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I. Contexto
La situación socio-política y sanitaria, del país y del mundo que a todos nos ha tenido
preocupados y ocupados, nos motiva a incorporar en nuestro curso de Ética Cristiana (ICR 020)
elementos de la visión cristiana y de su actuar ético a la reflexión de la contingencia nacional.
Para el cristianismo el ser humano es creatura de Dios y tiene un origen, un proyecto y una meta
de amor y felicidad. Por esta razón el ser humano está llamado a comprenderse como un ser-en-
relación, donde junto con otros formen una comunidad de amor a Dios y al prójimo. Jesucristo,
el Hijo de Dios, que por su encarnación nos señala el camino de una humanidad invitada a la
trascendencia, nos invita a tener una mirada más humanizadora y sanadora de nuestras
relaciones. Por eso, es justo y necesario, ante los recientes acontecimientos que vivimos como
sociedad chilena y mundial, conversar, con empatía y simpatía, cómo el cristianismo es siempre
una propuesta y una invitación para la persona en su contexto. Esto nos ayudará a ampliar el
horizonte de nuestra reflexión crítica sobre la persona humana y del compromiso ético en la
sociedad, el ser corresponsables del bienestar del otro, promoviendo una actitud prosocial.
II. Textos
A continuación, te presentamos cinco textos que te servirán para el discernimiento desde la
perspectiva cristiana la situación que vive Chile en este tiempo. Lee cada uno de ellos y luego
realiza las actividades.
Texto 1. La crisis es moral, no política
La vocación fundamental del ser humano-amar y ser amado-, está relegada al final de la lista
de prioridades en la sociedad chilena. Nos hace falta más amor, más ternura, más afecto, más
misericordia. La anemia afectiva se manifiesta como una “globalización de la indiferencia” –
como dice Francisco-, y en un individualismo y egoísmo irritantes.
Los resultados están a la vista: En Chile, aproximadamente 650 mil jóvenes, entre 18 y 29
años, no estudian ni trabajan; altas tasas de enfermedades mentales y suicidios entre ellos;
miles de ancianos solos, abandonados, de los que nadie se preocupa, con tasas de suicidio cada
vez mayores; miles y miles de mujeres abandonadas por sus maridos, cientos de miles de
mujeres maltratadas. A ello, sumemos el hecho que de tres de cada cuatro de nuestros niños
que han sufrido algún tipo de violencia en sus casas, vecindarios o colegios. La violencia y la
soledad, en Chile son una pandemia.
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El país apostó por un modelo que gira en torno al consumo, a la competencia, al tener más.
Ello deja heridos en el camino, el Papa los llama “los descartados”. El modelo imperante
apostó a que el bien individual prevaleciera por sobre el bien común, y ello llevó a que alguna
de las más altas figuras del mundo civil, militar, policial, judicial, empresarial y también eclesial,
se vieran envueltos en situaciones que han hecho mucho daño a todos los chilenos. Coludirse
para aumentar el precio de los medicamentos, los alimentos y los servicios básicos es un
pecado y un delito que clama al cielo, así como eludir impuestos, beneficiarse con recursos del
fisco, usar las influencias para obtener favores, enriquecerse de manera ilícita, entre otros.
Chile no apostó a que el entramado social girara en torno a la virtud, al compartir, a la
austeridad, al amor al prójimo.
Hoy, en que se culpan los unos a los otros, los invito a que dejemos de mirar la paja en el ojo
ajeno y miremos la viga que llevamos en el nuestro, a que reconociéramos el daño causado, y,
como Zaqueo, pidamos perdón, volvámonos mal habido, y nos empeñemos en la
construcción de una sociedad más justa y más fraterna. Los cambios se verán en el corto plazo.
Se acabarían las largas esperas en los hospitales públicos; se acabarían las brechas que dividen
a los menos que tienen cada vez más y los más que tienen cada vez menos; terminaríamos,
además, con los bingos, las rifas, las completadas y las alcancías en los supermercados para
proveer de bienes y servicio a los que nada tienen y que en justicia les correspondería ser la
primera prioridad de la sociedad.
Este es el camino que nos llevará a la paz social que tanto anhelamos. Por lo tanto, en mi
opinión, la situación que vive Chile no es un asunto primordialmente económico ni político.
Es mucho más profundo que ello; es un tema moral puesto que la pregunta que todo hombre
se hace de cara a la vida ¿qué debo hacer?, se respondió de manera equivocada, y ello hace
muchos años. La respuesta a la pregunta ¿qué debo hacer? ha de estar, desde hoy, centrada en
el otro y no en uno mismo. Sólo así se terminará con las odiosas distancias que nos separan y
que nos segregan. Sólo así, nos podremos mirar a los ojos como hermanos. Así tendremos
paz, y en abundancia, porque habrá justicia. Allí comenzará una nueva primavera que nos
llevará a sacar los cercos que nos dividen y que causan tanto daño y tanto dolor. Por último,
si quieren conocer de forma magistral lo que nos está pasando, les recomiendo leer de León
Tolstoi, la muerte de Ivan Illich. Es la historia de un enfermo grave que sólo quería que lo
abrazaran, en definitiva, su gran enfermedad y, la peor de todas, era no tener la experiencia
del amor que sana lo incurable y, sin el cual, como dice San Pablo, no somos nada. Que cierto
es cuando Silvio Rodríguez dice, sólo el amor engendra la maravilla. ¿Es mucho pedir encauzar
todo cuanto hacemos, decimos, y pensamos, en esta dirección?
Hago un llamado a la oración y al compromiso firme de todos a trabajar por el bien común,
terminar con todo tipo de violencia. Los invito a comenzar la gran batalla, tal vez la más dura,
la batalla contra uno mismo para terminar con todo lo que nos impide embarcarnos en la
construcción de una sociedad a la altura de nuestra dignidad como seres humamos.
+ Fernando Chomali
Arzobispo de Concepción
Concepción, 22 de octubre de 2019.
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Esperanzas y temores
4. Para cumplir esta misión es deber permanente de la Iglesia escrutar a fondo los signos de la época e
interpretarlos a la luz del Evangelio, de forma que, acomodándose a cada generación, pueda la Iglesia
responder a los perennes interrogantes de la humanidad sobre el sentido de la vida presente y de la
vida futura y sobre la mutua relación de ambas. Es necesario por ello conocer y comprender el mundo
en que vivimos, sus esperanzas, sus aspiraciones y el sesgo dramático que con frecuencia le caracteriza.
