El Detective Como Científico
El Detective Como Científico
El Detective Como Científico
Irving Copi, al hablar del detective como científico, incluye una ilustración sobre el uso del
método científico que es importante examinar.
Un eterno favorito, a este respecto, es el detective, cuyo objetivo no es el mismo que el de
un científico puro, pero su enfoque y su técnica ilustran de manera muy clara el método
científico. El ejemplo clásico del detective astuto, que puede resolver aun el más
desconcertante misterio es la inmortal creación de Conan Doyle, Sherlock Holmes. Este,
cuya estatura no disminuye con el paso del tiempo, será nuestro héroe en lo que sigue.
1.- El problema. Algunos de los cuadros más vívidos de Holmes son aquellos en que lo
recordamos ocupado con una lupa y una cinta de medir, escudriñando y descubriendo
pistas fundamentales que habían escapado a la atención de esos estúpidos chapuceros,
los “expertos” de Scotland Yard. Aquellos que sean menos vigorosos de temperamento
pueden preferir recordad a Holmes el pensador, “…que, cuando tenía en la mente una
problema no resuelto andaba inquieto durante días y a veces durante una semana, dando
vueltas al problema por todos lados, reordenando los datos, contemplándolo desde todos
los ángulos, hasta que lo desentrañaba o hasta que se convencía de que los datos de que
disponía eran insuficientes”. En una oportunidad, según el doctor Watson:
Se saco la chaqueta y el chaleco, se puso una larga bata azul y luego anduvo pro
la habitación juntando las almohadas de su cama y los almohadones del sofá y los
sillones. Con estos elementos hizo una especie de diván oriental y luego se
acomodó allí con las piernas cruzadas, con una onza de tabaco y una caja de
fósforos a su alcance frente a sí. A la tenue luz de la lámpara lo vi sentado allí, con
una vieja pipa de escaramujo entre los labios, los ojos distraídamente fimos en la
juntura del cielorraso, las volutas de humo azul brotando de sus labios, silencioso,
inmóvil, mientras la luz destacaba sus acusados rasgos aguileños. Así estaba
cuando me quedé dormido y así estaba cuando me despertó una brusca
exclamación y vi brillar dentro del departamento el sol estival. La pipa aún se
hallaba entre sus labios, el humo seguía arremolinándose hacia arriba y llenaba la
habitación con una densa bruma, pero no quedaba nada del montón de tabaco
que había visto la noche anterior.* (El hombre del labio torcido.)
Pero tales recuerdos son incompletos, Holmes no siempre buscaba claves o reflexionaba
acerca de las soluciones. Todos recordamos a esos oscuros periodos -especialmente en
las primeras novelas- en que Holmes, para la gran preocupación del buen Watson, se
intoxicaba con morfina o cocaína. Eso ocurría, naturalmente, entre los casos. Pues,
cuando no hay misterio que desentrañar, ningún hombre en su sano juicio se dispone a
buscar pistas. Éstas, en todo caso, deben ser pistas de algo. Por eso ni Holmes, ni nadie
puede empeñarse en profundos pensamientos, a menos que tenga algo en lo cual pensar.
Sherlock Holmes era un genio para resolver problemas, pero hasta un genio debe tener
un problema antes de poder resolverlo. Todo pensar reflexivo y esto incluye tanto a la
investigación criminal como a la búsqueda científica, es una actividad de resolución de
problemas, como muy bien ha afirmado con insistencia John Dewey y otros pragmatistas.
Antes de que el detective o el científico puedan ponerse a la tarea, deben sentir la
presencia de un problema.
Claro que la mente activa ve un problema donde el tonto sólo ve objetos familiares. En
una oportunidad, durante la época de Pascua, el doctos Watson visitó a Holmes y halló
que éste había usado una lente y pinzas para examinar “…un raído y desdoroso sombrero
de fieltro duro, de uso imposible y rasgado en varios lugares”. Después de cambiar
saludos, Holmes le dijo a Watson respecto del sombrero: “Le ruego que no lo contemple
como un oréon estropeado, sino como un problema intelectual”.* (La aventura del
lapislázuli). Así ocurrió que el sombrero los condujo a una de sus más interesantes
aventuras, lo que no habría sucedido si Holmes no hubiera visto en él un problema desde
el principio. Podemos caracterizar un problema como un hecho, o un grupo de hechos,
para el que no tenemos ninguna explicación aceptable, que parece desusado o que no se
adecua a nuestras expectativas o preconceptos. Es obvio que son necesarias ciertas
creencias previas para que algo aparezca como problemático. Si no hay expectativas, no
puede haber sorpresas.
