Ecosistemas de Los Llanos Orientales
Ecosistemas de Los Llanos Orientales
Ecosistemas de Los Llanos Orientales
LLANOS ORIENTALES
Bajo el primer cinturón de nubes, generalmente ubicado a los 1.000 msnm, aparecen los Llanos
Orientales de Colombia, una extensa sabana que llega hasta el río Orinoco por el oriente y se
extiende en sentido norte-sur desde el río Arauca hasta el río Guaviare; tiene una superficie
aproximada de 266.300 km2, en la cual se pueden identificar tres grandes paisajes:
El piedemonte llanero
La llanura de inundación
La altillanura plana y ondulada
EL PIEDEMONTE
Durante cada creciente los ríos aportan en el piedemonte nuevos materiales que se depositan
sobre el cono mismo, formando una extensa zona de explayamiento con un cauce trenzado que en
algunos casos puede alcanzar cientos de metros. Debido a los flujos torrenciales y a su desborde,
el terreno del piedemonte se torna inestable, lo que representa una gran amenaza para la vida, los
ecosistemas y las obras de infraestructura; según el profesor Antonio Flórez, sus principales
causas son las siguientes:
LA SELVA DEL PIEDEMONTE
Poco se conoce acerca de la ecología de las selvas húmedas tropicales del piedemonte llanero; en
general, éstas se caracterizan por un dosel continuo y heterogéneo debido a la fuerte pendiente y a
la irregularidad del terreno que presenta suelos predominantemente arcillosos en los interfluvios y
arenosos en las laderas. La estructura vertical del bosque es multiestratificada con árboles que
alcanzan hasta 30 m de altura y aunque abundan el lechero, el higuerón o matapalos y el tronador
que produce una leche cáustica y tóxica, las especies dominantes son las leguminosas como el
dormilón u orejero. También se encuentran maderas valiosas como el laurel oloroso, el cabo de
hacha o costillo, el achapo y el peinemono; entre los frutales se destacan el zapote, el mamey y los
caimos.
Esta franja es rica en palmas de enormes raíces zancos, —más de 20 especies— como el
palmiche, la mil pesos, la zancona y la choapos, que en ocasiones emergen sobre el dosel. En los
estratos bajos sobresalen por sus grandes hojas varias especies de Ciclantáceas como la iraca,
cuyas hojas similares a las de la palma son utilizadas para la elaboración de sombreros y varias
especies de Heliconia como los platanillos; la alta humedad de esta zona favorece el desarrollo de
multitud de plantas epífitas entre las que se destacan los helechos.
LA DIVERSIDAD DEL PIEDEMONTE
La alta diversidad de mariposas endémicas contribuyó a que los investigadores pudieran reconocer
en el piedemonte el refugio pleistocénico denominado «Villavicencio», que de acuerdo con el
científico Jorge Hernández Camacho, se extendió desde el río Ariari hasta el Casanare y desde los
500 msnm, hasta entrar en contacto con los bosques nublados.
Esto ayudó a que el piedemonte de la cordillera de Los Andes posea un elevado nivel de
endemismo de plantas y animales, también relacionado con la gran variedad de hábitats que ofrece
y con las condiciones ambientales favorables que se presentan durante la temporada de verano.
Se destaca la gran diversidad de mamíferos, como los gatos o félidos y los primates como el mono
churuco, el mico araña o marimonda, el macaco, el mono ardilla, el mico nocturno o marteja y el
mono aullador. En cuanto a reptiles se han registrado 32 especies.
LA SABANIZACIÓN
Hace aproximadamente 45 años L.A. Holdridge y J. Tosi, destacados ecólogos del Instituto
Geográfico Agustín Codazzi, llamaron la atención sobre la destrucción de la selva de la Orinoquia:
Los incendios periódicos, la pérdida de nutrientes del suelo y el pastoreo mantienen el paisaje
transformado por largo tiempo. La eliminación de este hábitat es sin duda una de las principales
amenazas para los primates del piedemonte llanero, como el tití, el mico choyo y las marimondas,
que se encuentran entre los más amenazados de toda la región. Desafortunadamente, este
proceso también comienza a afectar las áreas de conservación de los Parques Nacionales
Naturales de la Orinoquia.
LA LLANURA DE INUNDACIÓN
La región localizada al occidente del río Meta, conocida como sabanas de Casanare y Arauca, es
probablemente la mayor extensión de tierras del norte del continente suramericano, que se
encuentra por debajo de los 200 m de altitud. Estas planicies, sujetas a inundaciones durante
aproximadamente siete a ocho meses al año, presentan un período de lluvias entre marzo y
noviembre y un corto verano de diciembre a febrero; por el oriente, su límite está definido por una
falla geológica que se desarrolla en sentido suroccidente–nororiente. El río Meta sigue el rumbo de
esta falla y socava las paredes del bloque oriental —la altillanura—, que está casi 40 a 50 m más
alto.
