Bolivar Echeverria - El Discurso Crítico de Marx

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Bolívar Echeverría

EL DISCURSO CRÍTICO
DE MARX

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EL DISCURSO CRÍTICO DE MARX

Libro 215

Foto de Tapa: “Empire State Building” de Lewis Hine. 1931

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Bolívar Echeverría

Colección
SOCIALISMO y LIBERTAD
Libro 1 LA REVOLUCIÓN ALEMANA
Víctor Serge - Karl Liebknecht - Rosa Luxemburgo
Libro 2 DIALÉCTICA DE LO CONCRETO
Karel Kosik
Libro 3 LAS IZQUIERDAS EN EL PROCESO POLÍTICO ARGENTINO
Silvio Frondizi
Libro 4 INTRODUCCIÓN A LA FILOSOFÍA DE LA PRAXIS
Antonio Gramsci
Libro 5 MAO Tse-tung
José Aricó
Libro 6 VENCEREMOS
Ernesto Guevara
Libro 7 DE LO ABSTRACTO A LO CONCRETO - DIALÉCTICA DE LO IDEAL
Edwald Ilienkov
Libro 8 LA DIALÉCTICA COMO ARMA, MÉTODO, CONCEPCIÓN y ARTE
Iñaki Gil de San Vicente
Libro 9 GUEVARISMO: UN MARXISMO BOLIVARIANO
Néstor Kohan
Libro 10 AMÉRICA NUESTRA. AMÉRICA MADRE
Julio Antonio Mella
Libro 11 FLN. Dos meses con los patriotas de Vietnam del sur
Madeleine Riffaud
Libro 12 MARX y ENGELS. Nueve conferencias en la Academia Socialista
David Riazánov
Libro 13 ANARQUISMO y COMUNISMO
Evgueni Preobrazhenski
Libro 14 REFORMA o REVOLUCIÓN - LA CRISIS DE LA SOCIALDEMOCRACIA
Rosa Luxemburgo
Libro 15 ÉTICA y REVOLUCIÓN
Herbert Marcuse
Libro 16 EDUCACIÓN y LUCHA DE CLASES
Aníbal Ponce
Libro 17 LA MONTAÑA ES ALGO MÁS QUE UNA INMENSA ESTEPA VERDE
Omar Cabezas
Libro 18 LA REVOLUCIÓN EN FRANCIA. Breve historia del movimiento obrero en Francia
1789-1848. Selección de textos de Alberto J. Plá
Libro 19 MARX y ENGELS
Karl Marx y Friedrich Engels. Selección de textos
Libro 20 CLASES y PUEBLOS. Sobre el sujeto revolucionario
Iñaki Gil de San Vicente
Libro 21 LA FILOSOFÍA BURGUESA POSTCLÁSICA
Rubén Zardoya
Libro 22 DIALÉCTICA Y CONCIENCIA DE CLASE
György Lukács
Libro 23 EL MATERIALISMO HISTÓRICO ALEMÁN
Franz Mehring
Libro 24 DIALÉCTICA PARA LA INDEPENDENCIA
Ruy Mauro Marini
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EL DISCURSO CRÍTICO DE MARX

Libro 25 MUJERES EN REVOLUCIÓN


Clara Zetkin
Libro 26 EL SOCIALISMO COMO EJERCICIO DE LA LIBERTAD
Agustín Cueva - Daniel Bensaïd. Selección de textos
Libro 27 LA DIALÉCTICA COMO FORMA DE PENSAMIENTO - DE ÍDOLOS E IDEALES
Edwald Ilienkov. Selección de textos
Libro 28 FETICHISMO y ALIENACIÓN - ENSAYOS SOBRE LA TEORÍA MARXISTA EL VALOR
Isaak Illich Rubin
Libro 29 DEMOCRACIA Y REVOLUCIÓN. El hombre y la Democracia
György Lukács
Libro 30 PEDAGOGÍA DEL OPRIMIDO
Paulo Freire
Libro 31 HISTORIA, TRADICIÓN Y CONSCIENCIA DE CLASE
Edward P. Thompson. Selección de textos
Libro 32 LENIN, LA REVOLUCIÓN Y AMÉRICA LATINA
Rodney Arismendi
Libro 33 MEMORIAS DE UN BOLCHEVIQUE
Osip Piatninsky
Libro 34 VLADIMIR ILICH Y LA EDUCACIÓN
Nadeshda Krupskaya
Libro 35 LA SOLIDARIDAD DE LOS OPRIMIDOS
Julius Fucik - Bertolt Brecht - Walter Benjamin. Selección de textos
Libro 36 UN GRANO DE MAÍZ
Tomás Borge y Fidel Castro
Libro 37 FILOSOFÍA DE LA PRAXIS
Adolfo Sánchez Vázquez
Libro 38 ECONOMÍA DE LA SOCIEDAD COLONIAL
Sergio Bagú
Libro 39 CAPITALISMO Y SUBDESARROLLO EN AMÉRICA LATINA
André Gunder Frank
Libro 40 MÉXICO INSURGENTE
John Reed
Libro 41 DIEZ DÍAS QUE CONMOVIERON AL MUNDO
John Reed
Libro 42 EL MATERIALISMO HISTÓRICO
Georgi Plekhanov
Libro 43 MI GUERRA DE ESPAÑA
Mika Etchebéherè
Libro 44 NACIONES Y NACIONALISMOS
Eric Hobsbawm
Libro 45 MARX DESCONOCIDO
Nicolás Gonzáles Varela - Karl Korsch
Libro 46 MARX Y LA MODERNIDAD
Enrique Dussel
Libro 47 LÓGICA DIALÉCTICA
Edwald Ilienkov
Libro 48 LOS INTELECTUALES Y LA ORGANIZACIÓN DE LA CULTURA
Antonio Gramsci
Libro 49 KARL MARX. LEÓN TROTSKY, Y EL GUEVARISMO ARGENTINO
Trotsky - Mariátegui - Masetti - Santucho y otros. Selección de Textos
Libro 50 LA REALIDAD ARGENTINA - El Sistema Capitalista
Silvio Frondizi
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Bolívar Echeverría

Libro 51 LA REALIDAD ARGENTINA - La Revolución Socialista


Silvio Frondizi
Libro 52 POPULISMO Y DEPENDENCIA - De Yrigoyen a Perón
Milcíades Peña
Libro 53 MARXISMO Y POLÍTICA
Carlos Nélson Coutinho
Libro 54 VISIÓN DE LOS VENCIDOS
Miguel León-Portilla
Libro 55 LOS ORÍGENES DE LA RELIGIÓN
Lucien Henry
Libro 56 MARX Y LA POLÍTICA
Jorge Veraza Urtuzuástegui
Libro 57 LA UNIÓN OBRERA
Flora Tristán
Libro 58 CAPITALISMO, MONOPOLIOS Y DEPENDENCIA
Ismael Viñas
Libro 59 LOS ORÍGENES DEL MOVIMIENTO OBRERO
Julio Godio
Libro 60 HISTORIA SOCIAL DE NUESTRA AMÉRICA
Luis Vitale
Libro 61 LA INTERNACIONAL. Breve Historia de la Organización Obrera en Argentina
Selección de Textos
Libro 62 IMPERIALISMO Y LUCHA ARMADA
Marighella, Marulanda y la Escuela de las Américas
Libro 63 LA VIDA DE MIGUEL ENRÍQUEZ
Pedro Naranjo Sandoval
Libro 64 CLASISMO Y POPULISMO
Michael Löwy - Agustín Tosco y otros. Selección de textos
Libro 65 DIALÉCTICA DE LA LIBERTAD
Herbert Marcuse
Libro 66 EPISTEMOLOGÍA Y CIENCIAS SOCIALES
Theodor W. Adorno
Libro 67 EL AÑO 1 DE LA REVOLUCIÓN RUSA
Víctor Serge
Libro 68 SOCIALISMO PARA ARMAR
Löwy -Thompson - Anderson - Meiksins Wood y otros. Selección de Textos
Libro 69 ¿QUÉ ES LA CONCIENCIA DE CLASE?
Wilhelm Reich
Libro 70 HISTORIA DEL SIGLO XX - Primera Parte
Eric Hobsbawm
Libro 71 HISTORIA DEL SIGLO XX - Segunda Parte
Eric Hobsbawm
Libro 72 HISTORIA DEL SIGLO XX - Tercera Parte
Eric Hobsbawm
Libro 73 SOCIOLOGÍA DE LA VIDA COTIDIANA
Ágnes Heller
Libro 74 LA SOCIEDAD FEUDAL - Tomo I
Marc Bloch
Libro 75 LA SOCIEDAD FEUDAL - Tomo 2
Marc Bloch
Libro 76 KARL MARX. ENSAYO DE BIOGRAFÍA INTELECTUAL
Maximilien Rubel
6
EL DISCURSO CRÍTICO DE MARX

Libro 77 EL DERECHO A LA PEREZA


Paul Lafargue
Libro 78 ¿PARA QUÉ SIRVE EL CAPITAL?
Iñaki Gil de San Vicente
Libro 79 DIALÉCTICA DE LA RESISTENCIA
Pablo González Casanova
Libro 80 HO CHI MINH
Selección de textos
Libro 81 RAZÓN Y REVOLUCIÓN
Herbert Marcuse
Libro 82 CULTURA Y POLÍTICA - Ensayos para una cultura de la resistencia
Santana - Pérez Lara - Acanda - Hard Dávalos - Alvarez Somoza y otros
Libro 83 LÓGICA Y DIALÉCTICA
Henri Lefebvre
Libro 84 LAS VENAS ABIERTAS DE AMÉRICA LATINA
Eduardo Galeano
Libro 85 HUGO CHÁVEZ
José Vicente Rangél
Libro 86 LAS GUERRAS CIVILES ARGENTINAS
Juan Álvarez
Libro 87 PEDAGOGÍA DIALÉCTICA
Betty Ciro - César Julio Hernández - León Vallejo Osorio
Libro 88 COLONIALISMO Y LIBERACIÓN
Truong Chinh - Patrice Lumumba
Libro 89 LOS CONDENADOS DE LA TIERRA
Frantz Fanon
Libro 90 HOMENAJE A CATALUÑA
George Orwell
Libro 91 DISCURSOS Y PROCLAMAS
Simón Bolívar
Libro 92 VIOLENCIA Y PODER - Selección de textos
Vargas Lozano - Echeverría - Burawoy - Monsiváis - Védrine - Kaplan y otros
Libro 93 CRÍTICA DE LA RAZÓN DIALÉCTICA
Jean Paul Sartre
Libro 94 LA IDEA ANARQUISTA
Bakunin - Kropotkin - Barret - Malatesta - Fabbri - Gilimón - Goldman
Libro 95 VERDAD Y LIBERTAD
Martínez Heredia - Sánchez Vázquez - Luporini - Hobsbawn - Rozitchner - Del Barco
Libro 96 INTRODUCCIÓN GENERAL A LA CRÍTICA DE LA ECONOMÍA POLÍTICA
Karl Marx y Friedrich Engels
Libro 97 EL AMIGO DEL PUEBLO
Los amigos de Durruti
Libro 98 MARXISMO Y FILOSOFÍA
Karl Korsch
Libro 99 LA RELIGIÓN
Leszek Kolakowski
Libro 100 AUTOGESTIÓN, ESTADO Y REVOLUCIÓN
Noir et Rouge
Libro 101 COOPERATIVISMO, CONSEJISMO Y AUTOGESTIÓN
Iñaki Gil de San Vicente
Libro 102 ROSA LUXEMBURGO Y EL ESPONTANEÍSMO REVOLUCIONARIO
Selección de textos
7
Bolívar Echeverría

Libro 103 LA INSURRECCIÓN ARMADA


A. Neuberg
Libro 104 ANTES DE MAYO
Milcíades Peña
Libro 105 MARX LIBERTARIO
Maximilien Rubel
Libro 106 DE LA POESÍA A LA REVOLUCIÓN
Manuel Rojas
Libro 107 ESTRUCTURA SOCIAL DE LA COLONIA
Sergio Bagú
Libro 108 COMPENDIO DE HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA
Albert Soboul
Libro 109 DANTON, MARAT Y ROBESPIERRE. Historia de la Revolución Francesa
Albert Soboul
Libro 110 LOS JACOBINOS NEGROS. Toussaint L’Ouverture y la revolución de Haití
Cyril Lionel Robert James
Libro 111 MARCUSE Y EL 68
Selección de textos
Libro 112 DIALÉCTICA DE LA CONCIENCIA – Realidad y Enajenación
José Revueltas
Libro 113 ¿QUÉ ES LA LIBERTAD? – Selección de textos
Gajo Petrović – Milán Kangrga
Libro 114 GUERRA DEL PUEBLO – EJÉRCITO DEL PUEBLO
Vo Nguyen Giap
Libro115 TIEMPO, REALIDAD SOCIAL Y CONOCIMIENTO
Sergio Bagú
Libro 116 MUJER, ECONOMÍA Y SOCIEDAD
Alexandra Kollontay
Libro 117 LOS JERARCAS SINDICALES
Jorge Correa
Libro 118 TOUSSAINT LOUVERTURE. La Revolución Francesa y el Problema Colonial
Aimé Césaire
Libro 119 LA SITUACIÓN DE LA CLASE OBRERA EN INGLATERRA
Federico Engels
Libro 120 POR LA SEGUNDA Y DEFINITIVA INDEPENDENCIA
Estrella Roja – Ejército Revolucionario del Pueblo
Libro 121 LA LUCHA DE CLASES EN LA ANTIGUA ROMA
Espartaquistas
Libro 122 LA GUERRA EN ESPAÑA
Manuel Azaña
Libro 123 LA IMAGINACIÓN SOCIOLÓGICA
Charles Wright Mills
Libro 124 LA GRAN TRANSFORMACIÓN. Critica del Liberalismo Económico
Karl Polanyi
Libro 125 KAFKA. El Método Poético
Ernst Fischer
Libro 126 PERIODISMO Y LUCHA DE CLASES
Camilo Taufic
Libro 127 MUJERES, RAZA Y CLASE
Angela Davis
Libro 128 CONTRA LOS TECNÓCRATAS
Henri Lefebvre
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EL DISCURSO CRÍTICO DE MARX

Libro 129 ROUSSEAU Y MARX


Galvano della Volpe
Libro 130 LAS GUERRAS CAMPESINAS - REVOLUCIÓN Y CONTRARREVOLUCIÓN EN
ALEMANIA
Federico Engels
Libro 131 EL COLONIALISMO EUROPEO
Carlos Marx - Federico Engels
Libro 132 ESPAÑA. Las Revoluciones del Siglo XIX
Carlos Marx - Federico Engels
Libro 133 LAS IDEAS REVOLUCIONARIOS DE KARL MARX
Alex Callinicos
Libro 134 KARL MARX
Karl Korsch
Libro 135 LA CLASE OBRERA EN LA ERA DE LAS MULTINACIONALES
Peters Mertens
Libro 136 EL ÚLTIMO COMBATE DE LENIN
Moshe Lewin
Libro 137 TEORÍAS DE LA AUTOGESTIÓN
Roberto Massari
Libro 138 ROSA LUXEMBURG
Tony Cliff
Libro 139 LOS ROJOS DE ULTRAMAR
Jordi Soler
Libro 140 INTRODUCCIÓN A LA ECONOMÍA POLÍTICA
Rosa Luxemburg
Libro 141 HISTORIA Y DIALÉCTICA
Leo Kofler
Libro 142 BLANQUI Y LOS CONSEJISTAS
Blanqui - Luxemburg - Gorter - Pannekoek - Pfemfert - Rühle - Wolffheim y Otros
Libro 143 EL MARXISMO - El MATERIALISMO DIALÉCTICO
Henri Lefebvre
Libro 144 EL MARXISMO
Ernest Mandel
Libro 145 LA COMMUNE DE PARÍS Y LA REVOLUCIÓN ESPAÑOLA
Federica Montseny
Libro 146 LENIN, SOBRE SUS PROPIOS PIES
Rudi Dutschke
Libro 147 BOLCHEVIQUE
Larissa Reisner
Libro 148 TIEMPOS SALVAJES
Pier Paolo Pasolini
Libro 149 DIOS TE SALVE BURGUESÍA
Paul Lafargue - Herman Gorter – Franz Mehring
Libro 150 EL FIN DE LA ESPERANZA
Juan Hermanos
Libro 151 MARXISMO Y ANTROPOLOGÍA
György Markus
Libro 152 MARXISMO Y FEMINISMO
Herbert Marcuse
Libro 153 LA TRAGEDIA DEL PROLETARIADO ALEMÁN
Juan Rústico

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Bolívar Echeverría

Libro 154 LA PESTE PARDA


Daniel Guerin
Libro 155 CIENCIA, POLÍTICA Y CIENTIFICISMO – LA IDEOLOGÍA DE LA NEUTRALIDAD
IDEOLÓGICA
Oscar Varsavsky - Adolfo Sánchez Vázquez
Libro156 PRAXIS. Estrategia de supervivencia
Ilienkov – Kosik - Adorno – Horkheimer - Sartre - Sacristán y Otros
Libro 157 KARL MARX. Historia de su vida
Franz Mehring
Libro 158 ¡NO PASARÁN!
Upton Sinclair
Libro 159 LO QUE TODO REVOLUCIONARIO DEBE SABER SOBRE LA REPRESIÓN
Víctor Serge
Libro 160 ¿SEXO CONTRA SEXO O CLASE CONTRA CLASE?
Evelyn Reed
Libro 161 EL CAMARADA
Takiji Kobayashi
Libro 162 LA GUERRA POPULAR PROLONGADA
Máo Zé dōng
Libro 163 LA REVOLUCIÓN RUSA
Christopher Hill
Libro 164 LA DIALÉCTICA DEL PROCESO HISTÓRICO
George Novack
Libro 165 EJÉRCITO POPULAR – GUERRA DE TODO EL PUEBLO
Vo Nguyen Giap
Libro 166 EL MATERIALISMO DIALÉCTICO
August Thalheimer
Libro 167 ¿QUÉ ES EL MARXISMO?
Emile Burns
Libro 168 ESTADO AUTORITARIO
Max Horkheimer
Libro 169 SOBRE EL COLONIALISMO
Aimé Césaire
Libro 170 CRÍTICA DE LA DEMOCRACIA CAPITALISTA
Stanley Moore
Libro 171 SINDICALISMO CAMPESINO EN BOLIVIA
Qhana - CSUTCB - COB
Libro 172 LOS ORÍGENES DE LA CIVILIZACIÓN
Vere Gordon Childe
Libro 173 CRISIS Y TEORÍA DE LA CRISIS
Paul Mattick
Libro 174 TOMAS MÜNZER. Teólogo de la Revolución
Ernst Bloch
Libro 175 MANIFIESTO DE LOS PLEBEYOS
Gracco Babeuf
Libro 176 EL PUEBLO
Anselmo Lorenzo
Libro 177 LA DOCTRINA SOCIALISTA Y LOS CONSEJOS OBREROS
Enrique Del Valle Iberlucea
Libro 178 VIEJA Y NUEVA DEMOCRACIA
Moses I. Finley

10
EL DISCURSO CRÍTICO DE MARX

Libro 179 LA REVOLUCIÓN FRANCESA


George Rudé
Libro 180 ACTIVIDAD, CONCIENCIA Y PERSONALIDAD
Aleksei Leontiev
Libro 181 ENSAYOS FILOSÓFICOS
Alejandro Lipschütz
Libro 182 LA IZQUIERDA COMUNISTA ITALIANA (1917 -1927)
Selección de textos
Libro 183 EL ORIGEN DE LAS IDEAS ABSTRACTAS
Paul Lafargue
Libro 184 DIALÉCTICA DE LA PRAXIS. El Humanismo Marxista
Mihailo Marković
Libro 185 LAS MASAS Y EL PODER
Pietro Ingrao
Libro 186 REIVINDICACIÓN DE LOS DERECHOS DE LA MUJER
Mary Wollstonecraft
Libro 187 CUBA 1991
Fidel Castro
Libro 188 LAS VANGUARDIAS ARTÍSTICAS DEL SIGLO XX
Mario De Micheli
Libro 189 CHE. Una Biografía
Héctor Oesterheld – Alberto Breccia - Enrique Breccia
Libro 190 CRÍTICA DEL PROGRAMA DE GOTHA
Karl Marx
Libro 191 FENOMENOLOGÍA Y MATERIALISMO DIALÉCTICO
Trần Đức Thảo
Libro 192 EN TORNO AL DESARROLLO INTELECTUAL DEL JOVEN MARX (1840-1844)
Georg Lukács
Libro 193 LA FUNCIÓN DE LAS IDEOLOGÍAS – CRÍTICA DE LA RAZÓN INSTRUMENTAL
Max Horkheimer
Libro 194 UTOPÍA
Tomás Moro
Libro 195 ASÍ SE TEMPLÓ EL ACERO
Nikolai Ostrovski
Libro 196 DIALÉCTICA Y PRAXIS REVOLUCIONARIA
Iñaki Gil de San Vicente
Libro 197 JUSTICIEROS Y COMUNISTAS (1843-1852)
Karl Marx, Friedrich Engels y Otros
Libro 198 FILOSOFÍA DE LA LIBERTAD
Rubén Zardoya Loureda - Marcello Musto - Seongjin Jeong - Andrzej Walicki
Bolívar Echeverría - Daniel Bensaïd -Jorge Veraza Urtuzuástegui
Libro 199 EL MOVIMIENTO ANARQUISTA EN ARGENTINA. Desde sus comienzos hasta 1910
Diego Abad de Santillán
Libro 200 BUJALANCE. LA REVOLUCIÓN CAMPESINA
Juan del Pueblo
Libro 201 MATERIALISMO DIALÉCTICO Y PSICOANÁLISIS
Wilhelm Reich
Libro 202 OLIVER CROMWELL Y LA REVOLUCIÓN INGLESA
Christopher Hill
Libro 203 AUTOBIOGRAFÍA DE UNA MUJER EMANCIPADA
Alexandra Kollontay

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Bolívar Echeverría

Libro 204 TRAS LAS HUELLAS DEL MATERIALISMO DIALÉCTICO


Perry Anderson
Libro 205 CONTRA EL POSTMODERNISMO – UN MANIFIESTO ANTICAPITALISTA
Alex Callinicos
Libro 206 EL MATERIALISMO DIALÉCTICO SEGÚN HENRI LEFEBVRE
Eugenio Werden
Libro 207 LOS COMUNISTAS Y LA PAZ
Jean-Paul Sartre
Libro 208 CÓMO NOS VENDEN LA MOTO
Noan Chomsky - Ignacio Ramonet
Libro 209 EL COMITÉ REGIONAL CLANDESTINO EN ACCIÓN
Alexei Fiodorov
Libro 210 LA MUJER Y EL SOCIALISMO
August Bebel
Libro 211 DEJAR DE PENSAR
Carlos Fernández Liria y Santiago Alba Rico
Libro 212 LA EXPRESIÓN TEÓRICA DEL MOVIMIENTO PRÁCTICO
Walter Benjamin – Rudi Dutschke – Jean-Paul Sartre – Bolívar Echeverría
Libro 213 ANTE EL DOLOR DE LOS DEMÁS
Susan Sontag
Libro 214 LIBRO DE LECTURA PARA USO DE LAS ESCUELAS NOCTURNAS PARA
TRABAJADORES – 1er Grado
Comisión Editora Popular
Libro 215 EL DISCURSO CRÍTICO DE MARX
Bolívar Echeverría

12
EL DISCURSO CRÍTICO DE MARX

“La tradición del oprimido nos enseña que el “estado de


emergencia” en que vivimos no es la excepción, sino la
regla. Debemos llegar a una concepción de la historia
acorde con este hallazgo. Entonces reconoceremos
claramente que nuestra tarea es traer al frente el
verdadero estado de emergencia. Esto mejorará nuestra
posición en la lucha contra el fascismo. Una razón por la
que el fascismo tiene posibilidades de darse es que, en
nombre del progreso, quienes se oponen a él lo tratan
como si fuera una norma histórica. El asombro de que las
cosas que estamos experimentando ocurran aún en
pleno siglo XX[I] no es filosófico. Este asombro no es
principio de conocimiento –a menos que sea el
conocimiento de que la visión de la historia que lo hace
posible es insostenible..”

Walter Benjamin
Tesis sobre el concepto de Historia

https://elsudamericano.wordpress.com

La red mundial de los hijos de la revolución social

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Bolívar Echeverría

EL DISCURSO CRÍTICO
DE MARX
Bolívar Echeverría

Für A.

PRESENTACIÓN
EL MATERIALISMO DE MARX
DEFINICIÓN DEL DISCURSO CRÍTICO
ESQUEMA DE EL CAPITAL
COMENTARIO SOBRE EL “PUNTO DE PARTIDA” DE EL CAPITAL
VALOR Y PLUSVALOR
CLASIFICACIÓN DEL PLUSVALOR
LA CRISIS ESTRUCTURAL SEGÚN MARX
ROSA LUXEMBURGO: ESPONTANEIDAD
REVOLUCIONARIA E INTERNACIONALISMO
EL PROBLEMA DE LA NACIÓN DESDE LA “CRÍTICA DE LA
ECONOMÍA POLÍTICA”
CUESTIONARIO SOBRE LO POLÍTICO

14
EL DISCURSO CRÍTICO DE MARX

PRESENTACIÓN
No sabemos bien lo que Rosa Luxemburgo quería decir con “barbarie”
cuando, en el verdadero comienzo de este siglo, en la Gran Guerra,
reconocía para la marcha de la historia una encrucijada inevitable: o
adopta el difícil camino del socialismo, o se hunde en la barbarie. ¿Era
adecuado este reconocimiento? Alguien llegado de afuera diría que sí,
que es evidente: la historia se decidió por la barbarie y ésta se
generaliza y profundiza. Nunca como en el siglo XX, insistiría, tantas
posibilidades sociales y técnicas de felicidad, de armonía entre los
hombres y entre éstos y la naturaleza fueron convertidas de manera
tan sistemática en compulsiones a la desgracia y la destrucción. Pero
los que viven este siglo no están dispuestos a una constatación tan
contundente y condenatoria como ésta. Criados para el arte de
interpretar lo malo como menos malo a la luz de la posibilidad de lo
peor: ansiosos de encontrarle siempre a todo, incluso a lo peor, el lado
bueno, se resisten con recelo fetichista a sumar bajo el término
"barbarie" todas las catástrofes y las masacres, de su época, la
frustración de pueblos y generaciones enteras que ella contiene, el
asfixiante estrechamiento de la vida individual y colectiva que ella ha
traído consigo. Para ellos, pese a todo, el progreso “que sería por
esencia bueno” sigue: la humanidad mantiene su marcha ascendente.

Barbarie: una vida social cuyo transcurrir fuera el discurso de un idiota,


lleno de ruido y furor y carente de todo sentido. Ausencia de sentido:
he ahí la clave de la barbarie. ¿Ha sido el siglo XX como una mera
corporización de un cuento incoherente y violento? Tal vez. Pero el
mural de barbaridades del siglo XX, inmenso y recargado, no puede ser
descrito dejando de lado una presencia tangencial pero determinante
que organiza su contenido en la misma medida en que lo niega. Me
refiero a la presencia real de un proyecto de sentido o, mejor, de
contra-sentido para la historia contemporánea: el comunismo; a la
materialización de éste en una entidad socio-política peculiar: la
izquierda; a su manifestación en conceptos mediante un discurso
propio: el marxismo.
Sólo un hecho impide hablar del siglo XX como de una época de
barbarie. No se trata de la existencia de un nexo que, al unir una
barbaridad con otra, les otorgue un sentido trascendente: una
categoría de males necesarios en el camino a un bien último. Se trata
15
Bolívar Echeverría

de la existencia de la izquierda: una cierta comunidad de individuos,


una cierta fraternidad, a veces compacta, a veces difusa, que ha vivido
esta historia bárbara como la negación de otra historia deseada y
posible a la que se debe tener acceso mediante la revolución. En virtud
de la existencia de la izquierda la miseria de la vida moderna, la
destrucción de los hombres y de la naturaleza en las ciudades y en los
campos de la época industrial deja de ser un absurdo y se vuelve un
acontecimiento histórico dotado de un sentido ‒negativo‒ y por tanto
explicable. Explicable por el hecho de que la reproducción de la vida
social ‒la unidad de trabajo y disfrute‒ se lleva a cabo de un modo tal
que contradice las tendencias sociales y técnicas inherentes a ese
mismo proceso que no sólo se ha vuelto ya sustituible, sino que
despierta el deseo de su sustitución. La existencia de la izquierda le da
un sentido ‒un contra-sentido‒ al sinsentido del siglo XX. Gracias a
ella, las guerras mundiales no son meras riñas inevitables entre
organismos nacionales a los que se les desboca su agresividad
instintiva, ni el sangriento control colonialista del planeta un mero
episodio en la lucha por la supremacía del más fuerte y la extinción del
más débil: éste, como aquéllas, viene de la traslación de la
irracionalidad de la vida capitalista nacional a la escala planetaria; son
catástrofes y genocidios tal vez inimaginables pero sí penetrables a la
razón como resultado necesario de la disputa entre los capitales
nacionales imperialistas por alcanzar el dominio sobre los demás.
Porque la izquierda estuvo allí Auschwitz dejó de ser un holocausto
casual provocado por un loco; fue el resultado del fracaso de la propia
izquierda; el sacrificio excedentario con que el cuerpo social debía
pagar el triunfo de la contrarrevolución anticomunista en la Europa de
la civilización burguesa.
Pero “el desierto crece”: incluso la fuente de su contrasentido amenaza
con cegársele al siglo XX en estos sus últimos decenios. Comunismo,
izquierda y marxismo se encuentran en crisis: en un momento en que
su renacimiento o su desaparición son igualmente posibles. No se trata,
sin duda, de una situación de subordinación total de la sociedad al
aciago destino que le marca la acumulación del capital; la rebeldía
brota por todas partes, de manera más o menos radical, poderosa y
duradera; el ser humano se resiste en tanto que fuerza de trabajo mal
pagada, en tanto que variedad discriminada por su sexo, su raza o su
comportamiento, en tanto que grupo social reprimido en lo político, lo

16
EL DISCURSO CRÍTICO DE MARX

nacional o lo religioso. De lo que se trata es de un desgaste irrevocable


de la figura histórica concreta que la presencia del contra-sentido en el
siglo XX, como resistencia y rebeldía reales, como tríada comunismo-
izquierda-marxismo, heredó del siglo anterior. La tríada comunismo-
izquierda-marxismo sólo pudo adquirir una figura concreta, una
vigencia efectiva en la historia contemporánea mediante un conjunto
de tres autoafirmaciones teórico-prácticas que debieron ser compatibles
con la esencia de lo político delimitada por la sociedad civil o burguesa.
La afirmación de que su “base social” existe de hecho y coincide
aproximadamente con lo que el discurso sociológico llama “clase obrera
industrial”. La afirmación de que su modelo de sociedad alternativa es
realmente viable y que ‒habida cuenta de factores distorsionantes‒
puede ser encontrada empíricamente en la URSS y sus prolongaciones.
La afirmación, por fin, de que su acción, lejos de ser utopista, no es
otra cosa que el intento de “modernizar” la sociedad, de adecuarla a las
conquistas productivas innegables, logradas espontáneamente por los
medios de producción.
Pero estos últimos cien años han sido demasiados años para la
capacidad de adaptación de cualquiera de las figuras concretas creadas
en su realidad histórica. Demasiados también, por lo tanto, para la
figura tradicional de la Izquierda y de la tríada a la que ella pertenece.
En primer lugar, el abigarrado panorama de brotes de impugnación del
sistema no puede ya ser descrito como una simple modificación de la
misma figura histórica de la Izquierda. Muchas de esas rebeldías son,
más que extrañas entre sí, enconadamente hostiles las unas a las
otras. La “clase obrera, industrial”, por su lado, al mismo tiempo que
ha dejado de ser la portadora del proyecto comunista de una contra-
historia contemporánea, ha perdido también la capacidad de ofrecer un
plano homogéneo de acción a los demás sujetos de la rebeldía, y de
ser así su representante. En segundo lugar, la existencia de los Gulag,
de la represión de la democracia y del anquilosamiento de la vida social
para el sostenimiento del “socialismo real” no puede ya ser interpretada
como resultado de una necesidad impuesta desde afuera, por el
contorno capitalista, a un proceso de “transición al socialismo”; debe
ser reconocida como la presencia invertida, perversamente meta-
morfoseada, de las mismas leyes generales del modo capitalista de la
reproducción social, empeñadas en consolidarse y perseverar. El
modelo de sociedad alternativa sólo puede tener en el orden

17
Bolívar Echeverría

implantado por la URSS la imagen de lo que no debe ser. Por último,


no hay ya esfuerzo capaz de mantener en pie la creencia en una
“bondad” intrínseca de la técnica: resulta ilusoria la posibilidad de que
un nuevo orden social desplace del lado negativo al lado positivo el
mecanismo que regula el sentido del funcionamiento de una misma
tecnología, la tecnología moderna. Tecnología ideada para potenciar la
explotación de la fuerza de trabajo, impone ahora su destructividad
desaforada; no puede ya mantenerse en su papel de benevolente
correctivo realista para los sueños de una historia alternativa.
La caducidad de la figura concreta que la tríada comunismo-izquierda-
marxismo debió adoptar para tener efectividad en la historia
contemporánea se muestra de manera muy especial en lo que respecta
al marxismo. La fuente del discurso de la rebeldía y el contra-sentido
ha experimentado en este siglo una diversificación y una radicalización
tan marcadas, que la versión de sí mismo que el discurso crítico
marxista debió elegir y desarrollar desde la época del propio Marx ‒la
de un cuerpo de saber científico positivo, propio de la “clase obrera
industrial” y capaz de sustituir a su equivalente burgués como garantía
de racionalidad para el nuevo orden social‒ resulta demasiado estrecha
e inofensiva cuando pretende ofrecer a todos los otros esbozos de
discurso crítico un terreno común para su formulación e inter-
penetración.
De esta versión del discurso crítico que llegó al ridículo con el
“materialismo dialéctico” staliniano y que tuvo su último intento de
adaptación a comienzos de los años sesenta (el materialismo histórico:
un nuevo “continente” en el mapamundi de la ciencia), escribía
Foucault que “se encuentra en el pensamiento del siglo XIX como pez
en el agua; es decir, en cualquier otra parte deja de respirar”. Para
Foucault, la teoría marxista carece de actualidad porque, además de
pertenecer al siglo XIX, es decir, de haber alcanzado vigencia histórica
en él ‒lo que de por sí sería una virtud‒ permanece atrapada en la
problemática propia de ese siglo, cuyos alcances son estrechos y faltos
de radicalidad. La “encomienda” que el espíritu revolucionario del siglo
XIX hacía al pensamiento era la de “establecer para el hombre una
permanencia estable sobre esta tierra, de la que los dioses se habían
apartado o esfumado”. Una “encomienda”, si no mezquina (como la
llamaría Heidegger), sí superficial. Porque lo que está en cuestión
radicalmente ‒esto debe saberlo la época del pensar que se abre con
18
EL DISCURSO CRÍTICO DE MARX

Nietzsche‒ no es el logro y la distribución de los “bienes terrenales”, no


son las posesiones del Hombre (el moderno maítre et possesseur de la
nature), sino lo humano mismo, esta entidad histórica peculiar que está
en trance de desaparecer una vez que todas las virtudes que desarrolló
a costa de cruentas mutilaciones se convierten una a una en vicios
nocivos para él mismo y para la naturaleza. El discurso contemporáneo
sólo puede ser radical si acepta la “encomienda del pensar” que viene
de esta “peligrosa inminencia”: “el fin del Hombre”.
Pero ¿se detiene la “encomienda” que el comunismo hace a su discurso
crítico en los límites respetados ‒en “acomodación al espíritu de la
época”‒ por la versión predominante del marxismo: sociologista,
estatalista y progresista? Si no es así, ¿qué otra manifestación concreta
ha tenido o puede tener ese discurso crítico comunista? ¿Un marxismo
“diferente” o un nuevo “-ismo”, post-marxista? La actividad y el
discurso de Marx son como una sustancia que adquiere diferentes
formas según la situación en que ellos son invocados para fundamentar
diferentes marxismos: diferentes garantías teóricas (científicas) de
proyectos prácticos (empíricos), histórico-concretos, de actividad
política que se pretende anticapitalista. Aparte del nombre “Marx",
disputado por su prestigio legendario, estos diferentes proyectos
pueden llegar a no tener en común más que algunos retazos de
teoremas, extraídos siempre de un sector muy limitado de la extensa
obra de Marx; o incluso menos: unas cuantas fórmulas “marxistas”
dotadas de un valor puramente emblemático.
Hay muchos marxismos no sólo debido a la polisemia del nombre Marx,
al hecho de que hay muchas posiciones anticapitalistas desde las que
se lee a Marx. Los hay también porque el propio Marx, como todo
individuo humano, es múltiple, porque hay varios sujetos homónimos
llamados Marx: varios esbozos divergentes de forma que la sustancia
Marx tiene por sí misma y que coexisten conflictivamente tratando de
ser cada uno de ellos el que tiene la clave y representa la verdad de los
otros.
En consideración de esto es posible clasificar a los distintos marxismos
en dos grandes grupos: de una parte, el de los que ‒como el marxismo
dominante‒ resultan de una elección-imposición que congela o petrifica
en una de sus varias formas o resultados a esta sustancia por sí misma
multiforme, a este proyecto desigual e inacabado de acción y de

19
Bolívar Echeverría

discurso que fue Marx; es el grupo de los marxismos que adoptan


determinados textos o hechos de Marx como piedras inamovibles,
idénticas a sí mismas, privadas de todo conflicto, sobre las que
levantan sus construcciones teórico-prácticas. De otra parte, hay los
marxismos que resultan de una elección que respeta esa búsqueda
inacabada de unificación que conecta entre sí a los distintos esbozos
espontáneos de identidad que hay en el propio Marx; de una adopción
de los lineamientos fundamentales de su proyecto revolucionario, en la
medida en que éste, por su universalidad concreta y por su
originalidad, puede ser perfeccionado críticamente con el fin de
armonizar el discurso de aquella rebeldía múltiple frente a la historia
capitalista, que de otra manera permanecería balbuceante y
contradictoria.
La crisis del marxismo parece decidirse, en un sentido, por el traslado
de su versión tradicionalmente dominante ‒y de otras que pertenecen
al mismo tipo‒ al campo del discurso del poder establecido, como
poder estatal en el que convergen los intereses “normales” u
occidentales y los intereses modificados o “socialistas reales” del modo
capitalista de la reproducción social. En otro sentido, la crisis del
marxismo parece dirigirlo, en cambio, hacia el abigarrado campo de la
rebeldía contemporánea, a discutir dentro de él, sin límites, reservas ni
concesiones, todos sus contenidos y su estructura misma como
discurso, todas sus formas de presencia como movimiento práctico.
La “encomienda” que el comunismo hace a su discurso histórico
concreto ha rebasado siempre ‒desde la época en que el propio Marx
hizo burla del programa socialdemócrata apoyado por la fracción
“marxista” en Gotha‒ los límites del marxismo “demasiado realista”. Se
ha hecho presente en muchos Marxismos marginales ‒conocidos por
ciertos nombres clave que van de Rosa Luxemburgo y Hermann
Goerter a Karel Kosik y Rudi Dutschke, pasando por Karl Korsch, Ernst
Bloch, Georg Lukács, y muchos más‒ que, al acompañar, en calidad de
estorbos y desviaciones, la historia del marxismo predominante, fueron
la causa de la persistencia en él de un cierto grado de radicalidad y,
por tanto, de efectividad revolucionaria.
Es una historia que ha desgastado todas sus “vías preferenciales”, que
se ha vuelto toda ella marginal, el marxismo que parece poder renacer
de su crisis actual es el de esta tradición heterodoxa. La insistencia en

20
EL DISCURSO CRÍTICO DE MARX

un doble descubrimiento teórico del Marx joven (1843-1848), que se


vuelve una doble constante teórica, más o menos manifiesta pero
siempre determinante, de los escritos del Marx maduro (el de El
Capital, la inconclusa “crítica de la economía política”), parece estar
conectada con la posibilidad del renacimiento y la renovación marxista.
El primer aspecto de este descubrimiento tiene que ver con la idea
misma de un discurso capaz de llevar adelante la “encomienda”
comunista. Se trata del reconocimiento de que la historia del discurso
positivo, del logos para la producción ‒esta creación específica del ser
humano‒ ha estado de tal manera ligada a los intereses de
consolidación de modos de reproducción basados en la explotación y la
represión que hoy en día, en la época en que vivir se ha vuelto
sinónimo de existir para el mantenimiento del poder del capital y su
congreso de estados nacionales, la positividad del discurso ha llegado a
identificarse con su carácter apologético del sistema. Se trata, así, del
descubrimiento de que el discurso del comunismo sólo puede ser tal si
es estructuralmente crítico, es decir, si vive de la muerte del discurso
del poder: de minarlo sistemáticamente; si su decir resulta de una
estrategia de contradecir.
El segundo aspecto del descubrimiento que puede renovar la actualidad
del marxismo tiene que ver con lo que podría llamarse el teorema
crítico central de El Capital de Marx. La idea de que todos los conflictos
de la sociedad contemporánea giran, con su especificidad irreductible,
en torno a una fundamental contradicción, inherente al modo
capitalista de la reproducción social; la contradicción entre valor de uso
y valor, entre dos “formas de existencia” del proceso de reproducción
social: una, “social-natural”, trans-histórica, que es determinante, y
otra históricamente superpuesta a la primera, parasitaria pero
dominante, que es la forma de “valor que se valoriza”, de acumulación
de capital. Los ensayos reunidos en el presente volumen, redactados
entre 1974 y 1980, abordan diferentes temas que se refieren
directamente a estos dos aspectos del proyecto teórico-político de
Marx. Los dos primeros, que versan sobre el materialismo de Marx y
sobre la consistencia crítica de su discurso, proponen una reconsideración
del sentido en que debe entenderse actualmente el carácter científico
del discurso teórico sobre la realidad social. Intentan mostrar que la
obra de Marx implica una propuesta de definición para ese carácter;
propuesta que concibe a la des-construcción crítica del discurso

21
Bolívar Echeverría

científico espontáneo, al desquiciamiento sistemático de su horizonte


de inteligibilidad, como la estrategia epistemológica adecuada para un
discurso cuya producción de conocimiento debe cumplirse cuando la
historia que ha culminado en el capitalismo transita hacia una nueva
historia. Los cinco ensayos siguientes versan sobre el texto de El
Capital. El primero de ellos propone una lectura del mismo a partir del
reconocimiento de que la lógica que lo organiza refleja su intención
crítica al hacerlo avanzar de un análisis de la apariencia que ofrece la
riqueza social a un descubrimiento de su esencia, y de éste a una
desmistificación de su realidad. El segundo presenta un resultado de
esa lectura: el que corresponde a las dos primeras secciones de la
obra. Reconstruye el argumento inicial de El Capital ‒que establece
cuál va a ser su objeto teórico general‒ reconociéndolo como una
delimitación de la peculiaridad problemática de la riqueza social
mercantil capitalista sobre el trasfondo mistificado de las características
propias de la riqueza social mercantil simple. Los otros tres ejemplifican
esa misma lectura en torno a distintos temas clave de la crítica de la
economía política, principalmente el de una concepción del valor
alejada por igual del “inmanentismo” y del “fenomenismo”, el del
principio de distinción entre los distintos tipos de plusvalor y el de la
definición general de la crisis económica.
Los tres ensayos últimos versan sobre la derivación de la teoría de
Marx hacia temas propiamente políticos. El examen de los plantea-
mientos luxemburguianos sobre la “espontaneidad revolucionaria” y la
“nación real” conduce en ellos a la problematización de los conceptos
de “enajenación” y de “fetichismo” y a la propuesta de una redefinición
de éstos como categorías ineludibles del discurso crítico cuando él
pretende referirse a las posibilidades de una política revolucionaria en
las condiciones concretas del sujeto social, es decir, en el marco de las
empresas estatales modernas que lo constituyen en una entidad
nacional.

[1984]

22
EL DISCURSO CRÍTICO DE MARX

EL MATERIALISMO DE MARX 1
DATOS
Además del manuscrito que ocupó a Marx durante los primeros meses
de su estadía en Bruselas, el de su primera “Crítica de la economía
política”, elaborado en 1844, en París; además de los cuadernos con los
apuntes de lectura que acompañaban a sus estudios de economía,
teoría social e historia; además del manuscrito de La Ideología
Alemana, redactado junto con Engels en 1845 y 1846, se conserva
también, entre otros documentos de esta época de su vida, la agenda
o memorándum que le sirvió entre 1844 y 1847. En esta libreta, que
contiene casi exclusivamente títulos de libros y recados domésticos, se
encuentran también algunas anotaciones sumarias o esquemáticas de
Marx que tienen una relación directa con sus manuscritos propiamente
teóricos.
La principal de estas anotaciones teóricas es la que se compone de las
famosas once tesis “ad Feuerbach”.
Se supone generalmente que las Tesis fueron anotadas por Marx en
marzo de 1845; otras consideraciones permitirían pensar, sin embargo,
que fueron escritas a principios de 1846. Lo que sí puede afirmarse con
seguridad es que su redacción tuvo que ver directamente con la
intervención de Marx y Engels, durante 1845 y 1846, en la discusión
propiamente alemana de los problemas del socialismo; es decir, que
sus aseveraciones forman parte del tratamiento crítico al que fueron
sometidas por Marx y Engels en esos años tanto las versiones de la
doctrina socialista que prevalecían en Alemania como las construcciones
filosóficas en que ellas pretendían encontrar su justificación teórica. Es
en enero de 1846 cuando Marx y Engels deciden ampliar y transformar
sustancialmente el escrito que preparaban contra Bauer y Stirner. La
redacción de esta nueva obra, La Ideología Alemana, que debe incluir
un capítulo inicial sobre Feuerbach, es, después de la redacción de La
sagrada familia, la oportunidad más próxima que tiene Marx de abordar
una consideración global del materialismo y de la filosofía de
Feuerbach.2

1
Publicado originalmente en Historia y sociedad, n. ° 6, México, 1975.
2
Cf. Marx-Engels-Lenin Institut., K. Marx, Chronik seines Lebens, Moscú, 1934, p. 30.
23
Bolívar Echeverría

CONSIDERACIÓN GENERAL
Una comparación analítica del texto de las Tesis con los textos de los
dos escritos principales de Marx en estos años ‒los “Manuscritos de
París” y La Ideología Alemana‒ revela fácilmente que todas las
aseveraciones singulares discernibles en el primero pueden también ser
reconocidas sea en uno de los otros dos o en ambos. Basta eliminar del
texto de las Tesis el plano aparentemente accidental en que tiene lugar
su unidad, el plano de su formulación ocasional como sucesión de once
enunciados aforísticos (donde sí es innegable la presencia de
expresiones nuevas y exclusivas), para que el residuo, la lista de
aseveraciones aisladas que se encuentran en él, resulte carente de
todo aporte original o indispensable en el nivel propiamente
conceptual, y para que, en consecuencia, todo el texto pierda lo propio
o distintivo y se vuelva reductible a los dos textos mayores.
Pero el mensaje comunicado en el texto de las Tesis: reconocerlo como
una totalidad significativa perteneciente a un proceso discursivo que
aprovecha precisamente la peculiaridad de su expresión, al adjudicarle
su sentido definitivo, para que se revelen las posibilidades que tiene su
mensaje de ser original o irreductible, es decir, no redundante sino
complementario con respecto al mensaje aportado por los “Manuscritos
de París” y La Ideología Alemana.
El examen de las tesis que intentaremos hacer en las páginas
siguientes se guía por una idea general acerca de cómo se da y en qué
consiste este carácter original e irreductible del mensaje transmitido en
su texto.
Pensamos que la manera en que el texto reúne a las once tesis o
enunciados aforísticos en el plano de la formulación ocasional ‒la figura
de un programa o manifiesto que postula un conjunto de principios
sobre un tema determinado‒ posee una función significativa propia en
la medida en la que delimita una dirección e indica una tendencia a las
aseveraciones organizadas según ella. Que esta función consiste en
convertir a las once tesis, motivadas por la presencia teórico-política de
Feuerbach, en una serie de pasos de argumentación cuya sucesión
elabora una región problemática más general, cumpliendo un
requerimiento indispensable del proceso discursivo en que se efectúa la
revolución teórica comunista.

24
EL DISCURSO CRÍTICO DE MARX

Afirmamos además que la región problemática circunscrita de modo


especial o predominante mediante esta secuencia argumental, por el
conjunto de las Tesis constituye un sector decisivo, central o funda-
mental del campo problemático general abierto en el proceso de
fundación de la teoría marxista, un sector que en otros textos sólo es
tratado de manera general, tangencial o supeditada. Que esta zona
decisiva de la problemática teórica marxista es precisamente aquella en
que aparecen las cuestiones tendientes a la definición del carácter y el
tipo esenciales del discurso teórico comunista, y que contiene por tanto
el problema de la especificidad de la teoría marxista.
Creemos, en efecto, que la cuestión central en torno a la cual se
organiza la problemática interna del texto de las Tesis ‒y que hace de
su mensaje un aporte original, es decir, esencialmente complementario
dentro del sistema teórico marxista‒ puede ser explicada en estos
términos: ¿cómo es posible un discurso teórico propiamente comunista?
Es decir: ¿cómo afecta la peculiaridad del mensaje comunista a la
configuración fundamental del discurso teórico? ¿De qué afirmación
básica sobre la objetividad y sobre el tipo de actividad teórica adecuada
a ella parte el discurso teórico comunista? Así, pues, la idea general
que orienta nuestro examen de las Tesis ‒y que trata de ratificarse y
pormenorizarse en ellos‒ considera a su escritura o redacción como un
paso necesario dentro de esta intervención propiamente teórica de
Marx en el proceso de constitución del movimiento comunista a la que
hemos calificado de revolución teórica. Necesario por cuanto
precisamente a través de él esa intervención adviene a su autorre-
conocimiento y, por tanto, a su autoafirmación como revolución teórica,
es decir, como reconfiguración fundamental del campo de posibilidades
de composición del discurso teórico.
La redacción de las Tesis se nos presenta, entonces, como un intento
constitutivo de la intervención teórica de Marx en el cual ésta define
sobre la marcha el carácter y el alcance de su propia realización; como
un acto de reconocimiento provisional del trayecto recorrido y del que
queda por recorrer en el proceso de la revolución teórica; como un acto
de afirmación, por una parte, de la diferencia entre el discurso teórico
comunista y el discurso teórico tradicional, y, por otra, de la
problemática fundamental que promueve esta especificidad del nuevo
discurso y adquiere con él la posibilidad de su formulación adecuada.

25
Bolívar Echeverría

EL ORDEN DE LAS TESIS


Un reconocimiento inicial del texto de las Tesis en su conjunto revela
que su unidad en el plano de la formulación inmediata resulta de la
presencia de un cierto orden de argumentación esbozado en la
secuencia de los once enunciados aforísticos que lo componen; que su
constitución como totalidad de significación se debe a que cada una de
sus aseveraciones se halla contribuyendo al cumplimiento aproximado
de una intención argumental determinada.3
Este orden y esta intención lógicos, constatables en el texto de las
Tesis, poseen o siguen un sentido deductivo: la Tesis I cumple la
función de premisa, mientras las otras diez ilustran, explican o
particularizan lo postulado por ella. Si en la Tesis I encontramos una
definición del carácter específico del nuevo materialismo, en las demás
reconocemos las conclusiones o resultados de la aplicación de esa
definición al tratamiento de varias cuestiones especiales, tales como la
explicación de los límites teóricos e históricos de la filosofía tradicional,

3
Ernest Bloch ha sido el primero en reconocer la ganancia teórica que implica el tratar a
todas las Tesis como un texto unitario y proponer un reordenamiento de las mismas capaz
de mejorar la eficacia de su exposición. Reproducimos a continuación un pasaje (pp. 293-
94) de la parte de su libro Das Prinzip Hoffnung (Francfort/Main 1959) en el que introduce
al lector en su comentario de las Tesis: “Pero numeración no es sistematicidad, es un
recurso para suplirla, del cual Marx es quien menos necesidad tiene. Por ello, el
ordenamiento debe ser filosófico y no aritmético: la sucesión de las Tesis sólo puede ser la
de sus temas y contenidos. No existe, de lo que se puede ver, ningún comentario sobre las
«once Tesis»: sin embargo, solamente con él ‒como algo que tiene lugar a partir de un
compromiso común‒ se manifiesta la interdependencia dinámica de su brevedad y su
profundidad. Aparece entonces, en primer lugar, el grupo de teoría del conocimiento,
referido a intuición y actividad (Tesis V, I, III); en segundo lugar, el grupo histórico-
antropológico, referido a la autoenajenación, sus causas reales y el verdadero materialismo
(Tesis IV, VI, VII, IX, X); en tercer lugar, el grupo sintetizador o grupo «teórico-práctico»,
referido a la prueba y a la demostración (Tesis II, VIII). Resulta, en último lugar, la tesis
más importante, a manera de consigna ante la cual los espíritus toman partido
definitivamente y, una vez que se sirven de ella, dejan de ser espíritus puros (Tesis XI)”
Prescindimos, por razones de espacio, de la necesaria discusión que debería comparar este
reordenamiento de las Tesis con el nuestro.
Transcribimos de acuerdo al texto original, publicado por primera vez por D. Riazanov en
Marx-Engels Archiv, t. I, Francfort/M, 1928, pp. 222-30.
En el examen de este pasaje inicial de las Tesis hemos recogido algunas ideas del ensayo
“La cosificación y la conciencia del proletariado” en G. Lukács, Geschichte und Klassen-
bewusztsein, Der Malik verlag, Berlín, 1923, pp. 94-228.
No nos parecen convincentes las razones aducidas por A. Schaff (“Au sujet de la traduction
des Theses de Marx sur Feuerbach”, en L 'homme et la société, núm. 22, pp. 30-31), para
traducir “das menschliche Wesen”, al comienzo de la Tesis vi, por “un etre humain”. El
injustificado cambio de la determinación del artículo exagera la “terrenalización” del
concepto de “esencia” ‒en el paso de “la Esencia (metafísica, intemporal) del Hombre” a "la
esencia (histórica) “humana”‒ al identificarlo con “estructura singular de la persona” y no,
como sería lo indicado por el contexto, con “estructura general del sujeto histórico".
26
EL DISCURSO CRÍTICO DE MARX

la delimitación de la necesidad, el objeto y la función de la nueva teoría


comunista, la ubicación de la base real de la enajenación, la
caracterización del proceso de transformación social, etcétera.
Pero debemos observar también que la manera como se muestran este
orden y esta intención refleja el carácter provisional e inconcluso del
texto de las Tesis, el hecho de que se trata de un escrito no acabado,
resultado de una redacción interrumpida. No aparecen, en efecto, ni
como un orden lógico construido y equilibrado en toda su coherencia ni
como una intención argumental depurada y desarrollada en todas sus
implicaciones esenciales. La exposición de las Tesis presenta ciertas
características ‒interrupciones, saltos, repeticiones, etcétera‒ que, si
bien no afectan a la composición de su sentido general, sí lo vuelven
menos evidente.
Resulta entonces conveniente comenzar el examen de las Tesis con
una primera intervención destinada a fortalecer la consistencia de la
distribución propia del texto y a permitir así que el orden y la intención
argumentales de su exposición resalten con mayor nitidez. En nuestra
opinión, esta intervención debe consistir en el trazo de una división en
la serie de las Tesis que acentúe la pertenencia de cada una de ellas
‒reubicándolas incluso, en ciertos casos‒ a uno de los pasos de la
argumentación reconocida en el texto.
La división que nosotros proponemos distingue cuatro temas
predominantes en el contenido del texto y delimita en referencia a ellos
cuatro grupos en la serie de las once Tesis; destaca además al primero
de éstos en calidad de premisa de los demás. Nuestro examen
distribuye, pues, el texto de las Tesis en los siguientes grupos:

1) el grupo A, cuyo tema predominante es la determinación del


carácter dialéctico materialista (o práctico) como carácter
específico del discurso teórico comunista, que está compuesto
centralmente por casi toda la Tesis I y por la Tesis V, y que
incluye también a las Tesis II y VII, en las que, a manera de
corolario, se determina a la actividad teórica como momento
constitutivo de la praxis social material;

27
Bolívar Echeverría

2) el grupo B, cuyo tema predominante es la determinación de la


historia de las configuraciones de la sociedad como problemática
específica del discurso dialéctico materialista, que está
compuesto por las Tesis IV, VI y VII;
3) el grupo C, cuyo tema predominante es la determinación de la
necesidad histórica del discurso dialéctico materialista, que está
compuesto por las Tesis IX y X y por la última parte de la Tesis
I, y
4) el grupo D, cuyo tema predominante es la determinación del
concepto dialéctico materialista de transformación social, que
está compuesto por las Tesis III y XI.

LAS TESIS DEL GRUPO A

Los pasajes del texto de las Tesis que hemos reunido en este grupo
son los siguientes:4 En primer lugar, la parte inicial de la Tesis I:
“!La principal insuficiencia de todo el materialismo tradicional
[bishering] [incluido el de Feuerbach] es que [en él] el objeto I
[Gegenstand], la realidad, la materialidad [Sinnlichkeit] sólo es
captada bajo la forma del objeto II [Objekt] o de la intuición
sensible [Anschauung]; y no como actividad humana material
[sinnlich], (como) praxis; no subjetivamente. De ahí que, en
oposición al materialismo, el aspecto activo [haya sido]
desarrollado de manera abstracta por el idealismo ‒el cual,
naturalmente, no conoce la actividad real, material [sinnlich] en
cuanto tal.”
A continuación, la Tesis V y la parte intermedia de la Tesis I:
“Feuerbach, insatisfecho con el pensamiento abstracto, quiere
[volver a] la intuición sensible [Anschauung]; pero no capta la
materialidad [Sinnlichkeit] como actividad práctica, material-
humana.” “Feuerbach quiere [referirse a] objetos materiales
[sinnliche Objekte], realmente diferentes de los objetos
pensados [Gedankenobjekte]: pero no capta la propia actividad
humana como actividad objetiva [gegenstandlich].”
4
Transcribimos de acuerdo al texto original, publicado por primera vez por D. Riazanov en
Marx-Engels Archiv, T. 1, Francfort/M, 1928, pp. 222-30.
28
EL DISCURSO CRÍTICO DE MARX

En segundo lugar, la Tesis VIII y la Tesis II:


“Toda vida social es esencialmente práctica. Todos los misterios
que inducen [veranlassen] a la teoría al misticismo encuentra su
solución racional en la praxis humana y en la comprensión
[Begreifen] de esta praxis.”
“La cuestión de si al pensamiento humano le corresponde
[zukomme] una verdad objetiva [gegenstandiche] no es una
cuestión de la teoría sino una cuestión práctica. En la praxis debe
el hombre demostrar la verdad, esto es, la realidad y el poder
[Macht], la terrenalidad [Diesseitigkeit] de su pensamiento. La
disputa sobre la realidad o irrealidad [Nichtwirklichkeit] del
pensamiento ‒que está aislado de la praxis‒ es una cuestión
puramente escolástica.”
Pero conviene observar que la función determinante o de premisa que
pretendemos reconocer en este grupo no se extiende por igual a todos
lo pasajes que lo integran. Se concentra en el pasaje inicial del texto,
es decir, en el primero de los tres que hemos transcrito en primer
lugar. Los otros dos incluidos a continuación y las Tesis VIII y II,
transcritas en segundo lugar, sólo participan de manera secundaria o
derivada de esa función de premisa; aquéllos aportan una ilustración
de lo afirmado en el pasaje inicial, mientras éstas lo confirman sobre
una cuestión particular, a manera de corolario.
En consecuencia, nuestro examen debe también concentrar su atención
en el pasaje inicial y determinante del texto de las Tesis.

1
¿Cuál es y cómo se halla realizado el propósito teórico del pasaje inicial
de las Tesis? Esta es la pregunta que debe responder una primera
aproximación a su texto.
Su preocupación más evidente está dirigida a las virtudes y los defectos
del “materialismo” (tradicional) y del “idealismo”. Esta preocupación
‒que de por sí no parece distinguirse de una curiosidad filosófica
puramente profesional‒ define su sentido cuando la relacionamos con
la última frase de la misma Tesis I y la consideramos dentro de las
vicisitudes del proceso global de trabajo teórico que ocupa a Marx en
esos años.
29
Bolívar Echeverría

De acuerdo a esa frase, lo que es necesario comprender es “la


significación de la actividad revolucionaria”; y si interesa un juicio sobre
el “materialismo” (tradicional) y el “idealismo” es precisamente en la
medida en que éstos son los dos modos básicos en que se suele de
hecho satisfacer esa necesidad. Ahora bien, como hemos indicado
anteriormente, la necesidad de esta comprensión es experimentada por
el nuevo movimiento comunista, en el que interviene teóricamente
Marx, como una necesidad que pone en crisis al campo vigente de
posibilidades de comprensión de todo objeto del tipo de la “actividad
revolucionaria, crítico-práctica”. Las aporías en que van a encerrarse las
elaboraciones doctrinales socialistas de la década de 1840 demuestran
la imposibilidad de que el discurso teórico revolucionario alcance
autosuficiencia, coherencia y efectividad bajo la sujeción ideológica a la
estructura del discurso capitalista y a su dinámica de autoafirmación y
autoreproducción. La necesidad de pensar el proceso revolucionario
resulta ser, simultáneamente, necesidad de revolucionar el proceso de
pensar.
Podemos decir, entonces, que lo que busca centralmente el pasaje
inicial de las Tesis es el carácter que conviene al discurso teórico
comunista como discurso revolucionario: revolucionario por tratar
adecuadamente de la revolución y por ser, él mismo, momento
constitutivo (teórico) de la revolución. Es esta búsqueda la que se abre
paso mediante el juicio crítico sobre el “materialismo” (tradicional) y el
“idealismo” en tanto que caracteres contrapuestos pero complementarios
del discurso teórico que es necesario revolucionar.
Efectivamente, la delimitación del carácter específico del discurso
teórico comunista sigue un procedimiento negativo o crítico: marca con
precisión ‒en referencia a la "actividad revolucionaria" como objeto por
pensar‒ los defectos esenciales de que adolece el discurso teórico
tradicional e indica, en calidad de tarea por cumplir, la posibilidad de
un nuevo discurso teórico que no esté afectado por ellos.

30
EL DISCURSO CRÍTICO DE MARX

Pero ¿qué es propiamente lo que entra en la mira de la crítica de Marx


cuando se refiere al “materialismo” (tradicional) y al “idealismo”? No
es, sin duda, el contenido de los filosofemas definitorios de dos
doctrinas presentes en el panorama de la historia del pensamiento: no
se trata de elegir entre dos posiciones u opiniones filosóficas ni de
sintetizarlas o superarlas en otra concepción del mundo. Marx habla
claramente del “materialismo” (tradicional) y el “idealismo” como
horizontes o ámbitos de la aprehensión cognoscitiva, como campos de
posibilidad del comportamiento teórico en los que un objeto puede ser
“captado” (gefaszt) o no. Su crítica apunta no tanto hacia el saber
producido explícitamente en el discurso científico-filosófico moderno,
sino precisamente hacia el horizonte de posibilidades cognoscitivas
planteado como condición de ese discurso, hacia su carácter o hacia la
configuración específica de su estructura fundamental. Es esta
estructura básica del discruso teórico ‒generalmente implícita o latente
pero siempre determinante en todas las formulaciones científico-
filosóficas desarrolladas de hecho‒ la que es tenida en cuenta por Marx
en su juicio crítico sobre el “materialismo” (tradicional) y el “idealismo”;
éstos son tratados como las dos modalidades particulares comple-
mentarias de la configuración moderna o capitalista de la estructura
fundamental del discurso teórico.

¿Y en qué consiste esta estructura básica del discurso teórico, su


horizonte o campo de posibilidades cognoscitivas? El pasaje que
examinamos parece definirla a partir de lo que podríamos llamar el
núcleo de todo mensaje teórico latente, es decir, más precisamente, a
partir de una significación central que, por su máxima simplicidad y
radicalidad, se inscribe en el nivel del código lingüístico y lo penetra
decisivamente, esbozando así una subcodificación totalizadora, capaz
de sobredeterminar todo mensaje explícito posible. En efecto, lo que el
texto de Marx reconoce como determinante y característico del campo
de posibilidades cognoscitivas o de “captación” teórica es la definición
última, más simple y más radical, contenida en él de lo que es la
objetividad (el “objeto I”), “la realidad, la materialidad” del objeto
(“objeto II”). Lo más elemental y fundamental, lo determinante “en” el
ámbito de una teoría es la manera en que allí se da cuenta de la
experiencia irreductible de la presencia de sentido en lo real, de la
31
Bolívar Echeverría

presencia de lo real como dotado de sentido y no como un caos


inefable o como un en-sí absolutamente indefinido; o, lo que es lo
mismo, la manera en que allí se da cuenta de la propia capacidad de
aseverar algo ‒así sea la simple existencia‒ del objeto, de la propia
capacidad de producir significaciones. Es la versión que la época
moderna o burguesa ofrece de esta “definición” fundamental la que es
tratada críticamente por Marx cuando delimita las virtudes y los
defectos del “materialismo” (tradicional) y el “idealismo”. Dicho en
otras palabras, lo que propiamente es afectado por la crítica del pasaje
inicial de las Tesis son las dos modalidades que presenta la
significación central de la estructura del discurso teórico cuando éste se
especifica históricamente como discurso teórico capitalista. Y el texto
de este pasaje llega a una conclusión precisa como resultado de su
labor crítica: mientras la modalidad materialista-empirista del discurso
teórico moderno se basa en una problematización insuficiente o poco
radical de la objetividad del objeto, la modalidad idealista-racionalista
se comporta de manera inconsecuente con el principio de problema-
tización adecuada del que ella parte en su “captación” teórica de la
objetividad.

3
La modalidad materialista-empirista de la estructura del discurso
teórico moderno o capitalista se levanta en torno a una noción básica
de objetividad (“objeto I”), en la que ésta queda reducida o asimilada a
la constitución propia del objeto de la intuición o contemplación
(“objeto II”), es decir, a la constitución de un objeto que se impone, en
plena exterioridad, como pura presencia casual a un sujeto pre-
existente que lo constata. En esta delimitación básica, la objetividad es
aprehendida teóricamente como una sustancia inherente al objeto,
independiente de todo tipo de relación sujeto-objeto; la presencia de
sentido en lo real es tratada como un estado expresivo espontáneo o
inerte de las cosas, como una significatividad constituida naturalmente,
previa a toda actividad de comunicación y significación.
La crítica de Marx pone en evidencia el defecto o la limitación principal
de esta problematización de la objetividad en el discurso materialista-
empirista. Este trata de fijarla como substrato metafísico, como cosa
exterior siempre ya dada frente al sujeto, pero lo específico de la
objetividad desborda el alcance de este intento teórico.
32
EL DISCURSO CRÍTICO DE MARX

Para problematizar adecuadamente lo que distingue a la objetividad en


cuanto tal es necesario considerarla “subjetivamente”, esto es, como
proceso en curso, y como proceso que afecta esencialmente y por igual
tanto al objeto como al sujeto que aparecen en él; considerarla “como
actividad”, como praxis que funda toda relación cognoscitiva sujeto-
objeto y que constituye, por tanto, el sentido de lo real y la posibilidad
de comunicar y significar.
Esta evidente insuficiencia del discurso materialista empirista no
impide, sin embargo, que Marx se reconozca a sí mismo como un
continuador revolucionario de su desarrollo. En la metafísica “objetivista”
de este discurso Marx distingue la exageración de un elemento teórico
que el discurso comunista debe rescatar: la insistencia en el carácter
irreductible de la esencia del objeto a la actividad unilateral del sujeto.
A su vez, la modalidad idealista-racionalista de la estructura del
discurso teórico moderno, según la crítica que de ella esboza este
pasaje de las Tesis, se revela inconsecuente: dueña de un principio
válido al que ella, sin embargo deforma y mistifica.
La noción básica propia de este discurso implica una problematización
de la objetividad que sí alcanza a plantearla en su especificidad; la
considera “subjetivamente”, como proceso fundante, como actividad de
constitución. Para el “idealismo” moderno, la objetividad es siempre un
acto de conversión fundamental de un en-sí, de un algo unitario simple
e indiferenciado en una unidad o totalidad compleja y diferenciada de
sujeto y objeto; totalidad dentro de la cual únicamente se constituye un
sentido, esto es, una conexión correlativa entre una realidad significativa
y una conciencia significadora.
Pero es precisamente esta problematización adecuada de la objetividad,
planteada por la modalidad idealista del discurso teórico moderno, la
que, contradictoriamente, sólo se encuentra en ella de manera defor-
mada y mistificada: empobrecida de un elemento central o de una
componente esencial de ella misma. El “idealismo” descuida y deja de
lado el carácter prioritario de la relación sujeto-objeto con respecto a
cada uno de sus dos términos, y erige al primero de ellos, al sujeto, en
calidad de fuente y fundamento de ella; abandona, así, al mismo
tiempo que la presupone, la noción de objetividad como proceso de
constitución tanto del sujeto como del objeto, e introduce en su lugar
una noción diferente, en la cual el proceso de constitución aparece
como un acto unilateral de construcción del objeto por parte del sujeto.
33
Bolívar Echeverría

La inconsecuencia del discurso idealista-racionalista consiste, pues, en


que se desdice del principio en que se sustenta al presentarlo de
manera menguada y unilateral; en que reduce la noción de objetividad
a la de un proceso emanado del acto en que el sujeto “pone” al objeto.
El pasaje inicial de las Tesis califica de “abstracta” a esta manera
inconsecuente en que el discurso teórico idealista-racionalista “desarrolla
el aspecto activo” o “subjetivo” de la objetividad. Y explica: este
desarrollo es abstracto ‒es decir, deja de lado la totalidad del proceso
de constitución u sólo tiene en cuenta, exagerándola, la actividad pura
del sujeto‒ porque la estructura teórica básica en que tiene lugar se ha
formado también en referencia (abstracta) a un solo nivel de la praxis
social: al nivel de la actividad espiritual o teórico-especulativa. La
“definición” idealista-racionalista de objetividad se da dentro de una
problemática fundamental que “no conoce la actividad real, material,
en cuanto tal” (en la que sujeto y objeto prácticos se constituyen
recíprocamente), o que “conoce” únicamente la actividad en la que la
razón o la fantasía parecen expresarse soberanamente en un medio
pasivo a su entera disposición.

4
La crítica del discurso teórico moderno o capitalista cumple su función
cuando confronta entre sí a las dos modalidades estructurales de este
discurso con el fin de delinear por contraste, a partir de los resultados
de esa confrontación y desde la perspectiva de las necesidades teóricas
de la revolución comunista, la posibilidad de un nuevo discurso, del
discurso teórico propiamente comunista. En efecto, esta posibilidad es
reconocible a partir de la constatación de que la estructura del discurso
teórico moderno tiene necesariamente que elegir entre dos versiones
igualmente contradictorias de una “captación” teórica inadecuada de la
objetividad: o bien, en la versión de su modalidad materialista-
empirista, olvida el “aspecto activo” de la objetividad, preocupada
hasta la exageración metafísica por rescatar la irreductibilidad de ésta a
las determinaciones del sujeto; o bien, en la versión de su modalidad
idealista-racionalista, elimina esta irreductibilidad en favor de una
acentuación mistificada y abstracta de ese “aspecto activo”.