He aquí algunos rasgos fundamentales del mundo moderno.
El género humano se halla en un período nuevo de su historia, caracterizado por cambios profundos
y acelerados, que progresivamente se extienden al universo entero. Los provoca el hombre con su
inteligencia y su dinamismo creador; pero recaen luego sobre el hombre, sobre sus juicios y deseos
individuales y colectivos, sobre sus modos de pensar y sobre su comportamiento para con las realidades
y los hombres con quienes convive. Tan es así esto, que se puede ya hablar de una verdadera
metamorfosis social y cultural, que redunda también en la vida religiosa.
Como ocurre en toda crisis de crecimiento, esta transformación trae consigo no leves dificultades. Así
mientras el hombre amplía extraordinariamente su poder, no siempre consigue someterlo a su servicio.
Quiere conocer con profundidad creciente su intimidad espiritual, y con frecuencia se siente más
incierto que nunca de sí mismo. Descubre paulatinamente las leyes de la vida social, y duda sobre la
orientación que a ésta se debe dar.
Jamás el género humano tuvo a su disposición tantas riquezas, tantas posibilidades, tanto poder
económico. Y, sin embargo, una gran parte de la humanidad sufre hambre y miseria y son
muchedumbre los que no saben leer ni escribir. Nunca ha tenido el hombre un sentido tan agudo de
su libertad, y entretanto surgen nuevas formas de esclavitud social y psicológica. Mientras el mundo
siente con tanta viveza su propia unidad y la mutua interdependencia en ineludible solidaridad, se ve,
sin embargo, gravísimamente dividido por la presencia de fuerzas contrapuestas. Persisten, en efecto,
todavía agudas tensiones políticas, sociales, económicas, raciales e ideológicas, y ni siquiera falta el
peligro de una guerra que amenaza con destruirlo todo. Se aumenta la comunicación de las ideas; sin
embargo, aun las palabras definidoras de los conceptos más fundamentales revisten sentidos harto
diversos en las distintas ideologías. Por último, se busca con insistencia un orden temporal más
perfecto, sin que avance paralelamente el mejoramiento de los espíritus.
Afectados por tan compleja situación, muchos de nuestros contemporáneos difícilmente llegan a
conocer los valores permanentes y a compaginarlos con exactitud al mismo tiempo con los nuevos
descubrimientos. La inquietud los atormenta, y se preguntan, entre angustias y esperanzas, sobre la
actual evolución del mundo. El curso de la historia presente en un desafío al hombre que le obliga a
responder.
29. La igualdad fundamental entre todos los hombres exige un reconocimiento cada vez mayor. Porque
todos ellos, dotados de alma racional y creados a imagen de Dios, tienen la misma naturaleza y el
mismo origen. Y porque, redimidos por Cristo, disfrutan de la misma vocación y de idéntico destino.
Es evidente que no todos los hombres son iguales en lo que toca a la capacidad física y a las cualidades
intelectuales y morales. Sin embargo, toda forma de discriminación en los derechos fundamentales de
la persona, ya sea social o cultural, por motivos de sexo, raza, color, condición social, lengua o religión,
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debe ser vencida y eliminada por ser contraria al plan divino. En verdad, es lamentable que los derechos
fundamentales de la persona no estén todavía protegidos en la forma debida por todas partes. Es lo
que sucede cuando se niega a la mujer el derecho de escoger libremente esposo y de abrazar el estado
de vida que prefiera o se le impide tener acceso a una educación y a una cultura iguales a las que se
conceden al hombre. Más aún, aunque existen desigualdades justas entre los hombres, sin embargo, la
igual dignidad de la persona exige que se llegue a una situación social más humana y más justa. Resulta
escandaloso el hecho de las excesivas desigualdades económicas y sociales que se dan entre los
miembros y los pueblos de una misma familia humana. Son contrarias a la justicia social, a la equidad,
a la dignidad de la persona humana y a la paz social e internacional. Las instituciones humanas, privadas
o públicas, esfuércense por ponerse al servicio de la dignidad y del fin del hombre. Luchen con energía
contra cualquier esclavitud social o política y respeten, bajo cualquier régimen político, los derechos
fundamentales del hombre. Más aún, estas instituciones deben ir respondiendo cada vez más a las
realidades espirituales, que son las más profundas de todas, aunque es necesario todavía largo plazo de
tiempo para llegar al final deseado.
30. La profunda y rápida transformación de la vida exige con suma urgencia que no haya nadie que,
por despreocupación frente a la realidad o por pura inercia, se conforme con una ética meramente
individualista. El deber de justicia y caridad se cumple cada vez más contribuyendo cada uno al bien
común según la propia capacidad y la necesidad ajena, promoviendo y ayudando a las instituciones, así
públicas como privadas, que sirven para mejorar las condiciones de vida del hombre. Hay quienes
profesan amplias y generosas opiniones, pero en realidad viven siempre como si nunca tuvieran
cuidado alguno de las necesidades sociales. No sólo esto; en varios países son muchos los que
menosprecian las leyes y las normas sociales. No pocos, con diversos subterfugios y fraudes, no tienen
reparo en soslayar los impuestos justos u otros deberes para con la sociedad. Algunos subestiman
ciertas normas de la vida social; por ejemplo, las referentes a la higiene o las normas de la circulación,
sin preocuparse de que su descuido pone en peligro la vida propia y la vida del prójimo. La aceptación
de las relaciones sociales y su observancia deben ser consideradas por todos como uno de los
principales deberes del hombre contemporáneo. Porque cuanto más se unifica el mundo, tanto más
los deberes del hombre rebasan los límites de los grupos particulares y se extiende poco a poco al
universo entero. Ello es imposible si los individuos y los grupos sociales no cultivan en sí mismo y
difunden en la sociedad las virtudes morales y sociales, de forma que se conviertan verdaderamente en
hombres nuevos y en creadores de una nueva humanidad con el auxilio necesario de la divina gracia.
