Lecturas de Tercero
Lecturas de Tercero
Lecturas de Tercero
2. :
3. :
Acciones y reflexiones.
1. ¿Qué haz aprendido de esta fábula?
Comprensión de lectura.
1. Resuelve el siguiente crucigrama ubicando las respuestas en la letra que corresponda.
a. ¿Quién cazó al ratón? b.
b. ¿Quién le devolvería el favor al león? d.
e.
c.
d. ¿Con qué rompió la red el ratón?
e. ¿Quién había puesto la red? a.
6. Si el ratón no hubiera salvado al león ¿Cuál sería el final del cuento? ¡Dibújalo!
¡ S obrada, sobrada!- gritaban todos los niños, al ver pasar cada día a una linda niña de
ojos color de cielo.
Ella iba siempre acompañada por una señorita de uniforme blanco, muy estirada y
muy almidonada, que no permitía que nadie se acercase.
La niña parecía no darse cuenta de que era a ella a quien iban dirigidos los insultos.
Pasaba sin detenerse y sin mirar a nadie.
- Es una antipática, se cree muy importante, por eso ni nos mira- comentaban
siempre los niños.
Pero Diego la veía tan dulce y bonita, que se negaba a aceptar que fuera ése el
motivo de tanta indiferencia.
Muchas veces había intentado acercarse pero la señora de blanco no lo dejaba; y
cuando de lejos él le gritaba:
- ¿Cómo te llamas?- ella nunca respondía ni siquiera con una mirada.
Un día, los niños decidieron darle una lección. Bien ocultos en el parque, esperaron a
que ella pasara, entonces, sorprendiendo a la institutriz, cogieron a la niña y gritándole:
- ¡Sobrada, sobrada!- jalaron de sus trenzas y arrancaron los lazos de su vestido.
La niña, muy asustada, comenzó a correr y correr sin parar. Diego que había visto
esto, tratando de impedirlo, corrió tras ellas hasta alcanzarla. Fue entonces cuando se dió
cuenta de que era ciega.
Muy arrepentidos todos, fueron a la casa de Claudia (así se llamaba la niña), le
pidieron perdón y quisieron ser sus amigos.
Ella los perdonó y, desde ese día cada tarde los recibía en su casa para jugar.
Ellos habían aprendido una lección que nunca olvidarían: jamás debemos juzgar a los
demás por las apariencias.
I. Responde:
(Cuento árabe).
I. Después de haber leído atentamente el texto anterior, responde marcando con un
aspa la alternativa correcta.
1. El hombre se encontraba asando la carne:
a) dentro de la posada.
b) a la puerta de la posada.
c) en la calle.
2. Pasó por allí un hombre que estaba vestido:
a) Elegantemente b) sencillamente c) pobremente
3. Se le ocurrió pasar:
a) un trozo de pan por encima de la carne.
b) un trozo de pan por el humo.
c) un trozo de pan por encima del fuego.
II. Contesta:
¿La sentencia del juez fue justa? ¿Por qué?
C uentan que antiguamente en Japón había un picapedrero llamado
Hashmu, que era pobre y a menudo se quejaba
de su cansadora tarea. Un día, cuando
estaba cortando una piedra, vio pasar
al rey montado en un hermoso
caballo. ¡Qué maravilloso sería si yo
pudiera ser el rey!, pensó. Y
mientras conservaba ese
pensamiento, oyó una voz que le
dijo: "¡Tú serás el rey!" Y de
inmediato se transformó en el rey de su país.
III. Contesta:
a) ¿Qué mensaje nos deja la lectura?
4. ¿Alguna vez te has sacrificado por una amiga o amigo? Cuéntame de la forma más
cortita en estas líneas.
U n día de enero, mientras el sol abrasaba con sus ardientes rayos la
tierra, una pobre florecilla se sentía morir de sed e imploraba con voz
quejumbrosa:
- ¡Una gota, una gota de agua! ¡Tan solo una gotita, que me muero de
sed!
Pero nadie le hacía caso y la pobre florecilla se iba consumiendo por la
sequedad del ambiente y por el insoportable calor del sol.
Paso por allí una nube, una sola nube, negra en medio de un cielo
limpísimo. La florecilla la vio y sintió estremecimiento de alegría, alzó su cabeza y con
todas las fuerzas que le quedaban se puso a gritar: - ¡Una gotita, una gotita de agua!
Al principio, la nube pareció no haber oído aquella voz implorante, pero luego se detuvo,
observó un rato y le preguntó:
- ¿Qué quieres? ¿Quién eres? ¿Dónde estás?...
- Estoy aquí- respondió la florecilla- soy una pobre flor que se muere de
sed. ¡Ten compasión de mí! Dame una sola gota de tu agua. ...
- No puedo detenerme ¡no tengo tiempo! Mañana volveré a pasar por
aquí y quedarás satisfecha.
La infeliz no tuvo fuerzas para resistir más; inclinó poco a poco su
cabeza, se replegó sobre sí misma como para dormir, se abatió hasta el suelo y, sin decir
palabra, expiró.
Al día siguiente, la nube pasó por el mismo sitio y empezó a buscar a la florecilla, pero
fue en vano; en su lugar no vio más que un montoncito de hojas secas, quemadas por el
sol.
Entonces, llena de remordimientos, se le oscureció el semblante y empezó a llorar a
lágrima viva. Unas tras otras, caían las gotas en tal cantidad que las plantas se
estremecían bajo aquella inesperada y saludable lluvia.
Sin embargo, la florecilla no volvió a levantar su cabeza, ya estaba muerta y no sentía ni
el llanto de la arrepentida nube, que gemía:
- ¡Desdichada de mí! Qué he hecho: ¡He dado muerte a una criatura de Dios! Otra vez no
volveré a decir: "Espere hasta mañana" al que me pida socorro. ¡Infeliz de mí!
Sin embargo, pocos días después- ¡Oh milagro!-, junto al montoncito de hojas secas,
reducidas a polvo, brotaron una infinidad de nuevas florecillas, azules y rojas, dotadas de
un maravilloso perfume. Eran flores nacidas del dolor de la pobre plantita muerta y de las
lágrimas de la nube arrepentida: las más bellas que jamás ha habido sobre la tierra.
Mario Giusti
Comprensió n de lectura
I. Responde:
Explicación:
¿Por qué?
E
n las serranías de Morococha, en el departamento de
Junín, hay tesoros escondidos en lo profundo de los
cerros, esperando que un hombre de buena fe los
extraiga, así como lo hicieron nuestros antepasados los
incas.
Se dice que es un enanito dueño de las minas, y recorre los socavones meciendo en su
mano una lámpara; se abriga con un ponchito de vicuña y tiene en la cabeza dos cuernos.
Muqui conoce a la gente de buena fe y es a ellas a quienes se les presenta para confiarles
el lugar donde excavar y encontrar oro, esto a cambio de que le dejen la mitad de lo
encontrado. No hay minero en Morococha que no sueñe con encontrarse con el Muqui,
esperando a que le indique el lugar donde está el mineral, y así, poco a poco, con
paciencia y manos diestras, poder extraer para el Perú aquellos pedazos de riquezas
escondidas en los cerros.
COMPRENSION DE LECTURA