La Evolución Histórica de La Ciencia Del Derecho Penal
La Evolución Histórica de La Ciencia Del Derecho Penal
La Evolución Histórica de La Ciencia Del Derecho Penal
En los albores de la humanidad, en la época de las cavernas cuando el homo sapiens se puso de pie
y dio existencia a la sociedad, dando lugar a las primeras agrupaciones tribales, el hombre conoció
el fenómeno de la criminalidad, fenómeno que ha caracterizo en el tiempo a todas las sociedades
que han surgido en el planeta, de forma peculiar de acuerdo a la cultura que la historia ha
permitido fijar a lo largo de todos los tiempos.
El manejo que es posible clasificar la evolución del Derecho Penal en las siguientes fases o etapas:
La Venganza Divina;
La Venganza Pública;
El Período Humanitario y
La Venganza Privada o Tabú: en los tiempos primitivos no existía un Derecho Penal estructurado,
sino que había toda una serie de prohibiciones basadas en conceptos mágicos y religiosos, cuya
violación traía consecuencias no sólo para el ofensor sino también para todos los miembros de su
familia, clan o tribu.
A esta etapa se le conoce también como venganza de sangre o época bárbara. El impulso de la
defensa del interés particular lesionado es la fuerza impulsora de la venganza, conocida como ratio
essendi, que es la razón de ser que justifica toda la actividad provocada por un presunto ataque
injusto a un interés personal o colectivo.
Durante esta época, la función punitiva la ejercían íntegramente los particulares, pues cada
individuo, cada familia y cada grupo se protegen y se hace justicia por su propia mano y a su
propio riesgo. En esta etapa privaba el derecho del más fuerte, ya que motivado a instintos
salvajes, el más fuerte era quien imponía la norma y el castigo, lo cual por su carácter casuístico,
estaba regido por la fuerza del carácter o temperamento de quien ostentaba el poder del grupo
social y en cada caso podía establecer reglas y castigos distintos para circunstancias similares. La
pena trascendía del infractor a los integrantes de su grupo familiar o social, así como a sus bienes
o posesiones.
La Venganza Divina: Al lado del período conocido como venganza privada, se gestó también
dentro de la organizan social más cultas o elevada, el principio teocrático y este vino a convertirse
en fundamento del derecho penal de este período, pues no se castigaba al culpable para satisfacer
al ofendido, sino para que aquél expiase la ofensa causada a los dioses por los delito cometidos. En
este período se constituye una etapa evolucionada en la civilización de los pueblos, Los conceptos
de derecho y religión se funden en uno sólo y así el delito más que ofensa a la persona o al grupo,
lo es a la divinidad. En general, en esta época la clase sacerdotal era quien establecía la forma de
expiación de los pecados, que era satisfecha por la penitencia, o la ofrenda que debía otorgar para
la obtención del perdón divino.
En esta etapa evolutiva del Derecho Penal, la justicia represiva es manejada generalmente por la
clase sacerdotal, Aparece en muchísimos pueblos, pero se perfila de manera clara en el pueblo
hebreo: esto no resulta extraño si se atiende que los judíos han sido siempre eminentemente
religiosos, dejando sentado el carácter de tal derecho en múltiples escrituras dentro de las cuales
se encuentra el Pentateuco, que era un conjunto de cinco libros que integraban a la primera parte
del Antiguo Testamento y en los que se contienen las Normas del Derecho del Pueblo de Israel.
Bajo este esquema, el derecho de castigar proviene de la divinidad y el delito constituye una ofensa
a ésta deidad, la pena en consecuencia, está encaminada a borrar el ultraje a la divinidad, al
aplicar su ira, identificándose para el delincuente con el medio de espiar su culpa.
Otra forma de apreciación sobre la venganza divina la podemos encontrar en los libros sagrados
de Egipto, que son igualmente prueba de la fusión entre los conceptos de delito y represión como
los de ofensa a la divinidad y expiación religiosa, El Derecho Egipcio está también, como el del
pueblo Judío, lleno de espíritu religioso; ya que en él se observa la delegación del derecho de
castigar a los sacerdotes.
Por tal motivo, únicamente debemos destacar de un modo resumido que parece natural que al
revestir los pueblos las características de la organización teocráticas, todos los problemas se
proyectaban hacia la divinidad, como eje fundamental de la constitución del Estado. Así surge, en
el terreno de las ideas penales, el período de la venganza divina, en el cual se estima al delito como
una de las causas del descontento de los dioses, por esos los jueces y los tribunales juzgan en
nombre de la divinidad ofendida, pronunciando sus sentencia e imponiendo las penas para
satisfacer su ira, logrando el desistimiento de su justa indignación.
La Venganza Pública: En esta etapa de la evolución de las ideas penales, se transforman los
conceptos de pena y función represiva, dándoles un carácter eminentemente público, es decir, esta
etapa se caracteriza por la aspiración de mantener a toda costa la tranquilidad pública, durante
esta etapa, se empieza a hacer distinción entre delitos privados y públicos, según el hecho
lesionado de manera directa, los intereses de los particulares o el orden público.
Es entonces cuando aparece la etapa llamada "venganza pública" o "concepción política"; el rey
concedía poder para que en su nombre los tribunales aplicaran el derecho, limitado su ejercicio al
marco de la ley. Este fue una inmensa época, de propósitos retributivos y a lo sumo intimidantes,
con fines de prevención general, en que se aspiraba a utilizar al delincuente en provecho del
Estado, mediante el trabajo forzado en minas y galeras. Estableciendo formas de esclavitud como
mecanismos de condenas.
Es así como surgió la regla escrita como forma de determinar y limitar el castigo, dando lugar a lo
que se conoce como la Ley del Talión, que no fue otra cosa, sino una medida moderadora, pues
sólo se le reconocía al ofendido el derecho de causar un mal de igual intensidad al que había
sufrido. Fue poco después que nació la compensación, mediante la cual se autorizaba para que el
ofendido y el ofensor, nombrasen representantes que moderaran los reclamos recíprocos y
acordaran la cantidad a indemnizar o los límites del castigo.
La norma jurídica en esta etapa adquiere una forma dicotómica o simple, en donde se distingue un
precepto jurídico y una consecuencia de hecho.
En el más antiguo Derecho del Oriente (Persia, Israel, Grecia Antigua y Roma) el delito fue
considerado originariamente como factor de responsabilidad por el resultado antijurídico. Es de
conocimiento que en la Antigua Grecia, se juzgaba de igual forma a animales, árboles y piedras.
De allí que un filósofo y jurista de esa época, Esquines decía: “Arrojamos lejos de nosotros los
objetos sin voz y sin mente...” Platón en su obra Las Leyes, contiene frases similares, exceptuando
el rayo y los meteoros lanzados por la mano de los dioses.
Zaffaroni señala que en la Edad Media se castigaba profusamente animales y hasta se recuerda la
historia de un famoso abogado “especialista en la defensa de bestias”. Ello obedecía a la
valoración jurídica de entonces, ataviada de valores subjetivos, en los que se apreciaba
únicamente el resultado dañoso producido, sin reparar en los aspectos típicos de la conducta cuya
preeminencia se enarbola en la actualidad. La preponderancia del elemento religioso en la Edad
Media hizo pensar que los animales y las bestias podían tener intención y por tanto ser capaces de
sanción.
El código más antiguo que ha sido descubierto es el Código de Hammurabi, que de acuerdo a lo
que narra su propia historia, fue la recopilación de leyes dadas a su pueblo por Hammurabi, Rey de
Babilonia.
Pese a múltiples esfuerzos científicos, hasta hoy no se ha podido determinar con certeza su fecha
de origen, se supone que sus textos fueron grabados por primera vez en piedra hace unos 4.000
años.
Fue encontrado en el año de 1902 en el trascurso de unas excavaciones llevadas a cabo por un
arqueólogo de apellido Morgan en la localidad de Susa en Túnez. El ejemplar hallado era un
cilindro de piedra de dos metros de base por dos metros de altura. Su texto fue interpretado y
traducido al alemán por Scheil, Winkler y Muller. Adolfo Bonilla y San Martín publicaron una
versión castellana de esos textos legales antiguos, constituye uno de los instrumentos jurídicos
más antiguos que se han encontrado y uno de los ejemplares mejor conservados en su tipo,
creados en la antigua Mesopotamia, que orienta su estructura de aplicación en las premisas
establecidas en la Ley del Talión aplicada a casos concretos. Este código está integrado por un
total de 285 textos, que legislan sobre derechos personales y reales, familia, comercio, Derecho
Penal y Derecho Laboral.
Sorprende que estas disposiciones anticipan instituciones tales como el mutuo, el comodato, la
prenda, la anticresis y el préstamo a la gruesa. Establecía por ejemplo, que si un esclavo golpea en
la mejilla al hijo de un hombre libre, se debía cortar una oreja al esclavo y si persistía en su afrenta
se le debía dar muerte. Por el hurto, le seria cortada la mano derecha al delincuente si persistía
sería ejecutado. La afrenta al rey o su familia o a los dioses era castigada con la muerte.
Destacan también otros textos de codificación de normas penales que describen similares
características en su concesión, tales como: el Código de Manú, el Código Gregoriano, el Código
Hermogeniano, el Código Teodosiano Creado en el año 1760 a. C. según la cronología media.
Entre otras recopilaciones de leyes similares encontramos el Códice de Ur-Nammu, Rey de Ur (2050
a. C.), el Códice de Eshnunna (1930 a. C.) y el Códice de Lipit-Ishtar de Isín (1870 a. C.).
Respecto al Código de Hammurabi, a menudo se lo señala como el primer ejemplo del concepto
jurídico de que algunas leyes son tan fundamentales que ni un rey tiene la capacidad de
cambiarlas o alterar su aplicación o contenido.
Los antiguos concebían, que las leyes, escritas en piedra, eran inmutables. Es curioso observa, que
este concepto pervive en la mayoría de los sistemas jurídicos modernos. El origen divino, demarca
la naturaleza en la conformación de estos instrumentos jurídicos, al igual que sucede con casi
todos los códigos de la antigüedad. En particular, está representada la imagen tallada en lo alto de
la estela, del monumento principal, donde se deja ver que el Dios Shamash, el Dios de la Justicia,
entrega las leyes al Rey Hammurabi.
De hecho, reseña las imágenes talladas en piedra, que antes de entrar en vigencia el Código de
Hammurabi, la administración de justicia recaía en los sacerdotes y que a partir de su vigencia
pierden este poder.
Por otra parte, es evidente que el Código de Hammurabi, consiguió unificar criterios, evitando la
excesiva subjetividad en la aplicación del derecho. El término Ley del Talión (latín: Lex Talionis) se
refiere a un principio jurídico de justicia retributiva en el que la norma imponía un castigo que se
identificaba con el crimen cometido, de esta manera no sólo se habla de una pena equivalente,
sino de una pena idéntica e igualitaria en casos similares. La expresión más famosa de la Ley del
Talión es "ojo por ojo, diente por diente" aparecida en el Éxodo contenido en el Antiguo
Testamento.
El análisis del Código de Hammurabi entiende la necesidad histórica que representó quizás el
primer intento por establecer una proporcionalidad entre daño recibido en un crimen y daño
producido en el castigo, siendo así el primer límite a la venganza.
En relación al Derecho Romano, es necesario abrir un paréntesis para destacar el contenido
histórico e importancia que ha tenido para la formación del derecho, respecto al aspecto penal,
que en el inicio de su evolución histórica, coincidía con todos los pueblos antiguos, lo cual nos hace
suponer que en sus raíces remotas haya existido también la venganza privada.
Es en el Derecho Romano, donde se precisa con exactitud la diferencia entre “delicta privada” y
“crimina pública”, con posterioridad a las leyes de las Xll tablas pues estos recogieron,
principalmente esquemas similares a los establecidos en el Talión, Aunque ya las Xll tablas
estatuyeron el delito de traición, castigando con la muerte, las leyes surgidas con posterioridad
dieron nacimiento al concepto del crimen inminuatae vellaesae mastalis populi romani:
consagrado en la Lex Cornelia, que comprendió como delitos de mayor cuantía los considerados
como “perduellio”. La “perduellio”, es una de las instituciones más antiguas del Derecho Romano,
era la acción más grave, entre las formas de delitos cometidos contra el Estado.
Todos los crímenes públicos, atentatorios de la seguridad del Estado, quedaron incluidos en la Ley
Julios, la cual aparece reproducida en el Digesto, La Ley Julia, comprendió los delitos contra la
seguridad externa del Estado, clasificando los que comprometían la integridad territorial, la
entrega de hombres al enemigo, la deserción, la traición por vileza, la excitación de un pueblo a la
guerra entre otros.
Por último, se pueden señalar como características del Derecho Romano las siguientes:
Los crimina extraordinaria, que integraron una especie diferente a los delitos públicos y
privados, se persiguieron únicamente a instancia del ofendido;
El desconocimiento absoluto del principio de legalidad o de reserva, originándose la
aplicación analógica y, en algunos casos, el exceso en la potestad de los jueces;
Así hasta finales del siglo XVIII y tocando las puertas del siglo XIX, se quemaban en las hogueras “a
las brujas de Europa”, porque para entonces la hechicería (como conducta) era el delito más grave
cometido en contra de la sociedad; la valoración jurídica de aquel período así lo consideró; y en
consecuencia infelices mujeres (algunas afectadas por la demencia), fueron quemadas vivas.
Pero en modo alguno, el concepto de delito es imperio de la dogmática de nuestro siglo, sino que
adviene como construcción teórica de las anteriores corrientes, presentando una evolución
dinámica. Históricamente son muchos los episodios que demuestran que el delito fue siempre lo
antijurídico, condición que lo convierte en ente jurídico.
El rasgo subjetivo (la intención) aparece en los albores de la Roma culta, donde también se
consideraba la posibilidad de castigar el homicidio culpable, figura heredada que hoy reposa en
todos los códigos de nuestro tiempo.
La Defensa del Poder Absoluto, es una características de las etapas finales históricas transcurridas
en este período causalista, establece que la motivación para prohibir o para castigar no fue ni la
ofensa por parte del individuo a la sociedad, ni la ofensa a la divinidad; fue la ofensa a la majestad
soberana del Rey o lo que el considerara como injusto, y es su voluntad soberana quien dicta la ley
e imponía el castigo. La ley encontró su naturaleza y razón mediante un círculo vicioso en la
necesidad de conservar el poder por el beneficio mismo del poder. La pena no tuvo otra medida,
que el capricho o el temor de los gobernantes, ante la necesidad de consolidar su poder.