34
EL DISCURSO CRÍTICO DE MARX

La posibilidad de un discurso teórico a salvo de este dilema que afecta


estructuralmente al discurso teórico capitalista es reconocida por la
teoría comunista, que se autodefine y se desarrolla, en este escrito de
Marx, como una tarea por cumplir. Esto lo advertimos cuando, para
completar la realización del principal propósito del pasaje inicial de las
Tesis, volvemos explícitas las determinaciones centrales que esa
posibilidad indica como específicas para el carácter del discurso teórico
comunista y definimos a éste como un discurso teórico cuya estructura
básica debe ser dialéctica y materialista. En efecto, el nuevo discurso
teórico debe, en primer lugar, vencer la limitación o insuficiencia de la
problematización materialista-empirista de la objetividad y asumir al
mismo tiempo la radicalidad, traicionada por el idealismo-racionalismo,
de su problematización “subjetiva” o (según la terminología definitiva y
más adecuada de Marx) dialéctica: debe sustentarse en una
aprehensión teórica de la objetividad como proceso o praxis fundante
de toda relación sujeto-objeto y, por tanto, de toda presencia de
sentido en lo real.
Debe, en segundo lugar, “poner de pie” y recobrar la totalidad de la
problematización dialéctica de la objetividad, mistificada y parcializada
en su desarrollo idealista-racionalista, plateándola ‒mediante una
adopción crítica de la insistencia materialista-empirista‒ como una
problematización dialéctico-práctica o dialéctico-materialista: debe
sustentarse en una aprehensión teórica de ese proceso fundante como
un proceso básicamente material, como un proceso de “metabolismo”
práctico entre el hombre y la naturaleza.5
El complejo proceso histórico-teórico que lleva a Marx a delimitar la
estructura básica o el carácter específico que conviene al discurso
teórico comunista culmina, en la segunda mitad de la década de 1840,
con la crítica de los intentos socialistas alemanes destinados a construir
una base teórica para su doctrina y su lucha mediante la adopción y
politización de la filosofía materialista de Feuerbach. Es precisamente el
examen crítico del discurso feuerbachiano, como matriz propuesta para
el discurso revolucionario, el que ‒realizado a la luz de las necesidades
teóricas del movimiento proletario en su proceso de constitución en
movimiento comunista‒ conduce a Marx a las conclusiones anotadas en
el pasaje inicial de este Grupo A de las Tesis.
5
En el examen de este pasaje inicial de las Tesis hemos recogido algunas ideas del ensayo
“La cosificación y la conciencia del proletariado” en G. Lukács, Geschichte und
Klassenbewusztsein, Der Malik Verlag, Berlín, 1923, pp. 94-228.
35
Bolívar Echeverría

Decisiva en una perspectiva histórico-teórica, esta presencia de la


filosofía de Feuerbach en la elaboración de la teoría marxista sólo
puede reproducirse en calidad de ejemplo o ilustración en la
perspectiva de la construcción lógica de las Tesis. El discurso
materialista de Feuerbach aparece, en los dos pasajes que hemos
transcrito a continuación del primero como ejemplo de lo que no debe
ser el discurso materialista del movimiento comunista; como ilustración
de un intento bien intencionado pero fallido de trazar los lineamientos
fundamentales de la teoría revolucionaria del proletariado. un intento
doblemente fallido, pues oscila entre la insuficiencia del materialismo-
empirismo y la inconsecuencia del idealismo-racionalismo. Las preten-
siones del discurso de Feuerbach se desvanecen por una doble razón:
porque ‒según el primero de estos pasajes‒ cuando quiere ser
materialista descuida el “aspecto activo” de la objetividad (“la
materialidad como actividad”), no llega a ser “subjetivo”, dialéctico, y
porque ‒de acuerdo al otro pasaje‒ cuando quiere considerar ese
“aspecto activo” (“la propia actividad humana”) deja de ser materialista.
Circunscrito a la consideración de aquella actividad particular que sirve
de paradigma al discurso idealista-racionalista en su aprehensión del
“aspecto activo” o “subjetivo” de la objetividad, la actividad específica-
mente teórica, el discurso dialéctico-materialista debe arribar a un
corolario, anotado por Marx en sus Tesis VIII y II: el campo y el
material significativos, cuya elaboración específicamente conceptual da
base a la necesidad de la actividad teórica en cuanto tal, deben ser
concebidos como condición de ésta y no como su producto o resultado.
La praxis social, que funda toda relación sujeto-objeto, es ella misma
proceso de constitución de sentido en lo real, de relación específica-
mente semiótica; las significaciones que se componen en este nivel
fundamental delimitan y estructuran el campo de posibilidades de
significar de la actividad teórica específica.
La “verdad” del discurso teórico ‒y por tanto también su “falsedad” su
evasión “al misticismo”‒ sólo puede ser explicada si ese discurso es
concebido como momento componente del proceso práctico-histórico
en su totalidad (y no como acto independiente de figuración adecuada
o inadecuada, “realista” o “irrealista” de una cosa). Es este proceso el
que, según la tendencia inmanente de su desarrollo general, organiza
en cada una de sus épocas el campo de posibilidades de la producción
de significaciones, es decir: jerarquiza los niveles y las regiones de
36
EL DISCURSO CRÍTICO DE MARX

problematicidad en lo real y ubica la perspectiva desde la cual esta


problematicidad puede ser abordada eficazmente. Por esta razón, lo
que constituye la “verdad” del discurso teórico es precisamente su
compenetración con este proceso ‒como elaboración conceptual de las
significaciones que en él se producen y que, trabajadas, deben
revertirse sobre él para su autotransformación‒: en otras palabras, su
“verdad” es su “poder”, su contribución o participación específica en la
realización concreta de la tendencia fundamental de este proceso
práctico-histórico.

LAS TESIS DEL GRUPO B


La Tesis IV:
“Feuerbach parte del factum de la autoenajenación religiosa, de
la duplicación del mundo en uno religioso y otro mundano. Su
trabajo consiste en disolver [auflosen] el mundo religioso en su
base [Grundlage] mundana. Pero el [hecho de] que la base
mundana se desprende [abhebt] de sí misma y se fija (como) un
reino independiente en las nubes sólo es explicable a partir del
autodesmembramiento [Selbstzerrissenheit] y [del] autocontra-
decirse de esta base mundana. Es ésta entonces, en sí misma, la
que debe ser tanto comprendida [verstanden] en su contradicción
como revolucionada prácticamente. Es decir, por ejemplo, una
vez que la familia terrenal [irdische] ha sido descubierta como el
misterio de la Sagrada Familia, debe ahora ser aniquilada
[vernichtet] teórica y prácticamente.”
La Tesis VI:
“Feuerbach disuelve la esencia religiosa [das religiose Wesen] en
la esencia humana [das menschliche Wesen]. Pero la esencia
humana no es un abstractum inherente [inwohned] al individuo
singular. En su realidad, es el conjunto de las relaciones sociales
[das ensemble der gesellschaftlichen Verhaltnisse]. “ Feuerbach,
que no entra en la crítica de esta esencia real [dieses wirklichen
Wesen], está obligado, por tanto:
“1) a hacer abstracción del acontecer [Verlauf] histórico y a fijar
como independiente [fur sich] al ánimo [Gemut] religioso, y a
presuponer un individuo humano abstracto [aislado].

37
Bolívar Echeverría

“2) por lo tanto, la esencia [das Wesen] sólo puede ser captada
como «genero» [Gattung], como universalidad interior, inexpresiva
[stumme], que conecta [verbindende] naturalmente a los muchos
individuos.”
La Tesis VII:
“Feuerbach no ve, por tanto, que el propio «ánimo religioso», es
un producto social, y que el individuo abstracto que él analiza
pertenece a una forma determinada de sociedad [einer
bestimmten Gesellschftsform]”
El tema predominante en el conjunto de estas tres Tesis se halla
supeditado directamente al que es tratado en calidad de premisa por el
grupo A. Mientras en éste tiene lugar la definición del carácter
específico del discurso teórico comunista en tanto que momento del
proceso práctico, en el grupo B se lleva a cabo la determinación de lo
que debe ser la problemática específica del mismo en tanto que
discurso sobre ese proceso práctico.
Basta considerar al discurso teórico dialéctico-materialista como un
discurso que por necesidad está situado históricamente dentro del
proceso práctico para que se vuelva evidente que su propio carácter
dialéctico-materialista implica ya una jerarquización del campo
problemático que se abre ante él. Si lo real, concebido como proceso
práctico, se encuentra en una era en que su acontecer lo determina
esencialmente como proceso de transformación fundamental de la
socialidad, resulta necesario que su problematicidad se concentre
precisamente en el lado de su estructura que entra en crisis en una
época tal: en lo que es propiamente su composición histórico-social. El
discurso dialéctico-materialista se define, así, concretamente en
referencia a la problemática específica de la historia de las formas
sociales dentro de las cuales se realiza el proceso productivo, la praxis
o actividad práctica constituyente; se configura como materialismo
histórico, como teoría materialista y dialéctica de la sociedad y de su
historia.
Los lineamientos centrales de esta concretización de la definición del
discurso teórico comunista son los que encontramos trazados en el
grupo B de las Tesis.

38
EL DISCURSO CRÍTICO DE MARX

El procedimiento mediante el cual se llega a este esbozo consiste en


una crítica del concepto con el que el discurso materialista de
Feuerbach intenta pensar la situación revolucionaria de su tiempo: el
concepto de “autoenajenación religiosa de la esencia humana”. Se
demuestra primero la insuficiencia de la problematización feuerbachiana
para aprehender teóricamente el lugar (el mundo de la “esencia
humana”) en que se da esa situación revolucionaria, ese fenómeno de
“enajenación”; y después se convierte a esta demostración en una
indicación d elo que debe ser la problematización suficiente para tal
efecto: la problematización histórico-materialista.
¿Cómo explicar el hecho de la enajenación religiosa: “la duplicación del
mundo en uno religioso y otro mundano” y la sujeción de éste bajo el
primero? Esta es la cuestión que se plantea el discurso de Feuerbach y
que intenta resolver, en dirección materialista, mediante la determinación
de la vigencia de la entidad divina a partir de una necesidad constituida
en la existencia profana; mediante una argumentación que “disuelve el
mundo religioso en su base mundana”. El hecho de la enajenación se
comprenderá así como el resultado de un acto de enajenación: un acto
en el que la “base mundana” o mundo del sujeto, de la esencia
humana, cede o transfiere la función “subjetiva”, activa o determi-
nante, que le pertenece esencialmente, al “mundo religioso”, mundo
creado o mundo-objeto. En este intento feuerbachiano de problematizar
el fenómeno de la enajenación, las Tesis encuentran una debilidad
constitutiva: la ausencia de los elementos conceptuales necesarios para
dar cuenta, en general, de ese proceso de enajenación, cesión o
transferencia de la función de sujeto, y, en particular, de esa forma
religiosa que él puede adoptar. En efecto, en una concepción como la
de Feuerbach ‒para la cual el “mundo mundano” es el medio de la
realización, autoafirmación u objetivación de la “esencia humana”, y
ésta es un conjunto unitario y fijo de necesidades, potencialidad o
ánimos común a todos los individuos de la especie o “género” humano‒
el origen de ese “mundo enajenado” que “se desprende” del mundo
real queda como un hecho casual o innecesario, es decir, inexpicable.
Igualmente, el concepto feuerbachiano de la composición de esa
“esencia humana”, que exalta al “ánimo religioso” como su elemento
predominante, no tiene otra necesidad teórica que la de ser la
descripción fáctica o casual del tipo de individuos humanos (el
“individuo abstracto” de la religión moderna) que es observable en una

39
Bolívar Echeverría

sociedad peculiar, la sociedad que transita de la forma feudal a la


forma burguesa.
Para concebir a la enajenación como determinación de la situación
revolucionaria, indica este grupo de las Tesis, se requiere una
problematización que, en lugar de “diluir” el “mundo enajenado” en su
“base mundana”, muestre la necesidad de que el primero “se
desprenda” de ésta y cumpla con respecto a ella una función
determinante. Una problematización que únicamente puede darse a
partir de la estructura del discurso dialéctico-materialista por cuanto
sólo ella permite concebir a esa “base mundana”, no como una
sustancia ya constituida y permanente, sino como el proceso en el que
se constituye la totalidad de un sujeto social y un objeto práctico, y en
el que, por tanto, esas “autocontradicciones”, “duplicaciones” o
“enajenaciones” y “revolucionarios” se producen como momentos
necesarios. Esta indicación queda precisada (en la Tesis VI) cuando
Marx enfrenta a la definición que da Feuerbach del sujeto de la
enajenación, de la “esencia humana”, la suya propia: la “esencia
humana real”, anota, “es el conjunto de las relaciones sociales”. 6 Son
éstas, entonces, las que en el fenómeno de enajenación neutralizan su
contradicción con las necesidades del proceso práctico, instituyéndose
en un mundo autónomo que actúa determinantemente sobre él, y las
que, al obstaculizar así su desarrollo, lo conducen a una situación
revolucionaria.
Precisada en estos términos, la indicación del grupo B de las Tesis es al
mismo tiempo una delimitación del campo problemático específico
donde el carácter dialéctico-materialista del discurso comunista se
realiza concretamente: el campo problemático de la historia de las
“formas determinadas de sociedad”. La posibilidad histórica real del
materialismo dialéctico está en el trabajo teórico del materialismo
histórico.

6
No nos parecen convincentes las razones aducidas por A. Schaff (“Au sujet de la
traduction des Theses de Marx sur Feuerbach”, en L’homme et la société, núm. 22, pp. 30-
31), para traducir “das menschliche Wesen”, al comienzo de la Tesis VI, por “un être
humain”. El injustificado cambio de la determinación del artículo exagera la "terrenalización”
del concepto de “esencia” —en el paso de “la Esencia (metafísica, intemporal) del Hombre”
a "la esencia (histórica) "humana"— al identificarlo con "estructura singular de la persona”
y no, como sería lo indicado por el contexto, con “estructura general del sujeto histórico”.
40
EL DISCURSO CRÍTICO DE MARX

LAS TESIS DEL GRUPO C


En este grupo hemos reunido, en primer lugar y de manera central, a
la Tesis x y, en segundo lugar y en papel complementario, a la Tesis IX
y a la parte final de la Tesis I. Transcribimos:
La Tesis X:
“La posición [Standpunkt] del viejo materialismo es la sociedad
civil [o burguesa] [die burgerliche Gesellschaft], la posición del
nuevo es la sociedad humana o la humanidad social.”
La Tesis IX:
“Lo máximo a lo que llega el materialismo de la intuición sensible
[der anschauende Materialismus], es decir, el materialismo que
no concibe [begrift] a la materialidad [Sinnlichkeit] como
actividad práctica, es a la observación [Anschauung] de los
individuos singulares y de la sociedad civil [der bürgerlichen
Gesellschaft]”
La parte final de la Tesis I:
“De ahí [‒de la insuficiencia de su materialismo‒] que [Feuerbach],
en La esencia del cristianismo, sólo considere al comportamiento
teórico como el auténticamente humano mientras la praxis sólo
es captada y fijada en su forma suciamente judía de manifestación
[in ihrer schmutzing jüdischen Erscheinungsform]. De ahí que no
comprende [begreift] la significación [Bedeutung] de la actividad
«revolucionaria», «crítico-práctica».”
El tema predominante que unifica a estos pasajes del texto de las Tesis
no es ya una derivación inmediata del primero y principal, elaborado en
el grupo A. Resulta, más bien, de la realización o el ejercicio efectivo
del discurso dialéctico-materialista, como teoría histórica materialista,
en el tratamiento de una cuestión particular de importancia excepcional:
la cuestión de la actualidad o de la necesidad histórico-social de su
propia existencia. ¿Cuál es, y en qué circunstancias históricas se
configura como determinante la problematicidad peculiar cuyo trata-
miento exige la acción de un discurso teórico de carácter dialéctico
materialista? Esta es la doble pregunta central que creemos reconocer
como motivo de las anotaciones reunidas en este grupo C.

41
Bolívar Echeverría

El procedimiento que lleva a su respuesta ‒es decir, tanto a la


identificación de tal problematicidad como a su ubicación histórica‒
consiste, también en este caso, en una contraposición crítica de la
fuente de determinación que da origen al discurso materialista-
dialéctico con aquella de la que proviene el discurso materialista
tradicional. A su vez, esta fuente de determinación es considerada, en
ambos casos, tanto en su sentido sincrónico ‒esto es, como nivel de la
problematicidad social‒ como en su sentido diacrónico ‒esto es, como
proyecto histórico efectivo‒.
La identificación de la fuente social de determinación del materialismo
dialéctico se realiza mediante la siguiente contraposición: mientras el
discurso materialista tradicional trabaja sobre la base de la
problematicidad que se constituye en el nivel propiamente “civil” del
comportamiento social, el discurso dialéctico-materialista trabaja sobre
la base de la problematicidad que se constituye en el nivel propiamente
“humano” del comportamiento social (o en el nivel propiamente “social”
del comportamiento humano).
El nivel “civil” de la socialidad es, de acuerdo a la tradición hegeliana de
su definición,7 aquel nivel del comportamiento y de la estructura
sociales compuesto por el conjunto de las relaciones que mantienen
entre sí los hombres en calidad de personas libres o aisladas,
propietarias privadas de mercancías, o de distribución de la riqueza
abstracta. Por el contrario, el nivel propiamente “humano” de la
socialidad es, de acuerdo al contexto de la obra de Marx en estos
años,8 aquel nivel básico del comportamiento y la estructura sociales
compuesto por el conjunto de las relaciones que mantienen entre sí los
7
"B. Sociedad civil, unión de los miembros como individuos independientes en una
universalidad que es por ello formal, en virtud de sus necesidades y gracias a la carta
jurídica como medio para la seguridad de las personas y de la propiedad y a través de un
orden exterior, para sus intereses particulares y comunes" Hegel, Grundlinien der
Philosophie des Rechts, Werke, t. VII, 157, pág. 306, Sunhrkamp, Francfort/Main, 1970. Allí
mismo 182-188, pp. 339-46.
8
"La creación práctica de un mundo objetivo, la elaboración de la naturaleza no orgánica es
la efectuación del hombre como un ser genético consciente, es decir, como un ser que se
comporta en referencia al género como a su propia esencia o que se comporta como un ser
genérico. [... ] .
“Precisamente en la elaboración del mundo objetivo el hombre se efectúa realmente como
ser genérico. Esta producción es su vida social en el trabajo. A través de ella aparece la
naturaleza como su obra y su realidad.” Marx, Manuscritos económico-filosóficos, MEGA,
Berlín, 1932, I, 3, pp. 88-89.
“La producción de la vida, tanto de la propia en el trabajo como de la ajena en la
procreación, se manifiesta inmediatamente como un doble relación ‒de una parte, como
una relación natural, y de otra como una relación social‒ [...]"
42
EL DISCURSO CRÍTICO DE MARX

hombres en tanto que agentes de la producción de la riqueza social


cualitativa, es decir, en tanto que elementos singularmente diferenciados
dentro del sujeto colectivo o comunitario de la praxis o actividad
práctica fundamental.
Pero esta identificación del nivel de la socialidad cuya problematicidad
requiere o exige una elaboración dialéctico-materialista no es suficiente
para indicar la necesidad real del discurso teórico dialéctico-materialista.
Para serlo debe avanzar hasta volverse un reconocimiento de la
oportunidad, adecuación o actualidad histórica de ese requerimiento o
exigencia. Por ello, las Tesis del grupo C consideran a la fuente de
determinación de la necesidad de los dos “materialismos” también en
su sentido diacrónico: son dos movimientos o proyectos históricos
reales, representativos de esos dos niveles o modos diferentes de la
sociedad los que constituyen verdaderamente a los dos tipos de
problematicidad abordados, respectivamente, por el “viejo” discurso
materialista y por el “nuevo”. La problemática del materialismo
empirista o tradicional se levanta en realidad a partir de un movimiento
histórico: del movimiento histórico “burgués” [bürgerlich], del
comportamiento social en su función de nivel predominante o principal
de toda la estructura social. 9 Por el contrario, la problemática propia del
materialismo dialéctico se constituye a partir del movimiento histórico
tendiente a la instauración del nivel práctico-comunitario del comporta-
miento social como nivel predominante o estructurante de la socialidad
en su conjunto; se constituye, por lo tanto, a partir de un movimiento
histórico tendencialmente comunista, radicalmente revolucionario con
relación a la organización vigente de la sociedad en términos
burgueses.

“Esta concepción de la historia [la del nuevo materialismo] se basa, pues, en la


comprensión del proceso real de la producción, partiendo para ello de la producción
material de la vida inmediata, y en la concepción de la forma de ccnvivencia
correspondiente a este modo de producción y engendrada por él, es decir, de la sociedad
civil en sus diferentes fases, como el terreno de toda la historia" Marx, La ideología
alemana, MEGA, Berlín, 1932, I, 5, pp. 19 y 27. Cf Neuveróffentlichung des Kapitels I, en
Deutsche Zeitschrift fur Philosophie, núm. 10, Berlín, 1966, pp. 1212 y 1221.
9
Los dos usos ‒estructural e histórico‒ del término “bürgerliche Gesellschaft” “sociedad
civil”, “sociedad burguesa” son distinguidos con claridad por Marx en La Ideología Alemana,
pp. 25-26: “La sociedad civil abarca todo el intercambio material de los individuos en una
fase determinada de desarrollo de las fuerzas productivas” “La sociedad civil en cuanto tal
sólo se desarrolla con la burguesía" Cf. también el apéndice de la carta de Engels a Marx
del 23 de septiembre de 1852, en MEW, t. 28, pág. 139.
43
Bolívar Echeverría

Podemos decir, en resumen, que en el grupo C de las Tesis, el discurso


teórico materialista dialéctico es presentado como un discurso que
tiene una necesidad histórica en la medida en que es discurso teórico
comunista: un discurso teórico que elabora una problemática nueva ‒la
problemática del proceso histórico de la praxis social‒, abierta para él
por el movimiento histórico de la revolución comunista. Complementarias
del tratamiento directo dado al tema de este grupo C por la Tesis X son
las observaciones, anotadas en la Tesis ix y en la parte final de la Tesis
I, sobre el intento hecho por Feuerbach de aprender teóricamente la
actividad social.
Dentro de la problemática de un materialismo como el de Feuerbach
‒materialismo empirista, que gira en torno al comportamiento social
“civil” o “burgués”‒, todo intento por concebir conceptualmente la
praxis o la actividad cualitativamente productiva tiende necesariamente
a reducir esta actividad fundamental al modelo de la actividad propia
de los burgueses, de los individuos civiles aislados o interconectados
sólo por el movimiento del dinero: al modelo de la actividad
“suciamente judía”.10
Por ello, cuando Feuerbach impugna el orden social imperante tiene
obligadamente que desconocer la posibilidad de la actividad como
actividad revolucionaria, como actividad materialmente o “prácticamente
crítica”. Tiende, más bien, con igual necesidad, a exaltar la actividad
teórica como la única que escapa a la sordidez burguesa que él quisiera
combatir. Tiende a ver la transformación del mundo burgués más como
un proceso pedagógico que como un proceso revolucionario.

10
Sobra decir que por actividad "suciamente judía" Marx no entiende la actividad propia de
una comunidad religiosa o de un grupo étnico determinado, sino la actividad propia de
aquella función tesaurisadora o acumuladora de capital-dinero que las sociedades europeas
adjudicaron a determinados miembros de la comunidad judía durante la época mercantilista
de la acumulación originaria del capital. Cf. Marx, La cuestión judía, MEGA, Francfort, 1927,
pp. 605-06.
En el examen de las Tesis de este grupo hemos tenido en cuenta, sobre todo, el estudio
que de ellas hace Adolfo Sánchez Vázquez en las pp. 130-135 de su libro Filosofía de la
praxis, Grijalbo, México, 1967.
44
EL DISCURSO CRÍTICO DE MARX

LA TESIS DEL GRUPO D


La Tesis III:
“La doctrina materialista acerca de la transformación de las
circunstancias [Umstande] y de la educación olvida que las
circunstancias deben ser transformadas por los hombres y que el
propio educador debe ser educado. Tiene por tanto que dividir
[sondieren] a la sociedad en dos partes, una de las cuales está
por encima de ella [über ihr erhaben ist].
“La coincidencia [Zusammenfallen] del cambio de las circuns-
tancias y de la actividad humana o [la] auto-transformación sólo
puede ser captada y comprendida racionalmente [gefaszt und
rationell verstanden werden] como praxis revolucionaria.”
La Tesis XI:
“Los filósofos sólo han interpretado [interpretiert] el mundo de
distintas maneras; de lo que se trata es de transformarlo.”
El tema predominante en estas dos Tesis 11 resulta de una exploración
más detenida del tema tratado en el grupo B. La determinación de la
problemática específica que concretiza al discurso dialéctico
materialista como teoría histórico-materialista ‒la problemática de la
historia de las “formas de sociedad” en que tiene lugar el proceso
práctico‒ circunscribe necesariamente al concepto de “transformación”
social, de modificación histórica del sujeto práctico, en calidad de
concepto clave dentro de esa problemática. Y las Tesis del grupo D
insisten precisamente en él; parecen responder a esta pregunta: ¿cuál
debe ser el concepto propiamente dialéctico e histórico-materialista de
“transformación social”?.
El concepto materialista humanista de transformación social se
construye dentro de una problemática ‒derivada de la experiencia
básica de la relación sujeto-objeto como una relación innecesaria o de
exterioridad‒ que parte de la aprehensión teórica de la vida social
como un proceso de adecuación o de conflicto entre dos entidades
heterogéneas, preexistentes a su enfrentamiento: el “hombre” y las
“circunstancias” (materiales o económico-políticas y espirituales o
cultural-educativas). Sometido a este dualismo, el núcleo de la teoría
11
En el examen de las Tesis de este grupo hemos tenido en cuenta, sobre todo, el estudio
que de ellas hace Adolfo Sánchez Vázquez en las pp. 130-135 de su libro Filosofía de la
praxis, Grijalbo, México, 1967.
45
Bolívar Echeverría

social del materialismo tradicional oscila entre dos explicaciones


antinómicas, ambas unilaterales e insuficientes ‒la una fatalista, la otra
voluntarista‒ de la relación de determinación entre el sujeto social y el
medio social: o bien define al sujeto social como resultado del medio
(material y espiritual), y entonces “olvida” la actividad humana (olvida
que las circunstancias son transformables por él); o bien define al
medio social como pura construcción o creación (material y espiritual)
del sujeto, y entonces “olvida” la vigencia autónoma de las instituciones
(olvida que las circunstancias “educan” al hombre). Para este núcleo
teórico del materialismo social tradicional, pensar la unidad de ambas
determinaciones es tarea imposible.
De ahí que cuando la concepción materialista humanista ‒a diferencia
de la concepción materialista mecanicista‒ de la transformación social
intenta salvar eclécticamente este dilema adoptando la posición
voluntarista pero sin rechazar la fatalista lo único que hace es
compendiar sus dos deficiencias. La transformación social aparece
entonces como la actividad ejercida por un sector del sujeto social por
una elite reformadora y educadora ‒para la cual el mundo institucional
sería materia dúctil, absolutamente determinable, mero resultado o
creación‒ sobre el resto del sujeto social ‒para el cual el mundo
institucional será imposición férrea, absolutamente determinante‒. una
verdadera superación del dilema inherente a la problematización
materialista tradicional de la vida social sólo puede darse dentro de una
problemática estructurada en torno a una aprehensión (dialéctica) de la
realidad social como proceso totalizador, constitutivo por igual del
sujeto y del objeto sociales, de los agentes y de las instituciones
sociales; en una problematización que reconozca una relación necesaria
o de interioridad entre ellos. Esta problematización, como hemos visto,
es precisamente la que lleva a cabo el discurso teórico histórico-
materialista.
Cuando el materialismo histórico desarrolla su concepto de transfor-
mación social, no está obligado a elegir ni entre fatalismo y voluntarismo
ni entre humanismo elitista y mecanicismo espontaneísta; rebasa el
planteamiento teórico que desemboca en estas encrucijadas y parte de
la aprehensión básica del proceso histórico como proceso de “auto-
transformación” de la sociedad, de interpenetración de la dinámica
“objetiva” o de las instituciones sociales, por un lado, y la dinámica
“subjetiva” o de los agentes sociales, por otro.
46
EL DISCURSO CRÍTICO DE MARX

En su concepto, la transformación social decisiva es el momento del


proceso o la praxis social en que sus dos dinámicas interrelacionadas
(el “cambio de las circunstancias” y la “actividad humana”) “coinciden”
en el plano de lo concreto: es un proceso o “praxis revolucionaria”.
Esta definición permite precisar el corolario que destacabamos en el
grupo A de las Tesis, sobre la actividad teórica como elemento
constitutivo del proceso práctico. El pasaje final del texto, la Tesis XI,
aporta esta precisión.
Si es la praxis social la que funda la relación semiótica básica y la que
entrega así a la actividad teórica el campo y el material significativos
sobre los cuales ésta realiza su labor específicamente conceptual; y si
la praxis social es un proceso histórico que decide sus configuraciones
concretas (y por tanto las estructuraciones efectivas del campo
semiótico) en los movimientos revolucionarios o de transformación
social, resulta necesario concluir que también las posibilidades
concretas que tiene la actividad teórica de alcanzar la “verdad”, la
calidad propia de su producción, dependen esencialmente de esas
“transformaciones del mundo”. La “verdad” de la producción teórica
sólo puede consistir en su “poder” revolucionario específico, es decir,
en la realización concreta, en su plano conceptual de esa reestruc-
turación y transformación radical del campo semiótico que es esbozada
por el proceso revolucionario y que debe desarrollarse como
componente esencial del mismo. Al asumir y efectuar la necesidad de
revolución inscrita espontáneamente en el campo de trabajo teórico, la
actividad teórica deviene, al mismo tiempo que revolucionaria (dotada
de “poder”), “verdadera”: supera las limitaciones ideológicas en lugar
de someterse a ellas.
Así, de lo que se trata para la teoría, si pretende ser “verdadera”, es de
ser revolucionaria: de intervenir en el sentido del proceso que decide
las posibilidades de su trabajo específico. No hacerlo sería comportarse
como “los filósofos”: los que ratifican con su actividad una problemática
que invierte este orden real de determinación, y parten, por tanto, de
la presuposición de que la configuración histórica del sistema semiótico
en la que teorizan o bien es inmutable o bien se transforma en virtud
de una dinámica autosuficiente del propio sistema.

47
Bolívar Echeverría

Sería, en consecuencia, operar repetitivamente pero bajo la ilusión de


una creatividad teórica independiente: pretender que se es el origen de
un nuevo saber al tiempo que lo único que se hace en realidad es
componer mensajes redundantes dentro de un campo discursivo
solidificado y pasivamente enigmático, superado ya por el proceso
histórico práctico. Sería, en fin, enfrentarse al mundo ofreciéndole
productos teóricos pretendidamente nuevos, que deberían iluminarlo y
guiarlo, y no entregarle más que imágenes remozadas de lo que él fue
en el pasado: hermenéuticas, “interpretaciones” de lo que él ya no es.

[1974]

48
EL DISCURSO CRÍTICO DE MARX

DEFINICIÓN DEL DISCURSO CRÍTICO12


“La obra de que se trata en primer lugar es crítica de las
categorías económicas o, if you like, el sistema de la economía
burguesa expuesto críticamente. Es al mismo tiempo exposición
del sistema y, mediante la exposición, crítica del mismo.”

Marx a Lasalle, carta del 22 de febrero de 1858.

En situaciones históricas como las de América Latina en la primera


mitad de este siglo, la combinación de dos procesos revolucionarios de
distinto orden, el liberal y el comunista, determina en el plano
propiamente discursivo de la existencia social la presencia de un
fenómeno paradójico que podría ser descrito así: el discurso liberal
restaurador, proveniente de la burguesía europea postrrevolucionaria o
conservadora, es asumido por la intelectualidad representante de la
clase proletaria como discurso básico o de partida en su intento de
formular un discurso comunista concreto.
La mayoría de los investigadores de izquierda de la realidad social
latinoamericana no ve ninguna contradicción en el hecho de entreverar
en su labor categorías metódicas y conceptos descriptivos de la
sociología positivista, por un lado, y del materialismo histórico, por
otro. Confiados en un efecto directo y determinante de sus intenciones
políticas sobre su producción teórica, no reparan en que los orígenes y
las tendencias discursivas contrapuestos de estos dos aparatos teóricos
se hallan inscritos y permanecen activos en la estructura de los
mismos,13 ni en que, al yuxtaponer los dos funcionamientos, someten
necesariamente ‒aunque sea contra su voluntad‒ la eficacia del
aparato más débil, el insurgente o revolucionario, a la del más fuerte,
el establecido o conservador.
Esta situación del discurso político y de la ciencia social en América
Latina comenzó a cambiar en la década de 1950.
12
Publicado originalmente en Cuadernos Políticos, núm. 10, México, 1976
13
Olvidan que la sociología inspirada en la filosofía científica o "positiva" ‒esto es,
“constructiva”, respetuosa de lo dado, aquiescente con el orden establecido, unificadora de
los espíritus‒ fue puesta en pie para combatir las doctrinas comunistas, continuadoras de la
filosofía crítica o “negativa” ‒esto es, “destructiva”, cuestionante frente a la empina,
impugnadora del poder, deslindadora de los intereses históricos‒.
49
Bolívar Echeverría

El pensamiento marxista se ha planteado ya, tanto metodológicamente


como en sus investigaciones concretas, el problema de su especificidad
como teoría revolucionaria. La discusión está abierta. Lo que intentamos
a continuación es introducir en ella la consideración del modo peculiar
(y, creemos, ejemplar) ‒la crítica‒ en que esa relación entre el discurso
burgués ‒la ciencia de la economía política‒ y el discurso revolucionario
del proletariado ‒el comunismo científico‒ tiene lugar en la obra teórica
de Marx.

I. TEORÍA REVOLUCIONARIA Y REVOLUCIÓN EN LA TEORÍA


La principal obra teórica de Marx, la crítica de la economía política,
pertenece en calidad de elemento central a la realización de un
proyecto teórico mucho más amplio y diferenciado, el del comunismo
científico; éste le adjudica su función predominante y, sobre todo, le
imprime su carácter crítico.
El proyecto teórico del comunismo científico se afirma como proyecto
crítico en la medida en que se realiza como un proyecto a la vez
científico y revolucionario; aún más, revolucionario por ser científico y
científico por ser revolucionario.
Una doble exigencia ‒que por el año de 1844 se concentra en la
situación de Marx, el filósofo y el militante‒ obliga a esta doble
realización. Es por un lado una exigencia que aparece en el terreno
propio de la teoría, es por otro una exigencia que viene directamente
de la revolución.

a) De la teoría a la revolución
La actualidad de la revolución comunista comporta una radicalidad tal
que afecta y pone en juego incluso al estrato más profundo de la
realidad, aquel que no pudo ser tocado por las otras revoluciones de la
“era histórica” (o, mejor, “prehistórica”): la esfera en que ella se
distingue en cuanto tal (lo “cósmico”) de la materia en sí (lo “caótico”).
Dentro de la perspectiva de la ocupación teórica, científico-filosófica
‒que es la perspectiva inicial de Marx‒, este efecto de la actualidad de
la revolución comunista se experimenta bajo la forma de un
cuestionamiento. La noción tradicional acerca de una determinación

50
EL DISCURSO CRÍTICO DE MARX

metafísica (extrasocial) e idealista (espiritual) de las posibilidades que


tiene un discurso de ser científico o de producir un saber verdadero
exige ser superada, y no sólo en términos dialécticos e historizadores
(Kant, Hegel) sino también en términos materialistas.
Las tesis de Marx “ad Feuerbach” resumen esa superación. En términos
dialéctico-materialistas, las posibilidades de verdad que hay para el
saber se definen dentro de un horizonte social-natural de objetividad o
sentido que va siendo constituido prácticamente como negación o re-
ordenamiento de lo puramente natural. Es la tendencia básica que
llevan las modificaciones históricas (revoluciones) adoptadas por la
praxis o proceso social de reproducción (“trabajo”) la que marca la
dirección dentro de la cual la intención de un saber puede ser
verdadera o científica.
De ahí el primer aspecto de la autoafirmación teórica comunista-
marxista: realizarse como teoría científica quiere decir realizarse como
teoría de la revolución, esto es, como teoría que participa en la
revolución y teoría sobre la revolución. Y como la totalidad del proceso
social de reproducción ha entrado, desde las primeras crisis del
capitalismo, en toda una época de destrucción y reestructuración
radicales, en la época de la revolución total, el desarrollo de un saber
verdadero sólo puede corresponder a un discurso que siga necesaria-
mente el impulso de este movimiento: al discurso comunista o
compuesto a partir de la práctica de la clase propiamente anticapitalista
y revolucionaria, la clase proletaria.

b) De la revolución a la teoría
Pero el movimiento revolucionario comunista se construye lentamente,
probando y desechando distintos esbozos; la formación de su identidad
sigue una historia dura y larga; la historia de las luchas que llevan a la
masa de proletarios miserables, aislados, desesperados, indefensos, a
constituirse como clase social organizada y como contrapoder efectivo,
impulsor de una alternativa política global frente al mundo de los
explotadores capitalistas. Y cuando Marx se suma al proletariado esta
historia se halla aún a medio camino.

51
Bolívar Echeverría

La intervención de Marx parte precisamente de la constatación de una


insuficiencia decisiva del movimiento proletariado revolucionario y
culmina en la solución de la misma.
La insuficiencia: el movimiento obrero ha llegado a ser ya una fuerza
social y política de importancia central, pero “algo” hace que su impulso
se desvíe, en unos casos hacia lo inesencial o inofensivo (“reformismo”),
en otros hacia lo irreal y autodestructivo (“utopismo”). Su actividad se
halla todavía sometida ‒sea absorbida o neutralizada‒ a la acción del
mecanismo reproductor de las relaciones sociales-institucionales
capitalistas.
La solución: para la construcción del contrapoder (“partido”) comunista
se requiere que la clase proletaria alcance todo un nuevo grado de
independencia organizativa y de radicalidad programática, y ello sólo
puede darse si tiene lugar un acontecimiento propiamente discursivo o
que pertenece al terreno específico de la lucha ideológica, pero que ha
adquirido una función relativamente predominante o ha concentrado en
sí coyunturalmente la función resolutiva de todos los demás
acontecimientos ‒incluso los más determinantes‒ del movimiento
revolucionario: el desarrollo de un saber científico ‒es decir, propio de
la clase proletaria y liberado de las limitaciones impuestas por el
discurso burgués dominante‒ sobre las condiciones del tránsito del
modo capitalista de la reproducción social a su organización comunista.
De ahí el segundo aspecto de la autoafirmación teórica comunista-
marxista ‒y, al mismo tiempo, la definición de su tarea teórica‒:
realizarse como teoría revolucionaria quiere decir realizar la revolución
también como revolución en el terreno específico del discurso teórico. Y
primeramente como revolución en el discurso que versa sobre la
realidad económico-social (política), puesto que en toda la era
mercantil y capitalista el conjunto del discurso teórico gira ‒abierta o
embozadamente‒ en torno a él.

52
EL DISCURSO CRÍTICO DE MARX

II. LA NECESIDAD DEL CARÁCTER CRÍTICO DEL DISCURSO


COMUNISTA
La necesidad, para la teoría, de volverse teoría de la revolución y la
necesidad, para la revolución, de ampliarse como revolución, en la
teoría: ambas se resuelven unitariamente en la realización del proyecto
teórico comunista-marxista como discurso teórico esencialmente crítico.
Esto es así porque ni esa conversación de la teoría ni este perfecciona-
miento de la revolución pueden tener lugar de manera positiva y pura
(acrítica) ‒como creación de un saber meramente sustitutivo a partir de
la nada‒, sino sólo de manera negativa y comprometida, como
resultado de la elaboración permanentemente conflictiva, en contra
pero dentro del dominio ideológico capitalista, de un saber de la
revolución comunista.

1. Las condiciones del dominio ideológico


"El lenguaje mismo es tanto el producto de una comunidad
como, desde otra perspectiva, la existencia de la comunidad
como existencia que implica al ser hablante."
Marx Grundrisse..., pág. 390.

Las ideas de la clase dominante capitalista no sólo son dominantes


porque son expuestas (e impuestas) con medios de difusión de un
alcance y una eficacia inmensamente mayores que los de los gestos y
las palabras con que protestan las clases sometidas. Sin duda, los
mensajes que hacen la apología del orden social establecido se vuelcan
de manera abrumadora sobre todos los individuos sociales; pero no es
esta brutal insistencia la que sustenta el carácter dominante de las
ideas dominantes. La lucha ideológica no consiste simplemente en un
enfrentamiento entre dos cuerpos de doctrina que se disputen el
derecho a asentarse sobre la “conciencia social” y a ocuparla, y en el
que uno, el de la burguesía, se imponga y acalle al otro debido tan sólo
a una supremacia física en el acceso a los aparatos de comunicación.
Las ideas del burgués dominan porque ‒como dice Marx (La Ideología
Alemana, III, 1: “El viejo testamento”, 6, B)‒ él puede “demostrar"
fácilmente con el lenguaje de la época la “identidad” entre las
“relaciones individuales o humanas en general” y las “relaciones

53
Bolívar Echeverría

mercantiles”. Y puede hacerlo porque "este propio lenguaje es un


producto de la burguesía y, por tanto, igual que en la realidad, también
en el lenguaje las relaciones de intercambio valorizador (Schacher) han
sido convertidas en la base de todas las demás”.
La lucha ideológica y el dominio ideológico son hechos que ocurren en
primer lugar y de manera determinante, en la esfera profunda del
“lenguaje de la vida real”, allí donde se produce el discurso, el
“lenguaje propiamente dicho”, es decir, “la conciencia y las ideas”.
Dos hechos que pertenecen a esta esfera serían, así, las causas que
determinan el carácter dominante del discurso o las ideas de la clase
dominante burguesa en el modo de reproducción capitalista. El primero
y principal es de orden general y afecta así directamente a todo el
proceso de producción/consumo de significaciones o proceso comuni-
cativo de la sociedad; el segundo, supeditado al primero, sólo afecta
directamente de manera particular a la producción/consumo discursiva
o propiamente ideológica de significaciones, como rama central pero
aislada dentro del proceso comunicativo. Primer hecho: únicamente en
el caso de las significaciones concretas (inclusive significaciones
discursivas o ideas) compuestas por la clase burguesa para defender
sus propios intereses su eficiencia o verosimilitud se encuentra
potencializada por la acción de un dispositivo normador o subcodificador
del código comunicativo general, que imprime a toda la producción /
consumo de significaciones un sentido apologético elemental respecto
del modo capitalista de la reproducción social.

Figura 1
Reproducción social y significación

54
EL DISCURSO CRÍTICO DE MARX

a) La praxis o el proceso social de reproducción (R), como todo proceso


de reproducción gregario, es un proceso de producción/consumo
indirecto del sujeto (S) mediante producción/consumo directo de
objetos intermedios o de naturaleza (N) transformada. La especificidad
de la praxis o proceso social de reproducción reside en que es además
‒como dice Marx en el capítulo V de El Capital, I‒ un proceso de
"realización": un proceso de reproducción indirecta en el cual todos los
objetos intermedios poseen en mayor o menor medida un carácter
instrumental o son aptos para dar lugar a un conjunto abierto de
efectos (y no a uno solo o a una serie cerrada de ellos), por cuanto se
hallan mediando o posibilitando, como objetos prácticos, productos
útiles (con valor de uso) o bienes producidos (B/P), el cumplimiento de
un conjunto de fines (satisfacciones de necesidades) que siempre está
todavía por ser elegido o decidido, propuesto o proyectado por el
sujeto. Dicho en otros términos: la especificidad de la praxis reside en
que es un proceso colectivo de reproducción que sólo puede cumplirse
como proceso de autorreproducción: un proceso en el que toda la
reproducción natural se halla al servicio (o sometida a la finalidad) de
un proceso reproductivo de otro orden y que lo transciende: el proceso
de producción/consumo de la estructura misma de las relaciones
sociales (políticas) que constituyen al sujeto.
En tanto que proceso de “realización”, el proceso de reproducción
social posee necesariamente una dimensión dentro de la cual él mismo
es un proceso de producción y consumo de significaciones. El proceso
de “realización” sólo puede llevarse a cabo en la medida en que
procede como ciclo comunicativo, como movimiento que, al producir y
consumir objetos, sintetiza a un sujeto carente de unidad consolidada o
de figura preestablecida. Al “realizar” objetos, el sujeto social debe
realizarse: debe crear o re-crear su propia identidad social o esencia
política. En otros términos, debe constantemente salvar en sí mismo un
hiatus o superar una escisión que le es constitutiva: la falta de una
coincidencia natural o una correspondencia espontánea entre las dos
perspectivas de su existencia: como sujeto en acto de producir (p) y
como sujeto en acto de consumir (c). Debe, por tanto, emitir/recibir
(producir/consumir) el mensaje con el que, estando en un momento
dado (t1), define su figura futura o se proyecta a sí mismo para el
momento siguiente (t2).

55
Bolívar Echeverría

Por esta razón, todo objeto propiamente instrumental o práctico es


siempre una cosa significativa o dotada de sentido: una porción de
materia sustancializada (estrato natural) por una forma (estrato social)
que la determina (circunscribe, recorta) de manera biplanar, con un
aspecto de significado o contenido y con otro de significante o
expresión, dentro de esa tensión autorreproductiva y comunicativa.
El conjunto de leyes de acuerdo al cual se organizan las posibilidades
de figuración concreta del sujeto social en su autorreproducción implica
necesariamente un código general que organiza las posibilidades
concretas de su comunicación o su significar. Y así como ese conjunto
de leyes cambia históricamente, lleva una tendencia estructural en su
modificación y califica positiva o negativamente en referencia a ella a
toda acción social posible, así también el código general sigue esa
tendencia básica en su dinámica específica y califica de verdaderos o
falsos, según se adecúen o no a ella, a todos los mensajes concretos
posibles.
b) Pero el modo de funcionamiento propiamente capitalista del proceso
social de reproducción o trabajo sólo coincide de manera contradictoria
con las determinaciones estructurales o básicas del mismo. El proceso
de trabajo capitalista, dice Marx, es la “unidad contradictoria del
proceso de trabajo (T) con un proceso de valorización del valor (Vv)”.
(Es la configuración más acabada ‒absolutizadora o universalizadora‒
de la modalidad histórica del proceso de reproducción social como serle
inconexa de procesos productivistas-privados del trabajo, es decir,
como proceso reproductivo cuya totalidad se encuentra organizada y
regulada contradictoriamente por un proceso espontáneo o casual de
formación e intercambio de valores.)
En la modalidad capitalista del proceso de vida social global, la
autorreproducción del sujeto comunitario sólo se lleva a cabo en la
medida en que se halla subordinada a la satisfacción de un sistema de
necesidades que es heterogéneo respecto del suyo propio: el que se
determina en la dinámica autorreproductiva y acumulativa del capital
‒relación social que adjudica a una parte del sujeto la función de “cosa
valiosa” para la otra‒ o “sujeto automático” por sustitución. Para el
sujeto comunitario, autorreproducirse de manera capitalista es, por
ello, realizar (afirmar) su propia supervivencia, pero hacerlo ‒he aquí
su contradicción‒ en tanto que sujeto explotado (negado) tanto en lo

56
EL DISCURSO CRÍTICO DE MARX

físico (el derecho al disfrute del producto de su labor) como en lo


específicamente humano (en su autarquía o facultad de decidir sobre sí
mismo).
Los objetos prácticos, mediante los cuales tiene lugar este proceso,
adoptan, consecuentemente, una forma peculiar, de doble estrato
social como la de los fetiches u objetos de culto religioso. Junto a la
objetividad que es en ellos básica o estructural, la concreta o social-
natural ‒la de productos que se expresan como bienes (4-P)‒,
adquieren otra, derivada de la primera, que actúa sobre ella y que la
configura o refuncionaliza: la objetividad abstracta o social por
valorización ‒la de valores que se expresan como valores de cambio o
precios ($/V)‒. Se vuelven mercancías, objetos “sensorialmente supra-
sensoriales”, propios de la autorreproducción de la comunidad
(“terrenales”) y propios de ellas como autovalorización del capital
(“celestiales”), objetos “místicos”.
c) La modificación capitalista del proceso social de reproducción o
trabajo implica necesariamente una modificación similar de su
dimensión específicamente comunicativa. Lo que es configuración
capitalista de la estructura y la tendencia básica del proceso de
reproducción se presenta también como refuncionalización capitalista
de su dimensión comunicativa, como normación o subcodificación
capitalista del código y la tendencia general de la reproducción/consumo
de significaciones. En la vigencia de esta subcodificación, todo sucede
como si un mensaje singular resultara "naturalizado" o convertido en el
principio inherente e incuestionable de una restricción sistemática de
todo el conjunto de posibilidades que el código general delimita para la
producción/consumo de significaciones. Un mensaje singular absurdo
según la tendencia elemental del propio código, pero necesario
históricamente como la organización capitalista de la reproducción
social: el mensaje que afirma la identidad entre autoproducción del
sujeto comunitario y autovaloración del valor.

57
Bolívar Echeverría

Figura 2
La significación práctica, subordinada al sentido de la valorización

En estas condiciones, significar con verdad, esto es, con adecuación


respecto de la tendencia estructural o básica que sigue el devenir de la
praxis social, parece ser lo mismo que significar con adecuación
respecto de la configuración capitalista de esa tendencia. Por ello, el
sentido o la significatividad coextensiva al objeto práctico mercantil (de
forma fetichoide) es un sentido o una significatividad fetichista. En la
mercancía, la significatividad estructural básica que ella tiene como
todo objeto práctico es tratada ‒diría Hjelmslev en La stratification du
langage‒ como simple material y convertida en la sustancia (II) de una
forma (I) superpuesta y parasitaria que la configura de un modo
particular (capitalista). En ella, la presencia del sentido básico se vuelve
indirecta y “misteriosa”: se encuentra, dice Marx, como en un
“jeroglífico”.

58
EL DISCURSO CRÍTICO DE MARX

Dentro de la conveniencia social capitalista comunicar se vuelve una


acción en la que el agente concreto no queda como el único
emisor/receptor de sus significaciones; junto a él, “despertado” por él,
entra en escena otro agente, inasible pero efectivo: el capital como
modo cosificado (enajenado) de existencia del sujeto social. Su aporte
consiste en intensificarles el sentido apologético respecto del orden
social establecido a las significaciones que iban ya a tenerlo, dotarles
de uno a las que iban a pretenderse neutras y delibitarles o invertirles
el suyo a las que iban a ser impugnadoras. De esta manera, toda
significación producida/consumida dentro del modo capitalista de
reproducción conlleva necesariamente un estrato dependiente pero
dominante que se sirve de ella para “repetir” una vez más la intención
de ese “mensaje” procapitalista difuso y omnipresente.
d) Una subcodificación o normación restrictiva, montada sobre el
código general y confundida con él, instituye por tanto a esa
identificación apologética entre la modalidad capitalista del proceso de
trabajo y la estructura del mismo, que sólo es de interés positivo para
una parte de la sociedad ‒para la clase burguesa o clase cuya
existencia depende de que la reproducción social se realice como
producción de plusvalor‒, como algo dotado de un interés positivo
social universal (algo perteneciente al código, incuestionable).
Es por ello que la lucha de clases en la esfera de la producción /
consumo de significaciones ‒inclusive, por supuesto, la lucha
propiamente discursiva o ideológica‒, cuando es una lucha que tiene
lugar en condiciones normales, es decir, como enfrentamiento y
forcejeo directo (duelístico) sobre el mismo terreno, se encuentra ya
decidida de antemano. Ni aún proponiéndoselo, el significar burgués
puede perder ante el significar proletario: el terreno de la lucha es el de
una cuesta sumamente inclinada en su favor. Normalidad no es otra
cosa que acondicionamiento absolutamente beneficioso para él. Debe
vencer porque hay una como “verdad” que está de su lado: el sentido
“objetivo” de los hechos del mundo capitalista ‒que se entrega en los
datos sensoriales que son, como se sabe, “a prueba de toda duda”‒ y
su propio sentido “subjetivo” burgués son uno solo; tiene, por tanto,
que coincidir. El significar revolucionario del proletariado, en cambio,
debe luchar también, y en primer lugar, contra el propio instrumento
de que se sirve, en el que hay un dispositivo (la subcodificación
capitalista) que lo reprime espontaneámente: que le permite hacerse
59
Bolívar Echeverría

presente pero sólo como significar desvirtuado en su intención


(invertido en su tendencia) o, si se prefiere, como significar morboso y
absurdo. Segundo hecho: únicamente en el caso de las ideas o
significaciones discursivas concretas compuestas por la clase burguesa
para defender sus propios intereses, su capacidad persuasiva se
encuentra apoyada por el contorno significativo no discursivo (técnico e
institucional) resultante de toda la actividad social como actividad
organizada para perpetuar el modo capitalista de su realización.
a) La producción/consumo de significaciones discursivas o ideas es la
producción/consumo de objetos prácticos que se “especializa” en
aquellos cuyo carácter práctico se concentra exclusivamente en su
comunicatividad o en su función de portar o transmitir un mensaje.
Precisamente porque su especialidad consiste en la producción /
consumo de objetos que son significaciones en estado de independencia,
su capacidad productiva/consuntiva de significaciones es de un orden
superior (cualitativa y cuantitativamente) respecto de la del resto de la
producción/consumo de objetos prácticos, que sólo produce/consume
significaciones atadas o insertadas en la practicidad básica de los
objetos.
Sin embargo, durante toda la era mercantil ‒era de la atomización del
sujeto social y de la enajenación de su socialidad‒, la producción/
consumo discursiva o de significaciones en estado puro, pese a su
capacidad funcional superior, que hace de ella la ocupación más
directamente política o decisora de la figura de las relaciones sociales,
no recibe adjudicada ninguna tarea especialmente central dentro de la
totalidad del proceso reproductivo social. Su independencia técnica, en
estas condiciones, equivale más bien a una desvinculación y una
pérdida relativa de influencia sobre el conjunto de la producción/
consumo de significaciones en estado práctico. Ese aumento de la
pureza y el volumen de su producción/consumo de significaciones
redunda aquí en una disminución relativa de la capacidad persuasiva
que debería corresponderle.
Sobre todo en la época del modo capitalista de reproducción, la
capacidad persuasiva de las ideas o significaciones que aparecen en la
producción/consumo discursiva es débil y subordinada: depende en
gran parte de lo que acontezca en el contorno significativo básico,
producido/consumido por todo ese “lenguaje” no discursivo “de la

60
EL DISCURSO CRÍTICO DE MARX

convivencia” (al que se refieren Marx y Engels en La Ideología


Alemana). Depende de si este contorno las apoya (corrobora,
completa) o las rechaza (desmiente, contradice).
b) Y ese “lenguaje” no discursivo es precisamente el que “hablan” los
individuos sociales al ejercer su actividad concreta en tanto que
ejecución de los designios emanados del proceso abstracto de
valorización del valor (producción de plusvalor y acumulación del
capital) como proceso en el que se ha cosificado la autarquía del sujeto
comunitario. Es el “lenguaje” de todos los actos de una convivencia
social que, al realizarse y continuarse, reafirma y prolonga la vigencia
de la supraestructura institucional o modo capitalista de convivencia
como condición “natural” e indispensable de sí misma.
Es por ello que, dentro de la lucha de clases propiamente ideológica del
capitalismo, las ideas apologéticas del discurso burgués cuentan con el
respaldo de este contorno significativo superestructurado en sentido
capitalista, y adquieren así una mayor fuerza persuasiva. A la inversa,
las ideas impugnadoras del discurso proletario son oprimidas por ese
mismo contorno: “todo habla” en contra de ellas, un “consenso”
implícito las declara ilusorias, irrealistas, y merma así su capacidad
persuasiva.

2. Las posibilidades de romper el dominio ideológico

“A estas relaciones petrificadas hay que obligarlas a bailar


cantándoles su propia melodía”
Marx, Contribución a la crítica de la filosofía
hegeliana del derecho.

Introducción
El discurso teórico comunista-marxista tiene el carácter de un discurso
crítico en tanto que existe y se desarrolla dentro de la lucha ideológica
de clase propias de la época culminante del modo histórico capitalista
de la reproducción social: dentro de un enfrentamiento constante con
este doble dominio ideológico de la clase burguesa.

61
Bolívar Echeverría

a) La lucha contra la segunda causa ‒la causa extradiscursiva,


supeditada y mediata‒ del carácter dominante del discurso burgués no
puede ser llevada a cabo por el discurso comunista en cuanto discurso.
Se trata de una lucha que se confunde con la empresa revolucionaria
en su conjunto, es decir, con la actividad comunista general de la clase
proletaria.
Esta actividad, que se constituye en torno a las posibilidades reales
‒presentes en el propio mundo capitalista‒ de una nueva forma
(comunitaria) para las relaciones de reproducción social, actualizándolas
desde ahora en las organizaciones obreras y en el contrapoder
revolucionario, afecta también, necesariamente, a esa producción /
consumo de las significaciones no discursivas en el “lenguaje de la
convivencia” cotidiana.
La nueva sociedad se esboza ya ‒siempre como negación determinada
de la sociedad actual‒ y elabora los elementos de un significar social
liberado creando su propio contracontorno significativo básico,
Contrarresta así la acción del contorno capitalista dominante y crea el
ambiente favorable o campo de persuasión donde su discurso puede
encontrar y desplegar su cientificidad crítica.

b) La crítica es el carácter que corresponde propiamente a la presencia


del significar revolucionario del proletariado o significar comunista en la
esfera específica de la producción/consumo discursiva, y, por tanto, de
la lucha ideológica dentro del modo de reproducción social capitalista.
En otros términos, la crítica es el único modo adecuado que puede
adoptar la construcción científica de un saber proletario revolucionario
en las condiciones de subcodificación o normación apologética impuesta
en beneficio propio por el modo capitalista de la reproducción social a
la producción/consumo de significaciones en general.
En efecto, la primera causa ‒la causa específica, principal e inmediata‒
del carácter dominante del discurso capitalista no puede ser combatida
por el significar proletario de manera a-crítica, ingenua o normal. Un
enfrentamiento de tal naturaleza lo sometería a las reglas de juego del
discurso burgués y haría de él, en última instancia ‒y a pesar suyo‒, un
discurso apologético del orden capitalista. En este sentido, dos ilusiones
acerca de la conveniencia revolucionaria de este enfrentamiento directo
‒que estaría dirigido a vencer al saber burgués en el escenario de la
Ciencia y a sustituirlo por un saber proletario‒ deben ser desechadas.
62
EL DISCURSO CRÍTICO DE MARX

Primera ilusión: el significar revolucionario puede constituirse en un


discurso positivo, similar u homogéneo respecto del discurso burgués,
aunque alternativo frente a él y con mayor capacidad de verdad.
Se trata de una ilusión porque refleja sobre las posibilidades de
cientificidad del discurso revolucionario el deseo imposible de repetir la
figura histórica concreta que ha adoptado la cientificidad en el discurso
teórico de la era mercantil y de la época capitalista.
Para disiparla es necesario reconocer que, por el contrario, el significar
revolucionario comunista se compone en medio de la actualización o
vigencia adelantada de unas relaciones sociales de reproducción ‒las
comunitarias‒ que pertenecen a un tiempo nuevo, esencialmente
diferente de la era mercantil y capitalista.
En efecto, el significar revolucionario comunista acontece en la
realización del proceso de reproducción social capitalista en lo que él
tiene de proceso fundamental o proceso concreto de producción /
consumo de objetos prácticos, es decir, en lo que él tiene de proceso
de reproducción del factor subjetivo real (la comunidad explotada).
Acontece, por tanto, en la realización básica o estructural del proceso
social de reproducción, que se halla subsumida y explotada por la
realización del proceso sobrepuesto o proceso de acumulación del
capital.
Se trata de un significar propiamente revolucionario porque tiene lugar
como actividad mediadora entre proyectos y necesidades concretas que
contradicen estructuralmente el modo capitalista de reproducción;
proyectos y necesidades que sólo pueden desarrollarse orgánicamente
en la medida en que el sujeto social real (la clase proletaria) comienza
a recobrar y reasumir la función sintetizadora de la socialidad (la
autarquía, la sujetidad) que se halla enajenada como funcionamiento
automático del “valor que se valoriza”, del capital. En otras palabras, se
trata de un significar revolucionario porque la intención central de
todos sus mensajes es verdadera, concuerda con la tendencia marcada
por la nueva modificación (liberación) del código básico, o sea, por la
formación de la nueva objetividad: la objetividad social-natural del
nuevo vivir comunitario.

63
Bolívar Echeverría

Es, por tanto, un significar que se compone en un plano esencialmente


heterogéneo respecto del que sirve de plataforma al significar burgués.
Su desarrollo como discurso no parte de una necesidad de refutación
directa (de rectificación o perfeccionamiento) del discurso burgués,
sino, por el contrario, de una necesidad de abolirlo y superarlo
radicalmente.
Por lo tanto, su relación polémica adecuada con el discurso burgués
sólo puede darse de manera indirecta, haciendo intervenir a los
linderos de ese terreno, poniendo en cuestión las condiciones normales
del enfrentamiento. Y sólo puede consistir en la composición de su
propio saber en tanto que negación inmediata del saber capitalista o
construcción sistemática de lo que no puede ser sabido por el saber
adquirido de manera capitalista.
Segunda ilusión: el significar comunista puede desarrollarse como
discurso científico de manera independiente respecto del discurso
científico burgués, y puede levantar ya, antes del revolucionamiento
total, un saber completo, al margen del saber capitalista, exclusiva-
mente a partir de la experiencia de la clase proletaria.
Se trata de una ilusión porque refleja sobre las posibilidades actuales
(en situación de sometimiento) de desarrollo del discurso comunista la
imagen deseada pero aún irrealizable de lo que ellas habrán de ser en
el futuro (en situación de libertad).
Las relaciones comunistas de reproducción social se hallan ya formal-
mente presentes en la reproducción social capitalista, es decir, en el
interior de las relaciones propiamente capitalistas que constituyen al
sujeto social. Pero su presencia es subordinada y reprimida; se delínea
como una estructura en negativo ‒posible pero constantemente
obstaculizada‒ en torno al conjunto de fallas o puntos de fracaso del
propio orden capitalista. En consecuencia, la posibilidad de su
presencia real no implica la creación de un mundo absolutamente
desvinculado del que existe como mundo capitalista, sino, por el
contrario, la construcción de otro esencialmente diferente de él pero
que se esboza a partir de sus imposibilidades.

64
EL DISCURSO CRÍTICO DE MARX

Igualmente, el discurso de las relaciones comunistas de reproducción


formalmente presentes ‒discurso indirecto y negativo‒ se desarrolla
dentro de las condiciones concretas del discurso en general:
subordinado, por tanto, a la configuración capitalista que todavía afecta
estructuralmente a éste durante todo el periodo de transición o
revolucionamiento. Es un discurso que, en la época capitalista, se
formula sobre la base del significar revolucionario del proletariado;
significar que, a su vez, sólo existe efectivamente como significar
transgresor de las normas del significar dominante: como “mal uso” o
empleo “defectuoso” del conjunto de posibilidades (restringido en
sentido capitalista) de significar en general.
Por ello, la relación polémica adecuada del discurso comunista con el
discurso burgués sólo puede darse dentro del discurso teórico general y
precisamente a través de una transgresión organizada de las normas
específicamente capitalistas que rigen concretamente la producción del
saber. En conclusión, el discurso teórico propio del comunismo
científico sólo puede ser un discurso crítico como el de Marx en El
Capital: capaz de apropiarse del saber formado a partir de la
objetividad capitalista, de someterlo a la acción desestructuradora de
las significaciones espontáneas del proletariado y de recomponerlo de
manera tal, que los vacíos dejados por el discurso burgués que lo
produjo se vuelvan evidentes como sistema y constituyan, así, el saber
necesario para la revolución.

[1975]

65
Bolívar Echeverría

ESQUEMA DE EL CAPITAL

Ciencia de la riqueza
El libro El Capital de Marx pretende ser una explicación "científica" de lo
que es la riqueza en la sociedad moderna. Ordenar los muchos datos
que se tienen de ella, jerarquizarlos según su valor de determinación,
establecer las relaciones más esenciales que existen entre ellos.
Construir una imagen conceptual de la riqueza moderna que, debido a
su grado adecuado de abstracción, constituya el instrumento intelectual
más efectivo para quienes intentan comprender, y no justificar, los
fenómenos de la historia cotidiana que tienen que ver con ella.
Todo el conjunto de la vida social tiene que ver con la riqueza objetiva,
con el cúmulo de bienes que posibilitan su reproducción. Y esto no
tanto en el sentido pragmático burgués de que “ni siquiera los poetas
viven del aire”, sino en el sentido materialista de que el modo en que
los hombres se ocupan en el conjunto de su vida depende del modo en
que se ocupan de la riqueza objetiva; del modo como trabajan para
lograrla, de cómo la reparten entre sí, de cómo la disfrutan. La
“comprensión materialista de la historia” se resume, en verdad, en el
reconocimiento de un hecho originario que se mantuvo a lo largo de la
historia y que ha entrado en proceso de perder su vigencia: la debilidad
de las sociedades frente a la naturaleza, la hostilidad de ésta hacia el
ser humano, la escasez con que entrega los bienes que el hombre
pretende arrancar de ella para cumplir los requerimientos de su vida.
Hecho originario que se completa cuando, interiorizado por la vida
social, obliga a que todo el proyecto de existencia humana, de
realización de un ideal transnatural de convivencia, se adecúe a una
estrategia para la consecución de los bienes, para el acoso a la
naturaleza.
Pero nunca antes el conjunto de la vida social ha tenido que ver con la
“economía”, con la problemática de la riqueza objetiva, como en la
época moderna, cuando es justamente la relación ancestral de
interdependencia entre ambos ‒la totalidad de la vida y la
“economía”‒, la que parece haber entrado en crisis, es decir, cuando la
necesidad de un reordenamiento global de la existencia social emerge
por todas partes. La descripción “científica” que Marx pretende hacer
de lo que es la riqueza moderna sólo tiene sentido para él en la medida

66
EL DISCURSO CRÍTICO DE MARX

en que la concibe como un aporte intelectual a la realización civilizada


de ese reordenamiento radical de la sociedad. Este movimiento
histórico revolucionario ‒ enfrentado a la amenaza de una barbarie que
conserve esa relación ancestral o que la anule caóticamente‒ es para
Marx el comunismo. La discusión teórica de éste es la que él pretende
enriquecer con su libro El Capital.

El discurso crítico
¿Cómo describir científicamente lo que es riqueza moderna? El intelecto
no es una potencia pura enfrentada a hechos innombrados. Todo
inteligir está en función del discurso concreto de alguien empeñado en
una disputa concreta acerca de lo que algo es en realidad. Por otro
lado, todo hecho, con sólo presentarse, recibe ya, espontáneamente,
un nombre, una definición. Describir algo no es mostrar su retrato
reflejado en la mente; es siempre consentir o disentir con su nombre
espontáneo, es abundar en la definición que da de él el discurso social
establecido o pretender introducir una diferencia. Y nada hay más
difícil, aventurado e incluso, en ocasiones, suicida que la disensión o la
propuesta de una diferencia. Porque el disentir del nombre dado a un
fenómeno sólo puede hacerse empleando los mismos términos que con
su sola gravitación construyeron el que se rechaza; porque la definición
diferente tiene que formularse a contracorriente del flujo definidor que
se mueve con el discurso establecido. Marx pretende decir lo que la
riqueza moderna es en realidad. Pero su discurso es disidente. Habla a
partir de la experiencia de la crisis de la relación ancestral entre vida y
riqueza, sociedad y “economía”, y argumenta en favor de su transfor-
mación radical: su discurso es comunista. Por ello, advertido de la
dificultad que encierra la disensión, Marx inaugura la estrategia que le
es adecuada: la crítica. La “exposición de la economía política” ‒la
descripción del comportamiento económico o referido a la riqueza
objetiva‒ “debe ser simultáneamente la crítica de la economía política”
‒la destrucción del discurso que da nombre a la riqueza moderna, del
conjunto de definiciones que componen la ciencia económica
espontánea‒. Cientificidad es criticidad. El discurso comunista debe ser
crítico ya que su afirmación sólo puede existir como negación, a
contracorriente del discurso establecido no como una simple refutación,
que intenta desviar la dirección de éste pero respetando su misma
pendiente.
67
Bolívar Echeverría

La estructura argumental (I)


La peculiar cientificidad que inaugura El Capital determina que el
procedimiento de descripción y explicación de su objeto ‒la riqueza
social moderna‒ sea especialmente complejo. Esta obra de Marx trata
de forzar al discurso científico espontáneo sobre la riqueza ‒la
economía política‒ para que, saltando por sobre sí mismo, diga aquello
que él, siendo lo que es, debe dejar fuera de lo decible como algo
denegado o censurado; trata de hacer que se trascienda y hable sobre
aquello que le está constitutivamente prohibido mencionar. Se diría
que, para él, el conjunto de conceptos que convergen en la definición
moderna ‒burguesa-capitalista‒ de la riqueza comporta una aceptación
tan fundamental de aquella relación en crisis entre lo económico y la
totalidad de lo social, que su reordenamiento positivo para efectos de
pensar esa misma crisis resulta imposible. La imagen teórica de lo que
la riqueza moderna es en realidad no podía, así, resultar de un trabajo
‒por más contradictor que fuese‒ con ese conjunto de conceptos, sino
sólo de un trabajo que atraviesa esa constelación conceptual y, al
atravesarla, la destruye o la desconstituye radicalmente. La complejidad
argumental de El Capital no es, pues, fortuita, resultado de una
pretensión “científica” de Marx; por el contrario, refleja la dificultad que
debe enfrentar todo discurso disidente que defiende las posibilidades
de la razón aun ahí donde ésta se encuentra aparentemente
identificada con la lógica de la destrucción de lo humano.
¿Cómo fuerza Marx al discurso científico-espontáneo de la economía
política a decir aquello que le quita el suelo bajo los pies? ¿En qué
consiste el uso crítico o desestructurador de las categorías que definen
la riqueza social moderna?
Puede afirmarse que la argumentación de Marx en El Capital cumple
tres etapas claramente diferenciadas (véase el anexo):

Examen de la apariencia
A] En la primera etapa (expuesta en las dos primeras secciones del
Libro I) analiza la descripción más general que es posible hacer en
términos científicos espontáneos de lo que es la riqueza social en el
mundo moderno. Somete a un examen implacable la validez de los
conceptos que intervienen en esa descripción y la coherencia de las
formulaciones que la componen.

68
EL DISCURSO CRÍTICO DE MARX

Todo entendimiento tiene que atenerse de partida a la evidencia


empírica y ésta se impone con el siguiente contenido cuando atañe al
objeto riqueza: en el mundo moderno, riqueza ‒a diferencia de pobreza
(disposición de los bienes apenas necesarios para la reproducción) y de
miseria (carencia incluso de esos bienes necesarios)‒ es la disposición de
una suma de dinero en calidad de inversión, es decir, de una cantidad
de dinero en proceso de crecer o de generar un beneficio o ganancia:
riqueza es el derecho de propiedad sobre un capital. En términos más
técnicos, este capital ‒que constituye el contenido de la riqueza
moderna‒ debe ser descrito de la siguiente manera: una cantidad de
valor sujeta necesariamente a un proceso de incrementación, en la
medida en que de estar incorporada en una suma de dinero, pasa
primero a estar incorporada en un cúmulo de mercancía y vuelve
después a estar incorporada a otra suma de dinero.
Capital es dinero invertido, dinero, que se cambia por mercancía y que
vuelve a cambiarse por dinero pero de magnitud incrementada. La
fórmula general del capital sería, así: D-M-D’ (en donde: D’=D+∆D).

Capital, dinero que genera mas dinero, ésta sería la descripción sucinta
del objeto de la riqueza moderna. En ella, el punto crítico está marcado
evidentemente por la palabra “genera”. ¿A que hacemos referencia
cuando decimos que este objeto tiene la virtud de autoincrementarse,
de “producir” o “generar” un plus de si mismo? ¿Cuál es la consistencia
de este objeto tan peculiar? ¿Cómo es posible su existencia?
La parte analítica inicial de El Capital está dedicada al intento de
responder a estas cuestiones. Uno por uno, integrados en conjuntos
cada vez más complejos ‒”relación de intercambio”, “circulación
mercantil”, “modo capitalista de la circulación mercantil”‒, todos los
conceptos que intervienen en la fórmula general del capital
‒”mercancía” “valor”, “dinero”, “precio”, etc.‒ son sometidos por Marx
a un examen riguroso. El rigor de este examen se aplica a la pretensión
inherente a la descripción empírica de la riqueza como capital de tener

69
Bolívar Echeverría

ya explicada la “generación” de ese plus de valor, de no necesitar


planteársela como problema, de operar con ella como con algo
“natural” y comprensible por sí mismo. El acoso de Marx es implacable.
Obliga a este conjunto de conceptos a dar el máximo de su capacidad
explicativa y, una vez que lo ha llevado hasta el extremo de su
efectividad, lo muestra sumido en la paradoja, embrollado en la
necesidad absurda de sostener posiciones incompatibles. El entendi-
miento científico espontáneo de la economía política, abismado ante sí
mismo, no alcanza a ir mas allá de la afirmación siguiente: el plus de
valor no puede generarse en el proceso que cambia al dinero en
mercancía y lo vuelve a cambiar en dinero, pero, por otro lado, sólo
puede generarse en ese mismo proceso.
Puede decirse que lo que Marx cumple en la primera parte de la
argumentación de El Capital, en este cuestionamiento de los teoremas
básicos del discurso económico espontáneo es una puesta en duda
sistemática de todo el campo de la empiria, de “la experiencia directa e
incontrovertible” sobre la que pretende fundarse la ciencia de la
economía política. Se trata de una puesta en duda que culmina en la
formulación de algo que por lo pronto solo es una suposición: todo ese
campo de la experiencia económica empírica no puede ser otra cosa
que una apariencia, un tejido superficial de hechos o datos, que se
encuentra ahí con la función precisa de esconder, confundir o mistificar
justamente aquello que pretende mostrar o hacer evidente: lo que la
riqueza social moderna y su economía son en realidad. El primer
momento de la argumentación de El Capital avanza hasta establecer las
condiciones que el discurso económico espontáneo tendría que
introducir para convertir la paradoja de su afirmación acerca del origen
del plusvalor en un verdadero problema teórico. Y esas condiciones son
nada menos que las de un salto que lo llevaría más allá de sí mismo. El
“¡hic Rhodus, hic salta!” es así, para el discurso económico moderno, la
invitación a un salto suicida. En efecto, la principal de esas condiciones
es la siguiente: el plusvalor sólo puede ser explicado si esa mercancía
en la que el dinero tiene que convertirse primero para luego
reconvertirse en dinero incrementado es concebida como una no-
mercancía o como una mercancía tan sui generis, que lejos de ser,
como todas las otras, sólo portadora de valor, fuera además una
mercancía generadora de valor. Sólo si la economía política introdujera
en su discurso la distinción entre dos formas diferentes de ser

70
EL DISCURSO CRÍTICO DE MARX

mercancía, la que caracteriza a la mercancía común y la que sería


propia de mercancía no-mercancía ‒una mercancía especial que Marx
ubica de manera inconfundible como mercancía fuerza de trabajo‒
estaría en capacidad de salir del embrollo teórico en el que la encierra
su definición de la riqueza moderna. Pero esta capacidad le costaría la
descalificación de su discurso. introducir esa distinción implicaría para
ella reconocer que su discurso parte de una reducción injustificable:
que la adquisición que el propietario del dinero-capital (D-M-D') hace
de la mercancía generadora de valor es concebida como si fuera la
adquisición de una mercancía común, sólo portadora de valor; que la
presencia de un fenómeno específicamente mercantil capitalista es
reconocida como si se tratara sólo de un hecho mercantil en general;
que el acto de apropiación de un valor ajeno es ocultado, confundido o
mistificado como un simple intercambio de objetos equivalentes.

