Ensayo Sobre Feminismo
Ensayo Sobre Feminismo
Ensayo Sobre Feminismo
Feminismo, filosofía y
literatura. Simone de
Beauvoir, una intelectual
comprometida
Resumen
Abstract
Our aim is to provide an interpretation based on Simone de Beauvoir´s hybrid liter- Keywords
ay-philosophical writing as part of her strategy feminist of the (self)constitution of philosophy
the subject-woman style outlined in The Second Sex, which demonstrates her social literature
subject-women
and political commitment. We suggest that through this writing style that connects
Beauvoir to a line of non-systematic moral philosophers, the French author recon-
ceptualizes what traditionally an academic community, hegemonically circumscribed
to males, understood by “philosophy” and by “literature.”
A mediados del siglo XX, momento en el que Simone de Beauvoir comienza a publicar
sus obras, el formato textual filosófico paradigmático es el ensayo, según el criterio
hegemónico de inteligibilidad textual de la época. Representante ineludible del exis-
tencialismo fenomenológico francés del siglo XX y del feminismo de la igualdad
de cuño ilustrado, Beauvoir emprende la divulgación de sus trabajos a inicios de la
década del 40.
Mis ensayos reflejan mis opciones prácticas y mis certezas intelectuales; mis
novelas, el asombro al que me somete, en lo grande o en los pequeños detalles,
nuestra condición humana. Corresponden a dos clases de experiencia […] Unas
y otras tienen para mí la misma importancia y autenticidad. Yo no me reconozco
menos en El segundo sexo que en Los mandarines. Yo me he expresado en dos
registros y esta necesidad me ha sido necesaria (Beauvoir, [1963] 1973: 62).
Sin embargo, en 1979, pasados treinta años de la publicación de varias de sus obras
filosóficas, expresa ante Margaret Simons y Jessica Benjamin: “Sartre es un filósofo, yo
no […] Yo no he construido una obra filosófica. Yo construí una obra literaria” (Simons,
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1999: 9). La afirmación fue recibida con asombro en aquel tiempo. Beauvoir deja la
filosofía a su compañero, reconociéndose a sí misma como escritora literaria, no como
filósofa. Tal autodenominación le correspondía. Para entonces, varios de sus célebres
textos literarios habían ganado gran notoriedad y popularidad. Entre ellos, la novela
Los mandarines (Beauvoir, 1954), que fue ganadora del Premio Goncourt. No obstante,
hay una pregunta que nos invade: ¿Por qué luego de escribir ensayos filosóficos como
Para que la acción (1944), Para una moral de la ambigüedad (1947) e incluso El segundo
sexo (1949), solo por nombrar algunos, la autora francesa no se define a sí misma tam-
bién como filósofa? En este trabajo, intentaremos proponer, a modo de respuesta, una
interpretación de esta cuestión, poniendo de manifiesto la relación ineludible entre
sus reflexiones filosófico-feministas llevadas a cabo en El segundo sexo y su literatura.
¿Qué había significado para mí ser mujer? Nunca había tenido sentimientos de
inferioridad. Mi feminidad no me había molestado en nada. Para mí, le dije a
Sartre, eso no había sido nunca un problema. 3. Para el estudio de la herencia
ilustrada de El segundo sexo, véase:
Abellón (2012); Femenías (2010a).
-Pero de todas maneras, Castor, tú no has sido criada de la misma manera que
4. No tratamos de hacer exégesis
un niño. Deberías analizarlo mejor… de la obra de Celia Amorós. Por el
contrario, sacándola de su marco
de enunciación, solo nos servimos
Así lo hice, y tuve una revelación: ese mundo era un mundo masculino. Mi de su tesis (Beauvoir instaura una
infancia había sido alimentada por mitos forjados por hombres y yo no había genealogía feminista) para reelabo-
rar las marcas de su influencia en
actuado ante ellos de la misma manera que lo habría hecho si hubiese sido un la tradición feminista. Con esto no
varón. Esto me interesó tanto que abandoné todo para ocuparme de la cuestión queremos decir que establezca un
femenina en su totalidad (Beauvoir, [1963] 1973: 119). modo diferente de hacer filosofía y,
mucho menos, una manera (esen-
cialmente) femenina de filosofar.
