El Tiempo Del Catecumenado

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EL TIEMPO DEL CATECUMENADO

Y SUS RITOS

98. El catecumenado, es decir, la disciplina o instrucción pastoral de los


catecúmenos, se alargará cuanto sea necesario para que madure su conversión y su fe,
y, si fuera preciso, por varios años. Porque, con la formación de la vida cristiana en su
integridad y con el adiestramiento debidamente prolongado, los catecúmenos son
iniciados convenientemente en los misterios de la salvación y en las prácticas de las
costumbres evangélicas y en los sagrados ritos, celebrados sucesivamente a sus
debidos tiempos, y así son introducidos en la vida de la fe, y de la liturgia y de la
caridad del pueblo de Dios.
En casos peculiares, atendida la preparación espiritual de los candidatos, a juicio del
Ordinario del lugar, puede averiguarse el tiempo del catecumenado; más aún, en
circunstancias totalmente similares, se puede hacer de una sola vez, o sea, en una
sesión. (Cfr. n. 240).

99. Dentro de este tiempo transmítanse a los catecúmenos las debidas


instrucciones, con las que al mismo tiempo que se le va mostrando toda la doctrina
católica, sean iluminados por la fe, dirijan su corazón a Dios, se promueva su
participación en el misterio litúrgico, se impulse su actividad apostólica y toda su vida
se nutra según el espíritu de Cristo.

100. Ténganse las celebraciones de la palabra de Dios, acomodadas al tiempo


litúrgico, que sirvan lo mismo para la formación de los catecúmenos que para las
necesidades espirituales de los fieles. (Cfr. nn. 106-108).

101. Los exorcismos primeros o menores, ordenados de moldo deprecatorio y


positivo, muestran ante los ojos de los catecúmenos la verdadera condición de la vida
espiritual, la lucha entre la carne y el espíritu, la importancia de la renuncia para
conseguir las bienaventuranzas del reino de Dios, y la necesidad constante del divino
auxilio. (Cfr. nn. 109-118).
102. Las bendiciones, con las que se muestran la caridad de Dios y la solicitud de la
Iglesia, ofrézcase también a los catecúmenos, para que, mientras todavía carecen de la
gracia de los sacramentos, reciban al menos de la Iglesia ánimo, gozo y paz en la
prosecución de su esfuerzo y de su camino. (Cfr. nn. 119-132).

103. Durante los años que dura el catecumenado a partir del primer grado
catequético, los pasos de un grado a otro, por los que van ascendiendo
progresivamente los catecúmenos, pueden simbolizarse o significarse a veces con
algunos ritos. Según lo aconsejen las circunstancias, se pueden adelantar la
<<traditio>> o entrega del Símbolo, y también de la oración dominical, y el rito
<<Ephpheetha>>, para los cuales, tal vez, falte tiempo si se deja todo para la última
etapa (nn. 125-126). Según la utilidad y el deseo local, se puede organizar con tiempo
la unción con el óleo de los catecúmenos (Cfr. nn. 127-132).

104. Durante este tiempo los catecúmenos preocupasen de buscar los padrinos que
les han de presentar a la Iglesia el día de la <<elección>> (Cfr. Observaciones generales
previas a la Iniciación Cristiana, nn. 8-10 y el n. 43).

105. A veces, durante el año, para algunas celebraciones del catecumenado, y para
el rito de la transición (cfr. nn. 125-132), convóquese de toda la comunidad a los que
tienen alguna relación especial con la iniciación de los catecúmenos, a saber,
presbíteros, diáconos, catequistas, padrinos de catecumenado, padrinos (propiamente
dichos), amigos y familiares.

CELEBRACION DE LA PALABRA DE DIOS

106. Para la utilidad de los catecúmenos prepárense peculiares celebraciones de la


palabra de Dios, procurando en primer lugar los fines siguientes:
a) que la doctrina recibida penetre en las almas, v.gr., la ética propia del Nuevo
Testamento, el perdón de las injurias y de las ofensas, el sentido de pecado y de
la penitencia, la misión de los cristianos en el mundo, etc.;
b) que enseñen a saborear los diversos métodos y aspectos de la oración;
c) que explanen a los catecúmenos los símbolos, gestos y tiempos del ministerio
litúrgico;
d) de que les vayan introduciendo gradualmente en los actos de culto de la
comunidad total.

107. Para la satisfacción del Domingo, ya desde el tiempo del catecumenado, ha de


procurarse lo siguiente:
a) las celebraciones, recordadas en el n. 106 y propias para los catecúmenos,
háganse asiduamente los domingos y acostumbrarlos a participar activa y
conscientemente en ellas;
b) abráseles poco a poco a los catecúmenos la primera parte de la celebración de
la misa dominical, pero cuidando, en cuanto sea posible, de despedirles después
de la liturgia de la palabra, y añádase una súplica por ellos en la oración
universal.
108. Las celebraciones de la palabra de Dios pueden hacerse después de la
catequesis, comprendiendo los exorcismos menores; también pueden concluir con las
bendiciones, como se dice después (cfr. nn. 110 y 119)

EXORCISMOS MENORES

109. Los exorcismos menores se celebran por el sacerdote p por el diacono, o


también por un catequista digno y apto, designado por el Obispo para este ministerio.
Cualquiera de estos, extiende las manos sobre los catecúmenos, que estarán inclinados
o arrodillados, y pronuncia alguna de las oraciones de los nn. 113-118.

110. En la iglesia, o en una capilla o en los locales del catecumenado, se hacen


durante la celebración de la palabra; también, si es el caso lo aconsejara, al principio
o al fin de la reunión para la catequesis; finalmente, por necesidades peculiares, en
privado para cada catecúmeno.

111. Ya antes del catecumenado, en el tiempo de la evangelización, pueden


hacersen los exorcismos menores para el también espiritual de los <<simpatizantes>>
(<<fautores>>).

112. Nada impide que las formulas asignadas para los exorcismos menores, pueden
repetirse en diversas circunstancias.
Oraciones del exorcismo

113. Oremos.
Oh Dios omnipotente y eterno,
que por tu Hijo Unigénito
nos prometiste el Espirito Santo,
te rogamos humildemente
por estos catecúmenos, que se ofrece a ti:
aparta de ellos todo espíritu maligno
y toda acción errónea pecaminosa,
para que merezcan ser templos del Espíritu Santo.
Confirma nuestras palabras, llenas de fe,
y haz que no sean vanas,
sino llenas del poder y de la gracia
Con tu Unigénito libro al mundo del mal.
Por Jesucristo nuestro Señor.
Todos:
Amen.

114. Oremos.
Señor, Dios nuestro,
Por quien nos descubre la vida verdadera,
Se anula la corrupción,
Se fortalece la fe,
Se despierta la esperanza
y se inculca la caridad,
te rogamos en el nombre de tu Hijo,
nuestro Señor Jesucristo,
y por la virtud del Espíritu Santo,
que alejes de estos siervos tuyos
la incredulidad y la duda
(el culto de los ídolos y la magia,
Los encantamientos y el espiritismo),
el ansia de dinero y los halagos de las pasiones,
las enemistades y las discordias
y cualquier forma de maldad.
Y puesto que le has llamado
Para que sean santos y sin pecado
En tu presencia,
infunde en ellos el espíritu de fe y de piedad,
de paciencia y de esperanza,
de moderación y de pureza,
de caridad y de paz.
Por Jesucristo nuestro señor.
Todos:
Amen.

115. Oremos.
Señor, Dios Todopoderoso,
Que creaste al hombre a tu imagen y semejanza
En la santidad y en la justicia,
y, que, sin abandonar el pecador,
Sabiamente preparaste su salvación
por la encarnación de tu Hijo,
salva a estos siervos tuyos
y líbralos con tu poder todos los males
y de la esclavitud del enemigo;
arranca de ellos el espíritu de la mentira,
de la codicia y de la maldad.
Recíbelos en tu reino,
ábreles los ojos a tu Evangelio,
Para que, como hijos de la luz,
sean miembros de tu santa Iglesia,
den testimonio de la verdad
y practiquen, según tus mandamientos,
las obras de misericordia.
Por Jesucristo nuestro Señor.
Todos:
Amen.

116. Oremos.
Señor Jesucristo,
que en el sermón de la Montaña
quisiste apartar del pecado a tus discípulos
y revelar las bienaventuranzas del reino de los cielos,
haz que estos siervos tuyos,
que oyen la palabra del Evangelio,
se conserven inmunes del espíritu de codicia y avaricia,
de sensualidad y de soberbia.
Como fieles discípulos tuyos,
se consideran dichosos,
cuando sean pobres y hambrientos,
misericordiosos y limpios de corazón;
trabajen por la paz
y soporten con alegría las persecuciones,
para que se hagan participes de tu reino,
y así consigan la misericordia prometida,
y experimenten el gozo de ver a Dios en los cielos.
Tu que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Todos.
Amen.
117. Oremos.
Dios Padre,
creador y salvador de todos los hombres
que has llamado a estos catecúmenos
a quienes creaste por amor
y acogiste con misericordia;
tu que sondeas sus corazones,
míralos hoy en espera de tu Hijo;
consérvalos con tu presencia
y realiza en ellos
tu amoroso designio de salvación;
para que, unidos firmemente a Cristo,
sean contados entre sus discípulos
aquí en la tierra
y puedan alegrase de ser reconocidos
por El en el cielo.
Por Jesucristo nuestro Señor.
Todos.
Amen.

118. Oremos.
Oh Dios, que escrutas las intenciones
y recompensas las obras,
mira benigno los trabajos
y el aprovechamiento de tus siervos.
Asegura sus pasos,
auménteles la fe,
acepta su penitencia,
y, descubriendo abiertamente tu justicia
y tu bondad,
concédeles que merezcan participar
de tus sacramentos en la tierra,
y gozar de tu compañía eterna en el cielo.
Por Jesucristo nuestro Señor.
Todos:
Amen.

Otras oraciones de exorcismo en el n. 373.

LAS BENDICIONES DE LOS CATECUMENOS

119. Las bendiciones indicadas en el n. 102 pueden ser dadas por un


Sacerdote o por un diacono, o también por un catequista (cfr. n. 48),
los cuales, extendiendo las manos sobre los catecúmenos, pronuncian
algunas de las oraciones siguientes (nn. 121-124). Acabada la oración, los
catecúmenos, si cómodamente puede hacerse, se acercan al celebrante,
que le impone las manos a cada uno. Después se retiran.
Las bendiciones de ordinario se confieren principalmente al fin de
la celebración de la palabra de Dios; también, si parece, al fin de la reunión
catequética; finalmente, por necesidades peculiares, se pueden dar en
privado a cada catecúmeno.

120. Ya antes del catecumenado, en el tiempo de la evangelización,


se puede bendecir, del mismo modo, a los <<simpatizantes>> para su bien
espiritual.

121. Oremos
Concede, Señor, a nuestros catecúmenos
que, iniciados en los santos misterios,
pueden renovados en la fuente del bautizo
y sean contados entre los miembros de la Iglesia.
Por Jesucristo nuestro Señor.
Todos:
Amen.
122. Oremos.
Oh Dios, que por tus santos profetas
Exhortaste a los que se acercan a ti:
<< ¡Lavaos y purificaos!>>,
y dispusiste por medio de Cristo
la regeneración espiritual;
mira ahora estos siervos tuyos,
que se disponen con diligencia al bautismo:
bendíceles, y, fiel a tus promesas,
prepáralos y santifícalos,
para que, bien dispuestos a recibir tus dones,
merezcan la adopción de hijos
y la entrada en la comunión de la Iglesia.
Por Jesucristo nuestro Señor.
Todos:
Amen.

123. Oremos.
Señor, Dios omnipotente, mira a tus siervos,
que están instruyéndose en el evangelio
de Cristo:
haz que te conozcan y te amen
para que todo corazón
y con ánimo gozoso
cumplan siempre tu voluntad.
Dígnate guiarlos en su marcha hacia ti;
Agrégalos a tu Iglesia,
para que participen de tus ministerios
en esta vida y en la eterna.
Por Jesucristo nuestro Señor.
Todos:
Amen.
124. Oremos.
Oh Dios que,
Por la venida de tu Hijo Unigénito Jesucristo,
libraste providentemente al mundo del error,
escúchanos y da a tus catecúmenos
inteligencia, perfección,
firmeza en la fe
y conocimiento seguro de la verdad,
para que progresen día a día en toda virtud,
reciban en el momento oportuno la regeneración
para el perdón de los pecados
y glorifiquen tu nombre con nosotros.
Por Jesucristo nuestro Señor.
Todos:
Amen.
Otras oraciones para la bendición en el n. 374.

RITOS DURANTE EL TIEMPO DEL CATECUMENADO

125. Las <<entregas>> que, ya para diversificar el periodo del catecumenado,


ya por razón de la brevedad del periodo de <<purificación e iluminación>>,
pueden anticiparse, celébrese solamente cuando parezcan maduros los catecúmenos;
en caso contrario, no se tengan.

126. La ceremonia hágase del modo descrito más abajo: la <<entrega del símbolo>>
en los nn. 183-187; <<entrega de la oración dominical >> en los nn. 188-192.
Hecha la <<entrega>> la ceremonia puede concluir con el rito <<effeta>> (Cfr. nn 200-
202),
a no ser que durante el <<rito de la transición>> se entregue el símbolo (cfr. nn.194-199)
que comienza con el rito <<ephphetha>>. En estos casos cuídese que las formulas no se
usen para la palabra <<elegido>>; dígase sencillamente <<catecúmeno>>.

127. Si parece oportuno que los catecúmenos sean favorecidos con la primera unión,
Adminístrela un sacerdote o un diacono.
128. La unción, que se confiere al final de la celebración de la palabra de Dios,
Se da a todos los catecúmenos. Por razones peculiares se puede conferir a cada uno en
privado. Además, en casos razonables, se puede ungir varias veces a los catecúmenos.

129. en ese rito se emplea el Óleo de los catecúmenos, bendecido por el Obispo en la
misa crismal, o, por razones pastorales, por el sacerdote inmediatamente antes de la
unión (1).

Rito de la unión

130. Si se usa el Oleo bendecido antes por el Obispo según la costumbre, el


celebrante
Diga primero alguna de las fórmulas de los exorcismos menores (nn. 113-118).
Después dirá:
- Para que el poder de cristo salvador
os fortalezca,
os ungidos con este Oleo de salvación
en el nombre del mismo Jesucristo,
Señor nuestro,
Que vive y reina por los siglos de los siglos.

Catecúmenos:
Amen

cada uno de los catecúmenos es ungido con el Óleo de los catecúmenos en el pecho, o
en ambas manos, o también en otras partes del cuerpo, si parece oportuno. Si fuera
muy numerosos los catecúmenos, pueden llamarse a varios ministros.
131. Pero si el Oleo ha de ser bendecido por el sacerdote, entonces él mismo lo
Bendice, diciendo esta oración:

Señor Dios, fuerza y defensa de tu pueblo,


que has hecho del aceite un símbolo de vigor,
dígnate bendecir este óleo
y concede tu fortaleza
a los catecúmenos que han de ser ungidos con él,
para que, al aumentar en ellos
el conocimiento de las realidades divinas
y la valentía en el combate de la fe,
vivan más hondamente el Evangelio de Cristo,
emprendan animosos la tarea cristiana,
y, admitidos ente tus hijos de adopción,
gocen de la alegría de sentirse renacidos
y formar parte de la Iglesia.
Por Jesucristo nuestro Señor.

Todos:

Amen.

132. Después el celebrante, vuelto a los catecúmenos, dice:

Para que el poder de Cristo Salvador os fortalezca,


os ungidos con este óleo de salvación
en el nombre del mismo Jesucristo, Señor nuestro,
que vive y reina por los siglos de los siglos.

Catecúmenos:

Amen.

Cada uno de los catecúmenos es ungido con el Óleo de los catecúmenos en el pecho,
O en ambas manos, o también otras partes del cuerpo, si se parece oportuno. Si
fueran muy numerosos los catecúmenos puede llamarse a varios ministros.
SEGUNDO GRADO

RITO DE LA ELECCION O INSCRIPCION


DEL NOMBRE

133. Al comienzo de la Cuaresma, que es la preparación próxima de la iniciación


sacramental, se celebra la <<elección>> o <<inscripción del nombre>> en la cual la
Iglesia, oído el testimonio de los padrinos y de los catequistas, y confirmando su
voluntad los catecúmenos juzga su participación u decide si pueden acercarse a los
sacramentos pascuales.

134. Con la ceremonia de la <<elección>> concluye el catecumenado mismo, por


tanto, el largo aprendizaje de la mente y el corazón. Por esta razón, para que alguien
pueda ser inscrito entre los <<elección>>, se requiere de él la fe iluminada y la voluntad
deliberada de recibir los sacramentos de la Iglesia. Hecha la elección, se le instará
a seguir a Cristo con mayor generosidad.

135. En lo que toca a la Iglesia, la elección es como el centro de la atenta solicitud


hacia los catecúmenos. El Obispo, los presbíteros, diáconos, catequistas, padrinos y
toda la comunidad local, cada uno en su orden y a su modo, después de diligente
reflexión, dé su parecer acerca de la instrucción y aprovechamiento de los
catecúmenos. Finalmente acójase con la oración a los <<elección>>, para que toda la
Iglesia los conduzca consigo al encuentro con Cristo.

136. Entonces los padrinos, escogidos antes por los catecúmenos de acuerdo con el
sacerdote y, en cuanto sea posible, aceptados por la comunidad local, comienzan a
ejercitar públicamente su oficio: se les llama al principio del rito y se acercan con los
catecúmenos (n. 143), en favor de estos pronuncian su testimonio ante la comunidad
(n. 144), y, según la oportunidad, inscriben su nombre con ellos (n. 146).

137. Para evitar una realización rutinaria del rito litúrgico, conviene que antes se
tenga alguna deliberación sobre la idoneidad de los candidatos por aquellos que les
atienden, o sea, en primer lugar, los que dirigen la formación del catecumenado,
presbíteros, diáconos, catequistas, más los padrinos y delegados de la comunidad
local; incluso, si es preciso con la participación del grupo de catecúmenos. Esta
deliberación puede adoptar diversas formas, según las condiciones de cada región y
principios pastorales.
El resultado de la deliberación lo dará a conocer el celebrante durante el rito litúrgico.

138. Es oficio del celebrante, es decir del Obispo o del que haga sus veces, aunque su
participación en la deliberación previa se remota o próxima, manifestar en la homilía
o en el curso del rito cuál es la índole religiosa y eclesiástica de la <<elección>>. Él es,
pues, quien debe exponer ante los presentes a la decisión de la Iglesia, y del mismo
modo oír,
según lo pidan las circunstancias, la opinión de los presentes, averiguar la voluntad
personal de los catecúmenos, y efectuar, por último, en nombre de Cristo y de la
Iglesia, la admisión de los <<elección>>. Además, abra a todo el divino misterio, que se
contiene en la vocación de la Iglesia y en su celebración litúrgica; y exhorte a los fieles
para que juntamente con los <<elección>>, a los que deben dar ejemplo, se preparen
para las solemnidades pascuales.

139. Puesto que los sacramentos de la iniciación se celebran en las solemnidades


pascuales y su preparación pertenece a la índole propia de la Cuaresma, el rito de la
elección hágase de ordinario en el primer domingo de Cuaresma; y el tiempo de la
última preparación de los postulantes coincida con el tiempo de Cuaresma, cuyo ciclo,
ya sea por estructura litúrgica, ya sea por participación de la comunidad,
aprovechara mucho a los elegidos. Sin embargo, por causas pastorales urgentes
(principalmente en estaciones secundarias de las misiones), el rito se puede celebrar la
semana precedente a la siguiente.

140. El rito se hará en la iglesia, o, por alguna necesidad, en otro lugar conveniente
y apropiado. Celébrese durante la misa del primer domingo de Cuaresma, después de
la homilía.

141. Si es que se celebra fuera de este domingo, empiécese por la liturgia de la


palabra. En este caso, si las lecturas del día no fueran a propósito, elíjanse las lecturas
de entre las asignan el primer domingo de Cuaresma (cfr. nn. 22-24), o bien otras
lecturas a propósito. Siempre se puede celebrar la Misa ritual propia (n. 374 bis). Pero
si no se celebra la Eucaristía, acábese la ceremonia con la despedida de todos
juntamente con los catecúmenos.

142. La homilía, acomodada a las circunstancias, mire también además de a los


catecúmenos, a toda la comunidad de los fieles, de modo que estos procurando dar
buen ejemplo, emprendan el camino del misterio pascal en compañía de los elegidos.
Preparación de los candidatos

143. Acabada la homilía, el sacerdote que está al frente de la iniciación de los


catecúmenos, o un diacono o catequista o el delegado de la comunidad, presenta a los
que han de ser elegidos, con estas o parecidas palabras:

Reverendo padre, próximas ya las solemnidades


pascuales, los catecúmenos aquí presentes,
confiados en tu gracia divina y ayúdalos con las
oraciones y el ejemplo de la comunidad, piden
humildemente que, después de la debida preparación
y de la celebración de los escrutinios, les admitan a
participar en los sacramentos del Bautismo, Confirmación y Eucaristía.

El celebrante responde:

Acérquese los han de ser elegidos, acompañados por sus padrinos (madrinas)

Entonces se les va llamando a todos por su nombre, y cada uno con su padrino
(madrina) se adelanta y se queda de pie ante el celebrante. Si fueran muy numerosos,
hágase la presentación de todos a la vez, v.gr., cada catequista presente a su grupo; es
de aconsejar que estos catequistas en la celebración previa llamen por su nombre a
cada uno de sus candidatos, antes de que acudan al rito común.

144. Si no ha tomado parte en la deliberación previa (cfr. n. 137), el celebrante


habla a los presentes con estas o parecidas palabras:

La santa Iglesia de Dios desea ahora asegurarse


de que estos candidatos han sido hallados idóneos
para entrar en el grado de los elegidos, y así celebrar
las próximas solemnidades de la pascua.
Y volviéndose hacia los padrinos:
Por eso os ruego a vosotros, padrinos (y madrinas),
que deis vuestro testimonio: ¿Han escuchado
finalmente, la palabra de Dios anunciada por la
Iglesia?

Padrinos:
- Si, la han escuchado finalmente.

Celebrante:
- Han comenzado a caminar ante Dios, guardando la
palabra recibida?

Padrinos:
- Si, han comenzado.

Celebrante:
- ¿Están unidos fraternalmente a la comunidad
y a sus oraciones?

Padrinos:
- Si, están unidos.

Después, si lo aconsejan las circunstancias, el celebrante interroga a la


asamblea acerca de su conformidad.

145. Pero si el celebrante, habiendo tomado parte de la deliberación previa acerca


de la idoneidad de los candidatos (cfr. n. 137), lo prefiere, puede dirigir a la asamblea
estas o parecidas palabras:

Queridos hermanos, estos catecúmenos han pedido ser iniciados en los


sacramentos de la Iglesia durante las próximas fiestas pascuales. Los que
conocen, han juzgado que era sincero se deseó. Porque ya han oído desde
hace tiempo la palabra de Cristo y se han esforzado en vivir según sus
mandamientos; han tomado parte de la unión fraterna y de las oraciones.

Ahora quiero informar a toda la asamblea que la deliberación de la comunidad


ha decidido llamarlos a los sacramentos. Al comunicarnos ahora esta decisión,
pido a los padrinos que de nuevo ante vosotros ratifiquen su sufragio.

Y vuelto a los padrinos:

- ¿Juzgáis, en presencia de Dios, que los candidatos son dignos de que se


les admita a los sacramentos de la iniciación cristiana?

Padrinos:

- Si, los juzgamos dignos.

Después, si lo aconsejan las circunstancias, el celebrante interroga a la asamblea


acerca de su conformidad.

Interrogatorio de los candidatos y


petición de éstos.

146. Entonces el celebrante, mirando a los catecúmenos, los exhorta e interroga con
estas o parecidas palabras:

Ahora os hablo a vosotros, queridos catecúmenos. Vuestros padrinos y


catequistas (y toda la comunidad) han dado un buen testimonio de vosotros. Y
la Iglesia, confiando en este sufragio, os llama en nombre de Cristo a los
sacramentos pascuales. Ahora, pues, os toca a vosotros, que ya habéis
escuchado desde hace tiempo la palabra de Cristo, dar vuestra respuesta en
presencia de la Iglesia, descubriendo vuestro pensamiento.
- ¿Queréis ser iniciados en los sacramentos de Cristo, Bautismo, Confirmación
y Eucaristía?

Catecúmenos:
- Si, queremos.
Celebrante:
- Decid, pues, vuestros nombres, por favor.

Entonces los candidatos acercándose al celebrante con sus padrinos, o


permaneciendo en su puesto, dicen su nombre; su inscripción se puede de diversos
modos. Puede escribirlo cada candidato, o una vez pronunciado con claridad, lo puede
escribir el padrino o el sacerdote. Pero si los candidatos son muy numerosos, se le
puede entregar la lista de los nombres al celebrante, con estas o parecidas palabras:

Estos son los nombres de los competentes.

Mientras se inscriben los nombres, se puede cantar algo apropiado, v. gr.,


el Salmo 15.

Admisión o elección.

147. Acabada la inscripción de los nombres, el celebrante, después de explicar


brevemente a los asistentes el significado del rito celebrado, se vuelve a los candidatos
diciéndoles estas o parecidas palabras:
- N. y N, habéis sido elegidos para que seais
Iniciados en los sagrados misterios durante
la próxima Vigilia Pascual.

Catecúmenos:
- Demos gracias a Dios.

El celebrante prosigue:

Ahora, por tanto, vuestro deber es, como el de todos


Nosotros, que, ayudados por la divina gracia, ofrezcáis
a Dios, que es fiel a su llamamiento, vuestra fidelidad y
que os esforcéis con todo entusiasmó en llegar a la plena
realidad de vuestra elección.
Después, vuelto a los padrinos, el celebrante los exhorta con estas o parecidas
palabras:

Os encomendamos en el señor a estos catecúmenos,


de los que habéis dado testimonio, para que los
acompañáis con vuestra ayuda y con vuestro ejemplo
hasta que reciban los sacramentos de la vida divina.

Y los invitan a que pongan sus manos sobre los hombros de los candidatos,
a los que adopten, o hagan otro gesto del mismo significado.

Suplicas por los elegidos

148. después la comunidad hace las suplicas con estas o parecidas palabras:

Celebrante:
Queridos hermanos, preparándonos a los misterios
Salvíficos de la Pasión y resurrección, emprendemos
hoy el camino cuaresmal. Los elegidos, a quienes
conducimos con nosotros a los sacramentos pascuales, se
fijan en el ejemplo de nuestra renovación. Rogamos,
pues, por ellos y por nosotros al Señor, para que moví-
dos por nuestra mutua conversión, nos hagamos dignos
de las gracias pascuales.

Lector:

Por los catecúmenos, para que, recordando el


día de su elección, permanezcan siempre agradecidos
a la bendición celestial, roguemos al Señor.
R. Escúchanos, Señor.
Lector:

Para que, empleando bien este tiempo de gracia, soporten las


penalidades de la renuncia y prosigan con nosotros las obras de
la santificación, roguemos al Señor.
R. Escúchanos, Señor.

Lector:

Por sus catequistas, para que les muestren la suavidad de la palabra


De Dios, roguemos al Señor.
R. Escúchanos, Señor.

Lector:

Por sus padrinos, para que les manifiesten a los catecúmenos la practica
Continua del Evangelio en la vida privada y en el trato social, roguemos al
Señor.
R. Escúchanos, Señor.

Lector:

Por sus familias, para que, no poniéndoles ningún impedimento, les ayuden
más bien a seguir la inspiración del Espíritu Santo, roguemos al Señor.
R. Escúchanos, Señor.