Exploración de la esencia
b) En una segunda etapa (expuesta en la mayor parte del Libro I y en
todo el Libro II), la argumentación de El Capital explora, describe y
explica justamente aquello cuya mistificación, confusión u ocultamiento
constituye, según la suposición anterior de Marx, la condición de
validez de la definición inmediata de la riqueza moderna. Si la fórmula
general del capital (D-M-D’) sustenta su validez empírica en la
incuestionabilidad de uno de los elementos que la componen ‒el
elemento intermedio, mercancía (M)‒, será precisamente el estudio de
la esencia de este elemento lo que hará evidente la existencia de tal
mistificación, de su sentido y, sobre todo, de su fundamento o su razón
de ser. La mercancía que el capitalista, el rico moderno, primero
adquiere y luego vende con/por su dinero-capital es una mercancía
misteriosa: posee la peculiaridad de aumentar de valor cuando es
consumida. Recién adquirida, es mercancía medios de producción y
mercancía fuerza de trabajo (M = Mmp + Mft), y tiene un valor C’ 1
(capital inicial); después del consumo que el capitalista hace de ella 14
se convierte en mercancía producto (M = Mp) y tiene ahora un valor C’ 1
= C1 + ∆C1 (capital resultante, igual al capital inicial más un incremento
del mismo). El secreto de esta mercancía misteriosa se concentra, así,
en el momento en que el capitalista la consume. ¿Qué acontece en ese
momento? Nada que por sí mismo sea misterioso; lo que tiene lugar es
14
El capitalista, en realidad, no hace nada con ella, no trabaja sobre ella, no le añade valor.
71
Bolívar Echeverría

el proceso en que la fuerza de trabajo se combina con los medios de


producción, los consume productivamente: el proceso de trabajo o
producción.
El análisis de Marx ha mostrado que en la descripción del objeto de la
riqueza social moderna es indispensable incluir el proceso de
producción de valores de uso como un momento constitutivo de la
existencia misma de ese objeto. La pregunta queda entonces
planteada: ¿qué es el proceso de producción/consumo cuando aparece,
como aquí, en calidad de ocasión o pretexto de la valorización del valor
de un dinero-capital? ¿Qué sucede en este proceso de producción
cuando tiene lugar como consumo capitalista del Mmp y Mft? ¿Qué es
producir y consumir en general? ¿Cómo se modifica su esencia cuando
se efectúa como un proceso subsumido o subordinado al proceso
descrito por la fórmula general del capital?
La parte central y principal de la argumentación de El Capital está
constituida por una respuesta sistemática a estas preguntas, por una
teoría del modo capitalista de la producción, la circulación y el consumo
del objeto de la riqueza social; una teoría del proceso en que el
producto con valor de uso es reproducido con la forma de plusvalor
destinado a su inversión como capital.
La exploración de aquello que hace que la riqueza moderna sea tal, de
su esencia, la lleva a cabo Marx de la siguiente manera: describe y
efectúa el modo o la forma que recibe o adopta una determinada
sustancia transhistórica o forma fundamental del proceso de
reproducción del objeto de la riqueza cuando ésta se encuentra en la
situación histórica moderna: cuando debe cumplirse como un proceso
de producción de plusvalor y de conversión del mismo en capital. La
contraposición entre esa sustancia trans-histórica o forma fundamental
y este modo capitalista o forma histórica moderna es el procedimiento
que Marx emplea una y otra vez, en diferentes niveles y con mayor o
menor complejidad, según lo requiere el tema, a todo lo largo de esta
argumentación destinada a establecer las leyes determinantes de la
producción, la circulación y el consumo de la riqueza capitalista. Se
trata de un procedimiento en el que la estructura lógica posee de
manera inherente un mensaje o contenido: una toma de posición
crítica. El modo capitalista es descrito y explicado como una forma que
contradice y deforma ‒reprime o hipertrofia‒ la sustancia que la

72
EL DISCURSO CRÍTICO DE MARX

soporta y sobre la que ella se asienta parasitariamente: el proceso de


producción/consumo en general. La contraposición que Marx establece
es siempre entre la forma social-natural o estrato de valor de uso del
proceso de producción/consumo y la forma social-capitalista o estrato
de valor (valorizándose) que subsume o subordina a la primera. Esta
idea de una contradicción entre un nivel del valor del uso y un nivel de
valor constituye en verdad la hipótesis principal a partir de la cual el
discurso teórico de Marx genera su capacidad de descubrir los rasgos
esenciales de la reproducción de la riqueza capitalista. Hay una teoría
de la producción/consumo en general y, por tanto, del valor de uso en
general, como teoría de la incompatibilidad de éstos con su forma
mercantil-capitalista, que acompaña, paso a paso (volviéndose más
explícita en el Libro I, cap. V) a la demostración de que la contradicción
entre esos dos estratos o niveles es la esencia de todo producir,
consumir, circular e incrementar el objeto de la riqueza en su forma
capitalista. Desde la definición puntal del capital constante (c) y el
capital variable (v) como formas capitalistas de los factores de la
producción, de los medios de producción y la fuerza de trabajo (Libro I,
cap. VI), hasta la caracterización global de la reproducción ampliada de
todo el sistema productivo/consuntivo capitalista (Libro II, 3a. sección)
Marx insiste y subraya de múltiples maneras la demostración de esta
esencia. Su proceder es rigurosamente metódico. Para eliminar las
confusiones que necesariamente provoca un objeto teórico tan
complejo, su aprehensión teórica de la totalidad del proceso
reproductivo de la riqueza capitalista tiene lugar mediante una serie de
aproximaciones acopladas unas a otras a manera de los segmentos de
un tubo de telescopio. Cada una de ellas aporta una nueva perspectiva
en la que el objeto aparece con un grado mayor de complejidad. La
primera serie de aproximaciones (expuesta en el Libro I), la más
abstracta, es la que mira al proceso como una totalidad de producción
y consumo en la que estas dos fases se encuentran conectadas directa
o inmediatamente entre sí. En esta perspectiva, al quedar fuera de
consideración la existencia del momento circulatorio entre una fase y
otra, la esencia de cada una de éstas, de su unidad y su dinámica, se
muestra en su mayor pureza. Se trata ‒lo demuestra Marx‒ de un
proceso que para poder realizarse tiene que llevarse a cabo de un
modo que deforma su sentido originario o fundamental hasta el grado
de invertirlo o convertirlo en su contrario:

73
Bolívar Echeverría

a) El proceso capitalista de producción es, en efecto, un objetivarse del


factor subjetivo, una donación de forma al objeto de trabajo, que es
una emanación de su constitución o capacidad productiva. Pero es un
objetivarse que, por ser capitalista ‒por ser la conjunción de c+v, cuyo
resultado debe implicar la conversión de c en c+p (plusvalor)‒, se
cumple contradiciéndose a sí mismo: como un succionar que el factor
objetivo ejerce sobre el sujeto de trabajo con el fin de apresar la mayor
cantidad posible de formas producidas por éste. (Libro I, secciones 3a,
4a y 5a).
b) El proceso capitalista de consumo es un subjetivar formas objetivas
por parte del sujeto, un aceptar la acción natural-social incorporada en
el bien productivo; pero, asimismo, lo es sólo en la medida en que el
sujeto se convierte en un “bien” para el objeto, en la medida en que su
consumir se cumple como soporte o vehículo de un proceso de
restauración mejorada del factor objetivo. En efecto, éste sólo existe en
calidad de medios de producción capitalista, es decir, de componente
principal de un capital inicial renovado (C 2) que es mayor que el capital
inicial anterior (C1). (Libro I, caps. XXI y XXII).
c) La reproducción de la riqueza capitalista como unidad de una fase
productiva y otra consuntiva se revela entonces como un proceso
cíclico en el cual el contenido de esa riqueza se repone e incrementa en
tanto que condición objetiva de la existencia del factor subjetivo; pero
se trata de un proceso que sólo es posible como soporte de un proceso
de acumulación y reproducción ampliada del capital y que, por tanto,
sólo se cumple invirtiendo su sentido fundamental, en la medida en
que implica el sacrificio necesario de una dimensión de ese factor
subjetivo, la condena de una parte del mismo a situación de
excedentaria o sin derecho a la existencia (Libro I, cap. XXIII).
d) Esta primera serie de aproximaciones de El Capital a la esencia de la
riqueza capitalista culmina en el reconocimiento de una tendencia en el
proceso histórico de su formación, consolidación y expansión. La
conjunción contradictoria entre reproducción social-natural de la
riqueza y reproducción del capital parece seguir una vía que va de una
situación en la que la subordinación de la primera a la segunda resulta
relativamente favorable para la primera otra situación completamente
diferente, en la que la marcha expansiva de la segunda resulta ser
absolutamente destructiva para la primera. (Libro I, caps. XXIX y XXV).

74
EL DISCURSO CRÍTICO DE MARX

Entre la frase productiva y la fase consuntiva del proceso de


reproducción existe un momento mediador, el proceso de circulación,
que modifica considerablemente en cumplimiento de ambas fases. La
segunda serie de aproximaciones se distingue porque abre para la
exploración esencial de la riqueza moderna toda la densidad
problemática que resulta de este hecho. El conjunto de productos
portadores de un valor valorizado no puede convertirse en conjunto de
bienes capitalistas, es decir, en factores de la producción portadores de
un cúmulo potenciado de valor, si no se redistribuye o “cambia de
manos” entre los propietarios privados, sometiéndose al funcionamiento
del mecanismo inerte o fortuito de la circulación mercantil. El objeto de
la riqueza capitalista debe cumplir un ciclo trifásico (de su figura
funcional como capital-dinero, CD, pasa a otra como capital-producción,
CP, y otra como capital-mercancía, CM). Es un ciclo que lo hace pasar
necesariamente por el momento improductivo de la circulación mercantil
y que le obliga a adoptar dos figuras materiales (la de capital fijo, CF, y
capital circulante, CC) de acuerdo con los diferentes ritmos con que
rotan o cumplen el ciclo sus distintas fracciones, ligada cada una de ellas
a un sustrato material diferente.

El carácter contradictorio del proceso de circulación mercantil-capitalista


no sólo se muestra en el modo como el ser valor (tener que pasar por el
mercado) estorba al ser valor de uso (capital-producción) y el ser valor
de uso (tener una materia que se repone lentamente) estorba al ser
valor (capital-dinero) (Libro II, respectivamente: secciones primera y
segunda) Se muestra principalmente en el modo como el funcionamiento
global de la circulación mercantil misma, el “mecanismo inerte del
cambio de manos”, se encuentra sometido a una reorganización esencial
de sí mismo proveniente de la necesidad práctica de servir preferente-
mente a la reproducción del capital. Desdoblada en dos ámbitos
contrapuestos pero complementarios: el mercado de mercancía y el
mercado de trabajo, la esfera de la circulación mercantil-capitalista es el
medium dentro del cual ‒al expresarse el valor y constituirse el valor de
cambio de todas las mercancías‒ la armonía de la reproducción del
capital se alcanza en virtud del traslado de todas las desarmonías al
ámbito de la reproducción de la fuerza de trabajo, al mismo tiempo que
esta armonía neutraliza la contradicción entre trabajo (valor de uso) y
capital (valor) y posibilita así la reproducción del capitalismo como
relación social. (Libro II, tercera sección.)

75
Bolívar Echeverría

Desmistificación de la realidad
c) En su tercera y última etapa (expuesta en la sexta sección del libro I
y en todo el Libro III) la argumentación de Marx en El Capital describe
‒como quien desmonta un mecanismo‒ la conversión mistificadora de
la esencia contradictoria de la riqueza capitalista en la apariencia
armónica descrita por la fórmula general del capital. ¿Cómo es posible
que aquello que es plustrabajo arrancado sin contrapartida por el
capitalista a los obreros se presente como el fruto genuino del dinero
capitalista cuando sirve para comprar una mercancía que luego será
revendida? Marx explica esta transfiguración de la esencia en la
apariencia como un conjunto de imbricaciones entre, por un lado, el
proceso capitalista de apropiación/utilización del plusvalor explotado a
los obreros y, por otro, el funcionamiento mecánico y neutral de la
circulación de los equivalentes en calidad de riqueza mercantil simple.
La apropiación de trabajo ajeno que ésta en la esencia de la riqueza
capitalista no tiene lugar en contra sino en virtud del buen
funcionamiento de la circulación mercantil. El incremento de D en D’
‒el beneficio del industrial, la renta del propietario monopolista, el
interés del prestamista, las utilidades del mercader‒ resulta precisamente
de la compra-venta de todas las mercancías, simples o capitalistas, a su
precio justo. ¿Cómo se constituye el precio justo de las mercancías? Es
en la descripción de su constitución en donde se descubre, de manera
central, ese mecanismo mistificador de la realidad, esa conversión de la
esencia de la riqueza capitalista en su apariencia.
Habitada centralmente por dos tipos de mercancía ‒la mercancía
capitalista de los capitalistas y la mercancía simple de los obreros‒, la
esfera de la circulación capitalista es el escenario de un conflicto
dominante, el de la constitución contrapuesta pero complementaria de
los precios de estas dos mercancías.
La constitución el “precio del trabajo” es el secreto de la constitución
de todo precio. Lo que distingue al propietario capitalista del simple-
mente mercantil es que su dinero puede comprar como mercancía no
sólo objetos útiles producidos sino procesos de producción de objetos
útiles. Así, el precio de su mercancía no expresa sólo su valor sino un
valor que se valoriza en mayor o menor grado. Y justamente el grado
de esta valorización y la magnitud de ese precio dependen del precio
que el propietario capitalista ha pagado por el proceso de producción
76
EL DISCURSO CRÍTICO DE MARX

del que se sirve, es decir, por la fuerza de trabajo cuya existencia


activa es precisamente ese proceso de producción.
Marx avanza por partes. Lo primero a lo que responde es: ¿cómo se
transfigura el factor subjetivo del proceso de trabajo en mercancía
fuerza de trabajo? La clave de toda mistificación se encuentra aquí. A
partir de aquí pueden resolverse las dos cuestiones básicas de la
tercera parte argumental de su obra:
a) ¿Cómo se transfigura la substancia del valor de la mercancía
fuerza de trabajo en “precio del trabajo”? (Libro I, sexta sección).
b) ¿Cómo se transfigura la substancia del valor de la mercancía
capitalista (medios de subsistencia y medios de producción) en
precio de la mercancía capitalista? (Libro III, primera, segunda y
tercera secciones).
El precio de la mercancía capitalista depende del modo en que el
plusvalor explotado a los obreros se procesa como ganancia de los
capitalistas. De ahí el estudio minucioso que Marx dedica a este tema:
¿Cómo se forma una tasa media de ganancia para todos los
capitalistas? ¿Qué función cumple en este proceso la transfiguración del
plusvalor extra en renta monopólica del propietario de naturaleza o de
tecnología? (Libro III, sexta sección) ¿Qué tendencia sigue en el tiempo
la formación de esa tasa de ganancia? ¿Cómo se reparte el plusvalor
entre los distintos tipos de capital (industrial, comercial y bancario) al
convertirse en ganancia? Todas éstas son cuestiones centrales en cuya
solución Marx encuentra oportunidad para insistir en el único modo que
el discurso crítico tiene para hablar de la realidad de la riqueza
moderna: la desmistificación de su esencia convertida en apariencia.
Hay, sin embargo, una conclusión final en la que este sentido de
argumentación se concentra y resume. Se trata del examen crítico de
la “fórmula trinitaria” del discurso económico espontáneo, aquella que
justifica los ingresos de las principales clases de la sociedad moderna,
los capitalistas, los propietarios y los obreros, en vista de su
contribución, con capital, tierra y trabajo, a la existencia de la “riqueza
nacional” (Libro III, séptima sección.)

77
Bolívar Echeverría

La estructura argumental (II)


Discurso científico sobre la riqueza social moderna: del examen de su
apariencia a la exploración de su esencia, de ésta a la desmistificación
de su realidad. El discurso de Marx en El Capital define su cientificidad
especifica como criticidad no sólo en virtud de su contenido ‒la
demostración del carácter contradictorio del modo de reproducción
social capitalista‒, sino también, especialmente, en virtud de su
expresión. Las tres etapas de su movimiento argumental siguen un
itinerario circular que es expresivo por sí mismo y que transmite su
sentido ("como un todo artístico") a todos los recursos expresivos
particulares o puntuales que se emplean en la obra. (Véase la figura I.)

Figura I
El movimiento circular de las tres etapas de argumentación
en “El Capital”

78
EL DISCURSO CRÍTICO DE MARX

Figura II
La estructura de la argumentación circular en El Capital

La estructura circular de la argumentación expresa la peculiar criticidad


del discurso de El Capital. La realidad de la riqueza social capitalista
sólo puede ser tratada por el discurso comunista de manera indirecta, a
través del discurso que la mistifica. Para la realidad moderna sólo
existe la posibilidad de un discurso positivo, el que se constituye junto
con ella y que al explicarla necesariamente la mistifica. La existencia
post-moderna del comunismo sólo le permite un discurso sobre la
realidad moderna constituido como destrucción del discurso moderno,
como discurso crítico. Hablar sobre la riqueza capitalista es, por ello,
para Marx, hacer “una exposición de la economía política que sea al
mismo tiempo una crítica de la economía política”. (Véase la figura II.)
El mismo campo conceptual empírico de la economía política ‒dominado
por la presencia de la fórmula general del capital‒, que es examinado
en la parte primera de la argumentación (línea a-b, sobre la cara 1 del
plano I), es revisitado, en un retorno circular, en la tercera parte (línea
c’-d, sobre la cara 2 del plano I), pero en un sentido que, al “ver por
debajo” lo que acontece en ese campo conceptual (plano I), lo exhibe
como espacio de mistificación. Este retorno desmistificador (esta
“crítica” que modifica la “exposición”) sólo es posible en virtud de un
cambio de campo o espacio conceptual (salto de la línea del plano I al
plano II) que permite al discurso desentrañar en abstracto (línea b’-c),
es decir, en referencia a una teoría trans-histórica o general de la
producción y reproducción de la riqueza, la composición esencial de los
hechos que aparecen en el terreno empírico.

79
Bolívar Echeverría

Este recurso a la esencia del producir/consumir humano le está


permitido al discurso crítico justamente por su carácter de discurso de
transición histórica. Discurso que disiente de la historia capitalista: que
la trasciende en dirección a otra historia, vislumbrada apenas en el
deseo por el movimiento de revolución que viene sacudiendo a la
sociedad contemporánea.

Anexo: El índice de El Capital


y el orden de su argumentación
(Cuadro comparativo)
[1977]

80
EL DISCURSO CRÍTICO DE MARX

COMENTARIO SOBRE EL “PUNTO DE PARTIDA”


DE EL CAPITAL15

“Solo un vir obscurus que no ha entendido ni una palabra de El


Capital puede concluir que, en [mi] obra, el valor de uso no
desempeña ningún papel…”
“En mi teoría, el valor de uso desempeña un papel importante de
un orden totalmente diferente al que ha tenido en la Economía
anterior “
Karl Marx, “Notas a Wagner”, M.E.W., t. 19, pp. 369 y 371.

Una vez que se ha terminado la lectura de los cuatro primeros capítulos


de El capital, conviene hacer caso de una recomendación implícita del
autor, hecha mediante el orden que sigue en su exposición, y
detenerse a considerar el conjunto de la argumentación desarrollada
hasta este punto. El orden de la exposición pone de manifiesto que
esta reconsideración global es oportuna. Esto resulta evidente cuando
Marx, al final del cuarto capítulo explica con claridad que todo el
discurso anterior ha girado en torno a una problemática particular ‒la
que acaba de agotarse‒ y que precisamente el agotamiento de ésta
abre una problemática nueva y de otro orden ‒cuya solución se
emprenderá al continuar el discurso en el quinto capítulo‒.

1) ¿Cuál es la problemática que ocupa al discurso de El Capital en


los cuatro primeros capítulos?
2) ¿De qué manera tiene lugar su tratamiento?

1. El campo conceptual donde se ubica esta primera problemática


queda explícitamente indicado cuando el texto define el término que
distingue-conecta, en la articulación entre las dos primeras secciones y
las siguientes (entre el cuarto capítulo y el quinto) a los objetos
teóricos respectivos de las dos problemáticas.

15
Publicado originalmente en Investigación Económica, primera revista de la Facultad de
Economía, UNAM, México, 1977.
81
Bolívar Echeverría

Este término común, central en ambos objetos teóricos, es la idea de


plusvalor en tanto que rasgo característico de la riqueza en la sociedad
moderna o capitalista; término que es distinto en cada uno de ellos
precisamente porque su problematización (que en ambos casos es una
problematización crítica) se levanta sobre dos campos conceptuales
diferentes.
Según lo anuncia Marx, el campo conceptual que se abrirá a la
problematización en el quinto capítulo es el de la sociedad capitalista
en tanto que productora-consumidora de su riqueza; el campo conceptual
propio del lugar donde los agentes del proceso social capitalista de
reproducción se comportan en términos fundamentales, esenciales o
básicos como agentes del proceso de trabajo y de disfrute. Aquí, el
plusvalor será captado teóricamente como el elemento característico
del objeto teórico central de toda la obra: el modo de (re-)producción
capitalista. Plusvalor será esa porción de valor cuya existencia es el
resultado y la condición de un modo histórico concreto de funcionar del
proceso social de producción/consumo: del capitalismo como conjunto
histórico peculiar de relaciones sociales de reproducción.
En cambio, el campo conceptual explorado con la problemática de los
cuatro primeros capítulos ha sido ‒lo dice Marx en la mirada retrospectiva
que echa aquí sobre ellos‒ el que brota del comportamiento de la
sociedad capitalista en tanto que sociedad de propietarios privados que
hacen circular el sinnúmero de átomos de su riqueza (la convierten de
una serie de productos, en una serie diferente de bienes) mediante el
mecanismo casual del intercambio; es el campo conceptual propio de
los agentes del proceso social mercantil-capitalista de distribución, de
los habitantes de esa “esfera ruidosa, instalada en la superficie de la
existencia social u accesible a cualquier mirada”, la “esfera capitalista
de la circulación o del intercambio de mercancías”. El plusvalor se
presenta aquí como el incremento que algunos de los individuos que
pueblan esta esfera (los productores-propietarios-consumidores
privados, los ciudadanos libres o independientes y en igualdad de
derechos) alcanzan para los valores de su propiedad, sin necesidad de
objetivar o cristalizar trabajo propio, es decir, aparentemente, mediante
un acto de “prestidigitación”.

82
EL DISCURSO CRÍTICO DE MARX

Podemos decir, entonces: el objeto teórico particular tratado en las dos


primeras secciones de El Capital es el modo aparente de existir de la
riqueza en la sociedad capitalista.
La problemática particular de los cuatro primeros capítulos sería así; el
análisis crítico de la validez de la fórmula general del capital o el
examen de las condiciones de posibilidad del proceso descrito por ella.

2. La manera en que se realiza el tratamiento de esta problemática se


vuelve evidente cuando se presta atención a la subarticulación que
distingue/conecta la primera sección (primero y segundo capítulos) de/
con la segunda (cuarto capítulo). El modo aparente de existir de la
riqueza en una sociedad mercantil en general es el término común en
los dos momentos sucesivos de la problematización; en el primer
momento, lo que de él se examina es el conjunto de sus determinaciones
estructurales, necesarias o elementales; en el segundo momento, el
conjunto de determinaciones que lo configuran, particularizan o
complejizan cuando él mismo es modificado en el sentido específicamente
capitalista. Podemos decir, en efecto, que la problematización del modo
aparente en que existe la riqueza en la sociedad capitalista tiene lugar
en dos pasos argumentales; primero se examinan las condiciones de
posibilidad del proceso en que existe la riqueza mercantil en general
(simple), proceso que es descrito por la “fórmula general de la riqueza
mercantil”: Ma-D-Mb, para, sólo entonces, entrar en el examen de las
condiciones de posibilidad del proceso en que existe la riqueza
capitalista, proceso descrito por la fórmula general del capital (D-M-D).
La dinámica de la riqueza mercantil en general es estudiada en tanto
que dinámica simple y de base, sobre la cual, y respetando sus leyes,
se ha levantado la dinámica peculiar de la riqueza mercantil capitalista.
La fórmula general de la riqueza mercantil es analizada críticamente
como la fórmula matriz a partir de la cual se ha desarrollado la fórmula
general de capital.

83
Bolívar Echeverría

Figura I
El movimiento típico y el movimiento capitalista
de la circulación de mercancías
a] Movimiento típico

b] Movimiento capitalista

84
EL DISCURSO CRÍTICO DE MARX

Tres momentos podemos reconocer en el paso argumental contenido


en la primera sección:
1. el análisis de la unidad elemental de la riqueza mercantil
(representada por los términos elementales de la fórmula: M y D),
esto es, del objeto práctico configurado como mercancía (MM) ‒en
sus dos versiones: mercancía común (M) y mercancía dinero (D)‒ y
de las condiciones de posibilidad de su peculiar forma de existencia;
2. el análisis del acto elemental de intercambio (representado por las
relaciones elementales de la fórmula: M-M y M-D) y de las
condiciones reales de su existencia, y
3. el análisis del movimiento total característico de la esfera de la
circulación de mercancías (representado por la fórmula completa),
como el movimiento de doble sentido ‒metamorfosis de las
mercancías comunes y curso de la mercancía dinero‒ en el que
existe propiamente la riqueza mercantil.
Tres momentos, igualmente, podemos reconocer en el paso argumental
contenido en la segunda sección.
1. el análisis del modo específicamente capitalista de funcionamiento
de la esfera de la circulación de mercancías y dinero: pasar de D a D'
(= D + AD) transitando por M;
2. el establecimiento del carácter contradictorio del surgimiento de un
plusvalor dentro de la esfera de la circulación propia de un proceso
de reproducción mercantil simple o general. La esfera de la
circulación mercantil simple resulta ser, paradójicamente, el lugar
donde el plusvalor no puede generarse y el lugar sin el cual el mismo
plusvalor no puede tener realidad, y
3. el planteamiento del problema de la producción del plusvalor,
como problema ocultado necesariamente por la apariencia mercantil
simple de unas relaciones de producción esencialmente diferentes:
mercantil-capitalistas. (véase la figura I.)
La compra/venta de la fuerza de trabajo (FT) en calidad de mercancía
(esto es, su intercambio con/por un equivalente) oculta el hecho de
que su comprador, al consumirla en la esfera de la producción/
consumo ‒ejerciendo su legítimo derecho de propietario‒, hace con ella
lo que no hace con ninguna de las otras mercancías que consume (que

85
Bolívar Echeverría

es aniquilarlas o conservarlas como parte de otras): la obliga a que ella


misma ‒en virtud de su utilidad específica: el objetivar trabajo concreto
y por tanto crear valor (trabajo abstracto)‒ se convierta en una
mercancía diferente (PT) y sobre todo de valor incrementado: de un
valor igual al suyo (s') más un plusvalor (g).
El problema que queda planteado es el siguiente: ¿cuál es la forma o
modo de funcionamiento del proceso social de producción/consumo
cuando debe realizarse como proceso de consumo de la fuerza de
trabajo obrera por parte de los capitalistas o proceso de producción de
plusvalor para los capitalistas por parte de los obreros?

“Punto” y “Figura” de partida


El capítulo “La mercancía” es el “punto de partida” de la argumentación
global de El Capital ‒de la crítica de la economía política‒ en la medida
en que forma parte, como movimiento inicial, de un paso argumental
“de partida” contenido en la primera sección del Libro I, que abre, a su
vez, todo un argumento introductorio o “de partida” (contenido en las
secciones primera y segunda del Libro I) En realidad, el comienzo de El
Capital no es un “punto” (un movimiento argumental), tampoco una
“línea” (un paso argumental), sino toda una “figura” (un argumento
completo). Es la figura del examen crítico al que es sometida la
apariencia de la riqueza en la sociedad capitalista; examen que se
vuelve necesario cuando el discurso teórico crítico debe atravesar y
problematizar el campo conceptual que se genera espontáneamente en
la “esfera ruidosa y superficial” de la circulación mercantil capitalista
con el fin de elaborar un saber revolucionario sobre esa riqueza social,
en tanto que es ella el eje en torno al cual gira todo el comportamiento
político de la sociedad (y se organizan concretamente las condiciones
del enfrentamiento social entre la clase proletaria y la clase capitalista,
que son el objeto real de interés del discurso comunista).
La riqueza privada capitalista se distingue específicamente, incluso en
su apariencia, de toda otra forma históricamente posible de riqueza
privada. Esta se ha presentado siempre como un objeto pasivo, que
sólo se modifica cuantitativamente (crece o decrece) en virtud de una
acción exterior a sí mismo: un cúmulo de esclavos, de tierra, de
instrumentos, de oro-dinero, etcétera, poseído por un sujeto particular
o privado en calidad de propiedad sea individual o colectiva. En cambio

86
EL DISCURSO CRÍTICO DE MARX

la forma adecuada de la riqueza en la sociedad capitalista debe ser


descrita ineludiblemente, por cualquiera de sus miembros, si quiere
atenerse a la empiria o a su experiencia directa de los hechos, no sólo
como una suma de dinero sino como una suma de dinero “dotada de
movimiento propio”: que está siendo “invertida” o “produciendo
beneficios al servir en la adquisición y la venta de cierto tipo de
objetos”. Dicho con más detalle, debe ser definida como un objeto de
dinámica propia o que se encuentra por sí mismo en proceso; un
proceso que es representable mediante la siguiente fórmula, la
“fórmula general del capital”: D-M-D’, esto es, una suma de valor en
proceso de valorizarse al pasar de la forma dinero a la forma mercancía
y de ésta nuevamente a la forma dinero; en otras palabras, una
cantidad de valor de dinero sometida al proceso complejo de
convertirse en un valor igual pero en mercancía y de reconvertirse en
una cantidad incrementada de valor en dinero. Este incremento o
plusvalor ‒que da su especificidad a esta forma histórica de la riqueza‒
se presenta así como la ganancia que algunos de los productores-
propietarios-consumidores privados alcanzan para los valores de su
propiedad sin transgredir las leyes de la equivalencia y sin objetivar
trabajo propio.
El argumento desarrollado por Marx en las dos primeras secciones de
su obra juzga a la riqueza capitalista de acuerdo a las propias leyes del
médium donde ella aparece. Impugna por contradictoria la fórmula que
describe empíricamente el modo capitalista de la formación y por tanto
de la distribución de la riqueza ‒la “fórmula general del capital” D-M-(D
+AD)‒ al poner de manifiesto lo insostenible de la pretensión, implícita
en ella, de no ser más que una modificación genuina y coherentemente
derivada de la fórmula que describe el modo mercantil de realización o
circulación de la riqueza ‒la fórmula general de la mercancía (Ma-D-
Mn)‒.
Se trata propiamente de un argumento introductorio porque es su
crítica de la apariencia empírica de la riqueza capitalista ‒crítica
inmanente a la legalidad de esta empiria‒ la que llega a plantear las
dos grandes necesidades argumentales que serán cumplidas, respectiva-
mente, la primera por el conjunto del resto del Libro I y el Libro II y la
segunda por el Libro III: a) la necesidad de descubrir las leyes
esenciales o fundamentales de la reproducción (producción, consumo y
circulación) del plusvalor como germen permanente de la riqueza en la
87
Bolívar Echeverría

sociedad capitalista, y b) la necesidad de desmistificar y reconstruir,


sobre la base del descubrimiento anterior y completando la argumen-
tación crítica global, la realidad de la distribución capitalista de la
riqueza social.
La función de “punto de partida” del capítulo “La mercancía” sólo se
comprende como parte de esta función introductoria crítica del
conjunto de los cuatro primeros capítulos. Más precisamente, como
parte de la función preparatoria propia del subconjunto de los tres
primeros capítulos: como la función del movimiento o "punto" inicial de
una “línea”, como paso argumental básico sobre el que se levanta el
resto de la “figura” o argumento introductorio. Ahora bien, la función
de esta “línea” o paso argumental básico es la de exponer el examen
del terreno dentro del cual es reconocible el proceso peculiar (D-M-
(D+AD)) en que se manifiesta la riqueza capitalista; el examen del
modo histórico mercantil simple o en general en que la “riqueza de las
naciones? como riqueza atomizada o descompuesta ‒suma de cosas y
servicios producidos/consumidos por la sociedad en condiciones
asociales o privadas‒ se realiza, sin embargo, contradictoriamente, de
manera social, circula redistribuyéndose entre los individuos sociales o
cumple la metamorfosis que la convierte de conjunto de objetos recién
producidos por todo el sujeto social (productos) en conjunto de objetos
con valor de uso inminente para el mismo (bienes).

La primera línea de la figura


1. La fórmula Ma-D-Mn es la representación más concisa de esta
modalidad mercantil adoptada por el proceso de realización
(metamorfosis) o circulación (redistribución) de la riqueza social. en
efecto ‒carente de un principio distributivo político (proveniente de la
praxis autorreproductiva del sujeto social) que la rija‒, la circulación o
metamorfosis de la riqueza mercantil debe cumplirse, para todo el
sujeto social o para cada individuo social, no en un acto único, sino en
un proceso circular o de ida y vuelta que puede ser descrito de la
siguiente manera: un cúmulo de mercancías de una consistencia
concreta determinada. (Ma: un objeto de figura “y” para un propietario
privado A o para el sujeto social en tanto que productor) que se halla
en proceso de convertirse en una suma de dinero u objeto siempre
intercambiable (D), con el fin de reconvertirse en un cúmulo equivalente
de mercancías, pero de consistencia diferente (Mn: un objeto de figura
88
EL DISCURSO CRÍTICO DE MARX

“n” para el mismo propietario privado A o para el sujeto social en tanto


que consumidor).
El examen del campo fenoménico descrito por esta fórmula ‒examen
que, por ser preparatorio, permanece metódicamente dentro de la
problemática de la forma mercantil simple de la riqueza social‒ se
desarrolla en dos pasos sucesivos. En el primero, analítico, contenido
en los dos capítulos de la primera sección, se someten a estudio tanto
los objetos o átomos mercantiles (mercancía común y mercancía
dinero) que entran en el proceso circulatorio indirecto de la riqueza
mercantil simple (capítulo primero: “La mercancía”) como los actos o
movimientos de intercambio que componen ese proceso y que
conectan primariamente a esos átomos mercantiles entre sí (capítulo
segundo: “El proceso de intercambio”). En el segundo, sintético (capítulo
tercero: “El dinero o la circulación de la mercancía”), se somete a
estudio la totalidad de ese campo fenoménico, es decir, el proceso
completo de la circulación mercantil o realización de la riqueza mediante
el dinero, (estudio que incluye no sólo el tratamiento del funciona-
miento básico o típico de la circulación, sino también el de sus
funcionamientos derivados y atípicos, en el atesoramiento y sobre todo
en el crédito).

Dicho en otros términos: en el tratamiento de la fórmula general de la


mercancía o de la riqueza mercantil simple (Ma-D-Mn), la argumentación
de Marx destaca primero las relaciones elementales que ella reúne (Ma-
Mn y Ma-D o D-Mn), así como las unidades elementales (M, como Ma o
Mn y D) que se encuentran relacionadas por éstas; la comprensión de
la totalidad de la fórmula viene después, resulta del conocimiento
preciso de la compleja interconexión que guardan entre sí esas
unidades y esas relaciones elementales.

El primer paso de este examen, el paso analítico ‒tratamiento aislante


de los actos y las relaciones elementales y de los objetos y las unidades
elementales que se hallan en el tránsito de la riqueza mercantil simple
por la esfera de la circulación y que entran en su descripción‒ debe
comenzar, necesariamente, con el análisis o el tratamiento por
separado de las unidades u objetos elementales: mercancías (M, como
Ma o Mn) y dinero (D). La consideración de los actos o las relaciones
en que ellos se integran deberá seguir a continuación, exigida por la
marcha y los resultados de este primer análisis.
89
Bolívar Echeverría

Lo mercantil y la mercancía
2. El estudio de la mercancía (mercancía común y mercancía-dinero)
que tiene lugar en el primer capítulo rebasa con mucho el cumplimiento
de la tarea teórica que le estaría adjudicada por el orden puramente
lógico de la exposición.16
Más que el análisis de la forma mercantil y mercantil-dineraria del
objeto práctico de la sociedad ‒tarea que le corresponde propiamente‒,
este capítulo parece estar dedicado al tratamiento global del modo
privatizado simple o mercantil general de la reproducción social en
cuanto tal. En efecto:
• el análisis de la forma o conjunto estructurado de factores o
determinaciones que hacen que un objeto social práctico exista
contradictoriamente como mercancía (capítulo 1.1) y
• el análisis del modo como se soluciona, neutraliza o pseudo-
supera la contradicción (entre forma concreta y forma de valor
o abstracta) inherente a esta forma mercantil (capítulo 1.3)
Los dos bastarían por sí solos para completar el análisis del objeto
práctico mercantil. Sin embargo, se hallan acompañados de dos
brillantes exposiciones ‒la una corta e indicativa (capítulo I, 2), la otra
minuciosa y compleja (capítulo I, 4)‒ que tienen por tema, no la
mercancía, sino ‒la primera‒ el tipo de trabajo del que ella proviene y
‒la segunda‒ el tipo de sociedad que la necesita y al que ella le
permite reproducirse.17

16
Lo rebasa porque, en su realización, Marx satisface también necesidades discursivas de
un orden diferente: literario-político. El primer argumento de la crítica de la economía
política ‒la demostración del carácter contradictorio de la riqueza social mercantil en
general‒ no puede extenderse, como lo exigiría el orden lógico, en un texto de más de cien
páginas sin perder en persuasión inmediata lo que pueda ganar en exactitud. un texto corto
‒recordemos que el de la primera edición del primer capítulo era sustancialmente más
breve que el de la edición definitiva‒ debe presentarlo de manera contundente, aunque
para ello deba forzar el paso y adelantar y simplificar determinados pasajes del mismo.
17
El tema del doble carácter del trabajo (cap. I, §2) será retomado, en un marco más
completo y adecuado, en el capítulo v. Véase B. Echeverría, Esquemas gráficos para el
estudio del capitulo v de El Capital” (especialmente los esquemas núm. 7 y núm. 8)
Investigación económica, núm. 4, México, 1977. La primera aproximación a los temas del
fetichismo (cap. I, 4) correspondería, debidamente ampliada, al final de la primera sección.
Véase B. Echeverría, "El concepto de fetichismo en el discurso revolucionario", revista
Dialéctica, núm. 4, Puebla, 1977.
90
EL DISCURSO CRÍTICO DE MARX

El primer capítulo
2.1 En su versión definitiva, el capítulo I constituye por sí solo todo un
pequeño tratado; es un texto con muy alto grado de independencia,
que expone de manera exhaustiva una argumentación casi por
completo autosuficiente.
El sentido general de la cuestión a la que responde esta argumentación
sería, aproximadamente, el siguiente:
Si la riqueza de la sociedad está compuesta por una infinidad de
partículas elementales que son objetos prácticos (cosas que son útiles y
que deben ser producidas): ¿en qué consisten y cómo se explican las
características que adquieren estas cosas cuando funcionan como
objetos prácticos mercantiles (mercancías)? ¿Por qué la función que
cumplen las mercancías en el proceso de reproducción de la socialidad
moderna es comparable a la función de los objetos fetiches en la
reproducción material de las sociedades arcaicas? ¿cuál es y en qué
condiciones tiene lugar el proceso histórico que convierte a las cosas
prácticas en mercancías?
Para responder a estas cuestiones, los cuatro parágrafos del capítulo I
abordan los siguientes temas: El primer parágrafo, “Los dos factores de
la mercancía: valor de uso y valor”, describe el conjunto de características
que sobredeterminan la estructura del objeto práctico y constituyen así
la figura del objeto mercantil. Describe a la mercancía como una cosa
que existe en dos niveles o estratos (“ein Zwieschlachtiges”) y es
intrínsecamente contradictoria; como un objeto que está constituido
por dos factores contrapuestos y que posee, por tanto, una forma dual
e inestable: forma natural y forma de valor (valor de uso y valor). (Cf.
Diagrama.)
El segundo parágrafo, “El doble carácter del trabajo representado en
las mercancías”, ofrece la explicación del plano del contenido que
presentan esas dos formas dentro del objeto práctico mercantil; la
explicación de por qué en la mercancía su calidad de producto concreto
existe modificada bajo la calidad de producto en abstracto, simple
objetivación de energía social indiferenciada o valor. El tercer parágrafo,
“La forma (de manifestación) del valor o el valor de cambio”, ofrece la
explicación del plano de la expresión que presentan esas dos formas
del objeto práctico mercantil; de por qué en la mercancía su calidad de
bien concreto (objeto con utilidad específica) existe modificada bajo la

91
Bolívar Echeverría

calidad de bien en abstracto, simple cantidad relativa de cualquier otro


bien sustitutivo o valor de cambio. Esta explicación incluye necesaria-
mente otra, la de por qué la contradicción de la mercancía se hace
efectiva de manera neutralizada o, lo que es lo mismo, por qué la
mercancía (MM) existe necesariamente en dos versiones diferentes,
como mercancía común(M) y como mercancía-dinero (D).
El cuarto parágrafo, “El carácter de fetiche de la mercancía”. “Su
secreto”, ofrece la explicación de la forma de existencia doble y
deformada del objeto práctico mercantil, pero esta vez considerada en
su función global dentro del proceso específico de producción y
ejecución de su socialidad por parte del sujeto social; la explicación de
por qué hay una socialidad cosificada como propiedad “milagrosa” de
los “fetiches” mercancías: de los objetos prácticos que no sólo conectan
a los individuos sociales en tanto que productores/consumidores
multilateralmente complementarios, sino que los relacionan también en
tanto que seres políticos en estado de pasividad. Esta explicación lleva
necesariamente a otra, a manera de corolario; la de por qué es
insuficiente en términos revolucionarios y por tanto científicos un
discurso económico-social fetichista o que toma esta socialidad
depositada “antinaturalmente” en las cosas como si fuera la socialidad
natural, y la respeta como premisa incuestionable en el levantamiento
de su saber.

El punto de partida
2.2. Si son dos (M y D) los elementos que se encuentran presentes
primero en la fórmula que describe el momento distributivo de la
riqueza mercantil simple (Ma-D-Mn) y después en la que describe el de
la riqueza mercantil-capitalista (D-M-D’) se comprende ‒como quedó
sugerido más arriba‒ que deben ser dos, ni más ni menos, los análisis
que den inicio adecuado a la exposición “de partida” o primer
acercamiento crítico de El Capital (secciones primera y segunda) al
modo mercantil capitalista en que existe la riqueza social: un análisis
del objeto mercancía y otro del objeto dinero. Y en efecto, en el primer
capítulo, los dos parágrafos indispensables dentro de esta primera gran
secuencia argumental de la obra, el 1 y el 3, podrían intitularse, de
acuerdo a los objetos cuyas características formales se alcanzan a
conocer en ellos: “La mercancía”, y “El dinero”, respectivamente.

92
EL DISCURSO CRÍTICO DE MARX

Sin embargo, podrían llamarse también, de una manera diferente: “La


mercancía propiamente dicha”, el uno, y “La mercancía-dinero frente a
la mercancía común”, el otro. De este modo ‒que sería sin duda el más
conveniente‒, al quedar indicado que la mercancía común (M) y la
mercancía-dinero (D) no son más que las dos versiones o figuras
complementarias en que debe existir la mercancía propiamente dicha
(MM), quedaría explicitada al mismo tiempo la siguiente necesidad de
reducción metódica: la única manera adecuada de llevar a cabo los dos
análisis requeridos para el tratamiento de los dos términos diferentes
en cuestión ‒“mercancía” (M) y “dinero” (D)‒ es la de realizar un solo
análisis; un análisis doble de la calidad mercantil adquirida por
cualquier objeto práctico cuando existe como partícula elemental de la
riqueza social moderna. un análisis doble que es, de hecho, el que
constituye íntegramente a este “punto de partida” de El Capital: el de
las características o rasgos específicos de esa calidad mercantil del
objeto práctico: a) como características de la composición estructural
del objeto mercantil y b) como características de la relación funcional
que sintetiza o totaliza a esta composición.

El primer aspecto del punto de partida


2.2.1. En la primera parte de este “punto de partida” (capítulo I, § 1),
la descripción de la calidad o figura mercantil de los objetos prácticos
de la sociedad consiste propiamente en la presentación de las
determinaciones o rasgos de un tipo de realidad que no por el hecho
de estar aceptada cotidianamente como “natural” e incuestionable deja
de ser captada en ocasiones de crisis ‒ocasiones que introducen
desconfianzas y abren perspectivas críticas‒ como algo sumamente
intrincado y problemático e incluso extraño y antinatural. Por ello,
dando primacía a esta perspectiva de las ocasionales crisis, suponiendo
que en ella el objeto mercantil se entrega de manera más completa a
la experiencia, la descripción crítica que se hace de él es la de un
objeto de composición estructuralmente compleja e inestable.

93
Bolívar Echeverría

Compleja, porque es la composición peculiar de un objeto cuya


presencia empírica ‒parecida a la del fetiche arcaico o instrumento de
la técnica mágica en el que la existencia común o profana se halla al
servicio de una vigencia milagrosa o sagrada‒ 18 puede mover
ocasionalmente a una crisis de “extrañamiento ontológico” en los
individuos sociales que operan con él y merece, por tanto, ser llamado
“místico”, “físicamente metafísico” o sensorialmente suprasensorial
(“sinnlich übersinnliche”). En efecto, la composición objetiva del objeto
práctico en su calidad histórica mercantil combina en sí dos planos o
niveles estructurales, uno básico y otro derivado que modifica al
primero. Ella consiste en la combinación de una forma de existencia
(calidad o estrato de objetividad) social natural o concreta (total) y una
forma de existencia abstracta (reducida) o puramente social-de-equiva-
lencia (“forma valor”); combinación que, a su vez, está constituida por
la acción de sobredeterminación estructural que ejerce la segunda de
estas formas de existencia sobre la primera.

Y la composición del objeto mercantil es estructurante inestable


porque, en él, esta combinación compleja de dos “factores” o
calidades, de dos formas de existencia o estratos de objetividad,
consiste propiamente en la unificación de los mismos mediante una
relación de contradicción. En la mercancía, su presencia social-natural
como objeto práctico concreto es incompatible o no se acomoda
esencialmente con su presencia social-de-equivalencia, con la que, sin
embargo, debe ser coextensiva y por la que, además, debe ser
refuncionalizada. Véase el cuadro de la página siguiente:

2.2.1.1. ¿Cuál es la diferencia entre la objetividad social-natural y la


objetividad social de intercambio, copresentes en la objetividad global
de la mercancía, y en qué sentido su combinación es una modificación
estructural de la primera por la segunda?

18
Junto a este simil del fetiche o cosa profano/sagrada, Marx emplea también la metáfora
del cristiano o ser de cuerpo/alma para referirse a la duplicidad propia de la estructura
mercantil. (Habla del “Warenkorper” como soporte de la “Warenseele”.)
94
EL DISCURSO CRÍTICO DE MARX

El producto en el bien
En el estrato en que es un objeto social-natural, la mercancía es
simplemente una porción de naturaleza o un trozo de material de
cualquier orden, integrado funcionalmente en la realización del proceso
de reproducción social como proceso práctico de trabajo o producción y
de disfrute o consumo. En cuanto tal, como objeto práctico de la
sociedad, la mercancía es, desde una primera perspectiva, una porción
de materia concretamente útil o con valor de uso: un bien. Y no
solamente un bien en general ‒definido de manera puramente
natural‒, sino un bien culturalmente específico o un elemento que
pertenece diferencialmente a la totalidad sistemática de lo que es
efectivamente bueno o favorable para satisfacer las necesidades de
consumo ‒en unos casos final o disfrutante, en otros intermedio o
productivo‒ de un determinado sujeto social.
Pero no es solamente un bien; es también, desde una segunda
perspectiva, complementaria de la primera, un producto, una materia
cuya utilidad es producida o ha resultado de un trabajo de
transformación sobre otra materia. Y tampoco es un producto general
‒definido sólo de manera utilitaria‒; es un producto culturalmente
específico o elemento que pertenece sistemáticamente a la totalidad
concreta de lo que es selectivamente formado o realizado por las
capacidades de producción de un determinado sujeto social.
Así, como objeto concreto, la mercancía tiene, pues, una forma natural
dotada de necesidad social; la forma, complementariamente biplanar,
de un bien/producido o un producto/útil definido diferencialmente en
un mundo cultural. Ahora bien ‒y éste es el punto central de esta
descripción básica‒, la unidad necesaria de estas dos características o
determinaciones elementales de su forma social-natural está dada por
la presencia en ella de un sentido o una tensión intencional práctica
que la atraviesa y la constituye como tal, y que sólo puede provenir de
la praxis del sujeto social culturalmente concreto en su realización
autorreproductora.

95
Bolívar Echeverría

DESCRIPCIÓN DE LAS DETERMINACIONES DEL FACTOR HISTÓRICO


PARTICULAR QUE, AL ACTUAR SOBRE EL FACTOR TRANS-HISTÓRICO DEL
OBJETO PRACTICO, LE IMPONE UNA FORMA MERCANTIL

en su forma de existencia:

configurante,
La MERCANCÍA substancial, trans-histórica o histórico-particular
es social-natural: como objeto o social-comercial:
práctico-concreto como objeto
práctico- abstracto

de la fase BIEN VALOR DE CAMBIO


de consumo (B) (Vc)
o del disfrute (objeto útil o con un valor de (cantidad relativa
(de la uso específico para un equivalente de otros
expresión) consumidor singular N) objetos)
desde la
perspectiva: PRODUCTO
de la fase VALOR
productiva o (P)
(objeto resultante de la (V)
del trabajo
(del actividad específica de un (cantidad de energía
contenido) trabajador singular A) social objetivada)

El objeto práctico, en su forma social-natural, es un trozo de materia


inserto en una corriente comunicativa práctica que transcurre entre el
polo del sujeto social como productor o trabajador concreto y el polo
del “mismo” sujeto social pero como consumidor o disfrutante
concreto; es una porción de naturaleza significativa o en la que tiene
lugar un acto comunicativo. El objeto práctico expresa para el sujeto
consumidor, al transformarlo satisfaciéndolo, el contenido que fue
impreso en él por el sujeto productor cuando éste, al objetivarse, le dio
forma. Expresa un programa o plan que el sujeto de trabajo ‒realización
activa o proyectante del sujeto políticamente autárquico (autotrans-
formador)‒ compone al trabajar y que el sujeto de disfrute ‒realización
pasiva o proyectada de ese mismo sujeto autotransformador‒ cumple
al disfrutar.
El carácter social que distingue al objeto práctico del “objeto”
puramente natural (del “objeto” orgánico inclusive) consiste en este
acto comunicativo que tiene lugar en él y que es propiamente el plano
de su forma concreta (de su singularidad diferencial). Lo que en él

96
EL DISCURSO CRÍTICO DE MARX

habría de “objeto” puramente natural (espontáneo y casual) se


encuentra subsumido bajo ese acto comunicativo y constituye el plano
de la substancia que está siendo el material formado por ese nivel
social de la forma.
Dicho en otros términos, la aptitud satisfactora singular del objeto
práctico, por un lado, y su composición técnica singular, por otro, son
de por sí dos determinaciones complementarias “naturales”, lo que en
él no es natural sino social (creado y necesario) es el carácter singular
concreto de estas determinaciones, carácter que les viene de su
función como soportes de otras dos determinaciones que, al formarlas,
las modifican. Estas dos determinaciones propiamente sociales del
objeto práctico, formadoras y subordinantes de las naturales ‒el
carácter de significante (de contenido expresado para el sujeto) y el
carácter de significado (de expresión dotada de contenido por el
sujeto)‒ son los dos efectos complementarios de un mismo acto
concreto de comunicación social: a) en la perspectiva del disfrute, la
actualización selectiva de un conjunto determinado de apetencias del
sujeto consumidor en calidad de saciables; y, b) en la perspectiva del
trabajo, la efectuación, en calidad de necesarias, de un conjunto
determinado de las capacidades del sujeto productor. 19 (Véase la figura
II.)

El valor en el valor de cambio


A diferencia de lo anterior, en el estrato en que es un puro objeto
social de intercambio, la mercancía existe como un objeto práctico de
concreción enrarecida, cuya practicidad se reduce al hecho de hallarse
integrado en la efectuación del proceso de reproducción social, pero
únicamente en lo que éste tiene de proceso abstracto-cuantitativo, sin
ninguna otra diferenciación o definición cualitativa, de objetivación (es
decir, conservación y generación) y de des-objetivación, destrucción o
gasto de energía social de trabajo en estado puro.

19
Sobre la distinción entre estrato de la substancia (de la materia formada) y estratos de la
forma y entre plano de la expresión y plano del contenido, dentro de ambos estratos, véase
Louis Hjelmslev: “La stratification du langage”, en Essais Linguistiques, Minuit, París, 1971.
97
Bolívar Echeverría

Figura II
La estructura de la objetividad social-natural del objeto práctico
CONSUMO

Aptitud Actualización
satisfactoria de necesidades
(substancia de la en S (forma
expresión) de expresión)

(substancia del (forma


contenido) del contenido)
composición efectuación de
técnica capacidades en S

PRODUCCIÓN

En cuanto tal, la mercancía es, en primer lugar, un objeto en el cual el


simple hecho de ser requerido o demandando como un bien en
abstracto, dotado en general, indiferenciadamente, de un valor de uso,
se ha convertido en la substancia de una “utilidad” especial: el valor de
cambio. Es, así, un objeto de cuya cesión su propietario puede
resarcirse completamente al aceptar una cierta cantidad de cualquier
otro bien; es, para los demás propietarios, el posible sustituto,
cuantitativamente variable según el caso, de todos y cada uno de sus
objetos útiles.
Pero, aunque es casual o no puesto por los individuos sociales como
sujeto, el valor relativo o de cambio no es indeterminado. Las
magnitudes proporcionales en las que representa a los demás bienes
no son arbitrarias. La mercancía es, por tanto, en segundo lugar, un
objeto cuya intercambiabilidad relativa varía cuantitativamente dentro
de ciertos límites, los cuales se rigen o dependen en su fluctuación de
una magnitud de orden absoluta para cada situación (lugar, momento)
social dada; la magnitud de su valor o la cantidad de substancia valiosa

98
EL DISCURSO CRÍTICO DE MARX

(desgaste de energía productiva) contenida en ella e integrada como


parte alícuota o efectivamente necesaria de toda la substancia valiosa
(energía productiva o trabajo abstracto) objetivada por la sociedad en
un determinado producto global suyo. La mercancía es, así, un objeto
en el cual la simple determinación de porvenir o ser el resultado de un
trabajo; la determinación de producto en abstracto, dotado en general,
indiferenciadamente, de un origen social (y no espontáneo o
puramente natural) se ha convertido en la substancia de un especial
“carácter de producto”: el valor. Es, por tanto, un objeto que no se
distingue de ningún otro si no es cuantitativamente, por la diferente
magnitud proporcional dentro de la masa del tiempo total de trabajo
que la sociedad ha dedicado a su elaboración.
En tercer lugar, como mero objeto social de intercambio, en calidad de
objeto con forma de valor, la mercancía se halla constituida por un
hecho expresivo que conecta funcionalmente sus dos aspectos o
planos: el hecho de que su valor de cambio expresa su valor o de que
su valor se expresa en su valor de cambio. Un hecho expresivo que es
el medio como, atravesándola, se hace presente en ella la tensión
comunicativa ‒abstractamente práctica‒ que va del sujeto como
productor al sujeto como consumidor pero en calidad de sujeto privado
o abstracto (es decir, independientemente o destotalizado). Gracias a
esta tensión comunicativa, un cierto aporte de trabajo objetivado con
una densidad individual se convierte en un derecho a retirar una
determinada porción de la masa total del trabajo objetivado por la
sociedad con una densidad promedio.

La contradicción mercantil elemental


2.2.1.2. ¿Por qué, en el objeto mercantil, la relación entre su
objetividad social natural y su objetividad social de intercambio es una
relación de contradicción?
La objetividad (calidad o forma de existencia) social de intercambio en
la mercancía no es otra cosa que uno de los niveles de determinación
propios de su objetividad (calidad o forma de existencia) social-natural:
el nivel de determinación abstracto-cuantitativo, pero en tanto que
separado de ella como estrato de existencia autónomo y que se
sobrepone a ella, la sobredetermina parasitariamente y la modifica o
configura.

99
Bolívar Echeverría

En el nivel de determinación más débil, indiferenciado y general, en el


nivel abstracto-cuantitativo ‒incluso si se lo considera integrado en la
forma de existencia concreta o realidad social-natural de la mercancía‒
todos los rasgos de producto y de bien en el objeto práctico se
“traducen” o reducen a los dos siguientes: el de haber sido producido
con mayor o menor trabajo o gasto de energía social (producto
abstracto) y en el de ser más o menos intercambiable, es decir,
demandado o útil en términos generales (bien en abstracto).
Cuando estas dos determinaciones abstractas de existencia, propias e
inherentes a la determinación de existencia total o concreta del objeto
práctico, llegan ‒por determinadas causas histórico-sociales‒ a adquirir
vigencia por sí mismas; cuando, en virtud de esa tensión expresiva de
necesidad propia que las conecta funcionalmente, son convertidas en el
substrato o la substancia de una forma de existencia autónoma, la
forma de existencia para el intercambio o “forma de valor” (la primera
determinación como substancia del valor y la segunda como substancia
del valor de cambio), sólo entonces tiene lugar propiamente la
constitución del modo de existencia mercantil. En éste, el objeto
práctico, para tener realidad como tal ‒como bien/producto: social-
natural o concreto‒ debe primero tener realidad como objeto de
intercambio: toda su realización de halla, así, refuncionalizada y
deformada esencialmente. La relación entre la objetividad social-natural
y la objetividad social de intercambio en el objeto mercantil ‒relación
que constituye la peculiaridad de éste‒ es la relación entre una forma
de existencia básica y total (concreta) del objeto y otra derivada y
parcial (abstracta) del mismo; relación en el cual la primera, sin dejar
de ser la determinante, se halla subordinada funcionalmente a la
segunda.
Se trata de una relación de contradicción o incompatibilidad esencial
porque, en la medida en que una parte del todo objetivo social-natural
se afirma autónomamente al margen del mismo, contraviene el sentido
de la sintetización práctica que se realiza en él y se niega así su
integridad o totalidad. (Véase la figura III.)

100
EL DISCURSO CRÍTICO DE MARX

Figura III
La contradicción inherente a la forma mercantil del objeto
M

Valor Valor

Forma natural o de uso


de de

Forma de valor
uso cambio

producido valor

La contradicción entre los dos factores de la mercancía


En la forma mercantil de las cosas hay una contradicción, dice Marx,
entre sus dos factores, entre el valor o la “forma de valor” y el valor de
uso o la “forma natural”. La mercancía puede perder en ocasiones la
“naturalidad” de su presencia y volverse una realidad molesta y extraña
porque es una materia que debe existir socialmente en dos modos
simultáneos y que, sin embargo, se excluyen o repelen mutuamente.
debe existir referida a la necesidad que impone el equilibrio cualitativo
total entre el conjunto de capacidades y el conjunto de necesidades del
sujeto social y debe existir referida también a otra necesidad, la que es
introducida por los resultados casuales del combate comercial entre
productores y consumidores de energía social indiferenciada o sólo
cuantitativamente determinable. Pero esta contradicción entre la
totalidad de la cosa concreta y su parte cuantitativa hipostasiada sólo
es perceptible excepcionalmente en la vida cotidiana de los individuos
sociales privados. Es una contradicción que se encuentra resuelta,
pseudo superada o neutralizada por el fenómeno que estudia Marx en
el §3 de este primer capítulo de El Capital: el “desdoblamiento” de la
mercancía propiamente dicha (MM) en mercancía común (M) y
mercancía-dinero (D).

101
Bolívar Echeverría

El segundo aspecto del punto de partida


2.2.2. El punto de partida o movimiento inicial, dentro del primer paso
del argumento introductorio de El Capital, sólo se completa cuando a la
descripción del conjunto estructurado de las determinaciones funcionales
que caracterizan al objeto de calidad mercantil se añade el tratamiento
especial de aquel subconjunto de determinaciones funcionales que
constituyen su calidad específica de valor o calidad que lo vuelve
específicamente mercantil. Ahora bien, como se ha visto, la relación
funcional en virtud de la cual se sintetiza definitivamente la composición
compleja e inestable del objeto mercantil es la relación de expresión /
contenido que une a las dos determinaciones de esta calidad de valor
específica suya: a la determinación valor con la determinación valor de
cambio.20
De la exposición minuciosamente completa que hace Marx para explicar
las distintas formas de esta relación funcional que el valor mantiene con
su expresión, el valor de cambio, conviene subrayar el esquema de sus
ideas centrales con el fin de localizar exactamente aquellas que
conciernen de manera directa a la definición de la función y las deter-
minaciones específicas del objeto práctico mercantil. Ante todo, una
distinción metódica importante. El tema culminante de este segundo
momento del estudio de la mercancía es la demostración (contenida en
los incisos B, C y D del §3, en el primer capítulo) de las razones por las
cuales el precio, es decir, la modalidad fácticamente dada del valor de
cambio en el “mundo de las mercancías” ‒el valor de cambio con el oro-
dinero en tanto que mercancía equivalente general en toda la sociedad‒,
resulta ser la realización más acabada de la necesidad de expresar sus
respectivos valores que hay en todas y cada una de las mercancías
comunes o valentes. pero el tema central del cual el tema culminante es
propiamente un corolario, es el análisis exhaustivo (contenido en el
inciso A del §3, en el primer capítulo) del modo como se lleva a cabo en
general o en abstracto ‒es decir, en el caso de un ejemplar singular

20
En el §3 del primer capítulo Marx estudia el valor de cambio como el nivel abstracto del
valor de uso, que se autonomiza de éste y lo sobredetermina. Para hacerlo, estudia este
valor de cambio como la forma en que se expresa o manifiesta el valor de la mercancía; es
decir, estudia la relación funcional de expresión que constituye propiamente a la forma de
existencia social-de-intercambio, o como valor, del objeto práctico. Forma del valor como
"forma de expresión" y forma de valor como "forma de existencia", ambas suelen ser
dichas en alemán con en el término “ Werthform”; sin embargo, en la nota 24 (1 a. edición)
Marx intenta registrar su diferencia conceptual, llamando a la primera “Form des Werths” y
sólo a la segunda “Werthform".
102
EL DISCURSO CRÍTICO DE MARX

cualquiera (“zufallig”) o típico de mercancía‒ la necesaria expresión del


valor como valor de cambio.

El valor sólo existe si está expresado


2.2.2.1. En la base del tratamiento teórico de ambos temas se halla la
idea de la necesidad de una relación funcional de expresión entre el
valor, en función de contenido, y el valor de cambio, en función de
medio de expresión o forma de manifestación. Sea de una mercancía
cualquiera o del conjunto de las mercancías, el valor sólo puede
constituirse efectivamente como tal ‒como la cantidad de trabajo
promedialmente necesaria en cada caso o situación social para producir
un objeto mercantil‒ dejando de ser meramente substancia del valor ‒
cantidad de trabajo empleada de hecho en la producción privada de un
objeto‒, si se halla en estado de expresado, 21 es decir, sólo en la medida
en que las pretensiones de un productor-propietario privado de tener en
su producto una determinada cantidad de trabajo abstracto objetivado
son reconocidas y aceptadas por los demás propietarios- consumidores
privados; sólo en la medida en que la vigencia o realidad privada de un
producto, como objetivación del desgaste de una cierta fuerza de
trabajo, es convertida en vigencia o realidad social, como parte alícuota
de la objetivación del desgaste de toda la fuerza de trabajo de la
sociedad. Pero la necesidad de expresión del valor, que propiamente lo
constituye como tal al socializar su substancia individual; la necesidad de
este reconocimiento y aceptación públicos de una pretensión singular; la
necesidad de esta socialización de una realidad privada, es una
necesidad que sólo puede afectarles a posteriori y de manera exterior y
secundaria a todas estas substancias (objetivaciones), pretensiones y
realidades privadas, puesto que ellas son, en su peculiar concreción
histórica, esencialmente asociales.22 Se trata, por ello, de una necesidad
de expresión del valor (o socialización de la substancia del valor) que
sólo puede cumplirse de manera también a-social o en exterioridad; sin
acuerdo sujetivo o inter-individual y, por tanto, sin necesidad: en el
establecimiento azaroso, es decir, puramente objetivo o cósico, dentro
del forcejeo competitivo, de un valor relativo o de cambio para la
mercancía en la que está el valor que se expresa.
21
Así como el valor de cambio sólo es tal ‒una relación proporcional determinada de
intercambio con otras mercancías ‒, y no una mera intercambiabilidad arbitraria, si fluctúa
limitadamente, en torno a un punto de referencia intangible pero presente.
22
Véase la primera nota (45 en la primera edición) del capítulo tercero.
103
Bolívar Echeverría

En la parte culminante de esta aproximación especial a la peculiaridad


de la forma objetiva mercantil ‒al estudiar la expresión relativa
unificada de todos los valores del “mundo de las mercancías” como
distintos precios, es decir, reflejados en el “cuerpo” del dinero o
mercancía equivalente general histórica-concreta‒ se estudian las
condiciones formales de realización de la expresión generalizada de los
valores de toda la sociedad de productores-propietarios-consumidores
privados. Se estudia la necesidad de que la expresión del valor de
todas las mercancías armonice los intereses expresivos de cada
mercancía con los intereses expresivos del conjunto de ellas.
Como es evidente, en este estudio se presupone el conocimiento de las
condiciones formales de realización de la expresión del valor
considerada en sus rasgos generales. se presupone, por tanto, el
conocimiento de su esencia, el mismo que ha sido alcanzado en la
parte central de esta segunda aproximación descriptiva a la mercancía.
Tres observaciones de Marx destacan por sí mismas en el estudio de
las condiciones formales de realización de la expresión del valor
mercantil como expresión singular-abstracta o de la mercancía en
general.

La unidad mercantil mínima son dos mercancías


2.2.2.2. En primer lugar, la observación del complejo proceso que se
condensa en el hecho de que el valor de una mercancía sólo puede
expresarse de manera relativa, es decir, dentro de una relación de
valor o relación de equivalencia entre esa mercancía y otra diferente. Y
esta relación de equivalencia implica necesariamente: a) que, al
expresarse, el valor (Va) de una mercancía (Mr) involucra al valor de
uso (Bb) de otra mercancía (Me), se “refleja” en él y se convierte así en
el valor de cambio (VCa) de la mercancía a la que pertenece (véase la
figura IV), y b) que la forma o modo de existencia mercantil de los
objetos prácticos se “desdobla” estructuralmente; la mercancía (MM)
sólo puede existir en tanto que es dos mercancías de carácter mercantil
diferente, contrapuesto pero complementario: mercancía de carácter o
en función valencial, relativa o activa (aquella cuyo valor se expresa)
(Mr) y mercancía de carácter o en función equivalencial, correlativa o
pasiva (aquella en cuyo valor de uso se refleja el valor de la otra).
(Me). (En términos sociales generales, este desdoblamiento se
consolida en los dos tipos de mercancía del mundo de las mercancías:
la mercancía común (M) y la mercancía-dinero (D).)
104
EL DISCURSO CRÍTICO DE MARX

Figura IV
La relación de equivalencia y la expresión del valor

Ba
VCa Bb

M(r) M(e)

Pa Va Vb

La complementaria sobre ‒e infra‒ determinación del valor de uso


2.2.2.3. En segundo lugar, la observación de la necesaria modificación,
contrapuesta pero complementaria, que acontece con las respectivas
presencias social-naturales (valor de uso y carácter de producido) de
los dos tipos diferentes de mercancía que se constituyen en la relación
de equivalencia.
Marx concentra su atención en la modificación que tiene lugar con el
valor de uso de la mercancía pasiva, correlativa o equivalente. Esta,
dice, se vuelve "más significativa" (" bedeutet mehr"). Su valor de uso
"se duplica": junto al suyo real, social-natural, adquiere uno
meramente formal y exclusivamente social, el de servir como
"corporeidad" o materialidad para el valor. La presencia global de la
mercancía equivalente o pasiva, en calidad de presencia inmediata y
sincrética para los individuos sociales productores/consumidores, es,
así, una presencia sobre-determinada un carácter hipersocial abstracto
se sobrepone necesariamente al carácter social básico de su
integración como producto/útil en el proceso de reproducción social. La
mercancía equivalente es un objeto fetichoide fuerte: su nivel
“sagrado” absorbe a su nivel “profano”; su “supersocialidad” abstracta
ahoga a su socialidad concreta.

105
Bolívar Echeverría

Pero lo que es sobrecarga de socialidad abstracta en el caso de la


mercancía pasiva o correlativa es, inversamente y de manera necesaria-
mente complementaria, enrarecimiento de socialidad abstracta en el
caso de la mercancía activa o valente. Esta se vuelve ‒podría decirse‒
“menos significativa”. El mantenimiento de su carácter social básico
como producto/útil se compensa en ella con una actualización
disminuida del mismo en calidad de carácter social abstracto. La forma
natural de la mercancía relativa o valente se encuentra infra-
determinada por su forma de valor. Mientras la mercancía co-relativa o
equivalente pone a su propietario en capacidad de elegir su conexión
con cualquiera de los otros, la mercancía valente sólo lo habilita para
entrar en esa conexión. La mercancía valente es un objeto fetichoide
débil: su nivel “profano” es un obstáculo para su nivel “sagrado”.

La neutralización de la contradicción mercantil


2.2.2.4. Finalmente, y sobre todo, la parte central de esta descripción
crítica de la especificidad de la mercancía contiene la observación del
mecanismo mediante el cual, al expresarse el valor de una mercancía
en el valor de uso de otra, la contradicción inherente a la estructura de
los objetos prácticos mercantiles desaparece del campo de la
percepción inmediata o empírica.
Las contradicciones o estallan o se encuentran en estado de resueltas,
pseudo superadas o neutralizadas. (Véase el comienzo del §2, en el
tercer capítulo.) Y la contradicción mercantil sólo estalla en los
momentos de crisis; el resto del tiempo es imperceptible, parece
incluso inexistente. En efecto, los dos polos de esta contradicción ‒en
definitiva: el valor y el valor de uso‒ no tienen normalmente que
encontrarse en un mismo tiempo y lugar, en un mismo “cuerpo” de
mercancía. En la medida en que una mercancía sólo puede estar en
uno de los dos extremos de la relación de equivalencia, los dos polos
mercantiles que se repelen se encuentran repartidos en dos “cuerpos”
de mercancía: el polo “valor de uso” en el cuerpo de la mercancía
activa o relativa y el polo “valor” en el cuerpo de la mercancía pasiva o
co-relativa. La mercancía existe, así, alternativamente en sus dos
formas de existencia contradictorias entre sí.

106
EL DISCURSO CRÍTICO DE MARX

De esta manera, postergado en el tiempo, relegado en el espacio, el


estallido (y, por tanto, la verdadera superación) de la contradicción
inherente a la forma mercantil de los objetos prácticos queda siempre
en suspenso. Pero no desaparece realmente. Actúa de manera sutil en
la cotidianeidad de los individuos sociales privados; los acosa imper-
ceptiblemente: les hace la vida imposible.

[1977]

107
Bolívar Echeverría

VALOR Y PLUSVALOR

El objeto exterior que según su substancia es lo suyo de alguien


es la propiedad [dominium] de éste, a la que le son inherentes
[como el accidens a la substancia], todos los derechos corres-
pondientes y sobre los cuales por tanto el propietario [dominus]
puede disponer a discreción [ius disponendi de re sua]. Pero de
esto se sigue por sí mismo que un objeto tal sólo puede ser una
cosa corpórea [con la cual no se tiene ningún compromiso], por
lo que un ser humano puede ser señor de sí mismo [sui iuris]
pero no propietario de sí mismo [sui dominus] y menos de otro
ser humano, puesto que él es responsable de la humanidad en
su propia persona.
I. Kant; Die Metaphysik der Sitten, §17, pp. 95-96.

En la época moderna o capitalista, los objetos producidos y consumidos


por la sociedad sólo pueden existir como objetos efectivamente sociales
‒producidos por unos, consumidos por todos‒, es decir, sólo pueden
circular entre los individuos que componen el sujeto social en la medida
en que tienen un valor y se intercambian así unos por otros en calidad
de mercancías. Hay algo, sin embargo, que distingue a los objetos
mercantiles propiamente capitalistas de otros objetos mercantiles que
ha conocido la historia: la peculiar constitución de su valor; el hecho de
que ella incluye como parte necesaria de sí misma una fracción especial
de valor, el plusvalor.
¿Qué es el valor de una mercancía? ¿Qué es el plusvalor, como
elemento característico del valor mercantil capitalista?

108
EL DISCURSO CRÍTICO DE MARX

Circulación y distribución

La reproducción de toda sociedad se encuentra mediada o posibilitada


por la circulación de los elementos de su riqueza objetiva. Esta tiene
una “figura topográfica” determinada cuando sus elementos se hallan
repartidos de acuerdo a su origen, en las puertas de salida de sus
respectivos lugares de producción, y tiene otra figura, completamente
diferente, cuando esos elementos están repartidos de acuerdo a su
destino, a las puertas de ingreso de sus respectivos lugares de
consumo. (Figura I.) La circulación posibilita esta mutación de la “figura
topográfica” de la riqueza objetiva, el “cambio de manos” de sus
elementos, su conversión de conjunto de productos en conjunto de
bienes. (Véase la Figura I.)

Figura I
La circulación de los bienes producidos

109
Bolívar Echeverría

La marcha de la reproducción social depende del cumplimiento de esta


metamorfosis del producto social (P) en bien social (B); depende, en
otros términos, de la posibilidad de que cada uno de los elementos de
la riqueza cumpla la doble función que lo califica, de un lado, como
producto y, de otro, como bien. Pero el cumplimiento de esta doble
función, la presencia en doble perspectiva, que sería la forma social-
natural de existencia de la riqueza objetiva, depende, a su vez, de la
vigencia en la vida social de un principio distributivo determinado,
capaz de organizar ese movimiento circulatorio. Sin este principio, la
metamorfosis de la riqueza sería imposible. Carente de orden y
orientación y amenazado por el caos y la violencia, el "cambio de
manos" se detendría y los objetos quedarían como meros productos
junto a sus productores, imposibilitados de llegar a sus consumidores,
de convertirse en bienes y completar así su existencia social-natural.

