Hora Santa Por La Nueva Evnagelizaciin

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HORA Santa 2012-

“Que todos sean uno. Como tú, Padre, en mí y yo en ti,


que ellos también sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado” (Jn
17,21).
INTRODUCCIÓN
Estamos en la presencia del Señor. Él nos mira, nos sonríe y nos agradece, a cada
uno de nosotros. Siéntete mirado y bendecido por el Señor. Y ábrele tu corazón. No
hables mucho, escucha, aunque solo sean los latidos de Dios.
Dicho de otra manera: déjate amar. Su presencia es gracia, regalo, fuerza y
consuelo. Estar aquí no es un sacrificio, es una predilección.
“La belleza es un atributo de la persona antes que de la naturaleza. Bellas son las
personas divinas. El Padre es bello por el Hijo, como el Hijo lo es por el Padre que
encuentra en él toda su «complacencia». En Dios hay una belleza paterna y una belleza
filial. Lo mismo se debe decir del Soplo común que es el Espíritu. La Escritura presenta
al Hijo en eterna contemplación de la belleza (la «gloria») del Padre y como «la
irradiación misma de su gloria» (Hb 1,3)
La belleza trinitaria es un camino por explorar. Es, como las mismas personas,
una belleza de relación. Consiste en relaciones bellas; es la síntesis entre unidad y
diversidad. Las tres divinas personas son belleza, vueltas desde el inicio una hacia la
otra en una mirada gozosa y silenciosa”.

(R. CANTALAMESSA, Contemplando la Trinidad. Monte Carmelo 2002)

Canto: Dios está aquí

EN EL NOMBRE DEL PADRE, DEL HIJO Y DEL ESPIRITU SANTO

Todas nuestras oraciones, bendiciones, sacramentos los empezamos o terminamos


con la invocación trinitaria. Las cartas paulianas recogen muchas fórmulas e
invocaciones trinitarias, probablemente de uso litúrgico. A veces las utilizamos
nosotros como saludos al empezar la Eucaristía (cf. 2 Co 13, 13).
«La gracia de nuestro Señor Jesucristo.» Es el Dios hecho gracia y benevolencia,
Dios que se convierte en torrente de gracia salvadora, Dios que viene a repartirnos sus
dones. Es el Dios que se hace para nosotros alimento, medicina, fuerza liberadora. El
Dios que se hace pobre para enriquecernos, que muere para que vivamos. El Dios que
nos lava del pecado en su sangre y nos embellece y dignifica.
«El amor del Padre.» El Padre que es Amor. Es el Padre-Misericordia, fuente de
toda vida. El Dios que nos ha amado tanto que nos dio a su Hijo único. El Dios que
protege -mano fuerte y delicada-, que espera, que perdona. El Dios que ama
especialmente a los que sufren, que escucha el clamor de los pobres, que prefiere a
los pequeños. El Padre de todos.
«La comunión del Espíritu Santo.» Es el Dios hecho abrazo, el que dinamiza todo
acercamiento y unión, el que favorece el diálogo y el entendimiento; es el Dios aliento
de vida, amor derramado en nuestros corazones, Dios intimidad; es el Dios fuerza
irresistible y apasionada, que suscita profetas y enciende corazones; es el Dios que se
nos da como esperanza de vida eterna.

1
Cada vez que hacemos la señal de la cruz, cada vez que bendecimos y oramos,
estamos confesando este Dios poderoso en amor, rico en misericordia, inmenso, pero
cercano. Confesamos a un Dios que ama al hombre -filántropo- y lo da todo, se da
todo, por el hombre. Un Dios que desborda y se derrama, bañándonos en su gracia y
empapando nuestro corazón. Un Dios que no sólo nos da la vida, sino que nos hace
partícipes de su misma vida; después de curarnos, perfumarnos; embellecernos, nos
reviste de divinidad, haciéndonos hijos suyos, templos suyos, verdaderos dioses. Un
Dios que nos introduce en la comunión trinitaria y que nos espera para meternos
dentro de su inmenso Corazón.

La fórmula bautismal es la primera definición trinitaria. Somos bautizados en el


nombre de tres personas, que son un solo Dios.

