
bien, la violación del derecho a la igualdad no solo se debe al trato legal des-
igual que se da a las parejas homosexuales al privarlas injustificadamente de
una libertad, sino a que, en atención a la similitud de sus capacidades, debió
habérseles tratado de manera igual, además de que el trato legal desigual
conlleva una falta de reconocimiento de su capacidad para tener relaciones
estables basada en prejuicios.
45
Resuelta el 16 de agosto de 2010 por el Tribunal Pleno, ponencia del ministro Valls
Hernández.
al artículo 146 del Código Civil del Distrito Federal.46 La relevancia de esta
acción de inconstitucionalidad, resuelta por el Tribunal Pleno el 16 de agos-
to de 2010, se debe a varias razones: es el primer asunto en el que la Corte
estudia la constitucionalidad del matrimonio entre personas del mismo sexo
y su derecho a adoptar, se fijan pautas que serán retomadas en los asuntos
posteriores, y tiene la peculiaridad de tratarse de un caso de inclusión y no
de exclusión de las parejas homosexuales por la asamblea legislativa.
Para la Corte, al tratarse de un caso de ampliación de derechos y no de
restricción, y siendo que el núcleo de los argumentos de invalidez se dirige a
demostrar la falta de razonabilidad objetiva de la medida legislativa como tal
y no a impugnar un acto legislativo por violación al principio de igualdad y
no discriminación, debía aplicar un test de razonabilidad y no de proporcio-
nalidad reforzado. De acuerdo con la Corte, al estudiar la razonabilidad se
debe verificar si: 1) la opción elegida por el legislador trastoca o no bienes o
valores constitucionalmente protegidos, y 2) los hechos, sucesos, personas
o colectivos guardan una identidad suficiente que justifique darles el mismo
trato, o bien, que tienen diferencias objetivas relevantes y, por ende, debe
dárseles un trato desigual.
En su argumentación, la Corte dice que, por cuanto el artículo 4 cons-
titucional no define al matrimonio,47 la definición queda en manos del legis-
46
Reforma publicada en la Gaceta Oficial el 29 de diciembre de 2009.
Art. 146. Matrimonio es la unión libre de dos personas para realizar la comunidad de
vida, en donde ambos se procuran respeto, igualdad y ayuda mutua. Debe celebrarse ante el
Juez del Registro Civil y con las formalidades que estipule el presente código.
47
El texto vigente al momento de la resolución de 16 de agosto de 2010 era el siguiente:
Constitución general
Art. 4o. El varón y la mujer son iguales ante la ley. Esta protegerá la organización y el
desarrollo de la familia.
Toda persona tiene derecho a decidir de manera libre, responsable e informada sobre el
número y el espaciamiento de sus hijos.
Toda persona tiene derecho a la protección de la salud. La Ley definirá las bases y moda-
lidades para el acceso a los servicios de salud y establecerá la concurrencia de la Federación
y las entidades federativas en materia de salubridad general, conforme a lo que dispone la
fracción XVI del artículo 73 de esta Constitución.
Toda persona tiene derecho a un medio ambiente adecuado para su desarrollo y bien-
estar.
Toda familia tiene derecho a disfrutar de vivienda digna y decorosa. La Ley establecerá
los instrumentos y apoyos necesarios a fin de alcanzar tal objetivo.
Los niños y las niñas tienen derecho a la satisfacción de sus necesidades de alimentación,
salud, educación y sano esparcimiento para su desarrollo integral.
Los ascendientes, tutores y custodios tienen el deber de preservar estos derechos. El Es-
tado proveerá lo necesario para propiciar el respeto a la dignidad de la niñez y el ejercicio
pleno de sus derechos.
Los cónyuges o concubinos podrán adoptar cuando los dos estén conformes en conside-
rar al adoptado como hijo y aunque solo uno de ellos cumpla con el requisito de edad a que
se refiere este capítulo, pero siempre y cuando la diferencia de edad entre cualquiera de los
adoptantes y el adoptado sea de 17 años de edad cuando menos.
En todos los casos ambos cónyuges o concubinos deberán comparecer ante la presencia
judicial en el procedimiento de adopción.
51
SCJN, acción de inconstitucionalidad 2/2010, p. 132.
lo que no hay razón para tratarlos de manera desigual. De esta manera, el análisis
comparativo entre las relaciones homosexuales y heterosexuales no es su
punto de partida, lo que hubiera obligado a la PGR a justificar el trato des-
igual. Además, para la Corte parece ser un argumento de poco peso, pues
no sirve para exigir el trato igual, sino solo para descartar que sea una razón
suficiente para tratarlos de manera desigual.
Una posible explicación del carácter preponderantemente liberal de su
discurso es que, en el caso, la medida impugnada amplía el acceso al ma-
trimonio para los homosexuales y lo que busca la PGR es justificar un trato
desigual.52 En un principio, la Corte nos dice que la argumentación de la
PGR no está destinada a hacer valer una violación al derecho a la igualdad
(aunque posteriormente señala que la razonabilidad exige analizar si los
hechos, sucesos, personas o colectivos guardan una identidad suficiente que
justifique darles el mismo trato, o bien, que tienen diferencias objetivas rele-
vantes y, por ende, debe dárseles un trato desigual).
A este supuesto se le conoce doctrinalmente como discriminación por
indiferenciación, en el que la inconstitucionalidad alegada radica en tratar
de manera igual a los desiguales. En efecto, el principio aristotélico de igual-
dad contiene dos partes: 1) tratar igual a los iguales, y 2) tratar desigual a
los desiguales. En el caso, la PGR hace esto último.
La pregunta es si la discriminación por indiferenciación puede ser abor-
dada desde el principio de igualdad. En España, por ejemplo, el Tribunal
Constitucional ha reiterado en su doctrina que el principio de igualdad no
es base para impugnar la discriminación por indiferenciación y esa parece
ser la postura sostenida en sentencias posteriores de la línea jurisprudencial
mexicana que estudiamos.53
Si nos remontamos al origen de esta negativa del Tribunal Constitu-
cional, en la sentencia (STC) 86/1985 encontramos que tiene como funda-
mento el cauce procesal en el que se hizo valer por primera vez, en el caso
por vía de amparo, y no por medio de un control abstracto de constitucio-
nalidad (FJ 3). Así, la doctrina parece surgir del impedimento procesal que
existe en el amparo de plantear una discriminación por indiferenciación
52
Entre sus argumentos, la PGR señala que requerir que el matrimonio se celebre entre
personas de distinto sexo no implica, de modo alguno, discriminación, p. 21.
53
SCJN, AR 581/2012, AR 152/2013 y AR 263/2014, en los que se distinguen los su-
puestos en el que se amplía el acceso el matrimonio a las parejas homosexuales y se dice que
el problema es si la regulación es legítima desde el punto de vista constitucional, mientras
que si lo que se hace es no permitir el acceso al matrimonio, el problema se analiza en clave
de igualdad. Como he tratado de argumentar, ambos supuestos pueden analizarse desde
el derecho a la igualdad.
para reconocer la constitucionalidad del trato igual la Corte deba dar razo-
nes igualmente robustas, pues quien debe demostrar la inconstitucionalidad
es la PGR. En otras palabras, quien argumenta a favor del trato desigual y
lo hace con base en un criterio sospechoso (la PGR) debe dar argumentos
robustos, mientras que a la Corte le basta con reconocer la razonabilidad de
la medida. En el caso, la Corte parece contestar este argumento aplicando
un test de razonabilidad diciendo que las relaciones homosexuales y hete-
rosexuales son similares en cuanto a la afectividad, sexualidad, solidaridad,
estabilidad, permanencia, proyecciones comunes, etcétera.
Por otro lado, en relación con la permisión y no obligación de las legis-
laturas estatales de ampliar el acceso al matrimonio, la Corte no nos expli-
ca por qué la inclusión de las personas del mismo sexo a la institución del
matrimonio queda en manos del legislador ordinario, es decir, está permitido
que los incluyan pero no los están obligando a hacerlo. Desde la perspectiva
del derecho a la igualdad, la conclusión correcta sobre el carácter deóntico
(permitido u obligado) era que las legislaturas de los estados estaban obli-
gadas a incluir a las personas del mismo sexo al matrimonio, y no preverlo
como una opción constitucionalmente posible.58 En efecto, si la Corte seña-
la que no hay razón para tratar de manera desigual, en principio, el trato
igual es obligatorio, salvo que haya una razón de peso que justifique que sea
solo permitido. La Corte pudo haber fundado que no era obligatorio, sino
permitido, por cuanto se trata de una cuestión profundamente controver-
tida y con el fin de que el debate social continuara;59 sin embargo, en este
aspecto guarda silencio.
Finalmente, es criticable que, al analizar la inclusión de las personas del
mismo sexo al matrimonio, la Corte no se refiera a la idea de prejuicio como
causa de exclusión, pues solo nos dice que han sido objeto de una discrimi-
nación histórica.60 Al no abordarse la existencia del prejuicio, desconoce el
aspecto social que hace de la comunidad homosexual una minoría social.
Amparos Oaxaca61
En estos casos, a diferencia de la acción de inconstitucionalidad 2/2010,
lo que se impugnó fue la exclusión del régimen matrimonial de las personas
del mismo sexo previsto en el artículo 143 del Código Civil de Oaxaca.62 La
Corte considera que la medida legislativa examinada (el art. 143 del Código
Civil de Oaxaca) distingue implícitamente entre las parejas de distinto sexo
y las del mismo sexo, pues a las primeras les permite el acceso al matrimo-
nio, mientras que a las segundas no.
En estos asuntos es posible diferenciar, por un lado, las sentencias que
abordan por separado las porciones normativas relativas a la perpetuación
de la especie como una de las finalidades del matrimonio y la definición de
59
Alexy señala que la “[…] libertad de configuración legislativa, como tal, no es nunca
una razón suficiente para una diferenciación. Al principio formal de la libertad de configu-
ración legislativa tiene que añadirse siempre una razón que pueda apoyarse en un principio
material”. Ibidem, p. 380, nota al pie 91.
60
Aun cuando al analizar el derecho de las parejas homosexuales a adoptar sí se refiere
a los prejuicios que existen sobre su incapacidad para criar hijos o el supuesto efecto dañino
que tienen sobre los mismos, p. 131.
61
SCJN, AR 581/2012, resuelto por la Primera Sala el 5 de diciembre de 2012, ponen-
cia del ministro Zaldívar Lelo de Larrea; AR 457/2010, resuelto por la Primera Sala el 5 de
diciembre de 2012, ponencia del ministro Cossío Díaz; AR 567/2012, resuelto por la Prime-
ra Sala el 5 de diciembre de 2012, ponencia del ministro Pardo Rebolledo; AR 152/2013,
resuelto por la Primera Sala el 23 de abril de 2014, ponencia del ministro Gutiérrez Ortiz
Mena.
62
Art. 143. El matrimonio es un contrato civil celebrado entre un solo hombre y una sola
mujer, que se unen para perpetuar la especie y proporcionarse ayuda mutua en la vida.
El contrato de matrimonio solamente se disuelve por la muerte de alguno de los cónyuges
o por el divorcio.
El Estado procurará, por todos los medios que estén a su alcance, que las personas que
vivan en concubinato contraigan matrimonio. Para la realización de este fin, que es de orden
público, se efectuarán campañas periódicas de convencimiento.
Hay concubinato cuando un solo hombre y una sola mujer solteros se unen, como si
estuvieren casados. Salvo disposición de la ley en otro sentido, cuando este Código hable de
concubina o concubino, se entenderá que se refiere a las personas que viven en las condicio-
nes supuestas en este precepto.
este como la unión entre un hombre y una mujer, en las que se continúa con
la línea argumentativa liberal de la acción de inconstitucionalidad 2/2010,
basada en el libre desarrollo de la personalidad,63 y que constatan como
efecto reflejo la violación al derecho a la igualdad y, por el otro, las senten-
cias igualitarias que estudian ambas porciones normativas en conjunto, dejan
de lado el libre desarrollo de la personalidad y utilizan al derecho a la igual-
dad y a la no discriminación como eje de su línea argumentativa.64
En las sentencias basadas en el libre desarrollo de la personalidad se estudia
por separado el fin de la procreación y el requisito de que el matrimonio
se celebre entre un solo hombre y una sola mujer. Se estima que establecer
como fin del matrimonio la procreación vulnera el libre desarrollo de la per-
sonalidad e implícitamente el principio de igualdad. Por su parte, al analizar
la definición del matrimonio como la unión entre un hombre y una mujer
a través del principio de proporcionalidad, se determina que la medida no
cumple con la segunda grada del escrutinio estricto —aplicable por cuanto
la clasificación se hace con base en una categoría sospechosa—, es decir, la
relación estrecha entre el medio (unión entre un hombre y una mujer) y el
fin (ejercicio del libre desarrollo de la personalidad y protección de la fami-
lia), por lo que se vulnera el derecho a la igualdad.
Ahora bien, en estas sentencias no se hace referencia al perjuicio que
existe en contra de la comunidad homosexual ni al carácter subordinado del
grupo. Simplemente se dice que, para la Corte Interamericana de Derechos
Humanos (Corte IDH),
63
SCJN, AR 457/2010, resuelto por la Primera Sala el 5 de diciembre de 2012, ponen-
cia del ministro Cossío Díaz; AR 567/2012, resuelto por la Primera Sala el 5 de diciembre
de 2012, ponencia del ministro Pardo Rebolledo.
64
SCJN, AR 581/2012, resuelto por la Primera Sala el 5 de diciembre de 2012, ponen-
cia del ministro Zaldívar Lelo de Larrea; AR 152/2013, resuelto por la Primera Sala el 23
de abril de 2014, ponencia del ministro Gutiérrez Ortiz Mena.
65
SCJN, AR 567/2012, p. 41.