Después de todas las vicisitudes que se habían presentado en etapas anteriores, el campo del
Derecho Penal asume una nueva fórmula que pone fin a la excesiva crueldad, surgiendo un
movimiento humanitario de las penas y, en general, de los sistemas penales.
Esta tendencia humanitaria, de antecedentes muy remotos, tomó forma en la segunda mitad del
siglo XVlll, teniendo como su máximo exponente a Cesar Bonnezana, Marques Beccaria, aun
cuando no debe desconocerse propugnaron por este movimiento Montesquiu, D' Alembery,
Voltaire, Rousseau y muchos más.
Cesar Beccaria, con su libro de los Delitos y de las penas (DEL DELETTE E DELLLE PANE) se une a la
crítica demoledora de los sistemas penales y empleados hasta entonces a la proposición creadora
de nuevos conceptos y nuevas prácticas; se pugna por la exclusión de suplicios y crueldades
innecesarias; se propone la certeza contra las autoridades de las penas, suprimiendo los indultos y
las gracias que hacen posponer el castigo y constituye formas de impunidad para los delincuentes;
se orienta la represión hacia el porvenir, subrayando la utilidad de las penas sin desconocer su
necesaria justificación; se preconiza la peligrosidad del delincuente como punto de mira para la
determinación de las sanciones aplicables y se urge por una legalidad de los delitos y de las penas,
hasta el extremo de prescribir la interpretación de la ley, por el peligro de que pudiera servir de
pretexto para desviar su verdadera intención.
De todos los capítulos que integran el libro de Beccaria, son más importantes los que hacen
referencia al origen de la pena y del derecho de castigar, el de la interpretación de las leyes; el que
se ocupa de la obscuridad de las mismas; las relativas a la pena de muerte, la templanza en las
penas, la relación entre delito y la pena y las medidas de seguridad.
De acuerdo con lo escrito por Fernando Castellanos, se deben destacar sobre el libro de Cesar
Bonnesana los siguientes puntos:
El derecho a castigar basado en el contrato social y por tanto la justicia humana y la divina
son indispensables.
Las penas únicamente pueden ser establecidas por las leyes: estas han de ser generales y
sólo los jueces pueden declarar que han sido violadas.
Las penas deben ser públicas, prontas y necesarias, proporcionadas al delito y las mínimas
posibles, nunca deben ser atroces.
El fin de la pena es evitar que el autor cometa nuevos delitos, así como la ejemplaridad
respecto a los demás hombres.
La pena de muerte debe ser prescrita por injusta, el contrato social no lo autoriza, dado
que el hombre no puede ceder el derecho a ser privado de la vida, de la cual el mismo no
puede disponer por no pertenecerle,
Etapa Científica: Podría decirse que esta etapa científica, se inicia con la obra de Cesar Beccaria, y
culmina con la de Francisco Carrara, que es considerado el principal exponente de la Escuela
Clásica del Derecho Penal.
El inexorable paso del tiempo allana el camino para que aparezca en el derecho, junto al elemento
antijurídico, el más añejo, la culpabilidad como característica intrínseca de la conducta delictuosa.
Ya para 1840 Pufendorf y Luden enseñan en su obra la teoría de la imputación influenciada por el
pasado del delito, y clasificaron en forma tripartita los caracteres de acción, antijuricidad y
culpabilidad.
Sin embargo, la construcción del concepto ente jurídico que denota expresión teórica de contenido,
aparece propiamente en la doctrina liberal del derecho, que la somete a la autoridad del Estado,
vale decir a los preceptos de la ley. Es a Beccaria a quien corresponde la primera elaboración
moderna de la teoría del delito (1764), producto de la filosofía política del Iluminismo Europeo, en
el marco conceptual del Estado Liberal y del Derecho, consecuencia de las ideas del Contrato social
y la División de Poderes.
Según Jiménez de Asúa, la doctrina de Carrara, perfeccionada por Carmignani y la que antes fue
formulada por Feuerbach y Romagnosi, asume la concepción técnica del delito como “ente
jurídico”. A partir de entonces Carrara define delito como: “La infracción de la ley del Estado,
promulgada para proteger la seguridad de los ciudadanos, resultante de un acto externo del
hombre, positivo o negativo, moralmente imputable y políticamente dañoso”.
Por ello a Carrara se le vincula como el iniciador técnico de la doctrina del delito ente jurídico,
quien puso la base lógica para una construcción jurídica coherente del sistema penal. Con Carrara
nace, en Pisa, la moderna ciencia del Derecho Penal Italiano, desde allí sostiene: “El delito no es
ente de hecho, sino un ente jurídico, porque su esencia debe consistirse en la violación de un
derecho”.
Posterior a Carrara, los cimientos del positivismo arrastraron parte del material del antiguo
maestro italiano, de tal manera que Garófalo representa la síntesis del delito natural, la que
después recogerá Mayer, en Alemania, conocidas como las normas de cultura.
Garófalo, de acuerdo con Jiménez de Asúa, fiel exponente del jurisnaturalismo, enfoca y amplía la
visión antropológica de Lombroso y define de forma sintética el delito: “el delito social o natural es
una lesión de aquella parte del sentido moral que consiste en los sentimientos altruistas
fundamentales (piedad y probidad)”.
Ernesto Beling (1906) visualiza el delito desde una óptica finalista y nos dice que “delito es la
acción típica, antijurídica, culpable, sometida a una adecuada sanción penal y que llena las
condiciones objetivas de penalidad”. Jiménez de Asúa, comenta esta obra y afirma, que estaría
claro las condiciones de existencia del delito para este autor alemán, al establecer que para que un
acto sea delito requiere: una acción descrita objetivamente en la ley (tipicidad), que sea contraria
al derecho (antijurídica) que sea culposa o dolosa (culpabilidad); y también que sea sancionado
con una pena (punibilidad).
El delito, se describe en consonancia con las ciencias naturales (debido al apogeo de estas en el
siglo XX, especialmente la botánica, la zoología, o la física); el delito se contempla
fundamentalmente como “acción”, como fenómeno “natural”, o sea exteriorización de la voluntad
que guía la conducta humana.
Max Ernesto Mayer lo considera como “un acontecimiento típico, antijurídico e imputable”. Mayer
emplea la palabra imputable para otorgarlo a la culpabilidad, de manera que se acerca de Beling.
No obstante, señala Jiménez de Asúa, que al introducir el término imputable se refiere a la parte
que corresponde al delincuente más que a la consagrada al delito; pero es indispensable acuñarla
en una construcción técnico-jurídica del delito.
En Munich, Edmundo Mezger (1924) reemplaza a Beling y reduce la definición del delito para
señalar los elementos siguientes: “acción típicamente antijurídica y culpable”. Para éste jurista, la
penalidad es una consecuencia del delito y no una característica como establecían los anteriores.
El profesor Jiménez de Asúa, seguidor de la Escuela Alemana y crítico del positivismo clásico,
centra el concepto de delito en que: “es el acto típicamente antijurídico, culpable, sometido a veces
a condiciones objetivas de penalidad, imputable a un hombre, y sometido a una sanción penal”.
El maestro español lo considera entonces una unidad, cuya suma se expresa en las características
tales como: Actividad, Adecuación Típica, Antijuricidad, Imputabilidad, Culpabilidad, Penalidad y,
en ciertos casos, condición objetiva de Punibilidad. El acto es para Jiménez de Asúa el “soporte
natural” del delito y la imputabilidad es la base psicológica de la culpabilidad; las condiciones
objetivas son para él, inconstantes y adventicias... De modo que la “esencia técnico-jurídica de la
infracción penal radica en tres requisitos: Tipicidad, Antijuricidad y Culpabilidad. La penalidad, en
cambio, constituye, con el tipo, la nota diferencial del delito”.
La pena como sufrimiento carece de sentido material para la sociedad; lo que importa es el
mecanismo eficaz que se adopte para dar sentido a su imposición y eficacia. Las ciencias
criminológicas vinieron a iluminar el problema hasta su fondo y a caracterizar el nuevo período en
el que la personalidad compleja del sujeto es lo que se destaca en el primer término del panorama
penal.
Algunos autores señalan, como principio del período científico, las doctrinas de los positivistas de
fines del siglo pasado, pero se considera que hasta que aparecieron las teorías de hombres como,
Manuel Kant, Federico Hegel y otros, surgieron diversos criterios que fueron dando luminosidad a
esta etapa y se clasificaron de la siguiente manera:
Teorías que ven en la pena la retribución, ya sea de origen divino, moral o jurídico;
Teorías según las cuales la pena tiene un carácter intimidatorio y, por lo tanto, su fin es la
prevención del delito;
Teorías que encuentran la función de la pena en la defensa de la sociedad, sea esta directa
o indirecta.
Por último, se debe destacar que una vez que aparece la etapa científica, al mismo tiempo van
surgiendo diversas escuelas con un claro movimiento jurídico filosófico que van dejando
precedente, de estas escuelas deben destacar a la Clásica, a la Positiva, la Tercera Escuela y la
Escuela Técnico–Jurídica.
En cuanto a la característica fundamental de esta etapa del derecho penal, se caracteriza por su
carácter finalista que describe el delito como un hecho típico, anti jurídico y culpable.
La norma jurídica en esta etapa adquiere una forma tripartita o compleja, en donde se distingue
como:
En el más antiguo Derecho del Oriente (Persia, Israel, Grecia Antigua y Roma) el delito fue
considerado originariamente como factor de responsabilidad por el resultado antijurídico. Es de
conocimiento que en la Antigua Grecia, se juzgaba de igual forma a animales, árboles y piedras.
De allí que un filósofo y jurista de esa época, Esquines decía: “Arrojamos lejos de nosotros los
objetos sin voz y sin mente...” Platón en su obra Las Leyes, contiene frases similares, exceptuando
el rayo y los meteoros lanzados por la mano de los dioses.
Zaffaroni señala que en la Edad Media se castigaba profusamente animales y hasta se recuerda la
historia de un famoso abogado “especialista en la defensa de bestias”. Ello obedecía a la
valoración jurídica de entonces, ataviada de valores subjetivos, en los que se apreciaba
únicamente el resultado dañoso producido, sin reparar en los aspectos típicos de la conducta cuya
preeminencia se enarbola en la actualidad. La preponderancia del elemento religioso en la Edad
Media hizo pensar que los animales y las bestias podían tener intención y por tanto ser capaces de
sanción.
El código más antiguo que ha sido descubierto es el Código de Hammurabi, que de acuerdo a lo
que narra su propia historia, fue la recopilación de leyes dadas a su pueblo por Hammurabi, Rey de
Babilonia.
Pese a múltiples esfuerzos científicos, hasta hoy no se ha podido determinar con certeza su fecha
de origen, se supone que sus textos fueron grabados por primera vez en piedra hace unos 4.000
años.
Fue encontrado en el año de 1902 en el trascurso de unas excavaciones llevadas a cabo por un
arqueólogo de apellido Morgan en la localidad de Susa en Túnez. El ejemplar hallado era un
cilindro de piedra de dos metros de base por dos metros de altura. Su texto fue interpretado y
traducido al alemán por Scheil, Winkler y Muller. Adolfo Bonilla y San Martín publicaron una
versión castellana de esos textos legales antiguos, constituye uno de los instrumentos jurídicos
más antiguos que se han encontrado y uno de los ejemplares mejor conservados en su tipo,
creados en la antigua Mesopotamia, que orienta su estructura de aplicación en las premisas
establecidas en la Ley del Talión aplicada a casos concretos. Este código está integrado por un
total de 285 textos, que legislan sobre derechos personales y reales, familia, comercio, Derecho
Penal y Derecho Laboral. Sorprende que estas disposiciones anticipan instituciones tales como el
mutuo, el comodato, la prenda, la anticresis y el préstamo a la gruesa. Establecía por ejemplo, que
si un esclavo golpea en la mejilla al hijo de un hombre libre, se debía cortar una oreja al esclavo y si
persistía en su afrenta se le debía dar muerte. Por el hurto, le seria cortada la mano derecha al
delincuente si persistía sería ejecutado. La afrenta al rey o su familia o a los dioses era castigada
con la muerte.
Destacan también otros textos de codificación de normas penales que describen similares
características en su concesión, tales como: el Código de Manú, el Código Gregoriano, el Código
Hermogeniano, el Código Teodosiano Creado en el año 1760 a. C. según la cronología media.
Entre otras recopilaciones de leyes similares encontramos el Códice de Ur-Nammu, Rey de Ur (2050
a. C.), el Códice de Eshnunna (1930 a. C.) y el Códice de Lipit-Ishtar de Isín (1870 a. C.).
Respecto al Código de Hammurabi, a menudo se lo señala como el primer ejemplo del concepto
jurídico de que algunas leyes son tan fundamentales que ni un rey tiene la capacidad de
cambiarlas o alterar su aplicación o contenido.
Los antiguos concebían, que las leyes, escritas en piedra, eran inmutables. Es curioso observa, que
este concepto pervive en la mayoría de los sistemas jurídicos modernos. El origen divino, demarca
la naturaleza en la conformación de estos instrumentos jurídicos, al igual que sucede con casi
todos los códigos de la antigüedad. En particular, está representada la imagen tallada en lo alto de
la estela, del monumento principal, donde se deja ver que el Dios Shamash, el Dios de la Justicia,
entrega las leyes al Rey Hammurabi.
De hecho, reseña las imágenes talladas en piedra, que antes de entrar en vigencia el Código de
Hammurabi, la administración de justicia recaía en los sacerdotes y que a partir de su vigencia
pierden este poder.
Por otra parte, es evidente que el Código de Hammurabi, consiguió unificar criterios, evitando la
excesiva subjetividad en la aplicación del derecho. El término Ley del Talión (latín: Lex Talionis) se
refiere a un principio jurídico de justicia retributiva en el que la norma imponía un castigo que se
identificaba con el crimen cometido, de esta manera no sólo se habla de una pena equivalente,
sino de una pena idéntica e igualitaria en casos similares. La expresión más famosa de la Ley del
Talión es "ojo por ojo, diente por diente" aparecida en el Éxodo contenido en el Antiguo
Testamento.
El análisis del Código de Hammurabi entiende la necesidad histórica que representó quizás el
primer intento por establecer una proporcionalidad entre daño recibido en un crimen y daño
producido en el castigo, siendo así el primer límite a la venganza.
En relación al Derecho Romano, es necesario abrir un paréntesis para destacar el contenido
histórico e importancia que ha tenido para la formación del derecho, respecto al aspecto penal,
que en el inicio de su evolución histórica, coincidía con todos los pueblos antiguos, lo cual nos hace
suponer que en sus raíces remotas haya existido también la venganza privada.
