Transexualidad Psicoanalisis y Genero

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Transexualidad: Psicoanálisis y Género

Por Rafael Eduardo Dávila Medellín.1


Introducción
Frecuentemente se escucha los términos: Transexualidad, transexuales,
transexualismo, travestismo y se tiende a la exclusión, estigmatización y
discriminación de las personas que son etiquetadas o que se identifican como
transexuales, incluso se les diagnóstica con el trastorno de identidad de género.

Pero ¿Por qué existe tanta controversia hacia los individuos transexuales? ¿En
qué concepción se les puede tener para que suceda esta discriminación? ¿será
posible que la transfobia se sostente en diagnósticos psiquiátricos que pueden
quebrar la voluntad de las personas a quienes le son impuestos?

Este ensayo se propone abordar la temática de la transexualidad sin abordar


estereotipos o juicios de valor que ofrezcan opiniones sesgadas sobre la cuestión,
la intención es retomar la perspectiva de género como la propondrían autores
como Butler o Lamas y a partir de esto reconstruir la visión de la transexualidad
de una forma que no sea patologizante o discriminante.

También se retomará la cuestión diagnostica y el punto de vista de la comunidad


médica con lo que podría implicar para los y las transexuales, proponiendo una
vista distinta a las “verdades” de género que se proponen con estas valoraciones.
Y se verá como de manera complementaria las proposiciones psicoanalíticas
sobre la transexualidad ya sean diagnosticas o no pueden arrojar algo de luz
sobre la etiología de la misma, no siempre de manera neutral o que no sea
patologizante, pero siempre buscando ser ilustrativos.

Para terminar se retomará un testimonio para observar las proposiciones teorías


que se hablan en el ensayo, comparar su veracidad u observar las áreas de
oportunidad que se encuentran cuando una persona transexual habla de su
experiencia de forma abierta y directa.

¿Desde donde se concibe la Transexualidad?


Comúnmente la sociedad estigmatiza y excluye a las personas que considera
afuera de la norma, reacciona con miedo a lo desconocido y rechazo, como se
observa en las actitudes violentas hacia las personas transexuales ya sean de
naturaleza física o verbal ( Rubio, 2008).

1
Estudiante de Octavo Semestre en la Facultad de Psicología UANL.
Además la comunidad médica y psicológica durante mucho tiempo mantuvo las
“Categorías medicas patologizantes como “transexualismo” o “travestismo” [que]
operan como productoras y reguladoras de la “verdad” de género” (Soley-Beltran,
2014), con esta cosmovisión la transexualidad fue observada como una patología
basada en un supuesto sufrimiento por la discordancia de los individuos
transexuales entre su sexo de asignación y su identidad de género o identidad
sexual. Es por eso que Soley-Beltran atribuye lo siguiente “El impulso que movió
un sector de la clase médica a acuñar la distinción sexo/género como parte de los
protocolos de tratamiento y etiología de la denominada disforia de género fue
considerada por este mismo sector como una acción inspirada por una ética
humanista pues su fin era aliviar el sufrimiento de los pacientes que declaraban
sentir un doloroso desacuerdo entre su identidad -masculina o femenina- y su
morfología física”(Soley-Beltran, ibídem)

Entonces si esta óptica de la transexualidad estaba basada en una lógica medica


que dictaba una “verdad de género” mediante la búsqueda de la “readaptación” del
individuo a su sexo de asignación o actualmente a aceptar una patología (el
trastorno de identidad de género), tendría que revisarse detenidamente que es el
género y como se relaciona con la transexualidad para cambiar de paradigma
entendiendo realmente como se concibe la transexualidad sin criterios de salud-
enfermedad.

La propia palabra género es propicia a confusiones desde su significado previo a


que se acuñara el termino, como menciona Lamas en su libro Cuerpo: Diferencia
sexual y género: “Género es un término derivado del inglés (Gender) y su
recepción entre las personas hispanoparlantes crea confusiones. En castellano,
género es un concepto taxonómico para clasificar a que especie, tipo o clase
pertenece alguien o algo; como conjunto de personas con un sexo común, se
habla de las mujeres como género femenino y de los hombres como género
masculino.” (Lamas, 2002).

Esto implica que mas que referir a la dicotomía masculino-femenino el género en


si es un constructo, que así como menciona Lamas también “El género produce un
imaginario social con una eficacia simbólica contundente y, al dar lugar a
concepciones sociales y culturales sobre la masculinidad y feminidad, es usado
para justificar la discriminación por sexo (Sexismo) y por prácticas sexuales
(homofobia). Al sostenimiento del orden simbólico contribuyen hombres y mujeres
a reproducirlo. Los papeles cambian según el lugar o el momento, pero mujeres y
hombres por igual son los soportes de un sistema de reglamentaciones,
prohibiciones y opresiones reciprocas” (Lamas, ibídem), o en otras palabras como
decía Soley-Beltran estas verdades de género o orden simbólico es una barrera
hacia la aceptación de la transexualidad, al cotidianamente ser considerada fuera
de la norma.

Judith Butler define el género por otro lado como “El resultado de un proceso
mediante el cual las personas recibimos significados culturales, pero también los
innovamos” (Butler, 1999) y Lamas (2002) destaca que Butler en “El género en
Disputa” hace más que escribir un texto fundador de la teoría Queer o de la teoría
feminista sino también se pregunta en qué medida la en que se puede elegir el
género, además de soltar la provocadora idea de que el género es un proyecto
para renovar la historia cultural en nuestros propios términos corpóreos.