66
Sobre esta sentencia véase el trabajo de Alterio, Ana Micaela, “La Suprema Corte y la
justiciabilidad de los mensajes estigmatizantes”, en Alterio, Ana Micaela y Niembro Ortega,
Roberto (coords.), op. cit.
67
Sobre el carácter de grupo vulnerable véanse las tesis: P. VII/2011, Semanario Judicial de
la Federación y su Gaceta, Novena Época, XXXIV, agosto de 2011, p. 5; 1a. XLIV/2014, Gaceta
del Semanario Judicial de la Federación, lib. 3, febrero de 2014, t. I, p. 645; 1a. XLI/2014, Gaceta del
Semanario Judicial de la Federación, lib. 3, febrero de 2014, t. I, p. 647.
68
SCJN, AR 581/2012, p. 50.
69
Fraser, Nancy, “La justicia social en la era de la política de la identidad: redis-
tribución, reconocimiento y participación”, cit., pp. 19-24, 37 y 42.
70
Por su parte, las sentencias enfocadas en la igualdad sí reconocen la existencia del pre-
juicio en contra de los homosexuales; sin embargo, no nos dicen en qué consiste ese prejuicio.
71
Eso no impide a las sentencias basadas en la libertad concluir que la inclusión de las
parejas homosexuales al matrimonio es un imperativo constitucional. El punto que hago
notar aquí es el peso que tiene la comparación y la similitud entre las parejas homosexuales
y heterosexuales para la conclusión.
72
Sobre el carácter sobre- y subincluyente derivado de un análisis comparativo véase
Tussman, Joseph, “The Equal Protection of the Laws”, California Law Review, vol. 3, núm. 3,
1949, pp. 347 y ss.
73
Sobre este punto, las sentencias basadas en la igualdad señalan que la medida es so-
breinclusiva, al establecer como fin la procreación, por incluir a las parejas heterosexuales
que no acceden al matrimonio con la finalidad de procrear. En mi opinión, también podrían
haber dicho que el fin de la procreación es discriminatorio, pues no es una razón para excluir
a las parejas homosexuales del matrimonio.
Amparos Colima74
Los asuntos de Colima resultan interesantes en los siguientes aspectos.
La Corte hace un pronunciamiento sobre el carácter discriminatorio de la
figura del enlace conyugal, que es aquel que se celebra entre dos personas
del mismo sexo, a diferencia del matrimonio que se celebra entre personas
de diferente sexo.75 Sobre este punto, la Corte —reiterando su doctrina—76
considera que, aun cuando la distinción entre el matrimonio y el enlace con-
yugal radica en la denominación, la diferenciación es discriminatoria por
constituir un régimen de “separados, pero iguales”. La Corte retoma el re-
clamo de reconocimiento y señala que la creación del enlace conyugal “[…]
perpetúa la noción prejuiciosa de que las parejas del mismo sexo son menos
merecedoras del reconocimiento que se les da a los heterosexuales, lo que
necesariamente lleva un mensaje implícito de discriminación que constituye
una ofensa a la dignidad de las personas en tanto que a través de él se per-
mea la idea de que no existe igualdad entre las parejas heterosexuales y las
74
SCJN, AR 615/2013, resuelto por la Primera Sala el 4 de junio de 2014, ponencia del
ministro Pardo Rebolledo; AR 704/2014, resuelto por la Primera Sala el 18 de marzo de
2015, ponencia del ministro Gutiérrez Ortiz Mena; AR 735/2014, resuelto por la Primera
Sala el 18 de marzo de 2015, ponencia del ministro Zaldívar Lelo de Larrea.
75
El art. 147 reformado durante la tramitación del juicio conserva la definición de ma-
trimonio como la unión entre un hombre y una mujer e incluye la figura de enlace conyugal
para las personas del mismo sexo.
Art. 147. Las relaciones conyugales se establecen por medio de un contrato civil celebra-
do entre dos personas, con la finalidad de formar una familia, establecer un hogar común,
con voluntad de permanencia, para procurarse y ayudarse mutuamente en su vida.
En el Estado existen dos tipos de relaciones conyugales: I.- Matrimonio: Es aquel que
se celebra entre un solo hombre y una sola mujer; y II.- Enlace Conyugal: Es aquel que se
celebra entre dos personas del mismo sexo.
A quienes celebren una relación conyugal se les denominará indistintamente, cónyuges,
consortes, esposos o casados.
La ley reglamentará las relaciones conyugales.
76
SCJN, AR 581/2014, p. 49; AR 152/2013, p. 68.
homosexuales”.77 Además, afirma que las parejas del mismo sexo han sufrido
una discriminación histórica y que su exclusión está basada en prejuicios y
estereotipos, por lo que el sistema judicial debe impulsar un cambio cultural.
Por su parte, en el AR 615/2013, al analizar la definición del matrimo-
nio como la unión de un solo hombre y una sola mujer, la SCJN retoma el
discurso liberal:
base en el estado civil y en las preferencias sexuales, esto último por cuan-
to la medida tiene un impacto desproporcionado sobre los convivientes del
mismo sexo. Y siendo que tanto el estado civil como las preferencias sexuales
están previstos en el artículo 1 constitucional, aplica un escrutinio estricto.
De esta forma, por un lado, al estudiar la medida como una distinción
basada en el estado civil, la Corte concluye que la medida no cumple con un
fin imperioso como son la protección de la familia o el interés superior del
menor, pero no identifica a un grupo subordinado al que haya que proteger
a través del derecho a no ser discriminado. Por otro lado, cuando estudia el
artículo como una medida que clasifica con base en la orientación sexual,
identifica la discriminación analizando el contexto, ya que las sociedades de
convivencia son las únicas a las que pueden acceder las parejas del mismo
sexo en la legislación civil local y las que no otorgan derecho a la adop-
ción. Además, considera que las minorías sexuales son grupos vulnerables
y subordinados, discriminados históricamente, que están en una situación
sistemática de desventaja y en contra de los cuales existe un prejuicio, cuya
exclusión del régimen de adopción perpetúa la noción de que las parejas
del mismo sexo son menos merecedoras de reconocimiento. Finalmente, se
refiere al mensaje que transmiten las leyes, las que tienen una carga axioló-
gica sobre las uniones que se dan a través de las sociedades de convivencia.
menores del otro. Es nulo de pleno derecho cualquier pacto que contravenga esta disposi-
ción.
81
Balkin, Jack M. y Siegel, Reva B., “The American Civil Rights Tradition: Classifica-
tion or Antisubordination”, Public Law & Legal Theory Research Paper Series, núm. 34.
86
Resuelta por el Tribunal Pleno el 26 de enero de 2016, ponencia del ministro Cossío
Díaz.
87
Art. 260. Para contraer matrimonio, el hombre y la mujer necesitan contar con cuan-
do menos dieciocho años de edad de conformidad a lo dispuesto por el artículo 45 de la Ley
General de las Niñas, Niños y Adolescentes.
V. Conclusión
Capítulo segundo
1
Este capítulo fue publicado previamente en Salazar Ugarte, Pedro; Niembro Ortega,
Roberto y Alonso Beltrán, Carlos Ernesto, Diez sentencias emblemáticas de la Suprema Corte, Mé-
xico, IIJ-UNAM, 2019.
2
Niembro Ortega, Roberto, La justicia constitucional de la democracia deliberativa, Madrid,
Marcial Pons, 2019.
3
Nino, Carlos Santiago, La constitución de la democracia deliberativa, trad. de Roberto Saba,
Barcelona, Gedisa, 1997, pp. 260 y 261.
33
En este apartado distingo los aportes que la justicia constitucional puede ha-
cer para mejorar la deliberación democrática desde un punto de vista consti-
tucional a la luz de sus capacidades y limitaciones institucionales. Al respecto,
habrá que distinguir entre los aportes que la justicia constitucional puede rea-
lizar a la deliberación parlamentaria, a la que se da fuera del Parlamento y a
los esfuerzos que puede hacer para servir como canal de comunicación entre
la deliberación que se da fuera del Parlamento con la que se da entre muros.
4
Dependiendo de la lectura que se haga de la democracia deliberativa, el control judi-
cial puede estar encaminado a lograr la racionalidad de los argumentos, o bien, de las estruc-
turas y procedimientos que regulan y posibilitan la deliberación, por lo que su alcance no es
el mismo. Moreno Rodríguez-Alcalá, Diego, “Una aproximación a la concepción delibera-
tiva de la democracia”, Teoría y Realidad Constitucional, núm. 16, 2005, p. 340. En cualquiera
de los dos casos, la función de la justicia constitucional es una muy distinta a aquella que le
asigna “la garantía de los derechos fundamentales”.
5
Habermas, Jürgen, Facticidad y validez, trad. de Manuel Jiménez Redondo, Madrid,
Trotta, 2008, p. 254.
grupos aislados, existen otras maneras de perfeccionar las instituciones representativas, sin
necesidad de echar mano de un procedimiento cuya legitimidad y eficacia resultan cuando
menos dudosas. Moreno Rodríguez Alcalá, Diego, “Control judicial de la ley y derechos fun-
damentales. Una perspectiva crítica”, Revista Española de Derecho Constitucional, núm. 105,
septiembre-diciembre de 2015, p. 341.
10
Dixon, Rosalind, “Creating dialogue about socio-economic Rights: Strong v. Weak-
form judicial review revisited”, International Journal of Constitutional Law, vol. 5, núm. 3, 2007,
pp. 3-4 y 19-29. En el mismo sentido, Jiménez Campo señala: “El todavía llamado legislador
negativo es visto, cada vez más, como árbitro de la razonabilidad de un segundo procedi-
miento que daría ocasión para ponderar y entender lo que se juzga mal apreciado o inde-
bidamente postergado en el procedimiento parlamentario”. Jiménez Campo, Javier, “Qué
hacer con la ley inconstitucional”, en La sentencia sobre la constitucionalidad de la Ley: Actas de las
II Jornadas de la Asociación de Letrados del Tribunal Constitucional, Madrid, Tribunal Constitucional
de España-CEPC, 1997, p. 20.
11
Ely, John Hart, Democracia y desconfianza. Una teoría del control jurisdiccional, trad. de Mag-
dalena Holguín, Bogotá, Siglo del Hombre Editores, 1997, p. 146.
12
Ferreres Comella, Víctor, “Una defensa de la rigidez constitucional”, Doxa, núm. 23,
2000, p. 40; Zurn, Christopher F., “A Question of Institutionalization: Habermas on the
Justification of Cour-Based Constitutional Review”, en Ungureanu, Camil; Günther, Klaus
y Joerges, Christian, Jürgen Habermas, Reino Unido, Ashgate-Cornwall, 2011, vol. 1, p. 443.
13
Benhabib, Seyla, “Liberal Dialogue Versus a Critical Theory of Discursive Legiti-
mation”, en Rosenblaum, Nancy L. (ed.), Liberalism and Moral Life, Massachusetts, Harvard
University Press, 1989, p. 154.
A diferencia del primer apartado, en el que los jueces sirven para trans-
mitir lo que otros les han comunicado, en este supuesto son los jueces los
que generan argumentos morales o prácticos distintos a los ya tomados en
cuenta. Por un lado, los jueces pueden servir para recordarnos, si es que no
lo hemos hecho antes, nuestro compromiso con los derechos fundamenta-
les.17 Así, los tribunales pueden participar en un diálogo presentando cues-
tiones de principio a la atención del gobierno y de la gente.18 Con ello no
quiero decir que el lenguaje de los derechos no pueda estar presente en sede
política o que esta no sea un lugar idóneo para su exposición, como tampo-
co puedo aseverar que la consideración de los argumentos de principio por
14
Bayón, Juan Carlos, “Democracia y derechos: problemas de fundamentación del cons-
titucionalismo”, en Carbonell, Miguel y García Jaramillo, Leonardo (eds.), El canon neoconsti-
tucional, Madrid, Trotta-IIJ-UNAM, 2010, pp. 353-355.
15
Spector, Horacio, “Democracia y control de constitucionalidad: una tensión aparen-
te”, en Alegre, Marcelo et al. (coords.), Homenaje a Carlos S. Nino, Buenos Aires, La Ley, 2008,
pp. 232-238.
16
Gargarella, Roberto, “¿Democracia deliberativa y judicialización de los derechos so-
ciales?”, Perfiles Latinoamericanos, núm. 28, julio-diciembre de 2006, p. 21.
17
Ya sean derechos vinculados al proceso participativo o derechos sustantivos.
18
Roach, Kent, “A dialogue about principle and a principled dialogue: Justice Iacobucci’s
substantive approach to dialogue”, University of Toronto Law Journal, vol. 57, núm. 2, 2007, pp.
449-477. En el mismo sentido, Moreno considera que en un contexto institucional en el que
los tribunales no tienen la última palabra, estos puede ayudar a disciplinar el discurso polí-
tico o colaborar a que el mismo sea conducido con arreglo a consideraciones de principio.
Moreno Rodríguez Alcalá, Diego, op. cit., p. 286. Para Tushnet, la dificultad de este argumen-
to es que no es fácil distinguir las situaciones en las que las legislaturas no prestaron atención
a los principios de aquellas en las que sí lo hicieron pero les dieron un peso distinto al que los
tribunales consideran adecuado. Tushnet, Mark, “Forms of judicial review as expressions of
constitutional patriotism”, Law and Philosophy, núm. 22, 2003, p. 364.
parte de las fuerzas políticas se deba solo a la labor de los jueces, al tratarse
de una cuestión contrafáctica.19 Sin embargo, mientras que en los procesos
constitucionales es necesaria la presentación de argumentos basados en la
Constitución y su resolución está basada en este y otro tipo de razones, en
la deliberación política su consideración es eventual.20 Sobre este punto vol-
veré más adelante al tratar el test de proporcionalidad.
