t.7. El Origen Del Ser Humano
t.7. El Origen Del Ser Humano
t.7. El Origen Del Ser Humano
7.1. Introducción
7.2. Del fijismo al evolucionismo. TEORÍAS DE LA EVOLUCIÓN
7.3. El origen del ser humano.
A. Proceso de Hominización
B. Proceso de Humanización
7.1. Introducción
Todos los seres vivos están cambiando continuamente, pero de dos maneras
distintas. Por una parte, sufren transformaciones individuales a lo largo de su existencia,
desde su nacimiento hasta la muerte. A estas modificaciones sufridas a nivel individual,
como seres particulares, se le denomina ontogénesis1. Pero además, las especies se están
transformando continuamente. No se trata de cambios individuales, sino del conjunto entero
de individuos que forman lo que denominamos una “especie”. Un grupo de seres vivos
forman una especie cuando tienen un aspecto similar, pero sobre todo cuando pueden
reproducirse entre sí (cuando son interfecundos).
El concepto de filogenia o filogénesis2 significa que las distintas especies han
cambiado a lo largo del tiempo, de modo que unas proceden de otras. Las especies
descienden unas de otras formando un filum o linaje. Por tanto, según estamos diciendo, los
seres vivos sufren numerosos cambios a lo largo de su existencia: unos propios del
desarrollo individual (ontogénesis) y otros que aparecen en la sucesión de generaciones
(filogénesis). De esta forma, cada generación de individuos recibe las transformaciones
heredadas de las de las generaciones anteriores y las transmite a sus descendientes, de
modo que se van acumulando en un proceso lento.
1
Leclerc, conde de Bufón (1707-1788) y más decididamente por Maureau de Maupertuis
(1698-1759); este planteamiento defendería que la aparición de nuevas especies se debe a
la transformación de las primitivas. El planteamiento evolucionista defendería que el
universo y la vida en todas sus manifestaciones son el producto de un desarrollo. La
diversidad de las especies se debe a la transformación de las primitivas.
Lamarckismo
J. B. Lamarck (1744-1829) es quien presenta, frente al fijismo, una teoría
evolucionista en su obra Filosofía zoológica (1809). Consideró que los seres vivos tenían
una tendencia, una fuerza interior, hacia el progreso desde organismos simples hacia seres
con sistemas nerviosos más complejos. En este camino progresivo el ser humano sería el
culmen de las perfecciones, el ser vivo más complejo, más desarrollado. En su desarrollo,
las especies habrían multiplicado sus formas y órganos y los procesos evolutivos
constituirían su manifestación.
Podemos decir que su teoría se basaba en dos principios:
a. La función crea al órgano: todo órgano que se usa reiteradamente tiende a
desarrollar y a aumentar su capacidad, en cambio, al órgano que no se utiliza
se atrofia y puede desaparecer. \os cuerpos son configurados por su
comportamiento habitual, originado por las necesidades de los animales.
b. La transmisión de los caracteres adquiridos: algunos de los cambios o
variaciones experimentados por ciertos especímenes se transmiten a los
descendientes, dando lugar al surgimiento de nuevas especies.
Lamarck suponía que la estabilidad de las especies guardaba una estrecha relación
con la estabilidad del medio. Las alteraciones que este, el medio (clima, vegetación,
alimentos, peligros…) experimentaba afectaban a los seres vivos, que se veían obligados a
alterar el modo de satisfacer sus necesidades y, en consecuencia, variaban sus
comportamientos, es decir, sus actos. Debido a ello, adquirían órganos y conformaciones
nuevas (modificaciones en sus miembros, en su talla, en su forma, en las proporciones de
su organismo, en su destreza…). Lamarck pensó siempre en los organismos en relación con
su comportamiento con la naturaleza y con los desafíos planteados por los medios
cambiantes. Rechazó las concepciones mantenidas en su tiempo sobre una tierra en estado
estacionario y de sólo algunos milenios de antigüedad, y creyó que la Geología sugería
cambios importantes en el clima, la tierra y el mar, producidos gradualmente a lo largo de
millones de años. Si las especies hubieran sido fijadas en la creación y se mantuvieran
estáticas desde siempre, no podrían sobrevivir a los cambios medioambientales. Por tanto,
deberían adaptarse constantemente, aunque cambiaran un poco en apariencia. Más
2
adelante consideró el desarrollo, la evolución de la vida, como un proceso lento, suave y
gradual. El planteamiento lamarckista fue especialmente criticado por la postura fijista de
Cuvier.
