Las Bienaventuranzas Del Corretaje

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El Sermón del

Monte: Las
Bienaventuranzas
(Mateo 5:3-12)

Jose Daniel Callasi Molina


El Sermón del Monte: Las 2
Bienaventuranzas

Presentación
El Sermón del Monte nos presenta la esencia de la enseñanza de Jesús y
nos describe como se ve la vida y la comunidad humana cuando se
encuentran bajo el régimen de la gracia divina. Mi propósito es hacer
comprensible éste mensaje, a fin de que pueda ser aplicado a la vida
cotidiana.
Aún puedo escuchar el eco de la enseñanza de mis padres en este Sermón:
“Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la justicia…
ama a tus enemigos, bendice a los que te maldicen y ora por los que te
persiguen…”. Pero lo más encantador y desafiante, es escuchar la voz de
Cristo. Esa voz apacible que hace que tu corazón arda al escuchar la
nobleza de sus enseñanzas. Esa voz desafiante que avergüenza nuestra
forma de vivir.
Cristo nos dio este Sermón para que la obedeciéramos; en esto radica
nuestra bienaventuranza.

Jose Daniel, Pisac 01 de junio de 2020.

DEPEC Valle “Por Cristo y por su


Sagrado iglesia”
INTRODUCCIÓN
Pareciera que hemos estado atravesando décadas de desilusión. Cada
generación que surge se encuentra insatisfecha con el mundo que ha
heredado. Y a su modo busca aquello que solo Dios puede otorgar.
Desde hace buen tiempo existen diferentes movimientos y tipos de
pensamiento como la nueva era, el misticismo andino, etc. Estos se
caracterizan por el desprecio de la superficialidad tanto del materialismo
como del conformismo religioso, porque sienten que hay una realidad
sublime mayor a lo que ofrecen estos. Y buscan esta dimensión
“trascendental” mediante la meditación, las drogas o el sexo. (búsqueda de
la naturaleza, conexión con dios y consigo mismo, a través de sesiones
espirituales, drogas, ayahuasca, orgias, etc.)
Lo que la sociedad busca en cierto sentido es correcto (significado de la
vida, paz, amor, etc.) pero lo busca en los lugares equivocados. El lugar
donde deberían buscar es el que más ignoran, “La iglesia”. Y esto porque lo
que a menudo ven en la iglesia es más de lo mismo que hay en la sociedad
sin Dios; no una nueva sociedad que encarna los ideales que pregonan. Lo
que el apóstol Juan escribió en el primer siglo caería a pelo ante esta
realidad: “Tienes fama de estar vivo, pero en realidad estas muerto”
(Ap.3:1).
Es urgente que veamos la magnitud de esta tragedia. Porque en la medida
que la iglesia se conforma al mundo, la iglesia contradice su verdadera
identidad y propósito. El apóstol Pedro nos lo recuerda: 1P.2:9 “Mas
vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo
adquirido por Dios, para que anunciéis las virtudes de aquel que os
llamó de las tinieblas a su luz admirable”.
No hay nada más hiriente para el cristiano que le digan: “En realidad no
eres diferente de los demás”. Es importante que examinemos y nos
preguntemos
¿Si acaso nos estamos amoldando al mundo? En vez de ser sal y luz.
Trasfondo histórico del pueblo de Israel
Esta realidad que acabo de describir, es la misma que vemos en la historia
del pueblo de Israel. Dios le dijo al pueblo de Israel: Lv.18:1-4 “El Señor le
ordenó a Moisés que les dijera a los israelitas: «Yo soy el Señor su Dios. No
imitarán ustedes las costumbres de Egipto, donde antes habitaban, ni
tampoco las de Canaán, adonde los llevo. No se conducirán según sus
estatutos, sino que pondrán en práctica mis preceptos y observarán
atentamente mis leyes. Yo soy el Señor su Dios”.
Durante los siglos que siguieron, Israel olvidó una y otra vez su llamado
como pueblo escogido por Dios. Se mezclaron con los paganos y adoptaron
sus costumbres. Por eso Dios les enviaba continuamente a los profetas
quienes les persuadían a seguir por el camino que él les había trazado.
Todo esto, es un trasfondo esencial para comprender el Sermón del Monte.
Porque en estas mismas circunstancias que habían caracterizado a Israel
a lo largo de su historia, es como Jesús los encontró.
Así que, Jesús comenzó a anunciar las buenas nuevas de que el reino de
Dios, largamente prometido en el Antiguo Testamento, estaba ahora a la
puerta. Él mismo había venido a inaugurarlo.
De modo que, “Jesús recorría toda Galilea, enseñando en las sinagogas,
anunciando las buenas nuevas del reino, y sanando toda enfermedad y
dolencia entre la gente” (Mt.4:23).
El Reino de Dios
Es importante entender “Qué es el reino de Dios”. Puesto que, el reino de
los cielos o reino de Dios es el tema central de la predicación de Jesús
según los evangelios sinópticos (Mateo, Marcos y Lucas).
¿Qué es el reino de Dios?
Mateo, quién se dirige a los judíos, se refiere principalmente al reino de los
cielos. Marcos y Lucas hablan del reino de Dios. Pero, ambos tienen el
mismo significado. Note la ambigüedad de los términos, hablando de lo
mismo, tanto Mateo como Lucas usan estas dos formas:
Mt.5:3 Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el
reino de los cielos.
Lc.6:20 Y alzando los ojos hacia sus discípulos, decía:
Bienaventurados vosotros los pobres, porque vuestro es el reino de
Dios.
Era más fácil para los no judíos entender la expresión “reino de Dios”. En
cambio, el uso del término “reino de los cielos” en Mateo se debe
indudablemente a la tendencia en el judaísmo a evitar el uso directo del
nombre de Dios.
La esperanza de los judíos
La expresión “reino de los cielos” se origina con la expectativa judaica
tardía acerca del futuro, en la que denotaba la decisiva intervención de
Dios, ardientemente esperada por Israel, para restablecer la fortuna de su
pueblo y librarlos del poder de sus enemigos. La venida del reino es la gran
perspectiva del futuro. Esta promesa tenía que ver con la llegada del
“Mesías”.
Esta esperanza se origina en las profecías del AT, relativa tanto a la
restauración del trono de David como a la venida de Dios para restaurar el
mundo (Is.9:6-7; Dn.7:13-14; Zac.9:9).
El Mesías estaba a la puerta, la promesa empezaba a cumplirse. Es por
ello que, Juan el Bautista proclamaba que el Reino estaba cerca. Juan le
da prominencia al juicio divino como realidad inminente: “El hacha ya está
puesta en la raíz de los árboles”. La venida de Dios como Rey es por, sobre
todo, una venida para purificar, cernir, juzgar. Nadie puede evitarla. No
hay privilegio que pueda exceptuar de su cumplimiento, ni siquiera si
tienen a Abraham como padre. Al mismo tiempo Juan señala a aquel que
ha de venir con el aventador en la mano. En vista de su venida el pueblo
debe arrepentirse y someterse al bautismo para limpieza de sus pecados, a
fin de escapar de la ira venidera y participar de la salvación del Reino, y
del bautismo del Espíritu Santo que ha de ser derramado cuando Jesús
esté presente (Mt.3:1-12).
Y efectivamente el Rey había llegado. Jesús continúa anunciando el
mensaje de su Reino: Mt.4:17 “Desde entonces comenzó Jesús a predicar, y
a decir: Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado”.
Mt.12:28 “Pero si yo por el Espíritu de Dios echo fuera los demonios,
ciertamente ha llegado a vosotros el reino de Dios”.
La triste verdad es que Jesús no fue recibido por la mayoría. Fue
rechazado. La mayoría de los judíos esperaban que su Mesías junte sus
ejércitos, derrote a sus enemigos y se siente en el trono de David. Aun sus
discípulos no pudieron entender “el Reino de Dios” hasta su ascensión y
posiblemente hasta después de pentecostés. Entonces, la pregunta sigue
abierta ¿Qué es el Reino de Dios?
Trasfondo teológico para entender mejor el Reino de Dios
Quizá usted ya sepa lo que es el Reino de Dios, no obstante, pienso que es
necesario profundizar un poco más en este asunto no solo para entender el
Reino de Dios, sino también la teología del Nuevo Testamento.
1. La Biblia habla de dos siglos
Podríamos definir estas como: “Dos esferas de vida en la que nos
movemos. Dos perspectivas, estilos o realidades de vida que
adoptamos según nuestra naturaleza (carnal o espiritual)”.

ESTE SIGLO Y EL SIGLO VENIDERO


En la Biblia tenemos muchos pasajes que hacen referencia a estas
realidades de vida (Lc.18:30; 2Co.4:4; Ro.12:2; Tit.2:12; Heb.6:5).
Quisiera que vean esta realidad en estos pasajes:
Mt.12:32 A cualquiera que dijere alguna palabra contra el Hijo
del Hombre, le será perdonado; pero al que hable contra el
Espíritu Santo, no le será perdonado, ni en este siglo ni en el
venidero.
Ef.1:21 sobre todo principado y autoridad y poder y señorío, y
sobre todo nombre que se nombra, no sólo en este siglo, sino
también en el venidero.

Cada esfera de vida tiene sus propias características, y estas son


diametralmente opuestas. Uno puede servir a Dios y ser su
discípulo, o ser esclavo de Satanás y de su propia naturaleza
pecaminosa.

ESTE SIGLO EL SIGLO VENIDERO


Un orden presente de pecado y Un orden futuro de Redención y
aflicción. bendición.
Lc.18:29 Y él les dijo: De cierto
2Co.4:4 en los cuales el dios de os digo, que no hay nadie que
este siglo cegó el entendimiento haya dejado casa, o padres, o
de los incrédulos, para que no hermanos, o mujer, o hijos, por
les resplandezca la luz del el reino de Dios, 30 que no haya
evangelio de la gloria de Cristo, de recibir mucho más en este
el cual es la imagen de Dios. tiempo, y en el siglo venidero la
vida eterna.