Claro que a veces los problemas llegaban a Holmes ya clasificados. La primer aventura
relatada por el doctos Watson comenzó con el siguiente mensaje enviado por Gregson,
de Scotland Yard:
Mi querido seño Sherlock Holmes:
Durante la noche del 3 ocurrió un desagradable suceso en Lauriston Gardens,
cerca de Brixton Road. Nuestro hombre de servicio vio allí una luz a eso de las dos
de la mañana y, como la casa está deshabitada, sospechó que pasaba algo raro.
Encontró la puerta abierta y en la habitación del frente, que está sin muebles,
descubrió el cadáver de un caballero, bien vestido, en cuyo bolsillo había tarjetas
con el nombre de “Enoch J. Drebber, Cleveland, Ohio, USA”. No hubo robo, ni hay
tampoco ningún indicio acerca de lo que pudo causar la muerte del hombre. Hay
manchas de sangre en la habitación, pero en su cuerpo no hay ninguna herida. No
sabemos cómo llegó hasta la casa vacía: en realidad, todo el asunto es
desconcertante. Si quiere ir por la casa a cualquier hora antes de las doce, me
encontrará allí. He dejado todo como está hasta ponerme al habla con usted. Si
usted no puede venir, le daré más detalles y estimaré como una gran gentileza de
su parte que me diga su opinión. Lo saluda cordialmente
Tobías Gregson. ** (Estudio en
escarlata)
Este era verdaderamente un problema. Pocos minutos después de recibir el mensaje,
Sherlock Holmes y el doctor Watson “se encontraban ambos en un cabriolé, yendo a toda
velocidad hacia Brixton Road.
2.- Hipótesis preliminares. Mientras se dirigían a Brixton Road, Holmes “charlaba
acerca de los violines de Cremona y de la diferencia entre un Stradivarius y un Amati”. El
doctor Watson regañó a Holmes por no pensar en el asunto que tenían entre manso, a lo
que Holmes replicó: “Aún no disponemos de datos…Es un error capital teorizar antes de
tener todos los elementos, deforma el juicio. Holmes expresó este punto de vista muchas
veces. En cierta ocasión, sermoneó a un detective más joven: “La tentación de formar
teorías prematuras en el azote de nuestra profesión”. (El valle del temor). Sin embargo, a
pesar de toda su cautela en la materia, sobre este particular Holmes estaba
completamente equivocado. Claro que no se debe emitir un juicio final antes de haber
examinado gran cantidad de datos, pero esto no es algo muy distinto a no teorizar. De
hecho, es completamente imposible hacer ningún intento serio por reunir datos si haber
teorizado de antemano. Como observó el gran biólogo y autor de la teoría moderna de la
evolución, Charles Darwin: “…Toda observación debe estar en pro o en contra de algún
punto de vista para que pueda prestar algún servicio”. Lo que ocurre es que hay
demasiados hechos particulares, demasiados datos en el mundo, para que nadie pueda
registrarlos todos. Todo el mundo, hasta el más paciente y minucioso investigador, debe
apartar y elegir, debe decidir cuáles hechos estudiar y cuáles dejar de lado. Debe tener
alguna hipótesis de trabajo por la cual, o contra la cual, escoger datos pertinentes a ella.
No necesita ser una teoría completa, pero debe ser al menos un esbozo a grandes
rasgos. De lo contrario, ¿cómo sería posible decidir qué hechos seleccionar, para su
análisis, de la totalidad de todos los hechos, que es demasiado vasta hasta para
comenzar a filtrar?
