El documento describe las desigualdades sociales en Chile relacionadas con factores como la estructura de edad de la población, los niveles de ingreso, educación, acceso a servicios básicos y salud. Se observan mayores tasas de envejecimiento, dependencia económica y menores niveles de escolaridad e infraestructura entre los grupos de menores ingresos. Estas diferencias conducen a demandas diferenciales en sectores como salud y educación.
Copyright:
Attribution Non-Commercial (BY-NC)
Formatos disponibles
Descargue como PDF, TXT o lea en línea desde Scribd
0 calificaciones0% encontró este documento útil (0 votos)
100 vistas18 páginas
El documento describe las desigualdades sociales en Chile relacionadas con factores como la estructura de edad de la población, los niveles de ingreso, educación, acceso a servicios básicos y salud. Se observan mayores tasas de envejecimiento, dependencia económica y menores niveles de escolaridad e infraestructura entre los grupos de menores ingresos. Estas diferencias conducen a demandas diferenciales en sectores como salud y educación.
El documento describe las desigualdades sociales en Chile relacionadas con factores como la estructura de edad de la población, los niveles de ingreso, educación, acceso a servicios básicos y salud. Se observan mayores tasas de envejecimiento, dependencia económica y menores niveles de escolaridad e infraestructura entre los grupos de menores ingresos. Estas diferencias conducen a demandas diferenciales en sectores como salud y educación.
Copyright:
Attribution Non-Commercial (BY-NC)
Formatos disponibles
Descargue como PDF, TXT o lea en línea desde Scribd
Descargar como pdf o txt
0 calificaciones0% encontró este documento útil (0 votos)
El documento describe las desigualdades sociales en Chile relacionadas con factores como la estructura de edad de la población, los niveles de ingreso, educación, acceso a servicios básicos y salud. Se observan mayores tasas de envejecimiento, dependencia económica y menores niveles de escolaridad e infraestructura entre los grupos de menores ingresos. Estas diferencias conducen a demandas diferenciales en sectores como salud y educación.
Copyright:
Attribution Non-Commercial (BY-NC)
Formatos disponibles
Descargue como PDF, TXT o lea en línea desde Scribd
Descargar como pdf o txt
Está en la página 1de 18
En Chile, como país de transición demográfica
avanzada, la estructura por edades de la población
nacional se caracteriza por un predominio de las edades potencialmente activas (15 a 64 años) y un aumento creciente de la importancia relativa de los adultos mayores. Sin embargo, la población del primer quintil de ingresos presenta una estructura más joven, observándose una tendencia al envejecimiento a medida que aumenta el nivel de ingreso. Además de ser resultado de distintos comportamientos en los patrones de fecundidad y de mortalidad, estas diferencias señalan demandas etarias diferenciales, especialmente en los sectores de salud y de educación, como también una mayor relación de dependencia económica potencial en los grupos de menores ingresos. Como se observa habitualmente, los niveles de escolaridad están estrechamente relacionados con el ingreso: el promedio de años de educación de la población económicamente activa potencial (mayores de 14 años) del primer quintil de ingreso es de 7 años, llegando a 13años en el último quintil. Hombres y mujeres tienen igual promedio de años de educación en todos los niveles de ingreso. Poco menos de la cuarta parte de los hogares tienen por jefe a una mujer. Aunque en general se ha reconocido una asociación entre jefatura femenina y pobreza, los porcentajes son muy similares según quintiles de ingreso. Alrededor del 90% de los hogares reciben el agua de la red pública y cuentan con llave dentro de la vivienda. Estas condiciones son diferenciales según nivel de ingreso: la cobertura es casi absoluta en el quintil de mayor ingreso, mientras que en el primer quintil es de 79% y 72% respectivamente. La misma tendencia se observa con respecto al alcantarillado: poco más de la mitad de los hogares del primer quintil viven en viviendas cuyo sistema de eliminación de excretas está conectado a este sistema, mientras que en el último quintil es de 94%. A diferencia, la energía eléctrica está presente en el 90% o más de los hogares de todos los quintiles. Partimos de una evidencia primaria que es la existencia de las desigualdades sociales, esto es, la existencia de poblaciones que tienen diferencias socio-económicas, educativas, culturales... que determinan distintos estratos sociales. El capital de salud se encuentra en relación directa con las desigualdades sociales, de forma que existe en término de morbi- mortalidad una distribución social de la enfermedad. Es por tanto evidente, “que la salud es peor en grupos sociales con ingresos bajos o que viven en condiciones precarias y en lugares no saludables” Tenemos por una parte zonas que manifiestan claramente estas situaciones de desigualdad. Por otro lado, sabemos también que existen colectivos que sufren especialmente las diferencias sociales que les están repercutiendo en salud (inmigrantes, drogodependientes, personas sin techos, etc...). Y también existen una población dispersas que por razones nuevamente socio-económicas o de índole que afecta a su proyecto vital: mayores, jóvenes excluidos del proceso educativo, mujeres separadas y sin recursos y mujeres en general, entran en itinerarios que conducen a la desigualdad y a la exclusión social. El concepto hoy más utilizado como de exclusión social engloba todo los caminos que conducen a la desigualdad, entre los que