Nótese el gran contraste que existe entre el tiempo presente y la


gloria venidera, Ro.8:18 “Pues tengo por cierto que las aflicciones
del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera
que en nosotros ha de manifestarse”.

2. ¿Cómo es que hay dos siglos?


Dios hizo las cosas perfectas. Gn.1:31 “Y vio Dios todo lo que había
hecho, y he aquí que era bueno en gran manera…”. Al principio todo
estaba en armonía, existía solo la vida en total y plena comunión con
Dios. Al crear Dios al hombre a su imagen y semejanza, creaba un
ser con capacidad moral y libre de tomar sus decisiones. Habiéndole
provisto al hombre con todas las capacidades, en su soberana
voluntad probó la fidelidad del hombre. Gn.2:16-17 “Y mandó Jehová
Dios al hombre, diciendo: De todo árbol del huerto podrás comer; más
del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás; porque el día
que
de él comieres, ciertamente morirás”. Este mandato solo exigía una
cosa: “Obediencia”.
Esta prueba incluía la posibilidad de ser tentado por Satanás,
(Gn.3:4-5).
¿En qué consistió la caída?
 El hombre y la mujer ya poseían el conocimiento (aunque no
por experiencia) de lo que estaba bien y lo que estaba mal
antes de comer, de lo contrario, el mandato no tendría sentido.
(sabían que desobedecer a Dios era lo malo).
 Comer del árbol prohibido establecía una autonomía con
respecto a Dios que resultaba inapropiada para la humanidad;
elegir entre sí mismo y Dios; entre la dependencia y la
independencia; entre la liberación real y la libertad falsa.
 Lo más grave de la desobediencia fue la ruptura de la relación
armoniosa del hombre con Dios, lo que, en el fondo, desde el
primer momento, significó la muerte.

La Creación perfecta de Dios quedo rota. Y hubo terribles


consecuencias:
 Juicio para Satanás: Gn.3:14-15.
 Juicio para la mujer: Gn.3:16.
 Juicio para el hombre y la naturaleza: Gen 3:17-19.
 El acceso directo a Dios fue restringido: Gn.3:22.

El acceso directo a Dios fue cerrado, porque el hombre tuvo miedo y


vergüenza del Dios Santo. El reino de Dios fue quitado al hombre, y
Satanás como usurpador tomó señorío del mundo caído, la
comunión entre el hombre y Dios se perdió, aunque no
completamente, porque ciertamente vivimos bajo la “gracia común”
de Dios (Mt.5:45).

La consecuencia general es que, ahora vivimos en un mundo caído,


una humanidad caída. La Biblia lo llama: “este siglo, este tiempo, el
siglo malo”. No obstante, “este siglo” tiene su contraparte, a saber “el
siglo venidero”. Lo podemos ver en Apocalipsis 22, cuando Dios
restaura todas las cosas como era al principio. De la misma manera
que inicia el libro de Génesis (describiendo la perfecta comunión
entre Dios y el hombre) también culmina el libro de Apocalipsis
(describiendo la perfecta comunión que tendrá el hombre con Dios).

Después de reconocer y ver el motivo por el cual existen dos esferas


de vida, la pregunta relevante es: ¿En cuál de los siglos vivimos?
3. La superposición de los siglos
Les presento una excelente ayuda para entender el Reino de Dios y
cómo debería operar en la vida de los creyentes. Por supuesto que
esto también le ayudará a entender todo el consejo bíblico.
Esquema general:
2 Co.5:17
(Reino de Dios)
(Reino de Dios) Nueva
EL SIGLO VENIDERO
Creación y Reino de Dios

Segunda Venida de Cristo


VIVIMOS ENTRE AMBOS SIGLOS
Muerte y
Resurrección de Cristo

Antigua “Ya, pero todavía No”


Creación y Dominio de Satanás
ESTE SIGLO
(Dominio de Satanás)
Explicación:
Como ya vimos, la creación perfecta de Dios fue significativamente
dañada como consecuencia de la desobediencia del hombre, la caída
en el huerto del Edén trajo consecuencias tanto para el hombre
como para la creación. Adán perdió autoridad y este siglo quedo bajo
el dominio de Satanás, podemos afirmar esto en base a lo que Pablo
menciona en 2Co.4:4; Ef.2:2. Jesús llamó a Satanás “el príncipe de
este mundo” (Jn.12:31). Esto no quiere decir que Satanás tiene la
autoridad máxima. Satanás gobierna específicamente el mundo
incrédulo. En 2Co.4:4 vemos que los incrédulos son los que siguen
la agenda de Satanás, ellos son esclavos de su engaño y están
cegados por las artimañas del error. Por tanto, ellos necesitan ser
liberados por Cristo y ser trasladados a su Reino (Col.1:13). A esto le
llamaremos la “Creación Antigua” cuya característica es el dominio
de Satanás.
Dios promete salvar al hombre (Gn.3:15) podemos decir que éste es
el tema de todo el Antiguo Testamento. Ahí vemos el pacto que Dios
hace con Abraham, renueva el pacto con la casa de David, también
lo vemos en las promesas hechas a través de los profetas. Dios
promete restaurar su Reino en la Tierra a través de su Mesías, entre
otras cosas.
El cumplimiento de estas promesas se da con la llegada de
Jesucristo, y la consumación de su obra salvífica. Su muerte,
resurrección y la llegada del Espíritu Santo, marcan el inicio de una
nueva era, el nuevo pacto en su sangre. Queda inaugurado un nuevo
orden, una “Nueva Creación” (2Co.5:17). El Reino de Dios viene a
nuestro mundo caído en la persona de Jesucristo. A todo este nuevo
orden lo identificamos según las Escrituras como el “Siglo venidero”.
Se introduce una nueva realidad celestial, aquí y ahora (desde la
primera venida de Cristo). pero las promesas que corresponden al
“Siglo Venidero”, aunque ya están operando ahora, tienen un
cumplimiento total y definitivo en la Segunda venida del Señor
Jesucristo. Esta segunda venida incluye el juicio de Dios, la
condenación definitiva de Satanás y sus súbditos (los no
regenerados), la resurrección de los muertos, el recibimiento de
nuestros cuerpos glorificados, y la restauración de cielos nuevos y
tierra nueva.
Así es como tenemos una superposición de los siglos. Vivimos entre
ambos siglos a la vez. Aunque el Reino de Dios ya es una realidad
para los creyentes, todavía vivimos en un mundo caído cuyo príncipe
es Satanás. A esto se le conoce como el “Ya, pero todavía no”. Ya
somos salvos y poseemos la vida eterna, pero todavía vamos a
experimentar la muerte física. Ya somos herederos de la tierra, pero
todavía vamos a sufrir el despojo material. Porque el cumplimiento
definitivo se dará cuando Cristo venga en las nubes.
El Reino de Dios está presente
Lo que tanto esperaron los profetas del Antiguo Testamento, para
nosotros es una realidad (Mt.12:28; Jn.18:36). Pedro nos recuerda el
privilegio que tenemos al vivir en esta nueva realidad (privilegio y
conocimiento que aún los ángeles anhelan) 1P.1:10-12: “Hasta los
ángeles anhelan contemplar estas cosas”. Los ángeles rodean el
trono de Dios, son los mensajeros que Dios envía para ayudar al
hombre (Heb.1:14). Sin embargo, su conocimiento de la Salvación
del hombre es incompleto, por eso anhelan contemplar el misterio de
la salvación. Dios no perdonó a los ángeles. Y ellos aprenderán las
cosas de la salvación por medio de la Iglesia, como dice Pablo en
Ef.3:10.

Nuestra posición en el mundo como ciudadanos del Reino de


Dios Lo más importante de esta breve explicación es entender
nuestra nueva posición, el nuevo estilo de vida que debemos adoptar
como ciudadanos del Reino Celestial. En el Sermón del monte Jesús
nos provee la “Ética del Reino”, esto es, la manera en que debemos
vivir. Pero no solamente el Sermón del Monte, el consejo de toda la
Biblia
nos provee esta guía. Nos dice que estamos en el mundo, pero no
somos del mundo. Recuerden la oración del Señor Jesús (Jn.17:14-
16).

Pertenecemos a una nueva esfera celestial. Por eso Pablo declara


que: “nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también
esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo (Fil.3:20).
Vivimos en este mundo como extranjeros y peregrinos (de paso, no
para quedarnos) Heb.11:13.