66. Para satisfacer las exigencias de la justicia y de la equidad hay que hacer todos los esfuerzos posibles
para que, dentro del respeto a los derechos de las personas y a las características de cada pueblo,
desaparezcan lo más rápidamente posible las enormes diferencias económicas que existen hoy, y
frecuentemente aumentan, vinculadas a discriminaciones individuales y sociales. De igual manera, en
muchas regiones, teniendo en cuanta las peculiares dificultades de la agricultura tanto en la producción
como en la venta de sus bienes, hay que ayudar a los labradores para que aumenten su capacidad
productiva y comercial, introduzcan los necesarios cambios e innovaciones, consigan una justa
ganancia y no queden reducidos, como sucede con frecuencia, a la situación de ciudadanos de inferior
categoría. Los propios agricultores, especialmente los jóvenes, aplíquense con afán a perfeccionar su
técnica profesional, sin la que no puede darse el desarrollo de la agricultura.
La justicia y la equidad exigen también que la movilidad, la cual es necesaria en una economía
progresiva, se ordene de manera que se eviten la inseguridad y la estrechez de vida del individuo y de
su familia. Con respecto a los trabajadores que, procedentes de otros países o de otras regiones,
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cooperan en el crecimiento económico de una nación o de una provincia, se ha de evitar con sumo
cuidado toda discriminación en materia de remuneración o de condiciones de trabajo. Además, la
sociedad entera, en particular los poderes públicos, deben considerarlos como personas, no
simplemente como meros instrumentos de producción; deben ayudarlos para que traigan junto a sí a
sus familiares, se procuren un alojamiento decente, y a favorecer su incorporación a la vida social del
país o de la región que los acoge. Sin embargo, en cuanto sea posible, deben crearse fuentes de trabajo
en las propias regiones.
En las economías en período de transición, como sucede en las formas nuevas de la sociedad industrial,
en las que, v.gr., se desarrolla la autonomía, en necesario asegurar a cada uno empleo suficiente y
adecuado: y al mismo tiempo la posibilidad de una formación técnica y profesional congruente.
Débanse garantizar la subsistencia y la dignidad humana de los que, sobre todo por razón de
enfermedad o de edad, se ven aquejados por graves dificultades.
74. Los hombres, las familias y los diversos grupos que constituyen la comunidad civil son conscientes
de su propia insuficiencia para lograr una vida plenamente humana y perciben la necesidad de una
comunidad más amplia, en la cual todos conjuguen a diario sus energías en orden a una mejor
procuración del bien común. Por ello forman comunidad política según tipos institucionales varios. La
comunidad política nace, pues, para buscar el bien común, en el que encuentra su justificación plena y
su sentido y del que deriva su legitimidad primigenia y propia. El bien común abarca el conjunto de
aquellas condiciones de vida social con las cuales los hombres, las familias y las asociaciones pueden
lograr con mayor plenitud y facilidad su propia perfección. Pero son muchos y diferentes los hombres
que se encuentran en una comunidad política, y pueden con todo derecho inclinarse hacia soluciones
diferentes. A fin de que, por la pluralidad de pareceres, no perezca la comunidad política, es
indispensable una autoridad que dirija la acción de todos hacia el bien común no mecánica o
despóticamente, sino obrando principalmente como una fuerza moral, que se basa en la libertad y en
el sentido de responsabilidad de cada uno. Es, pues, evidente que la comunidad política y la autoridad
pública se fundan en la naturaleza humana, y, por lo mismo, pertenecen al orden previsto por Dios,
aun cuando la determinación del régimen político y la designación de los gobernantes se dejen a la libre
designación de los ciudadanos.
Síguese también que el ejercicio de la autoridad política, así en la comunidad en cuanto tal como en las
instituciones representativas, debe realizarse siempre dentro de los límites del orden moral para
procurar el bien común -concebido dinámicamente- según el orden jurídico legítimamente establecido
o por establecer. Es entonces cuando los ciudadanos están obligados en conciencia a obedecer. De
todo lo cual se deducen la responsabilidad, la dignidad y la importancia de los gobernantes.
Pero cuando la autoridad pública, rebasando su competencia, oprime a los ciudadanos, éstos no deben
rehuir las exigencias objetivas del bien común; les es lícito, sin embargo, defender sus derechos y los
de sus conciudadanos contra el abuso de tal autoridad, guardando los límites que señala la ley natural
y evangélica.
Las modalidades concretas por las que la comunidad política organiza su estructura fundamental y el
equilibrio de los poderes públicos pueden ser diferentes, según el genio de cada pueblo y la marcha de
su historia. Pero deben tender siempre a formar un tipo de hombre culto, pacífico y benévolo respecto
de los demás para provecho de toda la familia humana.
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76. Es de suma importancia, sobre todo allí donde existe una sociedad pluralística, tener un recto
concepto de las relaciones entre la comunidad política y la Iglesia y distinguir netamente entre la acción
que los cristianos, aislada o asociadamente, llevan a cabo a título personal, como ciudadanos de acuerdo
con su conciencia cristiana, y la acción que realizan, en nombre de la Iglesia, en comunión con sus
pastores.
La Iglesia, que por razón de su misión y de su competencia no se confunde en modo alguno con la
comunidad política ni está ligada a sistema político alguno, es a la vez signo y salvaguardia del carácter
trascendente de la persona humana.
La comunidad política y la Iglesia son independientes y autónomas, cada una en su propio terreno.
Ambas, sin embargo, aunque por diverso título, están al servicio de la vocación personal y social del
hombre. Este servicio lo realizarán con tanta mayor eficacia, para bien de todos, cuanto más sana y
mejor sea la cooperación entre ellas, habida cuenta de las circunstancias de lugar y tiempo. El hombre,
en efecto, no se limita al solo horizonte temporal, sino que, sujeto de la historia humana, mantiene
íntegramente su vocación eterna. La Iglesia, por su parte, fundada en el amor del Redentor, contribuye
a difundir cada vez más el reino de la justicia y de la caridad en el seno de cada nación y entre las
naciones. Predicando la verdad evangélica e iluminando todos los sectores de la acción humana con
su doctrina y con el testimonio de los cristianos, respeta y promueve también la libertad y la
responsabilidad políticas del ciudadano.
Cuando los apóstoles y sus sucesores y los cooperadores de éstos son enviados para anunciar a los
hombres a Cristo, Salvador del mundo, en el ejercicio de su apostolado se apoyan sobre el poder de
Dios, el cual muchas veces manifiesta la fuerza del Evangelio en la debilidad de sus testigos. Es preciso
que cuantos se consagran al ministerio de la palabra de Dios utilicen los caminos y medios propios del
Evangelio, los cuales se diferencian en muchas cosas de los medios que la ciudad terrena utiliza.
