Ursula K. Le Guin - SUR

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SUR.

Breve informe de la Expedición Yelcho


al Polo Sur (1909-1910) *
Cuento por Ursula K. Le Guin**
Traducción de Susana E. Matallana Peláez***

Si bien es cierto que no es mi intención publicar inanición y conoció el espanto de la oscuridad de


este relato, creo que estaría bien si algún día mi nieto un invierno sin fin. Leí y volví a leer este relato y
o el de alguien más, por casualidad lo descubre, de posteriormente con gran entusiasmo las crónicas del
modo que lo guardaré junto con el traje de bautizo rescate del Dr. Nordenskjold, a manos del intrépido
de Rosita, el sonajero de plata de Juanito, mis capitán Irizar a bordo del Uruguay desde las Islas
zapatos de matrimonio y mis finneskos,1 en el baúl Shetland del Sur.
de cuero del desván. También leí las aventuras del Scotia en el Mar de
Para llevar a cabo una expedición es indispensable Weddell. Sin embargo, éstas eran apenas abrebocas
dinero, y claro, su consecución no es nada fácil; es comparadas con las hazañas de la Expedición
una lástima que no pueda mencionar el nombre del Nacional Británica a la Antártica a bordo del
desinteresado mecenas, noble benefactor, sin el Discovery entre 1902 y 1904 y el fabuloso relato del
cual nuestro ambicioso proyecto de la Expedición capitán Scott.2 Solicité el libro a Londres y lo leí una
del Yelcho no hubiera pasado de ser una ilusión y otra vez; despertó en mí el deseo de ver con mis
lisonjera. Incluso, me apena saber que mi relato propios ojos aquel insólito paraje, Última Thule3
terminará en un baúl olvidado en una buhardilla de del Sur que figura en los mapas y el globo terrestre
un tranquilo barrio de Lima. como una nube blanca, deshabitada, bordeada a
Nuestro equipaje era el mejor y el más moderno, trechos de fragmentos de playa, dudosos cabos,
las provisiones abundantes y finas, la embarcación islas ficticias, promontorios que quizás no existen:
–un barco de la Fuerza Naval chilena– con sus la Antártica. Mi deseo era tan puro como la blancura
intrépidos oficiales y su avezada tripulación había de las nieves polares: conocer y ver, nada más, nada
recorrido en dos ocasiones medio mundo por menos.
nuestra culpa, y todo, gracias al benefactor de quien Los descubrimientos científicos del capitán
nuevamente debo abstenerme de mencionar el Scott me inspiran un profundo respeto y he leído
nombre, pero a quien estaré eternamente agradecida. con apasionado interés las investigaciones de
Cuando niña leí una noticia de periódico sobre físicos, meteorólogos, biólogos, etc.; pero, sin una
el viaje del Bélgica, el cuál zarpó de Tierra del formación científica y sin ninguna posibilidad de
Fuego hacia el Sur y fue cercado por los glaciares acceder a ella, mi ignorancia me llevaba a renunciar
en el Mar de Bellingshausen, quedando a la deriva a cualquier idea de sumarme al grupo de sabios
durante un año. La tripulación a bordo padeció atraídos por la Antártica. Esta circunstancia afectaba
* “SUR. A summary report of the Yelcho expedition to the Antarctic, 1909-1910”. Apáreció publicado por primera vez en la revista New Yorker, el
1° de febrero de 1982. La palabra SUR aparece en español en el original. (http://www.newyorker.com/ar)
**Escritora norteamericana, famosa por sus obras de ciencia ficción y fantasía, en las cuales el tema de género ocupa una posición central. Ganadora
de los premios Hugo y Nébula que la catapultaron a la fama.
*** Profesora de la Escuela de Ciencias del Lenguaje de la Universidad del Valle. Doctora en Estudios de Género de la Universidad de Rutgers,
en New Yersey.
1
Botas en cuero de reno.
2
Robert Falcon Scott (1868-1912), oficial naval británico y explorador de la Antártica; dirigió una expedición en la zona del Mar de Ross, entre
1901 y 1904.
3
Isla imaginaria en el norte de Bretaña, que para los antiguos geógrafos delimitaba el fin del mundo.

La manzana de la discordia, julio-diciembre, 2013 Vol. 8, No. 2: 131-140


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por igual a los miembros de mi expedición. Era e incompetentes, eran responsabilidades demasiado
de lamentar; pero no había nada que pudiéramos serias para dejar de lado. Y aquellas que pretendían
hacer al respecto. Nuestra meta se limitaba a la eludir tales compromisos, no eran la clase de
observación y a la exploración. Esperábamos llegar compañía que queríamos para tan pesada empresa,
tal vez un poco más lejos, ver algo más; y si no, llena de riesgo y privaciones.
sencillamente ir y ver: una ambición sencilla, y creo Pero si nuestros esfuerzos vieron su fruto,
que esencialmente modesta. ¿para qué detenerse en los reveses y las dilaciones
No obstante, no hubiera pasado de una tímida o las artimañas y mentiras que todas tuvimos que
pretensión, una ilusión vacua, de no ser por el emplear? Evoco con nostalgia aquellas amigas que
apoyo y entusiasmo de mi estimada prima y amiga querían acompañarnos y que no pudieron hacerlo,
Juana (no me valgo de apellidos, pues si este relato pese a las artimañas. Aquellas que debimos dejar
cayera en manos extrañas se tornaría en disgusto atrás, abandonadas a una vida sin peligros, sin
o embarazosa notoriedad para padres o maridos incertidumbres, sin esperanza.
