Mundo, Demonio y Carne

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Para que un soldado o atleta salga triunfante, debe conocer quién es su

contrincante.  En el ámbito deportivo, un lanzador de béisbol con


atención escudriña al bateador para conocer su puto débil.  Si el
bateador puede conectar con una bola rápida, el lanzador le tirará una
bola curva o cambia el ritmo con distintos lanzamientos para conseguir
un strike.  Lo mismo se podría decir de un ejército en guerra.  Cuando
detecta una apertura, entra a matar.  

Apliquemos esto a la vida espiritual.

La teología espiritual clásica delinea tres enemigos principales de la vida


espiritual:  el diablo, el mundo y la carne.  
San Pablo por eso traza la figura del creyente como un soldado de
oficio.  De hecho, el cristiano es esencialmente un luchador en
constante estado de combate.  
Con el sacramento de la Confirmación , el cristiano se ”enrola” y
comisiona para guerrear en campaña y combatir el combate de la fe,
para luchar la buena pelea, correr la carrera, para difundir la fe y
defender la fe, incluso hasta el punto de dar la vida, ¡como lo han hecho
los mártires!  
Por lo tanto, afrontemos a estos tres enemigos de nuestra alma – el
diablo, el mundo y la carne – ¡con la ayuda de la gracia de Dios seremos
victoriosos!

EL DIABLO.  Para comenzar, veamos los nombres que la Biblia da al


diablo:  Satanás, Lucifer, el príncipe de este mundo, un mentiroso y
asesino desde el principio.  
San Ignacio dice que el diablo es el “enemigo de nuestra naturaleza
humana”; santo Tomás le llama ”el tentador”; san Agustín lo describe
como un perro rabioso encadenado que está listo para atacar; San
Pedro lo describe como un leon rugiente que busca a quién devorar.
Todos estos nombres señalan y resaltan la malicia del diablo.
SU ESTRATEGIA.  Para vencer al diablo debemos conocer bien qué
estrategia usa.  Primero, el diablo nunca descansa, no toma vacaciones.
Él trabaja las 24 horas al día, los 7 días de la semana.  Cesa su trabajo
con nosotros cuando morimos.  
Dos, cuando nos encontramos en un estado de DESOLACIÓN (la palabra
que utiliza san Ignacio), ¡el diablo lanza toda su artillería para matar!
La desolación es ese estado interior por el que atravesamos en distintos
momentos de la vida cuando nos falta la fe, la esperanza y la caridad, es
un estado de animo de pereza, tibieza, aridez, desgano, agobio,
angustia, un estado depresivo, un estado cuando percibimos dentro que
todo ha perdido valor e interiormente estamos como muertos.  ¡Y justo
en este momento es cuando el diablo nos ataca!  
Tercero, debemos de conocer nuestra KRIPTONITA, nuestro punto débil.
Como analogía veamos al personaje de Superman, un superheroe
valiente, todopoderoso y siempre victorioso pero cuando tenía contacto
con un elemento llamado kriptonita, era derrotado y llegaba su fin.
Todos tenemos nuestra propia kriptonita y el diablo bien sabe lo que es
porque está pendiente de cada paso que damos.  Como conoce nuestra
debilidad, el diablo puede anticipar nuestras caídas y nos coloca piedras
de tropiezo.  Roguemos al Espíritu Santo que nos revele nuestras
debilidades, nuestra kriptonita, preguntémosle a nuestro confesor o
nuestro guía espiritual.

LA CARNE.  El diablo nos tienta por fuera; ¡y la carne se revela por
dentro!  A raíz del Pecado Original sufrimos de una naturaleza caída que
santo Tomás de Aquino llama concupiscencia.
San Pablo también nos recuerda de la lucha interna entre la carne y el
espíritu que se desata dentro de nosotros.  El gran Apostol mismo
expresó esta lucha interna diciendo, ”no hago el bien que quiero, sino el
mal que no quiero.”  
Leemos en las Escrituras que en el huerto de los Olivos Jesús le dice a
los apóstoles: «Velad y orad, para que no caigáis en tentación; que el
espíritu está pronto, pero la carne es débil.»  La carne en si son los siete
pecados capitales — las tendencias desordenas, las inclinaciones hacia
el mal. Los pecados capitales son:  la gula, la pereza, la avaricia, la
lujuria, la ira, la envidia y la soberbia.  Si no vencemos estas tendencias,
nos esclavizarán.  Jesús nos dijo que el pecado es esclavitud.  Pero si las
vencemos con la gracia de Dios, experimentaremos la paz y libertad de
los hijos e hijas de Dios.

EL MUNDO.  De los tres enemigos del alma, el mundo es el más


insidioso, el más astuto y más peligroso.  
El mundo nos engaña a creer que la verdad y la felicidad duradera se
encuentran aquí en la tierra.  
Como si el mundo fuese el lugar ideal, el mundo perfecto, un utopia.
¡Pero Jesús promete lo opuesto!  En esta vida habrán pruebas y luchas,
incluso Jesús nos dice que seremos odiados y perseguidos y nuestros
propios familiares nos entregarán a la muerte.  
En el Evangelio de san Mateo capítulo 4, leemos que Jesús fue tentado,
el diablo le ofreció el mundo.  Nuestra Señora de Lourdes dijo a la
vidente santa Bernardita, que en este mundo no encontraría la
verdadera felicidad.  Somos peregrinos en camino a nuestra patria
celestial, el cielo es nuestro último destino y nuestro hogar.  Lo que el
mundo ofrece es falso.  Pero el mundo se nos pega como garrapata.  Eso
que el mundo ofrece se filtra en nuestra vida como humo, queramos o
no.  Nuestro caminar en el mundo es como caminar por un valle
polvoriento, la tierra sube y cae sobre nosotros sin que nos demos
cuenta.  Así es el mundo.  El mundo nos presenta con frecuencia valores
completamente contrarios al Evangelio, el mundo nos dice: ”¡Pásatela
bien!”  ”¡Solo se vive una vez!”  ”¡Lo bailado nadie me lo quita!”
”¡Come, bebe y pástatela bien que mañana moriremos!”  ”¡Es tiempo
de una cerveza Miller!”  ”¡Hay que darle un poco de su propia
medicina!”  ”No lo pienses dos veces ¡hazlo!”  

EL EXAMEN DIARIO BUSCANDO LA PRESENCIA DE DIOS (SEGÚN SAN


IGNACIO DE LOYOLA).  Es por eso que un examen de consciencia según
san Ignacio de Loyola es sumamente importante si en verdad queremos
ser victoriosos.  Con un examen diario podremos sacar al descubierto y
rechazar todo lo mundano que hemos acogido, para así seguir los
valores del Evangelio y ¡seguir a Nuestro Señor y Salvador Cristo Jesús!
Un examen detenido de nuestras acciones, nuestras motivaciones y
nuestras intenciones a la luz del Evangelio nos ayudará a seguir sobre el
camino recto.

¡ÁNIMO!  Hermanos en Cristo ¡ánimo!  Si Dios con nosotros, quién


contra nosotros.  El Señor es mi Pastor, nada me falta.  Jesús promete la
victoria: ”¡Ánimo, Yo he vencido al mundo!  Yo estaré con vosotros
siempre hasta el fin del mundo.”  ¡Luchemos lado a lado con Jesús,
María y San José que la victoria será nuestra!

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