Lucrecio

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Lucrecio

Tito Lucrecio Caro (en latín, Titus Lucretius Carus; c.


99 a. C.-c. 55 a. C.) fue un poeta y filósofo romano,
autor de un único texto que se conozca: el poema
Lucrecio
didáctico De rerum natura (Sobre la naturaleza de las
cosas), que defiende la filosofía de Epicuro y la física
atomista de Demócrito y Leucipo.

De rerum natura tuvo una influencia considerable en


poetas romanos clásicos, en particular Virgilio, en la
Eneida y las Geórgicas y, en menor medida, en las
Bucólicas, y Horacio.1 Su obra se consideró
virtualmente desaparecida durante la Edad Media pero
fue redescubierta en 1417 en un monasterio alemán,
probablemente la Abadía de Fulda2 por Poggio
Bracciolini, y tuvo un papel importante en el desarrollo
del atomismo, ya que Lucrecio fue una gran influencia
para Pierre Gassendi3 y los esfuerzos de varias figuras
de la época de la Ilustración en construir un nuevo
humanismo cristiano.[cita requerida]

Información personal
Nombre nativo Titus Lucretius Carus
Índice
Nacimiento c. 99 a. C.
Biografía
De rerum natura Fallecimiento c. 55 a. C.
Eponimia
Causa de la
Véase también Desangrado
muerte
Referencias Religión Ateísmo
Bibliografía Familia
Enlaces externos Padres valor desconocido
valor desconocido
Cónyuge Lucilia
Biografía Información profesional
Ocupación Filósofo, poeta
No se dispone de mucha información fiable sobre la
vida de Lucrecio. Sus contemporáneos lo ignoran o Movimientos Atomismo, epicureísmo
callan su existencia; las excepciones son muy raras:
Cicerón le consagra una frase en una carta a su hermano Quinto el año 44 antes de Cristo: «El poema de
Lucrecio, como dices, testimonia a la vez mucho genio y mucho arte».4 Un pasaje del Chronicon de San
Jerónimo de Estridón, obra posterior en cuatro siglos, afirma que Cicerón fue editor de su poema, lo que no
cuadra con las críticas contra el epicureísmo que Cicerón formula en sus tratados.5 Ovidio escribe en su Los
amores: «Los poemas del sublime Lucrecio no perecerán más que en el día que el mundo entero será
destruido».6 Pero ellos no dicen nada sobre su vida. Tácito evoca su De rerum natura sin decir nada sobre su
autor. Bajo el Imperio, Lucrecio parece olvidado.
Sobre esta casi completa ausencia de testimonios biográficos (pese a las evidentes huellas que dejó en diversos
escritores importantes, incluido Virgilio), Henri Bergson propuso una explicación: «Es preciso creer que
después de la caída de la República, cuando la política de los emperadores refortaleció la religión pagana,
Lucrecio, adversario de toda religión, llegó a transformarse en un amigo peligroso, con el cual era prudente no
entretenerse demasiado».7

Solo dos textos del siglo IV, si bien muy posteriores, dan algunas indicaciones dudosas: Elio Donato escribió
en su Vida de Virgilio que Lucrecio murió el año en que Craso y Pompeyo fueron cónsules y en que Virgilio
tomó, a los diecisiete años, la toga viril.8 Pero esta afirmación es contradictoria: Virgilio cumplió sus 17 años
el año 53 y el segundo consulado común de Pompeyo y Craso data de 55. Por otra parte, el crédito concedido
a esta obra es muy débil.

En su Chronicon, Jerónimo de Estridón, más conocido como San Jerónimo, alumno de Donato, parece
concordar poco después con su maestro en los datos, tomados quizá de una obra biográfica sobre poetas
romanos de Suetonio que estuvo entre sus fuentes. Y añade unas informaciones que muchos juzgan bastante
inciertas en razón, sobre todo, de la hostilidad que mantenían los cristianos contra el epicureísmo. En el año 96
o 94, siguiendo los manuscritos, está escrito que: «Nació el poeta Tito Lucrecio. Se volvió loco por un filtro de
amor, y redactó en sus momentos de lucidez algunos libros que Cicerón corrigió después. Se dio la muerte en
su año cuadragésimo cuarto.9 »

