La Relación Entre Filosofía y Otros Saberes
La Relación Entre Filosofía y Otros Saberes
La Relación Entre Filosofía y Otros Saberes
ACTIVIDADES. I
2. AUTORES
Autores a identificar. G. S. Kirk. James Frazer. Tales de Mileto. Pitágoras. Spinoza. Platón. Aristóteles.
Tomás de Aquino.
3. CONCEPTOS
Términos relativos a las características de la filosofía.: saber de segundo grado, crítica radical de todos los
saberes. Idea. Realidad trascendental. Symploké. Regressus. Progressus. Praxis. Polémica. Filosofía
mundana. Filosofía académica. Verdadera filosofía. Filosofía verdadera.
4. TEMÁTICAS
Cuestiones a tematizar:
1) Estructura de las culturas bárbaras y de las culturas civilizadas y tránsito entre ellas.
Por su parte, los conocimientos culturales son adquiridos por aprendizaje social y en
esa medida son artificiales (artificial, aquí, no significa «no natural» porque tan
natural es vocalizar una palabra como intentar no caerse por un precipicio). Artificial
aquí significa que su modo singular de ser «natural» no radica en el plano de la
especie animal sino en el de derivar de un grupo social determinado. En este sentido
sólo los seres humanos poseemos cultura. La llamada «cultura» animal (el lenguaje de
ciertas especies, &c.) sólo justifica este nombre en cuanto posee algunos de los rasgos
precisos de lo que entendemos por cultura (transmisión por aprendizaje social), pero
no se justifica enteramente porque no los posee todos (transmisión intergeneracional y
transformación histórica de instituciones sociales; lenguaje doblemente articulado
dotado de infinitos enunciados posibles, etc.).
La aparición del hombre (desde el homo sapiens) fue posible por el desarrollo cultural
y, a su vez, posteriormente, la constitución de la persona es el resultado de la
necesidad de unas determinadas relaciones en el seno de sociedades complejas y
civilizadas.
Las culturas bárbaras produjeron los siguientes tipos de saberes fundamentales: mitos
y leyendas, magia, religión y técnicas. ¿Cómo se pasa de estos saberes bárbaros a los
civilizados? En determinadas sociedades urbanas, organizadas políticamente y dotadas
de una escritura suficientemente evolucionada va a aparecer un nuevo tipo de saber
esencialmente diferente a todos los anteriores: la ciencia. En contra de lo que a veces
se divulga, las ciencias no surgen de un saber reflexivo abstracto desligado de los
problemas prácticos. Las ciencias se han constituido siempre en el desarrollo de
saberes técnicos anteriores. Las ciencias surgen de las técnicas. De la agrimensura: la
geometría; del comercio y del intercambio: la aritmética; de la navegación: la
astronomía; de la selección de plantas curativas: la medicina, &c.
De las técnicas surgen las ciencias. A su vez, en el contexto de estos primero saberes
racionales críticos (ciencias) es posible el despliegue de otro saber racional crítico —
la filosofía— que no coincide con las ciencias. La filosofía se desarrolla no sólo al
entrar en contacto con la ciencia y con las técnicas sino porque se hace cargo
críticamente de los saberes bárbaros coetáneos: los saberes mitológicos, mágicos y
religiosos, fundamentalmente.
CONOCIMIENTOS
NATURALES (...)
CULTURALES:
SABERES BÁRBAROS 1. MITOS Y LEYENDAS 2. MAGIA
3. RELIGIÓN
4. TÉCNICAS ► →
(...)
▼II) FILOSOFÍA▲
→
ACRÍTICOS:
1. → IDEOLOGÍA
2. → PSEUDOCIENCIAS
3. → TEOLOGÍA
4. → TECNOLOGÍA
Fruto de la actividad crítica ejercida por la filosofía, los saberes bárbaros tenderán a
removerse y transformarse en otros saberes civilizados correlativos: El mito, la magia
y la religión perdurarán, puesto que los tiempos bárbaros no desaparecen del todo, al
contrario, se mantienen elementos que perduran, localizados en territorios marginales
o aislados de alguna manera del poder de la racionalidad crítica. No obstante, los
saberes bárbaros se verán obligados, en gran medida, a remodelarse y transformarse
en otros similares o distintos. En el lugar que los mitos funcionalmente ocupaban, en
el ordenamiento social, vendrán a desarrollarse las ideologías; en el lugar de la magia:
las pseudociencias, y en el lugar de la religión o añadida a ella: la teología. Por su
parte, cuando el desarrollo de la ciencia adquiere la capacidad de intervenir sobre las
técnicas y remodelarlas a escala del saber científico se desplegarán lo que conocemos
como tecnologías. Entre la técnica de construcción de medios de transporte de
tracción animal o de fuerza natural (molinos de viento, de agua…) y la máquina de
vapor o el vehículo de motor de explosión puede medirse la distancia que hay entre la
técnica y la tecnología: ésta es técnica a la que se le ha aplicado un conocimiento
científico (termodinámica, química, &c.).
