Campos - Intelectuales Ante El Positivismo y Religion
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digitize, preserve and extend access to Los intelectuales y el poder en México
[121]
si bien la versión más oscura del Porfiriato ha sido puesta a un lado, no su-
cede lo mismo con el estudio de los científicos, uno de los grupos alrededor
del dictador. Todavía hoy se les suele caracterizar, sin más, como corrup-
tos, intrigantes, monopolizadores, racistas y aun como la causa misma que
llevó a la revolución de 1910. Cosío Villegas, a pesar de todos sus esfuerzos
por enriquecer el tema, llega a la insatisfactoria conclusión de que los cientí-
ficos son un misterio. 2
Luego, lo que para la Historia moderna de México es una incógnita,
para la historiografía del Porfiriato cae dentro de la "leyenda negra". To-
davía más, puede decirse que el tema de este trabajo es de los que cuentan
con su propia "leyenda negra", resultado tanto de la incógnita que se ha
señalado, como del carácter mismo del grupo de que se trata. Los científi-
cos, independientemente de cómo se les entienda, pertenecen al mundo de
los perdedores. Blanco de todas las críticas: antes, durante y después de la
Revolución, los científicos han llegado a monopolizar el papel del villano
en la historiografía del Porfiriato.
Para Luis Cabrera, por ejemplo, quien de abogado representante de
compañías extranjeras pasó a líder intelectual del grupo carrancista, 3 los
científicos eran un grupo de financieros desleales y antidemócratas ligados
al capital extranjero. También eran "cobardes", "sajonizantes" y "racis-
tas", "eclécticos y hermafroditas", si bien inteligentes e ilustrados. Esto es,
era el típico grupo de los "judíos ... porque no tienen patria fija. Salidos
de Venecia o de Suiza, sus abuelos fueron españoles, sus padres franceses,
sus nietos americanos y sus biznietos alemanes; la ortografía de su apellido
evoluciona conforme cambia la potencia de las naciones" .4 Las palabras
de Cabrera se explican únicamente como un ataque político. Escritas en
1909, en plena agitación electoral, y para El Partido Democrático, órgano
oficial de la que fue agrupación reyista opuesta a la fórmula Díaz-Corral,
carecen· de toda imparcialidad.
FranciS<:o Bulnes, hombre independiente, pero hasta por confesión per-
sonal miembro del grupo de los científicos, eximió a sus colegas de los car-
gos de corrupción pero no de los de favoritismo y soberbia. La apasionada
y un tanto exuberante caracterización que Bulnes hizo del Porfiriato y !Os
científicos ha servido en no pocas ocasiones para alimentar la "leyenda
negra" que el propio Bulnes señala como calumnia que sirvió de blanco
para derrocar a la dictadura porfiriana:
2 Cosío Villegas, Daniel, op. cit. El Porfiriato. Vida Política Interior //. "El Misterio
Científico".
3 Hacia 1908 Luis Cabrera formaba parte del bufete jurídico "Maclaren y Hernández".
Cabrera representó a la Compañía adgloamericana del Tlahualilo contra la política oficial en
materia de aguas federales.
4 Lic. Bias Urrea (seudónimo de Luis Cabrera), "El Partido Científico", en El Partido De-
mocrático, 24 de julio de 1909 y en Obras Políticas. Méxice, Imprenta Nacional, 1921, p. 33.
todas las riquezas nacionales para entregarlas a vil precio a insaciables extranje-
ros, que las disfrutaban despreciando a los mexicanos o haciendo cada día más
insoportable su miseria. Eran los "científicos" los traficantes de la patria, que
la vendían al menudeo por cáscaras de plátano. 5
la ciencia una exclusiva para su beneficio", pues después de todo "lo im-
portante era sostener un gobierno que sirviese a los intereses de la burguesía
mexicana". De hecho, lo que Zea hace con los científicos es equipararlos
con la burguesía. Así, al hacer equivalente un grupo de políticos con toda
una clase social, el autor sacrifica la posibilidad de penetrar en el conoci-
miento del grupo. Por ese camino Zea nos impide conocer no sólo a los
científicos, sino a otros grupos opuestos a ellos -que fueron varios- y que
dentro o fuera del porfirismo y de la burguesía actuaron políticamente.
