Ssoc U3 Evidencia de Aprendizaje Jons
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MATRICULA: ES1521207863
El analfabetismo en la seguridad.
Introducción:
El 53 por ciento de los policías municipales, estatales y federales que cobran un
sueldo del erario para garantizar la seguridad de más de 119 millones mexicanos,
son analfabetas, no tienen estudios, no han terminado la primaria o sólo
culminaron la secundaria.
Los estados que en los últimos años se han distinguido por el incremento de la
inseguridad, violencia y homicidios por la presencia de grupos del crimen
organizado, concentran el mayor número de policías con menor preparación
escolar.
Marco teórico:
Un estudio del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública
(SESNSP), dependiente de la Secretaría de Gobernación (Segob), consultado
por Excélsior, menciona que, hasta julio, se tenía un estado de fuerza (policías
municipales, estatales y federales) de 345 mil 584 elementos, de los cuales 185
mil 280 tenían secundaria como grado máximo de escolaridad.
De ellos, 107 mil 350 trabajan en alguna de las 32 secretarías estatales, mientras
que 71 mil 787 laboran en alguna de las dependencias de Seguridad Pública de
los dos mil 457 municipios del país.
Los registros de la Secretaría de Gobernación mencionan que 84 policías son
analfabetas; 672, no tienen escolaridad; dos mil 563 tienen la primaria completa;
mientras que 13 mil 655 no la culminaron. Además, siete mil 393 ingresaron a una
institución de seguridad pública con la secundaria incompleta, y de 161 mil 353, su
grado máximo de estudios es la secundaria.
Especialistas en temas de seguridad aseguran que el nivel de escolaridad de los
policías refleja la realidad de la seguridad pública en el país, ya que los estándares
internacionales señalan que el nivel mínimo de educación de un elemento debe
ser el bachillerato.
La falta de estudio afecta el desempeño de la función policial, porque es un reflejo
de las políticas públicas inerciales en materia de seguridad desde que se creó el
Sistema Nacional de Seguridad Pública en el año de 1995, el cual se ha basado
en la cantidad, al jerarquizar la cantidad en detrimento de la calidad”, explica
Marcos Pablo Moloeznik, doctor en Derecho en la Universidad de Alcalá y
profesor-investigador del Departamento de Estudios Políticos del Centro
Universitario de Ciencias Sociales y Humanidades de la Universidad de
Guadalajara.
En el caso de la Policía Federal, los registros indican que de sus 32 mil 609
elementos, seis mil 896 tenían como grado máximo de educación la secundaria.
Algunos reportes oficiales han estimado que la mitad de los policías en el país son
“no recomendables”. Esto significa que habrían reprobado las pruebas de control
de confianza y que una parte importante de ellos podrían estar vinculados con el
crimen organizado. Esta situación es más grave aún si se considera que una parte
importante de las policías mexicanas han fallado impunemente en su cumplimiento
a lo dispuesto por los mecanismos de acreditación y certificación policial previstos
por la Ley General del Sistema Nacional de Seguridad Pública que aun reportando
su total cumplimiento, siguen experimentando graves casos de corrupción.
Para esto, proponemos que, a la brevedad, la Comisión de Seguridad Pública y la
Comisión Bicameral de Seguridad Nacional del Congreso de la Unión, retomen la
experiencia internacional en la materia, y acompañadas de expertos de la
Procuraduría General de la República (PGR), la Policía Federal (PF), el
Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP) y el
Centro de Investigación y Seguridad Nacional (CISEN), analicen la eficacia, por un
lado, de los mecanismos de certificación y acreditación a la luz de la evidencia
existente y las experiencias internacionales en la materia. Por otro, que
determinen científicamente si las cinco evaluaciones del modelo de control de
confianza y los protocolos de retención/remoción establecidos hasta ahora por el
Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP),
toxicológico, médico, poligráfico, psicológico y de entorno socioeconómico, son
oportunos y suficientes para la realidad del país.
2. Desarrollar mecanismos internos y externos de contrapeso policial
Hasta ahora, una parte importante de la tragedia y la disfuncionalidad policial que
se ha visto en México, se debe a la inexistencia de mecanismos reales de control
y contrapesos. Para empezar, no existen protocolos formales a través de los
cuales los propios policías puedan denunciar de forma segura a sus compañeros o
superiores que incurren en actos ilegales. Desde una perspectiva externa,
tampoco existen mecanismos institucionales para que los ciudadanos puedan
denunciar a los servidores públicos que, haciendo un uso indebido de funciones,
los amedrenten, extorsionen o se nieguen a cumplir su responsabilidad.