desprevenidos). Había prestado a Juana mi copia Los miembros de la Expedición nos encontramos
de El viaje del Discovery y fue ella quien, mientras por primera vez el diecisiete de agosto de 1909, en
caminábamos bajo nuestros parasoles en la Plaza de Punta Arenas, Chile: Juana y yo del Perú; Zoé, Berta
Armas, después de misa un domingo, en 1908, me y Teresa de la Argentina; y las chilenas, Carlota y
dijo: “Bueno, si el capitán Scott puede hacerlo ¿por sus amigas, Eva, Pepita y Dolores. A última hora,
qué no nosotras?” supe que el esposo de María se hallaba enfermo en
Fue ella quien sugirió escribir a Carlota en Quito y que ella debía cuidarlo, así que en lugar
Valparaíso. Gracias a Carlota, conocimos a nuestro de diez éramos nueve. En realidad, nos habíamos
mecenas y merced a éste, obtuvimos el dinero, el resignado a la idea de que sólo seríamos ocho,
barco e incluso el convincente pretexto de asistir a cuando al anochecer, la indoblegable Zoé atracó en
un retiro en un convento boliviano, al cual, algunas una diminuta piragua piloteada por nativos; su yate
de nosotras tuvimos que recurrir (en tanto que había presentado una fuga de combustible, justo al
las demás dijeron ir a Paris para la temporada de entrar al Estrecho de Magallanes.
invierno). Y también fue ella, quien en momentos Aquella noche, antes de zarpar, mientras
de confusión, se mantuvo firme en la determinación ingeríamos una abominable cena en una abominable
de llevar a cabo nuestro propósito. posada en el puerto marítimo de Punta Arenas,
Hubo momentos difíciles, especialmente en empezamos a conocernos y acordamos que de
los primeros meses de 1909, cuando creí que presentarse una eventualidad de inminente peligro,
la Expedición se convertiría en un montón de en la cual una sola voz debía acatarse sin objeción,
pemmican4 que iría a parar a la basura o en un el dudoso honor de pronunciarla con esa voz
nostálgico recuerdo. ¡Fue una ardua tarea reunir de mando recaería primero en mí; y si estuviera
nuestra fuerza expedicionaria! Sólo unas pocas de imposibilitada, sobre Carlota, y si ella no pudiese;
las que invitamos sabían de qué estábamos hablando. entonces, sobre Berta.
La mayoría pensó que éramos perversas, que Las tres, autodenominadas “La Inca Suprema,”
estábamos locas o las dos cosas. Y entre las pocas “La Araucana” y “La Tercera Oficial,” hicimos
que compartían nuestra osadía, aún menos lograron, luego un brindis en medio de risas y aplausos.
llegado el punto, abandonar sus deberes cotidianos Sin embargo, para mi complacencia y respiro,
para comprometerse a realizar una travesía de al mis cualidades de “líder” jamás fueron puestas a
menos seis meses que implicaba incertidumbres prueba. Las nueve actuaríamos de común acuerdo,
y peligros considerables. Un pariente achacoso, de principio a fin, sin que nadie diera órdenes y sólo
un esposo acosado por las preocupaciones de en dos o tres ocasiones recurrimos a votaciones de
negocios, un niño al cuidado de criados analfabetas viva voz o a mano alzada. Es cierto que discutimos
4
Comida tradicional que preparaban los indígenas de Norteamérica a
bastante, pero también es cierto que disponíamos
base de carne y frutas deshidratadas. de tiempo para hacerlo; por otra parte, las
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deliberaciones siempre terminaban en decisiones Avistamos el primer iceberg mucho más al sur
que se reflejaban en acciones. Por lo general, al de lo esperado y lo festejamos con champaña Viuda
menos una de nosotras objetaba la decisión tomada, Clicquot al momento de cenar. Al día siguiente,
a veces con vehemencia. ¿Pero qué es una vida sin entramos en un banco de hielo formado por bloques
confrontaciones y sin la posibilidad ocasional de de hielo flotantes que se desprenden del casquete
decir – Te lo advertí? ¿Cómo soportar las labores polar y de los mares congelados en el invierno de la
del hogar o del cuidado de los niños o los rigores Antártica y que viajan hacia el norte en la primavera.
de las travesías en trineo en la Antártica sin chistar? Pero la suerte nos sonreía: nuestro pequeño buque
A los oficiales, lo supimos después a bordo del de vapor, a pesar de su casco de metal sin reforzar
Yelcho, se les prohíbe refunfuñar; pero, nosotras se abría paso entre el hielo, sorteando el paso sin
nueve éramos, por naturaleza y educación, sólo vacilación y en el tercer día nos encontramos al otro
tripulantes. lado del banco de hielo en el que muchos barcos
Aunque el trayecto más corto al sur del lidiaban semanas enteras, obligados por último,
continente, por sugerencia del capitán de nuestro a regresar. Ahora, delante de nosotros, yacían las
navío, era a las islas Shetlands del Sur y al Mar aguas oscuras del Mar de Ross y más allá, en el
de Bellingshausen o, quizá a las islas Orkneys del horizonte, el tenue brillo que reflejaba la blancura
Sur en el Mar de Weddell, decidimos navegar hacia de la nieve del gran glaciar Barrier.