Es en el Derecho Romano, donde se precisa con exactitud la diferencia entre “delicta privada” y
“crimina pública”, con posterioridad a las leyes de las Xll tablas pues estos recogieron,
principalmente esquemas similares a los establecidos en el Talión, Aunque ya las Xll tablas
estatuyeron el delito de traición, castigando con la muerte, las leyes surgidas con posterioridad
dieron nacimiento al concepto del crimen inminuatae vellaesae mastalis populi romani:
consagrado en la Lex Cornelia, que comprendió como delitos de mayor cuantía los considerados
como “perduellio”. La “perduellio”, es una de las instituciones más antiguas del Derecho Romano,
era la acción más grave, entre las formas de delitos cometidos contra el Estado.
Todos los crímenes públicos, atentatorios de la seguridad del Estado, quedaron incluidos en la Ley
Julios, la cual aparece reproducida en el Digesto, La Ley Julia, comprendió los delitos contra la
seguridad externa del Estado, clasificando los que comprometían la integridad territorial, la
entrega de hombres al enemigo, la deserción, la traición por vileza, la excitación de un pueblo a la
guerra entre otros.
Por último, se pueden señalar como características del Derecho Romano las siguientes:
Los crimina extraordinaria, que integraron una especie diferente a los delitos públicos y
privados, se persiguieron únicamente a instancia del ofendido;
Así hasta finales del siglo XVIII y tocando las puertas del siglo XIX, se quemaban en las hogueras “a
las brujas de Europa”, porque para entonces la hechicería (como conducta) era el delito más grave
cometido en contra de la sociedad; la valoración jurídica de aquel período así lo consideró; y en
consecuencia infelices mujeres (algunas afectadas por la demencia), fueron quemadas vivas.
Pero en modo alguno, el concepto de delito es imperio de la dogmática de nuestro siglo, sino que
adviene como construcción teórica de las anteriores corrientes, presentando una evolución
dinámica. Históricamente son muchos los episodios que demuestran que el delito fue siempre lo
antijurídico, condición que lo convierte en ente jurídico.
El rasgo subjetivo (la intención) aparece en los albores de la Roma culta, donde también se
consideraba la posibilidad de castigar el homicidio culpable, figura heredada que hoy reposa en
todos los códigos de nuestro tiempo.
La Defensa del Poder Absoluto, es una características de las etapas finales históricas transcurridas
en este período causalista, establece que la motivación para prohibir o para castigar no fue ni la
ofensa por parte del individuo a la sociedad, ni la ofensa a la divinidad; fue la ofensa a la majestad
soberana del Rey o lo que el considerara como injusto, y es su voluntad soberana quien dicta la ley
e imponía el castigo. La ley encontró su naturaleza y razón mediante un círculo vicioso en la
necesidad de conservar el poder por el beneficio mismo del poder. La pena no tuvo otra medida,
que el capricho o el temor de los gobernantes, ante la necesidad de consolidar su poder.
Después de todas las vicisitudes que se habían presentado en etapas anteriores, el campo del
Derecho Penal asume una nueva fórmula que pone fin a la excesiva crueldad, surgiendo un
movimiento humanitario de las penas y, en general, de los sistemas penales.
Esta tendencia humanitaria, de antecedentes muy remotos, tomó forma en la segunda mitad del
siglo XVlll, teniendo como su máximo exponente a Cesar Bonnezana, Marques Beccaria, aun
cuando no debe desconocerse propugnaron por este movimiento Montesquiu, D' Alembery,
Voltaire, Rousseau y muchos más.
Cesar Beccaria, con su libro de los Delitos y de las penas (DEL DELETTE E DELLLE PANE) se une a la
crítica demoledora de los sistemas penales y empleados hasta entonces a la proposición creadora
de nuevos conceptos y nuevas prácticas; se pugna por la exclusión de suplicios y crueldades
innecesarias; se propone la certeza contra las autoridades de las penas, suprimiendo los indultos y
las gracias que hacen posponer el castigo y constituye formas de impunidad para los delincuentes;
se orienta la represión hacia el porvenir, subrayando la utilidad de las penas sin desconocer su
necesaria justificación; se preconiza la peligrosidad del delincuente como punto de mira para la
determinación de las sanciones aplicables y se urge por una legalidad de los delitos y de las penas,
hasta el extremo de prescribir la interpretación de la ley, por el peligro de que pudiera servir de
pretexto para desviar su verdadera intención.
De todos los capítulos que integran el libro de Beccaria, son más importantes los que hacen
referencia al origen de la pena y del derecho de castigar, el de la interpretación de las leyes; el que
se ocupa de la obscuridad de las mismas; las relativas a la pena de muerte, la templanza en las
penas, la relación entre delito y la pena y las medidas de seguridad.
De acuerdo con lo escrito por Fernando Castellanos, se deben destacar sobre el libro de Cesar
Bonnesana los siguientes puntos:
El derecho a castigar basado en el contrato social y por tanto la justicia humana y la divina
son indispensables.
Las penas únicamente pueden ser establecidas por las leyes: estas han de ser generales y
sólo los jueces pueden declarar que han sido violadas.
Las penas deben ser públicas, prontas y necesarias, proporcionadas al delito y las mínimas
posibles, nunca deben ser atroces.
El fin de la pena es evitar que el autor cometa nuevos delitos, así como la ejemplaridad
respecto a los demás hombres.
La pena de muerte debe ser prescrita por injusta, el contrato social no lo autoriza, dado
que el hombre no puede ceder el derecho a ser privado de la vida, de la cual el mismo no
puede disponer por no pertenecerle,
Etapa Científica: Podría decirse que esta etapa científica, se inicia con la obra de Cesar Beccaria, y
culmina con la de Francisco Carrara, que es considerado el principal exponente de la Escuela
Clásica del Derecho Penal.
El inexorable paso del tiempo allana el camino para que aparezca en el derecho, junto al elemento
antijurídico, el más añejo, la culpabilidad como característica intrínseca de la conducta delictuosa.
Ya para 1840 Pufendorf y Luden enseñan en su obra la teoría de la imputación influenciada por el
pasado del delito, y clasificaron en forma tripartita los caracteres de acción, antijuricidad y
culpabilidad.
Sin embargo, la construcción del concepto ente jurídico que denota expresión teórica de contenido,
aparece propiamente en la doctrina liberal del derecho, que la somete a la autoridad del Estado,
vale decir a los preceptos de la ley. Es a Beccaria a quien corresponde la primera elaboración
moderna de la teoría del delito (1764), producto de la filosofía política del Iluminismo Europeo, en
el marco conceptual del Estado Liberal y del Derecho, consecuencia de las ideas del Contrato social
y la División de Poderes.
Según Jiménez de Asúa, la doctrina de Carrara, perfeccionada por Carmignani y la que antes fue
formulada por Feuerbach y Romagnosi, asume la concepción técnica del delito como “ente
jurídico”. A partir de entonces Carrara define delito como: “La infracción de la ley del Estado,
promulgada para proteger la seguridad de los ciudadanos, resultante de un acto externo del
hombre, positivo o negativo, moralmente imputable y políticamente dañoso”.
Por ello a Carrara se le vincula como el iniciador técnico de la doctrina del delito ente jurídico,
quien puso la base lógica para una construcción jurídica coherente del sistema penal. Con Carrara
nace, en Pisa, la moderna ciencia del Derecho Penal Italiano, desde allí sostiene: “El delito no es
ente de hecho, sino un ente jurídico, porque su esencia debe consistirse en la violación de un
derecho”.
Posterior a Carrara, los cimientos del positivismo arrastraron parte del material del antiguo
maestro italiano, de tal manera que Garófalo representa la síntesis del delito natural, la que
después recogerá Mayer, en Alemania, conocidas como las normas de cultura.
Garófalo, de acuerdo con Jiménez de Asúa, fiel exponente del jurisnaturalismo, enfoca y amplía la
visión antropológica de Lombroso y define de forma sintética el delito: “el delito social o natural es
una lesión de aquella parte del sentido moral que consiste en los sentimientos altruistas
fundamentales (piedad y probidad)”.
Ernesto Beling (1906) visualiza el delito desde una óptica finalista y nos dice que “delito es la
acción típica, antijurídica, culpable, sometida a una adecuada sanción penal y que llena las
condiciones objetivas de penalidad”. Jiménez de Asúa, comenta esta obra y afirma, que estaría
claro las condiciones de existencia del delito para este autor alemán, al establecer que para que un
acto sea delito requiere: una acción descrita objetivamente en la ley (tipicidad), que sea contraria
al derecho (antijurídica) que sea culposa o dolosa (culpabilidad); y también que sea sancionado
con una pena (punibilidad).
El delito, se describe en consonancia con las ciencias naturales (debido al apogeo de estas en el
siglo XX, especialmente la botánica, la zoología, o la física); el delito se contempla
fundamentalmente como “acción”, como fenómeno “natural”, o sea exteriorización de la voluntad
que guía la conducta humana.
Max Ernesto Mayer lo considera como “un acontecimiento típico, antijurídico e imputable”. Mayer
emplea la palabra imputable para otorgarlo a la culpabilidad, de manera que se acerca de Beling.
No obstante, señala Jiménez de Asúa, que al introducir el término imputable se refiere a la parte
que corresponde al delincuente más que a la consagrada al delito; pero es indispensable acuñarla
en una construcción técnico-jurídica del delito.
En Munich, Edmundo Mezger (1924) reemplaza a Beling y reduce la definición del delito para
señalar los elementos siguientes: “acción típicamente antijurídica y culpable”. Para éste jurista, la
penalidad es una consecuencia del delito y no una característica como establecían los anteriores.
El profesor Jiménez de Asúa, seguidor de la Escuela Alemana y crítico del positivismo clásico,
centra el concepto de delito en que: “es el acto típicamente antijurídico, culpable, sometido a veces
a condiciones objetivas de penalidad, imputable a un hombre, y sometido a una sanción penal”.
El maestro español lo considera entonces una unidad, cuya suma se expresa en las características
tales como: Actividad, Adecuación Típica, Antijuricidad, Imputabilidad, Culpabilidad, Penalidad y,
en ciertos casos, condición objetiva de Punibilidad. El acto es para Jiménez de Asúa el “soporte
natural” del delito y la imputabilidad es la base psicológica de la culpabilidad; las condiciones
objetivas son para él, inconstantes y adventicias... De modo que la “esencia técnico-jurídica de la
infracción penal radica en tres requisitos: Tipicidad, Antijuricidad y Culpabilidad. La penalidad, en
cambio, constituye, con el tipo, la nota diferencial del delito”.
La pena como sufrimiento carece de sentido material para la sociedad; lo que importa es el
mecanismo eficaz que se adopte para dar sentido a su imposición y eficacia. Las ciencias
criminológicas vinieron a iluminar el problema hasta su fondo y a caracterizar el nuevo período en
el que la personalidad compleja del sujeto es lo que se destaca en el primer término del panorama
penal.
Algunos autores señalan, como principio del período científico, las doctrinas de los positivistas de
fines del siglo pasado, pero se considera que hasta que aparecieron las teorías de hombres como,
Manuel Kant, Federico Hegel y otros, surgieron diversos criterios que fueron dando luminosidad a
esta etapa y se clasificaron de la siguiente manera:
Teorías que ven en la pena la retribución, ya sea de origen divino, moral o jurídico;
Teorías según las cuales la pena tiene un carácter intimidatorio y, por lo tanto, su fin es la
prevención del delito;
Teorías que encuentran la función de la pena en la defensa de la sociedad, sea esta directa
o indirecta.
Por último, se debe destacar que una vez que aparece la etapa científica, al mismo tiempo van
surgiendo diversas escuelas con un claro movimiento jurídico filosófico que van dejando
precedente, de estas escuelas deben destacar a la Clásica, a la Positiva, la Tercera Escuela y la
Escuela Técnico–Jurídica.
En cuanto a la característica fundamental de esta etapa del derecho penal, se caracteriza por su
carácter finalista que describe el delito como un hecho típico, anti jurídico y culpable.
La norma jurídica en esta etapa adquiere una forma tripartita o compleja, en donde se distingue
como:
Esta teoría fue inicialmente postulada por el profesor alemán Claus Roxin, en su obra “sistema
funcionalismo y político-criminal” y Günter Jakobs, con su obra “el sistema funcionalista
normativista”.
El denominado Derecho Penal del Riesgo, con el cual se trataría de dar una respuesta,
preferentemente por medio de los tipos de peligro abstracto, a los grandes riesgos que
crean ciertas actividades en la actual “sociedad del riesgo”, como las relativas a la
tecnología atómica y nuclear, a la informática, a la genética, o a la fabricación y
comercialización de productos;
El Derecho Penal económico y del ambiente, que agrupa un conjunto de tipos penales
orientados a proteger el ambiente y otros "nuevos” bienes jurídicos de la economía que,
generalmente, remiten a substratos de carácter colectivo y difuso;
El Derecho Penal de la Personas Jurídicas, en el cual se trata sobre todo de las cuestiones
de imputación que plantea el hecho delictivo cometido a partir de una organización
empresarial, y por esto con arreglo a los principios de división del trabajo y de jerarquía;
El Derecho Penal Universal para la Protección de los Bienes Jurídicos Específicos, cuyo
carácter universal atañe a toda la humanidad y cuya responsabilidad penal es individual,
se habla de crímenes de guerra, delitos de lesa humanidad y genocidio;
El Derecho Penal del Enemigo, teoría propuesta por Jakobs en 1985, dentro de la cual se
construyen normas penales para combatir el terrorismo, la delincuencia organizada
trasnacional, entre otros.
El esquema Funcionalista, amplía el criterio finalista y asume como premisa básica el factor social
y como centro al ser humano.
Es así como, sobre este esquema, es delineada la norma punitiva sancionatoria, en donde la
punibilidad es el último factor a evaluar en el análisis valorativo de la conducta que puede
representar una acción u omisión típica, antijurídica culpable y punible.
En esta concepción, el responsable o agente de la acción penal no es aquel a quien directamente se
le atribuye un grado de responsabilidad, autoría o participación en el suceso, sino aquel a quien la
ley le confiere la capacidad jurídica para responder por esos actos, por lo que la punibilidad va a
representar el valor social diferenciador que determina la posibilidad de imposición de una pena.
Igualmente, la determinación en el diseño del tipo penal que se haga en la ley, debe establecer con
meridiana claridad, los limitar y alcance de los conceptos de causalidad, poder, capacidad,
culpabilidad, entre otros, por lo cual la generalidad que caracterizaba el sistema finalista pierden
su contenido supra-jurídico, y en el modelo funcionalista se convierten en conceptos bien definidos
que designan grados de responsabilidad o incumbencia dentro de la ecuación que describe la
norma penal.
