Caso Cecilia Cubas

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Cecilia Cubas: La memoria

del horror

El pozo subterráneo en el que fue hallado el cadáver de Cecilia


Cubas, en Ñemby.

La hija del ex presidente Raúl Cubas fue secuestrada el 21


de setiembre de 2004 y hallada muerta el 16 de febrero
de 2005. El grupo armado que la capturó, actualmente
denominado Ejército del Pueblo Paraguayo (EPP) sigue
operando en el Norte y mantiene a dos personas en
cautiverio. Esta es la historia de aquel trágico episodio.

#CrónicasDeLaMemoria
Por Andrés Colmán Gutiérrez - @andrescolman

Al final de la tarde del martes 21 de setiembre de 2004, día


de inicio de la primavera, Cecilia Cubas Gusinky retornaba
a su hogar, sola y cansada pero de buen ánimo, manejando
su camioneta Nissan Patrol, color bordó, chapa AKB093,
tras una ardua jornada laboral en la empresa 4P SA, de la
cual ella era gerente financiera y copropietaria junto con su
madre, Mirtha Gusinky.

Aún era temprano y la noche prometía una salida de


celebración con amigas. Había tiempo suficiente para
descansar, darse una buena ducha, compartir un rato con la
familia y después salir.

Hija de un acaudalado empresario, el controvertido ex


presidente de la República, Raúl Cubas Grau, Cecilia tenía
entonces 31 años de edad, estaba aún soltera. Era
conocida por su activa vida social como empresaria,
deportista y persona solidaria con causas benéficas.

Esa tarde, su madre Mirtha se había adelantado a regresar


en otro vehículo, y Cecilia la siguió minutos después.

Aproximadamente a las 18.45, cuando ya se encontraba


prácticamente frente a su residencia, en el barrio Laguna
Grande de Fernando de la Mora (ciudad vecina a la capital,
Asunción), al doblar sobre la calle Coronel Machuca, vio
que un auto Volkswagen Santana, color azul, cuatro
puertas, chapa AJE593, apareció en el camino, bloqueando
el paso.

Alarmada, Cecilia frenó y retrocedió la camioneta hasta


embestir contra otro auto, un Ford Scort, color rojo, chapa
AAL041, que le cerró el paso desde atrás.

Un transeúnte, identificado como Serafín Gutiérrez, relató


que vio bajar a cinco hombres desde el interior de los
vehículos, disparando a mansalva contra el fuselaje de la
camioneta y contra las cubiertas. La policía contabilizó 26
disparos, principalmente con pistolas 9 milímetros. Además
de las cuatro ruedas desinfladas a balazos, había impactos
en el parabrisas delantero y en el trasero de la camioneta,
en el capó y en el faro derecho.

Uno de los atacantes tenía un pesado martillo de metal, con


el que rompió de un potente golpe la ventanilla derecha, la
que se encuentra en el lado del acompañante, para luego
abrir la puerta e inmovilizar por la fuerza a Cecilia.

En seguida la alzaron al interior del automóvil Santana azul


y se alejaron a gran velocidad, dejando abandonada la
camioneta de la víctima, y el chocado auto Ford Scort.

Meses después, durante el procedimiento para el juicio oral


del caso, Sergio Evaristo Espínola, otro testigo presencial
de esa noche, reconocería a uno de los participantes del
secuestro como Lorenzo González Martínez, a quien se
presentó como un miembro del mismo grupo armado que
en 2001 había secuestrado a Maria Edith de Debernardi, y
que a partir del 2008 sería conocido como el Ejército del
Pueblo Paraguayo (EPP).

La camioneta de Cecilia, tal como quedó la noche del


secuestro.

Contacto con los secuestradores

El automóvil con el que se llevaron a Cecilia, el VW Santana


azul, fue hallado abandonado horas más tarde sobre la calle
Blas Garay, muy cerca de la ruta 2 Mariscal Estigarribia, a la
altura del kilómetro 8. No había rastros de los
secuestradores.

La noticia del secuestro repercutió inmediatamente en


todos los medios de comunicación y generó un gran
impacto informativo a nivel internacional.

Se trataba nada más y menos que de la hija del ex


presidente de la República que había asumido el poder en
agosto de 1998, y que fue obligado a abandonar el cargo
apenas siete meses después, en marzo de 1999, tras una
grave crisis política conocida como "el Marzo Paraguayo",
iniciada con el asesinato del vicepresidente Luis María
Argaña, que concluyó con su renuncia y exilio tras
movilizaciones populares, con la muerte de siete jóvenes
manifestantes en las plazas del Cabildo de Asunción ante
balas de francotiradores.