el occidente, hacia el Mar de Ross que el capitán Al ingresar al Mar de Ross, un poco hacia el este,
Scott había explorado y descrito, y desde el cual en la posición 160º de longitud oeste, divisamos el
el valeroso Ernest Shackelton5 había regresado tan Barrier, en el sitio donde el grupo del capitán Scott
sólo el otoño pasado. Se sabía más de esta región que encontró una ensenada en el muro infinito de hielo,
de ninguna otra parte de la costa Antártica. Si bien donde bajaron a tierra y lanzaron su globo de gas
no era mucho, brindaba una relativa tranquilidad a hidrógeno para efectuar un reconocimiento del área
la tripulación del barco a la que no nos sentíamos y tomar fotografías. El perfil imponente del Barrier,
con derecho a poner en peligro. El capitán Pardo sus acantilados escarpados y cavernas buriladas por
coincidió con nuestras apreciaciones después de aguas violáceas correspondían a sus descripciones,
revisar la carta de navegación y nuestro itinerario; pero el entorno había cambiado. En lugar de un
de manera que, navegando hacia el oeste, salimos fiordo estrecho, había una bahía amplia poblada
del estrecho a la mañana siguiente. de hermosas y maravillosas ballenas orca, jugando
Nuestra travesía alrededor de la mitad del mundo y creando surtidores de agua, a la luz del sol de
contó con suerte. El pequeño Yelcho avanzaba aquella brillante primavera polar.
alegremente bajo los vendavales y relámpagos, Por lo visto, después de la travesía del Discovery
sorteando las impetuosas olas del Océano Antártico. en 1902, masas de hielo que cubrían extensas zonas
Juana, que se había enfrentado a los toros y a las se habían desprendido del Barrier (que, al menos en
más peligrosas vacas en la estancia6 de la familia, una vasta extensión no quedaba sobre piso firme,
llamaba al barco “la vaca valiente”7 porque siempre sino que flotaba a la deriva). Lo cual nos obligó a
volvía a embestir las olas. Una vez superado el reconsiderar el sitio que habíamos escogido para
mareo, todas disfrutamos del viaje en barco, aunque acampar en el Barrier; mientras decidíamos que
a veces nos abrumaban la amabilidad y excesiva opción tomar, le pedimos al capitán Pardo navegar
diligencia del capitán y sus oficiales que creían que hacia el oeste en dirección de las islas Ross y
sólo estábamos “a salvo” cuando nos hallábamos en McMurdo Sound. Puesto que el mar estaba en
los diminutos camarotes que tan caballerosamente calma y libre de bloques de hielo, estuvo de acuerdo
habían desalojado para nosotras. en hacerlo; de modo que cuando avistamos la
columna de humo del Volcán Erebus, lo festejamos
5
Sir Ernest Shackelton (1874-1922), explorador británico de la Antár- consumiendo la otra media caja de Viuda Clicquot.
tica, miembro de la expedición de Scott.
6
Finca ganadera
El Yelcho ancló en la Bahía Arrival y llegamos a
7
Vaca de raza pura tierra en el bote del barco. No acierto a describir la
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emoción que sentí cuando mis pies tocaron suelo, complacencia y nos ovacionaron hasta que llegamos
esa tierra estéril de guijarros congelados al pie de al bote.
la montaña volcánica. Me invadieron el júbilo, El estrecho de McMurdo Sound se hallaba
la ansiedad, la gratitud, el temor, la intimidad. descongelado y el capitán Pardo propuso, entonces,
¡Sentí que por fin estaba en casa! Enseguida ocho que abandonáramos la Isla Ross y navegáramos hasta
pingüinos Adélie nos recibieron con alborozada Campo Victoria en donde podríamos acampar al pie
algarabía acompañada de evidente inconformidad. de las Montañas del Oeste en territorio seco y firme.
¿Dónde diablos estaban? ¿Por qué tardaron tanto? Pero esas cumbres, con sus cúspides borrascosas y
La cabaña se encuentra siguiendo este sendero. nubladas y sus encrucijadas y glaciares, se veían
Por favor no se desvíen. ¡Cuidado con las piedras! tal como el capitán Scott las había descrito en su
Insistieron en que fuésemos al lugar conocido como exploración al occidente y ninguna de nosotras
“Punta Cabaña,” en donde el equipo del capitán quiso buscar refugio en ellas.
Scott había construido una enorme estructura que A bordo del barco esa noche decidimos regresar
se levantaba tal como aparecía en las fotografías y establecer nuestra base, tal como lo habíamos
y láminas que ilustran su libro. Sin embargo, el proyectado en un comienzo, en el Barrier mismo;
lugar era desagradable – una suerte de camposanto pues todos los informes de que disponíamos
cimentado con pieles y huesos de foca, osarios indicaban que la ruta más expedita hacia el sur
de pingüinos y desperdicios, ambientados por el consistía en cruzar el nivel del Barrier, hasta que
enloquecedor bullicio de las gaviotas. Nuestros pudiéramos ascender uno de los estrechos que
singulares acompañantes, contoneándose como comunican a la vasta meseta que surge para formar
patos, atravesaron inmutables el matadero y uno de el grueso del continente. El capitán Pardo rechazó
“ellos” me mostró personalmente la entrada aunque con vehemencia nuestro plan, preguntándonos ¿qué
no quiso cruzarla. sería de nosotras si el Barrier “pariera”? – es decir,
El interior de la cabaña era menos agresivo, si el casquete de hielo en el que estábamos paradas
pero igualmente desolador. Cajas de provisiones se desprendiera y derivara hacia el norte. – Bien – ,
arrumadas en una especie de cuarto dentro exclamó Zoé, –entonces no tendrá que ir muy lejos a
del recinto; nada de lo que había imaginado buscarnos –. Pero fue tan persuasivo, que él mismo
correspondía al momento en el cual, el personal acabo cediéndonos uno de los botes del Yelcho para
del Discovery montó su espectáculo de juglares y que cuando acampáramos, sirviera de escape. Más
melodramas en la larga noche de invierno (Poco tarde el bote resultó ser de gran utilidad para pescar.