En lo general, es necesario aceptar que las oficinas de Asuntos Internos (AI),
cuando existen, simplemente no cumplen ese papel. Por el contrario, es más bien
el instrumento perfecto de corrupción institucionalizada para castigar a los policías
que, sin importar razón, el Secretario o Director considera rebeldes con respecto a
sus propios intereses personales.
Para solucionar esta clara debilidad institucional, proponemos que el Secretariado
Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP) haga uso
inmediato de sus facultades, y desarrolle un estudio técnico que, siguiendo las
mejores prácticas internacionales, oriente el diseño táctico, técnico y despliegue
de Auditores Policiales Autónomos (APA) en cada una de las corporaciones
existentes en el país. Estos Auditores tendrán la capacidad de diseñar, diseminar,
adaptar, implementar y evaluar los mecanismos operativos que permitan, por un
lado, garantizar protocolos, procedimientos, códigos de conducta y estándares
éticos mínimos en la corporación, y por otro, desplegar mecanismos seguros y
confidenciales de denuncia ciudadana, basados en consecuencias
preestablecidas contra actos de omisión o corrupción policial.
3. Desplegar un nuevo Sistema Integral de Desarrollo Policial (SIDEPOL)
apegado a las mejores prácticas de capacitación y profesionalización.
En una parte importante de los dos mil cuerpos policiales en México, los policías
trabajan turnos de 24×24. Es decir, laboran todo un día completo -sin pausa- a
cambio del “compromiso” de sus Directores o Secretarios de darles la
“oportunidad” de descansar el día siguiente. Es común que los turnos se extiendan
aún más. Inclusive, hay corporaciones que, violando la ley y la razón, implementan
turnos de 30, 36 y hasta 48 horas de trabajo policial continuo. Recientemente, el
Alcalde de Valle de Bravo, Estado de México, reconoció que los policías de ese
municipio trabajaban en turnos de 72 horas.
Además de las repercusiones familiares, afectivas y sociales que esta absurda
política acarrea, el país ha generado todos los incentivos perversos para contar
con las peores corporaciones posibles. Sus propias condiciones lo revelan con
claridad. La mayor parte de las academias policiales capacitan sólo por tres
meses, y a veces, sólo por algunas semanas. Alrededor del país, hay policías que
perciben tan sólo 4,000 pesos por mes. El 68% sólo cuenta con educación básica
y el 2% es analfabeta. El 60% padece enfermedades graves vinculadas a la
hipertensión, diabetes, miopía y gastritis. Aún en la que podría ser de las mejores
policías, la Policía Federal, al menos el 41% de los policías son médicamente
obesos.
Ante ello, es imposible suponer que personas con estas condiciones laborales y
competencias personales podrán hacer un uso eficiente, estratégico y racional de
la fuerza pública. Carentes de una política de protección integral mínima, y de los
más básicos niveles de capacitación, los policías mexicanos se enfrentan a un reto
más grande del que pueden asimilar.
Necesitamos aceptar que, así como ocurre en otras actividades económicas, el
énfasis en la mejora policial debe estar en la productividad y en la eficiencia. La
evidencia empírica así lo demuestra: más policías en las calles no significa menos
delitos. En cualquier caso, si el Estado mexicano es el primero en violar los
derechos humanos de los policías, no debería sorprendernos que los policías
violen los derechos de los ciudadanos.
Para responder tangiblemente a esta tragedia, proponemos rediseñar el SIDEPOL
con el objetivo de que se revisen no sólo las políticas de ingreso, evaluación y
ascensos, sino que también se tomen las medidas oportunas para crear un
nuevo ethos policial. La idea es que, apegado a las mejores prácticas en el ámbito
laboral, el Estado mexicano garantice altos niveles de calidad de vida de los
servidores públicos en la función policial.
Esto implica al menos tres cambios tangibles. Un primer cambio esencial es
garantizar que, siguiendo el espíritu de la Constitución mexicana, las policías no
puedan trabajar más de 8 horas diarias. Una segunda medida es que el SNSP
garantice transferencias etiquetadas para crear un verdadero Mecanismo de
protección integral policial, que además de elevar sustancialmente el ingreso de
los policías para que sus familias salgan de la pobreza -según los estándares de
la línea de bienestar mínimo diseñados por el Consejo Nacional de Evaluación de
la Política de Desarrollo Social (CONEVAL), se provea una red de alimentación,
apoyo psicológico, vivienda, indemnización por lesiones y seguro de vida. Para
asegurar que esto ocurra, un tercer cambio esencial es que el propio Secretariado
Ejecutivo del SNSP abra de inmediato la convocatoria libre a ONGs para que,
siguiendo la lógica de las zonas de coordinación de SEGOB: Noroeste, Noreste,
Occidente, Centro, y Sureste, sus representantes se integren a los nuevos Cinco
Consejos Ciudadanos Regionales que aquí proponemos. Por su naturaleza, estos
Consejos honoríficos tendrán la tarea de monitorear mensualmente
la erradicación de estas malas prácticas laborales, que en general, tienen a las
policías mexicanas en un estado de franca incapacidad física, económica,
emocional, educativa y de salud.
