Mons Nicola Bux - La Comunión-En-La-Mano
Mons Nicola Bux - La Comunión-En-La-Mano
Mons Nicola Bux - La Comunión-En-La-Mano
Nicola Bux*
Hasta el 26 de abril de 1996, el episcopado argentino era uno de los pocos del mundo
en continuar a rechazar la práctica introducida al final de los años ’60 en franca oposición a la
voluntad del Papa Pablo VI, de distribuir la Santa Comunión en la mano de los fieles. Recién
ese día se obtuvieron en la Asamblea de la Conferencia Episcopal Argentina los votos
suficientes para poder pedir a Roma el indulto que permitiera introducir esta práctica contraria
a la ley universal de la Iglesia.
Roma otorgó inmediatamente dicho indulto, pero lo hizo “ad normam” de la
“Instrucción sobre el modo de administración de la Santa Comunión, Memoriale Domini”, en
la cual se estipulaba claramente que la prohibición de dar la comunión en la mano debía
conservarse universalmente, pero que, allí (y sólo allí) donde el uso ya se había introducido
abusivamente y había arraigado de modo que los obispos de la conferencia episcopal local
considerasen que no había más remedio que tolerarlo: “El Santo Padre [...] concede que, dentro
del territorio de vuestra Conferencia Episcopal cada obispo según su prudencia y su conciencia,
pueda autorizar en su diócesis la introducción del nuevo rito para distribuir la Comunión.».
El entonces Obispo de San Luis (Argentina) Juan Rodolfo Laise, juzgó que según su
prudencia y conciencia esas circunstancias no se daban en su diócesis por lo que no consideró
adecuado hacer uso de ese indulto. Esta decisión fue inmediatamente interpretada por muchos
como una ruptura de la unidad del episcopado y hasta como una “rebeldía” contra una
disposición liturgica que de ahí en adelante estaría vigente. El Obispo de San Luis consultó
sobre esto a los diversos dicasterios Romanos competentes que unánimemente aprobaron su
decisión.
El pasado 22 de julio se cumplió un año de la desaparición de Mons Juan Rodolfo Laise
quien, una vez convertido en emérito, regresó a la vida conventual de su Orden, los Capuchinos,
y desde 2001 se retiró al convento de San Giovanni Rotondo (el lugar en donde vivió y donde
ahora se venera al santo Padre Pío, al que el obispo argentino tuvo una gran devoción). Allí
Mons. Laise ejerció su ministerio confesando a los peregrinos todos los días durante casi dos
décadas, hasta unos meses antes de su muerte a los 93 años.
Existen muchos aspectos de su figura, como religioso, sacerdote y obispo, que se
podrían evocar, pero nos centraremos en el libro que publicó para explicar su posición en el
episodio que hemos mencionado; libro que, a su pedido, he tenido el honor de presentar hace
1
Publicado en La nuova bussola quotidiana el 28-07-2020 https://lanuovabq.it/it/comunione-sulla-mano-una-
disobbedienza-legittimata.
1
unos años con ocasión de su edición italiana (Comunione sulla mano, Documenti e storia.
Cantagalli, 2016)2 en un acto tenido en el Aula Magna del Instituto Patrístico (Augustinianum)
de Roma.
Se trata probablemente del primer libro específico sobre la Comunión en la mano que
se haya nunca publicado. En él profundiza los aspectos históricos, canónicos y teológicos del
modo de comulgar y su influencia en la devoción y la vida espiritual de los fieles.
El libro está estructurado como un comentario detallado (párrafo por párrafo) de los
documentos en los que está expresada la legislación vigente sobre la forma de comulgar, al que
se añade un apéndice con aspectos históricos que nos sitúan en el contexto en el que nacieron
aquellos documentos. Todo esto nos permite entender la “mens legistoris”; es decir, la
intención del legislador (Pablo VI en este caso), que es un elemento clave al momento de
interpretar una ley.
Por fin, luego de responder a los principales argumentos utilizados con frecuencia para
justificar la introducción del uso de la comunión en la Mano, concluye con una serie de
reflexiones en las que se hace una aplicación concreta de los elementos expuestos a lo largo
del libro.
A continuación veremos los más importantes de estos elementos que en muchos casos
son verdades olvidadas que contrastan con ciertas ideas recibidas:
Puede sorprender a algunos, por ejemplo, el enterarse, leyendo este libro, de que esta
forma de comulgar no fue tratada y ni siquiera fue mencionada en el Concilio y que tampoco
forma parte de la reforma litúrgica posterior. En efecto, este uso, contario a las normas, fue
introducido sin autorización en ciertas regiones en la mitad de los años '60 y si bien el Papa
Pablo VI hizo comunicar inmediatamente (ya en 1965) a los obispos de esas regiones, que
debían volver inmediatamente al único uso lícito, es decir, en la boca, éste y otros reclamos de
la autoridad suprema no tuvieron ningún efecto.
Puesto que la resistencia a estas directivas se mostró inquebrantable, en 1968 se
comenzó a considerar la posibilidad de conceder un indulto puntual para los casos concretos
que no estaban dispuestos a obedecer, si bien se veía que este uso era en la práctica “muy
discutible y peligroso” y se sabía que, en caso de errar en la manera de resolver el asunto existía
“debilitar la fe del pueblo en la presencia eucarística”. Fue así que Pablo VI quien, según sus
propias palabras “no podía dejar de considerar la eventual innovación con evidente aprensión”,
hizo hacer una consulta “sub secreto” al episcopado mundial a propósito de cómo enfrentar
mejor esta desobediencia desafiante.