Nuestra relación con el “mundo” ha cambiado. 1P.2:11-12 Queridos


hermanos, les ruego como a extranjeros y peregrinos en este mundo,
que se aparten de los deseos pecaminosos que combaten contra la
vida. Mantengan entre los incrédulos una conducta tan ejemplar que,
aunque los acusen de hacer el mal, ellos observen las buenas obras
de ustedes y glorifiquen a Dios en el día de la salvación.
El apóstol Juan enseñaba: 1Jn 2:15 “No améis al mundo, ni las
cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del
Padre no está en él”.
Así que, ya no podemos conformarnos al molde del mundo, vamos
en contra de la corriente de este mundo (Ef.2:2-3; Ro.12:2).
Porque tenemos una nueva naturaleza (divina). 2P.1:4 por medio de
las cuales nos ha dado preciosas y grandísimas promesas, para que
por ellas llegaseis a ser participantes de la naturaleza divina,
habiendo huido de la corrupción que hay en el mundo a causa de la
concupiscencia. (Col.1:13; Ef.2:6).
¿Cómo hemos de definir el reino de Dios?
El reino de Dios, por lo tanto, debe ser entendido como el reinado de Dios
que se muestra dinámicamente activo en la historia humana a través de
Jesucristo, y cuyo propósito incluye la redención del pueblo de Dios del
pecado y de los poderes demoniacos, y el establecimiento final de los
nuevos cielos y de la nueva tierra. Significa que el gran drama de la
historia de la salvación ha sido inaugurado, y que la nueva era ha sido
introducida.
El reino no debe entenderse meramente como la salvación de ciertos
individuos, ni siquiera solo como el reinado de Dios en el corazón de su
pueblo; significa nada más que el reinado de Dios sobre la totalidad de su
universo creado. El reino de Dios comprende dos grandes movimientos: El
cumplimiento dentro de la historia, y consumación al fin de la historia.
El “Sermón del Monte” retrata el arrepentimiento y la justicia que
pertenecen al Reino. Es decir, describe cómo se ven la vida y la
comunidad humana
cuando se encuentran bajo el régimen de la gracia de Dios. ¿Y cómo se ven?
¡Diferentes! Los verdaderos seguidores de Jesús, los ciudadanos del reino
de Dios, deben ser completamente diferentes de los demás. No deben vivir
como lo hace la sociedad alrededor suyo, sino según las ordenanzas de
Dios. Además, de ese modo comprueban que son hijos auténticos de Dios.
En todo el Sermón del Monte se delinea bien este contraste entre las
normas cristianas y las no cristianas. En ocasiones, Jesús contrasta a sus
seguidores con las naciones paganas o gentiles. Otras veces Jesús puso a
sus discípulos en contraste con los judíos y no con los gentiles, es decir no
con gente pagana sino con gente religiosa (escribas, fariseos y otros).
Así pues, los seguidores de Jesús deben ser diferentes: Diferentes tanto de
la iglesia nominal (existe una iglesia visible e invisible) como del mundo
secular. Este nuevo estilo de “vida cristiana” es la vida del reino de Dios,
una vida plenamente humana en verdad, pero vivida bajo el régimen de
gracia divina.
EL SERMÓN DEL MONTE
El Sermón del Monte es probablemente la parte más conocida de la
enseñanza de Jesús y quizá la parte que menos se obedece. Es la
descripción de lo que Jesús deseaba que sus seguidores hicieran. Este
sermón nos presenta “la Ética del Reino” o como menciona W. Hendriksen:
“el Evangelio del Reino”.
¿Cuándo fue predicado?
Probablemente haya sido pronunciado en la primavera del año 28,
después que Jesús hubo pasado una noche en oración (Lc.6:12). La
oración fue seguida por la elección de los 12 discípulos (Mr.3:13-19;
Lc.6:13-16; Mt.10:1-4). Esta, a su vez, fue seguida por la curación de
muchos enfermos (Lc.6:17-19). El sermón vino en seguida (Lc.6:19-20).
¿Dónde fue predicado?
Parece que el monte aludido estaba en los alrededores de Capernaum
(Mt.8:5 y Lc.7:1). Según Lucas el sermón fue predicado “en un lugar llano”
(Lc.6:17), pero según Mateo “en un monte”. La aparente contradicción
desaparece, ya sea suponiendo que Jesús pronunció su discurso en una
meseta, o que, habiendo descendido a un lugar llano desde la cumbre del
monte donde había elegido a los discípulos, en el llano sanó a los enfermos
y luego, con los discípulos subió a la cumbre nuevamente (Mr.3:13;
Lc.6:17 y Mt.5:1, en ese orden). Lo cierto es que no se puede demostrar
que exista un conflicto entre Mateo y Lucas.
¿Es verdadero este Sermón?
Mt.5:1-7:29 y Lc.6:17-49 dejan la impresión de que todos los dichos fueron
pronunciados de una vez y constituyen un sermón. Todo el discurso está
precedido por: “Entonces él abrió la boca y comenzó a enseñarles,
diciendo” (Mt.5:2; Lc.6:20). Concluye con las palabras: “Cuando Jesús
hubo terminado estos dichos” (Mt.7:28; Lc.7:1). Tanto Mateo como Lucas
presentan su material como un sermón de Cristo. Ambos le dan un
contexto histórico y geográfico preciso, lo circunscriben a sus primeros
años de ministerio en Galilea y afirman que lo pronunció “en el monte” o
“en un llano del monte”. Y ambos dicen que cuando terminó entró en
Capernaum. Es claro que el Sermón referido por Mateo y el relatado por
Lucas son uno y el mismo. Sin embargo, se reconoce que los dos relatos no
son idénticos. La narración de Mateo es por lo menos tres veces más
extensa que la de Lucas. Esto demuestra que los evangelistas no eran
simples copistas. Cada uno escribió según su trasfondo, carácter y los
propósitos específicos que tenían.
Es muy probable, que muchos de los dichos que se encuentran en el
Sermón del Monte fueran repetidos mientras el Señor viajaba de un lugar
a otro. La sugerencia del profesor A. B. Bruce es muy buena: El creía que
el material contenido en Mateo 5-7 representa la instrucción no de una
sola hora o un día sino de un periodo de retiro. También me parece
considerable el argumento de Barclay: El Sermón del Monte no es un
sermón único que Jesús predicara en una ocasión determinada; es el
sumario de su Enseñanza. Se ha sugerido que, después de escoger a los
doce, puede que Jesús se retirara con ellos a algún lugar tranquilo
durante una semana o más, y que durante ese tiempo les enseñara todo el
tiempo; y el Sermón del Monte es la destilación de esa enseñanza.
¿Es practicable el Sermón?
Algunos piensan que sus normas no pueden alcanzarse, debido a la
realidad de la perversidad humana. Sus ideales son nobles, pero no
prácticos, son imposibles de cumplir. Existen varias formas erradas de
interpretarlas (no detallare esto por ahora).
Lo cierto es que, las normas de este Sermón no son ni fácilmente
alcanzables, ni totalmente inalcanzables. Pueden ser alcanzados, pero solo
por aquellos que han experimentado el nuevo nacimiento y éste es a su vez
la condición indispensable para ver y entrar al Reino de Dios. Porque la
justicia descrita en el Sermón es una justicia interior. Aunque se
manifiesta exteriormente y de manera visible en palabras y obras, sigue
siendo en esencia una justicia del corazón. Es lo que uno piensa en su
corazón y el lugar donde fija su corazón lo que realmente importa. Porque,
también aquí
es donde reside el problema. Es del interior del corazón que viene lo malo y
es de lo que hay en el corazón que habla la boca. De modo que no existe
más que una solución: Es indispensable un nuevo nacimiento (Jn.3:3).
¿A quiénes va dirigido el Sermón?
El Sermón va dirigido principalmente a los discípulos (Lc.6:20). Jesús
dirigió el Sermón a aquellos que ya eran sus discípulos y por eso también
ciudadanos del Reino de Dios. (Lc.6:13). No obstante, la multitud escucho
una parte (Mt.7:28; Lc.6:17). Por ende, los principios aquí anunciados son
aplicables siempre y a todos. La persona inconversa debe oírlos para
reconocer su completa incapacidad para guardar estos preceptos y correr a
buscar refugio en Cristo (Mt.11:28-30; Jn.3:16). El creyente debiera tomar
a pecho estas lecciones, para que con el poder del Señor y por su gracia
pueda comenzar a obedecerlas “por gratitud” (no para ganarse la
salvación).
Durante el gran ministerio en Galilea, Jesús con frecuencia se dirigió a las
multitudes. Jesús veía a las grandes multitudes con compasión, con un
deseo de ayudarles en sus necesidades (Mt.9:36; 14:14; 15:32; Mr.6:34;
8:2; Lc.9:13). Talvez nos sea permitido graficar la escena de este modo, que
los doce discípulos forman un circulo inmediato en torno al Salvador; más
abajo estaba un gran número de otros discípulos; más allá de estos una
gran multitud de otros oyentes interesados.
LAS BIENAVENTURANZAS
Antes de considerar cada bienaventuranza por separado, es necesario
mencionar algunas consideraciones generales. Teniendo en cuenta que
cada una de las ocho bienaventuranzas mencionadas tiene su
recompensa.
a. Las personas bienaventuradas.
No existen ocho grupos separados o distintos de discípulos, algunos
de los cuales son humildes, otros compasivos, etc. Se trata de ocho
cualidades del mismo grupo.
Más aun, estas bienaventuranzas no corresponden solo a los líderes
a algún grupo especial. Por el contrario, es lo que Cristo dice, sobre
lo que en esencia debe ser cada cristiano. Estas cualidades deben
caracterizar a todos y cada uno de sus seguidores. Cristo describe
su ideal para cada ciudadano del Reino de Dios. Así que, no
podemos huir de nuestra responsabilidad de anhelarlas todas para
ponerlas en práctica.
b. Las bienaventuranzas que se prometen
Todas estas bendiciones vienen juntas. Del mismo modo que las
ocho cualidades describen a cada cristiano (por lo menos en lo
ideal), las
ocho bendiciones también se otorgan a cada cristiano. Esto es lo que
significa disfrutar del reinado de Dios.

¿Estas bendiciones son para el presente o para el futuro? Es para


ambos, las promesas de Jesús en las bienaventuranzas tienen un
cumplimiento tanto presente como futuro. El reino de Dios es una
realidad actual la cual podemos “recibir”, “heredar” y a la que
podemos “entrar” ahora. Disfrutamos los primeros frutos ahora; la
cosecha plena está aún por llegar (Ef.1:13; 1P.4:14).

c. El Sermón del Monte tiene dos propósitos divinos:


En primer lugar, muestra al no cristiano que no puede agradar a
Dios por sí mismo (porque no puede obedecer la ley) y de este modo
lo dirige hacia Cristo para que sea justificado. (Ejemplo: el joven rico
y la parábola del buen samaritano).
En segundo lugar, al cristiano que ya ha acudido a Cristo para su
justificación, le muestra cómo vivir de modo que agrade a Dios.
De manera más simple, solían resumirlo los reformadores y los
puritanos: “La ley nos envía a Cristo para que seamos justificados, y
Cristo nos envía de vuelta a la ley para que seamos santificados”.