Después de más de un año de permanecer exiliado en


Brasil, Raúl Cubas Grau regresó al Paraguay a ponerse a
disposición de la Justicia. Tras varios meses de prisión,
salió en libertad y decidió retirarse definitivamente de la
política, dedicándose enteramente a sus negocios.

El secuestro de su hija lo había sorprendido, además, en un


momento en que se encontraba separado de su esposa,
Mirtha. Aquella noche funesta, los Cubas Gusinky volvieron
a unirse ante el violento secuestro de la hija mayor, y en
pocos minutos, la mansión familiar se convirtió en el foco
central de la información, con un multitudinario despliegue
de policías, fiscales, políticos, amigos, familiares y
ciudadanos que acercaban su solidaridad.

Esa misma noche, a las 19.45, a apenas una hora de


producirse el secuestro, Diana Sosa, una amiga de Cecilia
que estaba en la residencia, atendió la primera llamada
telefónica de los secuestradores.

Era una voz de hombre, de acento campesino, de entre 25 a


30 años, confirmando escuetamente que la hija de los
Cubas había sido secuestrada, y que quienes la tenían en
su poder volverían a comunicarse.
La carta que los secuestradores obligaron a escribir a Cecilia,
desde su cautiverio.

La reorganización del grupo armado

La captura y prisión de Alcides Oviedo y Carmen Villalba,


principales cerebros del grupo armado que apuntaba a
convertirse en el EPP, y el refugio en Brasil de Juan Arrom,
líder del Partido Patria Libre, había producido quiebres
importantes en la estructura de ambas organizaciones.

En el plano político, la forzada ausencia de Arrom hizo que


emergiera con fuerza el liderazgo de Osmar Feliciano
Martínez, un carpintero oriundo del barrio Empalado-ari, en
la ciudad de Caaguazú, que se había convertido en un
referente importante de las bases campesinas y que llegó a
ocupar el cargo de secretario general de Patria Libre.

Martínez empezó a cuestionar abiertamente el liderazgo de


Arrom como presidente "en el exilio" de Patria Libre, dando
a entender que había sido un acto de cobardía marcharse
del país y no enfrentar los cargos por el secuestro de María
Edith, y reprochándole con ironía por "pretender dirigir el
partido desde Brasil, por internet y por celular".

En octubre de 2004, pocas semanas después del


secuestro de Cecilia Cubas, el sector interno de Patria Libre
que respondía a Juan Arrom realizó una asamblea y decidió
expulsar a Osmar Martínez del partido, con un dictamen del
Tribunal de Conducta, por no someterse disciplinariamente
a la autoridad del presidente en el exilio.

En diciembre del mismo año, mientras Cecilia seguía


secuestrada, el sector de Arrom realizó elecciones y reeligió
como presidente al líder exiliado. El sector de Martínez
desconoció las elecciones y logró que la Justicia Electoral
reconozca institucionalmente a su conducción, y que por
tanto desconozca al sector de Arrom.

Aunque Martínez negó reiteradas veces su vinculación con


lo que luego sería el EPP, hay testimonios de ex miembros
de Patria Libre, que en su momento fueron figuras
reconocidas de la organización y luego desertaron para
colaborar con las fuerzas de seguridad, como el dirigente
concepcionero Dionisio Olazar Balbuena, que plantean que
ante la ausencia de Arrom y la prisión de Alcides Oviedo y
Carmen Villalba, fue Martínez quien asumió la coordinación
política de las acciones del grupo armado vinculado
originalmente a Patria Libre, en dos aspectos:

-La planificación y ejecución del segundo secuestro de


"una figura importante de la oligarquía" (Cecilia Cubas),
impulsando la acción de un nuevo grupo de miembros, más
jóvenes que los que participaron en el anterior secuestro de
María Edith, como Osvaldo Villalba (hermano menor de
Carmen, actual comandante del EPP), Manuel Cristaldo
Mieres, Magna Meza (hermana de Aldo Meza), y otros que
luego se harían muy conocidos
-El avance en contactos internacionales, en busca del
asesoramiento de "compañeros" de las Fuerzas Armadas
Revolucionarias de Colombia (FARC), tanto para la
ejecución exitosa del nuevo secuestro, como para iniciar el
entrenamiento intensivo de un grupo seleccionado para
formar la primera columna guerrillera del futuro EPP.