El segundo sexo, largo ensayo filosófico, expone su pensamiento en torno a la cuestión 5. A diferencia de Hegel, para
femenina, constituyéndose así en una obra ineludible de la teoría feminista.3 Gracias Beauvoir la dialéctica no es el
movimiento de la Idea y, por
a esa obra, Beauvoir se erige en un “hito clave de la tradición” y en la “madre instau- tanto, su pensamiento no tiene el
radora de una genealogía” feminista a la que, sea mediante la legitimación o la carácter teleológico racional cuyo
término es el Mismo, es decir,
rebeldía, sus “hijas” remiten (Amorós, 1999: 114).4 el comienzo. Lo que retoma de
Hegel y reconceptualiza de modo
propio es la tensión siempre
La tesis central de El segundo sexo, como se sabe, consiste en que en el pensamiento existente en y mediante la cual
occidental la mujer es expulsada del mitsein humano. El sujeto se constituye mediante el sujeto se constituye a través
la dialéctica de lo “mismo” y lo “otro” pero la delimitación de estas categorías no es la puesta enfrente de un Otro.
6. Beauvoir pone en evidencia no
abstracta sino que sus referentes son siempre materiales.5 A través de una interpretación solo una cuestión de hecho sino
sexualizada de la dialéctica hegeliana del Amo y del Siervo, Beauvoir pone de manifies- que también ilumina una dificultad
to que el varón (Amo) se autoerige como el Sujeto Esencial inmaterial asexuado (neu- propia de su idioma. En francés,
homme designa al género humano
tralidad sexual), la Conciencia. Tal autoconstitución heterodesigna a la mujer como y al varón. No hay una palabra
Naturaleza, objeto y ser material sexuado que el varón posee y domina a voluntad. En específica que refiera a este, como
sí la hay respecto de la mujer:
tal sentido, propone la noción de “la Otra Absoluta Inesencial del Sujeto per se mascu- femme. El mismo idioma, por tanto,
lino”.6 Él es la razón. Ella, la materia a ser informada por la inteligencia masculina. homologa “varón” y “ser humano”.
Objeto para y del varón, el ser femenino radica en “ser-para- los-varones” (Beauvoir, 7. Véase Beaur (2001); Caste-
llanos Llanos (2006); Feme-
[1949], 1999: 135). La categoría de semejante, por tanto, compete solo a ellos, mientras nías (2006 y 2012); Heinämaa
la mujer es establecida como objeto mediador de las relaciones masculinas.7 (2003); López Pardina (1998).
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Sin embargo, la tesis beauvoiriana que afirma que la mujer es la Otra absoluta no debe
entenderse en un sentido sustantivo. La categoría originaria de Sujeto, tal como la de
lo Otro, es radicalmente diferente del devenir dialéctico histórico-contingente de un
otro determinado, como lo es también el carácter de absolutez que reviste a la mujer
en el seno de la sociedad patriarcal. Sustancializar y ontologizar la exclusión absoluta
inferiorizada que la recubre es una falacia que no vislumbra el proceso dialéctico en
el que se inscribe su constitución. Por ello, nos advierte sobre el sentido de “ser”:
El carácter de Otra absoluta implica haber devenido tal. La mujer ha sido hecha de tal
modo por los varones mediante la unilateralidad de los mitos sexuales masculinos que
la excluyen de “la humanidad”. Esta expulsión no es inocente. Como la Otra-Objeto del
Sujeto, es una construcción masculina que no escapa a los intereses morales, políticos y
económicos de los varones. En tal sentido, Beauvoir presenta un giro en su argumentación:
la mujer, en rigor, es la Otra relativa del sujeto masculino, abriendo así la posibilidad de
8. Esto socava la posibilidad de reflexionar sobre la liberación femenina.8 De lo contario, ¿cómo concebir su emancipación
afirmar que Simone de Beauvoir
sostiene una esencia femenina o
si el reino de lo humano no le compete en ningún sentido? (Abellón, 2011).9
un “eterno femenino”, concepto
al que precisamente critica. Estas consideraciones son de suma importancia para comprender la relación de Beauvoir
9. Véase Dos Santos (2009 y 2010).
con la filosofía y la literatura, como así también para la penetración en su letra y modo
de escritura. En la introducción de El segundo sexo declara que la dirección del texto halla
su base en el intento de responder una pregunta que la implica de modo íntimo: “¿Qué
es una mujer? Es significativo que yo lo plantee. A un varón no se le hubiera ocurrido
escribir un libro acerca de la situación singular que ocupan los machos en la humanidad.