No cabe duda de que el Sermón del Monte tiene, sobre muchas


personas, el primer efecto mencionado. Cuando lo leen, las conduce
a la desesperación. Ven en él un ideal inalcanzable. ¿Cómo pueden
desarrollar esta justicia de corazón, volver la otra mejilla, amar a sus
enemigos? Es imposible, dicen. ¡Y tienen razón! Porque es una ley de
justicia interior que ningún hijo de Adán puede jamás obedecer. Por
consiguiente, solo puede condenarlos y hacer indispensable el
perdón de Cristo.
Ahora, Cristo no dice nada en este Sermón sobre cómo volverse
cristianos, de hecho, presupone una aceptación del evangelio (como
lo entendieron Crisóstomo y Agustín), una experiencia de conversión
y nuevo nacimiento, y al Espíritu Santo morando en la persona.
Describen como son (o deben ser) las personas nacidas de nuevo.
El Nuevo Testamento pone en claro que el mensaje de la iglesia
primitiva siempre tuvo dos aspectos: uno teológico, el otro ético.
1. El evangelio que los apóstoles predicaron y,
2. El mandamiento, que surgió del evangelio, que ellos enseñaron a
aquellos que aceptaron el evangelio.
El apóstol Pablo dividió comúnmente sus cartas de esta forma, con
una sección doctrinal primero y luego una sección práctica.
d. La división de las bienaventuranzas.
Quizá la división más simple es ver las primeras cuatro como las que
describen la relación del cristiano con Dios, y los cuatro restantes
como las que describen sus relaciones y deberes con sus prójimos.
Introducción 5:1-2
Mt.5:1 “Viendo la multitud, subió al monte; y sentándose, vinieron a él sus
discípulos”. 2 Y abriendo su boca les enseñaba, diciendo”.
Como Maestro y Señor, dio su propia interpretación autorizada de la ley de
Moisés, dio mandamientos y esperó obediencia. Jesús se sentó y asumió la
postura de un rabí o legislador, y sus discípulos se le acercaron para
escuchar su solemne enseñanza. La expresión literal “abriendo su boca”
indica la solemnidad de su declaración.
1. LOS POBRES EN ESPÍRITU
Mt.5:3 Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el
reino de los cielos.

El AT provee el trasfondo necesario para interpretar esta


bienaventuranza. Ser pobre quería decir estar en necesidad material
literal. Pero gradualmente, debido a que el necesitado no tenía otro
refugio más que Dios, la “pobreza” llegó a tener rasgos espirituales y
a identificarse con la dependencia humilde de Dios. Así el salmista
se designó a sí mismo como: “este pobre” Sal.34:6 “Este pobre clamó,
y le oyó Jehová, Y lo libró de todas sus angustias”.
El pobre en el AT es aquel que está afligido y es incapaz de librarse
por sí mismo, y que, por consiguiente, mira a Dios en busca de
salvación. Esta clase de pobreza espiritual es elogiada especialmente
en Isaías: Is.41:17 Los afligidos y menesterosos buscan las aguas, y
no las hay; seca está de sed su lengua; yo Jehová los oiré, yo el Dios
de Israel no los desampararé. 18 En las alturas abriré ríos, y fuentes
en medio de los valles; abriré en el desierto estanques de aguas, y
manantiales de aguas en la tierra seca.
Is.57:15 Porque así dijo el Alto y Sublime, el que habita la eternidad,
y cuyo nombre es el Santo: Yo habito en la altura y la santidad, y con
el quebrantado y humilde de espíritu, para hacer vivir el espíritu de
los humildes, y para vivificar el corazón de los quebrantados.

Es para los tales que el ungido del Señor proclamará buenas


noticias de Salvación. Is.66:1-2 “Jehová dijo así: El cielo es mi trono,
y la tierra estrado de mis pies; ¿dónde está la casa que me habréis de
edificar, y
dónde el lugar de mi reposo? Mi mano hizo todas estas cosas, y así
todas estas cosas fueron, dice Jehová; pero miraré a aquel que es
pobre y humilde de espíritu, y que tiembla a mi palabra”. (Lc.4:18;
Mt.11:5). Así que, riqueza y mundanalidad; pobreza y piedad, iban
juntas.

Por ende, ser “pobres en espíritu” es reconocer delante de Dios


nuestra pobreza espiritual, nuestra bancarrota espiritual. Somos
pecadores bajo la ira santa de Dios, y no merecemos otra cosa que el
justo juicio de Dios. No tenemos nada que ofrecer, nada con lo cual
comprar el favor de Dios.
Esta bienaventuranza nos enseña que no se puede alcanzar la
salvación mediante merito humano y buenas obras. Porque el
reinado de Dios que trae salvación es un don absolutamente gratuito
e inmerecido (Ef.1:8-9). Tiene que recibirse con la humildad
dependiente que tiene un niño pequeño.
En los días de nuestro Señor no fueron los fariseos los que entraron
al reino, quienes pensaban que eran ricos, tan ricos en méritos que
agradecían a Dios por sus propios logros (Lc.18:9-14). Sino los
publicanos y las prostitutas, la escoria de la sociedad humana, que
sabían que eran tan pobres que no podían ofrecer nada ni alcanzar
nada. Todo lo que podían hacer era clamar a Dios por compasión; y
Dios oyó su clamor. No nos corresponde otro lugar excepto aquel al
lado del publicano de la parábola de Jesús, que clamaba sin alzar
los ojos: “Dios, se propició a mí, pecador”.

El cristianismo superficial es un engaño fatal. Quizá el mejor


ejemplo de esto sea el de la iglesia nominal de Laodicea. Juan
escribió acerca de ella: Ap.3:17 “Porque tú dices: Yo soy rico, y me he
enriquecido, y de ninguna cosa tengo necesidad; y no sabes que tú
eres un desventurado, miserable, pobre, ciego y desnudo”. Esta
iglesia visible, cristiana según su profesión, en verdad no era
cristiana en nada. Autosatisfecha y superficial, según Jesús estaba
compuesta de mendigos, ciegos y desnudos (espirituales). Pero la
tragedia era que ellos no lo admitían. “No eran pobres en espíritu”.

Ser pobre en espíritu es aquel que exclama como el apóstol Pablo:


¡Miserable de mí! ¿Quién me librará de este cuerpo de muerte?
(Ro.7:24). Así lo afirmaba David: Sal.51:17 Los sacrificios de Dios son
el espíritu quebrantado; Al corazón contrito y humillado no
despreciarás tú, oh Dios. Nada tiene que ver esto con la humildad
fingida que aparenta santidad, esa actitud pecaminosa es
hipocresía.
El pobre en espíritu ya está en el reino de los cielos: Col.1:13 el cual
nos ha librado de la potestad de las tinieblas, y trasladado al reino
de su amado Hijo. El reino es de ellos aquí, en este momento
presente y luego se extenderá perpetuamente en los cielos.

2. LOS QUE LLORAN


Mt.5:4 Bienaventurados los que lloran, porque ellos recibirán
consolación.
Los pobres en espíritu son también los que lloran. En verdad es
bienaventurado quien, estando en la situación más terrible,
continúa diciendo: “Padre, he pecado”.
Me llama mucho la atención la asombrosa paradoja que contiene:
“Felices los infelices”. Pero, ¿Qué clase de aflicción puede ser aquella
que trae el gozo de la bendición de Cristo? La gente llora por muchas
razones: enfermedad, dolor, luto, pérdida material, orgullo herido,
etc. Aquellos a quienes se les promete consuelo aquí no son
primordialmente los que lloran por una de estas cosas, sino los que
lloran la pérdida de su inocencia, su justicia, su dignidad. La
aflicción que produce el arrepentimiento produce llanto.
Una cosa es ser espiritualmente pobre y saber reconocerlo; otra es
lamentarse y llorar por ello. Una cosa es la confesión y otra la
contrición. Podríamos parafrasear esta bienaventuranza de la
siguiente manera: “Bendito el que está en duelo como aquel al que
se le ha muerto un ser querido. Bendita la persona que está
desesperadamente adolorida por su propio pecado e indignidad”.
La vida cristiana, según Jesús, no solo es puro gozo y risas. Algunos
cristianos piensan que deben llevar una sonrisa perpetua en el
rostro. Pero, la verdad es que existen cosas tales como las “lágrimas
cristianas”, y también es verdad que pocos la lloran.
Jesús lloro por los pecados de otros, por sus amargas consecuencias
en juicio y muerte, y por la ciudad impenitente que no le recibía.
(Mt.23:37). Nosotros también deberíamos llorar más por el mal que
existe en el mundo, como lo hizo el salmista: Sal.119:136 “Ríos de
lágrimas brotan de mis ojos, porque tu ley no se obedece”. Pablo
escribió, refiriéndose a los falsos maestros que perturbaban las
iglesias de su época: Fil.3:18 “Como les he dicho a menudo, y ahora
lo repito hasta con lágrimas, muchos se comportan como enemigos de
la cruz de Cristo”.
¿Alguna vez tu pecado te ha causado dolor y lágrimas? Así como
ocurrió con Esdras: Esd.10:1 “Mientras Esdras oraba y hacía esta
confesión llorando y postrándose delante del templo de Dios, a
su alrededor se reunió una gran asamblea de hombres, mujeres y
niños del pueblo de Israel. Toda la multitud lloraba
amargamente”.
Temo que a veces los cristianos evangélicos, por dar una
importancia desmedida a la gracia, en ocasiones le damos poca
importancia al pecado y a cuan horrible es ante los ojos de nuestros
Dios Santo. Deberíamos experimentar más “la tristeza que proviene
de Dios”: 2Co.7:10.

