Silencio y Esperanza
Silencio y Esperanza
Silencio y Esperanza
SILENCIO Y ESPERANZA EN
EL SALMO 38
1
Entre los muchos estudios sobre el tema del silencio en la Biblia, véanse, por
ejemplo, S. RAUEISER, Schweigemuster. Über die Rede vom Heiligen Schweigen. Eine
Untersuchung unter besonderer Berücksichtigung von Odo Casel, Gustav Mensching,
Rudolf Otto, Karl Rahner, Wilhelm Weischedel und Bernhard Welte. Frankfurt, 1996,
pp. 69-80; P. BARRADO, «El silencio en el Antiguo Testamento. Aproximación a un
símbolo ambiguo», en EstB 55 (1997), pp. 5-27; S. J. BÁEZ, Tiempo de callar y tiempo
de hablar. El silencio en la Biblia Hebrea. Roma, Teresianum, 2000; S. GILLMAYR-BU-
CHER, «Wenn die Dichter verstummen. Das Schweigen in den Psalmen», en Theolo-
gie und Glaube 93 (2003), pp. 316-332; P. TORRESAN, «Dumah, demamah e dumiyyah. Il
silenzio e l’esperienza del sacro nella Bibbia Ebraica», en BeO 46 (2004), pp. 85-
101; G. EIDEVALL, «Sounds of Silence in Biblical Hebrew: A Lexical Study», en VT 72
(2012), pp. 159-174; B. BECKING (ed.), Reflections on the Silence of God. A Discussion
with Marjo Korpel and Johannes de Moor (OTS 62). Leiden-Boston, 2013.
2
Las conclusiones del estudio de este salmo fueron presentadas como parte
de un trabajo mayor en E. R. RUIZ, «El silencio en el primer libro del Salterio (Sal-
mos 1–41)», en RevBib 67 (2005), pp. 31-83; 163-178. Por motivos de extensión no
fue posible entonces presentar una argumentación completa ni una visión más de-
tallada del salmo. Ambas cosas se completan en este nuevo estudio.
3
Cf., por ejemplo, F. LINDSTRÖM, Suffering and Sin. Interpretations of Illness in the
Individual Complaint Psalms (CB.OT 37). Estocolmo, 1994, p. 248: «The function of
his various organs of communication is also gone: eye (v. 11b), ear (vv. 14a.15a), and
mouth (vv. 14b.15b)».
4
Así, S. GILLMAYR-BUCHER, «Wenn die Dichter», p. 324: «Er/Sie erfährt dabei das
Verstummen als Mangelzustand und als eine starke Minderung eines erfüllten Le-
bens».
5
Esta interpretación se encuentra en el interesante artículo de H. SPIECKERMANN,
«Schweigen und Beten. Von stillem Lobgesang und zerbrechender Rede im Psal-
ter», en F.-L. HOSSFELD / L. SCHWIENHORST-SCHÖNBERGER (eds.), Das Manna fällt auch heu-
te noch. Beiträge zur Geschichte und Theologie des Alten, Ersten Testaments. FS E.
Zenger (HBS 44). Friburgo, Herder, 2004, pp. 567-584, 574: «... der Vergleich mit dem
Taubstummen ist wie die Leidensschilderung nicht Zustandsbeschreibung, sonder
metaphorische Verdichtung der Erfahrung der Ferne Gottes und der Nächsten
sowie des Ausgeliefertseins an die Handlanger des Todes». Cf. también J. H. COET-
ZEE, «Liggaamsimbolisering in Psalm 38», en Skrif en Kerk 31 (2000), pp. 517-529.
