Asamblea Diocesana Cuaderno 2
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alegrecson
Jesús
❶ PARA SITUARNOS
Nuestra Asamblea Diocesana pretende una renovación desde la
experiencia originaria de la fe para que nuestra Iglesia recupere un
nuevo aliento misionero. Por eso en el tema primero hemos arrancado
de lo que nos hace cristianos: el encuentro personal con Jesucristo, el
Resucitado, el Viviente, que nos desvela el verdadero rostro personal de
Dios (Padre, Hijo, Espíritu Santo) y la dignidad de todo ser humano, hijo
de Dios y hermano nuestro. Desde esta base hemos de seguir a Jesús,
como discípulos misioneros y como testigos del Evangelio.
Esta experiencia fundamental la celebramos en el bautismo y la
vivimos no de modo individualista sino como Iglesia, como nosotros.
Ahora nos corresponde desarrollar la dimensión eclesial de nuestra fe,
de nuestra misión y de nuestro testimonio. ¿Cómo hacer que nuestra
Iglesia (nosotros como Iglesia) refleje esa novedad en su modo de
actuar, en sus estructuras y en sus actividades pastorales?
Debemos por ello comenzar nuestro discernimiento lanzando una
mirada lúcida y serena a la realidad concreta de nuestra Iglesia, de nuestro
modo de ser Iglesia para ver si responde a nuestra vocación originaria
y a las necesidades de la sociedad actual. Detectaremos, sin duda,
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carencias en la comunión eclesial y disminución del aliento misionero.
Pero a la vez podremos constatar múltiples signos de fidelidad a la
Iglesia y capacidades que no hemos desarrollado de modo suficiente.
Junto a nuestras debilidades pondremos de relieve nuestras fortalezas
y nuestros dones o talentos.
Para que este discernimiento sea cristiano y eclesial debemos hacerlo
con una mirada evangélica. Para ello recuperaremos la memoria de
algunas iglesias de los inicios: desde su pequeñez y con sus debilidades
nos mostrarán la frescura de la conversión a una vida nueva y el gozo
de un testimonio que se dirige a los cercanos y también a los lejanos.
Desde ese ejemplo podremos valorar en su sencillez y grandeza las
dimensiones fundamentales de la Iglesia, de cada comunidad eclesial:
a. debe edificarse desde el bautismo, contemplado en el proceso de
iniciación cristiana, por lo que hemos de configurar comunidades
iniciadoras y acogedoras;
b. debe reconocer el valor de las diversas vocaciones, carismas y
ministerios, dejándoles espacio para superar el clericalismo y
facilitar el protagonismo de todos;
c. la iglesia local o diócesis es el sujeto prioritario de la pastoral y de
la evangelización, y en su seno deben existir en comunión grupos,
comunidades y asociaciones de diverso tipo;
d. el estilo sinodal, vivo y concreto, tiene como objetivo que la
comunión se abra a la misión, a ser Iglesia en salida al encuentro
con todos;
e. la celebración litúrgica debe reflejar el gozo del Evangelio, la
presencia del Resucitado, para que nos sintamos enviados al
mundo, a la vida con los otros.
Desde estas convicciones y presupuestos podremos ir abriendo
caminos para que el Evangelio y el Reino de Dios muestren su atractivo
precisamente en esta cultura contemporánea.
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❷ DESDE LA EXPERIENCIA
Antes de nada, hemos de acoger la percepción que, respecto a nuestra
iglesia local, aparece en el Cuestionario inicial que se ha realizado. Desde
ahí vamos a reflexionar sobre las tentaciones que como evangelizadores
podemos tener. Esto nos ayudará a superarlas y nos servirá para el
discernimiento.
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• no se da una presencia adulta y activa de los laicos en la vida de
la Iglesia;
• ausencia de los jóvenes en nuestros ámbitos eclesiales;
• mantenimiento o recuperación del clericalismo;
• querer ser comunidades misioneras desde el poder y la riqueza
renunciando al valor evangélico de lo pequeño y lo pobre;
• renunciar a la formación para dar razón de nuestra fe;
• el desdibujamiento de la presencia cristiana en el espacio público.