El resultado de la consulta fue que una gran mayoría de los obispos veían peligrosa
cualquier concesión. En consecuencia el Papa ordenó a la Sagrada Congregación para el culto
divino que preparara un proyecto de documento pontificio en el cual confirmara el pensamiento
2
Las ediciones en español actualmente accsesibles son: Comunión en la mano. Documentos e historia, Buenos
Aires, Vórtice, 2005; en USA, con el mismo título, fue publicado por Preserving Christian Publications, New
York 2014; en España, el título, levemente modificado es La Comunión en la mano. Documentos e historia,
Didackbook, 2020, que también se puede adquirir en formato Kindle. Se puede bajar en PDF gratuitamente de
aquí.
2
de la Santa Sede acerca de la inoportunidad de la distribución de la sagrada comunión sobre la
mano de los fieles indicando las razones (litúrgicas, pastorales, religiosas, etc.).
Así fue que el 29 de mayo de 1969, la Congregación para el Culto Divino publicó la
instrucción Memoriale Domini, en la que está contenida la legislación que sigue aún ahora
vigente y que podría resumirse de esta manera: la prohibición de la comunión en la mano sigue
siendo la norma universal y se exhorta firmemente a los Obispos, sacerdotes y fieles a que se
sometan diligentemente a esta ley nuevamente confirmada3.
Sin embargo, donde este uso introducido ilícitamente hubiera arraigado, la Instrucción
preveía la posibilidad de otorgar un indulto a aquellos sectores que no estuvieran dispuestos a
obedecer a esta exhortación papal de respetar el derecho universal. En esos casos, para “ayudar
a las Conferencias Episcopales a cumplir su oficio pastoral, con frecuencia más difícil que
nunca a causa de la situación actual” el Papa dispuso que las conferencias episcopales
respectivas (con la condición de haber obtenido la aprobación de dos tercios de sus miembros)
habrían podido pedir un indulto a Roma para que cada obispo miembro de esa conferencia,
según su prudencia y conciencia, pudiera permitir la práctica de la Comunión en la mano en su
diócesis.
Mons. Laise toma los detalles para la reconstrucción histórica del precioso relato de los
hechos que hace, en sus memorias La Riforma liturgica 1948-1975, mons. Annibale Bugnini
quien no solo fue testigo sino también protagonista de ellos. Según los documentos transcritos
en este libro, esta concesión tenía como objetivo sobre todo evitar que "en estos tiempos de
fuerte impugnación (...) la autoridad no se vea derrotada al mantener una prohibición que
difícilmente habría sido respetada en la práctica". De hecho, al considerar las diversas
soluciones posibles se había hecho la siguiente advertencia: « ha de preverse también una
reacción violenta en algunas zonas y una desobediencia más bien difundida donde el uso ya
esté introducido ». Por otra parte, la voluntad evidentemente restrictiva del legislador
3
El razonamiento de la Instrucción de la Santa Sede es fundamentalmente el siguiente: “Al celebrar el memorial
del Señor, la Iglesia atestigua a través del rito mismo la fe y la adoración dirigidas a Cristo, que está presente
en el sacrificio y se da como alimento a los que participan de la mesa eucarística. Por esta causa mucho le importa
que la Eucaristía se celebre de la manera más digna posible y se participe del modo máximamente fructuoso
(cf. Memoriale Domini, números [1[ y [2]). Ahora bien, el modo de dar la comunión, en la boca “es propio de la
preparación que se requiere para recibir el Cuerpo del Señor del modo más fructuoso posible” [8]. Pues con él
“se asegura más eficazmente que la Sagrada Comunión sea distribuída con la reverencia, el decoro y la dignidad
que le son debidas de modo que se aparte todo peligro de profanar las especies eucarísticas” [10]. En consecuencia
“este modo debe ser conservado, no solamente porque se apoya en un uso transmitido por una tradición de muchos
siglos, sino, principalmente, porque significa la reverencia de los fieles cristianos hacia la Eucaristía [8] ya
que posibilita, “que se guarde con diligencia el cuidado que la Iglesia ha recomendado siempre aún acerca de los
fragmentos del pan consagrado” pues bajo las especies “de modo singular está presente todo y entero Cristo, Dios
y hombre, de manera substancial y permanente” [10]. Por eso se considera que “un cambio en un asunto de tanta
importancia que se apoya en una antiquísima y venerable tradición, además de lo que toca a la disciplina, puede
también traer consigo peligros”, que se puede temer que surjan si se cambiara el modo de administrar la Sagrada
Comunión, a saber: “el que se llegue ya a una menor reverencia hacia el augusto Sacramento del altar, ya a la
profanación del mismo Sacramento, ya a la adulteración de la recta doctrina”. [12]. El texto completo de la
Instrucción puede consultarse al final de este documento (página 12).
3
manifestada claramente en el documento, debería haber hecho que la concesión se interpretase
y aplicase de modo que favoreciera lo menos posible la difusión del rito.
Esta legislación nunca fue modificada posteriormente, ni las posibilidades de introducir
la comunión en la mano fueron nunca ampliadas, sin embargo las solicitudes hechas por las
conferencias episcopales por más que no se cumplieran las condiciones exigidas para solicitar
el indulto-; la insistencia en reconsiderar el problema en lugares donde ya se había verificado
previamente la ausencia de esas condiciones restrictivas; la demasiado fácil concesión por parte
del dicasterio correspondiente y, sobre todo, el absoluto silencio que se hizo posteriormente
sobre la irreductible desobediencia que, como bien explica Mons. Laise, fue precisamente la
única razón por la que otorgó la concesión; hicieron que la práctica se extendiera casi
universalmente.
