La Armada Cartaginesa - Ilustrada
La Armada Cartaginesa - Ilustrada
La Armada Cartaginesa - Ilustrada
Introducción
En octubre de 1944 en el golfo de Leyte se enfrentaron las flotas estadounidense y
japonesa, con 209 buques la primera y 67 la segunda, considerando en estas cantidades
desde destructores a portaviones; el número de combatientes en la batalla llegaba a
100.000. Tras el enfrentamiento se habían perdido 34 naves, la mayoría japonesas,
produciéndose unas 13.000 bajas. Esta batalla se considera como la mayor
confrontación naval de la historia.
En el año 256 a. C., en el sur de Sicilia, junto a cabo Écnomo, se enfrentaron las
armadas cartaginesa y romana. Entre las dos potencias sumaban 680 navíos del tipo
quinquerreme (330 romanos y 350 púnicos), el personal embarcado ascendía a unos
290.000. Tras la batalla, 24 buques romanos y más de 30 cartagineses habían resultado
hundidos, otros 64 fueron capturados por Roma. Es difícil precisar el número, pero con
casi toda seguridad alcanzó las 25.000 bajas.
Si hemos de creer a Polibio, fuente de los datos anteriores, Leyte queda empequeñecida
frente a la magnitud de Écnomo; sobre todo si se considera que las poblaciones que
respaldaban esas flotas eran al menos un orden de magnitud inferiores en la Primera
Guerra Púnica que en la Segunda Guerra Mundial. Posiblemente las cifras estén
hinchadas, pero estimaciones más realistas no afectan a la magnitud del enfrentamiento.
Las naves que tomaron parte en Écnomo eran galeras, la mayoría de cinco órdenes de
remos. Durante 30 siglos fueron las reinas del Mediterráneo. Las galeras de combate, en
especial las correspondientes a la antigüedad clásica, han atraído la atención de los
estudiosos a lo largo de los últimos siglos y en particular desde finales del siglo XIX.
Las opiniones sobre su morfología, prestaciones, operación, etc., han sido muchas veces
contradictorias, levantando encendidas polémicas que aparecen reflejadas, dentro de la
literatura técnica, en artículos, réplicas y contrarréplicas. Sin embargo, a partir de
mediados del siglo XX, parece que se perfila un cierto acuerdo tanto en la evolución de
las galeras como en sus actuaciones y operación, terminando este proceso de consenso
en los años ochenta con la reconstrucción, no exenta de críticas, de lo que se piensa
pudo ser una trirreme griega.
Este trabajo esboza lo que pudo ser la evolución de los buques de combate de remos,
intentando centrarse en las naves fenicias y en particular en las púnicas, aunque
inevitablemente las referencias a naves griegas sean continuas. Como referencia del
estudio se han usado los siguientes trabajos: “Greek and Roman Oared Warships” de J.
S. Morrison y J. F. Coates, “Ships and Seamanship in the Ancient World” de L. Casson,
“The Age of the Galley” (es una recopilación de diversos trabajos); por lo que no se
citarán en el texto, sobreentendiendo que la mayor parte de lo aquí mencionado está
1
tratado en ellas. Se citarán otros trabajos de menor entidad, aunque no menor
importancia, cuando así se requiera.
Hace unos 5000 años ya existían barcos diseñados específicamente para la guerra. Sobre
el 2000 a. de C., en Creta, empezó a usarse un tipo de barco esbelto, con proa
puntiaguda, muy distinto del panzudo mercante. La propulsión era por remos y la
capacidad de navegación a vela limitada. A partir de esta galera ancestral, y durante dos
milenios, se produjo un desarrollo continuo de este tipo de nave, proporcionando a las
diversas potencias que florecieron durante ese periodo el dominio del Mediterráneo y el
control de las rutas comerciales.
El conocimiento que se tiene de estas galeras proviene de dos tipos de fuentes: las
escritas tanto en relatos históricos como ficticios, y representaciones escultóricas e
iconográficas. Los registros escritos no suelen ser, por desgracia, manuales de diseño,
sino meras referencias a los barcos en las que no aparecen demasiados detalles ya que
éstos se dan por conocidos al ir dirigidas a un público familiarizado con los mismos. Por
otro lado, con el paso de los siglos y las sucesivas copias de las obras se han introducido
errores y variaciones que pueden velar el significado original, siendo difícil saber que
pretendía decir el autor. Las representaciones artísticas tampoco son demasiado
detalladas. Existen graffitis de la época, realizados posiblemente por marinos y
trabajadores portuarios, que si bien muestran una calidad artística baja, reflejan detalles
de los barcos. Otra fuente de información importante es el análisis de las
representaciones en monedas, que presentan el inconveniente del tamaño, y por tanto no
son capaces de proporcionar demasiados detalles, recurriendo a convencionalismos
artísticos en las representaciones.