La corta biografía de San Jerónimo y la citada carta de Cicerón dejan suponer que este último, a la muerte de
Lucrecio, adquirió el manuscrito inacabado del poema para ordenarlo y publicarlo. La información de San
Jerónimo tiene todo el aspecto de haber sido compuesta ad hoc para explicar la sombría visión que ofrece del
amor en su célebre poema y la tradición ha defendido que padecía algún tipo de enfermedad mental, que
podría ser o no de origen físico (como la epilepsia), tratando de desprestigiar así una visión de las cosas tan
atea, materialista y alejada de los dogmas de la fe cristiana e incluso de la pagana. Su tercer nombre, Caro, era
propio de las clases bajas, pero Lucrecio tenía una extensa cultura, que no era fácil de adquirir si uno no
pertenecía a una familia pudiente. Se ignora si era originario de la misma Roma o de alguna provincia, pero es
indudable que Lucrecio vivió en Roma y resulta evidente, por la franja de fechas en que se desarrolló su vida,
que debió asistir a las guerras civiles romanas, a las revueltas de Cayo Mario y Sila, a la conjuración de
Catilina y a la ascensión de Julio César. A ello alude en un famoso pasaje:

Es dulce, cuando sobre el vasto mar los vientos turban las aguas, observar desde tierra la gran
fatiga de otros, no porque complazca dulcemente su tormento, sino porque es dulce ver de cuáles
males tú mismo te has privado. Dulce es, asimismo, contemplar grandes batallas de guerra
erizada en la llanura sin que tú formes parte del peligro; pero nada hay más placentero que estar
solo en los alturas de la serenidad, bien fortificado por la doctrina de los sabios, desde donde
puedes resguardarte de la soberbia de los demás y verlos errar, aquí y allá, merodeando perdidos
el camino de la vida, faltos de ingenio, rivalizando en nobleza de sangre y esforzándose noche y
día con afán incesante para recabar una riqueza grande y asumir el poder. ¡Oh mentes miserables
de los hombres! ¡Oh pechos ciegos! ¡En qué tinieblas de vida y tras cuántos grandes peligros
transcurre esta vida, cualquiera que sea!.10

En cuanto al suicidio, el traductor francés del poema Alfred Ernout escribió: « La locura, el suicidio hubieron
debido ser unos castigos inventados por la imaginación popular para vejar al impío que rehusaba tanto creer en
la supervivencia del alma y en el influjo de los dioses como en el poder de los clérigos.11 » Incluso Bergson:
«Esta sombría historia tiene toda la apariencia de una novela. En tiempos antiguos, la imaginación popular se
complacía en castigar así al ateo, con esta vida, por los dioses que había injuriado.»

Otros autores (Pierre Boyancé,12 el doctor Benjamin-Joseph Logre,13 André Comte-Sponville,14 Paul
Nizan15 ) consideran plausible la hipótesis del suicidio en razón del clima de angustia o de melancolía que
domina la obra: «El sentido extraordinario de angustia que domina el De rerum natura revela también un
hombre capaz de llevar hasta la muerte voluntaria el deseo de escapar a la angustia16 » dice Paul Nizan.
Fiel en todo a su doctrina, escribe Benjamin-Constant Martha,17 Lucrecio habrá puesto en práctica uno de los
más importantes preceptos de Epicuro: «Esconde tu vida».

De rerum natura
Lucrecio es autor de un largo poema didáctico, Dē rērum natūra
(Sobre la naturaleza de las cosas), en algo más de 7.400 hexámetros
distribuidos en seis libros, acaso la mayor obra de la poesía de Roma,
dedicado al noble Gayo Memio. En este poema, perteneciente al
género del peri physeos, se divulgan la filosofía y la física atomistas
que había tomado Epicuro de Demócrito. El único texto que
poseemos del poema se ha transmitido gracias a Cicerón, quien
preparó su edición a la muerte del poeta. Posteriormente subsistieron
solo dos códices del mismo ejemplar original de su gran poema, uno
clásico encontrado en York, actualmente en la Universidad de Leiden,
y otro, de más fácil lectura, encontrado en 1417 por el gran
perseguidor de manuscritos, humanista, notario y secretario apostólico
Poggio Bracciolini en un monasterio alemán, probablemente Fulda,
del que pronto se hicieron numerosas copias.

El poema se inicia con un himno a la diosa Venus generatriz, mientras


que termina con una descripción de la destructora peste de Atenas, Última página de la transcripción de
contraste que tal vez fue buscado por Cicerón cuando ordenó el texto De rerum natura de Lucrecio por el
en seis libros y editó el poema. humanista Niccolò Niccoli.

El primero contiene la citada invocación a Venus como fuerza


germinadora de la naturaleza y trata además de cómo todo está compuesto de átomos y de vacío. El libro
segundo trata del movimiento y agrupaciones de los átomos. El tercero versa sobre el alma, que es mortal. El
cuarto sobre la teoría de la sensación, el quinto diserta sobre el mundo y el sexto sobre diversos fenómenos
atmosféricos y las enfermedades, terminando con el ya citado sombrío panorama de los estragos de la peste en
Atenas, en deliberado contraste con el inicio.