1. Profesión de fe en el Padre
Creemos en un Dios que es Padre. Significa que Dios no es distante ni temible o
despreocupado, sino que es cercano, como un padre, benévolo, providente.
Podemos agarrarnos de su mano, como el niño pequeño. La inmensa distancia entre
el padre y el hijo la salva Él.
Significa que el origen de todas las cosas no es la casualidad ni la fatalidad ni la
ambición o la gloria, sino la bondad, la generosidad, el amor desbordante. El origen
de todo no es la física, sino una realidad paterno-maternal. Los ríos que brotan de
ese Hontanar son de aguas limpias y medicinales. La piedra, el punto de apoyo en el
que se asienta el mundo es firme, inconmovible, porque está compuesto de energía
amorosa. Seamos optimistas, la marca de la casa es óptima, el producto, es bueno;
aunque sabemos que somos seres históricos, no perfectos, sino perfectibles.
La meta final será asimismo cálida y acogedora, como un regazo materno. Por
eso, «a tus manos, Padre, encomiendo mi espíritu». Estamos en buenas manos. De
sus manos salimos y en sus manos descansaremos. Y nada ni nadie, ni la vida ni la
muerte «podrá arrebatar nada de la mano del Padre» (Jn 10,29)
Si Dios es Padre, podemos sacar gozosas consecuencias, como la confianza plena, la
obediencia respetuosa, la oración filial agradecida...

Qué bien sé yo la fuente que mana y corre,


aunque es de noche.

Aquella eterna fuente está escondida,


qué bien sé yo do tiene su manida,
aunque es de noche.

Su origen no lo sé, pues no lo tiene,


mas sé que todo origen de ella viene,
aunque es de noche.

Sé que no puede ser cosa tan bella


y que cielos y tierra beben de ella
aunque es de noche.

Bien sé que suelo en ella no se halla,


y que ninguno puede vadealla,
aunque es de noche.

2
Su claridad nunca es oscurecida,
y sé que toda luz de ella es venida,
aunque es de noche.

Sé ser tan caudalosas sus corrientes,


qué infiernos, cielos riegan, y las gentes,
aunque es de noche.

El corriente que nace de esta fuente,


bien sé que es tan capaz y omnipotente,
aunque es de noche.

El corriente que de estas dos procede


sé que ninguna de ellas le precede,
aunque es de noche.

Bien sé que tres en sola una agua viva


residen, y una de otra se deriva,
aunque es de noche.

Aquella eterna fuente está escondida


en este vivo pan por darnos vida,
aunque es de noche.

Aquí se está llamando a las criaturas,


y de esta agua se hartan, aunque a oscuras,
porque es de noche.

Aquesta viva fuente que deseo,


en este pan de vida yo la veo,
aunque es de noche.

Canto: Padre, me pongo en tus manos.

2. Profesión de fe en el Hijo
Creemos en un Hijo que es Dios, igual al Padre. Significa que Dios no se encierra en
sí mismo, no es egoísta o individualista. Y no solamente hace cosas y da cosas, que
podría ser para lucirse, sino que se da todo a sí mismo, lo que es y lo que tiene, como
el padre y la madre dan su propia naturaleza al hijo.
Bautizarse en el Hijo supone una participación de su naturaleza filial, por lo que
llegamos a ser también nosotros hijos. Bautizarse en el Hijo que se hizo hombre,
supone una verdadera configuración con él. Es la cristificación, ser pequeños Cristos,
viviendo como él, muriendo y resucitando con él. Vivir
como hijos de Dios, vivir como Cristo, ser Cristo, ¿cabe mayor dignidad y
grandeza? ¿Cabe mayor exigencia?

Himno de Colosenses 1, 12-20

Damos gracias a Dios Padre,


que nos ha hecho capaces de compartir
la herencia del pueblo santo en la luz.

3
Él nos ha sacado del dominio de las tinieblas,
y nos ha trasladado al reino de su Hijo querido,
por cuya sangre hemos recibido la redención,
el perdón de los pecados.

Él es imagen de Dios invisible,


primogénito de toda criatura;
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porque por medio de él
fueron creadas todas las cosas:
celestes y terrestres, visibles e invisibles,
Tronos, Dominaciones, Principados, Potestades;
todo fue creado por él y para él.

Él es anterior a todo, y todo se mantiene en él.


Él es también la cabeza del cuerpo: de la Iglesia.
Él es el principio, el primogénito de entre los muertos,
y así es el primero en todo.

Porque en él quiso Dios que residiera toda la plenitud.