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puntos de vista más aceptados en la actualidad, teniendo en cuenta que no existe total
unanimidad entre los estudiosos, no dejando de ser muchas de las interpretaciones,
aunque ingeniosas y coherentes, meras especulaciones.
La posibilidad de moverse libremente, sin depender del viento, obliga a que la nave sea
autopropulsada. Los únicos motores y sistemas de propulsión disponibles en la época
eran hombres y remos respectivamente. Pero el uso de remos limita la velocidad
máxima de la nave. Para que la pala ejerza una fuerza propulsora ha de tener una
velocidad mayor que la de avance del barco; en caso contrario frenaría la galera. La
velocidad de la pala es proporcional a la longitud y a la frecuencia de boga, viniendo
ambos factores limitados por la capacidad del remero. Se calcula que este límite se
encuentra en torno a 11 nudos.
La capacidad de maniobra se mejora con una masa y eslora lo más pequeñas posibles,
compatibles con un cierto nivel de potencia embarcado (léase número de remeros). De
esta manera se consiguen mayores aceleraciones y menores radios de giro.
La estabilidad del barco precisa que el centro de gravedad del mismo se encuentre lo
más bajo posible. Una forma de bajarlo es lastrando la nave, a costa de aumentar el
desplazamiento y por tanto, perjudicando las prestaciones. Teniendo en cuenta que la
tripulación representa al menos el 30% del peso de la nave puesta en servicio, una
opción es acomodarla lo más bajo posible, en especial a los remeros. Esta posición
3
presenta la ventaja adicional de disminuir el ángulo entre la pala y la superficie del
agua, permitiendo una boga cómoda y eficiente con mar en calma.
El barco tenía que ser ligero. Originariamente, el casco de las naves más antiguas se
encontraba compuesto por tablazón unida por medio de cuerdas. Este tipo de estructura
evolucionó hasta el que fue el estándar durante el resto de la época. A diferencia de los
métodos actuales, donde se coloca primero el esqueleto del buque (quilla y cuadernas) y
posteriormente se forra para formar el casco, antiguamente se construía primero el forro,
apoyándose sobre un andamiaje externo que daba la forma. Una vez realizado el casco,
se reforzaba por medio de costillas internas unidas al forro con clavos metálicos; éstos
se introducían desde el exterior del caso y se fijaban doblando a 90 grados la parte que
sobresalía de las costillas. Los tablones del casco se unían canto con canto por medio de
espigas o mechas de madera perfectamente ajustadas a ranuras talladas en los mismos
cada pocos centímetros. La sujeción de estas espigas se conseguía por medio de resinas
resistentes al agua y unas chavetas que atravesaban tablero y mecha. Posiblemente
usaban algún tipo de tapajuntas y calafateado para impermeabilizar el barco (Figura 1).
Figura 1.- Método de construcción. A diferencia del actual, el casco era lo primero
en fabricarse, reforzándose posteriormente con costillas internas. (ilustración de
La Aventura de la Historia, nº 27-29)
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Los únicos restos existentes de un barco militar de esta época corresponden al pecio
hallado en Marsala en la década de los 70 del siglo pasado. Aunque equipado con
espolón, por su tamaño, número de remeros y disposición debió ser más un buque
auxiliar para acompañar la armada. A partir de los restos, se ha visto que las piezas de
madera se encuentran identificadas para permitir su ensamblaje en lo que sería algo
parecido a un proceso de construcción en serie. Este hecho se considera como
justificación de la creación de la primera flota romana de 100 quinquerremes en tan sólo
dos meses, utilizando como modelo un buque cartaginés capturado.
La estructura resultante era tan ligera, que podía ser puesta en tierra a diario por su
propia tripulación, incluso en los barcos más grandes. Tampoco fue inusual el transporte
de los mismos por tierra sobre rodillos, e incluso a grandes distancias partidos en
secciones.