Circulación mercantil y cosificación


Cuando la sociedad es una comunidad orgánica, integrada como un
solo sujeto social global ‒a la manera de las sociedades arcaicas‒, este
principio distributivo organizador de la circulación emana de una
voluntad distributiva sujetiva, de un proyecto de autoconfirmación del
sujeto social. En cambio, cuando la sociedad ‒como en la historia de
occidente‒ es una comunidad descompuesta, desmembrada y
atomizada en una serie abierta de procesos de reproducción privados;
cuando, por tanto, la sujetidad del conjunto de los individuos sociales
se suspende históricamente, toda voluntad distributiva capaz de dar
sentido a la mediación circulatoria deja de existir. En lugar de ella
queda la simple inercia del sistema tradicional de las capacidades
productivas y las necesidades consuntivas, como propuesta de un
criterio distributivo que, aunque esté siempre en retirada, nunca
desaparece del todo. El criterio distributivo que entra a regir efectiva-
mente en la circulación se genera ahora en la marcha misma de ésta
como proceso cuya complejidad resulta ya ineludible para la vida social.
La circulación continúa su movimiento en la medida en que adopta
espontáneamente la forma mercantil, es decir, en la medida en que se
constituye como un conjunto abierto de actos de intercambio de
objetos equivalentes.

110
EL DISCURSO CRÍTICO DE MARX

A diferencia del principio distributivo comunitario, el principio mercantil


es “cósico” y no sujetivo, “casual” y no necesario (voluntario). El valor
de un objeto ‒aquello que lo vuelve minus‒, plus‒, o equivalente de
otros objetos‒ es algo que nadie determina, que no obedece a ningún
proyecto de jerarquización de los individuos o de sus obras en la
producción y el consumo concretos; es algo que resulta determinado
en el proceso mismo de “cambio de manos” de los elementos de la
riqueza objetiva cuando éste tiene que funcionar en los términos del
trueque: do ut des.
En el trueque como comportamiento modelo del proceso circulatorio
mercantil cada bien producido adquiere, sobre la base de su valía
social natural, una valía puramente social-comercial: un valor que se
manifiesta como valor de cambio.

Concreción absoluta y concreción relativa


La valía social natural de un objeto es la importancia singular concreta
que tiene para la reproducción del sujeto, tanto en virtud de su destino
como en virtud de su origen. Un objeto es valioso tanto porque
satisface una necesidad concreta de consumo ‒porque “es” (posibilidad
de) el sujeto que lo consumirá‒ como porque en él se objetiva una
capacidad concreta de producción ‒porque “es” (realización de) el
sujeto que lo produjo‒. Sin embargo, dado que para el ser humano los
objetos concretos sólo son tales dentro de la totalidad concreta del
mundo objetivo, la valía social natural de todo objeto puede ser
experimentada en abstracto o en general por los individuos sociales sin
que ella pierda su concreción totalizada; puede presentarse incluida
dentro de la valía concreta global de todos los objetos que intervienen
en la reproducción de su vida.
La intensidad o la urgencia con las que un bien determinado puede ser
el objeto de una necesidad son rara vez absolutas o concretas en lo
singular (se dan únicamente cuando ese bien es insustituible). Por lo
general, todo bien tiene, para el individuo social al que le hace falta, un
valor de uso relativo o “abstractamente concreto”. Es concreto en tanto
que forma parte del valor de uso total de un mundo objetivo singular,
pero resulta abstracto respecto de la necesidad singular que lo
reclama, pues no satisface la necesidad de un objeto, sino la de un tipo
concreto de objetos.
111
Bolívar Echeverría

Es relativo porque la necesidad singular que él satisface puede ser


postergada, sustituida hic et nunc, dentro de ciertos límites, por otra
cuyo satisfactor está más a la mano. De esta manera, casi cualquier
satisfactor singular es susceptible de ser equiparado a todos los otros
satisfactores que también le hacen falta al individuo social; la utilidad
singular de cada uno puede compartir con las otras utilidades
singulares la calidad de utilidad concreta en general: puede ser
solamente un elemento de ella, de importancia relativa mayor o menor.
Igualmente, pocas veces la pericia y el esfuerzo que se objetivan en la
consecución de un producto constituyen una actividad absolutamente
concreta o indiscernible de la singularidad del objeto producido (como
sería, por ejemplo, la del conjunto de operaciones que conducen a la
existencia irrepetible de esta obra de arte). La regla es que constituyan
una actividad concreta relativa. Relativa o general, porque es una
actividad generadora, según sea el caso, de múltiples efectos singulares
abstractos que, pese a sus diferencias, son idénticos unos a otros como
ejemplares de un mismo tipo de efectos. concreta, porque su tipo
particular de efectividad es determinado, se inscribe diacríticamente en
la totalidad concreta de las capacidades productivas de la sociedad. De
este manera, casi todo producto singular es susceptible de ser
equiparado a los demás resultados de la actividad del individuo social;
el trabajo singular que se ha objetivado en él puede compartir con las
otras objetivaciones del trabajo individual la calidad de trabajo
concreto objetivado en general, del cual él sólo sería una parte, más o
menos importante. Todo producto singular puede tener así, para el
individuo social, una importancia o un valor por el trabajo concreto en
general que a él, individualmente, le costó producirlo.
A partir de estos dos valores concretos relativos ‒valor para el uso y
valor por el trabajo‒ que conforman el nivel general de la valía social
natural de los objetos, la circulación que se guía por el principio del
trueque o intercambio instituye para ellos una valía social puramente
comercial.

112
EL DISCURSO CRÍTICO DE MARX

La “sociedad comercial”
La circulación con base en el trueque o intercambio constituye el único
campo de socialización efectiva de los individuos sociales en tanto que
propietarios privados; éstos sólo existen socialmente en virtud de que
existen para el trueque o tienen algo que ofrecer a cambio de lo que
necesitan. Su vida en sociedad está mediada por una vida "en sociedad
comercial", sólo son sujetos reales del trabajo y el disfrute en la
medida en que son agentes de una oferta y una demanda. En estas
circunstancias, considerada en términos singulares, la reproducción de
la vida social se rige por una estrategia indispensable de supervivencia
privada en condiciones de escasez que organiza toda la existencia
individual en torno a la apropiación de la mayor cantidad y la mejor
calidad posible de satisfactores y al menor gasto posible de fuerza de
trabajo.
Esta estrategia privada, de voracidad adquisitiva y reticencia donativa
se generaliza necesariamente como estrategia global inerte, inconsciente
e involuntaria, del conjunto de los productores-propietarios-consumi-
dores privados. La “sociedad comercial” de todos ellos es un pseudo-
sujeto, una efectividad sin agente identificable que, al ejecutar esa
estrategia generalizada, “vela” por la satisfacción de las necesidades
sociales de consumo y por el ahorro de la fuerza social de trabajo. Para
la “sociedad comercial”, que no es otra cosa que el conjunto de los
actos de intercambio realizados por loa agentes de la oferta y la
demanda, el primer aspecto de la valía concreta en general de los
objetos ‒el valor que ellos tienen para su uso abstracto determinado‒
se convierte en pura intercambiabilidad, es decir, en valor para el uso
abstracto indefinido, para el trueque o intercambio. 23 El segundo
aspecto de su valía concreta general ‒el valor que cada uno de ellos
tiene por el trabajo abstracto determinado que hay en él‒ se convierte
en pura participación cuantitativa en la masa total de trabajo
objetivado por la sociedad, es decir, en valor por la cantidad relativa de
fuerza de trabajo social indefinidamente abstracto que se ha gastado
en su producción.

23
Conviene insistir: una cosa es el uso abstracto determinado o pleno de contenido
concreto, aunque relativo o general (el uso de un tipo de vestido), y otra el uso abstracto
indefinido o vacío de contenido (el uso de cualquier objeto como representante de cualquier
otro).
113
Bolívar Echeverría

Filtrada por el mecanismo administrativo del conjunto de actos de


intercambio, la valía social-natural de los objetos decanta, disminuida,
hasta no ser más que un fantasma de sí misma, como valía social-
comercial, como unidad de valor para el trueque y valor por el gasto
social de trabajo. El aspecto abstracto pero cualitativamente determinado
o pleno de contenido de la valía social-natural es traducido a términos
puramente cuantitativos y recibe así la forma de valía abstracta
cualitativamente indefinida o vacía de contenido. El ser importante o
valioso de un objeto se convierte en el ser un quantum mayor o menor
de valor para el intercambio y, simultáneamente, de valor por el
trabajo social gastado en él. De un lado, cada objeto es más o menos
intercambiable en la medida en que la substancia de su valor de uso
‒su capacidad de satisfacer un determinado requerimiento concreto de
consumo‒ es aceptada por el mecanismo administrativo como digna de
que la sociedad destine a su producción una parte del trabajo
disponible. De otro lado, cada objeto es más o menos valioso como
parte de toda la masa de trabajo social en la medida en que la
substancia de su calidad de producto ‒su ser objetivación de un
determinado trabajo concreto‒ es aceptada por el mecanismo adminis-
trativo como capaz de satisfacer una parte de la necesidad total de
consumo de la sociedad. Puede decirse que el valor de cambio de un
objeto es su valor de uso pero sólo en tanto que es la expresión de su
valor por el trabajo social, y que, a la inversa, el valor de un objeto por
el trabajo social que hay en él es su calidad de producto concreto pero
sólo en tanto que es el contenido de su valor de cambio.
Puede decirse también que la valía social-natural del objeto, como
unidad concreta de valor por el trabajo expresado como valor para el
uso, es una totalidad que sólo es tal en virtud de que está siendo
totalizada (véase la Figura II) por la única presencia social efectiva del
objeto que es la totalización de su valía social-comercial: la expresión,
como intercambiabilidad, de lo que en él hay de gasto de energía
social.

114
EL DISCURSO CRÍTICO DE MARX

Figura II
La valía social del objeto mercantil

consumo concreto
(disfrute, producción)
consumo abstracto
(intercambio)
Valor
de uso
(subst. valor
expresión) de cambio
(forma
expresión)

valor por
ser gasto
valor por (forma
ser producto contenido)
(subst.
contenido)

Trabajo concreto
(trans. del objeto)
Trabajo abstracto
(conserv. -creación
del valor)

La escasez y el sentido de lo valioso


El trabajo es el origen del objeto social, la satisfacción su destino. Pero
la capacidad social de trabajo tiene una magnitud limitada mientras
que la capacidad social de satisfacción tiene una magnitud ilimitada.
Por ello, la valía social de un objeto implica siempre una proyección de
la limitación de la energía laboral que él contiene sobre la expectativa
ilimitada de satisfacción al que él se dirige; implica una selección
cualitativa de lo satisfactible a partir de la restricción cuantitativa de la
capacidad de trabajo: una expresión de lo limitado como delimitación
de lo ilimitado. Las posibilidades finitas de objetivar que tiene la sociedad
se manifiestan mediante un ordenamiento de sus posibilidades infinitas
de desobjetivar. Por ello, en la sociedad de propietarios privados, la
115
Bolívar Echeverría

valía social comercial de un objeto es una magnitud compuesta, en la


que su valor I ‒la cantidad de tiempo de trabajo socialmente necesaria
o de gasto socialmente justificado de energía laboral que hay en él‒ se
expresa o manifiesta en su valor II ‒el grado que tiene de inter-
cambiabilidad por otros objetos‒. Cuando Marx, en El Capital, habla de
la forma de existencia del objeto como valor hace siempre referencia a
su valor por el trabajo (“valor I”) en proceso de mostrarse como valor
para el intercambio (“valor II”). En el sentido de Marx, la definición
más apropiada del valor de la mercancía, en la acepción más usual de
valor por el trabajo (“valor I”), sería entonces la siguiente: el valor (la
cantidad de tiempo de trabajo socialmente necesaria) es la forma que
adquiere o a la que se traduce la substancia valiosa (la cantidad de
tiempo de trabajo privadamente necesaria) de un objeto (como
producto) cuando ella se expresa o manifiesta como grado de
intercambiabilidad o valor de cambio de dicho objeto (como bien).24

La fluidez de la magnitud del valor


La valía social-comercial de un tipo de objetos se determina respecto
de la administración que la totalidad anónima de los propietarios
privados hace por inercia de toda su energía de trabajo cuando la
destina a la satisfacción de cada una de sus necesidades sociales. La
efectividad administrativa de la “sociedad comercial” como pseudo-
sujeto es la de una “mano invisible” o un mecanismo automático que
persigue la adecuación o coincidencia de dos magnitudes, la una
escasa respecto de la otra: la magnitud limitada o finita de la energía
de trabajo disponible en la sociedad y la magnitud ilimitada o indefinida
de los requerimientos sociales de consumo. si en un ciclo reproductivo

24
Ni “fenomenista” (“valor es valor de cambio”) ni inmanentista (“valor es substancia
valiosa”) el discurso crítico de Marx trasciende esta contraposición y descubre el carácter
biplanar y procesual de la constitución del valor. La culminación del argumento crítico de El
Capital (en el Libro III) descansa sobre este descubrimiento. En la parte central de su obra
habla simplemente en términos de “valor” porque supone métodicamente que, puesto que
se trata de la totalidad abstracta del capital en general, toda la substancia del valor está
expresada directa o inmediatamente en el precio total de la mercancía. La relación
compleja que media entre los componentes de la substancia valiosa y los del precio sólo
aparece, como problemática específica, en la parte final (Libro III) de la obra. Allí la
totalidad concreta del conjunto de “los muchos capitales” es presentada justamente como
constituida en torno a la conversión, “transfiguración” (Verwandlung) o expresión
combinadas: 1) de la substancia del plusvalor en ganancias de los capitalistas, 2) de la
substancia del valor de la fuerza de trabajo en salarios de los trabajadores, y 3) de la
substancia del plusvalor extraordinario en rentas de los propietarios monopolizadores de la
tecnología y de la tierra.
116
EL DISCURSO CRÍTICO DE MARX

la oferta de un determinado tipo de productos no alcanza a cubrir la


demanda social correspondiente en la misma proporción en que está
siendo cubierta la demanda de los otros tipos de bienes, el mecanismo
comercial incrementa relativamente el valor de cambio de dicho tipo de
objetos (lo “encarece”) y encauza de esta manera una porción mayor
del trabajo social hacia su producción en el siguiente ciclo reproductivo.
A la inversa, si en el primer ciclo la oferta de determinado tipo de
productos cubre la demanda social correspondiente en una proporción
mayor que aquella en que está siendo cubierta la demanda de los
demás tipos de bienes, el mecanismo administrativo reduce relativa-
mente el valor de cambio de dicho tipo de objetos (lo “abarata”) y
retira así de su producción en el segundo ciclo una cierta porción de la
energía social de trabajo. La valía social comercial de cada tipo de
objetos es, así, una magnitud que sintetiza dos determinaciones
abstractas: por un lado, el grado de intercambiabilidad como versión
restricta del grado de satisfacción privada, de orden concreto, que él
puede proporcionar; por otro, la cantidad de tiempo de trabajo
abstracto adjudicada socialmente para su producción como versión
restricta de la duración concreta del trabajo en el que fue producido
privadamente. Como tal síntesis de dos magnitudes de orden diferente,
la valía social comercial de un determinado tipo de bienes producidos
es una magnitud esencialmente inestable: se define y re-define en cada
momento de acuerdo a la porción relativa de la energía social de
trabajo disponible que el mecanismo distributivo está en capacidad de
administrar para la satisfacción del conjunto particular de necesidades
que reclaman tal tipo de objetos. El mecanismo administrativo de la
sociedad comercial dispone de una energía social de trabajo y atiende
a un reclamo consuntivo social que no sólo cambian de un momento a
otro, sino que lo hacen de manera doblemente desigual. Un aumento
de la energía de trabajo disponible puede estar acompañado de un
aumento más o menos similar del reclamo consuntivo, pero también de
una constancia e incluso de una disminución del mismo. Además, ni la
variación de la masa de trabajo disponible ni la del reclamo consuntivo
afectan por igual a todos los procesos productivos particulares y a
todas las necesidades particulares de consumo. El incremento de la
masa de trabajo disponible ‒resultante del crecimiento de la población,
que hace intervenir a nuevas fuerzas de trabajo, y del incremento de la
productividad del trabajo, que libera fuerza de trabajo antes ocupada‒

117
Bolívar Echeverría

se genera de manera desigual en el “mapa” de los procesos productivos.


Asimismo, el incremento del reclamo consuntivo ‒resultante también
del crecimiento de la población, que hace intervenir a nuevos
consumidores, y del progreso social, que multiplica las necesidades‒
afecta de manera diferente a las distintas zonas del sistema de las
necesidades de consumo.
La valía social comercial de cada tipo de bienes producidos se juega de
manera ininterrumpida en el sinnúmero de flujos y reflujos con los que
el mecanismo administrativo de la sociedad comercial reparte una y
otra vez la cantidad inestable de energía social de trabajo entre el
conjunto igualmente inestable del reclamo consuntivo de la sociedad.

Productividad y valor
Por ejemplo, si un tipo de bienes llega a poder ser producido con
menos gasto de energía ‒gracias a un incremento de la productividad
en el trabajo particular del que proviene‒ y si la intensidad de su
reclamo social permanece constante, lo primero que acontece es una
sobre-satisfacción relativa de la necesidad social correspondiente,
puesto que la energía liberada permanece en la producción de ese
mismo tipo de bienes. Una mayor cantidad de la energía social
objetivada en los demás tipos de producto se encauza hacia la
adquisición de la masa acrecentada de los bienes producidos con dicho
incremento de la productividad. Tomada en su conjunto, la energía de
trabajo socialmente disponible, aumentada gracias a esa porción de
energía liberada, se reparte ahora de manera desequilibrada respecto
del equilibrio que prevalecía anteriormente. El grado de satisfacción de
una necesidad social particular rebasa el grado en que las demás están
siendo satisfechas normalmente. Esta situación privilegiada de una de
las necesidades particulares de la sociedad no puede afirmarse y
sostenerse si no es en virtud de una primera modificación de los
términos del intercambio. Los productores del tipo de objetos en
cuestión reducen el valor de cambio de cada unidad del mismo, y lo
hacen en una medida tal que, al mismo tiempo que vuelve a este tipo
de bienes más atractivo para la estrategia económica de sus
consumidores privados, les garantiza a ellos, sus productores, una
ganancia. Pese a que cada unidad de su producto es ahora más barata
que antes, la masa total del mismo, que tiene cristalizada en sí la

118
EL DISCURSO CRÍTICO DE MARX

misma cantidad de energía laboral que antes, se intercambia por una


masa incrementada de otros bienes producidos, que tiene cristalizada
en sí una cantidad mayor de energía laboral. Por ejemplo, si 10 objetos
A, que representan 10 porciones de energía laboral, se intercambiaban
antes por 10 objetos N, ahora, cuando el mismo gasto de energía da
lugar a 20 objetos A, cada uno de éstos se intercambia por 3/4 de
objetos N y todos juntos por 15 objetos N. Los productores de objetos
A dan facilidades a la demanda de éstos y, al mismo tiempo, reciben 15
porciones de energía laboral a cambio de sólo 10; obtienen una
ganancia de 5.
Pero la efectividad del mecanismo administrativo de la sociedad
comercial no termina aquí; crea un nuevo equilibrio para la repartición
de la energía social de trabajo, haciendo intervenir para el efecto a la
cantidad de energía liberada por el incremento particular de la
productividad. Interesados en el ganancia, nuevos productores privados,
emigrados de otras producciones particulares, aparecen en la
producción que se encuentra favorecida particularmente por el
incremento de la productividad. De esta manera, la sobre-satisfacción
relativa de la necesidad social que versa sobre el tipo de bienes
producidos como productividad incrementada tiende a convertirse en
una satisfacción absoluta de la misma. Si 20 objetos A sobrerres-
pondían relativamente al reclamo social que había de ellos, la
intervención de menos productores de estos objetos hace que su oferta
se eleve, por ejemplo, a 40 y que su demanda tienda a saturarse. Pero
las diez porciones de energía laboral que entran en la producción de
esos 20 objetos A adicionales sólo pueden hacerlo porque han sido
sustraídas de la producción de otros objetos. El mecanismo
administrativo lo “percibe” así: la satisfacción absoluta de un tipo de
necesidades va acompañada ineludiblemente de una infra-satisfacción
relativa del resto de las necesidades sociales de consumo, es decir, de
una sobredemanda relativa de los demás bienes producidos. Su
reacción es consecuente e inmediata: acontece una segunda
modificación de los términos del intercambio. Es el valor de cambio de
los demás bienes el que se altera ahora. Se eleva y, al hacerlo,
reconduce hacia la producción general, y en medida acrecentada, la
energía laboral que emigró de ella. Al cabo de un sinnúmero de flujos y
reflujos puntuales, una parte de la energía laboral que fue liberada en
la producción particular de productividad incrementada se queda

119
Bolívar Echeverría

efectivamente en ésta; pero es una parte que ahora ya no perturba el


equilibrio perseguido por el mecanismo comercial. Introducidos desde
la producción privada, los objetos no entran en la esfera de la
circulación mercantil con un valor ya definido; pero su valor tampoco se
define sólo cuando salen de ella succionados por el consumo privado.
Es justamente en la esfera de la circulación mercantil donde los objetos
reciben su valía social comercial y se convierten realmente en
mercancías. Su valor se constituye y se define en ella, en el encuentro
conflictivo entre la determinación de su substancia de valor por el
trabajo, como contenido, y la determinación de su substancia del valor
para el consumo, como expresión. Su constitución y definición es, por
ello, una realidad dinámica, un proceso.
Por ello también la capacidad que tienen los propietarios privados y su
sociedad comercial de aprehenderlo y medirlo mediante el precio de las
mercancías y sus variaciones es necesariamente precaria. En la medida
en que es valor de cambio por dinero (por “equivalente general”), el
precio de las mercancías sólo puede reflejar de manera defectuosa la
procesualidad de la constitución del valor. Por más sutil y fluido que
sea el cuerpo del equivalente general, el mero hecho de ser un
“cuerpo” lo vuelve demasiado torpe en comparación con el valor o
“alma” que debe habitarlo. El aparecimiento recurrente de “crisis
monetarias” en la historia de la sociedad mercantil es un fenómeno
ineludible: su necesidad profunda está en esta “incongruencia” entre la
pureza o abstracción de la magnitud “valor” y la impureza o concreción
de la magnitud “precio”.

La circulación mercantil capitalista


Una sola característica distingue en lo fundamental la esfera de la
circulación mercantil capitalista de la que es simplemente mercantil.
Mientras en ésta todas las mercancías que la “habitan” poseen una
figura elemental uniforme, en aquélla coexisten, en relación de
complementariedad y conflicto, mercancías de dos figuras complejas
claramente distintas: las mercancías que son fuerza de trabajo y las
que son propiamente capital.

120
EL DISCURSO CRÍTICO DE MARX

Esta bipartición del mundo de las mercancías deriva de la bipartición


del conjunto de los propietarios privados que se (re-)socializan en la
“sociedad comercial” capitalista. Se trata de propietarios privados que
difieren de dos maneras características de la figura mercantil pura o
clásica del propietario privado. 25 Unos “producen” su riqueza privada
sin medios de producción, es decir, en la fase consuntiva de su proceso
de reproducción privado: conforman la clase de los propietarios
privados trabajadores. Otros “producen” su riqueza sin trabajar sobre
sus medios de producción, es decir, dejando que los primeros cumplan
por ellos la fase productiva de su proceso de reproducción privado:
conforman la clase de los propietarios privados capitalistas.
La figura de la mercancía fuerza de trabajo “producida” por los
primeros no difiere de la figura simple de mercancía respecto de su
forma social-comercial; lo que la distingue es la complejidad de su
forma social-natural. La consistencia de la fuerza de trabajo como
“producto” no es, como en cualquier otro objeto social, la de un
conjunto de medios de producción trabajados, sino al contrario, la de
un sujeto trabajador reproducido mediante sus medios de subsistencia.
Su consistencia como “bien” (cosa útil o con valor de uso) no es, como
en los demás objetos sociales, la de un objeto satisfactor de
necesidades productivas o improductivas, sino al contrario, las de un
sujeto necesitado de satisfactores productivos.26
En cambio, en el caso de la figura de la mercancía capital “producida”
por los propietarios privados capitalistas, ésta no se distingue en
términos de forma social-natural de la figura elemental de mercancía;
su diferencia con ella está en la complejidad de su “forma de valor”.
Mientras la valía social-comercial del objeto mercantil simple es una
presencia neutra que refleja pasivamente la dinámica de la esfera
productivo/consuntiva de la sociedad, la del objeto mercantil capitalista
es una presencia tendenciosa que se refleja activamente sobre la vida
social; posee ella misma, de modo inherente, un ímpetu inerte que
persigue su expansión cuantitativa: la valorización de su valor. La

25
Aunque en la sociedad capitalista existen de hecho propietarios privados de esta figura
clásica, ellos y las mercancías elementales o simples que producen son en principio
prescindibles para el funcionamiento esencial de la reproducción social capitalista.
26
El “carácter de producto” de la fuerza de trabajo consiste en ser el resultado de la
restauración y el disfrute del trabajador, y no el resultado de su trabajo. El “valor de uso”
de la fuerza de trabajo consiste en ser el factor-sujeto del proceso de trabajo. Ella es la
razón de ser de las necesidades de consumo productivo y no un objeto de ellas.
121
Bolívar Echeverría

consistencia del valor de la mercancía capital, a diferencia de la que


tiene el valor mercantil simple, que se completa sin necesidad de un
excedente ‒es decir sólo con el valor compensado de los medios de
producción empleados más el valor añadido de los medios de
subsistencia del trabajador privado‒, incluye necesariamente, como
elemento esencial e indispensable de sí misma, la presencia de un
excedente de valor o plusvalor. Asimismo, la consistencia de su valor
de cambio (precio), a diferencia de la que tiene el valor de cambio
mercantil simple, que no implica necesariamente (sino extraordina-
riamente una ganancia, incluye esencialmente esa ganancia como parte
constitutiva de sí misma. La capacidad de aportar a cambio más bienes
que los que compensarían al “productor” capitalista sus gastos en
medios de producción y en trabajo es la manifestación de la existencia
del plusvalor en la mercancía capital.
La clasificación necesaria en dos tipos diferentes de mercancía ‒la
mercancía fuerza de trabajo y la mercancía capital‒ caracteriza al
“mundo de las mercancías” específicamente capitalista. Acorde con
esto, la dinámica que constituye a ese “mundo”, la circulación
mercantil-capitalista, se caracteriza por la relación de intercambio en
que entran esos dos tipos de mercancía, obedeciendo cada uno de
ellos a su necesidad particular de metamorfosis o cambio de figura
natural cuando dejan de ser productos y pasan a ser bienes.

La metamorfosis de la mercancía fuerza de trabajo


La mercancía fuerza de trabajo, cuya figura no se diferencia de la
mercantil simple en lo que respecta al estrato del valor, cumple en la
circulación el mismo itinerario que toda riqueza puramente mercantil;
es mercancía a que se convierte en dinero para convertirse en
mercancía b (Ma-D-Mb). (Véase Figura III) Como mercancía a es un
"producto" dotado de una figura natural determinada (a), que fue
"producido" por su propietario privado y que tiene una cantidad de
substancia de valor en la que se reúne la de los medios de subsistencia
con los que fue "producida" y la que se suma a ésta como resultado de
la conversión de esos medios de subsistencia en lo que ella es fuerza
de trabajo. Como dinero, es valor realizado o expresado en una
capacidad de intercambio. como mercancía b, es medios de
subsistencia de un valor igual al que ella tuvo en forma de dinero. La

122
EL DISCURSO CRÍTICO DE MARX

necesidad de entrar en relación de intercambio con la mercancía capital


reside en el hecho de que ésta le resulta indispensable para cumplir su
itinerario. La posibilidad de dar el primer paso, de ser vendida o
convertida en dinero, depende de la disposición de este dinero ‒que no
puede ser otra cosa que mercancía capital transitando por la forma de
dinero‒ a convertirse en fuerza de trabajo.

Figura III
Circulación de la mercancía simple

En un primer acto de intercambio, la mercancía Ma (producto) del


propietario-productor A adopta la forma de dinero, D. En un segundo
acto de intercambio, la mercancía del propietario-consumidor A adopta
la forma de mercancía Mb (bien).

La metamorfosis de la mercancía capital


La mercancía capital, en cambio, cuya figura no se diferencia de la
mercantil simple en el nivel de la forma natural ‒pues siempre es
medios de producción o medios de subsistencia‒ sino en la de la forma
de valor, sigue un itinerario sumamente especial: es dinero de una
magnitud q que se convierte en mercancía para convertirse nueva-
mente en dinero, pero de una magnitud incrementada, q + I: (Dq-M-
Dq+i).

123
Bolívar Echeverría

Reducido al modo mercantil simple, el itinerario que sigue la mercancía


capital sería éste: Ma‒Dq (II) [=Dq+I (I)] ‒Mb. En donde: Dq (II) es
una suma de dinero mayor que Dq (I); Ma es mercancía medios de
producción y medios de subsistencia, y Mb es mercancía medios de
producción y subsistencia + mercancía fuerza de trabajo. La mercancía
Ma, dotada de una cantidad determinada de substancia de valor, se
convierte en una suma de dinero, Dq+i(I), la que a su vez, como Dq
(II), se convierte en mercancía Mb, de un valor igual al de esa suma de
dinero. Una mercancía se convierte primero en dinero y después en
otra mercancía equivalente (Ma-D-Mb).
Sin embargo, aunque el itinerario de la mercancía capital se deja
reducir al de la mercancía simple, lo que acontece en él no es
reductible a lo que puede acontecer en este último. Esto se vuelve
evidente cuando, en lugar de considerar aisladamente una sola serie M-
D-M en cada caso, se tiene en cuenta una continuidad concatenada de
series M-D-M.
En el caso de la riqueza mercantil simple, en el cual la continuidad
sería: Ma (I)-D (I)-Mb (I). Ma (II)-D (II)-Mb (II), la mercancía b de la
primera serie, al constituir la condición de existencia de la mercancía a
de la segunda serie, no necesita alterar su valor. Si esto sucede, será
siempre en razón de una causa externa a ella. Si sucede, por ejemplo,
que su valor ‒habitante ahora del cuerpo mercantil a‒ reingresa
acrecentando a la segunda serie, ello sólo puede explicarse porque, en
la esfera de la producción/consumo, su propietario privado la ha
consumido productivamente con un gasto de tiempo de trabajo
socialmente necesario mayor que el que hizo antes de la primera serie.
Su valor se incrementa sólo porque ella, como riqueza privada, se
multiplica', sólo porque el propietario, con su trabajo ‒que es la única
fuente del valor y de la propiedad‒ añade una mercancía adicional a la
que ya poseía. La mercancía a de la segunda serie sería, en realidad,
Ma + M’a. De lo que se trata en este caso es de un proceso de adición
de valor.
En cambio, en el caso de la riqueza mercantil capitalista, en el cual la
continuidad sería, Ma (I)-Dq (I)- Mb (I). Ma (II)-Dq (II) [=Dq+I (i)]-Mb
(II), la mercancía b de la primera serie, al constituir la condición de
existencia de la mercancía a de la segunda serie, debe haber
incrementado su valor, y esto en razón de una causa inherente a ella

124
EL DISCURSO CRÍTICO DE MARX

misma. No puede no hacerlo porque la nueva mercancía a, por


necesidad, tiene que venderse por una cantidad de dinero mayor que
la que compró la mercancía a de la primera serie. El modo como se
incrementa el valor de la mercancía capital b se vuelve evidente, a su
vez, cuando se observa la consistencia de esta mercancía. A diferencia
de la mercancía simple b, que consta únicamente de medios de
producción y de subsistencia, ella incluye necesariamente a la
mercancía fuerza de trabajo: aquella mercancía, justamente, cuyo valor
de uso reside en ser sujeto productor de objetos y transmisor-creador
de valor. Por esta razón, el valor de la mercancía capital b no necesita
incrementarse mediante un proceso de adición de valor. Su propietario
no necesita formar con ella una segunda riqueza. Sin trabajar sobre
ella, ella misma mantiene y acrecienta su valor. Ella sola, en la medida
en que es tanto factor-sujeto (fuerza de trabajo) como factor-objeto
(medios de producción) del proceso de trabajo, se autovaloriza. De lo
que se trata en este caso mercantil capitalista de incrementación del
valor es de un proceso de valorización del valor. (Véase la figura IV.)

Figura IV
Proceso de valorización: circulación de la mercancía capital
Si en la “fórmula general del capital”, D-M-D’, concentramos la atención
en el comportamiento de la parte de D que adquiere mercancía fuerza de
trabajo; si reconocemos, además, que una misma entidad, el trabajo (T),
tiene tres modos de existencia diferentes: fuerza, capacidad o potencia
de trabajo (T1) trabajo en acto (T2); y resultado, efecto o producto del
trabajo (T3), el proceso de autovalorización de la mercancía capital puede
ser representado de la siguiente manera:

125
Bolívar Echeverría

El “milagro” del plusvalor


La característica o determinación específica de la esfera de la
circulación mercantil capitalista es la presencia en ella de un conjunto
peculiar de relaciones de intercambio en torno al cual se organiza la
dinámica del mundo de las mercancías en su totalidad. Se trata del
conjunto de relaciones de intercambio entre las mercancías fuerza de
trabajo y la mercancía capital. Si la necesidad de estas relaciones
resulta evidente desde la perspectiva de la mercancía fuerza de trabajo
‒pues sin la forma dinero de la mercancía capital no podría cumplir el
itinerario de su metamorfosis‒, más evidente aún resulta desde la
perspectiva de la mercancía capital. Esta necesita encontrar en el
mercado una mercancía tan “milagrosa” que el solo cambiarse por ella
durante un tiempo le signifique un engrasamiento de su valor; sólo así
podrá cumplir su itinerario especial que le lleva de ser dinero (Dq) a ser
dinero incrementado (Dq+i). Lo característico de la esfera de la
circulación mercantil capitalista se concentra, así, en el hecho de que
ese “objeto milagroso” existe ‒es la mercancía fuerza de trabajo‒ y
pasa a formar parte de la mercancía capital, convirtiéndola en una
mercancía cuyo valor incluye necesariamente un plusvalor. 27 El valor de
la mercancía capital, gracias a la relación de intercambio de ésta con la
mercancía fuerza de trabajo, pasa de tener una magnitud V (valor de
salida de la circulación y de ingreso a la producción), como valor de la
mercancía b (I), a tener una magnitud V’, igual a V + A V (valor de
salida de la producción y de ingreso a la circulación), como valor de la
mercancía a (II). Este paso acontece en la esfera de la producción, allí
donde Mb (I) se transforma en Ma (II): donde el capitalista "consume"
el "objeto" que adquirió del trabajador, es decir donde pone a trabajar
a la fuerza de trabajo.
¿Cómo se opera el “milagro” de la generación de este plus de valor?
¿De qué manera sucede este “consumo” de la fuerza de trabajo, esta
explotación y apropiación de trabajo ajeno? De diferentes maneras, y
cada una de ellas da lugar a un tipo diferente de plusvalor.
[1978]
27
El intercambio de equivalentes en el mercado de trabajo tiene lugar entre un propietario
privado, el trabajador, cuya mercancía realiza un valor que se determina pasivamente, y
otro, el capitalista, cuya mercancía realiza un valor que se determina activamente. La
subordinación de la primera realización a la segunda es la que da sentido a los esquemas
de reproducción elaborados por Marx; es también el hecho fundamental de la constitución
de todos los precios de las mercancías capital y de las ganancias que ellos implican.
126
EL DISCURSO CRÍTICO DE MARX

CLASIFICACIÓN DEL PLUSVALOR

Desde cierto punto de vista, la diferencia entre el plusvalor


absoluto y el relativo parece ser enteramente ilusoria. El
plusvalor relativo es absoluto, pues implica una prolongación
absoluta de la jornada laboral más allá del tiempo de trabajo
necesario para la existencia del trabajador mismo. El plusvalor
absoluto es relativo, pues implica un desarrollo de la productividad
que permite reducir el tiempo de trabajo necesario a una parte
de la jornada laboral. Pero si tenemos en cuenta el movimiento
del plusvalor esa apariencia de que da lo mismo el uno que el
otro desaparece.
K. Marx, Das Kapital (1867), pág. 499.

Sólo una parte del valor que el trabajador produce en una jornada al
usar los medios de producción del capitalista le resulta a éste
propiamente necesaria para pagar al primero el alquiler de su fuerza,
potencia o capacidad de trabajo. De la parte excedente, del plus de
valor que resta del valor producido, el capitalista puede disponer para
otros menesteres: la expansión de su capital, el dispendio. Esta
diferencia entre lo que a él le cuesta la fuerza de trabajo del obrero y lo
que ella le produce de valor es justamente lo que le lleva a adquirirla y
a dejarla actualizarse. Si no existiera esta diferencia, el factor-objeto
del proceso de trabajo ‒los medios de producción que él tiene en
propiedad‒ no podría recibir la actividad del factor-sujeto ‒la fuerza de
trabajo, que es propiedad del trabajador‒: el proceso productivo de la
sociedad no existiría.

127
Bolívar Echeverría

Capital constante y capital variable


Para el capitalista, la cantidad de dinero que sus medios de producción
cuestan como mercancías es un capital constante. El valor de lo que se
gasta de ellos en el proceso de trabajo se transmite sin variaciones y se
conserva en el valor del producto que resulta de ese proceso. La
cantidad de dinero que gasta en la compra de la mercancía
complementaria, la fuerza de trabajo, es en cambio un capital variable:
representa, en un primer momento, el valor de esta fuerza de trabajo
como valor del "producto" que el trabajador entrega a crédito al
capitalista; representa, en un segundo momento, la fuente de valor en
que ella se convierte cuando está en proceso de trabajar y que el
capitalista mantiene abierta durante todo el tiempo para el que la
adquirió; representa, finalmente, toda aquella parte del valor del
producto constituida por el valor que ha venido a sumarse al de los
medios de producción empleados. Mientras el valor de los medios de
producción es uno y el mismo antes y después de que éstos sean
transformados en la producción, el valor de la fuerza de trabajo
desaparece en el proceso productivo y reaparece convertido en un
equivalente de sí mismo, por una parte, y en un plusvalor, por otra.
El valor de los factores de la producción (mercancía b) representado
por una cantidad de dinero o capital inicial (C), es igual a la suma de c
(el capital que representa al valor de los medios de producción aún no
trabajados) más v (el capital que representa al valor de la fuerza de
trabajo): C = c + v.
El valor del producto (mercancía a), representado por otra cantidad de
dinero o capital resultante (C'), es igual a c (la parte constante, idéntica
a la que estaba en C, que representa el valor de los medios de
producción ya trabajados) más v’ + p (la parte variable, diferente de la
que estaba en C, que representa a todo el valor producido, es decir,
tanto al que ha repuesto el valor de la fuerza de trabajo como al
plusvalor): C' = c + (v’ + p).
La proporción en que una cantidad de capital variable genera un
plusvalor, la relación p/v, es la tasa del plusvalor; expresa el grado de
explotación de la fuera de trabajo, la parte del valor producido por el
trabajador de la que se apropia el capitalista. La proporción en que el
plusvalor incrementa al capital inicial del capitalista, la relación p/C, es
la tasa de ganancia de su capital.
128
EL DISCURSO CRÍTICO DE MARX

La magnitud del tiempo de trabajo

El trabajador alquila su fuerza de trabajo para que el capitalista la


consuma durante una jornada o tiempo de trabajo determinado. De
todo el valor que la fuerza de trabajo produce durante esta jornada, el
plusvalor es solamente aquella parte producida en el periodo
excedente de la misma, es decir, en el tiempo de trabajo que sigue al
periodo necesario para reponerle al capitalista el valor, representado
por el salario, que él pagará al trabajador al terminar la jornada.
Todo es cuestión de tiempo. En la jornada del trabajador hay un
tiempo para el trabajo necesario y un tiempo para el plustrabajo.
Mientras mayor sea la magnitud de éste, mayor será la ganancia que
perciba el capitalista una vez que, al vender la mercancía producida por
el trabajador, realice el valor que éste cristalizó en ella.
La jornada es un tiempo de trabajo de una magnitud determinada
¿Cómo se determina esa magnitud? ¿Desde qué perspectiva la
dimensión temporal de la vida humana, inmensamente rica en atributos
cualitativos, se presenta como cuantificable, como medible o aprehen-
sible dentro de una escala aritmética? En la vida necesariamente
productivista de las sociedades socializadas por el intercambio
mercantil, la magnitud del tiempo de la vida social se determina según
sus efectos sea sobre la productividad del trabajo o sobre la
consuntividad del disfrute. Más grande será el tiempo mientras mayor
sea la cantidad de producto que se produce en él o mientras mayor sea
la capacidad de trabajo que, consumiendo bienes, se restaura en él. Lo
que aquí importa del tiempo de trabajo son aquellos atributos suyos
que afectan a la productividad, y éstos son principalmente dos: su
extensión y su densidad. Mientras más largo sea el tiempo que dura el
proceso de trabajo, mayor será la cantidad de producto que resulte de
él y mayor, por tanto, la cantidad de valor que en él se constituya, es
decir, se transmita y se cree. Pero además, mientras mejor se use o
aproveche cada unidad extensiva del tiempo; mientras menos “porosa”
sea; mientras más alto sea el grado de concentración con que el
trabajo entra en el flujo temporal, mayor será su productividad tanto
de objetos como de valor. La magnitud del tiempo de trabajo se
determina, así, por la síntesis de estas dos variables, la extensión y la
densidad. Una jornada es siempre un tiempo de trabajo más o menos
largo y más o menos concentrado.
129
Bolívar Echeverría

Figura I
La magnitud del tiempo de trabajo y las dimensiones de su productividad

En la reproducción de la riqueza social como proceso mediado por una


circulación mercantil, la productividad del trabajo presenta siempre dos
aspectos, el uno “concreto”, el otro “abstracto”; productividad es el
grado en que el trabajo es capaz, por un lado, de generar objetos
concretos y, por otro, de conformar u constituir (bilden) valor. En cada
unidad de tiempo el trabajo transforma o consume productivamente
una masa mayor o menor de medios de producción y da lugar así a
una cantidad de producto determinada. Pero también, en cada
momento de su duración, el trabajo constituye el valor de ese producto
en una acción doble que consiste, en un sentido, en transmitir o pasar
el valor de los medios de producción al producto y, en otro, en generar
simultáneamente un valor nuevo que viene a sumarse al anterior.
Si representamos en un sistema de coordenadas la determinación de la
magnitud del tiempo de trabajo como causa de la productividad,
tenemos que cruzar una coordenada horizontal, que marcaría la
extensión temporal del trabajo, con una coordenada vertical doble
(hacia arriba y hacia abajo), que marcaría la densidad del mismo y que
sería, así, capaz de mostrar estos dos aspectos de la productividad.
Pero también la coordenada horizontal de la longitud del tiempo debe
estar trazada doblemente, puesto que sobre ella tienen que mostrarse
los dos sentidos de la constitución del valor: la transmisión del ya

130
EL DISCURSO CRÍTICO DE MARX

existente (hacia la izquierda) y la creación del nuevo (hacia la derecha).


Supongamos un proceso capitalista de producción-valorización en el
que un capital inicial C, que representa 32 unidades de valor (y que se
compone de un capital constante c por 24 unidades de valor más un
capital variable v por 8 unidades de valor), da lugar, en una jornada J
de 8 horas de duración, a la producción de 40 unidades de producto, P,
como base concreta de un capital resultante C' que representa 40
unidades de valor y que se compone del capital constante inicial más
un capital variable incrementado o valor producido, por 16 unidades de
valor (el mismo que incluye al capital variable reproducido, v', por 8
unidades de valor, y al plusvalor (p), por 8 unidades de valor). La
densidad del tiempo de trabajo se mostrará en tres magnitudes
diferentes según afecte: a la consuntividad de la transmisión de valor,
3 unidades de valor por hora (arriba a la izquierda); a la productividad
de la generación de valor, unidades de valor 2 unidades de valor por
hora (arriba a la derecha; o a la productividad de producto, 5 unidades
de producto. Por hora (abajo a la derecha). Si en esta representación
centramos la atención en la zona que le corresponde al plusvalor,
vemos que ésta se halla delimitada: 1] por el segmento que queda
dentro de la línea que indica la extensión total de la jornada de 8
horas, una vez que se ha restado de ella el segmento de la jornada
necesaria (4 horas), y 2] por la línea que indica 2 unidades por hora
como densidad general de la producción de valor. Mientras mayor sea
la longitud de los dos lados de esta zona cuadrangular, mayor será la
superficie que indica la masa del plusvalor producido por el trabajador
y explotado por el capitalista.

131
Bolívar Echeverría

CLASIFICACIÓN DEL PLUSVALOR

132
EL DISCURSO CRÍTICO DE MARX

La presencia, dentro de la jornada total, de un tiempo de plustrabajo o


jornada excedente explica la existencia del plusvalor. Esa presencia,
por su parte, puede tener dos causas diferentes, claramente detectables.
Puede originarse en una ampliación de la jornada total más allá de los
límites de la jornada necesaria; en la implantación de una nueva
jornada total, mayor que una anterior cuya magnitud coincidía con la
jornada necesaria. La jornada excedente lo sería, en este caso, por
adición respecto de una jornada total precedente. (Figura II). Pero el
tiempo de plustrabajo puede originarse también en una reducción de la
jornada necesaria abajo de los límites de la jornada total; en la
implantación de una nueva jornada total, igual que una anterior pero
cuya magnitud resulta ahora mayor que la de la jornada necesaria (con
la que antes coincidía). La jornada excedente lo sería por resta
respecto de una jornada necesaria precedente. (Figura III.)
El plusvalor, en tanto que valor producido por el trabajador durante la
jornada excedente, proviene del surgimiento de ésta sea como
diferencia absoluta entre dos magnitudes de la jornada total o como
diferencia relativa entre las dos fracciones de una misma magnitud de
la jornada total. El modo como aparece la diferencia entre jornada
necesaria y jornada excedente es el criterio no sólo de la clasificación
primaria del plusvalor como plusvalor absoluto y plusvalor relativo, sino
también de la clasificación secundaria de cada uno de estos dos tipos
básicos de plusvalor. En efecto, el modo como se amplía el tiempo de
plustrabajo permite distinguir tanto dos tipos diferentes del primero: el
plusvalor absoluto por aumento de la extensión de la jornada de
trabajo y el plusvalor absoluto por aumento de la densidad del tiempo
de trabajo, como dos tipos diferentes del segundo: el plusvalor relativo
directo o por disminución de los medios de restauración de la fuerza de
trabajo y el plusvalor relativo indirecto o por reducción del valor de
esos medios de restauración.

Relación Técnica y Relación Social de Reproducción


Históricamente, el modo capitalista de reproducción de la riqueza
objetiva aparece como una reintroducción de determinadas relaciones
sociales en calidad de instancia mediadora de la relación técnica entre
el factor subjetivo y el factor objetivo del proceso de producción y
consumo.

133
Bolívar Echeverría

Considerado en su estructura y en sus formas naturales arcaicas, el


proceso en que el ser humano, con su sistema de capacidades de
trabajo y necesidades de disfrute, entra en contacto técnico con el
conjunto de medios de producción y consumo es necesariamente un
proceso que sólo se cumple en la medida en que, a través de él, se
lleva a cabo un proceso social o “político” de reproducción. Una figura
concreta de la socialidad, una organización definida de las relaciones
interindividuales de convivencia que constituyen la identidad del sujeto
social es la que, para efectos de su propia ratificación o modificación
histórica, estipula el conjunto de posibilidades técnicas dentro de las
cuales tiene lugar la conjunción real o encuentro productivo/consuntivo
entre los individuos sociales y su campo instrumental. Incluso en el
mundo antiguo ‒en una época en que la sociedad unitaria de los
tiempos arcaicos ha cedido ya el lugar a la sociedad escindida, y en la
que por tanto el control social del acceso a los medios de producción se
ha debilitado‒, el pastor sólo puede cuidar el rebaño, y aprovechar los
bienes que le entrega, en la medida en que es esclavo, es decir, en que
contribuye a reproducir la relación social que constituye al sujeto como
dividido en una clase de amos o propietarios de hombres y en otra de
esclavos u hombres-propiedad. Igualmente más tarde, en el mundo
feudal; allí el labrador sólo puede juntarse con la tierra, hacerla
producir, y consumir sus frutos, en la medida en que es siervo, es decir
paga un tributo o “renta” por el uso que hace del mundo, propiedad del
señor, en el que tiene que existir. Hombre y suelo están separados; si
se juntan es porque su unión reproduce la constitución social doble del
sujeto: como dueño que “alquila” sus medios de producción y consumo
y como paria o desposeído, que debe “tomarlos en alquiler” para poder
vivir.

Reproducción mercantil simple


La situación histórica de la que parte el desarrollo del modo capitalista
de la reproducción social no se caracteriza, sin embargo, por la
presencia de este tipo de proyectos sociales concretos como instancia
delimitadora de la interconexión técnica entre sujeto y objeto del
proceso de producción/consumo.

134
EL DISCURSO CRÍTICO DE MARX

Por el contrario, parte de una situación en la que innumerables fuerzas


productivas/consuntivas privadas ‒totalidades técnicas de sujeto y
objeto‒ se mueven en un campo neutro o indiferente, vacío de
determinación “política” concreta, que las conecta mecánicamente
entre sí: la esfera de la circulación mercantil. Se trata de un momento-
lugar histórico, la ciudad burguesa originaria, en el que el mercado
‒aquel viejo dispositivo de circulación de los productos/bienes en tanto
que mercancías u objetos equivalentes‒, que había sido un simple
medio al servicio de la reproducción de los proyectos concretos
(esclavistas y feudales) de sociedad, deja de tener un encargo
“político” y puede funcionar libremente, permitiendo que todas las
unidades productoras/consumidoras privadas se expandan y diversi-
fiquen sin que las obstaculice ninguna dependencia, jerarquía o
desigualdad de derechos entre ellas.
La situación histórica en la que surge el capitalismo es aquella en la
que el desmembramiento o atomización del cuerpo social, la ausencia
de un sujeto unificado por un proyecto “político” concreto, se compensa
con la inmediatez de la relación técnica entre el factor-sujeto y el
factor-objeto del proceso de trabajo y disfrute. Aquí, entregada al azar
del mercado, la (re-)socialización de los individuos privados es el efecto
y no la causa de la existencia de esa relación técnica entre sujeto y
objeto. En principio, para tener derecho real al uso de los medios de
producción, el individuo privado no necesita cumplir ninguna otra
condición que la de tener la destreza suficiente para producir con ellos
objetos de valor de uso para los otros. El ser artesano no es, en
esencia, una función social adjudicada, sino una función técnica
adquirida.
La relación social que une a un propietario privado con los demás se
basa en la conexión técnica que él tiene con las cosas; es la relación
social la que ahora está mediada por la integración técnica ‒reflejada
en el mecanismo de la circulación‒ que reúne a todas las cosas en
calidad de “miembros” especializados del “mundo de las mercancías”. 28

28
La propia circulación es un aparato; no requiere de sacerdotes o de funcionarios, sino de
trabajadores especializados en su funcionamiento: los comerciantes.
135
Bolívar Echeverría

Reproducción mercantil capitalista


La existencia históricamente breve y geográficamente escasa de este
modo “a-político” o mercantil simple de la reproducción social es el
eslabón que conecta la época precapitalista con la capitalista; es la
premisa indispensable de esta última. 29 El capitalismo reintroduce la
separación técnica entre factor-sujeto y factor-objeto del proceso de
trabajo; reintroduce así la necesidad de que una relación social
posibilite la reunión de ambos.

Es el modo de reproducción social mercantil simple el que, justamente


al dejar indefinido el sentido “político” de la historia del proceso, se
desarrolla hasta llegar a la abolición de su propio fundamento, hasta la
destrucción de la totalidad técnica productor-medios de producción. La
posesión de medios de producción capaces de convertir en efectiva-
mente competitivo a un proceso de trabajo privado se vuelve cada vez
más difícil para todos los propietarios privados de una sociedad. El
desarrollo técnico desatado por la reproducción mercantil simple de la
riqueza eleva cada vez más la magnitud mínima de valor atesorado
necesaria para establecer una unidad productiva rentable. El medio de
producción se vuelve cada vez más complejo y más caro y su posesión
es monopolizada por aquella clase de propietarios privados cuya
propiedad rebasa un elevado nivel mínimo de valor. La otra clase de
propietarios privados, expulsada de la producción competitiva, ve
reducirse su propiedad hasta quedar sólo en la de su mera fuerza de
trabajo. Medios de producción por un lado, fuerzas de trabajo por otro;
la escisión de la unidad técnica del proceso de trabajo reaparece. Su
presencia es, sin embargo, completamente diferente a la que se
encuentra en las sociedades precapitalistas. No se trata ya de una
escisión establecida por un sujeto social orgánico y funcionante con el
fin de superarla mediante la decantación técnica de su proyecto
“político”, organizador de las relaciones sociales de convivencia. Es una
escisión de hecho, no provocada “por nadie”, puesto que tiene lugar en

29
La vigencia depurada de las relaciones mercantil-simples de producción/consumo tiene
una existencia histórica efectiva ‒en la ciudad burguesa‒ que es sumamente limitada en lo
espacial y lo temporal. Se trata de una vigencia que, si bien es condición indispensable del
tránsito inicial y fundante del mundo feudal hacia el capitalismo, no es, sin embargo, una
condición necesaria de la expansión de éste. Por lo general, en las situaciones
precapitalistas, lo mercantil se encuentra subordinado a la acción de otros tipos de
relaciones sociales. Es el propio capitalismo el que promueve en ellas la depuración y
ampliación de lo mercantil, como condición de lo mercantil-capitalista.
136
EL DISCURSO CRÍTICO DE MARX

la situación mercantil de atomización y suspensión del sujeto social


como entidad “política” actuante. Igualmente ajena a toda voluntad de
un sujeto es la solución que aparece para salvar esa escisión. Ella
consiste también en la intervención de una relación social como
instancia mediadora o posibilitante de la relación técnica entre la fuerza
de trabajo y los medios de producción. Se trata de la relación social
capitalista como relación de explotación de la clase de los propietarios
de su sola fuerza de trabajo por la de los propietarios monopólicos de
medios de producción. El modo mercantil simple de la reproducción
social deriva espontáneamente hacia el modo mercantil capitalista de la
misma; en él la sociedad produce y conserva técnicamente su riqueza
objetiva sólo en virtud de que este proceso se encuentra subsumido y
sirve de vehículo al cumplimiento de otro proceso, el de reproducción
de la relación entre una fracción capitalista y una fracción trabajadora
del sujeto como relación social constitutiva de este sujeto.
Lo característico del modo de reproducción social capitalista reside en
que la necesidad de que exista esta relación social de explotación no se
genera en la voluntad de autoafirmación de un sujeto global concreto,
sino en una “voluntad cósica”, en una dinámica inerte que proviene de
un “sujeto automático”, el valor de las mercancías capitalistas
valorizándose en el proceso de acumulación. Si el propietario privado
de un proceso de reproducción independiente pretende seguir siéndolo,
es decir, quiere subsistir, está obligado a convertir ‒si puede‒ su
propiedad en dinero-capital. Mientras el propietario feudal, dueño de
medios de producción permanentes o no producidos (la tierra),
entregaba éstos en arriendo a los trabajadores y mantenía su
propiedad gracias a la renta en especie que exigía de ellos, el
propietario capitalista, dueño de medios de producción efímeros o
producidos (los instrumentos), tiene ahora que tomar él en alquiler la
fuerza de trabajo de los trabajadores. Sólo la venta de la mercancía
producida por éstos, su conversión en dinero, le permite hacerse de los
fondos necesarios para mantener y perfeccionar sus medios de
producción según las exigencias de la competencia.
El propietario capitalista tiene que comprar trabajo, como fuerza o
potencia de trabajo, y revenderlo, como trabajo realizado, para que el
plusvalor resultante de esta compra-venta valorice el valor de su
propiedad. Valorizarlo es la única manera de mantenerlo, pues la
magnitud que este valor requiere para garantizar la competitividad de
137
Bolívar Echeverría

su proceso privado de reproducción es una magnitud siempre


creciente. No valorizarlo implica desvalorizarlo, perder la propiedad de
los medios de producción y caer en la clase de los que sólo son
propietarios de su fuerza de trabajo. La voluntad sujetiva privada de
sobrevivir se refleja como “voluntad” objetiva general de mantener la
relación social que constituye al sujeto como la unidad de dos clases, la
una explotadora de la otra.

Subsunción formal de la producción/consumo al capital


En el periodo inicial de la historia moderna, el funcionamiento técnico
de la fuerza productiva ‒totalidad productor-medios de producción‒ no
resulta afectado por la modificación formal que experimenta al ser
mediado por la relación social capitalista. El proceso de producción
mantiene sus características técnicas, adquiridas recientemente en la
transición mercantil simple o heredadas de épocas más o menos
remotas. Un conjunto de fuerzas de trabajo calificadas artesanalmente
pone en movimiento un conjunto de medios de producción diversificados
según una especialización bien definida del proceso de trabajo social.
Este encuentro técnico de sujeto y objeto no experimenta ningún cambio
substancial por el hecho de que las fuerzas de trabajo sólo entren en
funcionamiento en la medida en que son alquiladas por el propietario
de los medios de producción y permanecen frente a éstos durante una
jornada que incluye un tiempo de plustrabajo. Aquí, el modo capitalista
de producir subsume sólo formalmente al proceso técnico de la
producción. Dicho en otros términos, la forma o el modo capitalista de
sintetizar al sujeto y al objeto de las fuerzas productivas no afecta aún
a la substancia del proceso productivo. El conjunto de bienes que se
producen y los procedimientos que se emplean para ello continúan
rigiéndose de acuerdo a un proyecto de vida social ‒de armonización
entre producción y consumo‒ cuya meta se identifica todavía en torno
a un conjunto concreto de valores sociales culturales dentro del cual la
riqueza económica, sea en bienes o en valores, sea señorial o
mercantil, no tiene el predominio que adquirirá posteriormente. Este
primer momento de la historia capitalista es la época clásica de la
explotación de plusvalor en su modalidad absoluta, es decir, mediante
la ampliación de la jornada total de trabajo más allá de los límites de la
jornada necesaria.

138
EL DISCURSO CRÍTICO DE MARX

Clasificación del plusvalor absoluto


Una vez que ha tomado en alquiler la fuerza de trabajo y habiéndose
comprometido a pagar por ello un salario determinado ‒establecido
según el costo en cada caso inalterable de un conjunto también
inalterable de medios de subsistencia del trabajador‒, el capitalista
tiene que aprovechar todas las oportunidades que existen de hacer que
el proceso de trabajo dure más que el tiempo necesario para la
producción del valor que habrá de representarse en dicho salario. Las
oportunidades de introducir este tiempo de plustrabajo están
determinadas por la capacidad de expansión que posee la magnitud del
tiempo de trabajo. Esta capacidad es doble: el tiempo de trabajo
puede, por un lado, prolongarse sobre la escala de la extensión
temporal y, por otro, condensarse sobre la escala de la densidad
temporal.
La presencia productiva del trabajador ante los medios de producción
puede durar más o puede ser más intensa, puede consumir productiva-
mente más medios de producción (de una productividad objetiva
inalterada) en un mayor número de unidades de tiempo o en el mismo
número pero en unidades de tiempo más concentradas (menos
porosas).
De acuerdo con la naturaleza particular del proceso de trabajo del que
es propietario, el capitalista puede adoptar una variable u otra de estas
dos que determinan la magnitud del tiempo de trabajo para introducir
en la jornada el tiempo de plustrabajo
En el ejemplo de la Figura IV, el propietario de medios de producción
que pasa a ser capitalista, es decir a emplear fuerza de trabajo ajena,
duplica la generación de valor ‒la hace pasar de 8 a 16 unidades de
valor producido‒ al ampliar la magnitud de la jornada, sea de 4 a 8
unidades dobles de tiempo de trabajo o de 8 unidades simples a 8
unidades dobles de tiempo de trabajo. 30 Si la restauración de la fuerza
30
Si se deja fuera de consideración el grado de concentración intensiva del tiempo de
trabajo como determinante de su magnitud, el plusvalor absoluto intensivo adquiere la
apariencia de plusvalor relativo indirecto y se confunde con él. Es un pseudo-plusvalor
relativo. Es como si el incremento de la productividad del trabajo se debiera a un
incremento de la productividad de su factor-objeto (de los medios de producción) como
puede ser, por ejemplo, el que resulta del empleo perfeccionado de un tiempo de trabajo
de densidad inalterada, mediante la elevación de la escala cooperativa del proceso, y no al
de la productividad de su factor-sujeto, que es el que verdaderamente tiene lugar. Es como
si el plusvalor surgiera no de un incremento en la producción de valor, como es el caso,
sino de una reducción (que en el ejemplo sería a 6.4 unidades de valor) del valor de la
139
Bolívar Echeverría

de trabajo requiere un consumo de 8 unidades de producto y el valor


de éstas (8 unidades) se produce en 4 horas dobles o en 8 horas
simples de trabajo, el valor producido en el tiempo excedente que ha
sido añadido a la jornada es un plusvalor absoluto: en el primer caso
extensivo, en el segundo intensivo.

Figura IV
A.1. Plusvalor absoluto extensivo

fuerza de trabajo, dado que las unidades de producto (8 en el ejemplo) que el trabajador
necesita parecerían ser más baratas (no de 1 unidad de valor, resultante de dividir 40 C'
entre 40P, sino de 0.8 de unidad de valor, resultante de dividir 32C' entre 40P).
140
EL DISCURSO CRÍTICO DE MARX

A.2. Plusvalor absoluto intensivo

Productivismo capitalista
La subsunción formal bajo el proceso de acumulación de capital no
afecta substancialmente al proceso de reproducción social, pero sí
modifica su sentido estructural.

El productivismo de épocas anteriores, la orientación obsesiva de la


vida social hacia la consecución de la riqueza objetiva; la represión, por
un lado, y el fomento, por otro, de determinados comportamientos
vitales, según obstaculicen o favorezcan el crecimiento del producto,
experimentan desde los inicios de la época capitalista una modificación
radical. No es el producto lo que debe perseguir ahora la vida social,
sino la producción en sí misma.

141
Bolívar Echeverría

El valor de la mercancía-capitalista, el “sujeto automático” de la vida


social enajenada, sólo puede existir, es decir valorizarse, en el proceso
de producción como producción de plusvalor. La producción ya no es el
medio, sino el fin. Tanto el propietario de los medios de producción
como el de la fuerza de trabajo sacan su derecho a la existencia de su
estar ahí para la producción. El primero, el capitalista, sólo puede
disponer de un rédito para su consumo improductivo una vez que, de la
ganancia en que se representa el plusvalor, ha entregado a la
producción el pluscapital indispensable; su riqueza es riqueza para la
producción. Con mayor razón el segundo, el trabajador. Su riqueza está
en el tiempo libre o de disfrute, en aquella parte de su día vital que
está entre la jornada de trabajo y el tiempo de restauración de su
fuerza de trabajo. Es justamente esta riqueza del trabajador la que el
capitalismo convierte en tiempo de plustrabajo o tiempo para la
producción de plusvalor. Sólo mediante el sacrificio del tiempo de
disfrute puede llevarse a cabo la ampliación de la jornada que es la
causa del plusvalor absoluto. 31
La explotación de plusvalor absoluto extensivo muestra claramente, en
un número de horas determinado, la invasión del tiempo de disfrute
por el tiempo de plustrabajo. Las horas dedicadas por el trabajador al
sueño y al cumplimiento de las funciones vitales más elementales, el
tiempo de la pura restauración de su fuerza de trabajo, marca el límite
ante el que debe detenerse la ampliación extensiva de la jornada. Las
otras horas, las del tiempo libre o de disfrute, aquellas durante las
cuales el trabajador vive como ser social cultural ‒se relaciona directa-
mente con las otras personas, habla, ama, juega, festeja, etcétera‒ son
todas horas susceptibles de ser convertidas en tiempo para la
producción. Los retazos de tiempo libre que pueden salvarse en las
interrupciones tanto del tiempo de trabajo como del tiempo de
restauración o que pueden protegerse mediante la limitación contractual
de la jornada no pueden nunca abolir el hecho de su sacrificio.
31
Si en épocas anteriores este sacrificio fue "naturalmente? necesario, exigido por la
debilidad de las fuerzas productivas frente a la naturaleza (por la escasez del producto) que
era interiorizada socialmente como fundamento de la estratificación del sujeto, en la época
capitalista se trata de un sacrificio "naturalmente? innecesario, impuesto exclusivamente
por el modo de funcionamiento de las fuerzas productivas. La proyección de esta necesidad
puramente social del sacrificio sobre la relación entre las fuerzas productivas y la naturaleza
crea una situación artificial de permanente debilidad de aquéllas frente a ésta (una escasez
artificial del producto). De esta manera, el sacrificio sigue siendo "necesario? incluso con la
nueva base histórico-natural de la vida social, que es la de una supremacía de las fuerzas
productivas sobre la naturaleza (la de una abundancia posible de producto).
142
EL DISCURSO CRÍTICO DE MARX

La explotación de plusvalor absoluto intensivo oculta este mismo hecho


bajo el respeto de una determinada restricción del número de horas de
la jornada de trabajo. El desgaste concentrado de las fuerzas del
trabajador que viene con la intensificación del proceso hace que el
tiempo libre o de disfrute sea invadido en este caso por el tiempo
dedicado a la restauración de esas fuerzas. El cansancio, la abulia, la
disminución de la presencia vital del trabajador indican que la energía
necesaria para aprovechar debidamente el tiempo de disfrute se quedó
en el tiempo no tan prolongado pero sí especialmente denso de la
jornada de trabajo.32
La causa del plusvalor absoluto, la imposición de una jornada excedente
como ampliación de la jornada total mediante el sacrificio del tiempo de
disfrute, lejos de ser sustituida por los mecanismos posteriores de
explotación de plusvalor relativo, no sólo permanece junto a ellos como
un recurso complementario, sino que constituye su fundamento
indispensable.

Cooperación y capitalismo
La subsunción del proceso de trabajo al proceso de acumulación de
capital transita necesariamente de su estado puramente formal o
preparatorio a otro definitivo en el que se vuelve real o substancial. La
subsunción formal afecta al sentido de la síntesis de las fuerzas
productivas. Sujeto y objeto se juntan en la producción, pero no lo
hacen ya en virtud de la afinidad técnica mutua que existe entre ellos,
sino debido a la complementariedad que les impone el hecho social de
ser ambos los componentes de una sola propiedad: el capital del
capitalista. La dinámica que los interconecta no está regida por la
perspectiva de alcanzar bienes para el disfrute del sujeto, ni siquiera
por la de atesorar valores como posibilidad congelada de ese disfrute,
sino por la exigencia de dar al capitalista la posibilidad de que vuelva a
“producir”, es decir, a juntar una vez más a los factores de la
producción. El productivismo capitalista es el sentido que obliga al
funcionamiento de las fuerzas productivas. Pero una cosa es juntarse
por afinidad y otra diferente hacerlo por compulsión. Cultivada durante
siglos ‒en ciertos casos incluso milenios‒, una íntima copertenencia
32
La disposición a ciertos juegos deportivos es la muestra más benigna de esta
disminución. Por debajo de la cuota de disfrute y de satisfacción simbólica que implican, en
ellos el gasto del remanente de energía muscular intenta establecer un equilibrio negativo
con el grado de desgaste psíquico que fue alcanzado en la jornada de trabajo.
143
Bolívar Echeverría

reunía en épocas precapitalistas a las distintas fuerzas de trabajo


individuales dentro de la totalidad imprecisa pero estructurada del
sujeto de trabajo social global. Las capacidades de producción se
organizaban espontáneamente en torno a un sistema que el sujeto
social había constituido lenta y minuciosamente, que repartía el trabajo
y que adjudicaba así a la operación realizada por cada una de ellas una
función cooperativa diferencial. Producir era cooperar ‒en el orbe
civilizado, en el territorio rural-citadino, en la ciudad y en el taller
individual‒, y la cooperación se regía por principios técnico-culturales
evidentes por sí mismos para el sujeto social en la medida en que, por
más mediados que fueran, eran creaciones suyas. El medio de
producción ‒la tierra y los instrumentos‒ se acoplaba al sistema de
capacidades productivas del sujeto a manera de plasmación material de
una imagen que reflejaba a ese sistema pero ampliado indefinidamente
sobre un horizonte abierto de efectividades posibles. Si la cooperación
era el modo de existencia del sujeto de trabajo, la forma particular de
esta cooperación determinaba la estructura tecnológica del medio de
producción. Entre sujeto y objeto de trabajo existía también una
copertenencia profunda; si se juntaban en el proceso productivo era
debido a su afinidad técnico-cultural.
La subsunción formal del trabajo al capital afecta fundamentalmente,
primero, a la existencia cooperativa de la fuerza de trabajo y, después,
a la relación de afinidad entre ésta y la efectividad técnica del medio de
producción. Si distintas fuerzas de trabajo cooperan sobre unos medios
de producción, la necesidad técnica que los reúne ahora no rige por sí
misma sino sólo en tanto que se halla mediada por la necesidad del
productivismo capitalista. El trabajador, el sujeto cooperativo, no tiene
ya su sujetidad en sí mismo, sino fuera de sí; en la “voluntad” de
autovalorización del capital que está al cuidado del capitalista. De ser
actor, el sujeto pasa a ser espectador de su sujetidad; no tiene ya
ningún lazo de interioridad con lo que él mismo hace. Su existencia
colectiva en la cooperación la experimenta únicamente como el efecto
de una compulsión unificadora que le es ajena. Esta desarticulación del
sujeto trabajador deriva necesariamente en una desarticulación de su
relación técnica con el medio de producción; éste le es ajeno no sólo
porque ahora es propiedad del capitalista, sino porque su efectividad
técnica requiere un tipo de acción cooperativa que él ya no está en
capacidad de desplegar.

144
EL DISCURSO CRÍTICO DE MARX

Subsunción real de la producción / consumo al capital


La subsunción formal prepara el aparecimiento de la subsunción real
del trabajo al capital en la medida en que, a] elimina el fundamento
sujetivo de la existencia cooperativa del trabajador al supeditarla a una
necesidad cósica, la necesidad que tiene el capital, para valorizarse, de
ser invertido como capital variable en el mercado de trabajo, de
adquirir la forma real de un conjunto efectivo de fuerzas de trabajo
individuales y b] invalida la afinidad técnico-cultural entre sujeto y
objeto de trabajo al supeditarla a la pura coincidencia de ambos como
figuras reales de las dos partes complementarias de un mismo capital.
Es una crisis técnica ‒del sujeto (de la cooperación entre fuerzas de
trabajo) y del objeto (de la efectividad de los medios de producción)‒
la que, como resultado de la subsunción formal, reclama el surgimiento
de un nuevo tipo de cooperación laboral, de un nuevo tipo de medios
de producción y, en general, de un nuevo tipo de estructura tecno-
lógica, capaz de permitir una sintetización de las fuerzas productivas
que esté de acuerdo con el productivismo capitalista y no en resistencia
a él. La subsunción real se presenta, así, como la penetración hasta la
misma substancia técnico-cultural del proceso social de producción/
consumo del modo capitalista de la conjunción entre sujeto y objeto de
trabajo.

La cooperación capitalista ‒relación cosificada o mediante nexos en


exterioridad‒ y, la conjunción capitalista del trabajador con el medio de
producción ‒relación de indiferencia técnico-cultural‒ constituyen el
núcleo de determinación a partir del cual tiene lugar históricamente el
revolucionamiento moderno de toda la estructura tecnológica del
proceso de producción/consumo y la reconstrucción de las fuerzas
productivas con una forma capitalista real o substancializada. La
revolución industrial que originalmente viene a potenciar la estructura
tecnológica de la manufactura capitalista, y que a partir de entonces se
repite periódicamente en un proceso ascendente, se convierte en el
fundamento de una historia del proceso de reproducción social en la
que el sujeto como un todo desarticulado pero disciplinado se
“perfecciona” cada vez más y la extrañeza entre él y las condiciones
objetivas de su vida se acentúan crecientemente.

145
Bolívar Echeverría

Con la subsunción formal, la necesidad capitalista de crear tiempo de


plusvalor se hallaba encerrada dentro de fronteras infranqueables. No
podía cumplirse más allá de lo que permitía la elasticidad extensiva e
intensiva de la magnitud del tiempo de trabajo, elasticidad que se halla
siempre limitada en términos tanto físicos como culturales. Sin
embargo, la subsunción formal planteó también claramente las
posibilidades del cumplimiento libre de esa necesidad de crear tiempo
de plustrabajo, indicó el lugar y la dirección en que debía iniciarse la
subsunción real. La ventaja que tenía en la competencia el capitalista
cuyo proceso productivo estaba favorecido por una productividad
extraordinariamente alta debida a causas naturales podía ser reducida
e incluso eliminada por otro capitalista si hacía intervenir dos causas
artificiales:

1] la racionalización abstracta del proceso de trabajo y


2] la introducción de fuerzas de trabajo más baratas que las
espontáneamente disponibles. La productividad podía incremen-
tarse considerablemente si las técnicas productivas tradicionales,
desarrolladas por el trabajador para mantener un cierto grado de
disfrute durante el tiempo de trabajo, eran sustituidas por otras
cuyo único efecto consistiese en el consumo productivo de los
medios de producción.

Por otro lado, el gasto en mano de obra podía reducirse también


considerablemente si era posible emplear trabajadores con fuerza de
trabajo de valor inferior al vigente, es decir, que necesitaran menos
satisfactores o satisfactores más baratos. Realizada primero como
desarrollo capitalista de la manufactura y después como transformación
de la industria manufacturera en industria maquinizada, la subsunción
real del proceso de reproducción al proceso de acumulación llegó para
substancializar o convertir en reales (en inherentes a la estructura
técnica del proceso de reproducción) tanto la tendencia o la raciona-
lización abstracta de su funcionamiento como la tendencia a la
reducción del valor de la fuerza de trabajo. La competencia feroz de los
capitalistas entre sí por ser los pioneros del progreso, los introductores
de cada vez nuevas racionalizaciones abstractas del proceso productivo
‒innovaciones en los procedimientos y los instrumentos de trabajo‒, no
persigue únicamente, mediante el incremento de la productividad, el fin

146
EL DISCURSO CRÍTICO DE MARX

coyuntural de alcanzar una ganancia extraordinaria, sino la meta


general, oculta para ellos en lo individual, de abatir periódicamente el
valor de la fuerza de trabajo y reducir de esta manera la parte del valor
producido por el trabajador que, destinada a pagar el salario, no puede
convertirse en ganancia.

