Alfonso X de Castilla
Alfonso X de Castilla
Alfonso X de Castilla
Alfonso X de Castilla y de León, llamado «el Sabio» (Toledo, 23 de noviembre de 1221[1] -Sevilla,
4 de abril de 1284[2] ), fue rey de la Corona de Castilla y de los demás reinos con los que se
intitulaba entre 1252 y 1284. A la muerte de su padre, Fernando III «el Santo», reanudó la
ofensiva contra los musulmanes, y ocupó Jerez (1253), arrasó Salé, el puerto de Rabat, (1260) y
conquistó Cádiz (c. 1262). En 1264, tuvo que hacer frente a una importante revuelta de los
mudéjares de Murcia y del valle del Guadalquivir. Como hijo de Beatriz de Suabia, aspiró al trono
del Sacro Imperio Romano Germánico, proyecto al que dedicó más de la mitad de su reinado sin
obtener éxito alguno.[3]
Alfonso X de Castilla y de León
Reinado
Sucesor Sancho IV
Información personal
Toledo
Sevilla
Familia
Los últimos años de su reinado fueron especialmente sombríos, debido al conflicto sucesorio
provocado por la muerte prematura de su primogénito, Fernando de la Cerda, y la minoridad de
sus hijos, lo que desembocó en la rebelión abierta de su hijo el infante Sancho y gran parte de la
nobleza y las ciudades del reino.[3] Alfonso murió en Sevilla durante el transcurso de esta
revuelta, habiendo desheredado a su hijo Sancho.
En cuanto a aspectos administrativos llevó a cabo una activa y beneficiosa política económica,
reformando la moneda y la hacienda, concediendo numerosas ferias y reconociendo al Honrado
Concejo de la Mesta.[4]
También es reconocido por la obra literaria, científica, histórica y jurídica realizada por su
escritorio real. [5]
Alfonso X patrocinó, supervisó y, a menudo, participó con su propia escritura y
en colaboración con un conjunto de intelectuales latinos, hebreos e islámicos conocido como
Escuela de Traductores de Toledo, en la composición de una ingente obra literaria que inicia en
buena medida la prosa en castellano. Elaboró de su pluma las Cantigas de Santa María y otros
versos y realizó así un gran aporte a la lengua culta del momento en la corte del reino, el
galaicoportugués, que por su noble autor nos ha perdurado.
Biografía
Hijo primogénito de Fernando III el Santo y de Beatriz de Suabia (hija de Felipe, antiguo aspirante
al trono imperial alemán, y nieta del emperador Federico I Barbarroja), Alfonso nació en la
ciudad de Toledo el 23 de noviembre de 1221, día de la festividad de san Clemente.[7] Tuvo tres
hermanas y seis hermanos.[8] El 21 de marzo de 1222 fue jurado heredero en la ciudad de
Burgos.[8] Para encargarse de su crianza fue designada ama Urraca Pérez y ayo García
Fernández de Villamayor, que había sido mayordomo de la reina Berenguela y cuya segunda
esposa era Mayor Arias de Limia.[9] Con ambos se crio en Villaldemiro y en Celada del
Camino.[9] [a]
[10]
Parte de su infancia la pasó en las propiedades que tenían sus cuidadores en
Allariz (Galicia), donde aprendería el galaicoportugués[11] que utilizó en las Cantigas
compuestas en su scriptorium y, al menos diez de ellas, seguramente debidas al mismo
rey.[12] [9]
Ya en la Corte de Toledo, recibió una esmerada educación en múltiples campos, a la
vez que empezó a relacionarse con los herederos de las principales familias nobles de los
reinos de Castilla y de León.
En 1231, mientras Fernando III recorría las principales ciudades del reino de León después de
haber tomado posesión de él, algunos historiadores señalaron que el soberano envió a su hijo el
infante Alfonso, pero para dicho año este contaba con apenas nueve años de edad y se hallaba
en Salamanca, por lo que el tal Infante Alfonso era el hermano del rey Alfonso X, a quien sí
comisionó para atacar a los reinos musulmanes de Córdoba y Sevilla, siendo acompañado por
los magnates Álvaro Pérez de Castro el Castellano y Gil Manrique.[13] Su hermano era el infante
Alfonso de Molina, hijo del difunto Alfonso IX de León.[b] Y que debido a la menoridad del hijo
del Rey, el infante Alfonso, quien sí habría estado presente en la batalla era en realidad el hijo del
rey Fernando III.
Vista del Alcázar de Jerez de la Frontera. La batalla de Jerez, librada en 1231, supuso la derrota de las tropas del rey
musulmán Ibn Hud.
Mandó a don Alvar de Castro, el Castellano, que fuese con él, para guardar el
infante y por cabdillo de la hueste, ca el infante era muy moço e avn non era
tan esfforçado, e don Alvar Pérez era omne deferido e muy esforçado.[14]
Desde Salamanca y pasando por Toledo, donde se les unieron cuarenta caballeros toledanos, se
dirigieron hacia Andújar, y desde allí, se encaminaron a devastar la tierra de Córdoba, y
posteriormente, al municipio cordobés de Palma del Río, donde exterminaron a todos los
habitantes y tomaron la localidad, dirigiéndose a continuación hacia el reino de Sevilla y hacia
Jerez de la Frontera, donde instalaron el campamento cristiano en las cercanías del río
Guadalete.[15] El emir Ibn Hud, que había reunido un numeroso ejército dividido en siete
cuerpos, se interpuso con él entre el ejército cristiano y la ciudad de Jerez de la Frontera,
obligando a las tropas de Alfonso a combatir. Durante la batalla que se libró a continuación,
conocida como la batalla de Jerez, el ejército de Alfonso derrotó a las tropas musulmanas, a
pesar de la superioridad numérica de estos últimos. Alfonso X el Sabio se refirió posteriormente
a la batalla de Jerez, librada en el año 1231, y en la que Álvaro Pérez de Castro el Castellano
acaudilló las huestes cristianas, del siguiente modo:
Conviene que sepades los que esta estoria oyredes que la cosa del mundo que
más quebrantó a los moros, por que el Andaluzía ovieron a perder e la
ganaron los christianos dellos, fue esta cabalgada de Xerez, ca de guisa
fincaron quebrantados los moros, que non pudieron después auer el
atreuimiento nin el esfuerço que ante avíen contra los christianos, tamaño fue
el espanto e el miedo que tomaron desa vez.[15]
Después de su victoria en la batalla de Jerez, Álvaro Pérez de Castro se dirigió al reino de
Castilla y entregó al infante Alfonso a su padre el rey, que se hallaba en la ciudad de Palencia.
