La Indisciplina
La Indisciplina
La Indisciplina
Disciplina es un término muy cercano a todo maestro y a toda persona, más aún a los alumnos,
aunque no siempre aplicado bajo un concepto unívoco. Algunos asocian la disciplina a un
conjunto de reglas orientadas al control, la obediencia, la autoridad, el comportamiento, el
orden.
PLANTEANDO EL TEMA
Pero no es tan fácil cumplirlas: la naturaleza humana, y más la de los niños y jóvenes, tiende a
pasar por encima de ellas: no las desea; tiende a desobedecerlas, aunque sean lógicas y
razonables. Es que, con frecuencia, los estudiantes desconocen su importancia para una
adecuada convivencia y no en pocos casos porque tienen otros intereses.
Existen maestros que no explican ni dan instrucciones a sus estudiantes por la ausencia de
orden en el aula; menos aún pueden dar una explicación orgánica de un tema fundamental. Se
dan situaciones en las que los maestros no tienen lo que se suele denominar “dominio de
clase”; los alumnos hacen lo que quieren. En este caso, es imposible que en dicho ambiente
pueda haber éxito alguno. Más bien se aprende a faltar el respeto al maestro y a los
compañeros.
Si por muy variadas razones, el maestro no logra una disciplina satisfactoria en el aula
mediante el deseable auto convencimiento del alumno, el verdadero educador procura el
establecimiento de un sencillo código de comportamiento a ser cumplido y que sea exigible a
los alumnos. Sin él no podrá lograr los objetivos de aprendizaje trazados.
Pero en cualquiera de los casos, sea buscando una autodisciplina o un cumplimiento por la
exigencia externa, el auténtico maestro quisiera saber cómo llegar a ella sin herir ni destruir y
logrando resultados perdurables; desea saber el camino apropiado. En ese propósito, actitudes
del profesor de respeto por el estudiante, de confianza ligada a la exigencia, son factores que
ayudarán significativamente a lograr la autodisciplina.
En lo que se refiere a los afectos, hay que provocar y motivar a fin de que esas buenas
razones argumentadas para convencer, sean amadas y se deseen cumplir. Provocar el deseo
es fundamental para que la persona ejecute algo. Nadie ejecuta lo que no desea, así como
nadie desea lo que no ve convincente y razonable.
Pero existe un tercer elemento. No basta con haber convencido y que se desee cumplir con
las normas de convivencia. Se necesita el adecuado comportamiento. Sin él, todo queda en
teoría. Aquí entra la voluntad.
De los tres aspectos mencionados los dos primeros son los más fáciles de enfrentar. Un niño o
joven suele estar bien dispuesto y acepta razones. Si es adecuadamente motivado desea lo
que se le propone. Donde se quiebra con frecuencia todo es en la coherencia al obrar: piensa y
desea bien, pero no se actúa. Tal vez aquí esté una de las fallas centrales de nosotros los
peruanos. Es que, escuelas y hogares forman poco la voluntad.
En síntesis, para crear actitudes favorables a la disciplina y las normas necesitamos iluminar la
inteligencia, llenar el corazón de buenos deseos y hacer operante la voluntad. Todo maestro
necesita cultivar y desarrollar estos tres aspectos en sus alumnos y a los estudiantes les cuesta
mucho el esfuerzo.
ASPECTOS PRÁCTICOS
La palabra disciplina suena a algo antiguo y duro que implicaba no solo autoridad severa,
vertical y a veces arbitraria, sino también castigos fuertes usualmente desproporcionados. Sin
embargo, la disciplina en manera alguna puede ser rechazada; pero hoy, y no sin razón, se
prefiere hablar de cumplimiento de normas de convivencia. Su observancia sería la disciplina
de que hablamos.
En tiempos anteriores, y a veces en los actuales, el maestro imponía rígidamente las normas
de conducta y señalaba cuál era el sentido de la disciplina. Aparte de reglas muy exigentes, en
su elaboración no participaban los estudiantes. Los alumnos las sentían como una imposición.
Veamos orientaciones prácticas para obtener logros significativos:
Si las normas son pocas se podrán leer y recordar con cierta frecuencia. Tampoco agobiarán a
los estudiantes, ni provocarán una “cacería de brujas”. Por otra parte los alumnos aprenderán a
tener una mirada global de las cosas.
Invitamos a los docentes a que nos envíen, de manera muy resumida (10 a 15 líneas), algunas
experiencias significativas que hayan tenido en esta línea de la disciplina y que puedan ser
útiles a otros maestros.
Para la reflexión: ¿Qué procedimientos podrían incluirse en los reglamentos internos en
relación a una situación como la descrita a continuación?
El cambio social conlleva nuevas formas de comportamiento que deben analizarse en el marco
de las normas de disciplina. Un caso reciente tiene que ver con el uso de los celulares por parte
de los estudiantes en los centros educativos. En la comunidad española de Valencia, se ha
decidido la no utilización de los celulares dentro del centro educativo, lo que no significa
prohibirlos, sino tener en cuenta que el teléfono es un elemento más y el alumno debe utilizarlo
adecuadamente. El profesor podría determinar la retirada del celular y su confiscación temporal
si alguien lo utilizara incorrectamente.
