Revisado Padrinos

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SACRAMENTO DEL BAUTISMO.

Una problemática que adolecemos es que, en gran mayoría de nuestros fieles, los
sacramentos son vividos como ritos religiosos y no como signos visibles que producen lo
que significan; los ritos sacramentales no les significan una transformación integral.

Para bautizar lícitamente a un niño se requiere:

Canon 868
§ 1: 1º que den su consentimiento los padres, o al menos uno de los dos, o quienes
hagan legítimamente sus veces.
2º que haya esperanza fundada de que el niño va a ser educado en la religión católica; si
falta por completo esa esperanza, debe diferirse (aplazarse) el bautismo, según las
disposiciones del derecho particular, haciendo saber la razón a sus padres.

§ 2. El niño de padres católicos, en peligro de muerte, puede ser lícitamente bautizado,


aun contra la voluntad de sus padres”.

La necesidad del consentimiento paterno para que sea bautizado legítimamente un niño
que no está en peligro de muerte, es una exigencia dimanante del derecho natural; como
dice Santo Tomás, el hijo naturalmente es algo del padre y, mientras no puede hacer uso
del libre arbitrio, en todo depende de él.

Es importante tener en cuenta que para la licitud del sacramento se debe seguir las
normas del código de derecho canónico. Por lo cual, el mismo derecho prescribre (cf. c
877) debe quedar constancia del bautismo, por medio de una partida de bautismo; se
debe tener el consentimiento del párroco, salvo en caso de extrema necesidad y segur las
indicaciones que se exigen en la parroquia donde se va a bautizar al niño. En nuestra
parroquia para la inscripción, es necesario la copia del acta de nacimiento.

La celebración del bautismo.

Es necesario que para la celebración del bautismo se haya tenido una preparación
suficiente, o por, lo menos, que se dé la intención por parte de padres y padrinos en
cuanto a la educación en la fe de los niños que son bautizados.

Los adultos que deseen recibir el sacramento de bautismo, como requisito de validez es
necesero que hayan manifestado su deseo de recibier este sacramento (cf. c. 865);
además para la licitud del sacramento deben ser bien preparados, de tal manera que se
asegure una fe madura, capaz de progresar y dar testimonio de lo que se vive en la
Iglesia; ha de ser llevado lentamente a la iniciación cristiana, esto quiere decir prepararlo
para que reciba el don del E: S. y la sagrada Eucaristía completando así la iniciación
cristiana dentro de la Iglesia. En cuanto al sacramento de los niños, corresponde la
preparación y el compromiso de los padres y padrinos del niño.

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Quien puede bautizar.

 Ministro ordinario: Obispo, Sacerdote, O Diácono.


 Ministro extraordinario: En circunstancias extraordinarias o en caso de
necesidad en el cual está ausente o impedido el ministro ordinario. Un catequista o
cualquier persona que tenga la debida intención y que se realice como la Iglesia lo
pide.

El bautismo de los niños.

Se hace referencia a niños a todos aquellos que no han llegado al uso de razón y por
lo mismo no puede profesar una fe propia. El bautismo de niños, es una tradición que
se viene dando desde los primeros siglos; en cuanto la Iglesia considera que los niños no
deben ser privados de la gracia de Dios. Estos niños que son bautizados reciben la fe de
la Iglesia, que es proclamada por aquellos que lo representan y tienen el encargo de
educar a los niños en la fe a la que fueron incorporados; para que poco a poco lleguen a
captar el designio de Dios en Cristo, y finalmente sean ellos mismo quienes ratifiquen la
fe en la que fueron bautizados.

El bautismo de niños, en efecto, constituye una praxis inmemorial que algunos insertan
en la misma tradición apostólica, y ha sido una enseñanza constante del magisterio
eclesiástico, conciliar y pontificio, fundada en la existencia del pecado original y en la
necesidad de la regeneración por medio de la cual los que han nacido sin la gracia
sobrenatural, renazcan por el agua y el Espíritu Santo a la vida divina de Cristo Jesús.