Sin embargo, en particular en los barcos más ligeros, bajo el punto de vista de
resistencia estructural existía el riesgo de partirse por el centro de la eslora. Uno de los
casos críticos de carga de un barco, antes y ahora, aparece cuando es atravesado por una
ola de longitud de onda igual a la eslora. En esta situación se definen dos casos:
quebranto y arrufo. En el primero, la cresta de la ola se encuentra en el centro del barco
y tanto la proa como la popa quedan en un cierto voladizo que somete a la estructura del
barco a esfuerzos máximos en el centro (tensión en la zona superior y compresión en la
quilla). En el segundo caso, el seno de la ola coincide con el centro del barco y los
extremos, proa y popa, se encuentran sobre las crestas (Figura 2a y b). Un símil del
estado de carga y deformaciones del barco sería, para el quebranto, la barra de un
funambulista sujeta por el centro y libre en los extremos; y la barra de unas paralelas
con el atleta colgado para el arrufo. Estas condiciones limitan la eslora máxima
admisible para el barco para una manga determinada, un cierto material y una cierta
tecnología; a no ser que se aumenten los espesores de la cubierta y del forro del barco,
con el consiguiente aumento del desplazamiento.
Para solventar en parte este efecto se usó, al menos en las galeras griegas, el dispositivo
denominado hypozomata (Brewster, 1923; Gordon,1978; Landels, 1997). Existen dos
interpretaciones de este artilugio, aunque la idea en ambos es la misma: un cabo que
recorre el buque de proa a popa y con capacidad de ser tensado. En la primera
interpretación, el cabo se encontraba firmemente fijado a proa y popa y recorría el barco
internamente. En la segunda, era una soga que abrazaba el casco, por el exterior a la
altura de la regala, de proa a popa. Su misión era crear una compresión previa sobre la
estructura del casco, con objeto de compensar en parte las tracciones que aparecían
5
durante la navegación (algo parecido al uso de redondos metálicos traccionados en el
hormigón pretensado). La segunda interpretación, para un barco de combate no parece
demasiado factible, pues sería vulnerable durante un ataque al poder ser cortado por el
enemigo.
Según parece los trirremes griegas no se hacían a la mar si no llevaban colocado este
dispositivo, labor para la que eran necesarios unos 50 hombres. Semejante a cegar o
inutilizar las recámaras de los cañones cuando se desea inutilizar un arma actual, en las
galeras se procedía a retirar el hypozomata.
Un dispositivo que cumplía una función semejante ya se usaba en los barcos egipcios en
el 2500 a.C., con la diferencia de que el tirante unía proa con popa pasando por una
serie de apoyos intermedios, tal como se observa en diversos bajorrelieves, en particular
en los de la expedición al país de Punt en el templo de Hatshepsut (figura 3).
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Evolución de la galera en los tiempos antiguos
La Pentecóntera
Al principio, en la guerra, el principal uso de las galeras era el transporte de tropas, que
a su vez eran los remeros, tal como describe Homero al relatar la llegada de las tropas
aqueas a las playas de Troya (los escritos homéricos, unos cuatro siglos posteriores a los
hechos narrados, sí parecen describir naves y técnicas arcaicas):
Los navíos se reconocían por el número de remos, coincidente con el de remeros: 20, 30
o 50 eran los tipos más habituales. En particular, la de 50 remeros (25 por costado) fue
una nave de gran éxito; denominada pentecóntera, puede considerarse como antecesora
del resto de galeras clásicas. Se cree que existió tanto en configuración mono- como
dikrotos (uno o dos órdenes de remos respectivamente). La versión monokrotos,
suponiendo un espaciado de interscalmium (distancia entre remeros de una misma fila)
de unos 0,9 metros, debía medir unos 31 metros de eslora y 3 de manga. Era de casco
abierto, con una cubierta elevada a lo largo de su zona central. Poseía un mástil abatible
que se usaba, aparejado con una vela cuadrada, para la navegación de crucero. En caso
de combate, el mástil se desmontaba y se dejaba en la orilla.
La popa era alta y curvada hacia delante. De esta forma se facilitaba la maniobra de
varar el barco, con la proa hacia el mar, durante la noche; a la vez que proporcionaba
mayor protección al recibir las olas por popa durante la navegación. En muchas
representaciones se observa una escalera o rampa usada para el desembarco, atada en la
zona de popa. Los timones se encontraban sobre los laterales hacia popa. Consistían en
una pala de mayor tamaño que los remos, colocada a unos 45º respecto a la superficie
del mar y con capacidad de rotar en torno a su eje. El sistema de sujeción debía permitir
izar hasta la horizontal o desmontar fácilmente el timón durante el atraque.