Y por él quiso reconciliar consigo todos los seres:
los del cielo y los de la tierra,
haciendo la paz por la sangre de su cruz

Canto: Tú has venido a la orilla

3. Profesión de fe en el Espíritu
Creemos en un Espíritu Santo y Divino. Es la Flor divina que brota del encanto
existente entre el Padre y el Hijo, el fruto de su amor, Amor personalizado. En
Dios el amor es su naturaleza -Dios es Amor- y es una persona, el Espíritu.
Al ser bautizados en el Espíritu Santo, nos bañamos en su santidad, por lo que
se nos perdonan los pecados y nos santificamos; Recibimos también toda la
alegría y la fuerza de su amor. Él se queda con nosotros y nos convierte en
templos vivos de Dios. Él nos capacita para amar con su mismo amor.
Preguntábamos si cabe mayor dignidad y mayor exigencia que la de ser hijos de
Dios y otros Cristos. Podemos decir que sí, aunque son maneras de hablar. Por el
Espíritu nos hacemos pequeños dioses, y Él nos capacita para ser hijos y para ser
dioses, porque es Amor derramado en nuestros corazones. 2. Ven, Espíritu... Ven,
Vida...

Ven, Espíritu del Padre y del Hijo.


Ven, Espíritu de amor.
Ven, Espíritu de infancia, de paz,
de confianza y de alegría.
Ven, secreta alegría
que brillas a través de las lágrimas del mundo.
Ven, vida mucho más fuerte
que nuestra muerte.
Ven, padre de los pobres

y abogado de los oprimidos.


Ven, luz de eterna verdad
y amor extendido en nuestros corazones.

4
Nada tenemos que te pueda forzar;
pero aquí radica precisamente nuestra confianza.
Nuestro corazón, en el fondo, teme tu llegada;
tan poco te pareces a este corazón tan tosco,
siempre en busca de sí mismo
mas, pese a todo, ésta es justamente
la más sólida garantía de tu venida.

Ven, pues. Renueva e incrementa


tu presencia en nuestro mundo interior.
En ti ponemos toda nuestra confianza.
En ti nos amamos,
ya que tú eres el mismísimo Amor.
Gracias a ti podemos llamar Padre al mismo Dios,
ya que, desde cada uno de nosotros,
eres tú quien grita: ¡Abba! ¡Padre queridísimo!

Permanece en nosotros.
No nos abandones nunca.
Ni a lo largo del combate de la vida,
ni cuando ésta toque a su fin
y nos hallemos tan solos.
¡Ven Espíritu Santo!
(Karl Rahner)

Canto: El Señor os dará su Espíritu Santo (Kairoi)


4. La Trinidad es unión, es comunicación, es misteriosa comunidad. La Trinidad es
diálogo, es apertura, es paz, es libertad, es Amor. Creer en la Trinidad es optar por
la caridad, por la fraternidad, por la solidaridad, por la paz y concordia, por el
respeto y la libertad. «Entiendes la Trinidad si vives la caridad», afirmaba ya S.
Agustín.
Creer en la Trinidad te exige, no sólo vivir la comunión, sino sembrar la
comunidad. Poner paz donde hay guerra, poner respeto donde hay margina ción,
poner justicia donde hay exclusión, poner libertad donde hay opresión y tiranía.
Casa común, mesa común, un solo corazón... Así vivían los primeros bautizados.
Dondequiera un hermano no sea suficientemente amado y ayudado, allí el
cristiano tiene una misión. Para que haya vida común tiene que haber relación
común e igualitaria entre todos los hermanos.
La Trinidad es fuente y modelo de la verdadera comunidad. El primer icono de
la Trinidad es la Eucaristía, que nos une en el cuerpo y la sangre de Cristo. El
segundo será la Iglesia, y en concreto la parroquia, cuyos miembros se sientan a la
mesa del Señor; y las comunidades religiosas, que ofrecen un maravilloso
testimonio de hermandad. El tercero será la familia, iglesia doméstica, comunidad
de vida y amor, teniendo por modelo a la Sagrada Familia de Nazaret. Y tiene que
haber muchos más iconos trinitarios. El cristiano está especialmente vocacionado
para construir estas imágenes vivas de Dios Trino y Uno. Habrá que revitalizar el
tejido social, trabajar por la paz y la libertad, por el respeto a la dignidad y los
derechos humanos, por la cultura de la gratuidad, por la promoción de la ecología
y la defensa de la naturaleza. En todos los campos de la vida debemos sembrar
semillas de Trinidad.