Estos conceptos no ofrecen al Derecho penal modelos de regulación, sino que sólo surgen en el
contexto de la conformación de la estructura de que determina la norma penal, no se trata de
disponer sistemas normativos al margen del contexto social (lo que desde luego también puede
intentarse), sino que los esfuerzos se orientan a la construcción de un Derecho penal, que atienda
las peculiaridades y esencialidad del seno de una sociedad de estructuras variadas o complejas que
cada día se transforma, sin que evidentemente haya que renunciar a formular aspiraciones frente
a la realidad. Por todo ello, el objetivo del modelo funcionalista, es permitir la formulación y
aplicación de normas jurídicas, de carácter penal, que abarquen la óptima sistematización de la
problemática delincuencial que enfrenta el entorno social y que entiende, que el ser humano es el
centro esencial que motoriza la comprensión y aplicación del derecho penal.
LAS ESCUELAS PENALES: Las Escuelas del Derecho Penal son un conjunto de doctrinas y principios
que a través de un método específico y diferenciado, tienen por objeto investigar la filosofía del
Derecho Penal, con la finalidad de establecer la legitimidad del Jus Puniendi la naturaleza del delito
y los fines de la pena.
"Ya tenemos el derecho penal liberal construido por unos hombres que lo creen definitivo.
Conviene recordar que Carrara le confía a sus discípulos el encargo de dedicarse más bien al
derecho adjetivo, al derecho formal y rituario, que al derecho material, el cual creía asentado para
siempre." (Jiménez de Asúa).
Suelen citarse, como representantes de la Escuela Clásica, en Italia; a Carminagni, Rossi, y, sobre
todos, a Carrara. En Alemania, a Mittermaier, Berner, Hälschner y Birkmeyer. En Francia, a Orolan
y Tissot. Y, en España, a F. Pacheco y a J. Montes. Existe no obstante, polémica respecto a la
correcta adscripción de algunos autores (García-Pablos de Molina; Introducción al Derecho Penal,
Pág. 634)
César Bonesana (Cesare Beccaria) fue el autor de ‘De los delitos y las penas’ (1764) al cual se
considera como la obra más importante del Iluminismo en el campo del Derecho Penal.
La pretensión de Beccaria no fue construir un sistema de Derecho Penal, sino trazar lineamientos
para una política criminal.
"Beccaria fue el primero que se atrevió a escribir en forma sencilla, en italiano, en forma de
opúsculo, y concebido en escuetos silogismos y no en la de aquellos infolios en que los prácticos
trataban de resumir la multiplicidad de las leyes de la época. Sobretodo, Beccaria es el primero que
se atreve a hacer política criminal, es decir, una crítica de la ley". Así se expresaba Jiménez de Asúa
haciendo referencia al autor italiano.
Sin embargo, no se puede dejar de mencionar en la misma línea a Montesquieu, Marat y Voltaire.
Beccaria parte de los presupuestos filosóficos imperantes de la época (el Contrato Social, de
Rousseau) como origen del Estado Constitucional, por lo cual desarrolla sus teorías sobre la base
de los derechos que reconoce y la cesión de libertad por parte de los ciudadanos a manos del
Estado y su poder punitivo para la conservación de las restantes libertades.
La crítica surgida del libro de Beccaria conduce a la formulación de una serie de reformas penales
que son la base de lo que conocemos como Derecho Penal Liberal, resumido en términos de
humanización general de las penas, abolición de la tortura, igualdad ante la ley, principio de
legalidad, proporcionalidad entre delito y pena, entre otros.
La Escuela Positivista: Ante los avances de la ciencia y el afán por superar el Estado Liberal no
intervencionista, buscando afrontar su ineficacia respecto al nuevo crecimiento de la criminalidad,
nace el positivismo.
Su idea es que la lucha contra la criminalidad debe hacerse de una forma integral permitiendo la
intervención directa del Estado.
Las mayores críticas contra los autores positivistas radican en el olvido de las garantías
individuales, ya que su foco es la peligrosidad social del delincuente.
Escuela Positivista Italiana: su fundador fue César Lombroso quien cambió el enfoque del delito
como ente jurídico para dirigirlo hacia el delincuente como hecho observable. Lombroso escribió
“L’uomo Delinquente” en 1876, colocando al delincuente como fenómeno patológico, respecto del
cual sostiene la existencia de una predisposición anatómica para delinquir, por lo que afirma la
existencia de un delincuente nato por una malformación en el occipital izquierdo.
Lombroso no era un jurista, por lo que Enrico Ferri será quien le de trascendencia jurídica a las
teorías de Lombroso. Ferri rotula como “delincuente nato” al “uomo delinquente” de Lombroso. El
punto central de Ferri es que para su positivismo el delito no es la conducta de un hombre, sino el
síntoma de un mecanismo descompuesto. El delito es síntoma de peligrosidad, por ello la medida
de la pena está dada por la medida de la peligrosidad y no del acto ilícito.
Con el ‘estado peligroso sin delito’ se quiso limpiar la sociedad de vagos, alcohólicos y todo aquel
que demostrara peligrosidad predelictual.
Con Rafael Garófalo se completa el trío positivista italiano, y con él queda demarcada la tesis de
“guerra al delincuente”. Con él surge la idea de un “delito natural”, ya que las culturas que no
compartían las pautas valorativas europeas eran tribus degeneradas que se apartaban de la recta
razón de los pueblos superiores, y que eran a la humanidad lo que el delincuente a la sociedad. El
delito natural sería el que lesione los sentimientos de piedad, justicia y paz, que eran los pilares de
la civilización occidental.
Otras Posiciones Positivistas: Dentro del positivismo podemos citar también otras posiciones, como
las escuelas alemanas “Von Liszt y su positivismo criminológico, y Binding y su positivismo
jurídico”.
Franz Von Liszt ocupó todas las áreas académicas que consideraba lindantes con el delito y
formuló lo que llamó “Gesante Strafrechtswissenschaft”, ciencia total del Derecho Penal, en la que
incluye al Derecho Penal sustantivo, Derecho Procesal Penal o Derecho Penal Adjetivo, la
Criminología, la Política Criminal, entre otras ramas.
Para Von Liszt señaló que, el Derecho Penal es “la carta magna del delincuente”, es decir, no
protege al orden jurídico, la comunidad o la persona ofendida, sino al sujeto que ha obrado contra
ella. El Derecho Penal, dispone para el delincuente, los límites del derecho a ser castigado,
estableciendo para el Estado los requisitos legales para el enjuiciamiento y la obtención de los
elementos de convicción.
Von Liszt adjudica a la pena, un fin preventivo especial, rechazando la retribución como
fundamento central. Tal prevención tiene, a su juicio, un triple contenido: corrección de los
delincuentes corregibles y necesitados de mejora, no intervención en caso de delincuentes no
necesitados de mejora y la “Inocuización” (incapacitación) de los delincuentes no susceptibles de
mejora o incorregibles. Defiende así la pena indeterminada. En todo caso, ya admite la doble vía
penal: penas más medidas de seguridad.
Karl Binding con su positivismo jurídico desarrolló la teoría de las normas, donde afirma que el
delincuente no viola la ley penal sino que la cumple, lo que viola es la norma prohibitiva que
subyace dentro de la norma penal.
La Crisis Del Positivismo Jurídico; el Positivismo entra en crisis desde finales del siglo XIX, surgiendo
nuevos movimientos doctrinales. Entre ellos el Neokantismo y el Finalismo.
Neokantismo de Edmund Mezger. En él se encuadran 2 direcciones distintas: la Escuela de
Marburgo y la Escuela Sudoccidental Alemana.
Estas premisas, ha sido la base para el gran desarrollo de la dogmática penal contemporánea, al
delimitar con claridad las materias, disciplina y alcance que le correspondía estudiar a la ciencia
del Derecho Penal en todas sus áreas.
La Escuela Finalista: parte de la Teoría del jurista alemán Hans Welzel quien en el año de 1930
realiza una crítica del sistema causalista diciendo que el ubicar la acción en forma causal, es una
forma ciega de observar el delito, aduciendo que es una forma ciega por que el causalismo se
reduce a causa-efecto sin tener en cuenta la finalidad o alcance de la acción.
En el año de 1931 Hans Welzel estableció que el delito parte de una acción pero tiene una
finalidad, alcance y un fin, es decir, el delito basa su creación en una relación ético-social en donde
en primer plano se encuentra la culpabilidad como elemento del delito, debiéndose medir y tomar
en cuenta la peligrosidad del individuo en relación a su culpabilidad de ahí que la teoría finalista
hace un análisis de la culpabilidad del delincuente tomando en cuenta el fin o fines de la acción
delictiva; esta corriente ideológica recibe el nombre de finalista por que atiende principalmente al
estudio técnico-jurídico sobre la finalidad o intención que tuvo el delincuente para cometer el
delito.
Esta teoría, en cuya ideología intervinieron juristas como Hellmuth Von Weber, Alexander Graf Zu
Dohna Hellmut Mayer, revolucionó el pensamiento penal de la época siguiendo la idea varios
juristas como Nicolai Hartmann y Richard Konnigsberg. Hans Welzel en base a ésta teoría se saca
de la culpabilidad el elemento de la forma (2° elemento) que representa al dolo y la culpa,
trasladándolo a la acción como consecuencia natural y, toda vez que en ésta teoría la acción
pertenece al tipo, tanto el dolo y la culpa se deberán tomar en cuenta al estudiar la conducta y el
tipo, no obstante que el causalismo consideraba al dolo como elemento de la culpabilidad. Esta
escuela basó su ideología principalmente en la psicología y la fenomenología como elementos
preponderantes en el actuar humano.
Esta escuela, que para los doctrinarios y estudiosos de la Teoría del Delito se ha dividido en
finalismo ortodoxo, finalismo radical, finalismo formal, finalismo material y finalismo valorativo,
tuvo su total desarrollo en Alemania desde el año 1930 hasta el año 1970, habiendo sido
interrumpido su camino entre los años 1933 y 1945 aproximadamente por haber imperado en esos
años en Alemania otra escuela llamada del “Irracionalismo Jurídico” o de la “Escuela de Kiel”
sustentada por juristas como Georg Dahm, Friedrich Schaffstein y Edmundo Mezger. La teoría
finalista expone dos diferentes fases en su estudio aduciendo que para que un individuo pueda ser
castigado en base a su demostrada culpabilidad deben tomarse en cuenta diversos aspectos tanto
internos como externos de la conducta del individuo. Para la teoría finalista es esencial el estudio
minucioso de cada uno de los elementos integrantes del tipo como lo son:
Basando lo anterior en la teoría alemana de la Tipicidad iniciada en el año de 1906 por el jurista
alemán Ernst Von Beling, la teoría finalista señaló que sobre todo estudio de la culpabilidad
deberán analizarse dos fases en la conducta del hombre que son: la fase externa y la fase interna.
Conducta:
Por otro lado la Escuela Finalista funda su razón de ser en la subjetividad del acto y que
corresponde a la fase interna (el pensamiento del individuo), analizando los motivos y finalidades
del delincuente para poder deducir de ahí la culpabilidad del sujeto en base a la realización de un
hecho. Por tal motivo esta escuela se basa totalmente en la Teoría del Tipo y sus elementos como
condición para que pueda establecerse la culpabilidad; esto es, que esta teoría exige el estudio
dogmático-jurídico de cada uno de los elementos del tipo analizados en la relación del hecho
delictivo en particular para poder establecer la culpabilidad sobre una persona. Haciendo una
comparación entre la Escuela Causalista y la Escuela Finalista.
Para el Finalismo es necesario además de tenerse por comprobado el elemento objetivo el tipo,
que se tengan comprobados también los elementos normativos y subjetivos como por ejemplo
todos aquellos hechos que se encuentran vinculados a la antijuridicidad. Que deberán ser
valorados en base a las características del hecho delictivo, así como de aquellos supuestos que
hacen determinar la voluntad del sujeto activo para actuar con intención, dolo o culpa.
Lo que da como consecuencia que esta Escuela Finalista funda su razón de ser en la subjetividad
del acto analizando los motivos y finalidad en el actuar del delincuente para poder deducir de ahí
la culpabilidad sobre la persona. En consecuencia, y por los motivos antes expuestos, esta escuela
se basa totalmente en la Teoría del Tipo y sus elementos como condición para que pueda
establecerse la culpabilidad, esta teoría exige el estudio dogmático-jurídico de cada uno de los
elementos del Tipo Analizados en relación al hecho delictivo en particular para poder establecer
culpabilidad.
Dentro de esta corriente de pensamiento destaca la impuesta por Hans Welzer, la más modesta de
todas las "remakes" de la doctrina del Derecho Natural fue la de Hans Welzel con su teoría de las
estructuras lógico-reales. Se trataba de un Derecho Natural en sentido negativo: no pretendía decir
cómo debería ser el derecho, sino sólo lo que no era derecho. A diferencia del neokantismo, para el
cual el valor era lo que ponía orden en el caos del mundo y lo hacía disponible, para el ontologismo
welzeliano el mundo tiene varios órdenes a los que el legislador se vincula por las estructuras
lógicas de la realidad. Según Welzel, cuando se las ignora o quiebra, el derecho pierde eficacia,
salvo que quiebre la que lo vincula a la estructura del ser humano como persona, en cuyo caso deja
de ser derecho.
Escuela Funcionalista del Derecho Penal. Pretende explicar que las estructuras del delito
dependen de los fines y funciones que cumple el derecho en la sociedad y que la finalidad del
derecho es la estabilización de expectativas sociales.
En la década de los años ochenta un jurista Alemán de nombre Claus Roxin expuso la Teoría
Funcionalista en 1984, mediante el uso de la llamada Política Criminal o Criminológica en donde se
expone que la misión última del Derecho Penal es la protección de bienes jurídicos en todo ámbito
dentro de la vida del hombre, esta escuela establece que la pena o castigo debe aplicarse solo en
función de una prevención general del delito así como prevención especial que va dirigida al autor
del delito para que no reincida; y a la sociedad en general para que sirva de ejemplo la imposición
de un castigo.
Para esta escuela, el momento de imponerse la pena constituye la parte más importante del
proceso penal, ya que de ello depende el detener tanto la acción definitiva del delito como la
reinserción del delincuente a la sociedad. Esta escuela descansa su ideología en los modernos
principios de política criminal, y entre sus principales desarrolladores se encuentra Ghünter Jakobs
quien ha dado impulso al llamado “Funcionalismo Radical” al partir su teoría de principios
filosóficos.