Por otro lado, el positivismo mexicano a que hace referencia Zea no fue
adoptado con un fin preconcebido e interesado. Pudo, es cierto, servir de
instrumento legitimador de la dictadura porfiriana; pero desde luego no
inundó el ambiente cultural de México -y de Europa antes, e Hispanoamé-
rica al mismo tiempo- durante más de 40 años, por el fin interesado d'e una
clase social. El positivismo llegó a México de una manera mucho más es-
pontánea, emotiva y desinteresada de lo que supone Zea.
Mientras que Zea se concentró en el tema más general del positivismo
mexicano y sólo por extensión al de los científicos como grupo político, los
nuevos estudios, en cambio, se interesan más por el grupo en cuantd, tal.
Son dos los esfuerzos más sobresalientes en este campo, ambos presentan
enfoques revisionistas frente a las conclusiones de Zea. El primero de ellos
se debe al historiador norteamericano William Raat y el segundo a su com-
patriota Charles Hale. 8 Raat, que define al positivismo exclusivamente
como el pensamiento de Comte, trata de ver si realmente los intelectuales
mexicanos -concretamente los científicos- fueron positivistas: esto es,
comtianos. Su conclusión es que los científicos -a quienes intenta identifi-
car sin éxito definitivo a través de media docena de criterios- no fueron
positivistas. Argumenta Raat con el hecho de que el positivismo mexicano
se alimentó lo mismo del pensamiento de Comte que del de Darwin, Stuart
Mill y Spencer, y en que la obra escrita de los integrantes del grupo de los
científicos no fue propiamente filosófica ni teórica. Sucede con Raat que a
fuerza de apartarse de Zea acaba por negarle el propio carácter positivista
al grupo. El mismo autor proporciona, en cambio, algunos datos interesan-
tes del grupo y sus miembros y nuevamente hace pensar con ello en la nece-
sidad de recuperar información más íntima, más menuda, más biográfica.
Con respecto al profesor Hale éste opta, como antes Zea, por asumir
la predominancia del positivismo en México durante el Porfiriato. El origen
de éste -y en ello se cifra su revisionismo frente a Zea- lo encuentra Hale
no tanto en los téoricos como Saint-Simon, Comte y Spencer, sino en los
políticos europeos que les sirvieron de modelo: Taine y Thiers en Francia
y Castelar en España. 9 Esta conclusión es de primera importancia ya que
El primer problema con que han tropezado todos los que se han referido
a· los científicos es su identificación. No existen dos autores que coincidan
Escuela y positivismo
los que como Sierra, Bulnes y Pablo Macedo lo conocieron por primera vez
desde el estrado del maestro, y los que como Limantour, Pineda, Casasús
y el Macedo más joven lo hicieron desde la banca del estudiante. En algunas
notas autobiográficas de Pablo Macedo, quien se autodefinía como un "po-
sitivista lírico", esta cuestión, tornada en verdadera angustia primero, y en
satisfacción después, queda claramente establecida:
A Justo Sierra debió haber acontecido algo similar y es por ello, quizás,
que ambos positivistas· estuvieron al final de sus vidas más atentos no sólo
a aceptar, sino incluso a promover, los nuevos afanes ideológicos de la ju-
ventud de principios de siglo. Así, aunque como se verá más tarde, Pablo
Macedo y Justo Sierra fueron positivistas en toda la extensión de la palabra:
uso del método en sus escritos; colaboración en la difusión de la enseñanza
positivista; participación directa '-aun financiera- en las conmemoracio-
nes de positivistas mexicanos y extranjeros (colecta pública para erigir una
estatua de Comte, entierro de Barreda, etc.), también estuvieron listos en
su momento con apoyo moral y económico para fomentar los trabajos del
famoso Ateneo de la Juventud que, hacia finales del Porfiriato, se ostenta-
ría como el verdugo intelectual del positivismo en México.