Según la teoría de Lamarck, la evolución tiene una finalidad, es decir, persigue una
meta que consiste en que las especies sean cada vez más complejas y desempeñen
funciones cada vez más especializadas hasta alcanzar en la especie humana su mayor
perfección.
Darwinismo
Ch. R. DARWIN (1807-1882) presenta su “teoría de la evolución” en su obra El
origen de las especies. La mayoría de los historiadores de la ciencia coinciden en que el
núcleo fundamental del darwinismo consta de una serie de ideas principales:
la evolución es un hecho, no es una mera hipótesis.
ascendencia común: varias especies relacionadas se remontan a un ancestro
del que derivaron ramificándose.
“gradualismo”: es la idea de que la evolución progresa de manera lenta y
continua, más que “a saltos”.
“multiplicación de las especies”: las especies estrechamente emparentadas
se habrían multiplicado y diversificado, aunque tal diversificación se
produciría por un mecanismo que para Darwin era un enigma:
el mecanismo evolutivo propuesto por Darwin: la selección natural.
Esta propuesta de Darwin se puede resumir del siguiente modo: las cosas vivas
habrían evolucionado (gradualmente) con el paso del tiempo y todas ellas estaban
vinculadas a un origen común. Ahora Darwin ha de plantear el mecanismo que explica esto,
el funcionamiento de este hecho; es entonces cuando plantea el mecanismo de la selección
natural. Este será el mecanismo que explica la evolución, la transformación y el desarrollo
de las especies.
La idea evolutiva de Darwin afirmaba que las especies se multiplican, es decir, todos
los seres tienden a multiplicarse tanto cuanto se lo permite su medio. Ahora bien, tarde o
temprano, en este proceso, llegan a saturar su medio y, cuando ocurre esto, se ven
obligados a luchar entre sí por la supervivencia. En esta lucha por la supervivencia (no
entendida nunca en términos sangrientos) perecen los individuos menos aptos y sobreviven
los mejor adaptados. Estos individuos mejor adaptados son los más fértiles, los que se
reproducen y transmiten sus caracteres a los descendientes.
A modo de resumen, podemos decir que la teoría de la evolución de Darwin se
basaba en cuatro premisas:
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a. superproducción: cada especie, animal o vegetal, tiende a multiplicarse
hasta saturar su hábitat.
b. variación: la abundancia favorece la variedad. (Dicha variedad no se limita a
los caracteres fenotípicos, sino que incide también en el genotipo).
c. competencia y conflicto: dada la situación y variedad, resulta inevitable el
surgimiento de la competencia y el conflicto; se establecería una lucha por la
supervivencia porque habría más seres vivos que recursos naturales.
d. supervivencia de los más aptos: una vez surgido el conflicto, los individuos
que posean las combinaciones más favorables tienen mayores
probabilidades de sobrevivir.
Todos estos planteamientos de Darwin liberan el pensamiento de los presupuestos
deterministas y finalistas. La evolución es un proceso de transformación que carece de
dirección alguna.
Charles Darwin se vio profundamente influido por los escritos de Thomas Robert
Malthus (1766-1834). En 1798 Malthus escribe Ensayo sobre el principio la de población,
obra en la que sostiene que la población tiende a crecer en progresión geométrica, mientras
que los recursos sólo aumentan en progresión aritmética. Entonces, llegará un día en que la
población será mayor que los medios de subsistencia, a no ser que se empleen medios
preventivos y represivos.
