Bourdieu, El Habitus y La Dominación Masculina
Bourdieu, El Habitus y La Dominación Masculina
Bourdieu, El Habitus y La Dominación Masculina
Luisa Posada Kubissa1
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Académica, Universidad Complutense de Madrid (España). [email protected]
RESUMEN:
ABSTRACT:
En los años 90, con la desestabilización de Butler de la categoría “mujeres” como sujeto del feminismo (Butler 1990), lo
que queda claro, más allá de todo debate, es que el orden heterosexual y androcéntrico
responde a una construcción discursiva y de poder. Esta construcción atraviesa la vida
social, los cuerpos y las estructuras, presentándose como un orden binario que responde
al orden natural de las cosas.
Poder reutilizar y aplicar los conceptos centrales de los análisis bourdieuanos al ámbito
de los estudios crítico-feministas y de género, pasa lógicamente por hacerse cargo en un
primer momento de algunos de dichos conceptos, de sus significados y alcance. Las
herramientas teóricas de Bourdieu para el análisis del mundo social se contraponen a un
pensamiento que pretende los hechos sociales como cosas dadas. En lo que hace a los
géneros, a hombres y mujeres, su diferencia también es socialmente producida, si bien
no por una acción particular de éstos, sino siempre de manera relacional, de tal forma
que la praxis social de construcción y deconstrucción genérica no produce
individualidades, sino una estructura relacional: “Así, pues, una aprehensión realmente
relacional de la relación de dominación entre los hombres y las mujeres tal como se
estableció en el conjunto de los espacios y subespacios sociales, es decir, no únicamente
en la familia sino también en el universo escolar y en el mundo del trabajo, en el
universo burocrático y en el ámbito mediático, conduce a derribar la imagen fantasmal de
un «eterno femenino», para resaltar con mayor claridad la persistencia de la estructura
de relación de dominación entre los hombres y las mujeres, que se mantiene más allá de
las diferencias sustanciales de condición relacionadas con los momentos de la historia y
con las posiciones en el espacio social” (Bourdieu 2000, 126-127).
Bourdieu parte de lo que llama “la paradoja de la doxa”, por la que el orden establecido
se reproduce con sus relaciones de dominación, sus desigualdades, sus privilegios y es
paradójicamente aceptado incluso en sus condiciones de vida más intolerables. Bourdieu
trata de mostrar cómo la violencia simbólica, a la que pertenece la dominación
masculina, se reproduce de manera parecida en nuestras sociedades supuestamente
avanzadas a cómo ocurre en el caso de la tribu berebere de los cabila. En ambos casos,
la arbitrariedad del orden establecido se encubre como un orden que responde a la
necesidad natural. Y esta necesidad natural legitima la reproducción, en los cabila y en
las sociedades occidentales, del “orden social (que) funciona como una inmensa máquina
simbólica que tiende a ratificar la dominación masculina en la que se apoya” ( Bourdieu 2000
,
22).
La violencia simbólica implica una cierta complicidad por parte de los dominados, ya que
su habitus incorpora las acciones que se corresponden con esta forma de relación.
Reconocido como legítimo el poder, esto significa que para Bourdieu a esta violencia
colaboran las propias mujeres, ya que “las mismas mujeres aplican a cualquier realidad
y, en especial, a las relaciones de poder en las que están atrapadas, unos esquemas
mentales que son el producto de la asimilación de estas relaciones de poder y que se
explican en las oposiciones fundamentales del orden simbólico. Se deduce de ahí que sus
actos de conocimiento son, por la misma razón, unos actos de reconocimiento práctico,
de adhesión dóxica, creencia que no tiene que pensarse ni afirmarse como tal, y que
«crea» de algún modo la violencia simbólica que ella misma sufre”(Bourdieu 2000, 49).
Si esto es así, la posibilidad de subvertir este orden de género pasa por transformar las
estructuras mismas de ese orden simbólico dominante. Y ello implica para Bourdieu una
revolución simbólica que no solo se limita a una toma de conciencia de la necesidad de
tal revolución, sino que transforme las disposiciones y el campo de acción de los agentes.
El concepto de habitus y el de violencia simbólica resultan ser así centrales para analizar
las relaciones de dominación, como es el caso de la dominación masculina. Ha habido, no
obstante, críticas a la trasposición que realiza Bourdieu del análisis de una cosmología
falocéntrica como la de la sociedad de los cabila a las sociedades actuales occidentales.
Con ello, se partiría del supuesto de la dominación masculina como orden sociológico y
antropológico ahistórico y universal, sin entrar a cuestionarse cuándo y por qué se
impone tal dominación (Kröhnert-Othman y Lenz 2002
: 167). Esta posición conlleva un peligro de
naturalización de esas relaciones de dominación masculina y del orden simbólico
consiguiente.
Para este pensador, la sociología, en tanto que saber reflexivo, tiene que permitir que el
sociólogo intervenga con su realidad en la medida en que hace posible que la sociedad
reflexione e intervenga sobre sí misma. Si esto es así, entonces hay aquí una propuesta
ética y política para orientarse a la posibilidad de llevar a efecto transformaciones
sociales desde los discursos teóricos de comprensión de la realidad. Y esta perspectiva
teórico-práctica, esta vinculación entre conocimiento y acción o entre teoría y praxis, ha
sido algo que ha marcado al pensamiento feminista desde sus inicios como una seña de
identidad. Es de lamentar que tampoco en La dominación masculina se reconozca el
saber feminista como un saber reflexivo que se ajusta a esta perspectiva de ser a la vez
arma práctica de transformación de la vida social.
Por tanto, para Bourdieu la dominación masculina constituye el caso paradigmático del
ejercicio de la violencia simbólica que persiste en toda la historia de las relaciones
sociales. Esa violencia, que presenta la dominación masculina como legitimada por las
diferencias anatómicas y biológicas, hace visibles los esquemas de poder que juegan en
el campo social, en este caso en el de las relaciones entre los sexos. Al visibilizarlos,
Bourdieu se compromete con una crítica que es proyecto de intervención y de
transformación de esa relación de dominación y, con ello, su sociología práctica se aúna
con los objetivos del movimiento y el pensamiento feministas.
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