En 1235 falleció su madre, la reina Beatriz, y en 1240 su padre le puso casa propia, sostenida
por rentas leonesas y andaluzas.[16] En 1242 participó en el aplastamiento de la rebelión de
Diego López de Haro.[16]
Cumplida la mayoría de edad a los diecinueve años, Alfonso utiliza oficialmente el título de
heredero y comienza a ejercer actividades de gobierno en el reino de León. Poco después,
afronta diversas operaciones militares:
En 1243, debido a la enfermedad que sufría su padre, el infante se hizo cargo de la campaña
de conquista del reino de Murcia (1243-1245), con la ayuda de ciertos caudillos musulmanes
del territorio.[17] La taifa temía ser absorbida por el vecino reino granadino, y su señor decidió
solicitar la protección de los castellanoleoneses, que le enviaron tropas y una embajada en
abril de 1243.[18] La mayoría de los caudillos regionales pactaron con los castellanoleoneses
en Alcaraz, pero Mula, Lorca y Cartagena, rehusaron hacerlo y fueron subyugadas, las dos
primeras en la primavera del 1244 y la tercera a comienzos de 1245.[17] En el transcurso de
estas operaciones firmó el Tratado de Almizra (26 de marzo de 1244) con Jaime I de Aragón,
su futuro suegro, estableciendo las fronteras entre ambos reinos.[19]
En 1246, puede que participase en las largas operaciones de asedio de Jaén, que concluyeron
con su conquista.[20]
En 1248 fue conquistado el castillo Alicante según la tradición, aunque no está documentada
la presencia del infante aquel año en el reino de Murcia. Al poco, serían entregadas las villas y
fortalezas del Vinalopó, a modo de infantado, a su hermano, el infante Manuel de Castilla,
siendo creado el Señorío de Villena.
Dos años antes de la toma de la ciudad de Sevilla se habían celebrado los esponsales del
infante Alfonso con la infanta Violante de Aragón, hija de Jaime I de Aragón, aunque hasta el 29
de enero de 1249 no se celebró la boda en la ciudad de Valladolid.[18] La reina estuvo a punto de
ser repudiada por estéril pero quedó embarazada tras reposar en la ciudad de Alicante tras su
conquista en 1248. Matrimonio de Estado, no impidió que Alfonso siguiese manteniendo
relaciones con Mayor Guillén de Guzmán, con la que tuvo una hija.[18]
El 31 de mayo de 1252 falleció Fernando III el Santo, y el 1 de junio fue proclamado rey el infante
Alfonso, que reinaría como Alfonso X de Castilla y de León.[23]
Política interior
Noven, moneda de vellón, acuñada en La Coruña durante el reinado de Alfonso X. La leyenda dice en latín "Moneda de
Castilla y de León".
El reinado de Alfonso X fue un reinado reformador, que iniciaría el proceso que desembocaría en
el Estado Moderno de época de los Reyes Católicos. Fundamentó, asimismo, la supremacía de
Castilla entre los reinos peninsulares.
Medidas económicas
En las ciudades crecieron las cofradías, antecedentes de los gremios, pese a la oposición del
rey.[27]
Los objetivos económicos principales del rey fueron el fomento del comercio y la
homogeneización de los territorios que gobernaba.[28] En lo que respecta al primero, trató de
allanar las transacciones internas mediante la reducción de los impuestos que las gravaban, al
tiempo que establecía aranceles para las importaciones y exportaciones para aumentar los
ingresos de la Corona.[28] Se fijaron las poblaciones por las que pasaban el comercio
exterior.[28] Se favoreció la implantación de un sistema común de pesos y medidas.[28] Durante
el reinado se crearon veinticinco nuevas ferias, que solían durar una semana y coincidían con
fiestas religiosas.[29]
En cuanto a la política fiscal, el objetivo del monarca fue el rápido incremento de los ingresos de
la Corona, sumida a finales del reinado de su padre en una quiebra práctica.[30] Para ello
estableció nuevos impuestos a las actividades económicas pujantes, como el comercio o la
ganadería trashumante y trató de obtener frecuentes servicios (contribuciones extraordinarias),
en especial a partir de 1264.[31] Los servicios, a diferencia de su precedente, el pedido, afectaba
a la nobleza y al clero, y suscitaron el descontento de estos.[32] El aumento general de la presión
fiscal originó oposición también en la oligarquía urbana y fue uno de los motivos de la rebelión
nobiliaria de 1272.[33]
Reformas legislativas
Alfonso X pretendía renovar y unificar los diversos fueros que regían sus dominios.[34] Para
lograr ese objetivo, el primer paso fue la redacción del Fuero Real para las ciudades del país.
Esta unificación jurídica formaba parte del intento general de homogeneización de los territorios
reales que emprendió Alfonso.[35]
Estatua de Alfonso X el Sabio en la escalinata de entrada de la B. N. E., en Madrid (J. Alcoverro, 1892)
El Espéculo sería la primera redacción de un código legal unificado, en la línea del Fuero Real; fue
un compendio legal de Castilla, que se envió a los núcleos urbanos como obra de referencia.[36]
Sería promulgado en 1255. Sin embargo, al año siguiente llegó una embajada de la ciudad
italiana de Pisa ofreciendo a Alfonso su apoyo para optar al trono imperial. El rey castellano
decidió entonces que su equipo de juristas elaborara un nuevo código legal ampliado, basado en
el Espéculo y en el Derecho romano-canónico. Se trata de las Siete Partidas,[36] redactadas entre
1256 y 1265, y de las que se ha llegado a decir[37] que son, por su calidad y trascendencia
interna y exterior, equiparables en el mundo del Derecho a lo que fue la obra de Santo Tomás de
Aquino para la teología.
