Paracelso - Reflexiones

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Reflexiones de Paracelso

Seleccionadas por Enrique Eskenazi


Sobre su personalidad

Nada está en mí, sino en lo mejor de lo que es capaz la medicina, en lo


mejor que hay en la Naturaleza, en lo mejor que la naturaleza de la tierra
sabe dar fielmente a los enfermos. Por eso no parto de mí, sino de la
Naturaleza, de lo que también yo he salido (Escritos de Nuremberg
1527)

Soy Teofrasto, y más que aquellos que se me comparan; soy yo y soy


monarcha medicorum además, y puedo demostraros lo que vosotros no
podéis demostrar. Que Lutero se ocupe de sus asuntos, y yo me ocuparé
de los míos y le sobrepujaré en lo que me corresponda, además los
Arcana me elevan... no ha sido el cielo el que me ha hecho médico; Dios
me ha hecho.... No puedo oponeros armadura alguna, coraza alguna;
como no sois ni tan eruditos ni experimentados que podáis enseñarme ni
la menor letra, protegeré mi brillo de las moscas, igual que mi
monarquía... No protegeré mi monarquía con cataplasmas sino con
arcanos, ni con lo que coja de la farmacia, que no es más que polvo para
sopa y no se saca de ello más que polvo para sopa, pero vosotros,
guardaos con vuestros placeres y compras. ¿Cuánto tiempo creéis que
perdurarán?... Os digo que el pelo de mi nuca sabe más que vosotros y
todos vuestros escribientes, y los cordones de mis zapatos son más
eruditos que vuestros Galeno y Avicena, y mi barba ha visto más que
todas vuestras universidades... (Escritos de Nuremberg 1527)

Esto prometo: ejercer mi medicina y no apartarme de ella mientras Dios


me consienta ejercerla, y refutar todas las falsas medicinas y doctrinas.
Después, amar a los enfermos, a cada uno de ellos más que si de mi
propio cuerpo se tratara. No cerrar los ojos, y orientarme por ellos, ni dar
medicamentos sin comprenderlo ni aceptar dinero sin ganarlo. No
confiarme en ningún boticario ni entregar ningún niño a la violencia. No
llorar, sino saber... (Escritos años 1537/41)
 
Sobre la medicina

Pero como en la Medicina se ha mezclado tan inútil población, que no


contempla ni busca más que su propio beneficio, ¿cómo puede ocurrir o
seguirse que yo los invite al amor? Por mi parte me avergüenzo de la
medicina prestigiosa, que ha caído en tal estafa (Escritos 1537/41)

El médico no es más que el servidor de la Naturaleza, y no su dueño. Por


eso corresponde a la Medicina seguir la voluntad de la Naturaleza (Tres
libros de cirugía, 1528)

El médico procede de la Naturaleza, ella le hace; sólo aquel que obtiene


su experiencia de la Naturaleza es un médico, y no aquel que con la
cabeza y con ideas elaboradas escribe, habla y obra en contra de la
Naturaleza y de sus peculiaridades (Tres libros de cirugía, 1528)

En una planta hay más virtud y energía que en todos los gruesos libros
que se leen en las universidades, a los que no ha sido concedida larga
vida (De las cosas naturales, 1526)

Es necesario que todo médico posea rica experiencia, y no sólo de lo que


viene en los libros, sino que los enfermos han de ser su libro, ellos no le
extraviarán... y no será engañado por ellos. Sin embargo, aquel que se
conforma con meras letras es igual que un muerto, y también como
médico está por así decirlo muerto. Entonces, como hombre y como
médico mata a los enfermos. Ni siquiera un mataperros puede aprender a
desollar en los libros sino tan sólo en la experiencia. Tanto más se
aplicará esto al médico (Opus Paramirum)

La Medicina descansa sobre cuatro columnas: la Filosofía, la


Astronomía, la Alquimia y la Ética. La primera columna debe
comprender filosóficamente la tierra y el agua; la segunda debe aportar
el pleno conocimiento de lo que es de naturaleza ígnea y aérea; la tercera
debería explicar sin falta las propiedades de los cuatro elementos -es
decir, de todo el Cosmos- e iniciar en el arte de su elaboración, y
finalmente la cuarta debería mostrar al médico aquellas virtudes que han
de acompañarle hasta su muerte y deben apoyar y completar las otras
tres columnas. (Liber Paragranum)

Así pues, el que la Medicina y los médicos sean obra de Dios explica
porqué una y otros han sido creados del fuego y en el fuego. El médico
por otra parte existe no por sí mismo, sino por la medicina; razón por la
cual resulta necesario que se someta al examen de la naturaleza del
mundo y de todo cuanto ella contiene. En semejantes condiciones todo
cuanto aprenda de la naturaleza debe confiarlo a su sabiduría, sin
pretender al contrario interpretar la naturaleza desde las especulaciones
de su inteligencia (Opus Paramirum Libro I cap. 1)

El arte de la Medicina echa sus raíces en el corazón. Si tu corazón es


falso, también tu medicina lo será; si tu corazón es recto, también lo será
el médico que haya en tí. (Liber Paragranum)

Lo cierto es que en el mismo lugar de la tierra donde existe un veneno


mortal, existe también un exacto contraveneno y que del mismo modo
que se engendran las enfermedades se produce la salud. Lo lamentable es
que haya tan pocos médicos que se interesen por estas cuestiones y las
estudien como se merecen. Y que la mayoría se anulen en la simple
profesión de contempladores de orinas. Sus sórdidas y culinarias
ganancias bastan a esos tales para colmarlos de satisfacción y para
persuadirlos de vivir en sus casas, contentos de no hacer nada, ya que
sólo ejercen la Medicina para acumular el dinero que con tanta
liberalidad les procura el examen de las orinas. ¿Para qué han de
complicarse la vida con trabajos más penosos? (Opus Paramirum)

La Naturaleza posee, en efecto, una industria cierta para su propia


curación que el médico ignora, por lo que su papel queda reducido al de
simple protector o defensor de la Naturaleza" (Opus Paramirum)

Así podéis juzgar, según este principio, cómo en todas las enfermedades
hay una ciencia en el médico y otra en la naturaleza del Microcosmos.
Ello quiere decir que entre el hombre y las cosas externas hay siempre
un cierto acuerdo o similitud que hace que se convengan y ayuden entre
sí, y que sólo cuando el hombre ha percibido, admitido y conocido la
naturaleza de las cosas, puede llegar a poseer verdaderamente el
conocimiento de la anatomía. Pues siendo el Limbo la totalidad del
Mundo (Universus-Mundus) y estando el hombre formado en él, se
puede establecer que todo debe acordarse con lo que le es semejante.
(Opus Paramirum)

Cada miembro externo (macrocósmico) sea la mejor medicina para su


correlativo miembro interno y así sucesivamente unos para otros en el
mismo orden, pues no cabe duda que en el Gran Mundo están todas las
proporciones humanas, divisiones, partes y miembros, así como el
hombre en su totalidad (Opus Paramirum)

El poder del astro es siempre superior al poder del médico (Libro de las
Entidades)

Sólo la causa celeste puede determinar estos movimientos. Por eso es


pura fantasía la de esos médicos que no toman el cielo en consideración,
atribuyendo todo al Microcosmos y envolviéndose más y más en el error
(Opus Paramirum, Libro II, cap.1)

El hombre debe aprender toda su sabiduría del gran Mundo o


Macrocosmos, y no de un solo organismo o Microcosmos. Todo médico
se hace, pues, en esta concordancia; el conocimiento del Mundo y, en él
y por él, el conocimiento del hombre, Lo cual no constituye dos cosas
sino una, que ha de ser finalmente complementada por la experiencia.
(Opus Paramirum, Libro I, cap. 1)

Pues por más que la percepción de las apariencias exteriores esté al


alcance de todos, corresponde a los médicos esa especial visión interior
(contuitio) por la cual nos es dado el secreto de las cosas (Opus
Paramirum, Libro 1, cap.2)

 
Visible e invisible, mitad del cielo.

La maquinaria del universo se divide en dos partes, un cuerpo visible y


un cuerpo invisible. Lo visible y tangible es el cuerpo del universo, que
consta de tres principios, Azufre, Mercurio y Sal. Este es el cuerpo
elemental del universo, y los mismos elementos son ese cuerpo. El
cuerpo que no es tangible, sino impalpable e invisible, el cielo sideral o
firmamento. El firmamento que vemos es corpóreo, visible y material.
Este, empero, no es el firmamento mismo, sino su cuerpo. Nadie ha visto
nunca al firmamento, sino sólo su cuerpo, así como el alma del hombre
no es visible. El universo entero está así dividido en dos partes, en
cuerpo y firmamento. Además, el firmamento consiste de dos partes.
Una es el cielo entre las estrellas; el otro en el globo de la tierra. De aquí
que el firmamento se compone de dos esencias. Una es peculiar al
firmamento del cielo, y la otra es peculiar al elemento de este globo y
esfera. El firmamento del globo o esfera es de naturaleza tal que a partir
suyo nace todo los que el cuerpo de la tierra o los elementos
proporcionan. Así, del fundamento del firmamento del globo brotan los
frutos, lo que no podría realizarse sin el firmamento. Y lo mismo con
todas las cosas que se producen desde el suelo. El otro firmamento tiene
su especial operación en el cielo, esto es, se relaciona solamente con el
hombre. Ahora, aunque ambos sistemas estelares, el superior y el
inferior, están vinculados, conjuntos, unidos, y van el uno con el otro,
hay sin embargo esta diferencia, que las estrellas superiores gobiernan
los sentidos superiores, y que las inferiores gobiernan las cosas que
crecen; esto es, el sistema superior ordena el intelecto animal, y el
inferior aquellas cosas que crecen, brotando de la esfera misma.
(Astrología Magna)