El bautismo, en efecto, es el medio querido por Dios para iniciar en el hombre la vida
sobrenatural, comunicándole el don de la gracia. La persona humana tiene un derecho
incuestionable a que nadie le impida la recepción de ese don divino. Por eso, quienes
niegan el bautismo al recién nacido en nombre de la libertad, disponen de una voluntad
que no es la suya negando al niño un derecho que Dios le ha dado. Es precisamente la
negación del bautismo la que comporta un atentado a la libertad, como lo sería, en el
orden natural, impedir el nacimiento o desarrollo del niño, pretextando que no se ha
obtenido su consentimiento previo para nacer.

Sobre estos principios doctrinales se asientan estos tres preceptos canónicos:

a) El deber de bautizar sin demora al niño que se encuentre en peligro de muerte (c. 867
§ 2) para asegurarle el bien infinito de la vida eterna.

b) La licitud del bautismo de un niño en peligro de muerte aun contra la voluntad de sus
padres (c. 868 § 2).

e) La obligación, en todo caso, de los padres de procurar que sus hijos sean bautizados
en las primeras semanas que siguen al nacimiento, haciendo compatible el disponer de
un tiempo conveniente para preparar la celebración del bautismo con la necesidad de
evitar riesgos innecesarios y demoras indebidas (cfr. c. 867 § 1).

2
Tiempo del bautismo de los niños.

El código se expresa en estos términos en el c. 867:


- Los padres tienen la obligación de hacer que los hijos sean bautizados en las
primeras semanas; cuanto antes después del nacimiento; incluso antes de él,
acudan al párroco, para pedir el sacramento para su hijo y prepararse
debidamente.
- Si el niño está en peligro de muerte debe ser bautizado sin demora.

Deberes de los padres de familia en el bautismo.

Los padres de los niños bautizados tienen mayor responsabilidad que los ministros del
sacramento y los padrinos; esto tiene su razón por el mismo orden natural.

1. Los padres deben ser debidamente preparados para la educación de sus hijos, que
no solamente es con respecto a lo humano, sino también a lo espiritual; este
último reviste de mucha importancia para la Iglesia, en cuanto a la celebración de
los sacramentos, hay que considerar, que la familia es el primer centro de
evangelización y por lo mismo es oportuno formar a los padres, para ofrecer un
buen espacio al niño que se hace hijo de la Iglesia por el bautismo.
2. Es de importancia que los padres del niño, participen de la celebración del
bautismo, en la que el niño nace de nuevo: “del agua y del Espíritu”
3. Los padres son participantes de la celebración, de una manera especial, aparte de
las exhortaciones que el celebrante les dirige y de la participación de la oración
con todos los fieles; cumplen la función de pedir públicamente que el niño sea
bautizado; lo signan en la frente; pronuncian la renuncia al demonio y la profesión
de fe; llevan al niño hacia la fuente bautismal; llevan en la mano el cirio encendido;
son bendecidos con fórmulas especiales y distintas a las madres y a los padres de
los bautizados, para que cumplan su función con la ayuda de Dios.
4. Cuando uno de los padres no es católico, no se le obliga a profesar la fe, se le pide
y en especial a la parte católica velar por la educación de la fe del nuevo bautizado
y a la parte no católica, que permita la educación del niño en la fe que se está
pidiendo.
5. Una vez el niño es bautizado, los padres congraciados con Dios deben llevar al niño
por los caminos del bien, para que vaya conociendo a Dios, de quien ha sido hecho
hijo adoptivo y debe prepararlo para que reciba la confirmación y participe en la
Eucaristía y termine así su iniciación cristiana.

Los padrinos del bautismo.

Los padrinos cumplen la misión de asistir en la iniciación cristiana además que


juntamente con los padres presentan al niño que va a recibir el sacramento y
procuran que después lleve una vida cristiana acorde con el bautismo cumpliendo
con las obligaciones inherentes al mismo. (cf CIC 872). El Catecismo de la Iglesia
Católica explica que el papel del padrino o de la madrina es ayudar a que la gracia
bautismal pueda desarrollarse en el bautizado, actuando como colaboradores de sus
padres o de quienes ocupan su lugar. Por eso los padrinos deben ser “creyentes sólidos,
3
capaces y prestos a ayudar al nuevo bautizado, niño o adulto, en su camino de la vida
cristiana” (CEC 1255).