Lector:

Por nuestra asamblea, para que en este tiempo cuaresmal brille con la
plenitud de la caridad y con la perseverancia en la oración, roguemos al Señor.
R. Escúchanos, Señor.
Lector:

Por todos los que todavía dudan, para que fiándose de Cristo lleguen
Con decisión a la unión de nuestra fraternidad, roguemos al Señor.
R. Escúchanos, Señor.

En estas suplicas añádanse las peticiones acostumbradas por las necesidades de la


Iglesia y de todo el mundo, si después de despedidos los catecúmenos se omite la
oración universal en la Misa (cfr. n. 151).
Otras fórmulas de la súplica <<ad libitum>> en el n. 375.

149. El celebrante, extendiendo las manos sobre los elegidos, concluye las suplicas
con esta oración:

Oh Dios, que eres creador


y recaudador del género humano,
sé propicio a tus hijos de adopción,
e incluye en la nueva alianza
al retoño de nuevos hijos,
para que, hechos herederos, de la promesa,
se alegren de recibir por la gracia
lo que no se consigue por la naturaleza.
Por Jesucristo nuestro Señor.
R. Amen.

O bien esta otra oración <<ad libitum>>:

Padre amantísimo y todopoderoso, que quieres


instaurar todo en cristo y llamas a los hombres
a sus seguimientos, dígnate guiar a estos elegidos
de la iglesia y concédeles que, fieles a la vocación
recibida, merezcan ser trasladados al reino de
tu Hijo y sellados con el Espíritu Santo prometido.
Por Jesucristo nuestro Señor.
R. Amen.
Despedida de los elegidos

150. después el celebrante despide a los elegidos con esta o parecida monición:

Queridos elegidos, habéis entrado con nosotros en el camino,


vuestra verdad y vuestra vida, especialmente en los próximos
escrutinios, en que os reuniréis con nosotros. Ahora marchad
en paz.

Elegidos:

Amen.

Los elegidos salen. Pero si por graves razones no salen de la iglesia (cfr.
observaciones generales previas, n.19, 3) y deberán permanecer con los fieles,
cuídese que, aunque asistan a la celebración eucarística, no participen al modo de
los bautizados.
Pero si no se celebra la Eucaristía, añádase algún canto a propósito y
despídase a los fieles y a los catecúmenos.

Celebración de la Eucaristía

151. después de que hayan salido de la Iglesia los elegidos, se celebra la Eucaristía.
Se empieza por la oración universal pidiendo por las necesidades de la Iglesia y de
todo el mundo. Luego se dice el Credo (si el rito litúrgico lo pidiese), y se hace la
preparación de los dones. Sin embargo, por razones pastorales, se pueden omitir la
oración universal el Credo.
EL TIEMPO DE LA PURIFICACION
Y DE LA ILUMINACION

RITOS PROPIOS DE ESTE PERIODO

152. En este tiempo, que de ordinario coincidiera con la Cuaresma y que


comienza con la <<elección>>, los catecúmenos juntamente con la comunidad
local se entregan al recogimiento espiritual como preparación para las fiestas
pascuales y para la iniciación de los sacramentos. A este objeto se celebran
para ellos los escrutinios, las<<elección>>, y los ritos de preparación inmediata.

ESCRUTINIOS Y ENTREGAS

153. En la Cuaresma, que precede a los sacramentos de la iniciación, se celebran


los escrutinios y las<<elección>>. Con estos ritos se completa la preparación espiritual
y catequista de los <<elección>> o <<postulantes>>, que se prolonga durante todo el
tiempo de Cuaresma.

I. ESCRUTINIOS

154. La finalidad de los escrutinios es primordialmente espiritual, y se completa


con ayuda de los exorcismos. Porque el objeto de los escrutinios es purificar las
almas y los corazones, proteger contra las tentaciones, rectificar la intención y
mover la voluntad, para que los catecúmenos se unan más estrechamente a Cristo y
prosigan con mayor decisión en su esfuerzo por amar a Dios.

155. De los postulantes se espera la voluntad de llegar al sentimiento íntimo de


Cristo y de la Iglesia, y muy en especial el progreso en el sincero conocimiento de sí
mismos, la reflexión seria de la conciencia y la verdadera penitencia.
156. En el rito del exorcismo, celebrado por los sacerdotes o por los diáconos, los
elegidos, instruidos por la santa madre Iglesia acerca del misterio de Cristo que nos
libra del pecado, se desprenden de las consecuencias del pecado y del influjo
diabólico, consiguen fuerzas para su itinerario espiritual, y se les abre el corazón
para recibir los dones del Salvador.

157. A fin de excitar el deseo de la purificación y de la redención de Cristo, se


celebran tres escrutinios, ya para que los catecúmenos conozcan gradualmente el
misterio del pecado, del cual todo el universo, y cada hombre en particular, anhela
redimirse para verse libre de sus consecuencias actuales y futura; ya para que se
impregnen sus mentes del sentido de Cristo Redentor, que sea agua viva (cfr.
Evangelio de la samaritana) luz (cfr. Evangelio del ciego de nacimiento),
resurrección y vida (cfr. Evangelio de la resurrección de Lázaro). Es necesario que
haya algún progreso en el conocimiento del pecado y en el deseo de la salvación
desde primer escrutinio al último.

158. los escrutinios se celebran por un sacerdote o por un diacono, al frente de la


comunidad, para que de la liturgia de los escrutinios también se aprovechen
espiritualmente los fieles, y para que intercedan en las suplicas por los<<elección>>.

159. Los escrutinios se hacen en las Misas de los escrutinios, que se celebran los
domingos terceros, cuarto y quinto de la Cuaresma; léanse las lecturas del ciclo
<<A>> con sus cantos, según están asignadas en el leccionario de la Misa (Ordo
lectionum Missae, nn. 745,746, 747). Pero si en estos domingos, por razones
pastorales, no se pueden hacer, elijasen otros domingos de la Cuaresma, o de los días
entre semana más convenientes. Sin embargo, la primera Misa de los escrutinios
debe ser siempre la Misa de la Samaritana; la segunda, la del ciego de nacimiento, y
la tercera, la de Lázaro.

PRIMER ESCRUTINIO
160. El primer escrutinio se celebra el tercer domingo de la Cuaresma, ampliando
las formulas señaladas tanto en el misal como el leccionario (cfr. también nn. 376-
377)

Homilía

161. El celebrante, besándose en las lecturas de la sagrada Escritura, expone en la


homilía el objeto del primer escrutinio, fijándose tanto en la liturgia cuaresmal
como en el itinerario espiritual de los elegidos.

Oración en silencio

162. después de la homilía, los elegidos con sus padrinos y madrinas se ponen de
pie delante del celebrante.
Este, vuelto primero hacia los fieles, los invita a orar en silencio por los elegidos,
pidiendo el espíritu de penitencia y el sentido del pecado y la verdadera libertad de
los hijos de Dios.
Después, vuelto hacia los catecúmenos, los invita igualmente a orar en silencio, y
los exhorta a mostrar su disposición de penitencia aun con su postura corporal. Ya
sea inclinados o arrodillados. Finalmente concluye con estas o parecidas palabras:

Elegidos de Dios, inclinad la cabeza (o: arrodillaos) y orad.

Entonces los elegidos se inclinan o se arrodillan. Y todos oran en silencio


durante unos momentos. Después, si se juzga oportuno, todos se levantan.

Suplicas por los elegidos

163. mientras se hacen las suplicas por los elegidos, los padrinos y madrinas
apoyan su mano derecha sobre el hombro de su elegido.

Celebrante:

Oremos por estos elegidos, a los que eligió la Iglesia


Confiablemente después de un camino ya largo, para que,
Acabada la preparación, en las fiestas pascuales encuentren
A Cristo en sus sacramentos.
Lector:

- Para que mediten en su corazón las palabras


divinas y las saboreen más profundamente cada
día, roguemos al Señor.
R. Escúchanos, Señor

Lector:

- Para que conozcan a Cristo, que vino a salvar lo que


había parecido, roguemos al Señor.
R. Escúchanos, Señor.

Lector:

- Para que confiesen con humildad en el corazón


que son pecadores, roguemos al Señor.
R. Escúchanos, Señor.

Lector:

- Para que rechacen sinceramente en sus costumbres


todo lo que desagrada a Cristo y le es contrario,
roguemos al Señor.
R. Escúchanos, Señor.

Lector:

- Para que enseñados por el mismo espíritu aprendan


lo que es Dios y lo que le agrada, roguemos al Señor.
R. Escúchanos, Señor.

Lector:

- Para que también sus familias pongan en Cristo


su esperanza, y encuentren en él la paz y la
santidad, roguemos al Señor.
R. Escúchanos, Señor.

Lector:

- Para que nosotros mismos nos preparemos a las fiestas


pascuales corriendo nuestros pensamientos, levantando
el corazón y practicando con caridad las obras de
misericordia, roguemos al Señor.
R. Escúchanos, Señor.

Lector:

- Para que el mundo entero se fortalezca lo débil, se restaure


Lo ruinoso, se encuentre lo perdido, roguemos al Señor.
R. Escúchanos, Señor.

Variadas las circunstancias, se pueden acomodar a ellas tanto la monición del


celebrante como las invocaciones del lector. Añádanse también las acostumbradas
peticiones por las necesidades de la Iglesia y de todo el mundo, se después de
despedidos los catecúmenos se omite la oración universal en la Eucaristía (cfr. n. 166).
Otras fórmulas de las suplicas <<ad libitum>> en el n. 378.

Exorcismo

164. después de las suplicas, el celebrante, vuelto hacia los elegidos, dice con las
manos juntas:
Oremos.
Oh Dios, que nos distes como salvador a tu Hijo,
concédenos que estos catecúmenos, que desean
sacar agua viva como la Samaritana,

convertidos como ella con la palabra de Señor,


se confiesen cargados de pecados y debilidades.
No permitas, te suplicamos, que con
vana confianza en sí mismos, sean engañados
por la potestad diabólica, más líbranos del espíritu
pérfido, para que, reconociendo sus maldades,
merezcan ser purificados interiormente para
comenzar el camino de la salvación.
Por Jesucristo nuestro Señor.

Todos:

Amen.

A continuación, si se puede hacer con comodidad, el celebrante impone la mano en


silencio a cada uno de los elegidos.
Después, con las manos extendidas sobre los elegidos, el celebrante prosigue:

Señor Jesús, tú eres la fuente


A la que acuden estos sedientos
Y al maestro al que buscan.
Ante ti, que eres el único santo,
No se atreven a proclamarse inocentes.
Confiadamente abren sus corazones,
confiesan su suciedad,
descubren sus llagas ocultas.
Líbrales, pues, bondadosamente de sus flaquezas,
cura su enfermedad,
apaga su sed,
y otorga la paz.
Por la virtud de tu nombre,
que invoquemos con fe,
seles propicios y salvados.
Domina el espíritu maligno,
Derrotado cuando resucite.
Por el Espíritu Santo
Muestra el camino a tus elegidos
Para que, caminando hacia el Padre,
Le adoren en la verdad.
Tú que vives y reinas
Por los siglos de los siglos.

Todos:
Amen.

Otras fórmulas de exorcismo <<ad libitum>> en el n. 379.


Si parece oportuno, se puede entonar algún canto a propósito, elegido, v.gr., entres los
salmos 6, 25, 31, 37, 38, 39, 50, 114, 129, 138, 141.

Despedida de los elegidos

165. Después el celebrante despide a los elegidos, diciendo


Podéis ir en paz, y no faltéis al próximo escrutinio. Y que el Señor este
siempre con vosotros.
Elegidos:
Amen.
Salen los elegidos. Pero si por graves razones no pudieran salir de la iglesia,
hágase como se dijo en el rito de entrada en el catecumenado, n. 96.
Pero si no se celebra Eucaristía, añádase, si parece oportuno, algún canto
apropósito, y despídase a los fieles juntamente con los elegidos.
Celebración de la Eucaristía

166. Después de que hayan abandonado la iglesia los elegidos, se celebra la


Eucaristía, siguiendo inmediatamente la oración universal por las necesidades de la
Iglesia y de todo el mundo. A continuación, se dice el
Credo y se hace la presentación de los dones: sin embargo, por razones pastorales, se
pueden omitir la oración universal y el Credo. En la plegaria eucarística hágase
mención de los elegidos y sus padrinos (cfr. N. 377).

SEGUNDO ESCRUTINIO
167. El segundo escrutinio se celebra el cuarto domingo de la cuaresma, empleando
las formulas señaladas en el Misal y en el Leccionario (cfr. también nn. 380-381).

Homilía

168. En la homilía el celebrante, besándose en las escrituras de la sagrada


Escritura, expone el objeto del segundo escrutinio, fijándose tanto en la liturgia
cuaresmal como en el itinerario espiritual de los elegidos.

Oración en silencio

169. Después de la homilía, los elegidos con sus padrinos y madrinas se ponen de pie
delante del celebrante.
Este, vuelto primero hacia los fieles, los invita a orar en silencio por los elegidos,
pidiendo el espíritu de penitencia y el sentido del pecado y la verdadera libertad de los
hijos de Dios.
Después, vuelto hacia los catecúmenos, los invita igualmente a orar en silencio, y
los exhorta a mostrar su disposición de penitencia aun con su postura corporal. Ya sea
inclinados o arrodillados. Finalmente concluye con estas o parecidas palabras:
Elegidos de Dios, inclinad la cabeza (o: arrodillaos) y orad.
Entonces los elegidos se inclinan o se arrodillan. Y todos oran en silencio
durante unos momentos. Después, si se juzga oportuno, todos se levantan.

Suplicas por los elegidos

170. Mientras se hacen las suplicas por los elegidos, los padrinos y madrinas apoyan
su mano derecha sobre el hombro de su elegido.

Celebrante:
Oremos por estos elegidos, a los que llamo el Señor
para que permanezcan santos en él y den testimonio
vigoroso de las palabras de vida eterna.
Lector:
- Para que ellos, fiándose de la verdad de Cristo,
consigan la libertad de la mente y del corazón
y la conserven para siempre, roguemos al Señor.
R. Escúchanos, Señor.

Lector:
- Para que, contemplando la sabiduría de la cruz,
puedan gloriarse a Dios, que confunde la
sabiduría de este mundo, roguemos al Señor.
R. Escúchanos, Señor.

Lector:
- Para que, liberados con la virtud del Espíritu
santo, pasen del temor a la confianza, roguemos al Señor.
R. Escúchanos, Señor.

Lector:
- Para que, transformados en hombres espirituales
traten de gustar lo que es justo y santo,
roguemos al Señor.
R. Escúchanos, Señor.
Lector:
- Para que todos los que sufren persecución por el
nombre de Cristo, sean ayudados por el mismo
Cristo, roguemos al Señor.
R. Escúchanos, Señor.

Lector:
- Para que las familias y los pueblos, que encuentren
Trabas para abrazar la fe, alcancen la libertad de
Creer en el Evangelio, roguemos al Señor.
R. Escúchanos, Señor.

Lector:
- Para que nosotros, experimentados en el conocimiento
Del mundo, permanezcamos fieles al espíritu evangélico,
roguemos al Señor.
R. Escúchanos, Señor.

Lector:
- Para que el mundo entero, amado por el Padre,
pueda acercarse a la Iglesia a la plena libertad
espiritual, roguemos al Señor.
R. Escúchanos, Señor.
Variadas las circunstancias, se pueden acomodar a ellas tanto la monición del
celebrante y las invocaciones de las suplicas. Añádase la acostumbrada petición por
las necesidades de la Iglesia y de todo el mundo, si después de despedidos los elegidos,
se omitirá la oración universal en la Eucaristía (cfr. n. 173)
Otras fórmulas de las suplicas <<ad libitum>> en el n. 382.

Exorcismo

171. después de las suplicas, el celebrante, vuelto hacia los elegidos, dice con las
manos juntas:
Oremos.
Padre clementisimo,
Que concediste al siego de nacimiento
que creyera en tu Hijo,
y que por esta fe alcanzara la luz de tu reino,
haz que tus elegidos, aquí presentes,
se vean libres de los engaños que les ciegan,

y concédeles que,
firmemente arraigados en la verdad,
se transformen en hijos de la luz,
y así pervivan por los siglos.
Por Jesucristo nuestro Señor.
Todos:
Amen.

A continuación, si se puede hacer con comodidad, el celebrante impone la mano en


silencio a cada uno de los elegidos.
Después, con las manos extendidas sobre los elegidos, el celebrante prosigue:
Señor Jesús, luz verdadera,
que iluminas a todos los hombres,
libra por el Espíritu de la verdad
a todos los tiranizados bajo el yugo del padre de la
mentira,
y a los que has elegido
para recibir tus sacramentos,
llénalos de buena voluntad,
a fin de que, disfrutando con el gozo de tu luz,
como el ciego que recobro de tu mano la claridad,
lleguen a ser testigos firmes y valientes de la fe.
Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos.

Todos:

Amen.

Otras fórmulas de exorcismo <<ad libitum>> en el n. 383.


Si parece oportuno, se puede entonar algún canto a propósito, elegido, v.gr., entres los
salmos 6, 25, 31, 37, 38, 39, 50, 114, 129, 138, 141.

Despedida de los elegidos

172. Después el celebrante despide a los elegidos, diciendo

Podéis ir en paz, y no faltéis al próximo escrutinio. Y que el Señor este


siempre con vosotros.

Elegidos:
Amen.

Salen los elegidos. Pero si por graves razones no pudieran salir de la iglesia, hágase
como se dijo en el rito de entrada en el catecumenado, n. 96.
Pero si no se celebra Eucaristía, añádase, si parece oportuno, algún canto
apropósito, y despídase a los fieles juntamente con los elegidos.

Celebración de la Eucaristía

173. Después de que hayan abandonado la iglesia los elegidos, se celebra la


Eucaristía, siguiendo inmediatamente la oración universal por las necesidades de la
Iglesia y de todo el mundo. A continuación, se dice el Credo y se hace la presentación
de los dones: sin embargo, por razones pastorales, se pueden omitir la oración
universal y el Credo. En la plegaria eucarística hágase mención de los elegidos y sus
padrinos (cfr. N. 377).

TERCER ESCRUTINIO

174. El tercer escrutinio se celebra el quinto domingo de la Cuaresma, empleando


las formulas señaladas en el Misal y en el Leccionario (cfr. también nn. 384-385).
| Homilía

175. En la homilía el celebrante, besándose en las escrituras de la sagrada


Escritura, expone el objeto del segundo escrutinio, fijándose tanto en la liturgia
cuaresmal como en el itinerario espiritual de los elegidos.

Oración en silencio

176. Después de la homilía, los elegidos con sus padrinos y madrinas se ponen de pie
delante del celebrante.
Este, vuelto primero hacia los fieles, los invita a orar en silencio por los elegidos,
pidiendo el espíritu de penitencia y el sentido del pecado y la verdadera libertad de los
hijos de Dios.
Después, vuelto hacia los catecúmenos, los invita igualmente a orar en silencio, y
los exhorta a mostrar su disposición de penitencia aun con su postura corporal. Ya sea
inclinados o arrodillados. Finalmente concluye con estas o parecidas palabras:
Elegidos de Dios, inclinad la cabeza (o: arrodillaos) y orad.
Entonces los elegidos se inclinan o se arrodillan. Y todos oran en silencio
durante unos momentos. Después, si se juzga oportuno, todos se levantan.

Suplicas por los elegidos

177. Mientras se hacen las suplicas por los elegidos, los padrinos y madrinas apoyan
su mano derecha sobre el hombro de su elegido.
Celebrante:
Oremos por estos siervos a los que Dios ha elegido, para que, unidos a la
muerte y resurrección de Cristo, puedan superar con la gracia de los
sacramentos la amarga condición mortal.
Lector:
- Para que fortalezcan con la fe contra cualquier clase de engaños del
mundo, roguemos al Señor.
R. Escúchanos, Señor.

Lector:
- Para que se muestren agradecidos a la elección divina por la que
pasaron de ignorar la esperanza de la vida eterna a emprender el
camino de la salvación, roguemos al Señor.
R. Escúchanos, Señor.

Lector:
- Para que con el ejemplo y la intercesión de los catecúmenos que
derramaron su sangre por Cristo, se animen a esperar la vida eterna,
roguemos al Señor.
R. Escúchanos, Señor.

Lector:
- Para que todos se aparten con aversión del pecado, que despoja de la
vida, roguemos Señor.
R. Escúchanos, Señor.

Lector:
- Para los que se afligen con la muerte de los suyos, encuentren en Cristo
el consuelo, roguemos al Señor.
R. Escúchanos, Señor.

Lector:
- Para que nosotros mismos, al celebrar una vez más las solemnidades
pascuales, nos afirmemos en la esperanza de resucitar con Cristo,
roguemos al Señor.
R. Escúchanos, Señor.

Lector:
- Para que el mundo entero, creado por designio amoroso de Dios,
alcance nueva vida con el progreso de la fe y la caridad, roguemos al
Señor.
R. Escúchanos, Señor.
Variadas las circunstancias, se pueden acomodar a ellas tanto la monición del
celebrante y las invocaciones de las suplicas. Añádase la acostumbrada petición por
las necesidades de la Iglesia y de todo el mundo, si después de despedidos los elegidos,

se omitirá la oración universal en la Eucaristía (cfr. n. 180)


Otras fórmulas de las suplicas <<ad libitum>> en el n. 386.

Exorcismo

178. después de las suplicas, el celebrante, vuelto hacia los elegidos, dice con las
manos juntas:

Oremos.
Oh padre de la vida eterna,
que no eres Dios de muertos sino de vivos,
y que enviaste a tu Hijo como mensajero de la vida,
para arrancar a los hombres del reino de la muerte
y conducirnos a la resurrección,
te rogamos que liberes a estos elegidos
de la potestad del espíritu maligno,
que arrastra a la muerte, para que puedan recibir
la nueva vida de Cristo resucitado
y dar testimonio de ella.
Por Jesucristo nuestro Señor.
Todos:
Amen.

A continuación, si se puede hacer con comodidad, el celebrante impone la mano en


silencio a cada uno de los elegidos.
Después, con las manos extendidas sobre los elegidos, el celebrante prosigue:
Señor Jesús,
Que, resucitando a Lázaro de la muerte,
significaste que venias para que los hombres
tuvieran vida abundante,
libra de la muerte a estos,
que anhelan la vida de tus sacramentos,
arráncalos del espíritu de la corrupción
y comunícales por tu Espíritu vivificante
la fe, la esperanza y la caridad,

para que viviendo siempre contigo,


participen de la gloria de tu resurrección.
Tú vives y reinas por los siglos de los siglos.

Todos:

Amen.

Otra fórmula de exorcismo <<ad libitum>> en el n. 387.


Si parece oportuno, se puede entonar algún canto a propósito, elegido, v.gr., entres los
salmos 6, 25, 31, 37, 38, 39, 50, 114, 129, 138, 141.
Despedida de los elegidos

179. Después el celebrante despide a los elegidos, diciendo

Podéis ir en paz, y no faltéis al próximo escrutinio. Y que el Señor este


siempre con vosotros.

Elegidos:
Amen.

Salen los elegidos. Pero si por graves razones no pudieran salir de la iglesia, hágase
como se dijo en el rito de entrada en el catecumenado, n. 96.
Pero si no se celebra Eucaristía, añádase, si parece oportuno, algún canto
apropósito, y despídase a los fieles juntamente con los elegidos.

Celebración de la Eucaristía
180. Después de que hayan abandonado la iglesia los elegidos, se celebra la
Eucaristía, siguiendo inmediatamente la oración universal por las necesidades de la
Iglesia y de todo el mundo. A continuación, se dice el Credo y se hace la presentación
de los dones: sin embargo, por razones pastorales, se pueden omitir la oración
universal y el Credo. En la plegaria eucarística hágase mención de los elegidos y sus
padrinos (cfr. N. 377).

II. ENTREGAS

181. Si las << entregas>> no se hubieran hecho antes (cfr. nn. 125-126), se celebran
después de los <<escrutinios>>. Con las << entregas>>, una vez completada la
preparación doctrinal de los catecúmenos, o al menos, comenzada en el tiempo
oportuno, la Iglesia les entrega con amor los documentos que desde la antigüedad
construyen un compendio de su fe y de su oración.

182. Es desear que las << entregas>> se hagan en presencia de la comunidad de los
fieles, después de la liturgia de la palabra de la Misa ferial, con lecturas que sean
apropiadas a la ceremonia de la << entregas>>.

ENTREGA DEL SIMBOLO

183. La primera << entregas>> que se hace es la << entregas de símbolo>>, que los
elegidos se aprenderán de memoria, y después pronunciarán públicamente (cfr. nn.
194-199), antes de que según ese Símbolo proclamen su fe en el Bautismo.

184. La entrega de Símbolo se hace durante la semana que sigue al primer


escrutinio. Si se juzga oportuno, se puede celebrar también durante el tiempo del
catecumenado (cfr. nn. 125-126).

Lecturas y homilía

185. En lugar de las lecturas asignadas a la feria, léanse lecturas a propósito, v.gr.:

Lectura I. Deut 6, 1-7: << Escucha, Israel: amaras al Señor con todo el corazón>>.
Hablo Moisés al pueblo y dijo: son los preceptos…

Salmo responsorial. Sal 18, 8. 9. 10. 11


R. (Jn 6, 68): Señor en tus palabras hay vida eterna.

Lectura II. Rm 10, 8-13: <<Confesión de fe del que cree en Dios>>


Hermanos: ¿Qué dice la Escritura?

O bien: 1 Co 15, 1-8 (extensa) o 1-4 (breve): <<El Evangelio os está salvando, si es que
conserváis el Evangelio que os proclame>>.
Os recuerdo, hermanos, el Evangelio… 8 por ultimo, se me apareció también a
mí.
Versículos antes del Evangelio: Jn 3, 16: tanto amo Dios al mundo que entrego a su
Hijo
Único; todos los que creen en el tienen la vida eterna.
Evangelio: Mt 16, 13-18:<<Sobre esta piedra edificare mi Iglesia>>.
En aquel tiempo, al llegar a la región de Cesárea de Filipo…
O bien: Jn 12, 44-50:<<Yo he venido al mundo como luz, y así, el que cree en mí no
quedará en tinieblas>>
En aquel tiempo, Jesús dijo, gritando…

Sigue la homilía, en la que el celebrante, besándose en los textos sagrados, explica el


significado y la importancia del Símbolo, ya respecto a la catequesis recibida, ya para
la profesión de la fe que ha de pronunciar en el Bautismo, y que ha de observarse
durante toda la vida.

Entrega del Símbolo

186. Después de la homilía el diacono dice:


- Acérquense los elegidos, para recibir de la Iglesia el Símbolo de la fe.

Entonces el celebrante les habla con estas o parecidas palabras:


- Queridos hermanos, escuchad las palabras de la fe,
por la cual recibiréis la justificación. Las palabras son
pocas, pero contienen grandes misterios. Recibidlas y
guardadlas con sencillez de corazón.

A continuación, el celebrante comienza el Símbolo, diciendo:


- Creo en Dios

Y prosigue o bien él solo, o bien juntamente con la comunidad de fieles:

Padre Todopoderoso,
Creador del cielo y de la tierra.
Creo en Jesucristo,
su único Hijo, Nuestro Señor,
que fue concebido por obra y gracia del
Espíritu Santo,
nació de Santa María Virgen,
padeció bajo el poder de Poncio Pilato,
fue crucificado, muerto y sepultado,
descendió a los infiernos,
al tercer día resucitó de entre los muertos,
subió a los cielos
y está sentado a la derecha de Dios, Padre
Todopoderoso.
Desde allí, ha de venir a juzgar a vivos y muertos.
Creo en el Espíritu Santo,
la Santa Iglesia Católica,
la comunión de los santos,
el perdón de los pecados,
la resurrección de la carne y
la vida eterna. Amén.

Si se juzga conveniente, también puede emplearse, en lugar del anterior, el


Símbolo Niceno-Constantinopolitano.

Creo en un solo Dios,


Padre Todopoderoso,
Creador del cielo y de la tierra,
de todo lo visible y lo invisible.