podemos concretar: * pobreza, * dificultad en la integración laboral, * problemas de acceso a la educación y los mínimos grados educativos. * ausencia de hogar, familias desestructuradas, * residencia en zonas, barriadas o comunidades con múltiples carencias. * limitaciones físicas y psíquicas, * ausencia o déficit de apoyo familiar y social, • ámbitos de marginación social (adicción a drogas, internos en centros penitenciarios,... Teniendo siempre en cuenta que el determinante más importante de la exclusión es el socio-económico y por tanto la pobreza, aunque como ya hemos comentados existen otros itinerarios que conducen a la exclusion. A nivel mundial, desde los años 60 hubieron iniciativas importantes para relacionar la desigualdad en el terreno de la salud, referencia obligada en este sentido es el “Black Repport”, donde se evidenciaba la relación de la mortalidad con las clases sociales en Inglaterra. Informe que llegó a ser de tal importancia que se introdujo como moderador en el reparto de recursos entre los servicios sanitarios a necesitados, por su condición de precariedad social. Con el mismo esquema aunque dos décadas después y con una metodología similar y actual está el Profesor Navarro, quien desarrolló un informe similar para el territorio español, y cuyo equipo continuó con trabajos posteriores que evidenciaba con mayor precisión la relación establecida entre la “mortalidad estandarizada” de un grupo importante de enfermedades con un indicador sintético de deprivación, en cuanto a: empleo, vivienda, nivel instrucción, etc... El resultado de dicho estudio desagregado hasta niveles censales pequeños, reflejaba amplias diferencias territoriales, en cuanto a desigualdad relacionada con mortalidad en edades tempranas. En todo el mundo, existen desigualdades sociales inaceptables en el campo de la salud, según condiciones geopolíticos, sociales, étnicas, de género, raciales, entre otras, de las cuales no está exento nuestro país. Durante la década recién pasada, Chile experimentó un importante crecimiento económico, con efectos favorables en el ámbito del acceso a la salud, educación y servicios comunitarios; reducción de la pobreza, aumento del gasto público en programas sociales, entre otros. No obstante, a pesar de estos avances, persiste la inequidad en la distribución del ingreso. Los AVPP son un indicador de daño en salud a causa de las muertes en personas jóvenes o de fallecimientos prematuros, que se basa en la premisa que cuanto más prematura es la muerte, mayor es la pérdida de vida. Este indicador ha sido utilizado para el análisis de las inequidades en salud, pues se correlaciona significativamente con otros indicadores de mortalidad, pero además se aproxima a la medición de la mortalidad evitable, entendiendo que una muerte es evitable cuando “ocurre de forma innecesaria y prematura, pudiendo ser prevenida mediante acciones individuales o colectivas, orientadas al control de determinantes de la salud”. Existe evidencia que avala la correlación entre las desigualdades geográficas de la mortalidad y las diferencias en indicadores socioeconómicos, siendo la mortalidad evitable mayor en los lugares de mayor deprivación. En el período comprendido entre 1999 y 2003 en Chile se perdieron cada año, en promedio, 1.239.362 años de Vida Potencial. En el mismo período ocurrieron 407.420 muertes, lo que implica que por cada defunción, se perdieron en promedio 15,2 años de vida potencial. Entre 1990 y 2003 la tasa de AVPP ha mostrado un descenso sostenido. Así, en 1990 la tasa de AVPP del país fue de 119,4 por mil habitantes, llegando a 76.6 en el 2003; es decir, en 13 años se produjo una disminución del 36%, a la cual contribuye en un 7% el descenso observado en el último quinquenio. En general, todas las regiones del país han presentado una tendencia al descenso de sus tasas de AVPP similar a lo observado a nivel nacional; sin embargo, si se observa lo ocurrido en el último quinquenio (1999-2003), la XII región ha aumentado su tasa y las regiones XI y VI han frenado su descenso. Sin embargo, la salud puede ser influida por otras variables que modifican la relación entre nivel socioeconómico y resultados de salud. Entre ellas, destaca el rol de las políticas de salud pública. Países con similar estándar pueden diferir marcadamente en el estado de la salud de sus poblaciones de acuerdo a la calidad de las intervenciones de la política de salud pública y otras políticas sociales. Así como el nivel socioeconómico puede determinar directamente la salud de las personas y familias, también es capaz de influir en forma indirecta a través de canales como la alimentación, la higiene ambiental y los lugares de trabajo más seguros. Al mismo tiempo, los problemas de salud pueden incidir en un menor nivel socioeconómico a través de su impacto en variables tales como la productividad laboral, la permanencia en los puestos de trabajo y la reducción del patrimonio y de los ahorros. La redistribución de los ingresos no sólo es necesaria para garantizar un acceso adecuado al consumo de los grupos vulnerables, sino porque también contribuye a una reducción de las brechas en materia de salud y calidad de vida. Favorecer las intervenciones directas en los problemas de salud de las poblaciones pobres tiene también efectos sobre la capacidad de generación de ingresos de estos grupos, ayudando a la superación de la pobreza. Esto es, el gasto en salud no sólo ayuda a prevenir y tratar la enfermedad, sino que contribuye a que las personas puedan desarrollar vidas más productivas. De esta forma, influye en la reducción de las desigualdades de ingresos y la pobreza.