6
Cf. especialmente E. S. GERSTENBERGER, Psalms, Part 1 with an Introduction to Cultic
Poetry (FOTL 14). Grand Rapids, Eerdmans, 1988, pp. 160-165; sigue en parte la ar-
gumentación de K. SEYBOLD, Das Gebet des Kranken im Alten Testament. Untersuchun-
gen und Zuordnung der Krankheits- und Heilungspsalmen (BWANT 99). Stuttgart-Ber-
lín-Colonia-Maguncia, 1973, pp. 98-106; aunque este autor presenta un análisis
mucho más profundo y completo del salmo. Si bien sostiene que el salmo presupo-
ne elementos rituales, no lo considera una simple fórmula de recitación cultual.
7
Para una explicación detallada con citas bíblicas que ejemplifican cada fase,
cf. K. SEYBOLD, Gebet, p. 83.
8
Es común hacer referencia aquí al artículo de N. LOHFINK, «Enthielten die im
Alten Testament bezeugten Klageriten eine Phase des Schweigens?», en VT 12
(1962), pp. 260-277. Si bien esta propuesta estudia más bien los rituales de lamen-
tación, incluye también un rito penitencial comunitario.
9
Claro está que ninguna de las expresiones mencionadas tiene una segura –y
mucho menos necesaria– referencia a un contexto ritual.
10
La serie de kî, con todo, no necesariamente indica una necesidad de funda-
mentación; ya que, como es sabido, dicha partícula hebrea puede ser interpretada
de diversas maneras, aun dentro de una misma serie. Habrá que controlar en este
caso concreto la función de cada una de estas partículas.
11
Cf. F.-L. HOSSFELD / E. ZENGER, Die Psalmen. I. Psalms 1–50 (NEB.AT 29). Würz-
burg, Echter, 1993, p. 240; G. RAVASI, Il libro dei Salmi. Commento e attualizzazione. I.
1–50. Bolonia, 1997, p. 693. El mismo K. SEYBOLD, Gebet, p. 104, parece ver esto.
12
Así, por ejemplo, K. SEYBOLD, Die Psalmen (HAT I/15). Tubinga, Mohr, 1996, pp.
160-161. Este autor parece haber cambiado aquí su opinión (cf. nota 188); incluye
muchas «pinceladas» que de algún modo deben orientar hacia alguna inter-
pretación 16.
2. Estructura de Sal 38
16
Como claramente afirma S. J. BÁEZ, Tiempo de callar, p. 105: «Solamente a
partir del contexto es posible determinar en cada caso las motivaciones concretas
que provocan el silencio».
17
Se toman en cuenta aquí los elementos más importantes. Una presentación
que tuviera en cuenta exhaustivamente todas las recurrencias de palabras quitaría
claridad al esquema.
Elem.
En común A
estructurantes En común A y B En común B y A’
y A’
de la sección
2
Yhwh ’al... me reprendas (ykh.)
3
kî...
4
mi pecado nada hay intacto
5
kî...
A
mis culpas todo el día
6
totalmente
7
nada hay intacto
8
kî...
9 totalmente
10
’ădōnāy
11
me abandona
12
lejos (rh.q)
13
todo el día mal
B 14
no
15
oigo - boca réplica (ykh.)
16
kî no oye
- boca
Yhwh...’ădōnāy
’ĕlōhāy
17
kî
18
kî
19
kî
A’
mi culpa
mi pecado
20 mal
21 me abandones
22
’al... Yhwh te alejes (rh.q)
’ĕlōhay ’al ...
23
’ădōnāy
A: carne – huesos (4) – cabeza (5) – lomos – carne (8) – corazón (9)
B: corazón – ojos (11) – garganta/vida (népeš 3) – boca (14) – boca
(15)
A’: pie (17)
18
La estructura propuesta por R. BRANDSCHEIDT, «Macht Sünde krank?», p. 5, di-
vide en dos cada una de nuestras secciones A, quedando: a) vv. 2-3: pedido para
que se aparte la ira divina; b) vv. 4-9: descripción del sufrimiento; c) vv. 10-15: ad-
misión de impotencia y abandono en el Señor; b’) vv. 16-21: confesión de confianza;
a’) vv. 22-23: pedido para que se acerque la salvación divina. La parte central prác-
ticamente coincide con la nuestra, solo que, al dejar fuera el v. 16, no se ve dónde
encuentra en esa sección el «abandono» en el Señor.