A este respecto las actitudes de Holmes eran más sabias que sus palabras. Después de
todo, las palabras fueron dichas en un cabriolé que corría hacia la escena del crimen. Si
Holmes no hubiera tenido realmente alguna teoría sobre la cuestión, ¿por qué dirigirse a
Brixton Road? Si todo lo que buscaba eran hechos y datos, cualquier viejo hecho y
cualquier viejo dato, sin hipótesis que lo guiaran en su selección, ¿por qué simplemente
abandonó Baker Street. Había montones de hechos en las habitaciones de 221-B, Baker
Street. Holmes podía haber gastado su tiempo en contar todas las palabras de todas las
páginas de todos los libros que había allí, o quizá hacer mediciones muy exactas de las
distancias entre cada par separado de artículos de moblaje de la casa. Podía haber
reunido datos a discreción y de paso se habría ahorrado el costo del coche.
Podrá objetarse que los datos que pudieran haberse reunido en Baker Street no tenían
nada que ver con el caso, mientras que los que aguardaban a Holmes en la escena del
crimen eran claves valiosas para la solución del problema. Naturalmente fue esta
consideración la que instó a Holmes a ignorar los “datos” de Baker Street y apresurarse
para reunir los de Brixton Road. Debemos insistir, no obstante, en que la mayor
importancia de los últimos no podía conocerse de antemano, sino que solamente podía
conjeturarse sobre la base de experiencias previas con crímenes e indicios. Fue, en
realidad, una hipótesis lo que indujo a Holmes a buscar sus datos en un lugar y no en
otro, o sea la hipótesis de que hubo un asesinato, de que el crimen se cometió en el lugar
en donde fue encontrado el cadáver y de que el asesino quizá dejó un rastro o un indicio
que permitiría descubrirlo. Siempre se requieren algunas de tales hipótesis para guiar al
investigador en su búsqueda de datos atingentes al problema, pues en ausencia de toda
hipótesis preliminar hay demasiados hechos en este mundo que examinar. La hipótesis
preliminar debe hacerse exclusivamente a título de ensayo y debe basarse en el
conocimiento previo. Pero para comenzar toda investigación seria, la hipótesis preliminar
es tan necesaria como la existencia del problema.
Debemos destacar que una hipótesis preliminar, tal como aquí la concebimos, no necesita
ser una solución completa del problema. Lo que condujo a Holmes a Brixton Road fue la
hipótesis de que el hombre fue asesinado por alguien que dejó indicios acerca de su
identidad, en o cerca del cuerpo de la víctima. Esta hipótesis es, obviamente, incompleta:
no dice quién cometió el crimen, o cómo se cometió, o por qué. Tal hipótesis preliminar
puede ser muy diferente de la solución final del problema. Nunca será completa: puede
ser una explicación esbozada a título de ensayo de una parte, solamente, del problema.
Pero por parcial y aproximada que sea, es menester una hipótesis preliminar para que
pueda procederse a la investigación.
3.- La reunión de hechos adicionales. Toda investigación seria comienza con algún
hecho o grupo de hechos cuyo carácter problemático atrae la atención del detective o del
científico y con los cuales se inicia todo el proceso de la búsqueda. Habitualmente los
datos iniciales que constituyen el problema son demasiado escasos para sugerir por sí
mismo una explicación totalmente satisfactoria, pero pueden insinuar -al investigador
competente- alguna hipótesis preliminar que lo conduzca a la búsqueda de hechos
adicionales. Se espera que estos hechos adicionales sean pistas importantes para la
solución final. El investigador inexperto o chapucero ignorará todos, excepto los más
obvios de ellos. En cambio, el trabajador cuidadoso tratará de ser completo en su examen
de los hechos adicionales a los que lo ha conducido su hipótesis preliminar. Holmes, por
supuesto, era el más precavido y laborioso de los investigadores.
Holmes insistió en bajar del cabriolé a unas 100 yardas del lugar de destino y se aproximó
a la casa a pie, para mirar cuidadosamente a su alrededor y especialmente el camino que
conducía a ella. Cuando Holmes y Watson entraron a la casa los dos funcionarios de
Scotland Yard, Gregson y Lestrade, les mostraron el cadáver. (“No hay ningún indicio”.
Dijo Gregson. “Absolutamente ninguno”, repitió Lestrade). Pero Holmes ya había
comenzado su propia búsqueda de hechos adicionales y estaba revisando el cadáver:…
sus dedos ágiles volaban de un lado a otro por todas partes, mientras palpaban
presionaban, desabotonaban, examinaban…Tan rápido era el análisis que nadie habría
podido adivinar la minuciosidad con que lo realizaba. Finalmente olfateó los labrios del
muerto y luego echó una ojeada a las suelas de sus botines de charol. Luego dirigió su
atención a la habitación misma.
