Ava March - Desde Lejos
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Pero para salvar a Aleric, Raphael tuvo que romper las reglas,
dándose la oportunidad de amar al hombre que nunca pensó que
podría tener… una posibilidad que podría arrancar a Aleric de su
lado...
Noviembre 1817.
Londres, Inglaterra.
«Aleric».
—Hey, señor.
—Pero ¿cómo…?
—Todo.
Tres cosas que había evitado durante toda su vida. Una vez
más, nada que debería ser demasiado difícil de lograr. Una
pequeña porción de su mente se maravilló con su capacidad
para permanecer tan clínico y objetivo en tal situación. Pero en
lugar de hacer una pausa para examinar por qué no estaba más
inestable con la conversación, centró su atención en el bello
hombre arriba de la cómoda.
—¿Su sangre?
—Veintiún años.
—Si.
—¿En Londres?
—¿Te vas?
«¡No! »
«A ti».
—¿Aleric?
—¿Pagará ahora?
Estaba solo.
Más que nada para hacer algo, tomó la vela y salió del
dormitorio para echar un vistazo alrededor. Sólo había otra
puerta al final del pasillo, el cuarto que Raphael tenía previsto
utilizar por la noche.
No la noche. El día.
—Aleric.
Antes de que fuera consciente de ello, una sonrisa se había
formado en sus labios. Se dio la vuelta para encontrarse con
Raphael cruzando con grandes pasos la habitación.
—¿Viste mi nota?
Aleric asintió.
—¿Perdón?
—Si.
Ella arqueó una fina y rojiza ceja. —Es una lástima, pero
nada que no se pueda remediar. —Su atención se centró en
Aleric—. Dime, señor Aleric, ¿Te has estado familiarizando con el
señor Laurent?
1
House Molly es un termino arcaico ingles del siglo XVIII usado para tabernas o cuartos privados donde los
homosexuales y hombres usando ropa femenina podían encontrarse con otros hombres y posibles parejas
sexuales. Las casas Molly, son los precursores de los bares gay.
Katerina habló, pero Aleric apenas escuchaba su voz,
mucho menos sus palabras. Él tenía una línea roja con la forma
exacta del abanico de Katerina, floreciendo en la pálida nalga
del vampiro. Y... ¿eso era un tatuaje? Una ornamentada letra K
cursiva en la suave extensión de piel entre el agujero del culo del
vampiro y sus bolas.
«¿El qué?»
—Si.
Con un fuerte chasquido del látigo el carruaje se tambaleó
hacia adelante. Raphael revisaba los techos de los edificios que
podía ver desde la ventana y lanzó un suspiro de alivio al
encontrarlos vacíos. De todos modos, si ella hubiera tenido la
intención de mantener esa noche a Aleric con ella, no le habría
permitido salir de su casa.
«Nunca».
Con los ojos aun cerrados, Raphael rodeó con sus brazos la
cintura de Aleric, y lo sostuvo solo absorbiendo el afecto del
hombre.
«Maldición».
—¿Nosotros?
Dejó sus manos a los costados, tenía que hacer algo con
ellas. Cristo, ¿había desabrochado sus pantalones? Malditamente
se sentía como si su pene repentinamente estuviera sobre los
pantalones de Raphael.
«Infiernos sangrientos».
»—Paciencia, Aleric.
—¿Qué sucede?
«Hannah».
Ya no más.
—¿Cuántos?
—Tres.
Raphael asintió.
«Ellos no son como nosotros... Bueno, excepto quizás por esos dos».
—No lo sé.
Espera…
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