¿Entonces como es esto? ¿Será una cuestión en cuanto a la consideración de la


escenificación de mitos culturales como propone Lamas (2002) o podrá englobar a
la comunidad Trans en lo referente a las operaciones quirúrgicas, el travestismo
no propiamente dicho y la supuesta diagnosis de patología?

La cuestión de la transexualidad como una elección en vez de una patología es un


tema que toca Butler en su libro “Deshacer el género” donde se refiere a los
transexuales no como enfermos si no como “Personas comprometidas con una
autodeterminación, personas que ejercen su autonomía”(Butler, 2006), lo que es
congruente con la definición de Soley-Beltran de Transexualidad, quien estipula es
una “Categoría auto referencial cuya definición y diagnostico se sostiene de un
modo circular, puesto que desear intensamente un cambio de sexo es el rasgo
principal para ser calificado como transexual y merecer un cambio de sexo”(Soley-
Beltran,2014), una definición a la que se pudo acceder puesto que la autora
reconoce que posterior a la visión medica patologizante las corrientes feministas y
activistas de género criticaron la dicotomía naturaleza/cultura que subyacía a la
transexualidad como patología y a la práctica médica como reguladora y
generadora de parámetros de normalización social.

Sin embargo para que los y las transexuales puedan acceder a la operación de
reasignación de sexo, deben pasar por la comunidad médica-psiquiátrica o
psicológica y ser sometidos al diagnostico de trastorno de identidad de género
recibiendo de antemano no solo la psicoterapia anterior y posterior a la cirugía,
sino también una etiqueta diagnostica. (Rubio, 2008)

Referente a esto Butler menciona “Si la condición debe ser establecida por
profesionales psicológicos o médicos para ser necesaria, es decir si se estipula no
someterse a la transición de sexo produce angustia, falta de adaptación y otras
formas de sufrimiento, entonces podría deducirse que escoger la transición se
concibe cono una elección que aprueban y ratifican los profesionales médicos que
procuran el bienestar de la persona. El “diagnostico” puede funcionar de diversas
formas pero una de las formas en las que puede y de hecho funciona
especialmente entre aquellos que son transfóbicos, es como instrumento de
patologización. Recibir el diagnostico de Gender Identity Disorder (GID) o
Trastorno de Identidad de Género, es considerado malo, enfermo, descompuesto,
anormal y sufrir cierta estigmatización como consecuencia del diagnostico” (Butler,
ibídem).

¿Qué implica realmente la etiqueta diagnostica? Butler refiere que los y las
transexuales son afectados por fuerzas que no entienden del todo, como la
perspectiva de que ciertas normas de género no han sido encarnadas
apropiadamente, que han tomado el lugar del error y el fracaso, estas son
presunciones sobre lo que debe ser una vida normal. Asimismo el diagnostico de
trastorno de identidad de género apoya las normas de género que se consideran
normales y tiende a patologizar cualquier intento de producir el género de formas
que no se conforman con las normas actuales, o lo que es la fantasía de las
normas actuales. Es importante recalcar que mayoritariamente es un diagnostico
pronunciado en contra de la voluntad de los y las transexuales, además que
efectivamente en algunos casos ha quebrado la voluntad de mucha gente,
llegando hasta el suicidio. (Butler, 2006).

Observar el rol del diagnóstico no es suficiente, según Butler “…Debemos


preguntar cómo se vive la realidad de la diagnosis ¿Qué implica vivir con ella?
¿Ayuda a la gente a vivir? ¿A conseguir una vida que sientan que merece la pena
vivir? ¿Impide vivir a alguna gente haciéndoles sentirse estigmatizados, e incluso
en algunos casos contribuyendo al suicidio?” (Butler, ibídem)

Soley-Beltran en su artículo Transexualidad y Transgénero: Una perspectiva


Bioética propone respuestas a estas preguntas levantadas por Butler, basadas en
lo que su muestra pudo responderle en entrevistas y conversaciones informales,
ella refiere en su artículo que “La apropiación del discurso medico por parte de las
personas transexuales y transgénero lo trastorna de tres modos distintos a) al
reclamar la transexualidad como una elección se reta su definición como
patología, b) no manteniendo la coherencia entre el sexo y deseo heterosexual y
c) en el caso de las transgénero españolas desmontando el vinculo
genitales/género” (Soley-Beltran, 2014).

La transexualidad también es asumida desde presunciones teóricas que se


comprueban mediante investigaciones que aunque parecen no mostrarla como
patología, recurren en posibles prejuicios que establecen las ya mencionadas
“verdades” de género por medio de institucionalizarlas mediante la investigación y
conclusión que parece construida con anterioridad, como lo es afirmar que “Las
personas transexuales experimentan una discontinuidad entre las identidades y
los placeres sexuales que creen que deberían asociarse con ellos” (Soley-Beltran,
ibídem), esta autora también asevera esto mediante su muestra “Las personas
transexuales españolas entrevistadas se mostraban más dispuestos a referir sus
deseos y actividad homosexuales en su sexo de origen y parecían menos
preocupados por actuar en desacuerdo con los estándares médicos…por virtud de
su identificación los informantes convierten una atracción regularmente clasificada
como “homosexual” en una heterosexual” (Soley-Beltran, ibídem)

Estas aseveraciones levantan las siguientes preguntas, si se toma la perspectiva


Queer-Feminista proveniente de la teoría crítica de Butler (1999) ¿Los y las
transexuales están dispuestos o deben someterse a las cuestiones diagnosticas
patologizantes para acceder a la cirugía de reasignación de sexo con todo lo que
la diagnosis implica?, si se toma la perspectiva médica aparentemente más abierta
a las nuevas “verdades” de género ¿Cómo se puede readaptar a los y las
transexuales a la sociedad cuando su propia noción de género desafía la
heteronormatividad y la supuesta dicotomías masculino- femenino?