después, nos enteramos de que Sir Ernest la había Mi primera incursión en territorio de la Antártica,
reacondicionado considerablemente, cuando estuvo mi única visita a la Isla Ross, no fue solo placer.
allí, un año antes que nosotras). Estaba abandonada Evoqué dos versos del poeta inglés:
y sucia por doquier. Había una libra de té en lata
destapado, latas de carne vacías y dispersas aquí y He aquí que todos los caminos encantan
allá, galletas regadas por el suelo, excrementos de Sólo el Hombre es vil.8
perro en el piso, naturalmente congelados, pero no
mucho más agradables por ello. No cabe duda de Pero también es cierto que la otra cara del
que los ocupantes debieron salir de prisa, quizás heroísmo suele ser triste. Las mujeres y la
bajo una tormenta. Aún así, debieron tapar la lata servidumbre lo saben. También saben que no por
de té. Pero el orden y el aseo de la casa, el arte del ello es menos real. Y la gloria es más pequeña de
infinito, no se improvisa. lo que los hombres creen. Inmensos son el cielo,
A Teresa se le ocurrió que empleáramos la la tierra, el mar y el espíritu. Esa noche mire hacia
cabaña como campamento. Zoé, por el contrario, atrás mientras el buque navegaba hacia el este. Era
insinuó que le prendiéramos fuego. Finalmente, tras septiembre y teníamos diez o más horas de luz. El
cerrar la puerta, la dejamos tal como la habíamos 8
Del “Himno de La Montaña Nevada de Groenlandia” del Obispo Regi-
encontrado. Los pingüinos parecían dar muestras de nald Heber (1783-1826)
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ocaso de la primavera se proyectaba sobre los tres esas madrigueras o conejeras funcionaban a
mil seiscientos metros del pico del Erebus y relucía la perfección, permitiéndonos tanto calor y
oro y rosa a través de su larga columna de humo. El privacidad como razonablemente se podía esperar
vapor de nuestra pequeña caldera se tornaba azul en en esas circunstancias. Si el Yelcho fuese incapaz
el agua crepuscular mientras nos deslizábamos por de atravesar el hielo en febrero y nos viésemos
la imponente y pálida pared de hielo. obligadas a pasar el invierno en la Antártica, desde
De regreso a “Bahía Orca” – años después, nos luego que podríamos hacerlo, aunque con víveres
enteramos que Sir Scott Ernest la había llamado la muy racionados. Para el verano siguiente, nuestro
Bahía de las Ballenas – encontramos una ensenada campamento base – América del Sur Sur que
apacible a orillas del Barrier suficientemente generalmente llamábamos la Base – era sólo un lugar
accesible para atracar. El Yelcho tiró su ancla al hielo; para dormir, guardar provisiones y resguardarnos de
y luego los largos días siguientes fueron de arduo las ventiscas.
trabajo, descargando y montando el campamento No obstante, para Berta y Eva era más que
sobre el hielo, a quinientos metros de la orilla, labor un refugio. Ellas eran sus principales artífices y
en la cual la tripulación del Yecho nos prestó una arquitectas, sus más ingeniosas excavadoras y sus
valiosísima colaboración. Aunque aceptamos su moradoras más diligentes y divertidas. Siempre
ayuda agradecidas, recibimos sus consejos con algo ingeniándose e innovando algo en el sistema de
de escepticismo. ventilación, estudiando cómo crear tragaluces o
Hasta ese momento, el clima había estado añadiendo un nuevo cuarto a la serie de habitaciones
extraordinariamente moderado para ser primavera enclavadas en el hielo. Gracias a ellas, las provisiones
en esa latitud; la temperatura no había bajado de estaban a mano, la estufa encendía y calentaba
los 9.5º centígrados bajo cero y apenas si sopló una con eficiencia y Buenos Aires era un emporio de
ventisca mientras montábamos la base. No obstante, comodidad y bienestar en donde nueve personas
el capitán Scott se había referido con viva emoción a cocinaban, comían, trabajaban, conversaban,
los vientos gélidos del sur en el Barrier, factor que ya discutían, refunfuñaban, pintaban, tocaban guitarra
habíamos considerado. Como nuestro campamento se y banjo y cuidaban de la colección de libros y mapas
hallaba expuesto a todos los vientos, no construimos de la expedición. Vivíamos en franca cordialidad
ninguna estructura rígida en la superficie. Alzamos y si alguien quería estar a solas, sencillamente se
tiendas de protección mientras cavábamos hileras deslizaba en su trinchera con el cuerpo de cabeza.
de nichos en la nieve, aislados con heno, revestidos Berta fue un poco más lejos. Cuando había
de pino y techados con lona sobre varas de bambú hecho todo lo posible por hacer de América del
que luego recubríamos de nieve, a fin de sortear las Sur Sur un lugar habitable cavó una celda más,
ventiscas y aislarnos del frío. justo debajo de la superficie congelada, dejando
De inmediato, el cuarto principal fue bautizado una lámina de hielo casi transparente, semejante al
Buenos Aires por nuestras argentinas, para quienes techo de un invernadero; y allí, a solas, se dedicó a
el centro, donde quiera que se encuentren, es labrar esculturas. Eran formas espléndidas, muchas
siempre Buenos Aires. La cocina y la calefacción de ellas combinaciones de una figura humana
se hallaban en Buenos Aires. La cámara de mezclada con los sutiles contornos y volúmenes de
almacenamiento y el baño (llamado Punta Arenas) la foca de Weddell; otras, tenían forma de cornisas y
obtenían calor de la estufa. Los cubículos donde grutas de hielo. Quizás, todavía se preserven bajo la
dormíamos, que comunicaban al salón Buenos nieve en la burbuja del Gran Barrier. Allí donde ella
Aires, eran muy estrechos, meros tubos en los que las esculpió podrían permanecer tanto tiempo como
primero deslizábamos los pies; estaban recubiertos una roca. Pero no pudo llevarlas consigo al norte,
de heno y se calentaban de inmediato con el calor ese es el precio por esculpir el agua.