Creo en un solo Señor, Jesucristo,


Hijo único de Dios,

nacido del Padre antes de todos los siglos.


Dios de Dios,
Luz de Luz,
Dios verdadero de Dios verdadero,
engendrado, no creado,
de la misma naturaleza del Padre,
por quien todo fue hecho.
Que, por nosotros, los hombres,
y por nuestra salvación
bajó del cielo,
y por obra del Espíritu Santo
se encarnó de María, la Virgen,
y se hizo hombre.
Y por nuestra causa fue crucificado
en tiempos de Poncio Pilato,
padeció y fue sepultado,
y resucitó al tercer día según las Escrituras,
y subió al cielo
y está sentado a la derecha del Padre,
y de nuevo vendrá con gloria
para juzgar a vivos y muertos,
y su reino no tendrá fin.

Creo en el Espíritu Santo,


Señor y dador de vida,
que procede del Padre y del Hijo,
que con el Padre y el Hijo
recibe una misma adoración y gloria,
y que habló por los profetas.
Creo en la Iglesia,
que es una, santa católica y apostólica.
Confieso que hay un solo bautismo
para el perdón de los pecados.
Espero la resurrección de los muertos
y la vida del mundo futuro. Amén
Oración sobre los elegidos

187. Después el celebrante invita a los fieles a orar con estas o parecidas palabras:

Oremos por nuestros elegidos,


para que Dios nuestro Señor
les ilumine interiormente,
les abra con amor las puertas de la Iglesia,
y así encuentren en el Bautismo
el perdón de los pecados
y la incorporación plena a Cristo,
nuestro Señor.

Todos oran en silencio


Seguidamente el celebrante, con las manos extendidas sobre los elegidos, dice:

Te suplicamos, Señor
fuente de luz y d verdad,
que tu eterna y justísima piedad.
Descienda sobre estos siervos tuyos N. y N.:
Purifícalos y santifícalos;
dales la verdadera ciencia,
firme esperanza y santa doctrina,
para que se hagan dignos de acercarse
a la gracia de Bautismo.
Por Jesucristo nuestro Señor.
Todos:
Amen.

ENTREGA DE LA ORACIÓN DOMINICAL


188. También se entrega a los elegidos la <<oración dominical>>, que desde la
antigüedad es propia de los que han recibido en el Bautismo el Espíritu de los hijos de
adopción, y que los neófitos recitan juntamente con los demás bautizados al participar
por primera vez en la celebración de la Eucaristía.

189. La entrega de la oración dominical se hace durante la semana del tercer


escrutinio. Si se juzga conveniente, se puede celebrar también durante el tiempo del
catecumenado (cfr. nn.125-126). Surgiendo alguna necesidad, también se puede
retrasar para celebrarla juntamente con los ritos de preparación inmediata (cfr. nn.
193 ss).

Lecturas y cantos

190. En lugar de las lecturas asignadas a la feria, leasen apropiadas, v.gr.:

Lectura I. Os 11, 1b. 3-4. 8c-9:<< Con correas de amor les atraía>>
Esto dice el Señor: cuando Israel era niño…

Salmo responsorial: Sal 22, 1-3a. 3b-4. 5. 6.


El Señor es mi pastor, nada me falta.
R. (1) El Señor es mi pastor, nada me falta.

O bien: Sal 102, 1-2. 8 y 10. 11-12. 13 y 18.


R. Como un padre siente cariño por sus hijos, siente el Señor
cariño por sus fieles.
Lectura II. Rm 8, 14-17. 26-27. :<< Recibisteis un Espíritu que os hace
Hijos y que nos permite gritar: ¡Abba! ¡Padre!
Hermanos: Hijos de Dios son todos y aquellos…

O bien: Gal 4, 4-7: << Dios envió a vuestro interior el Espíritu de su Hijo,
Que gritaba: ¡Abba! ¡Padre!
Hermanos: cuando se cumplió el plazo…
Versículo antes del Evangelio: Rom 8, 15: No recibisteis un espíritu que os haga
esclavos y os vuelva al temor; recibisteis mi Espíritu que os hace hijos y que nos
permite gritar: ¡Abba! ¡Padre!
Evangelio

191. El diacono dice:


- Acérquense los que van a recibir la oración dominical.

Entonces el celebrante a los elegidos con estas o parecidas palabras:

- Ahora escuchad como el Señor enseño a orar a sus discípulos:

Lectura del santo Evangelio según San Mateo


6, 9-13
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
Vosotros rezad así:

<<Padre nuestro, que estás en el cielo,


santificado sea tu Nombre;
venga a nosotros tu reino;
hágase tu voluntad 
en la tierra como en el cielo.

Danos hoy nuestro pan de cada día;


perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos 
a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal.>>

Sigue la homilía, en la que el celebrante explica el significado y la importancia de la


oración dominical.

Oración sobre los elegidos

192. Después el celebrante invita a los fieles a orar con estas o parecidas palabras:

Oremos por nuestros elegidos,


para que Dios nuestro Señor
les ilumine interiormente,
les abra con amor las puertas de la Iglesia,
y así encuentren en el Bautismo

el perdón de los pecados


y la incorporación plena a Cristo,
nuestro Señor.

Todos oran en silencio


Seguidamente el celebrante, con las manos extendidas sobre los elegidos, dice:

Dios todopoderoso y eterno,


que hace fecunda tu Iglesia
dándole constantemente nuevos hijos,
acrecienta la fe y la sabiduría
de nuestros elegidos,
para que, al renacer en la fuente bautismal,
sean contados entre los hijos de adopción.
Por Jesucristo nuestro Señor

Todos:

Amen.

RITOS PARA LA PREPARACION INMEDIATA

193. Donde puedan congregarse el Sábado santo los elegidos, para disponerse con el
recogimiento espiritual y la oración a recibir los sacramentos, pueden seguirse, según
lo aconsejan las circunstancias, en todo o en parte los ritos siguientes.

I. RECITACION DEL SIMBOLO

194. Con este rito se preparan los elegidos para la profesión bautismal de la fe y se
les instruye sobre el deber de anunciar la palabra del Evangelio.
195. Si por alguna dificultad no se hubiera podido entregar el Símbolo a su debido
tiempo (cfr. nn. 183-187), se omitirá este rito de la recitación o emisión.

Lecturas y homilía

196. Para empezar se entona algún canto a propósito. Después se lee una de las
lecturas siguientes, o bien otra apropiada:
Mt 16, 13-17:<< Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo>>.
Jn 6,35. 63-71: << ¿A quién vamos a acudir? En tus palabras hay vida eterna>>.
Mc 7, 31-37: <<Effeta, esto es: ábrete>>. (solamente si se celebra unido al rito del
<<Effeta>>.)

Y se hace una breve homilía.

197. Si se celebra unido al rito<<Effeta>>, el celebrante comienza por lo que se dice


en los nn. 200-202.

Oración para la recitación del Símbolo

198. Con las manos extendidas ante el pecho, el celebrante dice la oración siguiente:
Oremos
Te rogamos, Señor
que concedas a nuestros elegidos,
que ha recibido la fórmula que resume
el designio de la caridad
y los misterios de la vida de Cristo,
que sea una misma fe que confiesen los labios
y profesa el corazón,
y así cumplan con las obras de voluntad.
Por Jesucristo nuestro Señor.

Todos:
Amen.

Recitación del Símbolo

199. A continuación los elegidos recitan el Símbolo:

Padre Todopoderoso,
Creador del cielo y de la tierra.
Creo en Jesucristo,
su único Hijo, Nuestro Señor,
En las palabras que siguen, hasta María Virgen, todos se inclinan.
que fue concebido por obra y gracia del
Espíritu Santo,
nació de Santa María Virgen,
padeció bajo el poder de Poncio Pilato,
fue crucificado, muerto y sepultado,
descendió a los infiernos,
al tercer día resucitó de entre los muertos,
subió a los cielos
y está sentado a la derecha de Dios, Padre
Todopoderoso.
Desde allí, ha de venir a juzgar a vivos y muertos.
Creo en el Espíritu Santo,
la Santa Iglesia Católica,
la comunión de los santos,
el perdón de los pecados,
la resurrección de la carne y
la vida eterna. Amén.

Si en la entrega del Símbolo se hubiese empleado el Símbolo Niceno-


Constantinopolitano, éste se recitará en la ceremonia (cf. P 91)

II. RITO DEL <<EFFETÀ>>


200. Con este rito, en virtud del propio simbolismo, se inculca la necesidad de la
gracia, para que se pueda escuchar la palabra de Dios con provecho sobrenatural
para la salvación.

Lectura

201. Después de un canto apropiado se lee Mc 7,31-37, que el celebrante explica


brevemente.

Rito del <<Effeta>>

202. entonces el celebrante toca con el pulgar los oídos derecho e izquierdo de cada
uno de los elegidos, y la boca, sobre los labios serrados, mientras dice:

Effeta, que significa: ábrete,


para que profeses la fe, que has escuchado,
para alabanza y gloria de Dios.
Pero si los elegidos fueran muy numerosos, solamente se dice la formula integra al
principio, y a los demás solo se les dirá:
Effeta, que significa: ábrete.

III. ELECCION DEL NOMBRE CRISTIANO

203. En este momento se puede imponer el nuevo nombre (si no se hubiera dado
antes según la norma del n. 88), ya sea un nombre cristiano, ya un nombre según el
uso civil de la región, con tal que pueda asumir sentido cristiano. A veces, si la
circunstancia lo permiten y los elegidos son pocos, bastara que se le explique al elegido
la significación cristiana del nombre recibido anteriormente de sus propios padres.

Lecturas
204. Después de un canto apropiado, si lo aconsejan las circunstancias, se puede
tener una lectura, que el celebrante glosara brevemente, v, gr.:

Gen 17, 1-7: <<Te llamaras Abrahán>>.


Is 62, 1-5:<< Te pondrán un nuevo nombre>>.
Apoc 3, 11-13: << Grabare en él mi nombre nuevo>>.
Mt 16, 13-16:<< Tú eres pedro>>.
Jn 1, 40-42:<< Te llamaras Cefas>>.

Elección del nombre

205. El celebrante interroga a cada elegido acerca del nombre que haya escojido
cada uno. Después, si es oportuno (cfr. n. 203), dice:

N., en adelante te llamaras N.

Elegidos:

Amen (u otra respuesta apropiada)

Si se juzga oportuno, se explica la significación cristiana del nombre recibido de los


propios padres.

IV. UNCION CON EL OLEO DE LOS CATECUMENOS

206. La unción con el oleos de los catecúmenos, si es justo de la


conferencia Episcopal ha de conservarse, y por la falta de tiempo no se puede
celebrar en la misma Vigilia Pascual, se puede conferir el sábado santo
durante el día. Se puede administrar, o separadamente, o también
juntamente con la recitación del Símbolo, o antes de ésta, como su
preparación, o bien después, como su ratificación.
207. Empléese el Oleo bendecido por el Obispo en la Misa Crismal. Por
razones pastorales lo puede bendecir el sacerdote, diciendo la oración
siguiente:

Señor Dios, fuerza y defensa de tu pueblo,


Que ha hecho del aceite un símbolo de vigor,
Dígnate de bendecir este óleo;
Y concede tu fuerza
A los catecúmenos que han de ser ungidos con èl,
Para que, al aumentar en ellos
El conocimiento de las realidades divinas
Y la valentía en el combate de la fe,
Vivan más honestamente el Evangelio de Cristo,
Emprendan animosos la tarea cristiana,
Y admitidos entre tus hijos de adopción,

Gocen de la alegría de sentirse renacidos


Y de formar parte de la Iglesia.
Por Jesucristo nuestro Señor.

Todos:
Amen.

Después el celebrante, vuelto a los elegidos, dice:


Para que el poder de Cristo Salvador
os fortalezca,
os ungidos con este óleo de salvación
en el nombre del mismo Jesucristo,
Señor nuestro,
Que vive y reina por los siglos de los siglos.

Elegidos:
Amen.

Cada uno de los elegidos es ungido con el Óleo de los catecúmenos en


el pecho, o en ambas manos, o también en otras partes del cuerpo, si parece
oportuno. Si fueran muy numerosos los elegidos, puede llamarse a varios
ministros.
TERCER GRADO

CELEBRACION DE LOS SACRAMENTOS


DE LA INICIACION

208. Como de ordinario la iniciación de los adultos se celebra en la santa


noche de la Vigilia Pascual, los sacramentos se confieren después de la
bendición del agua, como se indica en el Ordo de la Vigilia Pascual, n. 44.
209. Pero la iniciación se celebra fuera de los tiempos acostumbrados (cfr.
Observaciones previas nn. 58-59), procúrese que la celebración revista
carácter pascual (cfr. observaciones generales previas de la iniciación
cristiana, n.6), utilizando la Misa ritual, que viene el Misal (cfr. también aquí
en el n. 388)

CELEBRACION DEL BAUTISMO

210. El rito de la bendición del agua téngase también cuando los


sacramentos de la iniciación se celebran fuera de la solemnidad pascual (cfr.
observaciones generales previas de la iniciación cristiana, n. 21), pues en ese
rito se trae a la memoria, por la contemplación de las maravillas de Dios, el
misterio de la caridad de Dios desde el principio del mundo y de la creación
del linaje humano; y después, por la invocación del Espíritu Santo y por el
anuncio de la muerte y resurrección de Cristo, se inculcan en el nuevo rito de
purificación por el agua que nos hace renacer en el Señor, y que nos hace
participar de su muerte y resurrección, y recibir la santidad divina.
211. La renuncia a Satanás y la profesión de la fe por un único rito, que en
el Bautismo de los adultos adquieren plano valor. Porque al ser Bautismo el
sacramento de la fe, con la que los catecúmenos unen a Dios y al mismo
tiempo el sacramento con el que renacen, muy acertadamente se antepone al
Bautismo el gesto de cada uno de los elegidos, por el que, como la primera

alianza de los patriarcas se prefiguraban, así estos renuncian totalmente al


pecado y a Satanás, y se abrazan al misterio de la Trinidad. Con esta
profesión, hecha ante el celebrante y la comunidad, manifiestan la voluntad,
madurada durante el tiempo del catecumenado, de entablar una alianza
nueva con Cristo. En esta fe, que, transmitida por la Iglesia según el designio
divino, han abrazado, son bautizados los adultos.
212. La unción con el Óleo de los catecúmenos tienen lugar entre la
renuncia y la profesión de fe, pero por necesidades pastorales según la
oportunidad litúrgica puede anticipar (cfr. nn. 206-207).
En este caso, atiéndase a significar por ella la necesidad de la
fortalezca divina, para que el que va ser bautizado, a pesar de las ataduras de
la vida pasada, y superando la oposición del diablo, dé con decisión el paso de
profesar la fe, y la mantenga sin desmayo a lo largo de toda su vida.

Monición del celebrante

213. Antes de empezar las letanías los que van a bautizarse con sus
padrinos y madrinas se acercan a la fuente bautismal, ante la cual se
detienen, sin impedir la visón de los fieles. Pero si son muchos los que van a
ser bautizados, pueden trasladarse a la fuente bautismal mientras cantan las
letanías.
El celebrante se dirige a los presentes, y les hace esta o parecida monición:

Queridos hermanos, pidamos con insistencia la


misericordia de Dios Padre omnipotente en favor
de estos siervos de Dios N. y N., que piden el
Santo Bautismo. Y a quienes él llamo y ha
conducido hasta este momento, les conceda con
abundancia luz y vigor para abrazarse a Cristo
con fortaleza de corazón y para profesar la fe de
la Iglesia. Y que les conceda también la
renovación del Espíritu Santo, que con insistencia
vamos a invocar sobre esta agua.

Letanías

214. Después se cantan las letanías, en las que se pueden añadir algunos nombres
santos, especialmente el Titular de la Iglesia o de los Patronos del lugar, y de los
Patronos de los que van a ser bautizados.

Señor, ten piedad.


Señor, ten piedad.
Cristo, ten piedad.
Cristo, ten piedad.
Señor, ten piedad.
Señor, ten piedad.
Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros.
San Miguel, ruega por nosotros.
Santos Ángeles de Dios, rogad por nosotros.
San Juan Bautista ruega por nosotros.
San José, ruega por nosotros.
San Pedro y Pablo rogad por nosotros.
San Andrés, ruega por nosotros.
San Juan ruega por nosotros.
Santa María Magdalena ruega por nosotros.
San Esteban ruega por nosotros.
San Ignacio de Antioquia ruega por nosotros.
San Lorenzo ruega por nosotros.
Santas Perpetua y Felicidad rogad por nosotros.
Santa Inés ruega por nosotros.
San Gregorio ruega por nosotros.
San Agustín ruega por nosotros.
San Atanasio ruega por nosotros.
San Basilio ruega por nosotros.
San Martin ruega por nosotros.
San Benito ruega por nosotros.
Santos Francisco y Domingo rogad por nosotros.
San Francisco Javier ruega por nosotros.

San Juan María Vianney, ruega por nosotros.


Santa Catalina de Siena, ruega por nosotros.
Santa Teresa de Jesús ruega por nosotros.
Santos y Santas de Dios, rogad por nosotros.

Muéstrate propicio, líbranos, Señor.


De todo mal, líbranos, Señor.
De todo pecado líbranos, Señor.
De la muerte eterna, líbranos, Señor.
Por tu encarnación, líbranos, Señor.
Por tu muerte y resurrección, líbranos, Señor.
Nosotros, que somos pecadores, te rogamos, óyenos.
Para que regeneres a estos elegidos
Con la gracia del Bautismo, te rogamos, óyenos.
Jesús, Hijo de Dios vivo, te rogamos, óyenos.

Cristo, óyenos.
Cristo, óyenos.
Cristo, escúchanos.
Cristo, escúchanos.

Bendición del agua

215. Entonces el celebrante, vuelto hacia la fuente bautismal, pronuncia la


bendición siguiente:
Oh Dios, que realizas en tus sacramentos
obras admirables con tu poder invisible,
y de diversos modos te has servido de tu criatura el agua
para significar la gracia del Bautismo.

Oh Dios, cuyo Espíritu,


en los orígenes del mundo,
se cernía sobre las aguas,
para que ya desde entonces
concibieran el poder de santificar.
Oh Dios, que incluso en las aguas torrenciales del
diluvio
prefiguraste el nacimiento de la nueva humanidad,
de modo que una misma agua
pusiera fin al pecado y diera origen a la santidad.
Oh Dios, que hiciste pasar a pie enjuto
por el Mar Rojo a los hijos de Abrahán,
para que el pueblo liberado de la esclavitud
del Faraón
fuera imagen de la familia de los bautizados.
Oh Dios, cuyo Hijo, al ser bautizado por Juan
en el agua del Jordán,
fue ungido por el Espíritu Santo;
colgado en la cruz,
vertió de su costado agua, junto con la sangre;
y después de su resurrección mandó a sus Apóstoles:
«Id y haced discípulos de todos los pueblos,
bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo,
y del Espíritu Santo».
Mira ahora a tu Iglesia en oración
y abre para ella la fuente del Bautismo.
Que esta agua reciba, por el Espíritu Santo,
la gracia de tu Unigénito,
para que el hombre, creado a tu imagen y
limpio en el Bautismo,

muera al hombre viejo


y renazca, como niño, a nueva vida
por el agua y el Espíritu Santo.

El celebrante toca el agua con la mano derecha y prosigue:

Te pedimos, Señor, que el poder del Espíritu Santo,


por tu Hijo, descienda sobre el agua de esta fuente,
para que los sepultados con Cristo en su muerte por
el Bautismo, resuciten con él a la vida.
Por Jesucristo nuestro Señor.

Todos:

Amén.

Otras fórmulas «ad libitum» en el n. 389.

216. En el tiempo pascual, si está a mano el agua bautismal bendecida en la Vigilia


pascual, para que no falte en el Bautismo el elemento de la acción de gracias y de las
súplicas, hágase la bendición y la invocación de Dios sobre el agua según las fórmulas
que se encuentran en el n. 389, teniendo en cuenta la variación del texto al fin de cada
fórmula.
Renuncia

217. Acabada la consagración de la fuente, el celebrante interroga a los elegidos a la


vez:

Fórmula A

– ¿Renunciáis a Satanás, y a todas sus obras y seducciones?

Elegidos:

– Sí, renuncio.

O bien:
Fórmula B

- ¿Renuncias a Satanás?

Elegidos:
- Si, renuncio

Celebrante:
- ¿y a todas sus obras?

Elegidos:
- Si, renuncio.

Celebrante:
- ¿y a todas sus deducciones?

Elegidos:
- Si, renuncio.

Fórmula C

– ¿Renunciáis al pecado, para vivir en la libertad de los hijos de Dios?

Elegidos:
– Sí, renuncio.

Celebrante:
– ¿Renunciáis a las seducciones del mal, para que no domine en
vosotros el pecado?

Elegidos:
– Sí, renuncio.

Celebrante:
– ¿Renunciáis a Satanás, padre y príncipe del pecado?

Elegidos:
– Sí, renuncio.

Si se juzga oportuno, el celebrante, informándose del nombre de los que van


hacer bautizados por medio de los padrinos (o madrinas), interroga a cada uno,
eligiendo libremente una de las tres fórmulas que anteceden.
Además, las Conferencias Episcopales, con junto motivo, pueden acomodar
estas tres fórmulas, especialmente donde es necesario que los elegidos renuncien a
supersticiones, presagios y sortilegios (cfr. n. 80).

Unción con el Óleo de los catecúmenos

218. Si se hubiera hecho ya la unción con el Óleo de los catecúmenos, durante los
ritos para la preparación inmediata (nn. 206-207), el celebrante dice:

Para que el poder de Cristo Salvador


os fortalezca,
os ungimos con este óleo de salvación
en el nombre del mismo Jesucristo,
Señor nuestro,
que vive y reina por los siglos de los siglos.

Elegidos:
Amén.

Cada uno de los elegidos son ungidos con el Óleo de los catecúmenos en el
pecho o en ambas manos o también en otras partes del cuerpo, si parece oportuno.
Si fueran muy numerosos los elegidos, puede llamarse a varios ministros.
Esta unción puede omitirse a juicio de la Conferencia Episcopal.
Profesión de fe

219. Después el celebrante, informándose a tiempo nuevamente del nombre de los


que van a ser bautizados por medio del padrino (o de la
madrina), interroga a cada uno:

– N., ¿crees en Dios, Padre todopoderoso, ¿creador del cielo y de la


tierra?

Elegidos:
– Sí, creo.

Celebrante:

– ¿Crees en Jesucristo, su único Hijo, nuestro Señor, que nació de santa


María Virgen, murió, fue sepultado, resucitó de entre los muertos y está
sentado a la derecha del Padre?
Elegidos:
– Sí, creo.

Celebrante:
– ¿Crees en el Espíritu Santo, en la santa Iglesia católica, en la
comunión de los Santos, en el perdón de los pecados, en la resurrección
de la carne y en la vida eterna?

Elegidos:

– Sí, creo.

Inmediatamente después de su profesión de fe, cada uno se sumerge o recibe el


agua que vierten sobre él.
Cuando los bautizados son muy numerosos puede hacerse la profesión de fe por
todos a la vez, o por grupos.

Rito del Bautismo

220. Si el Bautismo se hace por inmersión de todo el cuerpo de la cabeza nada más,
hágase con pudor y decorosamente.
El celebrante, tocando al elegido, le sumerge todo o solo la cabeza por tres veces
consecutivas, y sacándole otras tantas veces, le bautiza invocando una sola vez a la
Santísima Trinidad:

-N., yo te bautizo en el nombre del Padre

Le sumerge por primera vez

y del Hijo

le sumerge por segunda vez

y del Espíritu Santo.

Le sumerge por tercera vez.

El padrino o la madrina, o ambos, tocan al que se bautiza.


Después del Bautismo de cada adulto, si se juzga oportuno, el pueblo puede hacer
alguna breve aclamación (cf. nn. 391-411).

221. Pero si el bautismo se hace derramando agua, el celebrante saca el agua


bautismal de la fuente y, derramándola tres veces sobre la cabeza inclinada del
elegido, le bautiza en el nombre de la Santísima Trinidad.

-N., yo te bautizo en el nombre del Padre

Le sumerge por primera vez

y del Hijo

le sumerge por segunda vez

y del Espíritu Santo.

Le sumerge por tercera vez.

El padrino o la madrina, o ambos, tocan al que se bautiza.


Después del Bautismo de cada adulto, si se juzga oportuno, el pueblo puede hacer
alguna breve aclamación (cf. nn. 391-411).

222. Cuando son muchos los elegidos que van a bautizarse, si hubiera varios
sacerdotes o diáconos, pueden distribuirse entre los distintos ministros que los
sumergen o vierten el agua sobre ellos, pronunciando mientras tanto cada uno de los
ministros la formula en singular.
Mientras se realiza el rito, es de desear que se entone algún canto por el pueblo.
También se puede hacer una lectura, o guardar un religioso silencio.

RITOS EXPLANATIVOS

223. Después del Bautismo, se desarrollan a continuación los ritos explanativos (nn.
224-226). Acabados estos, de ordinario se celebra la Confirmación (nn. 227-231); en
este caso se omita la unción después del Bautismo.

Unción después del Bautismo

224. Pero si la celebración de la Confirmación, por alguna razón particular, se


separara del Bautismo, entonces, después de la inmersión o tras derramar el agua, el
celebrante administra del modo acostumbrado la unción del Crisma,
dice a la vez sobre todos los bautizados:

Dios todopoderoso, Padre de nuestro Señor


Jesucristo,
que os ha dado nueva vida por el agua y el
Espíritu Santo
y os ha concedido el perdón de todos los pecados,
os consagre con el crisma de la salvación
para que entréis a formar parte de su pueblo
y seáis para siempre miembros de Cristo,
sacerdote, profeta y rey.

Bautizados:
Amén.

Después, en silencio, el celebrante con el santo Crisma unge a todos en la coronilla (o


vértice de la cabeza).
Pero si los bautizados son muy numerosos y están presentes varios sacerdotes o
diáconos, cada uno puede ungir con el Crisma a varios bautizados.

Imposición de la vestidura blanca


225. El celebrante dice:

N. y N., sois ya nueva criatura


y habéis sido revestidos de Cristo;
recibid, pues, la blanca vestidura,
que habéis de llevar limpia de mancha
ante el tribunal de nuestro Señor
Jesucristo,
para alcanzar la vida eterna.

Bautizados:
Amén.

A las palabras Recibid, pues, la blanca vestidura los padrinos o madrinas imponen a
los neófitos la vestidura blanca, a no ser que las costumbres locales aconsejen otro
color más a propósito.
Si se juzga conveniente, se puede omitir todo este rito.

Entrega del cirio encendido

226. Después la celebrante toma, o al menos toca, con las manos el cirio pascual,
diciendo:

Acercaos, padrinos y madrinas, para que entreguéis la luz a los neófitos.

Se acercan los padrinos y madrinas y encienden un cirio en el cirio pascual, y se lo


entregan al neófito. Entonces el celebrante dice:

Habéis sido transformados en luz de Cristo.


Caminad siempre como hijos de la luz,
a fin de que, perseverando en la fe,
podáis salir con todos los santos
al encuentro del Señor.

Bautizados:
Amén.

CELEBRACION DE LA CONFIRMACION
227. Entre el Bautismo y la Confirmación se puede entonar por la asamblea, si se
juzga oportuno, un canto a propósito.
La Confirmación puede celebrarse en el presbiterio o en el baptisterio, según lo
aconsejen las condiciones del local.

228. Si el Bautismo lo confiere el Obispo, conviene que sea también él quien


confiera seguidamente la Confirmación.
Si no está presente el Obispo, el presbítero que haya administrado el Bautismo
puede administrar la Confirmación.
Cuando los que van a confirmarse son muy numerosos, el ministro de la
Confirmación puede pedir ayuda para administrar el sacramento a los presbíteros,
que pueden ser designados para este oficio (cfr. n. 46).