Por el otro lado, los jueces pueden ayudar a subsanar lo que Dixon ha
denominado “puntos ciegos”, que se deben a que el legislativo no siempre
puede prever los casos en los que la inconstitucionalidad de una ley devie-
ne de su aplicación;21 al no poder anticiparse al impacto que pueden tener
las leyes en personas con muy distintas experiencias y perspectivas, o por
no haber intuido la forma de compatibilizar los derechos con los objetivos
políticos.
De hecho, es una forma en que los legisladores cumplan con el deber
de cuidado. Este deber implica que pongan atención sobre los efectos de las
decisiones que toman o dejan de tomar sobre los ciudadanos y la sociedad,
cuál es el impacto que una decisión individual tiene sobre los derechos e
intereses de los ciudadanos.22
Para el enriquecimiento de la deliberación parlamentaria, los tribuna-
les constitucionales aplican métodos específicos para evaluar las razones y
las bases empíricas que sustentan la constitucionalidad de las “decisiones”
de los otros poderes, como el test de proporcionalidad, y exigen distintos
niveles de justificación según se trate de una minoría social que debe ser
especialmente protegida.23 En el caso Marihuana, el test de proporcionalidad
19
Zurn, Christopher F., Deliberative Democracy and the Institutions of Judicial Review, Nueva
York, Cambridge University Press, 2009, p. 204.
20
En este punto coincido con Ferreres, quien afirma que los tribunales constitucionales
no huyen de los principios más abstractos de moralidad política que figuran en el catálogo
de derechos y libertades de la Constitución. Ferreres Comella, Víctor, Una defensa del modelo
europeo de control de constitucionalidad, Madrid, Marcial Pons, 2011, p. 87.
21
Para Jiménez Campo, en estos casos lo que corresponde es que el Tribunal sugiera al
legislador su modificación. Véase, por ejemplo, la STC 3/1983. Jiménez Campo, Javier, op.
cit., p. 70.
22
Waldron, Jeremy, “Principles of legislation”, en Bauman, Richard W. y Kahana, Tsvi
(eds.), The Least Examined Branch. The Role of Legislatures in the Constitutional State, Nueva York,
Cambridge University Press, 2006, p. 24.
23
De acuerdo con Kenji Yoshino, tratándose de la interpretación de la cláusula de igual-
dad de la Corte Suprema estadounidense, para determinar si un grupo merece escrutinio
estricto, los tribunales consideran si el grupo: 1) ha sufrido un historia de discriminación
(este análisis se divide en dos pasos. Primero se compara si el grupo comparte alguna carac-
terística con los grupos ya protegidos, segundo, se piensa en las especificidades de opresión
del grupo); 2) no tiene poder político, y 3) se define por una característica inmutable. Con
tiene una gran relevancia, por lo que es necesario detenerme a explicar sus
características.
El test de proporcionalidad
este análisis lo que se busca es que los jueces eviten los mismos prejuicios que las legislaturas,
forzándolos a plantearse reflexivamente qué tipo de grupo es y las cuestiones que tienen
asumidas sobre el mismo. Yoshino, Kenji, “Suspect Symbols: The Literary Argument for
Heightened Scrutiny for Gays”, Columbia Law Review, vol. 96, pp. 1755, 1766 y 1774.
24
Atienza, Manuel, “Una clasificación de los derechos humanos”, Anuario de Derechos
Humanos, Homenaje a Joaquín Ruiz Giménez, núm. 4, 1986-1987, pp. 29-43.
25
Sobre esas condiciones y su carácter deóntico también llama la atención Atienza. Ibi-
dem, p. 36.
26
Alexy habla del margen de acción estructural para la fijación de fines cuando el dere-
cho fundamental contiene una reserva competencial de intervención que deja abiertas las ra-
zones para la intervención legislativa, o menciona las razones para intervenir, pero no ordena
que se produzca la intervención legislativa, sino que solo permite que esto suceda en caso de
que concurran dichas razones. Alexy, Robert, “Epílogo a la Teoría de los derechos fundamentales”,
Revista Española de Derecho Constitucional, año XXII, núm. 66, septiembre-diciembre de 2002,
p. 23.
27
Para Alexy, el margen para la elección de medios no origina demasiados problemas
cuando los diversos medios son igualmente idóneos para alcanzar o fomentar el fin y, desde
la perspectiva de otros fines o principios relevantes, no tienen un significado destacable. Esto
no ocurre, sin embargo, cuando los diversos medios fomentan el fin en diferente medida o
cuando no es seguro en qué medida lo hacen; o cuando los diversos medios se comportante
negativamente una medida distinta en relación con otros fines o principios, o cuando no es
seguro en qué medida lo hacen. Ibidem, p. 25.
28
De acuerdo con Alexy, al legislador no le está categóricamente prescrito adoptar el
medio más benigno. No se trata de una optimización hacia un determinado punto máximo.
Ibidem, pp. 28 y 29.
29
Alexy habla de afectación leve, intermedia y grave, que siempre son concretas. Ibidem,
p. 33
30
La importancia de los principios puede ser abstracta, aunque se termina definiendo
en los casos concretos. Ibidem, p. 38. De acuerdo con Alexy, los elementos del caso concreto
que resultan esenciales para la decisión son la medida examinada y las consecuencias que su
ejecución y no ejecución tienen para los principios implicados.
31
Se podría decir que las preguntas que plantea el test de proporcionalidad buscan sacar
a la luz errores de la deliberación como: a) que se tomen decisiones sin comprender cabal-
mente las alternativas y consecuencias; b) que se tengan visiones incompletas de las opciones
que tiene la institución, y c) que solo se tomen en cuenta las necesidades e intereses de una
fracción de la comunidad. Eskridge, William N. y Ferejohn, John, “Constitutional Horticul-
ture: Deliberation-Respecting Judicial Review”, Texas Law Review, vol. 87, 2009, p. 1227. En
palabras de Pettit, el control judicial es un mecanismo de réplica que nos permite evitar falsos
positivos, es decir, la identificación errónea de políticas que son en beneficio de intereses de
En primer lugar, cabe reiterar que en las tres preguntas hay márgenes
de apreciación sobre cuestiones normativas y empíricas.32. Ejemplo de lo
primero: ¿el derecho a la igualdad exige una acción afirmativa?; ejemplo
de lo segundo: ¿a la luz de los hechos y estudios científicos, el diseño de
tal acción afirmativa a favor de las mujeres es efectiva para lograr su par-
ticipación política? Asimismo, en relación con las cuestiones normativas y
empíricas puede haber errores, por no haber contemplado argumentos nor-
mativos, o no haber tenido a la mano o no haber tomado en cuenta inves-
tigaciones empíricas.33 Y en los tres pasos pueden aplicarse distintos niveles
de escrutinio, más o menos estrictos, según la intensidad de la restricción o
afectación, o por las personas involucradas, entre otros criterios.
Desde un punto de vista discursivo, el test de proporcionalidad puede
evaluarse como estructura de justificación para los individuos afectados por
la decisión34 y/o por los resultados que arroja. Como estructura de justifica-
ción, tiene las siguientes características.
En primer lugar, se analiza la decisión de otros poderes y los problemas
se plantean en términos de derechos, lo que implica que están presentes en
la discusión.35 Como dijimos, esta es una contribución de la justicia consti-
tucional a la deliberación, pues nos obliga a discutir sobre los mismos.
fracciones; mientras que las instituciones parlamentarias son las indicadas para evitar falsos
negativos, es decir, fallas en percibir opciones públicas. Pettit, Philip, “Depoliticizing Demo-
cracy”, Ratio Juris, vol. 17, núm. 1, 2004, pp. 60-63.
32
Esto es inevitable, pues se trata de cuestiones políticas que no son tan arbitrarias como
escoger entre dos tipos de comida, pero tampoco son cuestiones de conocimiento en las que
los expertos nos puedan dar una respuesta correcta. Pitkin, Hanna Fenichel, The Concept of
Representation, Berkeley-Los Ángeles, University of California Press, 1967, p. 212.
33
Alexy, Robert, “Epílogo…”, cit., p. 60.
34
Así lo ha llamado Kumm, Mattias, “Institutionalising Socratic Contestation: The Ra-
tionalists Human Rights Paradigm, Legitimate Authority and the Point of Judicial Review”,
EJLS, vol. 1, núm. 2, p. 2. Para Kumm, el principio de proporcionalidad permite a los
tribunales evaluar todas las consideraciones morales y pragmáticas relevantes de manera
explícita, sin ser una mera discusión legal. El énfasis de que se trata de una justificación para
los individuos lo hace Dyzenhaus, David, “Proportionality and Deference in a Culture of Justi-
fication”, en Huscroft, Grant; Miller, Bradley W. y Webber, Grégoire (eds.), Proportionality and
the Rule of Law. Rights, Justification, Reasoning, Cambridge, Cambridge University Press, 2014,
pp. 254 y 258.
35
Cabe resaltar que muchas veces a través del test de proporcionalidad los conflictos
se entienden como un enfrentamiento entre los derechos de un individuo y los derechos de
otros, y no necesariamente entre los derechos de uno frente a las preferencias mayoritarias
de otros. Miller, Bradley W., “Justification and Rights Limitations”, en Huscroft, Grant (ed.),
Expounding the Constitution Essays in Constitutional Theory, Nueva York, Cambridge University
Press, 2008, p. 105.
36
A este modelo Tremblay lo denomina modelo de prioridad de derechos que contrapo-
ne al modelo de optimización. Tremblay, Luc B., “An egalitarian defense of proportionality-
based balancing”, International Journal of Constitutional Law, vol. 12, núm. 4, 2014, p. 866.
Cabe aclarar que no en todas las concepciones los derechos tienen cierta prioridad especial
sobre otros intereses. Véase Klatt, Matthias y Meister, Moritz, The constitutional structure of
proportionality, Oxford, Oxford University Press, 2012, pp. 16-42.
37
Möller, Kai, “Proportionality and Rights Inflation”, en Huscroft, Grant; Miller, Brad-
ley W. y Webber, Grégoire (eds.), op. cit., p. 155.
38
Ibidem, p. 159.
39
Klatt, Matthias y Meister, Moritz, op. cit., p. 8.
40
Ekins, Richard, “Legislating Proportionately”, pp. 367-369; Miller, Bradley W.,
“Proportionality’s Blind Spot: Neutrality and Political Philosophy”, p. 375, ambos en Hus-
croft, Grant; Miller, Bradley W. y Webber, Grégoire (eds.), op. cit.
41
Antaki, Mark, “The Rationalism of Proportionality’s Culture of Justification”, en
Huscroft, Grant; Miller, Bradley W. y Webber, Grégoire (eds.), op. cit., p. 294.
48
Kumm, Mattias, “Political Liberalism and the Structure of Rights: On the Place and
Limits of the Proportionality Requirement”, en Pavlakos, George (ed.), Law Rights and Dis-
course The Legal Philosophy of Robert Alexy, Oregon, Hart Publishing, 2007, p. 133. Para Kumm,
el discurso de los derechos, además de utilizar el principio de proporcionalidad, se acompaña
de razones excluidas (p. ej., en el ámbito del derecho a libertad de expresión, discriminar
entre opiniones con base en su plausibilidad o corrección) y prohibiciones de usar a las per-
sonas como medios. En mi opinión, el principio de proporcionalidad nos da la oportunidad
de analizar si estamos frente a ese tipo de circunstancias.
49
Para Kumm, el principio de proporcionalidad es una estructura de justificación de un
acto en términos de la razón pública. Kumm, Mattias, “Institutionalising Socratic Contesta-
tion…”, cit., p. 12. Estoy de acuerdo con la primera parte de la afirmación —es una estruc-
tura de justificación—, pero no necesariamente con la segunda —que se hace en términos
de razón pública— si por ello se entiende un tipo de razones y no un método para razonar.
50
Miller, Bradley W., “Proportionality’s Blind Spot…”, cit., pp. 375-394. Kumm, Mat-
tias, “Political liberalism…”, cit., p. 148.
51
Ibidem, p. 396.
52
Alexy, Robert, “Epílogo…”, cit., p. 32.
53
Post, Robert, “First Lecture: A short history of representation and discursive demo-
cracy”, Citizens divided. Campaign Finance Reform and the Constitution, Harvard University Press,
2014, pp. 5, 36, 38, 41.
54
Habermas, Jürgen, “The Public Sphere: An Encyclopedia Article (1964)”, en Grip-
srud, Jostein et al. (eds.), The Idea of Public Sphere, Maryland, Lexington Book, 2010, p. 119.
55
Ibidem, pp. 114 y 115.
56
Habermas, Jürgen, The Structural Transformation of the Public Sphere. An Inquiry into a Cate-
gory of Bourgeois Society, trad. de Thomas Burger, Massachusetts, MIT Press, 1991, pp. 200 y
236.
57
Benhabib, Seyla, “Models of Public Space: Hannah Arendt, the Liberal Tradition,
and Jürgen Habermas”, en Calhoun, Craig (ed.), Habermas and the Public Sphere, Massachu-
setts, MIT Press, 1992, p. 87. En el mismo sentido, Fraser, Nancy, “Rethingking the Public
Sphere: A contribution to the Critique of Actually Existing Democracy”, en Calhoun, Craig
(ed.), op. cit., p. 122-128.
58
Nino, Carlos Santiago, La constitución de la democracia…, cit., p. 293. Según Kramer, esta
forma de concebir al control judicial empezó a gestarse desde 1790, cuando se divisó a este
como otro mecanismo que haría prevalecer “la razón” en la discusión pública, al agregar
otra voz capaz de promover la deliberación constitucional. Sin que con ello, por cierto, se
quitara al pueblo la última palabra. Kramer, Larry, The People Themselves. Popular Constitutiona-
lism and Judicial Review, Nueva York, Oxford University Press, 2004, p. 114.
59
Alexy, Robert, “Los derechos fundamentales en el Estado constitucional democrá-
tico”, en Carbonell, Miguel (ed.), Neoconstitucionalismo(s), 4a. ed, Madrid, Trotta, 2009,
p. 46.