Un segundo punto del estudio de Mons. Laise que puede llamar la atención es cuando
demuestra que la nueva práxis no es propiamente un "redescubrimiento" de una "antigua
tradición", de "volver a comulgar como en la Iglesia de los orígenes y de los Padres", como se
oye decir con frecuencia. A este respecto, expuse ante Mons. Laise la convicción de que el
Evangelio de Juan y los escritos de algunos padres, así como el código purpureo de Rossano
(siglo V), de origen siríaco, muestran en cambio que Jesús dio la Comunión a los Apóstoles en
boca.
En la Instrucción Memoriale Domini está claramente explicado como, si bien en el
cristianismo primitivo la Sagrada Comunión se recibía normalmente en la mano, “con el correr
del tiempo se fue profundizando en el conocimiento de la verdad del misterio Eucarístico, de
su eficacia y de la presencia de Jesucristo en él de modo que, tanto por el sentido de reverencia
hacia este Sacramento como por el sentido de humildad con el que es preciso que sea recibido,
se introdujo la costumbre de que la Sagrada Forma sea puesta por el sacerdote en la lengua del
comulgante”.
Fue así que, en un momento determinado, un uso terminó reemplazando al otro, hasta
el punto de que el primero no solo fue abandonado sino incluso explícitamente prohibido. En
el contexto, se ve claramente que para Pablo VI este cambio fue un progreso real: el paso de
un modo imperfecto a uno más perfecto. Y con razón, en efecto, los antiguos textos patrísticos
no mencionan ninguna ventaja específica que se siga del viejo modo de comulgar, ni tampoco
hay elogios de los escritos de los Padres referidos a este modo en cuanto tal, sencillamente
describen el único modo que conocían; por el contrario, como dice Mons. Laise, al alertar
reiteradamente sobre los peligros que conllevaba este modo de comulgar, ponen de manifiesto
una imperfección inherente a éste. Por eso dice el autor que se podría afirmar que la comunión
en la mano fué, ciertamente, el modo de comulgar que tuvieron los Santos Padres, pero la
comunión en la boca es el modo que hubieran deseado tener.
Siglos mas tarde el uso de comulgar en la mano, “neutro” en la edad patrística, fue
retomado por los Protestantes pero esta vez con una clara connotación doctrinal: Por ejemplo,
Martín Bucero, asesor de la Reforma anglicana, afirma que la práctica de no dar la comunión
en la mano se debía a dos "supersticiones": “el falso honor que se pretende tributar a este
sacramento” y la "creencia perversa" de que las manos de los ministros, por la unción recibida
en su ordenación, son mas santas que las manos de los laicos. A partir de este momento, el
gesto de recibir la comunión en la mano conllevará un sentido marcadamente polémico que la
contrapone a la comunión en la boca como expresando una doctrina opuesta y esto en dos
4
puntos fundamentales que distinguen la posición protestante de la católica: la presencia real y
el sacerdocio. En adelante esta implicación no podrá ser ignorada.
Es por eso que, cuando en la segunda mitad del siglo XX, el uso de dar la Comunión
en la mano empezó a penetrar en los círculos católicos, ya no se trataba de un mero retorno a
un gesto primitivo. No es casual por lo tanto, como destaca Mons. Laise, que justamente en
uno de los primeros lugares en que la comunión en la mano comenzó a imponerse, hay sido
publicado poco antes el llamado "Nuevo Catecismo", mas conocido como "Catecismo
Holandés", al cual la santa Sede tuvo que imponer numerosas modificaciones (14 principales
y 45 menores) para corregir graves errores doctinales. En este libro, encargado por el
Episcopado holandés y presentado por medio de una "pastoral colectiva" del mismo, se ponía
en duda, entre otras cosas, la presencia real y sustancial de Cristo en la Eucaristía, se daba una
explicación inadmisible de la transubstanciación y se negaba cualquier clase de presencia de
Jesucristo en las partículas o fragmentos de Hostia que se desprendían después de la
consagración; por otra parte había una confusión entre el sacerdocio común de los fieles y el
sacerdocio jerárquico.
Un tercer aspecto que el llorado obispo argentino pone adecuadamente de relieve es
que, aún donde está permitido el dar la comunión en la mano, no se trata de una opción más
propuesta por la Iglesia con el mismo valor que el otro uso en vigor. En efecto la posición de
la Santa Sede respecto del modo de comulgar no es indiferente: la comunión en la boca es el
único modo autorizado por la legislación universal de la Iglesia y está claramente recomendado
mientras que el otro, fruto de un indulto, es solamente tolerado (y esto como consecuencia de
lo que Laise llama la "desobediencia más grave a la autoridad papal en los últimos tiempos"4),
debiendo tomarse, en el caso de utilizarlo, una serie de precauciones, en especial en lo que se
refiere a la limpieza de las manos y a la asidua diligencia y cuidado con respecto a las partículas
(prescripciones que, por otra parte, no suelen ser tenidas en cuenta en la práctica).
Según se afirma en la Instrucción Memoriale Domini, el documento que contiene la
legislación vigente, esta forma de comulgar, que desde hace un milenio desplazó
universalmente a la comunión en la mano, "es propia de la preparación que se requiere para
recibir el cuerpo del Señor del modo mas fructuoso posible" y "asegura mas eficazmente que
la Sagrada comunión sea distribuída con la reverencia, el decoro y la dignidad que le son
debidas, apartando así todo peligro de profanar las especies Eucarísticas … guardando con
diligencia el cuidado que la Iglesia ha recomendado siempre aún acerca de los mas pequeños
fragmentos de la Sagrada Forma" con la comunión en la mano, en cambio, se necesitaría un
milagro para que, en cada comunión, no caiga alguna partícula al suelo o quede adherida en la
mano del fiel.