Lucrecio pretende dar explicaciones racionales y naturalistas de los fenómenos que se dan en el universo, pero
nunca de forma dogmática. Cuando se da con un hecho problemático, hay que acogerse al principio de las
causas múltiples: la posibilidad de explicarlo de diversas maneras y no de una sola. Lo importante, más que
dar con la respuesta verdadera, es no dar lugar a una atribución de los sucesos a los dioses, excluyendo así
cualquier tipo de propósito o finalidad en la naturaleza.18

Los análisis a la obra de poetas posteriores demuestran que le habían estudiado a fondo. A él alude Virgilio
cuando escribe:

Felix qui potuit rerum cognoscere causas

atque metus omnes, et inexorablile fatum

subiecit pedibus, strepitumque Acherontis avari!


Geórgicas, lib. II.

Utiliza comparaciones para aliviar la árida materia abstracta de la obra, mezclando, con una imagen que más
tarde tomará Horacio, "lo útil con lo dulce de la misma manera que un médico mezcla dulce miel en las agrias
medicinas que administra". Es citado por Giordano Bruno en De l'infinito, universo e mondi (1584) y en otras
de sus obras para ilustrar las ideas acerca de la pluralidad de los mundos y la homogeneidad de la materia
terrestre y celestial, tratados en el Libro I por Lucrecio.19 También es citado en numerosas ocasiones por
Montaigne a lo largo de sus Ensayos (1595). Pierre Gassendi lo prosifica y comenta en su Syntagma (1658),
obra leída por Newton y Boyle. Las ideas lucrecianas fueron apreciadas durante la Ilustración, pero el poema
siguió influyendo en los autores románticos, siendo admirado por Shelley, Swinburne, Tennyson o Victor
Hugo, y considerado por Leopardi la prima voce de la edad latina. Ya en el siglo XX reivindican y divulgan a
Lucrecio Henri Bergson, André Gide o George Santayana, entre otros.20

La obra de Lucrecio, materialista e irreligiosa, fue traducida por el afrancesado y revolucionario jacobino
español José Marchena a principios del siglo XIX en endecasílabo blanco con la intención de combatir el
catolicismo de sus compatriotas. También es importante, por sus méritos filológicos y por sus caudalosas notas,
la versión bilingüe del humanista inglés John Mason Good, (Londres, 1805, 2 vols.) y, por fin, la edición
filológicamente impecable de Carl Lachmann (Berlín, 1850).

La intención de Lucrecio, como ya señaló Virgilio, es liberar al hombre del miedo a los dioses y a la muerte,
causas, según él, de la infelicidad humana. ("Está bien ver al navegante lejano luchar contra la borrasca y
naufragar, no porque nos alegremos del mal ajeno, sino porque es bueno hallarse libre de tormentos"). El texto
pertenece al género del perifíseos griego, poemas o textos de filósofos presocráticos que intentaban explicar el
origen del mundo. Representa el cosmos como un conjunto fortuito de átomos que se mueven en el vacío
("Ninguna cosa nace de la nada", verso 211; "De la nada, nada puede hacerse", verso 219; "Nada puede a la
nada reducirse / ni alguna cosa hacerse de la nada", versos 1071 y 1072). El alma es material y no sobrevive al
cuerpo. Los fenómenos tienen todos causa natural. Si existen los dioses, estos no intervienen en los asuntos de
los mortales. La triste visión del amor humano que ofrece ha intrigado a los especialistas.

Martin Ferguson Smith en la introducción de su traducción del poema de 1969 comentó que es "uno de las
mejores poemas del mundo no solo por su valor artístico sino porque está también lleno de pasión y fervor y
emoción: el poeta... pone todo su corazón y su alma a la vez que su poder intelectual en su escritura, y eso es
principalmente el porqué la obra nos sigue llamando la atención y todavía palpita vida y emoción".21

Eponimia
El cráter lunar Lucretius lleva este nombre en su memoria.22
El asteroide (6240) Lucretius Carus también conmemora su nombre.

