Ssoc U3 Evidencia de Aprendizaje Jons

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MATERIA: SOCIOLOGIA

PROFESOR: ANA DELIA AGUILAR HIGAREDA

ALUMNO: JOSE DE JESUS NUÑEZ SERRANO

MATRICULA: ES1521207863

U3. EVIDENCIA DE APRENDIZAJE: ANTIPROYECTO: PENSANDO


EN UN FUTURO COMUN.

El analfabetismo en la seguridad.

Introducción:

 El 53 por ciento de los policías municipales, estatales y federales que cobran un
sueldo del erario para garantizar la seguridad de más de 119 millones mexicanos,
son analfabetas, no tienen estudios, no han terminado la primaria o sólo
culminaron la secundaria.
Los estados que en los últimos años se han distinguido por el incremento de la
inseguridad, violencia y homicidios por la presencia de grupos del crimen
organizado, concentran el mayor número de policías con menor preparación
escolar.
Marco teórico:
Un estudio del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública
(SESNSP), dependiente de la Secretaría de Gobernación (Segob), consultado
por Excélsior, menciona que, hasta julio, se tenía un estado de fuerza (policías
municipales, estatales y federales) de 345 mil 584 elementos, de los cuales 185
mil 280 tenían secundaria como grado máximo de escolaridad.
De ellos, 107 mil 350 trabajan en alguna de las 32 secretarías estatales, mientras
que 71 mil 787 laboran en alguna de las dependencias de Seguridad Pública de
los dos mil 457 municipios del país.
Los registros de la Secretaría de Gobernación mencionan que 84 policías son
analfabetas; 672, no tienen escolaridad; dos mil 563 tienen la primaria completa;
mientras que 13 mil 655 no la culminaron. Además, siete mil 393 ingresaron a una
institución de seguridad pública con la secundaria incompleta, y de 161 mil 353, su
grado máximo de estudios es la secundaria.
Especialistas en temas de seguridad aseguran que el nivel de escolaridad de los
policías refleja la realidad de la seguridad pública en el país, ya que los estándares
internacionales señalan que el nivel mínimo de educación de un elemento debe
ser el bachillerato.
La falta de estudio afecta el desempeño de la función policial, porque es un reflejo
de las políticas públicas inerciales en materia de seguridad desde que se creó el
Sistema Nacional de Seguridad Pública en el año de 1995, el cual se ha basado
en la cantidad, al jerarquizar la cantidad en detrimento de la calidad”, explica
Marcos Pablo Moloeznik, doctor en Derecho en la Universidad de Alcalá y
profesor-investigador del Departamento de Estudios Políticos del Centro
Universitario de Ciencias Sociales y Humanidades de la Universidad de
Guadalajara.

“Es un reflejo claro de las instituciones de seguridad del país. El gran


problema es que, quienes han ejercido el liderazgo político en gobiernos
municipales, estatales y federales, han menospreciado la profesión de los
policías, y con tal de llenar los vacíos o espacios de empleo de policías, no
se han contratado mejores elementos, pero también hay un problema de
reclutamiento, porque los mejores mexicanos tampoco quieren ser parte de
las instituciones de seguridad”, considera Gerardo Rodríguez, coordinador
académico del Centro de Estudios sobre Impunidad y Justicia de la
Universidad de las Américas de Puebla (UDLAP).
Como servidor público se alienta a terminar estudios de preparatoria y universidad
pero hay un abismo entre promulgar el estudio y dar las herramientas o permisos
para terminar tramites o realizar exámenes ya que desgraciadamente el mismo
mando de la policía federal en este caso no da permisos para ese tipo de labores
tienen que batallar mucho para un permiso así, el mismo mando desmotiva para
que un servidor público se capacite ellos solo quieren que los elementos
obedezcan y entre menos razonen mejor.

En el caso de la Policía Federal, los registros indican que de sus 32 mil 609
elementos, seis mil 896 tenían como grado máximo de educación la secundaria.

Hace más de 20 años, el 18 de julio de 1996, se publicó en el Diario Oficial de la


Federación el “Programa Nacional de Seguridad Pública 1995-2000”, en el que se
establecía un nuevo modelo de seguridad pública y, con ello, la profesionalización
de los elementos.

Posibles soluciones y propuestas de mejora:

1. Incrementar la eficacia y eficiencia de los mecanismos de control de


confianza institucional.