La reproducción del trabajador


Mantenerse en vida es para el trabajador mantener, mediante la
reproducción periódica de una suma de valor determinada, el funciona-
miento de un proceso privado de reproducción humana: es mantenerse
en calidad de propietario privado, es decir, realizarse como agente
exclusivo de este doble proceso, “abstracto” y “concreto”, de
reproducción. Carente de medios de producción, este proceso genera
un producto ‒el “objeto” fuerza de trabajo‒ que tiene la peculiaridad
de no resultar, como todos, de la producción sino del consumo: es el
efecto de la actividad con la que el trabajador restaura y disfruta su
propia humanidad. Si el capitalista es el propietario privado que tiene el
monopolio de los medios necesarios para la producción de todos los
objetos mercantiles, el trabajador es el propietario privado que tiene el
“monopolio” de la “producción” de la mercancía fuerza de trabajo. Los
medios de subsistencia no se convierten por sí solos en fuerza de
trabajo. El trabajador, al consumirlos “improductivamente”, es quien los
convierte en ese “objeto” sui generis. El trabajador no tiene que
mantener el funcionamiento de ningún proceso de producción que le
sea propio; lo único que debe mantener en funcionamiento es su
proceso de consumo. ¿Cuáles son los bienes que el trabajador necesita
para mantener el funcionamiento del proceso concreto de reproducción
cuyo agente exclusivo es él? ¿En qué medida los necesita? ¿Cuál es su
valor y, por tanto, el de la fuerza de trabajo sustentada por ellos?
¿Cuánto valor debería el trabajador exigir del capitalista en calidad de
salario? Como es evidente, ni la composición cualitativa ni el nivel
cuantitativo ni, por tanto, el valor de ese conjunto de bienes pueden
fijarse en general. Determinados bienes que en una situación histórico-
cultural son necesarios para el trabajador, en otra no lo son o lo son
pero en diferente medida. Sin embargo, aunque el valor que debería
tener la fuerza de trabajo como mercancía puede variar considerable-
mente de una situación a otra, en cada una de estas situaciones posee
una magnitud que se mantiene dentro de ciertos márgenes de vigencia
147
Bolívar Echeverría

incuestionable. El límite mínimo hasta el cual puede contraerse el


conjunto elástico de necesidades que el trabajador debe satisfacer para
mantener en funcionamiento su proceso privado de reproducción está
demarcado por el uso social en cada situación histórico-natural
concreta. Es aquel límite por debajo del cual el sujeto social,
resocializado cosificadamente bajo la forma de nación estatal por la
dinámica histórica del capital, considera que la existencia de sus
individuos sociales deja de ser compatible con la dignidad humana.
Pero la nación del Estado es siempre una versión disminuida del sujeto
social. Carente de vigencia política real, éste puede llegar a ser
refuncionalizado de tal manera por la empresa estatal del capital que
su noción histórico-cultural de dignidad humana, al nacionalizarse,
puede rebajarse hasta coincidir con la de dignidad biológica a secas.
El uso social que demarca la figura concreta y el límite cuantitativo
mínimos del conjunto de necesidades de reproducción del trabajador es
un campo de enfrentamiento. En él luchan dos tendencias contra-
puestas, por un lado, la del sujeto social, desmembrado pero atenido
idealmente a una noción cultural concreta, paseísta o futurista, de
dignidad humana; por otro, la tendencia de la socialización mercantil
capitalista, que define en la práctica al ser humano como pura y simple
fuerza de trabajo. Después de la destrucción de su socialidad
precapitalista, el sujeto social guarda como último refugio de su
dignidad humana una ruina cultural, la existencia en familia. El proceso
de reproducción privado cuyo funcionamiento debe mantener el
trabajador es, para éste, el de su unidad familiar. Las necesidades que
él pretende satisfacer con su salario (durante todo el tiempo que dura
su edad productiva) son las de la vida no sólo física sino también
cultural de todo un conjunto de personas que se organiza en torno a él.
El valor mínimo de la fuerza de trabajo que vende al capitalista sólo
puede ser, para él, el que corresponde a todos los bienes capaces de
satisfacer ese cúmulo complejo de necesidades. Desde la perspectiva
de la socialización capitalista, la estipulación de este valor es
completamente diferente y las pretensiones del sujeto son siempre
exageradas. Según ella, el resguardo de la dignidad humana no
requiere ni de la existencia del trabajador en el seno de una familia
compleja ni de la potenciación cultural de las necesidades físicas; el
valor mínimo de la fuerza de trabajo es el de los bienes necesarios para
la reproducción física adecuada del trabajador como individuo aislado.

148
EL DISCURSO CRÍTICO DE MARX

El uso social demarca, así, el límite mínimo del valor de la fuerza de


trabajo ubicándolo entre estas dos propuestas diferentes. Lo que
decide en cada caso el sitio de esta demarcación es la capacidad del
trabajador de superar, mediante su propia organización, la desventaja
en que se encuentra ante el capitalista debida al hecho de que sus
miembros individuales, amenazados por la desocupación, compiten
unos con otros en la oferta de fuerza de trabajo más barata.

Clasificación del plusvalor relativo


El carácter elástico de la magnitud del valor de la mercancía fuerza de
trabajo es el hecho a través del cual la subsunción real de la
reproducción social a la acumulación capitalista introduce el tiempo
relativo del plustrabajo en la jornada del trabajador. Si el conjunto de
las necesidades del trabajador es modificable y si los bienes capaces de
satisfacerlas le sirven a él sólo para el uso o consumo y no para el
intercambio, el modo capitalista de producción/consumo tiene ante sí
dos posibilidades diferentes pero complementarias de provocar el
abaratamiento de la mercancía fuerza de trabajo y, consecuentemente,
de ampliar dentro de la jornada laboral el tiempo de plustrabajo a
expensas del tiempo de trabajo necesario, es decir, de elevar
relativamente el grado de explotación de la fuerza de trabajo o la tasa
del plusvalor. De una parte, puede motivar la reducción de la calidad o
la magnitud del conjunto de necesidades del trabajador. De otra, puede
fomentar el abaratamiento de los bienes necesarios para la satisfacción
de esas necesidades.
Supongamos un ciclo productivo (Figura V, Situación I) en el que el
trabajador, en una jornada de 18 horas, produce 24 unidades de
producto y, al mismo tiempo, conserva 18 unidades de valor (de los
medios de producción) y produce 8 unidades de valor de las cuales 6
(producidas en 6 horas) son valor necesario y 2 (producidas en 2
horas) son valor excedente o plusvalor. En este ciclo, el valor de la
fuerza de trabajo es de 6 unidades de valor porque el trabajador
necesita, para reproducirse adecuadamente, 6 unidades de producto
(que valen 6 unidades de valor). Supongamos ahora otro ciclo
reproductivo (Situación II), que venga a continuación del anterior y que
sea similar a él en todo menos en el grado de consuntividad de su fase
consuntiva.

149
Bolívar Echeverría

Supongamos que éste ha descendido en 33%; que el trabajador ha


pasado a necesitar no 6 sino 4 unidades de producto para
reproducirse: que ha reducido cualitativa y/o cuantitativamente sus
necesidades. Para producir el valor (4 unidades) de estos bienes, es
decir el valor de su fuerza de trabajo, necesita sólo 4 horas de trabajo
y no 6 como antes. Como su jornada sigue siendo de 8 horas, la
diferencia relativa entre el tiempo de trabajo necesario y el tiempo de
plustrabajo se ha modificado dentro de ella: ha aumentado relativa-
mente el segundo a expensas del primero. El plusvalor relativo (2
unidades de valor) que resulta de esta modificación es directo por
cuanto proviene de una reducción del valor de la fuerza de trabajo que
no depende de ninguna otra variación de valor intermedia en el mundo
mercantil.

Figura V
Plusvalor relativo directo

150
EL DISCURSO CRÍTICO DE MARX

Plusvalor relativo indirecto


Cuando de un ciclo (o conjunto de ciclos) de producción/consumo a otro
la restauración del trabajador pasa a realizarse mediante el consumo del
mismo conjunto de bienes pero en condiciones tales que resulta menos
costoso que el consumido anteriormente, el abaratamiento de la
mercancía fuerza de trabajo es un abaratamiento indirecto y el plus-
trabajo que se añade al que ya era explotado por el capitalista constituye
la substancia de un plusvalor relativo indirecto. La fuerza de trabajo ha
reducido su participación dentro de la composición del valor de la
mercancía productiva en la empresa capitalista, pero esta disminución de
su valor no se debe, como en el caso anterior, a una reducción del valor
de uso del conjunto de bienes que reproducen al trabajador, sino a la
reducción del valor de los mismos, a su abaratamiento. De un ciclo a
otro, el proceso de trabajo se ha vuelto más productivo; el mismo
conjunto de bienes se produce ahora con un gasto menor de tiempo de
trabajo y es esta disminución de su valor la que se transmite a la
mercancía fuerza de trabajo.
Supongamos un ciclo productivo (Figura VI, Situación I) en el que el
trabajador (compuesto por 10 trabajadores individuales), al mismo
tiempo que, en una jornada de 8 horas, produce 240 unidades de
producto y conserva 160 unidades de valor (de los medios de
producción), genera 80 unidades de valor, de las cuales 60 (producidas
en 6 horas) son valor necesario y 20 (producidas en 2 horas) son valor
excedente o plusvalor. En este ciclo, el valor de la fuerza de trabajo es
de 60 unidades porque ése también es el valor de las 60 unidades de
producto que el trabajador necesita para reproducirse adecuadamente.
Supongamos ahora un ciclo reproductivo (Situación II) que siga al
anterior y que sea similar a él en todo menos en el grado de
productividad de su fase productiva. Supongamos que éste ha ascendido
en 50%; que el proceso de trabajo ‒debido al perfeccionamiento sea de
su factor-objeto o de su factor-sujeto‒ produce ahora durante las 8
horas no 240 sino 360 unidades de producto (o, lo que es lo mismo,
consume productivamente medios de producción con un valor, que se
conserva, de 240 unidades y no 160). En estas condiciones, el valor de
cada unidad del producto se reduce de 1 unidad de valor a 0.9 de unidad
de valor y, consecuentemente, el valor de las 60 unidades de producto
que el trabajador necesita para reproducirse se reduce también de 60
unidades de valor a 53.3. Abaratados los medios de su reproducción, el
151
Bolívar Echeverría

trabajador ve también abaratada indirectamente su fuerza de trabajo.


Para producir el valor que ella cuesta ahora no necesita ya 6 de las 8
horas de la jornada sino solamente 5 horas y 20 minutos. Los 40
minutos restantes, que antes pertenecían al tiempo de trabajo necesario
y que pasan ahora a engrosar el tiempo de plus trabajo, modifican,
dentro de una jornada que es invariable, la relación cuantitativa entre las
dos fracciones que la componen. Son la substancia de 6.6 unidades de
un plusvalor relativo que puede ser llamado indirecto por cuanto
proviene de una reducción del valor de la fuerza de trabajo dependiente
de una reducción previa del valor de las otras mercancías.

La presencia del plusvalor relativo indirecto se origina en el incremento


de la productividad del trabajo que aparece en el paso de un ciclo
reproductivo a otro. A su vez, el incremento de la productividad, la
capacidad de producir una masa “mejor” y/o mayor de satisfactores
durante un mismo tiempo de trabajo, depende del progreso en la
racionalización técnica del proceso productivo, entendida ésta como el
descubrimiento ‒logrado mediante la aplicación de los conocimientos
científicos‒ de posibilidades más eficaces de funcionamiento, sea del
factor-objeto o del factor-sujeto de dicho proceso. Si la racionalización
técnica descubre nuevos territorios de apropiación en la naturaleza
‒nuevos objetos de trabajo (fuentes de energía, yacimientos minerales
tierras de cultivo, etcétera)‒ o nuevos procedimientos de apropiación
productiva ‒nuevos instrumentos de trabajo‒, la productividad que se
incrementa gracias a ello es la del factor objetivo del proceso de trabajo.
En el caso que hemos supuesto, la Situación II puede ser el resultado de
este tipo de incremento de la productividad del trabajo: nuevos medios
de producción “se dejan” consumir productivamente en menos tiempo
de operación por una misma fuerza de trabajo. Pero esa misma situación
puede también provenir de un progreso de la racionalización técnica
menos espectacular pero igualmente efectivo; de un descubrimiento de
nuevos y más eficaces procedimientos de organización cooperativa de la
fuerza de trabajo (“fordismo”, “taylorismo”). La productividad incremen-
tada que caracteriza a la Situación II puede corresponder al factor
sujetivo del proceso de trabajo: las 10 fuerzas de trabajo que con el
esquema cooperativo de la Situación I sólo conservan 160 unidades de
valor (de los medios de producción) serían las que, con el esquema
cooperativo perfeccionado de la Situación II, llegan a conservar 240
unidades.

152
EL DISCURSO CRÍTICO DE MARX

Figura VI
Plusvalor relativo indirecto

Disminución indirecta del V de Ft: 10%

El plusvalor suplementario y la sobre-explotación


Todos los cuatro procedimientos básicos de creación de tiempo de
plustrabajo se combinan ‒de manera diferente en cada caso‒ para
lograr un único efecto, elevar al máximo posible el grado de
explotación de la fuerza de trabajo y su expresión, la tasa del plusvalor
(p/v). Esta, sin embargo, no puede elevarse más allá de ciertos límites
sin romper con el principio mercantil en general del intercambio de
equivalentes, principio que sostiene en la práctica la posibilidad misma
de la relación social capitalista.

153
Bolívar Echeverría

El trabajador alquila al capitalista un “objeto” que es su propiedad ‒la


fuerza de trabajo‒; por tanto, el capitalista, después de usarlo, tiene
que devolvérselo. Si lo devolviera sólo en parte o deteriorado, el
capitalista, en el intercambio, estaría tomando más de lo que da,
despojaría al trabajador de parte de su propiedad privada. Igualmente,
si el salario que recibe por el alquiler de su fuerza de trabajo no le
alcanzara al trabajador para pagar los costos de restauración de la
misma, el capitalista, en el intercambio, estaría dando menos de lo que
recibe, robaría al trabajador una parte del valor que le corresponde.
Aunque la vigencia de esta sobre-explotación del trabajador no es
estructuralmente indispensable para el funcionamiento del capitalismo,
ella es un hecho históricamente necesario, que acompaña a la
explotación propiamente capitalista en todas aquellas circunstancias en
las que el trabajador no está en capacidad de defender sus derechos
como propietario privado, es decir, como socio de la empresa estatal
que fomenta la reproducción de una riqueza nacional.
La única manera de distinguir el punto a partir del cual la tasa de
plusvalor expresa la presencia de un plusvalor espurio o suplementario
junto al plusvalor “legal”, es decir, el límite más allá del cual la
explotación capitalista se agudiza hasta implicar una sobre-explotación
o un despojo directo del trabajador, es mediante el análisis de la
complejidad que caracteriza al proceso de reproducción de la fuerza de
trabajo.
La fuerza de trabajo sólo existe en la medida en que existe el
trabajador. Ella es sólo un elemento del conjunto de capacidades
vitales de éste, y su existencia depende del hecho de que este conjunto
de capacidades se encuentra mantenido por la satisfacción de un
conjunto correspondiente de necesidades vitales. Este conjunto, por su
parte, se compone mínimamente de las necesidades de habitación,
vestido y sustento que tiene toda una unidad familiar elemental. Para
que se reproduzca la fuerza de trabajo es indispensable que su venta
como mercancía le aporte al trabajador el dinero suficiente para
mantener la vida de, al menos, dos individuos humanos durante todo el
tiempo de su existencia: la vida del individuo portador de la fuerza de
trabajo mercantificable y la vida de un compañero suyo, cuya fuerza de
trabajo no es mercantificable. De hecho, el individuo que debe vender
su fuerza de trabajo sólo puede hacerlo en la parte intermedia de su

154
EL DISCURSO CRÍTICO DE MARX

edad vital. En la parte inicial de ésta, su fuerza de trabajo se encuentra


apenas en proceso de formación y no es mercantificable; en la parte
final se encuentra en retiro, está ya en vías de agotarse y tampoco
puede ser mercantificada. En ambos periodos, el individuo tiene que
ser mantenido, sea por su padre o por su hijo, pues no puede ganarse
la vida. De hecho, pues, durante la parte intermedia de su edad vital, el
individuo debe ganar con la venta de su fuerza de trabajo tanto los
medios de subsistencia suyos y de su compañera ‒quien, sin
mercantificar su fuerza de trabajo, la gasta en la reproducción del
trabajador-familia‒ como los de sus padres en edad de retiro y los de
sus hijos en edad de formación: un equivalente de los medios de
subsistencia suyos y de su compañera correspondientes a toda la edad
vital de ambos.
Al cabo del periodo productivo de su vida, el individuo integrado en la
producción capitalista habrá entregado al capitalista toda su fuerza de
trabajo a cambio de todos los medios de subsistencia consumidos por
el trabajador concreto al que pertenece. Sin embargo, el intercambio
total de fuerza de trabajo por medios de subsistencia no se realiza en
un solo acto; es un proceso que tiene lugar en miles de actos parciales.
Esto sucede así porque el trabajador no cumple la reproducción de su
fuerza de trabajo en un solo ciclo de 45 años, sino en miles de ciclos
diarios. En cada jornada de trabajo, el trabajador sólo puede entregar
al capitalista una fracción de su fuerza de trabajo total: aquella fracción
que es restaurable cotidianamente, disminuida sólo en mínima parte
por su envejecimiento o desgaste natural. Igualmente, el capitalista
sólo tiene que entregar al trabajador en cada jornada aquella parte del
total de los medios de subsistencia que corresponde a la fracción de la
fuerza de trabajo que recibe. Día a día, una fracción de la fuerza de
trabajo total es dada a cambio de la fracción respectiva de la suma
total de medios de subsistencia.
El fraccionamiento del intercambio entre fuerza de trabajo y medios de
subsistencia es el hecho que permite la aparición de la sobre-
explotación del trabajador y la generación del plusvalor suplementario.
Si, por un lado, el capitalista paga al trabajador menos de lo que éste
necesita día a día para restaurar su fuerza de trabajo, o si, por otro
lado, gasta de ella más de lo que es restaurable día a día, el consumo
de la misma deja de implicar solamente una disminución, desgate o
envejecimiento naturales del trabajador y pasa a ser una destrucción
155
Bolívar Echeverría

paulatina del mismo. Si la fuerza de trabajo se desgasta en cada


jornada de trabajo más allá de los límites social-naturales establecidos,
el trabajador deja de estar en condiciones de consumir adecuadamente
sus medios de subsistencia en el periodo de restauración y disfrute de
su día vital, y deja por tanto de reproducir adecuadamente su humanidad.
Igualmente, si el trabajador no dispone de los medios de subsistencia
requeridos, en la medida social-natural establecida, la restauración de
su fuerza de trabajo obliga al sacrificio de la satisfacción de otras
necesidades e implica también una reproducción defectuosa de su
existencia como ser humano. Mirada en su aspecto cuantificable, la
presencia de esta sobre-explotación del trabajador resulta aproximada-
mente detectable cuando se trata de la primera de sus dos modalidades;
el desgaste cotidiano excesivo de la fuerza de trabajo. En este caso, el
consumo que el capitalista hace de la magnitud total de la fuerza de
trabajo se cumple en un lapso de tiempo menor que la duración de la
edad activa del individuo productor. La parte final de este periodo pasa
a sumarse, o a sustituir (como sucede generalmente, pues la duración
de la vida se acorta), al resto no activo de la vida del trabajador. Es un
tiempo que éste debe vivir carente de la fuerza de trabajo correspon-
diente, es decir, privado de la mercancía cuya venta debería
garantizarle la adquisición de sus medios de subsistencia. Cuando se
trata de la segunda modalidad del plusvalor suplementario ‒aquella
que se debe a la insuficiencia del salario respecto de las necesidades
del trabajador‒, su presencia cuantitativa resulta más borrosa. Dada la
elasticidad del conjunto de las necesidades del trabajador, la
insatisfacción de éstas parece inaprehensible si no conlleva efectos
extremos como desnutrición, analfabetismo, enfermedad, etcétera. No
lo es del todo, sin embargo.
Cuando el plusvalor que extrae el capitalista es del tipo relativo
indirecto, el abaratamiento de los satisfactores requeridos por el
trabajador puede implicar sea el mantenimiento del conjunto de
necesidades o una modificación “insubstancial” del mismo; las
necesidades establecidas pueden pasar a ser satisfechas con bienes
más baratos o pueden ser sustituidas por otras “equiparables” pero que
aceptan satisfactores menos costosos. De ser así, se presentaría el
caso “clásico”, la tasa de plusvalor seguiría expresando un determinado
grado “normal” de explotación de la fuerza de trabajo. El salario del
trabajador le permitiría reproducirse “plenamente”.

156
EL DISCURSO CRÍTICO DE MARX

Pero si el abaratamiento de los satisfactores implica una modificación


del conjunto establecido de necesidades según la cual éstas pasan a
ser satisfechas defectuosamente o alguna de ellas es suprimida, lo que
se presenta es un caso “anómalo”, la tasa del plusvalor pasa a expresar
un determinado grado de sobre-explotación o de despojo espurio de la
fuerza de trabajo. El salario le impide al trabajador reproducirse
“plenamente”. Día a día, el “objeto” fuerza de trabajo que él, su
propietario, ha (re-)producido, vuelve a ser entregado en alquiler al
capitalista, pero exageradamente deteriorado y disminuido.
Muchas son las necesidades cualitativas de la vida del trabajador
‒necesidades que tienen que ver con la totalidad cultural de un sistema
concreto de reproducción social‒ que son sacrificadas en la historia del
“progreso” y la “modernización” capitalistas con el fin de abaratar la
mercancía fuerza de trabajo. Por ejemplo, si el conjunto de
necesidades del trabajador incluía la de la fuerza de trabajo de la
madre de familia, la eliminación de su satisfacción implica una
reproducción defectuosa de la unidad familiar. Ningún otro satisfactor
que pueda adquirirse con el salario multiplicado del padre y la madre
puede despertar una necesidad capaz de sustituir a la que fue
clausurada. Suspendida de hecho, sin ser superada realmente,
permanece como necesidad insatisfecha, como mutilación de la
existencia del trabajador.33
Trátese de un desgaste cotidiano excesivo o de una restauración
cotidiana insuficiente, la sobrexplotación que el capital hace del
trabajador, y que da lugar al plusvalor suplementario, implica el pago
de un salario inferior al valor de la mercancía fuerza de trabajo. Es
decir, implica la disminución cualitativa o total de la reproducción del
trabajador por debajo del nivel aceptado en términos histórico-
culturales como propiamente humano.

33
La mercantificación necesaria de la fuerza de trabajo femenina no puede implicar un
proceso de liberación de la mujer si, como acontece ineludiblemente en el capitalismo, el
núcleo en el que adquiere substancia la socialización mercantil sigue siendo ‒aunque
monstruosamente empobrecida‒ la unidad familiar.
157
Bolívar Echeverría

La ganancia extraordinaria
Aparte del criterio que permite clasificar al plusvalor de acuerdo al
modo en que tiene lugar la inclusión, dentro de la jornada de trabajo,
del tiempo de plustrabajo en que él se origina, es posible establecer un
criterio de clasificación diferente, que hace referencia al destino que
tiene el plusvalor cuando se reparte como ingreso de los dos distintos
tipos de propietarios de medios de producción que coexisten necesaria-
mente en la explotación capitalista de la riqueza: los capitalistas y los
señores. Se trata de un criterio que toma en cuenta el modo en que la
substancia del plusvalor se convierte en el contenido de una parte ‒la
ganancia‒ del valor de cambio o precio de la mercancía-capital. En la
producción de la riqueza social en su forma natural de existencia
intervienen tres elementos diferentes: uno puramente humano, el
trabajo vivo (o fuerza de trabajo en acción); uno puramente natural, el
objeto de trabajo; y uno humano y natural a la vez el instrumento de
trabajo (trabajo objetivado y naturaleza transformada). A diferencia de
esto, en la producción de la riqueza social en su forma de existencia
social-comercial, como valor, intervienen solamente la fuerza de
trabajo, en tanto que capacidad de constitución (creación y
transmisión) de valor, y el instrumento de trabajo, en tanto que valor
constituido (trabajo objetivado). El factor-sujeto del proceso de
producción es la fuerza de trabajo y el factor-objeto son los medios de
producción, el instrumento de trabajo y el objeto de trabajo. El primero
de éstos es un objeto producido, que existe en virtud de un trabajo
previo, mientras que el segundo es un objeto no producido, que existe
espontáneamente.
La productividad del proceso de trabajo, su capacidad de generar una
cierta masa de producto, depende, por una parte, de la destreza del
factor-sujeto y, por otra, de la efectividad del factor-objeto; ésta, a su
vez, depende tanto de la capacidad técnica del instrumento de trabajo
como de la disponibilidad natural del objeto de trabajo.
Estas tres determinantes de la productividad del trabajo, combinadas
entre sí de innumerables maneras en los distintos lugares y en los
distintos momentos de la producción social, dan resultados necesaria-
mente desiguales. Cuando la socialidad de la vida productiva /
consuntiva es una socialidad mercantil, esta desigualdad favorece a
unos propietarios privados y desfavorece a otros durante el proceso

158
EL DISCURSO CRÍTICO DE MARX

que convierte a los distintos quanta de substancia de valor (tiempos de


trabajo privadamente necesario) en los contenidos de los valores de
cambio, es decir, en los valores (tiempos de trabajo socialmente
necesario) correspondientes a las distintas mercancías.
Los productores cuya productividad es mayor que la media social
‒debido a que su destreza, la capacidad de sus instrumentos o la
disponibilidad de sus materias primas es extraordinariamente positiva‒
se apropian de una ganancia, reciben por su producto más de lo que
les cuesta producirlo. Los productores cuya productividad es menor que
la media social ‒debido a que alguna de las determinantes de la misma
es en su caso menos que ordinariamente positiva‒ sufren una pérdida;
reciben por su producto menos de lo que les cuesta producirlo.
Mientras los primeros protegen la causa de su superioridad productiva
monopolizándola, impidiendo que actúe de manera generalizada en la
producción social, todos los demás productores ‒los interesados en
pertenecer a la clase de los favorecidos, y los amenazados de expulsión
por la competencia‒ tienen que empeñarse en adoptar o inventar
mejoras sea para su fuerza de trabajo o para sus medios de
producción.
En la lucha que resulta de esta tendencia general a alcanzar grados
cada vez más altos de productividad, el conjunto de los propietarios
privados se clasifica en dos grupos netamente diferentes, uno,
mayoritario, compuesto por los burgueses propiamente dichos, que
sólo pueden incrementar su producción mediante un gasto mayor de
trabajo (vivo u objetivado), y otro, minoritario, compuesto por los
señores, que disponen de una fuente de productividad extraordinaria
en virtud del dominio que tienen sobre determinados medios de
producción no producidos.
La clase de los propietarios señoriales no consta únicamente de
aquellos domini antiguos que, por, herencia o por conquista, tienen
derecho a monopolizar el acceso a territorios naturales especialmente
favorables para la producción (fértiles o cercanos al mercado, dotados
de fuentes de energía o de minerales, etcétera). A ella pertenecen
también los domini modernos, los que monopolizan, durante una serie
más o menos prolongada de ciclos productivos, la utilización de medios
de producción técnicamente nuevos o perfeccionados.

159
Bolívar Echeverría

El ideal del propietario burgués es convertirse en propietario señorial,


ideal que alcanza cuando, en lugar de descubrir, conquistar y dominar,
como los viejos señores, una terra nova geográfica, descubre en la
naturaleza (con ayuda de la ciencia moderna) una terra nova físico-
química, la conquista tecnológicamente y pone su dominio sobre ella.
El burgués que introduce una innovación tecnológica potenciadora de
la productividad se duplica funcionalmente y pasa a ser burgués y
señor al mismo tiempo; esto sucede en virtud de la diferencia que
existe entre la producción de la riqueza en su forma social-natural o
como valor de uso y la producción de la misma en su forma social-
comercial o como puro valor. En tanto que burgués, los frutos de esa
innovación tecnológica sólo pueden pertenecerle en la medida en que
existen en términos de valor, como compensación del gasto de trabajo
(vivo u objetivado) que ella implicó para él. En tanto que señor, sin
embargo, él se apropia también de aquella parte de esos frutos que es
entregada espontáneamente, gratuitamente, sin gasto de trabajo
alguno, por la naturaleza. Este valor de uso sin valor es el que este
señor burgués introduce en el mercado para que, al recibir allí un
determinado valor de cambio (precio), constituya su ganancia.
Cuando “producción” es sinónimo de “constitución de valor” (Wert-
bildung), la innovación tecnológica ‒consista ella en el descubrimiento
y conquista de un nuevo instrumento, de un nuevo objeto de trabajo o
de la unidad de ambos‒34 es un medio de producción no producido, tal
como lo es la fertilidad de la tierra del señor. La propiedad señorial de
esta innovación es la que confiere una productividad extraordinaria al
trabajo de su propietario, la que le permite competir con ventaja en el
mercado de un cierto tipo de mercancías y la que es, así, el
fundamento de su ganancia. Mientras en términos mercantil-simples la
existencia de procesos de trabajo dotados de una productividad
extraordinaria es la causa de que los propietarios de esos procesos
salgan del mercado favorecidos con una ganancia, en general, en
términos mercantil-capitalistas, el mismo hecho es causa de que esos

34
A partir de un cierto grado de complejidad técnica del proceso productivo, el instrumento
de trabajo se convierte en acceso exclusivo a una dimensión de la naturaleza y al objeto de
trabajo que se encuentra en ella. Si el burgués logra proteger monopólicamente la
tecnología necesaria para la producción de ese instrumento, el objeto natural que es
posible localizar y transformar con él queda en calidad de territorio que le pertenece
exclusivamente y que él puede explotar como productor o alquilar como rentista para que
otro productor lo explote.
160
EL DISCURSO CRÍTICO DE MARX

propietarios se hagan en el mercado de una ganancia extraordinaria o


renta capitalista.
En la sociedad capitalista, el dominio sobre los medios de producción se
encuentra monopolizado por aquellos propietarios privados, los
capitalistas, que disponen de una determinada cantidad mínima de
valor mercantil. Los propietarios privados trabajadores, que no
disponen de este valor “previamente acumulado” y que necesitan de
los medios de producción para producir sus medios de subsistencia,
deben “pagar” a los capitalistas por el acceso a los mismos. Deben
producir, además del “producto necesario” ‒cuyo valor repone el de los
medios de producción gastados (c) y representa el de sus medios de
subsistencia (v’)‒, un “plusproducto” cuyo valor (el plusvalor) es
justamente el contenido de ese “pago”. La ganancia de los capitalistas
es lo que ellos “cobran” a los trabajadores por el uso que éstos hacen
de sus medios de producción. 35 La ganancia es una parte constitutiva
del precio de toda mercancía capital. La clase de los capitalistas no se
divide, pues entre los que perciben una ganancia y los que no lo hacen,
sino entre aquellos cuya ganancia implica una tasa media o normal de
incremento de su capital invertido y aquellos cuya ganancia implica un
incremento de su capital inferior o superior a la tasa media o normal.
Los capitalistas que logran una ganancia extraordinaria, es decir,
aquellos cuyo capital se valoriza con una tasa superior a la media, sólo
pueden ocupar esta situación privilegiada en virtud de que tienen,
pasajera o permanentemente, un acceso monopólico a por lo menos
una de las tres fuentes de productividad extraordinariamente elevada:
1] una fuerza de trabajo de destreza superior en la población nacional
delimitada por su Estado; 2] un método técnico inédito que convierte a
sus instrumentos de trabajo en excepcionalmente efectivos frente al
objeto de trabajo y 3] un objeto de trabajo (energía, tierra de cultivo,
yacimientos minerales) excepcionalmente abundante. En la “sociedad
comercial”, sea simple o capitalista, la característica de ser producto
dotado de valor es necesaria para la existencia social de un objeto.
Todo aquello que no ha sido producido (la parte natural del
instrumento y todo el objeto de trabajo) y que no tiene, por tanto, en
35
En última instancia, en comparación con el propietario desposeído que es todo trabajador,
el monopolio de los medios de producción haría de todo capitalista un propietario
"señorial". Sin embargo, ni siquiera en el caso de los puros propietarios de dinero-capital es
un verdadero señorío. Se trata de un privilegio precario, ya que depende de la actividad del
capitalista como agente de las distintas fases del ciclo de reproducción del capital.
161
Bolívar Echeverría

sí mismo, una determinada cantidad de substancia de valor, existe


únicamente en calidad de objeto natural. En este sentido, las tres
fuentes de productividad extraordinariamente elevada, en la medida en
que no son producidas por el capitalista ni adquiridas por él en el
mercado, constituyen fenómenos naturales, que existen espontánea-
mente; son factores productivos no producidos, carentes de valor.
La destreza o calificación extraordinaria de cierta fuerza de trabajo
disponible en un mercado local concreto, en el que los únicos que
pueden comprar son los capitalistas connacionales de los trabajadores
que la venden, es una característica social-natural de la misma,
generada en la historia concreta de una cultura material particular, que
no implica necesariamente una superioridad correspondiente de su
valor; esta fuerza de trabajo es más productiva que las otras, pero no
cuesta más que las otras, sus necesidades de reproducción no son
extraordinariamente mayores que las de éstas. Los capitalistas que la
adquieren y la ponen a trabajar aprovechan su productividad
extraordinaria pero no pagan por ella como sí tendrían que hacerlo
aquellos otros que la promovieran de alguna manera artificial o
producida en la fuerza de trabajo normal de que disponen.
Igualmente, la efectividad excepcional que pueden tener los
instrumentos de trabajo de ciertos capitalistas es una característica
técnico-natural que no implica necesariamente una superioridad
correspondiente del valor de los mismos. El surgimiento de esta
característica no es resultado del proceso productivo en su estrato de
valor, es decir, de una ampliación del capital constante de dichos
capitalistas (gastos en investigación e innovación tecnológica); en
términos mercantiles, esa ampliación debería reaparecer sin variar su
magnitud como parte del precio de la mercancía. La efectividad
excepcional es resultado del proceso productivo en su forma social-
natural; provocada por el ser humano, es un fruto de la naturaleza, es
la entrega que la misma naturaleza hace de una nueva dimensión de
su efectividad al trabajador científico-técnico que la descubre y utiliza.
Sin embargo, los capitalistas que la introducen en exclusividad en su
proceso de trabajo, al aprovecharse de la productividad extraordinaria
que ella trae consigo, se apropian de un valor que excede al que
pagaron por ella; un valor que los demás capitalistas sí tendrían que
pagar para lograr, con los métodos técnicos tradicionales, ese mismo
grado de productividad en sus procesos de trabajo.
162
EL DISCURSO CRÍTICO DE MARX

Lo mismo sucede con el acceso exclusivo o monopólico que pueden


tener ciertos capitalistas a la explotación de un objeto natural de
trabajo excepcionalmente abundante. Esta disponibilidad extra de la
naturaleza, que los demás capitalistas tendrían que producir o adquirir,
es una característica natural que no les cuesta nada, que incrementa la
productividad de su proceso de trabajo y que les permite hacerse en el
mercado de una ganancia extraordinaria.
Los capitalistas privilegiados por el dominio exclusivo o monopólico de
alguna de estas tres fuentes de productividad excepcional son
propiamente capitalistas sólo en la medida en que se apropian de la
ganancia en su magnitud social media; en la medida en que venden a
un determinado precio objetos que no tienen valor, y se apropian así
de una ganancia extraordinaria, son señores o domini modernos. La
diferencia entre estas dos funciones económicas se muestra claramente
en el hecho frecuente de su personificación en dos propietarios
privados independientes, el capitalista, por un lado, y el señor, por
otro. Cuando la extracción de una porción de la masa total de
substancia de valor en calidad de ganancia extraordinaria deja de ser
un fenómeno nuevo o exterior y, mediante una recomposición del valor
de todas las mercancías, pasa a ser integrada como un factor
permanente de la constitución del conjunto de los precios, esa
ganancia extraordinaria es propiamente una renta.

El plusvalor extraordinario
En principio, la ganancia extraordinaria no es otra cosa que una
determinada parte de la substancia de plusvalor introducida en la
circulación mercantil por los capitalistas cuya producción se cumple con
un grado medio o normal de productividad: aquella parte que estos
capitalistas no pueden realizar como ganancia suya debido a que es
realizada y extraída por los capitalistas que disponen de una
productividad excepcionalmente elevada.

163
Bolívar Echeverría

Figura VII
Plusvalor y ganancia extraordinarios

Trátese, por ejemplo, de un conjunto de cuatro procesos de producción


capitalista (A, B, Y y Z) con idéntico gasto de fuerza de trabajo (v = 4
unidades de valor) que debe producir 96 unidades de producto dotadas
igualmente de 96 unidades de valor (1 unidad de producto = 1 unidad
de valor), de las cuales 16 son unidades de plusvalor. Si uno de estos
procesos (Z), al incrementar en 25% su capital constante, resulta capaz
de producir y vender 32 unidades de producto en lugar de 24, como le
corresponde (33.3% más de la cuota normal), los demás procesos, en
lugar de vender 72 unidades de producto, sólo podrán vender 64 (21.3
cada uno). Así, mientras el primero sumará 8 unidades de plusvalor a
las 4 que son el contenido de su ganancia normal, los demás verán
mermadas, cada uno en 2.66, las unidades de plusvalor que les
corresponden. La pérdida relativa de la ganancia de éstos ‒reducida de
4 unidades de valor a 1.33‒ constituye la ganancia extraordinaria del
primero.
Dado este estado de cosas, si otro de los cuatro procesos (A) se vuelve
incapaz de producir 24 unidades de producto y, con una reducción de
25% de su capital constante, llega al extremo de sólo introducir 16 al
mercado (33% menos de la cuota normal), los dos procesos restantes
(B y Y), al ocupar la zona del mercado desocupada por el proceso A,
podrán recobrar una zona igual a la que les fue arrebatada por el

164
EL DISCURSO CRÍTICO DE MARX

proceso Z. La quiebra económica del proceso A (cuyas unidades de


producto tienen una substancia de valor excesiva en términos sociales)
sería así, para los dos procesos normales, la causa de la restitución de
su ganancia media, y sería, para el proceso Z (cuyas unidades de
producto tienen una substancia de valor exigua en términos sociales),
la causa del mantenimiento de su ganancia extraordinaria. Sin
embargo, considerada en el terreno real de la historia moderna y
contemporánea, la ganancia extraordinaria de unos capitalistas no
proviene principalmente de la disminución de la ganancia media de los
demás capitalistas, sino la existencia efectiva de una substancia de
plusvalor extraordinario. Así como la productividad media del trabajo
social oculta diferencias de productividad particular que se ubican entre
dos extremos sumamente distantes uno de otro, así también la tasa
media de plusvalor oculta grados particulares sumamente diferentes de
explotación de la fuerza de trabajo. Todos los procesos particulares de
producción capitalista ‒y en especial los que están amenazados por la
quiebra‒ intentan conseguir el mayor rendimiento posible para su
capital variable: ubicar y adquirir en el mercado una fuerza de trabajo
de destreza máxima y de necesidades mínimas. Dado que la destreza
excepcionalmente mayor suele ir acompañada de necesidades de
consumo también más costosas que las normales, la búsqueda se
concentra hacia una fuerza de trabajo de destreza media pero
excepcionalmente barata. Esta mercancía existe, aunque su utilización
productiva es problemática debido a que sólo puede mantener esa
característica en la periferia del mercado global de trabajo. Los
capitalistas que la adquieren alcanzan una situación de privilegio que
difiere esencialmente de la que tienen los capitalistas favorecidos por la
productividad excepcionalmente elevada. Su ganancia extraordinaria no
proviene, como en este caso, de la venta de más unidades de producto
de las que le corresponde a un precio por unidad que es igual (o poco
menor) al establecido: no proviene de la extracción, convertida en
precio de su mercancía, de una cantidad de substancia de valor
superior a la que él introduce en la esfera de la circulación. Proviene,
por el contrario, dada la venta de la cantidad de producto que le
corresponde al precio establecido, de una conversión proporcional-
mente diferente de la normal de la substancia del valor producido
(v’+p) en salarios, por un lado, y en ganancia, por otro. La ganancia
extraordinaria de los capitalistas que, al disponer de fuerza de trabajo

165
Bolívar Echeverría

excepcionalmente barata, tienen en su producción una tasa de plus-


valor o un grado de explotación extraordinariamente elevado, no es
substancia de plusvalor normal “producida” por otros capitalistas y
transferida a ellos, sino substancia de plusvalor extraordinario
producida por “sus” trabajadores directamente para ellos y realizada y
apropiada por ellos a través del mercado.
La fundamentación de la ganancia extraordinaria en la explotación de
plusvalor extraordinario acontece por lo general, aunque no exclusiva-
mente, en aquellos procesos productivos que son incapaces de
competir con los otros en el plano de la productividad. Amenazados por
la quiebra, compensan los efectos negativos que la productividad
media y la extraordinariamente elevada tienen sobre el precio de sus
mercancías mediante el efecto positivo que una tasa de plusvalor
extraordinariamente elevada tiene sobre el monto relativo de su
ganancia.36
En el ejemplo anterior, si el proceso de producción A es capaz de
incrementar su tasa de plusvalor del nivel normal de 100% a un
extraordinario de 300% (si el valor de la fuerza de trabajo pagado con
el capital variable es de 2 unidades, que se producen en 2 horas de la
jornada), logra superar la situación de quiebra en que se encuentra: se
apropia de una ganancia que representa 2 unidades de valor (g’ =
14.3).
Lo que en términos normales sería una ganancia extraordinaria suya,
en los términos modificados por su baja productividad y por la
productividad alta del proceso Z se convierte en simple disminución de
su pérdida. El plusvalor extraordinario que él explota se transfiere al
proceso Z: constituye la mitad de la ganancia extraordinaria de éste.
En conclusión: aunque no exclusivamente, sí en gran parte, la ganancia
extraordinaria de los capitalistas domini que monopolizan una fuente
de productividad extraordinaria no es otra cosa que la substancia de un
plusvalor extraordinario producido por los trabajadores para otros
capitalistas, de la que se apropian ellos mediante el proceso mercantil
de la constitución de los precios.

36
La tasa extraordinariamente elevada de plusvalor no proviene siempre de la existencia
espontánea de fuerza de trabajo excepcionalmente barata. A menudo es lograda mediante
la sobre-explotación de la fuerza de trabajo; mediante la producción de plusvalor
suplementario.
166
EL DISCURSO CRÍTICO DE MARX

Ganancia extraordinaria e historia capitalista

Al continuarse en el tiempo, la reproducción capitalista de la riqueza


social constituye una dinámica histórica profunda y general que tanto
abre perspectivas como impone límites al acontecer histórico manifiesto
y concreto. El sentido de esta dinámica es el de un progreso, desarrollo
o avance en el fortalecimiento de la sociedad como entidad productiva.
Este progresismo capitalista, que marca indudablemente a toda la vida
moderna, sólo se instaura como sentido histórico efectivo en virtud de
la posibilidad que existe, para cada capitalista individual y para cada
conglomerado “individualizado” de capitalistas, primero, de lograr una
ganancia extraordinaria y, segundo, de hacerlo con mayor ventaja si el
procedimiento que emplea es el de incrementar la productividad de su
proceso de trabajo mediante innovaciones tecnológicas excepcionales y
exclusivamente suyas.
Desde este ángulo, la historia del progreso capitalista puede ser vista
como la sucesión de un sinnúmero de episodios más o menos
importantes, interconectados sincrónica y diacrónicamente, en los que
se dirime una y otra vez la lucha ‒-constitutiva de los múltiples
conglomerados nacionales de capital‒ en torno a la apropiación de la
ganancia extraordinaria en el mercado mundial.
Desde siempre, en la historia del capitalismo, el dominio monopolizador
de la tierra (suelo fértil, dotado de fuentes de energía o de minerales,
etcétera) ha obligado a que la ganancia media de los capitalistas se
conforme incluyendo el “desvío” de una determinada cantidad de
substancia de valor hacia la constitución de la renta o ganancia
extraordinaria permanente de quienes lo detentan: terratenientes
señoriales, individuales o colectivos.
Sin embargo, también desde siempre, este derecho a la ganancia
extraordinaria ha entrado en conflicto con otros dos derechos a la
misma, basados, el uno, en el dominio sobre zonas del mercado
mundial donde la fuerza de trabajo es excepcionalmente barata o
excepcionalmente explotable y, el otro, en el dominio sobre instru-
mentos de producción de tecnología excepcionalmente superior.

167
Bolívar Echeverría

A pesar de un complejo juego de desviaciones e incluso regresos


transitorios, la historia de este conflicto ha seguido una dirección cada
vez más incuestionable, la del fortalecimiento del último de estos tres
fundamentos de la ganancia extraordinaria como resultado del
debilitamiento de los dos primeros. La renta tecnológica ha vencido ya
a la renta de la tierra, y la explotación de fuerza de trabajo
excepcionalmente barata o explotable no es ya monopolio de ningún
conglomerado particular de capitalistas.

[1978]

168
EL DISCURSO CRÍTICO DE MARX

LA CRISIS ESTRUCTURAL SEGÚN MARX 37


I. Crisis y revolución. Crisis global y crisis económica
El concepto de crisis hace referencia (en el caso de Marx) a la totalidad
del proceso de reproducción de un sujeto social como proceso que
tiene siempre una forma histórica determinada. En verdad, el concepto
de crisis, para Marx, es el concepto de una determinada “situación
límite” a la que ha arribado un determinado proceso de reproducción
del sujeto social; una situación tal que el mantenimiento de la vida de
este sujeto social ‒una vida históricamente formada o determinada‒ se
vuelve, de alguna manera, imposible. cuando continuar el proceso de
reproducción implica un cuestionamiento esencial de su forma,
entonces estamos en una situación de crisis. (El concepto de crisis es,
pues, un concepto que hace referencia a la reproducción del sujeto
social en una forma histórica determinada.) Por ello es que, para Marx,
el concepto de crisis se encuentra conectado directamente con el
concepto de revolución. Cuando una forma histórica de la reproducción
social ya no puede continuar porque ha dejado de asegurar la marcha
de esa reproducción social que ella está formando, entonces esta
reproducción entra en crisis: junto a la imposibilidad de la forma vieja
aparece la posibilidad de que otra forma del sujeto social entre en lugar
de ella, de que haya una transformación revolucionaria. Esta es la
conexión esencial que da importancia al concepto de crisis para el
discurso comunista. En este sentido, el concepto de crisis es, en su
núcleo esencial, un concepto que abarca la totalidad del comporta-
miento del sujeto social, y no sólo su comportamiento económico; la
crisis, es decir, esta situación de imposibilidad/posibilidad de que la
reproducción social continúe, es una crisis que afecta a todas las
estructuras: económica, social, política, cultural, del sujeto social en un
momento determinado. Sin embargo, de todo este conjunto estructu-
rado, complejo, de elementos o de perspectivas, de lados o de
aspectos que puede tener la crisis de la reproducción del sujeto social,
para Marx, el aspecto económico es el aspecto determinante. La razón
está en que las crisis de los otros órdenes (de los órdenes sociales,
culturales, políticos) pueden ser pseudorresueltas si el aspecto
económico de la crisis de alguna manera llega a solucionarse. Así,
37
Intervención en el Seminario General del doctorado de la Facultad de Economía, UNAM,
México, 1980.
169
Bolívar Echeverría

aunque hay una permutación posible de funciones en la salvación de la


crisis; aunque también la solidez de los otros órdenes (político, cultural,
religioso, por ejemplo) puede salvar o ayudar a restaurar la vigencia de
la forma económica envejecida, de todas maneras, esta reproducción
social sólo puede continuar si la crisis económica (la crisis en la
producción, circulación y consumo de la riqueza social objetiva) se
resuelve en sí misma y no sólo por desviación, como puede acontecer
en los otros órdenes.
Esta es entonces la importancia de la noción de crisis económica: ella
es el núcleo, el centro determinante de un complejo nudo de
problemáticas que estarían planteando la imposibilidad de que una
forma del sujeto social continúe.

II. La crisis en la era de la propiedad privada.


Crisis absoluta, originaria o estructural. Mercado y circulación
Lo más importante, tal vez, de toda la noción de crisis económica que
tiene Marx está en una idea que aparece en su descripción de los
procesos de reproducción social que históricamente se han organizado
o se han formado como procesos mercantiles, es decir, como procesos
de reproducción atomizados, compuestos por una serie abierta de
procesos privados de reproducción, interconectados únicamente a
través del mercado: es decir, pues, cuando el proceso de reproducción
social no es un proceso comunitario, orgánico, sino un proceso
descompuesto en sí mismo y recompuesto sólo artificialmente en el
mercado. La idea de Marx es una idea sumamente radical: en la
situación de un proceso de reproducción atomizado o privatizado, sea
éste simple o capitalista, la situación de crisis es una situación
estructural. En principio, la reproducción social en su forma mercantil, o
mejor dicho, en su proto-forma privatizada, es imposible.
Esta sería la idea fundamental: reproducción social y estado de
atomización del sujeto social, de inexistencia del sujeto comunitario, se
contradicen mutuamente; no puede existir una sociedad que al mismo
tiempo sea una no-sociedad. Sobre esta primera idea vamos a tratar de
ir reconstruyendo lo que podría ser el concepto de crisis más general o
más abstracto de Marx.

170
EL DISCURSO CRÍTICO DE MARX

El sujeto social es el centro de atención del discurso teórico marxista,


del discurso crítico de Marx. Es este sujeto social el que, para subsistir,
está consumiendo y está produciendo en una determinada forma. La
existencia del sujeto social se mueve siempre dentro de estas dos
fases: la fase productiva y la fase consuntiva. El sujeto social actúa
sobre la naturaleza para lograr un determinado producto, un conjunto
global de productos; esta riqueza social objetiva es la que va él a
consumir como conjunto total de bienes. Entre la fase productiva y la
fase consuntiva hay entonces, necesariamente, un momento circulatorio.
Este es aquel momento en que el conjunto de elementos de la riqueza
objetiva producida por el sujeto social (este conjunto que, en un primer
momento, como conjunto de productos, tiene un determinado orden o
una determinada figura topográfica, en la medida en que acaba de salir
del proceso productivo y está, diríamos, a las puertas de sus centros de
producción) debe convertirse en un conjunto dotado de un orden
diferente, es decir, debe modificar su figura topográfica para, en un
segundo momento, estar en disposición de ser absorbido, como
conjunto de bienes., en el consumo del sujeto social. Esta transfuncio-
nalización del conjunto de la riqueza social, este cambio de su función
de producto a su función de bien, se cumple en la esfera de la
circulación mediante la metamorfosis, la transfiguración de esa riqueza,
mediante el movimiento o “cambio de manos” de los elementos que la
componen.
Ahora bien, en términos fundamentales o transhistóricos, la circulación
es, necesariamente, un momento que refleja (en la medida en que la
posibilita) la relación que establece el sujeto social entre su sistema de
capacidades de producción y su sistema de necesidades de consumo.
producir y consumir para un sujeto social orgánico o comunitario es
una totalidad dinámica, y este modo como él reubica el conjunto de
elementos de su riqueza recién producida para que sea un conjunto de
elementos de riqueza por consumir forma parte de esa totalidad: en
calidad de efectuación, cumplimiento o actualización de un principio o
criterio distributivo derivado del proyecto cualitativo de autorre-
producción del sujeto. Circulación, racionalidad y existencia comunitaria
del sujeto social son, pues, en este sentido, idénticos.

171
Bolívar Echeverría

La idea de Marx es entonces la siguiente: cuando este sujeto social


comunitario se encuentra suspendido en sus funciones por el hecho de
estar descompuesto en una serie abierta de procesos de reproducción
privados (de procesos de reproducción independientes aunque
necesitados los unos de los otros), esta conversión del conjunto de
productos en conjunto de bienes se vuelve imposible; por así decir, a la
puerta de cada uno de los procesos de producción privados debe
quedarse su producto, imposibilitado de cambiar de lugar para tener
acceso a los sitios en donde podría ser consumido. La función
circulatoria del proceso de reproducción queda, entonces, necesaria-
mente eliminada: no es posible la circulación porque el origen del
criterio de distribución, el sujeto, se ha paralizado. Si el proceso de
reproducción es privatizado, atomizado; si no hay interpenetración
directa de las múltiples reproducciones individuales, la reproducción del
sujeto social global está interrumpida en un eslabón esencial, el
eslabón circulatorio; la ciclicidad del proceso de reproducción queda
interrumpida. Lo que existe, entonces, es una situación de
imposibilidad fundamental del proceso de reproducción, una situación
de “crisis estructural”.

III. Mercado, la solución precaria de la crisis


Esta sería, pues, la idea inicial: hay una especie de “crisis originaria o
de partida” para todo proceso de reproducción privatizado. Esta “crisis
estructural” ‒nos va a decir Marx‒ está siendo resuelta “de emergencia”,
aproximadamente, “a espaldas de los productores/consumidores”,
mediante la conversión de los productos útiles o bienes producidos en
mercancías: mediante la re-constitución de la esfera de la circulación
como esfera de la circulación mercantil. El conjunto de los elementos
de la riqueza producida va a poder convertirse en conjunto de
elementos que son bienes para el consumo sólo gracias a que se
convierten todos y cada uno de ellos en elementos de un conjunto
indefinido de procesos de intercambio equivalencial . La circulación
mercantil va entonces a resolver la “crisis estructural” de la reproducción
atomizada, pero lo hará de una manera peculiar, necesariamente torpe,
insuficiente y defectuosa: como un mecanismo inerte, o “casual”, que
no transmite al conjunto de “cambios de manos” ninguna voluntad de
forma reproductiva, ningún proyecto o intención cualitativa, ninguna
“necesidad”, como dice Marx.
172
EL DISCURSO CRÍTICO DE MARX

Mercado y crisis quedan entonces conectados de esta manera: la


mercantificación de los elementos de la riqueza social está allí
solucionando de emergencia, a duras penas, el problema de “crisis
originaria” en la que se encuentra todo proceso de reproducción
privatizado.
De ahí, pues, que mercado y crisis no son más que los dos aspectos de
una misma medalla. El hecho de que exista el mercado es resultado de
la existencia de una situación de imposibilidad de la reproducción por
falta del eslabón o nexo circulatorio en su curso cíclico. El “mundo de
las mercancías”, el mercado, existe precisamente para salvar esa
situación, aunque, como insistimos, de una manera que, por ser casual
o no proyectada resulta ‒como dice Marx‒ contradictoria. La esfera de
la circulación de mercancías va a ser una pseudo solución a esta
situación básica de crisis, es decir, una solución en la que
constantemente aquello que está siendo salvado mediante el “cambio
de manos” de los objetos equivalentes va a reaparecer intermitente-
mente. El hecho de que por debajo de la circulación mercantil está la
crisis va a hacerse patente de manera periódica, como un acoso
siempre repetido: el hecho de que el proceso de reproducción en su
forma privatizada sea un proceso por principio imposible se va a hacer
presente en los malos funcionamientos de este mecanismo que, dada
su absoluta neutralidad, es aparentemente perfecto.

IV. La contradictoriedad de la solución mercantil


La idea de que el mercado implica necesariamente la crisis, idea que
pertenece a un nivel totalmente abstracto de teorización, debe ser
completada, en términos marxistas, con otra: la idea de que la solución
mercantil a esta situación de crisis necesariamente encierra una
contradicción, una contradicción que se deriva de lo que Marx llama la
contradicción entre la forma natural y la forma de valor de la
mercancía, entre valor de uso y valor. Para que la riqueza social pueda
convertirse de producto en bien y para que entonces el ciclo
reproductivo de la sociedad continúe, es necesario que los elementos
que componen esa riqueza adopten la forma objetiva de mercancías, es
decir, adquieran un segundo plano de funcionamiento que es el plano
del valor.

173
Bolívar Echeverría

Para que los objetos en su forma natural existan efectivamente en una


reproducción social atomizada, dice Marx para que pasen de ser
productos a ser bienes, es necesario que tengan esta forma de valor,
que sean valores que se expresan como valores de cambio. Gracias a
esta forma de valor, que les permite compararse en términos de
igualdad, equipararse y por lo tanto intercambiarse unos por otros;
gracias, pues, a esta su conversión en mercancías es que puede
completarse el proceso de reproducción, puede cumplirse la fase
circulatoria. Ahora bien, este cumplimiento es un cumplimiento
contradictorio, insiste Marx, porque en la forma natural o concreta de
cada elemento de la riqueza objetiva, de todo producto/bien, está
representado un cierto orden cualitativo del proceso de reproducción
social; está reflejada la peculiaridad de todo el sistema de capacidades
reproductivas del sujeto social (de facultades productivas, de necesidades
consuntivas), sistema que es siempre históricamente concreto, cultural-
mente determinado, etcétera, etcétera. El movimiento de producción y
consumo de cosas concretas, de reproducción del sujeto concreto,
tiene una necesidad, un principio, una cierta direccionalidad: es el
sentido de esta direccionalidad, nos dice Marx, el que está siendo
necesariamente contradicho por esta otra necesidad, por este otro
sentido, que aparece en el mismo objeto, en tanto que es necesidad o
direccionalidad que surge de las posibilidades de equivalencia de una
mercancía respecto de otra en la esfera de la circulación por inter-
cambio.
Este sentido puramente abstracto, puramente cuantitativo, ciego para
las otras cualidades del objeto, va entonces, necesariamente, a
contradecir al otro sentido, al sentido total (cualitativo y por tanto
también cuantitativo) que tiene este objeto en el proceso concreto de
reproducción. Así, pues, en la mercancía vamos necesariamente a
encontrar esta contradicción: la mercancía es un objeto que tiene un
cierto sentido en tanto que “cuerpo” concreto; pero es un objeto que
tiene también otro sentido en tanto que “alma” abstracta, mera
substancia valiosa. Estos dos sentidos contradictorios son, pues, los
que están allí en el momento en que la sociedad se reproduce en
términos mercantiles para salvar esa “crisis” que la acosa por ser una
sociedad de propietarios (productores/consumidores) privados.

174
EL DISCURSO CRÍTICO DE MARX

Esta idea de la contradicción entre forma natural y forma de valor se


encuentra en el núcleo de toda la problemática de la crisis desarrollada
por Marx. La crisis absoluta, neutralizada por el mercado, determina la
manera contradictoria ‒manifiesta en crisis relativa‒ en la que funciona
esa esfera de la circulación, y esa manera contradictoria se califica o se
determina como una contradicción entre valor de uso y valor, entre
forma natural y forma de valor.

V. El caso del equivalente general.


Las dificultades de la expresión del valor
Este funcionamiento contradictorio lo va a presentar Marx en múltiples
aspectos. En términos abstractos, tal vez el aspecto más interesante,
más prometedor de problemas, y no necesariamente de soluciones, es
el que sale a la luz cuando Marx plantea el problema del equivalente
general. Ya sabemos: las mercancías van al mercado a intercambiarse;
para hacerlo, sin embargo, deben someterse necesariamente a una
repartición de funciones contrapuestas pero complementarias en las
que unas van a ser mercancías valentes, relativas o activas y otras
mercancías equivalentes, correlativas o pasivas. Las mercancías
equivalentes van a constituirse, en definitiva, en la mercancía dinero.
En la esfera de la circulación mercantil simple va a haber, entonces, la
necesidad de distinguir entre una mercancía común y una mercancía
dinero. La mercancía dinero es la que “presta su cuerpo” para que se
constituya, con un segundo valor de uso, como corporeidad del valor.
Ahora bien, la contradicción entre forma natural y forma de valor se va
a mostrar incluso en el funcionamiento del dinero como equivalente
general: en el hecho de que no va a existir en verdad cuerpo alguno de
mercancía que no sea necesariamente torpe, inadecuado o insuficiente
para expresar o para representar a esa substancia tan fluida y tan
cambiante que es el valor. El valor va a necesitar representarse en un
cuerpo de mercancía; el mejor es el sumamente “abstracto”, sumamente
maleable de la mercancía oro. Sin embargo, de todas maneras, dice
Marx, ese cuerpo, como todo cuerpo de mercancía, en la medida en
que es siempre un cuerpo concreto, va a ser un cuerpo demasiado
“pesado” para hacer todo lo que correspondería a la corporeidad de
esta sutilísima substancia que es el valor; de esta substancia que está
creándose y aniquilándose en la producción/consumo, entrando y

175
Bolívar Echeverría

saliendo, corriéndose de un lado a otro, coagulándose y derritiéndose,


actuando incluso desde el futuro (crédito) en la esfera de la circulación
de las mercancías. La “parte alícuota” de energía social objetivada que
corresponde a cada mercancía es una “magnitud fluida”, cambiante, en
permanente variación cuantitativa; variación debida tanto a su origen
como a su destino, tanto al hecho de que la productividad real del
proceso de su producción se modifica constantemente (sube y baja)
como al hecho de que su utilidad, es decir la “ consuntividad” real del
proceso de consumo, se modifica también constantemente (sube y
baja). No va a haber, pues, nunca un cuerpo de mercancía capaz de
ser verdadera-mente expresión del valor. Los problemas monetarios,
los problemas que tienen que ver con todos estos fenómenos
circulatorios dentro de la crisis económica, tienen, entonces, su
explicación más fundamental en esta idea de Marx: en la idea de que, a
causa de la contradicción entre valor de uso y valor, nunca habrá,
porque no puede haber, un dinero perfecto. El valor, pues, está
condenado a no poder expresarse más que de manera “incongruente”,
como dice Marx, a nunca poder expresarse de manera adecuada.

VI. El difícil equilibrio entre la metamorfosis de las mercancías


y el curso del dinero
La imposibilidad de que una mercancía constituya adecuadamente la
corporeidad del valor va a ser tratada de una manera un poco más
desarrollada, pero también en estos términos sumamente abstractos,
en lo que podría ser visto como la presentación que hace Marx de la
contradicción valor-valor de uso en la esfera global de la circulación
mercantil simple. Allí, en el capítulo tercero del primer libro de El
Capital, dice Marx que la esfera de la circulación está compuesta por
dos movimientos de sentido inverso pero complementarios que son: 1]
la metamorfosis del mundo de las mercancías, de todas las mercancías,
su cambio de la figura producto a la figura bien, y 2] el curso del
dinero, el fluir de este "eje líquido" en torno al cual todas las
mercancías cumplen su metamorfosis. Y Marx continúa: el curso del
dinero, del equivalente general ‒con su cuerpo peculiar que por más
"oportuno" que sea (puede ser el simple visto-bueno de un director de
banco) es cuerpo al fin, con todas las "torpezas" del caso‒ debe estar
en capacidad de acompañar a una serie de movimientos de las

176
EL DISCURSO CRÍTICO DE MARX

metamorfosis de las mercancías que están determinados por la vida


productivo-consuntiva concreta del sujeto social mercantil. El sujeto
social privatizado va a necesitar en un momento acelerar el conjunto de
metamorfosis de sus mercancías y, en otro momento, frenar la
velocidad de ese conjunto de metamorfosis. El dinero, entonces, debe
estar allí, con su curso y su volumen variable, sirviendo precisamente a
esto: a la aceleración o a la desaceleración del conjunto de las
metamorfosis de las mercancías; y esto, nos dice Marx, dada la
necesidad de que el valor, cosa incorpórea, se manifieste corpórea-
mente en el dinero, es sólo aproximadamente posible. Sólo con
tropiezos intermitentes, con crisis ineludibles, necesarias, podrá ser que
el curso del dinero acompañe y sirva al movimiento sutil de las
variaciones en la velocidad de las metamorfosis de todas las mercancías.
Esta sería, entonces, una primera aproximación de Marx, en términos
sumamente abstractos, a la problemática de la crisis económica. Esta
no es otra cosa que la irrupción siempre repetida de un hecho
fundamental ‒la “crisis” estructural de un proceso de reproducción
privatizado o descompuesto‒ a través del mecanismo que pretende
neutralizarlo, la esfera de la circulación mercantil.

VII. La circulación mercantil-capitalista


y el mercado que la estructura
Para avanzar de este concepto de crisis mercantil simple al concepto de
crisis mercantil capitalista, Marx nos muestra, en primer lugar, en qué
consiste o cuál es la estructura de una esfera de la circulación mercantil
específicamente capitalista. Aquí es donde aparecen, entonces, las que
podríamos llamar las indicaciones fundamentales del discurso crítico de
Marx en El Capital para todo análisis que se pretenda marxista en lo
que toca al problema de la crisis.
En la esfera de la circulación mercantil simple encontramos un conjunto
de elementos, todos ellos idénticos en estructura, que son las
mercancías. La esfera de la circulación mercantil simple es, pues, una
esfera sumamente elemental de circulación; allí lo único que hay es la
coexistencia de elementos idénticos el uno al otro, diferentes única-
mente en su magnitud. En la esfera de la circulación mercantil
capitalista, en cambio, vamos a encontrar una diferenciación esencial
entre distintos tipos de mercancía. Cuando hablamos, entonces, de
177
Bolívar Echeverría

mercancía capitalista o cuando hablamos de la esfera de la circulación


mercantil capitalista ya no podemos contentarnos, ‒dice Marx en el
capítulo VI de su Manuscrito de 1865‒ con el aparato conceptual que
describe una mercancía o una circulación mercantil simple. Tenemos
necesariamente que desarrollar ese aparato conceptual en torno a la
siguiente clave, el "mundo de la mercancía capitalista" es un mundo
que contiene necesariamente una doble realidad mercantil, que está
compuesto por dos tipos fundamentalmente diferentes de mercancía,
de un lado, la que podríamos llamar la mercancía capitalista en su
conjunto y, de otro, la mercancía fuerza de trabajo. La esfera de la
circulación de mercancías como esfera mercantil capitalista incluye
todos los posibles procesos de intercambio, tal como la esfera mercantil
simple, pero lo interesante está en que en esta esfera capitalista hay
un conjunto peculiar de procesos de intercambio que la organiza y que
domina en toda ella. Este proceso de intercambio privilegiado es el
intercambio entre mercancía fuerza de trabajo y el resto de la
mercancía capitalista, representado básicamente por la mercancía
medios de subsistencia. Lo importante es, entonces, esto, la esfera de
la circulación mercantil capitalista no es neutra, abstracta, indiferenciada,
como la simple, sino que se encuentra girando en torno a una zona
precisa, un centro de gravitación definido por el encuentro entre esas
dos variedades de mercancía que la pueblan.
La explicación que nos da Marx en el capítulo IV inédito del primer libro
de El Capital aclara de manera sencilla la razón de ser de esta
estructuración de la esfera circulatoria capitalista, la mercancía
capitalista, dice, es aquella que está obligada a completar un ciclo de
existencia muy peculiar ‒el del “capital en mercancía”, diríamos nosotros
invocando el análisis del segundo libro‒, debe partir de ser mercancía
que, en términos naturales, es medios de producción y medios de
subsistencia y, en términos de valor, es igual a C + AC para llegar a ser
idéntica a sí misma en virtud de su conversión transitoria en mercancía
medios de producción, por un lado, y mercancía fuerza de trabajo, por
otro; ambas con un valor igual a C. Para hablar de la esfera de la
circulación capitalista es necesario que podamos encontrar una
mercancía que esté comportándose de esta manera, que muestre esta
modificación en su composición orgánica material ‒de Mp + Ms a Mp +
Mft y nuevamente a Mp + Ms‒ y que presente esta valorización de su
valor (de C a C + AC), esta “acumulación de capital”,

178
EL DISCURSO CRÍTICO DE MARX

Pero, como es evidente, para que podamos encontrar esta mercancía-


capital, es primeramente necesario que podamos encontrar otra
mercancía, incluso más peculiar que ella, que pasa a integrarse
transitoriamente en su ciclo y que es la causa tanto de su
transformación natural, concreta o cualitativa como de su incremento
cuantitativo, la mercancía fuerza de trabajo.
Por ello, entonces, decimos, en la esfera de la circulación mercantil
capitalista hay una infinidad de procesos de intercambio entre distintos
propietarios privados; hay capitalistas que intercambian distintos tipos
de medios de producción, que intercambian medios de subsistencia por
medios de producción, etcétera, etcétera. Se trata de toda una serie
muy compleja de procesos de intercambio que podrían ser estudiados
de acuerdo a las leyes de la esfera de la circulación mercantil simple.
Pero hay un proceso de intercambio que destaca por sobre ellos y los
vuelve posibles a todos y que es el proceso de intercambio de la
mercancía fuerza de trabajo (de los trabajadores) por la mercancía
medios de subsistencia (de los capitalistas).

VIII. La crisis específicamente capitalista


Aquí es, entonces, donde aparece en verdad el núcleo del problema de
la crisis económica en términos del discurso crítico de Marx. Porque,
como veíamos antes, en el caso de la circulación mercantil simple o de
la existencia de un proceso de reproducción meramente privatizado, el
ciclo reproductivo de la sociedad sólo puede soldarse en el momento
en que estas mercancías, allí indiferenciadas, logran establecer su
interconexión mercantil. Ahora bien, lo que vemos aquí es que, por
más que todas las mercancías capitalistas logren esta interconexión
mercantil, si no se logra tal interconexión mercantil entre la mercancía
fuerza de trabajo de los trabajadores y la mercancía medios de
subsistencia de los capitalistas, no se cierra o no puede soldarse ese
ciclo reproductivo de la sociedad. Para que la sociedad exista, y exista
ahora en forma capitalista, es fundamental que, dentro de la esfera de
la circulación mercantil, la región “mercado de trabajo” irradie su
vitalidad, es decir, como sabemos, su efectividad como instrumento
específico de la “esclavitud moderna”.

179
Bolívar Echeverría

Cabe mencionar de pasada que la importancia de este “mercado de


trabajo” queda demostrada por toda la serie de elementos de la esfera
de la circulación que están destinados a garantizar, proteger, o
fomentar la posibilidad de su funcionamiento. La intervención de
instrumentos estatales, por ejemplo, que para la estructura mercantil
simple es un recurso totalmente accesorio, algo sumamente secundario,
va a convertirse en la reproducción social capitalista en algo esencial y
de primera importancia. El Estado va a consistir, en gran medida, en
una empresa para proteger y fomentar el que los obreros vendan su
mercancía fuerza de trabajo a un determinado precio a fin de que los
capitalistas puedan continuar la rotación de su mercancía-capital que es
la que da continuidad a todo el proceso de reproducción social.

IX: La expresión del valor de la mercancía


Pasemos ahora, en último término, al menos a mencionar un teorema
aparentemente esotérico pero determinante en la definición de la
mercancía fuerza de trabajo e indispensable para la explicación del
fenómeno de la crisis capitalista en el sentido en que lo estamos
considerando. Me refiero al teorema de Marx que define qué es valor o,
mejor dicho, a la definición, dentro de la teoría del valor, de este
concepto tan importante para Marx pero tan poco tratado por los
marxistas que es el concepto de expresión del valor. En el concepto de
valor de Marx ‒un concepto sumamente complejo y sumamente
diferente de los conceptos clásicos del valor‒ aparecen necesariamente
tres elementos conceptuales que es necesario tener en cuenta,
primero, el concepto de substancia del valor; segundo, el concepto de
valor propiamente dicho, y, tercero, el concepto de expresión del valor
o valor de cambio. Sin estos tres conceptos o elementos conceptuales
no existe una teoría marxista del valor. Para Marx, el valor de cambio
es substancia de valor que esta convirtiéndose en valor en la medida
en que se expresa a través suyo.
Existe un proceso en el que una substancia de valor, que podríamos
llamar tiempo de trabajo privadamente necesario, está convirtiéndose
en tiempo de trabajo socialmente necesario, es decir, en valor, gracias
a una conformación, configuración o concreción cuantitativa de esa
substancia dentro de una relación efectiva de intercambio; gracias,
pues, a la expresión de la substancia valiosa como valor de cambio. En

180
EL DISCURSO CRÍTICO DE MARX

efecto, el ser producto implica que en cada objeto hay un cierto gasto
privado de energía de trabajo, una indefinida substancia valiosa; este
cierto gasto privado de energía de trabajo se convierte en un gasto
social alícuota de energía de trabajo, es decir, en valor, en el momento
en que dicho objeto entra en una relación de intercambio con otro y es
actualizado o aceptado como un bien con un determinado valor de
cambio. La substancia del valor se convierte en valor en el momento en
que esta cosa se intercambia en una cierta proporción por otra, es
decir, en el momento en que él se expresa; la expresión del valor es
esencial para el valor mismo. No hay, pues, según Marx, valor que no
sea expresado; el valor de cambio no es un accidente, no es algo que
esté al margen o sea prescindible en la definición del valor, es
indispensable para ella.

X. El carácter subordinado de la constitución


del valor de la fuerza de trabajo
La derivación principal de esta idea es la siguiente. De acuerdo a la
línea central de la argumentación de Marx, en la esfera de la circulación
mercantil capitalista, la esfera en la que se están configurando,
concretizando o realizando los valores de todas las mercancías, de las
capitalistas así como de las no capitalistas, esta manifestación de los
valores de todas las mercancías tiene lugar, pero ‒y esto sería lo
principal‒ de una manera en la cual la constitución del valor de la
mercancía fuerza de trabajo es una constitución subordinada a la
constitución del valor de la mercancía capitalista. Las mercancías
capitalistas son las que, al pasar su substancia de valor a ser valor,
expresándose como valor de cambio, determinan en qué medida la
substancia del valor de la fuerza de trabajo ‒la energía objetivada en el
cuerpo, la inteligencia, la cultura material y la cooperación de los
trabajadores‒ está siendo actualizada efectivamente como valor. Los
trabajadores están introduciendo a la esfera de la circulación,
provenientes de su proceso de consumo, sus distintos cuerpos de
humanidad concreta; de todos ellos, algunos van a ser adoptados como
fuerza de trabajo efectiva, como dotados de valor de uso, como
ejército de trabajadores en activo, pero otros no: justamente los que
pasan a conformar el ejército de trabajadores en reserva. Sólo un
cierto conjunto de capacidades de trabajo va a ser valorado en tal o

181
Bolívar Echeverría

cual medida; sólo una parte de los portadores de toda esa substancia
de valor objetivada como sujeto la verán expresarse, existir sobre el
escenario del mercado; sólo una fracción de todo ese tiempo de trabajo
privadamente necesario, que está hecho cuerpo en cada uno de los
trabajadores, se convertirá efectivamente en valor de la fuerza de
trabajo al recibir un valor de cambio, al ser pagada con una masa de
salarios determinada. La necesidad de esta no valoración sistemática
de toda la substancia del valor de la fuerza de trabajo se debe a que
ella se convierte en valor de manera supeditada a las necesidades que
rigen en la esfera de la circulación mercantil de que esta mercancía
capitalista cumpla su meta de existencia, meta que es justamente la
valorización de su valor, la acumulación de capital. La presencia de un
residuo de substancia de valor no realizada es necesaria, es la regla en
el caso de la mercancía fuerza de trabajo; es en cambio accesoria,
excepcional, en el caso de la mercancía capitalista. Esta siempre logra
valorar su substancia de valor, aun en los casos en que su valor no
resulta valorizado.