Por esta razón Pablo VI recordaba, en la encíclica Mysterium Fidei, que Orígenes dice
que "los fieles se creían culpables, y con razón, si, habiendo recibido el cuerpo del Señor, y
conservándolo con todo cuidado y veneración, algún fragmento caía por negligencia"5
4
En efecto, Mons. Laise, luego de repasar la legislación vigente y el modo como se impuso este modo de comulgar
en las últimas décadas, termina su libro diciendo “Por todo esto creemos poder afirmar que la introducción y
difusion por todo el mundo de la práctica de la Comunión en la mano constituye la más grave desobediencia a la
autoridad papal de los últimos tiempos.” Comunión en la Mano. P. 152.
5
“Re quidem vera fideles reos se credebant, et merito quidem, ut memorat Origenes, si corpore Domini suscepto,
et cum omni cautela et veneratione servato, aliquid inde per neglegentiam decidisset (In Exod. fragm.; PG 12,
5
Las expresiones de los Padres, el cambio de modo de comulgar al fin del primer
milenio, y los argumentos de Pablo VI al negarse a permitir la reintroducción del modo arcaico
de comulgar reflejan todos la única fe de la Iglesia que es siempre la misma: la Fe en la
presencia real, sustancial y permanente, aún en las mas pequeñas partículas que exige cuidado
y adoración6.
Estos son, en resumen, los temas centrales del libro. Pero alguien se preguntará tal vez
si un libro escrito hace un cuarto de siglo no será ya obsoleto.
Las sucesivas ediciones y reimpresiones (17 en total), con varias actualizaciones y en
diversas lenguas y formatos (seis ediciones en español (1a a 3a 1997, 4a 2005 (Buenos Aires),
5a Nueva York, 2014, 6a España, 2020, 7ª para Kindle), dos francesas (París, 1999-2001), dos
italianas (Cantagalli, 2015), una Polaca (Cracovia, 2007) y cinco inglesas (2010, 2011, 2013,
2018, 2020), prueba que, como ya había señalado el propio autor, más allá de las circunstancias
vinculadas al tiempo y al lugar que motivaron este estudio, hay, en efecto, aspectos
permanentes que aún pueden interesar al lector y proporcionar:
a) acceso a legislación auténtica relacionada con este asunto, absolutamente
desconocida entre los fieles y también por numerosos pastores;
b) la situación histórica en la que de produjo esta legislación, también desconocida
c) indicios para comprender las dramáticas consecuencias que la práctica de la
comunión en la mano puede tener sobre la fe en la presencia real y la piedad eucarística;
d) elementos que ayudan a reflexionar sobre la relación entre el obispo y su Conferencia
Episcopal y su independencia en lo que respecta al gobierno de su diócesis;
e) una reflexión sobre el funcionamiento de algunos "mecanismos de presión" dentro
de la Iglesia, capaces de revertir una decisión papal, que reflejan una forma de actuar
que fue y aún ahora es usada en otros dominios.
6
Quisiera agregar además dos testimonios acerca de la relevancia que aún ahora tiene el
libro, el primero es un artículo del profesor Mauro Gagliardi (ex consultor de la Oficina de
Celebraciones Litúrgicas del Sumo Pontífice nombrado por Benedicto XVI) en la Revista de
la Facultad de Filosofía y Teología de la Universidad Regina Apostolorum, titulado "La
autoridad legislativa del obispo diocesano sobre la distribución de la comunión en la mano.
Notas sobre la ley litúrgica". (Alpha Omega, XVI, no. 1, 2013 - págs. 127-138). No solo una
entera sección de este artículo está dedicada al obispo Laise y a sus decisiones, citando también
su libro (n. 9, "Un caso de no aplicación del indulto" pp 135-136), sino que todo el artículo
coincide con la posición y la exégesis del prelado argentino, como se puede ver en esta
afirmación: "Si un Obispo decide no aplicar el indulto en su Diócesis, no sería él quien prohíbe
la distribución de la Sagrada Comunión en la mano, sino la norma general confirmada por la
Suprema Autoridad (el Sumo Pontífice Pablo VI), a través de Memoriale Domini. El obispo
simplemente optaría por no valerse de un indulto a esa norma. Es decir, que en su Diócesis se
seguiría observando sin excepción la norma tradicional y vigente, reconfirmada por Pablo VI
y nunca modificada hasta hoy ” (p. 135).
El otro testimonio es la tesis doctoral en Derecho Canónico de Don Federico Bortoli,
posteriormente publicada como “La distribuzione della comunione sulla mano: Profili storici,
giuridici e pastorali” (La distribución de la comunión en la mano: perfiles históricos, jurídicos
y pastorales). (Cantagalli, Siena 2018). Aquí también encontramos un capítulo completo sobre
el obispo de San Luis (2.6.3. "El indulto en Argentina, p. 178-188). Dice allí Don Bortoli de
Mons. Laise: "como buen canonista, actuó de acuerdo con la ley, y la corrección de su obrar
fue confirmada por dos dicasterios de la Curia romana" y más adelante, sobre el libro:
"Además, de las respuestas de las conferencias episcopales a la investigación de 1976, así como
a partir del testimonio de Mons. Laise, hemos visto claramente que la práctica de la Comunión
en la mano fue promovida e incentivada por las conferencias episcopales mismas y presentada
como la mejor forma de recibir la Eucaristía, haciendo circular la idea de que esta era la
voluntad de la Santa Sede y del Santo Padre. En realidad, como señaló el propio Laise, el
propósito, el fin, del indulto no era promover el uso de la Comunión en la mano, sino ayudar a
las conferencias episcopales donde la práctica ya se había extendido y era difícil de eliminar".