Ciertamente, las realidades temporales y las realidades sobrenaturales están estrechamente unidas entre
sí, y la misma Iglesia se sirve de medios temporales en cuanto su propia misión lo exige. No pone, sin
embargo, su esperanza en privilegios dados por el poder civil; más aún, renunciará al ejercicio de ciertos
derechos legítimamente adquiridos tan pronto como conste que su uso puede empañar la pureza de
su testimonio o las nuevas condiciones de vida exijan otra disposición. Es de justicia que pueda la
Iglesia en todo momento y en todas partes predicar la fe con auténtica libertad, enseñar su doctrina
social, ejercer su misión entre los hombres sin traba alguna y dar su juicio moral, incluso sobre materias
referentes al orden político, cuando lo exijan los derechos fundamentales de la persona o la salvación
de las almas, utilizando todos y solos aquellos medios que sean conformes al Evangelio y al bien de
todos según la diversidad de tiempos y de situaciones.
Con su fiel adhesión al Evangelio y el ejercicio de su misión en el mundo, la Iglesia, cuya misión es
fomentar y elevar todo cuanto de verdadero, de bueno y de bello hay en la comunidad humana,
consolida la paz en la humanidad para gloria de Dios
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Texto 3. Carta Encíclica del Papa Francisco Laudato si’ sobre el cuidado de la
casa común, 24 mayo 2015.
65. Sin repetir aquí la entera teología de la creación, nos preguntamos qué nos dicen los
grandes relatos bíblicos acerca de la relación del ser humano con el mundo. En la primera
narración de la obra creadora en el libro del Génesis, el plan de Dios incluye la creación de la
humanidad. Luego de la creación del ser humano, se dice que «Dios vio todo lo que había
hecho y era muy bueno» (Gn 1,31). La Biblia enseña que cada ser humano es creado por amor,
hecho a imagen y semejanza de Dios (cf. Gn 1,26). Esta afirmación nos muestra la inmensa
dignidad de cada persona humana, que «no es solamente algo, sino alguien. Es capaz de
conocerse, de poseerse y de darse libremente y entrar en comunión con otras personas». San
Juan Pablo II recordó que el amor especialísimo que el Creador tiene por cada ser humano le
confiere una dignidad infinita. Quienes se empeñan en la defensa de la dignidad de las personas
pueden encontrar en la fe cristiana los argumentos más profundos para ese compromiso. ¡Qué
maravillosa certeza es que la vida de cada persona no se pierde en un desesperante caos, en
un mundo regido por la pura casualidad o por ciclos que se repiten sin sentido! El Creador
puede decir a cada uno de nosotros: «Antes que te formaras en el seno de tu madre, yo te
conocía» (Jr 1,5). Fuimos concebidos en el corazón de Dios, y por eso «cada uno de nosotros
es el fruto de un pensamiento de Dios. Cada uno de nosotros es querido, cada uno es amado,
cada uno es necesario».
66. Los relatos de la creación en el libro del Génesis contienen, en su lenguaje simbólico y
narrativo, profundas enseñanzas sobre la existencia humana y su realidad histórica. Estas
narraciones sugieren que la existencia humana se basa en tres relaciones fundamentales
estrechamente conectadas: la relación con Dios, con el prójimo y con la tierra. Según la Biblia,
las tres relaciones vitales se han roto, no sólo externamente, sino también dentro de nosotros.
Esta ruptura es el pecado. La armonía entre el Creador, la humanidad y todo lo creado fue
destruida por haber pretendido ocupar el lugar de Dios, negándonos a reconocernos como
criaturas limitadas. Este hecho desnaturalizó también el mandato de «dominar» la tierra (cf.
Gn 1,28) y de «labrarla y cuidarla» (cf. Gn 2,15). Como resultado, la relación originariamente
armoniosa entre el ser humano y la naturaleza se transformó en un conflicto (cf. Gn 3,17-19).
Por eso es significativo que la armonía que vivía san Francisco de Asís con todas las criaturas
haya sido interpretada como una sanación de aquella ruptura. Decía san Buenaventura que,
por la reconciliación universal con todas las criaturas, de algún modo Francisco retornaba al
estado de inocencia primitiva. Lejos de ese modelo, hoy el pecado se manifiesta con toda su
fuerza de destrucción en las guerras, las diversas formas de violencia y maltrato, el abandono
de los más frágiles, los ataques a la naturaleza.
91. No puede ser real un sentimiento de íntima unión con los demás seres de la naturaleza si
al mismo tiempo en el corazón no hay ternura, compasión y preocupación por los seres
humanos. Es evidente la incoherencia de quien lucha contra el tráfico de animales en riesgo
de extinción, pero permanece completamente indiferente ante la trata de personas, se
desentiende de los pobres o se empeña en destruir a otro ser humano que le desagrada. Esto
pone en riesgo el sentido de la lucha por el ambiente. No es casual que, en el himno donde
san Francisco alaba a Dios por las criaturas, añada lo siguiente: «Alabado seas, mi Señor, por
aquellos que perdonan por tu amor». Todo está conectado. Por eso se requiere una
preocupación por el ambiente unida al amor sincero hacia los seres humanos y a un constante
compromiso ante los problemas de la sociedad.
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92. Por otra parte, cuando el corazón está auténticamente abierto a una comunión universal,
nada ni nadie está excluido de esa fraternidad. Por consiguiente, también es verdad que la
indiferencia o la crueldad ante las demás criaturas de este mundo siempre terminan
trasladándose de algún modo al trato que damos a otros seres humanos. El corazón es uno
solo, y la misma miseria que lleva a maltratar a un animal no tarda en manifestarse en la relación
con las demás personas. Todo ensañamiento con cualquier criatura «es contrario a la dignidad
humana». No podemos considerarnos grandes amantes si excluimos de nuestros intereses
alguna parte de la realidad: «Paz, justicia y conservación de la creación son tres temas
absolutamente ligados, que no podrán apartarse para ser tratados individualmente so pena de
caer nuevamente en el reduccionismo». Todo está relacionado, y todos los seres humanos
estamos juntos como hermanos y hermanas en una maravillosa peregrinación, entrelazados
por el amor que Dios tiene a cada una de sus criaturas y que nos une también, con tierno
cariño, al hermano sol, a la hermana luna, al hermano río y a la madre tierra.