Así, los doctrinarios del Derecho Penal y de la Teoría del Delito han dividido a la escuela
funcionalista en dos:
Para Günther Jakobs, una de sus principales artífices, define al delito como injusto, y éste es el
comportamiento típico evitable (doloso o imprudente) que no está justificado. El autor (del injusto)
sólo es responsable por el déficit de motivación jurídica si en el instante de la comisión del hecho,
convergen los elementos jurídicos que responsabilizan a un sujeto que en plena conciencia permite
establecer con plenitud, la competencia y la validez de la norma, es decir, si es punible la acción
anti jurídica sometida al examen penal.
El Código Penal, en cierto sentido, recoge buena parte de la política criminal aplicable por un
Estado, de esta manera, el Estado a través del órgano legislador, que en Venezuela es la Asamblea
Nacional, busca legislar con el fin de evitar la aplicación de penas arbitrarias, sobre la base del
principio de mínima regulación, de igual forma el principio de legalidad penal establece que sólo
puede ser sancionada penalmente aquellas conductas que se encuentren expresamente señaladas
en el Código Penal.
En Venezuela existen un sin número de leyes que, aparte del Código Penal, contienen tipos penales
lo cual ha roto el principio de codificación y sistematización del sistema penal, dificultando la
comprensión y aplicación integral del sistema penal.
El primer Código Penal que reunió los requisitos de sistematización y organización científica
estructurada, surgió en la época histórica de la Ilustración. Este fue el Código Penal Francés, que
entró en vigencia en la época napoleónica, es por lo que se ha conocido como Código Penal
Napoleónico, promulgado en 1810 con la finalidad de dar coherencia a un sistema jurídico casi
indescifrable por la multitud de normas dispersas que existían, lo cual representó un avance
significativo para la época. Su principal aporte está representado en la aceptación de la
codificación, como sistema de simplificación y unificación. Más adelante la codificación penal se
fue extendiendo por toda Europa, sobre todo por los países de Derecho Continental donde
imperaba el sistema de Derecho Formal o Escrito, y luego de ello se extendió por todos los
territorios bajo los cuales estos estados europeos tenían influencia política o económica.
Se divide en 3 libros, con 546 artículos. El libro I, trata de las disposiciones generales sobre los
delitos y las faltas, las personas responsables y las penas; el libro II, trata sobre las diversas
especies de delitos; y el libro III de las faltas en general.
De sumo interés para comprender la conformación del Derecho Penal venezolano, resulta analizar
en particular la legislación española, no sólo por haber regido desde la época colonial, sino porque,
además, sus disposiciones penales se aplicaron de manera ininterrumpidas en nuestro país
prácticamente hasta 1873, cuando entró en vigor el Código Penal del presidente Guzmán Blanco,
que ordenó expresamente derogarlas.
No obstante, a la presente fecha, permanecen vigentes muchas de esas disposiciones por haber
sido trasladadas de manera textual a nuestros ordenamiento jurídico penal, como por ejemplo, la
relativa al delito de rebelión, que desde 1863 hasta nuestros días ha estado presente, sin variación
alguna en el Código Penal Venezolano, en razón a lo pautado en la fórmula española de la época,
al igual que en diversas leyes penales venezolanas descodificadas.
Tenemos entonces que los Códigos Penales españoles de 1822, 1848, reformado en 1850 y 1870,
fueron tomados como modelo por la mayoría de los primeros códigos penales latinoamericanos,
salvo el de Haití de 1835 y el de República Dominicana de 1845, que adoptaron el Código Penal
francés de 1810, al igual que el Código Penal de Ecuador de 1872, que se basó en el Código Penal
belga. Chile estuvo también a punto de adoptar este último, pero en definitiva sus legisladores, en
esta época, prefirieron la adopción del Código el español.
El Maestro español Jiménez de Asúa, apunta que la inmensa mayoría de los Códigos
iberoamericanos, tomaron como base el Código penal español, o lo transcribieron más o menos
literalmente, por lo que incluso los modernos textos conservan vestigios de la vieja estructuras
penales española, puesto que los innovadores dejaron subsistentes numerosos artículos de estos
Códigos.
En la sesión del 9 de marzo de 1811 se acordó comisionar a Don Francisco Espejo, Don Miguel
Sanz, Don José Domingo Duarte, Don Francisco Berrío, Don José María Ramírez, Don Francisco
Xavier Yanes, Don Dionisio Franco y Don José Ignacio Ústariz, para que formasen un Código Civil y
Criminal, que tuviese por principal objeto la simplicidad y brevedad de los juicios, y la recta y
segura administración de justicia. Quedó conformada así la Primera Comisión Codificadora
venezolana.
Dado que ello no pudo realizarse con la prontitud requerida por el Constituyente, fue necesario
incluir en la Constitución de 21 de diciembre de 1811 un artículo final, el número 228, que declaró
la fuerza y vigor del Código que hasta aquí nos ha regido, es decir, de la legislación española
imperante en el Territorio de Venezuela en todas las materias y puntos que, directa o
indirectamente, no se opongan a lo establecido en esta la Constitución de la República, entretanto
se verificara la composición de un Código Civil y Criminal, acordado por el Supremo Congreso el 8
de marzo de 1812, adaptable a la forma de Gobierno establecido en Venezuela.
Mandato idéntico, advierte Parra Aranguren, fue reproducido en el artículo 326 de la Carta
Fundamental de la Provincia de Caracas, fechada en 31 de enero de 1812, y de forma similar en la
Constitución de la Provincia de Barcelona del 12 de enero de 1812.
El proceso de conformación del nuevo orden jurídico proclamado por nuestra primera Constitución
fue de lenta y gradual evolución, lo que resulta lógico porque, como dice Chiossone, habría sido
imposible que la organización política e institucional que dio España en más de tres siglos a los
diversos países americanos después del descubrimiento, pudiera desaparecer de un momento a
otro, pues, aún con todos los vicios que pudieran achacársele, había formado una conciencia
jurídica que siguió por muchos años sirviendo de pedestal a los nuevos Estados una vez
emancipados.
Lo dispuesto por el citado artículo 228 de la Constitución de 1811 viene a constituir, sin duda
alguna, la semilla del proceso codificador en Venezuela, que es relativamente contemporáneo al
europeo, el cual tomó cuerpo a finales del siglo XVIII, a partir de la Revolución Francesa, y se
manifestó con bríos a principios del siglo XIX, con los Códigos Napoleónicos Civil (1804), de
Procedimiento Civil (1807), de Comercio (1807), de Instrucción Criminal (1808) y Penal (1810).
“…/…nuestras Leyes son funestas reliquias de todos los despotismos antiguos y modernos; que este
edificio monstruoso se derribe, caiga y apartando hasta sus ruinas, elevemos un Templo a la
Justicia; y bajo los auspicios de su sana inspiración, dictemos un Código de Leyes venezolanas. Si
queremos consultar monumentos y modelos de la Legislación, la Gran Bretaña, la Francia, la
América Septentrional los ofrecen admirables.”
Pese a esta proclama del Libertador, nada de dispuso en la Constitución de Angostura de 1819 al
respecto.
Posteriormente, una vez sellada la Independencia con la Batalla de Carabobo en 1821 y constituida
la Gran Colombia, la preocupación de Bolívar por una legislación nacional encuentra eco al
crearse, por Decreto de Francisco de Paula Santander de 5 de enero de 1822, ―una Comisión de
Letrados para que, en vista de los Códigos Civiles y Penales más célebres de Europa, de la
legislación española que sentaba las bases fundamentales sobre la cual se ha organizado el
sistema de gobierno de Colombia, redacte un Proyecto de Legislación propio y análogo a las
costumbres y necesidades de la naciente República.
Esta Comisión quedó conformada, de acuerdo al artículo 3º del mismo Decreto, por el Secretario
del Interior José María Restrepo; el Ministro de la Alta Corte, doctor Félix Restrepo; el Senador,
doctor Gerónimo Torres, el Ministro de la Corte Superior de Justicia del Centro, doctor Diego
Fernando Gómez; y, el abogado doctor Tomás Tenorio. No se existe documentación que avale el
resultado cierto, en cuanto a la conformación de un Proyecto que haya sido finalmente redactado.
Una vez separada Venezuela de la Gran Colombia, el Congreso Constituyente convocado por el
General José Antonio Páez para construir el andamiaje jurídico del separado Estado venezolano,
poder constituyente que fue instaló en la ciudad de Valencia el 6 de mayo de 1830, promulga la
Constitución de 7 de octubre 1830, que, en su Título XIV, referente a las atribuciones del Congreso,
estableció lo siguiente en el artículo 87: “Son atribuciones del Congreso: 1ª. Dictar las leyes y
decretos necesarios en los diferentes ramos de la administración pública; interpretar, reformar,
derogar las establecidas, y formar los códigos nacionales”.
Igualmente, el mismo Congreso Constituyente, por Resolución del 14 de octubre de 1830, esto es, a
la semana de haber sido aprobada la Constitución, dicta lo siguiente:
“En el orden judicial continuarán observándose las Leyes y Decretos expedidos por los Congresos
de Colombia que hasta ahora han regido, y que no sean contrarios a la Constitución y Leyes
sancionadas por este Congreso Constituyente, entendiéndose de la Suprema Corte de Justicia y
Jueces de Paz, que establece la Constitución, los artículos de la Ley de 11 de mayo de 1825, que
hablan de la Alta Corte y Alcaldes Provinciales; quedando derogados los Decretos del General
Simón Bolívar sobre la materia.”
Es así como, las Constituciones posteriores a la de 1830, esto es, las de 1857, 1858 y 1864 también
se preocuparon por establecer las pautas que dictaran la necesaria codificación de las leyes, pues
en todas ellas se contemplaron expresas disposiciones al respecto, pero sin ningún resultado
práctico.
En el año 1830 se nombraron tres Comisiones para redactar el código penal, el de procedimiento
criminal y el de juicio por jurados; pero sólo se presentó un proyecto sobre lo último en 1832,
formulado por Pedro Pablo Díaz, y no se aprobó.
En 1832, el Congreso de Venezuela designa asimismo otra comisión para redactar los proyectos de
Código Civil, Criminal y de Comercio, que tampoco fueron aprobados.
Luego, en 1834 los Ministros del Interior, en el uno el Dr. Diego Bautista Urbaneja, y en el otro,
José Santiago Rodríguez, exigen a los congresos de los Estados, la reforma urgente de las leyes
españolas, y en 1835 se nombran comisiones para redactar los códigos nacionales, entre estos, el
penal, pero ninguno hizo la que concernía a la conformación de este cuerpo de leyes.
En 1835 el Congreso acuerda la redacción cuatro proyectos de códigos: civil, penal, militar y
mercantil, comisionándose al efecto a los distinguidos especialistas licenciado Francisco Aranda,
doctor Francisco Díaz, general Francisco Carabaño, doctores Tomás Hernández Sanabria y Juan
Nepomuceno Chávez, asignándoles a cada uno 4.000 pesos por su trabajo. La revolución de las
Reformas estalla en el propio año, y únicamente Aranda puede cumplir su comisión, presentando
en 1836 un proyecto de código de procedimiento judicial.
El Proyecto de Código de Procedimiento Judicial, redactado por Aranda, y que se conoce
comúnmente con el nombre de Código Arandino, o Código de Aranda, fue acogido y aprobado por
el Congreso, siendo promulgado el 19 de mayo de 1836. 11 Títulos de este código trataban del
procedimiento en el juicio civil, y el duodécimo y último se refería al juicio criminal, mientras se
establecía el jurado. En los años siguientes se reformaron varios de sus Títulos.
En 1840 se vuelve a nombrar otra Comisión Redactora de códigos, compuesta de los abogados
Aranda, Francisco Díaz y Juan José Romero, con sueldo mensual de 250 pesos asignado para cada
uno. A los dos años presentan un código de comercio; pero el Congreso, dando preferencia a otros
asuntos, olvida tomarlo en consideración en este periodo.
Así las cosas, los distintos Congresos de Venezuela con frecuencia nombraron nuevas comisiones
para redactar códigos en otras materias o para revisar el Código Arandino sin que, en definitiva,
estas comisiones llegaran a ningún resultado o propusieran cambios al mismo.
Posteriormente, por una nueva insinuación del Ejecutivo, el Congreso de 1848 designa una
Comisión compuesta del Licenciado Francisco Aranda, Juan José Romero y Francisco Díaz para
confeccionar un código penal, mas esta comisión no presenta proyecto alguno.
En 1853, el Congreso comisiona al Dr. Julián Viso para que continúe redactando sus proyectos de
código civil y penal, y finalmente en 1854, este eminente jurisconsulto presento el primer Proyecto
de Código Civil, elaborado por su cuenta, que no pasó de ser un proyecto.
Los esfuerzos codificadores continuaron sin mayores resultados. Según Chiossone, es increíble que
desde la separación de Venezuela de la Gran Colombia en 1830 hasta 1863, existiendo eminentes
letrados, jurisconsultos e instituciones como el Congresos de la República constituidos con la élite
pensante de la época, el proceso de la codificación hubiese demorado más de treinta años, siendo
que de forma expresa una dictadura iniciara el proceso de codificación y formación de las leyes
esenciales para la república, ya que en el año 1956, fue encomendado la elaboración de un
proyecto de Código Penal a un jurista de reconocida trayectoria para la época, de nombre Julián
Viso, quien elabora un proyecto de Código Penal basado en el Código español de 1848. Es así como
en el año 1863, durante la Guerra Federal, fue promulgado por el Presidente de la República,
General José Antonio Páez el 19 de abril de 1863, la primera codificación penal sustantiva.
Este Código, marcan la aspiración del proceso de codificación en Venezuela, no obstante que su
vigencia fue realmente efímera, apenas estuvo vigente cuatro (04) meses y que por los avatares de
la Guerra Federal, no logró tener una vigencia efectiva, fue promulgado por el General José
Antonio Páez el 19 de abril de 1863, y una vez depuesto fue derogado por Decreto del Presidente
entrante, General Juan Crisóstomo Falcón del 8 de agosto de 1863.
Dicho Decreto declaró nulas y sin ningún valor las disposiciones dictadas con posterioridad al 15 de
marzo de 1858, restituyendo así la legislatura contenidas en las viejas leyes españolas. En este
Decreto se lee lo siguiente:
Art. 1º.- Mientras se expiden las leyes y decretos correspondientes, se declaran en su fuerza y vigor
las leyes civiles y criminales que estaban vigentes el día 15 de marzo de 1858, en todo aquello en
que directa o indirectamente no se opongan al sistema federal proclamado por los pueblos. Único.