XI. El valor de la fuerza de trabajo: clave de la crisis capitalista


Así, pues, en resumen: para que el proceso de reproducción de una
sociedad mercantil capitalista no se rompa en el eslabón “circulación”,
para que ese proceso de reproducción continúe, para que el ciclo se
mantenga, ya no es, entonces, solamente necesario que haya proceso
de intercambio; ahora es necesario que él gire en torno a una de sus
variedades, la que tiene lugar en el "mercado de trabajo"; y, aún más,
es necesario que el valor de la mercancía fuerza de trabajo sea un
valor cuya realización o efectuación dependa de la realización o
efectuación del valor de la mercancía capitalista; realización que implica
una valorización del mismo, una acumulación de capital,
Sólo si esta subordinación se debilita, funciona mal, entra en problemas,
las crisis en el capitalismo son realmente crisis capitalistas: la
explotación de los trabajadores, la extracción de plusvalor, entra en
peligro; entra en peligro el cumplimiento del ciclo reproductivo de la
sociedad como ciclo que depende de la reproducción de la relación
capitalista de producción y consumo.

182
EL DISCURSO CRÍTICO DE MARX

Todos los problemas que van a aparecer, en términos marxistas, como


problemas de la crisis (problemas de proporcionalidad o equilibrio, en la
tercera sección del segundo libro; problemas de sobreacumulación, en
la tercera sección del tercer libro) se reducen, en definitiva, a la
imposibilidad del paso de un determinado capital resultante a la
constitución de un nuevo capital inicial, de diferente magnitud y con
una nueva composición orgánica. Los grandes problemas aparecen,
como sabemos, en la medida en que este nuevo capital, que debe
incluir un plus-capital proveniente del capital anterior, no resulta capaz
de cumplir ciertos requerimientos cualitativos y cuantitativos para
acumular que le plantea la historia concreta de su acumulación.
Cuando la masa del plusvalor disponible para realizar este incremento
de capital, este pluscapital, resulta escasa, en ese momento aparece la
situación de crisis. Como sabemos, en este problema está en juego la
relación entre capital constante y capital variable, llamada composición
orgánica, en la que, en definitiva, lo que está en juego es el gran
problema de cuánto del capital puede ser empleado efectivamente
como capital variable, es decir, entregado en calidad de salarios a la
clase obrera; en qué medida, pues, la fuerza de trabajo de los obreros,
que implica una cierta substancia de valor, va a ser aceptada como
mercancía que tiene un determinado valor. Esta es, entonces, la
relación social más determinante de la esfera circulatoria, lo demuestra
el hecho de que, frente a todas las demás, es la más protegida cultural,
social, políticamente, por las empresas históricas llamadas Estados. Si
no se maneja esta idea, la idea de que la crisis es una crisis estructural
de todo proceso de reproducción privatizado, liberal o estatalista ‒crisis
que, en sentido capitalista, está siendo neutralizada básicamente
mediante la supeditación de la realización del valor de la mercancía
fuerza de trabajo a la del valor de la mercancía capitalista‒ la teoría de
la crisis propiamente marxista no está presente.

[1980]

183
Bolívar Echeverría

ROSA LUXEMBURGO, ESPONTANEIDAD


REVOLUCIONARIA E INTERNACIONALISMO38

Der historische Materialist rückt [...] nach Massgabe des Mtiglichen


von (der Überlieferung) ab. Er betrachtet es als seine Aufgabe
die Geschichte gegen den Strich zu bürsten.39
W. Benjamín, Tesis sobre filosofía de la Historia

Rosa Luxemburgo fue una mujer de apariencia física nada favorable, su


cuerpo, notoriamente pequeño, era poco agraciado y de andar un tanto
defectuoso. A su rostro, en el que sorprendían la belleza y la viveza de
sus ojos, acudía con frecuencia una sonrisa insegura, irónica y
agresiva.
Aparte de su unión con Leo Jogiches, su amante de juventud y su
camarada de toda la vida, sus relaciones afectivas fueron escasas y
distanciadas; prefería el retiro. Amaba la naturaleza.
Rosalia Luxemburg fue además judía y, concretamente, judía polaca.
De su familia, en la que había también un pasado germano, heredó la
tradición ilustrada y cosmopolita de este tipo de gente propiamente
“europeo” (de la época de la libre competencia) que pertenecía entera-
mente a su país pero era extranjero en su Estado nacional. Por esta
razón, no obstante que ella discutía con igual desenvoltura lo mismo las
cuestiones polacas de su partido de origen que las alemanas de su
partido de adopción, y pese a que se inmiscuía sin ningún reparo, ni
siquiera idiomático, lo mismo en el contorno republicano de un Jaurés
que en el ambiente conspirativo de un Lenin, nunca fue aceptada del
todo en los medios socialistas “nacionales”, especialmente en la
socialdemocracia alemana, donde no se olvidaba el hecho de que
provenía de una nación sojuzgada o “de segunda”.

38
Publicado originalmente como prólogo a las Obras escogidas de Rosa Luxemburgo, ed.
Era, México, 1982
39
“...El materialismo histórico toma distancia, en la medida de lo posible, de lo aceptado
tradicionalmente. Considera como tarea suya la de pasar el cepillo sobre la historia, pero a
contrapelo."
184
EL DISCURSO CRÍTICO DE MARX

Dos datos atípicos que se constatan en la vida de Rosa Luxemburgo:


en su condición de mujer y en su condición de individuo nacional. 40 Son
dos datos que de por sí no dicen nade. Ambiguos, ya que pueden
encontrarse en biografías muy diferentes. Interesan sólo porque
indican dos situaciones extremas que, al ser enfrentadas por Rosa
Luxemburgo a su manera, pasaron a definirla a ella misma o a
caracterizar de manera especial la sustancia de la que ella decidió estar
hecha: la sustancia revolucionaria. Ya a fines del siglo XIX una mujer
que se encontraba en el “error objetivo” de no poder ser “atractiva”
tenía la oportunidad de salirse de él si cultivaba como gracias
compensatorias las virtudes “masculinas”; pero sólo si lo hacía de
manera propiamente “femenina”, es decir, disminuida o como imitación
que sirviera al modelo para verse confirmado en su superioridad. Sólo
si demostraba la validez del espíritu de empresa productivo
(“masculino”) y burgués ‒compuesto básicamente de ambición, pero
inteligente, voluntarioso y realista‒ al mostrarlo en una versión
defectuosa, que sólo resultase explicable por la acción del
inmediatismo, la inconsistencia y la exageración propios de lo
“femenino”. Que la vida de Rosa Luxemburgo se hallaba encaminada a
lograr un efecto de esta clase ‒reivindicarse en lo privado
sometiéndose para ello doblemente a las normas establecidas‒ algo
que pudo creerse incluso en medios bastante afines y cercanos a ella
dentro del partido. La originalidad de “Rosa, la roja” ‒oradora
encendida, polemista implacable, teórica iconoclasta, trabajadora,
incansable y llena de amor propio‒ no parecía expresar para ellos
ningún exceso propiamente revolucionario. Su “extremismo” y su
“pathos” eran comprendidos por ellos como el aporte de “Temperament”
o el toque “femenino” que una mujer de ambiciones excepcionales le
entregaba a su institución, sin afectarla de manera decisiva en su
esencia política.41
Sin embargo, la empresa en que se encontraba empeñada Rosa
Luxemburgo era de un orden totalmente diferente. La experiencia,
ineludible en su caso, de la situación femenina de opresión y sobre-
40
La vida y la obra de Rosa Luxemburgo han sido tratadas principalmente por P. Frölich, en
su breve y ya clásica semblanza R.L., pensamiento y acción, y por P. Nettl, en su
acuciosísimo y pese a ello no del todo compenetrado estudio Rosa Luxemburgo, ed. Era,
México, 1974.
41
Pocos fueron los que, como Mehring en 1907 ("Rosa Luxemburgo es la mente más genial
entre los herederos científicos de ‒Marx y Engels"), reconocieron que con la originalidad de
Rosa era el movimiento comunista el que avanzaba un paso más.
185
Bolívar Echeverría

explotación fue convertida por ella en una vía de acceso clara y


definitiva a la experiencia de la necesidad de la revolución comunista:
una experiencia que, en la belle époque del imperialismo tendía a
volverse menos intensa y más rara incluso en las propias filas del
proletariado metropolitano. El contenido de la problemática femenina
que se le planteaba personalmente fue integrado que no reducido o
disuelto) por ella en el de otra ‒menos ancestral y básica pero más
actual y decisiva-; la problemática de la explotación de la clase en el
sistema social capitalista. Por esta razón, su autorreivindicación como
mujer se realizó bajo la forma de una intervención muy peculiar en la
historia del movimiento obrero organizado. Rosa Luxemburgo pudo
emprender una tarea cuya necesidad otros no atinaban ni siquiera a
vislumbrar el rescate o la conquista de la radicalidad comunista como
condición de existencia y eficacia no sólo del movimiento revolucionario
sino del movimiento obrero sin mas. El arribo a metas mínimas e
inmediatas o de transición por parte del partido revolucionario del
proletariado sólo es efectivo políticamente, aun en términos de mero
realismo, si está organizado de tal manera, que anticipa o hace
presentes en el contorno histórico concreto, las metas máximas y
lejanas del movimiento comunista: la conquista del poder, la abolición
del capitalismo y la propiedad privada, de las clases y el Estado, la
instauración de la comunidad democrática.
Esta sería la ‒aparentemente sencilla pero no fácil de cumplirse‒ que
llegó a guiar siempre la actividad y el discurso políticos de Rosa
Luxemburgo.
Formando parte del mismo proceso en que Rosa Luxemburgo integró
su problemática femenina como elemento radicalizador de la
problemática política general se encuentra también la elaboración a la
que ella sometió su conflictiva condición de judía en Alemania. En lugar
de “ganarse” privadamente una “nación de primera”, al aceptar la
propuesta de convertirse en el “departamento eslavo” del Partido
Socialdemócrata Alemán (para que éste pudiera llenar así un requisito
principal de “internacionalismo” sin tener que abandonar su cerrazón
chauvinista); en lugar de afirmarse mirando hacia el pasado, como
miembro de un Estado nacional polaco (que estaba destruido y sólo
podía reconstituirse como dependiente del imperialismo), Rosa
Luxemburgo supo encontrarle otra solución al problema de su falta de
pertenencia a una nación-Estado. Lo convirtió en el punto de partida de
186
EL DISCURSO CRÍTICO DE MARX

una lucha que no ha vuelto aún a ser tan decisiva y prometedora como
lo fue entonces: La lucha por despertar y difundir el carácter “histórico-
mundial” (Marx) de la revolución comunista. Y aquí también su
actividad y su discurso encontraron un postulado guía: el inter-
nacionalismo proletario no puede resultar de una coincidencia
automática de los intereses proletarios en los distintos y enfrentados
Estados nacionales; debe ser levantado de manera consciente
organizada mediante una política que haga presente el alcance mundial
de toda conquista comunista, incluso en las que parecen más internas,
locales o nacionales de las luchas proletarias.
El intento de potenciar en sentido comunista el comportamiento de la
clase proletaria y sus instrumentos organizativos, he aquí la línea
central y determinante que imprime coherencia y continuidad a la serie
de empresas políticas teórico-prácticas de Rosa Luxemburgo, 42 cuya
sucesión constituye lo principal de su vida. 43

42
Esta serie de intervenciones políticas teórico-prácticas de Rosa Luxemburgo estaría
compuesta de ocho principales
1] En la discusión contra el reformismo (“revisionismo”) 1898-1904.
2] En la discusión contra el nacionalismo burgués dentro del movimiento socialista polaco.
(Tratamiento del problema de la autonomía y la autarquía de las naciones.) Véase el libro
de Maria-José Aubet, Rosa Luxemburgo y la cuestión nacional, ed. Anagrama, Barcelona,
1977.
3] En la primera discusión sobre la huelga de masas y sus resultados, en Bélgica y sobre
todo en la revolución rusa de 1905: contra la dualidad oportunista de economicismo y
politicismo 1902-1906.
4] En la segunda discusión sobre la huelga de masas, contra el oportunismo
parlamentarista y claudicante del “centro” del Partido Socialdemócrata Alemán (Kautsky,
etcétera).
5] En la discusión contra la interpretación “política” del imperialismo, el militarismo y la
guerra. 1912-1915.
6] En la discusión contra la interpretación nacionalista de la guerra 1915-1917.
7] En las discusiones de las nuevas perspectivas del socialismo, la nueva Internacional, la
realización bolchevique de la dictadura del proletariado. 1916-1918.
8] En la discusión preparatoria de la transformación del Grupo Espartaco en Partido
Comunista Alemán. 1917-1918. Hasta la fecha el estudio más completo de la obra de Rosa
Luxemburgo ha sido realizado por Gilbert Badia en su “biografía intelectual” R. L.
journaliste, polémiste, révolutionnarie, ed. Sociales, París, 1975. Destacan también Lelio
Basso, Rosa Luxemburgo, ed. Nuestro Tiempo, México, 1977, y la serie de ensayos de
Norman Geras, reunidos en su libro Actualidad del pensamiento de Rosa Luxemburgo, ed.
Era, México, 1980.
43
Esta búsqueda de la radicalidad comunista, que la enfrenta irreconciliablemente con el
reformismo la distinguirá también de otros revolucionarios “radicalistas”, los que definen
esa radicalidad no como la presencia refuncionalizadora del sentido comunista máximo y
futuro en el sentido concreto de la actividad que prepara la revolución, sino como la
sustitución e éste por el primero. La interesante actitud de los anarquistas frente a Rosa
Luxemburgo puede reconocerse en Daniel Guérin, R. et la spontanéite révolutionnaire,
París, 1971, y en Redaktionskollektiv der Schwarzen Protokolle , R. Ls. theoretisches
Verhalten zur Arbeiterbewegung, Berlín Occidental, 1972.
187
Bolívar Echeverría

La línea de la radicalidad comunista luxemburguiana se presenta ya en


plenitud y de manera ejemplar en la primera de las intervenciones de
Rosa en la historia general del movimiento obrero revolucionario, en su
polémica contra la posición reformista (“revisionista”) dentro de la
socialdemocracia alemana y de toda la II Internacional socialista, que
Eduard Bernstein, en los últimos años del siglo XIX, propuso que
prevaleciera sobre la posición marxista revolucionaria, heredada de la I
Internacional.
Revisar el marxismo para encontrar lo que en él falte o haya caducado
y estorbe a su operatividad; introducir o sustituir esas partes faltantes
o caducas; adaptar el marxismo a las nuevas necesidades de la lucha
socialista, ésta era la inobjetable intención manifiesta ‒y del todo
sincera de Bernstein cuando (en 1898) publicó su libro Las premisas
del socialismo. La caducidad del marxismo que él detectaba sólo
afectaba, en definitiva, a uno de los teoremas centrales, el que afirma
la agudización creciente del carácter contradictorio del modo de
producción capitalista. Teorema que, como él lo explicaba en la primera
parte de la obra (cap. 1 y 2), era sólo retóricamente, no científicamente
central, pues provenía más de una falla o carencia en el método del
marxismo ‒la ausencia de un concepto de dialéctica no hegeliano o no
centrado en la idea de contradicción como incompatibilidad esencial‒
que de este método en su conjunto o del saber producido con él.
Bernstein consultaba las estadísticas, y ellas le señalaban un
mejoramiento en las condiciones de trabajo y de mejora de los obreros,
una concentración del capital con participación de la clase media, la
tendencia a una prosperidad permanente y sin crisis. Dando por
presupuesta una definición cuantitativa del “carácter contradictorio del
capitalismo”, interpretaba estos síntomas y llegaba a diagnosticar que
dicho carácter se debilitaba; que el orden privado, irracional o
“anárquico” de las relaciones de apropiación privada cedía el paso a un
proceso de “socialización” o “democratización” de la propiedad del
capital y al desarrollo de un control regulador del mecanismo macro-
económico; y que, al reducirse la forma privada o irracional de la
propiedad sobre la riqueza, se reducía también su contradicción o falta
de concordancia con el funcionamiento básico de las fuerzas
productivas, que es necesariamente socializador.

188
EL DISCURSO CRÍTICO DE MARX

De esta segunda parte (cap. 3), propiamente “científica”, de la revisión


del marxismo, Bernstein pasaba a la tercera y conclusiva (cap. 4 y 5),
de orden netamente político.
Decía Bernstein: para alcanzar el socialismo ‒el último paso en la
historia del proceso de la democracia, el paso en que ella se enriquece
con la institucionalización de la democracia económica‒, el movimiento
socialdemócrata debe desechar la idea utópica del Marx hegeliano
acerca de la necesidad de un mundo sustancialmente diferente del
capitalista, al que sólo se puede llegar mediante la conquista y el uso
proletario del poder político, mediante el cambio revolucionario
violento. No existe la necesidad de ese otro mundo porque éste, el
capitalista, ha dejado paulatinamente de ser lo que antes era; su
propio progreso le ha hecho incorporar elementos socialistas,
adentrarse ya en el futuro. De lo que se trata es de continuar y
acelerar intencionalmente esta revolución lenta y pacífica que está ya
en movimiento: convencer a toda la sociedad para que reconozca la
superioridad ética del orden socialista y lo adopte constitucionalmente
en sustitución del capitalismo.
Se trata de ganar una mayoría de adeptos para esta idea socialista en
todas las clases de la sociedad y el partido socialdemócrata podría
lograrlo si sólo “quisiera aparentar lo que él ya es en realidad: un
partido para la reforma democrático-socialista” (“eine demokratisch-
socialistische Reformpartei”). Si aceptara que sus únicas armas deben
ser: los sindicatos (y las cooperativas), en lo económico, y el
parlamento (“encarnación de la voluntad de la sociedad, al margen de
las clases”), en lo político. La crítica de Rosa Luxemburgo, expuesta en
su folleto ¿Reforma social o revolución? (1899), abarca los tres planos
del razonamiento de Bernstein ‒el metodológico, el económico y el
político‒ pero combinados o entrecruzados en una sola totalidad
argumental. Se trata de un acoso al revisionismo, que ataca su objetivo
una y otra vez desde todos los ángulos y en los más variados tonos,
con la intención de demostrar que no representa una actualización o un
adelanto de la teoría marxista ortodoxa, sino por el contrario su
liquidación o su regresión: su reconversión de teoría proletaria o libre
de obligaciones en teoría burguesa u obligada a la conservación del
orden dominante.

189
Bolívar Echeverría

Allí está, ante todo, la demostración de que la creación de un sistema


monopólico y financiero en el capitalismo desarrollado, lejos de
aminorarlas, acentúa las contradicciones entre la potenciación
exorbitante de las fuerzas productivas, con su tendencia a volverse
sociales y mundiales, por un lado, y la apropiación capitalista-privada y
nacional de la riqueza, por otro lado; entre los intereses proletarios por
un lado, y los intereses burgueses, por otro. Allí, la observación de que
las crisis capitalistas, con su mayor o menor frecuencia y con su mayor
o menor intensidad, sólo son una de las formas de manifestación de
estas contradicciones.
Allí está también la demostración de que la democracia que se puede
perfeccionar en términos reformistas, con la acción de los sindicatos (y
las cooperativas) y con el fortalecimiento del parlamento, no es la
democracia que pretende instaurar el movimiento comunista en
términos revolucionarios. La democracia económica que pueden
alcanzar los sindicatos ‒por lo demás, en una interminable tarea de
Sísifo‒ no puede ir más allá de la generalización del respeto de los
capitalistas por el valor real de la fuerza de trabajo obrera, siempre
como simple mercancía y por el, tiempo que ella necesita para su
reproducción “normal”. No puede convertirlos en el sujeto comunitario
autárquico del proceso de vida social. Y la democracia política que se
puede alcanzar en el parlamento no puede ser más que la situación de
igualdad de los individuos (capitalistas o proletarios) ante el Estado,
pero ante un Estado que es la institucionalización de la violencia de
toda la clase capitalista al defender y desarrollar sus privilegios
económicos.
Pero sobre todo, y es lo que interesa destacar aquí, allí está una de las
más ricas y complejas y al mismo tiempo claras y precisas exposiciones
del marxismo ortodoxo sobre la necesidad del progreso a una forma de
sociedad esencialmente diferente de la capitalista y sobre el carácter
ineludiblemente revolucionario que debe adoptar dicho progreso.
Después de Marx y Engels, nadie como Rosa Luxemburgo ha sabido
definir el carácter total es decir, unitariamente objetivo y subjetivo de
la situación revolucionaria.44 Según ella, la posibilidad real o concreta
del progreso histórico hacia el comunismo se va constituyendo durante
44
Este aspecto central del pensamiento luxemburguiano lo destaca G. Lukács en Rosa
Luxemburgo como marxista (1921), uno de los dos ensayos sobre Rosa que el autor incluye
en su libro Historia y consciencia de clase, ed. Grijalbo, México, 1969.
190
EL DISCURSO CRÍTICO DE MARX

todo un periodo excepcional en el cual el agravamiento de la


explotación capitalista durante un momento de crisis desata al mismo
tiempo una serie de respuestas, cada vez más amplias, sutiles y
potentes, por parte del proletariado consciente y organizado, y una
reacción de la burguesía que, reduzca o no el tipo de explotación
inicial, pone al descubierto otros tipos de explotación, más complejos,
decisivos e insolubles. Este periodo de maduración de la situación
revolucionaria es precisamente el mismo en que el contenido de la
revolución que se plantea se vuelve cada vez más radical. De esta
manera, la conquista del poder político y su uso proletario ‒la
"dictadura del proletariado", más o menos pacífica‒ surgen como el
único medio para cumplir el imperativo (que se ha vuelto urgente) de
esa revolución radical; para romper con toda una época y un mundo
históricos e instaurar otros nuevos. El tema guía en toda la obra de
Rosa Luxemburgo ‒la afirmación del carácter esencial o cualitativo del
tránsito del capitalismo al comunismo‒, aparece así, en este escrito, en
calidad de fundamentación directa de la distinción que, contra
Bernstein, ella propone que no sea olvidada en el movimiento
socialdemócrata europeo, la distinción entre reforma y revolución.
La reforma legislativa (legislación) y la revolución no son métodos de
desarrollo histórico que puedan elegirse a gusto en el buffet de la
historia, como quien elige salchichas frías, o salchichas calientes. La
reforma legislativa y la revolución son diferentes dimensiones
[Momente] en el desarrollo de la sociedad dividida en clases. Se
condicionan y complementan mutuamente, y al mismo tiempo se
excluyen entre sí, como el polo norte y el polo sur, como la burguesía y
el proletariado. Toda constitución legal es simplemente el producto de
una revolución. En la historia de la sociedad dividida en clases, la
revolución es un acto de creación política, mientras que la legislación es
el vegetar político inerte de la sociedad. La acción legal de la reforma
no tiene impulso propio independientemente de la revolución. Durante
cada periodo histórico se cumple únicamente en la dirección que le da
el ímpetu de la última revolución, y se mantiene en tanto el impulso de
ésta se halla presenté en ella. Concretando, en cada periodo histórico,
la tarea de las reformas se cumple únicamente en el marco de la forma
social creado por la última revolución. Este es el núcleo de la cuestión.
Es completamente falso y contrario a la historia representarse la acción
legal de la reforma como una revolución extendida y la revolución

191
Bolívar Echeverría

como una reforma concentrada. Una revolución social y una reforma


legislativa son dos diferentes dimensiones [Momente] no por duración
sino por su esencia. El secreto del cambio histórico mediante la
utilización del poder político reside precisamente en la conversión de
las modificaciones simplemente cuantitativas en una nueva cualidad o,
para decirlo más concretamente, en la transición de un periodo
histórico de una forma de sociedad a otra. Es por esto que quienes se
pronuncian a favor del camino de las reformas legislativas en lugar de
‒y en contraposición a‒ la conquista del poder político y de la
revolución social, no están realmente eligiendo un camino más calmo,
seguro y lento hacia la misma meta, sino una meta distinta. En lugar
de dirigirse al establecimiento de una nueva sociedad, se dirigen
simplemente hacia modificaciones inesenciales (cuantitativas) de la
existente. Si seguimos las concepciones políticas del revisionismo
(Bernstein), llegamos a la misma conclusión que se alcanza cuando
seguimos sus teorías económicas: no se encaminan a la realización del
orden socialista, sino a la reforma del capitalista; no a la supresión del
sistema salarial, sino a un más o menos de la explotación, es decir, a la
supresión de los abusos del capitalismo y no a la supresión del
capitalismo en cuanto tal.
Rosa Luxemburgo fue asesinada en Berlín el 15 de enero de 1919.
Hacía apenas dos meses que se encontraba libre, después de haber
estado en prisión desde comienzos de 1915. El Estado monárquico del
capitalismo alemán había castigado su antibelicismo de comunista
internacionalista; sus acciones minaban la moral del ejército,
implicaban alta traición a la patria. El Estado republicano del mismo
capitalismo alemán ‒administrado esta vez por quienes años antes
fueran sus camaradas de partido‒ mandó asesinarla sin juicio previo.
Era parte de la masacre que desató para aniquilar a los pocos
comunistas que intentaron frenar, mediante una insurrección
desesperada, el apaciguamiento burgués de la revolución alemana de
1918.
Este final de Rosa Luxemburgo comenzó a decidirse ya por los años de
1910-1912, cuando la concepción comunista radical de la revolución
proletaria ‒de sus estrategias y su organización‒, que ella pretendió
introducir en el masivo y poderoso pero burocratizado e inofensivo
Partido Socialdemócrata Alemán (SPD), no logró romper el dominio de
la línea de la revolución “paso a pasó” definida por los dirigentes
192
EL DISCURSO CRÍTICO DE MARX

tradicionales (Kautsky, etcétera): línea “realista”, que conquistaba


reformas a cambio de claudicaciones. Se convirtió en un final casi
predecible desde que la revolución europea del proletariado ‒que sólo
se desarrollaba en la medida en que su carácter comunista y su
carácter internacionalista se complementaban mutuamente‒ se vino
abajo en 1914. La II Internacional de los partidos socialistas ‒con el
partido alemán, el más avanzado y ejemplar, al frente‒ se hallaba
impreparada, debido a su “astuta” moderación, para la guerra de clase
de los proletarios contra los burgueses; debió entonces elegir la guerra
nacional y enfrentar así a proletarios contra proletarios. En el caso de
Rosa Luxemburgo, como en el de otros grandes revolucionarios, su
muerte fue la ratificación de su fracaso, y su fracaso personal implicó
también el fracaso del movimiento revolucionario en el que ella no
pudo triunfar. El radicalismo comunista ortodoxo que ella intentó
imprimir al movimiento socialista alemán de esa época no alcanzó a
prender en él, no pudo ser recibido por él; y si éste se traicionó
primero y se desintegró después, fue precisamente por su carencia de
radicalidad revolucionaria. Una incompatibilidad profunda ‒oculta para
ambos bajo una engañosa complementariedad mutua‒ se interpuso
insuperablemente entre el Partido Socialdemócrata Alemán, en su
imponente ascenso, y Rosa Luxemburgo, quien fuera desde comienzos
de siglo uno de los principales impulsores de ese ascenso. 45
Rosa Luxemburgo fracasó en su intento de llevar la historia del
movimiento comunista a su salto definitivo. La verdad del discurso
marxista ‒como la de todo discurso concreto‒ está en su poder real, en
su capacidad para “volverse mundo” (Marx), para acompañar funcional-
mente a la revolución comunista en sus triunfos y su realización; y el
discurso de Rosa Luxemburgo no llegó en el momento favorable, o no
lo hizo por la vía adecuada, como para disputar ese poder o demostrar
45
El grueso del Partido Socialdemócrata Alemán adjudicó a Rosa la función de máximo nivel
pero no obstante secundaria de “principal agitadora” del partido; nunca la aceptó como un
contrincante de sus dirigentes tradicionales que estuviese en capacidad de remplazarlos en
algún momento. Esta incompatibilidad entre la idiosincrasia del PSA y la persona de Rosa es
uno de los síntomas más interesantes de otra incompatibilidad, de orden social general, que
comenzó a desarrollarse a fines del siglo pasado ‒y que un movimiento socialista acertado
pudo tal vez haber convertido en afinidad‒ entre los intereses de la clase obrera en la zona
imperialista del capitalismo y las necesidades más profundas de la revolución comunista.
Véase Jürgen Kucynski, Der A Ausbruch des ersten Weltkriegs und die deutsche Sozial-
demokratie, Berlín (RDA), 1959. También la obra de A. Laschitza y G. Radczun, R. L., ihr
Wirken in der deutschen Arbeiterbewegung, Berlín (RDA), 1971 aporta a la elaboración de
esta problemática (Radczun es el encargado de la más representativa de las ediciones de la
obra de Rosa Luxemburgo, la del Partido Socialista Unificado de Alemania).
193
Bolívar Echeverría

su capacidad de convertirse en fuerza histórica real. Pero no se puede


decir que la figura de Rosa Luxemburgo carezca de actualidad y que su
discurso haya sido “refutado por la historia”. En la historia de los
intentos revolucionarios del proletariado ‒historia que, como decía
Marx, avanza cíclicamente, volviendo sobre su propio pasado y
retomándolo críticamente en un nivel superior‒ la inoportunidad que
hace fracasar a un proyecto de revolución no lo afecta siempre de
manera definitiva ni invalida siempre su contenido discursivo. Y en el
caso de Rosa Luxemburgo todo parece indicar que su intervención
política fracasó porque, en una época en que el socialismo sólo
ejecutaba la necesidad del orden capitalista de “reformarse para poder
seguir siendo el mismo”, ella fincaba demasiado en el pasado
revolucionario (era demasiado marxista ortodoxa) o adelantaba
demasiado el futuro revolucionario. A lo mejor, el discurso de Rosa
Luxemburgo comienza apenas a ser verdaderamente escuchable dentro
de las fuerzas revolucionarias, a tener la oportunidad de tomar cuerpo
en la acción política de los “esclavos modernos”. 46
Pero su mensaje tendría que ser reencontrado. La discusión entre los
nuevos revolucionarios sobre la figura real de Rosa y sobre la
actualidad y utilidad de su obra deberá primero despejar el camino que
puede acercarlos a ellas. Despejarlo de un gran obstáculo, que se ha
asentado y consolidado tanto, que no parece tal, la doble figura ficticia
de una Rosa “luxemburguista” y, su contrapartida y complemento, una
Rosa casi “leninista”.
Un ejemplo. La primera recopilación más o menos amplia de la obra de
Rosa Luxemburgo publicada después de 1945 en los “países socialistas”
va precedida de un voluminoso cuerpo introductorio de 150 páginas. 47
Se trata a primera vista de un aparato correctivo, destinado a rescatar
para el lector las partes válidas, no desechadas por la historia, de lo
que Rosa dijo y escribió y a rechazar sus partes erróneas e incluso
nocivas, sus partes contaminadas de “luxemburguismo”.

46
El renacimiento actual del interés por la obra de Rosa Luxemburgo, preparado por las
publicaciones de los Cahiers Spartacus en París (B. Fouchére, A. Guillerm, etcétera) y por el
pequeño pero comprensivo estudio de Tony Cliff Rosa Luxemburgo, ed. Galerna Buenos
Aires, 1971, comienza también en 1968. Georges Haupt y Michael Löwy, entre otros,
prepararon en ese año el número 45 de Partisans, intitulado Rosa Luxembourg vivante.
47
Rosa Luxemburg, Ausgewaehlte Reden und Schriften. 2 vol. Berlín (RDA), 1955, 1500 pp.
A más del prólogo oficial de W. Pieck, la introducción incluye tres conocidos artículos de
Lenin (dos de ellos sobre dos obras importantes de Rosa, excluidas de la recopilación) y
uno más de Stalin.
194
EL DISCURSO CRÍTICO DE MARX

Pero es en realidad un dispositivo compuesto para promover una


suplantación; para desviar al lector en dirección a una Rosa
Luxemburgo artificial, cerrándole así el paso, sin que él pueda darse
cuenta, hacia la Rosa Luxemburgo de verdad. En efecto, después del
deslindamiento que se propone en él, la elección del lector es fácil, casi
obligada: se apartará de Rosa Luxemburgo en tanto que autora de su
obra errónea y se quedará con ella en tanto que autora de su obra
válida. Pero ¿qué es esa Rosa Luxemburgo válida por un lado y dañina
por otro? Es, ante todo, una figura demasiado inverosímil, carente de
vida propia y autonomía, que se parece demasiado, ora en negativo,
ora en positivo, a la figura paradigmática de alguien diferente, a la
figura de “Lenin”. Los rasgos que podrían perfilar la figura propia y
específica de Rosa Luxemburgo no están allí: los que se destacan son
rasgos prestados. En negativo, los rasgos de un “anti-Lenin”, en
positivo, los rasgos de un casi “Lenin”.48
Cuando, después del fracaso parcial de un proyecto revolucionario, éste
no tiene sucesión en uno nuevo, más acorde con la realidad, y el
proceso histórico debe avanzar a tientas, carente de la iniciativa de un
sujeto en fusión, la meta que estuvo propuesta inicialmente suele ser
reducida, por quienes usufructúan el triunfo parcial, a la dimensión de
los resultados alcanzados. La imagen de lo efectivamente logrado suele
ser elevada ideológicamente a la jerarquía de ideal cumplido. Después
del fracaso de la revolución comunista europea a comienzos de siglo, la
ideología del “socialismo en un solo país” se encargó de identificar el
impulso original de ella con el anquilosamiento burocrático de sus
adelantos parciales en Rusia.49 Y sólo una encarnación mítica de esta
identificación impensable o absurda podía garantizar, con su concreción
indudable, que fuese pensada y aceptada. El mito positivo que ha
servido de soporte a la ideología del “socialismo en un solo país” ha sido
el “leninismo”: la presentación embalsamada (y por tanto falseante) del
principio que guió el hacer práctico y teórico de Lenin bajo la figura de
un aparato de fórmulas, a la vez mecánico y proteico, obligado a
48
La dualidad de esta imagen de “Rosa Luxemburgo” suele presentarse encubierta bajo
otra: su vida correcta ("leninista") frente a su pensamiento errado (“luxemburguista”). Cf.
F. Oelssner, R. L., Eine kritische biographische Skizze, Berlín (RDA), 1951.
49
La necesidad histórica de la situación en que apareció el absurdo: “socialismo en un solo
país” la estudia Rudi Dutschke en su obra Versuch, Lenin auf die Füsse zu stellen (Intento
de poner a Lenin sobre sus propios pies), Berlín Occidental, 1974.
El modo como actúa esta necesidad histórica lo explica Sartre en el marco de su Critica de
la razón dialéctica, en un pasaje del segundo tomo inédito. Véase J: P. Sartre, “El
socialismo en un solo país”, Cuadernos Políticos, n.°. 12, México, abril-junio de 1977.
195
Bolívar Echeverría

traducir todos los datos del detenimiento (y por tanto desvirtuamiento)


de la Revolución de Octubre en pruebas de su progreso. 50
Mientras el mito positivo tiende a ser único (para parecerse a la verdad,
de la que se dice que también lo es) los mitos negativos que lo
acompañan y le sirven de marco contrastante suelen ser innumerables
(“el error es múltiple”). Pero entre los muchos mitos negativos que
fueron improvisados como trasfondo en el levantamiento del mito del
“leninismo” han sido el “trotskismo” y el “luxemburguismo” los que han
ocupado el sitio privilegiado.
Al “trotskismo” le tocó el lugar más expuesto, más concreto y más
práctico. Era un mito de alcance particular, referido directamente a la
historia de la revolución rusa ‒la que debía ser siempre el antecedente
afirmativo del último acierto histórico del jefe del Partido y el Estado
soviéticos y que era sentido en carne propia por quienes lo contaban y
por quienes lo oían. Era el mito que narraba cómo, a la muerte de
“Lenin”, el núcleo de los bolcheviques (léase Stalin) sólo pudo continuar
el “leninismo” gracias a la extirpación de Trotsky, el pseudo “Lenin”, y
la derrota de su modo de hacer política. El “luxemburguismo”, en
cambio, debió ocupar un lugar menos visible, más abstracto y más
teórico en el cuerpo mitológico que sustentaba la idea del “socialismo
en un sólo país”. Era, no obstante, un lugar de mayor jerarquía
negativa, ayudaba a definir por contraposición la esencia misma del
“leninismo” como teoría revolucionaria en general, como “la única
versión genuina del marxismo en el siglo XX”.
Los rasgos más frecuentemente usados en la composición del aspecto
propiamente negativo o “luxemburguista” de “Rosa Luxemburgo”
tienen relación con los siguientes tres elementos centrales de la política
comunista:

50
En el mismo texto en que Stalin afirma que el socialismo “no puede ser construido en un
solo país” (primera edición) y que el socialismo “puede y debe” ser construido en ‒un solo
país (segunda edición), queda también fundada la doctrina universal del “leninismo”. Cf. las
dos primeras ediciones de la conferencia de Stalin en la Universidad Sverdlov en abril de
1924, intitulada “Sobre los fundamentos del leninismo”, y el comentario del propio Stalin
respecto de su cambio de opinión en “En torno a los problemas del leninismo”. Stalin,
Obras, ed. Lenguas Extranjeras, Moscú, 1953, t. VI; y Cuestiones del leninismo, ed.
Sociales, México, 1941.
El marxismo de Lenin como sustancia que recibe la forma ideológica apologética de
“leninismo” es tratado por Bernd Rabehl en Marx und Lenin. Wiedersprüche einer
ideologischen Konstruktion des “Marxismus-Leninismus”, Berlín Occidental, 1973.
196
EL DISCURSO CRÍTICO DE MARX

1] la determinación del tipo de revolución que exige la situación


histórica de tránsito a la sociedad comunista; del grado en que se
combinan en ella la necesidad objetiva del desarrollo capitalista y
la voluntad del factor subjetivo, la clase proletaria;
2] la definición del tipo de relación que debe existir entre la clase
obrera con sus instituciones gremiales, y su organización política
revolucionaria; la definición, por tanto, de las funciones y la
estructura de esta organización;
3] el reconocimiento de otras luchas políticas verdaderamente
coincidentes con la lucha revolucionaria del proletariado; luchas
por reivindicaciones nacionales y por intereses campesinos,
especialmente.
Rasgos “luxemburguistas” quiere decir “errores”. Tres tipos de errores
son los que habría cometido la Rosa “luxemburguista” en el
planteamiento y la solución de estos tres conjuntos de cuestiones. En
primer lugar, el mecanicismo (fatalismo o “hegelianismo”) catastrofista.
Las teorías económicas de Rosa llevarían al absurdo de prever un
momento final de asfixia en el desarrollo del sistema capitalista
(cuando se hayan agotado los territorios no capitalistas para su
expansión en el planeta). El orden socialista resultaría así automá-
ticamente de la crisis final o hundimiento del capitalismo: una ley
natural o una necesidad trascendente se impondría de todas maneras,
fuese mayor o menor la iniciativa revolucionaria de la clase obrera. La
existencia misma del movimiento comunista, de sus luchas y sus
triunfos, quedaría, en última instancia, calificada de superflua.
En segundo lugar, el espontaneísmo. Rosa habría exaltado hasta el
endiosamiento la capacidad revolucionaria espontánea o no provocada
de las masas proletarias, indiferenciadas, de emprender y llevar a cabo
la revolución comunista en el momento marcado por la necesidad
histórica y con aparatos organizativos creados ad hoc. Se habría
cerrado así la vía para la comprensión de las funciones específicas que
le corresponden al partido revolucionario como organización
permanente y de Vanguardia del proletariado, sin la cual el instinto
revolucionario de éste permanece en potencia o bien se desvía, se
pierde y falla su objetivo.51 Muestras de este error serían:

51
Es notorio que Lenin, cuando se refiere a los errores de Rosa, no menciona el error de
espontaneismo. “A veces, las águilas vuelan más bajo que las gallinas, pero las gallinas
197
Bolívar Echeverría

— el descuido de la problemática acerca de la constitución


orgánica del partido (y por tanto la incomprensión de la
importancia de la división entre bolcheviques y mencheviques
en el Partido Socialdemócrata de Rusia);
— el exceso de respeto frente a la autonomía de los sindicatos en
su relación con el partido;
— la tardanza en la construcción de una organización propia para
la corriente revolucionaria del Partido Socialdemócrata Alemán;
— el desinterés en la preparación de la insurrección espartaquista
de Berlín en 1919;
— la incomprensión del peculiar tipo de dictadura del proletariado
que los bolcheviques instituyeron después de la Revolución de
Octubre.
En tercer lugar, el esquematismo o abstraccionismo obrerista. Rosa se
habría atenido a un modelo
purista del desarrollo del capitalismo y de las relaciones de clase e
internacionales que él impone. Por esta razón, al tratarse de la
interpretación de la situación concreta, la presencia en la realidad de
ciertos conflictos diferentes del que existe entre obreros y capitalistas
‒conflictos entre naciones o minorías nacionales y Estados imperialistas,
entre campesinos precapitalistas y economías nacionales capitalistas‒
no podía ser percibida por Rosa. En consecuencia, su política sería
necesariamente pobre y unilateral.
De estos tres “errores” ‒cuyo contenido ha sido inventado a partir de
deformaciones e incluso inversiones de ciertos datos reales de la
práctica y la teoría de Rosa‒, el segundo, el “espontaneísmo”, sin ser el
más decisivo lógicamente, ha sido el que con mayor insistencia y
amplitud ha perfilado la imagen del “luxemburguismo” o lado negativo
de “Rosa Luxemburgo” como figura mítica negativa.

jamás podrán elevarse a la altura de las águilas. Rosa Luxemburgo se equivocó en el


problema de la independencia de Polonia; se equivocó en 1903, en su apreciación del
menchevismo; se equivocó en la teoría de la acumulación del capital; se equivocó en julio
de 1914, cuando junto con Plejanov, Vandervelde, Kautsky y otros defendió la unidad de
los bolcheviques y los mencheviques se equivocó en sus escritos de la cárcel, en 1918 (por
lo demás, ella misma al salir en libertad, a fines de 1918 y principios de 1919, corrigió gran
parte de sus errores). Pero a pesar de todos sus errores, Rosa Luxemburgo fue y seguirá
siendo un águila.” “Notas de un publicista”, Obras completas, ed. Cartago, Buenos Aires,
1971, t. XXXVI, p. 169.
198
EL DISCURSO CRÍTICO DE MARX

Bastaría destacar en toda la extensión de la obra de Rosa, junto a la


rica serie de pasajes centrales en los que ella expone la necesidad que
la clase proletaria tiene de una organización política centralizada y
permanente como condición indispensable del buen éxito de su lucha
revolucionaria, otra serie de afirmaciones, igualmente centrales y
frecuentes, sobre la responsabilidad revolucionaria que debe
reconocerse a las instituciones y los dirigentes políticos proletarios,
para demostrar sin lugar a duda que en Rosa Luxemburgo no existe tal
fe ciega y cómoda‒ en un desenvolvimiento automático del proceso
revolucionario.52
Por otra parte, bastaría recordar la tradición y el medio político
socialista en los que actuaba, hablaba y escribía Rosa ‒que privilegiaban
sin compensaciones la importancia del aparato organizativo y de las
decisiones en su cúspide‒ para explicar el hecho de que, en su
necesario “torcer en sentido inverso la vara torcida, a fin de
enderezarla” (Lenin), hubiera insistido mucho más en las capacidades
revolucionarias de las masas que en las virtudes revolucionarias de los
comités centrales de sus partidos. 53
Es posible, en efecto, destruir la imagen caricaturesca de una Rosa
adoradora de la creatividad del caos, dejar firmemente asentado que la
actividad revolucionaria de las masas proletarias es para ella un
fenómeno conscientemente provocado (no “espontáneo” en la acepción
de “automático”) y que ese provocar consciente es la función específica
del partido comunista. Pero ello no es suficiente para escapar a la
mitología de una Rosa “luxemburguista” en cuestiones de organización;
se llega, a lo mucho, a reconstruir una figura que no es tan
“espontaneísta” (anti-“leninista”) como se cree, y cuya innegable
porción de “espontaneísmo” representa por otro lado una comple-
mentaria y saludable (casi “leninista”) acentuación de la importancia
que tiene el instinto revolucionario de las masas al ser conducidas por
el partido.

52
Así lo hace L. Basso, en Rosa Luxemburgo, ed. cit.
53
Como lo hace Tony Cliff en Rosa Luxemburgo, ed. Galerna, Buenos Aires, 1971, donde
recuerda cómo Rosa se hallaba rodeada de partidos que idolatraban la visión y la voluntad
de los jefes (el Partido Socialista de Pilsudski) y que confiaban ciegamente en el
funcionamiento de su aparato organizativo, político (en Alemania) o sindical (en Francia).
199
Bolívar Echeverría

Lo que el mito del “espontaneísmo luxemburguista” afirma es propia-


mente esto; la concepción que Rosa Luxemburgo tiene de las
relaciones entre la clase proletaria y el partido comunista es en sí
absurda; para volverla comprensible es necesario traducirla a los
términos de la concepción “leninista”, según la cual toda acción
revolucionaria efectiva se compone, en una combinación armónica, de
un movimiento espontáneo e inconsciente de las masas, por un lado, y
de una dirección estimuladora y consciente proveniente del partido, por
otro. Traducida a estos términos ‒que serían los únicos racionales y
“marxistas”‒ la concepción de Rosa Luxemburgo resulta necesariamente
“espontaneísta” porque adjudica a las masas en mayor o menor
medida lo que sólo puede ser función del partido: la conciencia y la
dirección.
Para romper y no sólo debilitar, el mito de Rosa Luxemburgo
“espontaneísta” se debe comenzar por rechazar la necesidad de esa
traducción; por afirmar que la concepción luxemburguiana de la
relación de clase-partido se sostiene por sí sola: que no es absurda sino
diferente de la que se presenta a sí misma como paradigma, que no es
más errónea respecto de ésta que lo que ésta puede ser respecto de
ella.
El concepto luxemburguiano de la espontaneidad de las masas
proletarias ‒fue sólo es una ampliación sistemática del concepto de
subjetividad (Subjektcharakter) o autoactividad (Selbsttaetigkeit) de la
clase obrera, uno de los conceptos claves del discurso comunista de
Marx‒ no pone el acento en el problema, en alguna medida superfluo,
de la repartición de las distintas funciones revolucionarias entre las
masas y la dirección en un episodio histórico concreto. Seria éste un
problema derivado, pues un proceso más determinante relativiza
fuertemente toda adjudicación de ciertas funciones precisas a uno y a
otro de estos dos protagonistas: la visión certera y la iniciativa, que
parecen facultades propias de la dirección, pueden a veces encontrarse
no en ella sino en las masas; a la inversa, el impulso y la
perseverancia, virtudes que suelen atribuirse a las masas, pueden faltar
en ellas pero estar en la dirección. El problema esencial para Rosa
Luxemburgo es el establecer la ley o el principio que rige el proceso de
repartición y de permutación de funciones entre las masas proletarias y
sus instrumentos organizativos y de vanguardia.

200
EL DISCURSO CRÍTICO DE MARX

La afirmación luxemburguiana de la espontaneidad revolucionaria de


las masas proletarias no se agota en un juicio acerca de la capacidad
de éstas de llevar a cabo una acción revolucionaria sin haber sido
motivadas o provocadas, encauzadas o dirigidas por líderes o grupos
especiales. Esta espontaneidad coyuntural, cuya existencia puede
comprobarse en la historia, sería para Rosa Luxemburgo sólo una de
las dos manifestaciones esenciales complementarias ‒la otra sería
precisamente la organización comunista‒ de una espontaneidad
revolucionaria más profunda y permanente.
La compleja teoría luxemburguiana de la espontaneidad, que sustenta
todas sus consideraciones acerca de la relación entre la clase proletaria
y el partido comunista, tiene su origen en una idea constantemente
repetida por Marx bajo las más variadas formas y cuya versión más
concisa se encuentra en la tercera Tesis ad Feuerbach. ¿En virtud de la
posesión de qué ciencia pueden saber los transformadores de los
hombres y de las circunstancias en qué dirección debe acontecer esa
transformación? Esta es la pregunta que subyace en el texto de Marx.
Y la respuesta es: en virtud de una ciencia en la que sólo pudieron ser
educados por esa misma transformación del mundo, en tanto que
proceso que los rebasa y que se realiza mediante ellos. La
transformación del mundo o “praxis revolucionaria” se constituye, por
lo tanto, como “[...] coincidencia del cambio de las circunstancias con
el cambio de la actividad humana o autotransformación”.
Para Rosa Luxemburgo, la espontaneidad de las masas es propiamente
la espontaneidad o autoactividad de esta “praxis revolucionaria”. Se
trata de espontaneidad y no de automatismo porque ella es la
característica de un proceso objetivamente necesario que está siendo
interiorizado por un sujeto, por la clase social que hace de él una
empresa suya propia. La revolución comunista, como actividad masiva
de la clase proletaria, es espontánea; y esta espontaneidad de la clase
es la que se efectúa mediante una “dialéctica” o un proceso de
interacción permanente entre esta clase, en su estado orgánico
elemental, y un destacamento suyo de vanguardia que la motiva y
dirige en sus acciones, la perfecciona en su conciencia y organización,
adaptándose constantemente a los cambios de estas necesidades. La
relación clase-partido no es, pues, una relación de exterioridad, como
la que presupone la concepción llamada “leninista”, sino una relación
entre la totalidad de la clase proletaria, en un cierto grado de madurez
201
Bolívar Echeverría

revolucionaria, y aquella parte especial suya que le posibilita el tránsito


a una nueva figura de sí misma, más perfeccionada. La clase proletaria,
por su especificidad histórica, no puede existir realmente sin
desdoblarse dialécticamente, sin una dinámica interna entre masas y
partido.54 Por esta razón, para Rosa Luxemburgo, el partido comunista
tiene principalmente una función de “formación” político-práctica de la
clase proletaria; pero la función formadora de un “educador” que,
según Marx, (clases, naciones) “no proletarias” está siendo “educado”.
En la historia concreta de una lucha de clases, cada episodio de ésta es
un momento formativo dentro de un proceso circular o en ascenso
espiral. El partido, al hacer ‒con su labor de organización y dirección‒
que las masas aprendan o se perfeccionen políticamente en la
transformación de las “circunstancias”, se somete también a ese vuelco
ascendente y se deja transformar por la transformación de las
circunstancias. La de Rosa Luxemburgo es, pues, una teoría de la
revolución comunista que ubica en el centro la espontaneidad
revolucionaria de la clase proletaria y su realización mediante la
interacción dialéctica entre masas y partidos. Es así una teoría que
privilegia la espontaneidad sin ser “espontaneísta”, no porque sea
también, en igual medida, “dirigista”, sino porque se halla en un plano
que supera el de la oposición entre “espontaneísmo” y “dirigismo”.
Las otras dos componentes principales del “luxemburguismo” -lado
“oscuro” de la imagen mítico-negativa de “Rosa Luxemburgo”‒, el
“mecanicismo catastrofista” y el “esquematismo obrerista” se hallan
directamente supeditadas a la central, que es el “espontaneísmo”. Son
mitificaciones construidas, al igual que ésta, mediante la traducción ‒
necesariamente deformadora‒ de lo que es problematizado por Rosa en
el plano altamente complejo de la teoría crítico-revolucionaria del
marxismo a los términos de un aparato ideológico dirigido elemental y
desesperadamente a la apología del detenimiento de una revolución.

54
Por esto, nada es más ajeno a Rosa Luxemburgo que la afirmación kautskiana de que
"[...1 el socialismo contemporáneo nació en el cerebro de ciertos individuos de la categoría
'intelectuales burgueses' y es por ellos que fue comunicada a los proletarios más
desarrollados intelectualmente, quienes lo introdujeron en la lucha de clases del
proletariado, allí donde las condiciones lo permitían. Así pues, la conciencia socialista es un
elemento importado de fuera en la lucha de clases del proletariado, y no algo que haya
surgido originalmente allí".
202
EL DISCURSO CRÍTICO DE MARX

Lo que en Rosa Luxemburgo es exploración del contorno (no sólo


geográfico) de realidades no capitalistas, que el capitalismo necesita
para sobrevivir, reproducirse y ampliarse; de las posibilidades que hay
de que esas realidades se agoten (aunque después de la crisis
provocada por su agotamiento sean reconstruidas o remplazadas) y del
modo como la existencia y la escasez de ese medium no capitalista
determina la vida económica y el comportamiento político de la
burguesía imperialista; toda esta investigación científica marxista de las
condiciones en que el proletariado debe construir su estrategia
revolucionaria es convertida, dentro de la mitología sustentadora de la
ideología del “socialismo en un solo país”, en un intento insensato de
demostrar que el capitalismo tiene sus días contados, que en cuanto
termine de extenderse por todo el globo, fenecerá por falta de “espacio
vital”. Lo que en Rosa Luxemburgo es búsqueda para la estrategia
proletaria de aliados de clase cuyos intereses históricos no sean
directamente integrables por la burguesía imperialista ‒como lo son los
intereses de “independencia nacional” de las burguesías nativas o de
los países ya integrados en el funcionamiento imperialista del
capitalismo‒ es convertida en “ceguera ante las legítimas reivindicaciones
de fuerzas sociales (clase, naciones) no proletarias”.
Una Rosa Luxemburgo de perfiles propios, no de los “leninistas-
luxemburguistas” que se le adjudicaron, se encuentra en la obra que
ella dejó, en el ejemplo de su acción histórica, en los textos de sus
discursos, sus propuestas en el partido, sus artículos polémicos no
explicativos, sus libros científicos y su correspondencia. Pero llegar a
ella requiere aproximarse ‒más allá del nivel de la preocupación
intelectual o del campo de la política coyuntural‒ al terreno en el que
ella vivía verdaderamente: el de la experiencia radical, en todos los
ámbitos de la cotidianeidad, de la necesidad de la revolución
comunista.55

55
Véase la Introducción de Juergen Hentze a Rosa Luxemburg, Internationalism lismus und
Klassenkampf (los escritos polacos de Rosa Luxemburgo), Neuwied, Berlín Occidental,
1971.
203
Bolívar Echeverría

II
La nacionalidad del obrero no es francesa ni inglesa ni alemana;
es el trabajo, la esclavitud en libertad, la venta voluntaria de si
mismo. Su gobierno no es francés ni inglés ni alemán; es el
capital. Su cielo patrio no es el francés ni el inglés ni el alemán;
es la atmósfera de la fábrica. El suelo que le pertenece no está
en Francia ni en Inglaterra ni en Alemania; está bajo tierra, a
unos cuantos palmos de profundidad.
Karl Marx (1845)

Para definir la revolución comunista como proceso histórico concreto, y


para actuar políticamente de acuerdo a tal definición, los marxistas no
pueden contentarse con el esquema abstracto de su teoría. Según éste,
la revolución comunista resulta de la lucha de clases que enfrenta al
proletariado explotado con la burguesía capitalista explotadora, en la
medida en que, dentro de esta lucha, la posición proletaria asume y
potencia la tendencia incontenible de las fuerzas productivas de la
sociedad a desarrollarse en sentido comunitario mientras que la
posición burguesa representa y defiende la tendencia cada vez más
antihistórica del modo privado capitalista de reproducción social a
mantenerse indefinidamente. El proletariado es por tanto la clase social
que, en el desarrollo de su propia existencia ‒que es siempre lucha
contra la clase capitalista‒, se vuelve necesariamente comunista. A la
cuestión sobre el proceso que constituye a este “sujeto revolucionario”,
o acerca de ese tránsito necesario que convierte a la masa de
proletarios (“clase en sí”) en el movimiento histórico instaurador de la
sociedad comunista (“clase para sí”), el esquema abstracto del
marxismo responde con una teoría general sobre la manera específica
en que se ejerce la explotación en la sociedad capitalista y sobre la
posibilidad ‒única en la historia‒ que abre este carácter específico de la
“esclavitud moderna” para que la lucha “económica” o reivindicativa de
los explotados se transforme en lucha “política” o revolucionaria. En la
“esclavitud moderna”, a diferencia de la “esclavitud antigua” ‒en la que
todo el trabajo de los explotados, incluso el que les era efectivamente
pagado (por el sustento que recibían), parecía ser trabajo no pagado‒,
todo el trabajo que los explotados ejecutan con los medios de
producción de los capitalistas, incluso el que realizan gratis para éstos

204
EL DISCURSO CRÍTICO DE MARX

(y que genera el “plusvalor” o ganancia), parece ser trabajo pagado. La


explotación o “esclavitud” moderna ‒ésta es su peculiaridad histórica‒
no puede subsistir sin la “complicidad” o, lo que es lo mismo, sin la
libre aceptación de los propios explotados. Y ésta sólo es posible
gracias a la sustitución incuestionable de las relaciones reales de
explotación por esa apariencia de relaciones equitativas. Al luchar
“económicamente” por la justa remuneración de su trabajo ‒es decir, al
someterse a la definición de éste como un objeto mercantil cuyo valor
es igual al de su capacidad para trabajar o al de los bienes necesarios
para restaurarla periódicamente; al someterse por tanto a la ley según
la cual sólo una parte del fruto de su trabajo (el “valor necesario”) les
corresponde por derecho, mientras el resto (el “plusvalor”) es
propiedad de los capitalistas‒, los proletarios aceptan voluntariamente
los términos de su “esclavitud”. Su lucha clasista se reduce de esta
forma a la de un conjunto de propietarios-vendedores de mercancía, la
mercancía fuerza de trabajo, contra el conjunto de propietarios-
compradores de ella, que, dentro del estado de derecho burgués y
sirviéndose de él, exigen el precio real de su mercancía (salario igual a
la parte “necesaria” del valor producido), defienden la verdadera
magnitud del valor de la misma (contra el intento capitalista de
“incrementar relativamente” el plusvalor) y la protegen de un mal uso
que la desgaste excesivamente (como intentan hacerlo los capitalistas
para “incrementar absolutamente” el plusvalor). Pero ‒y aquí reside la
posibilidad de su liberación‒ la lucha “económica” consecuente y radical
de los proletarios modernos, dentro de la “complicidad” con su
esclavitud, los lleva una y otra vez, y cada vez con más fuerza, a
hacerlos chocar con los límites de validez de las condiciones de su
explotación.
Los excesos de los capitalistas en la extracción y en la apropiación del
plusvalor que les producen gratis los obreros sólo los pueden combatir
estos mediante una lucha que implica atentar contra todo el modo
como se produce y se consume la riqueza en la sociedad capitalista;
contra la forma misma de una vida social basada en la producción y el
consumo del plusvalor. Velar como propietarios privados por el justo
precio, el buen mantenimiento, y el uso mesurado de su mercancía, la
fuerza de trabajo, es algo que los proletarios no pueden llevar a cabo
efectivamente sin llegar de una manera u otra a cuestionar la
diferencia aparentemente inesencial que los separa del otro tipo de

205
Bolívar Echeverría

propietarios privados, el de los capitalistas, la de que éstos detentan el


control de los medios de producción sociales, mientras que ellos no. Y
este cuestionamiento es precisamente el que convierte a la lucha
“económica” reformista o respetuosa de los términos políticos que
posibilitan el mantenimiento de la “esclavitud” moderna, en lucha
revolucionaria, que mina y tiende a destruir esos términos políticos
como condición para la instauración del modo de reproducción social
comunista.
Pero los marxistas no pueden contentarse con este esquema general.
Su acción política concreta los enfrenta cotidianamente a un conjunto
de cuestiones que tienen que ver efectivamente con el tránsito del
comportamiento “económico” y reivindicativo al “político” y revolu-
cionario de la clase obrera, pero cuyo planteamiento como problema
requiere una aproximación de mayor concreción y complejidad. Tal vez
la figura más completa en que aparece ese conjunto de cuestiones
relativas a la conformación revolucionaria de la acción proletaria es la
que se resume bajo el concepto de la “cuestión nacional”. En lo
abstracto, como modo de reproducción de la sociedad en general, el
capitalismo adjudica a los miembros de ésta una identidad de clase que
se define con diferentes grados de pureza en referencia a las dos
situaciones sociales básicas, polarmente contrapuestas en su comple-
mentariedad: la de los obreros y la de los capitalistas. Pero en lo
concreto, como modo de reproducción social que incluye, con distintos
grados de intensidad, al conjunto histórica y geográficamente
diferenciado de la sociedad mundial, el capitalismo adjudica a los
individuos sociales un segundo nivel de identidad social: el que los
determina al margen de la definición clasista, como miembros de
alguna de las unidades particulares, los Estados nacionales en que el
capitalismo debe diferenciar su funcionamiento. En la realidad social
concreta organizada por el capitalismo, múltiples conglomerados que
reúnen indistintamente a capitalistas y proletarios se oponen entre sí
como totalidades económicas nacionales de intereses diferentes y
concurrentes. Así, dentro de cada uno de ellos, proletarios y capitalistas
no sólo se distinguen y enfrentan entre sí; también se confunden y se
entienden unos con otros. La “complicidad” que mantienen los
proletarios con su “esclavitud” al aceptar como posible y válido el
intercambio que ellos, en tanto que propietarios privados, hacen de su
mercancía fuerza de trabajo con la mercancía medios de subsistencia

206
EL DISCURSO CRÍTICO DE MARX

de los propietarios privados capitalistas, se halla así consolidada por


una “solidaridad” supraclasista: la que mantienen con los intereses
comunes del conjunto nacional estatal de propietarios privados en el
que están incluidos. Su lucha “económica” contra la clase capitalista
adquiere una densidad concreta que la vuelve mucho más compleja; al
plantear la estrategia que la guía, debe incluir como mediación
necesaria la consideración de que los intereses clasistas pueden
converger o divergir relativamente de estos intereses nacionalistas,
pero que éstos existen siempre, de todas maneras, como marco
delimitante de su propia viabilidad.
A primera vista, la necesidad de defender el Estado nacional común de
todos los propietarios privados sería siempre un obstáculo en la lucha
de los propietarios privados proletarios contra la explotación de que
son objeto por parte de los capitalistas. Pero la desigualdad y la lucha
competitiva entre las distintas unidades particulares, “nacionales”, de
capitalismo ‒que definen el modo como la sociedad mundial es
constituida por la reproducción de su riqueza como capital‒ da lugar a
una constelación sumamente variada de situaciones capitalistas
nacionales. Junto a naciones capitalistas dotadas de Estados más o
menos independientes existen naciones capitalistas que se subordinan
a otras en la construcción de un Estado “plurinacional” y que compiten
con otras similares en términos imperialistas; existen incluso naciones
capitalistas francamente sometidas, dentro o fuera de los Estados
imperialistas, que se hallan impedidas de consolidarse efectivamente
como Estados autónomos. Y, en este abigarrado conjunto de realidades
nacionales capitalistas, la lucha revolucionaria de las distintas secciones
del proletariado “internacional” contra sus respectivos capitalistas
nacionales se plantea también de maneras muy variadas. Aparecen
entonces, para los revolucionarios marxistas, lo que podría llamarse el
núcleo político de la “cuestión nacional”. Al defender el Estado nacional,
¿pueden los proletarios rebasar a sus aliados capitalistas y aprovechar
el retraso de éstos para convertir la movilización nacionalista en
realizaciones comunistas? ¿Es posible que una colaboración de clase
del proletariado con los capitalistas en el marco de una lucha común
por la autodeterminación de su unidad nacional ‒sea como expansión
de un Estado ya constituido, como defensa de un Estado dependiente o
como construcción autónoma de un nuevo Estado‒ favorezca la transfor-
mación de su lucha “económica” (tendencialmente revolucionaria) contra

207
Bolívar Echeverría

los mismos capitalistas en una lucha “política” (realmente revolucio-


naria)? Si lo es, ¿cuáles son las condiciones para ello?
“Nos encontramos ahora ante el hecho ineludible de la guerra.
Nos amenazan los horrores de invasiones enemigas [...] De lo
que se trata es de defenderse de este peligro, de poner a salvo
la cultura y la independencia de nuestro propio país. Y aquí
hacemos efectivo aquello en lo que siempre hemos insistido. En
la hora del peligro, no dejamos de cumplir con nuestra patria
[…]”
La patria en peligro, la defensa nacional la guerra popular por la
existencia, la cultura y la libertad; ésta fue la consigna lanzada
por la representación parlamentaria de la socialdemocracia [...]
Ahora, millones de proletarios de todos los idiomas caen en el
campo de la vergüenza, del fratricidio, de la automasacre, con el
canto de los esclavos en los labios.”
Rosa Luxemburgo, 1915

El planteamiento de la “cuestión nacional”, como fenómeno social,


histórico y político específico, por parte del pensamiento marxista, tiene
un punto de partida determinado; se encuentra en la obra de Rosa
Luxemburgo. Desde 1893, fecha que marca el inicio de su vida de
militante comunista. Rosa Luxemburgo debió ubicar dentro de lo que
constituía el centro de su preocupación política ‒la preparación de la
clase obrera y sus organizaciones para el momento, que entonces
parecía inminente en Europa, de la transformación revolucionaria‒ el
tratamiento de los problemas que resultan de la presencia de un plano
de concreción nacional en el desarrollo real del movimiento comunista.
Fue impulsada a ello, primero (sobre todo hasta 1902), por la
necesidad de combatir los efectos divisionistas y retardadores de una
estrategia socialista para la democratización del conjunto del Imperio
Ruso que, según ella demostraba, resultaban del “social-patriotismo”
dominante en el movimiento socialista polaco. Después (sobre todo a
partir de 1905), por la necesidad de combatir el peligro de debilitamiento
y desintegración que, según ella preveía, amenazaba, desde el
fortalecimiento de los distintos nacionalismos, al movimiento socialista
europeo en general. La manera original que tuvo Rosa Luxemburgo, a
lo largo de las muchas y encendidas polémicas que desató, de llevar a

208
EL DISCURSO CRÍTICO DE MARX

cabo esta ubicación de la “cuestión nacional” dentro de la “cuestión


revolucionaria” es lo que hace de ella no sólo pionera y fundadora sino
también coautora principal de la teoría marxista sobre la “cuestión
nacional”; teoría que, si bien se encuentra todavía lejos de tener una
estructura precisa y un contenido satisfactorio, ha mostrado ya
ocasionalmente por lo menos un perfil inconfundible en su
enfrentamiento a las categorías espontáneas de autoapología que
genera el capitalismo para explicar la dimensión nacional de la
existencia social.
Sin embargo, la mitificación del “luxemburguismo”, que apuntala en
negativo la realidad del “socialismo en un solo país”, descalifica a Rosa
Luxemburgo adjudicándole el pecado de “unilateralidad inter-
nacionalista”. La “unilateralidad internacionalista” de Rosa Luxemburgo
consistiría en la “incapacidad” de su pensamiento ‒demasiado
esquemático e irrealista‒ para captar en el terreno de la política
concreta la necesidad de que una mediación nacionalista modifique en
determinadas condiciones la línea estratégica socialista seguida por los
partidos obreros. Sólo un irrealismo fijado en los principios abstractos
puede, en efecto, propugnar, en nombre de la hermandad de clase
internacional entre proletarios, la negativa socialista a defender junto a
la burguesía los intereses de una nación capitalista progresista
amenazada por una gran potencia reaccionaria. Sólo un esquematismo
ajeno a la historia concreta puede, igualmente, propugnar el
desconocimiento de las exigencias de “autodeterminación nacional” que
acompañan a las exigencias socialistas en los movimientos
revolucionarios de países sojuzgados interior o exteriormente por
Estados imperialistas. El internacionalismo de Rosa Luxemburgo
implicaría así una política socialista unilateral por ser el resultado de
una aplicación mecánica de la idea según la cual, para los socialistas
marxistas, la cuestión nacional, “al igual que todas las otras cuestiones
sociales y políticas”, es “básicamente una cuestión de intereses de
clases”. Obnubilada por la contradicción universal entre toda la clase de
los proletarios y toda la clase de los capitalistas, Rosa Luxemburgo no
podría ver el modo cómo el desarrollo efectivo de la misma se ve
afectado por las contradicciones particulares que existen entre las
diferentes naciones del planeta.

209
Bolívar Echeverría

La idea de una “unilateralidad internacionalista” de Rosa Luxemburgo,


como elemento constitutivo del “luxemburguismo”, es una construcción
ideológica del socialismo autodenominado “leninista”, destinada a
censurar un recuerdo que es capaz de cuestionarlo en su propia
validez: el recuerdo del acontecimiento que lo llevó a dejar de ser un
socialismo internacionalista, y de la situación histórica que lo precedió;
una situación en la que tanto la cuestión política práctica acerca de la
cooperación revolucionaria entre las distintas secciones del proletariado
mundial cuanto la cuestión política teórica acerca del nacionalismo
proletario se planteaban y discutían abiertamente como cuestiones
importantes y urgentes dentro del movimiento obrero, pues todavía no
habían sido silenciadas por las “vanguardias políticas” mediante
“soluciones” de facto, justificadas apresuradamente “en teoría”. A
comienzos del siglo, los socialistas, más por convicción de principios e
inocencia histórica que por una conciencia alcanzada científicamente,
tendían a considerar que el carácter de la clase proletaria y de su
acción era primariamente internacional y sólo secundariamente nacional.
A partir de los años treinta, por el contrario ‒y pese o, mejor, a causa
de la existencia de la III Internacional (1921-1943)‒, para los
socialistas es natural concebir a la clase obrera como una fuerza
circunscrita básicamente a los límites de su Estado nacional y que sólo
derivada e indirectamente amplía sus márgenes de acción hasta
alcanzar una presencia internacional. Entre el primer momento y el
segundo está la experiencia de una gran catástrofe del movimiento
obrero y su organización, la quiebra interna de la Internacional
socialista ante el embate de la ola de nacionalismo chovinista que se
abatió sobre las distintas componentes nacionales de la clase obrera
europea en vísperas de la gran guerra de 1914-1918. Pero la pérdida
de la inocencia histórica que distingue a la segunda actitud de los
socialistas no equivale a la conformación de una conciencia clara sobre
la relación entre internacionalismo y nacionalismo en la clase obrera. La
experiencia de su división y ajenidad nacionales fue traumática. Y, lejos
de ser compensada por otras de signo positivo, se repitió varias veces,
en circunstancias diferentes y cada vez más complejas. La contundente
facticidad de la atomización nacional del proletariado se ha traducido
en un dogma que rehuye el recuerdo de su origen y que condena,
desde su autoridad “histórica”, el “irrealismo” de toda concepción del
proletariado como clase estructuralmente internacional.

210
EL DISCURSO CRÍTICO DE MARX

Por ello, el internacionalismo “luxemburguista” tiene que ser creado


para servir de hereje principal y de acusado predilecto. La obra de Rosa
Luxemburgo trae a la memoria el internacionalismo irreflexivo de los
socialistas de comienzos del siglo. Pero, sobre todo, reactualiza la
actitud critica que ella tuvo ante esa falta de reflexión científica; y al
hacerlo pone necesariamente en cuestión la retirada igualmente
irreflexiva de los socialistas posteriores hacia el nacionalismo
espontáneo que los caracteriza. La catástrofe de la Internacional
socialista en 1914 suele ser mencionada como la prueba empírica que
refutó definitivamente el “internacionalismo abstracto” de los socialistas
en torno a Rosa Luxemburgo. Se llega incluso a ver a éstos como
culpables involuntarios e indirectos de dicha catástrofe, por el
“utopismo” que fomentaban en las masas obreras distrayéndolas de
una actividad que pudo haber sido más realista y más efectivamente
antibelicista. Pero quienes argumentan así soslayan el hecho de que fue
la izquierda socialdemócrata alemana, inspirada por el internacionalismo
intransigente de Rosa Luxemburgo, la única corriente política dentro
del movimiento socialista de esa época que planteó la necesidad de
discutir abiertamente, en términos políticos y teóricos, la cuestión del
nacionalismo proletario. Rosa Luxemburgo fue incansable en distinguir
el hecho y fundamentar la idea de que la fuerza de los socialistas en
cada país no sólo era causa sino también resultado de la fuerza global
de la Internacional socialista; y que ésta dependía del mantenimiento y
la radicalización de una característica ya presente en la realidad del
movimiento socialista de preguerra: la cooperación estratégica y la
interpenetración orgánica de los distintos partidos nacionales. Rosa
Luxemburgo nunca pensó que lo que ahora se tiene por inevitable ‒el
desmembramiento de la Internacional y el repliegue nacionalista de los
partidos obreros‒ fuese un destino ineluctable. Ella previó el derrumbe
socialista de 1914, pero bajo la forma de un peligro que podía ser
conjurado políticamente. Creyó ‒y nunca se sabrá si estuvo errada,
pues su línea política jamás fue adoptada por la socialdemocracia
alemana‒ que la ola de nacionalismo burgués que se abatía sobre la
clase obrera de los distintos países europeos podía ser resistida
mediante una actitud socialista efectivamente revolucionaria, guiada por
un “nacionalismo científico”.