60
Ibidem, p. 47. He agregado entre paréntesis la palabra “horizontal” para enfatizar que
debe tratarse, por lo menos, según la teoría deliberativa, de un discurso en posición de igual-
dad de los participantes. Contrario a lo que sucede con un discurso “vertical”.
61
Ibidem, p. 47.
62
Lo que no sucede, por ejemplo, con la pena de muerte en Europa o con las reglas
establecidas en términos específicos y categóricos. Sobre este último punto véase Ferreres
Comella, Víctor, “El Tribunal Constitucional ante la objeción democrática: tres proble-
mas”, Jurisdicción constitucional y democracia: Actas de las XVI Jornadas de la Asociación de Le-
trados del Tribunal Constitucional, Madrid, Tribunal Constitucional de España-CEPC, 2011,
p. 15.
67
Benhabib, Seyla, “Liberal Dialogue Versus a Critical Theory of Discursive Legiti-
mation”, en Rosenblaum, Nancy L. (ed.), Liberalism and Moral Life, Massachusetts, Harvard
University Press, 1989, p. 154.
68
Benhabib, Seyla, “Models of Public Space…”, cit., p. 84.
69
Fraser, Nancy, op. cit., p. 120.
70
Ibidem, p. 129.
71
Se declaró la inconstitucionalidad de los arts. 235, último párr., 237, 245, frac. I, 247,
último párr., y 248, todos de la Ley General de Salud, en las porciones normativas que es-
tablecen una prohibición para que la Secretaría de Salud emita autorizaciones para realizar
las actividades relacionadas con el autoconsumo con fines lúdicos o recreativos —sembrar,
cultivar, cosechar, preparar, poseer y transportar— del estupefaciente cannabis (sativa, índica
y americana o marihuana, su resina, preparados y semillas) y del psicotrópico “THC” (tetra-
hidrocannabinol, los siguientes isómeros: ∆6a (10a), ∆6a (7), ∆7, ∆8, ∆9, ∆10, ∆9 (11) y sus
variantes estereoquímicas), en conjunto conocido como marihuana.
72
Este régimen consiste en: i) limitaciones a los lugares de consumo; ii) prohibición de
conducir vehículos o manejar aparatos o sustancias peligrosas bajo los efectos de la sustancia;
iii) prohibiciones a la publicitación del producto, y iv) restricciones a la edad de quienes la
pueden consumir.
73
Buss, Sarah y Westlund, Andrea, “Personal Autonomy”, en Zalta, Edward N. (ed.),
The Stanford Encyclopedia of Philosophy, 2018, https://plato.stanford.edu/archives/spr2018/entries/
personal-autonomy/
74
Para una visión liberal y perfeccionista véase Raz, Joseph, The Morality of Freedom,
Oxford, Oxford University Press, 1986. Un comentario a la visión de Raz véase en Waldron,
Jeremy, “Autonomy and Perfectionism in Raz’s Morality of Freedom”, Southern California Law
Review, vol. 62, 1989.
75
Berlin, Isaiah, “Dos conceptos de libertad”, Sobre la libertad, trad. de Julio Bayón et al.,
Madrid, Alianza Editorial, 2009, p. 205.
76
En la tradición liberal, el principio de prevención del daño a terceros es el punto de
partida para definir cuándo está justificado restringir esa esfera de no interferencia. Véase
Mill, John Stuart, On Liberty and Other Essays, Oxford, Oxford University Press, 1991, pp. 13
y 14.
77
Waldron, Jeremy, “Autonomy and Perfectionism…”, cit., p. 1104.
78
Se reformaron los arts. 237, párr. primero; 245, frac. I, II y IV; 290, párr. primero; y se
adicionan el art. 235 bis y un segundo párr. a la frac. V del art. 245 de la Ley General de Salud.
79
El 2 de noviembre de 2015, los senadores Mario Delgado Carrillo, Luz María Beris-
táin Navarrete, Alejandro Encinas Rodríguez, Angélica de la Peña Gómez, Armando Ríos
Píter, Benjamín Robles Montoya, Isidro Pedraza Chávez, Zoé Robledo Aburto y Raúl Mo-
rón Orozco (Partido de la Revolución Demócrata [PRD]) propusieron reformar algunos
artículos de la Ley General de Salud. El 10 de noviembre de 2015, la Senadora Cristina
Díaz Salazar (Partido Revolucionario Institucional [PRI]) propuso reformar los arts. 237 y
245, frac. I de la Ley General de Salud, así como el cap. 12, apdo. 12.11 y el cap. 30, apdos.
30.03 y 30.04 de la Ley de Impuestos Generales de Importación y Exportación. El 31 de
marzo de 2016, los senadores Angélica de la Peña Gómez, Miguel Barbosa Huerta, Luis
Sánchez Jiménez, Alejandro Encinas Rodríguez, Armando Ríos Piter, Fidel Demediéis Hi-
dalgo, Zoé Robledo Aburto, Raúl Morón Orozco, Luz María Beristáin Navarrete, Humber-
to Fernández Fuentes, Verónica González Rodríguez, Benjamín Hernández Ruíz, Fernando
Mayans Canabal y Alejandra Roldán Benítez (PRD y Partido del Trabajo [PT]) propusieron
reformar diversos artículos del Código Penal Federal. El 6 de diciembre de 2017, el senador
Mario Delgado Carrillo (PT) propuso expedir la Ley General para el Control de la Cannabis
y sus Derivados, así como reformar algunos artículos de la Ley General de Salud, del Có-
digo Penal Federal y de la Ley del Impuesto Especial Sobre Producción y Servicios. El 13
de marzo de 2018, el senador Marlon Berlanga Sánchez (PT) propuso expedir la Ley sobre
la Cannabis y la Erradicación de la Violencia Provocada por su Prohibición en los Estados
Unidos Mexicanos.
80
El 18 de noviembre de 2015, el diputado Jonadab Martínez García (Movimiento Ciu-
dadano) propuso reformar algunos artículos de la Ley General de Salud y del Código Penal
Federal. El 26 de abril de 2016, los diputados José de Jesús Zambrano Grijalva y Guadalupe
Hernández Alcalá (PRD) propusieron adicionar y reformar artículos de la Ley General de
Salud. El 5 de noviembre de 2015, los diputados Jorge Álvarez Máynez y Víctor Manuel
Sánchez Orozco (Movimiento Ciudadano) propusieron expedir la Ley de Amnistía, a favor
de los sentenciados por delitos relacionados con el consumo o posesión de cannabis sativa,
índica o marihuana.
Capítulo tercero
TEORÍAS DE LA DEMOCRACIA.
EL CASO BONILLA Y LA JURISPRUDENCIA SOBRE
VICIOS EN EL PROCEDIMIENTO LEGISLATIVO
I. Introducción
1
Bickel, Alexander, The Least Dangerous Branch: The Supreme Court at the Bar of Politics,
Nueva York, The Bobbs-Merrill Company, Inc., 1962.
2
Ely, John Hart, Democracy and Distrust. A Theory of Judicial Review, Cambridge, Harvard
University Press, 1980.
57
3
Niembro Ortega, Roberto, La justicia constitucional de la democracia deliberativa, Madrid,
Marcial Pons, 2019.
4
Idem.
Es una teoría del control judicial que se guía por una concepción procedi-
mental de la democracia.5 Fue impulsada por la aportación de John Hart
Ely en su libro Democracy and Distrust, y recientemente ha sido retomada por
Stephen Gardbaum6 con el objetivo de ampliar los alcances de la teoría que
Ely propuso hace 40 años. Gardbaum extiende el tipo de fallas que los jueces
u otras instancias deben revisar, así como los tipos de control judicial que
estas demandan.7
Si recordamos, la teoría de Ely busca garantizar la participación de-
mocrática de las minorías sociales y fortalecer el sistema representativo,
como un desarrollo de la nota al pie número 4 del caso Carolene Products.8
Al tratarse de una teoría del control judicial de constitucionalidad de las
leyes, su preocupación principal es compatibilizar dicha potestad judicial
con la democracia. En otras palabras, no es una teoría que piense a la
justicia constitucional en toda su extensión, sino en la tensión que existe
entre la potestad de los jueces de anular o inaplicar leyes y el autogobierno
colectivo.
Ely quería evitar que los jueces impusieran sus valores morales, pues la
democracia implica que los representantes gobiernan con el consentimiento
de los ciudadanos.9 Para él, el papel de la Suprema Corte era resguardar el
procedimiento democrático previsto en la Constitución, cuidando que los
canales de comunicación y participación permanecieran abiertos para to-
dos los que pudieran ser afectados por la decisión, así como defender mino-
rías sociales que sistemáticamente fueran perjudicadas por los prejuicios de
las mayorías.10 Su teoría buscaba evitar decisiones como Lochner vs. New York
o Roe vs. Wade,11 pues aun cuando compartía la resolución de Roe, no corres-
pondía a los jueces imponer sus visiones morales o económicas.
De acuerdo con esta perspectiva, el control judicial debe estar limi-
tado a la garantía de unos cuantos principios o estructuras democráticas
5
Saffon, Maria Paula y Urbinati, Nadia, “Procedural Democracy, the Bulwark of Equal
Liberty”, Political Theory, vol. 41, núm. 2, 2013.
6
Gardbaum, Stephen, “Comparative Political Process Theory”, International Journal of
Constitutional Law, núm. 18, 2020.
7
Ely, John Hart, op. cit., pp. 92 y 100.
8
United States vs. Carolene Products Company, 304 U.S. 144 (1938).
9
Ely, John Hart, op. cit., pp. 4-7, 44 y 73.
10
Ibidem, pp. 74, 76, 87 y 100.
11
Lochner vs. New York, 198 U.S. 45 (1905) y Roe vs. Wade, 410 U.S. 113 (1973).
12
Gargarella, Roberto, La justicia frente al gobierno. Sobre el carácter contramayoritario del poder
judicial, Quito, Corte Constitucional del Ecuador, 2012, pp. 181 y 205.
13
Tushnet, Mark, Taking the Constitution away from the Courts, Nueva Jersey, Princeton Uni-
versity Press, 1999.
14
Issacharoff, Samuel y Pildes, Richard H., “Politics as Markets: Partisian Lockups of
the Democratic Process”, Stanford Law Review, vol. 50, núm. 3, 1998, pp. 644 y 648.
15
Pou Giménez, Francisca, “Supreme and Constitutional Courts: Directions in Cons-
titutional Justice”, en Sieder, Rachel; Ansolabehere, Karina y Alfonso, Tatiana (coords.),
Routledge Handbook of Law and Society in Latin America, Nueva York, Routledge, 2019.
las amplias atribuciones que tienen los tribunales constitucionales, que les
obligan a resolver una extensa variedad de casos sobre temas como el com-
bate a la corrupción, conflictos competenciales verticales y horizontales,
protección de derechos sociales, disputas partidistas, garantía del sistema
representativo, protección de minorías sociales, etc. Por ello, como lo se-
ñala Klarman, al hablar del control judicial mayoritario, las teorías del
proceso político deben ser pensadas como complementarias a otras teorías
del control judicial.16 Lo mismo sucede con la propuesta de Gardbaum,
quien reconoce explícitamente que su teoría no debe ser el modo exclusivo
o principal de control judicial.17 De hecho, el modelo de garantía judicial
del proceso político derivado de la nota al pie número 4 del caso Carolene
Products no fue pensado como un desarrollo acabado de la teoría de la in-
terpretación.18
El cuestionamiento anterior a las teorías del proceso político podría
contestarse señalando que su propuesta implica necesariamente una reduc-
ción de las tareas actualmente encomendadas a la justicia constitucional en
muchas constituciones modernas.19 Es decir, en defensa de la garantía del
proceso político podría decirse que, para su aplicación correcta, las mate-
rias del conocimiento de la justicia constitucional deben reducirse o modi-
ficarse, por ejemplo, quitando del ámbito de competencia de los tribunales
constitucionales la resolución de conflictos sobre derechos sociales o con-
tra la corrupción, por mencionar algunos. Ahora bien, en tanto esas mate-
rias le son atribuidas a la justicia constitucional o ella misma expande sus
competencias,20 creo que nuestras teorías deben ser pensadas para informar
la actuación total de los tribunales o reconocer que la garantía judicial del
proceso político solo es complementaria de otras propuestas. Lo que me re-
sulta difícil de aceptar es que las teorías del proceso político sean suficientes
para guiar la actuación de tribunales constitucionales, como los latinoame-
ricanos, que tienen encomendadas una amplia gama de materias para su
resolución y deben hacer frente a retos importantísimos que les plantea la
realidad social.
16
Klarman, Michael J., “Majoritarian Judicial Review: The Entrenchment Problem”,
Georgetown Law Review, vol. 85, 1996-1997, p. 501; Gardbaum, Stephen, op. cit., p. 3.
17
Gardbaum, Stephen, op. cit., p. 40.
18
Klarman, Michael J., “The puzzling resistance to political process theory”, Virginia
Law Review, vol. 77, núm. 4, 1991, p. 749.
19
Landau, David, “Substitute and complement theories of judicial review”, Indiana Law
Journal, vol. 92, núm. 4, 2017, p. 1311.
20
Klarman, Michael J., “Majoritarian Judicial Review…”, cit., p. 550.