Osmar Martínez, en momento de ser capturado, tras entregarse


voluntariamente.

Cautiva en la "Casa del terror"

Tras abandonar el auto Volkswagen Santana en que


llevaron a Cecilia Cubas desde cerca de su residencia, los
secuestradores la alzaron a una camioneta Ford Ranger
color blanco, y la condujeron hasta una vivienda en la calle
Las Palmas 342, en el populoso barrio Mbocayaty, en la
ciudad de Ñemby, en el área metropolitana de Asunción.

Era ya de noche, ese 21 de setiembre, cuando los vecinos


vieron llegar cuatro vehículos, incluyendo a la Ford Ranger
manejada por un joven al que luego identificarían como
Manuel Cristaldo Mieres, oriundo de la compañía Correa
Ruguá, departamento de San Pedro, quien actualmente es
conocido como el subcomandante Santiago, segundo en el
mando jerárquico del EPP.

Los otros vehículos eran dos camionetas tipo Montero y un


auto Volkswagen Gol. Todos ingresaron al patio de la casa,
que tenía una alta muralla, y los portones volvieron a
cerrarse.

Fue la primera vez en que los vecinos se percataron de que


había moradores en esa vivienda, ya que en los meses
anteriores solo había albañiles realizando obras. La casa
fue adquirida del anterior propietario, Ever Benítez, a través
de la inmobiliaria Neptuno, en gestiones iniciadas el 27
noviembre y concluidas el 2 de diciembre de 2003, ante la
escribana Maribel Esteche, por un indígena llamado
Emiliano Rojas, quien pagó G. 12 millones al contado por el
inmueble, según la escritura, aunque se presume que el
precio fue mucho mayor.

En principio se especuló que otras personas utilizaron el


documento del indígena, pero la escribana reconoció a
Emiliano Rojas y una pericia comprobó que la firma
estampada en la escritura era de su propio puño y letra.
También los vecinos identificaron al nativo como uno de los
albañiles que realizaron obras en la casa y lo habían
apodado Jackie Chan, por cierto parecido con el actor de
cine.

Las "obras" consistieron en un acondicionamiento especial


de la vivienda para retener a la secuestrada. Construyeron
un sótano, en cuyo oculto nivel subterráneo instalaron tres
minúsculas celdas de dos metros de alto y menos de un
metro de diámetro, donde mantuvieron cautiva a Cecilia la
mayor parte del tiempo.

Los vecinos recuerdan que en esa primera noche del


secuestro, los nuevos moradores realizaron un asado en el
patio, y había un ambiente de mucha fiesta. ¿Fue para
celebrar el éxito del secuestro, o para aparentar una imagen
de casa de familia?
Foto entregada por los secuestradores como prueba de vida,
que muestra a Cecilia en cautiverio, mostrando un ejemplas del
diario Noticias, para marcar la fecha en que fue tomada la foto.

El primer y único pago de rescate

Mientras se movilizaban cadenas de solidaridad en amplios


sectores del país, exigiendo la liberación de Cecilia Cubas,
y toda la fuerza policial realizaba batidas y búsquedas de
los secuestradores, la víctima permanecía oculta en el
sótano de la vivienda de Ñemby, después bautizada como
"la casa del terror".

Desde la primera noche del secuestro hasta el 12 de


noviembre, los familiares de Cecilia recibieron 9 llamadas
telefónicas, en varios casos con indicaciones para ir a
buscar "pruebas de vida", guardados dentro de sobres o
bolsas, en lugares insólitos como el interior de la cisterna
de un baño en el shopping Multiplaza de Asunción, o detrás
de carteles de señales de tránsito, o debajo de
monumentos públicos en parques y paseos centrales.

Incluían fotografías de una desmejorada Cecilia


sosteniendo primeras planas de periódicos, cartas
manuscritas implorando que se pague el rescate, y
exigencias de los secuestradores, que también hacían
llegar a través de una cuenta de correo electrónico
habilitada como [email protected].

En sus cortos mensajes, los secuestradores se referían a


Cecilia como "la fruta". En una de las ocasiones
escribieron: "No creo que la fruta pueda aguantar más
tiempo, recuerde que ya se está pudriendo".

Mucho después, a través de la detección de los lugares


desde donde se realizaban las llamadas, los investigadores
precisaron que el principal autor de las comunicaciones era
Manuel Cristaldo Mieres, quien a su vez, durante las
negociaciones, mantenía contactos con el celular de Osmar
Martínez, y de otros involucrados.