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En algún momento entre el 1200 a. de C. y el siglo IX/VIII se produce la invención del
espolón, convirtiendo a la galera en una arma en sí. En buques anteriores a este periodo,
se observa en ocasiones la presencia de una proyección en la proa (figura 4).
¿Corresponde a un espolón?. Seguramente, no. Para que una nave con espolón resulte
efectiva, ésta ha de tener un tamaño mínimo y un cierto número de remeros; por otro
lado, el espolón ha de presentar las siguientes características (Cohen, 1938):
La primera característica, ha sido puesta en duda (Raban, 1984; MacIntosh, 2001) pues
aunque las evidencias muestran que esa colocación sí era la norma en el mundo clásico,
originariamente, con buques de poco calado, un espolón a la altura de la línea de
flotación podría deslizar por debajo de la quilla del barco atacado sin dañarle. En el caso
de piratería, podría ser más importante inutilizar al barco contrario sin hundirlo, para lo
que sería más ventajoso un espolón por encima del nivel del mar (Figura 5).
Figura 5.- Vaso etrusco. Nave griega a la izquierda y etrusca a la derecha. La proa
del buque etrusco, ¿es algún tipo de espolón?
8
En cualquier caso, como ya se ha dicho, la aparición del espolón convirtió al barco en
un arma, cambiando las tácticas de combate utilizadas hasta ese momento (abordaje y
cuerpo a cuerpo). Se desconoce como surgió el espolón, pudiéndose aventurar algunas
hipótesis:
9
Una posible explicación podría ser la 4, una solución estructural para formar la unión
entre quilla y proa (5 y 7 podrían ser consecuencia de 4), que en algún momento como
consecuencia de un accidente fortuito como el embestir una nave menor, proporcionara
la idea de convertirlo en un espolón.
Una vez ideado el espolón, era deseable una nave más robusta, manejable y de menor
eslora. Este último requisito disminuía el tamaño del blanco a costa de perder algo en
prestaciones. Esto se consigue mediante la colocación de los remeros en dos niveles en
algún momento del VIII a. de C.
Esta configuración dikrotos, que usando terminología latina sería una birreme (diere en
la griega), pudo ser un desarrollo fenicio. Originariamente se mantuvo un nivel de
remeros sobre la regala, situando a los nuevos por encima, sobre la cubierta. A finales
del siglo, los ingenieros navales habían mejorado considerablemente el diseño:
manteniendo los dos órdenes, el original continuó en la regala (zygitai), situando el
segundo por debajo (thalamitai), en portas abiertas en el casco (así se bajaba el centro
de gravedad y la posición del remo, próxima a la horizontal, era más efectiva). (Figura
8). La eslora de la nave se redujo en un 25 %, disminuyéndose la superficie mojada casi
en la misma proporción, mientras que la potencia embarcada se mantuvo constante. El
resultado fue un aumento de la maniobrabilidad y de la capacidad de aceleración. En
velocidad la mejora no fue significativa, pues la reducción del término de fricción,
debido al acortamiento de la eslora, se vio contrarrestada por el aumento de la
resistencia de ola al disminuir la esbeltez del buque y aumentar su calado. En el lado
negativo, las portas de los remos inferiores se encontraron muy próximas al agua, entre
40 y 50 cm, por lo que fue necesario sellarlas con un recubrimiento flexible de cuero
(askoma), que se unía al remo por un lado y tapaba la porta por el otro.
Un ejemplo de este navío (Basch, 1969) es el que aparece reflejado en los bajorrelieves
de Sennaquerib (704-681 A. de C.). En dichos relieves se observan galeras de dos
10
órdenes de remos, con y sin espolón (figuras 9 y 10). El episodio reflejado en el relieve
corresponde a la huída del rey Luli de Tiro. Dichas galeras presentan una serie de
elementos que se van a repetir en las naves fenicias:
• La fila de escudos
• La cubierta superior, montada sobre puntales
• Casco más ancho (comparado con las griegas) curvado en los extremos
• Ausencia de cintas (refuerzos longitudinales) en el casco
• Espolón largo y puntiagudo, recubierto de metal (ver en las figuras
mencionadas)
• Laterales abiertos
...y que permiten distinguirlas de las griegas que presentan las siguientes características:
En relación con las figuras 9 y 10, existe otra interpretación del barco con espolón. En
ella se puede identificar como un trirreme. El bajorrelieve muestra claramente dos
niveles de remeros, pero queda un espacio enrejado, muy similar al mostrado en la
figura 11. Teniendo en cuenta que las naves estaban realizando una evacuación, en una
distancia de unas pocas decenas de kilómetros y sin ser acosados por la flota enemiga,
¿no podría ser un trirreme con el nivel superior de remeros sin ocupar?
a b
Figura 10.- Embarcación fenicia alrededor del 700 a. de C. Detalle del
recubrimiento del espolón.