93. Hoy creyentes y no creyentes estamos de acuerdo en que la tierra es esencialmente una
herencia común, cuyos frutos deben beneficiar a todos. Para los creyentes, esto se convierte
en una cuestión de fidelidad al Creador, porque Dios creó el mundo para todos. Por
consiguiente, todo planteo ecológico debe incorporar una perspectiva social que tenga en
cuenta los derechos fundamentales de los más postergados. El principio de la subordinación
de la propiedad privada al destino universal de los bienes y, por tanto, el derecho universal a
su uso es una «regla de oro» del comportamiento social y el «primer principio de todo el
ordenamiento ético-social». La tradición cristiana nunca reconoció como absoluto o intocable
el derecho a la propiedad privada y subrayó la función social de cualquier forma de propiedad
privada. San Juan Pablo II recordó con mucho énfasis esta doctrina, diciendo que «Dios ha
dado la tierra a todo el género humano para que ella sustente a todos sus habitantes, sin excluir
a nadie ni privilegiar a ninguno». Son palabras densas y fuertes. Remarcó que «no sería
verdaderamente digno del hombre un tipo de desarrollo que no respetara y promoviera los
derechos humanos, personales y sociales, económicos y políticos, incluidos los derechos de
las naciones y de los pueblos». Con toda claridad explicó que «la Iglesia defiende, sí, el legítimo
derecho a la propiedad privada, pero enseña con no menor claridad que sobre toda propiedad
privada grava siempre una hipoteca social, para que los bienes sirvan a la destinación general
que Dios les ha dado». Por lo tanto, afirmó que «no es conforme con el designio de Dios usar
este don de modo tal que sus beneficios favorezcan sólo a unos pocos». Esto cuestiona
seriamente los hábitos injustos de una parte de la humanidad.
94. El rico y el pobre tienen igual dignidad, porque «a los dos los hizo el Señor» (Pr 22,2); «Él
mismo hizo a pequeños y a grandes» (Sb 6,7) y «hace salir su sol sobre malos y buenos» (Mt
5,45). Esto tiene consecuencias prácticas, como las que enunciaron los Obispos de Paraguay:
«Todo campesino tiene derecho natural a poseer un lote racional de tierra donde pueda
establecer su hogar, trabajar para la subsistencia de su familia y tener seguridad existencial.
Este derecho debe estar garantizado para que su ejercicio no sea ilusorio sino real. Lo cual
significa que, además del título de propiedad, el campesino debe contar con medios de
educación técnica, créditos, seguros y comercialización».
95. El medio ambiente es un bien colectivo, patrimonio de toda la humanidad y
responsabilidad de todos. Quien se apropia algo es sólo para administrarlo en bien de todos.
Si no lo hacemos, cargamos sobre la conciencia el peso de negar la existencia de los otros. Por
eso, los Obispos de Nueva Zelanda se preguntaron qué significa el mandamiento «no matarás»
cuando «un veinte por ciento de la población mundial consume recursos en tal medida que
roba a las naciones pobres y a las futuras generaciones lo que necesitan para sobrevivir».
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Para “hacer lo que hace Jesús, decir lo que dice Jesús y con el mismo estilo de Jesús”
tenemos que vivir, pues, una doble solidaridad con los pobres: (a) con su situación, y (b) con
su lucha.
La solidaridad con la situación de los pobres nos lleva a asumir el sufrimiento y la
cultura del pueblo humilde, a buscar "la comunión y participación con los pobres... en un
mismo cuerpo y un mismo espíritu". "Esto nos pide una oración más asidua, meditación más
profunda de la Escritura, despojo íntimo y efectivo según el Evangelio de nuestros privilegios,
modos de pensar, ideologías, relaciones preferenciales y bienes materiales; una mayor sencillez
de vida..." Por aquí tocamos la "tercera dimensión" (c) de la opción por los pobres, señalada
en el n. 38 de las orientaciones: el estilo de vida según las bienaventuranzas. Estilo de vida que
-como el de Jesús- no podemos buscarlo lejos de los pobres reales, ni sin una referencia
determinante al proyecto liberador del Reino por el camino del amor solidario.
La solidaridad con la lucha de los pobres, nos lleva a ayudarlos a tomar conciencia de
su situación, su dignidad y sus posibilidades; a apoyar sus esfuerzos de organización; a
comprometernos en su lucha colectiva por la conquista de sus derechos; a sumarnos a su
empeño por gestar desde las mismas bases populares una sociedad nueva, menos injusta y
deshumanizante, más igualitaria y participativa, en la perspectiva y la esperanza cierta del Reino
de Dios. Se trata de hacer realidad entre nosotros el llamado apremiante de Puebla "a todos
sin distinción de clases, a aceptar y asumir la causa de los pobres, como si estuviesen aceptando
propia causa, la causa misma de Cristo".
humana una posibilidad mejor de existencia, una racional plenitud, un feliz destino eterno;
civilización cuyos grandes valores son: la solidaridad, la hermandad, la dignidad de la persona
humana, la superación de toda discriminación o segregación, el servicio a la justicia, a la firme
voluntad de construir la paz”.
Texto 2
Concilio Vaticano II,
Gaudium et Spes
Texto 3
Papa Francisco,
Laudato si’
Texto 4
Rolando Muñoz sscc,
teólogo: Solidaridad
con la situación y con la
lucha de los pobres.
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Texto 2
Texto 3
Texto 4
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7.- Así, en el campo de la política económica, se habla de austeridad en una situación de crisis
para reducir el déficit público mediante el recorte de los gastos fiscales. Pero el segundo
significado señala un estilo de vida que no hace referencia a la carencia sino a aspirar por - y a
vivir con - lo necesario. Por tanto, en este segundo sentido, dice relación a una opción de
estilo de vida y no a una situación de pobreza propiamente tal. Por tanto, uno nace o es víctima
debido a las circunstancias en una situación de pobreza (descripción), pero opta por vivir de
manera sencilla y austera (elección).
8.- Esta distinción es importante y relevante para entender el concepto de austeridad, ya que
no dice relación a la carencia de medios materiales sino a un estilo de vida capaz de discernir
entre lo necesario y lo innecesario. La austeridad es una decisión voluntaria, la pobreza es
impuesta. Aún más, tampoco hay que confundir el austero con el avaro. El primero es libre
ante los bienes; el segundo se hace esclavo de ellos.