del cuerpo. Los marineros los llamaban “ataúdes” El capitán Pardo estaba renuente a marcharse,
o “capullos de gusanos” mientras contemplaban pero sus órdenes no le permitían quedarse en el Mar
con horror nuestros agujeros en el hielo. Pero de Ross indefinidamente. De manera que al fin, con
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muchas ordenanzas para nosotros – permanecer que éramos al menos tan buenas para el trineo de
quietas, no realizar caminatas, no tomar riesgos, tener tiro como los perros esquimales del capitán Scott.
cuidado de no congelarnos, no utilizar herramientas Claro está que no era de esperar que haláramos tan
punzantes, estar atentas a las hendiduras en el hielo rápido y tanto como sus hombres. Sencillamente
– y su sentida promesa de regresar a Bahía Orca el fue así porque tuvimos la fortuna de contar con un
veinte de febrero o en fecha tan cercana a esta como clima mucho más benévolo que el que ellos habían
el viento y el hielo lo permitieran, el buen hombre encontrado en el Barrier; y la cantidad y calidad
se despidió y su tripulación nos regaló con un adiós de nuestros alimentos también supuso una notable
jubiloso mientras levantaban ancla. Esa noche en diferencia. Estoy segura de que el quince por
el extenso crepúsculo naranja de octubre, vimos el ciento de las frutas deshidratadas de nuestra dieta
mástil del Yelcho desaparecer en el horizonte norte contribuyeron a prevenir el escorbuto; y las papas,
del círculo polar, abandonándonos en medio del deshidratadas y congeladas de acuerdo con un
hielo y el silencio del Polo Sur. método milenario de los Andes, eran más nutritivas,
Aquella noche empezamos a planear la travesía livianas y compactas, una ración perfecta para
hacia el Sur. El mes transcurrió en medio de cortas acarrear en trineo. En todo caso, fue con enorme
prácticas de exploración y ubicación estratégica confianza en nuestras capacidades que finalmente
de alimentos a lo largo de la ruta. La vida que estuvimos preparadas para viajar al Polo Sur.
habíamos llevado en casa, aunque también era La caravana “Polo Sur” estaba conformada por
exigente, no nos había capacitado para enfrentar dos equipos de trineo: Juana, Dolores y yo; Carlota,
la tensión que generaban los recorridos en trineo Pepita y Zoé. El equipo de aprovisionamiento iría
a diez o doce grados bajo cero. Requeríamos de sólo hasta el glaciar, exploraría rutas y dejaría
todo el entrenamiento posible antes de atrevernos a acopios de suministros para nuestro viaje de
emprender un proyecto largo. regreso. Salimos cinco días después de ellas y nos
La excursión más larga que emprendí fue con las encontramos de regreso entre los depósitos
Carlota y Dolores al suroeste, hacia el Monte Ercilla y Miranda (ver mapa). Esa “noche” (desde
Markham y fue una verdadera pesadilla, sembrada luego no había oscuridad real), las nueve estábamos
de ventiscas, riscos de hielo a presión,9 grietas, cero juntas en el centro de la meseta de hielo. Era el
visibilidad al llegar a las montañas; y de regreso, quince de noviembre, el día del cumpleaños de
nieve y sastrugi.10 El viaje fue no obstante provechoso Dolores. Lo celebramos vertiendo ocho onzas de
pues nos permitió medir nuestras capacidades. pisco en el chocolate caliente. Nos pusimos muy
Asimismo, logramos depositar estratégicamente contentas y cantamos. Ahora me resulta extraño
nuestros pesados víveres cada 160 y 220 kms. En recordar el sonido de nuestras voces aflautadas en el
dirección sso (sur-suroeste) de la Base. vasto silencio. Hacía un tiempo nublado y blanco,
A partir de entonces, otros grupos avanzaron sin sombras ni visibilidad y nada que resquebrajara
más lejos, hasta que dispusimos de montones de el horizonte. No había absolutamente nada que ver.
pedruscos de nieve y depósitos de provisiones en Habíamos arribado a esa región blanca del mar,
hilera que alcanzaban la latitud 83º 43’, en donde vacía, y allí, volamos y cantamos como ruiseñores.
Juana y Zoé, en un viaje de exploración descubrieron Después de dormir y disfrutar de un buen
una especie de gruta de hielo que desembocaba desayuno, el grupo Base continuó rumbo al norte y
sobre un amplio glaciar con salida al mar. Ubicamos la comitiva Polo Sur prosiguió en trineo. Enseguida
estos depósitos para evitar en lo posible el hambre, el tiempo aclaró. En lo alto del cielo, las nubes se
que azoló con sus secuelas de miseria y debilidad dirigían vertiginosamente de suroeste a noroeste;
la Expedición del Sur del capitán Scott. De paso, pero abajo, en el Barrier reinaban la calma y el frío.
nos percatamos, para nuestra intensa satisfacción, Cinco o diez grados bajo cero, lo cual nos aseguraba
una superficie suficientemente firme para viajar.
9
Picos que se forman en los mares de la Antártica debido a las presiones
del hielo del mar.