Los que lloran, quienes lamentan su pecado, serán consolados


¿Cómo? Por el perdón gratuito de Dios. Cristo derrama aceite en
nuestras heridas y trae paz a nuestras conciencias llenas de llagas y
cicatrices.
También es cierto, que Dios no se olvida de las otras lágrimas, esas
lagrimas que nos produce el sufrimiento de este mundo caído.
Aunque todavía lloraremos el sufrimiento y la muerte que el pecado
disemina por todo el mundo. Porque solamente en el estado final, el
consuelo de Cristo será completo, porque solo entonces el pecado no
existirá más: Ap.21:4 “Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de
ellos; y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor;
porque las primeras cosas pasaron”.
¿Cuál es tu único consuelo tanto en la vida como en la muerte? Que
yo, con cuerpo y alma, no me pertenezco a mí mismo, sino a mi fiel
Salvador Jesucristo.

3. LOS MANSOS
Mt.5:5 Bienaventurados los mansos, porque ellos recibirán la tierra
por heredad.
Existe muy poca diferencia entre ser “pobre en espíritu” y ser
“manso”. Hay una leve distinción: la primera describe al hombre
más como es en sí mismo, esto es, quebrantado de corazón; la
segunda describe al hombre en su relación con Dios y con los
hombres.

La palabra griega “πραεις” significa “apacibles” (que está libre de


brusquedad y violencia y por ello resulta agradable o tranquilo),
“πραυς” es un adjetivo que significa suave, humilde, considerado,
cortés.
Jesús se describe así mismo como apacible, manso y humilde de
corazón (Mt.11:29; 2Co.10:1).

¿Qué tipo de mansedumbre es ésta? Esta mansedumbre denota una


actitud tierna y mansa hacia otros que está determinada por una
estimación real de nosotros mismo. Alguien que tiene la humildad de
reconocer su propia ignorancia y debilidad. Martyn Lloyd-Jones
decía: “La humildad es básicamente tener una idea adecuada de uno
mismo la cual se manifiesta en la actitud y conducta que tenemos
hacia otros…” Fil.2:3 “No hagan nada por egoísmo o vanidad; más
bien, con humildad consideren a los demás como superiores a
ustedes mismos”.

Esta bienaventuranza es un eco de Sal.37:1. Este salmo describe a


la persona que no se resiente. No guarda rencores. Se refugia en el
Señor y entrega su camino enteramente a él. Puesto que el favor de
Dios significa todo para él, ha aprendido a soportar con gozo aún “el
despojo de sus bienes… sabiendo que tiene una mejor y perdurable
herencia” (Heb.10:34).
Sin embargo, la mansedumbre no es debilidad. La mansedumbre es
mostrar un carácter sumiso ante la provocación, la disposición a
sufrir y no causar daño. La persona mansa deja todo en las manos
de Dios. Me agrada como Barclay lo entiende: “Bendito el que se
indigna a su debido tiempo y por la debida causa, y no al contrario,
y que tiene bajo control todo instinto, impulso y pasión, porque él
mismo está bajo el control de Dios”. En la vida, uno no se debe
enfurecer por un insulto o una injuria que se le hace a él
personalmente; un cristiano debe pasarlo por alto (Mt.5:44); pero se
debe uno indignar por las injurias que se les hace a otras personas.

El otro enfoque de esta bienaventuranza es la verdadera humildad


que destierra todo orgullo. Sin humildad no se puede aprender,
porque el primer paso en el aprendizaje es ser conscientes de
nuestra propia ignorancia. No se le puede enseñar nada a una
persona que cree que ya lo sabe todo. Sin humildad no puede haber
verdadera religión, porque toda verdadera religión empieza por un
darse cuenta de la propia debilidad y necesidad de Dios.

Estos humildes: “Recibirán la tierra como herencia”. La condición


bajo la cual tomamos posesión de nuestra herencia espiritual en
Cristo no es la fuerza sino la humildad, porque, todo es nuestro si
somos de Cristo. Esa es la confianza de los santos y humildes
siervos de Dios en los días del Antiguo Testamento, cuando los
impíos parecían triunfar (Sal.37:1, 2, 11, 21, 22, 34). Quizás
poseamos solamente una pequeña porción de tierra o de bienes
materiales, pero una pequeña porción con la bendición de Dios
reposando en ella es más que las riquezas más grandes sin la
bendición de Dios. Los impíos pueden jactarse y ejercer su poder,
pero la posesión real está fuera de su alcance. En cambio, los
humildes, aunque puedan ser privados o
despojados de sus derechos por los hombres, pueden poseer y
disfrutar la tierra, que pertenece a Dios.
No obstante, el cumplimiento más completo de la promesa está
reservado para el futuro, cuando en el regreso de Cristo en gloria los
mansos heredarán los nuevos cielos y la nueva tierra.

4. LOS QUE TIENEN HAMBRE Y SED DE JUSTICIA


Mt.5:6 Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia,
porque ellos serán saciados.
La cuarta bienaventuranza sigue en forma natural a las anteriores.
Esta justicia consiste en una perfecta conformidad con la santa ley
de Dios, esto es, con su voluntad.
Podríamos parafrasear esta bienaventuranza de la siguiente manera:
¡Ah, la bienaventuranza del que anhela una integridad total, como
ansía el que está muriendo de hambre el alimento y el agua el que
está pereciendo de sed; porque tal persona alcanzará una completa
satisfacción! Dios satisface a los que tienen hambre y sed de justicia.
Los cristianos no están, como los paganos, absortos (que dirige toda
su atención a una actividad o pensamiento, aislándose de lo que lo
rodea) en la búsqueda de posesiones; lo que se han propuesto
buscar primeramente es el Reino de Dios y su justicia (Mt.6:33).

La justicia en la Biblia tiene por lo menos tres aspectos: legal, moral


y social.
La justicia legal es justificación, una relación correcta con Dios.
Romanos 9:30-10:4. Los judíos iban “en busca de una ley”, pero
fallaron en alcanzarla porque iban tras ella por el camino
equivocado. Porque procuraron establecer la suya propia, no se
sometieron a la justicia de Dios, la cual es Cristo mismo. El hombre
es incapaz de ganar esta posición justa delante de Dios. Ninguna
cantidad de buenas obras podrá expiar su pecado. En realidad,
“todas nuestras justicias son como trapos de inmundicia” (Is.64:6)
Jer.2:22 Aunque te laves con lejía, y amontones jabón sobre ti, la
mancha de tu pecado permanecerá aún delante de mí, dijo Jehová el
Señor.
Su necesidad principal, básica e irremplazable es estar en perfecta
armonía con Dios. ¿Cómo se justificará el hombre con Dios? Is.53:5-
6; Sal.32:1 “Bienaventurado aquel cuya transgresión ha sido
perdonada, y cubierto su pecado”.
La justicia para hombre está basada en la misericordia de Dios y no
en las obras o méritos humanos, Ro.5:1 “Justificados, pues, por la fe,
tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo”.
La justicia moral es aquella justicia de carácter y conducta que
agrada a Dios. Jesús contrasta esta justicia cristiana con la justicia
de los escribas y fariseos: Mt.5:20 “Porque os digo que, si vuestra
justicia no fuere mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis
en el reino de los cielos”.
Esta última era una conformidad externa a las reglas; la primera era
una justicia interior del corazón, voluntad e intensión. Aunque es
imposible que las buenas obras justifiquen a alguien, es igualmente
imposible que una persona justificada pueda vivir sin hacer buenas
obras (ejemplos de esto lo veremos al final de esta bienaventuranza).

La justicia también incluye un aspecto social. La justicia social,


como aprendemos de la ley y los profetas, se interesa por la
liberación del hombre de la opresión, al igual que por la promoción
de los derechos civiles, la justicia en las cortes legales, la integridad
en las relaciones comerciales y el honor en el hogar y los asuntos
familiares. Se debe tener hambre y sed de justicia en la comunidad
humana en su totalidad como algo que agrada a un Dios justo.
Lutero dijo: “Si no podéis tornar al mundo completamente pío,
entonces haced lo que podáis”.

No basta llorar por el pecado, debemos tener también hambre y sed


de justicia de manera intensa. Sal.42:1 “Como el ciervo brama por
las corrientes de las aguas, Así clama por ti, oh Dios, el alma mía”.
No obstante, en esta vida nuestra hambre nunca será plenamente
saciada, ni nuestra sed totalmente apagada. Esto será posible
solamente cuando alcancemos el cielo. Ap.7:17 “porque el Cordero
que está en medio del trono los pastoreará, y los guiará a fuentes de
aguas de vida; y Dios enjugará toda lágrima de los ojos de ellos”.
2P.3:13 “Pero nosotros esperamos, según sus promesas, cielos
nuevos y tierra nueva, en los cuales mora la justicia”.

Esta bienaventuranza también describe a aquel que anhela una


integridad total. Es por ello que el cristianismo superficial es
hipocresía y autoengaño.
Es momento de examinar nuestro cristianismo. A veces nuestra
adoración puede llegar a ser una ofensa al Señor: Is.1:11 ¿De qué me
sirven sus muchos sacrificios? —dice el Señor—. Harto estoy de
holocaustos de carneros y de la grasa de animales engordados; la
sangre de toros, corderos y cabras no me complace.
13 No me sigan trayendo vanas ofrendas; el incienso es para mí una
abominación. Luna nueva, día de reposo, asambleas convocadas; ¡no
soporto que con su adoración me ofendan!
15 Cuando levantan sus manos, yo aparto de ustedes mis ojos;
aunque multipliquen sus oraciones, no las escucharé, pues tienen las
manos llenas de sangre.
17 ¡Aprendan a hacer el bien! ¡Busquen la justicia y reprendan al
opresor! ¡Aboguen por el huérfano y defiendan a la viuda!