…sacó de su bolsillo una cinta de medir y una gran lupa redonda. Con estos dos
implementos recorría de un lado a otro la habitación, se detenía a veces,
ocasionalmente se arrodillaba y en una oportunidad se tiró a lo largo boca abajo.
Tan absorto estaba en su tarea que parecía haber olvidado nuestra presencia,
pues hablaba para sí mismo en voz baja continuamente, con un constante fluir de
exclamaciones, gruñidos, silbidos y pequeños gritos de estímulo y expectativa.
Mientras yo lo observaba, me vino a la mente de manera irresistible la imagen de
un raposero de pura sangre y bien adiestrado, cuando salta hacia adelante y hacia
atrás a través del huidero, gimoteando en su ansiedad, hasta que da nuevamente
con el rastro perdido. Continuó sus investigaciones durante veinte minutos más,
midiendo con el mayor cuidado la distancia entre marcas que eran totalmente
invisibles para mí y aplicando ocasionalmente su cinta de medir a las paredes, de
manera igualmente incomprensible. Recogió muy cuidadosamente de cierto lugar
del suelo un montoncito de polvo gris e hizo una envoltura con él. Finalmente,
examinó con su lupa la palabra que había en la pared, recorriendo cada una de
sus letras con la mayor minuciosidad. Hecho esto, pareció quedar satisfecho, pues
volvió a guardar en su bolsillo la cinta y la lupa. “Dicen que el genio es una
capacidad infinita de laboriosidad”, observó con una sonrisa. “Es una mala
definición, pero se aplica a la tarea del detective”.
Hay un punto que debe ponerse bien en relieve. Los pasos 2 y 3 no son completamente
separables, sino que por lo habitual se hallan vinculados íntimamente y son
interdependientes. Es cierto que necesitamos una hipótesis preliminar para comenzar
cualquier examen inteligente de los hechos, pero los hechos adicionales pueden sugerir
nuevas hipótesis que pueden conducir a nuevos hechos, los cuales pueden sugerir a su
vez nuevas hipótesis que pueden conducir a nuevos hechos adicionales y así
sucesivamente. Después de su cuidadoso examen de los elementos disponibles en la
casa cercana a Brixton Road, Holmes se vio conducido a formular una hipótesis ulterior
que requería el testimonio del policía que halló el cadáver. El hombre estaba fuera de
servicio en ese momento y Lestrade le dio a Holmes el nombre y la dirección del policía.
Holmes tomó nota de la dirección.
“Venga, doctor, iremos a buscarlo”, dijo. “Les diré una cosa que quizá pueda
ayudarlos en este caso”, continuó, volviéndose hacia los dos detectives. “Ha
habido un asesinato aquí y el asesino era un hombre de más de seis pies de alto,
en plena juventud, de pies pequeños para su altura, que usaba botines ordinarios
de puntas cuadradas y fumaba un cigarro Triquinópolis. Llegó aquí con su víctima
en un cabriolé de cuatro ruedas tirado por un caballo que tenía tres herraduras
viejas y una nueva en la pata delantera derecha. Es muy probable que el asesino
tenga un rostro encarnado y que las uñas de su mano derecha sean sumamente
largas. Son sólo unas pocas indicaciones, pero quizá puedan serles útiles”.
Lestrade y Gregson se miraron uno al otro con una sonrisa incrédula. “Si este
hombre fue asesinado” ¿cómo lo fue? Preguntó el primero. “Venero”, dijo
lacónicamente Sherlock Holmes y salió a grandes pasos.* (Estudio en escarlata).