Pero el libro de Don Bortoli contiene también una necesaria "puesta al día" del trabajo
de Mons. Laise, ya que ha publicado material inédito al que el autor ha tenido acceso en el
contexto de su investigación de doctorado y que de ahora en adelante constituirá a su obra en
referencia obligada sobre el tema. Pero este “aggiornamento”, lejos de corregir o dejar
perimidos aspectos del trabajo del prelado argentino Don Bortoli hace conocer otros nuevos
que confirman todo lo sostenido por aquel y muestran los extremos a los que se ha llegado que
éste no hubiera imaginado.
Es así que no sólo queda confirmado el rechazo que Pablo VI tenía por la introducción
de ese modo de recibir la comunión en los años ’60, ya probado con testimonos históricos por
Mons. Laise, sino que documenta el posterior intento del mismo Papa de limitarlo y
desaconsejarlo, es así que el 19 de Enero de 1977 hace enviar por la Secretaría de Estado al
Prefecto de la Congregación de Culto Divino, un pro-memoria con la siguiente indicación:
"Dado que se trata de un tema sumamente delicado e importante, Su Santidad me ha
encomendado enviar a Su Eminencia Reverendísima copia del escrito, con el pedido de estudiar
7
cómo se pueden aplicar las sugerencias señaladas por su Eminencia Prefecto de la Sagrada
Congregación para las Causas de los Santos (Card. Bafile)”.
Las sugerencias enviadas eran las siguientes: "Suspender la concesión de nuevos
indultos; decir explícitamente que donde no se ha concedido el indulto, la práctica de la
Comunión en la mano es ilegal y recordar que, incluso cuando se ha concedido el indulto, la
práctica en cuestión debe ser desaconsejada" las razones para estas medidas era evitar las
consecuencias que se estaban produciendo, a saber: "la disminución de la piedad eucarística,
la dispersión de los fragmentos de la hostia, el facilitar sacrilegios llevándose la hostia
consagrada y la imposibilidad de que, a pesar de todos los inconvenientes que esta práctica
presenta, el sacerdote pueda negarse a distribuir la Comunión en la mano". Pero esta indicación
no fue seguida por el prefecto del Culto, Cardinal Knox. Un año después, el 1 de febrero de
1978, hay una nueva carta del Secretario de Estado, en la que nuevamente se pide de parte de
Pablo VI que la Congregación de Culto Divino prohíba que se extienda el uso de la Comunión
en la mano, pero tampoco fué implementada7.
Finalmente, el Secretario de Estado transmite una vez más la orden del Papa (que para
ese entonces ya era Juan Pablo II) de suspender la concesión de nuevos indultos, y esta vez fue
con éxito, pero esta disposición ha encontrado una fuerte resistencia; por ejemplo, el 21 de
diciembre de 1984, el obispo de Ivrea, mons. Luigi Bettazzi, escribió a Juan Pablo II para
saludarle la Navidad y aprovechó la oportunidad para expresar su opinión sobre lo que él define
como "un problema, quizás muy marginal pero emblemático »: la práctica de la Comunión en
la mano.
Bettazzi lamenta que la conferencia episcopal italiana no haya aún obtenido el indulto
y critica a Juan Pablo II por haber suspendido nuevas eventuales concesiones, diciéndole: "No
me parece correcto usar vuestra autoridad de esta manera". Después de cinco años, en febrero
de 1985, se empezaron a conceder indultos como antes.
Otro aspecto del libro de Don Bortoli que confirma la posición de Mons. Laise, es la
descripción de la actitud del Papa Benedicto XVI y las declaraciones de altos prelados de la
Congregación de Culto Divino en apoyo de su posición. Cabe recordar que, a partir del Corpus
Christi de 2008, Benedicto XVI reintrodujo en la liturgia papal la administración de la Sagrada
Comunión exclusivamente en la lengua,.
La explicación de esta decisión por parte de la Oficina para las Celebraciones Litúrgicas
del Sumo Pontífice fue publicada en la página web del Vaticano: allí se recuerda que ya en la
época de los Padres se había comenzado a privilegiar la comunión en la lengua,
fundamentalmente por dos razones: para evitar al máximo la dispersión de los fragmentos
eucarísticos y para favorecer el crecimiento de la devoción de los fieles hacia la presencia real
de Cristo en la Eucaristía. Se hace referencia a la enseñanza de Santo Tomás de Aquino, quien
afirma que, por respeto al Santísimo Sacramento, la Eucaristía no debe ser tocada por nada que
no esté consagrado, por lo tanto, además de los vasos sagrados y el corporal, solo las manos
del sacerdote tienen esta facultad. Además, se subraya la necesidad de adorar al Señor antes de
recibirlo, como recuerda san Agustín, y estar de rodillas favorece justamente esta actitud.
7
El Card Knox manifestó su desacuerdo con la sugerencias del Cardenal Bafile diciendo que esa fue la razón por
la que se negó a hacer lo que el Papa le solicitó dos veces a través de la secretaría de Estado, sin embargo como
dice Don Bortoli “Ha de notarse … que la invitación del Papa no fue de evaluar si era posible o no aplicar las
sugerencias de Bafile, sino sólo de estudiar el modo de aplicar esas sugerencias” (P. 152). Nota del Editor.