En la llanura de inundación los procesos ecológicos, los suelos, la flora, la fauna y el uso de la
tierra están determinados por el comportamiento de las inundaciones y conforman conjuntos que
involucran varios ecosistemas, por lo cual son considerados macrosistemas en los que hay
ambientes acuáticos permanentes, temporales y sabana de tierra firme, pero el área mayor
corresponde a los ambientes acuáticos temporales.
Las planicies inundables constituyen sistemas estables con características únicas; si se analizan
durante largos períodos, según el comportamiento de la cuenca, el curso del río y la planicie y se
acepta lo afirmado por Alfredo Paolillo y otros investigadores de la Orinoquia venezolana, dichas
planicies se pueden catalogar como humedales.
Las tecnologías de análisis espacial del Sistema de Información Geográfica de la World Wild Fund
de Colombia, permitieron delimitar con precisión estas áreas inundables, cuya continuidad
ecológica abarca desde las planicies de inundación del río Metica, hasta el extremo noreste de los
llanos bajos de Apure en Venezuela, a lo largo de un trayecto de 800 km de longitud y una amplitud
que oscila entre los 100 y los 300 km.
EL RITMO ESTACIONAL
En los grandes humedales, prácticamente todos los procesos tienen relación con la frecuencia,
duración, magnitud y otras características de la secuencia inundación–sequía: el transporte y
deposito de sedimentos, la colonización, producción y descomposición de la vegetación herbácea y
leñosa, el consumo y mineralización de la materia orgánica, la actividad migratoria de los
organismos, la pesca, las actividades humanas y otros procesos, están ajustados al régimen
pulsátil del los ríos.
Un estudio realizado en una laguna de desborde del río Metica, permitió establecer que las
expansiones y contracciones periódicas del ambiente acuático son el principal factor que rige la
dinámica de las poblaciones de peces tropicales y de otros organismos que habitan estos
ecosistemas, los cuales han tenido que adaptarse a las severas fluctuaciones espaciales. Las
inundaciones generan procesos de rejuvenecimiento de los ecosistemas que forman parte del río y
la dinámica de los pulsos hídricos —inundación, aguas bajas— es la que regula el conjunto de
organismos vegetales o animales que dependen de él. Sin embargo, muchos árboles y plantas
desarrollaron adaptaciones que les permiten realizar la fotosíntesis en condiciones de inmersión
prolongada.
Estos pulsos son vitales para la alimentación, dispersión y reproducción de numerosas especies de
peces y mamíferos acuáticos como los delfines; la época de rebalse es básica para la alimentación
de los manatíes; por el contrario, la estación de aguas bajas es imprescindible para la nidificación
de la tortuga del Orinoco en las playas arenosas.
LA SABANA HÚMEDA
Las sabanas húmedas tienen una cobertura vegetal abierta en la que dominan los pajonales altos
del pasto rabo de zorro, que le imprimen una coloración rojiza al paisaje cuando las inflorescencias
están maduras; también están pobladas por otros pastizales tolerantes a la inundación como la
guaratara y por varias especies de Ciperáceas. En algunos lugares se forman gramalotales o
grandes bancos de pastos de paja chigüirera, cuyos tallos se elevan hasta dos metros sobre el
terreno pantanoso y en los sitios más elevados se desarrolla el pasto saeta.
Las sabanas húmedas pasan por un ciclo anual de cuatro estaciones hídricas: un período en que
las plantas disponen de agua suficiente en el suelo, al que le sigue una fase en la que éste queda
anegado por completo y las especies sufren por exceso de agua; posteriormente la tierra se va
secando y otra vez aparecen condiciones normales de disponibilidad de agua y finalmente la
sequía se hace extrema y la vegetación debe resistir la deficiencia de agua. Debido a que cada año
pasan por cuatro estaciones con períodos contrastantes de tensión ecológica, estos ecosistemas
también se definen como sabanas hiperestacionales, en las que el exceso de agua tarda varios
meses en escurrirse y su deficiencia dura de tres a seis meses.
Los principales aspectos que caracterizan las sabanas húmedas hiperestacionales son los
siguientes:
LA SABANA EÓLICA
Una de las formas de relieve más llamativas en la llanura inundable, por su patrón de drenaje, es la
sabana eólica. Se trata de un vasto territorio con agrupaciones de dunas o médanos alineados en
sentido nororiente – suroccidente, modelados por la fuerza del viento, que en un período de
extrema aridez arrastró arenas fluviales hasta formar campos de dunas, cuyo patrón de relieve está
relacionado con la dirección de los alisios del nororiente y se extiende por las sabanas de
Casanare, Arauca y Venezuela.