19
La interpretación metaforizante que ofrece, por ejemplo, H. SPIECKERMANN,
«Schweigen», p. 574, tiene la ventaja de permitir una apropiación del salmo por
parte de una persona que esté padeciendo casi cualquier tipo de sufrimiento en el
que vea reflejada la ausencia de Dios. Sin embargo, el recurso a la interpretación
metafórica como única lectura reduce el salmo a una serie de expresiones tan ge-
nerales que terminan perdiendo su fuerza expresiva. En la vida humana, como en
la composición literaria, lo más particular y único de una experiencia resulta lo
más significativo, y por tanto lo que tiene alcance más universal.
Título (v. 1)
A) El enfermo y su pecado (vv. 2-9)
– Invocación a Yhwh (v. 2)
– Sufrimientos y pecado del orante (vv. 3-9)
B) El enfermo y su entorno hostil (vv. 10-16)
– Invocación a Dios (v. 10)
– El enfermo abandonado y hostigado (vv. 11-13)
– El enfermo y su no respuesta (vv. 14-15)
– Invocación a Dios (v. 16 20)
A’) Futuro del enfermo confiado a Dios (vv. 17-23)
– Sufrimiento, pecado y enemigos del orante (vv. 17-21)
– Invocación a Yhwh (vv. 22-23)
20
El v. 16 en realidad cumple una función de gozne entre la parte B y la parte
A’. Con la parte A’ lo une el kî inicial, que desencadena la serie de oraciones con el
mismo incipit (vv. 16-19), además de que los tres nombres de Dios reaparecen en
el final de A’ (vv. 22-23). Sin embargo, el tema de la confianza en la respuesta de Dios
completa lo indicado en v. 10 y aclara la mudez de los vv. 14-15. Esta doble función
permite que algunos autores opten por ponerlo en la tercera parte. Ambas opcio-
nes son posibles.
nal, según la cual el pecado tiene una relación directa de causa-efecto con
respecto a la enfermedad 21. Sin embargo, la mención en los vv. 2-4 de
Yhwh como el causante de esta situación y los verbos utilizados en v. 2
orientan hacia una interpretación más matizada. Se puede ver un texto que
comparte una teología muy semejante –además de varios elementos lexica-
les– en Is 1,4-6 22:
21
Por ejemplo, K. SEYBOLD, Psalmen, p. 160: «... [der Beter], der die Ursache seines
Leidens kennt: “Sünde” (4) und “Torheit” (6, vgl. 69,6) und der “Grimm” (vgl. 69,25;
102,11), den sie bei JHWH ausgelöst haben»; M. GIRARD, Les Psaumes redécouverts.
De la structure au sens. I. 1–50. Montreal, Bellarmin, 1996, p. 660; G. RAVASI, Salmi I,
p. 695: «... la malattia è riconosciuta come frutto di un peccato»; este autor, sin
embargo, reconoce la terminología pedagógica en las raíces ykh. y ysr, p. 700.
22
El oráculo abarca los vv. 2-9: tiene una obertura con una acusación de Yhwh
(vv. 2-3), un «¡ay!» (v. 4), una pregunta retórica (vv. 5-6) con su interpretación (vv.
7-8) y una conclusión (v. 9). El oráculo se centra en la temática del pueblo; cf. W. A.