Por otra parte, Alfred R. Wallace (1823-1913) suele ser considerado como el
descubridor de la evolución biológica de las especies de modo simultáneo a Darwin. Wallace
afirmaba que la evolución es progresiva, es decir, que las nuevas generaciones siempre
representan un avance respecto a las anteriores, avance que, además, siempre se
manifestaría en alguna modificación orgánica. Darwin había obtenido pruebas de que
determinados organismos habían permanecido durante muchísimo tiempo idénticos a sus
progenitores, sin haber sufrido transformación orgánica alguna.
Mutacionismo
G. MENDEL (1822-1884) es considerado el padre de la genética. Su fama científica
se basa en un único artículo, publicado en 1865 (en la revista de Ciencias Naturales de
Brunn). Este artículo resume los resultados de sus prolongados experimentos de hibridación
con guisantes.
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Mendel es quien establece las leyes de la herencia, que han pasado a la posteridad
como las “leyes de Mendel”. Tales leyes suponían que los caracteres parentales no se
funden en la descendencia, sino que se transmiten como factores separados3.
Si las leyes de Mendel se entienden como leyes de la herencia, es decir, como
principios para explicar la transmisión de caracteres a la descendencia, en sentido estricto
sólo podríamos hablar de dos leyes. Sin embargo, suelen presentarse tres leyes. En sentido
estricto, la primera no puede considerarse estrictamente una ley de transmisión:
Ley de uniformidad de los heterocigotos de primera generación. Esta ley vendría a
afirmar que si se cruzan dos razas puras (un homocigoto dominante con uno recesivo) para
un determinado carácter, los descendientes de la primera generación serán todos iguales
entre sí, fenotípica y genotípicamente, e iguales fenotípicamente a uno de los progenitores
(de genotipo dominante), independientemente de la dirección del cruzamiento. Esto vendría
a suponer que hay factores para cada carácter, factores que se separan al formarse los
gametos y que se vuelven a unir cuando se produce la fecundación.
Ley de la segregación (o ley de la “herencia particulada”): un híbrido o heterocigoto
(Aa) transmite a cada célula sexual madura (gameto) sólo un factor (A o a) no ambos del
par recibido de los progenitores.
Ley de la distribución independiente: los diferentes caracteres (por ejemplo forma Aa
y color Bb, de los guisantes) se recombinan aleatoriamente en los gametos (por ejemplo AB,
aB, Ab, ab).
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Es importante aclarar que Mendel basó sus planteamientos únicamente en la observación de las
diferencias cualitativas pero, aunque sea considerado el padre de la genética moderna, no sabía de la
existencia de cromosomas ni alelos.
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investigadores, Hugo de Vries, Carl Correns y Erik von Tschermak, redescubren
independientemente las leyes de la herencia. Alrededor de 1901 el botánico holandés Hugo
de Vries (1848-1935) distinguió dos tipos de variaciones:
modificaciones, provocadas por cambios medioambientales, que no se
heredan.
mutaciones, que son alteraciones que se producen en los genes de los
organismos vivos y se transmiten por herencia. Esta teoría aceptaría que
estas mutaciones serían azarosas. Actualmente este término se utiliza para
designar los cambios que se producen en la secuencia o en el número de
nucleótidos del ADN de una célula.
El mutacionismo sería entonces una teoría que afirmaría que las “modificaciones
hereditarias o heredadas”, las mutaciones, se producirían por azar, y no siempre serían
beneficiosas, es decir, no siempre producirían mejoras.
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generaciones. Se introduce el término de acervo genético (conjunto de genotipos de todos
los individuos que componen una población).
Las mutaciones aportan la variabilidad genética sobre la que luego actúa la selección
natural en el proceso evolutivo. Algunas de estas variaciones producen variaciones
individuales que permiten a su poseedor adaptarse a las condiciones ambientales y, por
tanto, tener una mayor probabilidad de sobrevivir y así transmitir a sus descendientes sus
características genéticas. Sin embargo, existen mutaciones que implican una peor
adaptación al medio ambiente, y sus portadores irán desapareciendo de la población.
