Poliquistosis Renal
Poliquistosis Renal
Poliquistosis Renal
1
José Carlos Rodríguez Pérez
2
Roser Torra Balcells
TEXTO COMPLETO
Introducción
Quistogénesis en la PQRAD
Diagnóstico genético
Tratamiento
Nota: este capítulo es redactado por los Coordinadores de las Guías, por lo que, en general, las
recomendaciones de varios apartados son transcripciones de las propias Guías. Asimismo, el
manuscrito se irá actualizando en función de las novedades temáticas.
INTRODUCCIÓN
La Poliquistosis Renal Autosómica Dominante (PQRAD) es la enfermedad renal hereditaria más
frecuente con una incidencia de 1 cada 400-1000 nacimientos vivos y donde la presentación típica
consiste en el desarrollo y crecimiento progresivo de quistes en todo el parénquima renal y que
resultarán en la expansión bilateral de los riñones con aparición de Enfermedad Renal Crónica
(ERC) en el 45 al 70% de individuos con edad de 65 años [1], 53.4 años para PKD1 y 72.7 para
PKD2. Fue Pierre Rayer en 1841 quien escribió, que cuando se sospecha la degeneración quística de
los riñones durante la vida, se trata de una enfermedad sin cura. Este concepto se ha mantenido
durante el siglo XX. Los conocimientos de esta enfermedad se han incrementado tras la
identificación en la década de los 90 de los genes PKD1 y PKD2.
El primer gen de la PQRAD definido fue PKD1 ligado al cromosoma 16 en su brazo corto (16p13.3),
contiene 46 exones y se localiza en una región del genoma rica en citosina y guanina. Este gen es
responsable del 78% de los casos de PQRAD, su transcripción permite la síntesis de la poliquistina 1
(PC1), glicoproteína de membrana relacionada con la interacción intercelular y con la matriz
intercelular [2].
El segundo gen implicado es PKD2 (gen responsable del 15% de los casos), se halla en el brazo largo
del cromosoma 4 (4q22.1), [3]. La proteína sintetizada por el gen PKD2; la poliquistina 2 (PC2), es
un canal de calcio. Ambas proteínas se localizan en los cilios primarios, presentes en casi todas las
células del organismo, por lo que estas enfermedades se llaman actualmente ciliopatías [4].
Tanto PC1 como PC2 inhiben la cistogénesis de forma dosis dependiente, y esta ocurre cuando las
concentraciones de PC1 o PC2 caen por debajo de un umbral. La interacción de PC1 y PC2 es
determinante en la maduración de la PC1 de su estabilidad y del tráfico de señales hacia el cilio
primario. La pérdida de PC1 o PC2 se asocia con niveles bajos de las concentraciones de calcio
intracelular provocando un incremento de la actividad de la adenilciclasa, reducción de la actividad
de la fosfodiesterasa-1 e incremento de la concentración de AMPc y con ello aumento de la
cistogénesis a través de vías de proliferación y secreción [5] [6] [7].
Más de 1500 mutaciones diferentes de PKD1 y PKD2 se han registrado en la base de datos
mutacional [7]. En el año 2016 y 2018 se han identificado mutaciones de genes diferentes en
familias con enfermedad quística autosómica dominante (gen GANAB (codifica una subunidad de la
glucosidasa II) y DNAJB11(codifica una “heat shock protein”) [8] [9]. Las mutaciones espontáneas
pueden aparecer hasta en un 5% de los casos [10].