Es posible que, en países como Estados Unidos, la teoría del proceso po-
lítico de Ely21 no genere una tensión con sus compromisos constitucionales,
pues el control judicial no está previsto en su texto constitucional y mucho
menos se prevén procedimientos específicos para cuestionar la constitucio-
nalidad de leyes o actos de autoridades administrativas, como sí sucede en
algunas constituciones de América Latina. Además, es una Constitución
que no prevé derechos económicos y sociales o la aplicación horizontal de
los derechos humanos, por mencionar algunas diferencias. Es decir, es posi-
ble entender la teoría de Ely porque tiene como presupuesto una Constitu-
ción como la estadounidense, la que no es un impedimento para que el día
de mañana, si así lo decide la Suprema Corte, esta deje de conocer de ma-
terias que al día de hoy sí considera cuestiones justiciables. Ahora bien, este
mismo presupuesto no se da en las constituciones latinoamericanas, porque
muchas de ellas contienen un compromiso transformador y posliberal,22 de
acuerdo con el cual el Estado tiene encomendado el cambio social y deberes
positivos para lograrlo.23
Por estas razones, la pregunta es en qué medida debemos inspirar-
nos en teorías de la garantía judicial del proceso político como la de Ely,
ante las grandes diferencias de contexto de la región latinoamericana,24 las
distintas atribuciones que tienen nuestros tribunales constitucionales y el
mandato transformador de muchas constituciones latinoamericanas. Más
aún cuando la teoría del proceso político de Ely asumía que en Estados
21
Ely, John Hart, op. cit., pp. 92 y 100.
22
Farinacci-Fernós, Jorge M., “Post-Liberal Constitutionalism”, Tulsa Law Review, vol.
54, núm. 1, 2018; Bogdandy, Armin von, “El mandato transformador del Sistema Intera-
mericano de Derechos Humanos. Legalidad y legitimidad de un proceso jurisgenerativo
extraordinario”, Revista del Centro de Estudios Constitucionales, núm. 19, 2019.
23
Klare, Karl, “Legal Culture and Transformative Constitutionalism”, South African Jour-
nal on Human Rights, vol. 14, núm. 1, 1998; Grote, Rainer, “The Mexican Constitution of
1917. An early example of radical Transformative Constitutionalism”, en Bogdandy, Armin
von et al. (eds), Transformative Constitutionalism in Latin America. The emergence of a New Ius Com-
mune, Nueva York, Oxford University Press, 2017; Davis, Dennis M., “Transformation and
the Democratic Case for Judicial Review: The South African Experience”, Loyola University
Chicago International Law Review, vol. 5, núm. 1, 2007, p. 46.
24
Gargarella, Roberto, “Cinco movimientos de un debate inacabado. Sobre la justicia
constitucional de la democracia deliberativa de Roberto Niembro”, en Niembro Ortega,
Roberto (autor), La justicia constitucional de la democracia deliberativa, cit.; Gargarella, Roberto,
“La revisión judicial para las democracias latinoamericanas”, en Niembro Ortega, Roberto
y Verdugo, Sergio (eds.), La justicia constitucional en tiempos de cambio, México, SCJN, 2019. Una
pregunta que surge de este llamado a la contextualización latinoamericana del papel de la
justicia es el anuncio sobre un papel más protagónico para los jueces constitucionales.
En el apartado anterior argumenté que las teorías del proceso político son
insuficientes para dar cuenta de las atribuciones que tienen los tribunales
constitucionales en la región latinoamericana y los retos que tienen ante sí.
Ahora quiero ejemplificar cuál es la utilidad parcial que sí tienen para países
como México, particularmente para pensar en nuevos diseños institucionales
o resolver asuntos en los que está de por medio la garantía de los principios y
estructuras del sistema representativo. En efecto, la idea de que solucionan-
do o aminorando los problemas de exclusión de voces de la esfera pública
permitirá que los intereses de los excluidos sean tomados en cuenta por los
órganos representativos y sus problemas sean atendidos sigue siendo muy
potente.
La utilidad de la garantía del proceso político es evidente a la luz de
asuntos, entre otros, en los que quienes gobiernan modifican las reglas que
regulan el proceso electoral en su beneficio, dificultando o impidiendo el
acceso al poder de otros grupos. De acuerdo con las teorías de la garantía
judicial del proceso político, este es un caso idóneo para el control judicial,
incluso aplicando un escrutinio más riguroso, es decir, las cortes deberían
analizar con mayor cautela la decisión de quienes detentan el poder de
cambiar las reglas del juego para perpetuarse en el mismo, dificultando la
entrada de quienes están afuera (segundo párr. de la nota al pie 4 de Carolene
Products).
De hecho, no podemos pasar por alto la relevancia que la teoría sobre
la garantía judicial del proceso político tiene en el actual contexto mexica-
no. Al menos discursivamente, una de las transformaciones sustanciales que
prometió el cambio de régimen derivado de las elecciones de 2018 radica en
una apuesta por la democracia participativa.26 En este sentido, como argu-
25
Parker, Richard Davies, “The Past of Constitutional Theory-And its Future”, Ohio
State Law Review, vol. 42, 1981, p. 241.
26
Véase Linares, Sebastián, Democracia participativa epistémica, Madrid, Marcial Pons,
2017.
27
Niembro Ortega, Roberto, “John Hart Ely in the Mexican Supreme Court”, en pren-
sa.
28
Domingo, Pilar, “Judicial Independence: The Politics of the Supreme Court in Mexi-
co”, Journal of Latin American Studies, vol. 32, núm. 3, octubre de 2000. Véase Mijangos y
González, Pablo, Historia mínima de la Suprema Corte de México, México, El Colegio de México,
2019, p. 142.
29
Zaldívar, Arturo, “La justicia constitucional en México. Balance y retos”, en Vega Gó-
mez, Juan y Corzo Sosa, Edgar (coords.), Tribunales y justicia constitucional, México, IIJ-UNAM,
2002, p. 423; Magaloni, Beatriz, “Enforcing the Autocratic Political Order and the Role of
Courts: The Case of Mexico”, en Ginsburg, Tom y Moustafa, Tamir (eds.), Rule by Law. The
Politics of Courts in Authoritarian Regimes, Cambridge, Cambridge University Press, 2008; Pozas
Loyo, Andrea y Ríos Figueroa, Julio, “The Transformations of the Role of the Mexican Su-
preme Court”, en Castagnola, Andrea y López Noriega, Saul (eds.), Judicial Politics in Mexico.
The Supreme Court and the Transition to Democracy, Nueva York, Routledge, 2016.
30
Carbonell, Miguel y Salazar, Pedro, La reforma constitucional de derechos humanos. Un nuevo
paradigma, México, IIJ-UNAM, 2011; Pou Giménez, Francisca, “The Constitution of Mexico”,
en Hübner Mendes, Conrado y Gargarella, Roberto (eds.), The Oxford Handbook of Latin Ame-
rican Constitutional Law, Oxford, Oxford University Press, en prensa.
31
SCJN, acción de inconstitucionalidad 112/2019 y sus acumuladas, p. 172.
32
Como señala Nino, el procedimiento democrático no es una actividad espontánea,
sino un producto de reglas. Nino, Carlos Santiago, La constitución de la democracia deliberativa,
trad. de Roberto Saba, España, Gedisa, 2003, p. 273. Por su parte, Stephen Holmes señala
que no hay una decisión colectiva fuera de los procedimientos e instituciones previamente
establecidos. Holmes, Stephen, Passions & Constraint On the theory of liberal democracy, Chicago,
The University of Chicago Press, 1995, p. 9.
33
Saffon, Maria Paula y Urbinati, Nadia, op. cit., p. 16.
34
Issacharoff, Samuel, Fragile Democracies, Nueva York, Cambridge University Press,
2015, p. 3.
35
En la p. 202 de la acción de inconstitucionalidad 112/2019 y acumuladas dice: “El
Tribunal Pleno consideró que la norma suprema ha optado por una democracia participa-
tiva, en igualdad y libertad. Es decir, por un gobierno de la mayoría limitado por la Consti-
tución, lo que ha dado lugar a un modelo democrático participativo y constitucional, pero
igualmente liberal y social”.
36
Mangaberia Unger, Roberto, What Should Legal Analysis Become?, Gran Bretaña, Verso,
1996, p. 72.
37
Kuo, Ming-Sung, “Against instantaneous democracy”, International Journal of Constitu-
tional Law, vol. 17, núm. 2, abril de 2019, pp. 554-575.
38
Tesis P. XLIX/200, Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, Novena Época,
t. XXVII, junio de 2008, p. 709.
39
SCJN, acción de inconstitucionalidad 52/2006 y sus acumuladas 53/2006 y 54/2006,
resuelta el 4 de enero de 2007.
40
SCJN, acción de inconstitucionalidad 107/2008 y sus acumuladas 108/2008 y
109/2008, resuelta el 20 de noviembre de 2008.
41
SCJN, acción de inconstitucionalidad 19/2010, resuelta el 25 de octubre 2010.
42
SCJN, acción de inconstitucionalidad 53/2015 y sus acumuladas 57/2015, 59/2015,
61/2015, 62/2015 y 63/2015, resuelta el 5 de octubre de 2015.
43
Idem.
Pudiera parecer que esta es una cuestión obvia, pues una de las funcio-
nes principales de los parlamentos es legislar; sin embargo, esto no siempre
sucede así. Como sabemos, un buen número de leyes son elaboradas por fun-
cionarios de la Administración que no son elegidos ni sujetos a un proceso de
reelección, y solo son controlados eventualmente por funcionarios que sí lo
son. De hecho, en tiempos recientes, Philip Pettit ha abogado por la despoliti-
zación de la democracia mediante la conformación de comisiones de expertos
que eviten que las decisiones parlamentarias sean guiadas por pasiones popu-
lares, cuestiones de moralidad o intereses de fracciones, con el fin de blindar
la deliberación y que las decisiones sean tomadas por razones compartidas.44
En México tenemos un buen ejemplo de ello: el Consejo Rector del
Pacto por México. El Pacto por México fue una agenda política que se fija-
ron las tres principales fuerzas políticas del país al inicio del sexenio del pre-
sidente Enrique Peña Nieto —recalco: las tres principales, mas no todas las
fuerzas representadas en el Congreso—. Por su parte, el Consejo Rector era
un grupo de parlamentarios, representantes de los partidos y del Gobierno
que redactaron distintas iniciativas de ley que finalmente fueron aprobadas
sin mayor discusión por el Congreso.
Es decir, el Consejo sirvió para vaciar de sentido la función que tiene
un Parlamento en una democracia, pues aun cuando pudiera aceptarse que
las propuestas legislativas se hubiesen originado en el Consejo, es ineludi-
ble que sean discutidas por los representantes populares.45 Efectivamente,
el Parlamento debe ser un espacio en el que todas las fuerzas políticas que
han sido electas por los ciudadanos46 —y no solo unas cuantas— puedan
deliberar siguiendo ciertas pautas y decidir a través de la regla de la mayoría
sobre la forma más adecuada de cumplir con los principios y reglas estable-
cidos en la Constitución. Ahora bien, la diferencia con el Consejo Rector es
que en el Congreso solo participan aquellos que fueron electos y funcionan
de acuerdo con normas establecidas para el procedimiento de discusión y
votación, en el que las minorías pueden hacer valer su punto de vista, aun
44
Pettit, Philip, “Depoliticizing Democracy”, Ratio Juris, vol. 17, núm. 1, 2004, pp. 54 y
59.
45
Véase Manin, Bernard, The Principles of Representative Government, Cambridge, Cam-
bridge University Press, 1997, p. 191.
46
Que sean las personas electas las que legislen refleja nuestro compromiso democrático.
Waldron, Jeremy, “Principles of legislation”, en Bauman, Richard W. y Kahana, Tsvi (eds.),
The Least Examined Branch. The Role of Legislatures in the Constitutional State, Nueva York, Cam-
bridge University Press, 2006, p. 25.
47
Waldron, Jeremy, “Principles of legislation”, cit., p. 26; “Legislating with integrity”,
Fordham Law Review, vol. 72, 2003, p. 383.
48
Waldron, Jeremy “Principles of legislation”, cit., p. 18.
49
Ibidem, p. 20.
50
Hauriou, Maurice, Principios de derecho público y constitucional, trad. de Carlos Ruiz del
Castillo, Granada, Comares, 2003, p. 514.
a) Deliberación efectiva
51
Requejo, Paloma, Democracia parlamentaria y principio minoritario. La protección constitucional
de las minorías parlamentarias, Barcelona, Ariel, 2000, p. 49.
52
Ferreres Comella, Víctor, “Una defensa de la rigidez constitucional”, Doxa, núm. 23,
2000, p. 40.
53
Gargarella, Roberto, “Representación plena, deliberación e imparcialidad”, en Elser,
John (comp.), La democracia deliberativa, Barcelona, Gedisa, 2001, pp. 323-325 y 334.
54
Waldron, Jeremy, “Principles of legislation”, cit., p. 22.
55
Habermas, Jürgen, Facticidad y validez, trad. de Manuel Jiménez Redondo, Madrid,
Trotta, 2008, p. 251.
Ahora bien, una cosa es que la mayoría de voces cuenten con represen-
tantes y otra es que estos actúen siendo sensibles con los intereses que dicen
representar. Esto es, que los representantes sirvan para comunicar al cuerpo
legislativo y deliberar sobre los intereses de quienes los eligieron.56 En teoría,
el voto y la celebración de elecciones recurrentes son medios para lograr
que la deliberación sea efectivamente representativa; sin embargo, muchas
veces estos mecanismos no son suficientes.
Así, puede suceder que, aun cuando teóricamente ciertos intereses ten-
gan representantes en el Congreso, estos no sean representados. De hecho,
los parlamentos tienden cada vez más a comportarse solo como un poder
del Estado —que gobierna—, olvidando su función representativa.57 Esto
puede deberse, por ejemplo, al control que los partidos políticos ejercen so-
bre los representantes.58
Esta no es una coincidencia. El sistema representativo vigente en mu-
chas democracias contemporáneas fue diseñado con el objetivo de separar
a los representantes y a los representados, es decir, a la clase dirigente y a
la ciudadanía, teniendo como consecuencia que los sistemas políticos sean
más permeables a las influencias de los grupos de interés que a la voluntad
de las mayorías.59
56
Waldron, Jeremy, “Principles of legislation”, cit., p. 28. Esta afirmación tiene varias
complicaciones. La primera es que, en algunos casos, los representados no tienen ningún
interés o conocimiento del tema. Fenichel Pitkin, Hanna, The Concept of Representation, Cali-
fornia, University of California Press, 1967, p. 163. En segundo término, la pregunta es si los
intereses de quienes los eligieron son objetivos o se refieren a las opiniones de la gente. Ibidem,
p. 197. Tercero ¿los parlamentarios deben ser sensibles a los intereses de quienes los eligieron
o una vez electos deben velar por el interés de la nación? Vega, Pedro de, “Significado de
la representación política”, Revista de Estudios Políticos, núm. 44, marzo-abril de 1985, p. 29.
