Clase 2 Historia Argentina y Latinoamericana
Clase 2 Historia Argentina y Latinoamericana
Clase 2 Historia Argentina y Latinoamericana
Objetivos:
Favorecer la comprensión de algunas de las características del régimen político
oligárquico y la conformación de un poder político opositor. Comparar las
prácticas políticas del pasado con el presente para identificar y registrar
diferencias y similitudes. Caracterizar a los grupos de accedían al poder y sus
estrategias.
A través de la lectura y análisis de los marcos teóricos, se posibilita la reflexión
sobre el acontecer histórico social, político y económico llevado a cabo en ese
periodo de nuestra historia.
Los miembros del PAN en general compartían el ideario liberal y estaban convencidos
de que el orden político y el poder del Estado constituían los requisitos indispensables
para lograr el desarrollo del país. Influenciados por las corrientes ideológicas
extranjeras, en especial el positivismo, tenían confianza en el “progreso indefinido”
que veían plasmado en la gran expansión económica del momento. El régimen
oligárquico fue conjuntamente liberal y conservador. Fue liberal en el sentido que
impulsó al máximo la concreción de los ideales del liberalismo en la economía (el libre
cambio) y en la sociedad civil (garantizaba el ejercicio de derechos civiles y garantías
constitucionales). Pero, al mismo tiempo, la clase gobernante se manifestó
profundamente conservadora en el ámbito político, manteniendo la restricción de los
derechos políticos de los ciudadanos y negando la participación política a amplios
sectores de la población. Al grupo de funcionarios que ocuparon los principales cargos
del estado se los conoció con el nombre generación del ochenta puesto que
compartieron principios fundamentales del positivismo. El lema de Julio Argentino
Roca (jefe del PAN y presidente entre 1880-1886 y entre 1898-1904) era paz y
administración. Proponía controlar todo conflicto político y detener los intentos
revolucionarios, además de llevar a delante los ideales de progreso y enriquecimiento
que habían sido delineados años atrás.
Alberdi propuso una fórmula para la organización y distribución del poder que tuvo su
traducción institucional con la sanción de la constitución nacional de 1853. Allí propuso
conciliar los valores igualitarios de una república abierta a todos, con los valores
jerárquicos de una república restrictiva, circunscrita a unos poco. Para esto era
necesario dar una capacidad de decisión dominante al poder político central; otorgar el
ejercicio del gobierno a una minoría privilegiada; limitar la participación política del
resto de la población; y asegurar a todos los habitantes, sin distinción de nacionalidad,
el máximo de garantías para su actividad civil. (...) la fórmula alberdiana prescribía la
coexistencia de dos tipos de república: la república abierta (regida por la libertada civil
integrada por toda la población que no intervenían en la designación de los
gobernantes) y la república restrictiva (conformada por un núcleo político capacitado
para ser gobierno y ejercer el control). Diría Alberdi: “Elegir es discernir y deliberar; la
ignorancia no discierne: busca un tribuno y toma un tirano. La miseria no delibera; se
vende. Alejar el sufragio de las manos de la ignorancia es asegurar la pureza y acierto
de su ejercicio.”
Tomado de: Botana, Natalio. El orden conservador. La política argentina entre 1880
y 1916, 1977.
LA ARGENTINA AGROEXPORTADORA
Grandes cambios
En este contexto, la región más dinámica fue la pampa. Buenos Aires se convirtió en el
punto de conexión con el exterior y a partir de allí se estructuró una red de
intercambio donde los beneficios comerciales quedaban sólo en ese sector. El
esquema agroexportador, valorizó la parte de las provincias que tenían condiciones
aptas para el tipo de producción requerida por el mercado internacional. La otra
Argentina, la del Interior, quedó desarticulada, estancada y en decadencia económica.
Ocupó un papel muy secundario dentro de este esquema, sus producciones, que antes
se canalizaban en los mercados regionales, se vieron arrasadas por la competencia de
los productos extranjeros. En este modelo económico, solo mantuvieron un desarrollo
estable: la planicie tucumana y cuyo, que se insertaron con cultivos industriales como
la vid y la caña de azúcar.
Hacia fines del siglo XIX en los principales centros urbanos de Buenos Aires y el litoral
se instalaron nuevas industrias procesadoras de materias primas y destinadas a la
exportación, tales como: molinos harineros y los frigoríficos que se sumaron a los
antiguos saladeros y curtiembres. Además, la llegada de inmigrantes, produjo un
crecimiento urbano considerable que hizo que se generen algunas pequeñas ramas
industriales para el consumo interno como la alimenticia, indumentaria, calzado,
muebles y vajilla. Hacia 1887 este pequeño grupo de Industriales nucleados en el Club
Industrial van a fundar la Unión Industrial Argentina, para la promoción de la Industria
nacional.