El hombre está dividido en sí mismo; efectivamente, en el cuerpo del


globo y el cuerpo de los sentidos, esto es, en un cuerpo visible, palpable,
y un cuerpo invisible e impalpable; o, en otras palabras, en un cuerpo
elemental de los tres principios, Sal, Azufre y Mercurio, y un cuerpo
estelar. Por lo que se refiere al cuerpo del hombre, es meramente carne y
sangre. Aquello que es impalpable en el, se llama espíritu. Así el hombre
está formado de carne, sangre y espíritu. Además, la carne y la sangre no
son el hombre, sino el espíritu que existe en sí mismo. El espíritu del
hombre es sabiduría, sentido e intelecto; y esto son el hombre. El cuerpo
es meramente materia bruta. El espíritu está sujeto a as estrellas, y el
cuerpo está sujeto al espíritu. Así, el astro gobierna al hombre en su
espíritu, y el espíritu gobierna al cuerpo en la carne y la sangre. Ese
espíritu, empero, es mortal, puesto que no es el alma. El alma es
sobrenatural, y aquí no hablo de eso sino de lo que, siendo creado en
Adán, se atrinchera en la Naturaleza, es decir, carne, sangre y este
espíritu. (Astronomía Magna)

Al igual que los elementos celestes, también el hombre tiene una


constelación y un firmamento (Libro de las Entidades)

Las cosas no están en los objetos para experimentar solamente lo que


concierne al cuerpo visible, pues éste no es sino una parte del cuerpo
total del hombre. (Opus Paramirum)

Sabed que nuestro mundo y todo lo que vemos y podemos tocar en


nuestro entorno no son más que la mitad del Cosmos. Aquel mundo que
no vemos es igual al nuestro en peso y medida, en esencia y condición.
De donde se sigue que también hay otra mitad del hombre que actúa en
ese mundo invisible. Cuando sabemos de la existencia de ambos
mundos, entendemos que sólo las dos mitades forman un hombre
completo; porque son por así decirlo como dos hombres unidos en un
cuerpo (Opus Paramirum)

Antes que nada, el médico tiene que saber que debe entender al hombre
en esa otra mitad que concierne a la astronomicam philosophiam, y que
ha de transferir el hombre a ella y transferir los cielos al hombre. De otro
no podrá curar a los hombres, los cielos retienen dentro de su esfera la
mitad de todos los cuerpos y los males. ¿Quién puede ser un médico y no
conocer las enfermedades de otra mitad?... ¿Qué es un médico que no
sea experto en cosmografía? Es un tema en el que debiera estar
especialmente versado... puesto que todo conocimiento se origina en la
cosmografía, y sin él nada ocurre" (Liber Paragranum)

Observad que el cuerpo se nutre exclusivamente a través de esos cuatro


miembros, y que todo lo demás son planetas que no necesitan
alimentarse, al igual que el resto del firmamento. O sea, que el cuerpo es
doble: planetario y terrestre. Y que el hombre se compone de esas dos
criaturas: el conjunto de cosas nutritivas y el conjunto de cosas que
necesitan ser alimentadas. (Libro de las Entidades)

Sólo vemos, normalmente, al hombre y a las criaturas por la mitad (Opus


Paramirum, Libro V, prefacio)

Cuando nos hallemos ante enfermedades cuyo origen no nos sea posible
conocer por medio del cuerpo visible, debemos encender la luz que nos
permita hablar, pues si no, las obras que esas enfermedades representan
nos exhortarán a callar, por más que esto nos parezca en todo caso un
tanto incomprensible. Si nos guiamos por esa luz podremos reconocer
que ésa otra mitad invisible del hombre existe realmente y que su cuerpo
no es sólo carne y sangre, sino una cosa demasiado brillante para
nuestros groseros ojos. En esa parte están pues las enfermedades
invisibles de todas las enfermedades (Opus Paramirum, Libro V,
prefacio, 309)

Por eso nos conviene buscar siempre la causa por la que cada obra ha
sido hecha tal cual es y por eso, si su razón visible no nos convence,
debemos buscar inmediatamente la invisible. Lo invisible puede así
hacerse visible igual que lo que no posee esa propiedad, siempre que esté
presente su propia luz y sepamos buscarlo bajo su resplandor. Esas
enfermedades están escondidas en las grandes iniciales (Versahlen) y
pueden subsistir en nosotros como enfermedades espirituales... En el
caso de las enfermedades, el espíritu es visible a su luz, por cuanto
constituye la mitad del hombre. (Opus Paramirum, Libro V, Prefacio)

En definitiva: sabed que la Fe puede producir todo cuanto el cuerpo


produce, incluso la misma muerte, tan bien como con un disparo de
arcabuz. Válgaos pues este ejemplo como enseñanza y aprended por él
que sois desde luego visibles y corporales, pero además y al mismo
tiempo no lo sois, y que todo cuanto hace nuestro cuerpo visible lo hace
también invisible (Opus Paramirum, Libro V, cap. 3)
Recordad ahora que hay algo en nuestro organismo que no necesita de
los alimentos exteriores y que llamamos el firmamento del cuerpo, ya
que de la misma manera que el cielo vive en su firmamento sin necesitar
alimento alguno, así también el firmamento corporal se nutre por sí
mismo (se habet) (Libro de las Entidades)

El hombre es hijo de dos padres; el uno es la "tierra", el otro el "cielo"...


De la tierra recibe el cuerpo material, del "cielo" su índole. Así aquélla
conforma su figura, y el cielo le regala la "luz de la Naturaleza". Todo
hombre refleja la índole de su padre; puede hacer aquello que es innato.
Y se ha dado poder a los hijos para disponer sobre la herencia de sus
padres (Opus Paramirum)

La estructura del mundo está hecha de dos partes; de una parte


aprehensible y sensible y de otra invisible e insensible. La parte
aprehensible es el cuerpo, la invisible el "astro". La aprehensible a su vez
está compuesta de tres partes: azufre, mercurio y sal; la invisible consiste
también en tres: ánimo, sabiduría y arte. Ambas partes juntas constituyen
la vida (Astronomia Magna: Wie jetzo gemelt is das Machina Mundi
fabricirt ist in zwei theil: in einem greiflichen unnd empfindlichen; Der
ander Theil ungreifbaren und unempfinddlichen. Der Greiflich ist der
Leib, der unsichtbar das Gestirn. Das greisslich: ist gesetzt auss dreien
Stücken, auss Sulhure, Mercurio und Sale; der ungreiflich ist auch in
drey gesetzt, in das Gemüth, Weisheit und Kunst und sie beide seind
gesezt in das Leben... Unnd alles vom Gestirn... Aber di Bildniss Gottes
nicht)

Aún cuando sea hijo de Saturno, y Saturno haya ensombrecido su


nacimiento, el hombre puede dominar a Saturno y convertirse en hijo del
Sol (Astronomia Magna)

Porque como por fuera, así por dentro; lo que no está fuera, tampoco está
dentro del hombre. Lo exterior y lo interior son UNA sola cosa, UNA
constelación, UNA influencia, UNA concordancia, UNA duración... UN
fruto. (Liber Paragranum)

El cielo es el hombre y el hombre el cielo, y todos los hombres juntos


son el cielo, y el cielo no es más que un hombre. Hay que saber eso para
entender por qué las cosas son así en un lugar y en otro de otro modo,
por qué aquí hay un nuevo, allá un viejo y en todas partes tantas cosas
distintas. Pero todo esto no se ve en el cielo, sino en la distribución de
las fuerzas actuantes en él... Nosotros los hombres tenemos un cielo y
éste también está en cada uno de nosotros en toda su plenitud, indiviso y
correspondiente a la naturaleza de cada cual. Por eso cada vida humana
sigue su propio curso, por eso fallecimiento, muerte y enfermedad están
desigualmente repartidas, según la acción de cada cielo. Porque si el
mismo cielo estuviera en todos nosotros, todos los hombres tendrían que
estar enfermos al mismo tiempo y sanos al mismo tiempo. No obstante
no es así, porque la unidad del Gran Cielo se disolvió en nuestra
multiplicidad en los instantes del parto. En cuanto un hijo es concebido,
recibe su propio cielo. Si todos los niños fueran dados a luz en el mismo
instante, todos llevarían el mismo cielo en sí, y su vida seguiría el mismo
curso. Así pues, según como se encuentre la bóveda estelar, así se
inculcará el "cielo interior" del hombre. ¡Un milagro sin igual!
(Astronomia Magna)

Qué maravillosamente ha sido creado y configurado el hombre, cuando


se penetra en su verdadero ser... y es una grandeza -pensad en esto- que
no haya nada en el cielo ni en la tierra que no se encuentre también en el
hombre... En él está Dios, que también está en el cielo, y todas las
fuerzas del cielo se reflejan también en el hombre. ¿En qué otro sitio
puede hallarse el cielo si no es en el hombre? Dado que actúa desde
nosotros, sin duda tiene que estar también en nosotros. Por eso conoce
nuestro ruego antes de que lo formulemos, porque está más cercano a
nuestro corazón que a nuestra palabra... Dios ha construido su cielo en el
hombre, hermoso y grande, noble y bueno; porque Dios está en su cielo,
es decir, en el hombre. Él mismo dice que Él está en nosotros y nosotros
somos su templo (Opus Paramirum)

Igual que el firmamento con todas sus constelaciones forma un todo en sí


mismo, así también el hombre es en sí un firmamento poderoso y libre. E
igual que el firmamento descansa en sí mismo y no es regido por
ninguna criatura, tampoco el firmamento del hombre es regido por otras
criaturas, sino que es por sí, solo y sin atadura de ninguna clase. Porque
hay dos clases de lo creado: cielo y tierra son una, el hombre la otra...
Todo lo que la ciencia astronómica ha averiguado profunda y
ponderadamente mediante la contemplación de los aspectos y de las
estrellas... puede ser para vosotros una enseñanza y una ciencia para el
"firmamento corporal" (Escritos más tempranos, alrededor de 1520)

Así como el cielo existe según sus atributos, por él y para él mismo, así
el hombre aparece en su interior constelado de astros. Y al igual que el
firmamento, que está en el cielo en su propio poder (pro se), libre de toda
dependencia, el firmamento del hombre está en él libre también de toda
obediencia, poderoso e independiente de las influencias de todas las
criaturas. De lo cual debéis concluir que hay en verdad dos clases de
seres: una, el cielo y la tierra (Macrocosmos) y otra, el hombre
(Microcosmos) (Libro de las Entidades)