Alfonso no solo promulgó nuevas leyes, sino que además creó nuevos cargos, como el de
adelantado o el de almirante, reflejo de la creciente importancia de la flota castellana.[38] El
cargo de Adelantado mayor de Andalucía se creó en 1253 para la Andalucía Bética
conquistada.[39] A continuación se creó el equivalente para Murcia.[39] Este nuevo cargo
sustituyó además a los merinos mayores en Castilla y León.[39] En la década de 1260 se unieron
los adelantamientos de Andalucía y Murcia (que volvieron a separarse en la década siguiente) y
desaparecieron los adelantados de Castilla y León.[39] Se creó también la figura del adelantado
de Álava y Guipúzcoa.[39] Su función era esencialmente jurídica: eran el juez principal y de
apelación del territorio que se les asignaba y representaban al rey en su ausencia en algunos
actos como la recepción de castillos o la toma de juramentos.[40]
Fue el primer monarca castellano que utilizó las Cortes, reunidas por primera vez en León en
1188, como instrumento habitual de gobierno.[41] A las sesiones, muy frecuentes en el reinado
de Alfonso, acudían los tres estamentos: nobleza, clero y tercer estado (procuradores de villas y
ciudades), a diferencia de lo que ocurría con su precedente, la curia regia, de la que estaba
excluido este último.[42] El objetivo primordial de la convocatoria de Cortes fue la obtención de
subsidios extraordinarios, puesto que la consecución de nuevos fondos preocupó
constantemente al rey.[43]
El rey era, en opinión de Alfonso, la «cabeza del reino», «vicario de Dios» aunque independiente
en su poder temporal de la Iglesia, y por tanto trató de reforzar todo lo posible el poder de la
Corona.[44] El rey era el legislador del reino y el juez supremo.[45] También el jefe del Ejército y la
cabeza de la Administración Pública, así como quien decidía la política exterior del reino.[45]
Alfonso no se limitó, sin embargo, a aplicar las antiguas leyes y a ejercer sus tradicionales
prerrogativas, sino que fue un reformador, un innovador legislativo.[45]
Las reformas legislativas del rey produjeron el rechazo de elementos ciudadanos y nobiliarios,
cuyos privilegios se veían amenazados por la creciente intervención del Estado en las
legislaciones privativas.[34] Este rechazo fue una de las causas de la gran rebelión nobiliaria de
1272, que obligó al rey a ceder y permitir que algunas localidades recuperasen sus antiguos
fueros, desechando el real.[34]
Actividad repobladora
Sin duda, la labor más importante en este ámbito emprendida por este monarca fue la
repoblación del antiguo reino de Sevilla, que permitió consolidar las conquistas de Fernando
III.[46] Los objetivos de las repoblaciones alfonsinas eran dobles: económicas (mejorar la
explotación del territorio) y militar (proteger puntos vulnerables).[46]
Sello de Alfonso X
Nada más rendirse la ciudad hispalense, se procedió al reparto de las casas de su casco urbano
y de las tierras de alrededor entre los soldados de las huestes reales y nobiliarias, así como
entre gentes procedentes de todos los rincones de la Corona de Castilla. Este modelo de
repoblación, que vació de musulmanes aquellas localidades que habían sido tomadas por
fuerza o que capitularon tras un sitio (caso de las principales ciudades del valle del
Guadalquivir), convivió con el mantenimiento de la población autóctona en diferentes zonas.
Muchas localidades serranas de Jaén y Córdoba, y otras de las campiñas y llanuras, se rindieron
a los castellanos mediante capitulación, por la cual estos se hacían cargo de sus fortalezas y
del cobro de impuestos, mientras que los mudéjares conservaban cierta autonomía política y
religiosa.
Este sistema no fue viable después de la revuelta mudéjar de 1264. La expulsión que se produjo
de musulmanes en las tierras andaluzas y el agotamiento demográfico de los reinos de Castilla
y de León tuvo como consecuencia una bajísima densidad de población en el sur, que no pudo
ser paliada por la labor repobladora de Alfonso X en la comarca del Guadalete y en la bahía de
Cádiz, ni por las iniciativas señoriales en la frontera con Granada. Finalmente, los repobladores
se concentrarían en las grandes ciudades del valle del Guadalquivir.