Es tan peligroso y fácil conformarnos a una vida de apariencia. Si no


tomamos en serio estas bienaventuranzas, no estamos lejos de caer
en el error que describe Jesús en Mt.7:21-23; o el profeta Isaías:
Is.58:5-7 ¿Acaso el ayuno que he escogido es sólo un día para que el
hombre se mortifique? ¿Y sólo para que incline la cabeza como un
junco, haga duelo y se cubra de ceniza? ¿A eso llaman ustedes día de
ayuno y el día aceptable al Señor? El ayuno que he escogido, ¿no es
más bien romper las cadenas de injusticia y desatar las correas del
yugo, poner en libertad a los oprimidos y romper toda atadura? ¿No
es acaso el ayuno compartir tu pan con el hambriento y dar refugio a
los pobres sin techo, vestir al desnudo y no dejar de lado a tus
semejantes?

Les dejo este último texto para que sigan su autoevaluación:


Stg.1:27 “La religión pura y sin mácula delante de Dios el Padre es
esta: Visitar a los huérfanos y a las viudas en sus tribulaciones, y
guardarse sin mancha del mundo”.
Aquí concluimos la primera mitad de las ocho bienaventuranzas. Podemos
ver que las primeras cuatro bienaventuranzas revelan una progresión
espiritual. Cada paso lleva al siguiente y presupone el anterior.
En la segunda mitad de las bienaventuranzas pareciera que nuestra
actitud hacia Dios se volviera más hacia nuestros prójimos.
5. LOS MISERICORDIOSOS
Mt.5:7 Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán
misericordia.
Misericordia es tener amor hacia quienes están en miseria. Es tener
compasión por la gente en necesidad. Y un espíritu perdonador
hacia el pecador.

Es de ayuda distinguirla de “gracia”. El sustantivo ελεος


(misericordia, compasión) …siempre tiene que ver con lo que
percibimos de dolor, miseria y aflicción, todos ellos resultados del
pecado; y χαρις (gracia)
siempre tiene que ver con el pecado y la culpa. La misericordia
proyecta alivio y la gracia, perdón; la misericordia cura, sana, ayuda,
la gracia limpia y restaura a la posición anterior.

Un ejemplo de misericordia es la parábola del buen samaritano


(Lc.10). El prójimo no solo es el próximo, sino cualquiera que tenga
necesidad, incluyendo a los que pudieran considerarse como
enemigos. Cristo estableció esta ordenanza cerrando la enseñanza de
la parábola al decir: “Ve, y haz tu lo mismo” (Lc.10:37). Los
interpretes de la ley enseñaban que era conforme a la ley amar al
hermano y odiar al enemigo. Cristo le enseñó al intérprete de la ley
que era necesario amar sin límites a todos, incluyendo a los
enemigos, porque esa es la verdadera expresión de la misericordia
que Dios manifiesta y deben manifestar también los que se
consideran hijos suyos.

Cristo sintió y manifestó misericordia con los pecadores que, por su


condición, no tenían derecho a reclamar el perdón benevolente de
Dios. A quienes los hombres acusaban para condenar a muerte, la
misericordia de Jesús le devuelve el gozo sin acusación, con la
exhortación de cambiar de vida y dejar de pecar, como fue el caso de
la mujer adúltera (Jn.8:1-11). La misericordia mostrada por Jesús,
le aproximaba a quienes eran considerados como los marginados de
la sociedad de su tiempo; aquellos a quienes se les calificaba de
pecadores. Para asombro de los que se consideraban perfectos y no
se contaminaban relacionándose con los marginados publicanos, la
escoria social para el mundo religioso de entonces, el Señor comía
con ellos. Por esta causa era señalado y acusado por los fanáticos
pseudoespirituales Mr.2:16 Y los escribas y los fariseos, viéndole
comer con los publicanos y con los pecadores, dijeron a los discípulos:
¿Qué es esto, que él come y bebe con los publicanos y pecadores?

El ejemplo supremo de la misericordia de Cristo se manifiesta en la


misma cruz, donde el implora el favor de Dios por quienes lo estaban
crucificando Lc.23:34 Y Jesús decía: Padre, perdónalos, porque no
saben lo que hacen. Le pedía al Padre que aquel pecado de homicidio
voluntario, fuese considerado como una acción involuntaria que
pudiese ser perdonado como cualquier otro pecado de ignorancia.

Nuestro Dios es misericordioso y muestra su compasión


continuamente; los ciudadanos de su reino tienen también que
mostrar misericordia (compasión). Mt.5:44 Pero yo os digo: Amad a
vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los
que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen; 45
para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos, que hace
salir su sol sobre malos y buenos, y que hace llover sobre justos e
injustos. (Gá.6:19). Esta es la forma natural de vida para cada
cristiano. Pablo así nos enseña: Col.3:12 Vestíos, pues, como
escogidos de Dios, santos y amados, de entrañable misericordia, de
benignidad, de humildad, de mansedumbre, de paciencia.

Como contraste a esta admirable enseñanza de la Escritura esta la


vida de quienes hablan de Cristo, pero no viven a Cristo. Algunos
cristianos se han acostumbrado a vivir en una esfera de religiosidad,
pero han abandonado la experiencia real de la comunión con Cristo.
Son personas resentidas, negativas y nocivas para la obra de Dios.
Su resentimiento se manifiesta contra todo aquel que no vive la vida
de esclavitud religiosa que ellos han determinado como ejemplo de
piedad. Mt.23:4 Porque atan cargas pesadas y difíciles de llevar, y
las ponen sobre los hombros de los hombres; pero ellos ni con un dedo
quieren moverlas. Son intransigentes con los pecados de otros; los
que siempre están dispuestos a reprender y acusar, pero nunca
están dispuestos a restaurar. Son los que adoran la “sana doctrina”,
pero desconocen al Dios de la “sana doctrina”. Idolatran la Biblia,
pero son ignorantes de los que significa la verdadera adoración a
Dios enseñada en la Biblia. Estos se creen héroes de la fe cuando
son valientes para rechazar a sus propios hijos, por el simple hecho
de no pensar lo mismo que ellos. Son los que descansan en normas
externas, prácticas tradicionales, costumbres antiguas, formas
establecidas, los que sustituyen la guía del Espíritu Santo, por
religión al estilo y pensamiento de hombres. Son los que sin tener
respuesta bíblica para sus imposiciones acuden al desesperado
“siempre se hizo así”, para aferrarse al sistema que los sustenta a
ellos y a sus prácticas. Estos son los que sirven de tropiezo en la
vida de los pequeños recién convertidos a Cristo. Estos son el
ejemplo más negativo de lo que significa misericordia (Pérez Millos
2010).

Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán


misericordia. Aquellos que muestran compasión, encontrarán
compasión:
No podemos recibir la compasión y el perdón de Dios a menos que
estemos arrepentidos; y la prueba de que realmente estamos
arrepentidos de nuestros pecados es tener compasión por los
pecados de los demás.
Mt.6:14 Porque si perdonan a otros sus ofensas, también los
perdonará a ustedes su Padre celestial. Nada nos mueve tanto al
perdón como el maravilloso conocimiento de que nosotros mismos
hemos sido perdonados.
Es innegable que a nuestro alrededor hay actos de compasión y
bondad, aun en el mundo de los no regenerados. Pero, la
misericordia de esta bienaventuranza brota “de la experiencia
personal de haber recibido la misericordia de Dios”.

El salvo es misericordioso porque primero alcanzó misericordia y se


comporta conforme al comportamiento que Dios tuvo con él.
Col.3:12 Vestíos, pues, como escogidos de Dios, santos y amados, de
entrañable misericordia, de benignidad, de humildad, de
mansedumbre, de paciencia; 13 soportándoos unos a otros, y
perdonándoos unos a otros si alguno tuviere queja contra otro. De la
manera que Cristo os perdonó, así también hacedlo vosotros.

Quien llamándose cristiano no practica la misericordia no está en


correcta relación con Dios, todavía algo más grave: Es posible que
quien no actué con misericordia es que nunca fue recibido a
misericordia que salva y transforma, por tanto, está todavía muerto
en sus pecados, alejado de Dios, sin Cristo y sin esperanza. Podrá
llamarse cristiano, podrá hacer las practicas propias de los
cristianos, aun podrá hacer maravillas y señales (Mt.7:21), pero él es
un desconocido para el Señor.

Una necesaria pregunta personal debe conducir a la reflexión de


cada uno frente a esta bienaventuranza: ¿Estoy practicando sin
límite alguno la misericordia?, una respuesta negativa debiera llevar
inmediatamente a la confesión delante del Señor.
Y aprender lo que nos dice el Señor: Mt.9:13 Id, pues, y aprended lo
que significa: Misericordia quiero, y no sacrificio. Porque no he venido
a llamar a justos, sino a pecadores, al arrepentimiento.

6. LOS DE LIMPIO CORAZÓN


Mt.5:8 Bienaventurados los de limpio corazón, porque ellos verán a
Dios.
Los de limpio corazón son personas honestas y sinceras. Jesús
pronuncia su bendición sobre las personas cuya manifestación
exterior está en armonía con su disposición interior.
Jesús trató este asunto en su enfrentamiento con los fariseos y se
quejó de la obsesión de ellos por la limpieza ceremonial externa:
Mt.23:25 ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque
limpiáis lo de fuera del vaso y del plato, pero por dentro estáis llenos
de robo y de injusticia. 26 ¡Fariseo ciego! Limpia primero lo de dentro
del vaso y del plato, para que también lo de fuera sea limpio. 27 ¡Ay
de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque sois semejantes a
sepulcros blanqueados, que por fuera, a la verdad, se muestran
hermosos, más por dentro están llenos de huesos de muertos y de
toda inmundicia. 28 Así también vosotros por fuera, a la verdad, os
mostráis justos a los hombres, pero por dentro estáis llenos de
hipocresía e iniquidad.

Los fariseos ponían su confianza en aspectos externos de santidad,


esto era hipocresía, una piedad aparente. Se esforzaban porque
todos pudiesen ver en ellos vidas intachables, especialmente en todo
cuanto se relacionaba al cumplimiento literalista de las demandas
de la ley, fundamentalmente en cuanto a la ley ceremonial. Sin
embargo, sus corazones estaban contaminados por la hipocresía de
su comportamiento.