Algunos reportes oficiales han estimado que la mitad de los policías en el país  son
“no recomendables”. Esto significa que habrían reprobado las pruebas de control
de confianza y que una parte importante de ellos podrían estar vinculados con el
crimen organizado. Esta situación es más grave aún si se considera que una parte
importante de las policías mexicanas han fallado impunemente en su cumplimiento
a lo dispuesto por los mecanismos de acreditación y certificación policial previstos
por la Ley General del Sistema Nacional de Seguridad Pública que aun reportando
su total cumplimiento, siguen experimentando graves casos de corrupción. 
Para esto, proponemos que, a la brevedad, la Comisión de Seguridad Pública y la
Comisión Bicameral de Seguridad Nacional del Congreso de la Unión, retomen la
experiencia internacional en la materia, y acompañadas de expertos de la
Procuraduría General de la República (PGR), la Policía Federal (PF), el
Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP)  y el
Centro de Investigación y Seguridad Nacional (CISEN), analicen la eficacia, por un
lado, de los mecanismos de certificación y acreditación a la luz de la evidencia
existente y las experiencias internacionales en la materia. Por otro, que
determinen científicamente si las cinco evaluaciones del modelo de control de
confianza y los protocolos de retención/remoción establecidos hasta ahora por el
Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP),
toxicológico, médico, poligráfico, psicológico y de entorno socioeconómico, son
oportunos y suficientes para la realidad del país. 
2. Desarrollar mecanismos internos y externos de contrapeso policial
Hasta ahora, una parte importante de la tragedia y la disfuncionalidad policial que
se ha visto en México, se debe a la inexistencia de mecanismos reales de control
y contrapesos. Para empezar, no existen protocolos formales a través de los
cuales los propios policías puedan denunciar de forma segura a sus compañeros o
superiores que incurren en actos ilegales. Desde una perspectiva externa,
tampoco existen mecanismos institucionales para que los ciudadanos puedan
denunciar a los servidores públicos que, haciendo un uso indebido de funciones,
los amedrenten, extorsionen o se nieguen a cumplir su responsabilidad. 
En lo general, es necesario aceptar que las oficinas de Asuntos Internos (AI),
cuando existen, simplemente no cumplen ese papel. Por el contrario, es más bien
el instrumento perfecto de corrupción institucionalizada para castigar a los policías
que, sin importar razón, el Secretario o Director considera rebeldes con respecto a
sus propios intereses personales.
Para solucionar esta clara debilidad institucional, proponemos que el Secretariado
Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP) haga uso
inmediato de sus facultades, y desarrolle un estudio técnico que, siguiendo las
mejores prácticas internacionales, oriente el diseño táctico, técnico y despliegue
de Auditores Policiales Autónomos (APA) en cada una de las corporaciones
existentes en el país. Estos Auditores tendrán la capacidad de diseñar, diseminar,
adaptar, implementar y evaluar los mecanismos operativos que permitan, por un
lado, garantizar protocolos, procedimientos, códigos de conducta y estándares
éticos mínimos en la corporación, y por otro, desplegar mecanismos seguros y
confidenciales de denuncia ciudadana, basados en consecuencias
preestablecidas contra actos de omisión o corrupción policial.
3. Desplegar un nuevo Sistema Integral de Desarrollo Policial (SIDEPOL)
apegado a las mejores prácticas de capacitación y profesionalización.
En una parte importante de los dos mil cuerpos policiales en México, los policías
trabajan turnos de 24×24. Es decir, laboran todo un día completo -sin pausa- a
cambio del “compromiso” de sus Directores o Secretarios de darles la
“oportunidad” de descansar el día siguiente. Es común que los turnos se extiendan
aún más. Inclusive, hay corporaciones que, violando la ley y la razón, implementan
turnos de 30, 36 y hasta 48 horas de trabajo policial continuo. Recientemente, el
Alcalde de Valle de Bravo, Estado de México, reconoció que los policías de ese
municipio trabajaban en turnos de 72 horas. 
Además de las repercusiones familiares, afectivas y sociales que esta absurda
política acarrea, el país ha generado todos los incentivos perversos para contar
con las peores corporaciones posibles. Sus propias condiciones lo revelan con
claridad. La mayor parte de las academias policiales capacitan sólo por tres
meses, y a veces, sólo por algunas semanas. Alrededor del país, hay policías que
perciben tan sólo 4,000 pesos por mes. El 68% sólo cuenta con educación básica
y el 2% es analfabeta. El 60% padece enfermedades graves vinculadas a la
hipertensión, diabetes, miopía y gastritis.  Aún en la que podría ser de las mejores
policías, la Policía Federal, al menos el 41% de los policías son médicamente
obesos.
Ante ello, es imposible suponer que personas con estas condiciones laborales y