8
Finalmente, se hace referencia a la advertencia de Juan Pablo II de que nunca se corre el riesgo
de exagerar cuando se trata del cuidado del misterio eucarístico.
Pero el propio Benedicto XVI explicó esta elección de la siguiente manera: "Al hacer
que la Comunión se reciba de rodillas y se administre en la boca, quise dar un signo de profundo
respeto y poner un signo de exclamación acerca de la Presencia real ... Quería dar una señal
fuerte; esto debe quedar claro: “¡Es algo especial! Aquí está, es frente a él que caemos de
rodillas. ¡Prestad atención! No es un rito social cualquiera en el que se puede participar o no”
(Luce del mondo. Il Papa, la Chiesa e i segni dei tempi. Una conversazione con Peter Seewald
(Luz del mundo. El Papa, la Iglesia y los signos de los tiempos. Una conversación con Peter
Seewald), LEV, Ciudad del Vaticano 2010, p. 219).
El 10 de abril de 2009, el cardenal Antonio Cañizares Llovera, ya nombrado prefecto
de la Congregación para el Culto Divino, pero también administrador apostólico de la
archidiócesis de Toledo, durante la celebración en la catedral de la Santa Misa in Coena
Domini, anunció a los fieles que desde ese día, en el momento de la Comunión, se colocaría
un reclinatorio para invitar a los fieles a comulgar como quiere el Papa, poniendo esta decisión
en el contexto de un intento de recuperar el sentido de lo sagrado en la liturgia. El 27 de julio
de 2011 se publicó una entrevista con el mismo prelado en ACI Prensa / EWTN Noticias con
el título: “Es recomendable comulgar en la boca y de rodillas”.
También el cardenal Ranjith, especialmente en el período en el que fue arzobispo
secretario de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos. En
2008, por ejemplo, observando cómo la práctica de la Comunión en la mano se ha convertido
de hecho en la práctica habitual para toda la Iglesia, cree llegado el momento de plantearse la
posibilidad de abandonarlo, viendo todas las consecuencias negativas que ha traído,
reconociendo con gran humildad que fue un error el introducirlo, esperando que en un futuro
la Comunión en la lengua y de rodillas se convierta en la práctica habitual de toda la Iglesia.
Pero, además de estas citas, el contenido del libro de Mons. Laise recibe una
confirmación adicional y autorizada en el prefacio del Prefecto del Culto Divino, Cardenal
Robert Sarah al libro de Don Federico Bortoli: es una hermosa defensa de la posición de los
Papas Pablo VI, Juan Pablo II y Benedicto XVI. Nos detenemos en algunas frases: “Ahora
vemos cómo la fe en la presencia real puede influir en la forma de recibir la Comunión, y
viceversa. Recibir la Comunión en la mano implica indudablemente una gran dispersión de
fragmentos; por el contrario, la atención a las migajas más pequeñas, el cuidado en la
purificación de los vasos sagrados, sin tocar la Hostia con las manos sudorosas, se convierten
en profesiones de fe en la presencia real de Jesús, incluso en las partes más pequeñas de las
especies consagradas: si Jesús es la sustancia del Pan Eucarístico, y si las dimensiones de los
fragmentos son accidentes sólo del pan, ¡no importa cuán grande o pequeño sea un trozo de
Hostia! ¡La sustancia es la misma! ¡Es Él! Por el contrario, la falta de atención a los fragmentos
hace que se pierda de vista el dogma: poco a poco podría prevalecer el siguiente pensamiento:
"Si ni siquiera el párroco presta atención a los fragmentos, si administra la Comunión de un
modo que los fragmentos se pueden dispersar, entonces significa que en ellos no está Jesús, o
que está 'hasta cierto punto' ”. “¿Por qué nos obstinamos en comulgar de pie y en la mano?
¿Por qué esta actitud de falta de sumisión a los signos de Dios? Que ningún sacerdote se atreva
a pretender imponer su autoridad sobre esta cuestión rehusando o maltratando a quienes desean
9
recibir la Comunión de rodillas y de lengua: vengamos como niños y recibamos humildemente
el Cuerpo de Cristo de rodillas y en la lengua".
Sigue más adelante el Cardenal Sarah: "El Señor conduce a los justos por 'caminos
rectos' (cf. Sab 10:10), no por subterfugios; por tanto, además de las motivaciones teológicas
mostradas anteriormente, también el modo en el que la práctica de la Comunión en la mano se
difundió aparece como algo que ha sido impuesto no según los caminos de Dios”. Y concluye:
"Que este libro aliente a aquellos sacerdotes y fieles que, movidos por el ejemplo de Benedicto
XVI -quien en los últimos años de su pontificado quiso distribuir la Eucaristía en la boca y de
rodillas- deseen administrar o recibir la Eucaristía de este mismo modo, mucho más adecuado
a este Sacramento. Espero que se pueda redescubrir y promover la belleza y el valor pastoral
de esta modalidad. En mi opinión y mi juicio, esta es una cuestión importante sobre la que la
Iglesia de hoy debe reflexionar. Este es un acto más de adoración y amor que cada uno de
nosotros puede ofrecer a Jesucristo. Me alegra mucho ver a tantos jóvenes que eligen recibir a
nuestro Señor con tanta reverencia de rodillas y en la lengua ”.
Por último, quisiera añadir un testimonio hasta ahora inédito: la carta que Mons Laise
escribió al Papa Benedicto (con quien tenía una larga relación por haberlo visitado varias veces
como Cardenal Prefecto de la Doctrina de la Fe) en 2005: "Estimo asimismo que el Sinodo de
la Eucaristía debería detenerse en un examen de conciencia acerca de la extensión del permiso
de dar la Comunión en la mano a la casi la totalidad de las Iglesias locales, lo que en el año
1969 solamente había sido concedido a algunas Iglesias locales de Europa por particular pedido
de sus Pastores”.