La evolución se produce de una manera gradual como consecuencia de pequeños
cambios que van surgiendo en una población, con lo que el proceso para que aparezca una
nueva especie es muy largo.
A. PROCESO DE HOMINIZACIÓN.
Thomas Huxley, Ch. Darwin y Ernst Haeckel defendieron en la segunda mitad del
siglo XIX que el ser humano procede evolutivamente, frente al fijismo y al creacionismo, de
4
Los antropoides son un suborden, perteneciente al orden de los primates.
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También en África meridional y oriental se han descubierto homínidos de talla mayor
que los australopithecus, dentición omnívora, mejor adaptación a la postura bípeda y
encéfalo más desarrollado. Son contemporáneos de los australopitecinos.
Más evolucionados que estos, se considera que pertenecen a la especie más antigua
del género homo y se les denomina homo habilis. Estos restos fósiles se datan en torno
a 1,6 millones de años de antigüedad. Su denominación (habilis) hace clara referencia a la
utilización de útiles por parte de esta especie. En los yacimientos en que se han encontrado
restos de homo habilis aparecieron también restos de útiles, lo que hace presumible que
esta especie ya utilizase instrumentos, aunque fueran estos muy rudimentarios. Un estudio
detallado de las manos y de los pies (dedos curvados en ambas extremidades) indica que
aún tenía vida arbórea y no solamente en el suelo. Su altura era similar a la de los
australopitecos, pero su capacidad craneal era mayor (alrededor de 650 cm3).
El denominado homo ergaster, haciendo alusión a la profesión de materiales
líticos encontrados en sus yacimientos, habría llevado a cabo la evolución desde
instrumentos toscos a bifaces, tallados de acuerdo con distintas técnicas. Homo
ergaster tiene un cráneo menos robusto y con toros supraorbitales menos acusados que
los Homo erectus asiáticos. Se asocia, en sus comienzos, a la industria lítica olduvayense o
“modo 1”, pero a diferencia del homo habilis se reconoce el uso de la industria lítica
achelense o “modo 2”. Homo ergaster es muy diferente a los homínidos anteriores y muestra
cambios anatómicos importantes: el cerebro sufre un aumento importante, rondando los 850
cm³, su talla es mayor que la del homo habilis, parecida a la nuestra. Se cree que ergaster
pudo haber sido el primer homínido con capacidad de lenguaje articulado y, aunque no hay
restos arqueológicos de que hiciera uso del pensamiento simbólico, podrían haber sido los
primeros homínidos en establecer relaciones sociales complejas y, debido al aumento de su
capacidad craneana, podría haber estado capacitado para elaborar abstracciones, aunque
fueran rudimentarias.
El homo erectus apareció hace 1,8 millones de años y se extinguió hace menos
de 100.000. Se han encontrado restos fósiles en África, en Asia y en el continente europeo,
aunque en la actualidad se reserva esta denominación para los restos hallados en Asia (los
conocidos como “hombre de Pekín” y “hombre de Java”), a pesar de que comparten
características con otros fósiles encontrados en África o incluso en Europa. Su
denominación como erectus se debe a su posición bípeda ya consolidada. Su estatura era
análoga a la del ser humano actual, su capacidad craneal aumentó llegando a ser de
aproximadamente 1.000 cm3, y su actividad cultural de manifiesta en la fabricación de armas
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para la caza (ya no se alimenta de carroña, sino que para comer caza animales), en la
utilización del fuego, que llegó a dominar, y en el desarrollo incipiente de actividades rituales
y de reparto de tareas entre los miembros del clan.
En la sierra de Atapuerca se han encontrado restos fósiles con una antigüedad
máxima de 800.000 años que han sido denominados con el nombre común de homo
antecessor. Los restos hallados parecen corresponder a individuos altos y fuertes, cuyo
cráneo era más pequeño que el del ser humano actual. Su denominación (antecessor) se
debe a que todo indica que habrían sido anteriores a los hombres de Neandertal, que
exponemos a continuación. Constituye un eslabón que empalma la cadena evolutiva entre el
homo habilis y el homo sapiens.