QUISTOGÉNESIS EN LA PQRAD
La gran pregunta que permanece hasta hoy, es ¿como de un epitelio tubular renal normal se
originan los quistes renales? El desarrollo de los quistes renales involucra la dilatación de los
túbulos renales con formación de sacos rellenos de líquido derivado del filtrado glomerular. La
expansión de los mismos eventualmente logra la separación de los quistes del túbulo origen (Figura
1). El crecimiento de los nuevos quistes ya independientes se debe a la secreción líquida
transepitelial y a la proliferación de las células epiteliales quísticas. Esta expansión quística causa
cambios parenquimatosos, tales como infiltración de macrófagos, fibrosis y una neovascularización
que resultará en fallo renal (Figura 2). Estudios de microdisección precoces en riñones retirados de
pacientes con PQRAD han revelado que los quistes son lesiones focales capaces de afectar cualquier
segmento de un túbulo renal normal. No más de 1-5% de las nefronas desarrollan quistes a pesar de
que cada célula de cada túbulo renal conlleva una mutación germinal del gen de una poliquistina
[11]. El mecanismo propuesto ya hace tiempo para explicar este fenómeno es la “hipótesis del
segundo hit”. Con esta premisa, una segunda mutación somática adquirida en una célula que
contiene una mutación germinal se sigue de una expansión clonal de las nuevas células deficitarias
de PQRAD estableciendo el estado para la formación y crecimiento de los quistes [12] [13]. Los
estudios en los modelos animales apoyan la hipótesis del segundo hit. Esta hipótesis ha sido
completada por la evidencia de que una reducción en las vías de señalización de las poliquistinas por
debajo de un umbral crítico es el factor más significativo para la formación quística [14]. Estos datos
parecen ser reforzados por un “tercer hit” que provocaría en aquellos pacientes un mayor daño y
una más rápida progresión, en caso de presentarse fenómenos de isquemia-reperfusión [15].
Como se trata de un proceso sistémico nos podemos encontrar quistes en el hígado (70%), páncreas
(hasta el 10%), bazo, ovarios, aracnoides, vesículas seminales y pulmón. La existencia de 20 o más
quistes en hígado, define la poliquistosis hepática, pero muy raramente se asocia con daño hepático.
Debe diferenciarse de la poliquistosis hepática autosómica dominante que suele cursar sin o con
escasos quistes renales y cuya causa es por mutación en diferente genes [16].
Entre las manifestaciones extrarrenales, las cardiovasculares son las más comunes y a menudo las
más peligrosas. La hipertensión arterial es un dato primordial en la PQRAD y ocurre en el 70% de
los pacientes, generalmente antes de que ocurra el deterioro de la función renal. La enfermedad
valvular cardíaca también es frecuente, con descripciones de prolapso mitral en hasta el 25% de los
pacientes [17]. La prevalencia de los aneurismas intracraneales se ha cifrado entre el 9-12%, frente
a una prevalencia en la población general del 2-3%. La rotura de los mismos es la complicación más
seria de la PQRAD, con una mortalidad del 10-20% y una morbilidad del 50%. En aquellos pacientes
con antecedentes familiares de aneurismas intracraneales la prevalencia sube al 21-22% [18]. Estas
manifestaciones renales y extrarrenales de la PQRAD también han sido reportadas en niños e incluso
intraútero [17].
Existen factores clínicos, bioquímicos, genéticos y de imagen relacionados con un peor pronóstico
[1] [20].
Sin embargo no es un buen método de medida del volumen renal total (VRT), especialmente si el
diámetro renal es mayor de 17 cm.
La Tomografía Axial Computarizada (TC) es más sensible que la ecografía clásica, puede detectar
quistes de tan sólo 1-2 mm, así como litiasis pequeñas. También es mejor que la ecografía en la
identificación de tumores renales. Sin embargo, la TC expone a los pacientes a radiación y es más
cara, por lo que, aunque permite determinar el VRT, no se usa rutinariamente para su seguimiento.
Actualmente se sigue la clasificación de la clínica Mayo (1A-1E), este cálculo se puede obtener tras
introducción de los datos de medición por la fórmula elipsoidal o por estereología:
https://www.mayo.edu/research/documents/pkd-center-adpkd-classification/doc-20094754. El dato
obtenido nos clasifica la PQRAD y nos ayuda a valorar el inicio del tratamiento [22].
En la (Tabla 5) se sugieren las pruebas radiológicas a realizar en pacientes con dolor, fiebre o
sangrado.
DIAGNÓSTICO GENÉTICO
Puede realizarse si existe una indicación precisa (diagnóstico prenatal o preimplantacional;
presintomático en jóvenes o potenciales donantes de riñón). El diagnóstico que se realiza
actualmente es la identificación de la mutación por técnicas de secuenciación masiva (panel de
genes).