M. BEUKEN, Jesaja 1-12 (HThKAT). Friburgo, Herder, 2003, p. 68.
23
¿A qué momento histórico se refiere? El texto presenta una imagen que su-
pone castigos ya ocurridos; y, si se tienen en cuenta los vv. 7-8, que lo interpretan
aplicado a Jerusalén sitiada en medio de una tierra devastada, se puede pensar en
momentos críticos como la invasión de Senaquerib (701 a. C.). La perspectiva del
texto actual parece suponer la situación (pos-)exílica (cf. v. 9), aunque esto no es
necesario, cf. G. FOHRER, «Jesaja 1 als Zusammenfassung der Verkündigung Jesa-
jas», en Studien zur alttestamentlichen Prophetie (1949-1965) (BZAW 99). Berlín, Al-
fred Töpelmann, 1967, pp. 148-166, 155-156. En todo caso, las experiencias histó-
ricas de destrucción son interpretadas como un castigo de Yhwh hacia sus hijos
rebeldes.
24
La imagen usada (vv. 2.4) es la de los hijos, aunque los castigos tan duros y
la falta de cura a las heridas hagan pensar en un esclavo rebelde que es castigado,
cf. B. S. CHILDS, Isaiah. Louisville, Westminster John Knox, 2001, p. 78; otra interpre-
tación en J. BLENKINSOPP, Isaiah 1-39. A New Translation with Introduction and Com-
mentary (AncB 19). Nueva York, Doubleday, 2000, p. 183, siguiendo la línea targúmi-
ca. Las imágenes duras nacen de una experiencia histórica (cf. vv. 7-8) que se
intenta leer teológicamente.
25
Más allá de las interpretaciones diversas que el texto permite en cuanto a las
referencias históricas, los autores coinciden en que el texto apunta a provocar una
conversión; cf., por ejemplo, W. A. M. BEUKEN, Jesaja 1-12, p. 73.
26
Llama la atención que casi no sea tenida en cuenta en los comentarios. Al-
gunos aluden a Is 1,6, como, por ejemplo, C. A. BRIGGS / E. G. BRIGGS, A Critical and
Exegetical Commentary on The Book of Psalms I (ICC). Edimburgo, T. & T. Clark, 1907,
p. 337, o más recientemente F.-L. HOSSFELD / E. ZENGER, Psalmen I, p. 243; G. RAVASI,
Salmi I, p. 701, pero sin sacar mayores consecuencias.
27
Para una interpretación detallada de los sufrimientos físicos, discutible en
algunos aspectos, véase T. COLLINS, «The Physiology of Tears in the Old Testament.
Part II», en CBQ 33 (1971), pp. 185-197, esp. 188-191.
28
Estos verbos, muy utilizados en la literatura sapiencial para indicar la correc-
ción del padre o del maestro (cf. Prov 3,12; 13,24; 19,18; 20,30, etc.), suponen que hay
algo que reprender. Así, por ejemplo, F.-L. HOSSFELD / E. ZENGER, Psalmen I, pp. 239.243;
contra H. SPIECKERMANN, «Schweigen», pp. 573-574 y anteriormente F. LINDSTRÖM, Su-
ffering, pp. 245-246. Ambos autores recurren a un procedimiento de crítica literaria
para reconstruir el supuesto salmo original, del cual han eliminado todas sus refe-
rencias al pecado. No corresponde aquí discutir cada una de sus propuestas. El v. 2
en sí mismo muestra que el tema de la culpa no se puede quitar del salmo sin dejar-
lo gravemente mutilado. Si hay algo que este orante no silencia es su pecado.
29
La negación recae directamente sobre el término qs.p, «enojo», no sobre el
verbo, como en v. 22. No pide a Yhwh que no lo corrija, sino que no lo haga con eno-
jo o ira (cf. Jr 10,24). La segunda frase que completa el paralelismo no tiene la par-
tícula ’āl (cf. Sal 6,2), pero no hace falta agregársela, porque la primera puede en-
tenderse como rigiendo toda la oración completa.