Los puntos de mayor peligro se encomendaron a las órdenes militares: la de Santiago obtuvo
Segura, Estepa y Medina Sidonia (tras la desaparición de la efímera Orden de Santa María de
España, fundada por Alfonso); la de Calatrava recibió Martos y Alcaudete; y la Alcántara,
Morón.[47] El rey trató también de potenciar los concejos, el principal de los cuales en la zona
era el de Sevilla.[48]
En Murcia la situación fue similar, si bien no hubo expulsión de mudéjares tras la rebelión de
1264.[49] En la región convivieron repobladores castellanos, aragoneses (un 45 % en algunas
comarcas), ultramontanos (franceses e italianos, principalmente), mudéjares, comunidades
judías.[49] Las zonas más pobres quedaron casi despobladas, y parte de la población, tanto
mudéjar como cristiana, abandonó la región.[49]
También impulsó Alfonso X la llamada repoblación interior, con la fundación de villas y polas
(pueblas) nuevas en regiones del norte e interior peninsular.[50] Con ello pretendía reforzar la
jurisdicción realenga en zonas en las que tradicionalmente habían predominado los señoríos de
distinto tipo.[51] Así, podemos enumerar las siguientes:
Villa Real, actual Ciudad Real, fundada en Pozuelo de don Gil en 1255. Se estableció con el fin
de contrarrestar el poder que la Orden de Calatrava ejercía en la comarca.[50]
Ya al principio del reinado, en 1253, Alfonso tuvo que afrontar rebeliones en los territorios recién
incorporados a Castilla.[53] Se alzaron contra el rey Tejada, cerca de Sevilla, así como Lebrija,
Arcos, Medina-Sidonia y Jerez; esta última resistió a los castellanos hasta 1261.[54]
A los pocos años de haber renovado la sumisión a Castilla, que ya habían ofrecido a Fernando
III, los pequeños territorios tributarios de Niebla y Jerez de la Frontera vieron cómo Alfonso X les
arrebataba por la fuerza de las armas la poca autonomía que les restaba.[55] Jerez fue
conquistado tras un mes de asedio, a finales de 1260 o comienzos del año siguiente.[55] Niebla
fue conquistada a continuación, en febrero de 1262, con facilidad; su señor marchó a Sevilla,
donde vivió hasta su muerte.[56] La población musulmana del reino fue expulsada y se llevó a
cabo en él otro proceso repoblador, similar al de Sevilla.[55] Ese mismo año comenzó también la
repoblación del Puerto de Santa María y de Cádiz.[57]
Estas conquistas, así como otros incumplimientos de las capitulaciones acordadas en su día
con los musulmanes andaluces y murcianos que se habían rendido sin resistencia durante las
campañas de Fernando III, provocó una sublevación concertada entre la población mudéjar del
sur peninsular, apoyada por el rey de Granada (1264).[57] El alzamiento comenzó en mayo de
1264 en Jerez, de cuyo alcázar se apoderaron los rebeldes, y se extendió pronto a otras
localidades como Arcos, Lebrija o Medina-Sidonia.[58] En Murcia el levantamiento comenzó en
Lorca.[58] La rebelión fue aplastada en casi toda Andalucía en seis meses, mientras que en
Murcia, abandonada a su suerte, fue necesaria la intervención combinada de tropas castellanas
y aragonesas, al mando del propio Jaime I de Aragón.[59] El rey aragonés rindió Murcia en enero
de 1266, acontecimiento que marcó el principio del fin de la rebelión en la región.[58] Alfonso se
centró entonces en Jerez, el principal foco de la rebelión, que recuperó en octubre de ese mismo
año, tras reconquistar otras plazas menores.[59] Esta revuelta tuvo como consecuencia la
expulsión o huida de muchos mudéjares andaluces, y el despoblamiento de vastas áreas en la
Campiña del Guadalquivir.[60]
Alfonso utilizó a la Iglesia como instrumento de gobierno.[61] Algunas figuras del alto clero
recibieron importantes cargos gubernamentales y actuaron como embajadores regios, tanto
ante el papa como en otras cortes.[62] Uno de los principales eclesiásticos del reinado fue
Remondo, arzobispo de Sevilla, estrecho colaborador del rey.[62]
Por otro lado, Alfonso trató de apropiarse de parte de las rentas eclesiásticas, lo que suscitó el
disgusto de los prelados y los acercó a la nobleza descontenta con la fiscalidad regia.[62] Logró,
empero, conservar las tercias reales que había obtenido del papa Inocencio IV su padre
Fernando para contribuir a sufragar las guerras contra los musulmanes.[63] Esta fue una de las
principales fuentes de ingresos para la hacienda real.[63] Cuando renunció definitivamente a la
corona imperial alemana, el papa del momento, Gregorio X, le compensó con la décima parte de
las rentas eclesiásticas del reino durante seis años.[64] No consiguió, sin embargo, que ninguno
de los papas de la época lo respaldase decididamente en sus pretensiones al trono alemán.[63]
La relación del rey con la nobleza pasó por diversas etapas, aunque en general, esta reforzó su
poderío durante el reinado de Alfonso.[65] En los repartos de tierras en la Andalucía conquistada
y en Murcia, la alta nobleza, los «ricoshombres», obtuvieron grandes extensiones.[65] Se
extendió también el régimen señorial: los grandes propietarios acapararon cada vez más
competencias jurisdiccionales.[66]
Los dos principales linajes del reinado de Alfonso eran los de Lara y Haro, rivales.[66] Otras
importantes familias de la alta nobleza eran las de los Castro, Guzmán —una de cuyos
miembros, Mayor, era amante del rey—, Manzanedo, Meneses, Fróilaz, Saldaña, Cameros, Girón,
Trastámara y Limia.[67] Todas ellas gozaban de amplios dominios que les aportaban
abundantes rentas, disfrutaban de los principales cargos en la corte y estaban a menudo
emparentadas.[68] Parte de la alta nobleza se opuso a las medidas económicas y políticas del
soberano, que buscaban reforzar el poder de la Corona.[68]
Las primeras desavenencias entre el rey y los nobles acontecieron en 1255, con la sublevación
de Diego López III de Haro, sostenido por Jaime I de Aragón y por el hermano de Alfonso, el
infante Enrique.[69] La rebelión, centrada en el Señorío de Vizcaya y en Andalucía, fue
aplastada.[70] La siguiente rebelión nobiliaria relevante fue la de 1270, tras un período de
conciliación entre los nobles y el monarca.[70]
La actuación de los hermanos del rey fue, en general, perjudicial para él.[71] Enrique y Fadrique
se rebelaron contra él; al segundo lo hizo ejecutar.[71] También lo hizo Felipe en 1272.[71]
Sancho llegó a arzobispo de Toledo, pero murió al poco.[71] El benjamín varón de la familia,
Manuel, fue un fiel compañero de Alfonso hasta que, al final del reinado, se rebeló contra él en
apoyo de su sobrino Sancho.[72] De sus hermanos de padre (hijos de la segunda esposa de
Fernando III), solo Leonor desempeñó un papel importante en el reino, al casarse con el
heredero inglés, Enrique.[72]
Política exterior
La cuestión del Algarve
Durante todo su reinado, Alfonso X se tituló «rey del Algarve». El origen de esta atribución es
oscuro. Según algunos autores, como el marqués de Mondéjar, el Algarve le habría sido donado
por Sancho II de Portugal en pago por el apoyo que el castellano le había proporcionado en
1246 contra aquel que terminaría apartándolo del gobierno, su hermano Alfonso III de Portugal.