Ahora, la sinceridad o integridad no es suficiente por sí sola. Un


hombre puede estar sinceramente en lo correcto, pero también
puede estar sinceramente equivocado.
Los de limpio corazón son los que con toda sinceridad son guiados
por el consejo de Dios. 1P.1:22 Habiendo purificado vuestras almas
por la obediencia a la verdad, mediante el Espíritu…

Entonces, esta bienaventuranza hace referencia a nuestras


relaciones tanto con Dios como con los hombres. ¿Cómo deben ser
estas relaciones? Con total sinceridad.
Sal.24:3 ¿Quién subirá al monte de Jehová?
¿Y quién estará en su lugar santo?
4 El limpio de manos y puro de corazón;
El que no ha elevado su alma a cosas vanas,
Ni jurado con engaño.
Es decir que en sus relaciones tanto con Dios como con los hombres
está libre de falsedad. De modo que los de corazón limpio son “los
absolutamente sinceros”. Toda su vida, pública y privada, es
transparente ante Dios y los hombres. Su corazón, incluyendo sus
pensamientos, es limpio, no oculta nada. Aborrece la hipocresía y el
engaño; carecen de segundas intenciones.
Sin embargo, ¡cuán pocos de nosotros vivimos una sola vida y la
vivimos abiertamente! Estamos tentados a portar una máscara
diferente y a desempeñar un papel diferente de acuerdo a cada
ocasión. Esto es hipocresía. Algunas personas traman en torno a sí
mismas tal tejido de mentiras que ya no pueden decir que parte de
ellas es real y cual es fingimiento. (Y cuando hablan uno ya no sabe
si está diciendo la verdad, mentira o es una broma).

El hombre limpio de manos y puro de corazón está en perfecta


sintonía con Dios. No significa que nunca tropiece, pero su deseo
intimo está en ser santo, no por imposición sino por gratitud
(1P.1:16). Está viviendo a Cristo en el poder del Espíritu, y Cristo se
hace vida en él, por lo que también su comportamiento, en lo que
humanamente puede experimentar es santo. No es santo porque
cumple una serie de normas establecidas por el grupo religioso
donde está. Es santo porque su senda es la misma que el Señor dejó
marcada, por tanto, es santo por identificación con Cristo.

Esta bienaventuranza nos exige el más severo examen de conciencia


¿cumplimos nuestro trabajo por motivos de servicio o de paga?
¿Hacemos lo que hacemos en la iglesia para el Señor o para nuestro
propio servicio? ¿Vamos a la iglesia para encontrarnos con Dios o
para cumplir con una costumbre o para que nos consideren de buen
testimonio? ¿Cultivamos la vida espiritual porque somos conscientes
de nuestra total necesidad de Dios en lo más íntimos de nuestro ser,
o porque nos producen un sentimiento de bienestar y auto
justificación? Entre los hombres, solo Jesucristo ha sido
absolutamente limpio de corazón, al ser totalmente sin engaño.
1P.2:22 Él no cometió ningún pecado, ni hubo engaño en su boca.

¡Esta es la bienaventuranza de la persona cuyos motivos son


absolutamente puros, porque algún día estará capacitado para ver a
Dios! Solo los de limpio corazón verán a Dios: Es una seria
advertencia para empezar a capacitarnos en poder mantener limpio
el corazón y así poder estar capacitados para ver a Dios.
Hay personas de mente sucia que ven en cualquier situación, una
ocasión para una observación sucia o un chiste cochino (doble
sentido). En cualquier esfera de la vida cada uno ve lo que está
capacitado para ver.
Ver a Dios, relativo al Padre, está vedado a los hombres Jn.1:18 A
Dios nadie le vio jamás; el unigénito Hijo, que está en el seno del
Padre, él le ha dado a conocer.
1Ti.6:16 al único inmortal, que vive en luz inaccesible, a quien nadie
ha visto ni puede ver, a él sea el honor y el poder eternamente. Amén.
A Dios se le ve en el Hijo. El Señor le recordó esto a Felipe Jn.14:9
Jesús le dijo: ¿Tanto tiempo hace que estoy con vosotros, y no me has
conocido, Felipe? El que me ha visto a mí, ha visto al Padre; ¿cómo,
pues, dices tú: Muéstranos el Padre?
Pero no se refería a una visión literal, sino que se trataba de una
relación espiritual. En el tiempo presente, ver a Dios, equivale a
disfrutar de una verdadera comunión con Dios. Esta visión debe ser
cotidiana y transformadora 2Co.3:18 Por tanto, nosotros todos,
mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor,
somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como
por el Espíritu del Señor.
Este ver al Señor alcanzará la plenitud en el disfrute eterno con Él
Ap.22:4 y verán su rostro, y su nombre estará en sus frentes.
1Co.13:12 Ahora vemos por espejo, oscuramente; mas entonces
veremos cara a cara. Ahora conozco en parte; pero entonces conoceré
como fui conocido. Habrá un tiempo en que todos los creyentes verán
personalmente y sin impedimento al Señor: 1Jn.3:2 Amados, ahora
somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que hemos de ser;
pero sabemos que cuando él se manifieste, seremos semejantes a él,
porque le veremos tal como él es. 3 Y todo aquel que tiene esta
esperanza en él, se purifica a sí mismo, así como él es puro.

La santificación es la voluntad de Dios para el salvo 1Ts.4:3 pues la


voluntad de Dios es vuestra santificación…
La vida de fe encuentra su destino por el camino de la santidad
Heb.12:14 Seguid la paz con todos, y la santidad, sin la cual nadie
verá al Señor.
El creyente debe persistir en la santificación haciendo de ello un
objetivo prioritario Fil.2:12 …ocupaos en vuestra salvación con
temor y temblor. El que no lleve una vida santa no puede ver, en el
sentido de estar en comunión con Dios. Nada tiene que ver esto con
una hipotética posición en la gloria que permita al creyente estar en
ella, pero no ver al Señor. En la gloria la Iglesia forma una unidad
corporativa, como esposa del Cordero.
Quien no viva una vida de separación del pecado no puede gozar de
esta bendición, del favor y del trato intimo con Dios. los que
disfrutan de la comunión íntima con Dios, tienen ya el cielo en la
tierra. Solo ellos sienten profundo deseo de verlo ¿Qué interés podría
tener un corazón sucio en la comunión con quien rechaza y
manifiesta su ira contra el pecado?
Esta bendición es totalmente presente pues consiste en la continua
presencia de Dios en su vida, el permanente ver al Señor a su lado,
disfrutando de su favor en intimidad admirable con Él.

7. LOS PACIFICADORES
Mt.5:9 Bienaventurados los pacificadores, porque ellos serán
llamados hijos de Dios.
La secuencia de pensamiento de limpieza de corazón a pacificación
resulta natural, porque una de las causas de conflicto más frecuente
es la intriga, en tanto que la sinceridad es esencial para toda
reconciliación. Nunca deberíamos buscar conflicto ni ser
responsables de él. Por el contrario, estamos llamados a la paz,
debemos seguir la paz con todos, debemos estar en paz con todos los
hombres.

En griego la palabra es eirene (ειρηνη), el verbo eireneuo (ειρηνευω)


denota, primeramente, llevar a la paz, reconciliar, mantener la paz o
estar en paz; y en hebreo Shalom (‫)שלום‬. En hebreo paz, nunca
quiere decir exclusivamente la ausencia de guerra; siempre quiere
decir todo lo que contribuye al bienestar supremo del hombre. En la
Biblia paz, no solamente quiere decir, liberación de todos los
problemas, sino disfrutar de todas las cosas buenas.
Si una persona ama la paz equivocadamente, conseguirá crear
problemas y no paz. Puede que surja una situación peligrosa y que
nuestra defensa sea no intervenir para mantener la paz, cuando lo
que estamos haciendo en realidad es amontonar problemas para el
futuro. La paz que la Biblia llama bendita no viene de evadir las
situaciones conflictivas, sino de tratarlas y conquistarlas. Lo que
esta bienaventuranza demanda no es una aceptación pasiva de las
cosas por miedo a los contratiempos que pueda traer el intervenir en
ellas, sino el enfrentarnos activamente con las cosas y hacer la paz,
aunque el camino de la paz pase por el conflicto.

Los rabinos judíos sostenían que la tarea suprema que una persona
puede llevar a cabo es establecer relaciones correctas entre persona
y persona. Eso era lo que Jesús quería decir.
Hay personas que son siempre centros tempestuosos de problemas,
amargura y lucha. Donde quiera que están, siempre están metidos
en peleas entre ellos o provocándolas entre los demás. En la iglesia
hay varias de estas personas, estas están haciendo el trabajo del
diablo. Gracias a Dios hay hijos suyos que no soportan una vida de
conflicto, ni amargura. Tales personas hacen un trabajo semejante
al de Dios,
porque el gran propósito de Dios es hacer que haya paz para cada
persona consigo misma y entre unas y otras. El que divide a las
personas está haciendo la obra del diablo; el que une a las personas
está haciendo la obra de Dios.

La pacificación es una obra divina. Porque paz significa


reconciliación, y Dios es el autor de la paz y la reconciliación. El
mismo verbo de esta bienaventuranza es la que Pablo utiliza en:
Col.1:20 y por medio de él reconciliar consigo todas las cosas, así las
que están en la tierra como las que están en los cielos, haciendo la
paz mediante la sangre de su cruz. 2Co.5:17 De modo que si alguno
está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí
todas son hechas nuevas. 18 Y todo esto proviene de Dios, quien nos
reconcilió consigo mismo por Cristo, y nos dio el ministerio de la
reconciliación; 19 que Dios estaba en Cristo reconciliando consigo
al mundo, no tomándoles en cuenta a los hombres sus pecados, y nos
encargó a nosotros la palabra de la reconciliación.