Brevemente, las indicaciones básicas del diagnóstico genético son las siguientes (GUIAS PQRAD
2020):
2. Las situaciones específicas en las que el diagnóstico genético de PQRAD está indicado son:
Pacientes sin antecedentes familiares de PQRAD, con diagnóstico clínico incierto, debut
muy temprano de la enfermedad, diagnóstico genético preimplantacional y síntomas
urológicos o HTA antes de los 35 años para definición del riesgo de rápida progresión e
indicación de tratamiento específico.
4. Es muy recomendable la secuenciación masiva de PKD1, PKD2, GANAB y DNAJB junto con un
amplio panel de otros genes también asociados a enfermedades renales quísticas en los
pacientes que presentan fenotipos atípicos.
EMBARAZO Y PQRAD
Recomendaciones:
1. El embarazo no se recomienda en mujeres con PQRAD y ERC estadios 3-5, excluyendo las
pacientes trasplantadas.
2. Las gestantes hipertensas con PQRAD deberían ser controladas como embarazo de alto
riesgo.
3. Las mujeres con PQRAD embarazadas, normotensas y con función renal normal no precisan
un seguimiento especial aunque debe prestarse especial atención al control de la tensión
arterial.
CARCINOMA RENAL
Recomendaciones:
1. Ante una hematuria macroscópica que dure más de una semana o si el episodio inicial se
produce después de los 50 años, se debe realizar una prueba de imagen para descartar un
carcinoma renal.
4. La nefrectomía nativa electiva debe considerarse antes del trasplante renal cuando el tamaño
del riñón impide la colocación adecuada del injerto y en pacientes sintomáticos. Si se realiza
antes o durante el trasplante dependerá de la experiencia de cada centro.
3. Un objetivo de PA ambulatoria muy estricto (PA < 110/75 mmHg) en pacientes jóvenes (< 50
años) con función renal normal sería recomendable. En el resto de pacientes, el objetivo de PA
debería ser similar al de los otros pacientes con ERC.
4. El tratamiento farmacológico antihipertensivo debería incluir un inhibidor del SRAA como primera
opción, en base a sus teóricas ventajas [29].
Ingesta líquida
Aunque persiste como objeto de debate, la ingesta libre de agua debe ser recomendada (siempre que
no tenga otras contraindicaciones), no solo por los beneficios en la supresión de vasopresina, sino
por la profilaxis de la nefrolitiasis [30] [31].
Tolvaptán
Una vez establecido que el bloqueo de las vías de señalización de los receptores V2 en los túbulos
renales, a través de la reducción de las concentraciones de AMPc, se constató inicialmente en los
ensayos con animales, para continuar con los ensayos humanos, con tolvaptán, siendo el ensayo
clínico Tempo 3:4 el que va a establecer la evidencia científica de su uso actual en humanos [32]. El
tolvaptán debe tomarse dos veces al día. La dosis matutina debe ser al menos 30 minutos antes del
desayuno y la segunda dosis 8 horas después. La administración de dos veces al día y hasta alcanzar
los 120 mg/d, comenzando por 60 mg/d, permitía reducir la osmolalidad urinaria por debajo de 300
mOsm/Kg, lo que implicaba una reducción efectiva de los receptores V2 en los túbulos renales [33].
El tolvaptán reduce la caída del filtrado glomerular y reduce la tasa de crecimiento renal, retrasando
varios años la llegada a la ERCA.
Se debe realizar una cuidadosa selección de aquellos pacientes candidatos a iniciar el tratamiento
con tolvaptán, valorando contraindicaciones, efectos adversos y estilo de vida del paciente, por lo
que la decisión se debe tomar conjuntamente.
Entre sus efectos adversos, el más frecuente es la acuaresis que presentan los pacientes (65-95%),
por lo que los mismos han de mantener una ingesta líquida en consonancia (31). Existe una especial
llamada de control a la hepatotoxicidad idiosincrática, poco frecuente, pero con posibilidad de daño
hepático grave. Con el fin de controlar este efecto, se deben monitorizar las transaminasas y
pruebas de función hepática mensualmente durante los primeros 18 meses de tratamiento y cada 3
meses a partir de los 18 meses. Algunos estudios han comunicado un efecto sostenido y acumulativo
del tolvaptán hasta once años después (32). El impacto del tolvaptán sobre la pérdida del filtrado
glomerular es, en términos porcentuales, similar al del bloqueo de SRA en otras nefropatías.
TABLAS
IMÁGENES
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