229. Entonces el celebrante habla brevemente a los neófitos, con


estas o parecidas palabras:

Queridos neófitos, regenerados ya en Cristo y transformados en miembros


suyos y de su pueblo sacerdotal, ahora sólo os falta recibir el Espíritu Santo,
que ha sido derramado sobre nosotros, el mismo Espíritu que envió el Señor
sobre los Apóstoles el día de Pentecostés, y que ellos y sus sucesores
confieren a los bautizados.
Vosotros, pues, recibiréis igualmente la fuerza prometida del Espíritu
Santo, con la que, configurados más perfectamente a Cristo, deis testimonio
de la pasión y resurrección del Señor, y os hagáis miembros activos de la
Iglesia, para edificar el Cuerpo de Cristo en la fe y en la caridad.

Después el celebrante (teniendo junto a sí a los presbíteros que le asisten), de pie y con
las manos juntas, vuelto al pueblo, dice:

Oremos, hermanos, a Dios Padre todopoderoso y pidámosle que derrame el


Espíritu Santo sobre estos neófitos, para que los fortalezca con la abundancia
de sus dones, los consagre con su unción espiritual y haga de ellos imagen
perfecta de Jesucristo.

Y todos oran en silencio durante algunos momentos.

230. Seguidamente el celebrante (y los presbíteros que le asisten) imponen las


manos sobre todos los que van a recibir la Confirmación; pero sólo el celebrante dice:
Dios todopoderoso,
Padre de nuestro Señor Jesucristo,
que regeneraste, por el agua y el Espíritu Santo,

a estos siervos tuyos


y los libraste del pecado,
escucha nuestra oración
y envía sobre ellos el Espíritu Santo Paráclito;
llénalos de espíritu de sabiduría y de inteligencia,
de espíritu de consejo y de fortaleza,
de espíritu de ciencia y de piedad,
y cólmalos del espíritu de tu santo temor.
Por Jesucristo nuestro Señor.

R/. Amén.

231. Entonces un ministro ofrece al celebrante el santo Crisma, y los que van a
confirmarse se acercan uno a uno al celebrante; o si se prefiere, el mismo celebrante se
acerca a ellos. El padrino (o la madrina) pone su mano derecha sobre el hombro del
neófito, y dice el nombre de éste al celebrante, o el mismo confirmando lo dice por sí
mismo.
El celebrante, con la punta del pulgar derecho empapada en el Crisma, hace la
señal de la cruz en la frente del neófito, diciendo:

- N., recibe por esta señal el Don del Espíritu Santo.

El confirmado:
Amén.
El celebrante añade:
La paz sea contigo.

El confirmado:
Y con tu espíritu.

Si otros presbíteros asisten al celebrante para conferir el sacramento, el Obispo, si


está presente, les ofrece a todos los vasos sagrados del santo Crisma.
Los que van a confirmarse se acercan al celebrante o a los presbíteros; o bien el
celebrante y los presbíteros se acercan a los confirmandos, a los que ungen del modo
dicho.
Durante la unción se puede entonar un canto apropiado.

CELEBRACIÓN DE LA EUCARISTÍA

232. Omitido el Símbolo, inmediatamente se hace la oración universal, en la cual


participan los neófitos por primera vez.
Algunos de ellos llevan las ofrendas al altar.

233. En la Plegaria eucarística I, se hace mención de los neófitos en el Hanc igitur


(Acepta, Señor, en tu bondad...), y de los padrinos en el Memento (Acuérdate, Señor,
…) (n. 377). Si se toman las Plegarias eucarísticas II, III o IV, añádase la cláusula en
favor de los neófitos, que se encuentra en el n. 391.

234. Conviene que los neófitos pueden recibir la sagrada Comunión bajo ambas
especies, juntamente con los padrinos, madrinas, padres y cónyuges más los
catequistas seglares.
Antes de la Comunión, o sea antes del Ecce Agnus Dei (Este es el Cordero de
Dios), el celebrante puede exponer brevemente el valor de tan excelso misterio, que es
la culminación de la iniciación y centro de toda la vida cristiana.

EL TIEMPO DE LA «MYSTAGOGIA»

235. Para que los primeros pasos de los neófitos sean seguros, es de desear que en
todas estas circunstancias sean ayudados con interés y amistad por la comunidad de
los fieles, por sus padrinos y pastores. Póngase todo empeño en conseguir su plena y
gustosa integración en la comunidad.
236. Durante todo el tiempo pascual, en las Misas dominicales, resérvese un sitio
entre los fieles, especial para los neófitos. Estos han de procurar asistir a las Misas con
sus padrinos. En la homilía y, según la oportunidad, también en la oración universal,
téngase en cuenta su presencia.

237. Para clausurar el tiempo de la «Mystagogia», al final del tiempo pascual, en la


proximidad del domingo de Pentecostés, téngase alguna celebración litúrgica,
festejando la fecha también con algún acto social de carácter civil según las
costumbres de la región.

238. En el aniversario del Bautismo sería de desear que los neófitos se reunieran de
nuevo para dar gracias a Dios, y para cambiar entre sí sus experiencias personales y
para renovar las energías espirituales.

239. Para comenzar su trato pastoral con los nuevos miembros de su Iglesia, cuide
el Obispo, especialmente si no hubiera podido presidir en persona los sacramentos de
la iniciación, que al menos una vez al año, en cuanto sea posible, se reúna con los
neófitos últimamente bautizados y presida la celebración de la Eucaristía, en la cual
puede darles la comunión bajo ambas especies.
CAPÍTULO II

FORMA SIMPLIFICADA DE
LA INICIACIÓN DE UN ADULTO

240. En circunstancias extraordinarias, cuando el candidato no pueda recorrer


todos los grados de la iniciación, o cuando el Ordinario del lugar, juzgando sobre la
sinceridad de la conversión cristiana del candidato y sobre su madurez religiosa,
dispone que reciba el Bautismo sin dilación, a él le toca permitir para cada caso en
particular que se use este rito sencillo (simplificado), en el que todo se realiza en una
sola ceremonia (nn. 245-273), o dando facultad para tener solamente uno o dos ritos
del catecumenado o del tiempo de la purificación e iluminación (nn. 274-277).

241. Antes de ser bautizado el candidato, que habrá elegido un padrino (o madrina)
(cfr. ibi., nn. 12 y 19, § 2), conviene que sea instruido y preparado en el tiempo
oportuno para que se decanten y purifiquen mejor las razones por las que haya
pedido el Bautismo y pueda madurar su
conversión y su fe.

242. Además de la presentación y admisión del candidato, el rito significa su


manifiesta y decidida voluntad de pedir la iniciación cristiana y el asentimiento de la
Iglesia: después, a continuación de la adecuada liturgia de la palabra, se celebran
todos los sacramentos de la iniciación.
243. El rito de ordinario se celebra durante la Misa, eligiendo lecturas a propósito y
con el formulario de la Misa ritual de la iniciación de otra Misa adecuada; después del
Bautismo y de la Confirmación, el neófito participa por primera vez en la celebración
de la Eucaristía.

244. En cuanto sea posible la celebración téngase un domingo (cfr. Observaciones


previas, n. 59), con participación activa de la comunidad local.

RITO DE ADMISIÓN

245. Mientras los fieles, según la oportunidad, entonan un salmo o himno


apropiado, el sacerdote, revestido con los sagrados ornamentos, sale de la iglesia, o al
atrio o se queda en el pórtico, o bien en algún otro sitio adecuado de la iglesia, donde
espera el candidato con su padrino (o madrina), antes de la liturgia de la palabra.

246. El celebrante saluda con amabilidad al candidato, y le habla a él, a su padrino


y a todos los asistentes, mostrando el gozo y satisfacción de la Iglesia, y evoca, si lo
juzga oportuno, las circunstancias concretas y los sentimientos religiosos con que el
candidato se enfrentó al comenzar su itinerario espiritual, hasta llegar a dar el paso
actual. Después invita al candidato y a su padrino (madrina) a que se adelanten.
Mientras se acercan y ocupan un lugar ante el sacerdote, se puede entonar algún
canto apropiado, v.gr., el salmo 62, 1-9.

247. Entonces el celebrante, vuelto hacia el candidato, le interroga:

– N., ¿qué pides a la Iglesia de Dios?

Candidato:

– La fe.

Celebrante:
– ¿Qué te otorga la fe?

Candidato:

– La vida eterna.

También puede hacer las preguntas el celebrante con otras palabras, y aceptar
respuestas libres y espontáneas del candidato: v. gr., después de la primera
interrogación: – ¿Qué pides? – ¿Qué quieres? – ¿Para qué?, se puede responder: – La
gracia de Cristo, – La entrada en la Iglesia, o bien: – La vida eterna, u otra respuesta
conveniente, a las cuales el celebrante acomodará sus preguntas sucesivas.

248. Después el celebrante, acomodando de nuevo sus palabras a las respuestas


recibidas, hablará otra vez al candidato con estas u otras palabras semejantes:

Esta es la vida eterna, que conozcas al Dios verdadero y a su enviado,


Jesucristo. El, resucitado de entre los muertos, ha sido constituido por Dios
dueño de la vida y Señor de todo el universo, visible e invisible.
Pero no nos pedirías hoy esta vida juntamente con el Bautismo, si no
conocieras ya a Cristo y quisieras hacerte su discípulo. ¿Has oído antes sus
palabras? ¿Quieres guardar sus mandamientos? ¿Estás unido fraternalmente
a la comunidad y has tomado parte en sus oraciones? Finalmente, ¿has
cumplido todo esto, para hacerte cristiano?

Candidato:

– Sí, lo he cumplido.

249. Y vuelto al padrino (madrina), el celebrante le pregunta:

– Tú, que vienes como padrino (madrina) de este candidato, ¿juzgas, en


presencia de Dios, que es digno de que se le admita hoy a los sacramentos
de la iniciación cristiana?
Padrino:

– Sí, le juzgo digno.

Celebrante:

– ¿Estás dispuesto a continuar ayudando con tu palabra y con tu ejemplo al


candidato (o bien: a N.) del que has dado testimonio, a fin de que prosiga
en el servicio de Cristo?

Padrino:

– Estoy dispuesto.

250. El celebrante, con las manos juntas, concluye diciendo:

Oremos.
Te damos gracias, Padre misericordioso, por N.
a quien ayudaste de muchas maneras
para que te buscara,
y hoy, ante la Iglesia, responde a tu llamada.
Concédele, pues, benignamente,
que logre llegar con alegría
a la plena realización
de tu designio de amor.
Por Jesucristo nuestro Señor.

Todos:

Amén.

Entrada en la Iglesia
251. Después el celebrante invita al candidato con estas o parecidas palabras:

N. entra en la iglesia
para que tengas parte con nosotros
en la mesa de la palabra de Dios.

Y el candidato con su padrino (madrina) entra en la iglesia. Mientras tanto se entona


algún canto apropiado.

LITURGIA DE LA PALABRA

252. Cuando el candidato con su padrino (madrina) hayan llegado a sus puestos, y
el celebrante al presbiterio, omitidos los ritos iniciales de la Misa, comienza la liturgia
de la palabra.

Lecturas y homilía

253. Las lecturas con los salmos responsoriales y los versículos antes del Evangelio
se eligen de entre los que se indican en el n. 388; se pueden tomar también las lecturas
del domingo o festividad del día. Después se tiene la homilía.

Súplicas y rito penitencial

254. Después de la homilía se acerca el candidato con su padrino (madrina) ante el


celebrante. Entonces toda la concurrencia hace estas súplicas u otras semejantes:

Oremos por este querido candidato, que pide los sacramentos de Cristo, y
también por nosotros pecadores, para que, acercándonos a Cristo con
corazón creyente y penitente, caminemos sin desmayo en la renovación de la
vida.

Lector:

Para que en todos nosotros se digne renovar y encender el sentido de la


verdadera penitencia, roguemos al Señor.
R/. Escúchanos, Señor.
Lector:

Para que los que hemos muerto al pecado por el Bautismo, salvados por
Cristo, podamos mostrar su gracia, roguemos al Señor.
R/. Escúchanos, Señor.

Lector:

Para que este siervo, que confía en la misericordia de Dios con corazón
arrepentido, se disponga a salir al encuentro de Cristo Salvador, roguemos al
Señor.
R/. Escúchanos, Señor.

Lector:

Para que, siguiendo a Cristo, que quita el pecado del mundo, sane del
contagio de este pecado y rompa todas sus ataduras, roguemos al Señor.
R/. Escúchanos, Señor.

Lector:

Para que sea purificado por el Espíritu Santo y bajo su guía sea dirigido a
la santidad plena, roguemos al Señor.
R/. Escúchanos, Señor.

Lector:

Para que, con sepultado con Cristo por el sacramento del Bautismo, muera
al pecado y siempre viva para Dios, roguemos al Señor.
R/. Escúchanos, Señor.

Lector:

Para que, acercándose al Padre, produzca frutos de santidad y caridad,


roguemos al Señor.
R/. Escúchanos, Señor.

Lector:
Para que el mundo entero, en favor del cual el Padre entregó a su amado
Hijo, crea en su amor y a él se convierta, roguemos al Señor.
R/. Escúchanos, Señor.

Después de las súplicas, el candidato inclinando la cabeza o arrodillado, pronuncia


juntamente con toda la asamblea la confesión general, que por circunstancias
razonables puede omitirse.

Oración del exorcismo y unción del catecúmeno

255. Omitido el «Misereatur». («Dios todopoderoso tenga misericordia de


nosotros») el celebrante concluye diciendo la oración siguiente:

Señor Dios todopoderoso,


que enviaste a tu Hijo único
para que el hombre, esclavo del pecado,
alcance la libertad de tus hijos,
humildemente te rogamos por este siervo tuyo,
que ha experimentado los halagos de este mundo
y las tentaciones del diablo
y ahora reconoce en tu presencia sus pecados;
por la pasión y resurrección de tu Hijo
arráncalo del poder de las tinieblas
y, fortalecido con la gracia de Cristo,
guárdalo a lo largo del camino, de la vida.
Por Jesucristo nuestro Señor.

Todos:
Amén.

256. El celebrante prosigue:

Para que el poder de Cristo Salvador


te fortalezca,
te ungimos con este óleo de salvación
en el nombre del mismo Jesucristo,
Señor nuestro,
que vive y reina por los siglos de los siglos.

Todos:

Amén.

Y unge al candidato con el Óleo de los catecúmenos en el pecho o en ambas manos, o


bien, si pareciere oportuno, en otras partes del cuerpo.

Esta unción puede omitirse a juicio de la Conferencia Episcopal; en tal caso, el


celebrante dice:

Que te fortalezca el poder de Cristo Salvador,


que vive y reina por los siglos de los siglos.

Todos:

Amén.

E inmediatamente impone la mano en silencio sobre el candidato.

CELEBRACIÓN DEL BAUTISMO

Monición del celebrante

257. El candidato con su padrino (madrina) se acerca entonces a la fuente


bautismal. El celebrante se dirige a los presentes y les hace esta monición u otra
similar:

Queridos hermanos, pidamos con insistencia la misericordia de Dios


Padre omnipotente en favor de este siervo de Dios N., que pide el santo
Bautismo. Y a quien él llamó y ha conducido hasta este momento, le conceda
con abundancia luz y vigor para abrazarse a Cristo con fortaleza de corazón y
para profesar la fe de la Iglesia. Y que le conceda también la renovación del
Espíritu Santo, que con insistencia vamos a invocar sobre esta agua.

Bendición del agua

258. Entonces el celebrante, vuelto hacia la fuente, pronuncia la bendición


siguiente:

Oh Dios, que realizas en tus sacramentos


obras admirables con tu poder invisible,

y de diversos modos te has servido de tu criatura


el agua
para significar la gracia del Bautismo.
Oh Dios, cuyo Espíritu,
en los orígenes del mundo,
se cernía sobre las aguas,
para que ya desde entonces
concibieran el poder de santificar.
Oh Dios, que incluso en las aguas torrenciales del
diluvio
prefiguraste el nacimiento de la nueva humanidad,
de modo que una misma agua
pusiera fin al pecado y diera origen a la santidad.
Oh Dios, que hiciste pasar a pie enjuto
por el Mar Rojo a los hijos de Abrahán,
para que el pueblo liberado de la esclavitud del
Faraón
fuera imagen de la familia de los bautizados.
Oh Dios, cuyo Hijo, al ser bautizado por Juan en
el agua del Jordán,
fue ungido por el Espíritu Santo;
colgado en la cruz,
vertió de su costado agua, junto con la sangre;
y después de su resurrección mandó a sus apóstoles:
«Id y haced discípulos de todos los pueblos,
bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo,
y del Espíritu Santo».
Mira ahora a tu Iglesia en oración
y abre para ella la fuente del Bautismo.

Que esta agua reciba, por el Espíritu Santo,


la gracia de tu Unigénito,
para que el hombre, creado a tu imagen
y limpio en el Bautismo,
muera al hombre viejo
y renazca, como niño, a nueva vida
por el agua y el Espíritu Santo.

El celebrante toca el agua con la mano derecha y prosigue:

Te pedimos, Señor, que el poder del Espíritu


Santo,
por tu Hijo, descienda sobre el agua de esta fuente,
para que los sepultados con Cristo en su muerte
por el Bautismo,
resuciten con él a la vida.
Por Jesucristo nuestro Señor.

Todos:

Amén.

Otras fórmulas «ad libitum» en el n. 389.

En el tiempo pascual, si está a mano el agua bautismal bendecida en la Vigilia pascual,


para que no falte al Bautismo el elemento de la acción de gracias y de las súplicas,
hágase la bendición y la invocación de Dios sobre el agua según las fórmulas que se
encuentran en el n. 389, teniendo en cuenta la variación del texto al fin de cada
fórmula.

Renuncia

259. Acabada la consagración de la fuente, el celebrante interroga al candidato:

Fórmula A

– ¿Renuncias a Satanás, y a todas sus obras y seducciones?

Candidato:
– Sí, renuncio.

O bien:
Fórmula B

– ¿Renuncias a Satanás?

Candidato:
– Sí, renuncio.

Celebrante:
– ¿Y a todas sus obras?

Candidato:
– Sí, renuncio.

Celebrante:
– ¿y a todas sus seducciones?

Candidato:
– Sí, renuncio.

O bien:
Fórmula C

– ¿Renuncias al pecado, para vivir en la libertad de los hijos de Dios?


Candidato:
– Sí, renuncio.

Celebrante:
– ¿Renunciáis a las seducciones del mal, para que no domine en ti el
pecado?

Candidato:
– Sí, renuncio.

Celebrante:
– ¿Renunciáis a Satanás, padre y príncipe del pecado?

Candidato:
– Sí, renuncio.

Las conferencias Episcopales, con justo motivo, pueden acomodar estas tres fórmulas,
especialmente donde sea necesario que el elegido renuncie a supersticiones, presagios
y sortilegios (cfr. n. 80).

Profesión de fe

260. Después el celebrante interroga al candidato:

– N., ¿crees en Dios, Padre todopoderoso, ¿creador del cielo y de la tierra?

Candidato:
– Sí, creo.

Celebrante:
– ¿Crees en Jesucristo, su único Hijo, nuestro Señor, que nació de santa
María Virgen, murió, fue sepultado, resucitó de entre los muertos y está
sentado a la derecha del Padre?

Candidato:
– Sí, creo.
Celebrante:
– ¿Crees en el Espíritu Santo, en la santa Iglesia católica, en la comunión de
los Santos, en el perdón de los pecados, en la resurrección de la carne y en
la vida eterna?

Candidato:
– Sí, creo.

Inmediatamente después de la profesión de fe se sumerge o recibe el agua que vierten


sobre él.

Rito del Bautismo

261. Si el Bautismo se hace por inmersión de todo el cuerpo o de la cabeza nada


más, hágase con pudor y decorosamente.
El celebrante, tocando al candidato, le sumerge del todo o sólo la cabeza por tres veces
sucesivamente, y sacándole otras tantas veces, le bautiza invocando una sola vez a la
Santísima Trinidad:

N., yo te bautizo en el nombre del Padre


Le sumerge por primera vez

y del Hijo
Le sumerge por segunda vez

y del Espíritu Santo.


Le sumerge por tercera vez.

El padrino o la madrina, o ambos, tocan al que se bautiza.

262. Pero si el Bautismo se hace derramando el agua, el celebrante saca el agua de


la fuente y, derramándola tres veces sobre la cabeza inclinada del candidato, le
bautiza en el nombre de la Santísima Trinidad:

N., yo te bautizo en el nombre del Padre


Derrama el agua por primera vez
y del Hijo
Derrama el agua por segunda vez

y del Espíritu Santo.


Derrama el agua por tercera vez.

El padrino o la madrina, o ambos, ponen la mano derecha sobre el hombro derecho


del elegido.

Después del Bautismo, si se juzga oportuno, el pueblo puede hacer una breve
aclamación (cfr. n. 390).

RITOS EXPLANATIVOS

Unción después del Bautismo

263. Pero si la ceremonia de la Confirmación, por alguna razón particular, se


separara del Bautismo, entonces, después de la inmersión o tras derramar el agua, el
celebrante administra del modo acostumbrado la unción del crisma, diciendo sobre el
bautizado:

Dios todopoderoso, Padre de nuestro Señor Jesucristo,


que te ha dado nueva vida por el agua y el Espíritu Santo
y te ha concedido el perdón de todos los pecados,
te consagre con el crisma de la salvación
para que entre a formar parte de su pueblo
y seas para siempre miembro de Cristo,
sacerdote, profeta y rey.

Bautizado:
Amén.

Después, en silencio, el celebrante unge con el santo Crisma al bautizado en la parte


superior de la cabeza.

Imposición de la vestidura blanca

264. El celebrante dice:

N, eres ya nueva criatura


y has sido revestido de Cristo;
recibe, pues, la blanca vestidura,
que has de llevar limpia de mancha
ante el tribunal de nuestro Señor Jesucristo,
para alcanzar la vida eterna.

Bautizado:
Amén.

A las palabras Recibe, pues, la blanca vestidura, el padrino (madrina) impone al


neófito la vestidura blanca, a no ser que las costumbres locales aconsejen otro color
más a propósito.
Si se juzga conveniente, se puede omitir todo este rito.

Entrega del cirio encendido

265. Después la celebrante toma, o al menos toca, con las manos el cirio pascual,
diciendo:

Acércate, padrino (madrina), para que entregues la luz al neófito.

Se acerca el padrino (madrina) y enciende un cirio en el cirio pascual, y se lo entrega


al neófito. Entonces el celebrante dice:

Has sido transformado en luz de Cristo.


Camina siempre como hijo de la luz,
a fin de que, perseverando en la fe,
puedas salir con todos los santos
al encuentro del Señor.

Bautizado:

Amén.

CELEBRACIÓN DE LA CONFIRMACIÓN

266. Entre el Bautismo y la Confirmación se puede entonar por la asamblea, si se


juzga oportuno, un canto a propósito.

267. Si el Bautismo lo confiere el Obispo, conviene que sea también él quien


confiera seguidamente la Confirmación.
Si no está presente el Obispo, el presbítero que haya administrado el Bautismo puede
administrar la Confirmación.

268. El celebrante habla brevemente al neófito, que está ante él, con estas o
parecidas palabras.

N., regenerado ya en Cristo y transformado en miembro suyo y de su


pueblo sacerdotal, ahora sólo te falta recibir el Espíritu Santo, que ha sido
derramado sobre nosotros, el mismo Espíritu que envió el Señor sobre los
Apóstoles el día de Pentecostés,

y que ellos y sus sucesores confieren a los


bautizados.
Tú, pues, recibirás igualmente la fuerza prometida del Espíritu Santo, con
la que, configurado más perfectamente a Cristo, des testimonio de la pasión y
resurrección del Señor, y te hagas miembro activo de la Iglesia, para edificar
el Cuerpo de Cristo en la fe y en la caridad.

Después el celebrante, de pie y con las manos juntas, vuelto al pueblo, dice:

Oremos, queridos hermanos, a Dios Padre omnipotente, para que derrame


bondadosamente sobre este neófito el Espíritu Santo,
que le confirme con la abundancia de sus dones, y con su unción le haga
conforme a Jesucristo, Hijo de Dios.

Y todos oran en silencio durante algunos momentos.

269. Seguidamente el celebrante impone las manos sobre el que va a ser


confirmado, y dice:

Dios todopoderoso,
Padre de nuestro Señor Jesucristo,
que regeneraste, por el agua y el Espíritu Santo,
a este siervo tuyo
y lo libraste del pecado, escucha nuestra oración
y envía sobre él el Espíritu Santo Paráclito;
llénalo de espíritu de sabiduría y de inteligencia,
de espíritu de consejo y de fortaleza,
de espíritu de ciencia y de piedad,

y cólmalo del espíritu de tu santo temor.


Por Jesucristo nuestro Señor.
R/. Amén.

270. Entonces el que se va a confirmar se acerca al celebrante. El padrino, por su


parte, (o la madrina) pone la mano derecha sobre el hombro del que se va a
confirmar, y dice el nombre de éste al celebrante, o el mismo confirmando lo dice por
sí mismo.
El celebrante, con la punta del pulgar derecho empapada en el Crisma, hace la
señal de la cruz en la frente del confirmando, diciendo:

N., recibe por esta señal el Don del Espíritu Santo.

El confirmado:
Amén.

El celebrante añade:

La paz sea contigo.

El confirmado:

Y con tu espíritu.

CELEBRACIÓN DE LA EUCARISTÍA
271. Omitido el Símbolo, inmediatamente se hace la oración universal, en la que
participa el neófito por primera vez.
El neófito lleva las ofrendas al altar.

272. En la Plegaria eucarística I, se hace mención del neófito en el Hanc igitur


(Acepta, Señor, en tu bondad...), y del padrino en el Memento (Acuérdate, Señor...) (n.
377). Si se toman las Plegarias eucarísticas II, III o IV, añádase la cláusula en favor
del neófito, que viene en el n. 391.

273. Conviene que el neófito reciba la sagrada Comunión bajo ambas especies,
junto con el padrino, madrina, padres y cónyuge, más los catequistas seglares.
Antes de la comunión, o sea antes del Ecce Agnus Dei (Este es el Cordero de Dios),
el celebrante puede exponer brevemente el valor de tan excelso misterio, que es la
culminación de la iniciación y centro de toda la vida cristiana.

274. En circunstancias extraordinarias, como son enfermedad, vejez, cambio de


localidad, largas distancias, etc., cuando:

a) el candidato no pudo empezar todo el catecumenado con el rito apropiado,


o no pudo acabarlo con todos los ritos;

b) y por otra parte se le causaría un perjuicio espiritual, si por la brevedad del


rito anterior se le privara de los beneficios de una preparación más larga,

entonces es mejor que, con permiso del Obispo, al rito abreviado se le añadan uno o
varios elementos del Ritual completo.

275. Este rito aumentado proporciona la facultad, ya de agregar el nuevo candidato


a otros más avanzados en la preparación, añadiendo oportunamente los ritos iniciales
del Ritual completo (v.gr., entrada en el catecumenado, exorcismos menores,
bendiciones, etc.); ya de acabar con un solo candidato los ritos que empezaron con
varios, y que quedaron incompletos (v.gr.: la elección, el rito de la purificación e
iluminación, los mismos sacramentos).

276. Las acomodaciones, que los pastores han de hacer razonablemente, se pueden
determinar
combinando elementos del rito abreviado y otros del rito más completo, del modo
siguiente:

1. Añadiendo sencillamente otros ritos: v.gr. ritos del tiempo del catecumenado
(nn. 106-132), «entregas» (nn. 183-192).
2. Dividiendo y ampliando, ya el rito de la admisión (nn. 245-251), ya la liturgia
de la palabra (nn. 252-256). En el rito de la admisión, los nn: 245-247 se pueden
aumentar al modo del rito de entrada en el catecumenado (nn. 73-97);
quitando, si parece oportuno, los nn. 246-247, los números posteriores (248-
249) pueden dar paso al rito de la elección. En la liturgia de la palabra, los nn.
253-255 se pueden adaptar a uno u otro escrutinio (nn. 160-179), etc.