competencias personales podrán hacer un uso eficiente, estratégico y racional de
la fuerza pública. Carentes de una política de protección integral mínima, y de los
más básicos niveles de capacitación, los policías mexicanos se enfrentan a un reto
más grande del que pueden asimilar.
Necesitamos aceptar que, así como ocurre en otras actividades económicas, el
énfasis en la mejora policial debe estar en la productividad y en la eficiencia. La
evidencia empírica así lo demuestra: más policías en las calles no significa menos
delitos. En cualquier caso, si el Estado mexicano es el primero en violar los
derechos humanos de los policías, no debería sorprendernos que los policías
violen los derechos de los ciudadanos. 
Para responder tangiblemente a esta tragedia, proponemos rediseñar el SIDEPOL
con el objetivo de que se revisen no sólo las políticas de ingreso, evaluación y
ascensos, sino que también se tomen las medidas oportunas para crear un
nuevo ethos policial. La idea es que, apegado a las mejores prácticas en el ámbito
laboral, el Estado mexicano garantice altos niveles de calidad de vida de los
servidores públicos en la función policial. 
Esto implica al menos tres cambios tangibles. Un primer cambio esencial es
garantizar que, siguiendo el espíritu de la Constitución mexicana, las policías no
puedan trabajar más de 8 horas diarias. Una segunda medida es que el SNSP
garantice transferencias etiquetadas para crear un verdadero Mecanismo de
protección integral policial, que además de elevar sustancialmente el ingreso de
los policías para que sus familias salgan de la pobreza -según los estándares de
la línea de bienestar mínimo diseñados por el Consejo Nacional de Evaluación de
la Política de Desarrollo Social (CONEVAL), se provea una red de alimentación,
apoyo psicológico, vivienda, indemnización por lesiones y seguro de vida. Para
asegurar que esto ocurra, un tercer cambio esencial es que el propio Secretariado
Ejecutivo del SNSP abra de inmediato la convocatoria libre a ONGs para que,
siguiendo la lógica de las zonas de coordinación de SEGOB: Noroeste, Noreste,
Occidente, Centro, y Sureste, sus representantes se integren a los nuevos Cinco
Consejos Ciudadanos Regionales que aquí proponemos. Por su naturaleza, estos
Consejos honoríficos tendrán la tarea de monitorear mensualmente
la erradicación de estas malas prácticas laborales, que en general, tienen a las
policías mexicanas en un estado de franca incapacidad física, económica,
emocional, educativa y de salud.
4. Transformar el sistema de indicadores de seguridad a uno orientado en
resultados.
Hasta ahora, la mayor parte de los indicadores utilizados por las autoridades en el
ámbito federal, estatal y municipal, está basada en reportar lo que hacen. Es decir,
en señalar qué actividades llevan a cabo (por ejemplo, detenciones, arrestos,
inversión, incautaciones, etc.).  Sin embargo, pocas veces estos reportes
comunican con claridad el impacto que estas medidas tienen sobre el resultado
final de la política pública. Las experiencias internacionales más exitosas dejan en
claro que esta medición vigente en México es completamente obsoleta.  En lugar
de reportar lo que se hace, las autoridades deberían también reportar qué
resultados se obtuvieron de las medidas que implementaron. 
Tangiblemente, esto implica también pasar de un paradigma obsoleto
de seguridad pública a un paradigma de seguridad ciudadana. Para ello, el Estado
mexicano debe desarrollar reportes y encuestas que por un lado, incluyan
indicadores capaces de medir el miedo al crimen (en lugar de sólo la incidencia
delictiva), y por otro, indicadores idóneos para medir la confianza policial con el
objetivo de reducir la cifra negra (en lugar de sólo reportar los millones de pesos
invertidos en seguridad pública). 
Para alinear las prioridades del gobierno con las del ciudadano, proponemos que
el Centro de Excelencia del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI)
desarrolle un nuevo sistema de indicadores comparables de intensidad delictiva,
bajo una lógica tetramestral, con representatividad estatal y metropolitana. La idea
es reforzar la Encuesta Nacional de Victimización y Percepción sobre Seguridad
Pública (ENVIPE) y otros mecanismos del Subsistema Nacional de Información de
Gobierno, Seguridad Pública e Impartición de Justicia (SNIGSPIJ) administrados
por el INEGI, para que así como lo hace con las expectativas y percepción en
materia económica, se cuente también con información acertada y oportuna que
mida la percepción de miedo, la confianza de la población respecto a sus policías
y demás funcionarios públicos, así como los niveles de impunidad percibidos. 
Este nuevo paradigma de medición deberá tener dos consecuencias tangibles.
Una de ellas es que por Ley, se focalicen y prioricen las estrategias, incentivos y
los recursos públicos que se destinen a las políticas públicas de seguridad federal,
estatal y municipal en un futuro inmediato. 
Una segunda consecuencia es vincular estos mecanismos para que, al ser