Quizás una pregunta más importante es ¿Qué pueden decirnos los individuos de
la comunidad transexual sobre lo que implica ser transexuales en sus propias
opiniones? Tal vez no cuenten con el léxico y conocimiento académico para
argumentar su sentir intelectualizándolo pero su sincera opinión podría ser justo lo
que la comunidad médica-psicológica y la perspectiva de género necesitan.

¿Qué puede decir el psicoanálisis sobre la Transexualidad?


¿Por qué observar desde una óptica psicoanalítica a la transexualidad? La
pregunta es válida de hacerse, es claro que múltiples juicios de valor se pueden
hacer hacia la teoría y técnica psicoanalítica puesto que se le ha etiquetado
ocasionalmente de anticuada, obsoleta o pan sexualista, sin embargo tal como
menciona Marta Lamas “El psicoanálisis muestra como la estructuración psíquica
se realiza fuera de la conciencia y de la racionalidad de los sujetos. Desde la
perspectiva freudiana, el sujeto es una persona escindida, con deseos y procesos
inconscientes. El reconocimiento de que nunca vamos a estar completos, de que
siempre nos va a faltar alfo, es lo que se formula como la falta, la carencia, la
castración y condiciona la estructuración de la identidad psíquica. Lo que hace
justamente el psicoanálisis es ofrecer el recuento más complejo y detallado hasta
el momento de la constitución de la subjetividad y de la sexualidad, así como del
proceso mediante el cual el sujeto resiste la imposición de la cultura” (Lamas,
2002); es decir el aprovechar la teoría psicoanalítica como herramienta para
comprender al sujeto se presta debido a las asunciones que plantea desde el
desarrollo psicosexual de los sujetos hasta la consideración de como se
relacionan con la llamada realidad que constantemente se encuentra en conflicto
con sus estructuras psíquicas, Ello, yo y Superyó.(Freud, 1924)

Sin embargo conviene aclarar que las proposiciones o conclusiones a las que se
llegan dependen del autor y la óptica desde la cual interprete la teoría
psicoanalítica, como por ejemplo, la antropóloga y activista feminista Marta Lamas
toma fragmentos de la teoría psicoanalítica desde una perspectiva freudiana (con
terminología mas lacaniana) para complementar las nociones culturales,
identificadoras y constructivas de la dicotomía feminidad-masculinidad y el género.

Es así, como con otro ejemplo podemos esclarecer que autores, como Eugenia
Vega en su artículo “Aspectos psicoanalíticos sobre el transexualismo” propone
función, motivación psicosexual y metas sexual del “transexualismo”, travestismo”
y “homosexualidad” (Vega,2013) , que aunque están basadas su elucidaciones en
la experiencia clínica de otros los autores Doctor Charles Socarides y el Doctor
VamikVolkan, rayan en la perspectiva de “verdad” de género que dictaba la
comunidad médica antes de las contribuciones feministas al termino género.

En este mismo artículo la autora menciona que los autores le esclarecieron dudas
como “… ¿es [el ‘transexualismo’] trastorno, perversión, psicosis?, ¿en qué etapa
se gesta este trastorno?, ¿qué pasa antes y después de la operación?, ¿qué
líneas habría que tener en cuenta para trabajar con un paciente así?” (Vega,
ibídem), como se observa la preocupación sobre la etiología de la transexualidad
es meramente diagnostica, por lo que la óptica que expone en su artículo roza en
una heteronormatividad que podría o no rayar en estereotipos, prejuicio y
“verdades” de género sustentadas en los mismos.

Vega refiere los siguientes puntos en cuanto al “transexualismo”, “Función: Logra


la “femineidad” a través de preparaciones quirúrgicas y endocrinológicas radicales
diseñadas para remover toda huella del género anatómico verdadero y para
promover que se actúe un rol femenino asumido y sintético, tanto en el medio
ambiente como en el acto sexual; escapa de la homosexualidad; se somete a la
temida castración (“fenómeno de libramiento”), se identifica vicariantemente con la
madre poderosa, neutraliza el temor que el tiene y disfruta conscientemente del
deseo infantil de tener coito con el padre (la realización del Edipo negativo); huye
de temores paranoides de ser víctimas de la agresión de hombres hostiles y más
fuertes que él quienes podrían dañarlos con las relaciones homosexuales;
neutraliza la agresión disminuye la angustia de separación. Motivación
Psicosexual: Anhelo orgástico; conscientemente añora la femineidad y lo actúa
con una plena reafirmación anatómica, deseos de desplazar a la madre con el
padre. Meta o elección de objeto sexual: Persona del sexo previo al cambio
electivo.” (Vega, 2013). Estas afirmaciones no engloban todo el espectro de la
transexualidad y parecen similares a los criterios diagnósticos del Trastorno de
Identidad de Género en cuanto a la proposición teórica de la estigmatización y
patologización de una categoría auto referencial como lo es la transexualidad.