El denominado homo neanderthalensis, desciende del homo antecesor, se
extendió por Europa y parte de Asia. Su cráneo era alargado y grande (1550cm3), tenía una
mandíbula sin mentón, un esqueleto ancho y muy fuerte y baja estatura. Vivió en cuevas
naturales distribuidas espacialmente de forma artificial. Poseyó una abundante industria
lítica (bifaces, cuchillos…) e instrumentos de asta y hueso. Además tenía ciertas
preocupaciones rituales y de carácter religioso como el culto a los muertos, lo cual indica
que tenían cierto tipo de creencias religiosas. Suele reconocerse que a ellos se les debe la
cultura Musteriense, caracterizada por la fabricación de utensilios de piedra con martillos
hechos con madera o hueso. Eran cazadores y recolectores.
Finalmente, hace uno 40.000 años, y descendiente de la línea africana del homo
antecesor, apareció en Europa una variante del homo sapiens sapiens, conocida con el
Por tanto, según este árbol genealógico, los candidatos más plausibles para ser
considerados los primeros homínidos son los Australopitecinos. Los restos encontrados
pertenecientes a estos especímenes (en Tanzania y en Etiopía) parecen indicar que ya
mantenían una postura bípeda, si bien es cierto que no perfecta. Precisamente este rasgo
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es el que hace pensar que son los antecedentes más cercanos a los homínidos. Puesto que
homínidos y grandes simios son grupos pertenecientes a la misma superfamilia (la de los
hominoides), es necesario destacar en qué consiste su diferencia esencial, la que les hace
ser dos familias distintas. Dejando a un lado los rasgos conductuales asociados a la
evolución de la cultura (de los que hablaremos más adelante), todas las diferencias entre los
transformaciones anatómicas:
Pie. La fuerza de elevación de los gordo del pie humano, a diferencia del de
músculos de la pantorrilla levanta el hueso los grandes simios, se alinea con el resto
del talón. Después, el apalancamiento de los dedos, perdiendo su oponibilidad.
contra el dedo gordo del pie transmite un Mientras que el pie de los grandes simios
impulso hacia delante y hacia arriba. Los puede ser utilizado para tocar y asir
arcos que se extienden desde la parte objetos, el pie de los humanos se ha
delantera a la trasera y de lado a lado especializado en estar de pie, andar y
mantienen elástica la acción. El dedo correr.
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Extremidades inferiores. En relación con la
longitud del tronco, las piernas humanas son las
más largas entre los hominoides. La gran pantorrilla
de nuestras extremidades inferiores es distintiva; los
grandes simios carecen de músculos prominentes
de la pantorrilla. Aún es más radicalmente humana
la imponente musculatura glútea, que, cuando no
nos sentamos sobre ella, proporciona gran parte de
la fuerza para caminar cuesta arriba, enderezarse después de agacharse, correr y saltar.
. La conformación de la pelvis humana en forma de cuenca se completa con vértebras que
se doblan hacia adentro y ligamentos en la base de la columna vertebral que cierran la parte
inferior de la cavidad pélvica. Una importante función de la pelvis consiste en proporcionar
acoplamiento a los fuertes músculos que controlan las piernas. La forma de cuenca o anillo
de la pelvis humana incrementa la fuerza efectiva de toda la musculatura que interviene en
la posición erecta. Los músculos fijados a ella también proporcionan gran parte de la fuerza
para mover las extremidades inferiores.
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Columna vertebral. Para posibilitar la postura erecta, la columna vertebral humana ha
desarrollado vértebras extra que forman una singular curva en la región lumbar. Aquí, la
columna se encorva hacia delante por encima del centro de la pelvis y, al encontrarse con la
pelvis, vuelve en sentido inverso para formar una “hoz” con el mango arriba. Sin esta curva,
la gente tendería a desplomarse hacia atrás. En su extremo superior (la región cervical) la
columna se curva hacia delante, después hacia arriba y ligeramente hacia atrás, y se
articula con nuestro cráneo en un punto próximo a su centro de gravedad.