Queda exceptuado el Código de Comercio, el cual se declara vigente. “
A los tres días, esto es, el 11 de agosto de 1863, Juan Crisóstomo Falcón dicta un nuevo Decreto
creando una Comisión para formar los Códigos nacionales, en el cual se lee lo siguiente:
Art. 1º.- Se crea una comisión revisora de la legislación del país, cuyas funciones serán formar los
códigos nacionales y presentar proyectos de leyes que la impongan en armonía con el sistema
federal.
Art. 2º.- La comisión se compondrá de tres letrados nombrados por el gobierno y del Procurador
General de la Nación.
Art. 3º.- Los tres letrados gozaran del sueldo de doscientos pesos mensuales.
Art. 4º.- El secretario de Estado en los Despachos de lo Interior, Justicia y Relaciones Exteriores
queda encargado de la ejecución de este decreto y de comunicarlo a quienes corresponda.”
Las condiciones políticas imperante en el país evidenciaba que la dictadura presidida por el
General José Antonio Páez estaba a punto de fenecer, parece difícil imaginar que sumido el país en
las cruentas y frecuentes confrontaciones producto de la Guerra Federal, hubiera subsistido
cualquier legislación promulgada por el gobierno depuesto, no obstante, el ánimo suficiente y la
serenidad política necesaria para culminar la obra codificadora que por tantos años, y pese a los
múltiples esfuerzos realizados, no había logrado cristalizar. Sin embargo, ha de tenerse presente
que para 1863, el proceso codificador ya tenía varias décadas en desarrollo paulatino pese a los
fracasados intentos por alcanzarlo.
Pese al corto tiempo que estuvo en vigor, este es nominalmente el primer Código Penal
venezolano, apenas estuvo vigente cuatro meses y que por los avatares de la Guerra Federal, no
logró tener una vigencia efectiva.
En septiembre de 1872, bajo la presidencia del General Guzmán Blanco, se crea otra comisión
general de códigos, integrada por: Cecilio Acosta y Juan Pablo Rojas Paúl, quienes presentaron el
proyecto de Código que fue aprobado el 17 de abril de 1873.
Es así como, bajo la presidencia del Ilustre Americano, se logra dictar la nueva y definitiva
codificación nacional al promulgarse los Códigos Civil, de Comercio, Penal, Militar, de Hacienda, de
Procedimiento Civil y de Enjuiciamiento Criminal.
De manera que el proceso codificador venezolano, se prolongó una vez más, hasta la entrada en
vigencia de los códigos sancionados y promulgados en 1873; y el penal en particular derogó
definitivamente, por expresa disposición de su artículo 582, todas las leyes españolas que, en
materia criminal, habían estado en plena observancia en la República hasta esa fecha.
El Código Penal, constaba de 582 artículos, tiene la sistemática y los preceptos del Código español
de 1870, el cual sirvió de modelo. Lleva la numeración de su articulado corrida. En este texto legal
se suprime la pena de muerte; se mantiene la subdivisión en Títulos, Leyes y Libros.
El Libro Primero contiene las disposiciones sobre delitos y faltas; sobre las personas responsables y
las penas, además contiene el principio de legalidad penal, en su artículo primero.
Adicional, ente, el Código Penal Venezolano de 1873 tiene el mérito de haber sido el primero de
Hispanoamérica en suprimir la pena de muerte. Su primer divulgador y comentarista fue el
eminente jurista zuliano Dr. Francisco Ochoa, Catedrático de la materia Penal en el Colegio Federal
de 1ª Categoría del Estado Falcón y Ministro de la Corte Suprema de Justicia del mismo Estado.
Expuso en su obra, “Exposición del Código Penal Venezolano”, un completo análisis del
instrumento jurídico, cuya primera edición se hizo en Maracaibo en la Imprenta Bolívar de
Alvarado y Cia., en el año 1888.
“…/… si bien es verdad no consideramos exento de defectos y errores, debemos juzgar como un
gran paso en el camino de la legislación patria, comoquiera que mediante él poseemos un código
propio, sin tener que ocurrir, como hasta poco se hacía, a las leyes de Partida y de la Novísima
Recopilación, incompatibles con nuestro sistema de gobierno y con las conquistas de la moderna
civilización.
…/…
Por lo demás, no debe verse en éste, nuestro trabajo, un estudio crítico, sino una mera exposición
del Código penal. Si en el curso de ella indicamos algunos de los errores que él contiene, es sólo con
el propósito de llevar desde ahora nuestro humilde contingente para la labor de su reforma, que
creemos no está distante. Temeraria pretensión habría sido exigir a los distinguidos jurisconsultos
que redactaron ese código una obra que satisficiese por completo, cuando esto no puede ser sino
el resultado de muchos años, de profundos estudios y repetidos ensayos y experiencias, no siendo,
por lo mismo, posible alcanzarlo en un código que se implantaba en nuestro país por vez primera.
Para justificar este aserto nos bastaría consignar aquí la historia del código español, apuntando las
vicisitudes porque ha pasado. En efecto, ni el código sancionado en 1822 bajo el reinado de
Fernando VII, ni los proyectos de 1829 y 1834, ni el publicado en 1848, revisado luego en 1850, ni
finalmente el vigente de 1870, han podido presentarse al público sin adolecer de graves errores ni
escapar al escalpelo de la crítica, a pesar de haber sido redactados por los más notables
jurisconsultos de España. Por ello en 1879 proyectó una nueva reforma el señor Bugallal; en 1882 y
1885 presentaron a las Cortes Españolas los señores Alonso Martínez y Silvela, respectivamente,
sus proyectos en tal sentido, y últimamente, en 1886 tenemos noticia de que presentó otro
proyecto de reforma el mismo señor Alonso Martínez. ¿Podrá gloriarse la Nación española de que
el nuevo código penal que sancione sea una obra acabada en su género? Ya lo veremos.”
Es así como, en la Constitución de los Estados Unidos de Venezuela de 1874, sancionada en fecha
27 de mayo de 1874 bajo la presidencia del General Antonio Guzmán Blanco, no aparece
consagrada ninguna disposición similar a las anteriores Constituciones de 1811, 1830, 1857, 1858
y 1864, que permita establecer alguna directriz en materia de codificación, lo cual parece lógico si
se toma en consideración que en el año 1873, ya el proceso de codificación nacional había
alcanzado su finalidad con la promulgación de los distintos Códigos: de Comercio, Penal, Militar,
de Hacienda, de Procedimiento Civil y de Enjuiciamiento Criminal.
El auge arrollador de las nuevas doctrinas científicas en materia penal de finales del siglo XIX se
deja sentir en nuestro país, quedando abonado el terreno para la reforma del Código Penal de
1873, que se logró mantener en vigencia durante veinticuatro años.
El Código de 1897, viene a derogar el de 1873. Sus autores se inspiran en el Código italiano de
Zanardelli de 1889, o Codice Zanardelli, que había entrado en vigencia en Italia el 1 de enero del
año 1890, rompiendo así el principio adoptado por el codificador patrio, que tomo siempre como
fuente primordial para la confección de las leyes penales venezolanas las de raigambre española,
seguidas fielmente por las leyes penales que les antecedieron. A diferencia del anterior, en este
texto legal se cambia la técnica legislativa en el sentido de que la división es en Libros, Títulos y
Capítulos y además adopta la numeración corrida del articulado.
El Código Penal de 1897 se promulga bajo el segundo período presidencial del General Joaquín
Crespo. En su primer periodo presidencial (1884-1886) llega como sucesor de Guzmán Blanco
cuando es declarada la anuencia de éste.
Su segundo período es producto del triunfo de la denominada Revolución Legalista, que lo lleva
nuevamente al poder para un período constitucional de seis años (1893-1898).
Asume el Poder Ejecutivo del país el 16 de junio de 1893, por elección de la Asamblea
Constituyente que había reformado el sistema de elección a la presidencia. Durante este segundo
mandato se enfrentó con Gran Bretaña por el territorio de la Guayana Británica (actual República
de Guyana, que conforma el territorio en reclamación por Venezuela). El 28 de febrero de 1898
Crespo es sustituido en la presidencia por Ignacio Andrade, quien es proclamado por el Congreso
como nuevo Presidente de Venezuela por un período de cuatro años.
Para el día 14 de mayo de 1897, fecha en la cual fue promulgado el Código Penal de 1897, se
encontraba vigente la Constitución de 1893, que fue sancionada por la Asamblea Nacional
Constituyente, en Caracas, el 12 de junio de 1893 y mandada a ejecutar por el Presidente Joaquín
Crespo el 21 de junio de 1893.
De otra parte, no hay discrepancia alguna entre los autores, nacionales y foráneos, respecto a la
adopción en 1897 del modelo italiano para nuestro tercer código penal, coincidiendo todos en
señalar al Codice Zanardelli de 1889 como el principal modelo del Código Penal venezolano de
aquél año, tal como lo ilustramos de seguido.
Según Alberto Arteaga Sánchez: En 1897, se sanciona un nuevo código sobre el modelo italiano de
Zanardelli de 1889.
En opinión de Bernardino Bravo Lira: El código de Zeiller tuvo larga vida y amplia proyección en
Europa central. Sirvió de modelo a los de una serie de Estados alemanes e italianos y a través de
algunos de estos códigos influyó al otro lado del Atlántico en Hispanoamérica. Tal es el caso del
código bávaro de 1813 en relación a los de Argentina y Paraguay y el código italiano de 1889 en
relación al de Uruguay de ese mismo año, al de Brasil de 1890 y al de Venezuela de 1897.
De acuerdo a Tulio Chiossone: Este Código el de 1873 rigió hasta el año de 1897, pues fue
sancionado uno nuevo sobre el modelo italiano del año 89, aunque intercalando algunas normas
del código anterior.
Pablo Godoy Fonseca es de la opinión, que el Código de 1897, sin temor a equivocarnos está
calcado íntegramente en el Código Penal Italiano.
Por otra parte, Gudrun Olbrich afirma que, El Código de 1897, viene a derogar el de 1873. Sus
autores se inspiran en el Código italiano de Zanardelli.
Para el Dr. Luis Jiménez de Asúa: La más grande inestabilidad legislativa se produce al ser
derogado el Código de 1873. El 14 de mayo de 1897 se promulga otro… La influencia del Código
italiano de Zanardelli predomina sobre la española.
El Dr. José Rafael Mendoza Troconis, hace referencia a dicho, del Dr. Zuloaga, quien afirma que la
reforma del código penal de 1873 consistió en sustituir el que existía, por uno calcado casi de un
todo en el italiano de 1889.
Para Jorge Sosa Chacín y José Miguel Tamayo Tamayo, Nuestro Código vigente está estructurado
con las ideas de la escuela clásica ya que el mismo sigue los lineamientos del Código italiano de
1889, cuyo texto sirvió de guía a nuestro Código Penal de 1897, que luego inspiró al legislador de
1926, fecha después de la cual no se han modificado los principios generales que inspiran nuestra
legislación penal.
El Dr. Eugenio Raúl Zaffaroni, es de la opinión que en Italia habían sido sancionados diversos
códigos locales, pero luego de la unidad se generalizó el código sardo, salvo en toscana, hasta que
fue reemplazado por el primer código sancionado para todo el reino, que fue el de 1889, conocido
como Codice Zanardelli. Por la solidez de su estructura ejerció influencia en otros códigos, como el
de Venezuela (que lo sigue casi a la letra), este Código penal continúa en la actualidad rigiendo en
el estado Vaticano.
Finalmente, en la exposición de motivos que dirige el Dr. Pedro Manuel Arcaya, como Ministro de
Relaciones Interiores, a la Cámara de Diputados, en referencia al Proyecto de Código Penal de
1915, citada por Mendoza Troconis, se lee lo siguiente: Desde 1873 hasta 1898 rigió en la
República un código penal calcado en el español de 1870. Mientras tanto se había dictado en Italia
en 1890 un nuevo código penal que, elaborado por los más eminentes jurisconsultos de aquella
ilustrada nación, llamó poderosamente la atención de todos los hombres dedicados a estos
estudios en Europa y América. La comisión que formuló sobre esa materia el código que entró a
regir en la República desde 1898, resolvió adoptar como modelo el italiano, pero incluyó sin
embargo en aquél muchas disposiciones que tomadas del código de 1873, y provenientes por tanto
del español de 1870, resultaban antinómicas con las que se adoptaron del italiano, porque era
distinto al plan conforme el cual se elaboró este del que se siguió en aquél.
Se puede desprender de todas esas opiniones, más del exhaustivo y cuidadoso examen
comparativo realizado entre el Código Penal de Zanardelli de 1889 con el venezolano de 1897, que
no puede abrigarse duda alguna en torno a que efectivamente este adoptó a aquel como modelo,
sirviéndole de principal fuente para su redacción.
Sin embargo, lucen un tanto exageradas las palabras de Godoy Fonseca cuando dice que el Código
de 1897 está calcado íntegramente del italiano, luciendo más apropiadas o prudentes las de
Zuloaga cuando señala que nuestro tercer código está calcado casi de un todo del de Italia de
1889, pues aun cuando es cierto que su estructura (Libros, Títulos y Capítulos) es prácticamente
idéntica a la del de Zanardelli y que el grueso de sus disposiciones fueron simplemente de él
copiadas (previa traducción del italiano al español, a veces imprecisa), también es verdad que
ciertas disposiciones son de origen español, provenientes del Código Penal de 1873, el cual, a su
vez, se basó principalmente en el Código Penal español de 1870, particularmente en lo relativo a
las causas de justificación de la legítima defensa, estado de necesidad, fuerza irresistible, miedo
insuperable, cumplimiento de un deber y obediencia legítima y debida; la causa de no punibilidad
relativa al caso del que ejecuta la acción hallándose dormido, que aparece en el ordinal 1º del
artículo 19 del Código Penal Venezolano 1873, así como también en cuanto a las circunstancias
atenuantes y agravantes ordinarias o genéricas.
En todas estas materias, y en algunas otras (todas del Libro Primero o Parte General), como las
relacionadas con las penas y las condenas penales, las disposiciones del Código Penal de 1897 no
corresponden a un calco de sus correspondientes del Codice Zanardelli. Y con relación al Libro
Segundo, que describe los delitos y las penas, también se observan numerosas disposiciones que
no fueron calcadas totalmente del Código italiano de 1889, cosa que, por el contrario, sí ocurre en
cuanto al Libro Tercero, concerniente a las faltas en general.