11
Figura 9.- Embarcaciones fenicias alrededor del 700 a. de C.
12
El Trirreme
El siguiente paso, a finales del VIII o principios del siglo VII a. de C., fue la
incorporación de un nuevo orden de remos, apareciendo así el trirreme (o triere en
griego). Tanto fenicios como griegos podrían tener sus razones para desear incrementar
la potencia de sus barcos. Parece que fueron los primeros los que incorporaron un nivel
adicional de remeros (thranitai) en sus barcos, creando el trirreme. Las naves de guerra
griegas, desarrolladas desde su origen para uso militar, a diferencia de las fenicias que
seguían poseyendo una cierta capacidad de carga, tenían mayor dificultad en instalar un
nuevo orden de remos como consecuencia de su menor manga. Si esta nueva hilera de
remos se colocaba directamente por encima de las dos anteriores, era necesario usar
palas de mayor longitud y con un ángulo elevado respecto a la superficie, obligando a
un mayor esfuerzo y una remada forzada por parte del remero, con problemas de
sincronización causados por los diferentes periodos naturales de los remos.
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Figura 12.- Posible distribución de los tres órdenes de remeros en un trirreme
fenicio y otro griego (basado en J. Coates, ilustración de La Aventura de la
Historia Nº.-27 a 29)
Trirremes griegas
Trirremes fenicias
Los fenicios, de gran tradición marinera y con galeras de manga superior a las griegas,
en vez de instalar una parexeiresia, incrementaron la altura del barco. Los thalamitai y
zygitai seguían pivotando sus remos a través de portas en el casco y sobre la regala; los
thranitai los articulaban sobre una baranda directamente situada sobre la regala. Por
encima de ellos se encontraba la cubierta, que se extendía a todo lo ancho de la nave. El
número de remeros y su distribución era similar al de las naves griegas, no existiendo
14
diferencias entre sus esloras. La forma de la proa difería, manteniendo las naves fenicias
el espolón largo y afilado típico de las naves de Luli. El mayor tamaño del espolón
permitía absorber parte de la energía del impacto, no requiriendo de las gruesas cintas
características de las naves helénicas.
Los laterales del casco en la zona de remado parecen estar abiertos, en forma semejante
la las naves del rey Luli (Figura 13). Este espacio abierto podría tener como objeto la
ventilación/refrigeración de la planta propulsora, recubriéndose con cueros durante el
combate para ofrecer cierta protección a los remeros ante armas arrojadizas, en forma
semejante a como los griegos cubrían su postiza. Bajo el punto de vista de la integridad
estructural del barco, la existencia de aperturas debió ser contrarrestada con refuerzos en
baos y posiblemente el uso de una cubierta, convirtiendo la nave en catafracta. La
existencia de cubierta permitía la presencia de mayor número de marines que en sus
homónimas griegas, tal como atestiguan los textos.
Figura 13.-Reaparición del modelo fenicio. A) Arados (350 – 323). B) Biblos (sº IV).
C) Amato (340-330).
(Morrison, 1996)
a b
Figura 14.- Sidón, finales del V a. de C. (Basch, 1969)
15
a b
Figura 15.- Sellos de arcilla encontrados en Persépolis. El cuerno de la proa parece
cumplir alguna función en el aparejo.
La configuración de galera descrita se mantuvo hasta mediados del siglo IV, donde el
buque fenicio se heleniza y toma un aspecto más parecido al de los buques corintios. El
espolón se acorta, adoptándose el tridentado, y aparecen cintas de refuerzo. Para evitar
daños propios en la proa, en la colisión durante un ataque, se incorpora el proembolon,
un pequeño espolón a media altura en la proa. Los cuernos desaparecen y el estolos se
curva hacia detrás, a diferencia de los griegos con forma de S y más esbeltos.