3. Empleando parte de este rito sencillo en lugar de otros ritos del Ritual común o
completo; o bien, cuando se recibe a los «fautores» (vulgarmente
«simpatizantes») (cfr. Observaciones previas, n. 12 § 3), juntando el rito para
la entrada en el catecumenado (nn. 73-97) y el de la elección (nn. 143-151).

277. En el empleo de este rito aumentado o combinado cuídese:

1. Que la catequesis del candidato sea íntegra.

2. Que el rito se celebre con la participación activa de alguna parte de la


comunidad.

3. Que, recibidos los sacramentos, se dé al neófito, en cuanto sea posible, el


tiempo de la «Mystagogia».
CAPÍTULO III

RITUAL BREVE DE LA INICIACIÓN DE


UN ADULTO EN PELIGRO PRÓXIMO O
INMINENTE DE MUERTE

278. Al que se encuentra en peligro próximo de muerte, sea catecúmeno o no, se le puede
bautizar con el rito breve que viene a continuación en los nn. 283-294, con tal de
que pueda oír las preguntas y responda a ellas.

279. Si ya ha sido recibido como catecúmeno, debe prometer que, una vez recuperada la
salud, acabará la catequesis acostumbrada. Si no es catecúmeno, conviene que dé
señales claras de la conversión a Cristo y de la renuncia a los cultos paganos, y no
esté ligado con obstáculos morales en su vida (v.gr. poligamia «simultánea», etc.),
además ha de prometer que después de recobrar la salud, seguirá todo el curso de
la iniciación que le corresponda.

280. Este rito se adapta especialmente para que lo dirijan catequistas y seglares.
Sin embargo, también el presbítero y el diácono, en caso de necesidad urgente, lo
pueden utilizar; pero, de ordinario, el presbítero y el diácono es mejor que utilicen el
rito que hemos llamado sencillo (nn. 240-273), introduciendo los cambios necesarios al
lugar y al tiempo.
Así el presbítero que bautiza, y tenga a mano el sagrado Crisma, si hay tiempo
suficiente, no omita, después del Bautismo, conferir también la Confirmación,
omitiendo en este caso la crismación después del Bautismo (n. 263).
Igualmente, si es posible, lo mismo el presbítero que el diácono, y en su caso, el
catequista o seglar que tenga facultad de distribuir la sagrada comunión, no dejen de
administrar la Eucaristía al neófito. En este caso, se puede llevar el sacramento antes
de la celebración del rito, y durante la ceremonia se coloca respetuosamente el
sacramento sobre una mesa cubierta con un mantel blanco.

281. En el mismo momento de la muerte, o siendo ésta inminente, cuando el tiempo


urge, el ministro, omitiendo todo lo demás, derrama el agua natural, aunque no
esté bendecida, sobre la cabeza del enfermo, diciendo la fórmula acostumbrada
(cfr. Observaciones generales previas de la iniciación cristiana, n. 23).

282. Para aquellos que estén, sea en peligro próximo, sea en el momento de la muerte,
procúrese que, si recobran la salud, sean instruidos con la debida catequesis, y que
recibidos en la iglesia en el tiempo oportuno, se les den los otros sacramentos de la
iniciación. En este caso, guárdense con las debidas acomodaciones los principios
que se establecen en los nn. 295- 305.

Rito inicial

283. El catequista o el seglar, después de saludar cortés y brevemente a la familia,


en seguida hablará con el enfermo acerca de su petición y, si no es catecúmeno, de los
motivos de su conversión; después, una vez que haya decidido sobre la conveniencia
de bautizarle, le catequizará brevemente según la necesidad.

284. Después junto al enfermo invita a su familia, al padrino (madrina), a algunos


amigos y allegados, entre los cuales se elige uno o dos como testigos. Y se prepara
agua, aunque no esté bendecida.

Diálogo
285. Después, volviendo al enfermo, el ministro le interroga de nuevo con estas o
parecidas palabras:

Querido amigo, has pedido el Bautismo, porque quieres alcanzar la vida


eterna, como los cristianos. Pues bien, la vida eterna consiste en que conozcas
al Dios verdadero y a su enviado Jesucristo. Esta es la fe de los cristianos:
¿sabes esto?

Enfermo:
– Sí, lo sé.

Ministro:
– Pero juntamente con la fe en Jesucristo, también te será necesario que
quieras cumplir sus mandamientos, como hacen los cristianos: ¿también
sabes esto?

Enfermo:
– Sí, también lo sé.

Ministro:
– ¿Quieres, pues, vivir como los cristianos?

Enfermo:
– Sí, quiero.

Ministro:
– Promete, pues, que después de que recobres las fuerzas, emplearás el tiempo
necesario para conocer mejor a Cristo, y que seguirás el curso de la
instrucción cristiana.

Enfermo:
– Lo prometo.

286. Entonces, vuelto al padrino y a los testigos, el ministro les interroga con estas o
parecidas palabras:

– Tú, que has oído su promesa (o bien: la promesa de N.) como padrino,
¿prometes que se la recordarás y le ayudarás para que aprenda la doctrina
de Cristo, para que frecuente la comunidad y se haga buen cristiano?
Padrino:
– Lo prometo.

Ministro:
– y vosotros, que estáis como testigos ¿os hacéis fiadores de su promesa?

Testigos:
– Sí, nos hacemos fiadores.

287. Vuelto de nuevo al enfermo, el ministro le dice:


Así pues, según el mandato de Jesús, el Señor, serás bautizado para la vida
eterna.

Según la oportunidad y la urgencia, lee algunas palabras del Evangelio, que


explica, si es posible, v.gr.:
Jn 3, 1-6: «El que no nazca de nuevo no puede ver el reino de Dios».
Jn 6, 44-46: «El que cree tiene vida eterna».
Mt 22, 35-40: «Este mandamiento es el principal y primero».
Mt 28, 18-20: «Haced discípulos de todos los pueblos, bautizándolos».
Mc 1, 9-11: «Juan lo bautizó en el Jordán».

Súplicas

288. A continuación, invita a los presentes a que recen con él las


súplicas siguientes:

– En favor de este enfermo, que pide la gracia del Bautismo, por su padrino, y
por toda su familia y amigos, invoquemos la misericordia de Dios
omnipotente.

El ministro (o uno de los presentes) pronuncia algunas de las invocaciones


siguientes:
– Que te dignes aumentar su fe en Cristo, tu Hijo y Salvador nuestro:
R/. Te rogamos, óyenos.

– Que te dignes escuchar su deseo de poseer la vida eterna y de entrar en el


reino de los cielos:
R/. Te rogamos, óyenos.

– Que te dignes cumplir su esperanza de conocerte a ti, creador del mundo y


Padre de los hombres:
R/. Te rogamos, óyenos.

– Que por el Bautismo te dignes perdonarle los pecados y santificarle:


R/. Te rogamos, óyenos.

– Que te dignes darle la salvación que Cristo mereció por su pasión y


resurrección:
R/. Te rogamos, óyenos.

– Que te dignes concederle la adopción de tus hijos en el amor:


R/. Te rogamos, óyenos.

– Que te dignes restituirle la salud y darle tiempo de conocer e imitar más


profundamente a Cristo:
R/. Te rogamos, óyenos.

– Que te dignes conservarnos siempre a todos los discípulos de Cristo,


bautizados como miembros de un solo cuerpo, en la misma fe y en la misma
caridad:
R/. Te rogamos, óyenos.

Se pueden acomodar estas invocaciones según las circunstancias.


289. El ministro concluye las súplicas con la oración siguiente:

Escucha, Señor, nuestra oración, y mirando la fe y el deseo de


tu amado N., concédele que configurado según la pasión y
resurrección de Cristo,
por medio de esta agua,
que elegiste para el nacimiento sobrenatural de
los hombres,
consiga el perdón de todos sus
pecados, llegue a ser hijo de tu
adopción y sea agregado a tu pueblo
santo.
(Concédele también que, recobrada la salud, te dé
gracias formando parte de tu Iglesia, y, siguiendo
fielmente los mandamientos de Cristo, se haga
perfecto discípulo suyo).
Por Jesucristo nuestro Señor.

Todos:
Amén.

Renuncia y profesión de fe

290. A continuación el ministro, mirando al enfermo, le pide la renuncia a Satanás y la


profesión de fe:

– ¿Renuncias a Satanás, y a todas sus obras y seducciones?

Enfermo:
– Sí, renuncio.

Según las circunstancias el ministro puede utilizar la fórmula más extensa (cfr. n.
217) y la acomodación de que trata el n. 80. Y continua:

– ¿Crees en Dios, Padre todopoderoso, ¿creador del cielo y de la tierra?

Enfermo:
– Sí, creo.

Ministro:
– ¿Crees en Jesucristo, su único Hijo, nuestro Señor, que nació de santa
María Virgen, murió, fue sepultado, ¿resucitó de entre los muertos y está
sentado a la derecha del Padre?

Enfermo:
– Sí, creo.

Ministro:
– ¿Crees en el Espíritu Santo, en la santa Iglesia católica, en la comunión de
los Santos, en el perdón de los pecados, en la resurrección de la carne y en la
vida eterna?

Enfermo:
– Sí, creo.

Rito del Bautismo

291. Seguidamente el ministro, pronunciando el nombre que el enfermo desea


recibir, le bautiza diciendo:
N., yo te bautizo en el nombre del Padre

Derrama el agua por primera vez y


del Hijo

Derrama el agua por segunda vez y


del Espíritu Santo.

Derrama el agua por tercera vez.


Si el ministro del Bautismo es diácono, después de derramar el agua, puede
administrar la unción del Crisma que sigue al Bautismo, del modo y con la fórmula
acostumbrada (n. 263).

292. Si no se le puede dar la Confirmación ni la sagrada Comunión, el ministro dirá


a continuación del Bautismo:
N., liberado de tus pecados y regenerado por Dios Padre, te has hecho hijo
suyo en Cristo. Después, si Dios lo permite, recibirás la plenitud del Espíritu
Santo por la Confirmación, y, acercándote al altar de Dios, participarás de la
mesa de su sacrificio. Ahora, pues, con el espíritu de los hijos de adopción que
acabas de recibir, ora juntamente con nosotros, como el Señor nos enseñó:

Y el neófito y todos los presentes juntamente con el ministro dicen la Oración


dominical (cfr. n. 294).

Rito de la Confirmación

293. Si el que ha administrado el Bautismo es un presbítero, él puede conferir la


Confirmación (cfr. n. 280), empezando por una exhortación, concebida en los
términos siguientes, o en otros parecidos:

N., regenerado ya en Cristo y transformado en miembro suyo y de su


pueblo sacerdotal, ahora sólo te falta recibir el Espíritu Santo, que ha sido
derramado sobre nosotros, el mismo Espíritu que envió el Señor sobre los
Apóstoles el día de Pentecostés, y que ellos y sus sucesores confieren a los
bautizados.

Después, si es oportuno, invita a los presentes para que oren en silencio algunos
momentos. Acabada la oración; el presbítero, imponiendo las manos sobre el que va a
confirmarse, dice:

Dios todopoderoso,
Padre de nuestro Señor Jesucristo,
que regeneraste, por el agua y el Espíritu
Santo, a este siervo tuyo
y lo libraste del pecado, escucha nuestra
oración y envía sobre él el Espíritu Santo
Paráclito; llénalo de espíritu de sabiduría y de
inteligencia, de espíritu de consejo y de
fortaleza, de espíritu de ciencia y de piedad, y
cólmalo del espíritu de tu santo temor.
Por Jesucristo nuestro Señor.
R/. Amén.

Entonces el presbítero, con la punta del pulgar derecho empapada en el Crisma,


hace la señal de la cruz en la frente del que va a confirmarse, diciendo:

N., recibe por esta señal el Don del Espíritu Santo.

El confirmado:

Amén.

El presbítero añade:

La paz sea contigo.

El confirmado:

Y con tu espíritu.

En caso de necesidad urgente, basta que se haga la crismación con las palabras
Recibe por esta señal el Don del Espíritu Santo, anteponiendo, si es posible, la
imposición de manos con la oración Dios todopoderoso.
Después de la Confirmación se puede dar al neófito la sagrada Comunión, con el
rito descrito en el n. 294. En otro caso, la ceremonia concluye con el rezo de la
Oración dominical.
Sagrada Comunión

294. Si la Sagrada Comunión se administra inmediatamente después de la


Confirmación, o después del Bautismo, cuando la Confirmación no se puede conferir,
el ministro puede decir la monición siguiente, omitiendo las palabras que van entre
paréntesis cuando se ha dado la Confirmación.

N., liberado de tus pecados y regenerado por


Dios Padre, te has hecho hijo suyo en Cristo
(Después, si Dios lo permite, recibirás la plenitud del
Espíritu Santo por la Confirmación).
Ahora, pues, antes de que recibas el Cuerpo de Cristo,
con el espíritu de los hijos de adopción que acabas de recibir,
ora juntamente con nosotros, como el Señor nos enseñó:

Y el neófito y todos los presentes juntamente con el ministro dicen:

«Padre nuestro, que estás en los cielos,


santificado sea tu nombre, venga a
nosotros tu reino, hágase tu voluntad
así en la tierra como en el cielo;
danos hoy el pan de cada día, y
perdona nuestras ofensas, así como
nosotros perdonamos a los que nos
ofende;
y no nos dejes caer en la tentación,
más líbranos del mal.»

El ministro toma la sagrada hostia, y teniéndola algo levantada y vuelto al neófito,


dice:

Este es el Cordero de Dios,


que quita el pecado del
mundo.
Dichosos los llamados a la cena del Señor.
El neófito y los presentes dicen una sola vez:

Señor, no soy digno


de que entres en mi
casa, pero una
palabra tuya bastará
para sanarme.

El ministro da la comunión al neófito, diciendo:

El Cuerpo de Cristo.

Y el neófito responde:

Amén.

Y comulga. Los presentes que quieran comulgar, pueden recibir el Sacramento.


Acabada la comunión, el ministro concluye la ceremonia con la oración siguiente:

Señor, Padre santo, Dios


todopoderoso y eterno,
te suplicamos con fe viva
que el Cuerpo de nuestro Señor Jesucristo,
tu Hijo,
que nuestro hermano acaba de
recibir, le conceda la salud corporal
y la salvación eterna. Por
Jesucristo nuestro Señor.

Todos:
Amén.

El enfermo que, en próximo peligro de muerte, recibe todos o alguno de los


sacramentos de la iniciación, si recuperara las fuerzas, debe seguir la catequesis
acostumbrada y completar los sacramentos y los ritos que le falten (cfr. nn. 279,295-
305).
CAPITULO IV

PREPARACIÓN PARA LA CONFIRMACIÓN Y LA EUCARISTÍA DE LOS


ADULTOS BAUTIZADOS EN LA PRIMERA INFANCIA Y QUE NO HAN
RECIBIDO CATEQUESIS

295. Las sugerencias pastorales que siguen se refieren a los adultos que recibieron el
Bautismo cuando eran muy niños, y después no recibieron ninguna instrucción
catequética ni, por tanto, han sido admitidos a la Confirmación y a la Eucaristía.
Pueden, sin embargo, equiparse a casos similares, especialmente al caso del adulto que
haya sido bautizado en peligro de muerte o ya moribundo.
Aunque tales adultos nunca hayan oído hablar del misterio de Cristo, sin embargo,
su condición difiere de la condición de los catecúmenos, puesto que aquéllos ya han
sido introducidos en la Iglesia y hechos hijos de Dios por el Bautismo. Por tanto, su
conversión se funda en el Bautismo ya recibido, cuya virtud deben desarrollar
después.

296. Por la misma razón que en el caso de los catecúmenos, la preparación de estos
adultos requiere tiempo prolongado (cfr. Observaciones previas, n. 21), para que la fe
infundida en el Bautismo pueda crecer, llegar a la madurez y ser grabada plenamente
por medio de la formación pastoral que se les proporciona; y conviene que su vida
cristiana sea confirmada por la oportuna enseñanza que se les propone, por la
catequesis adecuada a ellos, por el trato con la comunidad de los fieles y por la
participación en algunos ritos litúrgicos.

297. El desarrollo ordinario de la catequesis generalmente corresponderá al orden


propuesto a los catecúmenos (cf. Observaciones previas, n. 19, 1); pero al proponerla
el sacerdote, el diácono o el catequista tenga presente la peculiar condición de estos
adultos que ya han recibido el Bautismo.
298. Como a los catecúmenos, también a estos adultos debe ofrecer la comunidad de
los fieles su ayuda con caridad fraterna y con la oración y dando testimonio de su
idoneidad cuando hayan de ser admitidos a los sacramentos (cfr. Observaciones
previas, nn. 4, 19 § 2, 23).

299. Los adultos son presentados a la comunidad por un fiador. Pero en el tiempo
de su formación cada uno de ellos elige, con la aprobación del sacerdote, su padrino,
que como delegado de la comunidad actuará junto a él, y tendrá para con él los
mismos deberes que el padrino para su catecúmeno (cfr. Observaciones previas, n.
43). Por cierto, que el padrino elegido en este tiempo, puede ser el que lo fue del
Bautismo, con tal de que realmente sea capaz de cumplir este oficio.

300. El tiempo de la preparación debe ser santificado con celebraciones litúrgicas,


de las cuales la primera es el rito con el que los adultos son recibidos en la comunidad,
y con el que ellos, como ya sellados con el Bautismo, reconocen que tienen parte en
ella.

301. Desde entonces participaran en las celebraciones de la liturgia de la palabra, ya


sea en las celebraciones en que se reúne la asamblea de los fieles, ya sea en las que se
destinan directamente a los catecúmenos.

302. Para significar la acción de Dios en esta obra de preparación, sería muy
oportuno emplear algunos de los ritos propios del catecumenado, que respondan a la
condición especial de estos adultos ya su provecho espiritual, como son las «entregas»
del Símbolo, de la Oración dominical y también de los Evangelios.

303. Las etapas de la catequesis acomódense de modo conveniente al año litúrgico,


especialmente en cuanto a su última parte, que generalmente se combinará con la
Cuaresma, porque este período del año es muy a propósito para las ceremonias
penitenciales que preparan para la celebración del sacramento de la Penitencia.
304. El vértice de toda la formación será generalmente la Vigilia pascual, en la cual
los adultos profesarán su fe bautismal, recibirán el sacramento de la Confirmación y
participarán de la Eucaristía. Si no se pudiera administrar la Confirmación en la
misma Vigilia pascual por ausencia del Obispo o del ministro extraordinario de la
Confirmación, debe conferirse cuanto antes, y, si es posible, durante el tiempo
pascual.

305. Finalmente, los adultos completarán su formación cristiana, y perfeccionarán


su inserción en la comunidad, viviendo en unión de los neófitos el tiempo de la
«mystagogia».
CAPITULO V

RITUAL DE LA INICIACIÓN DE LOS NINOS EN EDAD CATEQUÉTICA

306. Este Ritual está destinado a los niños que, habiendo sido Bautizados en la
infancia, y llegados a la edad de la discreción y de la catequesis, vienen para la
iniciación cristiana, ya traídos por sus padres o tutores, ya espontáneamente, pero con
su permiso. Estos niños ya son idóneos para concebir y alimentar una fe propia, y
tienen en sí mismos algún sentido del deber de conciencia. Sin embargo, todavía no
pueden ser tratados como adultos, puesto que poseen una mentalidad infantil,
dependen de los padres o tutores y se dejan influir excesivamente por los compañeros
y por el ambiente.

307. Su iniciación requiere ante todo la propia conversión, madurada


progresivamente, en cuanto lo permite su edad, pero además la ayuda de la
educación, tan necesaria a esa edad. De acuerdo con esto tal ayuda, ha de ser
adaptada al punto del itinerario espiritual en que se encuentran los candidatos, o sea,
a su progreso en la fe y a la formación catequética que reciben. Por consiguiente, su
iniciación debe prolongarse, como la de los adultos, durante varios años, si es
necesario, antes de que se acerquen a los sacramentos, y debe distribuirse en varios
grados o etapas, y jalonarse con diversos ritos.

308. Como el progreso de los niños en la formación dependa tanto de la ayuda y


ejemplo de los compañeros como de la que reciben de sus padres, es preciso que se
tengan en cuenta ambos influjos.

a) Puesto que los niños que han de ser iniciados pertenecen generalmente a algún
grupo de compañeros de su edad, bautizados ya de tiempo atrás, que se preparan
en la catequesis para la Confirmación y la Eucaristía, la iniciación que reciben
avanza progresivamente, y se apoya sobre la base del mismo grupo catequético.
b) Pero es de desear también que esos niños reciban, además, en cuanto sea posible, la
ayuda y el ejemplo de sus padres, cuyo permiso se requiere para comenzar la
iniciación y para llevar en el futuro la nueva vida cristiana. Por otra parte el
tiempo de la iniciación proporcionará ocasiones oportunas a la familia para tratar
con los sacerdotes y catequistas.

309. Según las circunstancias, ayudará no poco el reunir a varios niños, que se
hallen en la misma situación, para las ceremonias de cada etapa, a fin de que con el
ejemplo mutuo se ayuden a caminar en el catecumenado.

310. En lo que toca al tiempo de las celebraciones, sería de desear que, en cuanto sea
posible, el último tiempo de la preparación coincidiera con la Cuaresma, y que los
sacramentos se celebren en la Vigilia Pascual (cfr. Observaciones previas, n. 8). Pero
antes de que los niños que sean admitidos a los sacramentos en las fiestas pascuales,
hay que asegurarse bien de que están capacitados, y de que el tiempo litúrgico
corresponda al grado de la formación catequética en que los candidatos a los
sacramentos de la iniciación se acerquen a ellos al mismo tiempo que sus compañeros,
bautizados ya de tiempo atrás, son admitidos a la Confirmación y a la Eucaristía.

311. Las ceremonias deben celebrarse con participación activa de algún grupo, que
se componga de un número conveniente de fieles, entre los que deben estar los padres
y parientes, así como los compañeros de estudios catequéticos y algunos adultos
allegados a los interesados. Porque, hablando en general, no es deseable la presencia
de toda la comunidad parroquial, basta con que esté representada, cuando se inician
los niños de esa edad.

312. Este Ritual aquí elaborado, puede recibir las acomodaciones y adiciones que
juzguen oportunas las Conferencias Episcopales, para que respondan a las
necesidades y circunstancias de cada región y a sus peculiares circunstancias
pastorales. Se puede introducir, adaptado a la edad de los niños, el rito de las
«entregas» que se usan para los adultos (cfr. nn. 103, 125, 181-192). Además, cuando
este «Ordo» se traduzca a las lenguas vernáculas, hay que cuidar que las moniciones,
súplicas y oraciones se acomoden a la mentalidad de los niños. Si se juzga oportuno,
cuando alguna oración del Ritual Romano se traduzca a la lengua del lugar, se puede
aprobar por la
Conferencia Episcopal otra oración, que proponga las mismas ideas, pero de modo
más apropiado a los niños (cfr. Observaciones previas acerca de la iniciación
cristiana, n. 32).

313. Los ministros que empleen este Ritual, usen con libertad y sensatez de las
facultades y atribuciones que se les conceden en las Observaciones generales previas
(nn. 34 y 35), en las Observaciones previas particulares del Ritual del Bautismo de los
niños (n. 86) y de la iniciación de adultos (n. 67).
PRIMER GRADO

RITO DE ENTRADA EN EL CATECUMENADO

314. Este rito debe celebrarse ante una asamblea poco numerosa, pero activa, para
que no se turben los niños con la muchedumbre (cfr. n. 311). Asistan, en cuanto sea
posible, los padres o tutores de los candidatos. Pero si no pudieran venir, manifiesten
el consentimiento dado a los niños, y en su lugar haya «fiadores» («sponsores») (cf. n.
42), a saber, fieles idóneos para hacer las veces de los padres en este acto, y para
presentar a los niños.

315. La celebración hágase en la iglesia, o en un local lo más apto posible, para que,
según la edad y capacidad de los niños, se favorezca la vivencia íntima de la admisión.
La primera parte o rito de la introducción hágase según las circunstancias del lugar,
ya a la entrada de la iglesia, ya en otro local; la segunda parte o liturgia de la palabra
en la misma iglesia o en un local elegido para esto.

RITO DE ADMISIÓN

316. El celebrante, revestido con las vestiduras litúrgicas, se acerca al lugar en que
están reunidos los niños con sus padres o tutores, o también, si el caso lo requiere, con
los «fiadores» («sponsores»). Y saluda con afabilidad y sencillez a los niños y a los
presentes.

Monición previa

317. Después les dirige la palabra a los candidatos y a sus padres, mostrándoles el
gozo y la satisfacción de la Iglesia. A continuación, les invita, como también a los
«fiadores», si los hay, para que se acerquen a él.
Diálogo

318. Luego el celebrante interroga a cada niño, a no ser que sean muy numerosos,
con estas o parecidas palabras:

– (N.), ¿qué quieres hacer?

Niño:
– Quiero hacerme Cristiano.

Celebrante:
– ¿Por qué quieres hacerte cristiano?

Niño:
– Porque creo en Cristo.

Celebrante:
– Y la fe en Cristo, ¿qué te otorga?

Niño:
– La Vida eterna.

El celebrante puede hacer las preguntas con otras palabras y admitir las
respuestas espontáneas de los niños: Quiero hacer la voluntad de Dios, Quiero seguir la
palabra de Dios, Quiero bautizarme, Quiero la fe, Quiero ser amigo de Jesús, Quiero
entrar en la familia de los cristianos, etc.
Pero si los niños son muy numerosos, el celebrante puede interrogarlos a todos a la
vez y suscitar las respuestas de algunos, y después preguntar a los demás si están de
acuerdo.

319. Seguidamente el celebrante concluye el diálogo con una breve catequesis,


acomodada a las circunstancias y a la edad de los niños, con estas o parecidas
palabras:

Como ya creéis en Cristo y queréis que os preparen para el Bautismo, con


gran alegría os recibimos en la familia de los cristianos, en la que conoceréis a
Cristo cada día mejor. Y juntamente con nosotros os esforzaréis en vivir como
hijos de Dios, según nos enseñó Cristo: Amarás a Dios con todo tu corazón.
Amaos unos a otros como yo os he amado.

Estas últimas palabras de Cristo, las pueden repetir los niños si parece oportuno,
para mostrar así su asentimiento.

Diálogo con los padres y con la asamblea

320. Luego el celebrante habla de nuevo a los niños y les ruega que pidan el
consentimiento a sus padres o a sus «fiadores», que les presentan. Lo cual se puede
hacer del modo siguiente, o de otro modo parecido:

N. y N., id ahora a vuestros padres, para que os den su consentimiento, y


decidles que se acerquen con vosotros aquí.

Los niños van a sus padres o «fiadores», y vuelven con ellos delante del celebrante,
que prosigue:

Queridos padres, vuestros hijos, N. y N., piden que les preparemos para el
Bautismo. ¿Les dais el consentimiento que ellos Desean?

Padres:

– Sí, les damos nuestro consentimiento.

Celebrante:

– ¿Estáis dispuestos a ayudarles, en lo que depende de vosotros, a la


preparación para el Bautismo?

Padres:
– Sí, estamos dispuestos.
321. Después el celebrante interroga a todos los presentes con estas palabras u otras
semejantes:

Como para proseguir el camino que hoy empiezan estos niños necesitan del
auxilio de nuestra fe y de nuestra caridad, os pregunto también a vosotros,
amigos y compañeros de los niños: ¿estáis dispuestos a colaborar para que
lleguen gradualmente al Bautismo?

Todos:

– Sí, estamos dispuestos.

Signación

322. Después el celebrante, vuelto hacia los niños, dice:

¡Ojalá os acordéis siempre de Cristo y le permanezcáis fieles, pues os ha


llamado a vosotros, N. y N., para que seáis amigos suyos!
Por esto yo os signo a vosotros con la cruz de Cristo, que es la señal de los
cristianos. Este signo os moverá en adelante a acordaros de Cristo y de su
amor.