Autores como Sergio Rodríguez o Jesús Manuel Ramírez Escobar abordan el


tema de la transexualidad, al igual que Lamas con supuestos teóricos Lacanianos
aunque desde perspectivas distintas según lo abordado por sus artículos.

Rodríguez propone como tema de su artículo “Vicisitudes del transexualismo” que


“Las cirugías conducentes a la transexualización de un ser hablante pueden
defenderlo contra un desencadenamiento psicótico o propiciarlo” (Rodríguez,
2008). Nuevamente tomando una postura diagnostica este autor liga el
‘transexualismo’ hacia trastornos del desarrollo psicosexual con repercusiones en
la personalidad del individuo , tomando casos como ejemplos y estipulando sobre
la base de que “Hay personas que en razón de causas genéticas y/o ligadas a la
historia del desarrollo de su psiquismo y de cómo éste reaccionó ante
acontecimientos que le presentó su infancia y la vida en general, se instalan en
una posición sexual inconsciente, con manifestaciones conscientes diferentes a la
conformación sexual anatómica recibida. El anudamiento inconsciente de los tres
registros entre los que se tensa un sujeto (Real, Simbólico e Imaginario), con la
identidad sexual que asume, es una de las fuentes de sus principales conflictos.
Que pueden desembocar en diferentes tipos de neurosis, psicosis, y prácticas de
goce erótico distintas a lo pautado como normal por los hábitos y costumbres de
las mayorías.” (Rodríguez, ibídem), es así como Rodríguez en términos más
coloquiales postula que el asumir una identificación de género distinta a la del
sexo de asignación es un recurso para salvaguardar al individuo de una psicosis,
que contrasta con la concepción de la transexualidad como una perversión cuyo
punto de fijación es preedípico propuesta por Vega (2013).

Sin embargo Jesús Manuel Ramírez Escobar en su artículo “El psicoanálisis, la


teoría querer y la transexualidad frente al ocaso de la representación” hace una
exposición de la teoría Queer para llegar a través de un análisis comparativo entre
los conceptos de la perspectiva de género y el psicoanálisis a un entendimiento
de la transexualidad basado en conceptos Lacanianos. (Ramírez, 2010)

Además rodea la etiología de transexualidad evitando confusiones para


diferenciarla de otras identidades y “Para cernir la cuestión que se plantea,
conviene distinguir muchos otros casos con los cuales, el fenómeno transexual se
expone a ser confundido. En primer lugar, no se presenta identifican con el otro
sexo de manera inconsciente, es decir que su reivindicación no se presenta bajo la
forma propia de la neurosis, como podría ser el caso de los sujetos transgénero.
Por otra parte, tampoco se presentarán como travestis fetichistas, que gozan
precisamente de la presencia de su pene bajo las vestimentas femeninas de forma
itinerante, y que por lo tanto no ponen para nada en cuestión su identidad
masculina, sino una bisexualidad enmascarad de perversión en el momento en
que busca captar el Deseo del Otro. Tampoco son, por último, homosexuales que
reservan a su pene un papel esencial en su vida sexual. Sólo los transexuales
exigen la ablación del órgano viril a fin de hacer a su cuerpo acorde con el sexo
cuya identidad reivindican vía el género.” (Ramírez, 2010)

Igualmente que Rodríguez (2008) y Vega (2013), Ramírez también atribuye la


transexualidad a los procesos del desarrollo y cae en la búsqueda diagnostica de
la misma, concordando con Rodríguez (2008) en cuanto a las similitudes previas a
la psicosis ya que propone que “…la relación presentada por estos Sujetos con
sus madres es calificada por este autor de simbiótica, pero la distingue de la que
une a la madre del esquizofrénico con su hijo en que no existiría aquí ninguna
fuente de sufrimiento, sino simplemente la instalación sin conflicto de una
identidad femenina durante el período preedípico por un proceso de identificación
que la madre induce y del que estaría excluida toda problemática fálica. Sin duda
la definición de la psicosis que Stoller invoca es insuficiente para responder a la
cuestión que plantea la transexualidad. Va a la par de la manera simplista con la
que concibe la problemática fálica. Pues mientras reconoce que algunas madres
de estos transexuales se comportan con su hijo como si fuese una parte de su
cuerpo (llegando a decir su falo), a falta de la distinción necesaria entre castración
imaginaria, real y simbólica no puede extraer de esta comprobación la
consecuencia que se impone, a saber, que instalan así, por el hecho mismo de la
ausencia en ellas del deseo de un hombre que venga a separarlas de su hijo, una
situación propicia a la eclosión de la psicosis.” (Ramírez, ibídem)