Los mitos.
Si seguimos los análisis del helenista G. S. Kirk vemos que antes de que se instaurara
la racionalidad (el logos) científico-filosófica otro logos (la mitología) tenía la función
de ordenar «lógicamente» el sistema de vida social. Esta «racionalidad bárbara»
habría transmitido a la razón científico-filosófica algunos de sus modelos genéricos de
pensar, básicamente la importancia que tiene la búsqueda del principio en las
relaciones causa-efecto. Los mitos habían descubierto el modelo de explicación
genealógico.
Cuando las sociedades cerradas en las que actúan los mitos son desbordadas por
sociedades civilizadas (por tanto, sociedades abiertas), entonces los mitos van
sustituyéndose por ideologías, porque las ideas que han de ordenar la sociedad ya no
pueden operar uniformizándola bajo un colorido compartido sino que han de operar
ahora en medio de una escisión y de una confrontación (de unos clases contra otras, de
unos grupos de interés contra otros) constitutiva al nuevo orden. Además, una
sociedad civilizada no puede prosperar si no se desarrollan en su seno los saberes
científico y filosófico. Éstos, aunque usan recursos de los mitos (especialmente la
filosofía), entran frontalmente en su contra porque han descubierto una nueva
racionalidad más potente, de modo que ya no pueden seguir sustentando sus creencias.
En el intersticio de este desplazamiento de una racionalidad por otra, vienen a refluir
con gran facilidad un cúmulo de nuevas ideas que reordenan las creencias anteriores o
que llegan a sustituirlas por otras capaces de arraigar en las nuevas necesidades: las
corrientes de opinión de las clases sociales (las ideologías), la ordenación de las
creencias religiosas bajo la nueva racionalidad (las teologías) y la recuperación de los
saberes mágicos puestos en entredicho (las pseudociencias).
La magia
Mientras que los mitos son conocimientos bárbaros que están dirigidos a la totalidad
de la población, los conocimientos mágicos son propios de una casta especializada:
los brujos o chamanes. Estos «sabios», llenos de prestigio y de poder, representan
poseer un dominio sobre los fenómenos naturales. De esta forma, aunque su saber sea
esencialmente un saber falso, pese a que en algunos casos puedan ser parcialmente
verdaderos, arrastran en su actividad conocimientos que resultan útiles para la tribu o
el clan: plantas curativas, preocupación por los fenómenos meteorológicos y la
agricultura, manipulación de objetos para conseguir resultados físicos o psíquicos, &c.
La religión
La religión en su etapa de desarrollo bárbaro funciona muy entretejida con los mitos y
con la magia. Pero mientras los mitos se ocupan más bien del orden social y la magia
del control de los fenómenos naturales, la religión tiene que ver con el cultivo de
valores numinosos. La religión parte del hecho de que además de naturaleza y
hombres existen otros seres dotados de inteligencia y voluntad, con los que los seres
humanos han de interactuar, bien sea para aplacarlos bien para ponerlos de su parte.
La técnica
El paso de los saberes bárbaros a los saberes civilizados se hizo posible por la
conexión que en su momento se produjo entre los saberes técnicos y los incipientes
saberes científicos, en el ámbito concreto de la cultura helénica, empezando por la
geometría (Tales, Pitágoras, Euclides, &c.) y continuando con la aritmética, la
astronomía, la geografía… Por supuesto, este proceso fue posible dadas unas
condiciones materiales de despliegue: la aparición de la escritura, el refinamiento y
proliferación de las técnicas y el desarrollo de las ciudades y del Estado.
