En Qué Consiste La Somatización de Emociones
En Qué Consiste La Somatización de Emociones
En Qué Consiste La Somatización de Emociones
Nos realizan diferentes pruebas médicas pero no se llega a encontrar el origen identificable
de nuestro malestar, aunque el dolor o dolencia continúa e incluso interfiere en la vida de la
persona, tanto a nivel personal, como laboral o social. Aquí es entonces donde entraría
la somatización.
¿Somatizamos a través de las emociones?
Sabemos que nuestra infancia y cómo la vivimos será determinante en el desarrollo
posterior de nuestra conducta y personalidad e igualmente, las necesidades básicas no
atendidas o insatisfechas pueden ocasionar diferentes tipos de trastornos a posteriori.
Alice Miller, en “El cuerpo nunca miente”, hace un repaso por la biografía de personajes
conocidos, analizando los daños que recibieron en sus infancias y cómo reflejaron sus
cuerpos años después esas “dolencias emocionales” en distintas enfermedades.
Las emociones necesitan ser expresadas libremente, verbalizadas, de ninguna forma
escondidas en lo más profundo de nuestro yo, aunque en ocasiones sucede que no
encontramos respeto, comprensión o empatía al llevarlo a cabo y eso puede hacernos sentir
solos, perdidos, confusos o desamparados.
El profesor de Psicología y Neurociencia de la Universidad de Colorado Boulder, Tor D.
Wager, realizó un estudio en el que descubrió que las zonas cerebrales que se activan
cuando sufrimos un dolor físico son las mismas que cuando experimentamos un dolor
emocional: “Nuestro cerebro no sabe diferenciar entre un estado u otro, más bien le importa
la intensidad de lo vivido y el sufrimiento resultante”.
Parece ser que un estado de estrés continuado, largos periodos de ansiedad pronunciada
o problemas emocionales persistentes con una pobre gestión emocional, son la causa
que conlleva a la somatización.
En este sentido, si no gestionamos de una forma sana nuestras emociones, si no sabemos
ser resolutivos con nuestros propios conflictos emocionales y detenernos a tiempo para
trabajar y sanar dicho proceso, tendremos más probabilidad de enfermar.
Pondremos un ejemplo: Una persona que soporta en el trabajo un elevado nivel de estrés
continuo, sale del trabajo y continúa trabajando en casa sin descansar las horas necesarias,
etc., y cuando termina ese periodo de estrés para supuestamente disfrutar de sus vacaciones,
cae enferma.
Cuando la mente se relaja, el cuerpo reclama su atención y es entonces cuando “da la cara”
o muestras las consecuencias de nuestra previa mala gestión emocional. Es entonces
cuando comienzan a aparecer esas “muestras en nuestro cuerpo” que pueden darse en
diversas formas: dolores de cabeza, dolores de espalda, dolor de articulaciones, problemas
gastrointestinales (náuseas, ardor, diarrea, vómitos…), reacciones alérgicas, etc.
Entonces, ¿cómo hago para dejar de somatizar?
Afortunadamente, cada vez está más al alcance de nuestras manos el conocimiento sobre
cómo poder manejar de una forma saludable nuestras emociones y hoy en día disponemos
de todo un abanico de posibilidades para que dicha gestión pueda llevarse a cabo.
Cuando una emoción nos invade, como pueda ser sentir miedo en un momento dado,
sentirnos tristes por ciertas situaciones de nuestras vidas, o sentir ira, lo primero que
intentaremos por lo general, es reprimir esa emoción, puesto que hemos convivido durante
demasiado tiempo quizás con muchas de las que ahora son nuestras creencias limitantes,
como cuando nos decían: “No llores, llorar es de niñas”, “no confíes en nadie”, “no sé si
vas a ser capaz de hacerlo” y un largo etc.
Permitirnos sentir nuestras propias emociones puede resultar agotador si no somos capaces
de gestionar esa emoción, pero entonces no conseguiremos reconciliarnos con nuestro dolor
emocional para poder sanar aquello que está arraigado dentro de nosotros y que en su
momento, nos hizo daño, de forma consciente o inconsciente.
La emoción queda encapsulada y decidimos enterrarla en lugar de mirarla de frente, de
sacarla a pasear de nuestra mano o acompañarla y darla el espacio que se merece.
Que nuestro cuerpo deje de somatizar es difícil e incluso, ciertas personas son más
insistentes en empeñarse que existe una enfermedad subyacente cuando el médico no
encuentra el origen de la causa física de su dolor y se les hace complicado aceptar que
nuestra mente juega de igual forma un papel importante a la hora de somatizar.
El tratamiento farmacológico es necesario para ciertas dolencias pero es algo que alivia a
corto plazo; siempre se puede complementar con un profesional que nos ayude a
gestionar nuestras emociones de la forma más saludable.
Es importante que te preguntes a ti mismo cómo te sientes, qué necesitas, que puedas
hacerte un auto-chequeo emocional y observes cuál es la respuesta, quizás te sorprendas
sabiendo que es más sencillo de lo que imaginabas.
Reconoce y acepta lo que estás sintiendo en cada momento y observa en qué parte
del cuerpo se encuentra tu dolor.
Intenta mirar hacia atrás al pasado y recuerda en qué otros momentos te sentiste
de la misma forma.
Ponle palabras a lo que estás sintiendo. Te ayudará incluso a ponerle nombre a tu
emoción, por ejemplo, si estoy sintiendo miedo ahora, ponle un nombre, un color,
una forma… Conseguirás al menos darle el espacio que se merece.
Evita situaciones que te causen estrés o te hagan daño. Puedes practicar
relajación o meditación cuando comiences a sentirte angustiado o sobrepasado y tu
mente-cuerpo lo agradecerán.
Comparte con personas allegadas a ti aquello que estás sintiendo en ese momento.
Poder expresar lo que sientes te ayudará a sacar lo que llevas dentro.
Si en ese momento no te apetece hablar, puedes escribir en un papel cómo te
sientes, a qué te recuerda, con qué te conecta …
Recuerda que siempre es importante mantener una actitud positiva ante la vida, teniendo en
cuenta que la vida también está llena de dificultades y momentos duros. Detrás de cada
emoción, siempre se esconde un aprendizaje el cual quizás, aún no hayas sido capaz de
reconocer.