Plantilla Protocolo Individual
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Actividad
Protocolo individual de la unidad n°: 4
Análisis y síntesis:
Síntesis e interpretación personal de los temas vistos en la unidad
DESARROLLO
Uno de los debates contemporáneos de mayor vigencia en la gestión del talento humano
de las organizaciones públicas gubernamentales, está relacionado con la vigencia y
efectividad de la carrera administrativa para la modernización del Estado, la
democratización de la sociedad. Ese debate implica enmarca gestión pública
gubernamental, en las nacientes repúblicas, prácticas que aun hoy se mantienen, aunque
erradicadas formalmente del ordenamiento jurídico desde hace ya varias décadas; es
decir, existen formalmente unos cuerpos burocráticos, organizados legal y
administrativamente, pero se impone en la realidad el régimen clientelista que
caracterizan entonces no solo la vida política, sino también la gestión administrativa. En
Colombia es evidente esta realidad latinoamericana, por ejemplo, aunque formalmente la
primera Ley de Carrera de Administrativa fue expedida en 1938, es decir, hace más de
siete décadas, hasta el año 2004 se intentó realizar un amplio concurso de méritos para
ingreso a más de cien mil empleos públicos estatales, el que hasta la fecha no ha podido
concluir por la presión ejercida por diversos actores, mediante muy diversos mecanismos,
para que se incorporen extraordinariamente, es decir, sin concurso, a quienes vienen
desempeñando esos empleos y que obviamente fueron incorporados, en su gran mayoría
por relaciones clientelares. Por ello, al indagar a los expertos consultados en Colombia
sobre las explicaciones que pueden darse sobre la dualidad del fenómeno burocrático en
la administración pública colombiana, coinciden en reconocer, entre los más
significativos los factores de naturaleza política, económicoadministrativa y aspectos de
carácter normativo. Finalmente, para algunos investigadores, este debate ha perdido
relevancia, toda vez que consideran que la crisis del Estado y de la sociedad
latinoamericana, tiene a la burocracia como una de las causas generadoras, considerando
por ello necesario, para superar esa crisis, adoptar las diversas estrategias de flexibilidad
laboral que se plantean desde los escenarios de la nueva gerencia pública, argumentando
que con prácticas empresariales puede subvertirse la ineficiencia que viene
caracterizando a las agencias gubernamentales. Es decir, que mientras para los países de
economías avanzadas, la burocracia fue instrumento esencial para su consolidación, para
los países en desarrollo ésta se convirtió en un obstáculo para lograr no solo la
modernidad administrativa, sino también el desarrollo económico y social. Muy por el
contrario, otros autores siguen insistiendo en la necesidad de consolidar el Estado de
Derecho y avanzar en la construcción del Estado Social, objetivo que ven difícilmente
alcanzable sin la efectiva vigencia, entre otros factores, de una administración
genuinamente burocrática, fundamentada en el mérito y la calidad del servicio de las
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calculadas, sino de una realidad efervescente que clamaba a gritos por una reforma de las
instituciones políticas como único camino para distensionar al país. En efecto, desde
finales de la década del setenta el malestar de amplios sectores de la población venía
aumentando en volumen e intensidad y se expresaba a través de una amplia gama de
formas de protesta ciudadana (paros cívicos locales y regionales, tomas de edificios
públicos, marchas, movilizaciones de diversa índole, etc.), que reflejaban el desencanto
de los colombianos ante la incapacidad del Estado -fuertemente centralista e impregnado
por la corrupción y el clientelismo- para responder suficientemente a sus demandas y
aspiraciones. Los motivos de la protesta eran muy diversos: carencias de la población en
materia de empleo, vivienda, infraestructura vial y de transporte, servicios públicos y
equipamientos sociales; ausencia del Estado en regiones periféricas del país;
autoritarismo del régimen en el tratamiento de los conflictos sociales; ausencia de
mecanismos de participación ciudadana en la toma de decisiones; deslegitimación de los
partidos como canales de expresión ciudadana; crisis de representatividad del sistema
político, violencia, etc. (VELASQUEZ, 1986). Se trataba de una crisis social y política
cuya magnitud fue reconocida en 1985 por el propio Ministro de Gobierno cuando señaló
sin ambages la necesidad de descentralizar el Estado a fin de evitar que la movilización y
la protesta ciudadana se convirtieran en el corto plazo en factores de desestabilización
institucional. Fue ese el argumento que convenció a una gran mayoría de los dirigientes
políticos del país a aceptar el proceso de descentralización como una reforma necesaria e
inaplazable. Así pues, en un primer momento2 la reforma descentralista constituyó una
respuesta a la crisis política, una «válvula de escape» a la tensión social acumulada en el
país y un mecanismo a través del cual la dirigencia de los partidos tradicionales pretendió
retomar las riendas del poder político y recuperar una legitimidad propia y del régimen,
en ese momento bastante desdibujada. Ello explica por qué, a diferencia de lo que ocurrió
en la mayor parte de países de América Latina, la reforma descentralista en Colombia
incorporó desde un principio mecanismos de participación. Se trataba de reorganizar el
Estado entregando competencias y recursos a los municipios para ganar en eficiencia y
eficacia y de modificar el régimen político en su base local mediante la apertura a la
participación de los ciudadanos en las decisiones públicas. En ese sentido, la de 1986 fue
una reforma esencialmente política, no solamente administrativa o fiscal.
