El Jinete Sin Cabeza Stefania
El Jinete Sin Cabeza Stefania
El Jinete Sin Cabeza Stefania
El Agualongo
El 4 de febrero de 1797, un terremoto destruyó gran parte de la zona central del
Ecuador. Se cuenta que antes del desastre se produjeron hechos misteriosos,
como el que les contamos a continuación.
En la plaza central de la villa de Riobamba se levantaba la escultura de un niño
tejedor (agualongo en quichua). Se dice que un día antes del pavoroso
terremoto, hacía un insoportable calor, y muchos se concentraron en la plaza
para descansar. En esos momentos miraron asombrados cómo la escultura de
piedra giraba sobre su propio eje.
Los testigos regresaron a sus casas profundamente contrariadas, sin imaginar
que al día siguiente Riobamba desaparecería y que por eso, el Agualongo
quiso verla por última vez.
La loca viuda
Una misteriosa puerta abre el camino hacia la ciudad dentro del Chimborazo.
Hace muchos años, en el tiempo de las grandes haciendas, había gente
dedicada al servicio de la casa y de las tierras. Los vaqueros eran los hombres
dedicados a cuidar a los toros de lidia que eran criados en las faldas del volcán
Chimborazo.
Juan, uno de los vaqueros, se había criado desde muy pequeño en la
hacienda. Recibió techo y trabajo, pero así mismo, los maltratos del
mayordomo y del dueño.
Una mañana que cumplía su labor, los toros desaparecieron misteriosamente.
Juan se desesperó porque sabía que el castigo sería terrible. Vagó horas y
horas por el frío páramo, pero no encontró a los toros.
Totalmente abatido, se sentó junto a una gran piedra negra y se echó a llorar
imaginando los latigazos que recibiría.
De pronto, en medio de la soledad más increíble del mundo, apareció un
hombre muy alto y blanco, que le habló con dulzura:
– ¿Por qué lloras hijito?
– Se me han perdido unos toros –respondió Juan- después de reponerse
del susto.
– No te preocupes, yo me los llevé –dijo el hombre- vamos que te los voy
a devolver.
Juan se puso de pie dispuesto a caminar, pero el hombre sonriendo tocó un
lado de la piedra, y ésta se retiró ante sus ojos.
– Sígueme –le ordenó.
Aquella roca realmente era la entrada a una gran cueva. Sin saber realmente
cómo, Juan estuvo de pronto en medio de una hermosa ciudad escondida
dentro de la montaña.
El vaquero miró construcciones que brillaban como si estuvieran hechas de
hielo. La gente era alegre y disfrutaba de la lidia de toros.
El hombre alto le entregó los animales, le dio de comer frutas exquisitas, y
como una forma de compensación le regaló unas mazorcas de maíz.
De la misma forma extraña en la que había llegado, pronto estuvo en el
páramo, con los toros y las mazorcas.
Al llegar a la hacienda todos se burlaron de él por lo que consideraban una
influencia del alcohol. Decepcionado, pero a la vez tranquilo por haberse
librado de la paliza, Juan fue a su casa y sacó las mazorcas. Para su sorpresa
eran de oro macizo.
Con este tesoro, el vaquero se compró una hacienda propia y se alejó para
siempre del lugar donde le habían maltratado tanto.
Desde entonces, los campesinos y los turistas tratan desesperadamente de
buscar la entrada a la ciudad del Chimborazo.
Dice la leyenda que Víctor Emilio Estrada (ex presidente del Ecuador en 1911)
era un hombre de fortuna, acaudalado y de sapiencia, todo un caballero de fina
estampa. Las personas de esa época decían que el caballero había hecho un
pacto con el Diablo, y que cuando muriera él mismo vendría a su tumba a
llevárselo. Víctor Emilio Estrada construyó una tumba de cobre para que el
Demonio no invadiera su descanso. Al morir fue enterrado en su tumba de
cobre, una de las más grandes del cementerio de Guayaquil. El Demonio quiso
llevarse su alma al infierno como habían pactado, pero en vista de que no pudo
éste lo maldijo y dejó varios demonios de custodios fuera de su tumba para que
lo vigilaran y no lo dejaran descansar en paz. Desde ese día Víctor Emilio
Estrada no descansa en paz y todas las noches sale a las 23 horas con su
sombrero de copa y su traje de gala por la puerta uno del famoso cementerio
de Guayaquil, a conversar con las personas que se detienen a coger el bus en
la parada.
La Dama Tapada
Guayaquil era un tamarindo antiguo que existía donde era la quinta Pareja. La
quinta Pareja quedaba donde es ahora la Clínica Guayaquil. Las calles
exactamente creo que son: Tomás Martínez y General Córdova, en esa área.
En esa época era una finca. No era una quinta. Se llamaba quinta y era un
lugar abandonado y los tunantes, o sea las personas que andaban tras del
trago, iban solos, y en camino a casa, miraban una mujer vestida de negro que
parecía muy bella. En ese tiempo no había pues mayor alumbrado. Entonces el
tunante, pues, éste que estaba, seguía ¿no? seguía, perseguía a la viuda ésta,
a la aparición ésta, y ésta lo llevaba siempre a un tamarindo añoso lo llevaba
allí. Cuando él iba pues, cuando él llegaba ya casi al pie del tamarindo y luego
se volteaba y la viuda había sido una calavera de la muerte! Una calavera, de
decir: tremenda! El tunante caía echando espuma por la boca.