Tan grande como la diferencia entre los dos cuerpos -el visible y el
invisible, el material y el etéreo- en forma y figura es la que distingue su
esencia entre sí... Son como un matrimonio, que es uno en la carne, pero
doble en esencia... Y como esto es así, en el hombre habita una
contradicción... A saber, que el astro en él tiene otra índole, otro ánimo,
otra intención que los elementos inferiores; y por otra parte estos
elementos tienen a su vez otra sabiduría y otra índole que el astro del
hombre. De ello se sigue que sean contrapuestos entre sí. Por ejemplo; el
cuerpo elemental, material, quiere exuberancia, concupiscencia; el astro,
en cambio, estudiar, aprender, practicar las artes, etc. De ahí surge una
contradicción en el hombre mismo. El cuerpo visible, material, quiere lo
uno, el invisible, etéreo, lo otro, y ninguno quiere lo mismo. Por eso cada
uno de estos cuerpos vive el impulso de superar lo que le ha sido dado, y
ninguno quiere mantenerse en el centro y actuar con medida. Ambos
quieren desbordar sus límites y el uno quiere desplazar al otro; así surge
la enemistad entre ellos. Porque todo lo que supera su medida trae la
perdición (Astronomia Magna)

En la Naturaleza hallamos una luz que nos ilumina como no pueden


hacerlo el Sol y la Luna. Porque está hecha de tal modo que sólo a
medias vemos a los hombres y a todas las demás criaturas, y por eso
tenemos que seguir investigando... No debemos ahogarnos en nuestra
labor diaria, porque quien busca... encuentra... Y si seguimos la luz de la
Naturaleza resultará que también está ahí la otra mitad del hombre, y que
el hombre no está hecho tan sólo de carne y sangre... sino también de un
cuerpo invisible para nuestro burdo ojo. (Opus Paramirum)

La Luna emite una luz, pero a ella no se advierten los colores; pero en
cuanto se alza el Sol es posible distinguirlos a todos entre sí. Así pues, la
Naturaleza tiene una luz que brilla como el Sol; e igual que la luz del Sol
respecto a la de la Luna, así la luz de la Naturaleza brilla más allá de la
fuerza de los ojos. A su luz se hace visible lo invisible; por ello, tened
siempre presente que una luz eclipsa a la otra (Opus Paramirum)

Como el Sol puede brillar a través de un cristal y el fuego irradia calor


de las estufas, aunque no atraviesen ambos cuerpos, así el cuerpo
humano puede hacer que su fuerza actúe a lo lejos y seguir quieto en su
sitio, como el Sol que brilla a través del cristal y sin embargo no lo
atraviesa. Por eso no se puede atribuir nada al cuerpo mismo, sino sólo a
las fuerzas que brotan de él, igual que el olor del almizcle, aunque su
cuerpo pueda estar quieto. (Opus Paramirum)

Los pensamientos son libres y nada los domina. En ellos reposa la


libertad del hombre, y ellos aventajan la luz de la Naturaleza. Porque de
los pensamientos nace una fuerza creadora que no es elemental ni
sideral... Los pensamientos crean un nuevo cielo, un nuevo firmamento,
una nueva fuente de energía (Kraft) de la que fluyen nuevas artes... Si
uno se propone crear algo, crea por así decirlo un nuevo cielo, y del
mismo afluye a él la obra que quiere crear... Porque tan poderoso es el
hombre, que es más que cielo y tierra. (Astronomia Magna)

Sabed que hay dos filósofos, los filósofos del cielo y los de la tierra. Y
del mismo modo cada esfera es sólo una cara del médico, y cada uno por
sí no es aún un médico completo. El que tiene el conocimiento de las
esferas inferiores es un filósofo, el que lo tiene de las superiores un
astrónomo. Pero ambos tienen un solo entendimiento y un solo arte, y
ambos participan del secreto de los cuatro elementos... Igual que en el
cielo hay un Saturno de naturaleza ígnea, hay uno en la Tierra de
naturaleza terrenal; e igual que hay un Sol en el agua, hay uno en el
cielo. Y cada uno está por cuadruplicado en el hombre. Incluso lo que
está en el más apartado rincón de la tierra arroja su sombra sobre el
hombre, que también está impregnado de lo que yace en las
profundidades del mar... ¿Cuál es la diferencia entre Sol, Luna,
Mercurio, Saturno y Júpiter en el cielo y en el hombre? Sólo en la figura
se fundamenta. Por eso no hay cuatro Arcana, sino sólo uno, pero en
cuádruple orientación, igual que una torre está orientada a los cuatro
vientos. Y del mismo modo que a la torre no le puede faltar una esquina,
tampoco puede un médico prescindir de una de esas partes. Porque una
parte no hace un médico entero, ni dos partes ni tres, sino las cuatro
partes. Como los Arcana constan de cuatro partes, su integridad precisa
también de los cuatro. (Liber Paragranum)

Debéis saber pues que el hombre ha sido colocado entre estas tres
substancias y un cuerpo intermediario que es el "cuerpo vivo", "entidad
viviente", "soplo vital" o "ánima", razón de ser de los médicos y de las
enfermedades, siendo primera materia todo lo que está antes de esta vida,
y última materia todo lo que está después (Opus Paramirum, Libro 1 cap.
3)

De este modo el cuerpo del hombre absorbe (assumit) el cuerpo del


Mundo, lo mismo que el hijo recibe la sangre del padre. Estos no
constituyen, en efecto, más que dos almas con un mismo cuerpo y una
misma sangre, de lo que se deduce que también el cielo, la tierra, el aire
y el agua están segun la Ciencia, en el cuerpo del hombre, dado que el
hombre constituye por sí mismo un verdadero Mundo. Por eso el Saturno
y el Júpiter del Microcosmos atraen (asciscit) al Saturno y al Júpiter
celestes. Esa conjunción entre los dos cielos hace que existan también
afinidades entre los elementos de la tierra. (Opus Paramirum)

Por eso importa mucho constituir una Medicina tal que encierre en ella el
firmamento universal, tanto el de la esfera superior como el de la
inferior. Y por eso la Naturaleza, llamando en su ayuda al cielo, a la
tierra y a todas sus virtudes y potencias, puede resistir a la muerte con
tanta intensidad (Opus Paramirum)

Con ello queda establecido que si el médico quiere conocer al hombre y


a sus enfermedades, debe empezar por descubrir las enfermedades de
todas las cosas universales que la naturaleza padece en el gran Mundo o
Macrocosmos y que son las que en definitiva dan al hombre sus
sufrimientos: así, tal cosa sufre de esta manera y tal otra de este modo,
pero todo sufre en el hombre. Pues si el hombre proviene de la totalidad
del limbo, es lógico que lleve en él todos los bienes y todos los males.
Luego de lo cual ha establecido Dios un intermediario (medium) para
que a través de él continuemos sin desviarnos con la medida y e orden
que han sido prefigurados desde el comienzo de las cosas. (Opus
Paramirum)

Es preciso, por lo tanto, conocer primero estas tres substancias y sus


propiedades en el Macrocosmos (in magno mundo) para poderlas referir
y hallar después fácilmente en el hombre (Microcosmos),
comprendiendo así lo que él es y lo que en él existe (Opus Paramirum,
Libro I, cap. 2)

Dios que está en el cielo, está a la vez en el hombre. ¿Dónde está el cielo
sino en el hombre? Lo cierto es que la mejor manera que podemos tener
de servirnos del cielo es tener el cielo en nosotros mismos. Gracias a ese
cielo que tan íntimamente nos conoce puede Dios saber directamente
nuestros deseos y llegar así más cerca de nuestros corazones, de nuestros
pensamientos y de nuestras palabras. Con ello impregnará nuestro cielo
con su cielo, haciéndolo según su semejanza, más espacioso, agraciado,
noble y excelente, ya que no hay duda de que Dios está en el cielo y por
ende en el hombre (Opus Paramirum, Libro IV, cap. 17)

Por medio de discursos puede conducirse al bien o al mal, ya que en este


caso la palabra del orador posee un cielo y una inclinación indudables
(Opus Paramirum, Libro IV, cap.. 18)

 
El ser humano. Macrocosmos/microcosmos

El hombre ha sido sacado de la tierra y de los elementos, y por tanto


debe alimentarse con estos. Sin el gran mundo no podría vivir, sino que
estaría muerto, y así es como el polvo las cenizas del gran mundo. Está
asentado entonces, que el hombre se sostiene a partir de los cuatro
elementos, y que tome de la tierra su alimento, del agua su bebida, del
fuego su calor y del aire su aliento. Pero todos estos son sólo para
sustentar su cuerpo, la carne y la sangre. Pero el hombre no es sólo carne
y sangre, sino que en su interior está el intelecto que no proviene de los
elementos, como las complexiones, sino de las estrellas. Y la condición
de las estrellas es esta, que toda la sabiduría, inteligencia, industria del
animal, y todas las artes peculiares del hombre están contenidas en ellas.
De las estrellas el hombre tiene estas mismas cosas, y que se llaman la
luz de la Naturaleza; en efecto, es lo que el hombre haya encontrado por
la luz de la Naturaleza (Astronomia Magna)

Los sentidos no son corpóreos sino que son del espíritu así como las
estrellas son del espíritu. El hombre entonces atrae por el espíritu de su
astro, en quien ese espíritu es concebido y nace. Pues el espíritu del
hombre se nutre tanto como el cuerpo... El hombre está dividido en dos
partes; un cuerpo elemental, es decir, carne y sangre, por lo que ese
cuerpo debe nutrirse; y en espíritu, de donde está obligado a mantener su
espíritu del espíritu del astro. El hombre mismo es polvo y cenizas de la
tierra. Tal, entonces, es la condición del hombre, viendo que él mismo
está formado de ese modo (Astrología Magna)

Un hombre y una mujer no pueden generar un hombre, sino junto que


aquellos dos, los elementos y el espíritu de las estrellas. Estos cuatro
constituyen al hombre. El semen no está en el hombre, salvo en tanto
entra en él elementalmente. Cuando, en el acto de concepción, los
elementos no operan, no se genera ningún cuerpo. Donde el astro no
opera, no se produce ningún espíritu... El cuerpo y el espíritu deben estar
allí. Estos dos constituyentes forman al hombre... El astro, mediante su
espíritu, confiere los sentidos (Astrología Magna)

No ignoramos vuestros conocimiento sobre los movimientos del


firmamento, que habéis estudiado hasta en sus más pequeños detalles, así
como los que poseéis sobre la tierra, los seres que la pueblan, los
"elementos" y las "substancias". Lo único que nos extraña es que no
hayáis reconocido ese mismo Universo en el hombre, al considerar los
admirables movimientos de los cuerpos de los planetas y de las estrellas,
sus exaltaciones, conjunciones y oposiciones y todo lo que la abstrusa y
profunda doctrina astronómica encierra, tanto más cuanto que nadie que
ignore la astronomía puede llegar a alcanzar una verdadera sabiduría
médica. (Libro de las Entidades)