211
Bolívar Echeverría

Más claramente aún que en el caso anterior, la idea de una


“unilateralidad internacionalista” en Rosa Luxemburgo se revela como
una construcción ideológica deformadora de la realidad histórica en el
juicio, que desde la época de Stalin se ha vuelto “verdad incuestionable”,
acerca de la actitud luxemburguista frente al “derecho de las naciones
a la autodeterminación”. La “unilateralidad internacionalista” habría
cegado a Rosa Luxemburgo para la captación del nacionalismo como
momento necesario, en determinadas circunstancias históricas, de la
adquisición de la conciencia de clase proletaria y como instrumento de
lucha anticapitalista en la época imperialista. Para el “luxemburguismo”
toda lucha por los intereses de las distintas naciones seria siempre de
inspiración burguesa y capitalista, y estaría además superada histórica-
mente por una tendencia manifiesta de dichos intereses a pasar a
segundo plano e incluso fundirse y desaparecer dentro de los intereses
de clase a escala mundial.
En los tiempos actuales se vuelve cada vez más evidente el carácter
cuestionable de la cómoda y casi natural identificación del desarrollo de
la fuerza revolucionaria del proletariado con el desarrollo de la
autodeterminación de las naciones oprimidas hacia la forma de Estados
nacionales soberanos. Por una parte, no toda defensa antimperialista
de la soberanía estatal de una nación coincide necesariamente con el
sentido de la revolución comunista: ni directamente, como condición
intranacional de una adquisición de la hegemonía política por parte del
proletariado, ni indirectamente, como condición internacional de un
debilitamiento del imperio capitalista. Por otra, no todas las diversas
exigencias de autonomía planteadas por numerosas nacionalidades en
imbricación orgánica con las exigencias revolucionarias del proletariado
se hallan representadas por las necesidades de las naciones estatales
que pretenden incluirlas; muchas se encuentran incluso sistemática-
mente negadas o contradichas por ellas. Pero la necesidad de plantear
en términos concretos y actuales el problema de la relación entre
nacionalismo y comunismo implica un esfuerzo de teorización y sobre
todo una transformación de la estructura del comportamiento político
tan grandes, que parece superar la capacidad y la disposición de
realizarlos por parte de las organizaciones dominantes de la izquierda
establecida. Sólo así se explica el silencio o la acción deformadora que
en el propio campo marxista pesa sobre intentos teóricos y prácticos,
como el de Rosa Luxemburgo, de romper con la herencia ideológica del

212
EL DISCURSO CRÍTICO DE MARX

nacionalismo liberal y de elaborar una posición comunista específica


sobre la “cuestión nacional”.
La prolongada polémica (1893-1912) que Rosa Luxemburgo mantuvo
con las posiciones “socialpatriotas” del Partido Socialista Polaco (PSP)
se desarrolló en torno a la cuestión acerca de si el movimiento
revolucionario del Reino (Krolestwo) de Polonia (la Polonia del
Congreso de Viena, dependiente del Imperio ruso y separada de las
dos regiones polacas entregadas a Prusia y Austria) debía dar prioridad
a la lucha por la reconstrucción de un Estado para toda la nación
polaca o si debía por el contrario conectar orgánicamente su lucha con
la del proletariado ruso y plantear sus reivindicaciones nacionales, bajo
la forma de una exigencia de autonomía administrativa, dentro del
conjunto de exigencias tendientes a una democratización del Imperio.
A lo largo de esta polémica, Rosa Luxemburgo debió enfrentar una
gran variedad de problemas políticos y teóricos concretos que otros
dirigentes socialistas de la época, situados en circunstancias diferentes,
pudieron ignorar, evadir o tratar sólo abstractamente. Resultado de
este intenso trabajo teórico es un amplio conjunto de ideas originales
‒algunas ocasionales, otras de alcance general, todas penetrantes y
sugerentes‒. De este conjunto de ideas conviene destacar aquí las que
están en el centro de su argumentación y que, pese a representar tal
vez su aportación más esencial a la teoría marxista sobre la “cuestión
nacional”, son las que ‒malentendidas‒ más han sido usadas para
componer el mito de la “unilateralidad internacionalista” del “luxem-
burguismo”.
Presente siempre de manera parcial y relativizado siempre por su
inserción en tratamientos particulares, un restringido conjunto de ideas
constituye el núcleo de la argumentación luxemburguiana. Son ideas de
intención crítica y problematizadora, destinadas más a fundamentar
una línea política que a construir una teoría sistemática. Su virtud en el
plano puramente teórico está más en cuestionar que en solucionar. El
objeto de su crítica y su problematización es, en definitiva, siempre el
mismo, abordado desde muy variadas perspectivas. Se trata de uno de
los principios generales más acríticamente aceptados por la política
socialista. Según éste, “el proletariado puede y debe integrar en su
lucha revolucionaria la defensa del derecho de las naciones a la
autodeterminación”. ¿Es siempre válido este principio o sólo bajo qué
condiciones? ¿Qué significa “autodeterminación de las naciones”?
213
Bolívar Echeverría

¿Cómo se conectan éstas con las necesidades de autodeterminación


revolucionaria del proletariado? ¿Cómo se distinguen las necesidades
de autonomía de las de autodeterminación de las naciones? ¿Qué
relación hay entre las necesidades de autodeterminación nacional y los
intereses de la clase y el Estado capitalistas? Estas son algunas de las
interrogantes que dan origen al trabajo cuestionador que Rosa
Luxemburgo efectúa sobre ese principio de la política socialista. En
todas ellas, al principio cuestionado se le enfrenta, no un sistema
acabado de respuestas científicas, sino el esbozo del planteamiento de
un problema esencial para la práctica y la teoría marxistas. Rosa
Luxemburgo ‒ésta es la gran importancia de sus escritos sobre la
“autodeterminación nacional”‒ realiza la apropiación teórica primera y
básica de una de las componentes más decisivas de la realidad del
proceso histórico de la revolución comunista; logra establecer el lugar y
los limites conceptuales dentro de los cuales es posible pensar la
dimensión nacionalista de la revolución proletaria.
Lejos de ignorar, como se le suele achacar, la presencia irreductible de
la sustancia nacional en la composición del comportamiento proletario
revolucionario, y lejos también de aceptar, como la generalidad de los
socialistas, la forma burguesa de concebir tal presencia, Rosa
Luxemburgo la analiza críticamente. Pero, dado que este contenido
nacional se manifiesta en la práctica política de la clase obrera como
participación en la “lucha de las naciones por su autodeterminación”, el
análisis crítico al que lo somete Rosa Luxemburgo debe forzosamente
adoptar la forma de un examen de los puntos de contacto ‒sea de
identificación o de contradicción‒ que existen entre la necesidad
fundamental del proletariado, la de autodeterminarse cómo clase en la
revolución comunista, y la necesidad de las naciones, en las que él
adquiere su concreción, de autodeterminarse como tales.
Son dos así los puntos de contacto que el pensamiento luxemburguiano
reconoce entre autodeterminación del proletariado y autodeterminación
de la nación. El primero, imprecisa y escasamente mencionado en los
textos pero esencial en la argumentación, sería un lugar de coincidencia
plena. Su ubicación estaría en el terreno de las necesidades más
profundas de liberación y reordenamiento de la vida concreta que
mueven a la sociedad en su camino hacia el comunismo. La
nacionalidad, como realidad cultural ‒material y espiritual‒ específica,
sería una forma básica de organización espontánea de los distintos
214
EL DISCURSO CRÍTICO DE MARX

aspectos de una existencia social en tanto que totalidad comunitaria.


Su autoafirmación ‒que, en principio, nada tendría que ver con una
autodeterminación como Estado nacional‒, lejos de contraponerse
absolutamente al movimiento de liberación de los “esclavos modernos”,
sería más bien una de las maneras como éste se realiza conflictivamente.
Conectada con él mediante la tendencia comunitaria que los caracteriza
a ambos, esta “autodeterminación” puramente cultural sería una de las
principales fuentes de particularización dentro de la universidad o
igualdad dialéctica ‒resultante de un proceso potenciador y armonizador
de las desigualdades funcionales‒ que él proyecta para los individuos
sociales en la organización comunista.
Sería, por tanto, la base del único nacionalismo capaz de escapar a la
barbarie a la que condena la “prehistoria” que se mueve gracias a la
lucha de clases; un nacionalismo proletario peculiar ‒paradójico sólo
para el pensamiento burgués‒, ajeno a toda cerrazón exclusivista
(justificadora de la explotación de los “otros”), abierto a la
transformación de la nacionalidad que defiende e integrado en la
creación de una sociedad orgánicamente internacionalista.
Pero este punto de contacto entre las dos autodeterminaciones, la
proletaria y la nacional, punto de convergencia esencial, aunque es
decisivo para el pensamiento luxemburguiano, lo ocupa mucho menos
que el otro analizado por él: un punto de contacto en el que la una
contradice necesariamente a la otra. La autodeterminación nacional es
descubierta aquí por Rosa Luxemburgo no en su esencia, sino en la
forma mixtificada que adquiere en la historia concreta. Sería la
construcción, promovida por la clase capitalista, de un Estado
jurídicamente independiente y materialmente soberano, sobre la base
de un conglomerado social de una o varias nacionalidades, que se
constituye así en nación. La necesidad de un conjunto de capitalistas
de circunscribir violentamente un ámbito social y físico adecuado para
el cumplimiento óptimo del ciclo de acumulación de su capital, en la
medida en que representa e incluye a la necesidad que tiene el resto
de los miembros de la sociedad (específicamente los proletarios) de
cumplir su propio ciclo de reproducción económica; éste sería el motor
histórico de la “autodeterminación” como proceso de conformación de
los Estados modernos y de la creación ‒pensada ideológicamente como
“autodeterminación”‒ de sus respectivas naciones. La autodeterminación
proletaria y la “autodeterminación” nacional se encontrarían, por lo
215
Bolívar Echeverría

tanto, únicamente en un punto de divergencia. Los intereses capitalistas


de todo el conglomerado social ‒transformado en nación que
construye, consolida y expande un Estado‒ serian también intereses de
la clase proletaria, pero sólo en la medida en que deben perseguir la
conquista de circunstancias económicas y políticas ‒el desarrollo de las
fuerzas productivas y el perfeccionamiento de las instituciones
democráticas‒ que son favorables para la transición hacia el
reordenamiento comunista. Es decir, sólo en la medida en que su
sentido se entrecruza con un sentido histórico que lo contradice: el
sentido anticapitalista de la autodeterminación revolucionaria del
proletariado. La clara distinción entre la autodeterminación proletaria y
esta modalidad indirecta y mistificada de la autodeterminación
nacional, la “autodeterminación” de la nación estatal, le permite a Rosa
Luxemburgo avanzar hacia un análisis más concreto de ese punto
conflictivo, de encuentro y divergencia, en que las dos entran en
contacto.
Según Rosa Luxemburgo, en la época del imperialismo es necesariamente
restringido el número de los conglomerados nacionales a los que el
desarrollo y la expansión mundial del capitalismo puede convertir en
naciones “autodeterminadas” como Estados independientes, realmente
soberanos. En estos contados casos, la “defensa de la auto-
determinación nacional” no es otra cosa que el fortalecimiento de la
base de sustentación de un Estado en proceso de convertirse en
potencia imperialista o de consolidarse como tal en la competencia con
otros similares. Para el proletariado, colaborar en esta “auto-determi-
nación” significa, en primer lugar, pagar las ventajas económicas reales y
las ilusorias ventajas políticas que resultan de los triunfos de “su”
economía y de “su” Estado, con una segunda “complicidad” con los
capitalistas connacionales. La “complicidad” que lo compromete en el
proceso de su propia explotación queda ratificada y sellada por otra,
que lo compromete en la explotación imperialista de otros
conglomerados nacionales. Pero significa también, en segundo lugar,
pagar la desigualdad colonialista, apoyada por él para las relaciones
exteriores, con una necesaria reinteriorización de la misma, que
destruye las pretensiones de igualdad comunista y la vitalidad de su
propia nación.

216
EL DISCURSO CRÍTICO DE MARX

En el caso de las nacionalidades no “elegidas” por el desarrollo


capitalista para servir de sustrato a los centros políticos imperialistas, la
lucha de sus clases capitalistas por “autodeterminarlas” como Estados
independientes y soberanos está, en mayor o menor medida, destinada
al fracaso. Es, sin embargo, un intento siempre renovado que les
impone, más aún que en el caso de los Estados centrales, el proyecto
definitorio de su vida económica y política. Para el proletariado, adoptar
esta lucha incuestionadamente como suya significa que debe forzarse a
justificar el pacto de “complicidad” en la explotación que sufre con el
recurso a la necesidad de llevar a cabo una tarea histórica ‒la de dar
soberanía efectiva a “su” Estado nacional‒ que se cumple siempre,
necesariamente, a medias, y siempre en favor de sus explotadores, por
lo que se le vuelve cada vez más ajena. Significará ‒incluso en los
casos en que puede ser retribuido económica o políticamente por su
papel protagónico en defensa de la nación‒ la obligación repetida de
disminuir y postergar sus exigencias clasistas radicales, en provecho de
los intereses “nacionales” supraclasistas.
Es en referencia a esta doble situación del proletariado en calidad de
copartícipe en la “autodeterminación” capitalista de la nación como
Estado ‒como Estado imperialista o como Estado subordinado‒ que
Rosa Luxemburgo desarrolla su examen de las posibilidades de incluir
de manera orgánica en la estrategia política socialista la dimensión
específicamente nacional del carácter revolucionario del proletariado.
Para Rosa Luxemburgo, esta dimensión nacionalista de la estrategia
revolucionaria sólo puede hacerse presente dentro de lo que es el
horizonte concreto de posibilidades de fortalecimiento objetivo y por
tanto de autodeterminarse que prevalece para el proletariado dentro de
la situación prerrevolucionaria de la lucha de clases en el capitalismo.
Este horizonte articula todo el conjunto de vías de enfrentamiento
revolucionario contra el mundo capitalista en torno a una lucha central,
la que persigue, dentro todavía de los marcos de la institucionalidad
burguesa, la refuncionalización de la democracia formal, necesaria para
la reproducción social capitalista, mediante núcleos de democracia real,
prefiguradores de la institucionalidad socialista. Intervenir favorable
pero críticamente en la democratización de la vida económica y política
burguesa, haciendo que este proceso la modifique al integrar en ella
mecanismos en los que se acepten los intereses específicos de la clase
obrera, tal es la veta central de la actividad socialista destinada a

217
Bolívar Echeverría

fortalecer las posiciones del proletariado y su autodeterminación. Y,


para Rosa Luxemburgo, esta intervención crítica en la democratización,
cuando llega a extenderse hasta abordar el problema de los aspectos
particulares del proceso concreto de reproducción del sujeto social, de
las comunidades espontáneamente constituidas de productores y
consumidores, lleva el nombre de lucha por el autogobierno del país
(Landesselbstverwaltung).
La modificación de la democracia formal burguesa mediante gérmenes
de democracia real proletaria implica la necesidad de fomentar la
legislación, la administración y el control de determinados procesos
particulares de la vida social concreta (de la cultura material y
espiritual, de la instrucción pública, de las relaciones jurídicas, de los
servicios municipales y regionales, de ciertas industrias agrícolas,
forestales, mineras, de transporte, etcétera), por parte de los
conglomerados humanos inmediatamente involucrados en su
realización. Esta necesidad, específicamente proletaria, de fomentar el
autogobierno del país históricamente dado y técnicamente unificado es
una exigencia que ocasionalmente puede coincidir con las necesidades
de “autodeterminación” de la nación estatal capitalista ‒sobre todo
cuando ella incluye la necesidad de desarrollar ciertos aspectos de la
productividad del trabajo social‒, pero que se distingue de ellas y las
contradice esencialmente: su objetivo último al perseguir que los
productores y consumidores directos de la riqueza material y espiritual
determinen los mecanismos particulares, técnicos y sociales, según los
cuales se produce y consume la riqueza, su objetivo último no es el
incremento abstracto de la riqueza capitalista “nacional”, sino el
perfeccionamiento concreto de las condiciones de vida del sujeto social
en cuanto tal. En el marco de esta lucha socialista por el autogobierno
local del país, Rosa Luxemburgo llega a ubicar la posibilidad de una
lucha nacionalista del proletariado. Si la consigna de la “auto-
determinación” nacional es esencialmente ajena y sólo circunstancial-
mente compatible con los intereses proletarios, este no es el caso de
aquella que postula la defensa de la nacionalidad o de las
nacionalidades en las que adquiere concreción histórica el proletariado.
Por el contrario, se revela como el contenido básico de aquella
perspectiva de la estrategia socialista que, al perseguir la
democratización real de la vida política en el capitalismo, llega a
plantear la necesidad de autodeterminación proletaria ‒como

218
EL DISCURSO CRÍTICO DE MARX

necesidades de autogobierno local del país‒ en el terreno de la lucha


por la defensa del proceso concreto de reproducción social frente a las
deformaciones que le impone el proceso de acumulación del capital.
La opresión de la nacionalidad como carácter cualitativo específico del
sujeto social es un fenómeno que tiene lugar necesariamente en todos
los espacios dominados por el capitalismo; de manera más directa y
agobiante en el caso de las nacionalidades sometidas o que sólo
pueden aspirar a ser naciones de Estados subordinados, pero también,
de manera más sutil y por ello más decisiva, en el caso de las
nacionalidades que parecen haberse autoafirmado al constituir
naciones de Estados imperialistas. Y es en esta opresión de la
nacionalidad donde se refleja de manera más directa, tanto en los
pormenores como en el conjunto de la experiencia vital de los obreros,
el carácter esencialmente destructivo ‒ descrito por la famosa “ley de
la acumulación capitalista” en El Capital de Marx‒ que tiene el modo
capitalista de reproducción de la riqueza social respecto del sujeto
social que debe reproducirla así para poder él reproducirse a sí mismo.
La lucha por lo que Rosa Luxemburgo denomina autonomía nacional,
por la capacidad de las sociedades reales ‒que tienen siempre una
dimensión nacional en su existencia‒ para determinar las formas
concretas de su vida de acuerdo a su cultura material y espiritual
específica, constituye así el componente más elemental y al mismo
tiempo más totalizador de los múltiples que confluyen en la
impugnación radical que hace el proletariado del sistema de vida social
impuesto por el capitalismo. En la autonomía nacional, comprendida
como parte orgánica de la estrategia comunista, Rosa Luxemburgo
llega a reconocer la compatibilidad profunda de aquellos dos impulsos
movilizadores de las masas, que aparecen contrapuestos al socialismo
reformista y que unificados por la política del capital acabaron por dar
origen a la gran contrarrevolución nacional-socialista, el impulso
conservador, de la sociedad en tanto que nación, y el impulso
revolucionario de la sociedad en tanto que proletariado. Defender la
autonomía nacional no significa frenar la autodeterminación proletaria
en provecho de intereses ajenos a ella, sino al contrario continuarla
bajo la forma de una reivindicación de aquel contenido “histórico-
moral” que Marx reconoció como elemento sintetizador de la identidad
concreta del obrero y que es lo primero que al capitalista le interesa
desconocer, en la medida en que es un contenido “encarecedor” de la
219
Bolívar Echeverría

mercancía fuerza de trabajo que él adquiere. Tampoco significa


fomentar la cohesión de un proletariado nacional en detrimento del
desarrollo de su internacionalismo. La lucha por la autonomía nacional,
lejos de conducir indefectiblemente al enfrentamiento irreductible de
los distintos conglomerados nacionales ‒como lo hace la lucha que
persigue la “autodeterminación” estatal de la nación‒, no sólo permite
sino incluso exige la colaboración de cada uno de ellos en la liberación
de todos los demás. Le demuestra prácticamente al proletariado que su
enemigo connacional, la clase capitalista, sólo es compatriota suyo
cuando lo que se defiende frente al extranjero es una nación que existe
como disminución represiva y explotadora de su nacionalidad.
Si hay un mérito que no se le puede negar al intento luxemburguiano
de plantear la “cuestión nacional” dentro de la necesaria vía de
concretización del esquema teórico sobre la revolución comunista, es el
de haber establecido una distinción que se vuelve cada vez más
indispensable en el análisis de las condiciones concretas de su lucha
por parte de los revolucionarios marxistas: la distinción entre dos
modos de existencia radicalmente diferentes de la entidad nacional. De
acuerdo al primero, la nación sería el conjunto de los productores-
consumidores de la riqueza concreta en tanto que conglomerado social
que es doble y conflictivamente anticapitalista: conservador de las
formas heredadas de su sistema específico de reproducción y al mismo
tiempo introductor de transformaciones interiores de las mismas,
enfrentado a la acción destructiva que sobre unas y otras lleva a cabo
la organización de la vida social dirigida hacia la acumulación del
capital. De acuerdo al segundo, la nación sería el conjunto de los
productores-consumidores de la riqueza en abstracto en tanto que
sociedad de propietarios privados comprometidos en la empresa de
mantener un Estado capaz de garantizarles el incremento de sus
capitales. La toma de posición de Rosa Luxemburgo en favor de la
“autonomía nacional” y en contra de la “autodeterminación nacional” es
sólo una de las derivaciones políticas revolucionarias que es posible
elaborar a partir de su distinción conceptual entre estos dos “modos de
nación”. Muchas otras parecen ser posibles; algunas se han esbozado
ya y se esbozan en las muy variadas situaciones en que la lucha de
clases contemporánea debe atravesar por la densidad nacional de la
realidad concreta.
[1979]
220
EL DISCURSO CRÍTICO DE MARX

EL PROBLEMA DE LA NACIÓN DESDE LA


“CRÍTICA DE LA ECONOMÍA POLÍTICA”56
El sujeto no es más que la existencia de sus predicados. Hegel
mira los predicados, los objetos, como autónomos, pero los
autonomiza separados de su autonomía, de su sujeto. (De lo que
se trata, en cambio, es de partir del sujeto real y de observar su
objetivación.) El sujeto real [la nación] aparece después, pero
como resultado. Una sustancia mística, el Estado, se convierte
así en sujeto efectivo y el sujeto real se presenta como algo
diferente [la Nación del Estado], como un momento de esa
sustancia mística.
Karl Marx (1843)

Hay dos lugares comunes que aparecen siempre que se habla de la


obra teórica de Marx. El texto principal de esa obra, se dice, es El
Capital y se añade, se trata de un texto inconcluso. Aceptados como
verdaderos y tomados al pie de la letra, estos dos lugares comunes
ponen al lector de Marx en una situación bastante más que incómoda.
La aprehensión cabal del mensaje marxiano, que, se supone, es lo que
pretende el lector de cualquiera de sus textos, resulta ser una meta
casi imposible de alcanzar. En primer lugar, porque debe tener
presente que muchas de las ideas que encuentra en los textos
marxianos que no son El Capital (por ejemplo, ideas del orden de
“modo de producción”, “fuerzas productivas”, “relaciones de producción”,
etcétera) son ideas que no expresan el sentido más acabado del
mensaje de Marx;57 que pueden estar contradichas o pueden tener una
versión más acabada en esa obra principal En segundo lugar, porque
56
Publicado originalmente en Cuadernos Políticos, núm. 29, México, 1981.
57
No es posible, por ejemplo, leer los juicios de Marx sobre la realidad latinoamericana de
los años cincuenta del siglo pasado como si en ellos se agotaran definitivamente todos los
recursos de pensamiento que hay en su obra. Sabemos que la idea de la expansión
capitalista “como una mancha de aceite”, “por contagio” de un solo tipo (y no dos
complementarios) de enfermedad, así como la idea acríticamente progresista del desarrollo
de las fuerzas productivas y del papel que en él juega el capitalismo europeo ‒dos ideas
que están en la base de esos juicios‒ van a ser problematizadas posteriormente, a partir de
1857. Así, aunque no existan en la obra de Marx otros juicios sobre América Latina que
vengan a remplazar a los primeros, sí hay en ella la posibilidad de relativizarlos e incluso,
en algunos casos, de invalidarlos. Véase sobre este punto José Aricó, Marx y América
Latina, Lima, 1980.
221
Bolívar Echeverría

cuando consulta El Capital o cuando lo estudia detenidamente, no debe


olvidar que muchas de las ideas ‒algunas de ellas decisivas‒ transmitidas
por él no tienen una formulación completa o están sólo en esbozo o se
encuentran apenas insinuadas.58
Si en la obra de Marx hay un texto principal porque en él está la clave
de los demás y si éste es inconcluso porque quedó aún en proceso de
alcanzar su versión definitiva, la única lectura adecuada que se puede
hacer de ella es la que, al asumir esta problematicidad, se convierte
necesariamente en un co-escribirla. Leer a Marx resulta así, llevando
las cosas al extremo, emprender la tarea paradójica de escribir junto
con él su propia obra. Tarea imposible en la medida en que se trata de
una obra personal, expresiva de un individuo desaparecido hace ya un
siglo y de una situación concreta tan irrepetible como él. Tarea posible,
no obstante, si se tiene en cuenta que los teoremas fundamentales que
hay en ella forman parte de un discurso anónimo, el discurso del
comunismo, que se hace todavía, que requiere nuevos autores y que
mantiene en nuestros días toda la vitalidad de sus inicios.59
Son numerosos los textos de la obra de Marx, completos o fragmentarios,
en los que es posible leer sus opiniones sobre la cuestión nacional y sobre
el modo de abordarla. Sin embargo, éstos son “escritos inconexos, de
circunstancia, a menudo epistolares”; contienen “un método de
análisis, un conjunto de observaciones, una perspectiva claramente
definida, pero también indicaciones desorientadoras, perturbadoras,
contradictorias”.60
58
No sólo gran parte del texto de El Capital (los libros II y III requiere ser puesta por el
lector en el nivel de perfección de la parte concluida; en rigor, ni siquiera el mensaje
expuesto en el primer libro (el único publicado por su autor) puede ser tratado como
definitivo e inalterable: lo inacabado de una parte lo es también del todo y así,
indirectamente, también de la parte “acabada"”. También el primer libro es susceptible de
ser rehecho en el sentido de la necesidad que rige la construcción y elaboración básica de la
obra. Por ejemplo, la sección VI, El salario, sólo adquiere su sentido pleno cuando se la
traslada al libro III y se la conecta en un solo momento de argumentación con la primera
sección de éste, sobre la ganancia; conexión que, al mismo tiempo, revela y completa el
sentido desmixtificador de todo este último libro.
59
Ya estas dos características, propiamente exteriores al discurso teórico de Marx pero
ineludibles en la descripción de su obra, permiten afirmar que no es ésta, sino que son
precisamente los usos teóricos ‒favorables u hostiles a Marx‒ que parten de la
incuestionabilidad del texto marxiano los que introducen en él, falseándolo, el conocido
“dogmatismo marxista”.
60
Georges Haupt, “Les marxistes face á la question nationale: (histoire du probleme)”, en
Haupt, Löwy, Weil, Les marxistes et la question nationale, París, 1974. Hay que tener en
cuenta, como lo recuerda Haupt, que, en la “división del trabajo” que se instituyó
lentamente entre Marx y Engels, el tratamiento de la cuestión nacional correspondía
principalmente a este último.
222
EL DISCURSO CRÍTICO DE MARX

Pertenecen a aquellos textos marxianos cuyo mensaje, para adquirir su


sentido marxista cabal, requiere ineludiblemente de una confrontación
‒que lo depure, corrija y complete‒ con el que se encuentra en el texto
principal de El Capital.61 Y a esta dificultad hay que añadir otra: la que
proviene del hecho de que la tematización de la cuestión nacional es
prácticamente nula en El Capital. El lector que se interese en sacar de
él las claves necesarias para perfeccionar el mensaje de esos textos y
para continuarlo por su cuenta debe comenzar por un reconocimiento y
una exploración, dentro de la crítica de la economía política, del “lugar
teórico” a partir del cual podría desplegarse el tratamiento de la
cuestión nacional. En primer lugar, debe ubicarse el momento
discursivo esencialmente afín con la preocupación espontánea en torno
a lo nacional; en segundo lugar, debe desligar los conceptos que en él
aparecen de su desarrollo particular en la crítica de la economía política
y prepararlos en el sentido de la crítica del comportamiento político ‒y
su dimensión nacional‒ en el capitalismo. El presente artículo lleva la
intención de contribuir, con la problematización de un solo concepto ‒el
concepto de Nación‒, al cumplimiento de esta tarea preliminar.

EL NÚCLEO POLÍTICO DE LA CUESTIÓN NACIONAL


En lo abstracto, como modo de reproducción de la sociedad en general,
el capitalismo adjudica a los miembros de ésta una identidad de clase
que se define con diferentes grados de pureza en referencia a las dos
situaciones sociales básicas, polarmente contrapuestas en su comple-
mentariedad: la de los trabajadores y la de los capitalistas.
Pero en lo concreto, como modo de reproducción que se asienta de
distintas maneras sobre la realidad histórica y geográficamente
diferenciada de la sociedad mundial, el capitalismo adjudica a los
individuos sociales un segundo nivel de identidad social: el que los
determina, al margen de la definición clasista, como miembros de
61
Al hablar de Marx como el autor de la crítica de la economía política hacemos referencia a
un sujeto que necesariamente rebasa la persona cotidiana, empiristamente biografiable de
Marx: nos referimos al sujeto teórico en su momento de más extraordinaria creatividad,
sujeto que solía “visitar” con frecuencia a la persona Marx pero que no es idéntico a ella,
que la trasciende como todo hombre lo hace consigo mismo cuando ejecuta los pocos actos
que alcanzan a ponerlo en juego en su núcleo existencial e histórico más constitutivo. Lo
que la persona empírica de Marx dijo sobre el problema nacional no tiene necesariamente
que coincidir con la problematización que de ella puede derivarse a partir de la crítica de la
economía política; si bien esas afirmaciones siguen la misma línea discursiva de esta crítica,
dejan sin embargo inexplorados muchos aspectos que se descubren en ella.
223
Bolívar Echeverría

alguna de las unidades particulares, los Estados nacionales, en que


debe manifestarse su vigencia.
En la realidad social concreta organizada por el capitalismo, múltiples
conglomerados estatales que reúnen indistintamente a capitalistas y
trabajadores se oponen entre sí como totalidades económicas
nacionales de intereses diferentes y concurrentes. Así, dentro de cada
uno de ellos, trabajadores y capitalistas no sólo se distinguen y
enfrentan entre sí: también se confunden y se entienden unos con
otros. La “complicidad”62 que mantienen los trabajadores con su
“esclavitud moderna” al aceptar como posible y válido el intercambio
que ellos, en tanto que propietarios privados, hacen de su mercancía
fuerza de trabajo con la mercancía medios de subsistencia de los
propietarios privados capitalistas, se halla así reafirmada por una
“solidaridad” supraclasista: la que mantienen con los intereses comunes
del conjunto nacional-estatal de propietarios privados en el que están
incluidos. Por ello, cuando su lucha “económica” contra la clase
capitalista se convierte en una lucha “política” ‒que cuestiona no sólo
el grado sino los propios términos de su “esclavitud”, su condición de
asalariados‒, adquiere una densidad concreta que la vuelve mucho más
compleja. Al plantear la estrategia que la guía, debe incluir la
consideración de que sus intereses clasistas pueden converger o
divergir relativamente de esos intereses nacionalistas, pero los tienen
siempre, de todas maneras, como mediación necesaria, como marco
delimitante de sus posibilidades de realización.
En esencia, la necesidad de defender el Estado nacional común de
todos los propietarios privados sería siempre un obstáculo en la lucha
de los propietarios privados trabajadores contra la explotación de que
son objeto por parte de los capitalistas. Pero la desigualdad y la lucha
competitiva entre las distintas unidades particulares “nacionales” de
capitalismo ‒que resultan del modo en que la sociedad mundial es
62
“Aunque sólo se paga una parte de la jornada de trabajo del obrero ‒mientras que la otra
no se paga, y la no pagada o trabajo excedente constituye exactamente el fondo a partir
del cual se forma el plusvalor o la ganancia‒ parece como si el trabajo agregado fuera
trabajo pagado... La naturaleza de toda esta transacción está completamente enmascarada
por la intervención de un contrato y por la paga que se recibe al final de la semana... Esta
falsa apariencia distingue el trabajo asalariado de otras formas históricas de trabajo. Sobre
la base del sistema de salarios, hasta el trabajo no pagado parece ser trabajo pagado. Con
el esclavo, por el contrario, hasta la parte de su trabajo que sí se paga aparece como no
pagada... El trabajo gratuito aparece como voluntariamente dado en el primer caso y como
obligatorio en el otro. En esto estriba la diferencia”, K. Marx, Value, Price and Profit,
Londres, 1899, pp. 62-64.
224
EL DISCURSO CRÍTICO DE MARX

constituida por la reproducción de su riqueza como capital‒ da lugar a


la consolidación de situaciones en las que el mejoramiento o el simple
mantenimiento de un nivel de vida para el trabajador, e incluso la
misma existencia de éste como clase organizada, dependen de una
colaboración interclasista con los capitalistas en el cumplimiento de una
tarea común: el fortalecimiento del Estado nacional. La constelación de
situaciones capitalistas nacionales es sumamente variada. Junto a
Naciones capitalistas “dotadas” de Estados más o menos independientes,
según la ubicación que pueden conquistar en la jerarquía mundial,
existen Naciones que se subordinan a otras en la construcción de un
estado “plurinacional” para competir así, en términos imperialistas, con
otros conglomerados similares; existen incluso Naciones capitalistas
francamente sometidas, dentro o fuera de los Estados imperialistas,
que se hallan impedidas de consolidarse efectivamente como Estados
autónomos. Dado este abigarrado conjunto de realidades nacionales
capitalistas, la lucha revolucionaria de las distintas “secciones del
proletariado internacional” contra sus respectivos capitalistas nacionales
se plantea también de maneras muy variadas.
Aparece entonces, para los revolucionarios marxistas, lo que podría
llamarse el núcleo político de la “cuestión nacional”. Al defender el
Estado nacional, ¿de qué manera, si la hay, pueden los proletarios
rebasar a sus aliados capitalistas y aprovechar las limitaciones
históricas de éstos para convertir la movilización nacionalista en
realizaciones de tendencia comunista?
Como es evidente, la respuesta a esta cuestión política implica (como
causa o como efecto) una respuesta a esta otra, más teórica: ¿en qué
consiste la dimensión nacional de la existencia social en el capitalismo?
¿Cuál es la relación entre la dimensión clasista ‒investigada en la crítica
de la economía política‒ y esa dimensión nacional de la vida social?

EL CAPITAL Y EL PROBLEMA NACIONAL


La versión marxista del discurso comunista se lleva a cabo bajo la idea
de que éste es un discurso determinado tanto por la época en que se
formula ‒la de la crisis de la historia que culmina en el capitalismo y de
la apertura de una nueva historia posible‒ cuanto por el movimiento
que, dentro de ella, y contra ella, impulsa su transformación ‒el

225
Bolívar Echeverría

movimiento revolucionario de las clases trabajadoras‒. Es, por ello, una


formulación del discurso revolucionario como discurso crítico, como
discurso para el cual hablar de las posibilidades de una nueva forma de
vida social es idéntico a hablar de las imposibilidades de la vida social
en su forma dada, la forma capitalista. Dicho en otros términos, es un
discurso que ve concretamente su posibilidad de ser verdadero en su
capacidad de desestructurar el discurso establecido, el discurso
burgués-capitalista, del que debe partir ineludiblemente. 63 El objeto
último de interés del discurso comunista es sin duda la vida política
‒que incluiría una dimensión nacional‒ del sujeto social en su mundo
objetivo: la historia de las formas de la vida social. El motivo de su
existencia como discurso es la necesidad de hablar sobre esa capacidad
exclusiva de la sociedad humana que es la de determinar la forma de
su existencia. Lo que a él le atañe directamente es la posibilidad de que
esta capacidad política sea ejercida libremente, es decir, la posibilidad
de que la vida social, mediante una organización comunista, que sería
la única adecuada a la peculiaridad de su modo de existencia, se
autodetermine realmente.
Pero su hablar sobre esta realidad política está lejos de ser
inmediatamente posible; se enfrenta necesariamente a un obstáculo
fundamental: la “barrera ideológica” que le impone la forma capitalista
del discurso social espontáneo en la historia moderna. Este obstáculo
consiste en lo siguiente: en el discurso de la época capitalista ‒pese a
la aparente riqueza de “teorías políticas” que él ha generado‒ no hay
lugar para el tratamiento de la politicidad constitutiva de las fuerzas
productivas; se diría incluso que su existencia como discurso parte de
la clausura de esta politicidad como tema posible. La presencia del
sujeto social en la vida práctica capitalista se encuentra supeditada y
sustituida simbólicamente por la presencia de la riqueza objetiva
constituida como mercancía-capital; consecuentemente, su tematización
en el discurso burgués ‒tanto espontáneo como teórico‒ resulta
necesariamente indirecta, está mediatizada por la preocupación
discursiva que versa en lo profundo, por debajo de su “humanismo
teórico”, sobre la riqueza mercantil como sustituto del sujeto, riqueza
en la que éste pervive sólo deformadamente, en calidad de trabajo
63
El discurso comunista no puede pretender la creación, en inocencia, de un saber
absolutamente nuevo sobre lo real. Al discurso del pasado, que él niega, no sólo lo tiene al
frente, sino también y principalmente dentro de sí mismo. Para hablar de la revolución debe
revolucionar el discurso capitalista, desestructurarlo críticamente.
226
EL DISCURSO CRÍTICO DE MARX

abstracto o esencia del valor mercantil. En el mundo capitalista, el


secreto del discurso político está en el discurso económico. 64 El discurso
comunista no puede esquivar este obstáculo y levantarse a un lado del
discurso burgués-capitalista. Si quiere desarrollarse, tiene que destruir
el obstáculo atravesando por él. Y ésta es precisamente la función de
El Capital: abrir el terreno para que sea posible el discurso comunista
como crítica de la vida política y cultural en la sociedad capitalista; de
la política estatalista, de la cultura logocrática. De ahí que la crítica
realizada por Marx en esta obra sea en verdad doble: es crítica de la
economía política, crítica tanto del modo capitalista de la reproducción
de la riqueza social como del modo capitalista del discurso que versa
sobre esa reproducción, pero es también, simultáneamente, crítica del
economicismo burgués y de la política economicista que resulta de él;
es crítica de la presencia reprimida, práctica y teórica, que la politicidad
propia del proceso de reproducción social tiene bajo la forma sustitutiva
de “politicidad” de la mercancía-capital.
La problematización de la dimensión nacional de la existencia social
presupone la apertura del discurso marxista hacia la crítica de la vida
política y cultural en el capitalismo, y precisamente la elaboración de
esta apertura es la que más resiente el hecho de encontrarse en un
texto inacabado. Es así que, consultado sobre el problema nacional, el
texto de El Capital no ofrece al lector ningún pasaje que lo tematice de
manera abierta y directa. Lo que sí le ofrece, sin embargo, y de manera
inequívoca ‒sobre todo en la teoría de la enajenación de la politicidad
del sujeto social y en su derivada, la teoría del fetichismo de la
mercancía-capital‒, es el planteamiento de la necesidad sistemática de
una teoría crítica global del conjunto del comportamiento político en el
capitalismo ‒inclusive del comportamiento nacional‒. Permite así, al
lector que pretende continuarlo, intentar un esbozo de problematización
marxista de la cuestión nacional a partir de los teoremas que en él
aparecen cuando trata su tema específico y en la dirección que marcan

64
Hay una tendencia empírica en el mundo intelectual de izquierda desde los años treinta
del siglo XX: fascinado por la novedad de la problemática social contemporánea, se ciega
ante la historicidad del discurso teórico y cree en la posibilidad de un comienzo “desde
cero” ‒o desde un antecedente arbitrariamente escogido en la historia del pensamiento‒
para el discurso crítico. Este, sin embargo, tuvo un comienzo necesario que lo marca
ineludiblemente: un comienzo marxista. Por ello, el discurso crítico contemporáneo es
siempre, de una u otra manera, marxista, y mayores son sus posibilidades de acentuar su
criticidad mientras más abiertamente parte de asumirse como tal.
227
Bolívar Echeverría

las líneas de fuga que en él quedan propuestas. 65 En las páginas que


siguen se recogen brevemente indicaciones del texto de El Capital que
pueden ser útiles en el planteamiento marxista de la cuestión nacional:
la primera, acerca del modo de existencia del sujeto social que está por
debajo de lo que la política estatalista reconoce como comportamiento
nacional; la segunda, acerca del destino de la politicidad de las fuerzas
productivas en el capitalismo; la tercera, acerca de la fetichización de
esa “sustancia de la nación” como Nación del Estado.

LA SUSTANCIA DE LA NACIÓN
La fuerza de trabajo existe siempre en la corporeidad del obrero y la
constitución de éste trasciende necesariamente su base puramente
animal; es la constitución de un ente histórico-cultural. Las necesidades
del obrero ‒como sistema de apetencias concreto o incluso como suma
medible de requerimientos consuntivos de mayor o menor intensidad‒
no pueden ser establecidas en abstracto; deben reconocerse en cada
situación concreta: allí donde las determinaciones de lo necesario para
que el obrero se mantenga en vida son modificadas esencialmente por
la determinación de lo necesario para que el obrero reproduzca una
forma específica de sí mismo como ser vivo social, propia de un lugar
geográfico-étnico y de un momento histórico peculiares. Pero no sólo el
obrero posee esa dimensión “histórico-cultural”; ésta es un carácter
esencial de todo el proceso vital-social en que él se halla involucrado;
del proceso de producción y del proceso de consumo de los objetos
mismos que, producidos, circulan para ser consumidos.
Para Marx, la descripción, bajo el concepto de (re-)producción en
general, de la estructura permanente o transhistórica del comporta-
miento social desemboca en la necesidad de reconocer la pluralidad de
versiones histórico-culturales concretas en que esa estructura se hace
presente originariamente. El proceso global de reproducción y todos los
elementos que intervienen en él poseen una “forma social natural”
65
Lo usual en la historia del marxismo ‒con la excepción largo tiempo olvidada de B.
Borojov‒ ha sido el plantear la cuestión nacional exclusivamente a partir de los juicios
expresos que se encuentran sobre ella en el resto de la obra de Marx. K. Kautsky, R.
Luxemburgo, O. Bauer, Lenin y Stalin, en la discusión de comienzos de siglo, son los
autores de una problematizacion marxista de la cuestión nacional que, pese a sus graves
deficiencias teóricas, ha seguido vigente hasta nuestros días. M. Rodinson, N. Poulantzas,
E. Terray, S. Amin, T. Nairn y P. Anderson, entre otros, intentan actualmente diversas
reconstrucciones de esa problemática. En algunas de ellas las indicaciones que El Capital
ofrece sobre la cuestión nacional comienzan a ser tomadas en cuenta.
228
EL DISCURSO CRÍTICO DE MARX

peculiar que obliga a considerarlos siempre de manera particularizada,


en versiones diferentes, opuestas las unas a las otras. Cada una de las
múltiples comunidades concretas, “figuras de la reproducción social”,
levantadas siempre a partir de condiciones naturales peculiares
‒subjetivamente como raza, objetivamente como territorio‒, 66 presenta
una modalidad específica de esa estructura y posee, así, tanto un
sistema “natural” o arcaico peculiar de organización de las capacidades
de trabajo (tecnología) y las necesidades de disfrute cuanto un sistema
“natural” o arcaico igualmente peculiar de organización del proceso
comunicativo (una lengua y una cultura naturales). La historia humana
es la historia de esas “figuras de la reproducción social” y de su
conflictiva interacción, destructiva o combinatoria.
Esta indicación de Marx, esencial y recurrente en toda la crítica de la
economía política, es la que con más facilidad envía al campo en que lo
nacional puede ser comprendido por el discurso crítico, preocupado ya
directamente por el sujeto social, por su vida política, más allá de su
sustituto, la riqueza objetiva mercantil-capitalista. Al leer en Marx sobre
la dimensión “histórico-cultural” del portador de la fuerza de trabajo se
puede comenzar a hablar, en asociación abierta pero no arbitraria, de
algo que sería la “sustancia” de la dimensión “nacional” del sujeto
social.67

LA ENAJENACIÓN DE LO NACIONAL
Hay una segunda indicación en el mensaje de El Capital que atañe
directamente a la forma natural del proceso de reproducción, es decir,
a lo que, dentro de ella, es posible llamar la sustancia de lo nacional.
Se encuentra en la definición del modo de producción capitalista como

66
El reconocimiento de la particularización social-natural del proceso de reproducción social,
cuya necesidad queda indicada en el capítulo XIV, “Plusvalía absoluta y plusvalía relativa”,
del primer libro de El capital, fue llevado a cabo y sistematizado originalmente por K. A.
Wittfogel a finales de los años treinta, en sus artículos “Geopolitik, geographischer
Materialismus und Marxismus” (1929), publicado en Bajo la bandera del marxismo, y "Die
Naturlichen Ursachen der Wirtschafgeschichte" (1930), publicado en Archiu fur Sozial-
wissenschaft und Sozialpolitik (1932).
67
Es obvio que al llamar "sustancia de la nación" a la dimensión histórico-cultural del
proceso de reproducción social y de sus fuerzas productivo-consuntivas se retroproyecta
reductivamente sobre esa dimensión el resultado de una de sus posibles adopciones de
forma, justamente la que la pone de manifiesto reprimida y deformadamente como Nación
del Estado moderno. Hay que hacerlo, no obstante, porque ésta es su formación dominante
en la historia efectiva de la época moderna y porque sólo en oposición a ella pueden
afirmarse las posibilidades revolucionarias de que se forme de un modo diferente.
229
Bolívar Echeverría

modo histórico caracterizado por una contradicción histórica específica;


la que aparece cuando la realización del proceso de trabajo/disfrute
queda subsumida o subordinada realmente a la reproducción de la
relación social de explotación y acumulación de plusvalor como
dispositivo posibilitante del funcionamiento efectivo de ese proceso.
Marx escribe:
“Sobre la base de la subsunción formal ‒que subordina
directamente bajo el capital al proceso de trabajo, sea cual sea el
modo en que se realice tecnológicamente‒ se levanta un modo de
producción, específico en lo tecnológico y en todo lo demás, que
transforma la naturaleza real del proceso de trabajo y sus
condiciones reales: el modo de producción capitalista. 68
Para Marx, la transformación de la “naturaleza real del proceso de
trabajo”, llevada a cabo por el capitalismo en su intermitente revolución
industrial, difiere radicalmente de las otras modificaciones que ha
experimentado históricamente el proceso de trabajo. Todas éstas eran
variaciones que tenían lugar dentro de una misma “naturaleza real” del
proceso; eran cambios que seguían un mismo principio de desarrollo
tecnológico, un principio inherente a la forma natural del proceso social
de reproducción. La transformación capitalista, en cambio, afecta a la
“naturaleza real” en cuanto tal del proceso de trabajo, a su principio de
desarrollo tecnológico; lo convierte de inherente o propio en exterior o
ajeno. En cuanto se ha desarrollado el modo específicamente
capitalista de producción y con él la subsunción real del trabajo al
capital, “la producción por la producción”, la producción como auto-
finalidad ‒esta tendencia inherente a la producción capitalista en la
medida en que en ella el objetivo inmediato de la producción consiste
en el logro de la más alta tasa y de la mayor masa de plusvalor‒ se
vuelve real de modo adecuado y se convierte ella misma, incluso
tecnológicamente, en condición necesaria [de la producción]. 69
Dada esta reestructuración capitalista del proceso de trabajo, las
modificaciones que lo afectan dejan de provenir de acciones o
reacciones de sí mismo, como totalidad subjetiva-objetiva de las
fuerzas productivas, frente a las nuevas situaciones históricas en las

68
Karl Marx, Manuscrito de 1864-1865 para la crítica de la economía política (inédito), cap.
VI, “Los resultados del proceso de producción inmediato”, en Arkhiv Marksa i Engelsa,
Moscú, 1933, pág. 478.
69
Ibíd, pág. 479.
230
EL DISCURSO CRÍTICO DE MARX

que deben funcionar, y pasan a ser simples efectos pasivos de la


influencia ajena que ejercen sobre ellas las relaciones de producción
capitalistas con su principio orientador, el productivismo abstracto del
capital o la tendencia desaforada a la explotación de más y más
plusvalor.
Visto en su conjunto, el proceso efectivo de reproducción social se
constituye de esta manera en un proceso doble y contradictorio: por un
lado, es un proceso real de reproducción; por otro, un proceso formal
de acumulación de capital. 70 Es dos procesos en uno, en el cual se
combinan conflictivamente dos tendencias de realización contrapuestas:
la del primero, dominante, dirigida al perfeccionamiento de la vida
social; la del segundo, subordinada, dirigida a la maximización de la
explotación de plustrabajo.
El proceso de reproducción en su forma natural ‒con su necesaria
dimensión “histórico-cultural” o “nacional”‒ queda así afectado en su
esencia por este hecho específicamente capitalista: primero, por la
enajenación del motor de sus modificaciones históricas, y segundo, por
la aparición en él de un conflicto entre su principio inherente de
perfeccionamiento y el principio adjudicado de progreso que, en
contradicción con éste, lo rige en virtud de la forma valorizadora
impuesta sobre él por el capital. Si “el proceso de trabajo pasa a ser un
simple medio del verdadero fin que es la valorización del valor” y, más
ampliamente, si la reproducción del sujeto social natural pasa a ser un
simple soporte de la acumulación y la reproducción ampliada del
capital, también la forma “histórico-cultural” de esta reproducción social
pasa a ser una forma cuyo perfil concreto se dibuja en obediencia a un
proyecto ajeno: el proyecto de expansión de un agregado histórico
geográfico particular de capitales. La sustancia de la nación, como
peculiaridad de la historia de un comportamiento productivo y
consuntivo particular, se convierte en una sustancia nacional configurada,
a pesar suyo, como Nación establecida por el capital. Por otra parte, si
el proceso efectivo de la reproducción social capitalista se lleva a cabo
en medio de la lucha constante que enfrenta al capital ‒que se
acumula mediante la represión y la mutilación del sujeto social (de las

70
Marx habla de subsunción formal del proceso de trabajo al proceso de valorización
cuando éste, que no es sino una forma de funcionamiento del primero, lo afecta sólo
exterior o inorgánicamente. Sólo cuando lo modifica interiormente, en su realidad técnica,
Marx habla de subsunción real.
231
Bolívar Echeverría

clases trabajadoras)‒ con las fuerzas de resistencia de este sujeto


social ‒que se defienden, se rebelan y atentan contra la existencia
misma del capital‒, también la vida efectiva de la dimensión “histórico-
cultural” o “nacional” tiene lugar en medio de una lucha constante, la
que se entabla entre su capacidad de conservar y generar comporta-
mientos sociales incompatibles con la valorización e impugnadores de
ella, por un lado, y la acción modeladora-represora de la cotidianidad
productiva y consuntiva, que proviene del desarrollo del capital
“nacional”, por otro.

LA NACIÓN DENTRO DEL FETICHISMO CAPITALISTA


Enajenación y Fetichismo
El mensaje de El Capital ofrece una tercera orientación que indica al
discurso marxista el lugar en que la problemática de la dimensión
nacional de la existencia social puede ser planteada de manera crítica:
se encuentra en la teoría de la enajenación y el fetichismo mercantil.
Para Marx, la enajenación es un fenómeno específico de la sociedad
capitalista. Consiste, por un lado, en la paralización o suspensión de la
capacidad del sujeto social y su proceso reproductivo de auto-
determinarse, de orientar la forma de su propia socialidad, y, por otro
lado, complementariamente, en la aparición, dentro del movimiento de
circulación mercantil de los bienes producidos, de una capacidad
sustitutiva de modelación de esa socialidad. El modo en que viven los
hombres en la sociedad capitalista no lo definen ellos, sino el “mundo
de las mercancías capitalistas”; su politicidad está siendo reprimida,
intervenida y, en este sentido, remplazada por otra ajena, la
“politicidad” de un “sujeto cósico”, el valor que se valoriza. A estas
cosas mercantiles las denomina Marx “fetiches” modernos. Como los
fetiches arcaicos de la técnica mágica ‒objetos a un tiempo comunes y
milagrosos, profanos y sagrados‒, las mercancías capitalistas tienen
también un doble estrato de vigencia en el proceso de reproducción
social. Están ahí, en su forma natural, como productos con valor de
uso, como objetivaciones de una capacidad técnica específica de
transformación de la naturaleza ‒capacidad singular diferencial dentro
del sistema global de capacidades de trabajo social‒ y como
satisfactores de una necesidad igualmente específica de consumo
improductivo o productivo. Pero están ahí también en una forma
puramente institucional, como valores que se muestran en valores de

232
EL DISCURSO CRÍTICO DE MARX

cambio; como objetivaciones de una cantidad de energía social


indiferenciada de trabajo, cantidad que se determina al revelarse o
actualizarse como capacidad efectiva de intercambio.
Estas dos formas de objetividad, presencia o vigencia de la mercancía
la constituyen en fetiche debido a la peculiar relación que ellas guardan
entre sí.
La forma natural de vigencia de la mercancía es la que ‒“común”,
“profanamente”‒ debería hacer de la mercancía un objeto social, un
vínculo socializador entre los individuos como productores y como
consumidores; es en virtud de ella que el productor de una cosa
tendría que socializarse cuando, en la circulación global de la riqueza
social, los demás la consumen como bien, y cuando él hace lo mismo
con las cosas producidas por ellos. Pero en el caso de la mercancía,
esta forma natural de vigencia se encuentra imposibilitada; está rota:
su unidad está escindida en sus dos aspectos, el de producto y el de
bien. Las cosas mercantiles se producen y se consumen privadamente,
en situación de atomización o descomposición de la totalidad orgánica
del sujeto social y su proceso de reproducción. Pese a ser
“naturalmente” sociales, la producción y el consumo de cada una de
ellas tiene lugar como un hecho aparte, independiente del de la
producción y el consumo de las demás. Necesitadas de la circulación,
del “cambio de manos” ‒en el que, al dejar de ser productos y llegar a
ser bienes, se efectúa su constitución y su función socializadoras‒
están, sin embargo, impedidas de circular “naturalmente”: no existe un
acuerdo político que las interconecte en interioridad mediante un
proyecto de distribución de la riqueza de toda la sociedad entre sus
miembros. Es por ello que la cosa producida por uno de los propietarios
privados no puede completar su vigencia social-natural ‒unidad de
producto y de valor de uso‒ mediante su conversión en cosa
consumida por los otros.
Pero la mediación socializadora que en su forma natural, la mercancía
no puede cumplir de manera “común” o “profana”, la cumple en
cambio ‒y con exageración, en su modalidad capitalista‒ de modo
“milagroso” o “sagrado”, en su forma puramente institucional. La cosa
producida llega a ser consumida gracias a que, a cambio de ella, su
consumidor le entrega a su productor otra cosa equivalente. El
intercambio de las mercancías, la presencia de éstas como valores que
se manifiestan en valores de cambio, permite que los elementos de la
233
Bolívar Echeverría

riqueza circulen o “cambien de manos” entre los miembros del sujeto


social; permite que la forma natural de las cosas supere la escisión,
que el producto se convierta en bien, en cosa con valor de uso. El
movimiento del “mundo de las mercancías”, la circulación mercantil, la
“vida social de las cosas” es la que posibilita, así, una peculiar re-
socialización de los propietarios privadas o individuos sociales en
situación de a-socialidad. La vida de los fetiches “decide” sobre la vida
de los hombres.

EL ESTADO COMO RE-SOCIALIZACIÓN MERCANTIL


La politicidad libre del sujeto social se enajena como “politicidad”
automática o inerte del mundo de los fetiches modernos; es el efecto
re-socializador que la circulación mercantil ejerce sobre el sujeto social
descompuesto y sus miembros privados, individuales o colectivos.
Efecto político de recomposición que es peculiar por cuanto ella misma,
la circulación mercantil en su modalidad más desarrollada o capitalista,
no funciona como un dispositivo neutro o imparcial, sino siempre de
acuerdo a un sentido dominante. Toda ella se mueve siguiendo una
dirección que tiende a la valorización del valor de aquellas mercancías
que, dentro de ella, son las más “vitales” o “competitivas”: las mercancías
capitalistas.
La re-socialización y re-politización enajenada o capitalista de la
reproducción social privatizada ‒intervenida o impedida en su
capacidad política de determinación libre de la forma de su socialidad‒
gira en torno a las posibilidades de existencia y expansión que, dentro
del mundo circulante de las mercancías como “mercado mundial”,
tienen determinados “agregados” particulares ‒constituidos histórica y
geográficamente‒ de mercancías organizados en torno a núcleos
dinámicos de mercancía-capital. 71 Estos núcleos de mercancía-capital
son los verdaderos fetiches modernos. La descripción de su modo de
existencia es la que contiene la indicación de la crítica de la economía
política acerca del planteamiento crítico del problema de la dimensión
nacional en la vida social.

71
En los años setenta del siglo XX , la necesidad de la efectuación “nacional” de la
acumulación capitalista ha sido puesta de relieve sistemáticamente sobre todo por N.
Poulantzas: “L'internationalisation des rapports de production capitalistes et l’état national”,
en Les Temps Modernes, abril de 1972; Ch. Neususs, Imperialismus und Weltmark-
beweguag des Kapitals, Erlangen, 1972; y C. von Braunmühl, “Die nationalstaatiche
Organisiertheit der burgerlichen Gesellschaft", en Gesellschaft 8/9, Frankfort, 1976.
234
EL DISCURSO CRÍTICO DE MARX

El fetiche moderno, la mercancía capital, es un ente concreto; no se


reduce a lo que en él hay de “sujeto automático” abstracto: no es
puramente valor que se valoriza. 72 Lo es, pero sólo en la medida en que
se halla incorporado o encarnado en un soporte o material en un
objeto práctico: en un conjunto de cosas ‒recursos naturales y creados
(medios de producción) y recursos humanos (fuerza de trabajo)‒ como
totalidad de riqueza objetiva. A esto, al hecho de que tiene un cuerpo
concreto, de que es un mundo de objetos que se producen y se
consumen, sobre el que se trabaja y del que se disfruta, se debe la
capacidad que tiene el fetiche moderno de involucrar en su “vida”, en
primer lugar, a sus propietarios privados (los capitalistas) y, en
segundo lugar, complementariamente, a los propietarios privados no
capitalistas, sean ellos propietarios de mercancías corrientes o de
mercancía fuerza de trabajo ‒las mercancías que en cada caso rodean
y se subordinan a la mercancía capital‒. Visto así, como cooperación de
todo un conglomerado de propietarios privados de “personificaciones”
de intereses mercantiles, el desarrollo de la “vida” del fetiche capitalista
‒la marcha de la acumulación del capital sustentada en el progreso
cuantitativo y en un cierto tipo de variación cualitativa de su cuerpo
concreto de mercancía‒ adquiere la presencia real de una empresa
histórica.

En sentido riguroso, desde la perspectiva de la crítica de la economía


política, sólo a esta peculiar empresa histórica le corresponde el
nombre de Estado moderno. Más que una institución consolidada o un
aparato estable de dominio, es el proceso incesante mediante el cual la
institucionalización y la dominación generada por la sociedad mercantil,
civil o burguesa adoptan y rechazan las diferentes versiones posibles
que se adecúan a su función.73 La empresa Estado es la actividad
72
Dinero-capital es el dinero que incrementa su magnitud y genera así un beneficio a su
propietario, al convertirse en un cierto tipo de mercancía y reconvertirse en dinero. La
mercancía-capital es aquel tipo de mercancía que posibilita la existencia del dinero-capital.
Su composición peculiar es procesual. Es, en un primer momento, mercancía fuerza de
trabajo y mercancía medios de producción, dotadas en un conjunto de un valor C; es, en
un segundo momento, mercancía medios de producción y/o medios de subsistencia,
dotadas en un conjunto de un valor C+ AC. Lo peculiar de ella está en que incluye en sí un
elemento de “valor elástico”, la mercancía fuerza de trabajo, que tiene un valor (v) en el
primer momento (como capacidad de trabajo) y un valor acrecido (v’ + p) en el segundo
(como trabajo cumplido).
73
Es por ello que, pese a que su estructura básica es la de una república democrática ‒el
Estado mercantil simple ideal‒, su figura efectiva puede variar sin contradecir su esencia,
de acuerdo al momento y las circunstancias, desde el parlamentarismo más liberal e
inestable hasta la dictadura más despótica y férrea. No hay que olvidar en todo esto que
235
Bolívar Echeverría

coordinada de una masa históricamente particularizada de propietarios


privados que, sobre el territorio común de sus propiedades, organiza
todo el conjunto de sus comportamientos productivos y consuntivos
‒reprimiendo unos, fomentando otros, mediante instituciones y
aparatos heredados o creados ad hoc‒ de acuerdo a un proyecto y una
finalidad peculiares; actividad que defiende violentamente tal
organización contra sectores no integrables de esa misma masa de
propietarios privados y contra las actividades estatales concurrentes
que se le oponen desde el exterior. 74 El proyecto y la finalidad de esta
institucionalización-dominación traducen al terreno de la convivencia
concreta el sentido abstracto de la re-politización y re-socialización
enajenadas inherentes a la dinámica de la circulación mercantil
moderna y de su núcleo determinante, la expansión de la mercancía-
capital.

¿En qué consiste esta traducción de la “política” cósica de la circulación


mercantil capitalista a los términos propios del sujeto social como ente
determinado histórico-culturalmente tanto en sus capacidades y
disposiciones productivas como en sus necesidades y apetencias
consuntivas? ¿Cuál es la relación entre la vida dominante de la
mercancía-capital y la vida dominada de las fuerzas productivo-
consuntivas? ¿Cómo tiene lugar la subordinación de la politicidad
inherente al proceso de reproducción social bajo la sintetización cósica
capitalista de su socialidad, bajo la “política” cósica del capital? ¿De qué
manera se cumple el hecho de la enajenación?

LA NACIÓN DEL ESTADO


La empresa Estado sólo puede adelantar y consolidarse si es capaz de
regenerar y potenciar la función básica de su funcionamiento, la
unificación de los múltiples intereses convergentes, provenientes de un
conjunto histórico-geográfico particular de propietarios privados
mercantiles en un interés general trascendente y aglutinante.

tanto el exceso de libertad como el exceso de restricción en el funcionamiento de la


circulación mercantil son dañinos para el desarrollo de la mercancía-capital.
74
Toda empresa Estado se levanta necesariamente en una realidad hostil que la amenaza
desde dentro y desde fuera. No se debe olvidar que la amenaza fundamental es la de una
pérdida de la capacidad de acumulación de la propiedad privada capitalista que la sostiene:
pérdida que significa la destrucción del carácter de propietarios capitalistas para los
capitalistas y, dada la situación subordinada de los obreros, del carácter de propietarios
privados que éstos, pese a todo, tienen.
236
EL DISCURSO CRÍTICO DE MARX

Aunque antagónicos, los intereses de los distintos propietarios privados


capitalistas son compatibles entre sí; incompatibles, contradictorios,
son los de todos ellos, como clase, respecto de los intereses de los
propietarios privados no capitalistas, y especialmente respecto de los
intereses del conjunto de los propietarios privados de la mercancía
fuerza de trabajo, los trabajadores. Intereses capitalistas e intereses no
capitalistas (proletarios) coinciden, no obstante, y se identifican en
virtud de aquello que en los dos hay de interés por afirmar el
fundamento último que los vuelve “socios” en la empresa histórica
estatal: por salvaguardar su carácter de propietarios privados y por
defender el patrimonio que poseen en común ‒el territorio que ocupan
para su reproducción mercantil ‒ y que es la base de ese carácter y la
garantía de esa salvaguardia. La Nación establecida por el Estado sólo
puede ser, así, el efecto de un afianzamiento concreto, ubicado en la
esfera de la producción-consumo y no en la circulación mercantil, de
este referente real del interés colectivo de los propietarios privados; el
efecto de la consolidación y el fortalecimiento extramercantiles tanto de
su carácter de propietarios privados como del fondo mínimo de riqueza
co-poseída por ellos. Sólo puede consistir, por ello, en la conversión de
ese referente real en un ente subjetivo-objetivo, dotado de una
identidad histórico-cultural particular, que se encuentra en proceso de
autorrealización; referente real que, de esta manera, ubicado siempre
en el futuro, como meta última, difusa pero reconocible, resulta capaz
de otorgar un sentido a todo el comportamiento mercantil-capitalista de
ese conjunto de propietarios privados.
Esta Nación del Estado se constituye, en efecto, gracias a un
encauzamiento que invierte el sentido de la dinámica inherente a la
existencia histórico-concreta de las fuerzas productivo-consuntivas, es
decir, a la sustancia de la nación. La empresa estatal es, a un tiempo,
autoafirmación de la mercancía-capital y conversión sistemática de la
sustancia nacional en Nación del Estado.
En la situación capitalista, la politicidad de las fuerzas productivo-
consuntivas se encuentra suspendida; su ejercicio efectivo está
radicalmente impedido. El sujeto social no puede llevar a cabo su
función autoproyectante, su autodeterminación. Las transformaciones
de su modo de existencia le son impuestas por la dinámica de “su”
riqueza objetiva como valor que se valoriza. Pero la suspensión de su
politicidad efectiva no implica la desaparición, el aniquilamiento o la
237
Bolívar Echeverría

cancelación definitiva de la misma. Ella permanece, y precisamente en


el modo de reprimida y censurada. Se manifiesta de una manera que
originariamente es indirecta y torturada, como rechazo total a la
“politicidad” cósica de la mercancía-capital. La sustancia de la nación,
en tanto que forma del comportamiento reproductivo cuyo principio
ordenador está en el propio sujeto social, se resiste a ser re-formada
de acuerdo a un principio ordenador ajeno o “cósico”.
En todos los niveles y en todas las zonas de las fuerzas productivo-
consuntivas se afirman espontáneamente formas de vida social
anticapitalista que revelan la vitalidad profunda de la sustancia
nacional. Unas de ellas provienen de la resistencia del código heredado
pre-capitalista en la medida en que éste, tanto en su técnica productiva
como en su utilización consuntiva, debe desarrollarse a partir de modos
de comportamiento tradicionales. La tecnología moderna no puede
romper el cordón que la ata con las formas más primitivas de la
apropiación práctica de la naturaleza, formas necesariamente
comunitarias, es decir, centradas en la politicidad efectiva del sujeto. La
organización burguesa del consumo, igualmente, no puede prescindir
de los lineamientos elementales que marcan desde el pasado
comunitario el sistema de las necesidades. Por último, englobando el
comportamiento productivo y el consuntivo, el uso capitalista del
proceso de comunicación debe presuponer ineludiblemente los modos
cultural-naturales de la lengua y de las demás dimensiones de la
producción y el consumo de significaciones. Modos que se generaron
en situaciones de vitalidad comunitaria del sujeto social y que no se
acomodan a su refuncionalización capitalista.
Pero la afirmación reprimida y censurada de formas anticapitalistas de
vida social no sólo se genera a partir de una resistencia del pasado;
proviene también, y principalmente, de una resistencia del futuro. La
marcha histórica de la acumulación capitalista mantiene a la sociedad,
al conjunto de las fuerzas productivo-consuntivas, en un estado de
crisis permanente. El hecho de que el comportamiento social en el
capitalismo se encuentra atado a las formas más abstractas y
permanentes de la tradición pre-capitalista sólo es reconocible dentro
de un proceso más amplio: el “revolucionamiento” completo e
incesante de todas las figuras concretas que pueden adoptar esas
formas heredadas del comportamiento social. El capitalismo nulifica y
vuelve irrisorios todos los valores efectivos ‒religiosos, morales,
238
EL DISCURSO CRÍTICO DE MARX

estéticos, etcétera‒ que guiaban a las sociedades hasta antes de su


dominio. Pero él mismo es incapaz de crear nuevos valores concretos;
en rigor, una cultura capitalista es imposible; la valorización del valor,
finalidad abstracta, sólo puede ser una meta productiva intermedia en
dirección a otra necesaria, consuntiva, a la que no puede definir en su
concreción y que deja así su lugar vacío. Como efecto del
“revolucionamiento” real que el capitalismo promueve en las fuerzas
productivo-consuntivas, y centralmente por la apertura que esto implica
de la posibilidad históricamente nueva de abolir la escasez económica,
aparecen dentro del funcionamiento de esas fuerzas una serie de
resistencias de todo orden al modo represor y destructivo en que el
capitalismo organiza las perspectivas de su funcionamiento. Es
principalmente a partir de ellas que la sustancia de la nación ‒el sujeto
social en tanto que defensor concreto de su politicidad subjetiva‒ se
constituye como un conjunto de formas de comportamiento social
anticapitalista en el que cada una de ellas ‒imaginarias e inofensivas
unas, violentamente realistas otras, conscientes o inconscientes‒
contribuye al esbozo de una vida futura comunitaria.

EL TRABAJADOR Y LA NACIÓN
El modo fundamental de sobrevivencia reprimida y censurada de la
politicidad de la vida social en el capitalismo se pone de manifiesto en
lo que de resistencia sustancialmente nacional hay en la lucha de las
clases trabajadoras contra su explotación; en lo que estas luchas tienen
de impugnación de los términos mismos de la explotación del plusvalor
más allá de la magnitud en que ésta se lleva a cabo. La resistencia del
trabajador participa ‒y de manera determinante‒ en la resistencia pre-
capitalista y post-capitalista de la sustancia nacional en la medida en
que, al impugnar el modo de existencia efectivo de los individuos
sociales (las “fuerzas de trabajo”) en calidad de objetos mercantiles
‒que es la condición de la explotación del plusvalor‒, reivindica
necesariamente la dimensión “histórico cultural” concreta de los
mismos. No sería posible una liberación del trabajador que no implicara
la liberación de la politicidad esencial de las fuerzas productivo-
consuntivas y, con ella, la liberación de su sustancia nacional. 75
75
Es lo que olvida el comunismo abstracto, que sí la cree posible. Pero tampoco es posible
lo que cree el nacionalismo revolucionario: una liberación de la nación anterior o al margen
de la revolución anti-capitalista.
239
Bolívar Echeverría

El nivel político de la lucha revolucionaria del trabajador organiza en


torno a sí la resistencia global de la sustancia de la nación a la re-
modelación capitalista de la reproducción social. Por ello es precisamente
en la reducción de este nivel político a los términos de la política
economicista de la empresa Estado, “política” de propietarios privados,
en donde se juega la transformación de la sustancia de la nación en
Nación del Estado. En la esfera de la circulación mercantil-capitalista,
los intereses anticapitalistas del trabajador son refuncionalizados como
intereses adecuados al desarrollo de la mercancía-capital; esto en la
medida en que los trabajadores, al comportarse como propietarios
privados de sí mismos, de su mercancía fuerza de trabajo,
fundamentan la conversión de quienes los compran, los capitalistas, en
“propietarios” del valor que se valoriza. 76 Al mismo tiempo, toda la
carga de resistencia anticapitalista proveniente de la sustancia de la
nación es refuncionalizada necesariamente como lo contrario de lo que
es. Es integrada como origen y finalidad de la empresa estatal de todos
los propietarios privados y, entre ellos, centralmente de los capitalistas.
La Nación del Estado es, así, el efecto de la acción del fetiche moderno,
la mercancía-capital, constituido concretamente como empresa estatal,
sobre la sustancia de la nación. El carácter productivista abstracto de la
acumulación del capital actúa sobre los múltiples contenidos de la
sustancia nacional como criterio selector que reprime a todos aquellos
que no son funcionales con él o que lo estorban, y que fomenta sólo
aquellos que se le adecúan. La Nación del Estado es, pues, una
representación caricaturesca de la sustancia de la nación. Todo lo que
en ésta es contradictoriedad, conflicto, inestabilidad, fluidez, posibilidad
de un mundo diferente, aparece en aquélla como acuerdo, armonía,
permanencia, rigidez: como clausura dentro de los límites de lo
establecido.

76
La mejor descripción de este fenómeno esencial la ofrece Marx en el §5, “Manifestación
de la ley de apropiación capitalista en la circulación simple”, de la versión primitiva de la
Contribución a la critica de la economía política.
240
EL DISCURSO CRÍTICO DE MARX

APÉNDICE: SOBRE EL “FETICHISMO”


En el discurso crítico de Marx la idea de fetichismo tiene un carácter
polémico. Cuando Marx llama “fetichista” al mundo moderno, dirige en
su contra el mismo calificativo peyorativo que éste aplica a la
humanidad que lo precedió en la historia. Ser “fetichista” significa
necesitar, para la consecución de un determinado efecto, la
intervención de un objeto milagroso, es decir, de un instrumento
mágico cuya efectividad no puede ser explicada por el entendimiento
racional ni puede ser producida por la actividad técnica que se guía por
éste.
Para el mundo moderno, que se piensa a sí mismo como el reino de la
luz que ha vencido al de las tinieblas, el “fetichismo” es un fenómeno
del pasado, de la época en que el Hombre estaba aún a oscuras en
medio de la Naturaleza, dominado por ella. Ser moderno significa haber
sometido teórica y prácticamente a las fuerzas naturales y haberse
liberado así de la necesidad de “fetiches”. Si el “fetichismo” consiste en
la necesidad de hacer que fuerzas “sobrenaturales” ‒es decir,
ininteligibles, puesto que “lo natural” es “lo inteligible”‒ intervengan en
la realización de la vida humana, ningún mundo es más “fetichista” que
el mundo moderno. Según lo muestra Marx, en el mundo moderno la
existencia social, como conjunto de interacciones individuales
recíprocas, no puede llevarse acabo en un plano puramente “natural”,
asequible a la voluntad y al entendimiento de quienes participan en
ella; tiene que cumplirse también en un plano “sobrenatural”, poblado
por seres cuyo comportamiento es ajeno a su voluntad e impenetrable
a su entendimiento práctico: las mercancías o productos/bienes
dotados de valor. A diferencia de otros mundos, menospreciados por
“supersticiosos” e “irracionales”, en los que, sin embargo, los individuos
sociales entablan ellos mismos sus relaciones, en obediencia a una
hipótesis mitológica propia, en el mundo moderno los individuos
sociales no podrían relacionarse entre sí si no fuera por la intervención
socializadora, incontrolable e incomprensible para ellos, de las
mercancías y su circulación.