Desaparecen los laterales abiertos, no se observa la existencia de postiza y se mantienen
los escudos sobre las amuras (Figura 16). Durante la helenización de la galera fenicia se
adopta la vela cuadrada (si es que no se usaba ya), y si es cierto que se llegaron a usar
protovelas latinas, estas quedarían relegadas a navíos de menor entidad (por ejemplo
pesqueros), no siendo por tanto representadas en la iconografía.
1 2 3
Figura 16.-a, b y c: Monedas corintias, segunda mitad del siglo IV a. de C.
1 y 2. Arados alrededor del 330 a. de C.:
3: Arados alrededor del 240 a. de C.
16
El Cuatrirreme, el Quinquerreme y otros ‘remes’.
En el año 401 a.C., Dionisio el Viejo, tirano de Siracusa, con objeto de reforzar su
posición frente a los cartagineses, inició una carrera armamentística con la creación de
un centro de I+D en tecnología militar. Para ello, atrajo a gran número de ingenieros y
trabajadores especializados de los territorios bajo su influencia, e incluso de zonas
enemigas, ofreciendo muy buenas condiciones económicas. Los resultados no se
hicieron esperar: la catapulta y el quinquerreme (pentere).
La primera solución era inviable, ya que se requerirían remos muy largos y que
formarían un ángulo grande con la superficie del agua, haciendo difícil su manejo (no
hay constancia registrada de ningún buque de más de tres niveles de remos).
El aumento del número de remos por orden, implicaba un aumento de la eslora del
barco. Disminuyendo la capacidad de maniobra y el margen de resistencia estructural.
La solución adoptada fue el colocar dos remeros por pala. Una ventaja de esta
configuración es que parte de la tripulación no necesitaba ser experta, bastando un
remero experimentado por remo, y aportando el otro sólo fuerza bruta. En el lado
negativo, la potencia en el remo no se llega a duplicar (figura 17).
Este nuevo navío fue adoptado por los cartagineses. Posteriormente, durante la Primera
Guerra Púnica, un quinquerreme o ‘cinco’ cartaginés varó en costas romanas, siendo
capturado y copiado por éstos. Roma, con su capacidad de organización, fue capaz de
crear, mediante el uso de piezas prefabricadas, una flota de un centenar de
17
quinquerremes en dos meses. Las naves romanas diferían ligeramente de las
cartaginesas. A causa de la inexperiencia de los romanos en la construcción de barcos
(aunque usaron expertos de las ciudades griegas bajo su influencia) y por la premura
con que armó la flota (que no permitió utilizar las maderas en las condiciones
adecuadas), los ‘cincos’ romanos resultaron más pesados y con menor capacidad de
maniobra.
Por la misma época de los enfrentamientos con Siracusa para el control de Sicilia,
Cartago llegó a idéntica solución para aumentar la potencia de sus barcos y la aplicó al
birreme, dando lugar al cuatrirreme o tetrere (figura 18).
En los siglos posteriores, debido al cambio de las tácticas de combate, tanto éste como
el quinquerreme fueron cobrando importancia frente al trirreme. Comparando con esta
última, el mayor tamaño de los nuevos tipos de galeras supuso una mayor resistencia al
estado del mar, el acomodo de mayor número de soldados, un aumento de la artillería y
una mejor protección ‘antimisil’ para los remeros. En el lado negativo, disminuyó su
velocidad y capacidad de maniobra.
18
Posiblemente, al final de su gobierno, Dionisio introdujo otra nueva innovación, el uso
de dos remeros en el orden inferior de un quinquerreme, dando origen al hexarreme o
‘seis’. Los diversos estados aparecidos a la muerte de Alejandro Magno, tras la
desintegración de su imperio, se contagiaron de una fiebre constructiva de galeras cada
vez mayores. Manteniendo una configuración di- o trikrotos, aparecieron los
denominados ‘sietes’, ‘ochos’, ‘nueves’ y así hasta los ‘cuarentas’. El número de
remeros por interscalmium llegó a ser 20 en los grandes polirremes.
Estos colosos no tuvieron especial relevancia histórica y no pasan de ser una mera
anécdota. Tan solo los de categorías entre ‘seis’ y ‘diez’ fueron usados con cierta
eficacia Estas supergaleras no fueron adoptadas ni por los Cartagineses ni romanos,
siendo su caballo de batalla el quinquerreme, y solo como buques insignias se usaron
naves mayores (generalmente hexarremes en el caso romano y un heptarreme, capturado
a Pirro, en el cartaginés). El peso de la flota siguió recayendo en los barcos de menor
tonelaje.