9.- Una sociedad de consumo, que coloca el sentido de la vida en la adquisición de bienes, se
opone a la austeridad para poder sobrevivir, porque su desarrollo tiene su raíz principalmente
en la industrialización y la consecuente producción en masa que posibilitó la rentabilidad del
producto a bajo costo. La producción masiva de bienes significó que el consumo dejó de ser
una característica de los grupos sociales con un alto poder adquisitivo y se extendió a toda la
ciudadanía.
10.- A su vez, esta nueva lógica de la producción implicó la investigación del mercado y la
publicidad para promover las ventas. Por tanto, el confort y la moda se convirtieron en formas
de codificación social y la publicidad construyó una cultura social de representación de
aspiraciones y de identidad. En otras palabras, una sociedad de consumo para poder prosperar
necesita pensar el ser humano en términos de un consumidor y convencerlo que se es por lo
que se tiene.
11.- Además, esta cultura del ser consumidor abarca los bienes materiales y espirituales, reales
y simbólicos. Es decir, la subjetividad de la persona termina siendo interpelada por la ideología
del consumo, de tal manera que el consumismo llega a ser un proceso cultural de construcción
de la propia identidad mediante la apropiación y el uso de los productos. Se trata de una
identidad que se va construyendo sobre la necesidad del tener algo para ser alguien en la
sociedad, aunque esto signifique muchas veces el endeudamiento.
12.- La producción masiva, para que resulte rentable, exige un consumo masivo y esto se hace
viable mediante la publicidad que da a conocer y aumenta la demanda de los productos. El
puente entre el producir y el vender es la publicidad. Aún más, el producto desechable es más
rentable que aquel duradero y, por ello, muchas veces resulta más económico comprar un
producto nuevo que repararlo. Así, se entra en la dinámica del consumir y desechar,
aumentando la producción y su venta. Es el mundo de lo efímero, de lo pasajero, que exige
una mentalidad consumista.
13.- Obviamente, el consumo es necesario, pero el consumo de lo innecesario empobrece el
espíritu humano. La publicidad es un gran servicio a la ciudadanía para conocer los productos
que existen y sus propiedades, pero engaña cuando por sí sola promete la felicidad mediante
el mero consumo de bienes porque ignora el espíritu humano.
3. Implicaciones éticas
14.- El tema de la austeridad se encuentra en los orígenes del pensamiento cristiano,
expresándose en términos de moderación, sobriedad, templanza. Su significado es teológico,
es decir, responde a la pregunta de cómo la conversión afecta, se expresa y se concreta en un
estilo de vida correspondiente y consecuente con la fe que se profesa.
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buscar con ardor aquello que fácilmente puede uno adquirir en el mercado, mientras que la
sabiduría no puede comprarse con una moneda terrena, ni en el mercado”.
21.- Esta línea de pensamiento sigue vigente en la enseñanza actual de la Iglesia Católica. El
Concilio Vaticano II (1962 - 1965) establece el principio antropológico fundante: “El ser
humano vale más por lo que es que por lo que tiene” (Gaudium et Spes, 1965, N° 35). Esto
no significa contraponer ser y tener sino sostener una complementariedad entre ambos, donde
el ser define y orienta el tener, ya que lo humano no prescinde de lo material pero no puede
reducirse a ello.
22.- Juan Pablo II lo explica en los siguientes términos: “Tener objetos y bienes no perfecciona
de por sí al sujeto, si no contribuye a la maduración y enriquecimiento de su ser, es decir, a la
realización de la vocación humana como tal. Ciertamente, la diferencia entre ser y tener, y el
peligro inherente a una mera multiplicación o sustitución de cosas poseídas respecto al valor
del ser, no debe transformarse necesariamente en una antinomia…. El mal no consiste en el
tener como tal, sino en el poseer que no respeta la calidad y la ordenada jerarquía de los bienes
que se tienen. Calidad y jerarquía que derivan de la subordinación de los bienes y de su
disponibilidad al ser del hombre y a su verdadera vocación” (Sollicitudo rei sociales, 1987, N°
28).
23.- La relación entre un estilo de vida austero y la preocupación por el medio ambiente es
innegable y urgentemente necesaria. “La sociedad actual no hallará una solución al problema
ecológico si no revisa seriamente su estilo de vida… La austeridad, la templanza, la
autodisciplina y el espíritu de sacrificio deben conformar la vida de cada día a fin de que la
mayoría no tenga que sufrir las consecuencias negativas de la negligencia de unos pocos” (Juan
Pablo II, Paz con Dios Creador, paz con toda la creación, 1990, N° 13).
24.- También el episcopado latinoamericano se ha preocupado en subrayar, en términos de
Pablo VI, “la austeridad de la vida cristiana” (Ecclesiam suam, 1964, N° 20). Así, reunidos en
Santo Domingo (1992) insisten en “educar en los valores de la laboriosidad y del compartir,
de la honestidad y la austeridad” (N° 200). Últimamente, reunidos en Aparecida (2007),
reiteran el llamado a educar “para un estilo de vida de sobriedad y austeridad solidarias” (N°
474).
28.- En este contexto, las palabras de Jesús son claras y precisas: “No amontonen tesoros en
la tierra, donde hay polilla y herrumbre que corroen, y ladrones que socavan y roban.
Amontonen más bien tesoros en el cielo, donde no hay polilla ni herrumbre que corroan, ni
ladrones que socaven y roben. Porque donde esté tu tesoro, allí estará también tu corazón. La
lámpara del cuerpo es el ojo. Si tu ojo está sano, todo tu cuerpo estará luminoso; pero si tu
ojo está malo, todo tu cuerpo estará a oscuras… Nadie puede servir a dos señores; porque
aborrecerá a uno y amará al otro; o bien se entregará a uno y despreciará al otro. No podéis
servir a Dios y al Dinero” (Mt 6, 19 - 24).
29.- Ya se han presentado diversas sugerencias que apuntan a un distinto estilo de vida: (a) la
ecoeficiencia (hacer lo mismo con menos recursos y menos degradación ambiental), (b) la
durabilidad y la reparabilidad de las cosas; (c) la superación de la sobreadquisisción de
artefactos (como un eficiente y asequible transporte colectivo); (d) una política de demanda
más que una de oferta; y (e) una auto-regulación colectiva de las necesidades.