De dos gemelos que son idénticos, ¿cuál lo ha tomado del otro, de modo
que pueda parecerse? Ninguno, ¿Por qué, entonces, nos llamamos
criaturas de Júpiter y de la Luna, cuando de hecho somos a ellos como
los gemelos el uno del otro? (Liber Paragranum)

No puede amarse el alma sin amar el cuerpo y no es posible cohibirlo y


aherrojarlo sin que el alma resulte perjudicada en igual proporción (Opus
Paramirum, Libro III)

Debes contemplar al hombre como un trozo de Naturaleza encerrado en


el cielo. Éste te lo muestra pieza a pieza; porque de él está hecho el
hombre, y la materia con la que fue creado te mostrará también a qué
imagen está hecho... La naturaleza exterior marca la figura de lo interior,
y si la exterior desaparece, pierde también la interior, porque el exterior
es la madre del interior. Así el hombre es como el retrato de los cuatro
elementos en un espejo; si se disgregan los cuatro elementos, el hombre
se hunde. Si aquello que se encuentra ante el espejo está quieto, descansa
también la imagen del espejo. Y así la Filosofía no es otra cosa que tan
sólo el saber y el conocimiento de aquello que tiene su reflejo en el
espejo. E igual que la imagen del espejo no da a nadie la clave de su ser
y a nadie puede darse a conocer, sino que es tan sólo un retrato muerto,
así es también el hombre en sí: no sabrá nada de sí mismo. Porque el
conocimiento procede tan sólo de ese ser exterior cuyo retrato en el
espejo es. (Astronomía Magna, 1537)

Hemos visto que en el "gran compuesto" se encuentra el Mundo entero,


es decir, el cielo, las virtudes de la tierra y el hombre microcósmico,
encerrados en una gota. El hombre se encuentra, pues, encerrado en la
Farmacopea con todos sus miembros, articulaciones, naturaleza,
propiedades y esencias, tanto buenas y sanas como malas y enfermas.
Por eso, cuando absorbe algo de esa gran composición, se absorbe a sí
mismo en el Limbo del que ha sido creado y entonces el cuerpo medio lo
une, restituyéndole lo que le falta. (Opus Paramirum, Libro II, cap. 3)

El hombre no surgió de la nada, sino que está hecho de una materia... La


Escritura dice que Dios tomó el limus terrae, la materia primigenia de la
tierra, como una masa, y formó de ella al hombre. Además, dice también
que el hombre es ceniza y polvo, arena y tierra, lo que demuestra ya
suficientemente que procede de esa materia primigenia... Pero limus
terrae es también y a la vez el Gran Mundo, y así el hombre está hecho
de cielo y tierra. El limus terrae es un extracto del firmamento, del
Universo, y a un tiempo de todos los elementos (Astronomia Magna,
1537)

Porque hay que saber que el hombre posee dos clases de vida: la vida
"animal" y la "sideral"... Así también el hombre tiene un cuerpo "animal"
y otro "sideral"; y ambos forman una unidad y no están separados. Ello
ocurre de este modo: el "cuerpo animal", el cuerpo de carne y sangre,
está siempre muerto por sí mismo. Sólo el "cuerpo sideral" hace que a
ese cuerpo llegue el movimiento de la vida. El "cuerpo sideral" es fuego
y aire; pero también está unido al cuerpo animal del hombre. Así que el
hombre mortal consiste en agua, tierra, fuego y aire (Volumen Primum
de la Philosophia Magna)

Los secretos del Gran y el Pequeño Mundo sólo se distinguen en su


forma de manifestación, pues son UNA sola cosa y UN solo ser. Cielo y
tierra fueron creados de la nada, pero están compuestos de tres cosas, de
mercurio, azufre y sal... Igual que el Gran Mundo está así formado por
las tres materias primigenias, así también el hombre -el Pequeño Mundo-
fue hecho de aquellas en las que consiste. El hombre no es pues otra cosa
que mercurio, azufre y sal (Liber Paragranum)

Porque como por fuera, así por dentro; lo que no está fuera, tampoco está
dentro del hombre. Lo exterior y lo interior son UNA sola cosa, UNA
constelación, UNA influencia, UNA concordancia, UNA duración... UN
fruto. (Liber Paragranum)

Por más que nuestros ojos vean físicamente, estamos ciegos en realidad
ante la luz de la Naturaleza... Bajo esta luz de la Naturaleza expondré
ahora, pues, lo que hay en las cosas de invisible y que es tan admirable
por cierto como lo visible. En verdad os digo que la luz de la Naturaleza
hace visibles muchas cosas que espontáneamente no lo son... La
percepción del Macrocosmos nos conducirá a la Filosofía del Gran
Mundo (Opus Paramirum, Libro V, Prefacio)
¿Qué ha recibido el hombre de su padre y su madre de lo que pueda
vanagloriarse? En su esencia y sus propiedades, no es sino lo que ellos
fueron, nada más que un estómago hambriento y una burda y mísera
sinrazón, nada más que una imagen desnuda, expuesta a la Muerte. ¿Qué
va hacer de sí el hombre, o qué hacer consigo mismo, cuando no es más
que un cuerpo desnudo? Sólo posee en realidad lo que le fue dado aparte
de éste, nada más. Sólo lo que Dios depositó en él y lo que está
contenido en ese don es lo que sabe y lo que es. (Un opúsculo De
Generatione Hominis, 1520)

El mundo entero rodea al hombre como el círculo rodea a un punto. De


ello se desprende que todas las cosas están referidas a este punto, de
forma no diversa a la del corazón de una manzana, que está rodeado y
mantenido por el fruto y obtiene de él su alimento... Así el hombre es
también un corazón y el mundo su manzana; y como le sucede al
corazón de la manzana, así le sucede al hombre en el mundo que le
rodea... Cada cosa tiene su propio origen; por una parte en lo eterno, por
otra en lo temporal. Y la sabiduría -ya sea la del cielo o la de la tierra-
sólo se puede alcanzar mediante la fuerza de atracción del centro y del
círculo. (Astronomia Magna)

Que piense el hombre quién es lo que tiene y ha de ser de él. Porque la


compositio humana es poderosa y forma una unidad desde la
pluralidad... El hombre necesita más que su entendimiento cotidiano para
saber lo que él mismo es; sólo quien aprende a conocerse a sí mismo y
sabe de dónde viene y quién es prestará más profunda atención a lo
eterno (Astronomia Magna)

La luz de la Naturaleza es un administrador de la Sagrada Luz. ¿Qué


daño hace a la lengua natural el que hable la lengua de fuego? ¿O qué
pierde la lengua de fuego frente a la natural? Es como un hombre y una
mujer que dan a luz un hijo, y sin ambos no podría ocurrir; no es distinto
lo que ocurre con el hombre al que se dan las dos luces para que vivan en
él (Astronomia Magna)

La muerte se mantiene (adsidet) a nuestro lado, esperando pacientemente


que nuestras guerras intestinas le ofrezcan la ocasión para ponerse ante
nosotros y poseernos, ya que la muerte ignora verdaderamente la hora en
la que debe introducirse en nuestro cuerpo y en la que debe matar. El
miedo de que escape ese preciso momento, la hace mantenerse atenta,
exacta y cuidadosa del instante en que debe hacer su aparición, pero a
pesar de todo jamás podrá la muerte desobedecer los designios y las
órdenes que desde el cielo le dicta nuestro Señor. (Opus Paramirum)

Nada existe verdaderamente en el cielo ni en la tierra que no esté en el


hombre (Opus Paramirum, Libro IV, cap. 17)

Pues el alma (Gemüt) del hombre es algo tan grande que nadie puede
expresarlo. Y así como Dios mismo, y la materia prima y el cielo son los
tres eternos e inmutables, así también lo es el alma humana. Por esa
razón, el hombre encuentra la felicidad a través de y con su alma. Y si
conociéramos adecuadamente nuestras almas, nada nos sería imposible
sobre esta tierra (Liber de imaginibus 12)

El asiento y sede del alma esá en el corazón, en el centro del hombre;


alimenta los espíritus que actúan en él, y que saben de lo bueno y de lo
malo. Vive en el hombre en aquel punto en el que eá la vida, contra la
que combate la muerte.  (Astronomia Magna)

El cuerpo es la casa del alma, pero el alma es la cassa de los buenos y los
alos espíritus que habitan en el hombre. (Astronomia Magna)

Aquél que se investiga a sí mismo es el que llega más lejos; porque ir al


fondo de las cosas y acumular experiencia son cosas que conducen a
Dios (Philosophia Magna)

Quien nada sabe nada ama. Quien nada sabe nada entiende... Pero quien
entiende, quien ama, quien nota, quien vie... Cuanto más conocimiento
haya en una cosa, tanto mayor el amor... Todo estriba en el
conocimiento. De él viene todo fruto... Cada cual cree en aquello que
conoce

Un creyente debe ser un sabio y un hombre ingenioso para saber qué es


lo que cree. Cuando un inútil, un necio cree, su Fe está muerta.
(Astronomia Magna)

Quien busca encuentra; quien busca en su cielo interior (Wer da sucht,


der findet; wer da sucht in dem inneren Himmel- Philosophia Sagax,
Libro II, prefacio)

Astro (Astrum, Gestirn) e Imaginación (Imaginatio, Einbildungskraft)

Sabe que en el astro hay muchas esencias, esto es, no un astro, sino
muchos. También sabe que existe una estrella que es superior a todo el
resto. Esta es la estrella Apocalíptica. La segunda estrella es aquella del
ascendente. La tercera es la de los elementos, y de estas hay cuatro; así
se establecen seis estrellas. Además de éstas hay aún otra estrella, la
imaginación, que gesta una nueva estrella y un nuevo cielo (Astronomía
Magna)