Por otro lado también acepta que “Freud no inventó una terminología particular
para diferenciar los dos dominios principales de la sexualidad: por un lado, la
determinación anatómica, y por el otro, la representación social o subjetiva. Pero
con su nueva concepción demostró que la sexualidad era tanto una
representación o una construcción mental como el lugar de una diferencia
anatómica. En consecuencia, su doctrina transformó totalmente la mirada que la
sociedad occidental posaba sobre la sexualidad y sobre la historia de la
sexualidad en general. La diferencia de los sexos, en el sentido biológico o
anatómico, no decide entonces necesariamente la reivindicación de una identidad
sexual conforme al sexo anatómico o biológico, ni da cuenta de las modalidades
inconscientes según las cuales cada uno, hombre o mujer, negocia la cuestión de
la diferencia de los sexos y su posición subjetiva como ser sexuado, y por lo tanto
su relación con un otro sexuado. Estas son cuestiones que Lacan retorna, sobre
todo con el concepto de sexuación”. (Ramírez, 2010).
Al reconocer el retorno o retomo de Lacan sobre la sexuación, también Ramírez
reconoce sin darse cuenta que Freud nunca observo de primera mano las
problemáticas de la transexualidad ni les dispuso diagnostico y aunque esto no
ceja la intención de los autores pos freudianos de patologizar esta identidad de
género, abre la puerta a cuestionarse mas allá de esta cosmovisión
heteronormativa que propone “verdades” de género como la comunidad médica lo
hizo y hace actualmente.

Irene Fridman, quien aborda el tema de la construcción de la masculinidad,


también menciona aspectos de la transexualidad y su concepción, junto con la de
autores como Herdt, Stoller y Chodorow, en el desarrollo psicosexual, coincidiendo
en similitudes teorías con Ramírez, pero sin interés de establecer categorías
diagnósticas propias de la comunidad médico-psicológica.

Al respecto Fridman enuncia la existencia “Punto ciegos de la teoría que obturan


líneas de análisis que se podrían profundizar teniendo en cuenta la perspectiva de
género.” (Fridman, 2000), proponiendo que la escucha analítica debería
replantearse más que monótonamente repetir los padecimientos que no pueden
ser escuchados y que por lo tanto no han podido elaborar. Fridman (Ibídem)

Posteriormente Fridman además propone que “El ideal del yo será vivenciado
como algo externo normativo que se tendría que satisfacer. El no cumplimiento
con estos valores produciría efectos para el psiquismo, en muchos casos ligados a
sentimientos de fracaso, culpa o miedo”(Fridman, ibídem), siendo que en una
lógica del desarrollo psicosexual este ideal del yo, será inalcanzable, aunque por
otro lado muestra las concepciones teorías que comparten las perspectivas
normativas-pedagógicas del psicoanálisis norteamericano y el psicoanálisis de
orientación lacaniana.

Al igual que Vega (2013), Fridman utiliza el trabajo de otros autores con
transexuales, para las bases de su trabajo, por lo cual hace una distinción teórica
entre la cuestión del ideal del yo que menciono antes y las propuestas que retoma
exponiendo que “En otra línea de análisis, Stoller y Herdt , a través del análisis de
los síndromes hemafrodíticos y del estudio de la transexualidad, han llegado a la
conclusión de que para los pequeños varoncitos el proceso de construcción de
identidad genérica se transmite como un costoso pasaje desde una identificación
primigenia con la madre, seguida de la desidentificación de esta figura tan
poderosa, culminando con la identificación con el padre” (Fridman,2000) , por
supuesto hablado de una identificación masculina heteronormativa sentada como
la media.
Al plantear una identificación primigenia con la madre, podría surgir la pregunta
¿Por qué la transexualidad tendría que ser vista diagnósticamente como
“perversión” o “psicosis” en vez de otra forma de identificación sexual?, cuestión
que aunque no es planteada directamente por Fridman en su artículo, es retomada
en sus bases al citar a Freud, quien describe el pasaje identificatorio de Arpad en
su libro Tótem y Tabú, “El pequeño Arpad se cuidó por sí mismo de no dejar la
menor duda sobre el sentido de su singular actitud. En ocasiones sabia traducir el
deseo del lenguaje totémico al vulgar. ‘Mi padre es gallo-dijo un día. Ahora soy
pequeño y soy pollito; pero cuando sea mayor seré una gallina, y cuando sea más
mayor seré un gallo” Freud (1912)

Fridman complementa la cita de Freud con una exposición sobre el desarrollo de


la identidad de género en el varón “En nuestra cultura el proceso de “convertirse
en varón” (identidad de género) se presenta íntimamente ligado con el proceso de
separación/ individuación con respecto de la madre, y es por esto que la
definición de la masculinidad estaría dada por la superación de los sentimientos de
fusión y apego con la madre, con el fin de conseguir la independencia necesaria
para identificación con el otro progenitor que es el padre. En este sentido es que
se habla de una masculinidad reactiva a esta poderosa identificación primaria. Es
muy importante empezar a entender que efectos tiene a lo largo de la vida del
sujeto este tipo de recordatorio identificatorio y cómo desde el posicionamiento
más distante del padre y por ende menos determinante por haber menos
intimidad, el proceso de consolidación genérica en el varón necesita una
permanente reafirmación, desencadenando conductas muchas veces ligadas al
riesgo, o en otros casos desafectivizadas y distantes como forma de mantener y
constatar que se ha consolidado esta separación y que no existe el riesgo de
transformarse en mujer” (Fridman, ibídem)

Es importante señalar que Fridman no propone Función, Motivación psicosexual y


Meta o elección de objeto sexual, esquematizadamente como lo hizo Vega
(2013), pero si sostiene una “verdad” de género complementaria con la de
Rodríguez (2008) y Ramírez (2010) al establecer parámetros de normalidad para
el desarrollo ideal de un individuo, en este caso el desarrollo de la identidad
masculina, incluso retomando el tema de la castración no solo como aspecto
simbólico si no como aspecto estructural, ya que por la angustia hacia la misma
castración, nunca sería el sujeto reconocido como hombre, Fridman (ibídem).