En seguida el celebrante, pasando ante los niños, hará la señal de la cruz sobre la
frente de cada uno, sin decir nada.
Si es oportuno (cfr. n. 323), invita a los padres y catequistas a que, también ellos,
en silencio hagan la señal de la cruz sobre la frente de los niños:
También vosotros, padres de estos niños y catequistas (N. y N.), puesto que
sois de Cristo, signadlos con la señal de Cristo.

323. Si parece oportuno, a los niños, especialmente a los que son todavía muy
pequeños, se les puede signar también en alguna otra parte del cuerpo. Lo cual
solamente hará el sacerdote diciendo estas palabras:
El celebrante dice, mientras signa los oídos:

Te signo con la señal de la cruz en los oídos, para que oigas las palabras de
Cristo.

Mientras signa los ojos:

Te signo con la señal de la cruz en los ojos, para que veas las obras de
Cristo.

Mientras signa la boca:

Te signo con la señal de la cruz en los labios, para que hables a imitación de
Cristo.

Mientras signa el pecho:

Te signo con la señal de la cruz en el pecho, para que por la fe recibas a


Cristo en tu corazón.
Mientras signa la espalda:

Te signo con la señal de la cruz en la espalda, para que tengas el vigor y la


fortaleza de Cristo.

Mientras signa todo el cuerpo:

Te signo todo el cuerpo con la señal de la cruz de Cristo en el nombre del


Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo, para que ahora y siempre vivas con
Jesús.

Niño:
Amén.

Si las circunstancias lo aconsejaran, también los padres (o los «fiadores») o los


catequistas pueden hacer en silencio todas estas signaciones; pero las palabras sólo las
dice el sacerdote en número plural (como en el n. 85).
Entrada en la Iglesias

324. Después el celebrante invita a los catecúmenos a que se acerquen, con estas o
parecidas palabras:

Ahora, pues, podéis ocupar vuestro lugar entre los cristianos reunidos.
Venid, pues, para oír al Señor, que nos habla a nosotros, y para orar con
nosotros.

Oído esto, los niños se acercan a la asamblea y ocupan su puesto, o con sus padres
(«fiadores») o con sus compañeros, de modo que en todos quede claro que ellos tienen
ahora parte con la asamblea.
Entre tanto se canta el salmo 94, o bien el 121, o bien se entona otro canto
apropiado.

LITURGIA DE LA PALABRA

325. Se trae el libro de la Sagrada Escritura y se coloca honoríficamente. El


celebrante puede explicar en pocas palabras la dignidad de la palabra de Dios, que se
proclama y escucha en la asamblea de los cristianos.
Y en seguida comienza la breve liturgia de la palabra.

Lecturas y homilía

326. Se eligen lecturas, que puedan acomodarse ya a la cultura de los catecúmenos, ya


al progreso de la catequesis, que los niños y sus compañeros han recibido, v. gr.:

Gen 12, 1-4a: Abrahán, llamado por Dios.


Sal 32, 4-5. 12-13. 18-19. 20 y 22
Jn 1,35-42 (o bien: 35-39): Este es el Cordero de Dios. Hemos encontrado al Mesías.

o bien:

Ez 36, 25-28: El corazón nuevo y la vuelta a la tierra.


Ef 4, 1-6a: La vocación que hay que seguir; una sola fe, un sólo bautismo.
Gal 5,13-17. 22-23a. 24-25: Un sólo mandamiento y un sólo espíritu.
Mc 12, 28c-31: El mandamiento principal.
Lc 8, 4-9. 11-15: La parábola del Sembrador.
Lc 19, 1-10: Zaqueo.
Jn 6, 44-47: «Nadie puede acercarse a mí, si el Padre no lo trae».
Jn 13, 34-35: El mandamiento nuevo.
Jn 15, 9-11, o bien: 12-17: «Amáos mutuamente».

Otras lecturas, salmos responsoriales y versículos antes del Evangelio en el n. 388.


Después de las lecturas, el celebrante tiene una breve homilía para aclarar lo que
se ha leído.

327. Se recomienda algún tiempo de silencio, en el que los niños, invitados por el
celebrante, oren en su corazón. Sigue algún canto a propósito.

Entrega de los Evangelios

328. Mientras se entona el canto, o en cuanto se acaba, según la oportunidad, se


entrega a los niños el libro de los Evangelios, preparándolos con alguna monición a
propósito, o con alguna breve homilía.

Súplicas

329. Después, con estas o parecidas palabras, se hacen las siguientes súplicas:

Celebrante:
Oremos por estos queridos niños, que son vuestros hijos o vuestros
compañeros y amigos, y que ahora se acercan a Dios.
Lector:
– Que aumentes más cada día su deseo de vivir con Jesús:
R/. Te lo pedimos, Señor.
Lector:
– Que, viviendo en la Iglesia, encuentren en ella la felicidad:
R/. Te lo pedimos, Señor.

Lector:
– Que, en la preparación del Bautismo, les concedas fortaleza y perseverancia:
R/. Te lo pedimos, Señor.

Lector:
– Que les libres con bondad de la tentación del temor y del desaliento:
R/. Te lo pedimos, Señor.

Lector:
– Que les des con largueza la alegría de recibir el Bautismo, la Confirmación y
la Eucaristía:
R/. Te lo pedimos, Señor.

El celebrante concluye con esta oración:

Oh Señor, que has suscitado en estos niños el


deseo de hacerse perfectos cristianos, haz, que,
caminando con perseverancia hacia ti, vean cómo
escuchas sus deseos y nuestras súplicas. Por
Jesucristo nuestro Señor.

Todos:
Amén.

Al final se entona algún canto.


Pero si se celebra la Eucaristía a continuación, se despide a los catecúmenos.
SEGUNDO GRADO

ESCRUTINIOS O RITOS PENITENCIALES

330. Estos ritos penitenciales, que señalan el paso entre las diversas etapas del
catecumenado, pertenecen al género de los escrutinios, que tienen lugar en el Ritual
de la iniciación de los adultos (nn. 152-180). Por tanto, como tienen una finalidad
similar, se pueden utilizar y acomodar las normas que se establecen para los
escrutinios (nn. 25-1, 154-159).

331. Como los escrutinios de ordinario pertenecen al último tiempo de la


preparación para el Bautismo, los ritos penitenciales exigen que los niños se acerquen
a ellos con la fe que se requiere para el Bautismo.

332. Estos ritos, en los que participan a una con los catecúmenos sus padrinos
(madrinas) y sus compañeros de catequesis, son apropiados para todos los asistentes,
de modo que se conviertan en celebraciones penitenciales también para los que no son
catecúmenos. En realidad, durante esta ceremonia, algunos niños ya bautizados de
tiempo atrás, y pertenecientes al grupo catequístico, pueden ser admitidos por
primera vez al sacramento de la Penitencia. En tal caso, procúrese que en la
celebración se añadan oportunamente las moniciones, intenciones de la oración y los
actos que requieran estos niños.

333. Los ritos penitenciales se celebran en Cuaresma, si los catecúmenos han de ser
iniciados en las solemnidades pascuales; en otro caso, se celebran en el tiempo que
parezca más oportuno. Téngase por lo menos un rito penitencial. Si cómodamente se
puede tener otro, mejor. Su esquema será similar al primero; para las súplicas y para
la oración del exorcismo, se emplean los textos de los nn. 164, 171, 178, conveniente-
mente acomodados.
Rito de entrada

334. El celebrante, después de recibir a la asamblea, explica en


pocas palabras la significación del rito según la condición de
cada uno, a saber, para los niños catecúmenos, para los ya
bautizados, especialmente para los que en este día se acercan
por primera vez al sacramento de la Penitencia, para los
padres y amigos, catequistas, sacerdotes, etc. Porque todos
oirán el feliz anuncio del perdón de los pecados y alabarán la
misericordia de Dios Padre.
Se puede elegir algún canto a propósito para significar la fe y el gozo por la
misericordia de Dios Padre.

335. El celebrante concluye con esta oración:

Oremos.
Dios clemente y misericordioso, que
revelas tu bondad perdonando y te
llenas de gloria al santificarnos,
dígnate lavarnos de nuestras manchas
a los que reconocemos nuestros
pecados, y restablece la vida en
nuestros corazones.
Por Jesucristo nuestro Señor.
R/. Amén.

O bien:

Concédenos, Señor, los dones del


perdón y de la paz, para que,
lavados de nuestros pecados, te
sirvamos con corazón sosegado.
Por Jesucristo nuestro Señor.
R/. Amén.

Lecturas y homilía

336. Se pueden hacer una o varias lecturas, v. gr.:

Ez 36,25-28: El corazón nuevo y el espíritu


nuevo.
Is 1, 16-18: Purification de los pecados.
Mc 1, 1-5. 14-15: «Arrepentíos y creed el
Evangelio».
Mc 2, 1-12: Curación del paralítico.
Lc 15, 1-7: La oveja perdida y encontrada.
I Jn 1, 8-2, 2: Jesucristo, nuestro Salvador.

También se pueden utilizar las lecturas propias de los escrutinios:

Jn 4, 1-14: La mujer samaritana.


Jn 9, 1. 6-9. 13-17. 34- 39: Curación del ciego de nacimiento.
Jn 11, 3-7. 17.20-27. 33b-45: La resurrección de Lázaro.

Si se tienen dos o más lecturas se intercalan salmos o cantos (n. 388).


Después de las lecturas el celebrante explica los textos Sagrados con una breve
homilía.

Súplicas

337. Durante la homilía, o después de ella, el celebrante propone a todos los


reunidos algunos razonamientos y motivaciones, con algunos momentos de silencio
intercalados, para que se preparen a la penitencia y a la renovación de la mente.
Pero si entre los presentes se encuentran niños ya bautizados y pertenecientes al
grupo catequístico, el celebrante también se dirige a ellos, invitándoles para que
externamente manifiesten su fe en Cristo Salvador, y el dolor por sus propios pecados.

338. Después de algún tiempo de silencio, que aprovechan todos para prepararse a
la constricción del corazón, el celebrante invita a la asamblea a la oración.

Oremos por N. y N., que se preparan a los sacramentos de la iniciación


cristiana; por N. y N., que recibirán por primera vez el perdón de Dios en el
sacramento de la Penitencia; y por nosotros que aguardamos la misericordia
de Cristo.
Lector:

– Para que, ante Jesús, el Señor, podamos mostrar nuestros sentimientos de


gratitud y de fe, roguemos al Señor.
R/. Escúchanos, Señor.

Lector:
– Para que traigamos a la memoria con sinceridad nuestras ligerezas y
pecados, roguemos al Señor.
R/. Escúchanos, Señor.

Lector:

– Para que con la sencillez de los hijos de Dios confesemos nuestra fragilidad y
nuestras culpas, roguemos al Señor.
R/. Escúchanos, Señor.

Lector:

– Para que desahoguemos ante Cristo nuestro dolor por los pecados que
hemos cometido, roguemos al Señor.
R/. Escúchanos, Señor.

Lector:

– Para que seamos liberados de los males presentes y preservados de los


futuros, roguemos al Señor.
R/. Escúchanos, Señor.

Lector:

– Para que aprendamos de nuestro Padre celestial que su amor divino supera
todos los pecados de los hombres, roguemos al Señor.
R/. Escúchanos, Señor.
Se pueden acomodar, según las circunstancias, la monición del celebrante y las
intenciones, usando con las adaptaciones apropiadas los formularios de los números
378, 382 y 386.

Exorcismo

339. Después el celebrante con las manos extendidas sobre los niños, hace la oración
siguiente:

Oremos.
Padre de las misericordias,
que entregaste a tu amado
Hijo para dar al hombre,
oprimido con la esclavitud del pecado,
la libertad de tus hijos, escucha a estos siervos
tuyos, que ya han experimentado las tentaciones
y reconocen sus propias culpas, y mira con
clemencia su esperanza. Concédeles pasar de las
tinieblas a la luz que no se apaga, limpiarse de
los pecados, y, llenos de paz, marchar ilesos bajo
tu protección por el camino de la vida. Por
Jesucristo nuestro Señor.

Todos:
Amén.

Otra fórmula de exorcismo en el n. 392.


Unción de los catecúmenos o imposición de manos

340. Prosigue el celebrante, diciendo:

Para que el poder de Cristo Salvador os


fortalezca, os ungimos con este óleo de
salvación en el nombre del mismo
Jesucristo, Señor nuestro, que vive y
reina por los siglos de los siglos.

Niños:
Amén.

Todos son ungidos con el Óleo de los catecúmenos en el pecho o en las dos manos o
también, si parece oportuno, en otras partes del cuerpo.
A juicio de la Conferencia Episcopal, esta unción se puede omitir o diferir para el
día de la celebración del Bautismo (cfr. n. 218). En tal caso el celebrante les dice a
todos los catecúmenos:

Os fortalezca el poder de Cristo Salvador,


que vive y reina por los siglos de los siglos.

Niños:
Amén.

Inmediatamente el celebrante impone la mano en silencio sobre cada uno de los


catecúmenos.

Despedida de los catecúmenos

341. A continuación, el celebrante los despide con esta o parecidas palabras:

Jesús, el Señor, en nuestra presencia os ha abierto a vosotros, N. y N., su


misericordia. Ahora podéis ir en paz.

Niños:
Demos gracias a Dios.
O bien los envía a sus puestos, y los niños no salen de la Iglesia. En ese caso el
celebrante dice:

Jesús, el Señor, en nuestra presencia os ha abierto a vosotros, N. y N., su


misericordia. Volved ahora vuestro sitio, y orad todavía con nosotros.

342. Entonces prosigue la liturgia penitencial dirigida expresamente a los niños ya


bautizados. Después de la monición del celebrante, cada uno de los que van a recibir
por primera vez el sacramento de la Penitencia, y después los demás, se acercan a la
confesión. Des
pués de un canto u oración de acción de gracias, todos salen.
TERCER GRADO

CELEBRACIÓN DE LOS SACRAMENTOS DE LA INICIACIÓN

343. Para mostrar la índole pascual del Bautismo, se aconseja celebrar este
sacramento en la Vigilia pascual o en un domingo, pues en ellos la Iglesia conmemora
la resurrección del Señor (cfr. Orientaciones doctrinales y pastorales del Rito del
Bautismo de los niños, n. 46), teniendo en cuenta lo que se dice en el n. 310.

344. El Bautismo se celebra en la Misa, en la cual participan por primera vez los
neófitos. En esta misma celebración se confiere la Confirmación por el Obispo o por el
presbítero que administra el Bautismo.

345. Si el Bautismo se celebra fuera de la Vigilia o del día de Pascua, se dice la Misa
del día o la Misa ritual de la iniciación cristiana. Se eligen las lecturas de entre las que
se proponen en el n. 388, pero también se pueden leer las lecturas del domingo o de la
festividad.

346. A cada uno de los niños catecúmenos le acompaña el padrino (madrina),


elegido por el niño y aprobado por el sacerdote (cfr. Observaciones previas n. 43).

CELEBRACIÓN DEL BAUTISMO

347. Reunidos los niños catecúmenos con sus padres (tutores), padrinos (madrinas),
compañeros y amigos y los demás fieles, comienza la Misa y se hace la liturgia de la
palabra con las lecturas anteriormente indicadas.
Sigue la homilía.
Monición del celebrante

348. Después de la homilía, los catecúmenos con sus padres y padrinos se acercan a
la fuente bautismal. El celebrante habla a la familia, a los compañeros y a todos los
fieles presentes, empleando esta monición u otra similar:

Invoquemos con humildad, queridos hermanos, la gracia de Dios Padre


todopoderoso, para que estos siervos suyos, N. y N., que, con el asentimiento de
sus padres, piden el Bautismo, se agreguen a los hijos de adopción en Cristo.

Bendición del agua

349. Entonces el celebrante, vuelto hacia la fuente bautismal,


pronuncia esta bendición:

Oh Dios, que realizas en tus sacramentos


obras admirables con tu poder invisible,
y de diversos modos te has servido de tu
criatura el agua
para significar la gracia del Bautismo.
Oh Dios, cuyo Espíritu,
en los orígenes del mundo, se cernía sobre
las aguas,
para que ya desde entonces
concibieran el poder de santificar.
Oh Dios, que incluso en las aguas torrenciales
del diluvio
prefiguraste el nacimiento de la nueva humanidad,
de modo que una misma agua
pusiera fin al pecado y diera origen a la santidad.
Oh Dios, que hiciste pasar a pie enjuto
por el Mar Rojo a los hijos de Abrahán,
para que el pueblo liberado de la esclavitud del
Faraón
fuera imagen de la familia de los bautizados.
Oh Dios, cuyo Hijo, al ser bautizado por Juan en
el agua del Jordán,
fue ungido por el Espíritu Santo;
colgado en la cruz,
vertió de su costado agua, junto con la sangre; y
después de su resurrección mandó a sus Apóstoles:
«Id y haced discípulos de todos los pueblos,
bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo,
y del Espíritu Santo».
Mira ahora a tu Iglesia en oración
y abre para ella la fuente del Bautismo.
Que esta agua reciba, por el Espíritu Santo,
la gracia de tu Unigénito,
para que el hombre, creado a tu imagen
y limpio en el Bautismo,
muera al hombre viejo
y renazca, como niño, a nueva vida
por el agua y el Espíritu Santo.

El celebrante toca el agua con la mano derecha y prosigue:

Te pedimos, Señor, que el poder del Espíritu


Santo,
por tu Hijo, descienda sobre el agua de esta
fuente,

para que los sepultados con Cristo en su muerte


por el Bautismo,
resuciten con él a la vida.
Por Jesucristo nuestro Señor.
Todos:
Amén.

Otras fórmulas «ad libitum» en el n. 389.

350. En el tiempo pascual, si está a mano el agua bautismal bendecida en la Vigilia


pascual, para que no falte en el Bautismo el elemento de la acción de gracias y de las
súplicas, hágase la bendición y la invocación de Dios sobre el agua según las fórmulas
que se encuentran en el n. 389, teniendo en cuenta la variación del texto al fin de cada
fórmula.

Profesión de fe

Profesión de fe de la comunidad

351. Después, antes de la renuncia y de la profesión de fe de los niños


catecúmenos, el celebrante puede, según las circunstancias, invitar a los padres y
padrinos, y aun a todos los asistentes a la profesión de fe:

N. y N., después de larga preparación, ahora se van a bautizar, y, aceptada


benignamente por Dios su nueva vida, se harán cristianos.
En adelante será preciso que nosotros, más aún que antes, les prestemos
nuestra ayuda. En primer lugar, vosotros, sus padres, que dais vuestro
asentimiento a su Bautismo, cuidaréis más que nadie de su educación. Y
nosotros, que les hemos preparado para que hoy se acerquen a Cristo, que sale
a su encuentro, igualmente les ayudaremos.
Por esto, antes de que ellos hagan su profesión de fe en nuestra presencia,
todos nosotros, con plena convicción, renovemos en su presencia la profesión
de nuestra fe, que es la fe de la Iglesia.

Entonces todos a una con el celebrante dicen:

Creo en Dios
Padre Todopoderoso,
creador del cielo y de
la tierra. Creo en
Jesucristo, su único
Hijo, nuestro Señor,
que fue concebido por obra y gracia del Espíritu
Santo, nació de santa María Virgen,
padeció bajo el poder de Poncio
Pilato, fue crucificado, muerto y
sepultado, descendió a los
infiernos,
al tercer día resucitó de entre los
muertos, subió a los cielos y está
sentado a la derecha de Dios
Padre Todopoderoso.
Desde allí, ha de venir a juzgar a vivos y
muertos. Creo en el Espíritu Santo, la
santa Iglesia católica, la comunión de los
santos, el perdón de los pecados, la
resurrección de la carne y la vida eterna.
Amén.

Según las circunstancias, se puede emplear el símbolo Niceno-Constantinopolitano


(cfr. p. 91).

Después el celebrante, vuelto hacia los catecúmenos, dice:

Ahora, pues, N. y N., antes de que seáis bautizados, renunciad a Satanás y


confesad vuestra fe en presencia de la Iglesia.

Profesión de fe de los niños catecúmenos

352. El celebrante, vuelto hacia los niños catecúmenos, les habla brevemente, con
estas o parecidas palabras:

N. y N., habéis pedido el Bautismo y habéis empleado largo tiempo en


vuestra preparación.

Vuestros padres han dado su asentimiento a vuestro deseo; los catequistas,


vuestros compañeros y amigos os han ayudado; y hoy todos os prometen su
ayuda fraterna y el ejemplo de su fe.
Ahora sólo falta que vosotros hagáis la profesión de fe en presencia de la
Iglesia, y seréis bautizados.
Renuncia

353. El celebrante interroga a todos los catecúmenos:

Formula A

– ¿Renunciáis a Satanás, y a todas sus obras y seducciones?

Niños:
– Sí, renuncio.

O bien:

Fórmula B

– ¿Renunciáis al pecado, para vivir en la libertad de los hijos de Dios?

Niños:
– Sí, renuncio.

Celebrante:
– ¿Renunciáis a las seducciones del mal, para que no domine en vosotros
el pecado?

Niños:
– Sí, renuncio.

Celebrante:
– ¿Renunciáis a Satanás, padre y príncipe del pecado?

Niños:
– Sí, renuncio.
Unción con el Óleo de los catecúmenos

354. Si la Conferencia Episcopal mantiene la unción con el Óleo de los catecúmenos, y


no se ha hecho antes, el celebrante dice:

Para que el poder de Cristo Salvador os


fortalezca, os ungimos con este óleo de
salvación en el nombre del mismo
Jesucristo, Señor nuestro, que vive y
reina por los siglos de los siglos.

Niños:
Amén.

Todos los niños son ungidos con el Óleo de los catecúmenos en el pecho o en las dos
manos o también, si parece oportuno, en otras partes del cuerpo.
Si fueran bastante numerosos los elegidos, pueden intervenir varios ministros.

Profesión de fe

355. Después el celebrante, informándose a tiempo del nombre de los que van a ser
bautizados, por medio del padrino (madrina), interroga a cada uno:

– N., ¿crees en Dios, Padre todopoderoso, ¿creador del cielo y de la


tierra?

Niño:
– Sí, creo.

Celebrante:
– ¿Crees en Jesucristo, su único Hijo, nuestro Señor, que nació de santa
María Virgen, murió, fue sepultado, ¿resucitó de entre los muertos y está
sentado a la derecha del Padre?

Niño:
– Sí, creo.
Celebrante:
– ¿Crees en el Espíritu Santo, en la santa Iglesia católica, en la comunión
de los Santos, en el perdón de los pecados, en la resurrección de la carne y
en la vida eterna?

Niño:
– Sí, creo.

Inmediatamente después de su profesión de fe, cada uno es bautizado por ablución


o inmersión.

Rito del Bautismo

356. El celebrante saca el agua bautismal de la fuente y, derramándola tres veces


sobre la cabeza inclinada del elegido, le bautiza en el nombre de la Santísima
Trinidad:

N., yo te bautizo en el nombre del Padre

Derrama el agua por primera vez

y del Hijo

Derrama el agua por segunda vez

y del Espíritu Santo.

Derrama el agua por tercera vez.

El padrino o la madrina impone la mano derecha sobre el hombro derecho del que se
bautiza.

Si el Bautismo se hace por inmersión, el celebrante sumerge al niño, o su cabeza en


el agua tres veces y levantándola otras tantas, le bautiza diciendo las mismas palabras.
Guárdense las normas del pudor y del decoro.
Después del Bautismo de cada niño, si se juzga oportuno, el pueblo puede hacer
alguna breve aclamación (cf. nn. 391-411).

357. Si los neófitos van a ser confirmados inmediatamente, se omite la unción del
Crisma que sigue al Bautismo (n. 358) y se hacen a continuación los otros ritos
explanativos (nn. 359 y 360).
RITOS EXPLANATIVOS

Unción después del Bautismo

358. Si la celebración de la Confirmación, por alguna razón particular, se separara


del Bautismo, entonces, después del baño del agua, el celebrante, para conferir la
unción del Crisma, dice sobre todos a la vez:

Dios todopoderoso, Padre de nuestro Señor


Jesucristo, que os ha dado nueva vida por el
agua y el Espíritu Santo y os ha concedido el
perdón de todos los pecados, os consagre con el
crisma de la salvación para que entréis a
formar parte de su pueblo y seáis para siempre
miembros de Cristo, sacerdote, profeta y rey.

Bautizados:
Amén.

Después, en silencio, el celebrante unge con el santo Crisma a cada niño en la parte
superior de la cabeza.
Pero si los bautizados son muy numerosos y están presentes varios sacerdotes o
diáconos, cada uno puede ungir con el Crisma a varios bautizados.

Imposición de la vestidura blanca

359. El celebrante dice:

N. y N., sois ya nueva criatura y


habéis sido revestidos de
Cristo; recibid, pues, la blanca
vestidura, que habéis de llevar
limpia de mancha ante el
tribunal de nuestro Señor
Jesucristo, para alcanzar la
vida eterna.

Bautizados:
Amén.

A las palabras Recibid, pues, la blanca vestidura los padrinos (o madrinas) imponen
a los neófitos la vestidura blanca, a no ser que las costumbres locales aconsejen otro
color más a propósito.
Si se juzga conveniente, se puede omitir todo este rito.

Entrega del cirio encendido

360. Después la celebrante toma, o al menos toca, con las manos el cirio pascual,
diciendo:

Acercaos, padrinos y madrinas, para que entreguéis la luz a los neófitos.

Se acercan los padrinos (y madrinas) y encienden un cirio en el cirio pascual, y se


lo entregan al neófito. Entonces el celebrante dice:

Habéis sido transformados en luz de


Cristo. Caminad siempre como hijos de
la luz, a fin de que, perseverando en la fe,
podáis salir con todos los santos al
encuentro del Señor.

Bautizados:
Amén.

CELEBRACIÓN DE LA CONFIRMACIÓN

361. Entre el Bautismo y la Confirmación se puede entonar por la asamblea, si se


juzga oportuno, un canto a propósito.

362. La Confirmación puede celebrarse en el presbiterio o en el baptisterio, según lo


aconsejen las condiciones del local.
Si el Bautismo lo confiere el Obispo, conviene que sea también él quien confiera
seguidamente la Confirmación.

Si no está presente el Obispo, el presbítero que haya administrado el Bautismo


puede administrar la Confirmación.

Cuando los que van a confirmarse son muy numerosos, el ministro de la


Confirmación puede pedir ayuda para administrar el sacramento a los presbíteros,
que pueden ser designados para este oficio (cfr. n. 46).

363. Entonces el celebrante habla a los que van a confirmarse, exhortándoles


brevemente con estas o parecidas palabras:

Queridos neófitos, regenerados ya en Cristo y transformados en miembros


suyos y de su pueblo sacerdotal, ahora sólo os falta recibir el Espíritu Santo,
que ha sido derramado sobre nosotros, el mismo Espíritu que envió el Señor
sobre los Apóstoles el día de Pentecostés, y que ellos y sus sucesores confieren a
los bautizados.
Vosotros, pues, recibiréis igualmente la fuerza prometida del Espíritu
Santo, con la que, configurados más perfectamente a Cristo, deis testimonio de
la pasión y resurrección del Señor, y os hagáis miembros activos de la Iglesia,
para edificar el Cuerpo de Cristo en la fe y en la caridad.

Después el celebrante (teniendo junto a sí a los presbíteros que le asisten), de pie y


con las manos juntas, vuelto al pueblo, dice:

Oremos, hermanos, a Dios Padre todopoderoso y pidámosle que derrame el


Espíritu Santo sobre estos neófitos, para que los fortalezca con la abundancia
de sus dones, los consagre con su unción espiritual y haga de ellos imagen
perfecta de Jesucristo.

Y todos oran en silencio durante algunos momentos.