Sin embargo, junto a estas dificultades o tentaciones, no debemos
olvidar que contamos con una presencia relevante en el campo
de la caridad y de la atención a los desfavorecidos, con cercanía a
amplios sectores de la población, con un rico patrimonio, con amplias
manifestaciones de piedad popular, presencia en el mundo de la
enseñanza, la entrega de muchos sacerdotes, religiosos/as y agentes de
pastoral…
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❸ LA MIRADA EVANGÉLICA
La admiración por la persona de Jesús, su llamada y su mirada de
amor buscan una respuesta consciente y libre desde lo más profundo
del corazón del discípulo. Ahora bien, el llamamiento que Jesús realiza
desde el encuentro conlleva una gran novedad: no somos nosotros
quienes le hemos elegido a él sino que Cristo nos ha elegido a nosotros.
Jesús eligió a sus primeros discípulos para «que estuvieran con él y
enviarlos a predicar» (Mc 3,14).
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Lo viejo ya pasó, el pecado ha sido borrado, pero la tendencia al
egoísmo y pecado aún es una realidad y por ello, desde la vocación
bautismal nos ha de conducir al continuo esfuerzo de revestirnos del
hombre nuevo que ya hemos experimentado (Col 3, 5 ss.).
El bautismo ha sido designado como “la puerta de entrada en la
Iglesia”. Dios no salva aisladamente, sino que siempre lo hace en y por
la Iglesia. El bautismo no es solo el medio de salvación sino edificación
de la Iglesia, porque así va creciendo la salvación en la historia. Y ahí es
donde radica precisamente el compromiso de todos los bautizados: con-
tribuir, como Iglesia, a que el mundo se vaya transformando en Reino de
Dios, que la sociedad viva cada día más desde los valores evangélicos.
No es lo mismo bautizarse en un contexto social de cristiandad, donde
se supone que todos son cristianos, que bautizarse en una sociedad
postcristiana. Es claro que en este momento se ha de poner un acento
mayor en los procesos previos y posteriores. Son muchos los padres que
siguen solicitando el bautismo por inercia. Conviene acoger con todo
el cariño de la comunidad. Y al mismo tiempo, ayudarles a hacer en su
propia vida la experiencia de ser amados del Padre, de ser liberados por
Jesucristo y de ser alentados por el Espíritu. Y tener el arte de insertarles
en la vida comunitaria.
Al bautismo está íntimamente unida la confirmación, en cuanto
sacramento del Espíritu. Recordemos cómo Jesús recibe el bautismo de
Juan en solidaridad con la humanidad pecadora y, tras ello, inicia su vida
pública: «El Espíritu del Señor está sobre mí porque él me ha ungido. Me ha
enviado a evangelizar…» (Lc 4, 18). Qué duda cabe que Jesús de Nazaret
ya estaba viviendo en el Espíritu desde su encarnación en la Virgen
María, pero de cara a la misión, necesitaba una especial efusión para
llevarlo adelante. Del mismo modo, los seguidores de Jesús vivían en la
atmósfera del Espíritu Santo, pero tendrá que llegar Pentecostés para
que la Iglesia comience abiertamente su misión en la historia. Cada
bautizado se convierte en Templo del Espíritu Santo en el bautismo, pero
tendrá que recibir una especial efusión del Espíritu en la confirmación
para orientar su misión evangelizadora (en la Iglesia y en el mundo)
siguiendo la lógica de Pentecostés (Hch 2).
Esta incorporación a la misión de Cristo y del Espíritu se sella de
una vez para siempre en el bautismo y la confirmación, pero se renueva
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cada vez que celebramos la eucaristía, en cuanto memorial que actualiza
sacramentalmente la Pascua y Pentecostés y nos orienta a la eternidad.
Esto nos invita a procurar que los nuevos miembros de la Iglesia que
se inician en la fe no sólo experimenten un sentimiento de pertenencia
a una comunidad, sino que se sientan también responsables, porque
toda la comunidad “se inicia” y va recuperando la juventud del Espíritu.