Brazos y manos. La gran ventaja del bipedismo de los homínidos estriba en que deja
libres las manos y los brazos para hacer cosas diferentes de la locomoción mientras se
mueven. El gorila, el chimpancé y el orangután dependen de sus brazos para trasladarse.
Los homínidos son los únicos que pueden cómodamente recorrer largas distancias en el
suelo mientras llevan objetos pesados en sus manos. Además la destreza manual de los
homínidos es insuperable: nuestro pulgar es mayor, mucho más musculoso y flexible que el
de los grandes simios; la longitud y fuerza del pulgar humano nos permiten un asimiento
extraordinariamente preciso, fuerte pero delicado. Este
asimiento es un rasgo distintivo de la humanidad y ha
ayudado a convertirnos en supremos artesanos del reino
animal.
Cuello. La cabeza gira en lo alto de la columna vertebral
sobre un par de protuberancias óseas situadas en la base de
nuestros cráneos. Estas protuberancias se llaman cóndilos
occipitales. Nuestros cóndilos occipitales están muy próximos
al centro de gravedad de la cabeza. Nuestra cabeza se balancea casi por sí sola en lo alto
de la curva cervical; por ello, sólo necesitamos en el cuello unos músculos relativamente
pequeños; tenemos un cuello distintivamente largo y delgado.
Cráneo. La parte posterior del cráneo a la que se fijan los músculos del cuello se
llama el plano de la nuca. En el Homo Sapiens el área del plano de la nuca es más pequeña
que la de los grandes simios y su posición se encuentra debajo, en lugar de en la parte
posterior, del cráneo. Esta nueva disposición proporciona un contorno liso, esférico a la
parte posterior del cráneo humano. La redondez continúa en la región frontal y está
claramente relacionada con el hecho de que nuestro cerebro es el más grande y pesado de
los cerebros de los primates. Visto desde atrás, nuestro cráneo se distingue por sus
escarpadas paredes laterales. Su anchura máxima se alcanza encima, en lugar de por
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debajo, de los oídos. La cabeza de un gorila es más robusta que la nuestra, pero el espacio
disponible en su interior es mucho más pequeño.
Cara y maxilar superior. En los grandes simios, la cara continúa extendiéndose más
allá del plano de la frente. El corrimiento hacia delante continúa en el maxilar superior, lo
que da lugar a una forma denominada prognatismo. En cambio, el maxilar superior de los
seres humanos actuales es ortognato: se alinea verticalmente con la frente, directamente
bajo las cuencas de los ojos. En los gorilas, hay una gran barra sobre los ojos, denominada
toro supraorbitario; esta estructura protege la parte superior de la cara de la enorme presión
provocada por los imponentes maxilares y los poderosos músculos masticadores del gorila.
Con la excepción de ciertas especies extintas, los homínidos tienen maxilares más
pequeños, músculos masticadores menos poderosos y un toro supraorbitario más reducido.
La introducción de alimentos cocinados, que no tiene que ser masticados tan vigorosamente
como los crudos, puede ser el factor responsable del reducido tamaño de nuestros
maxilares.
Desde el punto de vista bioquímico y genético no existen grandes diferencias entre el
ser humano y los antropoides: el primero tiene 23 pares de cromosomas, mientras que los
grandes simios tienen 24. Sin embargo, las diferencias anatómicas son significativas y
debieron ser favorecidas por la selección natural. Las más importantes se pueden resumir
en las siguientes y, de ellas, las esenciales son las dos últimas:
La reducción del tamaño de los dientes y de las mandíbulas
La forma de la mano y su habilidad, compleja y precisa.
La posición bípeda y erguida, posibilitada por las transformaciones en las caderas y
pies, que amplió la capacidad de observación y liberó las manos, de modo que así
pudieron utilizarse para otras funciones, como la fabricación de instrumentos o la
escritura.