4.- Formulación de la hipótesis. En una u otra etapa de su investigación, toda persona
-detective, científico o mortal ordinario- tendrá la sensación de poseer todos los hechos
que necesita para la solución. Tiene su “2 más 2”, por decir así, pero aún queda por
realizar la tarea de “articularlos”. Al llegar ese momento, Sherlock Holmes se sentaba
durante toda la noche, consumía una pipa tras otra y trataba de imaginar cómo habían
sucedido las cosas. El resultado o producto final de este pensar, si tiene éxito, es una
hipótesis que explica todos los datos, tanto los del conjunto original de hechos que
constituían el problema como los hechos adicionales que indicaban las hipótesis
preliminares. El descubrimiento real de semejante hipótesis explicativa es un proceso
creador, en el cual hay tanta imaginación como conocimiento. Holmes, que era un genio
para inventar hipótesis, describía el proceso como un razonamiento “hacia atrás”. Para
decirlo con sus palabras.
Si usted describe una serie de acontecimientos, la mayoría de las personas le
dirán cuál puede ser el resultado. Pueden articular esos acontecimientos en sus
mentes y razonar a partir de ellos para concluir que deberá ocurrir tal o cual cosa.
Pero hay pocas personas que sean capaces, si usted les dice un resultado, de
elaborar por su propio razonamiento cuáles fueron los pasos que condujeron a
este resultado.
Tal es la descripción que hace Holmes del proceso del formular una hipótesis explicativa.
Admitida su atingencia a los hechos, su posibilidad de ser sometida a prueba y su
compatibilidad con otras creencias bien confirmadas, el criterio final para estimar el valor
de una hipótesis es u poder predictivo.
5.- La deducción de consecuencias adicionales. Una hipótesis verdaderamente
fructífera no solamente explicará los hechos que originalmente la inspiraron, sino que
también explicará muchos otros. Una buena hipótesis señalará, más allá de los hechos
iniciales, la dirección de otros cuya existencia no se habría sospechado sin ella. Como es
de suponer, la verificación de esas consecuencias adicionales tenderá a confirmar la
hipótesis que condujo a ellas. La hipótesis de Holmes de que el hombre había sido
asesinado pronto fue sometida a prueba. Pocos días más tarde fue también asesinado el
secretario y compañero de viaje del hombre. Holmes preguntó a Lestrade, que había
descubierto el segundo cuerpo, si no había hallado nada en la habitación que pudiera
suministrar una pista del asesino, “nada”, respondió Lestrade y mencionó unos pocos
efectos totalmente comunes. Holmes no estaba satisfecho e insistió: “¿Y no había nada
más’”. “Nada de importancia”, contestó Lestrade, e indicó algunos pocos objetos más, el
último de los cuales era “una pequeña cajita de ungüento, que contenía un par de
píldoras”. Al oír esta información:
Sherlock Holmes saltó de su silla con una exclamación de alegría. “El último
eslabón”, profirió exultante. “Mi caso está completo”. Los dos detectives lo
contemplaban con asombro. “Tengo en mis manos todos los hilos que han
contribuido a formar esta maraña”, dijo mi compañero con tono seguro. “Les daré
una prueba de mi conocimiento. ¿Tiene usted a mano esas píldoras?” “Las
tengo”, respondió Lestrade, y sacó una cajita blanca…
Sobre la base de su hipótesis acerca del primer crimen, Holmes pudo predecir que las
píldoras halladas en la escena del segundo crimen contenían veneno. La deducción
desempeña un papel esencial en el proceso de toda investigación científica o inductiva. El
valor primordial de toda hipótesis reside en su poder predictivo o explicativo, lo que
significa que de una hipótesis apropiada deben ser deducibles hechos adicionales. De su
teoría, según la cual el primer hombre había sido envenenado y la segunda víctima había
hallado la muerte a manos del mismo asesino, Holmes infirió que las píldoras encontradas
por Lestrade debían contener veneno. Su teoría, por seguro de ella que se sintiera, era
sólo una teoría y necesitaba ulterior confirmación. Obtuvo la confirmación al someter a
prueba las consecuencias deducidas a partir de la hipótesis y hallarlas verdaderas.
Después de usar la deducción para hacer una predicción, el paso siguiente consistió en
someterla a prueba.
6.- La verificación de las consecuencias. Para poner a prueba las consecuencias de
una hipótesis, esto es, las predicciones hechas sobre la base de esta hipótesis, se
pueden requerir medios diferentes. Algunos sólo exigen observación. En ciertos casos
Holmes no necesitó más que vigilar y esperar, como en “La aventura de la Liga de los
Pelirrojos”, en la que sólo tuvo que aguardar a que los asaltantes del barco irrumpieran en
la cripta, o como en “La aventura de la Banda Moteada”, en la que esperó a que el doctor
Roylott deslizara una serpiente venenosa a través de un falso respiradero. En cambio, en
el caso que nos ocupa, era necesario hacer un experimento.