Una vez que los primeros núcleos del saber científico quedaron estabilizados
(teoremas, &c.) el modelo racional dominado hasta entonces por el enfoque
mitológico, religioso y mágico comenzó a reconstruirse de otro modo: en esto
consistió la aparición de la filosofía, en que las cuestiones resueltas mitológicamente
se argumentarán a partir de entonces siguiendo de cerca la metodología científica. La
racionalidad crítica que se había solidificado en algunos saberes científicos pugnará
por extenderse al resto de áreas de conocimiento: este fue el desencadenante de la
cristalización de lo que hoy conocemos como filosofía.
Una explicación muy extendida de lo que se llama el paso del «mito a logos», que
desde el materialismo filosófico estimamos errónea, es que de los mitos surgió la
filosofía y de ésta las distintas ciencias (la filosofía como árbol de las ciencias, de
Descartes). Pero entonces, si hay «filosofía» en sentido lato en muchas culturas
urbanas, por qué no surgió ciencia nada más que en Grecia, si las otras culturas eran
«filosóficamente» más ancestrales. Y por qué la filosofía griega y toda su tradición
posterior se distancia tanto del resto de las llamadas «filosofías». La ciencia no surgió
sólo porque se incrementó la reflexión sino sobre todo porque se dieron unas
condiciones materiales que hicieron posible dar el salto de los saberes técnicos
(circunstanciados a problemas concretos) a los saberes científicos (objetivos y
universales) como en la medición de la altura de una pirámide a partir de su sombra
por Tales de Mileto. La pura reflexión racional distinta del mito (la de las «filosofías
orientales») no origina ciencia por mucho que se incremente esa reflexión: no es ese el
nexo, sino sólo aparentemente, debido a la fuerte dialéctica que entablarán la filosofía
y la ciencia por una parte y, por otra, la filosofía y la religión.
La conexión entre las técnicas y la ciencia y entre ésta y la filosofía no se dio con toda
la precisión que el proceso requería sino en el interior de la cultura helénica. En el
resto de culturas paralelas (Egipto, Persia, China, India, Japón) se dieron procesos
similares pero incompletos, porque la reflexión racional que comenzaba a distanciarse
no sólo de los mitos y la magia sino también de los modelos de las religiones
secundarias, en las llamadas «filosofías orientales» más que encaminarse a la crítica
de la religión por la filosofía se encaminaron a la armonización de la religión con la
nueva racionalidad y a relegar o desconocer el nexo de la «filosofía» (sabiduría) con
la ciencia. En síntesis, en lo que se conoce como paso «del mito al logos» surgirán dos
modelos de «filosofía»: el occidental (ligado a la ciencia y crítico con la religión; se
instaura como una reflexión de segundo grado o saber critico sobre el resto de
saberes) y el oriental (ligado a la religión y a la moral, pero no a la ciencia; su
capacidad crítica ha quedado sólo apuntada y sin desarrollar). El modelo filosófico
occidental se ha desarrollado como racionalidad crítica mientras que el modelo
oriental ha quedado gravitando en torno a la religión, aunque de él han derivado
algunos saberes técnicos (acupuntura), éticos y morales de gran utilidad. Hablar de
filosofía es referirse, por tanto, a la filosofía occidental que cristaliza con Platón y con
Aristóteles, y a la tradición que le sigue. Sólo en sentido lato, como un saber racional
no enteramente crítico, cabe hablar de «filosofía oriental», en la misma medida en que
se aplica a los discursos argumentados de las distintas religiones el nombre de
«filosofía» («filosofía» islámica, judía, cristiana, budista, &c.). En sentido estricto, la
filosofía, la filosofía crítica, sólo es la filosofía occidental nacida con los presocráticos
griegos, solidificada en el método dialéctico de Platón y continuada por Aristóteles y
las escuelas helenísticas; todo ello trasfundido al resto de culturas a través de la
helenización de Alejandro Magno, de la romanización del mundo y de las derivas
culturales posteriores enmarcadas en estos contextos, una de cuyas características
esenciales ha sido el mantenerse estrechamente ligada al desarrollo científico.