Con el tiempo, el tipo de construcción de barcos, hasta ahora de tradición helénica, fue
variando. Se abandonó la postiza (epotis y parexeiresia) como punto de apoyo de los
remos. Las configuraciones se limitaron al tipo mono y dikrotos, independientemente
del número de remeros (que ya no se encontraban siempre en posición sentada) por
interscalmium, situándose los toletes en portas en los costados del casco. La
simplificación del sistema de remado supuso una reducción en la complejidad de la
superestructura necesaria para el acomodo de los remeros, permitiendo la instalación de
castillos sobre la cubierta y favoreciendo de nuevo las tácticas de abordaje frente a las
de ataque con espolón.
Eslora en la
línea de Manga, b Peso
Tripulación Remeros
flotación, L (m) (toneladas)
(m)
Pentecóntera
32 3,2 22 60 50
monocrota
Pentecóntera
22 3,2 16 60 50
dicrota
Trirreme 36 3,6 46 200 170
Cuadrirreme 35 5 77 260 180
Quinquerreme 42 5 110 400 300
Seis 42 5,6 130 460 360
Hemiolia 21 2,7 15 65 50
Trihemiolia 31 4 43 150 120
Liburnia 17 3 15 60 50
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Figura 19.- Estimación del desplazamiento en vacío de diversas galeras clásicas. L
y b son la eslora y manga en la línea de flotación respectivamente.
20
Operación de la Flota
Tamaño y composición
El tamaño de la Armada Púnica sólo puede ser inferido a partir de datos aislados. Los
tipos de navíos que formaron el núcleo de la flota a lo largo de la historia de Cartago
estarían de acuerdo con la evolución de las galeras:
Por supuesto que en cualquier momento posterior seguían en activo navíos anteriores en
misiones de exploración, transporte rápidos, mensajeros y en general labores auxiliares.
Al igual que la incorporación de los nuevos tipos se produciría paulatinamente, hasta
llegar a ser el buque predominante.
A modo de ejemplo se puede citar la composición de una de las flotas armadas durante
la Segunda Guerra Púnica. El buque por excelencia era el quinquerreme, y este nombre
se usaba como sinónimo de barco de guerra cuando se habla en las fuentes del tamaño
de las escuadras. En 219 a. de C. un escuadrón, formado por 57 barcos estaba
compuesto de 50 quinquerremes, 2 cuatrirremes y 5 trirremes. Es decir, el 88 % de la
flota eran buques de línea, siendo el resto navíos auxiliares.
21
Figura 21.- Estimación del tamaño de la armada cartaginesa
Los valores anteriores se refieren a los navíos de guerra; pero sin una infraestructura y
apoyo estos no pueden funcionar de continuo. Podríamos por tanto diferenciar entre dos
tipos de flotas:
• Las de combate, que son las que hasta ahora se han comentado, compuestas por
buques de guerra y cuya misión era el enfrentamiento con una flota enemiga
análoga, o el bloqueo de lugares estratégicos.
22
Figura 22.- Estimación de las armadas cartaginesa (símbolos huecos) y romana
(símbolos llenos) en el periodo de las Guerras Púnicas
• Galeras de transporte, con mayor capacidad de carga que las de combate, tendrían
suficiente potencia (remeros) como para seguirlas (los restos de Marsala pueden ser
un ejemplo de este tipo). Este tipo de barco, debido a su movilidad, podría tener su
importancia en la creación de cabezas de puente.
• Barcos redondos, transportes convencionales adaptados para el transporte de
personal, caballos, equipos y abastecimientos.
• Remolques, barcazas para transporte de personal y/o caballos, remolcadas por las
propias galeras de combate.
Se han extraído algunos datos, tanto de Cartago como de sus enemigos, sobre la
composición de barcos utilizada en flotas de invasión (Huss, 1993):
23
Naves de Naves de
Año Barcazas Infantería Caballería
guerra transporte
480 200 3.000 300.000
409 60 1.500 100.000 4.000
406 120 1.000
397 200 500
¿300.000?
396 ¿400? 600 4.000
100.000
396 250 1.000 500
342 200 1.000 70.000 10.000
Es decir, una media de 7 transportes por buque de línea (variando entre 5 y 20).
Simplificando mucho, el número de infantes por barco de transporte sería de 100 a 150,
y de 10 a 18 caballos por buque dedicado a este uso.