Para otros, como José Mattoso,[73] la reivindicación del rey castellano sobre las tierras al sur de
Lisboa reflejaban el deseo de ver reconocida su superioridad feudal sobre el monarca
portugués; también se rastrean los derechos de Alfonso X en el Algarve obtenidos por el rey de
Niebla. Sea como fuere, tras la subida al trono de Alfonso X de Castilla, se inició una guerra
entre ambos reyes por el control del Algarve. El conflicto finalizó en 1253 al acordar el
matrimonio del rey portugués con una hija,[22] ilegítima, del rey Alfonso X, Beatriz, y la entrega
de un usufructo sobre el Algarve en beneficio del rey castellano hasta que el hijo de ese
matrimonio alcanzara los siete años de edad.[74] [75]
Alfonso recibía además el servicio vitalicio
de cincuenta caballeros de la región y la posibilidad de conceder tierras en ella.[22]
En 1260, Alfonso X añadió a sus títulos el de rey de Algarve. Pero en abril de 1263, firmó un
tratado, ratificado en 1264,[76] por el que cedió el usufructo del Algarve a su nieto Dionisio,
heredero del rey portugués, a cambio de un vasallaje militar.[77] [78]
[79]
Con el Tratado de
Badajoz de 1267 se liquidó este tributo militar y se fijaron las fronteras en el río Guadiana.[79] El
rey castellano siguió empleando el título de rey de Algarve, pero solo por la referencia al
territorio de la antigua taifa de Niebla.[75] Por su parte, el rey Alfonso III empezó a emplear el
título de rey de Portugal y de Algarve desde marzo de 1268.[80] El motivo de la cesión de
Alfonso fue su deseo de mejorar las relaciones con el reino vecino.[81]
Las relaciones con Navarra fueron tirantes al comienzo del reinado de Alfonso.[82] Teobaldo I de
Navarra, de origen francés, había orientado al reino hacia Francia.[82] Temiendo un ataque del
rey castellano, el reino firmó una alianza con Aragón.[82] Alfonso, por su parte, se concertó con
Inglaterra en la primavera de 1254: a cambio de ceder sus posibles derechos a la Gascuña,
objetivo de los ingleses, estos se comprometieron a colaborar con el rey castellano en los
asuntos navarros.[82] Para reforzar la liga, el príncipe Eduardo de Inglaterra, heredero del trono,
desposó a una de las hermanas de Alfonso, Leonor en Burgos ese mismo año.[82] Las
relaciones castellano-navarras mejoraron luego, durante el reinado de Teobaldo II, que hizo de
su reino casi un protectorado castellano.[83] También lo hicieron las de Castilla con Aragón, y en
1256 Alfonso firmó un tratado de amistad con el monarca aragonés, Jaime I el
Conquistador.[83]
Acercamiento a Francia
En 1266, Alfonso decidió estrechar los vínculos con Francia desposando a su hijo y heredero,
Fernando, con una hija del monarca francés, Luis IX.[81] La boda entre Fernando y Blanca de
Francia se celebró a finales de noviembre de 1269 en Burgos.[81]
El primer acto de Alfonso contra las potencias musulmanas del sur de la península y el Magreb
fue la creación de una base naval en Alcanate en el verano de 1260-[84] Seguidamente, los
castellanos ocuparon y saquearon durante varios días el puerto de Salé en septiembre de ese
mismo año.[85]
Las relaciones de Castilla con Granada fueron en general tirantes, con inestables pactos que
daban paso a conflictos casi continuos.[86] Si Alfonso trataba de minar el poder de los nazaríes
mediante el apoyo a algunos arraeces, el emir granadino hacía lo propio atizando a la nobleza
levantisca castellana.[86] En 1264 el soberano granadino sostuvo a los rebeldes muladíes contra
Alfonso.[58] En 1265 las dos partes alcanzaron un acuerdo pasajero que no puso fin a las
tensiones.[86] Al morir Muhammad ibn Nasr, su hijo Muhammad II suscribió un nuevo concierto
con Alfonso mediante el cual se comprometió a pagarle trescientos mil maravedíes anuales;
este pacto tampoco puso fin a la enemistad entre los dos reinos.[86]
Esta volvió a ser evidente en 1275, cuando los benimerines invadieron la península alentados
por el soberano nazarí.[86] Los magrebíes conquistaron Tarifa y Algeciras y batieron a los
castellanos en la batalla de Écija.[87] Luego corrieron las comarcas de Jaén y Sevilla, antes de
retirarse de nuevo al sur del estrecho.[87] Alfonso firmó una tregua con ellos, que concluyó en
1277, cuando los benimerines talaron el Aljarafe y cercaron Córdoba.[87] Los concejos
andaluces solicitaron la paz, que el sultán benimerí concedió.[88] En 1278 Alfonso trató de
conquistar Algeciras para estorbar el paso del enemigo a la península, pero su flota fue
derrotada por la de los benimerines y el cerco acabó en fracaso.[88]
Alfonso y su hijo Sancho siguieron hostigando al reino nazarí y consiguieron que su soberano se
aviniese a retomar el pago de parias, pero esto no resolvió el problema, que resurgió en los
últimos años del reinado.[89]
En 1256 Alfonso X recibía una embajada de la república de Pisa en Soria.[90] Venía para
ofrecerle su apoyo para ser candidato a «emperador» y «rey de romanos», cargo vacante desde
la muerte de Guillermo II de Países Bajos.[91] Y es que Alfonso pertenecía, por ser hijo de Beatriz
de Suabia, a la familia alemana de los Hohenstaufen, que alegaba ser la depositaria de los
derechos al Imperio.[92] Alfonso X aceptó la oferta pisana y procedió, mediante el envío de
diplomáticos, dinero e incluso tropas a las ciudades gibelinas de Italia, a recabar apoyo para su
aspiración imperial.[93]
Estatua de Alfonso X junto al Castillo de San Marcos de El Puerto de Santa María.