I.4. Saberes civilizados acríticos: ideología, pseudociencias, tecnología y
teología
La ideología
En sentido muy general puede entenderse por ideología aquel conjunto de ideas
practicadas por un determinado grupo social, que entran en confrontación con otros
grupos sociales dentro de la misma sociedad y que representan disyuntivas entre unos
modelos de vida y otros (capitalismo/socialismo), entre unos programas de acción y
otros (economía sostenible/libre mercado/intervencionismo de Estado) y que
establecen jerarquías de valores distintos (orden/libertad/igualdad, &c.). Las
ideologías, como las costumbres, suelen absorberse o derivarse del medio cultural en
el que se vive (por mímesis o por reacción) y, en ese sentido, la mayor parte de sus
componentes suelen ser acríticos, porque no quedan sometidos a revisión racional,
como se encarga de recordarnos Mateo Alemán, en Guzmán de Alfarache: «Tanta es
la fuerza de la costumbre […] tanto en el seguir los vicios como en ejercitar
virtudes [que] no hay fuerzas que la venzan […] Y siendo su fuerza tanta [sólo] el
tiempo la gasta, con él se labra y sólo a él se sujeta». Pero además de definir la
ideología como ideas de grupos rivales que se constituyen en costumbres enfrentadas,
ha de profundizarse y explicarse por qué esto es así.
La ideología viene a llenar el hueco dejado por los mitos, en las sociedades
civilizadas, y contribuye como ellos a dar cohesión social, pero ahora no a toda la
tribu por igual sino a determinados grupos sociales que se hallan enfrentados con
otros por intereses prácticos. Por eso una sociedad abierta, compuesta por grupos
heterogéneos y divida en múltiples clases sociales (fundamentalmente: oligarcas,
clases medias y clases bajas) no puede poseer una sola ideología sino múltiples. Las
ideologías no son armonizadoras como los mitos sino que han de criticar las
alternativas oponentes, en una lucha por el control del poder dentro de la sociedad
política.
El concepto de ideología suele adjetivarse de diferentes maneras, según la función que
se cree que desempeña, así: ideología dominante, ideología hegemónica, ideología
oprimida, ideología recesiva, ideología progresiva, que no ha de confundirse con
ideología progresista, lo contrario de la ideología reaccionaria y ambas contrastadas
con la ideología conservadora. Puede aplicarse también a ideología política (de
izquierdas, de centro y de derecha), ideología moral (libertino/victoriano, &c.),
ideología religiosa (fundamentalista/aperturista/laicismo/laicidad, &c.)… En
definitiva, la ideología supone siempre un determinado modo de situarse respecto al
poder, al poder político.
El camino que media, por una parte, entre el conocimiento del propio presente y el
reconocimiento de nuestros intereses, y, por otra, los proyectos de transformación o de
conservación que queramos validar, no puede recorrerse sino con alguna ideología. En
este sentido es preciso comprometerse, si quiere cambiarse lo que creemos que está
desencajado. El compromiso a través de alguna ideología constituida supone
«mancharse las manos» porque comportará en mayor o menor grado apostar por un
modelo frente a otros que necesariamente arrastrará en su conjunto alguna deficiencia.
Y cuando aparentemente se aleja uno de toda ideología, al convertirse en apolítico o
en místico, por ejemplo, esta pretensión no constituye, probablemente, más que una
falsa huida, ya que de ese modo con lo que sin duda coopera es con el orden
establecido en un momento dado, y es, por tanto, una forma de ideología pasiva y
hasta una falsa conciencia al pretender negar la realidad que le rodea.
La lucha de clases en el interior de los estados parece que está basculando en la era de
la «globalización» hacia una confrontación que no pasa exclusivamente por las clases
sino también por la identificación con algún área cultural transnacional en la que se
depositan las claves principales del control de los problemas actuales: ya sea la
catolicidad, el islamismo, el neoliberalismo internacionalizador, los nacionalismos
fraccionarios, los movimientos ONG, los movimientos antiglobalización, la laicidad,
o la búsqueda de otras alternativas. Sea como fuere una dosis necesaria de
pensamiento científico y de reflexión filosófica son los antídotos de la exacerbación
ideológica descontrolada, irracional y destructiva. La filosofía tiene como una de sus
funciones la crítica de las ideologías, aunque haya de reconocer funcionalmente su
necesidad. Se trataría de dirigirse hacia ideologías con componentes bajos de falsa
conciencia y de forzar a los ideólogos a que pongan al día los hiatos que se dan entre
los propósitos ideológicos y los hechos reales. En una deriva de acrecentamiento de
los factores acríticos, el comportamiento ideológico está condenado a recaer en los
utopismos ingenuos o en el reaccionarismo y si no en un «individuo flotante»
(aquellos que no logran identificarse con ninguna de las esferas culturales disponibles
ni con ninguna de sus intersecciones) incapacitado para integrarse socialmente si no es
de algún modo patológico (fanáticos o sectarios).