estandarizados en un nuevo Sistema municipal de indicadores de gobernabilidad,
se oriente preventiva y técnicamente las decisiones del Estado mexicano respecto
a un eventual mecanismo de desaparición de poderes en estados y municipios. La
idea es que a diferencia de lo que hasta hoy se ha visto en algunas entidades en
crisis, dicha desaparición, si ocurriese, no fuese decidida en función de estándares
políticos: opacos y subjetivos.   
5. Generar mecanismos de evaluación sistemática del desempeño e impacto
del gasto público de los fondos dedicados a la seguridad.
En los últimos diez años, el crecimiento del gasto público en materia de seguridad
ha sido prácticamente exponencial. En el ámbito federal, el presupuesto destinado
a la PGR, SEDENA, SEMAR, Policía Federal y el Sistema Penitenciario ha crecido
a un ritmo nunca antes visto. Una situación similar se ha observado en los estados
y municipios. Por si esto no fuera suficiente, los fondos y transferencias federales
en la materia también han crecido sustancialmente, tal como se percibe en el
Fondo de Aportaciones para la Seguridad Pública (FASP), el Fondo de
Aportaciones para el Fortalecimiento de los Municipios (FORTAMUN), el Subsidio
para Policía Estatal Acreditable (SPA) y el Subsidio para la Seguridad Pública
Municipal (SUBSEMUN). 
Un ejemplo preciso es justamente este último subsidio que, desde 2008 a 2014,
creció un 24% sin una justificación clara para ubicarse en un erogación de 4,733
millones de pesos. Con una deuda pública que se ha incrementado a un ritmo
inusitado de 1.2 billones de pesos en los dos primeros años de la Administración
de Enrique Peña Nieto y la caída en precios del petróleo, el hecho de que no
exista evidencia sobre si esos programas realmente contribuyen a mejorar la
situación de violencia e inseguridad, es una señal de alarma de un posible
desperdicio de recursos públicos y un enorme costo de oportunidad al no estar
invirtiendo en algo que sea realmente útil.
Para evitar un mayor dispendio irresponsable de los recursos públicos,
proponemos tres estrategias. La primera de ellas es que el Gobierno federal
cumpla con su compromiso de informar mensualmente el resultado de las medidas
de austeridad en el gasto que -se supone- implementa desde 2012, exhortando
que estados y municipios hagan lo mismo dando seguimiento a los lineamientos
del Consejo Nacional de Armonización Contable (CONAC) y demás lineamientos
discutidos por la Ley de Contabilidad Gubernamental. La segunda es que la
Secretaria de la Función Pública (SFP), la Secretaria de Hacienda y Crédito
Público (SHCP) y sus equivalentes en los tres niveles, presenten en un mes un
reporte de los programas y funcionarios públicos sancionados por carecer de los
mecanismos teóricamente ya establecidos por el Presupuesto Basado en
Resultados (PBR). La tercera medida a tomar es que el Secretariado Ejecutivo del
Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP) y las instituciones que más
conocimiento técnico tienen en la materia: el Consejo Nacional de Evaluación de
la Política de Desarrollo Social (CONEVAL) y la Auditoría Superior de la
Federación (ASF), colaboren para transferir el modelo del recién creado Instituto
Nacional para la Evaluación de la Educación (INEE) en materia educativa, al
ámbito de la seguridad. 
Tangiblemente, esta última estrategia implica que estas tres instituciones analicen
las áreas de oportunidad del INEE y propongan al Consejero Jurídico del Ejecutivo
Federal una reforma a la Ley Orgánica de la Administración Pública Federal para
crear el Instituto Nacional para la Evaluación de la Inversión en Seguridad (INEIS).
Al transferírsele recurso humano y financiero de los Ramos más opacos del gasto
corriente (como el 19, 23 y 33, entre otros), la idea es que sin incrementar la
burocracia, este nuevo organismo constitucional autónomo, técnico pero con un
Consejo Ciudadano, sea capaz de evaluar el desempeño de los fondos y el gasto
en materia de seguridad. El objetivo es que los programas públicos existentes se
mejoren sistemáticamente y se haga un ejercicio responsable del gasto a partir del
Presupuesto de Egresos de la Federación (PEF) 2015 y los ejercicios fiscales
subsecuentes. 
6. Fortalecer los mecanismos de generación y explotación de inteligencia
policial  
Teóricamente, todos los policías en México tienen la obligación de participar
reportando lo que observan en campo a través del llenado de los Informes
Policiales Homologados (IPH). Estos reportes, son el insumo básico bajo el cual
se desarrollan las posibilidades de la Plataforma México, herramienta tecnológica
que habiendo costado al menos 4 mil 300 millones de pesos hasta 2012, es la
clave de un supuesto Nuevo Modelo Policial basado en inteligencia.
Sin embargo, a siete años de su implementación, y después de haber
incrementado el gasto en ese rubro un 376.9%, es evidente que las policías del
país no demuestran ser más inteligentes en su actuación frente al fenómeno
delictivo. Por el contrario, continúan atrapadas en el esquema reactivo tradicional