Si quiero definirme, me veo obligada a decir, en primer lugar: “Soy una mujer”. Esta
verdad constituye el fondo sobre el cual se yergue toda otra afirmación” (Beauvoir, ([1949]
1999: 17). Este autorreconocimiento, en un ensayo filosófico, no es vano. A un varón no
solo no se le hubiese ocurrido dedicarle un libro a su situación existencial qua varón y,
mucho menos iniciarlo sentenciando: “Soy un varón”. La filosofía es paradigmáticamente
una cuestión de varones. El discurso filosófico visibilizado es el que ellos llevaron a cabo
10. Con ello no queremos decir a lo largo de la historia occidental hegemónica de tal disciplina.10 Mientras el varón se
que Beauvoir estableció un género
(masculino) de la filosofía. Al
autoerige y autoconcibe como la trascendencia y la razón de la cual emerge el discurso
contrario, intentamos poner de racional y abstracto, la mujer es circunscripta o heterodesignada por lo masculino al
manifiesto, por un lado, que ámbito de las emociones, de los sentimientos y de la inmanencia, dimensiones de la
esta ha sido escrita mayoritaria-
mente por varones y, por otro, existencia que históricamente han sido inferiorizadas y/o expulsadas en la historia de la
que aquello que las mujeres filosofía en pos del triunfo del intelecto. Así entiende Beauvoir a las corrientes filosóficas
filósofas han escrito fue, de cierta
forma, invisivilizado o negado. que marcaron una época: el racionalismo cartesiano y el idealismo hegeliano, con los que
discute fuertemente. Por esta razón, a las mujeres (más bien, a algunas mujeres privile-
giadas) solo se les permite, dentro de la sociedad patriarcal y androcéntrica, y salvo excep-
ciones, escribir diarios íntimos, novelas o autobiografías: escritura sentimental e
intimista que, en relación a la filosofía, constituye –para el criterio de inteligibilidad
textual filosófico hegemónico– una expresión “inferior”.
“Soy una mujer”, en esta línea interpretativa, introduce brutalmente su voz y dispara
la posibilidad de escritura. Al respecto, la estrategia beauvoiriana consiste en la acep-
tación existencial del ser dado por el otro, para luego resignificarlo. Anoticia al lector
que no escribirá desde un punto cero de perspectiva sino desde la situación en la cual
fue “puesta” por los varones: hablará desde su género,11 desde aquel sitio que solo ha 11. El concepto de “género” emer-
gió en los textos académicos femi-
sido, a lo largo de la historia, el no lugar de “la humanidad”. Expresa: “No se nace mujer, nistas en los años 60, de la mano
se llega a serlo” (Beauvoir, [1949] 1999: 207), siguiendo las reflexiones de Leciñana de las teóricas de habla inglesa.
Blanchard (2010) y respecto de esta cuestión, que la escritura toma el estatus de un Aunque posterior a El segundo
sexo, tal categoría puede leerse
modo y medio de definición de sí, de dispositivo de (auto)constitución del sujeto-mujer. –avant la lettre– en la obra de Simo-
ne de Beauvoir, en tanto distingue
la dimensión biológica-sexual y
Justamente, la autodefinición como escritora literaria y no como filósofa se inscribe den- los comportamientos estilizados
tro de tales miramientos. El declararse solamente literata patentiza su consentimiento corporales (Nicholson, 1998).
con el lugar que masculinamente le compete en el ámbito académico del momento. Es
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[…] “si la filosofía es esa legitimación del patriarcado que cercena el espacio
de la libertad de las mujeres, entonces, soy escritora”…O quizá, ´dado que
históricamente las mujeres han sido, aún filósofas, consideradas desde la
Academia solo escritoras…soy escritora…y dejaré a los demás la tarea de que me
reconozcan como filósofa…cuando los tiempos maduren” (Femenías, 2008: 42).