REQUISITOS PARA SER PADRINOS DE BAUTISMO:

El c. 874, prescribe para que alguien sea admitido como padrino, es necesario:

§ 1. 1 haya sido elegido por quien va a bautizarse o por sus padres o por quienes ocupan
su lugar o, faltando éstos, por el párroco o ministro; y que tenga capacidad para esta
misión e intención de desempeñarla;
2 haya cumplido dieciséis años, a no ser que el Obispo diocesano establezca otra edad, o
que, por justa causa, el párroco o el ministro consideren admisible una excepción;
3 sea católico, esté confirmado, haya recibido ya el santísimo sacramento de la Eucaristía
y lleve, al mismo tiempo, una vida congruente con la fe y con la misión que va a asumir;
4 no esté afectado por una pena canónica, legítimamente impuesta o declarada*.
5 no sea el padre o la madre de quien se ha de bautizar.

 § 2.    El bautizado que pertenece a una comunidad eclesial no católica sólo puede ser
admitido junto con un padrino católico, y exclusivamente en calidad de testigo del
bautismo.

C. 873 Téngase un solo padrino o una sola madrina, o uno y una.

* La sanción o pena canónica consiste en la privación de un bien (espiritual o temporal)


impuesta por la autoridad legítima para corrección del delincuente y castigo del delito (cf.
CIC 17, c. 2215). Estas sanciones se refieren a bienes y derechos que se tienen en la
Iglesia, no en la sociedad civil, y han de ser acordes con el fin sobrenatural de la Iglesia
(cf. 1312 § 2). Las penas canónicas que impiden ser padrino son:

I. Penas medicinales o censuras: Toda pena canónica es medicinal en el sentido en


que se orienta a la enmienda del delincuente y a su bien espiritual. Se priva al bautizado
de ciertos bienes espirituales. La ley o el precepto establece una pena, dispone que se
incurra en ella de manera automática con el sólo hecho de cometer el delito con los
requisitos establecidos, esto es lo que se conoce como penas latae sententiae: es decir,
con sentencia “ya dada” (Ej. El aborto). No obstante, la norma general es que las penas
han de imponerse después del correspondiente proceso; a estas se les conoce como
penas ferendae sententiae: es decir, con sentencia “que ha de darse” (Ej. Simonía). Las
censuras pueden ser:

1. La excomunión: Se excluye al reo jurídicamente de la comunión eclesiástica en cierta


medida no puede celebrar sacramentos o sacramentales, ni recibir los sacramentos, ni
participar como ministro en cualesquiera actos de culto, ni desempeñar oficios,
ministerios o cargos eclesiásticos o realizar actos de régimen (cf. c. 1331) es la más dura
y conocida de las penas eclesiásticas. Es una pena, consecuencia de su infracción.
2. El entredicho: Prohíbe al reo celebrar actos de culto o recibir los sacramentos, pero
no afecta directamente a su comunión jurídica con la Iglesia, ni le impide el ejercicio de
otras funciones (cf. c. 1332). Cabe señalar que esta pena es declarada o impuesta su
entrada en vigor y excluye al reo de cualquier servicio o acción litúrgica. cf. c. 1332.
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3. La suspensión: Es una censura que sólo puede afectar a clérigos. Puede afectar el
ejercicio de todos o algunos de los derechos o funciones inherentes al oficio.

