Auto Del Libro de Isaías
Auto Del Libro de Isaías
Auto Del Libro de Isaías
PROFETAS MAYORES
LIBRO DE ISAIAS
Integrante:
Fecha de escritura:
El libro de Isaías fue escrito entre los años 701 y 681 a.C.
Propósito de la Escritura:
El Profeta Isaías fue primeramente llamado a profetizar al reino de Judá. Judá había estado
atravesando por tiempos de avivamiento y tiempos de rebelión. Judá había estado amenazado
con destrucción por Asiria y Egipto, pero fue preservado por la misericordia de Dios. Isaías
proclamó un mensaje de arrepentimiento del pecado y la esperanza de la liberación de Dios en
el futuro.
2. Profecías Ocasionadas por la Amenaza Aramea e Israelita contra Judá (cap. 7-12)
5. Cinco Condenas: Cinco a los desleales en Israel y Uno en Asiria (cap. 28-33)
5. Los Sufrimientos y las Glorias del Siervo Justo del Señor (52:13; 53:12)
7. El Llamado del Señor a la Salvación y Las Bendiciones del Pacto (55:1; 56:8)
8. La Condena de los Malvados en Israel (56:9; 57:21)
8. Juicio a los devotos falsos y bendiciones a los devotos verdaderos (cap. 66)
Aun así, Dios tendrá compasión por su gente (14:1-2) y los rescatará de la opresión
política y espiritual. Su restauración es como un nuevo éxodo (43:2,16-19; 52:10-12) mientras
Dios los redime (ver 35:9; 41.14 y sus notas) y los salva (ver 43:3; 49:8 y sus notas). El Creador
poderoso de Israel (40:21-22; 48:13) hará torrentes en el desierto (32:2) mientras los guía a
casa con gracia. El tema de un camino de retorno para los exiliados es prominente (ver 11:16;
40:3 y sus notas) en ambas partes mayores del libro. El Señor levanta una bandera para llamar
a todas las naciones a traer a Israel a casa (ver 5:26 y su nota).
La paz y la seguridad marcan esta nueva era mesiánica (11:6-9). Un rey descendiente
de David reinará en rectitud (9:7; 32:1), y todas las naciones fluirán hacia la montaña santa de
Jerusalén (ver 2:2-4 y su nota). El pueblo de Dios no será oprimido por gobernantes malvados
(11:14; 45:14), y Jerusalén será verdaderamente la “Ciudad del Señor” (60:14).
El Señor llama al Rey Mesiánico “mi siervo” en cap. 42-53, un término aplicado
también a Israel como nación (ver 41:8-9, 42:1 y sus notas). Es a través del sufrimiento del
siervo que la salvación será lograda por completo. Ciro fue el instrumento de Dios para liberar
a Israel de Babilonia (41:2), pero Cristo liberó a la humanidad de la prisión del pecado (52:13 –
53:12). Él se convirtió en una “luz para los gentiles” (42:6), para que esas naciones que
enfrenten juicio (cap. 13-23) puedan encontrar salvación (55:4-5). Estos gentiles también se
convirtieron en “siervos del Señor”.
El reino del Señor en la tierra con su gobernante y sujetos justos, es la meta a la cual se
inclina el libro de Isaías. La tierra restaurada y el pueblo restaurado conformarán el ideal
divino, y todo resultará en la oración y gloria del Único Santo de Israel por lo que ha logrado.
Características Literarias
Isaías contiene ambos prosa y poesía; la belleza de su poesía es insuperable en el
Antiguo Testamento. El material principal de prosa es encontrado en los cap. 36-39, en el
interludio histórico que une las dos partes del libro (ver Autor). El material poético incluye una
serie de oráculos en los cap. 13-23. Una canción provocadora contra el rey de Babilonia se
encuentra en 14:4-23. Los cap. 24-27 comprenden una sección apocalíptica que hace énfasis
en los últimos días (ver nota en 24:1 – 27:3). Un poema de sabiduría se encuentra en 28:23-29
(también 32:5-8) La canción del viñedo (5:1-7) comienza como una canción de amor con la que
Isaías describe la relación de Dios con Israel. Himnos de alabanza se dan en 12:1-6 y 38:10-20,
y un lamento nacional ocurre en 63:7 – 64:12. La poesía es rica y variada como el vocabulario
del profeta (él usa un vocabulario más amplio de palabras hebreas de lo que lo hace cualquier
otro escritor del Antiguo Testamento).