Quizá sea necesario contemplar y trabajar pastoralmente para que
todo este recorrido sea ofrecido como un proceso que no finaliza con la
recepción de cada sacramento. Para ello, se precisa vivir la vida como
vocación (Cristo vive, caps. 8º y 9º), desde su discernimiento (Cristo vive,
242-247), alentando el acompañamiento vocacional y global (Evangelii
Gaudium, 169) en clave misionera (Evangelii Gaudium, 173). E ir recreando
una Iglesia-madre: «la Iglesia es ‘mujer’ porque es madre, porque es capaz
de ‘dar a luz hijos’: su alma es femenina porque es madre, es capaz de
dar a luz actitudes de fecundidad … una Iglesia que es madre va por el
camino de la ternura; conoce el lenguaje de tanta sabiduría de las caricias,
del silencio, de la mirada que sabe de compasión, que sabe de silencio
… Dejemos que el Espíritu Santo nos fecunde, a nosotros y a la Iglesia,
para convertirnos también nosotros en madres de los otros, con actitud de
ternura, de mansedumbre, de humildad. Seguros de que este es el camino de
María» (Homilía del papa Francisco en Santa Marta, 28/05/2018).
Una Iglesia de piedras vivas desde la diversidad existencial
La vida eclesial progresa desde los diversos modos de existencia
cristiana a partir de la igualdad bautismal y en servicio mutuo y
corresponsable donde todos nos sintamos auténticas piedras vivas,
donde cada bautizado es reconocido y valorado por su nombre concreto.
La celebración del VIII Centenario de la Catedral ha de ayudarnos, con
sus diversos actos, en esta perspectiva.
Hemos de ir generando en nuestra iglesia de Burgos un estilo que
supere el clericalismo, la inhibición de los laicos o el neoclericalismo
que pretende asumir por parte de algunos laicos los defectos del propio
clericalismo. El papa Francisco nos viene insistiendo constantemente
en ello. En particular, podemos reflexionar sobre la Carta que enviaba
al cardenal Ouellet (19/03/2016): «Mirar al Pueblo de Dios, es recordar
que todos ingresamos a la Iglesia como laicos. El primer sacramento, el
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que sella para siempre nuestra identidad y del que tendríamos que estar
siempre orgullosos es el del bautismo. Por él y con la unción del Espíritu
Santo, (los fieles) quedan consagrados como casa espiritual y sacerdocio
santo (LG 10)».
Y nos advierte frente al clericalismo: «Esta actitud no sólo anula la
personalidad de los cristianos, sino que tiene una tendencia a disminuir y
desvalorizar la gracia bautismal que el Espíritu Santo puso en el corazón
de nuestra gente. El clericalismo lleva a la funcionalización del laicado;
tratándolo como “mandaderos”, coarta las distintas iniciativas, esfuerzos y
hasta me animo a decir, osadías necesarias para poder llevar la Buena Nueva
del Evangelio a todos los ámbitos del quehacer social y especialmente
político … El clericalismo se olvida que la visibilidad y la sacramentalidad
de la Iglesia pertenece a todo el Pueblo de Dios».
Al ser discípulos misioneros «en virtud del Bautismo … cada uno de
los bautizados, cualquiera que sea su función en la Iglesia y el grado de
ilustración de su fe, es un agente evangelizador. Y sería inadecuado pensar
en un esquema de evangelización llevado adelante por actores calificados
donde el resto del pueblo fiel sea solo receptivo de sus acciones. La nueva
evangelización debe implicar un nuevo protagonismo de cada uno de los
bautizados» (Evangelii Gaudium, 120). En esta tarea pueden ayudarnos,
desde lo que vivieron, escucharon y reflexionaron, los participantes
diocesanos en el Congreso Nacional de Laicos, recién celebrado en
Madrid.
Por ello es necesario potenciar la vocación de los bautizados laicos:
«Los laicos son simplemente la inmensa mayoría del Pueblo de Dios. A su
servicio está la minoría de los ministros ordenados. Ha crecido la conciencia
de la identidad y la misión del laico en la Iglesia. Se cuenta con un numeroso
laicado, aunque no suficiente, con arraigado sentido de comunidad y una
gran fidelidad en el compromiso de la caridad, la catequesis, la celebración
de la fe» (Evangelii Gaudium, 102).