DESCENTRALIZACION Y MODERNIZACION ESTATAL Las reformas
descentralistas de esta última década en Colombia han estado, pues, muy vinculadas a un
proyecto de modernización del Estado. En ese sentido, la descentralización, más que una
redistribución de los poderes territoriales constituye una estrategia de reforma estatal, un
intento por redefinir el rol del Estado y los términos de su relación con la sociedad. De
hecho, el proyecto del Presidente Betancur al asumir el poder fue adelantar una reforma
política de fondo que tocase instituciones como la Justicia, los partidos, el Congreso, la
oposición y la administración pública y que modificara las relaciones entre el Estado y
los colombianos, hasta ese momento marcadas por una alta dosis de autoritarismo3. Ese
proyecto no prosperó, excepto en lo relativo a la reforma del régimen municipal, la cual
se erigió como «punta de lanza» de la transformación del Estado. Igual cosa puede
decirse de los presidentes Barco y Gaviria, especialmente de este último. Para su
gobierno, la solución de los grandes problemas del país pasaba por la ejecución de una
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alcaldes parece ser la que ha logrado una mayor aceptación entre el común de las gentes
como mecanismo democratizador de la vida local y como instrumento para aumentar la
eficacia de la gestión pública7. Y ello es así porque ha recuperado el debate político en
los municipios, ha enriquecido la discusión de los problemas locales y ha propiciado el
surgimiento de nuevas fuerzas políticas en el escenario municipal8. En cuanto a la
universalidad de las decisiones, la cuestión remite al problema de los modelos de gestión.
En ese terreno, los cambios no han sido muy notorios. Hay que reconocer que la
legislación post-Constitución ha intentado introducir una gran cantidad de elementos para
racionalizar la gestión y garantizar que los viejos moldes clientelistas desaparezcan como
formas dominantes de la acción gubernamental. Sinembargo, existe aún una gran
distancia entre la norma y la realidad. La lógica clientelista y de los «pactos de poder» se
sigue imponiendo en muchas regiones y municipios en los que los vientos de la
modernización aún no han soplado. El clientelismo, como se sabe, es altamente selectivo
pues busca favorecer solamente a aquellos sectores que colocan como contrapartida una
lealtad electoral. El criterio entonces no es el bien común sino el cumplimiento de un
pacto entre agentes privados (el intermediario y el beneficiario). No es extraño que en
este momento un buen número de Alcaldes y ex-Alcaldes estén sometidos a
investigaciones disciplinarias e, incluso, penales, por mal uso de dineros públicos o por
decisiones que se apartaron de las normas existentes. Algo distinto debe decirse con
respecto a la transparencia de la acción gubernamental. No cabe duda de que la nueva
legislación obliga a las autoridades locales a ser transparentes en sus decisiones y a rendir
cuentas ante la ciudadanía. Los Alcaldes, por ejemplo, al ser elegidos, adquieren un
compromiso con la población a través de su programa de gobierno, y deben responder
ante ella sobre el cumplimiento de su propuesta. De lo contrario, los ciudadanos pueden
revocarle el mandato. Los alcaldes saben ésto y han comenzado a multiplicar canales de
información y de encuentro con la ciudadanía y, en algunos casos, a promover sistemas
de veeduría ciudadana. De parte de la población, algunos sectores, en especial aquellos
ligados a las organizaciones sociales, comienzan a tomar conciencia sobre la importancia
de las decisiones públicas y, aunque en forma incipiente, demandan a las autoridades
locales que rindan cuentas sobre su actuación. En cuanto a la participación, hasta 1986
los canales institucionales a nivel local eran más bien escasos y de corto alcance. Además
de las Juntas de Acción Comunal y de eventuales mecanismos consagrados por la ley
(participación en la formulación de los planes de desarrollo urbano, en la protección del
medio ambiente, etc.) las formas de interacción entre los sectores más desprotegidos de la
población y el gobierno local se reducían al voto para la elección de Concejales, a la
intermediación clientelista para la satisfacción de ciertas necesidades o a la protesta
ciudadana. La Reforma Municipal intentó modificar sustancialmente esa situación
introduciendo mecanismos de participación a través de los cuales la población podría
tener mayor ingerencia en los asuntos públicos y sentirse más representada en las
decisiones locales: la elección de Alcaldes, la consulta municipal, las Juntas
Administradoras Locales9, la participación de los usuarios en las Juntas Directivas de las
empresas de servicios públicos y la contratación comunitaria. La Constitución del 91
multiplicó los mecanismos de participación política, reglamentados posteriormente por la
Ley 134 de 1994 (iniciativa popular, referendo, consulta popular, cabildo abierto,
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Nombre: KELLY YANETH
Discusión:
Dudas, desacuerdos, discusiones
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