Sin embargo Fridman formula una crítica teórica y social, retomando fragmentos
de su proposición sobre el desarrollo psicosexual al afirmar que “Si los padres
estuvieran mucho más disponibles para el proceso de identificación, si los deseos
amorosos con respecto al padre no tuviesen que quedar sepultados para ser
‘hombres’, si las vivencias de afectividad no quedasen solamente del lado de la
pasividad, y si la misma fuera narcisizada por la cultura, bien podríamos tener
varones más seguros de su masculinidad (lo que quiera que esto implique
culturalmente) y con menos horror a quedar presos del amor de otro hombre”
(Fridman, 2000).

Quizás valdría la pena agregar el tener sujetos más seguros de su identidad


sexual, sin angustia sobre la transformación del cuerpo y mente de los otros, con
más apertura hacia una visión comprensiva de la transexualidad y menos hacia la
visión patologizante y estigmatizante que diagnósticos como trastorno de identidad
de género, perversión o psicosis sostienen.

Un testimonio de una mujer transexual:


A manera de respuesta a la pregunta que se propuso anteriormente “¿Qué
pueden decirnos los individuos de la comunidad transexual sobre lo que implica
ser transexuales en sus propias opiniones?”, se citará una entrevista realizada por
Denise Almillo (2013) publicada en la revista virtual Hysteria hacia una mujer
transexual a la que llama Sandra.

“Me salí de casa de mis padres a los ocho años de edad, huyendo de otra golpiza
de mi padre que decía que me iba a matar por joto. Empecé a trabajar a esa edad
vendiendo periódicos y limpiando parabrisas. A los 13 años trabajaba de
lavaplatos pero me despidieron, me dijeron: “eres demasiado joto, rúmbale a la
verga” y en todos los sitios en que intenté trabajar después, fue lo mismo. A esa
edad comencé a hacer trabajo sexual. Me di cuenta que para mí no hay
oportunidades laborales más que de costurera, peluquera, hechicera, y
trabajadora sexual. Costurera no se me da, así que aprendí a cortar el pelo para
sobrevivir y combinarlo con el trabajo sexual. El corte de cabello es el plus que
ofrezco a los clientes, pues hay mucha competencia.” Responde Sandra cuando
se le pregunta como ha sido su vida en Monterrey y describe parte de la
discriminación hacia lo que no es considerado normativo del género, Butler (1999),
quizás con las violencia y estigmatización que describe Rubio (2008).

¿Cómo es para ti dedicarte al trabajo sexual? Le pregunta Almillo (2013) y


Sandra le contesta “El trabajo sexual es sufrimiento, aguantar en ocasiones
clientes borrachos, apestosos, necios, que creen que por dinero harás todo lo que
quieren; unos te golpean, otros te roban, es un trabajo muy riesgoso, me expongo
con cada cliente, desde una infección hasta mi vida. Un día en mi vida es
levantarme, bañarme y ponerme guapísima. El inicio de mi labor consiste en
verme bien, estar limpia y tener un cuerpazo. Las trabajadoras sexuales somos un
pedazo de carne que tiene que lucir lo mejor posible. No sabe la gente lo pesado
que es este trabajo, creen que somos unas degeneradas, golfas, de “vida fácil”, no
saben que de simple no tiene nada, ni todo lo que hay detrás de mi vida.”

De esta manera Sandra al ser marginada por una sociedad que mantiene
“verdades” de género estigmatizantes y heteronormativas, Soley-Beltran (2014),
además que busca mantener un ideal de belleza que se sostiene en otro ideal de
desprecio hacia su elección de ser Transexual.

Describe más dificultades en su labor cuando especifica donde trabaja “En mi


casa, corto cabello y atiendo clientes, me anuncio por páginas de internet, antes
era sólo por el periódico pero con internet ha bajado mucho la clientela: allí el sexo
es gratis, muchas chicas lo hacen sin costo. Yo quisiera también hacerlo gratis,
cuando y con quien quiera, pero no puedo, es mi carga.” Así expresa Sandra, su
carga, un pesar que aparenta ser consecuente a la elección de ser una persona
transexual, el no poder hacerlo con quien y cuando quiera, nuevamente siendo
víctima de discriminación.

Por otro lado describe otro trabajo que es también una labor social “Trabajo
también voluntariamente en una asociación civil, salgo a repartir condones entre
compañeras que se dedican a lo mismo que yo y aprovecho para darles
información, sobre todo del trato con los clientes, las posiciones que no se deben
practicar por seguridad, para no exponernos más”