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Pero relación no se limitó al plano intelectual: El Card. Joseph Ratzinger había nombrado a
Mons. Bux perito para los trabajos preparatorios del Sinodo mundial de los Obispos sobre la Eucaristía
y para la redacción de los “Lineamenta”, “L'Eucaristia fonte e culmine della vita e della missione della
Chiesa” y del '”Instrumentum laboris” del mismo Sínodo (de marzo 2003 a mayo 2005). Una vez
convertido en papa Benedetto XVI al comenzar el Sinodo lo ha nombrado “adiutor secretarii specialis”
del mismo (2-23 ottobre 2005) y años más tarde perito en el Sinodo de 2010 sobre el Medio Oriente.
Aparte de los nombramientos como consultor en los dicasterios arriba mencionados.
Mons. Bux es autor de numerosos libros y otras publicaciones entre los que destacan los
referidos a la liturgia y en especial, al pensamiento de Benedicto XVI sobre la misma: Así encontramos,
entre otros títulos La reforma de Benedicto XVI. La liturgia entre la innovación y la tradición (Ed.
Ciudadela, 2009), con introducción del prestigioso periodista italiano Vittorio Messori (aquel que
hiciera el famoso libro-entrevista Informe sobre la fe (Rapporto sulla fede) al Cardenal Ratzinger en
1985), la edición española lleva además un prólogo del entonces Prefecto de la Congregación para el
Culto Divino, Cardenal Antonio Cañizares Llovera. También es autor de Innovación y continuidad
litúrgica en la “reforma” de Benedicto XVI, que es un capítulo del libro colectivo El Motu Proprio
Summorum Pontificum y la hermenéutica de la continuidad (Madrid, 2011), obra precedida por una
carta también del cardenal Cañizares. Más tarde publicará Con i sacramenti non si scherza. (2016) (Con
los sacramentos ne se juega) nuevamente prologado por Vittorio Messori además de un prefacio del
cardenal Sarah.
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Instrucción Memoriale Domini:
«Acerca del modo de administrar la Sagrada Comunión»
compuesta por mandato especial del Sumo Pontífice Pablo VI
[Aclaración previa]:
La instrucción que sigue, transmitida a las Conferencias Episcopales para que la analizaran con un examen
más profundo y atento, se publica para que sea patente de un modo más evidente a todos el fundamento y las
circunstancias en los que se apoya el modo de proceder de la Sede Apostólica.
La reforma litúrgica
[3] También en estos, nuestros tiempos, se han introducido en la celebración de la misma
Eucaristía no pocas ni leves modificaciones en cuanto al rito, para que se acomodara mejor a
las necesidades espirituales y psicológicas de los hombres actuales; y en la disciplina misma
que regula el modo con que los fieles participan en el divino sacramento se ha establecido de
nuevo, en ciertas circunstancias, la comunión bajo las dos especies de pan y vino, que, común
en otros tiempos también en el rito latino, paulatinamente cayó en desuso. El estado de cosas
así originado ya se había establecido en todas partes en tiempo del Concilio de Trento, el cual
lo aprobó y defendió con doctrina dogmática como conveniente para las condiciones de aquella
época.
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Y aún más, en algunas comunidades y lugares se ha practicado este rito, a pesar de no haberse
pedido antes la aprobación de la Sede Apostólica, y a veces de tal manera que les ha faltado a
los fieles la oportuna preparación.
La práctica primitiva
[5] Es verdad, por cierto, que, según el uso antiguo, en otros tiempos les fue lícito a los fieles
recibir en la mano este divino alimento y llevarlo a la boca por sí mismos, y también, en tiempo
antiquísimo, llevar consigo el Santísimo desde el lugar en que se celebraba el sacrificio,
principalmente con el fin de usarlo como viático en el caso de tener que luchar por la confesión
de la fe.
Sin embargo, las prescripciones de la Iglesia y los documentos de los Padres manifiestan con
abundancia la máxima reverencia y la suma prudencia tenidas para con la Sagrada Eucaristía.
Porque «nadie… come aquella carne a no ser que previamente la haya adorado», y al sumirla
cada uno es amonestado: «…recíbela cuidando que nada de ella se pierda»: «Porque es el
Cuerpo de Cristo».
[6] Además, el cuidado y el ministerio del Cuerpo y la Sangre del Señor se confiaba de modo
verdaderamente peculiar a ministros sagrados u hombres designados específicamente para eso:
«Después de que el que preside terminó las preces y todo el pueblo hizo la aclamación, los que
entre nosotros se llaman diáconos, distribuyen a cada uno de los presentes, para que participe
de ellos, el pan y el vino con agua, sobre los que se hizo la acción de gracias, y los llevan a los
ausentes».
La causa por la cual pronto el oficio de llevar la Eucaristía a los ausentes fue confiado
exclusivamente a los ministros sagrados ha sido ésta: velar más cautamente por la reverencia
debida al Cuerpo de Cristo y al mismo tiempo por la necesidad de los fieles.
[7] Andando el tiempo, después de que la verdad del misterio eucarístico, su eficacia y la
presencia de Cristo en el mismo fueron escrutadas más profundamente, por urgirlo ya el sentido
de la reverencia hacia este Santísimo Sacramento, ya el sentido de la humildad con la que es
preciso que éste sea recibido, se introdujo la costumbre de que el ministro pusiese por sí mismo
la partícula de pan consagrado en la lengua de los que recibían la comunión.