Cuarto, cómo ser sensibles a la opinión pública si está en constante conformación y cambio.
Post, Robert, “First Lecture: A short history of representation and discursive democracy”,
Citizens divided. Campaign Finance Reform and the Constitution, Massachusetts, Harvard University
Press, 2014, p. 35-37. Finalmente, está la dificultad estructural de que los grupos sociales
suelen estar conformados por minorías diferentes que no tienen posiciones uniformes. Gar-
garella, Roberto, “Representación plena, deliberación e imparcialidad”, cit., p. 335.
57
Garrorena, Ángel, Representación política y constitución democrática, Madrid, Civitas, 1991,
pp. 49 y 95. Como explica García Roca siguiendo a Kriele, la representación es una adju-
dicación de competencia que se completa con una responsabilidad que tiene el representante de
actuar en interés de los representados. García Roca, Javier, Cargos públicos representativos. Un
estudio del artículo 23.2 de la Constitución, Pamplona, Aranzadi, 1999, pp. 55 y 56.
58
Garrorena, Ángel, op. cit., pp. 66-71. Sobre el mandato de facto que tienen los partidos
sobre los representantes véase Habermas, Jürgen, The Structural Transformation of the Public
Sphere, trad. de Thomas Burger, Massachusetts, MIT Press, p. 205.
59
Gargarella, Roberto, “Crisis de representación y constituciones contramayoritarias”,
Isonomía, núm. 2, 1995, p. 89.
60
Habermas, Jürgen, Facticidad y validez, cit., pp. 251 y 252. Aquí se defiende una con-
cepción dependiente de la representación según la cual los intereses relevantes para el
representante son dependientes de las preferencias de los representados discutidas en la
esfera pública, por lo que los representantes deben ser sensibles a ellos. Cabe aclarar que
la actividad representativa siempre necesita de un cierto margen de discrecionalidad o in-
dependencia para poder ser deliberativa. Martí, José Luis, La república deliberativa. Una teoría
de la democracia, Madrid, Marcial Pons, 2006, pp. 223, 224 y 227. En mi opinión, la discu-
sión radica en los mecanismos de comunicación que se establezcan entre representantes y
representados.
61
Post, Robert, op. cit., pp. 8, 13, 20, 21, 22 y 36. Sobre la libertad de expresión y las
elecciones como canales de comunicación también véase Manin, Bernard, op. cit., pp. 170 y
175.
62
Waldron, Jeremy, “Legislating with integrity”, cit., p. 383.
63
Ely, John Hart, Democracia y desconfianza, trad. de Magdalena Holguín, Bogotá, Siglo
del Hombre Editores, 1997, p. 125. En el mismo sentido, García Roca, quién además nos
recuerda que una minoría son tanto los grupos como cada uno de los parlamentarios indi-
vidualmente considerados. García Roca, Javier, op. cit., p. 120 y 291. Para Ekkehart Stein,
el problema constitucional más importante del Parlamento consiste en la protección de mi-
norías. Ekkehart, Stein, Derecho Político, trad. de Fernando Sainz Moreno, Madrid, Aguilar,
1973, p. 53. En el mismo sentido, Torres Muro, Ignacio, “Actos internos de las cámaras y
recurso de amparo. Un comentario al auto del Tribunal Constitucional de 21 de marzo de
1984”, Revista Española de Derecho Constitucional, año IV, núm. 12, 1984, p. 167. También Re-
quejo, Paloma, op. cit., pp. 27 y 28.
64
Aragón Reyes, Manuel, “Democracia y representación. Dimensiones subjetiva
y objetiva del derecho de sufragio”, en Orozco Henríquez, J. Jesús (comp.), Democracia
y Representación en el umbral del Siglo XXI. Memoria del III Congreso Internacional de Derecho
c) Deliberación pública
Electoral, México, IIJ-UNAM, 1999, pp. 21 y 22. También véase Torres Muro, Ignacio,
“Los derechos de los parlamentarios”, Revista de Derecho Político, núm. 44, 1998, pp.
257-281.
65
Manin, Bernard, op. cit., p. 167.
66
De acuerdo con Habermas, el principio de supervisión del poder es una contribución
del modelo liberal de la esfera pública. Habermas, Jürgen, “The Public Sphere: An Encyclo-
pedia Article (1964)”, en Gripsrud, Jostein et al. (eds.), The Idea of Public Sphere, Maryland,
Lexington Book, 2010, p. 117.
67
En el mismo sentido, Waldron, Jeremy, “Principles of legislation”, cit., p. 22. También
Hauriou, Maurice, op. cit., p. 516; Vega, Pedro de, “El principio de publicidad parlamentaria
y su proyección constitucional”, Revista de Estudios Políticos, núm. 43, 1985, p. 49.
68
Vega, Pedro de, “El principio de publicidad parlamentaria…”, cit., pp. 49 y 50.
69
Es que, como dice Habermas, la dominación política debe su fuerza legitimadora a
un procedimiento democrático que tiene como fin garantizar un tratamiento racional de las
cuestiones políticas. Habermas, Jürgen, Facticidad y validez, cit., p. 238.
70
García Roca, Javier, op. cit., p. 121.
71
Hauriou, Maurice, op. cit., pp. 516 y 517. En el mismo sentido, García Roca, Javier, op.
cit., p. 123. También Biglino, Paloma, Los vicios en el procedimiento legislativo, Madrid, CEPC,
1991, pp. 82 y 83. Sobre las instrucciones y la prohibición de mandato imperativo véase
Manin, Bernard, op. cit., pp. 163-167.
72
García Roca, Javier, op. cit., pp. 64, 123, 253 y 254. Sobre el papel de los grupos parla-
mentarios véase García-Escudero Márquez, Piedad, “El parlamentario individual en un Par-
lamento de grupos: la participación en la función legislativa”, Teoría y Realidad Constitucional,
núm. 28, 2011, pp. 205-242.
73
Se trata de orientarse por los programas, no de seguirlos a rajatabla, pues también eso
sería contrario a la posibilidad de deliberar y de atender a las circunstancias particulares que
se van presentando. Manin, Bernard, op. cit., pp. 213 y 221.
74
Vega, Pedro de, “Significado constitucional de la representación política”, cit., pp. 35-
37; Manin, Bernard, op. cit., p. 196.
V. Conclusión
75
Idem. Sobre la disciplina partidaria véase también Post, Robert, op. cit., p. 24.
76
Waldron, Jeremy, “Principles of legislation”, cit., p. 30.
77
García Roca, Javier, op. cit., pp. 335, 343 y 345.
78
Issacharoff, Samuel y Pildes, Richard H., op. cit., p. 648.
79
Barak, Aharon, The judge in democracy, Nueva Jersey, Princeton University Press, 2006.
Capítulo cuarto
Desde las primeras horas del 3 de junio de 2019, miles de taxistas del Movi-
miento Nacional Taxista comenzaron a bloquear las principales avenidas y
entradas a la Ciudad de México, argumentando que las autoridades imponen
condiciones injustas y les discriminan. Más tarde durante ese día, los taxis-
tas se reunieron en el Zócalo para protestar en contra de la reglamentación
administrativa de aplicaciones como Uber o Cabify, al considerar que las
autoridades privilegiaban esos servicios. Asimismo, los taxistas informaron a
la jefa de gobierno de la Ciudad de México, Claudia Sheinbaum Pardo, que,
de no alcanzarse un acuerdo con igualdad de oportunidades, seguirían las
protestas.1 La Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) ya se ha pro-
nunciado en dos ocasiones en relación con la regulación de estas plataformas
y es más que probable que lo tendrá que hacer en un futuro cercano otra vez.
El uso de plataformas tecnológicas como Uber presenta retos impor-
tantes al derecho constitucional relacionados con el derecho a la privacidad
y el uso de datos personales de los usuarios, los derechos laborales de los
conductores, el derecho como usuario a no ser discriminado en la presta-
ción del servicio y la regulación del mercado. La Suprema Corte solo se ha
pronunciado en dos ocasiones sobre la regulación del mercado prevista en
la legislación de los estados de Yucatán y Colima.2 Sus sentencias han sido
consideradas importantes precedentes para América Latina.3
1
Redacción Animal Político, “Taxistas comienzan a liberar vialidades principales; buscan
ser atendidos en Segob”, https://www.animalpolitico.com/2019/06/taxistas-manifestaciones-cierre-
cdmx/; Redacción Aristegui Noticias, “Taxistas provocan caos en la CDMX; protestan contra
Uber, Didi y Cabify”, https://aristeguinoticias.com/0306/mexico/taxistas-provocan-caos-en-la-cdmx-
protestan-contra-uber-didi-y-cabify/; Redacción El Universal, “Taxistas se crucifican para protes-
tar contra Uber y Cabify”, https://www.eluniversal.com.mx/metropoli/cdmx/taxistas-se-crucifican-
para-protestar-contra-uber-y-cabify
2
SCJN, acción de inconstitucionalidad 63/2016, 22 de mayo de 2017; acción de in-
constitucionalidad 13/2017, 16 de octubre de 2018.
3
American Bar Association Section of Labor & Employment Law, International Labor and
Employment Law Committee Midyear Meeting, 47, 2018.
79
riesgos de seguridad para los usuarios y abusos por el prestador del servicio,
por ejemplo, la utilización de vehículos en malas condiciones, la elección de
rutas más largas o cargos excesivos. Adicionalmente, esta situación reduce
los incentivos para que los proveedores mejoren la calidad del servicio, pues
se benefician de la posición cautiva del usuario. Por otro lado, los problemas
de coordinación consisten en que los pasajeros potenciales no saben exacta-
mente dónde tomar el taxi, así como los conductores ignoran el lugar don-
de pueden recoger pasajeros, lo que puede generar una falta de oferta en
lugares con una demanda alta y sobreoferta en lugares con baja demanda,
además de implicar altos tiempos de espera y subutilización de vehículos.
Como veremos, algunas de las preguntas que se presentaron a la Su-
prema Corte también se han hecho en el derecho comparado. La primera
es si Uber debe categorizarse como un servicio de transporte o de interme-
diación a través de plataformas tecnológicas. Al respecto, Uber ha buscado
que el servicio sea clasificado como de intermediación, para evitar cualquier
comparación con el servicio de taxis y evadir el reconocimiento de derechos
laborales a los conductores. Asimismo, Uber se presenta como un interme-
diario para que la relación contractual sea vista como un acuerdo entre dos
partes iguales —los consumidores y los conductores—, pero no como un
pacto entre la empresa y los consumidores. En segundo lugar, estos casos
requieren que la justicia constitucional defina si la cuestión planteada con-
siste en una restricción de las libertades fundamentales de los conductores
o un conflicto de intereses entre los conductores, los conductores de taxis,
los usuarios y la empresa. Uber ha buscado y logrado que la cuestión sea
estudiada como un problema de restricción de derechos fundamentales de
los conductores, específicamente sus derechos de acceso al mercado, liber-
tad de trabajo y libertad de comercio. En tercer lugar, debe decidirse qué
metodología emplear para analizar la constitucionalidad de la regulación.
En el caso de la Suprema Corte, aun cuando la mayoría no utilizó el test de
proporcionalidad, sí aplicó un test de razonabilidad.
Este capítulo está dividido en tres secciones. En la primera analizaré
brevemente cómo la tecnología complica la categorización del servicio. En
segundo lugar, estudiaré los problemas que derivan de encuadrar la cues-
tión como una restricción a los derechos fundamentales de los conductores
y no como un conflicto de intereses. La implicación más importante de este
encuadre es la prioridad normativa de los intereses de los conductores y las
fuertes razones que se necesitan para su limitación; más aún, se genera la
percepción de que se trata de un problema individual, esto es, la restricción
de la libertad de cada conductor que quiere proveer ese servicio. En tercer
4
Green, Jamal, “Foreword: Rights as trumps?”, Harvard Law Review, vol. 132, 2018, pp.
74 y 82.
5
Möller, Kai, The Global Model of Constitutional Rights, Oxford, Oxford University Press,
2013, pp. 2-15. También véase Weinrib, Lorraine E., “Constitutional Conceptions and
Constitutional Comparativism”, en Jackson, Vicki C. y Tushnet, Mark (eds.), Defining the Field
of Comparative Constitutional Law, Westport, Praeger, 2002, p. 15.
6
Green, Jamal, op. cit., p. 33. También véase Beatty, David M., The Ultimate Rule of Law,
Nueva York, Oxford University Press, 2004, p. 169; Schlink, Bernhard, “Proportionality”,
en Rosenfeld, Michel y Sajó, András (eds.), Oxford Handbook of Comparative Constitutional Law,
Reino Unido, Oxford University Press, 2012, p. 736.
7
Bonilla Maldonado, Daniel, “Toward a Constitutionalism of the Global South”, en
Bonilla Maldonado, Daniel (ed.), Constitutionalism of the Global South, Cambridge, Cambridge
University Press, 2013.
8
Green, Jamal, op. cit., p. 69. También véase Möller, Kai, The Global Model of Constitutio-
nal Rights, cit., p. 143.
12
Legal U.S. Terms of Use. Effective December 13, 2017, https://www.uber.com/legal/
terms/us/
13
Asociación Profesional Élite Taxi vs. Uber Systems Spain, Caso C-434/15, Tribunal de Justicia
(Gran Sala) [GSTJ] [Grand Chamber of the Justice Tribunal], 20 de diciembre de 2017.