Alfonso encontró muchas dificultades en este empeño. En la propia Castilla, muchos nobles
expresaron su desacuerdo por las exigencias extraordinarias de dinero y soldados. En Soria, los
nobles locales llegaron al motín (la llamada conjuración de Soria). En el exterior, el papa Gregorio
X se opuso a las pretensiones de Alfonso, interesado en debilitar el Imperio. Por otra parte
estaba el complejo sistema de elección del emperador, que correspondía a siete príncipes
electores.[94] Estos hicieron dos votaciones: en la de enero de 1257 escogieron al candidato
inglés, en la de abril de ese año, al castellano.[94] Tres de ellos votaron por Ricardo (hermano de
Enrique III de Inglaterra), mientras que cuatro lo hicieron por Alfonso (1257).[94] Sin embargo, el
inglés viajó rápidamente a Aquisgrán, donde fue coronado junto a la tumba del primer
emperador medieval de Europa Occidental, Carlomagno, en mayo, aunque no logró la sanción
papal.[94] El castellano, en cambio, permaneció en sus reinos, con lo que perdió su oportunidad
de hacer valer su elección como rey de Romanos. Nunca pisaría tierra germana. En los años
posteriores Alfonso desembolsó enormes cantidades de dinero para sufragar sus gestiones
para ser coronado emperador por el papa, así como para apoyar militar y financieramente a sus
partidarios en Italia y Alemania. En 1271 Alfonso se aprestaba a acudir a Italia a acaudillar a sus
partidarios y obtener por fin la corona imperial y al año siguiente falleció su rival, Ricardo.[95] Sin
embargo, la elección de Gregorio X en 1271 frustró definitivamente sus aspiraciones
imperiales.[95] Desgraciadamente para el monarca castellano, la Iglesia romana fue alargando el
pleito hasta que Alfonso se vio obligado a renunciar en 1275, tras una entrevista en Beaucaire
con el papa Gregorio X.[96] Esta ya había negado en 1272 la validez de la elección de Alfonso y
había reconocido como emperador a Rodolfo I de Habsburgo en 1274.[97]
Detrás de este contencioso pudo estar la intención del Rey Sabio de verse reconocido como
superior por los otros reyes peninsulares, recuperando la vieja supremacía teórica que había
tenido su antepasado Alfonso VII el Emperador.[98] Según otros autores, la aspiración imperial
de Alfonso se debía a su deseo de crear un imperio mediterráneo que le permitiese luego
emprender una cruzada y conquistar Tierra Santa.[99]
El fecho de Allende
Alfonso X el Sabio
No obstante todos estos preparativos, no se emprendió la invasión a gran escala del Magreb.
Todo se redujo a unas cuantas expediciones de rapiña y a la captura de alguna plaza costera
aislada. La incursión más conocida fue la de Salé, puerto del norte de África saqueado en el
verano de 1260 por la flota del almirante Juan García de Villamayor (hijo del ayo de Alfonso X).
Pero el objetivo principal de esta Cruzada, Ceuta, permaneció en manos islámicas.
En la última etapa de su vida, Alfonso X tuvo que afrontar diversos fracasos y desgracias,
incluyendo la muerte de su heredero (1275), rebeliones de nobles y en el seno de su propia
familia, fracaso del intento de conquista de Algeciras (1278), invasiones benimerines.
La gran revuelta nobiliaria de 1272 se urdió en una gran reunión de los magnates del reino que
se celebró en Lerma a principios de 1271.[100] En ella participó asimismo el infante Felipe,
hermano del rey, además de representantes de algunas ciudades.[101]
En 1272 la gran mayoría de los nobles, encabezados por el infante Felipe (hermano de Alfonso
X) y Nuño González de Lara, plantearon una serie de reivindicaciones al monarca.[102]
Fundamentalmente, los rebeldes deseaban eliminar las medidas fiscales del rey y la vuelta a los
fueros tradicionales, más laxos en lo que se refiere a las obligaciones de las poblaciones y los
vasallos para con el soberano.[103] Consideraban que los agentes del rey cometían abusos y
deseaban que Alfonso dejase de crear nuevas poblaciones en las tierras de realengo y solicitase
menos contribuciones extraordinarias.[101] A la rebelión se unió parte del clero y de la oligarquía
urbana, también descontentos por la política fiscal regia.[104] La reconciliación entre el rey y los
alzados se debió a la mediación de la reina Violante y a las concesiones del soberano.[105]
Conjura de 1277
Apenas resuelta la rebelión de 1272, Alfonso hubo de afrontar una nueva amenaza: la conjura de
su hermano el infante Fadrique y de un destacado noble, Simón Ruiz de los Cameros, en
1277.[105] Aunque los motivos de la conspiración no están claros, esta pudo deberse a la
enfermedad que por entonces sufría el rey y a la corta edad del heredero, que pudo animar al
infante a tratar de hacerse con el trono.[106] Al reponerse el rey de la enfermedad, mandó
ajusticiar a los principales confabulados.[106]
La problemática sucesión
Capilla Real de la catedral de Sevilla
El primogénito y heredero al trono, Fernando de la Cerda, murió en 1275 en Villa Real, cuando se
dirigía a hacer frente a una nueva invasión norteafricana en Andalucía.[107]
Urna sepulcral que contiene las entrañas de Alfonso X el Sabio, rey de Castilla y León (catedral de Murcia)
El rey se inclinó en principio por satisfacer las aspiraciones de Sancho,[109] que se había
distinguido en la guerra contra los invasores islámicos en sustitución de su difunto hermano.