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El desarrollo del cerebro, cuyo tamaño se triplicó y cuya creciente complejidad hizo
posible la cultura (técnica, símbolos…)
B. PROCESO DE HUMANIZACIÓN
El comportamiento del ser humano también se distanció del propio del reino animal.
El dominio del fuego y del resto de las herramientas, el lenguaje y otros avances hicieron su
aparición en el proceso de la evolución humana. Si con la expresión proceso de
hominización pretende explicarse el origen físico-biológico del ser humano, no podemos
dejar de tratar de explicar la evolución en la forma de vida, en el comportamiento. Es aquí
donde hablamos del proceso de humanización , que no es más que el proceso que trata
de explicar el surgimiento y desarrollo de la cultura. Esta expresión se refiere al proceso de
adquisición de rasgos específicamente humanos, es decir, de los procesos psicológicos
superiores (atención consciente, pensamiento, voluntad, lenguaje, memoria) y de la cultura.
Del mismo modo que hemos de explicar las transformaciones anatómicas que han tenido
lugar desde hace millones de años, hasta llegar a la especie contemporánea a la que
pertenecemos, es necesario explicar los cambios acontecidos en la forma de vivir y de
comportarse: este ámbito es el de la cultura. Podemos destacar una serie de fenómenos de
la evolución de la especie humana que han supuesto enormes transformaciones en su
comportamiento y en su forma de vida:
Utilización del fuego. Sirvió para protegerse del frío, para espantar a las fieras
(es un arma), alumbrar y, sobre todo, para cocinar alimentos disminuyendo con ello el
peligro de posibles intoxicaciones, preservando el alimento, aumentando la cantidad de
carne ingerida (con el consecuente aumento de los molares). En definitiva la lugar a la
mejora de la dieta.
Fabricación y utilización de herramientas . Este rasgo incrementó la
capacidad de defensa del ser humano y su eficacia predadora. También le permitió
descuartizar las piezas conseguidas, facilitado así el traslado de los alimentos a un lugar
seguido.
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Lenguaje. Anatómicamente exigió el descenso de la laringe, así como el desarrollo
de las cuerdas vocales y del área cerebral de Broca, relacionada con la capacidad de
representación simbólica de la realidad, la memoria colectiva y la organización de las tareas
sociales… El lenguaje, transmisor de la experiencia, da lugar a la aparición de la cultura,
motor del proceso de humanización y socialización.
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manipular objetos, desarrollando así la característica destreza manual de los seres
humanos; o, por ejemplo, el aumento del tamaño del cerebro implica directísimamente la
complejización del mismo, y, por tanto, de las funciones que puede desempeñar: el lenguaje
verbal es una clara consecuencia del aumento del tamaño del cerebro. Ahora bien, del
mismo modo, los cambios en el comportamiento han implicado transformaciones
anatómicas: por ejemplo, la utilización del fuego supuso la comenzar a comer alimentos
cocinados, lo que, pasando el tiempo, supuso la transformación de los dientes y de los
maxilares. Por tanto, los cambios comportamentales también han repercutido en la
En este sentido, respecto al comportamiento el ser humano tiene los rasgos propios de la vida
animal, que son la independencia respecto al medio y el control específico sobre él, pero además
goza de los siguientes rasgos distintivos:
La capacidad de simbolización. Lo propio del ser humano es la comunicación mediante
símbolos, mientras que el animal se comunica sólo mediante signos naturales, por ejemplo, el ladrido
del perro y el canto del ruiseñor. Por eso, filósofos como Cassirer han calificado al ser humano como
“animal simbólico”.
La vida en la realidad. Nuestra inteligencia nos permite captar las cosas como realidades, es
decir, como algo independiente de nosotros pero que está en relación con nosotros, haciéndonos
“cargo de” ellas, mientras que los animales captan lo que los rodea como estímulos a los que han de
responder. De ahí que el filósofo español Xavier Zubiri haya caracterizado al ser humano como
“animal de realidades”, abierto a la realidad del mundo y a su propia realidad por la inteligencia.