30
Este matiz es, a mi modo de ver, el que no distingue R. BRANDSCHEIDT, «Macht
Sünde krank?», por lo que se desluce su interpretación del poema, que por lo de-
más es muy pertinente. Al identificar la ira con la corrección termina estableciendo
una relación demasiado directa entre la enfermedad y el pecado, casi llegando a
afirmar que aquella es consecuencia de este. En efecto, la enfermedad es para la
autora parte de la conditio humana a partir del pecado: «[...] weil Krankheit zur Con-
ditio humana in einer gefallenen Schöpfung gehört (Ijob 5,6-7; 7,1; Sir 40,1), in der
Urgeschichte verortet [sic], die ja bekanntlich neben einer Darstellung der von Gott
verfugten Ordnungen für Mensch und Welt auch die Schädigungen thematisiert,
die die Welt des Anfangs bleibend gebrochen haben», p. 18. Numerosos estudios
recientes –y no tan recientes– muestran que una interpretación así para Gn 3 ya no
se puede sostener. Cf., por ejemplo, A. TARANZANO, «El pecado de ser hombres. Algu-
nas consideraciones acerca del relato de la “caída original”», en RevBib 76 (2014),
pp. 17-54.
31
El hecho de que en Sal 38 aparezca enseguida el pecado hace que la frase del
v. 2 resulte aquí más coherentemente ubicada que en Sal 6,2, donde la misma sue-
na más a una fórmula fija y de uso genérico.
32
Para la rica simbología utilizada aquí para describir el sufrimiento, arraigada
en antigua imaginería cananea, cf. G. RAVASI, Salmi I, pp. 696-699, y bibliografía allí
citada.
33
Cf. Prov 5,23; 12,23; 13,16; 14,1.8.17-18.24.29; 15,2.14.21; 16,22; 17,12; 18,13;
19,3; 22,15; 24,9; 26,4-5.11; 27,22. En Proverbios, el sentido es más bien la nece-
dad, propia del que no ha sido instruido en la sabiduría. Fuera de ese libro aparece
solo aquí y en Sal 69,6, en ambos casos unido claramente a la idea de pecado.
gime» (v. 9) no puede ser sino una metáfora de un sufrimiento interior que
acompaña al dolor físico, y es lo que va a desarrollar en la segunda parte
de la plegaria.
34
La forma tan insólita seh.arh.ar puede explicarse fácilmente como un recurso
onomatopéyico.
35
Así también G. RAVASI, Salmi I, p. 701, con múltiples paralelos.
36
Cf., por ejemplo, Ex 4,19; 1 Sam 20,1; 22,23; 23,15; 25,29; 2 Sam 4,8; 16,11; 1
Re 19,10.14; Jr 11,21; 19,7.9; 21,7; 22,25... En el Salterio la encontramos además en
Sal 35,4; 40,15; 54,5; 63,10; 70,3; 86,14.
37
Fuera de aquí encontramos dōrēš rā‘āh solo en Prov 11,27, referida en general
a los que buscan el mal, y en Jr 38,4, donde el profeta es acusado de buscar el mal
del pueblo y no su bien.
que los demás se erijan en jueces del enfermo, cerrándole con sus palabras
condenatorias toda posibilidad de recuperación y de vida.
A este entorno se enfrenta el orante de Sal 38. Tiene la opción de
presentar su defensa, de intentar de algún modo justificarse, como por otra
parte hace Job largamente. Cuando el lector llega al v. 14, sin embargo, se
entera de cuál es la actitud asumida por este enfermo. Conviene detenerse
en estos dos versículos, construidos como un doble paralelismo 38:
14
Pero yo soy como un sordo, no oigo;
como un mudo que no abre la boca;
15
sí, soy como un hombre que no oye,
en cuya boca no hay réplica (tôkāh.ôt).
38
No se puede fundamentar aquí in extenso la opción textual de aceptar los dos
versículos tal como aparecen en TM. En realidad, la propuesta de eliminar alguno
de los dos versículos no tiene apoyo textual serio, a pesar de que la edición BHS se
pronuncie en contra del v. 15 y otros contra el v. 14, como F.-L. HOSSFELD / E. ZENGER,
Psalmen I, p. 240. Por otra parte, el mismo salmo tiene varias repeticiones (vv. 4.8:
ên-metōm bibeśārî; vv. 7-9: ‘ad-me’ōd), que, como se sabe, cumplen una función es-
tructural y enfática.