Pero luego el rey, presionado por su esposa Violante y por Felipe III de Francia, tío de los
llamados «infantes de la Cerda» (hijos de Fernando), se vio obligado a compensar a estos.[110]
Sancho, conocido por la historiografía como el Bravo por su fuerte carácter, se enfrentó a su
padre cuando este pretendió crear un reino en Jaén para el mayor de los hijos del antiguo
heredero, Alfonso de la Cerda.[111]
Finalmente, el infante Sancho y buena parte de la nobleza del reino se rebelaron en 1282.[104]
Sancho convocó Cortes en Valladolid, que depusieron a su padre y le reconocieron por rey.[112]
La mayoría de los notables del reino, desde la reina Violante o el infante Manuel hasta gran
parte de la nobleza, el clero y los concejos, tomaron partido por Sancho.[112] Alfonso, enfermo,
se refugió en Sevilla.[112] Nuevamente, las innovaciones fiscales y legislativas fueron los
motivos que arguyeron los rebeldes, que deseaban una vuelta a los antiguos usos.[113] La
rebelión supuso el desbaratamiento de la política fiscal y monetaria de Alfonso.[114] Alfonso, sin
embargo, conservó el favor del papa, a la sazón Martín IV, y del rey de Francia.[112] Al reponerse
de la enfermedad a finales de 1282, maldijo a su hijo, a quien desheredó en su testamento, y
ayudado por sus antiguos enemigos los benimerines empezó a recuperar su posición.[115]
Cuando cada vez más nobles y ciudades rebeldes iban abandonando la facción de Sancho,
murió el Rey Sabio en Sevilla, el 4 de abril de 1284.[116] Sancho, a pesar de haber sido
desheredado, fue coronado en Toledo el 30 de abril de 1284.
Matrimonio y descendencia
Antes de casarse con Violante de Aragón, había sido tratado su matrimonio en dos ocasiones,
siendo un adolescente. La primera fue en 1234, con la infanta Blanca de Champaña, hija del rey
de Teobaldo I de Navarra.[117] Posteriormente, con Felipa de Ponthieu, hermana de su madrastra
la reina Juana, para cuyo enlace el papa Gregorio IX emitió dispensa el 31 de agosto de 1237.
Ambos compromisos quedaron sin efecto y en 1240 ya había sido acordado su matrimonio con
Violante, según consta en el testamento del 1 de enero de 1241 de Jaime I el Conquistador, rey
de Aragón, donde cita a su hija Ioles, coniugi Alfonsi, primogeniti illustris regis Castellae.
Tuvo varios hijos naturales antes de contraer matrimonio, siendo estos y sus respectivas
madres, los siguientes:[118]
Con María Alfonso de León, su tía, hija ilegítima del rey Alfonso IX de León y Teresa Gil de
Soverosa, tuvo a:[119]
Berenguela Alfonso (c. 1241-¿?). Contrajo matrimonio, después de 1264, con Pedro Núñez de
Guzmán, falleció joven y sin descendencia.[119]
Con Elvira Rodríguez de Villada, hija de Rodrigo Fernández de Villada, tuvo a:[120]
Alfonso Fernández el Niño (1242-1281), señor de Molina y Mesa por su matrimonio con
Blanca Alfonso de Molina, bisnieta de Alfonso IX de León.[121]
Con Mayor Guillén de Guzmán, I señora de Alcocer, Cifuentes, Viana de Mondéjar, Palazuelos,
Salmerón y Valdeolivas, hija de Guillén Pérez de Guzmán y de María González Girón,[122] fue
padre de:
Beatriz (c.1242/1244-1303), quien heredó los señoríos de su madre y fue reina de Portugal
por su matrimonio con Alfonso III de Portugal.[123]
Fernando de la Cerda (1255-1275). Heredero al trono castellano,[125] se casó en 1269 con
Blanca de Francia, hija de Luis IX de Francia, con quien tuvo dos hijos.[125] Su muerte
prematura permitió que su hermano Sancho se convirtiera en rey. Fue enterrado en el
monasterio de Santa María la Real de Las Huelgas de Burgos.
Leonor (1256-1275).
Violante de Castilla (1265-1287/1308), contrajo matrimonio en junio de 1282 con Diego López
V de Haro, señor de Vizcaya.[118]
Jaime de Castilla (1266-1284), señor de los Cameros.[118]
Estando ya casado tuvo los siguientes hijos de madre desconocida, ambos menores de edad
cuando su padre otorgó testamento en enero de 1284:
Ancestros
Ancestros de Alfonso X de León y II de Cast
8. Fernando II de León
4. Alfonso IX de León
9. Urraca de Portugal
5. Berenguela de Castilla
6. Felipe de Suabia
3. Beatriz de Suabia
7. Irene Ángelo
30.
31.
Actividad cultural
Véase también: Historia del idioma español#La lengua castellana en el reinado de Alfonso X el Sabio
Fuero Real de Alfonso X. Edición impresa de 1543.
Portada de Las Siete Partidas. Edición impresa de 1555, glosada por Gregorio López.
La educación de Alfonso fue esmerada; el monarca tenía una gran sed de saber y un gran
respeto a la cultura porque su madre, Beatriz de Suabia, era de hecho una erudita que cuando
quedó huérfana de ambos padres se instruyó en la culta corte siciliana de Federico II
Hohenstaufen, futuro emperador del Sacro Imperio Romano Germánico que hablaba nueve
lenguas y protegió y fomentó la ciencia y la cultura y fundó en 1224 la Universidad de Nápoles.
Un retrato de Alfonso el Sabio que subraya la pasión real por los conocimientos heredada de su
madre lo ofrece el Libro de los judizios (3a, 1-22):
En este nuestro tiempo Dios nos denó dar señor en tierra conocedor de
derechuría e de todo bien, amador de verdat, escodriñador de sciencias,
requiridor de doctrinas e de enseñamientos, qui ama e allega a sí los sabios e
los que s’ entremeten de saberes e les faze algo e mercet, porque cada uno
d’ellos se trabaja espaladinar los saberes en que es introducto, e tornarlos en
lengua castellana a laudor e a gloria del nombre de Dios e a ondra e en prez
del antedicho señor, él qui es el noble Rey do Alfonso […] qui sempre desque
fue en este mundo amó e allegó a sí las sciencias e los sabidores en ellas e
alumbró e cumplió la grant mengua que era en los ladinos por defallimiento
de los libros de los buenos filosofos e provados.