La medicina usa la imaginación fijada fuertemente en la naturaleza de las


hierbas y en la curación. Aquí hay necesidad de fe de que tal
imaginación pueda actuar en el médico. Si esto está presente, la
imaginación concibe y produce el espíritu. El médico es espíritu, no
cuerpo. De aquí se infiere que el mismo hecho vale en todas las artes.
Además, hay médicos que sin imaginación, sin fe, que se llaman
fantásticos. La fantasía no es imaginación, sino la frontera de la locura.
Estos trabajan por cualquier resultado, pero no estudian en esa escuela en
la que deberían. Aquél que nace en la imaginación descubre las fuerzas
latentes de la Naturaleza, que el cuerpo con su mera fantasía no puede
hallar; pues la imaginación y la fantasía difieren la una de la otra. La
imaginación existe en el espíritu perfecto, mientras que la fantasía existe
en el cuerpo sin el espíritu perfecto. Aquél que imagina compele a las
hierbas a manifestar su naturaleza oculta. Del mismo modo la
imaginación en las artes inciertas compele a las estrellas a hacer según
aquél que imagina, cree y opera. Pero puesto que el Hombre no imagina
o cree perfectamente en todo momento, las artes y las ciencias son
inciertas, aunque de hecho en sí mismas sean ciertas y, obtenidas
mediante la imaginación, puedan dar resultados verdaderos. (Astronomía
Magna)
La estructura del mundo está hecha de dos partes; de una parte
aprehensible y sensible y de otra invisible e insensible. La parte
aprehensible es el cuerpo, la invisible el "astro". La aprehensible a su vez
está compuesta de tres partes: azufre, mercurio y sal; la invisible consiste
también en tres: ánimo, sabiduría y arte. Ambas partes juntas constituyen
la vida (Astronomia Magna)

El "astro interior" del hombre es igual al "astro exterior" en su condición,


índole y naturaleza, en su desarrollo y estado, y distinto únicamente en
su forma y materia. Porque por naturaleza son un solo ser en el éter y
también en el Microcosmos, en el hombre... Como el sol brilla a través
de un cristal -por así decirlo sin cuerpo y sin sustancia- así también
penetran las estrellas en el cuerpo... En el hombre están el Sol, la Luna y
todos los planetas, igual que las estrellas y el entero caos... El cuerpo
atrae al cielo... y esto ocurre conforme al gran orden divino. El hombre
consta de cuatro elementos que no sólo corresponden -como algunos
afirman- a los cuatro temperamentos, sino también a su naturaleza, su
esencia y sus propiedades. En él está el "joven cielo", es decir todos los
planetas están hechos a imagen del hombre y son hijos del Gran Cielo,
que es su padre. ¡Pero el hombre ha sido creado de cielo y tierra, y es por
tanto igual a ellos! (Liber Paragranum)

Ha de conocerse acabadamente a Marte en el cielo, que se ve allí como


una brasa ardiente. Pero además de éste existen muchos otros Marte y,
además, otros cuatro en los cuatro elementes, y finalmente, uno en la
imaginación. (Astrología Magna)

Cuatro cosas forman parte de la concepción y el parto; el cuerpo, la


imaginación, la forma y el efecto. El "cuerpo" sigue el mandato
hereditario por el que ha de convertirse en cuerpo y en ninguna otra cosa.
Porque es una ley de la Naturaleza que la encina tenga que nacer de una
bellota, y así ocurre también con el cuerpo del hombre. De la
"imaginación" y aquello a lo que se dirige su sentido recibe el hijo su
razón. E igual que el cielo inculca al hijo su movimiento, su buena y
mala manera, ora con más fuerza, ora con más finura, así también la
imaginación del hombre sigue -como las estrellas- un curso marcado, y
hace que la razón del niño se vuelva hacia lo más alto o hacia lo más
bajo. La tercera cosa, la "forma", fuerza al niño a tener el aspecto de
aquel de quien procede. Y por último, es el "efecto" el que condiciona la
salud y enfermedad del cuerpo. Porque del mismo modo que un
constructor fuerte hace un trabajo bueno y sólido y uno débil lo hace
débil, así ocurre también en la concepción. (Escritos de Nuremberg de
1529)

Si el Astro nos ha enfermado, el Astro podrá curarnos, lo mismo que la


sangre, pues en su propia naturaleza reside el verdadero socorro
(auxilium) y no en las cosas extrañas (Opus Paramirum, Libro IV, cap.
19)

La imaginación de una mujer encinta es tan fuerte que es capaz de influir


en la semilla y dirigir el fruto de su vientre en una u otra dirección. Sus
"estrellas interiores" actúan fuerte y poderosamente sobre el fruto, de
forma que su esencia queda fuerte y profundamente marcada y es
configurada por ellas. Porque en el seno materno el hijo está expuesto a
la influencia materna, y está por así decirlo confiado a la mano y a la
voluntad de su madre, como el barro a la mano del alfarero. Este crea y
modela de él lo que quiere y lo que le apetece. (Escritos de los años
1537/41)

Así que el niño no precisa ni de astro ni de planeta; su madre es su


estrella y su planeta (De la concepción del hombre, 1520)

Hemos de discutir el medio entre las estrellas principales y el cuerpo.


Hay un astro que gobierna todas las cosas; en el hombre la inteligencia
animal, en las bestias la sensación, en los elementos sus operaciones. El
astro es la cosa suprema creada a partir de destrucción o disolución; y es
aquello en el Olimpo que tiene todas estas cosas bajo sí. Su oficio es
operar en el hombre, operar en los elementos, operar en los animales,
girar y cambiar sus sentidos y su mente. Ahora bien, es imposible hacer
esto sin un medio. El mismo medio es y debe ser un astro situado en
aquellas cosas donde opera el supremo. Por este medio se produce un
efecto en la sustancia y sobre el cuerpo. Ilustremos este asunto con un
ejemplo. Si Marte ha de actuar en un hombre, esto no puede hacerse sin
un medio, que servirá como astro material. Por medio de este actúa
Marta. Así, la estrella superior debe actuar en un loro, es necesario que
haya en el loro un astro como un medio por el cual actúa el astro
superior. Por tanto es claro que hay un astro en el hombre, en las aves y
en todos los animales; y lo que estos hagan, lo hacen por el impulso de la
influencia superior que se recibe de la constelación y regula la desigual
concordancia. (Astrología Magna)

Hay un astro semejante en los elementos como en la tierra, y uno que es


eficaz. El astro recibe una impresión de la estrella superior, y luego por
sí mismo actúa sobre la tierra, de modo que se extrae de la tierra lo que
existe o yace oculto en ella. Lo mismo ocurre con el elemento de agua y
el resto. Así, una persona es primero de todo un astrólogo a partir del
astro superior, y otro a partir del astro de los hombres. Hay un astrólogo
del astro de los elementos, y hay un astrólogo del astro de los animales.
Así, hay cuatro astrólogos de los elementos, dos de los astros de los
hombres y de los animales respectivamente, lo que hacen seis; y luego
uno del astro superior, que es el séptimo. Además de esto, hay aún otra
astrología nacida de la imaginación en el hombre, superior a las demás,
siendo la octava en este orden. Esto, como lo demás, ha sido descuidado
y dejado de lado por los astrólogos; pero quienquiera ser considerado un
astrólogo debe tener un conocimiento perfecto de los ocho. (Astrología
Magna)

El astro se divide en ocho partes; uno es efectivo, seis están sometidos a


él; el octavo es en sí mismo efectivo y como el primero, no, en algunos
sentidos es superior y más excelente que el primero, como se verá más
claramente cuando hablemos del nuevo cielo y el firmamento
(Astrología Magna)

Lo que viene de la carne es todo animal y se rige por la naturaleza


animal; el cielo tiene poca influencia en eso. Sólo lo que viene del
"astro" es lo humano en nosotros; está abandonado a su acción. Pero lo
que procede del espíritu, lo divino en el hombre, fue modelado en
nosotros a imagen de Dios, y sobre esto no tienen influencia ni la tierra
ni el cielo (Astronomia Magna)

La luz de la Naturaleza en el hombre viene del astro, y la carne y sangre


del hombre forman parte de los elementos materiales. Así que hay dos
influencias en el hombre; la una de la luz del firmamento; de ella forman
parte sabiduría, arte, razón. Todas son hijas de este padre... La segunda
influencia proviene de la materia... Y lo que procede de la carne y la
sangre no debe ser atribuido al "astro". Porque el cielo no da ni
concupiscencia ni codicia... Del cielo solo vienen sabiduría, arte y razón.
(Astronomia Magna)

En el "astro" están ocultas todas las capacidades, todas las artes, todos
los oficios y también toda sabiduría, toda razón y también la locura y lo
que a ella pertenece; porque no hay nada en el hombre que no afluya a él
desde la luz de la Naturaleza; pero lo que está en la luz de la Naturaleza
está sometido a la acción del astro. El astro es para nosotros la escuela de
la que hay que aprenderlo todo. (Volumen Primum de la Philosophia
Magna)

El astro está sometido al sabio, ha de regirse por él y no él por el astro.


El astro sólo rige, gobierna, coacciona y fuerza a un hombre que aún es
animal, que no puede hacer más que seguirle -como el ladrón no puede
rehuir a los galgos, el asesino a la rueda del tormento, el pescador a los
peces, el pajarero a los pájaros o el cazador a la caza-. Pero ello se debe a
que un hombre así no se conoce a sí mismo y no sabe utilizar las
energías que yacen ocultas en él, y no sabe que también lleva el astro en
sí, que es el Microcosmos y guarda en sí todo el firmamento con todas
sus potencias. Por eso con razón puede ser llamado necio y tonto y ha de
estar sometido en dura esclavitud a todo lo terreno y mortal. (Astronomia
Magna)

Cuando nace un niño, nace al mismo tiempo con él su firmamento y sus


siete miembros, que al igual que los planetas... se bastan a sí propio.
Teniendo en cuenta que cuando hablamos de firmamento nos referimos
al firmamento "lleno", es decir, ocupado, precisamente como el
firmamento del niño.
El firmamento de cada niño, ya al nacer, tiene marcada su
predestinación, que es el tiempo que la Entidad Natural debe seguir la
ordenación de los planetas (Libro de las Entidades)

Considerad aquí conmigo las exaltaciones, conjunciones y oposiciones


de cada caso, en relación a sus firmamentos respectivos, y tened en
cuenta que dichas relaciones son de naturaleza espiritual y no material,
pues así como los astros realizan su curso, la substancia permanece
inanimada, ya que la rapidez del curso, o sean las mutaciones del
firmamento corporal, no pueden concebirse en la naturaleza de la
substancia. (Libro de las Entidades)

El espíritu es lo que engendramos en nuestras sensaciones y


meditaciones y carece de materia dentro del cuerpo vivo, siendo
diferente también del alma, que es lo que nace de nosotros en el
momento de morir (Libro de las Entidades)