Nunca avanzábamos menos de once millas,
10
Largas olas en forma de crestas de nieve. diecisiete kilómetros al día, aunque por lo general,
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eran quince o dieciséis millas, veinticinco kilómetros montañas del suroeste, el gran glaciar que iba a
a ras de piso. Los instrumentos de medición que permitirnos pasar del nivel del mar del Barrier a la
teníamos, por ser de fabricación británica, estaban meseta, tres mil metros más arriba. El acercamiento
calibrados en pies, millas, grados Fahrenheit, etc., fue espectacular: la entrada estaba formada por
pero a menudo hacíamos la conversión de millas inmensos domos verticales y pilares de roca. Zoé y
a kilómetros porque los números grandes nos Juana habían denominado al incomensurable río de
animaban más. Por la época en que dejamos Sur hielo que se deslizaba a través de la entrada, Glaciar
América, sólo sabíamos que el Sr. Shackleton había Florence Nightingale,12 haciendo honor a la británica
organizado otra expedición a la Antártica en el año que fuera musa y guía de nuestra expedición. A
de 1908, que había tratado de llegar al Polo, pero nuestro modo de ver esta valiente y singular dama
había fracasado y había regresado a Inglaterra ese representaba lo más selecto y granado de la raza
mismo mes de junio de 1909. Cuando partimos, isleña. En los mapas, por supuesto, este glaciar
en Suramérica todavía no se tenía noticia de sus aparece con el nombre que le dio el Sr. Shackleton,
exploraciones, no sabíamos qué ruta había elegido el Beardmore.
ni qué tan lejos había llegado. La ascensión al Nightingale fue dura. La ruta,
Sin embargo, no nos sorprendió del todo cuando en principio, estaba despejada y bien demarcada por
divisamos un diminuto punto negro que ondulaba nuestro grupo de base. Pero, pocos días después,
a lo lejos en la monótona y blanca planicie, bajo nos encontramos en medio de aterradoras grietas, un
los picos de las montañas y el extraño y silencioso laberinto de hendiduras ocultas que oscilaban entre
vuelo en espiral de las nubes multicolores. Viramos los treinta centímetros y los diez metros de ancho y
nuestro rumbo al oeste para verlo: era un cúmulo de entre los nueve a trescientos metros de profundidad.
nieve casi sepultado por las tormentas de invierno Íbamos paso a paso y por el camino siempre
con una bandera en una asta de bambú – simple empinado. Permanecimos quince días en el glaciar.
jirón de tela raída. También había una aceitera vacía Al comienzo, el clima estuvo cálido, sobre los 9.5º, y
y unas cuantas huellas que se conservaban intactas las noches tibias, sin tinieblas, fueron terriblemente
varios centímetros por encima del hielo. En ciertas incómodas en nuestras estrechas carpas. Todas
condiciones del clima, la nieve comprimida bajo padecimos más o menos de ceguera por la nieve,
el peso de alguien se conserva cuando la capa de justo en el momento en que más necesitábamos una
nieve que la rodea se ablanda o es barrida por el vista nítida para seguir el accidentado camino de
viento; de modo que estas pisadas invertidas habían hielo en medio de riscos y desfiladeros, y para ver
subsistido todo el tiempo como hormas de madera los maravillosos parajes que nos rodeaban. A cada
de zapatería, un espectáculo extraño. paso surgían ante nuestra mirada hacia el oeste y
No hallamos más rastros en el camino. En el suroeste estribaciones, majestuosos picos sin
general, creo que nuestra ruta era un poco más nombre, cumbres sobre cumbres, imponentes riscos
al este que la del Sr. Shackleton. Juana, nuestra y nieves etéreas en un mediodía sin fin.
agrimensora, se había entrenado bien y era precisa Dimos nombres a estos picados aunque sin
y metódica en sus lecturas y observaciones, pero mucha seriedad porque no esperábamos que
nuestra instrumentación era exigua – un teodolito nuestros descubrimientos llamaran la atención
con trípode, un sextante con horizonte artificial, de los geógrafos. Zoé tenía un don especial para
dos brújulas y cronómetros.11 Apenas contábamos ello; de manera que gracias a ella, ciertos croquis
con un odómetro en el trineo a fin de registrar las en muchos áticos de barrios sudamericanos lucen
distancias recorridas. rótulos tan curiosos como “La Gran Nariz de
De todas formas, fue al día siguiente de haber Bolívar,” “Soy el General Rosas,”13 “El Hacedor de
encontrado la demarcación del Sr. Shackleton, que Nubes,” “¿De es Quién Este Pie?” y “El Trono de
avistamos por primera vez y con nitidez entre las
12
Florence Nightingale (1820-1910): escritora feminista británica y una
11
El sextante mide la altitud de las estrellas, el teodolito mide ángulos; de las primeras enfermeras de su país.
los dos se utilizan en agrimensura y navegación. 13
Juan Manuel Rosas (1793-1877): dictador argentino.