39
Cf. P. BARRADO, «Silencio», pp. 16-17; S. GILLMAYR-BUCHER, «Wenn die Dichter»,
p. 324.
40
De todos modos, dado que también es posible ver aquí un sentido durativo –que
por otra parte es el que corresponde claramente al siguiente verbo–, conviene dejar
una traducción abierta que permita ambas interpretaciones, aun simultáneamente.
41
Reconoce aquí también el sentido forense de la raíz K. SEYBOLD, Gebet, pp. 99-
100, cf. esp. nota 16.
42
Cf. R. P. DUNN, «Speech and Silence in Job», en Semeia 19 (1981), pp. 99-103.
43
Sí se lo puede descubrir en una lectura «canónica», teniendo en cuenta el
contexto, donde el Sal 38 está incluido. Cf. E. R. RUIZ, «Silencio», esp. pp.
75.80.83.167.
44
Ibid., pp. 75-80.
cia literaria directa 45, esta coincidencia, además de la inmediata de Sal 39,
hablan de un modelo literario fuertemente arraigado, una actitud vital fren-
te al sufrimiento que empieza a mostrarse como cargada de sentido 46.
Volviendo a Sal 38, falta todavía saber en este texto la razón que mo-
tiva esta actitud silenciosa. A esto responde el v. 16:
Que en ti,
Yhwh,
yo espero;
tú responderás,
Señor,
Dios mío.
45
La relación estrecha con el texto de Is 53,7 ha sido constatada en varios lu-
gares, cf. H. GUNKEL, Psalmen, p. 162, quien supone una dependencia por parte de Is
53; G. BARBIERO, Erstes Psalmenbuch, p. 595; H. J. KRAUS, Los Salmos. I. Sal 1-59. Sa-
lamanca, 1993, p. 630; C. E. KUNZ, Schweigen, pp. 93-94.
46
Para el tema del silencio del Siervo en Is 53,7 se puede ver el sugestivo artícu-
lo de T. LINAFELT, «Speech and Silence in the Servant Passages: Towards a Final-
Form Reading of the Book of Isaiah», en S. E. FOWL (ed.), The Theological Interpretation
of Scripture. Classic and Contemporary Readings. Maryland, Blackwell, 1997, pp. 199-
209. El silencio del Siervo en el cuarto cántico estaría en función de que la comuni-
dad recupere su capacidad de hablar, como parte fundamental de su recuperación.
Dios que hasta ahora parece solo pensar en él para herirlo con sus flechas.
Si la actitud final de Job es un silencio de quien «ve» 47, la del orante de Sal
38 es un silencio de quien, no viendo, cree y espera.
Queda por ver, al menos brevemente, si el resto del salmo confirma
esta interpretación.
3.3. Tercera parte: futuro del enfermo confiado a Dios (vv. 17-23)
47
Cf. A. M. OLSON, «The Silence of Job as the Key to the Text», en Semeia 19
(1981), pp. 113-119, esp. 116.
48
No se trataría tanto de una caída en el pecado, sino más bien de un agrava-
miento (tal vez fatal) de la enfermedad, como lo muestran los pocos paralelos del
término s.ela‘ en Job 18,12; Sal 35,15; Jr 20,10. Así también F.-L. HOSSFELD / E. ZEN-
GER, Psalmen I, p. 245.
49
Entendiendo él como durativos ambos imperfectos.
50
Cf. F.-L. HOSSFELD / E. ZENGER, Psalmen I, p. 240: «Der gesamte Psalm läßt kei-
nen Zweifel daran aufkommen, daß der Beter sich seiner eigenen Sündenschuld
bewußt ist. Nun beruft sich der Beter in 20f gegenüber seinen Feinden auf seine
Schuldlosigkeit...».
teriza como «justo» o inocente. Él sabe que tiene culpa delante de Dios.