que refleja importantes debilidades estratégicas, tácticas y operativas. 
Para resolver este reto, es necesario aceptar las fallas y omisiones de diseño y
operación que tiene la Plataforma México. Una de ellas es que los incentivos que
existen para el reporte de IPH se basan en la cantidad de informes que hacen las
policías, y no en la calidad de los mismos. Una segunda es la existencia de
múltiples formatos nacionales y locales de denuncia telefónica, lo que dificulta que
el ciudadano conozca a dónde se debe denunciar, dispersando la responsabilidad
entre las agencias y generando problemas de reporte y pareo. Una tercera es el
énfasis que hasta ahora se le ha dado a los componentes tecnológicos y
administrativos del sistema, sin preocuparse en desarrollar las capacidades
analíticas en el capital humano de las policías o en adecuar sus estructuras
organizacionales para poder efectuar el ciclo de inteligencia en su totalidad. Una
cuarta debilidad es el propio paradigma asimétrico e ineficiente bajo el cual se
diseñó el modelo: con el objetivo de obtener transferencias federales, los
municipios y estados dedican inusitados recursos humanos y financieros para
llenar los IPH. Sin embargo, nadie evalúa la calidad de esos IPH, y en la mayor
parte de los casos, éstos son de tan baja calidad, que es imposible generar
inteligencia valiosa. La situación empeora aún más al considerar que,
paradójicamente, las autoridades municipales y estatales están incapacitadas por
el propio software para hacer uso de la inteligencia local que ellas mismos
generan. Los incentivos están claramente equivocados.
Para responder a estas severas deficiencias, proponemos que la Unidad de
Información para la Seguridad Pública de la Comisión Nacional de Seguridad
(CNS) y el Centro Nacional de Información del Secretariado Ejecutivo del Sistema
Nacional de Seguridad Pública (SESNSP), desarrollen, en conjunto, un Plan
maestro para renovar la generación de inteligencia nacional y local. Parte esencial
de este mismo será una Auditoría técnica imparcial por parte de tres universidades
mexicanas sobre la verdadera funcionalidad de Plataforma México y la calidad de
los IPH que se han reportado desde su creación. 
El resultado de este Plan maestro deberá estar orientado a cuatro objetivos
esenciales. El primero de ellos es asegurar la calidad de los datos a partir de la
estandarización basada en instrumentos reconocidos como la Clasificación
Estadística de Delitos del INEGI. El segundo es diseñar metas medibles para el
desarrollo de capacidades humanas e institucionales que permitan incorporar
sistemáticamente el análisis delictivo a la toma de decisiones en el ámbito policial.
El tercero es desplegar protocolos realistas que garanticen el uso ético de la
Plataforma y que brinden capacidades para las corporaciones locales que hayan
acreditado la calidad institucional suficiente para su explotación, análisis y uso con
los estándares más altos de seguridad informática existentes. Finalmente, el
cuarto será expedir una Ley Nacional de Inteligencia y la creación de un Centro
Nacional de Fusión de Inteligencia del Estado mexicano, siguiendo las mejores
prácticas internacionales y después de un foro de especialistas en el Senado de la
República. 
7. Garantizar las capacidades de aprendizaje institucional en las fallas
ministeriales Desde 2012, diez de los máximos líderes del crimen organizado
han sido detenidos o abatidos.
Sin embargo, otra decena de peligrosos dirigentes criminales ha sido liberada. 
Una situación similar ocurrió en la administración pasada, donde además del “caso
Cassez”, varios Alcaldes y funcionarios fueron detenidos por presuntos vínculos
con el crimen organizado, pero luego tuvieron que ser liberados por falta de
pruebas o errores de procedimiento (en integración de casos y cadena de
custodia, entre otras fases).  La sensación pública de que todo el sistema falla
cuando estos casos ocurren, no deja lugar a dudas. El impacto en la percepción
de impunidad que generan en la sociedad es altamente costoso y es necesario
que el Estado mexicano transforme de inmediato esa debilidad estructural.
Para evitar que estos casos sigan ocurriendo en un futuro inmediato, proponemos
que la Procuraduría General de la República (PGR), la Conferencia Nacional de
Procuración de Justicia del SNSP, el Instituto Nacional de Ciencias Penales
(INACIPE), el Consejo de la Judicatura Federal (CJF), representantes del
Congreso de la Unión, y el Consejero Jurídico del Ejecutivo Federal, trabajen en
conjunto en un documento de análisis crítico sobre las fallas ministeriales que
llevaron a que los jueces tomaran ese tipo de decisiones. Transparentar la acción
de los jueces y diseminar el resultado de las fallas ministeriales a través de este
estudio con los actores involucrados, será de gran ayuda para generar una
estrategia de aprendizaje institucional y de diseño y evaluación de protocolos para
los Ministerios Públicos del fuero común y federal. 