138 Cuento por Ursula K. Le Guin

Nuestra Señora de la Cruz del Sur.” Y cuando por fin desolado: quizás un mojón, algún listón con una
llegamos al altiplano, fue Zoé quien bautizó la gran bandera, pero no encontramos razón para hacerlo.
planicie La Pampa, imaginándose que caminábamos Cualquier cosa que pudiéramos hacer, lo que fuera
entre grandes rebaños de vacas invisibles, ganado que éramos, era absolutamente insignificante en
transparente pastando en la escarcha de la nieve ese terrible lugar. Así que montamos la carpa para
cuyos gauchos eran los vientos indómitos y hostiles. abrigarnos durante un rato, preparamos té y luego
Todas estábamos para entonces un poco mareadas salimos a 90º en dirección hacia el campamento
por el agotamiento, la gran altura de tres mil Base. Dolores, tan paciente como siempre, con su
quinientos metros, el frío y el viento que arreciaban, arnés de halar el trineo miró la nieve; como estaba
y las cruces y anillos luminosos alrededor de los tan congelada que no dejaba ver las huellas que
soles, porque por momentos había hasta tres o habíamos hecho al llegar, preguntó ¿Hacia dónde?
cuatro soles en lo alto del cielo. – Hacia el norte – respondió Juana. Era una
Debimos dar media vuelta, pero puesto que broma porque en ese lugar tan excepcional no había
habíamos trabajado tan duro, nos pareció que otra orientación posible.14 Sin embargo, nadie rió.
debíamos seguir al menos un trecho más. Una Nuestros labios estaban demasiado adoloridos
ventisca sopló con muy bajas temperaturas de y agrietados por la escarcha como para reírnos.
modo que debimos permanecer en las tiendas Emprendimos el viaje de regreso mientras el viento
dentro de los sacos de dormir por más de treinta a nuestras espaldas nos empujaba, al tiempo que
horas, descanso que todas necesitábamos, a pesar limaba los bordes cortantes de las olas de hielo
de que era calor lo que más precisábamos en ese escarchado.
lugar no había más calor que el de la sangre que Toda esa semana la ventisca nos acosó como
corría por nuestras venas. Durante todo ese tiempo una jauría de perros furiosos. No puedo describirlo.
permanecimos abrazadas las unas a las otras, pues Quisiera no haber ido jamás. Incluso todavía lo
la capa de hielo sobre la que estábamos acostadas creo así. Pero me siento feliz de no haber dejado
tenía tres kilómetros de espesor. ninguna señal allí. Pues si por casualidad un hombre
Pronto amaneció, con lo que era muy buen anhelando ser el primero en llegar allí, hubiese
tiempo para la planicie: cinco grados bajo cero y un descubierto algo, entonces sabría que había sido un
viento moderado. Las tres salimos de nuestra carpa tonto y ello le rompería el corazón.
y nos reunimos con las otras tres. Carlota manifestó Hablábamos cuando podíamos hablar, de alcanzar
que su grupo quería regresar. Pepita se sentía muy el grupo de Carlota ya que tal vez iban más despacio
mal, pese al descanso después de la nevada, su que nosotras. De hecho, ellas habían utilizado su
temperatura no bajaba de los 37º. Carlota tenía carpa como una vela de barco, y aprovechando el
dificultades para respirar y Zoé, que se encontraba viento a su favor, habían conseguido sobrepasarnos,
en perfectas condiciones, prefería permanecer aunque fueron dejando en diversos sitios montículos
junto a sus amigas, dándoles una mano antes que de nieve o algún rastro para nosotras. En una ocasión,
proseguir hacia el Polo. De modo que vertimos en Zoé escribió en el costado de una sastruga de tres
el chocolate del desayuno las cuatro onzas de pisco metros igual que los niños escriben en la arena de
que habíamos reservado para la navidad, levantamos la playa de Miraflores, “Por aquí!” El que el viento
las tiendas, equipamos los trineos y partimos bajo la soplara los surcos escarchados hacía las palabras
blanca luz del día en de la gélida planicie. perfectamente legibles. En el preciso instante en
Para ese momento nuestro trineo estaba bastante que empezamos a descender del glaciar, el tiempo se
ligero. Nos apresurábamos al sur. Juana medía a tornó más cálido y los perros furiosos se quedaron
diario nuestra posición. El veintidós de diciembre de atrás aullando para siempre en el Polo. La distancia
1909 llegamos al Polo Sur. El tiempo estaba como que nos tomó quince días subir, la bajamos tan sólo
siempre, inclemente. Absolutamente nada opacaba en ocho días. Pero el buen tiempo que nos favoreció
la monótona blancura. Discutimos si debíamos descendiendo del Nightingale, se convirtió en
dejar alguna marca o monumento en aquel lugar 14
El Polo Sur está a 90º grados de latidud y 0º de longitud.
SUR. Breve informe de la Expedición Yelcho al Polo Sur (1909-1910) 139

una verdadera pesadilla en el Barrier, en dónde cuatro años de estudio en un convento, y casada a la
esperábamos ir fácilmente de un depósito a otro en edad de dieciséis años, la pobre chica, a los veinte,
los últimos tres kilómetros, comiendo a nuestras todavía era tan ignorante que llegó a creer que “el
anchas y tomándonos todo el tiempo del mundo. tiempo frío” había sido lo que le había retrasado la
En un pasaje estrecho del glaciar perdí mis anteojos menstruación; lo cual no era del todo descabellado.