364. Seguidamente el celebrante (y los presbíteros que le asisten) imponen las
manos sobre todos los que van a recibir la Confirmación; pero sólo el celebrante dice:

Dios todopoderoso,
Padre de nuestro Señor Jesucristo,
que regeneraste, por el agua y el Espíritu Santo,
a estos siervos tuyos y los libraste del pecado,
escucha nuestra oración y envía sobre ellos el
Espíritu Santo Paráclito; llénalos de espíritu de
sabiduría y de inteligencia, de espíritu de
consejo y de fortaleza, de espíritu de ciencia y
de piedad,
y cólmalos del espíritu de tu santo temor.
Por Jesucristo nuestro Señor.
R/. Amén.

365. Entonces un ministro ofrece al celebrante el santo Crisma, y los que van a
confirmarse se acercan uno a uno al celebrante; o si se prefiere, el mismo celebrante
se acerca a ellos. El padrino (o la madrina) pone su mano derecha sobre el hombro del
neófito, y dice el nombre de éste al celebrante, o el mismo confirmando lo dice por sí
mismo.
El celebrante, con la punta del pulgar derecho empapada en el Crisma, hace la
señal de la cruz en la frente del neófito, diciendo:

N., recibe por esta señal el Don del Espíritu Santo.

El confirmado:
Amén.

El celebrante añade:
La paz sea contigo.

El confirmado:
Y con tu espíritu.

Si otros presbíteros asisten al celebrante para conferir el sacramento, el Obispo, si


está presente, les ofrece a todos los vasos sagrados del santo Crisma.
Los que van a confirmarse se acercan al celebrante o a los presbíteros; o bien el
celebrante y los presbíteros se acercan a los confirmandos, a los que ungen del modo
dicho.

CELEBRACIÓN DE LA EUCARISTÍA

366. Omitido el Símbolo, inmediatamente se hace la oración universal, en la cual


participan los neófitos por primera vez.
Algunos de ellos llevan las ofrendas al altar.

367. En la Plegaria eucarística I, se hace mención de los neófitos en el Hanc igitur


(Acepta, Señor, en tu bondad...), y de los padrinos en el Memento (Acuérdate, Señor,...)
(n. 377). Si se toman las Plegarias eucarísticas II, III o IV, añádase la cláusula en
favor de los neófitos, que se encuentra en el n. 391.

368. Los neófitos pueden recibir la sagrada Comunión bajo ambas especies,
juntamente con los padres, padrinos, madrinas, y los catequistas seglares.
Antes de la Comunión, o sea antes del Ecce Agnus Dei (Este es el Cordero de Dios),
el celebrante puede exponer brevemente el valor de tan excelso misterio, que es la
culminación de la iniciación y centro de toda la vida cristiana. Como es lógico, el
celebrante también atiende a los que, bautizados de tiempo atrás, se acercan por
primera vez a la mesa divina para comulgar.

EL TIEMPO DE LA «MYSTAGOGIA»

369. Para el provecho de los niños neófitos organícese el adecuado período de


«Mystagogia», para el cual se podrán acomodar las normas dadas para los adultos en
los nn. 235-239.
CAPITULO VI
TEXTOS DIVERSOS PARA LA CELEBRACIÓN DE LA INICIACIÓN
DE LOS ADULTOS

PARA EL RITO DE ENTRADA EN EL CATECUMENADO

370. Al n. 76: Fórmulas de monición antes de la primera adhesión del candidato que
se hace catecúmeno:

1
Celebrante:
Dios nos creó a nosotros los hombres y al mundo y en él se mueven todos los
vivientes. El ilumina nuestras mentes para que le conozcamos y le demos culto.
Él nos envió a su testigo fiel, Jesucristo, para que nos anunciara a nosotros lo
que él vio, celeste y terrestre.
Para vosotros, que os alegráis de la venida de Cristo, ha llegado el tiempo
de escucharle, para que le conozcáis con nosotros, para que améis a vuestro
prójimo, y así obtengáis la vida celeste. ¿Estáis dispuestos a abrazar esta vida
con la ayuda de Dios?

Candidatos:

Sí, estoy dispuesto.

2
Celebrante:

Esta es la vida eterna, que conozcáis al Dios


verdadero y a su enviado Jesucristo. Porque él,
resucitado de entre los muertos, ha sido constituido rey
de la vida y Señor del universo visible e invisible.
Por tanto, si deseáis haceros discípulos suyos
y miembros de la Iglesia, es necesario que seáis
introducidos en la verdad integral, que nos reveló,
para que tengáis los mismos sentimientos de
Cristo Jesús, y procuréis conformar vuestro proceder
a los preceptos evangélicos, y así améis a Dios nuestro
Señor y al prójimo, como Cristo nos mandó y
nos dio ejemplo.
¿Dais vuestro asentimiento, cada uno de vosotros, a todo esto?

Candidatos:

Sí, doy mi asentimiento.

371. Al n. 80: otra fórmula de renuncia a los cultos paganos:


Celebrante:

Queridos candidatos, habéis decidido dar culto al Dios verdadero, que os ha


llamado y os ha traído hasta aquí, y queréis servirle a él solo y a su Hijo
Jesucristo. Ahora, pues, en presencia de toda la asamblea, renunciad a los ritos
y cultos con los que no se da culto al Dios verdadero. No le abandonéis a él ni a
su Hijo Jesucristo, para servir de nuevo a otros dueños.

Candidatos:
¡Lejos de nosotros el servir a otros señores fuera del Dios verdadero!

Celebrante:
No abandonéis a Cristo Jesús, Señor de los vivos y de los muertos, que
impera sobre todos los espíritus y sobre los demonios, para venerar de nuevo a
N. (aquí se nombra a las deidades, veneradas con ritos falsos, v.gr.: «fetiches»).

Candidatos:
¡Lejos de nosotros!

Celebrante:
No abandonéis a Cristo Jesús, el único que puede proteger a los hombres,
para volver a procuraros (o bien: a llevar, a emplear) N. (aquí se nombran los
objetos que se utilizan supersticiosamente, v. gr., los amuletos).

Candidatos:
¡Lejos de nosotros!

Celebrante:
No abandonéis a Cristo Jesús, que es la verdad única, para acudir de nuevo
a los hechiceros, adivinos y magos.

Candidatos:
¡Lejos de nosotros!

Esta fórmula se puede acomodar según las circunstancias.

372. Al n. 92: Lecturas bíblicas para el rito de entrada en el catecumenado:

Gn 12, 1-4a: «Sal de tu tierra, hacia la tierra que te mostraré».


En aquellos días, el Señor dijo a Abrán... 4 hasta: el Señor.
Jn 1, 35-42: «Este es el Cordero de Dios. Hemos encontrado al
Mesías». En aquel tiempo, estaba Juan con dos de sus
discípulos...

Pero también se pueden elegir otros textos a propósito.

Salmo responsorial

Sal 32, 4-5. 12-13. 18-19. 20 y 22


R. (12b): Dichoso el pueblo que el Señor se escogió como heredad.

O bien (22): Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros, como lo esperamos de
ti.
372. A los nn. 113-118: Otras oraciones «ad libitum» para los exorcismos:

1
Oremos.
Señor Jesucristo,
que amas y redimes a los hombres,
puesto que es necesario que todos se
salven en tu nombre, ante el cual se
dobla toda rodilla en el cielo, en la
tierra y en los abismos,
te rogamos humildemente por estos
siervos tuyos, que te adoran como a
Dios verdadero:
mira sus corazones e ilumínalos; arranca de
ellos las envidiosas tentaciones del enemigo;
líbralos de sus pecados y debilidades, para
que sepan discernir lo que es tu voluntad, lo
que te agrada, lo perfecto, obedezcan con
perseverancia a tu Evangelio y se hagan
dignos templos del Espíritu Santo.
Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos.
R/. Amén.

Oremos.
Señor Jesucristo,
que, enviado por el Padre y
ungido por el Espíritu Santo, quisiste cumplir en
la Sinagoga el oráculo del profeta, proclamando
la liberación a los cautivos y anunciando el
tiempo aceptable a Dios,
te rogamos humildemente por estos siervos
tuyos, que vuelven hacia ti sus oídos y su
corazón:
concédeles que reciban un tiempo oportuno de
gracia.
Que no permanezca angustiada su alma,
ni, agitados por los deseos de la carne,
sean privados de la esperanza de las promesas,
ni escuchen el espíritu que siembra la duda,
sino que, creyendo en ti,
a quien el Padre sometió toda la creación y
constituyó sobre toda criatura,
se sometan al Espíritu de fe y de gracia,
a fin de que conservando la esperanza
a que fueron llamados,
consigan la dignidad del pueblo sacerdotal
y se alegren con el gozo incontenible de la
nueva Jerusalén.
Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos.
R/. Amén.

Oremos.
Señor Jesucristo,
que además de apaciguar la tempestad
y librar a los endemoniados,
llamaste al publicano Mateo, para
que se transformara
en ejemplo de tu misericordia
y recordara por los siglos
tu mandamiento de enseñar a todas
las naciones, te rogamos
humildemente por estos siervos
tuyos, que se reconocen pecadores.
Dígnate refrenar la adversa
potestad del enemigo, y concede
a tus siervos que, al experimentar tu
misericordia, sanen de las llagas del
pecado y encuentren la paz del corazón,
se alegren con la novedad del Evangelio
y sigan con toda su alma tu llamamiento.
Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos.
R/. Amén.

Oremos.
Dios de infinita sabiduría,
que llamaste al apóstol San Pablo,
para que diera la buena noticia de tu
Hijo a los gentiles, te rogamos
humildemente por estos siervos tuyos,
que desean el santo Bautismo:

concédeles que, imitando al


Apóstol de las gentes, no sigan las
inclinaciones de la carne y de la sangre,
sino las inspiraciones de la gracia.
Visita, pues, y purifica sus corazones,
para que, libres de todo engaño,
olvidándose de lo que queda atrás y lanzándose
hacia el futuro, todo lo estimen pérdida
comparado con la excelencia del
conocimiento de Cristo, tu Hijo, con
tal de ganarlo.
Por Jesucristo nuestro Señor.
R/. Amén.

Oremos.
Oh Dios, fundador y redentor
de tu pueblo santo, que has traído
a ti a estos catecúmenos con
un amor admirable, míralos hoy, y
purifica sus corazones, completa
en ellos la donación generosa de tu
misterio, para que, siguiendo a Cristo de
todo corazón, merezcan beber el agua de la
salvación.
Por Jesucristo nuestro Señor.
R/. Amén.

374. A los nn. 121-124: Otras oraciones para la bendición de los catecúmenos.

Oremos.
Señor Dios nuestro,
que habitas en las alturas
y no te olvidas de lo insignificante,
y que enviaste a tu Hijo,
nuestro Dios y Señor Jesucristo,
para la salvación del género
humano, mira a los catecúmenos,
siervos tuyos, que se inclinan
humildemente ante ti:
hazlos dignos del Bautismo de la
regeneración del perdón de los
pecados y de la vestidura de la
incorrupción; agrégalos a tu Iglesia
santa, católica y apostólica, para
que glorifiquen tu nombre en nuestra
compañía.
Por Jesucristo nuestro Señor.
R/. Amén.

Oremos.
Oh Dios, Señor de todos,
que destruiste a Satanás por tu Hijo unigénito
y, soltando sus cadenas,
libraste a los hombres cautivos,
te damos gracias por estos catecúmenos,
que has llamado:

que sean confirmados en la fe,


para que te conozcan a ti, único Dios
verdadero,
y al que enviaste, Jesucristo,
que se conserven puros de corazón y
aprovechen en la virtud, para que se
hagan dignos del Bautismo de regeneración y de los
santos misterios.
Por Jesucristo nuestro Señor.
R/. Amén.

Oremos.
Oh Dios,
que quieres que todos los hombres se salven
y lleguen al conocimiento de la verdad,
infunde benignamente la fe en los corazones
de los que se preparan para el Bautismo
y agrégalos compadecido a tu Iglesia santa,
para que se hagan dignos del don de la
inmortalidad.
Por Jesucristo nuestro Señor.
R/. Amén.

Oremos.
Señor Dios todopoderoso,
Padre de nuestro Salvador Jesucristo,
mira con clemencia a estos siervos tuyos:

arroja de sus almas todo residuo de


idolatría; consolida en sus corazones
tu ley y tus preceptos; dirígelos hasta
el pleno conocimiento de la verdad, y
prepáralos para que,
por la regeneración del Bautismo,
se hagan templos del Espíritu
Santo.
Por Jesucristo nuestro Señor.
R/. Amén.

Oremos.
Mira, Señor, a tus siervos,
que se adhieren a tu santo
nombre e inclinan su cabeza
ante ti: ayúdalos en toda obra
buena:
despierta sus corazones, para
que, acordándose de tus obras y
mandamientos, se apresuren gozosos a abrazar lo
que es tuyo.
Por Jesucristo nuestro Señor.
R/. Amén.

374. bis. Al n. 141: Texto de la Misa ritual para la elección:

ANTÍFONA DE ENTRADA Sal 104, 3-4

Que se alegren los que buscan al Señor. Recurrid al Señor y a su poder,


buscad continuamente su rostro.

ORACIÓN COLECTA

Oh Dios, que, aunque siempre buscas la salvación


de los hombres,
ahora en especial alegras a tu pueblo con
gracias más abundantes, mira propicio a tus
elegidos, para que el auxilio de tu bondadosa
protección fortalezca a los que van a ser
regenerados y a los que ya han renacido en el
Bautismo. Por nuestro Señor Jesucristo.

ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS

Oh Dios todopoderoso y eterno, que por


el sacramento del Bautismo en la
confesión de tu nombre nos rehaces para
la vida eterna, recibe los dones y los
deseos de tus siervos, a fin de que colmes
los anhelos de los que esperan en ti y
borres sus pecados. Por Jesucristo
nuestro Señor.

ANTÍFONA DE COMUNIÓN Ef. 1, 7

Por Cristo, por su sangre,


hemos recibido la redención,
el perdón de los pecados,
según el tesoro de su gracia.

ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN

Te rogamos, Señor, que nos purifiquen los


sacramentos que hemos recibido,

y concede a tus siervos quedar libres de toda


culpa, para que, quienes se angustian bajo el peso
de su conciencia, se gloríen con la plenitud del
remedio celeste. Por nuestro Señor Jesucristo.
También se puede decir la Misa del viernes de la cuarta semana de Cuaresma.

375. Al n. 148: Otra fórmula para las súplicas después de la elección:

– Para que nuestros elegidos encuentren su consuelo en la oración diaria:


R/. Te rogamos, óyenos.

– Para que, acudiendo a ti con frecuencia en la oración, vivan cada vez más
unidos a ti:
R/. Te rogamos, óyenos.

– Para que encuentren su gozo en la lectura y meditación de tu palabra:


R/. Te rogamos, óyenos.

– Para que, reconociendo humildemente sus defectos, comiencen


esforzadamente a enmendarlos:
R/. Te rogamos, óyenos.

– Para que conviertan el quehacer en una oblación grata a ti:


R/. Te rogamos, óyenos.

– Para que todos los días de Cuaresma te sacrifiquen algún gusto:


R/. Te rogamos, óyenos.

– Para que con ánimo esforzado se abstengan de cualquier mancha que


desdore la pureza del corazón:
R/. Te rogamos, óyenos.
– Para que se acostumbren a amar y conservar la virtud y la santidad de vida:
R/. Te rogamos, óyenos.

– Para que, abnegando su amor propio, atiendan más a los otros que a sí
mismos:
R/. Te rogamos, óyenos.

– Para que guardes y bendigas benignamente a sus familias:


R/. Te rogamos, óyenos.

– Para que trasmitan a los demás la alegría que han conseguido con la fe:
R/. Te rogamos, óyenos.

376. Al n. 160: Lecturas para el primer escrutinio:

Lectura I: Ex 17, 3- 7: «Dános agua de beber».


En aquellos días, el pueblo sediento protestó...

Salmo responsorial: Sal 94, 1-2. 6-7. 8-9.


R/. (8): Ojalá escuchéis hoy su voz, no endurezcáis el corazón.

Lectura II. Rm 5, 1-2. 5-8. «El amor de Dios inunda nuestros corazones por el Espíritu
Santo que se nos ha dado».
Hermanos: Justificados por la fe, estamos en paz con Dios...

Versículo antes del Evangelio. Jn 4, 42 y 15: Señor, tú eres de verdad el Salvador del
mundo; dame agua viva; así no tendré más sed.

Evangelio. Jn 4, 5-42 (texto completo) o bien 5-15. 19b-26. 39a. 40-42 (texto
breve); «Un surtidor de agua que salta hasta la vida eterna».
En aquel tiempo, llegó Jesús a un pueblo de Samaría...

377. Al n. 160: Texto para la Misa en que se celebra el primer escrutinio:

ORACIÓN COLECTA
Concede, Señor, a estos elegidos llegar digna y
conscientemente a la confesión de tu nombre, a
fin de que el poder de tu gloria les alcance la
primitiva dignidad perdida por la culpa
original. Por nuestro Señor Jesucristo.

ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS

Te suplicamos, Señor, que tu


misericordia proteja
convenientemente a tus siervos y les
conceda vivir como a ti te agrada,
para que puedan llegar a participar
de esta Eucaristía. Por Jesucristo
nuestro Señor.

MEMENTO DE LOS PADRINOS (EN EL CANON


ROMANO)

Acuérdate, Señor, de tus hijos N. y N.


(y se dicen los nombres de los padrinos y madrinas),
padrinos de tus elegidos,
que se han encargado de guiarlos al
Bautismo, y de todos los aquí reunidos, cuya
fe y entrega bien conoces...

HANC IGITUR PROPIO


Acepta, Señor, en tu
bondad, esta ofrenda por
tus siervos y siervas,
a quienes te has dignado enumerar, elegir y llamar
a la vida eterna y al don
admirable dé tu gracia.
(Por Cristo nuestro Señor.
Amén).

ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN


Confirma, Señor, la obra de tu redención
y protege a tus elegidos,
a quienes vas a iniciar en los sacramentos
que dan la vida eterna,
para que sean dignos de recibirlos.
Por Jesucristo nuestro Señor.

378. Al n. 163: Otra fórmula «ad libitum» de las súplicas para el primer
escrutinio:

– Para que nuestros elegidos examinen su vida en presencia de Cristo, como la


Samaritana, y reconozcan sus propios pecados, roguemos al Señor.
R/. Escutcheons, Señor.

– Para que se vean libres del espíritu de desconfianza, que separa los pasos de
los hombres del camino de Cristo nuestro Señor, roguemos al Señor.
R/. Escúchanos, Señor.

– Para que, esperando el don de Dios, anhelen de todo corazón el agua viva
que brota para la vida eterna, roguemos al Señor.
R/. Escúchanos, Señor.

– Para que, al recibir como maestro al Hijo de Dios, se transformen en


verdaderos adoradores de Dios Padre en espíritu y en verdad, roguemos al
Señor.
R/. Escúchanos, Señor.
– Para que, al experimentar el admirable encuentro con Cristo, lleven
también a sus amigos y a sus conciudadanos está feliz noticia de Cristo,
roguemos al Señor.
R/. Escúchanos, Señor.

– Para que puedan acercarse al Evangelio de Cristo todos los pobres del
mundo que carecen de la palabra de Dios, roguemos al Señor.
R/. Escúchanos, Señor.

– Para que todos seamos enseñados por Cristo y, amando la voluntad del
Padre, llevemos a cabo con amor la obra de Dios, roguemos al Señor.
R/. Escúchanos, Señor.

379. Al n. 164: Otra fórmula de exorcismo para el primer escrutinio:

Oremos.
Oh Padre de las misericordias,
que por medio de tu Hijo te compadeciste
benignamente de la Samaritana
y movido por la misma paterna
solicitud
ofreciste la salvación a todos los
pecadores, mira con extraordinario
amor a estos elegidos, que desean
recibir la adopción de los hijos por
los sacramentos:

desátalos de la esclavitud del pecado


y del pesado yugo de Satanás,
para que tomen el suave yugo de Jesús;
protégelos en todos los peligros,
para que, sirviéndote fielmente a ti,
llenos de paz y de alegría, puedan
ofrendarte también su gratitud
durante toda la eternidad.
Por Jesucristo nuestro Señor.
R/. Amén.

Señor Jesús, que por admirable designio de


tu misericordia
convertiste a una mujer pecadora,
para que en adelante adorara al Padre
en espíritu y en verdad, libra
ahora con tu poder a estos
elegidos de los dañinos engaños de
Satanás, pues se acercan al
manantial del agua viva; convierte
sus corazones con la fuerza del Espíritu Santo,
para que, con la fe sincera,
que actúa por la caridad, conozcan a tu Padre.
Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos.
R/. Amén.

380. Al n. 167: Lecturas para el segundo escrutinio:

Lectura I: I S 16, lb. 6-7. 10-13a: «David es ungido rey de Israe1». En aquellos días,
dijo el Señor a Samuel: Llena tu cuerno de aceite...
6 Cuando se presentó vio a Eliab...

Salmo responsorial: Sal 22, 1-3a. 3b-4. 5.6.


R/. (1): El Señor es mi pastor, nada me falta.

Lectura II: Ef. 5, 8-14: «Levántate de entre los muertos y Cristo será tu luz».
Hermanos: En otro tiempo erais tinieblas...

Versículo antes del Evangelio. Jn 8, 12b: Yo soy la luz del mundo, dice el Señor; quien
me sigue tendrá la luz de la vida.
Evangelio. Jn 9, 1-41 (texto largo) o bien 1. 6-9. 13-17. 34-38 (texto
breve): «Fue, se lavó y volvió con vista».

En aquel tiempo, al pasar Jesús vio a un hombre ciego...


(texto breve): En aquel tiempo, al pasar Jesús vio a un hombre ciego...
6 Escupió en la tierra...

También se puede elegir «ad libitum» Ex 13, 21-22.

381. Al n. 167: Texto para la Misa en que se celebra el segundo escrutinio.

ORACIÓN COLECTA

Dios todopoderoso y eterno,


concede a tu Iglesia el gozo
espiritual de su crecimiento, pues
quienes al nacer son de la tierra, al
renacer serán del cielo. Por
nuestro Señor Jesucristo.

ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS

Llenos de gozo, Padre de misericordia, te


ofrecemos esta Eucaristía, remedio de
salvación eterna; concédenos celebrarla
dignamente y ofrecerla por la salvación
de tus elegidos. Por Jesucristo nuestro
Señor.

Memento por los padrinos y Hanc igitur propio, como en el n. 377.

ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN

Padre misericordioso,
acrecienta tu familia santa,
dirígela según tu voluntad,
mantenla siempre unida a ti y
gobiérnala con tu amor
incesante, para que alcance la
salvación. Por Jesucristo
nuestro Señor.

382. Al n. 170: Otra fórmula de las súplicas para el segundo escrutinio:

– Para que, disipadas las tinieblas, Dios mismo ilumine los corazones de
nuestros elegidos, roguemos al Señor.
R/. Escúchanos, Señor.

– Para que Dios mismo los conduzca benigno a Cristo, hecho luz del mundo,
roguemos al Señor.
R/. Escúchanos, Señor.

– Para que al abrir sus corazones nuestros elegidos confiesen que Dios es el
Señor de la luz y el testigo de la verdad, roguemos al Señor.
R/. Escúchanos, Señor.

– Para que sanados por Dios se guarden de la incredulidad de este mundo,


roguemos al Señor.
R/. Escúchanos, Señor.

– Para que sal vados por el que quita el pecado del mundo, se vean libres del
contagio y de la opresión de este pecado, roguemos al Señor.
R/. Escúchanos, Señor.

– Para que iluminados por el Espíritu Santo profesen sin cesar el Evangelio de
la salvación y lo comuniquen a los demás, roguemos al Señor.
R/. Escúchanos, Señor.

– Para que todos nosotros por el ejemplo de nuestras costumbres nos


convirtamos en luz del mundo y nos encontremos en Cristo, roguemos al
Señor.
R/. Escúchanos, Señor.
– Para que todos los habitantes de la tierra conozcan al Dios verdadero,
creador de todos, y que nos da a los hombres el espíritu y la vida, roguemos
al Señor. R/. Escúchanos, Señor.

383. Al n. 171: Otra fórmula para el exorcismo del segundo escrutinio:

Oremos.
Oh Dios, luz que no se apaga y padre de las luces,
que por la muerte y resurrección de Cristo
disipaste las tinieblas de la mentira
y del odio
y derramaste la luz de la verdad y del
amor sobre la familia humana,
te rogamos que tus elegidos,
a los que llamaste para formar parte de
tus hijos de adopción,
puedan pasar de las tinieblas a la claridad,
y, liberados del poder del príncipe de las
tinieblas, permanezcan sin cesar
como hijos de la luz.
Por Jesucristo nuestro Señor.
R/. Amén.

Señor Jesús, que bautizado tú también,


recibiste de los cielos abiertos al Espíritu
Santo, para que evangelizaras a los pobres en
el mismo Espíritu,
y restituyeras la vista a los ciegos,
derrama este Espíritu sobre los que
desean tus sacramentos, a fin de que,
preservados del contagio del error, de la duda y
de la incredulidad y guiados por la fe recta,
con ojos limpios y penetrantes puedan contemplarte.
Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos.
R/. Amén.

384. Al n. 174: Lectura para el tercer escrutinio:

Lectura I: Ez 37, 12-14: «Os infundiré mi espíritu y viviréis».


Esto dice el Señor: Yo mismo abriré vuestros sepulcros...

Salmo responsorial. Sal 129, 1-2. 3-4ab. 4c-6. 7-8.


R/. (7): Del Señor viene la misericordia, la redención copiosa.

Lectura II: Rm. 8, 8-11: «El Espíritu del que resucitó a Jesús de entre los muertos
habita en vosotros».
Hermanos: Los que están en la carne no pueden agradar a Dios...

Versículo antes del Evangelio. Jn 11, 25a. 26: Yo soy la resurrección y la vida, dice el
Señor; el que cree en mí no morirá para siempre.

Evangelio Jn 11, 1-45 (texto largo) o bien 3-7. 17. 20-27. 33b-45 (texto breve): «Yo soy
la resurrección y la vida». En aquel tiempo un cierto Lázaro... había caído
enfermo... (Texto breve): En aquel tiempo, las hermanas de Lázaro, le
mandaron recado a Jesús, diciendo...
33 Jesús sollozó...

385. Al n. 174: Texto para la Misa en que se celebra el tercer escrutinio:

ORACIÓN COLECTA

Concede, Señor, a estos elegidos, que,


instruidos en los santos misterios, sean
renovados en la fuente bautismal y
contados entre los miembros de tu Iglesia.
Por nuestro Señor Jesucristo.
ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS

Escúchanos, Dios todopoderoso,


y haz que tus elegidos, en los que sembraste la
semilla de la fe cristiana, queden purificados por la
eficacia de este sacrificio. Por Jesucristo nuestro
Señor.

Hanc igitur por los padrinos y Memento propio, como en el n. 377.

ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN

Que tu pueblo, Señor, persevere en estas


celebraciones y, fiel a ti, obtenga
verse libre de toda perturbación,
manifestar la alegría de sentirse
salvado y orar por los que van a recibir el
Bautismo. Por Jesucristo nuestro Señor.

386. Al n. 177: Otra fórmula de las súplicas para el tercer escrutinio:

– Para que estos elegidos reciban la fe con la que han de confesar que Cristo
es la resurrección y la vida, roguemos al Señor.
R/. Escúchanos, Señor.

– Para que, liberados de los pecados, obtengan como fruto la santificación y la


vida eterna, roguemos al Señor.
R/. Escúchanos, Señor.

– Para que, desatados con la penitencia de los vínculos del pecado, se hagan
conformes a Cristo por el Bautismo, y, muertos al pecado, vivan siempre
para Dios, roguemos al Señor.
R/. Escúchanos, Señor.
– Para que, con la esperanza del Espíritu vivificante, se dispongan
resueltamente a la renovación de la vida, roguemos al Señor.
– R/. Escúchanos, Señor.