Profesor de la UAM
La formación moral debe abarcar no sólo los juicios sobre cuestiones concretas o conflictos
específicos, sino también una comprensión sistematizada del orden moral, de la naturaleza y
fundamento de los actos morales, de la relación de la conciencia subjetiva con la ley y las
normas sociales, y los principios generales que ayuden a resolver los conflictos de conciencia.
Pablo Latapí
Introducción
La disciplina escolar está bastante lejos de ser un mero dispositivo instrumental que los
profesores utilizan para crear un mejor ambiente de trabajo. Más que eso, la disciplina es el
medio por el que se transmite un conjunto de conocimientos a los alumnos. Estos
conocimientos tienen que ver con su desarrollo social. El concepto de desarrollo social se usa
aquí para referirse al desarrollo de la autonomía, a la adquisición de la normatividad y los
principios que rigen la vida social, al desarrollo de sistemas valorativos y al desarrollo de
habilidades para la interacción y la comprensión de la vida social, es decir, la disciplina escolar
está ligada a la formación moral y política de los alumnos.
Entre los muchos aspectos que es importante resaltar, al discutir la importancia del problema
de la disciplina en las escuelas, destaca el de la ausencia de un conocimiento técnico de
carácter psicopedagógico que oriente la acción de los profesores, es decir, el manejo de la
disciplina se piensa como una cuestión personal, una cuestión de estilos, a veces, como una
cuestión que tiene que ver más con la ideología y los compromisos morales del profesor que
con su conocimiento del desarrollo socio-cognitivo y moral de los alumnos. Creo que es
importante reflexionar sobre si esto debe seguir siendo así.
Para comprender por qué sería importante que los profesores tuviesen un referente teórico-
metodológico sobre la trascendencia de las acciones escolares vinculadas al manejo de la
disciplina, me voy a referir en este artículo, a algunas conclusiones derivadas de las
investigaciones sobre el desarrollo moral (en el sentido de las investigaciones de Piaget y
Kohlberg) y sobre la formación moral de los alumnos, especialmente al desarrollo de la
autonomía personal. La idea general es que ciertas formas de ejercer la disciplina favorecen el
desarrollo de la autonomía y el desarrollo moral, mientras que otras parecen obstaculizarlos.
Finalmente, conviene tener presente que la disciplina es un problema que vincula a la escuela
con la cultura, la ideología y la vida política. La alta valoración de una disciplina rígida en cierto
contexto histórico y social es un ejemplo de ello.
Lo importante es, nuevamente, en qué medida el estilo disciplinario, cualquiera que éste sea,
favorece el desarrollo de la autonomía en los alumnos.
El control de la conducta, como hemos visto, puede ser externo, basado en la coerción, el
castigo, la amenaza o el premio. También puede ser interno -el control de la persona sobre sí
misma-, en este sentido se habla de autonomía. Como estrategia de organización de la clase,
la disciplina puede ser rígida y unilateral, pero también puede ser razonada y consensuada o
bien laxa, poco clara o cambiante.
Los efectos tanto para la calidad de la interacción como para el logro de los objetivos
educativos de la escuela son, claramente diferentes. Por ejemplo, las clásicas investigaciones
de Lippit y White, discípulos de Kurt Lewin mostraron, desde principios del siglo pasado, que un
clima de trabajo caracterizado por un estilo autoritario de liderazgo producía pobres resultados
de aprendizaje, insatisfacción entre los miembros del grupo y atentaba contra la cohesión
grupal. En cambio, un estilo "democrático" basado en la comunicación y la participación de
todos los miembros del grupo, generalmente producía mejores resultados, mejoraba los lazos
afectivo-sociales entre los miembros del grupo y les producía mayor satisfacción personal.
Finalmente, un estilo indulgente produce en la mayoría de los casos, pobres resultados y
desestructuración social y personal. Es claro que estos resultados están mediados por un
conjunto de variables personales y sociales: la edad de los integrantes, sus vínculos sociales
previos y el tipo de tarea entre otros. Sin embargo, hay suficiente evidencia para sostener que,
en general, la conducción democrática de un grupo es más positiva y favorable, en varios
sentidos, que otros estilos de conducción grupal.
Las prácticas cotidianas de funcionamiento escolar son el medio para el desarrollo de esas
capacidades. Nos referimos a la organización escolar, a las formas típicas de resolución de
conflictos interpersonales, al control disciplinario, a las posibilidades de discutir racionalmente
dilemas morales, a las oportunidades de elegir entre opciones morales alternativas.
Respecto al desarrollo moral sucede que algunas prácticas sociales cotidianas en el contexto
escolar son más eficaces para el logro del desarrollo autónomo, mientras que otras prácticas
parecen obstaculizarlo, es decir; algunas prácticas educativas ayudan al alumno a desarrollar
su autonomía personal, mientras que otras parecen promover su dependencia de fuerzas
externas para controlar su propio comportamiento. Se puede afirmar que cuando el control
sobre la conducta es excesivo; cuando el ejercicio de la autoridad es autoritario y el alumno
tiene simplemente que obedecer sin acceder a una justificación racional de las reglas, no se
promueve el desarrollo de la autonomía personal; el alumno aprende que quien controla su
conducta es otra persona y que la relación correcta con la autoridad es la obediencia.
