Seminario Hab. Verbal
Seminario Hab. Verbal
Seminario Hab. Verbal
TEXTO A
Una sociedad democrática y libre necesita ciudadanos responsables y críticos,
conscientes de la necesidad de someter continuamente a examen el mundo en que
vivimos para tratar de acercarlo (empresa siempre quimérica) a aquel en que quisiéramos
vivir; pero gracias a la imposibilidad de alcanzar aquel sueño inalcanzable (casar la
realidad con los deseos) ha nacido y avanzado la civilización y llevado al ser humano a
derrotar a muchos (no a todos, por supuesto) demonios que lo avasallan. Y no existe
mejor fermento de insatisfacción frente a lo existente que la literatura. Para formar
ciudadanos críticos e independientes, difíciles de manipular, en permanente movilización
espiritual y con una imaginación siempre en ascuas, nada como las buenas lecturas.
TEXTO C
En el caso del síndrome de hybris (palabra usada por los griegos para referirse al
héroe que, al alcanzar la victoria, se embriaga de poder y empieza a verse como un dios
capaz de realizar cualquier cosa), no hay que desestimar la alerta de los expertos que
analizan el estado de nuestras democracias. Muchos líderes que no están físicamente
enfermos y cuyas facultades cognitivas funcionan correctamente desarrollan lo que ha
venido a describirse como síndrome de hybris. Este se define como el trastocamiento de
la personalidad cuyos síntomas serían la falta de atención, aislamiento e incapacidad para
escuchar a cercanos o a expertos. Quienes lo padecen se encapsulan y hablan en
nombre de la nación, tienen una confianza desbordante y se recluyen en sí mismos. Eso
aumenta, notablemente, las posibilidades de tomar malas decisiones. Aunque hay debate
al respecto (al igual que en el trastorno narcisista) esto también debe ser conocido como
una enfermedad.
3. Se colige que un gobernante con síndrome de hybris probablemente
A) trataría de gobernar con consejeros muy leales.
B) podría desarrollar una peligrosa megalomanía.
C) sería una persona muy retraída y extrovertida.
D) sería incapaz de ejercer el liderazgo de un país.
E) conduzca al país hacia una política internacional.
TEXTO D
4. Se colige del texto que, si un Estado quisiera erigirse en una potencia en el actual
contexto, debería
TEXTO E
TEXTO 2
Aunque la mayoría de las personas están familiarizadas con eufemismos relativamente
inocuos como «pasó a mejor vida» por «murió» o «hacer el amor» por «tener relaciones
sexuales», algunos eufemismos pueden realmente llevar a confusión o incluso ser
maliciosos. ¿Cuándo un eufemismo puede llegar tan lejos que se convierta en una
«mentira» y cuándo solo es una forma de «maquillar la verdad»?
En el siglo XIX, se calificó de «pánico», como el «Pánico de 1873», a una época de
un gran declive económico en Estados Unidos. Después del colapso económico
subsiguiente a la quiebra de la Bolsa de 1929, sin embargo, la preocupación era evitar el
pánico y el caos; por tanto, aquel estado se calificó con el nombre más suave de
«depresión». Después, «depresión» vino a significar ese momento concreto de extrema
dificultad económica del decenio de 1930 y los políticos detestaban invocarlo de nuevo
por miedo a desencadenar esos recuerdos y asociaciones negativos. En consecuencia,
los declives económicos de 1958, 1973, 1982 y 1991 se convirtieron en «recesiones». La
última gran crisis se ha bautizado con la expresión de «burbuja inmobiliaria».
Quizá el eufemismo más inmoral vino de los términos más suaves y amables
utilizados para describir las atrocidades realizadas en tiempos de guerra. El asesinato de
civiles como «daños colaterales» o el de los propios soldados por error de «fuego amigo»
representan simplemente muertes. El bombardeo y la extinción de pueblos vietnamitas en
la guerra de Vietnam de los años 60 se denominó «pacificación». La Alemania nazi habló
de su «solución final» para referirse al exterminio de 6 millones de judíos.
TEXTO 3
Nuestras actuales ideas sobre el movimiento de los cuerpos datan de Galileo y
Newton. Antes de ellos, la gente creía que Aristóteles tenía razón. Según este pensador
antiguo, el estado natural de los cuerpos era el reposo. Además, pensaba que los cuerpos
solo se movían si eran impulsados por una fuerza determinada. Se seguía de ello que un
cuerpo más pesado debería caer más rápidamente que uno ligero porque sería atraído
hacia la tierra con mayor intensidad.
Galileo puso en duda la tesis aristotélica de que cuerpos de peso diferente caen con
velocidades diferentes. Se dice que Galileo refutó el aristotelismo al dejar caer objetos de
pesos diferentes desde la célebre torre inclinada de Pisa. Aunque esta narración es una
leyenda, Galileo sí hizo algo equivalente: dejó rodar por una suave pendiente bolas de
pesos distintos. La ventaja de este procedimiento experimental es que se trabaja con
velocidades menores. Las medidas de Galileo indicaron que la tasa de aumento de la
velocidad era la misma para todos los cuerpos, independientemente de su peso.
Obviamente, una bola de plomo caerá más rápido que una pluma, pero esto se debe a
que la pluma es frenada por la resistencia del aire. En la Luna, donde no hay aire que
frene las cosas, el astronauta David R. Scout realizó el experimento de la pluma y la bola
de plomo, y comprobó que ambas chocaban con el suelo en el mismo instante.
Sobre la base de la refutación de la física aristotélica, Galileo procedió a construir un
edificio físico que, después, llegaría a adquirir plena fisonomía con el sistema newtoniano.
Una de las diferencias radicales entre la física aristotélica y la física galileana se centra en
el concepto de fuerza. Para Aristóteles, la fuerza causa el movimiento. Para Galileo, la
fuerza modifica la velocidad de los cuerpos.