– Para que, con el manjar eucarístico, que pronto gustarán, se asocien al


mismo autor de la vida y de la resurrección, roguemos al Señor.
R/. Escúchanos, Señor.

– Para que todos nosotros, caminando en la vida renovada, mostremos al


mundo el poder de la resurrección de Cristo, roguemos al Señor.
R/. Escúchanos, Señor.

– Para que todos los habitantes de la tierra, al encontrar a Cristo, reconozcan


en él las promesas de la vida eterna, roguemos al Señor.
R/. Escúchanos, Señor.

387. Al n. 178: Otra fórmula del exorcismo para el tercer escrutinio:

Oremos.
Oh Padre, fuente de toda vida,
que buscas tu gloria en el hombre que vive y

que descubres tu omnipotencia en la


resurrección de los muertos, dígnate
sacar del imperio de la muerte a estos
elegidos tuyos, que por el Bautismo anhelan
acercarse a la vida. Líbralos de la
esclavitud del diablo, que introdujo la muerte
por el pecado, y que se esfuerza en
corromper al mundo, que tú creaste bueno.
Somételos a la potestad de tu amado Hijo,
para que reciban de él la fuerza de la
resurrección y ante los hombres den
testimonio de tu gloria.
Por Jesucristo nuestro Señor.
R/. Amén.

Señor Jesucristo,
que mandaste a Lázaro salir vivo del
sepulcro, y que con tu resurrección
liberaste de la muerte a todos los
hombres, te rogamos humildemente
por tus siervos, que se apresuran al
agua de la regeneración y a la cena de la
vida:
No permitas que queden detenidos por
el imperio de la muerte, los que por su
fe han de tener parte en la victoria de tu
resurrección.
Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos.
R/. Amén.

PARA LA CELEBRACIÓN DEL BAUTISMO

388. A los nn. 253 y 345: Lecturas bíblicas para la iniciación cristiana fuera
de la vigilia pascual:

LECTURAS DEL ANTIGUO TESTAMENTO

1. Gn 15, 1-6. 18a.


2. Gn 17, 1-8. 6-7a
3. Gn 35, 1-4. 6-7a
4. Dt 30, 15-20
5. Jos 24, 1-2a. 15-17. 18-2Sa
6. 2R 5,9-15a
7. Is 44, 1-3
8. Jn 31, 31-34
9. Ez 36, 24-28

Pueden utilizarse también las lecturas del Antiguo Testamento de la Vigilia


Pascual.

LECTURAS DEL NUEVO TESTAMENTO

1. Hch 2, 14a. 36-40a. 41-42


2. Hch 8, 26-38
3. Rm 6, 3-11 ó bien: 3-4. 8-11
4. Rm 8, 28-32. 35. 37-39
5. 1 Co 12, 12-13 6. Ga 3, 26-28
7. Ef 1, 3-10. 13-14
8. Ef 4, 1-6
9. Col 3, 9b-17
10. TI 3, 4-7
11. Hb 10, 22-25
12. 1 Pe 2, 4-5. 9-10
13. Ap 19, 1. 5-9a

SALMOS RESPONSORIALES

1. Sal 8, 4-5. 6-7. 8-9. R/. (2a) ó Ef 5,14


2. Sal 22, 1-3a. 3b-4. 5. 6. R/. (v. 1) ó 1 Pe 2, 25
3. Sal 26, 1. 4. 8b-9abc. 13-14. R/. (1a) ó Ef 5, 14
4. Sal 31, 1-2. 5. 11. R/. (1a) ó (11a)
5. Sal 33, 2-3. 6- 7. 8-9. 14-15. 16-17. 18-19. R/. (6a).
6. Sal 41, 2-3; Sal 42, 3. 4. R/. (Sal 41, 3a)
7. Sal 50, 3-4. 8-9. 12-13. 14 y 17. R/. (12a) ó bien: Ez 36, 26
8. Sal 62, 2. 3-4. 5-6. 8-9a. R/. (2b)
9. Sal 65, 1-3a. 8-9. 16-17. R/. (1)
10. Sal 88, 3-4. 16-17. 21-22. 25 y 27. R/. (2a)
11. Sal 125, 1-2ab. 2cd-3. 4-5. 6. R/. (3)

ALELUYA Y VERSÍCULOS ANTES DEL EVANGELIO

1. Jn 3, 16
2. Jn 8, 12
3. Jn 14, 6
4. Ef 4, 5-6
5. Col 2, 12
6. Col 3, 1
7. 2 Tm 1,10b
8. l Pe 2, 9

EVANGELIOS

1. Mt 16, 24-27
2. Mt 28, 18-20
3. Mc 1, 9-11
4. Mc l0, 13-16
5. Mc 16, 15-16. 19-20
6. Lc 24, 44-53
7. Jn 1, 1-5. 9-14. 16-18
8. Jn 1, 29-34
9. Jn 3, 1-6
10. Jn 3, 16-21
11. Jn 12, 44-50
12. Jn 15, 1-11

389. A los nn. 215, 216, 258, 349: Otras fórmulas para la bendición del agua:

1
Celebrante:
Bendito seas, Dios Padre Todopoderoso, porque has creado el agua que
purifica y da la vida.

Todos:
Bendito seas por siempre, Señor (u otra aclamación apropiada).

Celebrante:
Bendito seas, Dios Hijo único del Padre, Jesucristo, porque de tu costado
abierto hiciste brotar agua con la sangre, para que de tu muerte y resurrección
naciera la Iglesia.

Todos:
Bendito seas por siempre, Señor.

Celebrante:
Bendito seas, Dios Espíritu Santo, porque ungiste a Cristo bautizado en las
aguas del Jordán, para que nosotros seamos bautizados en ti.

Todos:
Bendito seas por siempre, Señor.

Celebrante:
* Escúchanos, Señor, Padre único, y santifica esta agua, criatura tuya, para
que los bautizados en ella queden limpios de pecado y renazcan a la vida de
hijos de Dios.

Todos:
Escúchanos, Señor (u otra invocación apropiada).

Celebrante:
Santifica esta agua, criatura tuya, para que los bautizados por ella en la
muerte y resurrección de Cristo, respondan a la imagen de tu Hijo.
Todos:
Escúchanos, Señor.

El celebrante toca el agua con la mano derecha y prosigue:

Santifica esta agua, criatura tuya, para que el Espíritu Santo dé la vida
nueva a tus elegidos y sean miembros de tu pueblo santo.

Todos:
Escúchanos, Señor.

* Siempre que haya a mano agua bautismal ya bendecida, se omiten las


invocaciones Escúchanos, Señor y las que siguen. En su lugar el celebrante dice:

Por el sacramento de esta agua


bendecida, da la vida espiritual a tus
siervos (N. y N.) y a tus siervas (N. y
N.), llamados al bautismo, para que
tengan vida eterna. Por Jesucristo
nuestro Señor.

Todos:
Amén.

2
Celebrante:
Te bendecimos, Padre misericordioso, porque de
la fuente del bautismo hiciste brotar en nosotros la
nueva vida de hijos de Dios.

Todos:
Bendito seas por siempre, Señor (u otra aclamación apropiada).
Celebrante:
Te bendecimos, Padre misericordioso, porque reúnes
en un solo pueblo, por el agua y el Espíritu Santo,
a todos los bautizados en tu Hijo Jesucristo.

Todos:
Bendito seas por siempre, Señor.

Celebrante:
Te bendecimos, Padre misericordioso,
porque nos haces libres para gozar de tu
vida con el Espíritu Santo que infundes en
nuestros corazones.

Todos:
Bendito seas por siempre, Señor.

Celebrante:
Te bendecimos, Padre misericordioso, porque
envías a los bautizados para que anuncien con
gozo a todos los pueblos el Evangelio de Cristo.

Todos:
Bendito seas por siempre, Señor.

celebrante:

* Bendice , ahora, Señor, esta agua, en la


que van a ser bautizados
tus siervos (N. y N.) y tus siervas (N. y N.),
a quienes has llamado al baño de la
regeneración, para que tengan la vida eterna.
Por Jesucristo nuestro Señor.

Todos:
Amén
* Siempre que haya a mano agua bautismal ya bendecida, se
omite la invocación Bendice, ahora, Señor. En su lugar el
celebrante dice:

Por el sacramento de esta agua


bendecida, da la vida espiritual a tus
siervos (N. y N.) y a tus siervas (N. y
N.), llamados al bautismo, para que
tengan vida eterna. Por Jesucristo
nuestro Señor.

Todos:
Amén.

ACLAMACIONES, HIMNOS Y TROPARIOS

390. Aclamaciones tomadas de la Sagrada Escritura

1. ¿Quién como tú, ¿Señor, entre los dioses?


¿Quién como tú, terrible entre los santos, temible
por tus proezas, autor de maravillas? (Ex 15, 11).

2. Dios es luz sin tiniebla alguna (1 Jn 1, 5).

3. Dios es amor, y quien permanece en el amor


permanece en Dios (1 Jn 4, 16).

4. Un Dios, Padre de todo, que lo trasciende todo, y


lo penetra todo, y lo invade todo (Ef. 4, 6).

5. Contempladlo, y quedaréis radiantes (Sal 33, 6).

6. Bendito sea Dios, que os eligió en la persona de


Cristo (cf. Ef 1, 3-4).

7. Sois obra de Dios, os ha creado en Cristo Jesús


(Ef 2, 10).
8. Queridos, ahora sois hijos de Dios y aún no se ha
manifestado lo que seréis (1 Jn 3, 2).

9. Qué amor os ha tenido el Padre para llamaros


hijos de Dios, pues ¡lo sois! (l Jn 3, 1).

10. Dichosos los que lavan su ropa en la sangre del


Cordero (Ap 22, 14).

11. Todos sois uno en Cristo Jesús (Ga 3, 28).

12. Sed imitadores de Dios y vivid en el amor como


Cristo nos amó (Ef 5, 1-2).

Himnos según el estilo del Nuevo Testamento

13. Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor


Jesucristo, que, en su gran misericordia,
por la resurrección de Jesucristo de entre
los muertos, nos ha hecho nacer de nuevo
para una esperanza viva, para una
herencia incorruptible, que os está
reservada en el cielo, para la salvación
que aguarda a manifestarse en el
momento final (1P 1, 3-5).

14. Grande es el misterio que veneramos,


previsto antes de la creación del mundo y
manifestado al final de los tiempos:
Cristo Jesús, que padeció y murió porque
era hombre, pero fue devuelto a la vida por
el Espíritu, fue predicado a los paganos,
creído en el mundo, subió al cielo y dio
dones a los hombres,
fue llevado a la gloria por
encima de todos los cielos para
llenar el universo (cf. 1 Tm 3,
16).

Troparios tomados de la antigüedad y de las liturgias


15. Creemos en ti, Cristo; ilumina nuestros
corazones, para que seamos hijos de la luz.

16. Nos acercamos a ti, Señor; concédenos


vivir en ti y seremos tus hijos adoptivos.

17. De tu costado, Cristo, brotó una fuente de


agua, que lava la suciedad del mundo y
renueva la vida.

18. Sobre las aguas clama la voz del Padre,


brilla la gloria del Hijo y da vida el amor
del Espíritu Santo.

19. Iglesia santa, abre tus brazos y recibe a los


nacidos por el Espíritu de Dios.

20. Alegraos, vosotros, elegidos de Dios,


sepultados con Cristo en su muerte,
resucitados en Cristo por la fe.

21. Esta es la fuente de vida, que ha lavado al


mundo entero; brotó de la herida de
Cristo. Esperad el Reino de los cielos, los
que habéis renacido de esta fuente.

391. Al n. 233: Conmemoración de los neófitos en las Plegarias eucarísticas:


a) En la plegaria Eucarística II

Después de las palabras llévala a su perfección por la caridad se


añade:

Acuérdate también, Señor, de los neófitos


que hoy han sido agregados a tu familia por
medio del bautismo (y de la confirmación),
para que sigan a Cristo, tu Hijo, con
todo su corazón y con toda su alma.
Acuérdate también...

b) En la plegaria Eucarística III

Después de las palabras que has congregado en tu presencia se añade:

Conserva firme en su compromiso


cristiano a los que hoy han sido agregados
a tu pueblo por medio del baño de la
regeneración (y el don del Espíritu Santo),
y concédeles caminar siempre en novedad
de vida.
Reúne en torno a ti...

c) En la plegaria Eucarística IV

Después de las palabras de cuantos aquí reunidos hacen esta oblación se añade:

de los nuevos hijos que hoy has hecho renacer


del agua y del Espíritu,
de todo tu pueblo
santo...
392. Al n. 339: Otra fórmula de la oración del exorcismo, expresada en forma
dialogada: El celebrante exhorta a los niños a que oren con él a Dios y dice:

Padre clementísimo, mira a N. y N. que


pronto van a ser bautizados.

Niños:
Hemos oído las palabras de Jesús y las queremos seguir.

Celebrante:
Se esfuerzan en verdad por vivir como tus hijos, pero
saben que esto es laborioso.

Niños:
Sí, Padre, queremos hacer siempre lo que te agrada,
pero sentimos en nosotros una inclinación contraria.

Celebrante:
Padre clementísimo,
libera a estos niños de la cobardía y del espíritu
del mal,
y concédeles que caminen siempre en la estela de tu
luz.

Niños:
Queremos caminar con Jesús,
que entregó su vida por
nosotros: Padre, ayúdanos.

Celebrante:
Si alguna vez caen en el camino,
haciendo lo que te desagrada, dales
providente el refuerzo de tu gracia,
para que puedan levantarse de nuevo:
entonces otra vez caminarán hacia ti,
con Jesucristo nuestro Señor.

Niños:
Danos, Padre, tu gracia.
APÉNDICE

RITUAL DE LA ADMISIÓN A LA PLENA COMUNIÓN CON LA IGLESIA


CATÓLICA DE LOS YA BAUTIZADOS VÁLIDAMENTE

OBSERVACIONES PREVIAS

1. El rito con el que los nacidos y bautizados en el seno de una Comunidad


eclesial separada son recibidos1 en la plena comunión de la Iglesia católica, según el

1 Cfr. Conc. Vat. II, Const. de sacra Liturgia, Sacrosanctum Concilium, n. 69b;
Decreto de oecumenismo Unitatis redintegratio, n. 3; Secr. ad unitatem Christianorum
fovendam, Directorium, n. 19 A.A.S. 59 (1967), p. 581.
rito latino, está elaborado de modo que para restablecer la comunión y la unidad no
se impongan más requisitos de los necesarios2 (cfr. Ech 15,28).

2. A los cristianos orientales que vienen a la plena comunión católica no se les


exige más que lo requerido por la simple profesión de la fe católica, aun cuando, con
autorización de la Sede Apostólica, se les permita el tránsito al rito latino3.

3. a) El rito de la celebración debe aparecer como celebración de la Iglesia,


culminando con la comunión eucarística. Por tanto, generalmente, hágase la admisión
durante la Misa.

b) Evítese con diligencia todo lo que revista de algún modo un esplendor


estudiado. Defínase cuidadosamente, según las circunstancias, el modo con que esta
Misa ha de celebrarse. Atiéndase tanto al recto ecumenismo como a las relaciones
entre el candidato y la comunidad parroquial. La mayor parte de las veces convendrá
que la Misa se celebre sólo con algunos amigos y allegados. Pero si por causa grave no
se puede celebrar la Misa, téngase la admisión durante la liturgia de la palabra,
siempre que por lo menos esto sea posible. En cuanto a la forma concreta, óigase
también al que pide la admisión.

4. Si la admisión se celebra fuera de la Misa, quede patente su conexión con la


comunión eucarística, teniendo lo antes posible una celebración eucarística, en la que
participe por primera vez entre los hermanos católicos el recién admitido.

5. Para la admisión de los ya bautizados a la plena comunión de la Iglesia católica


se requiere la preparación tanto doctrinal como espiritual del candidato, según las
necesidades pastorales de cada caso. Aprenda el candidato progresivamente a
adherirse de corazón a la Iglesia, pues en esto encontrará la plenitud de su bautismo.
Durante el tiempo de esta preparación puede tener ya alguna «communicatio in
sacris», según las normas establecidas en el Directorio de Ecumenismo. Evítese
completamente el equiparar a los candidatos con los catecúmenos.

6. Al que ha nacido y ha sido bautizado fuera de la comunión de la Iglesia católica


visible, ya no se le exige la adjuración de la herejía, sino solamente la profesión de fe4.

7. El sacramento del Bautismo no se puede iterar y, por tanto, no se permite


conferir de nuevo el Bautismo «sub conditione», a no ser que exista prudente duda

2 Cfr. Conc. Vat. II, Decreto de Oecumenismo, Unitatis redintegratio, n. 18.


3 Cfr. Conc. Vat. II, Decreto de Eclesiis Orientalibus catholicis, Orientalium
Ecclesiarum, nn. 25 et 4.
4 Cfr. Secr. ad unitatem Christianorum fovendam, Directorium, nn. 19 et 20: A.A.S.
59 (1967), p. 581.
«del hecho» o de la validez del Bautismo ya conferido. Si después de seria
investigación a causa de la prudente duda «del hecho» o de la validez del Bautismo ya
conferido, pareciere necesario repetir el Bautismo «sub conditione», el ministro
explicará oportunamente las razones por las que el Bautismo se confiere en semejante
caso «sub conditione» y lo administrará en forma privada5.
Vea el Ordinario del lugar, en cada caso, qué ritos se han de conservar al conferir
el Bautismo «sub conditione», y cuáles se han de omitir.

8. Es propio del Obispo admitir al candidato. Sin embargo, el presbítero al cual


encomienda la celebración del rito, tiene la facultad de confirmar al candidato en el
mismo rito de la admisión6, a no ser que el candidato haya recibido ya la
Confirmación válidamente.

9. Si la profesión de fe y la admisión se hacen durante la Misa, el candidato, según


su situación personal, confiese sus pecados, después de hacer saber al confesor su
inminente admisión. Esta confesión la puede recibir cualquier confesor debidamente
aprobado.

10. El candidato vaya acompañado, si el caso lo requiere, de un padrino


(«sponsor») o madrina que tendrá más intervención que otros en la presentación y
preparación del candidato; puede tener dos padrinos («sponsores»).

11. En la celebración eucarística en que se hace la admisión (o si ésta se hiciera


fuera de la Misa, en la Misa que siga a la admisión) es lícito al admitido recibir la
comunión bajo ambas especies, e igualmente, a sus padrinos, a sus padres y cónyuge
(si son católicos), y a los catequistas seglares que le hayan instruido; dígase lo mismo
de todos los presentes católicos, si su número u otras circunstancias lo aconsejan.

12. El rito de admisión puede acomodarse, según las diversas circunstancias, por
las Conferencias Episcopales, de acuerdo con la Constitución de la Sagrada Liturgia
(n. 63). También el Ordinario del lugar, atendiendo a las peculiaridades de las
personas y lugares, puede adaptar el mismo rito a las circunstancias, ampliándolo o
abreviándolo según sea oportuno7.

13. Los nombres de los admitidos se anotarán en un libro especial, añadiendo el


día y el lugar del Bautismo.

5 Cfr. ibid., nn. 14-15: A.A.S. 59 (1967), p. 580.


6 Cfr. Ordo Confirmationis, Praenotanda, n. 7.
7 Cfr. Secr. ad unitatem Christianorum fovendam, Directorium, n. 19 A.A.S. 59
(1967), p. 581.
CAPÍTULO I

RITO DE ADMISIÓN DURANTE LA MISA

14. a) Si la admisión se hace en una solemnidad o en domingo, se dirá la Misa del


día; pero si se trata de otros días, se puede utilizar la Misa para la unión de los
cristianos.
b) La admisión tendrá lugar después de la homilía, en la que se hará mención con
acción de gracias del Bautismo como fundamento de la admisión, de la Confirmación
recibida o por recibir, y de la Santísima Eucaristía, de la que va a participar por
primera vez el admitido con los católicos.
c) Al fin de la homilía el celebrante invita al candidato a que se acerque con su
padrino (sponsor) para profesar la fe con la comunidad. Esta invitación la hace el
celebrante en una breve monición, concebida en estos o parecidos términos:

N., después de madura deliberación movido por el Espíritu Santo has


pedido por propia voluntad el ser admitido en la plena comunión de la Iglesia
católica. Por tanto, te invito a que te adelantes con tu padrino y hagas la
profesión de fe católica ante esta comunidad. En esta fe hoy tomarás parte con
nosotros por primera vez en la mesa eucarística del Señor Jesús, en la cual se
representa la unidad de la Iglesia.

15. Entonces el que va a ser admitido junto con los fieles presentes recita el
símbolo Niceno-Constantinopolitano (cf. p. 91), que en esta Misa siempre se dice.
Después el que espera la admisión, invitado por el celebrante, añade él solo estas
palabras:

Creo y profeso todo lo que como revelado por Dios cree, enseña y anuncia la
santa Iglesia católica.

16. Entonces el celebrante impone la mano derecha sobre la cabeza del candidato,
a no ser que la Confirmación siga inmediatamente, diciendo:

El Señor te recibe, N., en la Iglesia


católica, pues él te ha traído aquí
por su misericordia, para que en el
Espíritu Santo tengas con nosotros
plena comunión en la fe, que has
profesado ante esta familia suya.

17. Si el candidato todavía no ha sido confirmado, el celebrante, impone


inmediatamente las manos sobre la cabeza del admitido y comienza el rito de la
Confirmación con la oración Dios todopoderoso (cfr. nn. 269-270).
18. Después de la Confirmación el celebrante saluda al recién admitido,
estrechando sus manos en señal de amistosa recepción. En vez de este gesto se puede
hacer otro más acomodado a las costumbres y circunstancias de la región, con
permiso del Ordinario.
Pero si el admitido no es confirmado en esta ceremonia, el saludo sigue
inmediatamente a la fórmula de admisión (n. 16).

19. Acabada la admisión (y la Confirmación), sigue la oración universal. En su


introducción, hágase mención del Bautismo, de la Confirmación y de la Eucaristía,
expresando la acción de gracias. Al comienzo de las intenciones se hace mención del
recién admitido (cf. n. 30, p. 234).

20. Después de la oración universal el padrino («sponsor»), y si son pocos los


asistentes al rito de admisión, todos los presentes saludan con afecto al recién
admitido, según la oportunidad; en este caso se puede omitir en la Misa el rito de la
paz. A continuation el admitido vuelve a su sitio.

21. Seguidamente continúa la Misa. Conviene que en ella el recién admitido y los
otros, de que se habla en el n. 11, reciban la Santísima Eucaristía bajo ambas especies.

CAPITULO II

RITO DE ADMISION FUERA DE LA MISA

22. Si la admisión, por causa grave, se celebra fuera de la Misa, téngase una
liturgia de la palabra.

23. El celebrante, revestido con alba (o al menos, sobrepelliz) y estola de


color festivo, saluda a los presentes.

24. La celebración comienza por (un canto apropiado y) una lectura de la


sagrada Escritura, explanada en una homilía (cfr. n. 14b).
25. Sigue la admisión, realizada según el modo descrito (nn. 14c-19).

26. La oración universal concluye con la Oración Dominical, cantada o


rezada por todos los asistentes, a la cual sigue la bendición sacerdotal.

27. Entonces el padrino («sponsor») y todos los presentes (si son pocos los
que asisten al rito) saludan amistosamente, según la oportunidad, al recién
admitido. Hecho esto, todos se retiran en paz.

28. Pero si por circunstancias extraordinarias ni siquiera pudiera


celebrarse la liturgia de la palabra, la admisión se hará según lo dicho,
empezando por la monición del celebrante, que, tomando pie de alguna palabra
de la sagrada Escritura, exaltará la misericordia de Dios, que ha traído al que
pide la admisión. Hágase mención de la comunión eucarística que éste ha de
recibir próximamente.

CAPITULO III

TEXTOS PARA LOS RITOS DE ADMISIÓN

I. LECTURAS BÍBLICAS

29. Las lecturas bíblicas, ya para la Misa, ya para la liturgia de la palabra, se


pueden tomar total o parcialmente de la Misa del día o de la Misa para la unidad de
los cristianos (cfr. Ordo lectionum Missae, nn. 850-854) o de la Misa de la iniciación
cristiana (cfr. ibidem, nn. 752- 756). Pero cuando el rito se celebra sin Misa, se
pueden utilizar los textos que siguen:
LECTURA DEL NUEVO TESTAMENTO

1. Rm 8, 28-39
2. 1 Co 12, 31-13, 13
3. Ef 1, 3-14
4. Ef 4, 1-7.11-13
5. Flp 4, 4-8
6. 1 Ts 5, 16-24

SALMOS RESPONSORIALES

1. Sal 26, 1-4. 8b-9abc. 13-14. R/. (la)


2. Sal 41, 2-3; 42, 3.4. R/. (41, 3a)
3. Sal 60, 2-3a. 3abc-4. 5-6. 9. R/. (4a)
4. Sal 62, 2.3-4.5-6. 8-9. R/. (2b)
5. Sal 64, 2.3a. 3b-4. 5.6. R/. (2a)
6. Sal 120,1-2. 3-4. 5-6. 7-8. R/. (2a)

EVANGELIOS

1. Mt 5, 2-12a
2. Mt 5, 13-16
3. Mt 11, 25-30
4. Jn 3, 16-21
5. Jn 14, 15-23. 26-27
6. Jn 15, 1-6

III. MODELO DE ORACIÓN UNIVERSAL


30. Queridos hermanos: Dando gracias a Dios hemos recibido en la plena
comunión de la Iglesia católica (y le hemos confirmado con los dones del Espíritu
Santo), a este hermano nuestro, que ya estaba inserto en Cristo por el Bautismo (y la
Confirmación), para que en seguida participe con nosotros de la mesa del Señor.
Llenos de gozo por este miembro recién admitido en la Iglesia católica, imploremos
juntamente con él la gracia y la misericordia del Salvador.

– Por nuestro hermano, al que hoy hemos recibido entre nosotros, para
que, con la ayuda del Espíritu Santo, persevere fielmente en su propósito,
roguemos al Señor. R/. Escúchanos, Señor.

– Por todos los que creen en Cristo y por sus comunidades, para que
lleguen a la perfecta unidad, roguemos al Señor.
R/. Escúchanos, Señor.

– Por la Iglesia (Comunidad), en la que fue Bautizado antes y educado el


que acabamos de admitir, para que conozca siempre a Cristo
profundamente y le anuncie eficazmente, roguemos al Señor.
R/. Escúchanos, Señor.

– Por todos los que ya están inflamados en el deseo de la gracia celeste, para
que sean conducidos a la plena verdad en Cristo, roguemos al Señor.
R/. Escúchanos, Señor.

– Por los que todavía no creen en Cristo, el Señor, para que, iluminados por el
Espíritu Santo, puedan emprender también ellos el camino de la salvación,
roguemos al Señor.
R/. Escúchanos, Señor.

– Por todos los hombres, para que, liberados del hambre y de la guerra, vivan
continuamente en paz y tranquilidad, roguemos al Señor.
R/. Escúchanos, Señor.

– Por nosotros mismos, para que, en la fe, que hemos recibido gratuitamente,
perseveremos hasta el fin, roguemos al Señor.
R/. Escúchanos, Señor.

ORACIÓN
Oh Dios todopoderoso y eterno,
escucha las preces que te
dirigimos, para que te sirvamos
continuamente con una entrega
que te sea agradable.
Por Jesucristo nuestro Señor.
R/. Amén.

31. Si la admisión se celebra fuera de la Misa, el paso de la oración común a la


Oración dominical (cfr. n. 26) puede hacerse con estas o parecidas palabras:

Celebrante:
Unamos nuestras preces,
queridos hermanos, y
recemos como nuestro
Señor Jesucristo nos
enseñó a orar.

Todos:
Padre nuestro...

Si el admitido tenía costumbre en su Comunidad de añadir a la Oración dominical


la cláusula o doxología final Porque tuyo es el reino, etc., añádase en este lugar.

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