Desde su juventud, antes de 1252, fecha en que fue coronado rey, el príncipe Alfonso, además
de escribir cantigas de escarnio en galaico-portugués y, muy probablemente, algunos himnos de
loor a la Virgen María, auspició la traducción de un libro de cuentos ejemplares (o exempla) en
castellano: el Calila y Dimna. Ya mayor, mandó llamar a su Corte a trovadores como el genovés
que escribía en occitano y gallego-portugués Bonifaci Calvo, los catalanes Arnaut Catalán y
Cerverí de Gerona, los franceses Guiraut Riquer y Peire Cardenal y los gallegos Airas Nunes,
Pero da Ponte y Alfonso Eanes do Coton; también hubo poetas hispanohebreos renombrados
que le dedicaron elogios en verso, como el toledano Todros Abulafia, autor de un vasto
cancionero compuesto durante su reinado, todavía no traducido al español. Hasta Giovanni
Boccaccio lo usa como personaje central en el primer cuento de la última jornada de su
Decamerón, donde se alaba su generosidad.[130]
De la extensa obra alfonsí destacan: el Fuero Real de Castilla, el Espéculo y las Siete Partidas,
entre las jurídicas; las Tablas alfonsíes, entre las astronómicas; y entre las de carácter histórico,
la Estoria de España y la Grande e general estoria o General estoria, obra de historia universal. Las
Cantigas de Santa María es un conjunto de canciones líricas, escritas en galaico-portugués y
acompañadas de notación musical y unas vistosísimas ilustraciones que se hallan entre lo
mejor de la pintura de su tiempo. El Lapidario versa sobre las propiedades minerales, y el Libro
de los juegos sobre temas lúdicos (ajedrez, dados y tablas), deportes de la nobleza en aquel
tiempo. La intervención del rey fue a veces directa y a veces indirecta, pero indudablemente fue
el arquitecto de estas obras:
El rey faze un libro non por quel él escriva con sus manos mas porque
compone las razones d'él e las emienda et yegua e endereça e muestra la
manera de cómo se deven fazer, e desí escrívelas qui él manda. Peró dezimos
por esta razón que el rey faze el libro.
Alfonso X el Sabio, General estoria I, f. 216r.
Es decir, concebía el plan de la obra, ponía los medios para realizarla y daba las instrucciones
precisas sobre su estructura y contenido, e incluso descendía a detalles como precisar los
dibujos e ilustraciones que debían ornar el texto. Esta preocupación por la obra bien hecha se
manifiesta también en el prólogo del tratado inaugural de los Libros del saber de astrología, que
es el Libro de las figuras de las estrellas fixas que son en el ochavo cielo, versión revisada
acometida en 1276 de una primera traducción realizada en 1256. Allí se dice que el rey ordenó la
traducción del texto a Yehudá ben Mošé y a Guillén Arremón de Aspa en 1256.
Alfonso convocó para esta labor a un conjunto de sabios en lenguas hebrea, árabe y latina, con
quienes formó su scriptorium real, también conocido como Escuela de Traductores de Toledo.
Contó con la colaboración de cristianos, judíos y musulmanes, que desarrollaron una importante
labor científica al rescatar textos de la Antigüedad y al traducir textos árabes y hebreos al latín y
al castellano. Estos trabajos habilitarán definitivamente el castellano como lengua culta, tanto
en el ámbito científico como en el literario. Desde su reinado, además, se utilizará como lengua
de la cancillería real frente al latín, que era la lengua de uso regular en la diplomacia regia de
Castilla y de León.
También creó en Sevilla unos Studii o Escuelas generales de latín y de arábigo. Igualmente
fundó en 1269 la Escuela de Murcia, dirigida por el matemático Al-Ricotí.
Elevó al rango de Universidad los Estudios Generales de Salamanca (1254) y Palencia (1263),
siendo la de Salamanca la primera en ostentar ese título en Europa.
Predecesor:
Sucesor:
1257-1275
Predecesor:
Sucesor:
(rival de Ricardo de
Guillermo de Holanda Rodolfo I
Cornualles,
1257-1272)
Véase también
Notas
2. No obstante, Gonzalo Martínez Díaz aseveró que el infante don Alfonso citado en la Crónica sí
debió ser el hijo de Fernando III y no su hermano Alfonso de Molina, ya que de haber sido este
el que estuvo presente en la batalla de Jerez, el mando de la hueste debía haberle
correspondido a él en razón de su dignidad y no a Álvar Pérez de Castro. Cfr. González
Jiménez (2004)
Referencias
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Escorial Ms. escurialense T.I.1, Madrid, Castalia (Odres Nuevos), 1985, pág. XI. ISBN 978-84-
7039-446-1.
37. Pérez-Prendes Muñoz-Arraco, José Manuel. Historia del Derecho español, tomo II (p. 839, ed.
de la Facultad complutense de Derecho. 2004).
73. «As relações de Portugal com Castela no reinado de Afonso X, o Sábio», Fragmentos de uma
composição medieval. Lisboa: 1987, 73 94.
128. Gutiérrez, Carmen Julia (2014). «Señoras y abadesas en torno al códice de Las Huelgas» (htt
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B3dice_de_Las_Huelgas_Allegro_cum_laude._Art%C3%ADculos_en_homenaje_a_Emilio_Casar
es_Rodicio_Madrid_ICCMU_pp._273-_282?email_work_card=view-paper) . Allegro cum laude.
Estudios musicológicos en homenaje a Emilio Casares. Ediciones del ICCMU. p. 275-278.
ISBN 978-84-89457-51-5.
129. Calderón Medina, Inés (2018). Los Soverosa: Una parentela nobiliaria entre tres reinos. Poder
y parentesco en la Edad Media Hispana. Valladolid: Ediciones Universidad de Valladolid.
p. 167. ISBN 978-84-8448-967-2.
130. Cf. Carlos Alvar, La poesía trovadoresca en España y Portugal. Madrid: Editorial Planeta, Real
Academia de Buenas Letras, 1977 y Joseph F. O'Callaghan, The Learned King: The Reign of
Alfonso X of Castile. Philadelphia: University of Pennsylvania Press, 1993.
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