Cabe destacar, como lo ha hecho Medrano (1996) que la disciplina no es un objetivo educativo
en sí misma, es un medio para alcanzar otros objetivos. En ese sentido, la valoración de una
disciplina rígida, por ejemplo, basada en una relación obediencia-mando y en un ejercicio
vertical de la autoridad sólo puede evaluarse en función de su contribución al logro de dos tipos
de objetivos: los que tienen que ver con el desarrollo moral de los alumnos y los que tienen que
ver con el logro de objetivos educativos y de aprendizaje. Si este tipo de estilo disciplinario es
evaluado en función de aportaciones como las de Lippit y White, anteriormente señaladas o en
función de las aportaciones de la teoría cognitivo-evolutiva del desarrollo moral que se expone
brevemente a continuación, su aportación es escasa.
Piaget propuso que el desarrollo moral puede describirse como el paso de un estado
heterónomo, es decir, de dependencia de fuerzas y criterios externos, donde lo bueno está
relacionado con la obediencia a la autoridad y con la ausencia de criterios internos, a uno
autónomo, en el que es el propio sujeto quien controla su comportamiento moral a partir de
principios éticos, lo que lo capacita para orientar su comportamiento con criterios que
trascienden la legalidad.
En este sentido, la normatividad y las figuras de autoridad como controles de la conducta son
fuentes de conocimiento sobre el nivel de desarrollo moral en los niños.
Por su parte, L. Kohlberg propuso una serie de indicadores del nivel del desarrollo moral
agrupados en tres grandes niveles: preconvencional, convencional y posconvencional. El
criterio moral del niño en el nivel preconvencional es el temor al castigo. A igual que Piaget,
Kohlberg considera que lo bueno en este nivel está determinado por la obediencia al adulto,
que trata de evitar el castigo y su rechazo.
En función del egocentrismo infantil, las acciones morales son evaluadas considerando las
consecuencias inmediatas y personales en los términos ya señalados, no hay conciencia de
reciprocidad.
En el nivel convencional existe una apertura al otro y cobra mucho mayor importancia la
aceptación por parte del grupo, se considera muy importante cumplir con el deber, ser
aceptado, mantener el orden. Aquí sí se da un principio de reciprocidad.
Las aportaciones teóricas de Piaget y Kolberg han sido objeto de críticas de diferente tipo; una
de las más importantes tiene que ver con la distancia entre el juicio moral y la acción moral.
Estas teorías estudian el juicio mas que la acción o los sentimientos; en ese sentido introducen
un sesgo cognoscitivista que le impone límites cuando explican el comportamiento moral en
contextos socio-históricos específicos y en función de situaciones reales y no hipotéticas. Por
otra parte, E. Turiel mostró la diferencia entre moralidad y convención en el desarrollo de las
nociones sociales de los niños. Este autor mostró mediante estudios observacionales y
psicogenéticos que los niños pequeños, incluso en edades preescolares son capaces de
distinguir entre reglas convencionales y cuestiones morales. Este hallazgo es de la mayor
trascendencia pues pone en duda la tesis de que el juicio moral basado en principios morales
se hace posible sólo cuando el niño ha superado las etapas previas del desarrollo, esto es;
hacia el final de la etapa de las operaciones concretas.
Esta breve exposición puede permitirnos observar que el desarrollo moral y, por consecuencia,
el logro de la autonomía personal es una tarea de la mayor complejidad.
No se sugiere que el maestro deba aplicar esta teorías, sobre todo porque, como hemos
señalado, no está exenta de problemas. Lo que se sugiere es que el conocimiento de estas
aportaciones o de otras disponibles sean un referente para la toma de decisiones y para
orientar su acción personal y docente, pues el ejercicio de la docencia descansa en el supuesto
del buen juicio del profesor.
Desde mi punto de vista, las posibilidades reales que tiene la Escuela de contribuir a la
formación moral, van aparejadas a la transformación de ciertas prácticas cotidianas de
interacción social; es decir, el desarrollo moral no es una meta que pueda alcanzarse
impartiendo cursos o asignaturas, o introduciendo "temas" morales sin ninguna organización. El
desarrollo del conocimiento social supone la práctica cotidiana de tipos de interacción en los
que exista congruencia entre el conocimiento declarativo y el conocimiento procedimental,
entre lo que dice el profesor y lo que hace cuando impone una normatividad, resuelve conflictos
o toma decisiones morales; congruencia en el proceder de las diversas instituciones y actores
sociales que rodean al niño.
Reflexiones finales
1. La disciplina tiene diversas connotaciones, aunque en determinados contextos pudiera
dominar una noción de disciplina cercana a la idea de orden y de respeto a las normas y a la
autoridad, hemos visto que lo esencial es su contribución al logro de objetivos educativos.