8. Generar incentivos para garantizar la implementación de la Reforma de


Justicia Penal.
En 2008, los tres poderes del Distrito Federal, los estados y la federación se
comprometieron a desplegar una reforma de justicia que debería estar totalmente
implementada en 2016. La idea, era mejorar el sistema y reducir el alarmante nivel
de impunidad. Hoy, a meses de que esa fecha caduque, la impunidad no sólo no
se ha logrado reducir, sino que se ha incrementado a un absurdo nivel de 93.8%.  
Con ese nivel de crecimiento, de no hacer nada, en unos años estaremos llegando
al vergonzoso 100%.
Por si esto fuera insuficiente, existe la idea de que la meta de implementación no
se habrá de cumplir y que, como siempre, no pasaránada. Esto es inaceptable. Es
necesario que haya consecuencias para los responsables que por acción u
omisión están generando incentivos perversos en todo el sistema de seguridad y
justicia. El Estado mexicano no puede ser el primero que viola la Ley.
Para ello, proponemos que en la próxima sesión del Consejo Nacional de
Seguridad Pública (CNSP), los tres poderes y los miembros de la sociedad civil
ahí representados, decidan los porcentajes en sanciones fiscales para las
instituciones del Estado mexicano que serán incapaces de implementar la reforma.
Proponemos, también, que en esa reunión se decidan las medidas de
inhabilitación y sanción administrativa y penal aplicables a servidores públicos, de
todos los niveles, a quienes se les demuestre irregularidades, falta de decisión
para la generación de competencias institucionales u obstrucción de la
implementación de esta reforma constitucional. 
9. Elevar las capacidades institucionales en materia forense y pericial
Se estima que, como producto del incremento en la incidencia delictiva,
desde 2006 a la fecha, han fallecido y/o desaparecido más de 130 mil
personas de manera violenta en México. Ante el abandono de la Base de Datos
de Fallecimientos Ocurridos por Presunta Rivalidad Delincuencial, las cifras
varían. Lo que es un hecho, es que a excepción de algunas aproximaciones de la
sociedad civil, es inaceptable que no existan reportes oficiales en tiempo real de
las víctimas visibles e invisibles de la violencia. 
En cualquier caso, para una tragedia humanitaria como ésta, el país debería ser
ya un líder global en materia forense. Deberíamos, por ejemplo, ser capaces de
utilizar -e inclusive- de generar, la tecnología de punta que permita conocer a
fondo no sólo dónde, cuándo y cómo fallecieron las víctimas, sino también quién
es el victimario. Sin embargo, la realidad demuestra todo lo contrario. La inmensa
mayoría de las autoridades no cuentan con la infraestructura y el equipo humano
suficiente para llevar a cabo estas actividades. Ante ello, es entendible -pero
inaceptable- que los mexicanos no creamos en nuestros propios servicios
periciales.
Para responder a esta evidente debilidad, proponemos crear los incentivos fiscales
necesarios para que a partir de la Ley de Presupuesto de Egresos 2015, se
consolide un Sistema Nacional Forense. Bajo el principio de subsidiariedad
avalado por la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, este
sistema se encargará, por un lado,  de promover la apertura de cinco Laboratorios
Regionales Periciales y Forenses, que, siguiendo la lógica de las Academias
Regionales de Policía, sean capaces de prestar servicios de alta calidad a las
policías estatales y ministeriales que así lo necesiten.
Para que estos nuevos Laboratorios cuenten con el equipo humano especializado