Durante la época seca los médanos presentan erosión y arrastre de las arenas que conforman el
sustrato. Los rasgos más comunes de los médanos son: un altura entre cuatro y ocho metros, un
ancho entre 20 y 50 y una longitud entre 100 y 500; el suelo está constituido por arenas cuarzosas
—93% de arena y 2 a 3% de arcilla—; tienen una pequeña acumulación de materia orgánica de 10
a 15 cm, de color pardo y subsuelos pardo amarillentos; las zonas entre médanos son cóncavas y
en ellas se acumulan agua y materia orgánica. Asociado a este relieve se observa un fenómeno de
escarceo, que se manifiesta en camellones de 30 a 50 cm de altura y de 3 a 5 m de ancho,
semejantes a curvas de nivel que se aproximan entre sí. Las zonas entre escarceos quedan
cubiertas de agua por largos períodos, lo que determina que los tipos de pastos y su coloración
sean diferentes en las depresiones y en las crestas, factor que se destaca en el paisaje.
LOS ZURALES
Se forman en depresiones con pendiente muy suave, permanecen anegados la mayor parte del
año —hasta por nueve meses— y tienen suelos de color oscuro, ricos en materia orgánica. Desde
el aire se observa un patrón reticulado, conformado por montículos de diferentes tamaños llamados
zuros; los de menor altura, 30 a 50 cm, se encuentran en el borde del zural y sobre ellos crecen
termiteros; los de mayor altura —uno a dos metros— y más espaciados se desarrollan hacia el
interior del zural.
Algunos zurales alcanzan superficies de 5 km2 y densidades de 900 a 1.000 montículos por
hectárea; cada montículo tiene su propio gradiente de humedad que determina la colonización de
diferentes especies, entre las que predominan las gramíneas, aunque crecen familias raras como
las Eriocauláceas y las Burmaniáceas y comunes como las Cyperáceas, Melastomatáceas y
leguminosas; ocasionalmente en lo alto de un montículo coronados por termiteros, que permanece
seco más tiempo, se desarrollan algunos arbustos. El agua que circula entre los zurales es
transparente, pobre en nutrientes y su sistema de drenaje forma una microcuenca cerrada, que en
ocasiones se interconecta con esteros y morichales.
EL ESTERO
Otros tipos de esteros se presentan en las sabanas estacionales, donde la fase de inundación
depende de las lluvias torrenciales del invierno; sus aguas son transparentes y menos productivas
—oligotróficas— y en ellas se desarrollan praderas sumergidas en las que abundan diferentes
especies de pequeños peces de colores brillantes especialmente adaptados a los ambientes donde
los recursos más importantes son el zooplancton, el fitoplancton y los insectos. Durante la estación
seca reverdecen sobre el suelo varias especies de plantas acuáticas que permanecían como
prados sumergidos, para florecer rápidamente y dispersar sus semillas. Los suelos de este tipo de
estero, de color negro turboso, quedan durante el verano al alcance de muchas aves acuáticas que
los escarban en busca de insectos coleóptero y dípteros.
Llaman especialmente la atención en estos ambientes, las pequeñas masas lanosas que se
adhieren a los fragmentos de vegetación del litoral; se trata de uno de los organismos
multicelulares más primitivos, cuyos ancestros marinos surgieron en el Cámbrico —hace 600
millones de años—; es una diminuta esponja de agua dulce —probablemente del
género Ephydatia—, cuyo cuerpo, formado por microscópicas agujas o espículas de sílice, llega a
ser urticante al contacto con la piel y cuyas larvas móviles hacen parte de la gran diversidad de
microorganismos que componen el zooplancton.
EL MORICHAL
Algunos ríos y caños de la llanura de inundación presentan a lo largo de su curso franjas angostas
de bosques de galería dominados por la palma moriche o canangucha, que tiene hojas en forma de
abanico y crece asociada con árboles maderables de la familia de las Anonáceas, como el tablón y
con Miristicáceas, como el palosangre. Estos bosques, donde también abundan las
Melastomatáceas arbustivas y otras palmas como la milpesos, especie oleaginosa muy promisoria,
son importantes para el sostenimiento de una variada fauna, en la que se destacan los grandes
mamíferos silvestres como los zainos y las dantas.
El nivel freático del suelo determina la estructura y la composición de los bosques de galería de la
llanura de inundación; en comparación con los de la altillanura son menos diversos y estructurados
y sus estratos herbáceos y arbustivos son más pobres y con pocas especies tolerantes a la
inundación. El suelo, de donde emerge la maraña densa de raíces finas y neumatóforos de las
palmas y árboles, estructuras especializadas en el intercambio de gases, se encuentra casi
desnudo, lodoso y con poca hojarasca; hacia los bordes exteriores se presenta una angosta franja
de bosque denso de poca altura, 10 a 15 m, que corta abruptamente la vegetación abierta de la
sabana.