Es espíritu lo que suscita las enfermedades sin ningún impedimento en


grado y forma semejante a como lo hacen las demás Entidades.
Recordad acerca de esto que existen dos clases de terrenos capaces de
albergar las enfermedades y de conservar en ellas profundas y duraderas
huellas. Uno de estos terrenos es la materia, es decir, el cuerpo. El otro,
inmaterial, es el espíritu del cuerpo, de naturaleza invisible e impalpable.
El espíritu puede sufrir, tolerar y soportar por sí mismo las mismas
enfermedades que el cuerpo, razón por la cual ha sido designado como
Entidad Espiritual (Ens Spirituale). Las tres Entidades que hemos
estudiado hasta aquí -Astral, Natural y de los Venenos- pertenecen
fundamentalmente al cuerpo. Correspondiendo al Espíritu las dos
restantes; la del Espíritu, que ahora nos ocupa, y la de Dios... A pesar de
esta aparente división debéis pensar que allí donde sufre el espíritu, el
cuerpo sufre también y que el cuerpo puede mostrar las perturbaciones
del espíritu. Esto se explica por la existencia en el Universo de dos clases
de enfermedades: las materiales, que se caracterizan porque poseen o
modifican el color (tinguntur) y que se nutren de las tres primeras
Entidades, y las espirituales, emanadas de la Entidad Espiritual y de la
Entidad Divina, no impregnadas de color material (Libro de las
Entidades)

La finalidad del espíritu es conservar el cuerpo ni más ni menos como el


aire que protege a las criaturas contra la sofocación. El espíritu de cada
cuerpo es además substancial, visible, tangible y sensible para los demás
espíritus, todos los cuales en su mutua aproximación pueden
emparentarse lo mismo que lo hacen los cuerpos. Nuestro propio
espíritu, por ejemplo, puede entablar conocimiento con el espíritu de otro
hombre cualquiera y ambos tratarse y conocerse entre sí exactamente
como podemos hacerlo corporalmente él y yo. Los espíritus utilizan
entre ellos un idioma propio con el que se hablan libremente, sin que los
unan o relacionen en cambio nuestros discursos humanos. De todo esto
puede resultar, como comprenderéis, que os espíritus mantengan entre
ellos afinidades, enemistades u odios y que el uno alcance a herir al otro,
igual que los hombres entre sí. De esta manera decimos que puede haber
lesiones del espíritu, por cuanto el espíritu mora en el cuerpo y se
traduce en él; y el cuerpo, consiguiente, sufrir y enfermar, no
materialmente, puesto que no se trata de una Entidad Material, sino por
el espíritu (Libro de las Entidades)
Cuando dos seres se buscan y se unen en un amor ardiente y
aparentemente insólito, hay que pensar que su afecto no nace ni reside en
el cuerpo, sino que proviene de los espíritus de ambos cuerpos, unidos
por mutuos lazos y superiores afinidades o bien por tremendos odios
recíprocos, en los que pueden perdurar extrañamente. Son estos los que
llamamos espíritus gemelos. Para aclarar aún más este discurso debo
expresaros que los espíritus no están engendrados por la razón, sino por
la voluntad. Todo lo que vive de acuerdo a su voluntad, vive en el
espíritu así como todo lo que vive de acuerdo a la razón lo hace contra el
espíritu.
De la razón nace el alma y no el espíritu, el cual es obra exclusiva de la
voluntad, esto es, del "querer". (Libro de las Entidades)
Sólo los que poseen una voluntad perfecta y actúan de acuerdo a ella,
son capaces de engendrar un espíritu substancial y constructivo, que
nunca es un envío o una gracia del cielo, sino un producto que el hombre
logra de sí mismo (fabricat). Del mismo modo que el pedernal produce
el fuego, es engendrado el espíritu por la voluntad, pudiéndose afirmar
que el espíritu será del mismo grado que haya alcanzado la voluntad.
Tened así por cierto que los que vivan en la voluntad poseerán un
espíritu; el cual podrá registrar todas las enfermedades que aflijan al
cuerpo en que tal espíritu mora. (Libro de las Entidades)

Como consecuencia de nuestros pensamientos y meditaciones


constreñimos a nuestra voluntad con una fuerza tal que llegamos a
consentir, desear y buscar infligirle una pena o un trastorno cualquiera al
cuerpo de otro individuo. En tal caso esa voluntad fija, firme e intensa es
la "madre" que engendra el espíritu. Retened pues la doctrina de que, así
como la cosa pensada (sententia) produce la palabra y se hace "madre"
del discurso, del mismo modo donde no hay pensamiento, ni la palabra
ni el discurso pueden producirse. Lo cual es aplicable exactamente a los
espíritus. Por eso el espíritu estará en nosotros según que nuestra
voluntad sea plena y perfecta. (Libro de las Entidades)

Hay una verdad que debéis entender y observar siempre, que es la


enorme fuerza e importancia que tiene en Medicina la acción de la
voluntad... No olvidéis pues la fuerza de la voluntad, capaz de engendrar
semejantes malignos espíritus, con los que el espíritu de la razón (mens)
nada tiene en común. (Libro de las Entidades)

El carpintero es la semilla de su casa. Según sea, tal será su casa. Es su


imaginación la que hace la casa, y su mano la perfecciona. La casa es
como la imaginación. Ahora, si tal es la propiedad de la imaginación que
construye una casa, la Naturaleza también será una imaginación
haciendo un hijo, y haciéndole de acuerdo a su imaginación. Así, la
forma y la esencia son una cosa. (Astrología Magna)

El firmamento y el nuevo cielo se constituyen por la imaginación; y


debiera saberse que esta imaginación es efectiva, y produce muchas
cosas, siendo maravillosa en sus operaciones. Con frecuencia ocurre que
la imaginación de los progenitores, padre y madre, confiere al retoño
nacido en esa creación un cielo diferente, otra figura, otro ascendente
además del que da la astrología. Así ocurre con frecuencia se gesta un
retoño contrario al astro, y dispuesto de otra modo que la figura que
dictan los cielos. Por la fuerza de esta imaginación han nacido muchos
hombres cultos. (Astrología Magna)

La imaginación se ocupa, no de la carne y la sangre, sino del espíritu del


astro que existe en cada hombre. Este espíritu sabe muchas cosas;
futuras, presente y pasadas, todas las artes y ciencias. Pero la carne y la
sangre son rudas e imperfectas, de modo que no pueden por sí mismas
efectuar lo que el espíritu desea. Pero si la carne y la sangre se someten a
los sentidos, y son purificadas por ellos, entonces el espíritu actúa en
consecuencia, si tan sólo el cuerpo se aviniera. Estos sentidos son
supremos en las artes inciertas. Por esta razón son llamadas artes
inciertas; pues ¿quién puede saber qué imaginación hay en ellas? ¿Qué
imagina y efectúa el espíritu que es dado a ellas? Sin embargo, el arte
mismo es cierto. Pero el artista que lo usa puede ser inadecuado para la
creación de nuevos cielos y la generación de un firmamento (Astrología
Magna)

La imaginación atrae el astro a sí misma y lo gobierna, de modo que a


partir de la imaginación la operación misma puede hallarse en el astro.
Así como un hombre con su imaginación cultiva la tierra de acuerdo a su
juicio, así mediante su imaginación construye un cielo en su astro... En
adición a esto, la imaginación se fortalece y perfecciona por la fe, de
modo que deviene realidad. Toda duda destruye la obra y la vuelve
imperfecta en el espíritu de la Naturaleza. La fe, por tanto, debiera
fortalecer la imaginación. La fe obliga a la voluntad. (Astrología Magna)

Es, entonces, la imaginación por la cual una piensa en proporción, en


tanto fija su mente en Dios, o en la Naturaleza, o en el Diablo. Esta
imaginación requiere fe. Así se concluye y perfecciona la obra. Aquello
que concibe la imaginación es puesto en obra. (Astrología Magna)

El hombre tiene un cuerpo astral o sideral, que está asociado con el astro
exterior, y los dos "fabulan" (fabulieren) el uno con el otro, de modo que
el cuerpo sideral se despreocupa de los elementos. Como en el sueño, el
cuerpo elemental se calma, así está el cuerpo sideral en su operación: así
entonces vienen los sueños, como maneja el astro, así se encuentran
(Erklärun der Gantzen Astronomey, vol. X: so der Mensch ein
Synderischn Leib in ihm hatt, der vereignigt ist mir dem ausserlichen
Gestirn, un die zwey Fabulieren mit einander, so der Syderich Leib
unbekümmert ist von elementischen. Als im Shcalaff so der Elementische
Leib ruhet, so ist der Syderische Leib in seiner Operation: als dann
kommen die Traum, wie das Gestirn operieret, also begegnets)

Así como el hombre construye la tierra según su voluntad mediante su


cuerpo, también así mediante su imaginación construye el cielo en su
astro... la Imaginatio confirma, coronada mediante las creencias, de lo
cual se sigue que la Imaginatio origina un Spiritum... La Fantasía no es
Imaginatio, sino la piedra angular de los locos (Ein ander Erklarung des
Gesammten Astronomey: "wie durch sein Leib ein Mensch die Erden
bawet nach seinem willen, also auch durch sein Imagination bawer es
auch den Himmel in seinem Gestirn... die Imaginatio confirmiert, wird
unnd vollendt durcht den Glauben... aus dem folgt das Imaginatio ein
Spiritum gebiert und macht unnd gibbt... Die Fantasey is nicht
Imaginatio, sondern ein eckstein der Narren" )

El hombre visible tiene su laboratorio (el cuerpo físico), y allí trabaja el


hombre invisible.  El Sol tiene sus rayos, los cuales no es posible coger
con las manos, y que sin embargo son bastantes fuertes (si se reúnen por
medio de una lente) para incendiar edificios. (De virtute imaginativa)

La imaginación es como un sol, obra dentro de su mundo do quiera que


luzca.  El hombre es lo que piensa.  Si piensa fuego está ardiendo, si
piensa guerra está guerreando.  (De virtute imaginativa).