[8] Este modo de distribuir la santa Comunión, considerado el estado actual de la Iglesia en su
conjunto, debe ser conservado, no solamente porque se apoya en un uso transmitido por una
tradición de muchos siglos, sino, principalmente, porque significa la reverencia de los fieles
cristianos hacia la Eucaristía. Ahora bien, este uso no quita nada a la dignidad de la persona de
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los que se acercan a tan gran Sacramento y es propio de la preparación que se requiere para
recibir el Cuerpo del Señor del modo más fructuoso posible.
[9] Esta reverencia significa la comunión, no de “pan y bebida común”, sino del Cuerpo y la
Sangre del Señor, en virtud de la cual “el pueblo de Dios participa los bienes del sacrificio
pascual, renueva la nueva alianza, establecida por Dios con los hombres de una vez para
siempre en la Sangre de Cristo, y prefigura y anticipa en la fe y la esperanza el banquete
escatológico en el reino del Padre”.
[10] Por lo demás, con esta manera de obrar, que ya debe considerarse tradicional, se asegura
más eficazmente que la Sagrada Comunión sea distribuída con la reverencia, el decoro y la
dignidad que le son debidas de modo que se aparte todo peligro de profanar las especies
eucarísticas, en las que “de modo singular está presente todo y entero Cristo, Dios y hombre,
de manera substancial y permanente”; y finalmente, para que se guarde con diligencia el
cuidado que la Iglesia ha recomendado siempre acerca de los fragmentos mismos del pan
consagrado: “Pues lo que dejas caer, considéralo como amputado de de tus propios miembros”.
[11] Por todo lo cual, como hubieran solicitado algunas pocas Conferencias Episcopales e
individualmente algunos obispos, que se permitiera en sus territorios el uso de poner en las
manos de los fieles cristianos el pan consagrado, el Sumo Pontífice estableció que se preguntase
a todos y cada uno de los obispos de la Iglesia latina su parecer sobre la oportunidad de
introducir el rito mencionado.
[12] Pues, un cambio en un asunto de tanta importancia que se apoya en una antiquísima y
venerable tradición, además de lo que toca a la disciplina, puede también traer consigo peligros,
que se teme que quizá surgan del nuevo modo de administrar la Sagrada Comunión, a saber: el
que se llegue ya a una menor reverencia hacia el augusto Sacramento del altar, ya a la
profanación del mismo Sacramento, ya a la adulteración de la recta doctrina.
Resultados de la encuesta.
[13] Por tal motivo, fueron propuestas a los obispos tres cuestiones, a las que, hasta el día 12
del mes de marzo último, se respondió del modo siguiente:
1. ¿Cree que ha de escucharse el deseo de que, además del modo recibido por tradición, se
permita también el rito de recibir la Sagrada Comunión en la mano? Placet: 567. Non placet:
1233. Placet juxta modum: 315. Votos inválidos: 20.
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3. ¿Piensa que los fieles, después de una preparación catequética bien ordenada, han de recibir
de buen grado este nuevo rito? Placet: 835. Non placet: 1185. Votos inválidos: 128.
[14] Consiguientemente, a partir de las respuestas dadas, es evidente que la inmensa mayoría
de los obispos estima que de ninguna manera se debe cambiar la disciplina actual; más aún, si
se cambiara, este cambio sería ofensivo, tanto para la sensibilidad como para la espiritualidad
de estos mismos obispos y de la mayoría de los fieles.
[15] Así, pues, teniendo en cuenta las advertencias y los consejos de aquellos a quienes “el
Espíritu Santo ha puesto como obispos para regir” las Iglesias, en razón de la gravedad del
asunto y la fuerza de los argumentos aducidos, al Sumo Pontífice no le ha parecido oportuno
mudar el modo hace mucho tiempo recibido de administrar a los fieles la Sagrada Comunión.
[17] Pero si en alguna parte el uso contrario, es decir, el de poner la Santa Comunión en las
manos, hubiera arraigado ya, la misma Sede Apostólica, con el fin de ayudar a las Conferencias
Episcopales a cumplir su oficio pastoral, con frecuencia más difícil que nunca por la situación
actual, confía a estas mismas Conferencias la carga y el oficio de sopesar las circunstancias
peculiares, si las hay, con la condición, sin embargo, tanto de prevenir todo peligro de que
penetren en los espíritus la falta de reverencia o falsas opiniones sobre la Santísima Eucaristía,
como también que se quiten con todo cuidado otros inconvenientes.
[18] En adelante en estos casos determinados, para ordenar rectamente tal uso, las Conferencias
Episcopales, previo un prudente examen, tomarán oportunas deliberaciones que deberán
obtener en votación secreta dos tercios de los votos; deliberaciones que luego han de ser
presentadas a la Santa Sede, para su necesaria confirmación, remitiendo aneja una exposición
precisa de los motivos que han llevado a hacerlas.
La Santa Sede ponderará cuidadosamente cada caso en particular, sin olvidar aquella
conjunción que se da entre las varias Iglesias locales entre sí o la de cada una con la Iglesia
universal, para promover así el bien común y la común edificación, y para el aumento de la fe
y de la piedad, que brota del ejemplo mutuo.
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D) Conclusión
[19] Esta instrucción, que ha sido compuesta por mandato especial del Sumo Pontífice Pablo
VI, ha sido debidamente aprobada por Él con la fuerza de la autoridad Apostólica el día 28 del
mes de mayo del año 1969. Quien también dispuso que se notificase a los obispos a través de
los presidentes de las Conferencias Episcopales.
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