El sábado 13 de noviembre de 2004 se realizó el primer y


único pago de rescate, que según la versión oficial de Raúl
Cubas Grau fue de 800 mil dólares, aunque otras fuentes –
como Dionisio Olazar- sostienen que fue de 300 mil
dólares.

Dos personas ligadas a la familia Cubas, a bordo de un auto


con vidrios sin polarizar, con la inscripción "San Francisco
de Asís", salieron de Asunción a las 20.00 y fueron
recogiendo indicaciones de los secuestradores a lo largo de
la ruta 2, hasta llegar al cruce de Nueva Londres, cerca de
la ciudad de Coronel Oviedo, Departamento de Caaguazú,
a casi 130 kilómetros al Este de Asunción.

Ya era madrugada del domingo 14 cuando, transitando por


un polvoriento camino de tierra, llegaron a un desolado
paraje rural conocido como León Cué, a 10 kilómetros de
Nueva Londres, donde se les ordenó abandonar el vehículo
y alejarse caminando, dejando el dinero y las llaves del auto.
Tras distanciarse a unos 300 metros vieron que personas
con linternas se acercaron a recoger el bolso. Cuando
regresaron al auto, ya habían desaparecido.

El resto de la noche y durante los días siguientes, los Cubas


aguardaron con ansias la liberación, pero el hecho no se
produjo. Los secuestradores tampoco volvieron a
comunicarse.

Hasta que, el miércoles 16 de febrero de 2005, se produjo


el macabro hallazgo del cuerpo sin vida de Cecilia Cubas,
enterrado en el sótano tapiado de la casa del barrio
Mbocayaty, de Ñemby.

La casa del terror, donde Cecilia Permaneció secuestrada.

Paladas de tierra sobre toda esperanza

El 1 de marzo de 2005, quince días después del hallazgo


del cadáver de Cecilia Cubas, el ex comandante de la
Policía Nacional, Humberto Núñez, realizó unas explosivas
declaraciones en la portada del diario Última Hora: "Un
informante me avisó que matarían a Cecilia".

Núñez, apartado del cargo por intrigas internas, contó que


había tenido como informante secreto a un alto dirigente
del Partido Patria Libre, quien semanas antes del secuestro
de Cecilia le dijo que pensaba abandonar el partido, tras
saber que una persona importante sería secuestrada en
Asunción o en sus alrededores, por el mismo grupo armado
que secuestró a Maria Edith de Debernardi.

El posterior secuestro de Cecilia confirmó lo que el


informante había anunciado. Entonces, Nuñez le pidió que
siga infiltrado en el grupo político y ayude a obtener datos
para hallar con vida a la joven, y lo puso en contacto con el
fiscal general, Óscar Latorre.

La comunicación clave se dio el 13 de enero de 2005, tras


una reunión de Patria Libre en Caaguazú, en donde
presuntamente se decidió el asesinato de Cecilia Cubas.
"Me llamó mi informante y me dijo que se decidió lo peor.
'¡Pe ku'eke (muévanse), comandante!', me dijo", recordó
Núñez. Pero no sabía el lugar exacto donde tenían a la
secuestrada, para poder rescatarla.

Años después se develó que el informante era Dionisio


Olazar Balbuena, ex miembro del Comité Político de Patria
Libre, convertido en testigo clave de la Fiscalía para el caso
Cecilia.

Controvertido y mediático, Olazar relató que el propio


Osmar Martínez les puso al tanto de la evolución del
secuestro de Cecilia en sucesivas reuniones. Aunque otro
grupo lo ejecutaba, él asumía la coordinación política.

"En una reunión, en noviembre, nos contó que se cobró solo


300 mil dólares de rescate, pero no le iban a soltar a la
chica, porque era poco dinero. Se iba a considerar solo una
multa a Cubas", explicó.

El momento crítico fue una reunión realizada


presuntamente en casa de Regina Viuda de Rodas, en
Cantera Boca, Caaguazú, la noche del 23 de enero de
2005, según Olazar.

"Estábamos Osmar Martinez, Agustín Acosta, Ángel


Acosta, Blas Franco, Gustavo Lezcano, Arístides Vera,
Roque Rodríguez, Francisca Andino, Anastasio Mieres,
Lorenzo González, y yo. Martínez nos comunicó que la
'empresa' debía concluir, y quería saber nuestra opinión,
para medir nuestra capacidad como revolucionarios", dijo,
coincidiendo con la versión que brindó como testigo en el
juicio.