Sin embargo, tal aceptación, como en el caso de su declaración: “Soy una mujer”, no es
pasiva ni contiene una aprobación dogmática de los loci masculinamente designados.
Por el contrario, compone la admisión de la situación existencial en la que se halla
para luego trascenderla mediante un proyecto crítico (Herrera, 2010). Al respecto, la
literatura es un espacio que es necesario recorrer y del cual es menester apropiarse:
“La literatura aparece cuando algo en la vida se descompone. Para escribir […] la pri-
mera condición es que la realidad haya dejado de darse por sentada; solo entonces uno
es capaz de verla y hacerla ver” (Beauvoir, [1960] 1961: 381). Esta, como pondremos
de manifiesto inmediatamente, se presenta insoslayable para su estrategia feminista
de la construcción de un sujeto-mujer.
La (auto)constitución de un sujeto-mujer,
una empresa humanamente comprometida
Sin embargo, El segundo sexo, nos presenta un giro curioso. Unas páginas después de
declarar: “Soy una mujer”, sostiene: “La perspectiva que adoptamos es la de la moral
existencialista” (Beauvoir, [1949] 1999: 30). ¿Quién es el autor? En el gran ensayo filo-
sófico de 1949, el yo individual beauvoiriano deviene un sujeto plural. Una/o puede
preguntarse el sentido de este desplazamiento ¿Por qué en un texto de filosofía deja
de escribir en primera persona y pasa a expresar su pensamiento mediante la tercera
persona? Ciertamente, sabía que la voz de una mujer, dentro de la comunidad filosófica
hegemónica, es inferiorizada y, en muchas ocasiones, expulsada y/o negada. ¿Cómo
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escribir filosofía desde un locus no hegemónico? Ludmer define la “treta del débil” como
la táctica de resistencia que “combina sumisión y aceptación del lugar asignado por
el otro, con antagonismo y enfrentamiento” (1985: 50). Así como Aristóteles reconoce
la herencia que les debe a algunos de sus predecesores para luego objetarlos y crear
su propio sistema “superador”, Beauvoir presenta una estrategia similar respecto de
la filosofía. Reconociendo su herencia sartreana y merleau-pontiana, el pensamiento
de la francesa no deviene en una mera repetición acrítica de las tesis tradicionales del
existencialismo. Por el contrario, mediante una lectura aguda entabla con ellos un diá-
logo crítico que le posibilita resignificar muchos términos de la tradición en la que se
inscribe, como así también construir un corpus teórico propio. De tal modo, la apelación
a las voces masculinas autorizadas en la época habilita introducir transversalmente en
ella sus reflexiones, que parten de su situación peculiar qua mujer. La intromisión de
su voz situada en el discurso filosófico tradicionalmente circunscripto por los varones,
se dirige también, en tal sentido, a desestabilizar dicho discurso.
Pero el giro de la escritura no termina aquí. Existe un tercer momento que se produce
por la vuelta al yo individual con una peculiaridad que vale iluminarla. Memorias de
una joven formal (Beauvoir, 1958), texto autobiográfico y de memoria, y La mujer rota
(Beauvoir, 1968), ficción de diario íntimo, constituyen la creación de alternativas para
la construcción de sí misma, de su propio “llegar a ser”. El paso por la tercera perso-
na mencionado anteriormente posibilitaría cierta modificación del discurso filosófico
hegemónico del que busca distanciarse. La apelación a filósofos varones y el gesto de
introducir su discurso qua mujer en un ensayo filosófico como es El segundo sexo, podría
leerse como su intento de inserción en tal disciplina pero pretendiendo su trasformación.