(en un momento en que quedé colgando de mi arnés En efecto, en la Travesía al Polo Sur, todas habíamos
sobre una grieta); Juana, por su parte, había roto los experimentado cambios o una suspensión completa
suyos tratando de descender un peñasco en busca de del periodo, al tiempo que padecíamos un aumento
la salida. Luego de dos días bajo un sol brillante, con de frío, hambre y fatiga. El apetito de Teresa había
un solo par de gafas de alpinismo que pasábamos empezado a atraer la atención de todas y ella
de mano en mano, todas estábamos sufriendo de había comenzado dramáticamente a “engordar.”
una severa ceguera a causa del resplandor de la Las demás estaban preocupadas con lo que había
nieve. Maniobras como ubicar la señalización o las trajinado halando el trineo, pero al contrario, floreció
banderas de los depósitos de provisiones, efectuar y la única preocupación que tuvimos fue su apetito
observaciones o incluso estabilizar la aguja de la insaciable. A juzgar por lo pocos detalles que con
brújula se volvieron extremadamente dolorosas. mucha timidez contó sobre su última noche en la
En el depósito de Concolorcorvo nos dimos por hacienda con su esposo, la criatura debía nacer justo
vencidas, deslizándonos en los sacos de dormir por la misma fecha en que abordaríamos el Yelcho,
con los ojos vendados para sudar como langostas el veinte de febrero. Pero no habían transcurrido
hervidas dentro de la carpa bajo un sol abrasador. dos semanas desde nuestro regreso de la Travesía
Las voces de Berta y Zoé fueron entonces las voces al Polo Sur, cuando, el catorce de febrero, empezó
más dulces que yo haya escuchado jamás. Un tanto trabajo de parto.
preocupadas por nosotras, habían esquiado hasta Varias de nosotras teníamos hijos y habíamos
donde estábamos. Nos condujeron a la Base. cooperado en varios partos; y, de todos modos,
Nos recuperamos pronto, pero la meseta nos lo que hay que hacer en una situación de estas,
dejó cicatrices. Siendo una niña, Rosita habría de es casi siempre evidente. Pero un primer parto
preguntarme si un perro “había mordido los pies de puede ser prolongado y riesgoso y todas estábamos
mamá.” Entonces le contesté que: – Sí – y le hablé de ansiosas; en tanto que Teresa estaba profundamente
un perro grande, blanco, rabioso, llamado ¡Ventisca! aterrorizada. No hizo más que llamar a su José
De niños, mi Juanito y mi Rosita escucharían las hasta que se puso tan ronca como un págalo.15 Zoé,
historias de aquel temible perro y de cómo aullaba finalmente, perdió la paciencia y le dijo: – ¡Por Dios,
y del ganado transparente de los gauchos invisibles Teresa, si dices ‘José’ una vez más, espero que des
y de un río de hielo de dos mil cuatrocientos metros a luz un pingüino! – Pero después de veinte largas
de altura, llamado Nightingale, y, de cómo mi prima horas, tuvo una preciosa bebé de cachetes rosados.
Juana tomaba tazas de té parada en el fondo del Las ocho tías – comadres – postulamos diferentes
mundo bajo siete soles y otros cuentos de hadas. nombres para la recién nacida: Polita, Pingüina,
Pero una conmoción más severa nos esperaba McMurdo, Victoria…Pero Teresa después de haber
cuando por fin llegamos a la Base. Teresa estaba en dormido bien y degustado un frugal desayuno de
embarazo. Debo admitir que mi primera reacción al carne y fruta deshidratadas, manifestó: – La llamaré
ver el estomago abultado y la mirada tímida de la Rosa, “Rosa del Sur” – . Esa noche escanciamos las
pobre muchacha fue ciertamente de disgusto, rabia dos últimas botellas de Viuda Clicquot (habiendo
y furia. En una circunstancia semejante, que alguna consumido el pisco a 88º 30’ sur) en honor a nuestra
de nosotras le hubiese ocultado algo – y tamaña cosa pequeña Rosa.
– a las otras, me parecía inconcebible. Pero Teresa El diecinueve de febrero, irrumpió sorpresiva-
no había hecho nada de eso. Sólo aquellos que le mente Juana en Buenos Aires – “El barco,” dijo,
habían ocultado lo que ella más necesitaba saber “arribo el barco” y rompió en llanto, ella que jamás
eran culpables. Educada por criados, con tan sólo 15
Ave marina depredadora.
140 Cuento por Ursula K. Le Guin

había llorado en las semanas de dolor y agotamiento Agrego esta última nota en 1929.
que duró la travesía. Durante estos años hemos perdido contacto las
Del viaje regresamos sanas y salvas. En 1912, unas con las otras. Es muy difícil reunirse para las
el mundo entero supo que el valiente noruego mujeres que como nosotras vivimos tan lejos las
Amundsen16 había llegado al Polo Sur; y luego, unas de las otras. Desde que Juana falleció, no he
mucho después, aparecieron las crónicas que vuelto a ver a ninguna de mis antiguas compañeras
contaban cómo el capitán Scott y sus hombres de travesía en trineo, aunque a veces nos escribimos.
habían llegado allí, después de él, sin que ninguno Nuestra pequeña Rosa del Sur murió de escarlatina
regresara a casa. a la edad de cinco años. Teresa tuvo muchos más
A principio de ese año, Juana y yo le escribimos hijos. Carlota abrazó los hábitos en Santiago hace
al capitán del Yelcho, pues todos los periódicos diez años. Ahora estamos viejas con esposos viejos,
estaban atestados con noticias del rescate de Ernest hijos grandes y nietos que quizás algún día quieran
Shackleton que habían efectuado con gallardía y leer algo acerca de la Expedición. Aunque se
valor la tripulación del Yelcho en la Isla Elefante; avergüencen de tener una abuela chiflada, se gozaran
queríamos felicitarlo y agradecerle una vez más el secreto. ¡Pero ellos no deben permitir que el Sr.
su valiosísima ayuda. Jamás ha revelado una sola Amundsen lo sepa! Se llenaría de pena y decepción.
palabra de nuestro secreto. Luis Pardo es un hombre No hace falta que lo sepan ni él ni nadie fuera de mi
de palabra. familia. Por eso no dejamos ni una huella siquiera.

16
Roald Amundsen (1872-1928): explorador noruego, el primer hom-
bre que conquistó el Polo Sur.

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