Sin embargo también menciona otros aspectos de la discriminación hacia su


persona: “Soy indocumentada, aquí nací y como neolonesa no tengo ningún
derecho, violan mis derechos humanos pues lo que dice mi acta de nacimiento es
diferente a lo que aparento. No llevamos vida normal, no hay inclusión laboral, nos
prohíben la entrada a baños públicos en todos los lugares. Es por eso que
nosotras nos aislamos, para no pasar esas vergüenzas, inclusive con nuestras
propias familias, que piensan que somos gays. Terminamos alejadas de la
sociedad, luego de que te cierran muchas puertas una y otra vez… En mi
credencial de elector los obligué a que me tomaran la foto así de niña,
amenazando con denunciarlos en Derechos Humanos. Yo no puedo gastarme los
50 mil pesos que cuestan los trámites legales, más las citas con los peritos,
psicólogos y endocrinólogos que son necesarios; todo esto es en DF y no lo
puedes hacer en poco tiempo, son diligencias que pueden tardar años y mucho
dinero. Considero que es injusto que sea tan inaccesible el trámite, no les cabe en
la cabeza que somos mujeres, aunque tenemos genitales masculinos, yo también
pago impuestos como cualquier persona, pero el gobierno piensa que vivo de
aplausos, no hay políticas públicas para nosotras.”
Con su testimonio retoma las problemáticas de Butler (2006) aproxima en su libro
Deshacer el género, en cuanto a la transformación que sería el someterse a la
cirugía de reasignación de sexo o como la llama Rodríguez (2008) emasculación
y todos los trámites para llegar hacia la misma, puesto que como plantea Butler
(ibídem) no son fáciles al acceso del grueso de la población e implican someterse
a las “verdades” de género impuestas por la comunidad médica. Además de las
problemáticas legales respecto a su documentación que aunque aparentemente
son más accesibles en España como indican Rubio (2008) y Soley-Beltran (2014),
en México y más concretamente en Monterrey es casi inaccesible.

Asimismo esto se muestra en la calidad de vida que tiene no solo Sandra, si no el


grueso de los y las transexuales que conoce puesto que responde a la pregunta
¿Qué tan larga es la vida de las personas transexuales? De la siguiente manera
“No conozco a nadie de más de 55 años; la mayoría de mi generación hemos
vivido una vida de excesos, drogas e inyecciones, aceites y polímeros. Yo estuve
a punto de morir dos veces porque me inyecté aceite comestible. No vivimos más
de 50 años porque somos una bomba de tiempo por todo lo que nos hemos
inyectado y traemos en el cuerpo, se nos tapan las venas, tenemos mala
circulación. Y si no, pues mueres asesinada, de depresión por portar VIH o
cometes suicidio, no se muere por vejez.” Y al ser cuestionada sobre el trato que
le da a su cuerpo responde “La sociedad me exigía tener el cuerpo de una Barbie
que no existe. Las mismas compañeras refuerzan la idea del cuerpo que se debe
tener y los clientes más, si no tienes chichis y un buen culo, no te ocupan.
Terminamos deformes por cirugías clandestinas mal practicadas, muchas se han
quedado ciegas, otras tienen muerte inmediata después de los polímeros. Nos
inyectamos entre nosotras, el polímero es el más fuerte porque es frío, previo a él
te auto medicas con unas ampolletas para que no se congelen los pulmones. Lo
venden en el mercado negro, vas al Distrito Federal a un hotel por el Zócalo, pides
jugo y te dicen: “ay… nombre mana, ahorita te lo consigo, lo tengo al 2×1
¿cuántos vas a querer?” Llegamos a este punto porque muchos doctores no nos
quieren operar, son muy transfóbicos. Tenemos un cirujano que está sensibilizado,
por desgracia sólo tienen acceso a él las que más dinero han podido conseguir en
la vida.”

Sandra toca la temática de la transfobia en los médicos y la sociedad en general


que refiere Butler (2006), puesto que el diagnostico de Trastorno de identidad de
género o cualquier prejuicio que re en fuerza el tratamiento discriminativo que se
le da a las personas transexuales en la sociedad.

Además refiere otra cuestión que podría ser aborda de manera diagnóstica sería
que ¿la mala calidad de vida que viven los y las transexuales en Monterrey los
orilla al suicidio?, al mencionarse como bombas de tiempo o posibles al asesinato
se acercan a problemáticas como la violencia de género y/o la depresión que
podría provocar el temor a tener VIH.

Sandra habla con optimismo sobre las vivencias de las nuevas generaciones al
responder la pregunta ¿Hay diferencias entre lo que tú viviste en las calles de
Monterrey y lo que viven las nuevas generaciones? “Principalmente la policía ha
cambiado mucho, ya el acoso es menos, si te ven en la calle a altas horas de la
noche se acercan a preguntar “¿Cómo estás?”, o si necesitas algo. Ya son mucho
menos los que te piden lana o sexo oral. Eso sí, cuando no lo haces te llevan a la
cárcel, argumentan que te estabas prostituyendo, drogando, robando, miles de
excusas, siempre va a ser su palabra contra la de una transexual. La frecuencia
de estos incidentes es mucho menor, antes era diario. Otro cambio es, por
ejemplo, con las chicas transgénero, ellas ahora tienen más posibilidad, como no
están moldeadas del cuerpo, encuentran trabajos en los que les dicen que se
vistan del sexo que su credencial indica. Aunque tienen que aguantar que les
hablen con un nombre que no quieren e ir al baño que les imponen en referencia a
su sexo biológico, lo mismo pasa con las que están estudiando carreras
universitarias, pero por lo menos ya tienen acceso.”

Comparando las posibilidades de las chicas Transgénero y sus vivencias


personales Sandra puede observar un cambio en la dinámica que sucedía en
Monterrey, lo que no representa un progreso en sí, pero si un acercamiento hacia
las situaciones que se presentan para las personas transexuales que viven en
lugares como España, tal como mencionan Rubio (2008) y Soley-Beltran (2014),
como la accesibilidad a cambiar su documentación, al tratamiento endocrinológico
y una aceptación aparentemente mayor que la que podría obtenerse en la ciudad
de Monterrey.