II. Penas expiatorias: La finalidad de las mismas es reparar el daño causado por el
pecado. En definitiva, busca restablecer la justicia y reparar el escándalo causado por el
delito. Estas penas pueden ser perpetuas o también imponerse por un tiempo,
determinado o indeterminado. Según el c. 1336 las penas expiatorias son
principalmente:
 La prohibición o el mandato de residir en un lugar o territorio.
 La privación de potestad, oficio, cargo, derecho, privilegio, facultad, gracia, título o
distinción, aun meramente honoríficos.
 El traslado penal a otro oficio.
 La expulsión del estado clerical.
 Otras más que puede establecer la ley, siempre que sean conformes con el fin
sobrenatural de la Iglesia. (cf. cc. 1312 § 2 y 1336 § 1)

El bautismo de adultos.

En cuanto a este caso, según el c. 865, se requiere que:


- El adulto manifieste el deseo de recibir el sacramento.
- Este instruido sobre las verdades de fe y las obligaciones cristianas.
- Que haya sido probado en la vida cristina mediante el catecumenado.
- Se le debe exhortar a que tenga dolor de sus pecados.
- Puede ser bautizado un adulto que esté en peligro de muerte si, se tiene
algún conocimiento sobre las verdades de fe, si manifiesta de cualquier modo
su intención de recibir el bautismo y promete que observara los
mandamientos de la religión cristiana.

II SÍNODO DE LA DIÓCESIS DE LEÓN.

Instruyan los párrocos a los padres de familia sobre los requisitos que deben reunir los
padrinos que residen fuera del país y que han sido escogidos por ellos para el bautismo
de sus hijos. (II Sínodo Diocesano # 185)

Los párrocos y padres de familia deberán tomar muy en cuenta que los padrinos sean
católicos comprometidos en su fe y den verdadero testimonio de vida. (II Sínodo
Diocesano # 188)

Instrúyase a los padres de familia que la administración del bautismo tiene que ser a
temprana edad y que en caso de bautismo de adolescentes, jóvenes o adultos es
necesario de instrucción catecumenal (cfr. cann. 865 y 867). (II Sínodo Diocesano # 189)

SACRAMENTO DE LA CONFIRMACIÓN.

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Se constata que con frecuencia los padres de familia dejan a la libre decisión de sus hijos
el recibir o no dicho sacramento. Asimismo, el compadrazgo es considerado como simple
convencionalismo marcado por intereses materiales y no los meramente espirituales.

Existe cierta confusión sobre la edad apropiada para recibir este sacramento; la
tendencia de celebrar dicho sacramento en la edad de la pubertad o juventud lleva en
ocasiones a vincularla erróneamente con ese momento del ciclo vital humano. Así se
corre el peligro de falsear enteramente su naturaleza ya que el mismo no es el
sacramento de la adolescencia o la consagración de la pubertad.

El requisito de la edad, tal y como se contempla en la Iglesia latina, está ligado


disciplinarmente a la exigencia de una adecuada preparación para recibir el sacramento
de la confirmación. El tiempo oportuno para acceder a este sacramento será, por tanto, el
establecido por el Derecho. Y como quiera que el fijar la edad compete en buena medida
al legislador particular a tenor de lo que establece el c. 891, el tiempo oportuno será el
que establezca el derecho particular para cada región, y, en su caso, para cada diócesis.

La relación que ha visto la tradición entre la confirmación y la madurez humana es de


simple analogía. Tal analogía no autoriza a deducir de ella ningún argumento a favor de
la ubicación del sacramento en el umbral de la juventud. Santo Tomás nos recuerda: “la
edad del cuerpo no constituye un prejuicio para el alma. Así pues, la confirmación
nada tiene que ver con la edad física, biológica, social, emocional, o intelectual
del iniciando. Si a veces se habla de la confirmación como el sacramento de la
madurez cristiana, es preciso, no confundir la edad adulta de la fe con la edad
adulta del crecimiento natural.

Para la inscripción en el registro parroquial, es necesaria la fe de bautismo.

LOS PADRINOS DE LA CONFIRMACIÓN.

C. 892 En la medida de lo posible, tenga el confirmando un padrino, a quien corresponde


procurar que se comporte como verdadero testigo de Cristo y cumpla fielmente las
obligaciones inherentes al sacramento.