Por tanto, no sorprende que la bendición que atañe a los


pacificadores, es que serán llamados hijos de Dios. Porque ellos
buscan hacer lo que su Padre ha hecho: amar a la gente, como
Jesús lo enseña más adelante (Mt.5;44-45). El Diablo es un
alborotador, le gusta la intriga y la mentira (Jn.10:10); en cambio
Dios ama la reconciliación, y ahora opera por la paz a través de sus
hijos.

La paz de Dios no es paz a cualquier precio. Él hizo la paz con


nosotros a un alto precio, para ser exactos al precio de la sangre de
Cristo. Nosotros también (aunque en formas menores) hallaremos
que la pacificación es algo costoso.
Cuando nos involucramos en un conflicto habrá el dolor de pedir
disculpas (talvez tengas que humillarnos) a la persona que hemos
injuriado. En ocasiones, habrá el punzante dolor de tener que
perdonar a la parte culpable aun si no se arrepiente (porque
perdonar es liberarse de un peso que causa dolor).
O tener que soportar el hecho de tener que luchar por reconciliar a
dos personas o grupos que están distanciados o en discordia. En
este caso habrá el dolor de escuchar, de esforzarnos por comprender
compasivamente los puntos de vista opuestos, y arriesgarnos a la
ingratitud o al fracaso.
8. LOS QUE PADECEN PERSECUCIÓN POR CAUSA DE LA JUSTICIA
Mt.5:10 Bienaventurados los que padecen persecución por causa de
la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos.
Cuando la fe de los hijos de Dios se ha desarrollado suficientemente
para ser manifestada exteriormente, de modo que los que no la
comparten empiezan a notarlo, ello da como resultado la
persecución. La persecución a que Jesús hace referencia no surge de
causas puramente sociales, raciales, económicas o políticas, sino
que está arraigada en la religión.

Jesús siempre fue muy claro. Nunca dejo a nadie en duda en cuanto
a lo que le sucedería sí escogía seguirle. Mt.10:34 No penséis que he
venido para traer paz a la tierra; no he venido para traer paz, sino
espada. 35 Porque he venido para poner en disensión al hombre
contra su padre, a la hija contra su madre, y a la nuera contra su
suegra;
37 El que ama a padre o madre más que a mí, no es digno de mí; el
que ama a hijo o hija más que a mí, no es digno de mí; 38 y el que no
toma su cruz y sigue en pos de mí, no es digno de mí. 39 El que halla
su vida, la perderá; y el que pierde su vida por causa de mí, la
hallará.
Es curioso que Jesús pase de la pacificación a la persecución, de la
obra de reconciliación a la experiencia de hostilidad. Esto es, porque
por mucho que nos esforcemos por hacer la paz con algunas
personas, ellas se niegan a vivir en paz con nosotros. Esto es “por
causa de la justicia” Mt.5:10 “Bienaventurados los que padecen
persecución por causa de la justicia…”. La definición de justicia
aquí es la misma del v.6. Los malos no toleran a quienes ante los
ojos de Dios son contados por “justos”. Odian a los hijos de Dios.
1Jn .3:12 No como Caín, que era del maligno y mató a su hermano.
¿Y por qué causa le mató? Porque sus obras eran malas, y las de su
hermano justas. 13 Hermanos míos, no os extrañéis si el mundo os
aborrece.

Y por mi causa dice Jesús Mt.5:11 “Bienaventurados sois cuando


por mi causa os vituperen y os persigan...”. esto es porque ellos
encuentran incomoda la justicia que a nosotros nos causa hambre y
sed (Mt.5:6), y porque rechazan al Cristo que nosotros procuramos
seguir. La persecución es simplemente la colisión de dos sistemas de
vida, de valores irreconciliables entre sí.
¿Cómo esperaba Jesús que reaccionaran sus discípulos ante la
persecución? Mt. 5:12 “Gozaos y alegraos...” No debemos
desquitarnos como lo haría un no creyente, ni ponernos de mal
humor como lo haría un niño, pero tampoco fingir que disfrutamos
como lo haría un masoquista.
El imperativo que se agrega a “regocijaos” podría bien traducirse,
como: “estad sumamente contentos”, “alegraos enormemente”,
“manteneos saltando en éxtasis”. Ejemplos: Jn.8:56 Abraham
vuestro padre se gozó de que había de ver mi día; y lo vio, y se gozó.
1P.1:7 para que sometida a prueba vuestra fe, mucho más preciosa
que el oro, el cual, aunque perecedero se prueba con fuego, sea
hallada en alabanza, gloria y honra cuando sea manifestado
Jesucristo, 8 a quien amáis sin haberle visto, en quien, creyendo,
aunque ahora no lo veáis, os alegráis con gozo inefable y glorioso.
Ap.19:7 Gocémonos y alegrémonos y démosle gloria; porque han
llegado las bodas del Cordero, y su esposa se ha preparado.
Los apóstoles aprendieron bien esta lección: Hch.5:40 Y convinieron
con él; y llamando a los apóstoles, después de azotarlos, les
intimaron que no hablasen en el nombre de Jesús, y los pusieron en
libertad. 41 Y ellos salieron de la presencia del concilio, gozosos de
haber sido tenidos por dignos de padecer afrenta por causa del
Nombre. 42 Y todos los días, en el templo y por las casas, no cesaban
de enseñar y predicar a Jesucristo.
Ellos supieron, así como nosotros debemos saber, que las ofensas y
heridas por causa de Cristo son medallas de honor.
¿Qué deberíamos hacer entonces? Debemos regocijarnos y aun
saltar de gozo. ¿Por qué? En parte, “…porque vuestro galardón
(recompensa) es grande en los cielos…” Podemos perder todo en la
tierra, pero heredaremos todo en el cielo (Ro.8:18).
Y en parte porque la persecución es señal de lo genuino que es
nuestro cristianismo, “…porque así persiguieron a los profetas que
fueron antes de vosotros”. Si padecemos persecución hoy, es porque
pertenecemos a una noble genealogía.

Hoy disfrutamos la bendición de la libertad gracias a las personas


que estuvieron dispuestas a pagar por ella sangre, sudor y lágrimas.
Nos lo pusieron fácil, nosotros también mediante un firme e
inalterable testimonio de Cristo se lo pondremos más fácil a los que
vengan detrás.
Cuando un cristiano tiene que sufrir algo por su fe, es entonces
cuando se encuentra en la más íntima compañía posible con Cristo.
El carácter cristiano es purificado y se madura por medio del
sufrimiento Ro.5:3 Y no sólo esto, sino que también nos gloriamos en
las tribulaciones, sabiendo que la tribulación produce paciencia.

Concluimos que la condición de padecer desprecio, rechazo,


calumnia y persecución, es una marca normal del discípulo
cristiano. Jesús lo
dijo así: Jn.15:18 Si el mundo los aborrece, tengan presente que
antes que a ustedes, me aborreció a mí. 19 Si fueran del mundo, el
mundo los querría como a los suyos. Pero ustedes no son del mundo,
sino que yo los he escogido de entre el mundo. Por eso el mundo los
aborrece.
Así lo dijeron también sus apóstoles Pedro y Pablo: 1P.4:12
Queridos hermanos, no se extrañen del fuego de la prueba que están
soportando, como si fuera algo insólito. 13 Al contrario, alégrense de
tener parte en los sufrimientos de Cristo, para que también sea
inmensa su alegría cuando se revele la gloria de Cristo. 14 Dichosos
ustedes si los insultan por causa del nombre de Cristo, porque el
glorioso Espíritu de Dios reposa sobre ustedes.
2Ti.3:11 … Estás enterado de lo que sufrí en Antioquía, Iconio y
Listra, y de las persecuciones que soporté. Y de todas ellas me libró el
Señor. 12 Así mismo serán perseguidos todos los que quieran llevar
una vida piadosa en Cristo Jesús.

Así ha sido en toda época, no deberíamos sorprendernos si la


hostilidad anticristiana aumenta, sino más bien sorprendernos si no
sucede así. Deberíamos poner más cuidado a lo que dice Lucas:
Lc.6:26 ¡Ay de ustedes cuando todos los elogien! Dense cuenta de
que los antepasados de esta gente trataron así a los falsos profetas.

CONCLUSIONES
Las bienaventuranzas pintan un retrato amplio del verdadero discípulo
cristiano. Lo vemos primero delante de Dios, solo, sobre sus rodillas,
reconociendo su pobreza espiritual y llorando por ella. Esto lo hace manso
o amable en todas sus relaciones, ya que la honestidad lo compele a
permitir a otros que piensen de él lo que ante Dios él mismo confiesa que
es. Tiene hambre y sed de justicia, y por lo tanto está lejos de conformarse
con su pecaminosidad, y ansía crecer en gracia y en bondad.
Lo vemos luego con otros, afuera, en la comunidad humana. Su relación
con Dios no lo lleva a escapar de la sociedad, ni lo aísla del dolor. Por el
contrario, está en lo más reñido del mundo, mostrando compasión a
quienes están abatidos por la adversidad y el pecado. Es sincero en todas
sus relaciones y busca jugar un papel constructivo como pacificador. Pero
no le agradecen sus esfuerzos: más bien se oponen a él, lo calumnian, lo
insultan y lo persiguen por causa de la justicia por la cual permanece
firme, y del Cristo con el cual se identifica.
Pero en todo esto los valores y normas de Jesús están en conflicto directo
con los valores y normas que el mundo comúnmente acepta. Los caminos
del Dios de las Escrituras les parecen desconocidos a los hombres. Porque
Dios exalta a los humildes y humilla a los orgullosos, a los primeros los
llama últimos, y a los últimos, primeros; atribuye grandeza al siervo, a los
ricos envía vacíos y declara a los humildes sus herederos.
En resumen, Jesús felicita a aquellos de quienes el mundo tiene lástima, y
llama bienaventurados a aquellos que el mundo rechaza (Jhon Stott).

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