30.- Un estilo de vida austero contradice las creencias de la actual mentalidad que considera el
mero consumo como un factor clave para tener libertad, felicidad, seguridad, debido a la
confusión conceptual y cultural que no distingue entre más y mejor porque más no es
necesariamente mejor. El consumo ya no es un acto individual y privado, sino una cultura
colectiva que ha pregonado la monetarización de las relaciones y necesidades, hasta tal punto
que algunas áreas han entrado en la dinámica del consumo: salud, educación, relaciones
personales…
31.- La persona austera aprende a distinguir entre sus necesidades auténticas y otras creadas
por el ambiente, la publicidad y de la construcción de su identidad sólo a partir del
reconocimiento de otros. Por tanto, ¿cómo definir la necesidad? Hay un nivel básico y
necesario del tener para poder ser dignamente (alimentación, vivienda, educación,
descanso…), pero hay otras necesidades que son impuestas por determinadas fuerzas sociales
cuyo interés principal es vender para poder producir más.
32.- Distinguir entre necesidades verdaderas y falsas es urgente, pero ¿cómo distinguir entre
necesidades vitales biológicas y culturales, cuando el miedo a la falta de estima social y al
ostracismo paraliza y convierte al individuo en un consumidor? Una clave determinante para
responder esta interrogante se encuentra justamente en el núcleo adonde apunta y se dirige la
mentalidad consumista: el mundo de los deseos, las expectativas y las aspiraciones.
33.- Sólo una correcta y clara jerarquización de valores permite hacerse cargo de la propia vida
y no dejarla ser vivida por el imperio de las modas y las exigencias de las culturas mutantes.
La austeridad no es carencia ni pobreza, sino una expresión de desapego y de libertad frente
a los bienes, sin tampoco desconocer su relevancia en y para la vida ya que el ser humano es
un espíritu encarnado. El austero se guía, entonces, por el principio ignaciano del tanto cuanto:
“el hombre tanto ha de usar de ellas [las cosas], cuanto le ayudan para su fin, y tanto debe
quitarse de ellas, cuanto para ello le impiden. Por lo cual es menester hacernos indiferentes a
todas las cosas creadas” (Ejercicios Espirituales, N° 23). Este desafío de tener claridad sobre
el sentido de la vida humana constituye, a la vez, una tarea personal y una colectiva para no
confundir lo esencial con lo accidental, lo necesario con lo superfluo.
21
Dimensiones para
Situación vivida en Chile Textos de la primera parte
el discernimiento
El Hecho
Comprensión del
hecho
Implicancias éticas
Elementos para el
discernimiento
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Una de las preguntas que las Universidades hoy en día tratan de responder es ”¿Cómo podemos
formar a futuros profesionales y líderes que sean socialmente responsables?” Desde la
experiencia en transferencia e innovación social del equipo Laboratorio de Investigación de
Prosocialidad Aplicada (LIPA) - Universidad Autónoma de Barcelona (UAB) y la experiencia
del proyecto internacional SPRING (PUCV, 2012-14), se analizará qué rol pueden tener los
comportamientos prosociales para dar respuesta a este desafío.
No hay respuestas fáciles, no sólo porque los desafíos sociales, medioambientales y económicos
sean muy complejos, sino también porque muchos futuros profesionales y líderes perciben el
mundo laboral como competitivo y humanamente difícil. Para entender esta mirada, me gustaría
proponer el ejercicio de abordar el tema por el lado pesimista:
Una actitud de beneficiar a los demás podría tener el riesgo de ser interpretada como una
postura de conceder en vez de insistir y determinar, y podría exponer a los que actúan
prosocialmente a ser explotados.
Además, tener expectativas respecto a un rol social que quizás no se logra cumplir porque
las condiciones laborales no lo permitan puede resultar en síntomas de agotamiento
psicológico y de “burnout” (Pucheu, Juan Andres, 2011). (Actualmente se estudian esos
fenómenos del “burnout” (trabajador quemado) en Chile, y hay publicaciones que
analizan colectivos profesionales como los médicos y enfermeras, profesores escolares y
hasta conductores de transporte público). En países como Alemania, este fenómeno está
incrementándose.
Hay valores sociales muy distintos entre los alumnos o: ¿A quién se dirige la formación
en RSU?
Hay un estudio interesante de Paul van Lange de la Universidad Libre de Amsterdam para
explicar las distintas maneras en que las personas responden a situaciones de interdependencia
social con otras personas. Lange usa una diferenciación en la orientación en los valores sociales
para categorizar a las personas en grupos de “prosociales”, “Individualistas” y “Competidores”.
Entiende por “Prosocial” aquellas personas que tienden a cooperar con los demás y que tratan
de maximizar los resultados para sí mismos y el otro, y minimizar las diferencias entre el resultado
suyo y del otro.
En cambio, los “individualistas” tratan de maximizar sus propios resultados sin tener o teniendo
muy poco en cuenta los beneficios del otro.
Los “competidores” tratan de maximizar sus beneficios en relación con el otro, tratan de obtener
beneficios relativos en comparación con el otro.
Las tres orientaciones en valores sociales pueden predecir tendencias de cooperar, ayudar o
competir, o evaluar situaciones de dependencia con otros.
Entonces, como puede apreciarse, la definición usada para los prosociales no es la que usamos
en LIPA. En este caso, prosocial es más bien un sinónimo de cooperativo que da y recibe una
recompensa material (intercambio: te ayudo si me ayudas), sin embargo según van Lange es
importante ver que los más cooperativos representan un 50-60% de la población, mientras que
los individualistas sólo representan un 30%, y los competidores representan un 10-15 % de la
población.
Personas con orientación valórica social además buscan distintas oportunidades en la vida, y eso
puede explicar por qué hay una distribución muy diferente de estas tres categorías entre carreras
universitarias, por ejemplo (con probabilidades de que se prolongue esta distribución en las
carreras profesionales después).
Van Lange, P. A. M., Schippers, M., & Balliet, D. (2011). Who volunteers in psychology
experiments: An empirical review of prosocial motivation in volunteering. Personality and
Individual Differences, 51, 279-284.
Eso tiene implicaciones para las relaciones interpersonales dentro del aula: En el caso ideal, los
docentes que imparten la formación generan altos niveles de confianza con sus alumnos, y
también los alumnos entre sí tienen las competencias para establecer relaciones de confianza con
los demás alumnos.
Si se lograra generar estos niveles de confianza en la formación, los docentes abrirían una
puerta para influir positivamente en los alumnos de distintas orientaciones valóricas sociales:
se generaría el valor de la confianza mutua, es decir que aumentaría la expectativa en los
alumnos de que el otro va a comportarse de manera cooperativa, y con buenas intenciones
hacia él, aceptando la vulnerabilidad. Esta forma de influencia social es la internalización de
valores, es decir, que se generan valores compartidos entre docentes y alumnos; y si estos
valores promuevan la Responsabilidad social, aumenta la probabilidad de que las personas
se dediquen a promover la responsabilidad Social.