C. 893 § 1. Para que alguien pueda ser padrino, es necesario que cumpla las condiciones
expresadas en el c. 874.

§ 2. Es conveniente que se escoja como padrino a quien asumió esa misión en el


bautismo.

La función del padrino, esto es, el munus que la ley le confía, se realiza en un doble
plano: a) en la participación en el acto celebrativo del sacramento, según los libros
litúrgicos; se trata, en este caso, del padrino en sentido litúrgico: b) en la ayuda
permanente al ya confirmado a fin de que se comporte como verdadero testigo de Cristo,
y cumpla fielmente las obligaciones que dimanan de este sacramento, entre ellas, la de
ser propagador y defensor de la fe; se trata del padrino en sentido canónico.

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El CIC ve oportuno no multiplicar a los responsables del acompañamiento. Por ello el
canon 873 establece que se nombre un solo padrino o una madrina a uno o una.

II SÍNODO DE LA DIÓCESIS DE LEÓN.

En el territorio de la Diócesis la edad lícita para recibir el Sacramento de la Confirmación


es de siete años. El confirmado antes debe acercarse al sacramento de la Reconciliación y
estar consciente de lo que significa la renovación de los compromisos Bautismales (cfr. II
Conc. Prov. N. 906). (II Sínodo Diocesano # 189)

No es necesario que el padrino de confirma sea varón para los niños, ni mujer para las
niñas. (II Sínodo Diocesano # 208)

Al escoger a los padrinos, los papas han de pensar en el bien espiritual de sus hijos y no
en posibles ventajas sociales para sí mismos. (II Sínodo Diocesano # 215)

SACRAMENTO DEL MATRIMONIO.

Mientras que en los sacramentos del Bautismo y de la Confirmación la diferencia es clara


y está especificada en el Código de Derecho Canónico, en el sacramento del Matrimonio
no aparece tal diferenciación ya que como hemos dicho la Iglesia para este sacramento
sólo pide que haya al menos dos “testigos”. En numerosas ocasiones en el sacramento
del Matrimonio se utiliza “padrinos” y “testigos” como sinónimos. En el caso del padrino
éste puede ejercer la función de testigo, pero no siempre todo testigo es padrino. Por
ejemplo, en el caso del confirmado, pueden estar presentes un gran número de fieles en
el momento de la administración del sacramento, pero sólo uno de ellos asume la misión
de padrino. O en el caso de un bautismo de emergencia en un hospital de un recién
nacido, puede ocurrir que la enfermera ejerza de ministro extraordinario y el doctor no
sea católico, y no habiendo más personas éste último sería solo testigo.

Para el sacramento del Matrimonio no se exige “padrinos”. El Código de Derecho


Canónico sólo habla de “testigos”

C.1108 § 1: Solamente son válidos aquellos matrimonios que se contraen ante el


Ordinario del lugar o el párroco, o un sacerdote o diácono delegado por uno de ellos para
que asistan, y ante dos testigos”.

Hay dos tipos de testigos para la celebración de un matrimonio por la Iglesia:

A.- Los testigos del expediente:

Son los testigos que irán al despacho parroquial antes de la boda de los novios para
cumplir con el deber de dar información sobre los mismos.
1.- Estos testigos siempre serán dos.
2.- Que sean mayores de edad. No importa que se conozcan entre ellos.
3.- Que no sean familiares de los novios.
4.- Que conozcan muy bien a los novios (a ambos).
5.- Pueden ser dos hombres, dos mujeres o un hombre y una mujer.
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6.- Deben ser personas que sepan responder con absoluta certeza y bajo juramento a las
siguientes preguntas:
a.- ¿Cuánto tiempo hace que conoce al contrayente?
b.- ¿Cuánto tiempo hace que conoce a la contrayente?
c.- ¿Puede asegurar que los contrayentes son libres de vínculo matrimonial civil o
religioso?
d.- ¿Sabe si entre ellos hay algún impedimento canónico (dirimente o impediente)?
e.- ¿Sabe si se casan libremente y sin ninguna condición?
f.- ¿Sabe si aceptan la fidelidad conyugal, la indisolubilidad y la procreación?
g.- ¿Sabe si han abandonado notoriamente la fe católica?
h.- Si son menores de edad, ¿los padres aceptan el matrimonio?