Véase también
Ataraxia
Autarquía
Epicureísmo
Ética de la reciprocidad
Ética epicúrea
Existencialismo ateo

Referencias
3. Fisher, Saul (2009). «Pierre Gassendi» (htt
1. Reckford, K. J. Some studies in Horace's
p://plato.stanford.edu/archives/win2009/entri
odes on love es/gassendi/). Stanford Encyclopedia of
2. Greenblatt, Stephen (2009). The Swerve. Philosophy.
New York: WW. Norton and Company. 4. Cicerón, Ad Quintum Fratrem, II, 9, 3.
página 44
5. Pierre Grimal, Cicéron, Fayard, 1986, p. 271
6. Los amores, (I, 15) 12. Pierre Boyancé, Lucrèce et l'épicurisme,
7. Henri Bergson, Extraits de Lucrèce, Paris, PUF, 1963
Delagrave, 1884. 13. Benjamin-Joseph Logre, L'Anxiété de
8. «(Vergilius) initia aetatis Cremonae egit Lucrèce, Paris, Janin, 1946
usque ad virilem togam, quam decimo 14. André Comte-Sponville, Le Miel et
septimo anno natali suo accepit isdem illis l'absinthe, Hermann, 2008
consulibus (Pompeo et Grasso), iterum, 15. Paul Nizan, Les Matérialistes de l'Antiquité,
quibus erat natus evenitque ut eo ipso die Maspero, 1971
Lucretius poeta decederet», Donat., Vita
16. Paul Nizan, Les Matérialistes de l'Antiquité,
Vergilii, 6. Maspero, 1971, p. 36
9. «T. Lucretius poeta nascitur. Postea amatorio 17. Le Poème de Lucrèce, Hachette, 1896.
poculo in furorem versus, cum aliquot libros
per intervalla insaniae conscripsisset, quos 18. Lucrecio (2003). «Introducción, por
postea Cicero emendavit, propria se manu Francisco Socas». La naturaleza. Editorial
interfecit anno aetatis quadragesimo Gredos. pp. 36-37. ISBN 84-249-2683-8.
quarto ». Chron., [96] 94 a.C.) 19. Yates, F. A. (1983). Giordano Bruno y la
10. Lucrecio, De rerum natura, II, 1-30: Suave, tradición hermética. Ariel. p. 284.
mari magno turbantibus aequora ventis / E 20. Lucrecio (2003). «Introducción, por
terra magnum alterius spectare laborem; / Francisco Socas». La naturaleza. Editorial
Non quia vexari quemquamst iucunda Gredos. pp. 70-83. ISBN 84-249-2683-8.
voluptas, / Sed quibus ipse malis careas 21. Bassham, Gregory ( 1959-) (cop. 2018). El
quia cernere suavest. / Suave etiam belli libro de la filosofía : de los Vedas a los
certamina magna tueri / Per campos nuevos ateos, 250 hitos en la historia del
instructa tua sine parte pericli; / Sed nihil pensamiento (https://www.worldcat.org/oclc/
dulcius est, bene quam munita tenere / Edita 1123026787). Librero. p. 100. ISBN 978-90-
doctrina sapientum templa serena, / 8998-945-1. OCLC 1123026787 (https://www.worldcat.
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labore / Ad summas emergere opes Nomenclature (en inglés). Flagstaff: USGS
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mentes, o pectora caeca! / Qualibus in OCLC 44396779 (https://www.worldcat.org/oclc/443967
tenebris vitae quantisque periclis / Degitur 79).
hoc aevi quod cumquest!
11. A. Ernoult, De rerum natura, Les Belles
Lettres, reed. de 1968, p. XI.

Bibliografía
Lucrecio (1892). Naturaleza de las cosas: Versión en prosa del poema «De rerum natura»
(Manuel Rodríguez-Navas, trad.) (http://www.gutenberg.org/ebooks/62711). Madrid: Imprenta
de Agustín Avrial.
Lucrecio (1962 - reimpresión 1983). De la Naturaleza. Edición bilingüe, texto revisado y
traducido por Eduardo Valentí. C.S.I.C. Madrid.
Lucrecio (1983). De la naturaleza de las cosas. Introducción de Agustín García Calvo,
traducción en endecasílabos del Abate Marchena. Editorial Cátedra. Madrid.
Lucrecio (1988). De rerum natura. Edición bilingüe. Traducción de Lisandro Alvarado y estudio
preliminar de Ángel Cappelletti. Universidad Simón Bolívar. Caracas (Venezuela).
Lucrecio (1997). De rerum natura. De la Realidad. Edición crítica del texto latino y versión
rítmica de Agustín García Calvo. Editorial Lucina. Zamora.
Lucrecio (2003). La naturaleza. Editorial Gredos. Madrid. ISBN 978-84-249-2683-0.
Lucrecio (2012). De rerum natura. De la naturaleza. Prefacio Stephen Greenblatt. Traducción,
prólogo y notas Eduard Valentí Fiol. Editorial Acantilado. Barcelona. ISBN 978-84-15689-17-1.

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