Holmes pidió a Watson que fuera a buscar al viejo y achacoso perro del ama de llaves, la
cual le había pedido el día anterior que liberara al pobre perro de sus miserias. Holmes
dividió en dos una de las píldoras, la disolvió en un vaso de agua, agregó un podo de
leche y
… volcó el contenido del vaso en un platillo y lo colocó frente al perro, que lo bebió
rápidamente hasta dejarlo seco. La actitud sumamente seria de Sherlock Holmes
se nos impuso tanto que nos sentamos todos en silencio, vigilando atentamente al
animal y a la espera de algún efecto sorprendente. Pero no hubo nada semejante.
El perro continuaba estirado sobre el almohadón, mientras respiraba
trabajosamente, pero en apariencia no estaba mejor ni peor a causa de la bebida.
Holmes había sacado el reloj y a medida que pasaban los minutos sin que se produjera
nada, iba apareciendo en su rostro una expresión del mayor disgusto y desengaño.
Mordisqueaba sus labios, golpeaba sobre la mesa con sus dedos y mostraba todos los
síntomas de la más aguda impaciencia. Tan grande era su emoción que sentí una pena
sincera por él, mientras que los dos detectives sonreían burlonamente, nada disgustados
por el contratiempo que Holmes experimentaba.
“No puede ser una coincidencia”, exclamó finalmente mientras saltaba de su silla y
caminaba agitadamente de un lado a otro de la habitación. “Es imposible que sea
una mera coincidencia. Las mismas píldoras que me resultaron sospechosas en el
caso de Drebber son halladas después de la muerte de Stangerson. Y sin
embargo son inocuas. ¿Qué puede significar esto? No puede ser falsa toda mi
cadena de razonamientos. ¡Es imposible! Y, no obstante, ese malhadado perro no
manifiesta ningún signo de empeoramiento. ¡Ah!, ¡lo tengo!” Con un grito de
alborozo se precipitó a la caja cortó la otra píldora en dos, la disolvió, le agregó
leche y se la presentó al perro. Apenas parecía haber humedecido su lengua en la
bebida, cuando el desdichado animal experimentó un estremecimiento convulsivo
en las patas y cayó tan rígido y sin vida como si hubiera sido alcanzado por un
rayo. Sherlock Holmes aspiró profundamente y se secó la transpiración que corría
por su frente.
Con el resultado favorable de este experimento, la hipótesis de Holmes recibió una
espectacular y convincente demostración.
7.- La aplicación. En última instancia, la tarea del detective es de carácter práctico. Si
hay un crimen por resolver, no solamente tiene que explicar los hechos, sino que también
tiene que atrapar y arrestar al criminal. Esto último supone hacer una aplicación de su
teoría, o sea usarla para predecir dónde se encontrará el criminal y cómo puede ser
capturado. Puede deducir otras consecuencias de la hipótesis, ya no para obtener una
confirmación adicional, sino con fines prácticos. Holmes pudo inferir de su hipótesis
general que el asesino se hacia pasar por cochero. Ya hemos visto que Sherlock Holmes
había logrado una descripción bastante clara de la apariencia del individuo y había
enviado a todo su ejército de “irregulares de Baker Street”: rapaces callejeros de la
vecindad, a buscar y traer el coche conducido por ese hombre. El buen éxito de la
“aplicación” de su hipótesis puede describirse nuevamente con las palabras del doctor
Watson. Pocos minutos después de la muerte del perro:
…golpearon a la puerta y el representante de los callejeros, el joven Wiggins,
introdujo su insignificante e insípida figura. “Permiso, señor”, dijo dotándose la
melena. “Tengo el coche abajo”. “Salud, muchacho”, dijo Holmes suavemente.
“¿Por qué no introducen este modelo en Scotland Yard?”, continuó, mientras
sacaba un par de esposas de acero de un cajón. “Vean que bien funcionan los
resortes. Se fijan en un instante”. “El viejo modelo es bastante bueno”, observó
Lestrade, “con tal de que encontremos al hombre al que se las debemos poner”.