Para José Y. Limantour y Miguel S. Macedo, las cosas fueron mucho
más fáciles, menos traumáticas, en este sentido. Ambos, como dóciles
alumnos de la recién fundada ENP, tuvieron por maestros a lo más granado
del positivismo, de ahí que sus primeros ensayos académicos tengan ese cor-
te ideológico. Los dos llegaron a intimar con el propio Gabino Barreda, al
grado de que en el caso de Limantour, éste recibiera la honrosa proposición
de acompañar al maestro a Alemania en calidad de primer secretario de la
legación. Limantour, sin embargo, acabó por declinar la proposición del
maestro.
La asidua participación de Miguel Macedo en las reuniones de la Socie-
dad Metodófila Gabino Barreda, en donde desde joven realizó trabajos pro-
pios de corte positivista, es también muestra de sus convicciones ideológi-
cas.18 Años más tarde, Limantour, ya secretario de Hacienda, presentaría
al Concurso Científico Nacional de 1901 un trabajo de una ortodoxia positi-
vista completa. 19 Respecto de Bulnes ya se mencionó cómo en su calidad
17 Pablo Macedo en su Discurso en honor de D. Gabino Barreda, 10 de marzo de 1898.
18 Macedo, Miguel, "Ensayo sobre los deberes recíprocos de los superiores y los inferio-
res", en Anales de la Asociaci6n Metod6/ila. México, 1877, pp. 213-228.
19 Discurso pronunciado por el señor Lic. J. Y. Limantour a la clausura del Consurso
Cient(fico Nacional. México, 1901.
Positivismo y religión
Hay un par de hechos que nadie duda en relación con el liberalismo mexica-
no. Uno es que desde sus inicios en las primeras décadas de vida indepen-
diente el liberalismo mexicano fue incorporando, gradualmente, algunos
rasgos importantes de anticlericalismo, situación que no debe ser asimilada,
sin más, a una de antirreligiosidad. Así, para no dar sino un ejemplo de la
historiografía actual, Charles Hale en su obra El liberalismo mexicano en
la época de Mora, 1821-1853, 22 constata que los liberales mexicanos· de
esos años se oponían firmemente a la influencia de la iglesia como institu-
ción que invadía no sólo las esferas intelectual y económica, sino lo que era
más peligroso, la vida política toda. Al mismo tiempo, Hale sei'i.ala también
la religiosidad privada, íntima, de varios de los prohombres del liberalismo
de esa época, agregando que esta situación en nada inhibía u obstaculizaba
su decidido anticlericalismo. 23
El segundo hecho se refiere al llamado "liberalismo triunfante" de la
República restaurada en donde, como es bien sabido, el positivismo se in-
corporó como el instrumento educativo -verdadera extensión o transmuta-
Sé perfectamente que muchas de estas ideas positivistas son las de usted, y por-
que tanto lo conozco y tanto lo quiero y le debo tanto, no me resigno a perder
la esperanza de que, vínculo de unión entre el pasado y el presente, siga usted
siendo el luminoso y amado mentor de la nueva generación, como ha sido usted
el niño mimado de la generación que se va. 27
26 Cfr. Hale, Charles, "Scientific Politics ... ", op. cit., 1976.
27 Ignacio Manuel Altamirano no fue el único de los viejos liberales que abrazaron el
porfirismo y con él sus objetivos. Desde la perspectiva de lo íntimo, por otro lado, cabe apun-
tar que la hija adoptiva de Altamirano, Catalina, casó con el científico Joaquín Casasús. Justo
Sierra a Ignacio Manuel Altamirano, octubre 9 de 1880 en Obras Completas, vol. x1v, Epísto-
las y papeles privados, p. 65.
ser brutal, al grado de que los jacobinos llamaron en auxilio -táctico- a sus
enemigos tradicionales: los católicos. Esto aconteció sobre todo en las
polémicas sobre la educación y tuvo sus momentos estelares con las refor-
mas al plan de estudios de la Escuela Nacional Preparatoria y con la retar-
dada fundación de la Universidad Nacional. 28
Si se ha enfatizado la divergencia es sólo para insistir en la continuidad,
la que, como se afirma aquí, reside en el anticlericalismo no antirreligioso.