Finalmente terminando su entrevista Sandra responde la pregunta ¿Cómo sería tu


ciudad ideal de la siguiente manera? “Hasta se me puso chinita la piel. Sería tener
mi identidad legal, tener una credencial que me reconozca como mujer, un empleo
en donde pueda trabajar en un Seven, alguna zapatería, vendiendo comida en un
mercado. Tener mi seguro social, poder tramitar un crédito para una casa. Me
asusta pensar en dónde voy a terminar. ¿En la calle?, ¿En algún albergue? si
pudiera pensar en un futuro, me gustaría que las transexuales lográramos tener un
terreno y una vivienda común en la que podamos cuidarnos entre nosotras y morir
con dignidad; la mayoría terminamos en la fosa común, la familia por vergüenza
no nos reconoce. Principalmente, me gustaría trabajar como cualquier otra
persona, no me gusta el trabajo sexual, pero tengo que hacerlo.”

Más que una conclusión:


Las preocupaciones y anhelos que refiere Sandra como ultima respuesta dejan ver
la discriminación que sufre como persona transexual en la ciudad de Monterrey,
siendo que la entrevista no está enfocada a referir una postura sobre la
transexualidad que la implique como es la concepción psiquiátrica tradicional de
una mente femenina en un cuerpo masculino, Soley-Beltran (2014), si no que la
muestran como un sujeto psíquico que se identifica auto determinadamente como
transexual, como una mujer transexual, aun sin cirugía o papelería legal que
avale su condición.

Por otro lado muestra como los estereotipos establecidos por el sistema de género
que son perpetrados día con día por hombres y mujeres y que están basados en
fantasías sobre la normatividad del género afectan a los individuos que no aplican
dentro de los cerrados criterios de esta normatividad. Lamas (2002), Butler (1999).

¿Cómo podría ser que alguien como Sandra o cualquier persona Transexual
tuviese opción de mejorar su calidad, de trabajar comúnmente en el Seven, si se
siguen manteniendo e imponiendo “verdades” de género que marginan a
individuos de la sociedad?

Sin embargo estas “verdades” no se sostienen solas, si son parte de un sistema


socio-cultural que se ha producido en la mayoría de las sociedades humanas con
la dicotomía masculino-femenino, Lamas (ibídem) pero actualmente la comunidad
médica-psicológica (y los psicoanalistas también) pueden actuar como agentes de
normatividad que si se enfocan en diagnósticos que patologizan y estigmatizan a
las personas transexuales, dejan de lado las problemáticas de violencia de
género, depresión o ideación suicida, Almillo (2013).

Sandra hablo con optimismo sobre las oportunidades de las nuevas generaciones
y las chicas transgénero, aunque considere que los y las transexuales no pasan
de los 55 años, podría ser que con ese optimismo nuevas soluciones y apoyos
podrían llegar para las personas en su situación, esperando que se creen más
políticas a favor y no como menciona ella que se asuma solo vive de aplausos.

Si se toman más en cuenta visiones como la de Lamas o Butler donde el género y


las acepciones del mismo están relacionados como una elección o reconstrucción
de los paradigmas sociales establecidos por la supuesta normatividad, podríamos
acercarnos hacia una visión más equitativa de los y las transexuales, ya sea si
esto implica asumir que la biología no es el género o no, con una apertura hacia
las personas que son consideradas distintas a la norma se escucharía en vez de
juzgar, en vez diagnosticar, estigmatizar o patologizar.
Bibliografía:
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Hysteria, recuperado de http: //hysteria.mx/un-testimonio-desde-la-zona-roja-de-
monterrey/, el día 4 de mayo de 2015

Butler, J (2006) “Deshacer el Género”, Editorial Paidós, España, Barcelona.

Butler, J (1999) “El Género en Disputa”, Editorial Paidós, España, Barcelona.

Freud, S (1924[1923]) “Neurosis y Psicosis” en Obras completas, Argentina,


Amorrortu (AE) 24 vols., 1978-85.

Freud, S (1912) “Tótem y Tabú” en Obras completas, Argentina, Amorrortu (AE)


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Fridman, I (2000) “Capitulo 12: La búsqueda del padre. El dilema de la


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Lamas, M (2002) “Cuerpo: Diferencia Sexual y Género”, Editorial Tauros, México

Ramírez, J. (2010) “El psicoanálisis, la teoría querer y la transexualidad frente al


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//www.cartapsi.org/spip.php?article111, el día 27 de abril de 2015.

Rodríguez, S. (2008) “Vicisitudes del transexualismo” recuperado de http:


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transexualismo.html, el día 1 de mayo de 2015.

Rubio, J (2008).”¿El tercer género? : La transexualidad” Nómadas, Revista de


ciencias sociales y jurídicas, núm. 17, 2008, recuperado de
https://pendientedemigracion.ucm.es/info/nomadas/17/fjrarribas.pdf, el día 28 de
abril de 2015.

Soley-Beltran, P. (2014) “Transexualidad y Transgénero: Una perspectiva Bioética”


Revista Bioética y Derecho, núm. 30, Enero 2014, p.21-39, recuperado de
http://scielo.isciii.es/pdf/bioetica/n30/original2.pdf, el día 28 de abril de 2015.

Vega, E. (2013) “Aspectos psicoanalíticos sobre el Transexualismo” recuperado de


http: //spm.mx/home/aspectos-psicoanaliticos-sobre-el-transexualismo/, el día 24
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