Una de las estrategias que utiliza Uber para beneficiarse es el encuadre que
se hace del fenómeno que debe regularse.14 Como dije, Uber no presenta la
acción como una empresa directamente afectada, sino que una minoría legis-
lativa fue la que presentó el asunto argumentado que se violaban los derechos
de los conductores. De esta manera, Uber logró que se estudiara como un
tema de limitación de derechos de los conductores, siendo que en realidad
se trata de un conflicto de intereses entre la empresa, sus conductores, los
conductores de taxi y los consumidores. Como Stuart Sheingold llama la
atención, hay una cierta dignidad en hacer valer un derecho porque se hacen
prevalecer símbolos de legitimidad que transcienden sus problemas persona-
les. En este sentido, una vez que se reclama un derecho, la maximización de
la libertad individual toma prioridad.15
De esta manera, dado que el asunto fue presentado como una restricción
de libertades de los conductores de Uber, la Corte se planteó el problema
como una posible violación de sus derechos. Una de las consecuencias de
considerar el conflicto como una violación de libertades es que el análisis se
hace desde una perspectiva individual, la de la persona titular del derecho,16
en este caso, los derechos de los conductores de Uber. Así, la Corte conside-
ró que la legislación violaba las libertades de acceso al mercado, de trabajo y
de comercio de los conductores, mismas que fueron conceptualizadas como
libertades fundamentales que tienen prioridad normativa frente a otros in-
tereses, esto es, que necesitan de razones fuertes para ser limitadas, las que
deben ser analizadas por la Corte.17 La categorización como libertades fun-
damentales tiene, en parte, una base en el texto de la Constitución, pues el
14
Zwick, Austin, “Welcome to the Gig Economy: neoliberal industrial relations and the
cases of Uber”, GeoJournal Springer, vol. 83, 2017.
15
Scheingold, Stuart A., The politics of Rights, Michigan, University of Michigan Press,
2004.
16
Urbina, Francisco, A Critique of Proportionality and Balancing, Cambridge, Cambridge
University Press, 2017, p. 24.
17
Julian Rivers lo llama “state-limiting” como alternativa al de proporcionalidad. Véa-
se Rivers, Julian, “Proportionality and variable intensity of review”, Cambridge Law Journal,
núm. 1, 12 de marzo de 2006, p. 176.
Artículo 28. En los Estados Unidos Mexicanos quedan prohibidos los mono-
polios, las prácticas monopólicas, los estancos y las exenciones de impuestos
en los términos y condiciones que fijan las leyes. El mismo tratamiento se dará
a las prohibiciones a título de protección a la industria. En consecuencia, la
ley castigará severamente, y las autoridades perseguirán con eficacia, toda
concentración o acaparamiento en una o pocas manos de artículos de con-
sumo necesario y que tengan por objeto obtener el alza de los precios; todo
acuerdo, procedimiento o combinación de los productores, industriales, co-
merciantes o empresarios de servicios, que de cualquier manera hagan, para
evitar la libre concurrencia o la competencia entre si y obligar a los consu-
midores a pagar precios exagerados y, en general, todo lo que constituya una
ventaja exclusiva indebida a favor de una o varias personas determinadas y
con perjuicio del público en general o de alguna clase social.
18
Art. 5. A ninguna persona podrá impedirse que se dedique a la profesión, industria,
comercio o trabajo que le acomode, siendo lícitos. El ejercicio de esta libertad solo podrá
vedarse por determinación judicial, cuando se ataquen los derechos de tercero, o por resolu-
ción gubernativa, dictada en los términos que marque la ley, cuando se ofendan los derechos
de la sociedad. Nadie puede ser privado del producto de su trabajo, sino por resolución judi-
cial. La ley determinará en cada entidad federativa, cuáles son las profesiones que necesitan
título para su ejercicio, las condiciones que deban llenarse para obtenerlo y las autoridades
que han de expedirlo.
Nadie podrá ser obligado a prestar trabajos personales sin la justa retribución y sin su
pleno consentimiento, salvo el trabajo impuesto como pena por la autoridad judicial, el cual
se ajustará a lo dispuesto en las fracciones I y II del artículo 123. En cuanto a los servicios
públicos, solo podrán ser obligatorios, en los términos que establezcan las leyes respectivas,
el de las armas y los jurados, así como el desempeño de los cargos concejiles y los de elección
popular, directa o indirecta. Las funciones electorales y censales tendrán carácter obligatorio
y gratuito, pero serán retribuidas aquellas que se realicen profesionalmente en los términos
de esta Constitución y las leyes correspondientes. Los servicios profesionales de índole social
serán obligatorios y retribuidos en los términos de la ley y con las excepciones que esta señale.
El Estado no puede permitir que se lleve a efecto ningún contrato, pacto o convenio que
tenga por objeto el menoscabo, la pérdida o el irrevocable sacrificio de la libertad de la per-
sona por cualquier causa.
Tampoco puede admitirse convenio en que la persona pacte su proscripción o destierro,
o en que renuncie temporal o permanentemente a ejercer determinada profesión, industria
o comercio. El contrato de trabajo solo obligará a prestar el servicio convenido por el tiempo
que fije la ley, sin poder exceder de un año en perjuicio del trabajador, y no podrá extenderse,
en ningún caso, a la renuncia, pérdida o menoscabo de cualquiera de los derechos políticos
o civiles. La falta de cumplimiento de dicho contrato, por lo que respecta al trabajador, solo
obligará a este a la correspondiente responsabilidad civil, sin que en ningún caso pueda ha-
cerse coacción sobre su persona.
tal, por lo que siguió sus precedentes y no tenía razones para separarse de
ellos. Ahora bien, también existe la posibilidad de seguir considerando el
acceso al mercado como una libertad fundamental, pero sin darle prioridad
normativa, por lo que no sería necesario dar fuertes razones para su limi-
tación.24
24
Klatt, Matthias y Meister, Moritz, The constitutional structure of proportionality, Oxford,
Oxford University Press, 2012, pp. 16-42. También veáse Vries, Sybre A., “Balancing Fun-
damental Rights with Economic Freedoms According to the European Court of Justice”,
Utrecht Law Review, vol. 9, 2013, p. 177.
25
Véase Young, Katharine, “Proportionality, Reasonableness, and Economic Social
Rights”, en Tushnet, Mark y Jackson, Vicki (eds.), Proportionality: New Frontiers, New Challenges,
Cambridge, Cambridge University Press, 2017, p. 252.
26
SCJN, acción de inconstitucionalidad 13/2017.
27
Rivers, Julian, op. cit., p. 202.
28
Beatty, David M., op. cit., p. 161.
29
Alexy, Robert, Teoría de los derechos fundamentales, Madrid, CEPC, 2008.
30
Cohen-Eliya, Moshe y Porat, Iddo, op. cit., pp. 272 y 274.
31
Porat, Iddo, op. cit.
32
Sobre esas condiciones y su carácter deóntico también llama la atención Atienza, Ma-
nuel, “Una clasificación de los derechos humanos”, Anuario de Derechos Humanos, Homenaje a
Joaquín Ruiz Giménez, núm. 4, 1986-1987, p. 36.
33
Alexy habla del margen de acción estructural para la fijación de fines cuando el de-
recho fundamental contiene una reserva competencial de intervención que deja abiertas
las razones para la intervención legislativa, o menciona las razones para intervenir, pero no
ordena que se produzca la intervención legislativa, sino que solo permite que esto suceda
en caso de que concurran dichas razones. Alexy, Robert, “Epílogo a la Teoría de los derechos
fundamentales”, Revista Española de Derecho Constitucional, año XXII, núm. 66, septiembre-di-
ciembre de 2002, p. 23.
34
Ibidem, p. 25. Para Alexy, el margen para la elección de medios no origina demasiados
problemas cuando los diversos medios son igualmente idóneos para alcanzar o fomentar el
fin y, desde la perspectiva de otros fines o principios relevantes, no tienen un significado des-
tacable. Esto no ocurre, sin embargo, cuando los diversos medios fomentan el fin en diferente
medida o cuando no es seguro en qué medida lo hacen; o cuando los diversos medios com-
portan negativamente una medida distinta en relación con otros fines o principios, o cuando
no es seguro en qué medida lo hacen.
35
Ibidem, pp. 28 y 29. De acuerdo con Alexy, al legislador no le está categóricamente
prescrito adoptar el medio más benigno. No se trata de una optimización hacia un determi-
nado punto máximo.
36
Ibidem, p. 33. Alexy habla de afectación leve, intermedia y grave, que siempre son
concretas.
37
Ibidem, p. 38. La importancia de los principios puede ser abstracta, aunque se termina
definiendo en los casos concretos. De acuerdo con Alexy, los elementos del caso concreto
que resultan esenciales para la decisión son la medida examinada y las consecuencias que su
ejecución y no ejecución tienen para los principios implicados.
38
Se podría decir que las preguntas que plantea el test de proporcionalidad buscan sacar
a la luz errores de la deliberación como: a) se tomen decisiones sin comprender cabalmente
las alternativas y consecuencias; b) se tengan visiones incompletas de las opciones que tiene
la institución, o c) solo se tomen en cuenta las necesidades e intereses de una fracción de la
comunidad. Eskridge, William N. y Ferejohn, John, “Constitutional Horticulture: Delibera-
tion-Respecting Judicial Review”, Texas Law Review, vol. 87, 2009, p. 1227. En palabras de
Pettit, el control judicial es un mecanismo de réplica que nos permite evitar falsos positivos,
es decir, la identificación errónea de políticas que son en beneficio de intereses de fracciones;
mientras que las instituciones parlamentarias son las indicadas para evitar falsos negativos,
es decir, fallas en percibir opciones públicas. Pettit, Philip, “Depoliticizing Democracy”, Ratio
Juris, vol. 17, núm. 1, 2004, pp. 60-63.
39
A este modelo Tremblay lo denomina modelo de prioridad de derechos, que contrapo-
ne al modelo de optimización. Tremblay, Luc B., “An egalitarian defense of proportionality-
based balancing”, International Journal of Constitutional Law, vol. 12, núm. 4, 2014, p. 866.
Así, por cuanto la aplicación del test exige la posible violación a un de-
recho prima facie, esto provoca la inflación de los derechos, lo que conlleva
que todos los problemas legales, por triviales que sean, se planteen en térmi-
nos de derechos y libertades.40 Es lo que —según Kai Möller— ha pasado
en Alemania, en donde, a través del derecho al libre desarrollo de la perso-
nalidad, cualquier tipo de interés alegado puede encuadrarse dentro de un
derecho fundamental.41
Si esto es así, es decir, que todo tipo de pretensión esté protegida en
principio por algún derecho fundamental —pues, en última instancia, si
no se puede enmarcar en un derecho específico está el libre desarrollo de la
personalidad—, resulta que la pretendida contribución de la justicia cons-
titucional de poner en el centro de la discusión a “los derechos fundamen-
tales” no es tal, ya que solo cambia de nombre a los conflictos. En otras
palabras, lo que afuera de los tribunales es un conflicto sobre un interés x,
una vez que se presenta en una demanda judicial y se encuadrada en un
derecho fundamental prima facie lo que sucedió fue un cambio de nomen iuris,
porque seguimos discutiendo sobre el mismo tipo de conflicto, pero con la
peculiaridad de que para negar la pretensión —en tanto enmarcada prima
facie en un derecho fundamental— exigimos, según la visión tradicional,
razones especiales.
El test de proporcionalidad ha sido utilizado por la Suprema Corte para
analizar temas de igualdad, libertad y derechos económicos, sociales, cultu-
rales y ambientales. Asimismo, como hemos visto en este capítulo, lo utiliza
para estudiar restricciones al acceso al mercado previsto en el artículo 28 de
la Constitución, al considerarlo como una libertad fundamental. Por regla
general en la jurisprudencia de la Corte, los cuatro pasos son estudiados de
manera secuencial y de manera excluyente, es decir, una vez que uno de los
pasos no se supera no se continúa con el siguiente. Esta forma de aplicar
el test no es necesaria, pues, como señala una de las expertas en el test de
proporcionalidad, los pasos pueden estudiarse en un orden distinto o como
un estudio global.42
Cabe aclarar que no en todas las concepciones los derechos tienen cierta prioridad especial
sobre otros intereses. Véase Klatt, Matthias y Meister, Moritz, op. cit., pp. 16-42.
40
Möller, Kai, “Proportionality and Rights Inflation”, en Huscroft, Grant; Miller, Brad-
ley W. y Webber, Grégoire (eds.), Proportionality and the Rule of Law. Rights, Justification, Reasoning,
Cambridge, Cambridge University Press, 2014, p. 155.
41
Ibidem, p. 159.
42
Clérico, Laura, Proportionality and balancing, en Hübner Mendes, Conrado y Gargarella,
Roberto (eds.), Oxford Handbook of Constitutional Law in Latin America, Oxford, Oxford Univer-
sity Press, en prensa.
43
Tesis 1a. CII/2013, Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, Décima Época, t. I,
diciembre de 2012, p. 964; Tesis 1a. CCX/2015, Semanario Judicial de la Federación y su Ga-
ceta, Décima Época, t. I, abril de 2015, p. 585; Tesis 1a. CI/2013, Semanario Judicial de la
Federación y su Gaceta, Décima Época, t. I, diciembre 2012, p. 958; P./J. 28/2011, Semanario
Judicial de la Federación y su Gaceta, Novena Época, t. XXXIV, 2011, p. 5; Tesis 1a. CII/2010,
Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, Novena Época, t. XXXII, enero de 2010, p. 185;
Tesis 1a./J. 37/2008, Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, Novena Época, t. XXVII,
septiembre de 2004, p. 175; Tesis 1a. C/2014, Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta,
Décima Época, t. I, noviembre de 2013, p. 523; Tesis 1a. XCV/2012, Semanario Judicial de la
Federación y su Gaceta, Décima Época, t. I, mayo 2012, p. 1112; Tesis 1a. CIV/2010, Semanario
Judicial de la Federación y su Gaceta, Décima Época, t. XXXII, septiembre de 2010, p. 183; Tesis
1a. XCIX/2014, Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, Décima Época, t. I, marzo de
2014, p. 524; Tesis P. VII/2011, Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, Novena Época,
t. XXXIV, marzo de 2014, p. 24; Tesis 1a. XLIII/2014, Semanario Judicial de la Federación y su
Gaceta, Novena Época, t. I, febrero de 2014, p. 644.