Por otra parte, la literatura, aún escrita en primera persona, no representa una empre-
sa personal e individualista. Beauvoir es ante todo una intelectual comprometida. A
través de ella, busca llegar al público femenino que, en tanto tal, no tiene fácil acceso
a bienes intelectuales. Las novelas y las autobiografías contienen, como mencionamos,
muchos de los problemas y tratamientos filosóficos de los que Beauvoir se ocupa en
su ensayística. De este modo, las mujeres pueden acceder a reflexiones que les son
generalmente negadas en la sociedad patriarcal. Precisamente, el lenguaje no aca-
démico facilita el establecimiento de ciertas cuestiones para quienes nunca tuvieron
contacto con determinadas miradas críticas-intelectuales de la sociedad del momento,
ni con los términos implicados en ellas.
Sus obras literarias presentan a la lectora mundos posibles en los que pueda crearse
a sí misma como sujeto. Desde la perspectiva de Ricœr, el yo escrito queda vacante en
el texto, desanclado. Ello posibilita, justamente, que el público pueda, a través de la
lectura, crearse a sí mismo (Ricœr, [1987]1990: 78). Ellas escriben su propia historia, se
constituyen a sí mismas, en tanto leen una historia ajena que, en rigor, no es propiedad
de nadie. Tal como sostiene Ricœur: “[…] ficción y poesía se dirigen al ser, no ya bajo
la modalidad del ser-dado, sino bajo la modalidad del poder-ser” ([1986] 2001: 108).
Ahora bien, aunque sus textos están destinados preferentemente al público femenino,
Beauvoir comprende la necesariedad del masculino. En sentido estricto, la reconfi-
guración del patriarcado y del androcentrismo en pos de la igualdad de los sexos es
una tarea que compete a ambos. El segundo sexo es claro en este punto. Para que la
igualdad sexual acontezca, es menester que se efectúe entre varones y mujeres el libre
y mutuo reconocimiento de cada uno en el otro. Ambos deben erigirse a la vez como
el “mismo” y como el “otro”, como objeto y como sujeto, en un movimiento recípro-
co que reconozca la ambigüedad existencial. El “travestismo universalista de lo mas-
culino”, como gusta decir Amorós, se verá desmantelado, de tal modo, que dará paso
a la primacía de la categoría de “lo humano” por sobre la de “sexo” (1999: 132). Pero
a diferencia de determinadas lecturas que leen de modo androcéntrico la liberación
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13. Butler afirma en El género en femenina planteada por Beauvoir, como es el caso de la de Judith Butler,13 la prima-
disputa (1990): “Para Beauvoir, el
`sujeto´ dentro del análisis exis-
cía mencionada no conlleva la homologación de la mujer al sujeto masculino.14 La
tencial de la misoginia siempre es liberación femenina no tiende a un futuro monosexual en el que los sexos desapa-
masculino, unido con lo universal rezcan, como sugiere la interpretación de Butler, sino a uno en el que exista entre
[…] Beauvoir, reclama el derecho
de las mujeres a convertirse, de ellos una relación de amistad sin jerarquías sexuales. No se trata ni de homologación
hecho, en sujetos existenciales ni de asimilación sino de la “deconstrucción de lo humano” mismo (Amorós, 1999:
y, en consecuencia, su inclusión
dentro de los términos de la 133). De este modo, la existencia libre de los sexos en tanto existentes iguales qua
universalidad abstracta” ([1990] humanos, conlleva la equidad situacional. Varones y mujeres deben gozar de las mis-
2007: 62-63). Argumenta la filósofa
norteamericana: “Si para Beauvoir
mas posibilidades concretas (puissance) para el ejercicio de su libertad (liberté) y ello
el sujeto es siempre masculino, la es una empresa que los implica a ambos de modo paradigmático (Abellón, 2012).
liberación femenina, que apartaría
a la mujer de la posición de otra
y habilitaría su transformación en En consonancia con esto, Las bellas imágenes revela otra figura del varón. El padre de
sujeto, implica, por falacia nominal, Laurence, la protagonista, es presentado como un hombre sin voluntad de domina-
su homologación al varón”.