LAS SELVAS INUNDABLES
Algunos de los últimos reductos de las selvas de inundación se encuentran en las llanuras de
desborde de los ríos Meta, Cusiana, Pauto y Casanare, sobre un paisaje enriquecido por los
sedimentos aluviales de origen andino, depositados durante las últimas inundaciones. La dinámica
fluvial ha modelado un complejo de geoformas en la llanura de desborde, como diques naturales o
acumulaciones de materiales gruesos a los lados de los cauces, depresiones amplias —basines—
entre los diques de uno y otro río y cauces abandonados que forman lagunas o madreviejas.
Cuando suben las aguas durante las crecientes, sobrepasan el nivel de los diques y al regarse
hacia los basines, depositan toneladas de sedimentos que forman en los bordes, complejos de
orillares con un microrrelieve característico. Este paisaje fluvial es muy dinámico y cambia durante
cada fase de inundación o de sequía, lo que genera un mosaico de ambientes para la vegetación y
la fauna y determina los tipos de uso de la tierra y el aprovechamiento de recursos bióticos.
En las vegas bajas —bajos o bajíos— el agua permanece de siete a nueve meses, la mayor parte
de la estación lluviosa. En general, la vegetación presenta ajustes muy sincronizados de
crecimiento, floración, fructificación y dispersión de semillas, a los ritmos o pulsos estacionales de
inundación y sequía; algunas especies han desarrollado neumatóforos u otras estructuras de
intercambio de gases que les permiten vivir adecuadamente; en otros árboles, durante el período
de inundación crecen raíces adventicias para atrapar los sedimentos. Las especies más comunes
en los bajíos son la leguminosa búcaro de pantano y el totumo.
Sin embargo, en medio de este aparente equilibrio, en ciertos sectores ocurren fuertes disturbios
por la caída de grandes árboles o la muerte masiva de bosques bien consolidados, debido a los
cambios repentinos del curso del río, lo que produce a la vez, cambios en el nivel freático; estos
aspectos hacen parte de la dinámica natural.
LA ALTILLANURA
La gran zona de la altillanura está situada entre los ríos Meta y Guaviare; comienza en el
piedemonte de la cordillera Oriental comprendido entre el río Humadea y la Sierra de La Macarena
y llega hasta el río Orinoco, la parte más baja y oriental, conocida como el andén Orinoqués, un
territorio de pendientes suaves de aproximadamente 100 kilómetros de ancho, que corre paralelo al
río Orinoco y se conecta con los valles aluviales inundables de los ríos Vichada, Tuparro, Tomo y
Vita, entre otros.
La altillanura de la Orinoquia colombiana corresponde al bloque levantado al oriente del río Meta,
que se originó hace unos 600.000 años por la acumulación de sedimentos; presenta dos grandes
tipos de paisaje: uno plano y otro disectado o paisaje de lomerío, denominado localmente serranía,
que se creó por la erosión.
En esta extensa región se desarrollaron diferentes tipos de suelos que van desde los arcillosos
hasta los arenosos; el más común es de color rojizo y corresponde al grupo de los oxisoles o
suelos tropicales muy evolucionados, viejos y pobres en nutrientes que se caracterizan por los
siguientes aspectos:
Varios interrogantes se plantean los investigadores para tratar de explicar el origen de estas
sabanas, que aun bajo condiciones tropicales húmedas permanecen como pastizales abiertos o en
el mejor de los casos con árboles y arbustos dispersos: ¿por qué no se cubren de selva? ¿la
sabana es el resultado de los incendios provocados por el hombre desde tiempos históricos o es
un ecosistema natural?
El clima no parece haber influido notoriamente, puesto que bajo las mismas condiciones crecen
bosques con dosel cerrado y sabanas abiertas. Mayor incidencia tuvieron, la limitación por
nutrientes, el régimen hídrico y su sistema de drenaje y el hecho de ser reliquias de un tipo de
vegetación seca ampliamente distribuida.
A la luz del conocimiento actual de la ecología de las sabanas tropicales, en especial de las del
norte de Suramérica, éstas se deben considerar como ecosistemas naturales. Un largo proceso
histórico de evolución bajo ciertas condiciones ambientales, permitió que se desarrollaran una flora
y una fauna características y se mantuvieran procesos ecológicos propios de las sabanas,
marcados por pulsos estacionales en los que la sequía y el fuego son factores determinantes para
su dinámica y su equilibrio