El problema monetario
EL ALUVIÓN INMIGRATORIO
Existió una activa política migratoria que llevó a cabo el Estado nacional argentino, los
inmigrantes eran atraídos por promesas de acceso a la tierra que no se cumplieron. La
mayoría se quedó en las ciudades, en este contexto Buenos Aire vio crecer su
población de manera espectacular, pasando de 180.000 habitantes en 1869 a cerca de
un millón en 1900 y a más de un millón y medio en 1914. Casi la mitad de ellos eran
extranjeros. La mayoría de los inmigrantes que se incorporaron al sector rural se
convirtieron en peones o arrendatarios. Para muchos europeos sin trabajo, sin tierra y
sin futuro, América se mostraba ante sus ojos como la tierra de la esperanza. No sólo la
pobreza los hacía emigrar, en muchos casos debieron hacerlo por razones políticas y
religiosas o porque sus países estaban en guerra. Este aporte inmigratorio europeo,
llamada la gran inmigración, puede considerarse comprendido entre 1857 y 1939, año
en que se desató la segunda guerra mundial.
Hacia 1904 el ministro del interior, Joaquín V González, elevó el informe del médico
higienista Bialett Massé, al presidente Roca, acerca de la situación de la clase obrera
argentina. Allí denunciaba la situación de los sectores populares, convencido de que las
malas condiciones de vida y laborales eran causas directas de lo que la clase
dominante definía como la cuestión social. Una de las características más significativas
de las casas de inquilinato era el elevado índice de hacinamiento, ligado a las notorias
deficiencias sanitarias. “Si bien las cifras proporcionadas por las estadísticas censales
señalan una media de tres a cuatro personas por cuarto, éstas no expresan las diversas
gamas de situaciones que se dieron en la realidad cotidiana de los conventillos. Los
numerosos informes realizados por los médicos higienistas en las décadas del setenta y
el ochenta y las publicaciones del diario La Prensa ilustran acerca de habitaciones sin
aire y sin luz por carecer de ventanas, de cuatro o cinco metros por lado, ocupadas por
más de media docena de personas; o como la situación que denunció un inspector del
Departamento Nacional de Trabajo, que en 1907 encontró una pieza habitada por una
familia de once miembros: los padres y sus nueve hijos. Esas mismas habitaciones en
donde vivían -comían y dormían- amontonados, casi sin lugar para moverse, se
convertían en improvisados talleres en los que costureras, planchadoras, armadoras y
sastres se integraban al tan mal remunerado sistema de "trabajo a domicilio". El
hacinamiento se vio agravado por el precario y a veces inexistente servicio sanitario de
los conventillos, lo cual generó que estas casas se convirtieran en verdaderos focos de
irradiación de las enfermedades infectocontagiosas. La instalación de agua corriente y
redes cloacales a partir de los años ochenta benefició sin duda a los inquilinatos. No
obstante, en 1904, el censo municipal registró un dato revelador de la precariedad en
que vivía un gran número de inquilinos: el 22% de los conventillos de la ciudad de
Buenos Aires no poseían baños -duchas y letrinas- de ninguna clase. (...) La carencia de
cocinas obligaba a los inquilinos a usar braseros, que se encendían en los patios junto a
las puertas de las piezas; de esta manera no era difícil que a la hora del almuerzo o de
la cena estuvieran encendidos en el mismo patio 25 o 30 braseros. Los problemas se
acrecentaban los días de lluvia, pues los inquilinos, violando las reglamentaciones no
tenían otra alternativa que cocinar dentro de los cuartos.” (Tomado de: Juan Suriano,
"El conventillo". En Movimiento sociales. La huelga de los inquilinos lié 1907.
Prólogo. Buenos Aires, CEAL-Historia testimonial argentina. Documentos vivos de
nuestro pasado, n° 2, 1983.)
A principios de siglo XX Buenos Aires tenía la reputación de ser una de las ciudades
más caras del mundo en relación con la vivienda. Los alquileres de cuarto en
conventillos eran realmente elevados y no guardaban relación con la poca
habitabilidad de los mismo.
Consultas sobre el trabajo, a través del Chat del aula o mensajes a través del
WhatsApp. Como siempre quedo a su entera disposición.