4. Transformar el sistema de indicadores de seguridad a uno orientado en
resultados.
Hasta ahora, la mayor parte de los indicadores utilizados por las autoridades en el
ámbito federal, estatal y municipal, está basada en reportar lo que hacen. Es decir,
en señalar qué actividades llevan a cabo (por ejemplo, detenciones, arrestos,
inversión, incautaciones, etc.). Sin embargo, pocas veces estos reportes
comunican con claridad el impacto que estas medidas tienen sobre el resultado
final de la política pública. Las experiencias internacionales más exitosas dejan en
claro que esta medición vigente en México es completamente obsoleta. En lugar
de reportar lo que se hace, las autoridades deberían también reportar qué
resultados se obtuvieron de las medidas que implementaron.
Tangiblemente, esto implica también pasar de un paradigma obsoleto
de seguridad pública a un paradigma de seguridad ciudadana. Para ello, el Estado
mexicano debe desarrollar reportes y encuestas que por un lado, incluyan
indicadores capaces de medir el miedo al crimen (en lugar de sólo la incidencia
delictiva), y por otro, indicadores idóneos para medir la confianza policial con el
objetivo de reducir la cifra negra (en lugar de sólo reportar los millones de pesos
invertidos en seguridad pública).
Para alinear las prioridades del gobierno con las del ciudadano, proponemos que
el Centro de Excelencia del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI)
desarrolle un nuevo sistema de indicadores comparables de intensidad delictiva,
bajo una lógica tetramestral, con representatividad estatal y metropolitana. La idea
es reforzar la Encuesta Nacional de Victimización y Percepción sobre Seguridad
Pública (ENVIPE) y otros mecanismos del Subsistema Nacional de Información de
Gobierno, Seguridad Pública e Impartición de Justicia (SNIGSPIJ) administrados
por el INEGI, para que así como lo hace con las expectativas y percepción en
materia económica, se cuente también con información acertada y oportuna que
mida la percepción de miedo, la confianza de la población respecto a sus policías
y demás funcionarios públicos, así como los niveles de impunidad percibidos.
Este nuevo paradigma de medición deberá tener dos consecuencias tangibles.
Una de ellas es que por Ley, se focalicen y prioricen las estrategias, incentivos y
los recursos públicos que se destinen a las políticas públicas de seguridad federal,
estatal y municipal en un futuro inmediato.
Una segunda consecuencia es vincular estos mecanismos para que, al ser
estandarizados en un nuevo Sistema municipal de indicadores de gobernabilidad,
se oriente preventiva y técnicamente las decisiones del Estado mexicano respecto
a un eventual mecanismo de desaparición de poderes en estados y municipios. La
idea es que a diferencia de lo que hasta hoy se ha visto en algunas entidades en
crisis, dicha desaparición, si ocurriese, no fuese decidida en función de estándares
políticos: opacos y subjetivos.
5. Generar mecanismos de evaluación sistemática del desempeño e impacto
del gasto público de los fondos dedicados a la seguridad.
En los últimos diez años, el crecimiento del gasto público en materia de seguridad
ha sido prácticamente exponencial. En el ámbito federal, el presupuesto destinado
a la PGR, SEDENA, SEMAR, Policía Federal y el Sistema Penitenciario ha crecido
a un ritmo nunca antes visto. Una situación similar se ha observado en los estados
y municipios. Por si esto no fuera suficiente, los fondos y transferencias federales
en la materia también han crecido sustancialmente, tal como se percibe en el
Fondo de Aportaciones para la Seguridad Pública (FASP), el Fondo de
Aportaciones para el Fortalecimiento de los Municipios (FORTAMUN), el Subsidio
para Policía Estatal Acreditable (SPA) y el Subsidio para la Seguridad Pública
Municipal (SUBSEMUN).