El sentimiento del propio cuerpo. Para lograr un cabal conocimiento de la realidad humana
es necesario conocer el cuerpo. Pero no sólo desde fuera, es decir, las características anatómicas,
sino también desde dentro, de donde obtengo noticia de mi existencia, mi situación, mis impulsos, mis
pretensiones, mis limitaciones y mi poder. Este conocimiento lleva consigo un sentimiento, una toma
de conciencia. Por eso, al hacernos cargo de la realidad, a la vez que la percibimos por los sentidos,
quedamos emocionalmente afectados, adquirimos un tono vital determinado y nos sentimos impelidos
a actuar voluntariamente de una forma y no de otra.
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La apertura al mundo. El ser humano, por su inteligencia, es capaz de entender cosas que
están más allá de la situación en que se encuentra en el espacio y en el tiempo, y por su voluntad es
capaz de quererlas. Por eso no está encerrado en su medio vital o medio ambiente, como el animal,
sino que está abierto al mundo, entendiendo por “mundo” el medio que él transforma con su acción, y
al que da sentido con su conocimiento, y que a su vez le modifica.
El libre albedrío. El ser humano es el único animal capaz de decir “no” a la satisfacción de
sus apetencias instintivas y de elegir su futuro.
La inconclusión. El ser humano nunca está acabado, concluido. Por el contrario, siempre
siente el deseo de “más” y de “otra cosa”. Por eso, el filósofo alemán F. Nietzsche dice de él que es
“el único animal que es capaz de hacer promesas”, entendiendo por “prometer proyectar
creativamente el futuro.
El ensimismamiento. El ser humano tiene un “sí mismo”, desde el que es capaz de
orientarse y regir sus acciones, forjando sus ideas y sus proyectos. El animal no vive desde sí mismo,
sino desde lo otro.
La capacidad de imaginar y razonar. La fantasía o imaginación es la capacidad innovadora
que nos permite crear proyectos e ideales; la razón es la capacidad con la que ordenamos tales
proyectos e ideales y construimos la vida humana- Esto conduce a caracterizar al ser humano como
“animal fantástico” y “animal racional”.
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ANEXO. TEXTOS.
De la rápida progresión en que tienden a aumentar todos los seres orgánicos resulta
inevitablemente una lucha por la existencia […], pues de otro modo, según el principio de la
progresión geométrica, su número sería pronto tan extraordinariamente grande que ningún
país podría mantener el producto. De ahí que, como se producen más individuos que los
que puede sobrevivir, tiene que haber en cada caso una lucha por la existencia, ya de un
individuo con otro de su misma especie o con individuos de especies distintas, ya con las
condiciones físicas de vida. Ésta es la doctrina de Malthus, aplicada con doble motivo al
conjunto de los reinos animal y vegetal, pues en este caso no puede haber ningún aumento
de alimentos ni ninguna limitación prudente por el matrimonio.
Un físico sueco llamado Eugène Dubois […] buscaba fósiles en Java, a orillas del río
Solo, cuando se topó con un cráneo chato, de frente pronunciada y aspecto primitivo. En las
proximidades encontró un fémur que guardaba gran parecido con el humano. Denominó a
su descubrimiento Pithecanthropus erectus (“simio de aspecto humano con postura erecta)
y anunció que se trataba del “precursor del hombre”. Pero de vuelta a Europa, los expertos
no quedaron convencidos: el cráneo presentaba una frente demasiado baja como para
contener un cerebro con afinidades humanas; se trataba sólo de un simio. En cuanto al
fémur, pertenecía a un humano moderno cuyos restos se habían extraviado por alguna
razón. El propio Dubois decidió más tarde que su hallazgo no era un eslabón perdido, sino
un gibón gigante extinguido.
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muertos de acuerdo con normas inventadas por él mismo, empezó a construir adornos para
su cuerpo y a decorar sus cuevas con pinturas y símbolos. La humanización había
comenzado.
PINILLOS, J. L., La mente humana
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