Ahora bien, «la toma de conciencia de esta responsabilidad laical que
nace del Bautismo y de la Confirmación no se manifiesta de la misma
manera en todas partes. En algunos casos porque no se formaron para
asumir responsabilidades importantes, en otros por no encontrar espacio
en sus Iglesias particulares para poder expresarse y actuar, a raíz de un
excesivo clericalismo que los mantiene al margen de las decisiones. Si bien
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se percibe una mayor participación de muchos en los ministerios laicales,
este compromiso no se refleja en la penetración de los valores cristianos en
el mundo social, político y económico. Se limita muchas veces a las tareas
intraeclesiales sin un compromiso real por la aplicación del Evangelio a la
transformación de la sociedad. La formación de laicos y la evangelización
de los grupos profesionales e intelectuales constituyen un desafío pastoral
importante” (Evangelii Gaudium, 102). Así como hacer crecer una cultura
vocacional en nuestra Iglesia que despierte en nosotros los dones,
carismas y nos haga descubrir dónde tenemos que desarrollar nuestro
servicio en el mundo.
Resulta urgente valorar y potenciar más la dignidad y misión de las
mujeres en la sociedad y en la Iglesia. Como Iglesia, hemos de reconocer
“el indispensable aporte de la mujer en la sociedad”. E igualmente, el
hecho de que muchas de ellas «comparten responsabilidades pastorales
junto con los sacerdotes, contribuyen al acompañamiento de personas, de
familias o de grupos y brindan nuevos aportes a la reflexión teológica».
Pero estamos llamados a descubrir que «todavía es necesario ampliar los
espacios para una presencia femenina más incisiva en la Iglesia» (Evangelii
Gaudium, 103).
Agradecemos a Dios la amplia y entregada presencia de la vida
consagrada (religiosos y religiosas) en sus múltiples manifestaciones,
tanto de vida activa como contemplativa, en nuestra Iglesia diocesana.
Sus carismas son un regalo que Dios nos hace para llevar adelante la
vida y misión de nuestra Iglesia de Burgos. Siendo fieles a su carisma
específico, nos gustaría que se sintieran acogidos y protagonistas
en esta iglesia local. Su vida con carácter profético, su radicalidad y
contemplación, su voluntad de comunión, su sentirse Iglesia y su
cercanía a las periferias estimula y ayuda nuestra evangelización.
Igualmente valoramos y necesitamos los diversos ministros
ordenados en constante conversión pastoral y misionera. Reconocemos
la necesidad de los diáconos, no sólo a los que caminan hacia el
presbiterado sino también a los permanentes, para que siempre nos
recuerden que el camino de la Iglesia es el servicio. Compartimos, junto
al agradecimiento por su entrega, la invitación que el papa Francisco
hace a los presbíteros para que ejerzan su ministerio con “olor a oveja”,
acompañando, fructificando y festejando en medio de la comunidad
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(Evangelii Gaudium, 24). Y también valoramos que el obispo sea un
ministro de “comunión misionera”, y que camine unas veces delante,
otras en medio y a veces detrás de nuestra comunidad diocesana (cf.
Evangelii Gaudium, 31).
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local» (Evangelii Gaudium, 30). Por eso «en orden a que este impulso
misionero sea cada vez más intenso, generoso y fecundo, exhorto
también a cada Iglesia particular a entrar en un proceso decidido de
discernimiento, purificación y reforma» (Evangelii Gaudium, 30).
La parroquia, la Iglesia entre las casas de los hombres
La iglesia local o diócesis hace presente el misterio de la Iglesia
en un lugar, en un grupo humano, a nivel de ciudad o de provincia.
Las parroquias, en cuanto comunidades cristianas, hacen presente la
diócesis en un ámbito más pequeño; por eso son «células de la diócesis»
(Apostolicam Actuositatem, 10): en ellas existe la iglesia local y ésta
recibe vida de ellas.