Esto es, en el principio de que la iglesia y las manifestaciones religiosas deben
erradicarse de la esfera política, de la vida pública y de la educación, sin que
ello conlleve, necesaria o deseablemente, la destrucción de la religiosidad
privada, del culto particular. Esto es, de las prácticas sociales íntimas.
Antes de pasar a desarrollar y a ilustrar esta cuestión, resta tan sólo in-
sistir en una generalidad más. El porfiriato es la era de la "política de conci-
liación". Muchos autores han entendido por "política de conciliación" la
pacificación del país, la reincorporación de personas y grupos opositores al
tuxtepecanismo, pero la "conciliación" fue también entre la iglesia y el es-
tado. Rosendo Pineda, en uno de sus más interesantes discursos, dejó preci-
sado lo que los científicos, o el Porfiriato de los científicos, entendía por
política de conciliación. Nada menos que en el discurso en honor de Juárez
ante la tumba de éste en el panteón de San Fernando, afirmaba Pineda un
viernes 18 de julio de 1902:
El Gobierno no puede ser intolerante, porque tiene que amparar todas las sec-
tas, ni puede ser perseguidor, porque tiene que respetar todos los derechos. La
alta misión del gobierno consiste precisamente en conciliar, digamos la palabra,
en conciliar dentro de las instituciones todos los intereses legítimos y todas las
aspiraciones sani.~. Por eso, el Presidente de la República es conciliador, y ése
será uno de sus gloriosos timbres en la historia. 29
28 Para mayor detalle en estos temas consultar la obra del autor: De Maria y Campos,
Alfonso, Estudio histórico jurídico de la Universidad Nacional, 1881-1929. México, UNAM,
1975.
29 Pineda, Rosendo, "Honor a Juárez". Discurso pronunciado ayer por el Sr. Lic. Ro-
sendo Pineda en el panteón de San Fernando. El Imparcial, sábado 19 de julio de 1902.
30 lturribarría, Jorge Fernando, "La política de conciliación del general Díaz y el arzo-
bispo Gillow", en Historia Mexicana x1v: 1 (jul.-sep., 1965), pp. 81-101.
Por lo que se refiere al peso de las tradiciones familiares todos los científicos
provenían de largas raigambres católicas. Sierra, como ya se vio, la tenía
tan cerca que su abuelo, un sacerdote católico, había procreado cuatro hi-
jos: dos religiosas, otro sacerdote y un político y literato: Justo Sierra
O'Reilly. Por el lado de la madre, los Méndez siempre fueron de conviccio-
nes religiosas. Justo fue bautizado y confirmado en la iglesia y educado por
varios años en colegios confesionales. De igual manera, la preparatoria y
primeros años profesionales los cursó Sierra en el San Ildefonso jesuítico.
La familia Casasús, si bien sin las contradicciones de un progenitor clerical,
también transmitió un fuerte sabor religioso a la formación del futuro cien-
tífico Joaquín D. Casasús. Los Creel, en el apartado Chihuahua, a pesar
de la ascendencia anglosojana y posiblemente protestante del cónsul C;eel,
bautizaron en la iglesia católica a todos sus hijos. La influencia de las ramas
maternas Cuilty y Bustamante fueron así decisivas. Los Limantour, como
familia francesa de Bretaña, una de las provincias típicamente católicas de
Francia, bautizaron a sus hijos con los nombres propios de los santos loca-
les, de los padrinos, de los abuelos y de los bisabuelos, también católicos
según los registros parroquiales. Los hermanos Pablo y Miguel Macedo, de
padre liberal y madre guatemalteca de origen españ.ol, recibieron una educa-
ción religiosa completa que transmitieron más tarde a sus·respectivos descen-
dientes. Los Bulnes tampoco fueron la excepción y, conforme a la tradición
de sus antepasados españoles, enviaron a Francisco a escuelas confesionales.