El poder de las metáforas de Isaías es vista en 30:27-33, y él hace uso completo del
sarcasmo en su denuncia de los ídolos en 44:9-20. Un fuerte ejemplo del juego de palabras
aparece en 5:7 (ver nota allí), y uno encuentra una inversión en 6:10 (ver nota allí, también ver
nota en 16:7) y la aliteración y asonancia en 24:16-17 (ver nota allí). El “látigo abrumador” de
28:15,18 es una ilustración de una metáfora combinada.
Estos libros de profecía también contienen historia, poesía y ley, pero su mensaje
principal es la profecía. Cada escritor, desde Isaías hasta Malaquías, fue un profeta de Dios.
Existe hoy una división artificial en cuanto a los profetas, al haberlos designado profetas
mayores y profetas menores. Ahora, en lo que a nosotros se refiere, todos los profetas eran
mayores. Y ninguno de ellos se puede considerar como menor. Esta división artificial fue
determinada por la extensión del libro, y no por su contenido. Algunos de los llamados
profetas menores son como pequeñas bombas nucleares. Los libros son breves en extensión,
pero su contenido tiene mucho poder.
Estos hombres, los profetas, no sólo hablaron de eventos que tendrían lugar en un
futuro distante, sino que también hablaron sobre acontecimientos locales del futuro
inmediato. Tuvieron que hablar de esa manera para poder hacer frente a los requisitos que
para el oficio profético Dios había determinado en el código Mosaico. El libro de Deuteronomio
incluyó códigos para el sacerdote, el rey y el profeta. Observemos el código del profeta, que se
encuentra en Deuteronomio 18:20-22, y que dice: "20El profeta que tenga la presunción de
pronunciar en mi nombre una palabra que yo no le haya mandado pronunciar, o que hable en
nombre de dioses ajenos, ese profeta morirá. 21Tal vez digas en tu corazón: ¿Cómo
conoceremos que esta no es palabra del Señor? 22Si el profeta habla en nombre del Señor, y
no se cumple ni acontece lo que dijo, esa palabra no es del Señor. Por presunción habló el tal
profeta; no tengas temor de él". Si el evento local no transcurría exactamente como el profeta
había predicho, ese profeta era señalado como un profeta falso y como tal era tratado. Usted
puede tener la seguridad de que no hay ningún mensaje de un falso profeta en las inspiradas
Sagradas Escrituras.
Si usted hubiera vivido en los tiempos de Isaías, ¿cómo habría sabido usted que un
determinado profeta era un profeta verdadero? Usted le habría juzgado de acuerdo con sus
profecías locales. Él no hablaba sólo de eventos de un futuro distante, como la primera y
segunda venida de Cristo, sino también de eventos locales que ocurrirían en un futuro
inmediato. Si estas predicciones locales no hubieran ocurrido exactamente en la forma en que
fueron pronunciadas, el hombre que las anunció habría sido reconocido como un profeta falso
y en consecuencia, habría sido apedreado.
Los libros proféticos están llenos de profecías locales ya cumplidas. Todos los profetas
anunciaron profecías locales para probar que eran genuinos. Recordemos que es necesario
hacer una distinción marcada entre la profecía cumplida y la no cumplida. Cuando una profecía
era anunciada por primera vez, por supuesto, era una profecía incumplida. Desde el tiempo en
que las profecías fueron anunciadas, muchas de ellas se han cumplido. Una de las grandes
evidencias de que estos hombres estaban comunicando las palabras de Dios, fue que cientos
de esas profecías han sido cumplidas, y cumplidas literalmente.
El hombre no puede adivinar el futuro. Incluso a veces los informadores de las precisiones
meteorológicas, con la ayuda de toda clase de dispositivos mecánicos, informáticos o
científicos, tienen a veces dificultades para emitir pronósticos acertados.
Ahora, a modo de ilustración, supongamos que yo hago una profecía y digo que
mañana va a llover. Amigo oyente, yo tengo un 50% de probabilidades de acertar ya que, o va
a llover, o no va a llover. Ocurrirá una de esas dos opciones, eso es seguro. Supongamos ahora
que añado un elemento más a mi profecía y lo que digo es: "Mañana va a llover y comenzará a
las 11 de la mañana". Entonces, reduzco otra vez mis posibilidades de acertar en otro 50 %,
pero aún me queda un 25% de posibilidades de acertar. Pero no me detengo aquí, y no sólo
predigo que va a comenzar a llover a las 11 de la mañana, sino que también anuncio que
dejará de llover a las 3. En ese caso he reducido mis posibilidades otra vez y sólo me queda un
12% de posibilidades de acertar. Y si continúo añadiendo elementos de predicción inciertos
hasta que llegue a un total de 300 profecías, usted puede darse cuenta de que ellas nunca se
cumplirán literalmente. Ningún ser humano podría adivinar de esa manera. Sólo el Espíritu de
Dios podría facilitar esa información. Una persona no tendría la más remota posibilidad de
acertar tantas veces y, sin embargo, la Palabra de Dios tiene más de trescientas profecías sobre
la primera venida de Cristo, que se han cumplido literalmente.