44
Vicki Jackson lo propone para el derecho constitucional de Estados Unidos. Véase
Jackson, Vicki, “Constitutional Law in an Age of Proportionality”, Yale Law Journal, vol. 124,
núm. 8, 2015.
45
Green, Jamal, op. cit., p. 63.
46
Mathews, Jud y Stone Sweet, Alec, op. cit., p. 1295.
47
Rivers, Julian, op. cit., pp. 190 y 200. También véase Barak, Aharon, op. cit., p. 320.
48
Schlink, Bernhard, op. cit., p. 724.
49
Möller, Kai, “Proportionality and Rights Inflation”, cit., p. 196.
50
Ibidem, pp. 104 y 105.
51
Möller, Kai, “Proportionality and Rights Inflation”, cit., p. 137. También véase Co-
hen-Eliya, Moshe y Porat, Iddo, op. cit., p. 272.
52
Möller, Kai, “Proportionality and Rights Inflation”, cit., p. 139.
53
Cohen-Eliya, Moshe y Porat, Iddo, op. cit., p. 275. También véase Porat, Iddo, op. cit.
54
Schlink, Bernhard, op. cit., p. 722.
55
Esto es similar al balancing formal propuesto por Möller. Véase Möller, Kai, “Propor-
tionality and Rights Inflation”, cit., p. 139.
56
Vries, Sybre A., op. cit., p. 186.
57
Rivers, Julian, op. cit., p. 200. También véase Schlink, Bernhard, op. cit., p. 734.
58
Tushnet, Mark, “Making Easy Cases Harder”, en Tushnet, Mark y Jackson, Vicki
(eds.), op. cit., pp. 318 y 320.
59
Aleinikoff, T. Alexander, op. cit., pp. 984-995. Jackson, Vicki, op. cit., pp. 31-42.
60
Klatt, Matthias y Meister, Moritz, op. cit., p. 8. También veasé Mathews, Jud y Stone
Sweet, Alec, op. cit., p. 807.
61
Tushnet, Mark, “Making Easy Cases Harder”, cit., p. 303. También véase Schlink,
Bernhard, op. cit., p. 725.
62
Véase Tsakyrakis, Stavros, “Proportionality: An assault on human rights”, International
Journal of Constitutional Law, vol. 7, 2009, p. 493.
reconocer que en algunas ocasiones lo que hacen —porque así se los man-
da la Constitución— es resolver disputas entre intereses ordinarios contra-
puestos, más que interpretar derechos fundamentales. Es momento de con-
siderar que no todos los intereses que se presentan ante la Corte a través
del lenguaje de los derechos63 deben tener la misma prioridad normativa y
pensar cuáles son las metodologías más indicadas para resolver los diversos
tipos de conflictos.
IV. Conclusión
Como he reiterado, la Suprema Corte vive una época distinta en la cual los
derechos humanos están entre las prioridades de su agenda. Por esta razón,
es importante reflexionar sobre las metodologías de adjudicación de derechos
que utiliza y cómo encuadra los intereses y los derechos en disputa. En esta
tesitura, es indispensable que académicos y jueces conozcan la forma en que
otros países han abordado la justiciabilidad de las libertades económicas, sin
que necesariamente importemos sus soluciones concretas a nuestra doctrina.
Finalmente, en el futuro cercano será interesante ver cómo sus resoluciones
serán utilizadas políticamente por los taxistas y los prestadores de servicios
como Uber.64
63
Cruz Parcero, Juan Antonio, El lenguaje de los derechos, Madrid, Trotta, 2007.
64
Scheingold, Stuart A., op. cit., pp. 6 y 7.
Capítulo quinto
1
SCJN, amparo en revisión 323/2014.
2
SCJN, amparo en revisión 307/2016.
3
SCJN, amparo en revisión 378/2014.
4
SCJN, amparo directo 9/2018.
5
Abramovich, Víctor y Courtis, Christian, Los derechos sociales como derechos exigibles, Ma-
drid, Trotta, 2002, p. 46.
6
Young, Katherine G., Constituting Economic and Social Rights, Nueva York, Oxford Uni-
versity Press, 2012, p. 100.
99
8
Rodríguez Garavito, César, “El activísimo dialógico y el impacto sobre de los fallos so-
bre derechos sociales”, en Gargarella, Roberto (comp.), Por una justicia dialógica. El poder judicial
como promotor de la deliberación democrática, Buenos Aires, Siglo XXI Editores, 2014, p. 232.
9
Gómez, Nathalie, “Vence plazo ordenado por Suprema Corte para construcción del
Hospital de Huajuapan”, Informativo. Periodismo que respeta tus derechos, 21 de mayo de 2019,
https://informativo6y7.mx/vence-plazo-ordenado-por-suprema-corte-para-construccion-del-hospital-de-
huajuapan/; “Requiere la SCJN construir Hospital General de Huajuapan”, El Imparcial. El
13
Grote, Rainer, “The Mexican Constitution of 1917. An early example of Radical
Transformative Constitutionalism”, en Bogdandy, Armin von et al. (eds.), op. cit.; Gargarella,
Roberto, Latin American Constitutionalism, 1810-2010: The engine room of the Constitution 100,
Nueva York, Oxford University Press, 2013.
14
Whyte, Jessica, The Morals of the Market, Reino Unido, Verso, 2019, pp. 23, 28, 30 y
155.
15
Schor, Miguel, “Constitutionalism through the looking glass of Latin America”, Texas
International Law Journal, vol. 41, 2006, pp. 7 y 35. Sandra Fredman hace referencia a la idea
de Amartya Sen sobre la importancia de la libertad de expresión y el derecho a la protesta
para conceptualizar y demandar la efectividad de los derechos sociales. Cfr. Fredman, San-
dra, Human Rights Transformed. Positive rights and positive duties, Nueva York, Oxford University
Press, 2008, p. 140.
16
Gargarella, Roberto, El derecho a la protesta, Buenos Aires, Ad-Hoc, 2005, pp. 20 y 193.
17
Abramovich, Víctor y Courtis, Christian, op. cit., p. 25.
18
Fredman, Sandra, op. cit., p. 54.
19
Véanse Carbonell, Miguel, “Las obligaciones del Estado en el artículo 1º de la Cons-
titución mexicana” y Vázquez, Luis Daniel y Serrano, Sandra, “Los principios de universa-
lidad, interdependencia e indivisibilidad y progresividad. Apuntes para su aplicación prác-
tica”, ambos en Salazar Ugarte, Pedro y Carbonell Sánchez, Miguel (coords.), La reforma
constitucional de derechos humanos: un nuevo paradigma, México, IIJ-UNAM, 2011.
20
Holmes, Stephen, Passions & Constraints On the theory of liberal democracy, Chicago, The
University of Chicago Press, 1995, pp. 7, 8, 19 y 100; Barber, N. W., “Constitutionalism:
Negative and Positive”, Dublin University Law Journal, vol. 38, núm. 2, 2015.
25
Sobre este punto véase Rodríguez Garavito, César, op. cit., p. 216.
26
Cárdenas Gracia, Jaime, “El municipio en las controversias constitucionales”, Boletín
Mexicano de Derecho Comparado, núm. 86, 1996, p. 447 y ss.
27
Fix-Zamudio, Héctor, Estudio de la defensa de la Constitución en el ordenamiento mexicano,
México, Porrúa, 2005, p. 206.
28
SCJN, Tesis 1a. CXVIII/2014, Gaceta del Semanario Judicial de la Federación, Décima
Época, Primera Sala, lib. 4, marzo de 2014, t. I, p. 721.
29
SCJN, Tesis P./J. 42/2015, Gaceta del Semanario Judicial de la Federación, Décima Época,
Pleno, lib. 25, diciembre de 2015, t. I, p. 33.
30
Se agrega un último párrafo que dice: “En las controversias previstas en esta fracción
únicamente podrán hacerse valer violaciones directas a esta Constitución, así como a los
derechos humanos reconocidos en los tratados internacionales en que el Estado Mexicano
sea parte.”
31
Este es uno de los efectos simbólicos directos sobre los que llama la atención Rodríguez
Garavito, César, op. cit., p. 219.
32
Cruz Parcero, Juan Antonio, El lenguaje de los derechos, Madrid, Trotta, 2007.
causadas por esas acciones u omisiones,33 pues los municipios no tienen los
incentivos para proteger esos derechos.
De acuerdo con el artículo 11 de la ley reglamentaria,34 el actor com-
parecerá a juicio por conducto de los funcionarios que, en términos de las
normas que los rigen, estén facultados para representarlo. De acuerdo con
esta disposición, en el caso de los municipios, es en la legislación local donde
se prevé quiénes son los funcionarios que tienen su representación. Común-
mente, estas son las leyes orgánicas municipales y es el síndico municipal
quien tiene esa representación o, en su defecto, el presidente municipal.
Pues bien, una posibilidad para hacer coincidir los intereses de los mu-
nicipios en proteger sus competencias con los intereses de las organizacio-
nes sociales de proteger sus derechos es prever en las legislaciones locales
los supuestos en que estas35 puedan exigir al funcionario que representa al
municipio la interposición de una controversia constitucional en contra de
actos u omisiones que afectan las competencias del municipio y que, a su
vez, constituyan una violación de los derechos humanos.36 Se trata, en otras
palabras, de conservar la interposición de las controversias constitucionales
a través del funcionario, pero otorgar el derecho a los ciudadanos organiza-
dos para solicitar su promoción.37
Es importante notar que dicha posibilidad no requiere de una reforma
al artículo 105 de la Constitución, pues no se trata de cambiar los entes le-
gitimados para interponer la controversia constitucional, sino de prever los
supuestos en que las organizaciones sociales podrán exigir al funcionario
facultado por la legislación local que interponga la controversia en repre-
33
Chilton, Adam y Versteeg, Mila, How Constitutional Rights Matter, Nueva York, Oxford
University Press, 2020, p. 30.
34
Art. 11. El actor, el demandado y, en su caso, el tercero interesado deberán compare-
cer a juicio por conducto de los funcionarios que, en términos de las normas que los rigen,
estén facultados para representarlos. En todo caso, se presumirá que quien comparezca a
juicio goza de la representación legal y cuenta con la capacidad para hacerlo, salvo prueba
en contrario.
35
Sobre la trascendencia que tiene para su eficacia que sean las organizaciones sociales
las que respalden los reclamos de derechos véase Chilton, Adam y Versteeg, Mila, op. cit., p.
34.
36
Este ejercicio participativo podría hacerse a través de una figura como el cabildo abier-
to. Sobre esta figura véase Cogollos Amaya, Silvia y Ramírez León, Jaime, “Perspectiva
histórica del Cabildo Abierto. Una forma de participación ciudadana”, Memoria & Sociedad,
vol. 18, núm. 16, 2004.
37
Sobre los distintos modelos de legitimación activa y la posibilidad de que los ciudada-
nos exijan a los funcionarios la interposición de acciones véase Roa, Jorge, El control constitu-
cional deliberativo, Bogotá, Universidad Externado de Colombia, 2019.
38
Sobre la relevancia que tienen las coaliciones directamente interesadas en el cumpli-
miento véase el caso sobre alimentación de la Corte Suprema de India o el caso de medicinas
contra la transmisión de madre a hijas de VIH de la Corte Constitucional de Sudáfrica.
Young, Katherine G., op. cit., pp. 205 y 278.
39
Ortega Soriano, Ricardo Alberto, “Algunos problemas para la justiciabilidad de los
derechos económicos, sociales y culturales en México: cuestiones persistentes y nuevas”, Re-
vista del Centro de Estudios Constitucionales, año III, núm. 5, 2017, pp. 415 y 439; González Piña,
Alejandro, “Los derechos sociales y su exigibilidad. Algunos problemas para su protección a
través del juicio de amparo”, Revista del Centro de Estudios Constitucionales, año III, núm. 5, 2017,
pp. 465 y 475.
40
Art. 41. Las sentencias deberán contener: […] IV. Los alcances y efectos de la senten-
cia, fijando con precisión, en su caso, los órganos obligados a cumplirla, las normas generales
o actos respecto de los cuales opere y todos aquellos elementos necesarios para su plena efi-
cacia en el ámbito que corresponda. Cuando la sentencia declare la invalidez de una norma
general, sus efectos deberán extenderse a todas aquellas normas cuya validez dependa de la
propia norma invalidada.
41
Scheingold, Stuart A., The politics of Rights, Michigan, University of Michigan Press,
2004, pp. 6 y 7; King, Jeff, Judging social rights, Cambridge, Cambridge University Press, 2012,
p. 18.
42
Langford, Malcolm; Rodríguez Garavito, César y Rossi, Julieta, “Introduction: From
Jurisprudence to Compliance”, en Langford, Malcolm, Rodríguez Garavito, César y Rossi,
Julieta (eds.), Social Rights Judgments and the Politics of Compliance: Making it Stick, Cambridge,
Cambridge University Press, 2017, pp. 3 y 4.
43
Ibidem, p. 23.
44
Scheingold, Stuart A., op. cit., p. 120; Rodríguez Garavito, César, op. cit., p. 211.
45
Epp, Charles R., The Rights Revolution, Chicago, The University of Chicago Press,
1998, pp. 5, 9, 18, 69 y 89.
46
Rodríguez Garavito, César, op. cit., pp. 226 y 232.
47
Ibidem, p. 237.
V. Conclusión
CONCLUSIONES
113
114 CONCLUSIONES
CONCLUSIONES 115
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