241
Bolívar Echeverría

Fetichismo arcaico
Toda sociedad humana reconoce en el hecho mismo de su existencia
un fenómeno sobrenatural. Un suceso que no pasa de ser casual o
fortuito dentro de la infinidad de sucesos posibles en la naturaleza es
considerado sobrenatural por el hecho de que en él se funda la
necesidad de una forma concreta de existencia social. Todos los mitos
que explican el origen de esas formas lo relatan como un acontecimiento
único en el cual la armonía de la naturaleza se rompe de manera
peculiar para dar cabida a la presencia de un modo de ser cuyas
normas de vida trascienden la legalidad natural y mantienen con ella
una relación ambivalente de obediencia y transgresión. La vida humana
se reconoce a sí misma como el resultado siempre renovado de un
hecho milagroso. Se concibe como la continuación de esa ruptura
originaria que tuvo lugar en la naturaleza; como la permanencia de ese
drama concreto en que la polimorfía natural está siendo sacrificada o
negada en beneficio de una morfé social determinada. El ser humano
sospecha siempre que hay un fondo sobrenatural por debajo de la
naturalidad de su existencia cotidiana.
Es comprensible, entonces, que un cierto grado de fetichismo sea
inherente a toda forma de existencia social. Los valores que guían esta
existencia se jerarquizan necesariamente de acuerdo a un criterio que
distingue entre lo sagrado y lo profano. No todos los actos ni todas las
palabras ni todas las cosas de su vida cotidiana interesan por igual al
sujeto humano. Hay entre ellos algunos cuya excepcionalidad se debe
al hecho de que se encuentran asociados, por representación
(metafóricamente) o por herencia (metonímicamente), con el aconteci-
miento originario de la humanización. Son los actos, las palabras y las
cosas sagradas; es la esfera de lo “numinoso”. En ellos o con ellos se
vuelve evidente lo sobrenatural de la naturalidad social. La forma de su
existencia es percibida como la garantía de la forma de existencia de
todos los demás: los actos, las palabras y las cosas profanas. De
presencia huidiza, difíciles de ubicar en el flujo de la vida, las
sociedades intentan, sin embargo, apresarlos y sistematizarlos
mediante un aparato complejo de ceremonias y sacerdotes, de rituales
y fetiches, de conjuros y amuletos.

242
EL DISCURSO CRÍTICO DE MARX

El fetichismo es una característica necesaria de la existencia humana


porque toda forma concreta de sociedad, siendo en sí misma
contradictoria, sólo puede establecerse como armonía mediante el
recurso a lo sobrenatural de su origen, origen que se actualiza de
manera permanente en la dimensión sagrada del mundo constituido
por esa forma.
Toda existencia social concreta es estructuralmente contradictoria,
“desgarrada”, como dice Marx (Tesis IV, “ad Feuerbach”), porque, al
mismo tiempo que tiene una forma que está en proceso de negar o
trascender el modo de vida animal del que emerge, es también esta
propia substancia natural, en una afirmación de sí misma que niega la
forma en la que está siendo encerrada. En la vida social, lo que es es
porque es sacrificio de lo que no es, pero lo que no es es el
fundamento de lo que es. El acontecimiento originario o la dimensión
actual de la vida humana en la que esa contradicción se “resuelve” o
neutraliza y se calman los efectos de ese “desgarramiento”, en la cual
la hybris de lo humano se funda como un hecho armónico, es el
acontecimiento o la dimensión propiamente sagrada. En él la
naturaleza “acepta” su sacrificio al mismo tiempo que la forma social
“asume” sus límites. Los actos, las palabras y las cosas directamente
involucrados por ese acontecimiento o en esa dimensión constituyen,
en la terminología polémica de Marx, el "mundo de los fetiches".

El fetichismo erótico
El fetichismo arcaico inherente a la vida social se muestra de la manera
más evidente en lo que respecta a las relaciones interindividuales en el
sujeto social.
La cooperación y el co-disfrute son actividades propias de la animalidad
gregaria, es decir, se cumplen mediante relaciones de pura exterioridad
entre los individuos naturales, aislados cada uno en su acatamiento del
mandato instintivo. Cuando son actividades humanas implican, en
cambio, relaciones de interioridad entre individuos sociales que se
hacen los unos a los otros en reciprocidad y cuya obediencia al instinto
está supeditada a la persecución de un telos ajeno a la naturaleza. En
su hacerse recíproco, los individuos sociales son personas: seres que
juegan o representan un papel en el drama concreto de la sociedad a
la que pertenecen. Su individualidad natural, animal, no cuenta si no es

243
Bolívar Echeverría

como soporte de su personalidad social. Un sutil fetichismo in nuce


hace que todo individuo humano, para existir como tal, deba presentar
primero las marcas propias de una determinada socialidad concreta.
Para existir como objeto o destinatario del deseo erótico, por ejemplo,
el atractivo animal-sexual de su cuerpo debe ser perceptible como
“belleza”, es decir, debe ser un atributo natural trans-naturalizado
como atributo cultural. La “belleza” del cuerpo como objeto del deseo
humano es un valor sólo ponderable en el juego de atribución de
formas que mantienen entre sí los individuos en calidad de personas,
es decir, en calidad de participantes en un proyecto concreto de
afirmación de lo humano a partir de lo animal. La “belleza” del cuerpo,
sea cual sea su definición práctica en cada caso, es la condición de la
existencia de su atractivo sexual. El fetichismo erótico en sus manifes-
taciones más acentuadas ‒consideradas “aberraciones” sexuales‒ sólo
exagera este proto-fetichismo estructural de la relación erótica
interpersonal: tiende a ahogar la substancia del atractivo erótico ‒el
atractivo sexual ‒ bajo el peso de su forma: la “belleza” (“ese brillo
peculiar en su nariz”).

La mercancía como fetiche


Un fetiche es una acción, una palabra o una cosa que sirve de
instrumento para lograr un hechizo (feitico), es decir, para provocar la
actualización de lo sobrenatural en una situación singular concreta. Es
un instrumento como cualquier otro, pero es además mágico: su
efectividad rebasa la efectividad reconocida como natural por la
sociedad. Su presencia real es así necesariamente doble o “mística”, a
un tiempo profana y sagrada, material y espiritual, terrenal y celestial.
Es un objeto cuya función ordinaria o natural en la vida social se halla
visitada y absorbida por una función milagrosa o sobrenatural (es el
alfiler de la costurera convertido en la espada de la bruja). Esta
estructura de la presencia objetiva del fetiche es la que Marx tiene en
cuenta cuando establece la analogía entre el objeto fetiche y el objeto
mercantil. Su descripción de la estructura objetiva de la mercancía
revela, en efecto, que ésta es también un objeto “místico” de doble
efectividad, que su función en la vida social se mueve en dos planos
diferentes, el uno “físico”, natural o “sensorial” y el otro “meta-físico”,
sobrenatural o “suprasensorial”.

244
EL DISCURSO CRÍTICO DE MARX

En realidad, el concepto de fetichismo mercantil es, en el discurso


crítico de Marx, el corolario polémico en la teoría de la enajenación. La
enajenación es la característica central del mundo moderno porque sólo
en él la politicidad, la calidad específica de la existencia humana, se
encuentra clausurada en el sujeto social y cedida al objeto social,
cosificada en él.
En el mundo moderno o capitalista el sujeto social está impedido
políticamente: no puede determinar la forma de su propia socialidad. El
modo en que vive la sociedad no es la realización de un proyecto de
vida generado por la comunidad de individuos sociales, como de todas
maneras era el caso en los mundos precapitalistas, donde la politicidad
se cumplía como religiosidad. La vida social moderna se lleva a cabo
como el cumplimiento de una necesidad impuesta sobre ella por el
mundo de las mercancías capitalistas y la dinámica que le es inherente,
la de la valorización de su valor. Nada se produce, nada se consume,
ninguna relación interindividual es posible en la sociedad de la época
moderna si no es en virtud de su subordinación a la empresa histórica
que asegura la explotación de un plusvalor en beneficio de la
mercancía capitalista.
La relación entre los individuos sociales en el trabajo y en el disfrute es
una relación que no podría existir si no fuera porque está siendo
puesta por el mundo de las cosas convertidas en mercancías capital.
Las mercancías son los fetiches modernos porque, al igual que en los
objetos mágicos, su realidad “profana” ‒su valor por el trabajo y su
valor para el disfrute‒ se encuentra subsumida bajo su realidad
"sagrada", la de ser los agentes de la socialización (capitalista) de los
individuos sociales. La forma de existencia mercantil de los objetos
sociales es descrita por Marx ‒en el primer capítulo de El Capital‒ como
una objetividad en doble estrato e inestable o contradictoria. Está
constituida por la forma estructural de objeto práctico en cuanto tal, en
su existencia u objetividad social-natural en general (su “cuerpo”), pero
en tanto que forma modificada o sobredeterminada por la configuración
sobrepuesta y parasitaria que adopta el objeto práctico en su existencia
como puro objeto social de intercambio (su “alma”).
En el plano en que es un objeto social-natural, la mercancía es
simplemente una porción de naturaleza o materia de cualquier orden
integrada en la realización del proceso de reproducción social, es decir:

245
Bolívar Echeverría

en una perspectiva, es materia transformada o resultante de un


proceso de producción o trabajo específico, cooperativo o concreto, y,
en otra perspectiva, es materia apetecida o necesaria para un proceso
de consumo o disfrute igualmente específico, compartido o concreto.
Es un bien producido o un producto útil (con valor de uso).
En cambio, en el plano en que es un puro objeto social de intercambio,
la mercancía no es más que ‒en la primera perspectiva‒ una simple
condensación de energía productiva, un valor, y ‒en la segunda
perspectiva‒ una simple posibilidad de ser remplazada por un objeto
diferente de ella pero equivalente, un mero valor de cambio. Es la
versión abstracto-cuantitativa de la calidad social-natural o concreta; es
ésta misma pero reducida a su aspecto más indiferenciado y general,
aquel en que todos los rasgos de producto y de bien que ella vuelve
reales en el objeto se resumen en los dos rasgos siguientes: el de
haber sido producido con mayor o menor trabajo o gasto de energía
social (producto en abstracto) y el de ser más o menos intercambiable,
es decir, demandado o útil en términos generales (bien en abstracto).
Ahora bien, lo peculiar de la forma mercantil del objeto social práctico
reside en que esta última, su calidad social de intercambio, rige o tiene
vigencia como configuración aparte y autónoma y no como elemento
dependiente y subsumido en la calidad o figura social-natural. Lo
específico de la forma mercantil del objeto reside, por lo tanto, en que
su composición es inestable o contradictoria: en que una parte de su
calidad total o concreta ‒la parte puramente abstracto-cuantitativa‒ se
enfrenta a ella o se afirma al margen de la sintetización que ella
implica, minándola así en su integridad. En la forma mercantil de los
objetos hay una contradicción, dice Marx, entre sus dos factores, entre
el valor o la “forma de valor” y el valor de uso o la “forma natural”.
Es esta unidad contradictoria de dos estratos de existencia, unidad
característica del objeto práctico mercantil, la que se convierte en
efectividad y fetiche dentro del funcionamiento global del proceso de
reproducción social.
La mercancía presenta su peculiar doble calidad como una efectividad
doble similar a la efectividad de los fetiches (objetos místicos, que
fusionan en sí lo humano y lo divino) cuando se observa la función que
ella cumple como elemento posibilitador de un cierto tipo histórico de
reproducción social. No sólo constituye el producto concreto (“profano”)
246
EL DISCURSO CRÍTICO DE MARX

que el productor entrega al mecanismo social de distribución y el bien


concreto (“profano”) que el consumidor saca de ese mismo
mecanismo, sino también el único nexo (objeto “sagrado”) en virtud del
cual ese sujeto productor/consumidor ‒que se halla en condiciones
históricas de privatización o aislamiento‒ resulta re-conectado con los
demás sujetos productores/consumidores, relacionado con los demás
individuos del sujeto social. El “mundo de las mercancías” es un
conjunto de objetos fetiches porque, además de actuar como medium
efectuador del carácter social de los objetos prácticos (acción
“ordinaria”), actúa también como medium generador de la socialidad
de los productores/consumidores (acción “milagrosa”). En un proceso
de reproducción social en el cual la sujetidad o actividad con la que el
sujeto sintetiza su propia socialidad (las relaciones de convivencia
técnica, de producción y consumo) se encuentra paralizada o fuera de
funcionamiento; en el cual, por tanto, la figura o identidad fáctica de
esa socialidad es contingente o carente de un principio innovador, es el
conjunto de las cosas u objetos prácticos el que tiene que garantizar al
menos la repetición de la identidad social heredada imponiéndole al
sujeto inactivo los efectos sintetizadores inertes provenientes de su
propia “vida social”. Y esta “vida social cósica” sólo puede consistir en
la vigencia efectiva de la interdependencia abstracta o casual de las
diferentes cosas en tanto que situadas en un plano común (“social”), el
de su calidad de valores.

El dinero, dos veces fetiche


La efectividad de fetiche que tienen las mercancías en la vida del
mundo social moderno se ejerce a través del conjunto de intercambios
en los que ellas “cambian de manos”, circulan o pasan, de ser
propiedad de un individuo social privado, a ser propiedad de otro.
En el acto de intercambio, cada una de las dos mercancías que
intervienen en él puede ser considerada alternativamente como objeto
de dicho acto, como mercancía que es comprada/vendida, o como
medio del mismo, como mercancía que sirve para comprar/vender. En
tanto que objeto del intercambio, la mercancía es una sustancia valiosa
que intenta abandonar la figura concreta que tiene actualmente porque
es una figura inútil para su propietario; lo que prevalece en ella es su
ser un valor de uso determinado que estorba a su ser valor en general.

247
Bolívar Echeverría

En tanto que medio del intercambio, la mercancía es una sustancia


valiosa que intenta adoptar la figura concreta de la otra porque es útil
para su propietario; lo que prevalece en ella es su ser un valor en
general al servicio de su necesidad de ser un determinado valor de uso.
En el intercambio, “lugar” donde se constituye el carácter mercantil de
los objetos, éste se hace presente de manera desdoblada; es lo
mercantil en función valente o activa en la mercancía en tanto que
objeto del intercambio, es decir, en proceso de hacer manifiesta su
“alma” valiosa; y es lo mercantil en función equivalente o pasiva en la
mercancía en tanto que medio del intercambio, es decir, en proceso de
adoptar un nuevo “cuerpo” natural o un nuevo valor de uso. La función
valente o activa le corresponde a la mercancía-objeto porque es el
valor de éste el que, al expresarse en la presencia cuantitativa del valor
de uso que la mercancía-medio le entrega pasivamente para el efecto,
se convierte en valor de cambio efectivo.
El acto de intercambio es el eslabón último de todas las relaciones
sociales que establecen los individuos sociales como propietarios
privados. En tanto que propietario de la mercancía que es objeto del
intercambio, el individuo solicita entrar en una relación social; en tanto
que propietario de la que es medio del intercambio, acepta entrar en
ella. La coincidencia de solicitud y aceptación de socialidad, la plena
reciprocidad en el acto de intercambio, sólo podría darse en el caso de
existir un perfecto equilibrio entre la oferta y la demanda de las dos
mercancías que están en juego. Los dos propietarios privados serían
entonces en igual medida solicitantes y aceptadores de una relación
social. Sin embargo, esta situación sólo se presenta de manera
excepcional. La regla es que, siempre, una de las dos mercancías es
más demandada que la otra. Por esta razón las dos funciones de la
mercancía, la de objeto del intercambio (cuyo valor se expresa
activamente) y la de medio del mismo (cuyo valor de uso se presta
pasivamente a esa expresión del valor) se consolidan por separado: la
primera recae en la mercancía de mayor oferta relativa y la segunda en
la de mayor demanda relativa. El propietario de la mercancía menos
demandada, marcada como objeto del intercambio, es así quien debe
solicitar el establecimiento de la relación social; el otro, el propietario
de la mercancía más demandada, marcada como medio del inter-
cambio, puede aceptar o no dicha solicitud. La relación social que se
genera en el acto de intercambio es siempre una relación carente de
248
EL DISCURSO CRÍTICO DE MARX

reciprocidad. Uno de los propietarios tiene poder sobre el otro; está en


capacidad de negarle la socialidad que pide.
El ideal de todo propietario privado es tener su mercancía siempre en
función del medio del intercambio, de equivalente de las otras
mercancías; poder elegir entre todas las que pretenden cambiarse por
ella, ser buscado por los otros propietarios, estar en capacidad de decir
“sí” o “no” a sus requerimientos de relación con él. Sin embargo, de
todos los “cuerpos” de mercancía sólo hay uno que le permite a ésta
encontrarse siempre en situación de ser la mercancía más demandada,
el medio y no el objeto del intercambio. Es el “cuerpo” de la mercancía
dinero (el metal precioso y sus sustitutos). Así, en realidad, el ideal de
todo propietario privado es tener su mercancía convertida en mercancía
dinero. El dinero es la mercancía en permanente función de medio del
intercambio debido a que las características naturales de su “cuerpo”
‒su escasez, por la que concentra mucho valor en poca masa y se
vuelve fácilmente transportable; su homogeneidad y divisibilidad,
etcétera‒ le confiere una disponibilidad técnica al intercambio que es
excepcional en el mundo de las mercancías. La facilidad con que es
intercambiable hace de su concreción una concreción evanescente: en
cualquier lugar y en cualquier momento puede dejar la concreción que
tiene y pasar a tener cualquier otra concreción. Junto al valor de uso
intrínseco del metal precioso como objeto de trabajo aparece así en él,
construido por la sociedad a partir de su concreción evanescente, un
segundo valor de uso, el de servir de representante a todos los demás
“cuerpos” de mercancía. Este valor de uso socialmente adjudicado
convierte al “cuerpo” de la mercancía dinero en la corporeidad del valor
en general, es decir, en el equivalente universal o metro en referencia
al cual se miden los valores de cambio (precios) de todas las
mercancías.
La mercancía cumple su función de fetiche al existir alternativamente
como mercancía común y como mercancía dinero. En la circulación de
los elementos de la riqueza, la metamorfosis de las mercancías
‒posibilitada por el curso del dinero‒ no sólo permite al propietario
privado consumir bienes que él no ha producido, sino que lo conecta
socialmente con los productores de éstos. El propietario privado
experimenta de manera más intensa la efectividad del fetiche
mercancía cuando es propietario de dinero; éste no es únicamente la
puerta de acceso a cualquiera de los bienes de la sociedad, sino
249
Bolívar Echeverría

también, y sobre todo, la garantía de su propio ser social como


individuo universalmente relacionado con todos los demás propietarios
privados.
El fetichismo del dinero no se reduce, sin embargo, al fetichismo
general de su ser mercancía. Su calidad de contacto social universal le
lleva también a asumir funciones de fetiche arcaico. Los objetos
sagrados son los testigos del momento fundante, “sobrenatural”, en el
que tuvo lugar el sacrificio de la polimorfia natural en beneficio de la
morfé social. Uno de los aspectos de este tránsito es el sacrificio de la
animalidad del organismo individual en beneficio de la constitución de
la persona individual, sacrificio que se repite indefinidamente en el
proceso de “educación” al que es sometido el individuo humano al
comienzo de su vida.
Los objetos que acompañan esta relación originaria de intercambio
entre animal y sociedad, relación en la que el animal se despoja de
determinados aspectos de su vida instintiva a cambio del cultivo
especial de otros por parte de la sociedad, son los objetos llamados a
prestar su cuerpo “profano” para que sea vehículo de una de las
versiones principales de la efectividad “sagrada”. En la medida en que
el dinero es “testigo” del sacrificio de la individualidad concreta pero
limitada del propietario privado en beneficio de su individualidad
abstracta pero universal, su cuerpo de metal precioso se presta para
traducir a términos modernos el fetichismo arcaico de los objetos que
acompañan el sacrificio de la animalidad individual en beneficio de la
persona individual.

La semiósis fetichista
El discurso mítico es la manifestación que el uso o habla social hace de
una normación o configuración mítica que es inherente al código
concreto del comportamiento práctico y a la lengua como código
concreto del comportamiento lingüístico. Las significaciones míticas son
las que se producen/consumen en la dimensión profano/sagrada de la
existencia social, en el mundo restringido y extraordinario de los
fetiches arcaicos. Son significaciones que acompañan, de manera
subordinada pero determinante a todas las demás que se
producen/consumen en la vida cotidiana ‒de trabajo y disfrute‒ del
sujeto social. Son sobre-significaciones que, compuestas según esa

250
EL DISCURSO CRÍTICO DE MARX

sub-codificación del código general, modifican a las principales, confun-


diéndose con ellas. Éstas no podrían ser lo que son ‒significaciones
concretas‒ sin una coloración mítica, inherente a ellas mismas. El
mundo de las mercancías o fetiches modernos también es generador
de sub-significaciones míticas sin las cuales el comportamiento y el
habla de los propietarios privados carecería de concreción y por tanto
de eficacia.
La experiencia traumática, no sólo originaria sino siempre repetida, que
debe ser “explicada” por el nivel mítico de la existencia social moderna,
es la experiencia de la pérdida del ser comunitario y por tanto de la
capacidad política real por parte del individuo social. Se trata, por ello,
de un “texto vivido” que intenta, en mil versiones más o menos
elementales o elaboradas, burdas o sutiles, demostrar el beneficio que
implica para el individuo su ser social como propietario de mercancía u
hombre de dinero, afirmar el carácter armónico de la combinación de
su universalidad abstracta con su pertenencia concreta a una familia y,
en definitiva, a una nación.
Sin el mito práctico y lingüístico del individualismo a un tiempo
universal y nacional, mito que se confunde con determinados restos de
mitos arcaicos, y que los refuncionaliza, la vida de las sociedades
mercantiles sería imposible.

El fetiche propiamente capitalista


La figura mercantil capitalista del objeto práctico se distingue de su
figura mercantil en general porque en ella el plano configurante, la
forma de valor (compuesta por las determinaciones valor y valor de
cambio) posee un grado de complejidad que no existe en el de la
forma mercantil simple. Y porque, consecuentemente, también la
relación contradictoria entre la forma social de valor y la forma social
natural del objeto práctico (compuesta por las determinaciones
producto y valor de uso) es, en ella, de un grado más elevado.
Podría decirse que en el “fetiche” mercantil capitalista el lado “sagrado”
tiene un sentido o una orientación propia y, por tanto, no sólo
desquicia sino incluso subordina al sentido originario del lado “profano”
básico. En efecto, en la mercancía capitalista el valor (propiamente: el
valor nuevo, añadido o recién producido) debe tener una composición

251
Bolívar Echeverría

compleja peculiar: la objetivación de trabajo suficiente para compensar


el valor de la mercancía fuerza de trabajo gastada en su producción
(suficiente para reproducir el capital variable) debe servir de mero
soporte a la existencia de una objetivación excedente o adicional de
trabajo como sustancia de un plusvalor.
Igualmente, el valor de cambio (precio) debe volver efectivo el valor
recién creado, pero sólo en calidad de medio para que se vuelva
efectivo para su propietario capitalista el plusvalor que hay en él. Es
decir, el valor y el valor de cambio, los dos aspectos de la forma de
valor del objeto mercantil, no son, como en la mercancía simple,
determinaciones derivadas y estáticas, o sea dependientes de las
determinaciones concretas (de producto específico y de útil específico)
del mismo, sino determinaciones que llevan intrínsecamente, en su
propia inercia, un sentido, una necesidad o una dinámica autónoma.
Son determinaciones de una forma de existencia del objeto mercantil
que es parasitaria pero al mismo tiempo dominante sobre su forma de
existencia básica. Esta mercancía de forma específicamente capitalista
es un objeto fetiche también peculiar porque la función que cumple
dentro del funcionamiento global del proceso de reproducción social es
diferente: posee un grado escencialmente más profundo de efectividad.
El objeto práctico mercantil capitalista es aquí el elemento mediador
entre las dos fases (productiva y consuntiva) del proceso de
reproducción de un sujeto social muy especial. Un sujeto social, en
primer lugar, atomizado o privatizado, es decir, afectado por una
parálisis de su autarquía, de su función política básica o función
sintetizadora de su socialidad; y, en segundo lugar, y sobre todo, un
sujeto social estructurado de hecho en torno al “capitalismo” o
“relación-capital” como relación social determinante, es decir en torno a
un principio de diferenciación que constituye constantemente a la serie
de átomos de sujeto (sujetos privados productivos/consuntivos) en un
conjunto de sujetos estructurado polarmente: sujetos capitalistas, es
decir dotados de medios de producción y explotadores de la fuerza de
trabajo ajena, por una parte, y sujetos trabajadores, es decir, carentes
de medios de producción y explotados en el trabajo, por otra.

252
EL DISCURSO CRÍTICO DE MARX

El proceso de reproducción en el que interviene la mercancía capitalista


es entonces un proceso que al mismo tiempo que se ejerce por
(producción) y actúa sobre (consumo) la corporeidad concreta del
sujeto social, también se ejerce en virtud (producción) y en beneficio
(consumo) de una forma histórica del sujeto como sujeto que, para
sobrevivir, destruye sistemáticamente una parte de sí mismo. Inserto
en este modo histórico peculiar del proceso de reproducción social, es
decir, como riqueza producida por el “capitalismo” y consumida para el
“capitalismo”, el conjunto de objetos prácticos mercantiles debe actuar
como medium generador no de una socialidad pasiva o carente de un
sujeto funcionante, sino de una socialidad dotada de dinámica, es decir
de un pseudo-sujeto o centro pseudo político: dotada de una dirección
y una necesidad innovadoras, provenientes precisamente del funciona-
miento automático de la relación social “capitalismo”.
Riqueza concreta o cúmulo de objetos prácticos, por un lado, y riqueza
abstracta y dotada de una sujetidad cósica o enajenada, por otro: el
mundo de las mercancías capitalistas es el mundo de los fetiches
activos. “Fetiches” que no obedecen a los deseos ni potencian las
capacidades de sus propietarios, sino que hacen que ciertas
capacidades y deseos surjan y otros desaparezcan en ellos; que
traducen al registro de lo concreto, bajo la imagen de bienes que
deben desearse y productos que pueden producirse, las posibilidades
de explotación de plusvalor y las necesidades de conversión del
plusvalor en capital.

[1976]

253
Bolívar Echeverría

CUESTIONARIO SOBRE LO POLÍTICO 77

‒Quisiéramos que esta conversación contigo tuviera como


tema central la definición marxista de lo político. Y más
particularmente, dado el campo de interés teórico en el que te
ocupas, la definición de lo político a partir del aparato
conceptual construido por Marx en El Capital.

‒Como tú sabes, la definición marxista tradicional de lo político se


encuentra en crisis actualmente. Su concepción como simple supra-
estructura determinada por lo económico ya no es aceptada práctica-
mente por nadie; ni siquiera con la corrección antimecanicista que le
reconoce una capacidad de reacción sobre la infraestructura. En lugar
de ella, intentando superar sus limitaciones y sin abandonar los
lineamientos teóricos básicos de Marx, se han formulado otras que
ponen el acento en la explicación de ciertos problemas urgentes y de
primera importancia en la vida política actual de los Estados capitalistas
y también, en menor medida, de los Estados del “socialismo real”.
Baste recordar de pasada las reformulaciones de Poulantzas y sus
seguidores, la del gramscismo, la de la nueva escuela alemana y, por
último, la que nos parece más interesante, iniciada por Tronti, Negri,
Cacciari, etcétera, en Italia. Pero la crisis del concepto marxista de lo
político llega incluso a plantearse, dentro de la izquierda teórica
contemporánea, como negación global del hecho fundamental en torno
al que se mueve la vida política de la sociedad, el hecho de la
generación y el ejercicio del poder o del dominio en general de unos
hombres sobre otros en todos los aspectos de la vida social. Nosotros,
por nuestra parte, nos inclinamos a pensar que la crisis del concepto
marxista de lo político proviene de la necesidad real de su
radicalización teórica, planteada por el hecho de que las propias
situaciones históricas dentro de las que el marxismo debe orientar la
práctica de los revolucionarios tienen para él grandes zonas oscuras
que permanecen con su reclamo de ser exploradas. En la Alemania de
1930 había otra vida política, más allá de la lucha por el poder del
Estado de Weimar, que se reveló después, destructivamente, como

77
Texto elaborado por el autor sobre la base de una conversación con Luis Corral y José
Ron durante el seminario sobre “Crítica de la economía y Crítica de la cultura” organizado
en abril de 1980 por el Instituto de Investigaciones de la Cultura, de Quito. Se publicó
originalmente en la revista Palos de la Crítica, núm. 1, México, 1980.
254
EL DISCURSO CRÍTICO DE MARX

catástrofe en la contrarrevolución nacional-socialista; en la América


Latina de nuestros días parece haber también otra vida política, más
allá de la que se agita en las repúblicas de los ciudadanos más o menos
dotados de derechos y deberes frente a su Estado. Pensamos, por eso,
que la radicalización de la problemática de lo político, esbozada ahora y
desde los años veinte, fuera o en los márgenes del marxismo, debe ser
no sólo asumida sino incluso profundizada y enriquecida por él, y que
puede serlo si es insertada de manera adecuada ‒es decir, de manera
que le fuerce a dar más de sí mismo‒ en su construcción teórica.
Sabemos que en la obra de Marx no hay un tratamiento especial del
problema de lo político y que esta falta no puede ser subsanada
mediante una recopilación y una clasificación más o menos ordenada
de las numerosas observaciones y sugerencias que existen al respecto
en su obra. Pero creemos que en una reconstrucción pormenorizada y
sistemática del discurso de Marx en la crítica de la economía política
‒que es en lo que tú trabajas‒ pueden encontrarse tal vez
determinados puntos de partida para la construcción de una teoría
marxista de lo político capaz de incluir en su problematización este
nivel de radicalidad teórica al que aludimos.

‒Intentemos una primera pregunta que vaya de lleno al


asunto: ¿qué sería específicamente lo político dentro del
proceso de la economía política capitalista, estudiado y
criticado por Marx en El Capital?
‒Te parecerá tal vez demasiado ortodoxo, pero yo creo que esa
radicalización del tratamiento marxista de lo político ‒que, al ampliarse
hasta abarcar regiones del comportamiento social consideradas
tradicionalmente como sólo indirectamente políticas, le permitiría a éste
un acceso teórico más totalizador o concreto al objeto que le interesa
centralmente, la revolución comunista‒ debería ser concebida más
como el efecto de un reencuentro del marxismo con su propia
radicalidad teórica, al retornar al proyecto teórico crítico original de
Marx, que como el efecto de la inserción de una radicalidad teórica
ajena a él. El discurso marxista apareció como el discurso del anti-
poder conformado como contra-poder proletario; es decir, del poder de
una clase cuya autoafirmación como clase implica la abolición de toda
diferenciación represora en la sociedad: la abolición de todas las clases

255
Bolívar Echeverría

(incluso de sí misma) y, por tanto, también de todo poder. Desde el


principio, el marxismo fue consciente de la revolución que implicaba en
el terreno del discurso teórico al inaugurar la criticidad en calidad de
cientificidad de la época de transición al comunismo; fue, por ello,
ajeno a todo intento de restaurar el discurso tradicional del poder, el
discurso científico-filosófico positivo. El proyecto del discurso crítico
comunista incluía en 1844 la necesidad de abordar todo el conjunto de
los comportamientos prácticos y discursivos de la sociedad; desde
entonces, la crítica de la economía política fue considerada siempre por
Marx como una de las vetas del discurso crítico, aunque, eso sí, como
la más básica y elemental de todas ellas, y, por tanto, como la de más
urgente realización. Justamente la pregunta que formulas abre la
perspectiva para distinguir en qué medida la crítica tácita de la vida
política en el capitalismo se encuentra como componente esencial en la
crítica de la economía política, y en qué sentido esta segunda ofrece la
base teórica necesaria para la explicitación de la primera.
La “ley general de la acumulación capitalista” parte de un descubrimiento
esencial respecto de lo que es la reproducción ‒la producción y el
consumo repetidos‒ de la riqueza o condición objetiva de existencia de
la sociedad cuando esta sociedad se reproduce a sí misma de modo
capitalista. Afirma: la reproducción de la riqueza sólo tiene lugar en la
sociedad capitalista en la medida en que sirve de soporte a la
reproducción incrementada del plusvalor explotado a los obreros y
convertido en capital. De este descubrimiento la ley saca una
conclusión acerca de los efectos que tiene ese modo de reproducir la
riqueza sobre la existencia y la reproducción del sujeto social.
Concluye: para el sujeto social, reproducir su riqueza de modo
capitalista implica reproducirse a sí mismo de manera autodestructiva;
realizarse como siendo en parte, en cierta medida, excedentario,
superfluo y destinado, por tanto, en principio, a ser aniquilado,
eliminado, privado de la existencia. Si tomamos ‒como creo que debe
hacerse‒ esta “ley general de la acumulación capitalista” como el texto
que resume de manera más adecuada el sentido global de la crítica de
la economía política, podemos decir, entonces, que, para Marx, el
modo capitalista de la reproducción social se basa en algo que
podríamos llamar represión y enajenación fundamental de lo político.
Me explico: para Marx, lo político no es una característica entre otras
de la vida social sino el carácter específico o constitutivo de la misma.

256
EL DISCURSO CRÍTICO DE MARX

Pero en la definición del hombre como “animal político”, Marx ‒tal vez
porque el peligro de barbarie o apoliticidad se ha vuelto más radical‒
debe penetrar más allá que Aristóteles; debe cuestionar en qué
consiste esa necesidad esencial de cada hombre de vivir en polis o en
sociedad con los otros. Es lo que se desprende de la famosa
comparación entre el albañil y la abeja en el capítulo v del primer libro.
El proceso de reproducción social es, primero, como todo proceso de
reproducción animal, un proceso en el que un elemento natural (el
“sujeto” animal) persiste en la forma de su existencia, vive o sobrevive,
al ejercer una acción transformadora precisa (la “producción”) sobre el
resto de la naturaleza y al recibir la correspondiente reacción de ésta
(el “consumo”) como naturaleza transformada. Lo único que el proceso
de reproducción social tiene de específico, lo que lo constituye como
tal, es el hecho de que es un proceso libre, en el sentido sartreano del
término. Libre, porque, en su caso, persistir en la forma de su
existencia no es perpetuarla automáticamente, sino crearla y re-crearla,
instaurarla y modificarla. vivir y sobrevivir es, para el sujeto social que
se reproduce, autorrealizarse en una forma social elegida o proyectada
por él. El sujeto social se reproduce mediante el consumo o disfrute de
una riqueza objetiva constituida por bienes producidos o transfor-
maciones de la naturaleza, cuyas formas adquiridas en la producción o
el trabajo no están ya dadas en el funcionamiento de la naturaleza,
sino que son realizaciones de fines del propio sujeto o cumplimientos
de propósitos adecuados a su proyecto de autorrealización. En el
proceso de producción social, el proceso natural de reproducción se
encuentra duplicado por un proceso que lo acompaña y que es
precisamente al que podemos denominar proceso de reproducción
político. Al trabajar y disfrutar, al producir transformaciones con valor
de uso o consumir bienes producidos, el sujeto social simultáneamente
prefigura y efectúa una determinada forma de la socialidad, define la
identidad de su polis como sociedad concreta. La socialidad es la “otra
materialidad” de la que hablaba Engels, la materialidad específica con
la que “trabaja” y a la que, transformada, “disfruta” el sujeto social.
Esta capacidad de sintetizar o totalizar la forma de su vida social sería
lo político básico o la politicidad fundamental del sujeto social. Y ésta
sería, entonces, justamente, la capacidad que está siendo necesaria-
mente reprimida y enajenada por el modo capitalista de la
reproducción social.

257
Bolívar Echeverría

Sólo un sujeto social maniatado para decidir sobre su propia vida


puede reproducir su riqueza de la manera descrita por la “ley general
de la acumulación capitalista”: como proceso que implica obligada-
mente la “muerte” de una parte de sí mismo.

‒La expulsión que Althusser pretendió hacer de conceptos


como enajenación, fetichismo, etcétera, fuera del corpus
“científico” del marxismo ‒califacándolos de meros recursos
ideológicos en los que, por necesidad circunstancial, pervivían
nociones anteriores al “corte epistemológico” fundador del
materialismo histórico como ciencia de la historia‒ ha perdido
toda su vigencia junto con el fracaso del proyecto de
puritanismo teórico del que emanaba su dictado. Sin embargo,
incluso entre quienes defienden el carácter marxista de dichos
conceptos, su uso se ha vuelto más embarazoso; se diría que
tal expulsión fallida dejó de todas maneras un cierto halo de
desprestigio sobre ellos. Tú acabas de hablar de una
“enajenación de lo político”, y la pregunta aparece por sí
misma: ¿le sirven a Marx para algo, en su crítica de la
economía política, conceptos como enajenación, fetichismo,
etcétera? ¿Pueden ser útiles en una crítica marxista de la
política en el capitalismo?
‒Como habrás leído en publicaciones recientes, Althusser ha pasado a
reconocer la necesidad de ver el discurso de Marx como discurso critico
y de prolongar la crítica de la economía política hacia una crítica de la
política. De ser consecuente, este paso deberá llevarlo, me parece, a
una revisión de su rechazo de conceptos como enajenación y
fetichismo, a una readopción de los mismos. Pero no creo que el
abandono por parte de su autor inicial implique realmente el fracaso de
ese proyecto de puritanismo teórico; por el contrario, me parece que
éste ha logrado el triunfo que pretendía: ha entrado en el discurso del
poder positivo, se ha convertido en el remozamiento cientifista acrítico-
complementario, a pesar suyo, del remozamiento humanista abstracto
(el de las lamentaciones autocompadecidas sobre la “enajenación del
hombre”)‒ de la ideología reformista contemporánea y de las prácticas
hiperpoliticistas y estatalistas que ella justifica.

258
EL DISCURSO CRÍTICO DE MARX

En el capítulo IV del primer libro de El Capital, en la parte final del §1,


Marx, sin mencionar el término “enajenación”, introduce su concepto
en calidad de categoría central de la crítica de la economía política.
Habla del valor de la mercancía capitalista como valor “auto-
valorizándose” y lo califica de “sujeto automático”, de elemento
“dominante”, dotado de movimiento propio, dentro del proceso global
que organiza al conjunto de los actos de intercambio en la esfera de la
circulación mercantil de la riqueza social. La presencia de este valor
que se incrementa por sí mismo es lo característico de la riqueza
mercantil capitalista, y el examen crítico de esa presencia es el objeto
teórico central de toda la crítica de la economía política. Ahora bien,
hablar de un valor que se valoriza es hablar de la mercancía capitalista,
a la que él pertenece, como un fetiche moderno peculiar. Es utilizar la
teoría acerca del fetichismo moderno o mercantil y del hecho que lo
explica, la cosificación, desarrollándola como teoría del fetichismo del
capital y de la enajenación capitalista.
Voy a tratar de ser un poco más claro en esto. Para Marx, las
sociedades que se reproducen de manera atomizada o inorgánica, bajo
la forma de una serie de procesos de reproducción privados, carentes
de relaciones de interioridad o comunitarias entre sí, se encuentran en
una situación de crisis estructural absoluta: su ciclo reproductivo se
encuentra esencialmente interrumpido en el momento circulatorio, allí
donde la masa de objetos recién producidos (productos) por todos los
propietarios privados productores debe repartir de manera diferente
sus elementos componentes a fin de convertirse en una masa de
objetos destinados al consumo (bienes); allí donde, como dice Marx,
debe efectuarse el “metabolismo” de la riqueza social. ¿Cómo pueden
“cambiar de manos” los elementos de esta riqueza objetiva si entre sus
propietarios no existe ningún proceso que los vincule o interrelacione
en tanto que productores y consumidores, y que los habilite para
ordenar y realizar tal “cambio de manos”? Esta crisis estructural de su
reproducción la resuelven las sociedades atomizadas mediante la
mercantificación de ese momento circulatorio, mediante la conversión
de los elementos de su riqueza objetiva (los productos con valor de
uso) en mercancías, en objetos que, por estar dotados de un valor y un
valor de cambio, pueden ser intercambiados los unos por los otros en
términos de igualdad o equivalencia.

259
Bolívar Echeverría

La reproducción de la sociedad puede entonces restaurar su ciclo de


manera mecánica o no ordenada por el sujeto social y amenazada
siempre de un retorno a la crisis.
Es aquí donde Marx introduce su concepto de fetiche moderno. Lo hace
para describir la doble función que los elementos de la riqueza objetiva
cumplen en el proceso de reproducción de las sociedades inorgánicas o
privatizadas. Es una doble función parecida a la de los instrumentos de
la técnica mágica, a la de esos objetos por un lado naturales y por otro
milagrosos, profanos y sagrados, que son los fetiches de las sociedades
arcaicas; a la de esas agujas que no sólo rasgan la tela del muñeco
representante, sino que causan también males en la persona
representada. De manera parecida, los objetos mercantiles, con la
doble forma de presencia que tienen, “sensorialmente suprasensorial” ‒
como objetos concretos (productos con valor de uso), y como objetos
abstractos (valores con valor de cambio)‒, son naturales y son
“milagrosos”, tienen “cuerpo” y “alma”, satisfacen las necesidades que
motivaron su producción pero satisfacen también una necesidad de
otro tipo: introducen la única interconexión posible entre los
propietarios privados; son el único nexo social real que llega a
establecerse entre individuos que son de por sí constitutivamente
sociales, (dependientes los unos de los otros) y que se hallan, sin
embargo, en situación, de a-socialidad. Las mercancías son, pues, los
fetiches modernos.
Pero lo importante de todo esto reside en lo siguiente: el fetichismo de
las mercancías no es más que la manera como se muestra en la
composición objetiva de las cosas un fenómeno global que caracteriza
a toda la reproducción social, el fenómeno de la cosificación. La
mercantificación de la circulación de la riqueza concreta disuelve la
parálisis en la que ésta tendría que encontrarse en las sociedades
privatizadas o atomizadas y supera así la crisis estructural de su
reproducción. Pero esta reproducción social mediante el mercado se
distingue esencialmente de una reproducción social en la que la riqueza
circula directamente, en función de las necesidades y las capacidades
de un sujeto social orgánico o comunitario. Esta última implica
necesariamente la presencia efectiva de lo político en el sujeto. La
circulación de su riqueza no es más que el resultado que refleja la
autodeterminación del sujeto social como proceso en el que éste se da
a sí mismo una forma, armonizando para ello, de manera concreta, su
260
EL DISCURSO CRÍTICO DE MARX

producción y su consumo. La reproducción mediante el mercado


implica, por el contrario, la suspensión de la autarquía política del
sujeto, la subordinación de su capacidad de autodefinirse práctica-
mente. La forma de su existencia ya no la decide él solo, sino que “se
decide” en parte, pero prioritariamente, “a espaldas de él”, en el
funcionamiento mecánico y casual de la circulación mercantil, en la
“vida social que llevan las cosas” intercambiándose convertidas en
mercancías. Implica así, necesariamente, la cosificación de la función
totalizadora de la socialidad del sujeto. El fetichismo de las mercancías
no es, pues, más que el modo como la cosificación de lo político se
hace manifiesto en las cosas.
La crítica de la economía política no puede prescindir de los conceptos
de fetichismo y cosificación. Son precisamente ellos los que ejercen el
grado más decisivo de la criticidad del discurso de Marx. Con ellos Marx
desmistifica o destruye teóricamente las pretensiones de naturalidad
con que se presenta el modo privatizado de la reproducción social. El
sujeto social que se reproduce de manera mercantil logra efectivamente
mantenerse en vida, y este hecho hace que esa manera parezca ser la
única adecuada y natural que puede tener su reproducción. Esa
supervivencia la consigue, sin embargo, mediante el sacrificio de lo que
hay de más esencial en él mismo; la consigue gracias a la represión de
su capacidad política. Su vida podrá ser mejor o peor: nunca será
efectivamente suya; nunca se organizará realmente de acuerdo a las
necesidades concretas de su perfeccionamiento como entidad
comunitaria.
Pero la sociedad moderna no se reproduce sólo de manera mercantil;
se reproduce de modo mercantil-capitalista. El sujeto social no sólo se
mantiene en vida, sino que esta vida suya parece dotada de un impulso
incontenible de crecimiento: vivir parece ser progresar, incrementar
aceleradamente la riqueza, expandir los horizontes de la vida. Así,
pues, con mayor razón aún que el modo mercantil, el modo mercantil-
capitalista parece ser el modo más natural y adecuado de la
reproducción social. La crítica de la economía política desmistifica esta
apariencia al mostrar que ese progreso, comandado por la acumulación
del capital, no es otra cosa que una renovación incesante de las formas
de la explotación y, como decía anteriormente, de la destrucción
necesaria de una parte o una dimensión del propio sujeto social. Ahora
bien, la crítica de la economía política lleva a cabo esta desmistificación
261
Bolívar Echeverría

mediante el procedimiento de una explicación particularizada y


sistemática de la modalidad capitalista del fetichismo mercantil y de la
modalidad capitalista de la cosificación de la politicidad del sujeto
social. El progreso o enriquecimiento de la sociedad capitalista es un
remozamiento continuo de la explotación del trabajador porque la
esfera de la circulación mercantil de la riqueza ya no se contenta con
salvar de su crisis estructural a la reproducción social, sino que impulsa
a su manera la propia dinámica reproductiva. Es una circulación
mercantil que fomenta un tipo de intercambio peculiar: el de la
mercancía común por mercancía fuerza de trabajo, en el cual el valor
de la primera resulta necesariamente incrementado. Favorece así el
peculiar tipo de proceso de producción del que proviene ese
incremento: el del proceso de producción como proceso de explotación
del plustrabajo proletario. La función “milagrosa” de los fetiches
mercantiles en la circulación capitalista se ha vuelto, por tanto,
diferente: ya no es pasiva sino activa. No sólo actualiza la socialidad de
los propietarios privados, sino que le impone un sentido explotativo
posibilitante de la valorización del valor. Y si la mercancía capital es un
fetiche activo ello se debe a que también lo político del sujeto social, la
función totalizadora de su socialidad, se encuentra cosificada de
manera más radical: está completamente interferida e intervenida por
la dinámica que esa mercancía-capital recibe de su “valor auto-
valorizándose”. Es éste, en calidad de sujeto “cósico” automático, el
que reprime, completamente ahora, la autarquía política del sujeto, y
no sólo la subordina a su dinámica, a su “iniciativa”, sino que la
sustituye por ella. El progreso capitalista de las fuerzas productivas
implica necesariamente una destrucción del sujeto social y de la
naturaleza debido al hecho de que ese sujeto social está reproduciéndose
de acuerdo a una forma “proyectada” sin la menor intervención suya
positiva; una forma prefigurada exclusivamente por el reflejo de las
necesidades de acumulación del capital sobre el mundo de las
mercancías.
Este es el nivel fundamental de la crítica de la economía política, el que
sustenta la teoría marxista de la explotación del trabajador en el
capitalismo y el que permite reconocer en su plena radicalidad la
necesidad de la revolución comunista. Y es imposible dejar de ver que
en él se encuentran, como piezas centrales de la argumentación, los
conceptos de fetichismo y enajenación.

262
EL DISCURSO CRÍTICO DE MARX

La segunda parte de tu pregunta se refiere a la utilidad que pueden


tener estos conceptos en la continuación de la crítica marxista de la
economía política hacia una crítica marxista de la política capitalista.

‒Antes de que pases a ese punto, o más bien en conexión con


él, tal vez convendría que tuvieras en cuenta la distinción que
sirve tradicionalmente a los marxistas para diferenciar lo
político de lo económico, la distinción entre supraestructura e
infraestructura que, a juzgar por el modo en que ubicas lo
político en el proceso de producción y consumo de la riqueza,
no tiene para ti una importancia tan esencial...
‒La tiene, pero no para definir lo político sino para definir la política
(usando esta oposición terminológica de Chatelet). Marx habla, en su
conocido “Prólogo” de 1859, de la organización económica o
inconsciente del comportamiento social, de las “condiciones de
producción” ‒ favorecedoras o represoras del desarrollo de las “fuerzas
productivas”‒ como “base o infraestructura” real que determina las
formas políticas o conscientes del comportamiento social efectivo,
levantado sobre ella como una “supraestructura”. Al comportamiento
económico regido por una infraestructura o unas condiciones de
producción mercantiles, Marx, hegelianamente, le llama “sociedad civil”
o “burguesa” (para ambos calificativos, en alemán se dispone de un
solo término). Sobre ese comportamiento, y determinado por él, se
levanta la vida política con su forma supraestructural burguesa: se
levanta el Estado como empresa dirigida a la construcción histórica de
la Nación. La infraestructura es aquí la forma burguesa de la sociedad
económica o no reflexiva; igualmente, la supraestructura es aquí la
forma burguesa de la sociedad política o reflexiva. Estas formulaciones
del prólogo presentan una insuficiencia si se quiere desarrollar
exclusivamente a partir de ellas una crítica radical de la política
capitalista. No se trata de la insuficiencia formal tan traída y llevada
que sería la falta de una definición “dialéctica” de las interacciones
entre infraestructura y supraestructura. El estudio del complejísimo
vaivén de impulsos provenientes de ambas puede rebasar, sin duda, el
texto de Marx y puede llevar ‒como se ve en las publicaciones más
recientes‒ hasta el preciosismo conceptual. Pero, de todas maneras, el
programa de su realización está planteado ahí: se trata de estudiar el
modo como la economía “determina en última instancia” la “autonomía

263
Bolívar Echeverría

de lo político”. La insuficiencia está en otra parte: en la falta de


definición de la “infraestructura” como lugar del “conflicto entre fuerzas
productivas sociales y condiciones de producción”; falta de definición
que se consolida cuando es rellenada de manera insuficiente y
desorientadora con la definición burguesa-hegeliana de lo económico,
que aparece mediante la oposición entre “economía” y “política”, entre
“sociedad civil o burguesa” y “Estado”. Si la infraestructura es lo
económico y si lo económico es la sociedad civil ‒el conflicto práctico
de los propietarios privados dotados de intereses divergentes‒ lo
político no puede tener cabida en la infraestructura; se define como
algo distinto de ella, como la acción que concilia esos intereses en
dirección hacia metas universales (Nación, Civilización, etcétera) y que
es introducida en ella (idealismo) o generada en ella (materialismo) por
la política del Estado. Esta oposición entre economía y política no sirve
para precisar la oposición entre infraestructura y supraestructura; la
empobrece y deforma. Podría decirse que esta insuficiencia del
“Prólogo” de 1859 proviene de la utilización de la oposición tradicional
entre economía y política allí donde el nuevo concepto crítico de
infraestructura como el lugar del “conflicto entre fuerzas productivas
sociales y condiciones de producción” requería ser desarrollado en los
términos del discurso de El Capital. Esta obra, la crítica de la economía
política, es precisamente una crítica de la forma económica o de
sociedad civil que adquiere la infraestructura social en la época
capitalista. Y uno de sus principales resultados es, sin duda, el
descubrimiento de que lo político, aun en su forma capitalista
enajenada, es el carácter fundamental de la infraestructura, del
proceso de reproducción de la riqueza social. Que la política o empresa
histórica estatal, como fenómeno de supraestructura, no representa, ni
mucho menos, la totalidad de lo político; que lo único que ella
administra son los resultados de la enajenación de lo político.
Volvamos ahora a la segunda parte de tu pregunta anterior. La
infraestructura de la sociedad capitalista es el lugar de un conflicto
histórico específico entre, por un lado, fuerzas productivas que son el
proceso de trabajo moderno ‒constituido por la acción de un factor
subjetivo, la fuerza de trabajo de un trabajador colectivo, sobre un
factor objetivo, los medios de producción como maquinaria de la gran
industria‒ y, por otro, las peculiares condiciones de producción que
posibilitan su funcionamiento. Estas condiciones de producción peculiares

264
EL DISCURSO CRÍTICO DE MARX

estipulan de manera práctica que la conjunción productiva concreta


entre los dos factores, el sujetivo y el objetivo, sólo puede funcionar si
sirve de soporte a un proceso de producción diferente de él, abstracto:
al proceso de valorización del valor incorporado en el segundo factor,
es decir, al proceso de explotación de un plusvalor generado por el
primero. La infraestructura de la sociedad capitalista es el lugar de la
contradicción entre la tendencia básica del funcionamiento del proceso
de trabajo moderno y la tendencia superpuesta, proveniente de la
organización que deforma pero vuelve posible tal funcionamiento: la
tendencia a la valorización del valor, es decir, a la explotación de los
obreros, los propietarios de la mercancía fuerza de trabajo, por los
capitalistas, los propietarios de la mercancía medios de producción.
Ahora bien, la cuestión que, en el discurso de El Capital, muestra la
necesidad de pensar la presencia de lo político en la infraestructura y
de utilizar para ello conceptos como enajenación y fetichismo es la
siguiente: ¿cómo es posible que ese conflicto infraestructural de la
sociedad capitalista ‒entre el producir y la condición para ello; el
valorizar o explotar‒ pueda mantenerse sin estallar y deshacerse,
pueda estar neutralizado y repetirse incesantemente? ¿Por qué pueden
reproducirse las condiciones de la producción capitalista? Los obreros,
después de constatar que el consumo al que tienen derecho los
reproduce mermada, destructivamente, mientras que el consumo al
que tienen derecho los capitalistas les reproduce a éstos incrementada-
mente su propiedad, regresan, sin embargo, por sí mismos, al proceso
en que al producir son explotados. Esto sucede porque la conexión
casual entre este modo de producir y ese modo de consumir se
encuentra borrada completamente del campo de la experiencia práctica
directa. Las condiciones de producción capitalista disponen de un
mecanismo especial con el que organizan las fuerzas productivas
modernas; es el mecanismo del mercado de la fuerza de trabajo. Es en
él donde se entabla la relación de explotación entre los dos tipos
desiguales de individuos sociales; donde ésta se entabla, sin embargo,
como relación de intercambio de equivalentes entre individuos sociales
iguales, entre propietarios privados de mercancía. Allí, la relación de
desigualdad se establece como relación de igualdad. Sin la existencia
efectiva y actuante de la esfera de la circulación de mercancías ‒donde
el obrero le vende al capitalista, como si fuera una mercancía
cualquiera, el derecho a hacer uso de su fuerza de trabajo y a

265
Bolívar Echeverría

explotarla para extraerle plusvalor, donde el obrero se vuelve


“cómplice” de su propia explotación‒, las condiciones capitalistas de
producción no podrían condicionar realmente el funcionamiento de las
fuerzas productivas. Marx insiste en este punto cuando habla ‒en
pasajes centrales pero que no suelen ser valorados debidamente‒ de la
necesidad del “cambio de las leyes de apropiación capitalista en leyes
de propiedad mercantil”... Se puede decir entonces que sin lo principal
que acontece en la esfera de la circulación mercantil, es decir, sin la
cosificación capitalista de lo político y sin el fetichismo de la mercancía-
capital, las condiciones capitalistas de producción no podrían
subordinar el funcionamiento de las fuerzas productivas modernas. Así,
pues, un hecho que atañe directamente a la esencia política de la
sociedad se halla en el núcleo de la infraestructura o modo de
producción capitalista. Este hecho podría ser descrito como el
surgimiento de una politicidad espontánea de la mercancía-capital ‒de
los distintos capitales histórico-concretos (el inglés, el alemán y el
brasileño, el central y el periférico, etcétera)‒ consistente en la
capacidad que tiene el proceso de valorización y acumulación de la
riqueza capitalista global para dirigir el progreso concreto de la
sociedad, los cambios efectivos del conjunto de su producción y su
consumo.
Pero sería errado concebir la enajenación de lo político como si fuera
un hecho dado y consumado. Se trata, muy por el contrario, de un
hecho en proceso, de un acto constantemente renovado. Un proceso
repetido de pérdida, por parte del sujeto, y de adquisición, por parte de
la mercancía-capital, de capacidad decisoria sobre la forma de la
socialidad. Esta enajenación, como proceso correlativo de pérdida y
ganancia de politicidad, debe estar descrita como una lucha o un
combate permanente entre dos contrincantes, en la cual uno de ellos
debe ser siempre vencido pero nunca puede ser aniquilado. La
politicidad de la mercancía-capital es obviamente una politicidad
parasitaria; vive de la represión o desvitalización (no de la muerte) de
la politicidad básica del sujeto social.
La crítica de la economía política reconoce en la enajenación de lo
político la condición esencial de la existencia de su objeto teórico: el
modo de producción capitalista. Pero señala también el punto en que
ella se conecta con lo que debe ser la crítica de la política del capital. El
objeto teórico de ésta no puede ser otro que el proceso mismo
266
EL DISCURSO CRÍTICO DE MARX

mediante el cual la politicidad del sujeto está siendo enajenada,


convertida en politicidad de la mercancía-capital. Proceso complejo que
puede ser definido como proceso de refuncionalización o subsunción
real de la tendencia histórica de la producción y el consumo modernos
por parte de la tendencia histórica de la acumulación del capital. Para
hacerse una idea de la complejidad de este proceso hay que tener en
cuenta que el funcionamiento más elemental de la reproducción social
concreta implica ya la generación espontánea de una tendencia, tanto
práctica como discursiva, al progreso de esta reproducción o un sentido
favorable al perfeccionamiento del sujeto social y de su “metabolismo
con la naturaleza”, es decir, con un sentido directamente contradictorio
respecto del que proviene, en los hechos y como ideología, el de la
valorización del valor. Hay que tener en cuenta, por lo tanto, que sólo
un intrincado mecanismo de mixtificación real puede hacer que está
última tendencia, la de la mercancía-capital, venza sobre la primera, la
ponga a su servicio y la confunda consigo misma. Este mecanismo es,
precisamente, la supraestructura política e ideológica de la sociedad
capitalista...
‒La pregunta que te hacía iba en la dirección que has tomado,
pero obedecía a una preocupación más concreta. “El campo de
acción de la política revolucionaria del proletariado no se
confunde con el de la política burguesa; coincide en parte con
él, pero lo rebasa necesariamente”: esta idea que plantearon
los clásicos marxistas y que la han repetido e interpretado
positivamente casi todos sus seguidores, parece ahora caer en
desuso; en Europa con unas justificaciones, en América Latina
con las mismas y con otras más. Los marxistas que aún la
defienden, cuando no se baten en retirada, son acallados de
una manera u otra. ¿Es todavía válida esa idea original de Marx
y Engels, o en verdad no hay más política que la política
burguesa, que gira en torno al Estado y su poder? La política
marxista ¿puede ser estatalista? ¿Qué criterio habría para
distinguir entre la delimitación burguesa y la delimitación
revolucionaria de lo político? ¿Son de alguna utilidad para ello
conceptos como el de “enajenación de lo político” al que te
estás refiriendo?

267
Bolívar Echeverría

‒Enajenación de lo político quiere decir suspensión en el sujeto social


‒debido a su atomización, descomposición o privatización‒ de su
capacidad de totalizar prácticamente su socialidad (el conjunto de las
relaciones de trabajo y disfrute que interconectan y definen a los
individuos sociales) dentro de una figura o una identidad histórica
determinada. La enajenación de lo político implica una paralización en
el sujeto de la facultad de autoproyectarse y autorrealizarse reflexiva o
conscientemente ‒es decir, mediante un proceso de comunicación
realmente discursivo y político‒. No implica, en cambio, una carencia o
una ausencia, en el sujeto social, de toda resistencia espontánea frente
a la desfiguración o acción destructivamente formante que ejerce sobre
él el valor valorizándose o la acumulación del capital en calidad de
“sujeto social sustitutivo”. Podría decirse, inclusive, que la politicidad de
la mercancía capital se constituye en una lucha constante por reprimir
la resistencia anticapitalista espontánea del sujeto ‒que se regenera
una y otra vez desde focos muy diferentes‒, puesto que es a partir de
esa resistencia que el sujeto puede aprovechar las posibilidades
históricas de volverse revolucionario, es decir, de reasumir su propia
politicidad básica.
No creo que exista un criterio más adecuado en términos marxistas
para reconocer lo político revolucionario que el que considera la
capacidad que muestra una determinada actitud colectiva organizada
para despertar, fomentar o convertir en ofensiva la resistencia del
sujeto social ‒del “proletariado”, aunque no exclusivamente‒ frente a la
sustitución que de él hace la mercancía-capital como fuente de
totalización de la vida social. No es, pues, el tipo de lucha ‒salarial,
nacional, electoral, etcétera‒, sino la tendencia de la misma ‒anti-
capitalista o no, en este sentido radical‒ la que la califica de
revolucionaria o no. Pero una pregunta resulta ineludible: ¿de dónde
proviene, en el sujeto social, la posibilidad de resistirse a la enajenación
de su politicidad? Y también es ineludible lo polémico de la respuesta:
proviene de la concreción histórico-cultural del sujeto social, de lo que
tenemos que llamar su “nacionalidad natural”.
En el capitalismo, las fuerzas productivas y las capacidades consuntivas
funcionan de hecho en condiciones adversas al sentido estructural que
su funcionamiento tiene por sí mismo. Se trata de un sentido que es
esencialmente anti-capitalista y que se conforma de manera conflictiva
como encuentro y combinación de dos diferentes tendencias anti-
268
EL DISCURSO CRÍTICO DE MARX

capitalistas que llegan incluso a ser, en determinados puntos,


incompatibles entre sí. El sentido anticapitalista de las fuerzas
productivas y las capacidades consuntivas resulta, por una parte, de la
“civilización material” ‒de la que habla Braudel‒ que, con su código
comunitario y mítico, pervive aún en las técnicas productivas más
modernas. Es una predisposición precapitalista de los medios de
producción y consumo a funcionar todos ellos en combinación
totalizadora; lo peculiar de ella está en que es una tendencia que
define un contenido particular para dicha combinación. Es la tendencia
de un conjunto instrumental desarrollado en condiciones naturales muy
determinadas y cuya funcionalidad abstracta depende de un contenido
técnico-histórico preciso, referido generalmente a la cultura campestre.
De otra parte, el sentido anticapitalista de las fuerzas productivas y las
capacidades consuntivas resulta de una tendencia que podríamos
llamar postcapitalista de su funcionamiento. Se trata igualmente de una
predisposición de los medios de producción y consumo a funcionar en
una sola combinación totalizadora; pero es una predisposición abstracta.
Los medios de producción y consumo tienden a convertirse en un solo
gran medio instrumental global; reclaman la presencia de un solo factor
subjetivo, libre y coordinado en su diferenciación, capaz de ser más
“imaginativo” que ellos y de guiarlos entre sus posibilidades. Su presión
“socializadora” se deja sentir de muchas maneras, por debajo de la
represión, en la cultura de las grandes urbes industriales capitalistas.
La “nación natural” es el sujeto social en la medida en que asume,
tanto en el comportamiento práctico como en el discursivo, la desigual
(conflictiva) tendencia anti-capitalista de las fuerzas productivas y las
capacidades de consumo histórico-concretas dentro de las cuales
existe. La resistencia del sujeto social al mecanismo que enajena su
politicidad no existiría efectivamente si no hubiera esta tendencia anti-
capitalista de las fuerzas y capacidades de producción y consumo; es
gracias a ésta que la resistencia del sujeto, precisamente al adquirir
corporeidad histórico concreta, convierte al sujeto social en un sujeto
dotado de “nacionalidad natural”.
Para responder a tu pregunta, si lo político revolucionario se define en
referencia a la capacidad de una actividad colectiva organizada para
cultivar la resistencia del sujeto social a la enajenación de su
politicidad, y si esta resistencia se define singularmente, en cada
situación histórica, de acuerdo al modo como se combaten y se
269
Bolívar Echeverría

combinan las dos componentes anticapitalistas de su sustancia


nacional, es claro que el campo de acción de la política marxista no
sólo no debería limitarse al campo de la acción de la política que
instituye el Estado, y que es vivida por los individuos sociales en tanto
que propietarios privados, sino que debería tener su centro de
gravitación fuera de él; justamente en aquellas regiones o en aquellos
momentos del comportamiento social espontáneo anticapitalista que no
se encuentran convertidos en comportamientos automáticamente pro-
capitalistas por la supraestructura política e ideológica; que han dejado
de ser, que aún no han sido o que simplemente no pueden ser
integrados en la politicidad cósica de la mercancía-capital.

‒Según lo que acabas de decir, la dirección que siguen los


intereses revolucionarios de la clase proletaria y la que siguen
los de la “nación natural” coincidirán plenamente. Es más, de
algún modo la existencia de estos segundos sería la condición
material de la concreción de los primeros. Se diría que entre un
“nacionalismo natural” del sujeto social en su conjunto y el
comunismo, particularmente proletario, puede no haber la
divergencia esencial e incluso la contradicción ‒tantas veces
constatada históricamente‒ que hay entre el nacionalismo real
y el comunismo ¿Cuál es, entonces, la diferencia entre esta
“nación natural” y la nación de hecho real o burguesa?

‒Podría decirse que la Nación de hecho, Nación burguesa o Nación del


Estado es la refuncionalización que invierte el sentido de la “nación
natural”.

Conectemos esto con lo anterior. La relación de explotación entre


obreros y capitalistas, como condición de la producción capitalista, sólo
puede mantenerse si la experiencia misma del trabajador ‒que incluye
necesariamente un nivel discursivo, reflexivo o consciente‒ le muestra
a ésta esa relación de explotación como relación igualitaria.
Pero, a su vez, esta inversión o mixtificación ideológica del trabajador
sólo puede ser tal, y no meramente un engaño o una mentira, si en la
realidad vivida del proceso de reproducción social tiene lugar
efectivamente esa “conversión” o “transfiguración”, descubierta por
Marx, de las relaciones de explotación en relaciones de igualdad.

270
EL DISCURSO CRÍTICO DE MARX

Y precisamente el llevar a cabo este “cambio” o “conversión” ‒no


ilusorio sino real‒ es la función que constituye la esencia de la
supraestructura política e ideológica en la sociedad capitalista.
En términos mercantiles en general, cuando la politicidad básica del
sujeto sólo está suspendida para él y cosificada en el mercado neutral,
cuando el sistema de necesidades y capacidades del sujeto se repite
intacto, mantenido por las instituciones moral-religiosas de la
comunidad (ecclesia), el fetiche correspondiente, la mercancía simple,
sólo cumple la función de posibilitar la interconexión efectiva de los
individuos sociales atomizados. La supraestructura política e ideológica
que se genera a partir de su funcionamiento debe únicamente convertir
la socialidad cósica que asocia en exterioridad a los individuos sociales
en socialidad sujetiva a o de interioridad; debe convertir las relaciones
casuales de intercambio en relaciones que tienen la necesidad de un
“contrato social”. El Estado aparece como un simple esfuerzo social
especial de vigilancia y de represión de todo lo que atente contra este
“contrato” (es decir, todos los restos de vida comunitaria efectiva).
En términos mercantil-capitalistas, en cambio, cuando la politicidad
básica del sujeto le ha sido arrebatada por un sujeto sustituto y está
enajenada en el mercado valorizador, cuando el sistema de las
necesidades y capacidades sujetivas se transforma constantemente
siguiendo la tendencia histórica de la acumulación, el fetiche
correspondiente, la mercancía capital ‒es decir, la propiedad del
capitalista como mercancías fuerza de trabajo y medios de producción
de un valor C convirtiéndose en mercancía medios de producción y
medios de subsistencia de un valor C+p‒ cumple una función
esencialmente más compleja: no sólo posibilita la interconexión efectiva
de los individuos sociales disociados sino que, al mismo tiempo, impone
a esta interconexión la finalidad que le es inmanente como portadora
de un valor que se valoriza; reprime ciertos nexos interindividuales
concretos y favorece otros, modela de una cierta manera la figura de la
convivencia social, define la identidad del sujeto. Es sólo aquí, en el
interior de este sujeto social atomizado y sometido a una violencia
autodestructiva, donde propiamente toda manifestación de voluntad se
convierte con necesidad en ejercicio de poder. La supraestructura
política e ideológica que se genera a partir de su funcionamiento debe
ahora convertir al proyecto cósico de transformación del sujeto en
proyecto del propio sujeto; debe convertir las relaciones obligadas de
271
Bolívar Echeverría

intercambio para la valorización ‒entre la mercancía fuerza de trabajo,


en manos del obrero, y la mercancía medios de subsistencia, propiedad
del capitalista‒ en relaciones voluntarias de complementación para
alcanzar una meta común. El Estado, por lo tanto, aparece aquí como
toda una empresa histórica destinada a fomentar el desarrollo de un
determinado conjunto particular de mercancía-capital. Una empresa
histórica compleja, porque la finalidad que persigue no es puramente
abstracta, la acumulación del capital, sino concreta y abstracta a un
tiempo; su finalidad es el perfeccionamiento de una totalidad histórico-
geográfica de objetos concretos, el patrimonio de la Nación, pero en
tanto que esta totalidad es riqueza de forma natural (la de valor de uso
producido) deformada, refuncionalizada por el hecho de ser el soporte
‒necesario pero oprimido‒ que sostiene la expansión de un particular
conjunto de capitales o la marcha de un cierto cúmulo de valor que se
valoriza.
El fetiche moderno capitalista, la mercancía-capital, sólo puede reasociar
y orientar a su manera la vida del sujeto social disociado, sólo puede
hacer que los trabajadores, como propietarios privados de mercancía
simple ‒igual que los pequeños burgueses‒, identifiquen sus intereses
con los intereses de los capitalistas, en la medida en que él mismo
existe en calidad de empresa histórica común de todos los productores
propietarios-consumidores privados de mercancía (burgueses, pequeños
burgueses y proletarios); en la medida en que existe en calidad de
Estado. Pero el Estado, a su vez, sólo puede ser tal en tanto que
actividad de autorrealización individual y a un tiempo colectiva de todos
los propietarios privados. El Estado sólo puede ser tal en tanto que
conjunto de aparatos e instituciones que interpretan y ejecutan
‒fomentando y sobre todo reprimiendo determinados comportamientos
sociales‒ la voluntad coincidente de todos los connacionales de
construir, fortalecer y expandir su Nación. La Nación ‒más o menos
particularizada, entendida lo mismo como Italia (a imagen de la del
norte) que como Civilización Occidental‒ es la causa final del Estado,
como Estado individual o como conjunto de Estados, y es al mismo
tiempo su efecto real o su creación. El Estado vive de y para la
conversión de la “nación natural” en Nación “real”; de y para la
inversión de la resistencia anticapitalista del sujeto social ‒funda-
mentalmente obrero‒ en impulso pro-capitalista. La “nación natural” es
la sustancia que, invertida, adquiere la forma de Nación de Estado.

272
EL DISCURSO CRÍTICO DE MARX

Es por ello que todo lo que es fluidez, inestabilidad, conflicto, auto-


negación, en la nación real, se transfigura en rigidez, permanencia,
armonía, autoafirmación incuestionable, en la Nación que el fetiche
estatalizado levanta y al servicio de la cual pretende estar.

‒Esta conversión-inversión de la una “nación” por la otra la


planteas como una “transfiguración” que modificaría la forma
de la propia práctica y de las “cosas mismas”. El fenómeno
propiamente ideológico ‒la conciencia de que la tendencia
capitalista de la vida en su tendencia natural estaría integrado
como un momento necesario en tal con versión-inversión;
sería necesario comprenderlo como lo que tú has llamado la
sobredeterminación capitalista de los mensajes cotidianos. Sin
embargo, hay ciertas modalidades del fenómeno ideológico,
precisamente las que se refieren a su presencia en el terreno
específico del discurso, de la conciencia reflexiva, del pensar
propiamente dicho, que requieren un tratamiento especial
porque el papel que desempeñan tanto en el ejercicio directo
como en la enajenación de la politicidad es de especial
importancia. La politicidad del sujeto social y la discursividad
del nivel comunicativo en su proceso de reproducción
mantienen entre sí una relación sumamente peculiar. Tú lo
insinuabas anteriormente: se diría que así como no puede
haber una discursividad ‒dada la libertad que implica la
comunicación discursiva‒ que no sea de algún modo política,
tampoco puede haber una politicidad ‒dado el consenso
reflexivo que implica la sintetización de una identidad del
sujeto‒ que no sea de algún modo discursiva. Lo político y lo
discursivo se condicionan mutuamente; la enajenación de lo
primero debe traer consigo una ideologización muy especial de
lo segundo.
‒ Barthes tenía razón cuando insistía en un cierto “panlogismo” de la
comunicación social, en que la producción/consumo de significaciones
propiamente lingüístico-discursivas no sólo es una entre las múltiples
que constituyen el nivel comunicativo de la reproducción social, sino
que es además la preponderante, la que permea todas las otras, las
prácticas, aunque esté siendo determinada por ellas. Comportarse
socialmente implica poder concentrar la comunicatividad en el plano del
discurso ‒ser un sujeto racional‒; no implica, en cambio, sustituir las
273
Bolívar Echeverría

otras vetas del proceso comunicativo por la del discurso. Tal vez lo
peculiar de la ideologización discursiva esté justamente en la
conversión del “panlogismo” de la comunicación social en una
“logocracia” engañosa que implica, por un lado, la represión racionalista
de todos los modos de la comunicación, aparentemente en provecho
de la comunicación discursiva y, por otro, curiosamente, la desactivación,
el vaciamiento, el apagamiento de la efectividad del discurso y de la
razón. Así como la paralización y sustitución de la politicidad del sujeto
se manifiesta en la virulencia desbocada de la política estatalista de los
propietarios privados, así también la irracionalidad, la falta de capacidad
decisoria del discurso se manifiesta en el ajetreo afiebrado del verbo
pseudopolítico y las pretensiones absolutistas de la “razón instrumental”.
Pero creo que el planteamiento del problema de la cosificación de lo
político como fenómeno ideológico nos debe llevar a abordar la
cuestión que lo engloba y le da sentido (y que en este momento
únicamente podemos mencionar): la cuestión de la revolución cultural.
La “nación natural”, como resistencia anti-capitalista del conjunto del
sujeto social ‒con sus orígenes pre- y post-capitalistas‒, genera
determinadas formas, internamente contradictorias, de realización del
código cultural histórico-concreto mediante el cual trabaja y disfruta en
la rutina y en la fiesta de su tiempo cotidiano. Su práctica y su
reflexión, que son siempre comunicación, ciframiento y desciframiento
de significaciones, llevan consigo en todos los casos no sólo el
cumplimiento de un código cultural específico sino también una
vitalidad, una transformación conflictiva del mismo. Es esta vida
cultural, práctica y discursiva de la “nación natural” la que está siendo
refuncionalizada por la política estatalista y su construcción de la
Nación de la mercancía-capital. Y es en el análisis de esta refuncio-
nalización de la cultura nacional natural, y de las posibilidades de una
revolución cultural contra tal refuncionalización, donde habría que
buscar la respuesta para el problema ideológico que mencionas.

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