¿Por qué dio Dios tantas profecías sobre la primera venida de Cristo a la tierra? Hay
una respuesta lógica y obvia. La llegada de Jesucristo a la tierra era un evento de la máxima
importancia. Dios no quiso que a los israelitas se les pasara por alto semejante
acontecimiento. Y Dios le señaló, le distinguió con tanta claridad que Israel no tendría excusa
para no reconocerle cuando estuviera aquí en la tierra.
Ahora también podemos ilustrarlo con otro ejemplo sencillo. Supongamos que yo
estoy invitado a su ciudad y que llegara al aeropuerto, en el cual usted me recogerá. Pero,
como usted no me ha visto nunca antes me pregunta, ¿cómo le vamos a reconocer entre tanta
gente que llegará al aeropuerto a esa misma hora? Entonces yo le describiría los colores de la
ropa con que iré vestido, la actitud o movimientos que haré con las manos, o al primer lugar al
que me dirigiré. Incluso le diría, para que no quepa ninguna duda, las primeras palabras que
pronunciaría al que venga a mi encuentro para saludarme. Con todos esos datos, con toda
seguridad, que sería reconocido.
Cuando el Señor Jesucristo vino hace más de 2.000 años, aquellas personas que tenían
el Antiguo Testamento y que conocían el Antiguo Testamento, tendrían que haberle estado
esperando en el mesón de Belén, o por lo menos pendientes de la noticia de Su nacimiento,
porque tenían toda la información que necesitaban. Y cuando aparecieron los magos del
oriente buscando al Señor Jesús, los israelitas, al menos, tendrían que haber estado lo
bastante interesados como para querer viajar con aquellos viajeros del oriente en sus camellos
para comprobarlo por ellos mismos. ¡Ah, cuán importante era Su venida, y Dios la había
predicho con tanta claridad!
Los profetas eran muy nacionalistas. Ellos reprendían el pecado de la adoración pagana
tanto en los lugares altos como en los lugares bajos. Ellos advirtieron a la nación. Le rogaron a
un pueblo orgulloso que se humillara y volviera a Dios. El fuego y las lágrimas se mezclaban en
su mensaje, que no era sólo catastrofista, porque ellos vieron el Día del Señor y la gloria que
seguiría después. Todos ellos miraron a través de las tinieblas hacia el amanecer de un nuevo
día, y en la noche del pecado, ellos contemplaron la luz del Salvador y Soberano que venía.
Ellos vieron al reino del milenio acercarse en toda plenitud. Su mensaje debe ser interpretado
antes de lograr una comprensión del reino en el Nuevo Testamento. La perspectiva correcta
del reino debe ser obtenida a través de los ojos de los profetas del Antiguo Testamento.
Ahora, debemos decir que los profetas no eran superhombres, ellos eran hombres con
sus pasiones, como nosotros, pero ellos, hablaban de parte de Dios, y su mensaje es aún la
infalible e inspirada Palabra de Dios. Como nos dijo el apóstol Pedro, en su primera epístola,
capítulo 1, versículos 10 y 11: "Los profetas que profetizaron de la gracia destinada a vosotros,
inquirieron y diligentemente indagaron acerca de esta salvación, procurando saber qué
persona y qué tiempo indicaba el Espíritu de Cristo que estaba en ellos, el cual anunciaba de
antemano los sufrimientos de Cristo, y las glorias que vendrían tras ellos."
Fue William Cowper quien dijo: "Dulce es el arpa de la profecía; demasiado dulce para
ser perjudicado por el simple toque humano".
Los días en los cuales Isaías profetizó no fueron los más oscuros en el reino de Judá,
desde un punto de vista interno. Uzías y Ezequías fueron gobernantes progresistas que
procuraron servir a Dios. Pero los tiempos eran extremadamente difíciles debido a la amenaza
del formidable reino de Asiria en el norte. El reino del norte de Israel ya había sido conducido
al cautiverio.
Hay quienes piensan que Isaías pertenecía a la familia real de David. Ésta no es más que una
suposición, y ciertamente no puede ser probada. Igualmente, se ha dicho que fue aludido en
Hebreos 11:37, como uno de los que fue aserrados.