“Muy bien, muy bien”, dijo Holmes sonriendo. “El cochero puede ayudarme con los
baúles. Pídele que suba, Wiggins”.
Me sorprendió oír que mi compañero hablaba como si estuviera a punto de emprender un
viaje, puesto que no había dicho nada acerca del mismo. Había una maleta en la
habitación y él la tomó y empezó a atar sus correas. Se hallaba empeñado en esta tarea,
cuando el chochero entró en la habitación. “Ayúdame con esta hebilla, cochero”, dijo
mientras se arrodillaba sin volver la cabeza.
El individuo se adelantó con un aire hosco y desafiante y puso sus manos sobre la maleta.
En ese instante se oyó un golpe seco, con una resonancia metálica y Sherlock Holmes se
puso de pie nuevamente. “Caballeros”, exclamó con los ojos chispeantes, “permítanme
que les presente al señor Jefferson Hope, asesino de Enoch Drebber y de Joseph
Stangerson”. (Estudio en Escarlata).
He aquí un cuadro del detective como científico, en el que aquél razona a partir de los
hechos observados para llegar a una hipótesis que no solamente explica los hechos, sino
que también permite aplicaciones prácticas.
Una vez analizado el documento “El detective como científico” de Irving Copi,
resolver las siguientes interrogantes.
1.- ¿Qué trata de demostrar Irving Copi con esta lectura?
R= intenta demostrar como la investigación y la lógica van estrechamente relacionados,
ya que nos habla de un detective que di bien no es científico lleva acabo estas
investigaciones científicas de tal modo que la lógica de las observaciones le dan
respuesta.
2.- ¿Cuáles son los pasos que sigue el investigador para la resolución de un problema?
Identificación del problema, generación de hipótesis preliminar, reunión de hechos
adicionales, la formulación de hipótesis, La deducción de consecuencias adicionales,la
verificación de las consecuencias, la aplicación.
3.- Explicar si el método científico puede ocuparse en cualquier resolución de problemas
El método científico se usa en todas las ciencias (entre ellas, la química, física, geología y
psicología). Los científicos en estos campos hacen diferentes preguntas y realizan
distintas pruebas, sin embargo, usan el mismo método para encontrar respuestas lógicas
y respaldadas por evidencia. Asi que si, se puede utilizar para resolver cualquier problema
4.- ¿Cuál es el problema que plantea Sherlock Holmes en esta lectura?
R= el hallazgo de un cadáver sin señales de heridas en una casa abandonada en Brixton
Road
5.- ¿Cómo llega al planteamiento del problema?
R= por medio de una carta que le hicieron llegar
6.- ¿En qué consisten la hipótesis preliminares?
R= En que no necesita ser una teoría completa, pero debe ser al menos un esbozo a
grandes rasgos.
7.- ¿Para qué se utilizan los hechos adicionales?
R= Se espera que estos hechos adicionales sean pistas importantes para la solución final.
8.- ¿En qué momento y con base en qué debe formularse la hipótesis definitiva?
R= cuando se tiene la sensación de poseer todos los hechos que necesita para la
solución. Tiene su “2 más 2”, por decir así, pero aún queda por realizar la tarea de
“articularlos”.
9.- Explicar ¿qué es la deducción de consecuencias adicionales?
R=es la dirección de otros sucesos que salen a la luz gracias una buena hipótesis
10.- ¿Cómo se realiza la verificación de consecuencias?
R= Algunos sólo exigen observación. En ciertos casos Holmes no necesitó más que vigilar
y esperar, como en “La aventura de la Liga de los Pelirrojos”, en la que sólo tuvo que
aguardar a que los asaltantes del barco irrumpieran en la cripta, o como en “La aventura
de la Banda Moteada”, en la que esperó a que el doctor Roylott deslizara una serpiente
venenosa a través de un falso respiradero. En cambio, en el caso que nos ocupa, era
necesario hacer un experimento.
11.- En el caso de un investigador científico, ¿en qué consiste el paso de la aplicación?
R= en la realización de la pruebas necesarias para llegar a la comprobación de la
hipótesis.