Autor y Narrador
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La casa abandonada
En nuestro barrio hay una casa abandonada. Es una casa vieja, enorme, en la que no vive nadie desde hace
muchísimos años.
Varios son los vecinos que creemos que allí en realidad habita un monstruo, al que cada uno imagina de
manera diferente.
El hijo del panadero afirma que seguramente se trata de un ser con piel de cáscara de pan, piernas de plan
de flauta, nariz de sacramento, ojos de pan de leche y cuernitos en la cabeza. Es muy grosero y suele escupir
pan rallado sobre sus enemigos.
El hijo del carpintero lo imagina con patas de mesa, piel de papel de lija, dientes de serrucho y cabeza de
madera. En sus venas no circula sangre sino barniz.
Para el hijo del electricista, en la casa deshabitada vive un monstruo con cinco ojitos a transistores, boca de
dial de radio y una gran cabellera de cables pelados. Mientras duerme recarga sus baterías poniendo los
dedos en el enchufe de la pared y para escuchar lo que dicen, debe orientar correctamente sus antenas.
Como cada uno imaginaba al monstruo de una manera, cierta vez decidimos investigar la casa.
Para no arriesgar a ninguno de nuestros hombres, por un pequeño agujero que había en la puerta de la
calle hicimos pasar al perro caniche de la señora de Sabrida, la que se enoja tanto cuando jugamos a tirarnos
barro en su vereda.
Esperamos un rato junto a la puerta de la casa abandonada. Por fin, cuando ya empezábamos a
impacientarnos, se escucharon unos ruidos y se movieron unos pastitos cerca del agujero de la puerta.
Nos agachamos para observar mejor y … lo vimos: ¡un sapo!
Pero la verdadera sorpresa la tuvimos unos minutos después; del agujero de la puerta salió un perro
idéntico al de la señora de Sabrida. ¡El monstruo pretendía confundirnos!
Desde ese día cuidamos del perro – convertido en sapo- y hasta le compramos un collarcito para hacerlo
jugar como cuando era perro. Pensamos que lo mejor era ir recordándole poco a poco sus anteriores
costumbres caninas.
La señora de Sabrida, por su parte, jamás se enteró de que el perro que tiene en su casa no es el verdadero.
Si, por supuesto, se lo tiene merecido.
Ricardo Mariño
El autor y narrador
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