Sean estas suposiciones ciertas o no, lo cierto es que ciertos críticos han "aserrado" al
profeta Isaías como el autor de este libro. Han elaborado la lamentable teoría de que hay
varios Isaías. De acuerdo con esta teoría, el libro fue producido por escritores anónimos, de los
que escriben para provecho de otros, y a esas partes de Isaías las han denominado "Segundo-
Isaías" y "Tercer-Isaías". El libro no da lugar a ser fraccionado de esta manera, porque el Nuevo
Testamento cita de todas las secciones del libro y reconoce un solo Isaías.
LA BIBLIA - ISAÍAS
66 Libros - 66 capítulos
La tercera y última división (capítulos 40 al 56) regresa a la forma poética pero se encuentra en
contraste con la primera sección principal. En la primera tenemos el juicio y justo gobierno de
Dios; y en la última, tenemos la gracia de Dios, el sufrimiento, y la gloria que seguirá. Aquí es
toda gracia y gloria. El ruego inicial Consolad del capítulo 40:1, fija el modo y el ritmo.
Fue esta sección la que causó que ciertos críticos postularan la hipótesis del Segundo
Isaías. Un cambio en el tema no necesariamente indica un cambio de autor. Resulta
interesante recordar que durante casi dos mil años no se elevó ni una sola voz aludiendo a un
Segundo Isaías. El Evangelista Juan se refirió a esta sección como escrita por Isaías, como
podemos comprobar en Juan 1:23. También el Señor se refirió a esta sección como escrita por
Isaías, como podemos ver en Lucas 4:17-21. Además, Felipe utilizó un capítulo de esta sección
para ganar al etíope para Cristo, como podemos ver en el libro de los Hechos de los Apóstoles
8. Y hay otras numerosas referencias que confirman la autoría de Isaías.
Isaías profetizó muchos eventos locales. Cuando Jerusalén estaba rodeada por el
ejército asirio, Isaías pronunció una profecía arriesgada. Dice Isaías 37:33, "Por tanto, así dice
el Señor acerca del rey de Asiria: No entrará en esta ciudad ni arrojará saeta sobre ella: no
vendrá delante de ella con escudo ni levantará contra ella baluarte". También veamos la
profecía de Isaías sobre la enfermedad de Ezequías, en Isaías 38.
Hay otras profecías que no fueron cumplidas durante la vida de Isaías, pero en la
actualidad, ya se han cumplido. En esta categoría tenemos, por ejemplo, sus profecías sobre la
ciudad de Babilonia. Dice Isaías 13:19-22: "Y Babilonia, hermosura de reinos, gloria y orgullo de
los caldeos, será como Sodoma y Gomorra, a las que trastornó Dios. Nunca más será habitada,
ni se morará en ella de generación en generación; no levantará allí su tienda el árabe ni los
pastores tendrán allí su majada, sino que dormirán allí las fieras del desierto y sus casas se
llenarán de hurones; allí habitarán los avestruces y allí saltarán las cabras salvajes. En sus
palacios aullarán las hienas y los chacales en sus casas de deleite. Su tiempo está a punto de
llegar; no se prolongarán sus días".
Aplicación en la iglesia
Uno de los capítulos más selectos de toda la Biblia; un poema de belleza
excepcional y sobresaliente. Un cuadro de los últimos tiempos, cuando la Iglesia,
después de la larga aflicción, brilla por fin en todo el fulgor de su gloria celestial. Los
versículos 5-6 parecen ser una previsión de los milagros de sanidad de Cristo. El cuadro
de los cautivos que regresan en el camino (8-10) es una representación exquisita de los
redimidos que vuelven al hogar celeste con Dios.
Estos dos capítulos son la respuesta divina a la oración de los exiliados en los
dos capítulos anteriores. La oración será contestada. El remanente fiel será restaurado
(65:8-10). Los desobedientes serán del todo destruidos (65:2-7, 11-12). Otras naciones
serán traídas al redil (65:1; 66:8). Todos serán llamados por un nombre nuevo (65:15).
Heredarán nuevos cielos y nueva tierra (65:17; 66:22). No hará falta en esa nueva
orden templo ni sacrificio (66:1-4). Los fieles y los desobedientes serán separados para
siempre, con bienaventuranza eterna para los unos y castigo eterno para los otros
(66:22-24). Jesús mismo ratifico estas palabras (Mar 9:48). El último mensaje de Pedro
a los cristianos fue, que tuvieran la vista fija en los nuevos cielos y la nueva tierra (2
Ped 3:10-14). La Biblia alcanza su clímax final en una visión magnífica de estos nuevos
cielos y nueva tierra (Apoc. 21, 22) que forma un ensanchamiento de Isaías 66.