Las pseudociencias
Las «ciencias ocultas» guardan un gran paralelismo con la magia de los saberes
bárbaros. Se presentan, en parte, como saberes para iniciados y esotéricos; y, por otro
lado, son saberes exotéricos, preparados para un vulgo predispuesto a la superstición y
a las creencias en algún grado irracionales: exorcismo, horóscopo, magia negra, &c.
Pretenden moverse en el ámbito de los fenómenos maravillosos y sobrenaturales; o
paranormales y parapsicológicos. En todo caso, sus métodos no están sometidos a
contrastación empírica. Y ni siquiera la parapsicología, que se ha introducido en las
cátedras universitarias (en países como EEUU) ha conseguido pasar la frontera hacia
un saber positivo, verificable, contrastable, predictivo y universalizable.
La tecnología
A partir del siglo XIX y desde la revolución industrial, bajo el potente desarrollo de
las ciencias naturales que se fueron desarrollando a lo largo de los siglos XVI, XVII y
XVIII (astronomía, mecánica, dinámica, química, biología, electromagnetismo,
termodinámica, física de partículas, bioquímica, &c.), se harán posibles aplicaciones
prácticas como los vehículos de motor de explosión, los aparatos eléctricos, el radar,
el láser, la radio, las telecomunicaciones, la biotecnología, &c.
La teología
Algunas de las creencias afianzadas dentro de una religión pasan a establecerse como
dogmas o “verdades” indiscutibles (reveladas…). Cuando estos dogmas, predicados
por una religión concreta (judaísmo, cristianismo, islam), entran en contacto con las
doctrinas filosóficas o con las teorías científicas, se ven necesitados de
fundamentación racional y, entonces, en el seno de esas creencias asentadas sobre la fe
o la costumbre se desarrollan análisis racionales que imitan a la racionalidad
filosófica. Mientras que de los contenidos dogmáticos surge una teología revelada, del
intento de reflexión racional surgirá la teología natural, que puede llegar a ser una
parte de la filosofía.
Hay un uso lato e impreciso de los vocablos «ciencia » y «filosofía»: «la ciencia del
cultivo de las flores» o «la filosofía de las artes marciales»: quiere apelarse con ello a
ciertos conocimientos técnicos o a cierto conjunto de creencias. Sin embargo, por
ciencia y filosofía ha de entenderse algo muy preciso.
8. Filosofía mundana y filosofía académica. Las ideas con las que trabaja la
reflexión racional se conforman en dos niveles: 1) en contacto directo con las mismas
realidades vividas, en donde se generan las distintas concepciones, como puedan ser
las distintas nociones de la idea de justicia (por ejemplo), en el hacer y pensar de los
políticos, los juristas o los ciudadanos: se trata en este plano de la «filosofía
mundana». En este sentido, todo el mundo (incluidos los científicos) dispone o puede
disponer ---de una determinada filosofía ante los distintos problemas. 2) Un sentido
que viene a completar éste es el de la «filosofía académica». Una vez que los
conceptos más o menos racionales están funcionando en el seno de una sociedad
puede suceder que sean analizados, clasificados, valorados y dialectizados por
filósofos académicos (es decir, que se inscriben dentro de un modo de pensamiento
estructurado y definido, en una «academia» o sistema), a quienes compete la labor de
pulir los conceptos mundanos: reconstruir bien los perfiles formales de esos conceptos
y establecer los mapas de las symplokés recorridas por las ideas del momento. El
filósofo académico es un especialista (como un fontanero o un médico) de los
conceptos y especialmente de aquellos que son Ideas, pero su trabajo se alimenta de
los conceptos mundanos y a ellos debe ser capaz de volver. Platón fue el primero que
de modo bien organizado constituyó la primera Academia. Kant distinguiría de modo
expreso, en el siglo XVIII, entre la filosofía académica y la mundana.