Como paso previo a la sanción del Código de 1897, encontramos el Decreto de fecha 12 de agosto
de 1895, Sobre revisión de los códigos Civil, Mercantil, Penal y de ambos Procedimientos, dictado
por Joaquín Crespo quien, Considerando: Que es indispensable una revisión general de los Código
Nacionales que corresponda a las necesidades y adelantamiento de la época, y que labor de tanta
magnitud debe prepararse con toda la calma, anticipación y estudio que exige su importancia, a
fin de que el Congreso Nacional, a quien ha de someterse, pueda oportunamente considerarla,
Decreto: Art. 1º. Se crea una Comisión Codificadora compuesta de ocho vocales, que se ocupará
desde luego en la revisión de los Códigos Civil, Mercantil, Penal y de Procedimiento Civil y Criminal.
Conforme al artículo 8º de dicho Decreto, fueron nombrados para formar la Comisión Codificadora,
los doctores Manuel Cadenas Delgado, Elías Michelena, Ramón F. Feo, Aníbal Dominici, Antonino
Zárraga, Claudio Bruzual Serra, Pedro Febres Cordero y Carlos F. Grisanti.
Es innegable y fuera de toda discusión la capital importancia que el código italiano de 1889 reviste
para nuestro país, toda vez que en 1897 nuestro legislador penal patrio lo adoptó como modelo,
rompiendo así con el molde español que inspiró a los dos primeros Códigos penales venezolanos de
1863 y 1873; y aun cuando con los códigos penales posteriores de 1904 y 1912 se retomó el
modelo español por lo que atañe exclusivamente al Libro Primero o Parte General (pues en los
Libros Segundo y Tercero, relativos a los delitos y a las faltas, se reprodujo casi de manera idéntica
al Codice Zanardelli, como luego veremos), en 1915 se readaptó nuevamente y de manera casi
total, el modelo italiano del Código italiano de 1889 para no ser abandonado más, ya que en el
Código de 1926 , lo mismo que en las sucesivas reformas parciales de éste último, que se
produjeron en 1958, 1964, 2000 y 2005, ha seguido imperando la estructura original del Código
italiano de 1889. Por eso se afirma, con mucha razón, que el vigente Código Penal venezolano es
prácticamente el mismo italiano de 1889.
Deroga la corriente impuesta por el Código Penal de 1897 y retorna a la influencia hispánica. El
Código Penal se subdivide en Libros, Títulos y Leyes, es decir, desaparece la denominación
Capítulos. Definitivamente queda adoptada la numeración corrida de los artículos.
Cipriano Castro se convirtió en Jefe de Estado entre 1899 y 1908, primero como Presidente de facto
tras el triunfo de la denominada Revolución Liberal, Restauradora, que derrocó al Presidente
Ignacio Andrade, conocido como la invasión de los 60, y desde 1901, como Presidente
Constitucional de Venezuela.
El gobierno de Castro se caracterizó por la arbitrariedad. Hizo frente a diversas sediciones internas,
entre ellas, la encabezada por el banquero Manuel Antonio Matos, conocida como Revolución
Libertadora y también al bloqueo naval a las costas venezolanas, ocurrido entre finales de 1902 y
principios de 1903, cuando las marinas de guerra del Imperio Británico, el Imperio Alemán y en el
Reino de Italia, bloquearon las costas y puertos del país exigiendo el pago inmediato de las
deudas contraídas por Venezuela con compañías inglesas, alemanas e italianas.
Durante su mandato fue dictado el Código Penal que empezó a regir el 19 de abril de 1904,
sancionado y promulgado por Decretos del propio Castro dictados a finales de 1903 y principios de
1904. También fueron reformados del mismo modo los códigos de Enjuiciamiento Criminal, Civil,
de Procedimiento Civil, de Comercio y el Código Militar. De allí que haya sido cuestionada la
legalidad de todos estos Códigos.
Para la fecha en la cual fue entró en vigencia el Código Penal de 1904, se encontraba vigente la
Constitución de 1901, que fue sancionada por la Asamblea Nacional Constituyente en Caracas, el
26 de marzo de 1901 y mandada a ejecutar por el Presidente Cipriano Castro el 29 de marzo de
1901. A los pocos días de haber entrado en vigencia el Código Penal de 1904, es sancionada la
Constitución del 27 de abril de 1904, mandada a ejecutar por el mismo Cipriano Castro en la
misma fecha.
En opinión de Rosales, el Código Penal de 1904 se limitó a combinar los dos sistemas antagónicos
implementados en los Códigos anteriores, el de 1873, inspirado en el español de la época y el de
1897 copiado del modelo italiano, quedando como resultado un híbrido jurídico, que en teoría de
los doctrinarios de la época, eran incompatibles. Con este Código se regresa a la división de los
Títulos en Leyes en lugar de Capítulos, siguiéndose así en este aspecto el molde español.
Arcaya califica de absurda la revisión que se hizo del Código de 1897 en 1903 cuando, bajo el
Gobierno del General Cipriano Castro, se dictó un nuevo Código Penal, pues en su opinión, fue
completamente antijurídico el método que entonces se siguió, hacinándose, especialmente en el
Libro Primero, disposiciones contradictorias que se tomaron al azar de las dos fuentes antes
indicadas. Esta revisión, posiblemente, haya obedecido a las críticas que se le hicieron entonces
al Código Penal de 1897, como por ejemplo la de Nicomedes Zuloaga Ramírez, quien, en 1899, dijo
lo siguiente:
“…/… Con posterioridad a 1896 han sido reformados en 1897, el Código de Procedimiento Civil, el
de Procedimiento Criminal y el Penal. La reforma de éste último, que ha consistido en sustituir el
que existía, por uno calcado casi de un todo en el italiano de 1889, como que no ha sido feliz. La
reforma parece que debió limitarse a completar el código anterior y a aumentar las penas. El
Código Penal reformado resulta a veces muy complicado y a veces deficiente, y por eso no ha sido
bien acogido en el país …/...”
Efectivamente, el Código Penal de 1904 creó un verdadero híbrido entre el Código Penal de 1873 y
su predecesor de 1897. Respecto del primero, reproduce de manera idéntica la estructura del Libro
Primero, al dividirlo en dos grandes Títulos, compuesto el primero por siete Leyes (en lugar de
emplear la denominación de Capítulos), y el segundo por ocho Leyes, todos ellos (Títulos y Leyes)
con la misma denominación; y respecto del Código de 1897, reproduce de manera casi idéntica la
estructura de los Libros Segundo y Tercero, al dividirlos, en diez y cuatro Títulos respectivamente,
variando exclusivamente en la sustitución de los Capítulos del Código Penal de 1897 por Leyes, y
realizando leves modificaciones (supresión de dos Capítulos y el cambio de denominación de otro)
en el Libro Segundo, quedando inalterado el Libro Tercero.
Además, introduce en dicho Libro Primero algunas disposiciones que figuraban en el Código de
1897 que no aparecían en el Código de 1873.
Juan Vicente Gómez asume el poder a finales de 1908, cuando en noviembre de ese año Cipriano
Castro sale del país hacia Europa a fin de tratarse problemas de salud que lo aquejaban, quedando
encargado Gómez del Ejecutivo Nacional en su condición de Vicepresidente.
El gobierno del general Juan Vicente Gómez tuvo una duración de 27 años, de 1908 hasta su
muerte producida en 1935, y comprende tres etapas definidas por los historiadores en razón al
tratamiento que este dio a los problemas políticos que enfrento.
El 15 de junio de 1912 fue sancionado por el Congreso de los Estados Unidos de Venezuela, la
reforma del Código Penal, obteniendo el ejecútese del General Juan Vicente Gómez, quien lo
promulga el 28 de junio de 1912, con el refrendado del Ministro de Relaciones Interiores Cesar
Zumeta, esta reforma derogó al Código Penal de 1904.
El Código Penal de 1912, se adhiere nuevamente a la fuente italiana que inspiró el Código de 1897
y se subdivide en Libros, Títulos y Leyes. En este trabajo legislativo se aumentan
considerablemente las penas.
Viene a constituir el quinto Código Penal dictado en nuestro país y mantiene la estructura hibrida
establecida por su predecesor, pues, al igual que éste, toma del Código Penal venezolano de 1873
el Libro Primero y del de 1897 los Libros Segundo y Tercero. A decir de Pedro Manuel Arcaya, el
Código de 1912 mejoró notablemente al de 1904, aun cuando quedaron varias antinomias entre
ciertas disposiciones del Título II del Libro Segundo, referente a los delitos contra el derecho
internacional, que coliden con otras del Título I. Continúa con la división de sus Títulos en Leyes a
lo largo de sus tres Libros, tal como lo hacía el Código de 1904 que lo precedió.
El Proyecto de Código Penal de 1912 fue elaborado por una Comisión Revisora de Códigos
presidida por el entonces Ministro de Relaciones Interiores Cesar Zumeta, quien el día 26 de abril
de 1912 lo envía con oficio a la Cámara del Senado del Congreso de la República. De esta Comisión
formaba parte el Dr. Arminio Borjas.
Posteriormente, el Proyecto aprobado pasa a la Cámara del Senado, el cual lo somete igualmente
a las tres discusiones de Ley, aprobándolo igualmente sin mayores cambios durante el mes de
junio de 1912. El día 15 ese mismo mes y año el Congreso de los Estados Unidos de Venezuela
sanciona el Código Penal de 1912.
En opinión del Dr. Arteaga Sánchez, el Códigos de 1904 y 1912, vuelven a la tradición hispana, en
tanto que Dr. Chiossone expresa que el Código de 1912 fue redactado sobre el modelo del primer
código penal de la República, así mismo el Dr. Sosa Chacín, por su parte, asegura que el Código de
1912, Copia nuevamente al Código de 1897 y algo similar asevera el Dr. Mendoza Troconis cuando
afirma que el Código de 1912 restituyó la orientación del italiano de 1889. Según el Dr. Jiménez de
Asúa, afirma que el Código del 28 de junio de 1912, no es más que una nueva edición del Código de
1897 y se vuelve a la fuente italiana que ya no se había abandonado.
Las anteriores afirmaciones no hacen sino corroborar que el Código de 1912 representa una
reorganización que toma como fuente el código español e italiano, se trató de conjugar las formas
jurídicas en ocasión de una mezcla o fusión, a nuestro juicio, inadecuada de los Códigos de 1873 y
1897.
Por tanto, podemos afirmar con seguridad que la orientación seguida por el Código Penal de 1912,
al igual que el de 1904, mantiene una tendencia mixta, es decir, preponderantemente española
para el Libro Primero, y predominantemente italiana para los Libros Segundo y Tercero.
Se promulga a escasos tres años de vigencia del Código anterior. La técnica legislativa vuelve a la
subdivisión del texto legal en Libros, Títulos y Capítulos en lugar de Leyes. Aumenta aún más las
penas y por otra parte, se plasman instituciones tanto de inspiración española, como de influencia
de Zanardelli, así como el natural aporte de formalismos sociales de la época en Venezuela.
El Dr. Pedro Manuel Arcaya, distinguido jurista falconiano, fue el principal promotor y ejecutor de
las reformas que se realizó al Código Penal venezolano de 1915, durante el régimen de Juan
Vicente Gómez en su condición de Ministro de Relaciones Interiores.
La legislación penal propuesta por Arcaya es de innegable valor y trascendencia, pues gran parte
del ordenamiento promovido por él, sigue todavía en vigor. De hecho, el Código Penal vigente hoy
día podría decirse que se ha mantenido desde 1915, ya que a pesar de las reformas puntuales
formuladas en 1926, 1958, 1964, 2000 y 2005, la estructura de aquél se mantiene intacta al igual
que el contenido de su articulado, sobre todo el correspondiente al Libro Primero o Parte General,
que ha permanecido prácticamente inalterado en todo este tiempo.
Esta reforma, no se considera sustancial, deja incólume la estructura del Código y se limita a
modificar accidentalmente algunos tipos delictuales.
El Código Penal de 1926 fue sancionado por el Congreso de los Estados Unidos de Venezuela,
siendo su Presidente el Dr. Pedro Emilio Coll, el día 6 de julio de 1926 y fue promulgado el 15 del
mismo mes y año por el Presidente de la República, General Juan Vicente Gómez y el refrendado de
Pedro Manuel Arcaya como Ministro de Relaciones Interiores.
Comenzó a regir el 16 de septiembre de 1926 y derogó al Código del 30 de junio de 1915. Aparece
publicado en la Gaceta Oficial de los Estados Unidos de Venezuela N° Extraordinario del 17 de
agosto de 1926.
Para el momento de su promulgación, Gómez tenía dieciocho años gobernando al país, que, al
menos en lo interno, se encontraba en relativa paz, a la que contribuyó el auge petrolero de la
época.
Finalmente, es preciso destacar que idéntica trayectoria al Proyecto de reforma del Código Penal
siguió el del Código de Enjuiciamiento Criminal. De hecho, este fue propuesto, discutido y aprobado
en las mismas fechas y oportunidades que el Código Penal, resultando por tanto sancionados
ambos el mismo día 6 de julio de 1926 y en las mismas sesiones de las Cámaras de Diputados y del
Senado que se celebraron al efecto. Sin embargo, el Código de Enjuiciamiento Criminal fue
promulgado por el presidente Juan Vicente Gómez el 13 de julio de 1926 y el Código Penal a los dos
días siguientes, esto es, el 15 de julio de 1926.
Puede afirmarse, que el Código Penal de 1926 ha sido objeto hasta el presente de cuatro reformas
parciales, circunscritas todas ellas a modificar delitos y penas de la Parte Especial, pues los
principios generales contenidos en la Parte General han permanecido inalterados.
En consecuencia puede afirmarse, que los principios formadores del Código penal de 1897, que
adoptó del Codice Zanardelli, con los apreciables cambios que se le hicieron en la reforma
efectuada en 1915 permanecen inalterables en el tiempo.
La primera, en el año 1958, conforme al Decreto-Ley de Reforma Parcial del Código Penal, dictado
por la Junta de Gobierno presidida por el Contralmirante Wolfgang Larrazabal, publicado en la
Gaceta Oficial N° 25.777 del 4 de octubre de 1958, es decir, a los ocho meses de la caída la
dictadura de Marcos Pérez Jiménez.
La segunda, en el año 1964, conforme a la Ley de Reforma Parcial del Código Penal, sancionada
por el Congreso de la República durante la presidencia del Dr. Raúl Leoni, publicada en la Gaceta
Oficial N° 915 Extraordinario de fecha 30 de junio de 1964.
La tercera, en el año 2000, conforme a la Ley de Reforma Parcial del Código Penal, sancionada por
la Comisión Legislativa Nacional durante la presidencia de Hugo Rafael Chávez Frías, publicada en
la Gaceta Oficial N° 5.494 de fecha 20 de octubre de 2000.