ción sobre las mujeres, transgrediendo las formas convencionales de la masculinidad
14. Véase: Michèle Le Doeuff
(1980 y 1993); Irigaray, 1974,
occidental. Ella encuentra en él una de las claves para vivir su existencia de forma más
y Susan Bordo, 1986. habitable, alejada de la opresión y humillación femenina normalizada. Precisamente, la
creación de nuevos mundos y seres literarios, así como la identificación que el desan-
claje del yo individual posibilita, presentan a las/os lectoras/es universos alternativos
en los que persistir bajo el yugo del patriarcado que deviene en un acto moral conde-
nable (Leciñana Blanchard, 2010: 101). La literatura exhibe otros modos de existencia
y acción. En y por ella, los varones pueden reflexionar(se) sobre el lugar que ocupan
en una sociedad patriarcalmente estructurada. En cambio, las mujeres, acceden a una
existencia vedada, a formas de vida que se les han prohibido. Más aún: pueden hacer
esos mundos suyos y escribirse a sí mismas para llegar a ser los sujetos de la acción.
Ensayo que no es ensayo, novela que quizá no lo sea, una alegoría, un cuento
“filosófico”, si este fin de siglo necesita tales cosas (Saramago, 1998: 283).
Hasta aquí hemos puesto en evidencia la íntima relación entre la literatura y las
reflexiones filosófico-feministas de Simone de Beauvoir. Si la filosofía es decidida-
mente una cuestión de varones, con consecuencias éticas y políticas androcéntricas y
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La estrategia beauvoiriana presenta, por tanto, una fuerza crítica, política y ética de
gran envergadura, erigiéndola como una intelectual comprometida (Femenías, 2010b).
Precisamente, López Pardina sostiene que el pensamiento de Beauvoir es preeminen-
temente ético (1998: 25). Nussbaum, por su parte, ilumina que la filosofía práctica
da cuenta críticamente tanto de la actividad intelectual como emocional, priorizando
las situaciones y vivencias singulares (Nussbaum, 1990 y 1997). Esto se pone en
evidencia en la literatura de Beauvoir, a través de la cual, se asegura llegar a un públi-
co femenino que no tiene acceso a ideas que le permitan concebir la posibilidad de
salida del patriarcado, abriendo el camino para crear una conciencia de género, tal
como Marx postuló la conciencia de clase.15 De hecho, sus textos funcionaron como 15. Para la relación entre el pensa-
miento de Beauvoir y el marxismo,
plataforma intelectual en los movimientos feministas, sobre todo en aquellos que véase: Bressia, R. y Rodríguez
cobran densidad teórica y práctica-militante a partir de la década del 60 y, fundamen- Lacrouts (2010); Delphy C. & Cha-
talmente, en el neo-feminismo del 70 (Ferrero, 2010: 105 y ss.) peron S. (2002), Femenías (2010b);
Jo Marso y Moynagh (2006); Soza
Rossi y Rodríguez Durán (2010).
Estas consideraciones dirigen nuestra reflexión hacia una cuestión más general: la
posible resignificación beauvoiriana de lo que la tradicional comunidad intelectual,
hegemónicamente masculina, entendió por “filosofía” y por “literatura”. Al respecto,
en la entrevista que le realiza Schwarzer (1984) en 1982, Beauvoir se reconoce como
filósofa. Posteriormente, un año antes de su muerte, declara de un modo contundente
el sentido de tal autodenominación:
[…] digo que no soy una filósofa en el sentido de que no soy una creadora de
un sistema, todavía soy una filósofa en el sentido de que he estudiado mucha
filosofía, tengo una licenciatura en filosofía. He enseñado filosofía, estoy
imbuida de la filosofía; y cuando pongo filosofía en mis libros es porque esa
es una manera para mí de ver el mundo; y no puedo permitirles que eliminen
mi manera de ver el mundo, esa dimensión de mi acercamiento a las mujeres,
como el Sr. Parshley ha hecho (Simons, 1999: 93).
La novela no solo es un “relato” sino una reflexión que patentiza las estructuras com-
partidas por relaciones impersonales. La posición fenomenológica y existencialista
sostenida por Beauvoir, no se centraría en descubrir las condiciones de posibilidad
del mundo sino en formular una experiencia de él. Precisamente, Murdoch define
sus novelas como “novelas existencialistas”, centradas en hacer evidente la ambigüe-
dad de los caracteres situacionales y en cómo resolver aquellos que la autora decide
manifestar (1999: 188).
## Bibliografía