Pero ¿en qué devino el peso de la tradición familiar? ¿Se mantuvo o
se transformó a la luz de las experiencias políticas y sociales individuales y
de grupo? Ciertamente hubo mutaciones, pero lo significativo es ilustrar esa
conciliación entre la ideología pública y las prácticas sociales individuales
que caracterizaron tanto a la mayoría de los liberales de la Reforma como
a los científicos del Porfiriato.
Necesariamente, la información que alimenta este apartado es, a más de
desigual para cada caso, fragmentaria en su conjunto. ¿Pero es que podría
ser diferente? Cuando se habla de la vida privada siempre se exploran terre-
nos difíciles y ambiguos y los científicos no son una excepción en este senti-
do. El caso más conocido, y el que ha sido mejor analizado antes es, sin
duda, el de Justo Sierra. Tanto, que el historiador O'Gorman ve en el cre-
ciente y progresivo interés de Sierra por la historia, la clave de su pensa-
miento menos radical, más matizado, con cierta orientación metafísica ha-
cia los últimos años de su vida. Por otro lado, la editora familiar del
epistolario de este científico, en congruencia con el peso religioso de la tra-
dición familiar y con el temor de que su ascendiente pudiera ser considerado
3l Sierra, Justo, Obras Completas, XIV, p. 21: "Dígales U., mamita ... como se puede
ser muy piadosa, muy dedicada a la religión, sin dejar por eso de disfrutar del aire, de la luz,
de la vida, de los preciosísimos dones con que nos ha colmado el cielo y en los cuales nos envía
su bendición, la bendición de Dios ... " (marzo, 1869).
32 !bid., pp. 30-57. A la novia en declaráción, 2 de abril de 1873 (pp. 30-31): "Srita...
Así pues, piense U. con ánimo sereno sobre mi súplica y dígame libremente la verdad, como
si la oyeran Dios y sus padres. Si me fuere favorable, bendeciré al cielo por haber realizado
el me~or ensueflo de mi juventud ... "
3 Sierra, Justo, Obras Completas, VI, p. 8.
34 Quirarte, Martín, Francisco Alonso de Bulnes. México, Editorial Grijalbo y UNAM,
1963, YP· 45-46.
3 !bid., pp. 43-44. Lo que Quirarte dice al final es exactamente la falsa contradicción
que se quiere erradicar: ser positivista no exigía ser ateo.
36 JYL a la Junta Directiva del Instituto Científico e Industrial. Copia manuscrita del 3
de marzo de 1882.
37 Max Mullera Sir E. Grey, Confidential Print, lo. de junio, 1906. PRO/F0/371/86-
/20719/F. 107.
lugar, que los nuevos estudios sobre el tema deben profundizar en el enfo-
que biográfico y sociológico, para después volver a la interpretación de las
ideas, de la historia intelectual en su más amplia connotación. Esto, desde
luego, sólo se podrá hacer a 'través de una revisión exhaustiva de fuentes pri-
marias, de una verdadera revolución en las fuentes que arroje nueva y más
datallada información sobre las vidas particulares, íntimas, de los protago-
nistas.
Otro aspecto de especial relevancia es el que se refiere a la caracteriza-
ción del positivismo mexicano como una visión del mundo y las cosas en
el Porfiriato que no significa, necesariamente, fractura con el pasado o el
futuro inmediato ideológico. La carga emotiva de este positivismo, su res-
peto a la religiosidad privada, su estirpe liberal, su futuro revolucionario,
no son contradicciones, sino elementos todos de un proceso histórico en
donde el Estado y sus soportes intelectuales se expresan· con una madurez
y una conciencia propias de una nación fuerte, consolidada en lo externo
y en lo interno. ·