La cuarta y última --hasta el momento--, en el año 2005, conforme a la Ley de Reforma Parcial del
Código Penal, sancionada por la Asamblea Nacional, también durante la presidencia de Hugo
Rafael Chávez Frías, publicada en la Gaceta Oficial N° 5.763 Extraordinario, de fecha 16 de marzo
de 2005, reimpresa por error material en la Gaceta Oficial Nº 5.768 Extraordinario, de fecha 13 de
abril de 2005. Por un error material que motivó la reimpresión, la cual obedeció a discrepancias en
las remisiones a otros artículos y a la conversión de ordinales por numerales de conformidad con la
Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, según se lee en el texto de la propia Gaceta
Oficial Nº 5.768 Extraordinario.
Decreto Nº 378 de 4 de octubre de 1958, dictado por la Junta de Gobierno, que reformó
parcialmente el Código Penal de 1926, se modificó el artículo 94 de la Parte General, para
aumentar hasta el límite máximo de treinta años la pena corporal, que, de acuerdo al Código de
1926, era de veinte años. Esto se hizo conforme a la Constitución de 1953, que aumentó dicho
límite máximo a las penas impuestas, de veinte a treinta años.
De la Parte Especial fueron reformados los artículos 128, 129, 130, 131, 132, 133, 134, 138, 142 y
144, todos ellos correspondientes al Título I, De los delitos contra la independencia y seguridad de
la Nación; lo mismo que los artículos 407, 408 y 409, correspondientes al Título IX, De los delitos
contra las personas, aumentándose exageradamente las penas.
Así por ejemplo, el delito de rebelión se castigó con pena de presidio de veinticuatro a treinta años,
que en el Código Penal de 1926 era de diez a quince años de arresto en Fortaleza o Cárcel Política,
esto es, destinada a presos políticos; en tanto que el delito de homicidio intencional pasó a ser
castigado con pena de dieciséis a veinticuatro años de presidio.
Ciertos autores como Arteaga Sánchez y Grisanti Aveledo, lo mismo que Gudrun Olbrich, obvian o
pasan por alto la reforma que se le hizo al Código Penal de 1926 en el año de 1958, ignorándola
por completo, como si nunca hubiese tenido lugar, lo que obedece, al hecho de considerarla nula o
sin ningún valor, por la circunstancia de que nunca fue publicado el texto íntegro de la reforma y el
Código refundido en la Gaceta Oficial, publicando tan solo lo reformado, obviando así el texto
refundido.
En torno a este punto, Sosa Chacín apunta que el Decreto Nº 378 de 4 de octubre de 1958, dictado
por la Junta de Gobierno, que reformó parcialmente el Código Penal de 1926, fue producto del
apresuramiento y por ende, no resultó jurídicamente perfecto ni siquiera aceptable, añadiendo que
era notable su imprecisión técnica, pues la circunstancia de que se reformaran artículos que
comprendían delitos de escasa comisión en nuestro medio y se dejaran intocados otros que
requerían urgente reforma, cooperaban en tal afirmación .
Sosa Chacín afirma que dicho Decreto carece de validez, ya que según el Dr. Rafael Bielsa, “Los
llamados decretos-leyes emanados de un gobierno de facto, tienen vigor mientras ese gobierno
está en funciones. Si el Congreso los aprueba debe darles trámite de ley y no simplemente
ratificarlos, porque no hay continuidad constitucional entre el gobierno de facto y el gobierno de
jure”. De esta tesis, nos serviría para establecer, que los decretos dictados por un gobierno de
facto, constituiría un acto írrito que no puede ser convalidado por un gobierno de jure, por faltar
ese hilo constitucional que los una.
Utilitariamente, se ha sostenido la contra tesis que dice que los actos válidos del poder de facto
siguen valiendo durante el gobierno de jure para evitar inseguridad jurídica, contra tesis que es,
eminentemente, interesada y contraria al derecho y a la lógica.
Se entiende entonces, que un gobierno de facto podía hacer en el ámbito legislativo lo que a bien
tuviese, que por algo es gobierno de hecho. El Decreto no fue publicado en la Gaceta Oficial,
cometiendo el error de no refundir el texto íntegro del Código Penal, con ello se violó una norma
fundamental de Derecho Público, pero eso no hubiese importado por tratarse de un gobierno de
facto cuyos actos eran válidos así estuviesen derogando o modificando la Constitución. Lo grave
del asunto está en que esos poderes absolutos de este gobierno de facto, fueron autolimitados; el
mismo gobierno limitó su poder al establecer en el artículo 15 de dicho Decreto: “Publíquese
íntegramente en la Gaceta Oficial de la República de Venezuela, el vigente Código Penal con las
modificaciones y adiciones previstas en este Decreto”.
Esta publicación refundida, según Sosa Chacín, jamás se llegó a realizarse, el gobierno de facto ha
desaparecido dándole paso al gobierno de jure lo que impide cumplir el requisito legal que
permitiría subsanar el error en la publicación. En consecuencia, el gobierno de jure instaurado no
puede convalidar el acto írrito del poder de facto y, por ende, carece de validez el Decreto que
pretendió modificar el Código Penal.
Sosa Chacín aclara luego que mediante decisión del 23 de julio de 1964, la Sala de Casación Penal
del Tribunal Supremo de Justicia declaró la nulidad del Decreto-Ley de 1958, y, por tanto, carente
de valor, por el defecto de forma consistente en la no publicación del texto refundido, por lo tanto
solo mantiene un valor histórico, sin embargo es innegable que dicha reforma mantuvo una
vigencia plena y formal por más de cinco años, y que, por virtud de ella, ciertos artículos de dicho
código fueron modificados más adelante.
En la segunda reforma parcial sufrida en 1964 por el Código Penal de 1926, que fue relativamente
profunda, tenemos que de la Parte General se reformó nuevamente el artículo 94, pero esta vez en
cuanto a su precepto. Quedaron inalterados los principios generales del Código Penal de 1926.
De la Parte Especial fueron reformados los artículos 128, 129, 130, 131, 132, 133, 134, 138,142,
144, 146 y 164, todos ellos correspondientes al Título I, ―De los delitos contra la independencia y
seguridad de la Nación, esto es, traición a la patria, rebelión y otros delitos políticos.
Asimismo, fueron reformados los artículos 182 (Actos arbitrarios contra detenido), 265 y 266,
referidos a la fuga de detenidos; 275 (Porte de Armas); 287 (Agavillamiento); 295 (Formación de
cuerpo armado); 297 y 298, relativos a los artefactos explosivos; 344 (incendio); 358 (Colocación
de objetos en vías de circulación para preparar el peligro de una catástrofe); 361 (Daños a las
instalaciones públicas y sistemas de transporte), 364 (Tala o roce ilegal); 367 (Tráfico y detentación
de estupefacientes); y, 372 (Circunstancia agravante por ejercicio abusivo de una profesión).
Del Título VIII, relativo a los delitos contra las buenas costumbres y el buen orden de las familias,
fueron reformados los artículos 382, 388 y 389, que tipifican los delitos de ultraje al pudor,
favorecimiento de la prostitución y corrupción de menores, respectivamente.
Del Título IX, referente a los delitos contra las personas, fueron reformados los artículos 407
(Homicidio Intencional), 408 (Homicidio agravado) y 409 (Homicidio calificado); y en cuanto a los
delitos contra la propiedad, previstos en el Título X, fueron modificados los artículos 453 (Hurto
simple), 454 (Hurto agravado) y 455 (Hurto calificado); 457 (Robo genérico) 460 (Robo agravado) y
462 (Secuestro); lo mismo que los artículos 464, 465 y 466, relativos a la Estafa y otros fraudes,
que fueron objeto de una profunda modificación que determinó la tipificación expresa de los
diversos casos de estafa, fraude y defraudación, descritos en los distintos ordinales de los artículos
465 y 466.
Según Grisanti Aveledo es infame y atroz esta reforma de 1964, ya que carece de sentido moderno
y no se ajusta a la necesidad social imperante en Venezuela para la época, añadiendo que se
quedaba corto con la adjetivación y que la misma provino del pésimo proyecto de Código Penal
presentado en 1961.
En la tercera reforma parcial al Código Penal de 1926, se incluyó el delito de Desaparición Forzada
de Personas (artículo 185-A), para dar cumplimiento así al mandato contenido en la Constitución
de la República Bolivariana de Venezuela de 1999, a la par que se modificaron los artículos 273,
275, 277, 278, 280 y 282 sobre comercio, importación fabricación, porte, posesión, suministro,
ocultamiento y uso indebido de armas, aumentándose las penas correspondientes. Igualmente
incrementó las penas de algunos delitos. Fue una modificación parcial y puntual.
También , fueron objeto de modificación y aumento de penas, los hechos punibles previstos en los
artículos 358 y 359, relativos a la colocación de obstáculos en una vía de circulación con el objeto
de preparar el peligro de una catástrofe, asalto a unidades de transporte colectivo o de carga y
daños a las vías férreas; y, finalmente, se modificó el artículo 362 con el fin de asimilar a los
ferrocarriles ordinarios, para la debida aplicación de la ley penal, de toda vía de hierro con ruedas
metálicas, neumáticas, de polietileno sólido y de goma o látex sólido que sea explotada por medio
de vapor, electricidad o de un motor mecánico o magnético.
Aumenta en gran medida, en muchos de sus artículos las penas aplicables. Fija las multas en
unidades tributarias. Por otra parte, se incluyen algunos delitos y se modifican otros, que en
ningún momento representan un cambio estructural del Código.
En consecuencia, la cuarta y última reforma al Código Penal de 1926 fue la del año 2005. La
respectiva Ley de Reforma Parcial consta de treinta y ocho artículos, y las principales
modificaciones fueron las siguientes:
De la Parte General (Libro Primero) se modificó el artículo 96, concerniente a la aplicación de las
penas de multa en unidades tributarias; al igual que los artículos 108, 110 y 112 relativos, a la
prescripción de la acción penal y de la pena y la interrupción de su curso. No fueron modificadas el
resto de las disposiciones de la Parte General, permaneciendo sin cambios los principios generales
del Código Penal de 1926.
De la Parte Especial (Libro Segundo) destacan, entre otras, las siguientes reformas:
La supresión de los artículos 143 y 393, que produjo, lamentable e innecesariamente, la alteración
de la tradicional numeración de los artículos del Código que se había mantenido desde 1926, y la
modificación de los artículos 128 (Conspiración contra la integridad del territorio de la patria o
contra sus instituciones republicanas) y 140 (Favorecimiento bélico), correspondientes al Título I,
―De los delitos contra la independencia y seguridad de la Nación, con el objeto de incluir como
elementos del tipo a los enemigos exteriores, grupos o asociaciones terroristas, paramilitares,
insurgentes o subversivos. En ambos se agregó un Parágrafo Único que es del siguiente
tenor: “Quienes resulten implicados en cualquiera de los supuestos expresados, no tendrán
derecho a gozar de los beneficios procesales de ley ni a la aplicación de medidas alternativas del
cumplimiento de la pena.”
El mismo Parágrafo anterior fue agregado también en los artículos 357 (Obstaculización e
interrupción de vías de comunicación y asalto de medios de transporte), 360 (Daños a
instalaciones), 374 y 375 (Violación simple y Violación agravada), 406 y 407 (Homicidio Calificado y
Homicidio Agravado); 458 (Robo Agravado) y 460 (Secuestro); en tanto que para los delitos de
Robo Impropio (art. 456) y Extorsión (arts. 457 y 459) se les agregó el mismo Parágrafo, pero
suprimiéndosele la mención ―ni a la aplicación de medidas alternativas del cumplimiento de la
pena.
La modificación de los artículos 148 y 149, que pasaron a ser los artículos 147 y 148, relativos a los
delitos de Ofensas al Presidente de la República y otros altos funcionarios del Estado.
La modificación de los artículos 284, 285 y 286, que pasaron a ser los artículos 283, 284 y 285, que
tipifican los delitos de Instigación a ejecutar contravenciones e Instigación a la desobediencia de
las leyes.
La modificación del artículo 375, que pasó a ser el artículo 374, que tipifica el delito de violación,
del cual destaca que será considerada ésta no sólo el constreñimiento a realizar un acto carnal por
vía vaginal, anal u oral, por medio de violencias o amenazas, sino también, bajo estas mismas
circunstancias, la introducción de objetos por alguna de las dos primeras vías, lo mismo que la
introducción, por vía oral, de un objeto que simulen objetos sexuales.
La modificación del artículo 462, que pasó a ser el artículo 460, que tipifica el delito de Secuestro,
al cual se le agregaron cuatro nuevos Parágrafos, con el fin de describir nuevas figuras típicas
relacionadas con este delito.
El aumento de las penas para los delitos de Falsedad de actos y documentos (artículo 319);
Violación (artículos 374 y 375); Homicidio (artículos 406 y 407); Hurto Simple (artículo 451); Robo
Genérico, Robo Impropio y Robo Agravado (artículos 455, 456 y 457); y, Extorsión (Artículos 457 y
459), Secuestro (artículo 460) y Aprovechamiento de cosas provenientes de delito (artículo 470),
entre otros.
El aumento desproporcionado de las penas de prisión para los delitos de difamación e injuria,
simple y agravada (artículos 442 y 444), a la par que se les anejó la de multa en unidades
tributarias; agregándose, en ambos casos, un Parágrafo Único del siguiente tenor: En caso de que
la difamación (o la injuria) se produzca en documento público o con escritos, dibujos divulgados o
expuestos al público o con otros medios de publicidad, se tendrá como prueba del hecho punible y
de la autoría el ejemplar del medio impreso o copia de la radiodifusión o emisión televisiva de la
especie difamatoria (o injuriante). Se aumenta también, en el artículo 450, el tiempo de
prescripción de ambos delitos, donde, además, se añadió un aparte único conforme al cual:
Cualquier actuación de la víctima en el proceso interrumpirá la prescripción.
Del Libro Tercero, que contempla las Faltas, sólo se modificó el artículo 508, que pasó a ser el
artículo 506, para castigar con multa de hasta doscientas unidades tributarias, a todo el que con
gritos o vociferaciones u otros instrumentos, o valiéndose de ejercicios o medios ruidosos, haya
perturbado las reuniones públicas o las ocupaciones o reposo de los ciudadanos y ciudadanos;
pudiéndose imponer arresto de tres a cuatro meses y multa de hasta quinientas unidades
tributarias, cuando el hecho se hubiere cometido contra Altos Funcionarios del Estado.