suficiente, este nuevo Sistema deberá de coadyuvar junto con el Consejo Nacional
de Ciencia y Tecnología (CONACYT) en el diseño de incentivos para que, en
conjunto con el Instituto Nacional de Ciencias Penales (INACIPE), las
Universidades mexicanas desarrollen Programas Nacionales de Posgrados de
Calidad (PNPC) en la materia. La idea es capacitar a miles de mexicanos
interesados en ciencias forenses y servicios periciales a través de becas
completas -como las que ya administra en decenas de programas y universidades-
a lo largo del país. 
De fondo, se necesita un programa estratégico que garantice la autonomía
técnica, y la seguridad física y profesional de los peritos actualmente en funciones,
así como los que habrán de unirse a la planta laboral en un mediano plazo. Un
país que no invierte en conocer la verdad de un acto delictivo, es una nación que
no está haciendo lo necesario para asegurar las condiciones mínimas de paz
social y justicia. 
10. Implementar un Observatorio Ciudadano para el monitoreo de un
Segundo Acuerdo Nacional por la Seguridad, la Justicia y la Legalidad.
En 2008, los tres poderes firmaron un Acuerdo Nacional por la Seguridad, la
Justicia y la Legalidad (ANSJL). Entonces, se lograron algunos avances
importantes en materia de fortalecimiento institucional en la federación, estados y
municipios. 
Hoy, sin embargo, está claro que ese Acuerdo está francamente rebasado. La
situación de inseguridad y violencia que vive México sólo puede explicarse ante un
evidente abandono del liderazgo en la función pública, el interés gubernamental
por ocultar el problema y los múltiples errores y omisiones sistemáticas que
necesitan aceptarse, entenderse y resolverse. 
Las fallas institucionales están en todos lados. Se necesita un segundo Acuerdo
Nacional y un Observatorio Autónomo que le dé seguimiento puntual y crítico,
mensualmente, de 2014 a 2018. Un sistema de indicadores público, en Internet,
basado en metas, responsables y consecuencias si es que éstas no se cumplen. 
Se necesita un Acuerdo que permita, por ejemplo, cuestionarse si con base a los
procesos administrativos y penales en trámite, el país está haciendo lo suficiente
para combatir la corrupción, cohecho e ineficiencias en las compras públicas, la
estandarización en la transparencia gubernamental y la contratación de deuda
pública en los tres niveles y órdenes de gobierno. Un Acuerdo que determine si el
modelo recientemente propuesto de Fiscalía y el Sistema Nacional contra la
Corrupción, es oportuno y suficiente, y que en consecuencia, proponga
mecanismos de seguimiento y evaluación a corto y mediano plazo. 
Se exige un instrumento que reconozca puntualmente que la violencia está
intrínsecamente vinculada con la incapacidad, pasividad y la poca voluntad del
Estado mexicano para detener los recursos financieros a las organizaciones
criminales y el lavado de dinero. Un mecanismo que se cuestione no sólo qué ha
logrado el Estado mexicano para detener la ordeña ilegal de ductos de Pemex y la
extracción ilegal de madera y recursos naturales, sino también un análisis crítico
sobre si la Unidad de Inteligencia Financiera (UIF) de la Secretaría de Hacienda y
Crédito Público (SHCP) está logrando su misión a la luz de los ingresos del crimen
organizado por actividad. En otras palabras, un instrumento sólido capaz de
responder qué impide que México eleve sus indicadores en el Índice de Riesgo del
Instituto Basel y el Grupo de Acción Financiera Internacional sobre el blanqueo de
capitales (GAFI); y qué hará durante 2014 para que eso ocurra.

Conclusiones y reflexiones finales:

México necesita, deberá cuestionarse a fondo cómo mejorar la estructura, función


y gestión de la política policial. Tangiblemente, esto implica, cómo regular la
participación de las Fuerzas Armadas en tareas de seguridad interior, que hasta
hoy sigue fundamentada prioritariamente en una tesis de la Suprema Corte de
Justicia de la Nación (SCJN). Implica también, cuestionarse la dispersión y
atomización policial, las evidentes debilidades en la política penitenciaria, la
informalidad en la atracción de casos locales por parte de la federación, el modelo
de la Gendarmería y los resultados del Zar Antisecuestros. En lo tangible,
comunicar cómo se resolverá la inexistencia de protocolos de uso de fuerza y el
uso de armas no letales, la incapacidad de las policías para comprender
la prevención situacional y la resolución de conflictos, el irregular despliegue de
la Policía militar en el noreste de México, la debilidad en delitos cibernéticos y el
debate sobre si los Procuradores deben ser funcionarios de elección pública para
que tengan más incentivos para responder a las demandas ciudadanas.
El Acuerdo, implica, de hecho, cuestionarse toda la lógica en cada uno de los
vínculos que el Estado tiene con el ciudadano. Por ejemplo, resolver la
inexistencia de cartas compromisos a los ciudadanos para restringir el tiempo que
se necesita para denunciar, y si la ratificación de ésta es aún necesaria a la luz de
los bajos niveles de confianza institucional. Profundamente, involucra ir más allá
de la tentación ilógica de que sanciones más altas resolverán todos los problemas.
El Acuerdo que exigimos debe cuestionarse, también, si México ha hecho lo
suficiente para detener y mitigar el tráfico ilegal de armas a la luz de la expiración
de la Assault Weapon Ban en Estados Unidos en 2004. Debe debatir las fallas pro
armamentistas vinculadas a Iniciativa Mérida, el esclarecimiento jurídico del
caso Rápido y furioso, y la pasividad para enriquecer el Tratado Internacional
sobre el Comercio de Armas -que discutiéndose a nivel internacional-, debiese ser
el centro de la política exterior mexicana. 
México necesita un instrumento que reconozca que tampoco ha creado
condiciones suficientes para erradicar la violencia social. Debe cuestionarse, por
ejemplo, qué hará para relanzar la formación ética y el civismo en todas las
escuelas, y qué estrategia implementará para diseminar protocolos realistas para
contener el bullying, la narcocultura y la ausencia de una cultura de legalidad. Los
mexicanos requerimos un Acuerdo que cuestione si la política social, la política
fiscal y la política económica son las adecuadas para coadyuvar en la reducción
del delito. Un mecanismo que analice las opciones educativas y laborales para los
jóvenes. Un documento que se cuestione cómo elevaremos nuestras capacidades
en prevención situacional del delito y cómo haremos para que las ciudades que
han crecido de manera desordenada incentivando la violencia, dejen de hacerlo.  
El Acuerdo que exigimos, debe ser crítico y aceptar que hay omisiones y fallas
institucionales graves. Que el Registro Nacional de Datos de Personas
Extraviadas o Desaparecidas (RNPED) es ineficiente, que no existen protocolos
para búsqueda de desaparecidos, ni para el manejo de la violencia familiar. Un
instrumento realista que que acepte que la Alerta de género para feminicidios, la
Ley de Migración, el Mecanismo y la Ley para la Protección de Personas
Defensoras de Derechos Humanos y Periodistas, así como la Ley de Víctimas,
están sólo en papel, y que determine cómo y cuándo funcionarán con eficiencia
realmente. 
Necesitamos un Pacto que ponga la revocación del mandato como un mecanismo
elemental para la convivencia democrática. Un Acuerdo que se plantee si la
estructura, nombramiento, autonomía y operación de las Comisiones Estatales y la
Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH) son las que México necesita a
la luz de sus evidentes omisiones y debilidades.
En suma, los mexicanos necesitamos un gran Acuerdo Nacional que llegue a
conclusiones tangibles y medibles: con metas, responsables, tiempos de
implementación, mecanismos de evaluación y sanciones en caso de que no se
cumplan. 
Una nueva visión que enriquezca, de manera democrática e incluyente, no sólo el
Plan Nacional de Desarrollo 2013-2018, el Programa Nacional de Seguridad
Pública 2014-2018  y el diseño del propio SNSP, sino las concepciones más
profundas sobre la seguridad y la protección irrestricta a los derechos humanos,
como únicos mecanismos para garantizar la paz y la justicia. 

Fuentes de consulta:
analfabetismomexico.blogspot.com, www.excelsior.com.mx, www.inegi.org.mx
Flecha, R. (2010). Teoría sociológica contemporánea. México: Paidós. pp. 22-53.
Ritzer, G. (1993). Teoría sociológica contemporánea. Mc. Graw Hill. pp. 53-100.
Perspectivas TV. (2010). Noam Chomsky. Qué es la globalización. Recuperado
de: https://www.youtube.com/watch?v=2ERlCx6CxqU Juan Daniel. (2015). La
importancia de la perspectiva sociológica. Recuperado de:
https://www.youtube.com/watch?v=B5IEgnpCDYw Kibbutz.es. (2014).

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