Un ejemplo preciso es justamente este último subsidio que, desde 2008 a 2014,
creció un 24% sin una justificación clara para ubicarse en un erogación de 4,733
millones de pesos. Con una deuda pública que se ha incrementado a un ritmo
inusitado de 1.2 billones de pesos en los dos primeros años de la Administración
de Enrique Peña Nieto y la caída en precios del petróleo, el hecho de que no
exista evidencia sobre si esos programas realmente contribuyen a mejorar la
situación de violencia e inseguridad, es una señal de alarma de un posible
desperdicio de recursos públicos y un enorme costo de oportunidad al no estar
invirtiendo en algo que sea realmente útil.
Para evitar un mayor dispendio irresponsable de los recursos públicos,
proponemos tres estrategias. La primera de ellas es que el Gobierno federal
cumpla con su compromiso de informar mensualmente el resultado de las medidas
de austeridad en el gasto que -se supone- implementa desde 2012, exhortando
que estados y municipios hagan lo mismo dando seguimiento a los lineamientos
del Consejo Nacional de Armonización Contable (CONAC) y demás lineamientos
discutidos por la Ley de Contabilidad Gubernamental. La segunda es que la
Secretaria de la Función Pública (SFP), la Secretaria de Hacienda y Crédito
Público (SHCP) y sus equivalentes en los tres niveles, presenten en un mes un
reporte de los programas y funcionarios públicos sancionados por carecer de los
mecanismos teóricamente ya establecidos por el Presupuesto Basado en
Resultados (PBR). La tercera medida a tomar es que el Secretariado Ejecutivo del
Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP) y las instituciones que más
conocimiento técnico tienen en la materia: el Consejo Nacional de Evaluación de
la Política de Desarrollo Social (CONEVAL) y la Auditoría Superior de la
Federación (ASF), colaboren para transferir el modelo del recién creado Instituto
Nacional para la Evaluación de la Educación (INEE) en materia educativa, al
ámbito de la seguridad.
Tangiblemente, esta última estrategia implica que estas tres instituciones analicen
las áreas de oportunidad del INEE y propongan al Consejero Jurídico del Ejecutivo
Federal una reforma a la Ley Orgánica de la Administración Pública Federal para
crear el Instituto Nacional para la Evaluación de la Inversión en Seguridad (INEIS).
Al transferírsele recurso humano y financiero de los Ramos más opacos del gasto
corriente (como el 19, 23 y 33, entre otros), la idea es que sin incrementar la
burocracia, este nuevo organismo constitucional autónomo, técnico pero con un
Consejo Ciudadano, sea capaz de evaluar el desempeño de los fondos y el gasto
en materia de seguridad. El objetivo es que los programas públicos existentes se
mejoren sistemáticamente y se haga un ejercicio responsable del gasto a partir del
Presupuesto de Egresos de la Federación (PEF) 2015 y los ejercicios fiscales
subsecuentes.
6. Fortalecer los mecanismos de generación y explotación de inteligencia
policial
Teóricamente, todos los policías en México tienen la obligación de participar
reportando lo que observan en campo a través del llenado de los Informes
Policiales Homologados (IPH). Estos reportes, son el insumo básico bajo el cual
se desarrollan las posibilidades de la Plataforma México, herramienta tecnológica
que habiendo costado al menos 4 mil 300 millones de pesos hasta 2012, es la
clave de un supuesto Nuevo Modelo Policial basado en inteligencia.
Sin embargo, a siete años de su implementación, y después de haber
incrementado el gasto en ese rubro un 376.9%, es evidente que las policías del
país no demuestran ser más inteligentes en su actuación frente al fenómeno
delictivo. Por el contrario, continúan atrapadas en el esquema reactivo tradicional
que refleja importantes debilidades estratégicas, tácticas y operativas.
Para resolver este reto, es necesario aceptar las fallas y omisiones de diseño y
operación que tiene la Plataforma México. Una de ellas es que los incentivos que
existen para el reporte de IPH se basan en la cantidad de informes que hacen las
policías, y no en la calidad de los mismos. Una segunda es la existencia de
múltiples formatos nacionales y locales de denuncia telefónica, lo que dificulta que
el ciudadano conozca a dónde se debe denunciar, dispersando la responsabilidad
entre las agencias y generando problemas de reporte y pareo. Una tercera es el
énfasis que hasta ahora se le ha dado a los componentes tecnológicos y
administrativos del sistema, sin preocuparse en desarrollar las capacidades
analíticas en el capital humano de las policías o en adecuar sus estructuras
organizacionales para poder efectuar el ciclo de inteligencia en su totalidad. Una
cuarta debilidad es el propio paradigma asimétrico e ineficiente bajo el cual se
diseñó el modelo: con el objetivo de obtener transferencias federales, los
municipios y estados dedican inusitados recursos humanos y financieros para
llenar los IPH. Sin embargo, nadie evalúa la calidad de esos IPH, y en la mayor
parte de los casos, éstos son de tan baja calidad, que es imposible generar
inteligencia valiosa. La situación empeora aún más al considerar que,
paradójicamente, las autoridades municipales y estatales están incapacitadas por
el propio software para hacer uso de la inteligencia local que ellas mismos
generan. Los incentivos están claramente equivocados.