B. Los testigos de la celebración:

1.- Los testigos del matrimonio sólo serán dos.


2.- La Iglesia sólo exige testigos de un matrimonio, no padrinos. El Código de Derecho
Canónico que rige a la Iglesia Latina, nos habla del padrino o de los padrinos, única y
exclusivamente, en relación a los sacramentos del bautismo y confirmación; en
consecuencia, no existe la figura del padrino de matrimonio. Menos aún se le puede decir
padrino a la persona que cubre ciertos gastos; por tanto, no existen, por ejemplo, los
padrinos de anillos o los padrinos de fiesta, etc.
3.- Los testigos serán mayores de edad.
4.- El testigo puede ser cualquier persona. Es habitual que el testigo se escoja entre los
familiares o amigos de uno o de los dos novios.
5.- En algunos casos pueden ser los mismos testigos del expediente matrimonial.
6.- Según el criterio jurisprudencial, para ser testigo sólo basta el uso de razón y la
capacidad de percepción sensitiva del acto jurídico al que se ha asistido. En este
sentido y concretamente, en el caso del matrimonio canónico, el testigo sólo tiene la
función de dejar constancia de la unión de la pareja (atestiguar que la boda se ha
realizado) firmando el expediente. Es por esto que en cuanto al género de los testigos
el Código de Derecho Canónico no dice nada en particular: pueden ser dos hombres, dos
mujeres o un hombre y una mujer.

La presencia de los testigos comunes no requiere una actividad específica. Por lo demás,
no se indica en el c. 1108 cuál es la capacidad exigida para testificar por parte de estos
testigos comunes, por lo que debe entenderse vigente el criterio doctrinal y
jurisprudencial de que basta el uso de razón y la capacidad de percepción sensitiva del
matrimonio al que asisten. Su presencia, en fin, ha de ser simultánea con la del testigo
cualificado, Moral y física. Se discute si se requiere también una presencia formal, es
decir, con intención de asistir en cuanto testigos al matrimonio. Del contexto del canon
parece que, de iure condito, basta su sola presencia y la capacidad de constatar la
existencia del matrimonio celebrado ante ellos, aunque su presencia —la de los testigos
comunes— no sea libre. En todo caso, la jurisprudencia tan sólo ha precisado que a los
testigos comunes les debe constar la prestación del consentimiento, pudiendo, por tanto,
testificar sobre la celebración del matrimonio

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De la misma manera la Iglesia tampoco exige explícitamente que el testigo tenga
que ser católico. Es más, no hay ningún documento eclesial en que se toque la
dimensión religiosa de los testigos de una boda canónica. No existe un formulario o una
pregunta en el expediente matrimonial en que se pregunte por la religiosidad de los
testigos; así como tampoco el párroco la debe indagar, ni objetar ni cuestionar.

En todo caso, es una persona que habiendo estado presente en un lugar presenció una
acción como las anteriormente señaladas, y verifica la certeza o falsedad de un acto
jurídico; es la persona a quien le consta que se realizó o no una acción. El ordenamiento
canónico no exige que sea hombre o mujer, bautizado o no, simplemente que sea capaz
de dar su testimonio de aquello que sabe, sea por experiencia propia o por medio de otra
fuente.

Los únicos católicos deben ser los contrayentes; y no siempre, pues existen los
matrimonios mixtos, en los que una de las partes no es católica. Si uno de los
contrayentes puede ser un no católico, con mayor razón tampoco se exigirá que un
testigo (o ambos) lo sea.

A pesar de ello suelen escogerse como testigos de un matrimonio canónico a personas


creyentes, que puedan recibir los sacramentos y participar activamente de la celebración
de la misa. No tiene mucho sentido que los testigos hagan sólo acto de presencia durante
toda la celebración y se limiten sólo a ser unos meros espectadores pasivos para después
ir a firmar un acta de matrimonio.

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