Esa culpa no tiene por qué ser a causa de un daño hecho directamente a es-
tos que lo atacan. La argumentación fluye sin contradicciones, en un movi-
miento de intensificación creciente. Si antes había dicho que buscaban su
muerte (v. 13), ahora agrega que lo odian sin motivo (v. 20), e incluso –lo
cual, en esta contraposición que se notaba arriba entre la actitud del orante
y la de los malos, es fundamental– le pagan mal por bien. Su inocencia no
se refiere a Dios, sino a estos enemigos concretos: a ellos el orante los ha
tratado bien.
Los vv. 22-23 retoman en una especie de inclusión la invocación ini-
cial con ’al + yiqtol, y la completan con una petición concreta en forma
positiva. Las peticiones negativas del v. 22 son importantes, porque reto-
man la descripción de la situación del orante en la parte central. Si su pro-
pia fuerza lo abandona (v. 11) y los amigos se alejan (v. 12), pide a Yhwh
que no lo abandone ni se aleje de él, porque ahora él es su única fuerza y
su único anhelo (vv. 10.16). El v. 23 completa la plegaria con el imperativo
positivo h.ûšāh le‘ezrātî, tan común en las lamentaciones (cf. Sal 22,20;
40,14; 70,2.6): la situación del orante es delicada, Dios no puede demorar-
se, porque puede ser demasiado tarde. El punto culminante del salmo, que
podría resumir la actitud interna que se esconde detrás del silencio del
enfermo, es la invocación a Dios como «Señor, mi victoria/salvación
[tešû‘ātî]».
4. El silencio de Sal 38
51
En el caso de la referencia a la vista del v. 11, es menos claro si se trata de
una metáfora o de una descripción de un estado físico. El contexto favorece esta
segunda explicación.
52
Esto mismo reconoce K. SEYBOLD, Gebet, p. 101: «Ersterem steht im Wege, daß
die verschiedenen Symptome und Situationsmerkmale im einzelnen wiederum zu
konkret sind [...] und im ganzen eine so besondere Konstellation abgeben, die nicht
auf viele Fälle paßt...», lo cual le lleva a asumir un «Substrat an primär individue-
ller Erfahrung».
53
Por otra parte, aun suponiendo que existieran en el salmo alusiones a un ri-
tual penitencial, no queda claro en qué aclara eso el sentido del poema.
Un paralelo hasta aquí no mencionado, pero que sin duda puede ilu-
minar la convicción que subyace al silencio de Sal 38, lo encontramos en
Lam 3,21-33 54. Allí (como en Sal 37,7 55) se recomienda al que sufre:
Eleuterio R. Ruiz
Pontificia Universidad Católica Argentina
«Santa María de los Buenos Aires»
[email protected]
54
C. E. KUNZ, Schweigen, pp. 90-95, menciona este y otros textos en el apartado
que acertadamente titula «das harrende Schweigen». Allí, más allá de la ambiva-
lencia que encuentra en Sal 38, reconoce que el poema desemboca en el «esperar
en Yhwh». Cf. también, para el tema del silencio en Lam 3, P. BARRADO, «Silencio»,
p. 19.
55
Es interesante notar que tanto Sal 37 como Lam 3 son poemas alfabéticos,
aunque construidos de distinta manera (Sal 37 tiene por cada letra del alfabeto dos
versículos, de los cuales solo el primero empieza con la letra correspondiente;
Lam 3 tiene para cada letra tres versículos, y todos ellos comienzan con la letra
correspondiente). No por casualidad Sal 38, como es sabido, si bien no sigue el ar-
tificio acróstico, denota una inspiración alfabética en la cantidad de los versículos
(22, excluido el título, según las 22 letras del alfabeto hebreo).