Para responder a estas severas deficiencias, proponemos que la Unidad de
Información para la Seguridad Pública de la Comisión Nacional de Seguridad
(CNS) y el Centro Nacional de Información del Secretariado Ejecutivo del Sistema
Nacional de Seguridad Pública (SESNSP), desarrollen, en conjunto, un Plan
maestro para renovar la generación de inteligencia nacional y local. Parte esencial
de este mismo será una Auditoría técnica imparcial por parte de tres universidades
mexicanas sobre la verdadera funcionalidad de Plataforma México y la calidad de
los IPH que se han reportado desde su creación.
El resultado de este Plan maestro deberá estar orientado a cuatro objetivos
esenciales. El primero de ellos es asegurar la calidad de los datos a partir de la
estandarización basada en instrumentos reconocidos como la Clasificación
Estadística de Delitos del INEGI. El segundo es diseñar metas medibles para el
desarrollo de capacidades humanas e institucionales que permitan incorporar
sistemáticamente el análisis delictivo a la toma de decisiones en el ámbito policial.
El tercero es desplegar protocolos realistas que garanticen el uso ético de la
Plataforma y que brinden capacidades para las corporaciones locales que hayan
acreditado la calidad institucional suficiente para su explotación, análisis y uso con
los estándares más altos de seguridad informática existentes. Finalmente, el
cuarto será expedir una Ley Nacional de Inteligencia y la creación de un Centro
Nacional de Fusión de Inteligencia del Estado mexicano, siguiendo las mejores
prácticas internacionales y después de un foro de especialistas en el Senado de la
República.
7. Garantizar las capacidades de aprendizaje institucional en las fallas
ministeriales Desde 2012, diez de los máximos líderes del crimen organizado
han sido detenidos o abatidos.
Sin embargo, otra decena de peligrosos dirigentes criminales ha sido liberada.
Una situación similar ocurrió en la administración pasada, donde además del “caso
Cassez”, varios Alcaldes y funcionarios fueron detenidos por presuntos vínculos
con el crimen organizado, pero luego tuvieron que ser liberados por falta de
pruebas o errores de procedimiento (en integración de casos y cadena de
custodia, entre otras fases). La sensación pública de que todo el sistema falla
cuando estos casos ocurren, no deja lugar a dudas. El impacto en la percepción
de impunidad que generan en la sociedad es altamente costoso y es necesario
que el Estado mexicano transforme de inmediato esa debilidad estructural.
Para evitar que estos casos sigan ocurriendo en un futuro inmediato, proponemos
que la Procuraduría General de la República (PGR), la Conferencia Nacional de
Procuración de Justicia del SNSP, el Instituto Nacional de Ciencias Penales
(INACIPE), el Consejo de la Judicatura Federal (CJF), representantes del
Congreso de la Unión, y el Consejero Jurídico del Ejecutivo Federal, trabajen en
conjunto en un documento de análisis crítico sobre las fallas ministeriales que
llevaron a que los jueces tomaran ese tipo de decisiones. Transparentar la acción
de los jueces y diseminar el resultado de las fallas ministeriales a través de este
estudio con los actores involucrados, será de gran ayuda para generar una
estrategia de aprendizaje institucional y de diseño y evaluación de protocolos para
los Ministerios Públicos del fuero común y federal.
Fuentes de consulta:
analfabetismomexico.blogspot.com, www.excelsior.com.mx, www.inegi.org.mx
Flecha, R. (2010). Teoría sociológica contemporánea. México: Paidós. pp. 22-53.
Ritzer, G. (1993). Teoría sociológica contemporánea. Mc. Graw Hill. pp. 53-100.
Perspectivas TV. (2010). Noam Chomsky. Qué es la globalización. Recuperado
de: https://www.youtube.com/watch?v=2ERlCx6CxqU Juan Daniel. (2015). La
importancia de la perspectiva sociológica. Recuperado de:
https://www.youtube.com/watch?v=B5IEgnpCDYw Kibbutz.es. (2014).