De La Performance A La Teatralidad.
De La Performance A La Teatralidad.
De La Performance A La Teatralidad.
La intensidad de la falla
Papel blanco sobre el que dibuja su mandato la ley, y en el que queda re-
gistrado como síntoma el imperio de su fuerza. Es esto lo que yo llamaría
una concepción sintomática del cuerpo. Pensado como dispositivo cultural
se desvanece el carácter de resistencia que también define lo corpóreo, no
sólo en términos de su biologicidad, sino como lugar del extrañamiento y
dislocación de la subjetividad, que el propio Foucault reconoce, por ejemplo
en la 1ª parte de la Historia de la sexualidad. Concebir el cuerpo como resis-
tencia es otorgarle voz política, implica entenderlo como actividad (o ac-
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Foucault. Citado por Amelia Jones (12).
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Es, lo que lo que plantea, por ejemplo, Judith Butler o Peggy Phelan, a
propósito de entender la identidad femenina como performatividad. Pero,
también, hay que recordar la Ética de Aristóteles, en la cual el ser humano
político no posee una esencia particular, lo que lo diferencia es su actuar
concreto, lo que explica la relevancia de la tragedia como mimesis de accio-
nes antes que de caracteres.
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Dentro de lo cual Féral incluye los trabajos de Vito Acconci, Chris Burden,
Marina Abramovic/Ulay o Gina Pane. (Feral, nota 4, 199)
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Me interesa entender la liminalidad en tanto trasgresión del estatuto de ley
de la comunidad como una suspensión de la diferencia cultural. Suspensión
que implica el develamiento de las representaciones sociales que constituyen
a los individuos. Si lo pensamos junto con Bataille la trasgresión es la con-
dición de la ley y viceversa, es decir, la liminalidad es la condición de la
legitimidad de toda identidad o conducta cultural (más aún sería el proceso
mismo de legitimación), legitimidad que en tanto acción y no texto ocurre
como alumbramiento de su propio límite. La liminalidad, en este sentido
contiene un rendimiento crítico que definiría a la teatralidad esencialmente.
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Esta manera de caracterizar al cuerpo como falla desde donde se constitu-
ye la subjetividad, se relaciona más con el pathos aristotélico, tal cual es
definido en la Poética, que con una falla en un sentido lacaniana, como se
me ha sugerido..Sin embargo, sería interesante explorar también en esta
dirección. Sobre el concepto de pathos véase mi artículo “Cuerpo real y…”.
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Creo que en una línea similar hay que entender la tesis de Féral acerca de
la performance como teorización de la percepción:
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Véase, La Ribot Distinguida, film de Luc Peter, Francia, Intermetzzo film,
2004.
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Cabe mencionar que el conjunto de estas tres acciones giran en torno a la
relación filial y la memoria histórica. En Contrarestos perdidos, la más
reciente, se alude a los 30 años del golpe militar, y la memoria como deuda
filial: transfusión y sacrificio de los padres muertos a los hijos vivos. Cría
Cuervos y Maldecir la letra son de algún modo acciones de ajuste de cuen-
tas: en el primera de los hijos de Rabanal sobre él, en la segunda, del artista
respecto a su propio padre. Sobre esta última performance véase el catálogo
autoeditado.
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Hemos hablado del dolor. La puesta en escena del dolor como experien-
cia en el cuerpo es hoy un lugar reconocido en el arte corporal, a través de
ello los artistas han perseguido recuperar la misión crítica que los procesos
del mercado han dispersado. El dolor como recurso repre-sentacional no es
pues la mera exposición o relato de una vivencia síquica de malestar, ni
tampoco, el relato de una ontología del mismo, que venga a fundamentar la
condición humana. Más bien las estrategias impulsadas por estos artistas,
pretende indagar en los límites de la resistencia corporal, para producir, una
conmoción en contra de los mecanismos anestésicos de esta sociedad con-
sumo. El dolor aparece como la condición de la toma de conciencia a través
de una doble manera, o bien como registro (huella) del disciplinamiento
político del poder: el cuerpo como superficie de inscripción; o bien en la
figura de la disolución de la subjetividad: el cuerpo como falla o daño. En
los trabajos de Rabanal esta falla en la que sucede el cuerpo, se ejecuta sobre
todo respecto a los cuerpos aparentemente no expuestos: el de los hijos. La
duda y el estremecimiento al tener que dañar el cuerpo del propio padre,
provocan una situación de gran violencia. Ellos fallan, en tanto dudan de
hacer lo que han venido a hacer, la falla es entonces una suspensión de la
representación o su desajuste radical, que rompe con la unidad discursiva y
su eficacia. En Cría Cuervos, el hijo en un momento no resiste más azotar el
cuerpo inerme del padre. En Maldecir la letra, la hija tiembla cada vez que
punza el lápiz sobre la mesa o sobre el dedo. En este caso son los cuerpos de
los hijos los que suceden en la alteridad del cuerpo patriarcal. Son estos
cuerpos fragilizados los que acontecen por el mandato del propio padre que
ha convenido con ellos la realización de la acción. Interesante desplazamien-
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aquí es posible ingresar a otros espacios, tal como del arte a la vida,
donde el cuerpo no es ya una representación, sino más bien una trans-
formación. (Citado por Alfano Miglietti 28)
Por otra parte Hermann Nitsch en su teatro del misterio orgiástico, apela
a una cierta intensidad de los sentidos provocada por la contemplación si-
nestésica de la carne: lo húmedo y lo viscoso que compone la intimidad del
cuerpo y nos recuerda su fragilidad y muerte: “No se quiere tener nada que
ver con órganos del cuerpo puestos al descubierto: lo viscoso y húmedo del
vientre nos arrastra al ámbito de la muerte” (Nitsch 55). La fascinación por
este elemento tiene lugar sólo desde el accidente. En la cotidianidad lo que
hay es el organismo irrupto y ordenado, que olvida epidérmicamente su
fragilidad. Es precisamente este desborde del accidente el que acontecería en
el teatro de la crueldad como abertura, como rompimiento. El accidente
delata al cuerpo en su nervadura. La exhibición visceral producida intencio-
nalmente en la escena. En este caso la idea de Féral de la performance como
crítica de la percepción se cumple en cuanto hay una producción escénica de
la falla. La diferencia entre performance y teatro radicaría en la intensidad
de este coeficiente de falla, marcada por el aparecer del deseo –más allá de
la pura percepción:
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Podríamos decir también la introducción de la emoción en la puesta en
escena. Quiero decir si la performance juega en el espacio de la percepción,
el teatro en cambio lo hace en el de la emoción. Emoción es algo por pensar,
es también efecto y capacidad crítica.
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Esta hipótesis podría encontrar un sustento en los trabajos de George Ba-
taille sobre el sacrificio, pero principalmente en la investigación del sociólo-
go francés Jean Duvignaud, El sacrificio inútil o Espectáculo y sociedad.
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Ejemplos de esto los encontramos ampliamente en la dramaturgia con-
temporánea, baste nombrar paradigmáticamente al alemán Heiner Müller y
la inglesa Sarah Kane. En el caso de Chile, el texto de Juan Claudio Burgos
Pies sobre espalda de niño, obra estrenada en la XII Muestra de Dramatur-
gia Nacional, bajo la dirección de Ricardo Balic (2006); y en menor grado
Déjala Sangrar de Benjamín Galemiri, estrenada en el Teatro Nacional bajo
la dirección de Raúl Osorio (2003).
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