La Fe confiere al hombre el poder de hacerse invisble como un espíritu,


creando en él todo cuanto el cuerpo imagina y que por sus solas fuerzas
es incapaz de realizar. A menos que la Providencia Divina disponga otra
cosa, nos es posible reunir pues las virtudes del espíritu y la fuerza del
cuerpo (Opus Paramirum; Libro V)

La Fe es triple: hay una fe en Dios... también hay otra fe, fe en el


Diablo,... también hay aún una Fe que es fe en la Naturaleza, es decir en
la Luz de la Naturaleza "Num seindt der Galuben drey; Es ist Glauben
in Gott... noch sein ander Glauben, glauben in der Teufel... auch ist
nocht ein Glauben, das ist, glauben an die Natur, das ist in das Liecht
der Natur" (Eine ander Erklärung der ganzen Astronomey)

La imaginación toma precedencia sobre todo. Lo que esto descubre y da,


el otro, que actúa fantásticamente, emplea. (Astronomía Magna)

El hombre no es cuerpo, sino que el corazón es el hombre; y el corazón


es un astro completo a partir del cual está construido. Si, por tanto, un
hombre es perfecto en su corazón, nada en toda la luz de la Naturaleza
está oculto para él... El espíritu recién nacido y auto generado despliega
su conocimiento e inteligencia en una figura y por medio de una figura a
medida que el hombre imagina, y permanece firme dentro sin ninguna
disolución. De este modo nace el espíritu de aquellas ciencias que
finalmente opera y perfecciona lo que busca. El primer paso, además, en
estas ciencias, es general el espíritu a partir del astro mediante la
imaginación, para que pueda estar presente en su perfección. Segun eso
la perfección está presente incluso en las artes inciertas. Pero cuando no
está ese espíritu, no estarán presente ni el juicio ni la ciencia perfecta. De
aquí que ahora se encuentren cosas maravillosas en las cosas ocultas y
futuras, de las que se ríen y desprecian los inexpertos, que no se dan
cuenta nunca en sí mismos cuál es el poder de la Naturaleza en su
espíritu, ese espíritu, quiero decir, que nace de la manera descripta, y es
dado y asignado por Dios para este especial propósito. (Astronomía
Magna)

Actualmente, no existen tanta imaginación y fe; sino que la mayoría de


los hombres fijan sus mentes en aquellas cosas que proveen a los
placeres de la carne y la sangre. A éstas siguen; a éstas prestan su
atención. Estas artes inciertas, por tanto, también por esto son inciertas,
porque el hombre en su interior está tan lleno de dudas. Aquél que duda
no puede realizar nada firme; aquél que vacila no puede llevar nada a su
completamiento; aquél que mima el cuerpo no puede lograr nada sólido
en el espíritu. Se debiera ser perfecto en aquello que se emprende. Así el
espíritu estaría entero, y conquistaría el cuerpo, que no vale la pena. El
espíritu es fructífero. Esto es lo que el hombre debiera tener perfecto en
su interior, y dejar de lado la carne y la sangre (Astronomía Magna)

La imaginación tiene huella (efecto-impression) y la huella (efecto) hace


imaginación. Por tanto de la huella (efecto) desciende la imaginación. De
aquí se sigue que tal como sea la huella (el efecto), la influencia, la
constelación, el astro - tal es la imaginación. También de aquí se sigue
que la imaginación produce un nuevo cielo sobre la huella (efecto-
impression), y que tal como sea la imaginación, tal es la figura del cielo.
(Astronomia Magna)

Es necesario que sepas lo que puede lograrse mediante una fuerte


imaginación. Es el principio de toda acción mágica (De Peste, Lib. 1)
La imaginación del hombre es una virtud expulsiva (De Peste, s.v.
Additamenta De Pyromantica Peste)

La imaginación que mora en el cerebro es la luna del microcosmo (De


Pestilitate, Tract. II, c.2, De Pyromantica Peste)

Todos nuestros sufrimientos, todos nuestros vicios no son nada más que
imaginación... Y esta imaginación es tal que penetra y asciende en el
cielo superior, y pasa de astro en astro. Vence y modera a este mismo
cielo... Lo que en nosotros haya de inmoderado e inhumano, es una
naturaleza imaginativa, que puede imprimirse en el cielo y, hecho esto,
el cielo tiene el poder de devolver por otra parte esa impresión (De Peste,
Additamente in Lib. 1., Prol.)

De modo que una fuerte imaginación es la fuente tanto de la buena como


de la mala suerte (De Peste, Lib. II., c.2)

 
También es necesario saber cómo opera la Fe en la Naturaleza. La Fe da
imaginationem , la imaginatio da un Sydus (astro), el Sydus da Effectum. 
Luego la Fe en Dios da imaginationem en Dios ("Nun ist aauch sochs zu
wissen, wie der Glauben in die Natur handel un wirket, un das also. Der
Glauben gibt imaginationem, die imaginatio gibt ein Sydus; das Sydus
gibt Effectum. Also Glauben in Gott gibt imaginationem in Gott"
Erklärung der gantzer Astronomey)

Reconoceremos pues tres anatomías: la local, que indica la efigie del


hombre, su proporción y naturaleza y todo cuanto con ello se relacione;
la material, que se ocupa del Azufre vivo, del Mercurio volátil y de la
Sal amarga, en cada miembro; y la que muestra la nueva anatomía que
da la muerte, así como la naturaleza y efigie por las que sobreviene. Esta
anatomía de la muerte llega y se presenta bajo formas tan variadas como
pueden serlo las especies que provienen de los elementos. Habrá pues
tantas clases de muertes como de corrupciones, y os digo que cada vez
que una corrupción engendra algo diferente, allí mismo hay ya una
anatomía, que irá sucesivamente cambiando hasta que la totalidad del ser
se haya consumido en la corrupción.
Antes que todo esto, sin embargo, ya la ciencia de la anatomía de la
Medicina obedecía a la misma ley, pues ya el cielo, la tierra, el aire y el
agua se comportaban de la misma manera. La perfección actual está
precisamente en haber podido hacer aparecer el firmamento de los astros
en la vida nueva y que allí Saturno reproduzca a Saturno y Marte a
Marte.
Pues de la misma manera que el árbol y la hierba salen de la semilla en
la nueva vida es necesario que pongamos al descubierto todo aquello que
normalmente permanece oculto, reduciéndolo hasta el extremo de
hacerlo perceptible para nuestros propios ojos. Ya que si decimos que la
luz de la Naturaleza es una verdadera luz, afirmamos implícitamente que
ha de ser visible y no obscura o tenebrosa. Dicha luz ha de ser tal que
nos perita ver todo directamente por más que nuestra contemplación sea
y deba ser distinta que la que miran los ojos de los profanos. Nuestros
ojos, en efecto, deben estar iluminados por la luz de la Naturaleza, en
cuya virtud se funda el conocimiento de la anatomía, por todo lo cual
resulta justo y equitativo que las enfermedades se donominen según la
luz y no según las tinieblas. (La razón por la cual ninguna nueva vida
puede perdurar está justamente en su fragilidad, lo cual es a la vez el
motivo y fundamento de la muerte.
Todo el fundamento de esto está por consiguiente en que el hombre
considere que sólo cuando se exponga y separe el cuerpo medio, han de
manifestarse las cosas primeras. Sólo aquel que las reconozca para la
vida nueva (ex nova vita) conocerá verdaderamente el objeto de esta
vida.
Sobre esto existen dos partes (subjecta): una constituída por el enfermo,
a solas, con su vida media vegetativa y cuya nueva vida, o sea la salud,
se le ha escapado transitoriamente; y otra, en la que está la Medicina, que
trata de proteger la vida media a través de la nueva vida. Por eso los
Arcanos están en la vida nueva y no en la primera ni en la media. (Opus
Paramirum, Libro I, cap. 6)

Por el poder del pensamiento, la imaginación se convierte en un sol  (De


virtute imaginativa).

 
Sal, azufre y mercurio. Alquimia. Ojos de fuego.

Los secretos del Gran y el Pequeño Mundo sólo se distinguen en su


forma de manifestación, pues son UNA sola cosa y UN solo ser. Cielo y
tierra fueron creados de la nada, pero están compuestos de tres cosas, de
mercurio, azufre y sal... Igual que el Gran Mundo está así formado por
las tres materias primigenias, así también el hombre -el Pequeño Mundo-
fue hecho de aquellas en las que consiste. El hombre no es pues otra cosa
que mercurio, azufre y sal (Liber Paragranum)
La tierra es negra, marrón y sucia, nada hay en ella hermoso ni
agradable; pero en ella se ocultan los colores todos; verde, azul, blanco,
rojo. No hay ninguno que no tenga. Cuando llegan la primavera y el
verano, afloran todos los colores que -si no lo atestiguara la tierra
misma- nadie hubiera supuesto en ella. Igual que de tal tierra negra y
sucia surgen los colores más nobles y finos, así algunas criaturas han
salido de la "materia originaria", que en su falta de separación sólo era
suciedad al principio. ¡Mirad el elemento agua, cuando está sin separar!
Y después, ved cómo de ella surgen todos los metales, todas las rocas,
los brillantes rubís, los relucientes granates, los cristales, el oro y la
plata; ¿pero quién los hubiera advertido en el agua... excepto Aquel que
los engendró en ella? Así que Dios sacó de las materias básicas lo que
había metido en ellas, y puso todo lo creado en su destino y en su sitio
(Philosophia Tractatus Quinque)
El formador y el modelador del árbol está en el mismo, es decir, en su
semilla. Otro tanto ocurre con las hierbas; tampoco la semilla representa
más que el principio de la forma, para cuyo conocimiento se requieren
además la lluvia, el licor de la tierra y otras cosas más, cada una de las
cuales está representada en las ramas, los tallos, las hojas y las flores.
De esta manera todas las formas están ya contenidas en el exterior de
todas las cosas capaces de crecer. Por eso cuando esas formas nos
abandonan quedamos incapacitados para crecer, acabando por morir en
un estado precario y bajo una forma elemental (deserta). Al contrario,
cuando estamos en pleno crecimiento, necesitamos hacer acopio de esas
formas o alimentos a fin de que en ningún momento lleguen a faltarnos,
ya que sólo su esencia, semejante al fuego, puede incrementar nuestra
forma e imagen, sin la cual pereceríamos de consunción.
Esa es la razón por la cual debemos conocernos a nosotros mismos, si no
queremos morir por falta de forma (Opus Paramirum, 151).