El Papa subraya que en las parroquias se hace más cercana a las
personas: es «la misma Iglesia que vive entre las casas de sus hijos e hijas.
Esto supone que realmente esté en contacto con los hogares y con la vida
del pueblo, y no se convierta en una prolija estructura separada de la gente o
en un grupo de selectos que se miran a sí mismos. La parroquia es presencia
eclesial en el territorio, ámbito de la escucha de la Palabra, del crecimiento
de la vida cristiana, del diálogo, del anuncio, de la caridad generosa, de la
adoración y la celebración. A través de todas sus actividades, la parroquia
alienta y forma a sus miembros para que sean agentes de evangelización»
(Evangelii Gaudium, 28).
Ciertamente, la parroquia, aunque adquiere muchas modalidades (y
más en nuestra diócesis por la multitud de ellas y sus diferencias), ha
de acoger «la llamada a la revisión y la renovación … en orden a que estén
todavía más cerca de la gente, que sean ámbitos de viva comunión y parti-
cipación, y se orienten completamente a la misión» (Evangelii Gaudium,
28). Y, a su nivel, lo mismo cabe decir de las unidades pastorales y de los
arciprestazgos.
La riqueza de las pequeñas comunidades, movimientos, asociaciones
En el desarrollo eclesial existen pequeñas comunidades, movimientos
y asociaciones que enriquecen la vida creyente. Éstas son «una riqueza
de la Iglesia que el Espíritu suscita para evangelizar todos los ambientes
y sectores. Muchas veces aportan un nuevo fervor evangelizador y una
capacidad de diálogo con el mundo que renuevan a la Iglesia» (Evangelii
Gaudium, 29).
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Frente al déficit comunitario esta múltiple riqueza asociativa puede
ayudar a muchos creyentes, como nos recuerda el papa Francisco en
Alegraos y regocijaos (cf. 140-46), a avanzar en un camino comunitario
de santidad, la mayoría de las veces a través de múltiples y pequeños
detalles que generan la alegría de vivir desde la “mística del nosotros”
como Iglesia.
Ahora bien, es importante la llamada de atención que el Papa hace:
«es muy sano que no pierdan el contacto con esa realidad tan rica de la
parroquia del lugar, y que se integren gustosamente en la pastoral orgánica
de la Iglesia particular. Esta integración evitará que se queden sólo con
una parte del Evangelio y de la Iglesia, o que se conviertan en nómadas sin
raíces» (Evangelii Gaudium, 29).
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❹ ABRIENDO CAMINOS
Tras lo presentado ahora hemos de dirigir nuestra mirada más
especialmente hacia el futuro, intentando abrir caminos en nuestras
vidas y descubriendo qué nos pide el Espíritu como iglesia diocesana
en vistas a la misión.
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Preguntas para el diálogo y para hacer propuestas:
1. ¿Qué actitudes y comportamientos deberíamos cambiar,
mejorar o introducir en nuestra iglesia de Burgos para que sean
más misioneras nuestras comunidades?
2. ¿Qué organismos y/o estructuras consideras que podrían ser
cambiadas o mejoradas?
3. ¿Qué carismas deberían ser más reconocidos en nuestra iglesia
y qué servicios y ministerios podrían ser creados?
ANEXOS
En la página web www.archiburgos.es/asamblea podéis encontrar los
materiales vinculados a este cuaderno nº 2: texto completo, dinámicas de
trabajo para jóvenes y algunos materiales de apoyo.
Aquí indicamos otros recursos que pueden ser utilizados durante la
reunión o en el trabajo personal.
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«Doy gracias a Dios cada vez que os
recuerdo; siempre que rezo por
vosotros lo hago con gran alegría.
Porque habéis sido colaboradores
míos en la obra del Evangelio, desde
el primer día hasta hoy» (Flp. 1, 3-5)
¿Diría esto San Pablo hoy de
nuestra iglesia de Burgos?
ÍNDICE
1. Para situarnos 1
2. Desde la experiencia 3
3. La mirada evangélica 6
4. Abriendo caminos 17
Anexos 21