Texto: Juan 17, 16-24

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No son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. "Santifícalos en la verdad: tu
palabra es verdad. "Como tú me enviaste al mundo, así yo los envío también al
mundo. ` Y por ellos yo me santifico a mí mismo, para que también ellos sean
santificados en la verdad*. No solo por ellos ruego*, sino también por los que crean en
mí por la palabra de ellos, para que todos sean uno, como tú, Padre, en mí, y yo en
ti, que ellos también sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me has
enviado. Yo les he dado la gloria que tú me diste, para que sean uno, como nosotros
somos uno; yo en ellos, y tú en mí, para que sean completamente uno, de modo que
el mundo sepa que tú me has enviado y que los has amado a ellos como me has
amado a mí. Padre, este es mi deseo: que los que me estén conmigo donde yo estoy y
c o n t e m plen mi gloria, la que me diste, porque me amabas, antes de la fundación del
mundo.
“El mandato de Jesús en la Última Cena es una llamada imperiosa
a la comunión, a la unidad: “Padre, que todos sean uno para que el
mundo crea que Tú me has enviado” (Jn 17,21). Por tanto es una
llamada a vivir en comunión dentro de nuestra Iglesia, pastores y
fieles, y a avanzar en el espíritu ecuménico y en el diálogo
interreligioso”. La nueva evangelización exige de nosotros ser
verdaderos ciudadanos del mundo y participa r desde nuestra fe
cristiana en los diferentes campos de acción: La cultura, la escuela, el
trabajo, la vida política, la familia,…Queremos que en las parroquias
se haga vivo el grito del Concilio que pide que todos “los gozos y las
esperanzas, las tristezas y las angustias del mundo, sean, a su vez, los
gozos y esperanzas, las tristezas y angustias de los discípulos de
Jesús”(GS1). (Plan pastoral)
La Iglesia, pues, nacida de la misión de Jesús como enviado del Padre
también se siente enviada: "como el Padre me ha enviado, así os envío yo". No
tiene otra misión y todo lo que hace ha de ser en función de dicho envío
misionero, sabiendo que el mismo Jesucristo es el evangelio y el mismo ha sido
el primer y más grande evangelizador (EN 7). (Plan pastoral)

IGLESIA EN ORACIÓN

La primera misión era anunciar que el Reino de los cielos está cerca. La nueva misión consiste
en hacer discípulos del Señor en todos los pueblos de la tierra. Presten atención a este
mensaje que nos presenta san Mateo. A cada invocación vamos a responder: R. “Escúchanos,
Señor”

Unámonos en oración para que en nuestro país y en todo el mundo crezcan la paz, la
generosidad, la justicia, el bienestar para todos. Oremos. R. “Escúchanos, Señor”

Unámonos en oración para que los cristianos sepamos dar testimonio el amor y la esperanza
que Dios ha puesto en nuestros corazones. Oremos. R. “Escúchanos, Señor”

Unámonos en oración para que aquellos que no conocen a Cristo Jesús puedan llegar un día a
descubrir el gran tesoro de la fe. Oremos. R. “Escúchanos, Señor”

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Unámonos en oración para que el trabajo evangelizador lleve el amor y la esperanza a los
pueblos a los que sirven y sean ejemplo para los que vivimos en tierra de tradición cristiana.
Oremos. R. “Escúchanos, Señor”

Unámonos en oración para que surjan las vocaciones misioneras que necesitan la Iglesia y el
mundo de hoy. Oremos. R. “Escúchanos, Señor”

Padre nuestro….

Oración final: Jesús, Hijo de Dios, que dijiste a tus apóstoles: “Id por todo el mundo y anunciar
el Evangelio”, ten misericordia de nosotros y danos la fuerza de tu Espíritu para poder cumplir
con esta encomienda. Ayúdanos a hacernos cada día más conscientes de la necesidad que
tiene el mundo de tu Palabra y de tu amor. Haznos instrumentos dóciles en tus manos para
que por medio de nosotros se extienda el Reino en nuestras familias y comunidades.
Te ofrecemos nuestras vidas, lo que tenemos y somos, para que, como ofrenda de
agradable aroma, llegue hasta ti. Señor, tú bien sabes que sin ti nada somos, nada
tenemos y nada podemos, confirma en nosotros el don de tu Espíritu y ayúdanos en
esta ingente tarea de anunciarte. Amen

Canto final: Alma misionera.

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