¿Quién entre los profanos será capaz de ver aceite en la madera o agua
en la piedra? Nadie sin duda. Nadie, excepto el médico, el cual buscará a
la inversa, la madera en el aceite y la piedra en el agua. Lo que
constituye la adopción de la más sutil filosofía (Philosophia Sagax).
(Opus Paramirum, Libro III)

Los ojos no deben sólo ver, sino también sentir y las cosas deben
instituirse según la naturaleza de la anatomía, es decir, deducidas del
fundamento verdadero y natural, resueltas (consequi) las unas de las
otras según sus propias bases, y no guiadas solamente por nuestra
opinión o juicio. De este modo alcanzaremos a ver y percibir lo invisible
como lo visible (Opus Paramirum, Libro IV)

La rosa, que es magnífica en su primera vida, cuando la anima la


esplendidez de su perfume (gustus), no tiene utilidad médica alguna,
siendo preciso que se pudra, muera y renazca después nuevamente, para
que adquiera tal virtud. Sólo entonces podréis hablar de sus propiedades
medicinales y administrarla en vuestras recetas.
Pues así como todo lo que pasa por el ventrículo (estómago) experimenta
la putrefacción, con cuyos productos se construye el ser humano, así
nada de lo que ha de formar la Medicina puede quedar imputrefacto.
La razón por la cual no existen remedios para la primera vida está en que
no hay en ella nada que escrutar, dado que toda su complexión y todo su
ser está destinado a perecer sin dejar ningún rastro. Así pues, nada de lo
que no perdure y de lo que no resuelva en una nueva natividad está
sometido a la Medicina. De lo que resulta que todo el trabajo del médico
no estará encaminado sino a conseguir una nueva natividad. Ahí están y
de ahí provienen el verdadero Azufre, el Mercurio y la Sal auténticas, en
los que se contienen (extent) todos los Arcanos, obras, curaciones y
fundamentos.
Sólo cuando la segunda vida ha sido introducida y que la primera se ha
retirado del cuerpo, estamos en condiciones de usar y aprovechar la
primera materia y de encontrar allí mismo la última. De esta vida media
ha de salir pues la nueva vida, libre ya de toda otra enfermedad o muerte
que no sea el gran fin en el que todas las cosas han de perecer. (Opus
Paramirum, Libro I, cap. 6)

La razón por la cual ninguna nueva vida puede perdurar está justamente
en su fragilidad, lo cual es a la vez el motivo y fundamento de la muerte.
Todo el fundamento de esto está por consiguiente en que el hombre
considere que sólo cuando se exponga y separe el cuerpo medio, han de
manifestarse las cosas primeras. Sólo aquel que las reconozca para la
vida nueva (ex nova vita) conocerá verdaderamente el objeto de esta
vida.
Sobre esto existen dos partes (subjecta): una constituída por el enfermo,
a solas, con su vida media vegetativa y cuya nueva vida, o sea la salud,
se le ha escapado transitoriamente; y otra, en la que está la Medicina, que
trata de proteger la vida media a través de la nueva vida. Por eso los
Arcanos están en la vida nueva y no en la primera ni en la media. (Opus
Paramirum, Libro I, cap. 6)

No debéis sorprenderos de que cuando los ojos no están educados no


puedan ver muchas de estas cosas, ya que el cuerpo medio (medium
corpus) obscurece los ojos, poseyendo en cambio la ciencia sobre la que
debe apoyarse todo médico. Esa ciencia revela más cosas al médico que
al profano... La ciencia es verdaderamente el origen de la fuerza del
médico, ya que sólo a través de él pueden revelarse públicamente los
milagros de Dios... Así, ninguna cosa que esté escondida podrá dejar de
ser revelada por el médico, cuya luz podrá ser proyectada sobre la tierra,
el agua, el firmamento, el fuego y sobre todas las cosas, en fin, que
quieran contemplar las maravillas del Dios que las ha creado y en cuya
mente viven antes de todo.
El que aún haya cosas sin explicación se debe solamente a que el trabajo
intelectual necesario no ha sido aún proyectado con la profundidad
debida.
Puede decirse que la ceguera de los ojos, el glaucoma, la catarata y la
mancha blanca, invaden también las otras profesiones... Estas cegueras
se parecen todas entre sí e importa mucho que sean corregidas. Pues así
como la ceguera de médico es la muerte del enfermo, así la otra ceguera
es la muerte del alma (Opus Paramirum Libro I, cap. VI)

Las enfermedades extrañas requerirán así que el médico las estudio con
métodos extraños, aplicándoles las concordancias que correspondan,
preparando y separando las cosas visibles y reproduciendo sus cuerpos a
su última materia con ayuda del arte espagírico o de la Alquimia... El
médico, en efecto, sólo debe serlo de las enfermedades que conozca,
pero no de las que ignore. Por eso no debe preocuparse como no nos
preocupamos nosotros, de ser influidos por los árabes, bárbaros o
caldeos. Y no creer en nada de los otros que no haya sufrido la prueba
del fuego, pues eso no es verdadera Medicina, ya que como hemos dicho
repetidamente, el fuego crea al médico. Aprended pues la Alquimia,
también llamada Espagiria, y ella os enseñará a discernir lo falso de lo
verdadero. Con ella poseeréis la luz de la Naturaleza y con ella por tanto
podréis probar todas las cosas claramente, discurriéndolas de acuerdo a
la lógica y no por la fantasía. (Opus Paramirum, Libro I, cap. 3)

Así pues es preciso que abramos bien los ojos en este arte a fin de que
distingamos las cosas no sólo médicamente sino con la verdadera mirada
del fuego y no con la sencilla contemplación de los rústicos y los
profanos. Este ha de ser el fundamento desde el que acometeremos el
estudio del tratamiento médico, a la vez que el motivo que nos haga
separarnos definitivamente de las complexiones y de los cuatro
humores... La verdad es que toda enfermedad tiene que ser caliente o
fría. ¿Cuál podría carecer de estos "colores"? Diremos que ninguna; y sin
embargo ésos no son más que signos y no enfermedades propiamente
dichas. De modo que aquel que tome los signos por la materia se
engañará fatalmente (Opus Paramirum, Libro I, cap. IV)

No puede existir ninguna verdad fundamental en las enfermedades o en


el hombre que no haya recibido su luz de la Naturaleza, según puede
probarse siempre por numerosos testimonios. Esa es en efecto la gran luz
del Mundo. Y os digo que así como el oro puede contrastarse hasta siete
veces por el fuego, así el médico debe probarse siete y más veces aún
por el fuego, ya que el fuego probará a su vez las tres substancias,
mostrándolas al desnudo, puras, limpias y sencillos. Por eso no puede
decirse que nada haya sido probado debidamente en tanto no haya sido
sometido a la prueba del fuego. El fuego prueba todas las cosas y
siempre, al separar las impurezas, acaba haciendo aparecer las tres
substancias puras. Así el médico será probado no por propia naturaleza
sino según el arte teórico y práctico en que se haya iniciado bajo el
bautismo del fuego. Porque estas tres cosas, estos tres principios, no son
perceptibles para los ojos de los rústicos y no se dejan captar fácilmente,
siendo justamente el fuego el que develará la obscuridad que los
envuelve, exponiéndolos nítidamente a nuestros sentidos. (Opus
Paramirum, Libro I, cap. 1)

Es necesario que las causas de la salud y de la enfermedad sean


claramente visibles y que ninguna obscuridad se proyecte sobre ellas,
razón por la cual nos hemos referido antes al fuego, en cuyo seno se
encuentran escondidas todas las cosas y bajo cuya acción se ponen de
manifiesto. De esta visibilidad (aspectu) nacen los testimonios de la
ciencia médica. Por eso el médico es médico por la medicina y no sin la
medicina, pues ésta es anterior a él y existe por sí misma; de lo que se
deduce que su estudio está en la observación de los hechos y no en la
fantasía del médico... Pues en verdad que el fuego ha sido conferido a los
maestros y no a los discípulos.
Os aclararé esto: digo que no hay nada en el interior del hombre, por más
brillante que sea su genio, que pueda hacer de él un médico. Nada en él
pertenece al arte de la medicina, pues en esto su espíritu está tan vacío
como una cesta; a pesar de ello ese espíritu -esa cesta- se halla en
disposición de albergar las cosas que le sean entregadas y que son
verdaderos tesoros. Todavía ese genio brillante y bien dispuesto carece
de experiencia, de ciencia y de arte médico, pues en realidad todo lo que
aprendemos y experimentamos debe quedar encerrado por un tiempo y
sólo aplicarlo después en el momento oportuno.
Considerad ahora estos dos ejemplos:
Ved el vidriero y preguntaos de dónde o de quién ha recibido su arte.
Convendréis conmigo en que no ha sido de él mismo, ya que su razón no
ha podido aún penetrarse de los fundamentos de su arte, a pesar de lo
cual le ha bastado tomar la materia y echarla en el fuego para que la luz
de la Naturaleza haga aparecer el cristal ante sus ojos.
Ved ahora el carpintero. El carpintero que construye una casa puede a su
vez alcanzar este arte por el simple impulso de su iniciativa razonada,
con tal de que posea un hacha y una madera buena para su trabajo.
El médico es como el vidriero, pues por más que tenga ante él un
enfermo y a su disposición los diversos medicamentos, carece de la
ciencia y del conocimiento de las causas. Si por el contrario posee el
hacha y la madera del carpintero, puede llegar a ser médico
verdaderamente. Tanto de una manera como de la otra, por más que
como buen artesano se prepare una buena hacha y ponga luego todo su
talento personal en aprender a servirse de ella debidamente, necesitará
del fuego para que el tesoro oculto se manifieste, esto es, para que la
Farmacopea y la ciencia encerrada en su inteligencia alcancen la
finalidad de su medicina....
Pues todo cuanto el fuego enseña no puede ser probado ni comprendido
sin el fuego. (Opus Paramirum Libro I, cap. 1)

Porque va en contra de la Filosofía el que las florecillas no deban


participar de la eternidad; aunque se marchiten, comparecerán cuando se
reúnan todas las estirpes. Y no se ha creado nada en el Mysterium
Magnum, en el Gran Mundo milagroso de Dios, que no esté representado
también en la eternidad (Philosophia ad Athenienses, Libro II)

Nota
Estos fragmentos han sido tomados de distintas obras de Paracelso, así
como de citas hechas por estudiosos en sus obras sobre Paracelso,
como Cassirer, Koyré, Jung, etc.

Bibliografía

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