Martínez supuestamente explicó que lo del "punto final"


(que todos entendieron como asesinar a Cecilia) fue
recomendado por el guerrillero colombiano Osley Jurado
Palomino, camarada Santiago, miembro de las FARC, que
llevaba meses adiestrando a miembros del grupo en
Paraguay.

Olazar dice que sugirió seguir negociando, pero Martínez


respondió que ya no había interés, el padre de la víctima se
negó a pagar más, por lo que el colombiano recomendó
poner punto final y no dejar rastros.

Recuerda que los demás miembros se mantuvieron en


silencio, con excepción de Agustín Acosta, Blas Franco y
Ángel Acosta, quienes secundaron la posición de Olazar.
Martínez preguntó si todos entendían de qué se hablaba, y
Olazar asegura haber dicho que sí, que por eso se oponía,
aunque implique no convertirse en revolucionario. Martínez
respondió que no todos iban a llegar a ser revolucionarios, y
que quizás los que guardaron silencio lleguen a ser.

"Esa noche yo llamé desesperado al comandante Nuñez y


al fiscal Latorre, para que busquen a Cecilia. Sabía que la
tenían en los alrededores de Asunción, pero no sabía el
lugar con precisión. Hoy sé que ya estaba muerta en esa
fecha, la habían asesinado posiblemente la noche de
Navidad, y solo hicieron esa reunión para tener un respaldo
político", plantea Olazar.

Entre el grupo de acusados, Agustín Acosta, Roque


Rodríguez, Basiliano Cardozo, Gustavo Lezcano, Simeón
Bordón y Arístides Vera, quienes fueron detenidos en
Argentina y extraditados al Paraguay, niegan las
acusaciones y se consideran actualmente presos políticos.
Todos ellos fueron juzgados y condenados a 25 años de
prisión.
El momento del hallazgo y rescate del cuerpo, en el
subterráneo.

El hallazgo del cuerpo

El miércoles 16 de febrero de 2005, a la mañana, la fiscala


antisecuestro Sandra Quiñónez –quien había sido apartada
de la investigación del caso Cecilia- decidió allanar la casa
de Las Palmas 342, en el barrio Mbocayaty de Ñemby.

Ella asegura que no buscaba a Cecilia, sino identificar cuál


era la casa donde se realizó la escena de una supuesta
práctica de secuestro, que aparecía en el video incautado
en la casa del barrio Miraflores, de San Lorenzo, la noche en
que cayeron presos Alcides Oviedo y Carmen Villalba.
Un dato recogido por policías de Antisecuestro desde
Correa Ruguá, San Pedro, de parte de los familiares de
Manuel Cristaldo Mieres, permitió detectar que en esa
casa habían estado el mismo Manuel y Magna Meza, y tras
aguardar dos días a que aparecieran, finalmente se
decidieron entrar al lugar.

Al principio solo hallaron desolación. Rastros de abandono.


Era efectivamente la casa donde se filmó el video. Pero
había más: un piso de cemento relativamente nuevo con
ruido de espacio hueco. Así empezó la lenta y larga faena
de pedir refuerzos, romper el piso, cavar la tierra
acumulada, pensando que quizás ocultaba armas, hasta
que empezó a filtrarse el inconfundible olor de un cuerpo
humano en descomposición.

Hasta que, ya en horas de la noche, con una multitud de


personas congregadas, con todos los medios de
comunicación transmitiendo en vivo, con los
desconsolados padres y familiares de Cecilia, y con el
propio presidente de la República, Nicanor Duarte Frutos,
aguardando el desenlace, desde el fondo de la tierra
empezó a emerger el cadáver de una mujer que –según los
técnicos forenses- ya llevaba cerca de 60 días de muerta.
El informe forense confirmaría luego de que se trataba de
Cecilia Cubas.

En ese momento, se echaron a volar las campanas de la


Iglesia de San Lorenzo, de Ñemby.
* * *

Integrantes del mismo grupo armado, entre ellos varios que


participaron del secuestro y asesinato de Cecilia Cubas,
siguieron activando en la zona Norte del Paraguay, y en
marzo de 2008 se presentaron como una presunta
organización guerrillera, bajo el nombre de Ejército del
Pueblo Paraguayo (EPP).

Actualmente mantienen secuestrado desde el 8 de agosto


de 2015 al colono mennonita Abrahán Fehr y en cautiverio
al suboficial de policia Edelio Morínigo Florenciano, desde
el 5 de julio de 2014.

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