Pero también los objetivos de la formación pueden ayudar a generar confianza en situaciones
cotidianas y profesionales futuras. Estos objetivos pueden ser: Aprender a pedir más ayuda y
revisar las estrategias cómo se presta ayuda.
Es decir que parte implícita de la formación en prosocialidad puede consistir en aprender a pedir
ayuda. En este contexto es igualmente importante saber gestionar la ayuda ofrecida. Adam
Grant(2013) muestra de que muchas personas que si ayudan a otros, pero no tienen la capacidad
de recibir y aceptar ayuda. En su caso el principio de la reciprocidad – que construye relaciones
prosociales – no tiene el efecto que podría tener. La experiencia de pedir ayuda exitosamente y
la experiencia de recibir y aceptar ayuda aporta a un clima de confianza.
Para aquellos alumnos con una orientación en su auto interés como son los individualistas o
incluso competitivos los comportamientos de ayuda tienen un gran beneficio en el mundo
profesional. Se ha mostrado que los profesionales que ayudan sin esperar un beneficio material
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y externo tienen o poco éxito en su carrera o logran llegar a posiciones de liderazgo (Grant,
2013). Para que la formación en prosocialidad tenga éxito, ciertas estrategias de cómo prestar
ayudar, deberían ser revisadas y aprendidas.
Volviendo a los riesgos que puede tener el ayudar a los demás en el mundo laboral, ocuparse del
bienestar de los colegas, subalternos, o clientes en todo momento repercute negativamente en la
eficiencia del trabajo del profesional. Estar disponible para ayudar puede agotar emocionalmente,
si uno no acepta ayuda de los demás. Los profesionales que son exitosos a través de su capacidad
de ayudar prosocialmente aplican ciertas reglas:
Determinan su disponibilidad y crean espacios temporales para dedicarse a la ayuda, por ejemplo
un día a la semana o no más de 5 minutos por persona. Otros se especializan en áreas de ayuda
y reducen la gama de pedidos de esta manera.
1) ser agente para pedir ayuda, es decir explicar que la ayuda no solo le sirve a uno
solo, sino que está en función de beneficiar a terceros, o un objetivo justo adicional
(porque beneficia a los colegas, fidelizar el cliente, etc.). Ejemplo de mujeres que
representan los intereses de otros en negociación de sueldos (logran 3% menos que
los hombres) versus mujeres que negocian para sí mismos el sueldo (logran 14% más
que los hombres).
1) Dos tipos de ayuda, la que es ineficiente para uno mismo (agotamiento) y la que toma
en cuenta las propias necesidades: designar espacios de tiempo, especificar la ayuda
para limitar el tipo de ayuda, inventar maneras cortas de ayudar
2) Saber complementar la empatía por la toma de perspectiva, es decir que ponerse en
el lugar del otro pero no solo desde una empatía emocional (sentir lo que siente el
otro) sino una empatía más cognitiva para entender lo que está pensando la otra
persona y que pueden ser sus intereses, que es lo que le podría servir? La empatía
emocional en algún momento puede implicar que uno deja sus propios intereses al
lado y se concentra solamente en el otro). Es mejor que asertivo y limitar la
disposición de ayudar.
3) Ayudar en desde la expertís o una decisión personal voluntaria y capacidad es menso
agotador que la ayuda por un sentido de deber y obligación.
26
Pag 1.
Hay que convencer a los estudiantes y docentes de dedicarse e interesarse por la responsabilidad
social?
Lo que se requiere son voluntarios que están intrínsecamente motivados entre los docentes y
estudiantes que además contaran con el apoyo de la gerencia. Estos voluntarios deberían ser
entrenados y involucrarse personalmente con la RS. La propuesta en el proyecto SPRING ha
sido que la educación en comportamientos prosociales es una manera sistemática y efectiva para
articular los valores de la responsabilidad social en relaciones interpersonales.
Definimos los comportamientos prosociales como aquellos comportamientos que, sin esperar
una compensación material o externa, benefician a otras personas o grupos según sus criterios o
de acuerdo a objetivos sociales objetivamente positivos, aumentando la probabilidad de generar
una reciprocidad solidaria y de calidad en las relaciones interpersonales o sociales,
salvaguardando la identidad, creatividad e iniciativa autónoma de los individuos o grupos
involucrados. ) Altruismo, motivación, rol del receptor, rol de la comunicación=horizontal)
Nuestra presunción es que hay una relación positiva entre la motivación de los futuros
profesionales y líderes de actuar de manera socialmente responsable y su experiencia con la
responsabilidad social ejemplificada por su universidad, pero no solo ejemplificada por los
docentes sino más en general por la cultura organizacional de la universidad, por ejemplo como
se enseña, aprende y trabaja en la universidad. Porque en esta cultura participan los estudiantes,
esos son las reglas a las que se adaptan.
Hay varios puntos de partida para explicarlo teóricamente:
La teoría de la justicia organizacional describe las reacciones de miembros de organizaciones
frente a determinadas decisiones, en este caso decisiones que se perciben como justas o injustas.
Los miembros de una organización son sensibles a ´l trato que se le dan en la organización,
quieren un trato justo. Eso se puede explicar por el actúan en función de propio interés. Pero
también hay un sentimiento de justicia hacia la relación e terceros, es decir como otros se tratan
entre sí (ejemplo de boicoteo, acciones de solidaridad con otros). Si no hay justicia hay un deseo
de obtenerla, por ejemplo por actos de desobediencia, baja productividad, hostilidad.(Colquitt,
Greenberg, Zapata Phelan, 2005).
La sensación de justicia influye en la percepción de pertenencia a la organización de las personas.
Otra vez, el liderazgo es importante porque el ejemplo del docente o gerente que actúa
socialmente responsable predice si los empleados adoptan tal comportamiento a favor de otros
también. AL contrario, existe el riesgo de que sigan a los ejemplos de malas prácticas por que
identifican a estas como reglas a las que hay que seguir.
En un ambiente así, aumenta la probabilidad de que aun los individualistas y quizás los
competidores replican comportamientos prosociales.
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LA PROPUESTA: (JUZGAR)