La Tripulación
Para que un barco de combate como el trirreme fuera un arma efectiva, todo debía
funcionar perfectamente coordinado. Era por tanto necesario el uso de una tripulación
bien entrenada y motivada, que estaba formada por una mayoría de remeros, un número
más o menos elevado de tropa, unos marinos y especialistas y un reducido número de
oficiales.
Los remeros
Normalmente las tripulaciones de las galeras estaban constituidas por hombres libres,
habitualmente procedentes de las clases sociales más bajas. La motivación de estos
individuos era económica y recibían una paga por la labor desarrollada. En muy
contadas ocasiones se usaban esclavos y sólo como último recurso. El uso de
prisioneros o esclavos ponía en peligro la nave, ya que podían boicotear el
funcionamiento de la misma en un momento crítico simplemente rompiendo el ritmo de
la palada, y en el mejor de los casos podrían no estar lo suficientemente motivados. En
el caso de los esclavos, hay además un motivo económico: son caros. Las bajas, siendo
asalariados no suponen un coste adicional (incluso si no han recibido toda la paga
supone un ahorro), el esclavo supone una pérdida. Sí es cierto que en algún momento se
usaron esclavos, pero éstos solían ser liberados antes del combate. Cuando se comenzó
a emplear dos remeros por pala, fue posible utilizar prisioneros en una de las posiciones,
pero no parece que fuera una práctica demasiado extendida, pues seguía estando
presente el riesgo de rebelión. Tras la toma de Cartago Nova, se complementó la flota
romana con prisioneros, pero teniendo cuidando que la tripulación fuera
mayoritariamente leal, distribuyendo remero experto con prisionero, y prometiendo la
libertad a estos últimos a cambio de su colaboración. (Casson, 1966; Libourel, 1973;
Morrison, 1988)
24
durante las Guerras Púnicas, tanto para Roma como para Cartago, llegó a ser difícil el
conseguir tripulaciones en número bastante debido a la continua sangría a que se vieron
sometidas como consecuencia de los combates y adversidades climatológicas, no
pudiéndose en ocasiones tripular todos los buques disponibles.
No hay duda que la labor de los remeros era dura. Éstos trabajaban apiñados, separados
apenas un metro del inmediatamente anterior en su mismo nivel, unos pocos
centímetros del anterior superior y, en el caso de más de un remero por pala, la distancia
mínima para evitar la interferencia con los codos de su compañero de boga. Incluso en
los periodos de reposo, el barco no ofrecía ninguna posibilidad de un acomodo
medianamente confortable de la tripulación.
Probablemente, lo que se dice sobre las galeras medievales “de ser posible olerlas antes
que verlas”, sea aplicable al caso de las ‘remes’.
Las Tropas
El número y tipo de tropas embarcadas varió a lo largo del tiempo y según las potencias.
Mientras que en los primeros navíos, no existían diferencias entre remeros y tropa; ya
en las naves fenicias del siglo V a. de C., el número de soldados embarcados llegaban a
30 (frente a 14 en las naves atenienses). Durante los siglos IV y III, con el aumento del
tonelaje de los barcos y el uso de cubiertas, el número de soldados embarcados se
incrementó llegando a 100 o 120 durante los enfrentamientos con Roma.
El número de oficiales podía variar según el tipo de barco, pero se identifican unas
ciertas categorías a lo largo del periodo.
25
En una nave, en orden de importancia, tras el capitán seguían los siguientes cargos:
Coste económico
A continuación se realiza una evaluación grosera del coste de los diversos buques, para
ello se toma como referencia el coste de un trirreme ateniense en el siglo V a. de C. que
era de unos dos talentos.
Más importante que el precio del barco nuevo, era el coste de operación (repuestos,
mantenimiento, salarios, etc.). En el mismo periodo, el solo hecho de sufragar la
tripulación de un barco suponía un desembolso de 40 o 50000 dracmas en los ocho
meses en que era posible la navegación (para una tripulación de 200 hombres: 170
remeros y 30 marinos).
Debido al alto costo de las naves, era habitual el reciclaje de los mismos o de algunas de
sus partes (en especial el espolón). Después de una batalla, la recuperación de los restos
por parte del vencedor era una labor prioritaria. Las tormentas y continuos combates
hacían que la flota se renovase con cierta frecuencia, aunque se sabe de barcos que
llegaron a permanecer en activo más de 20 años.
26
Figura 23.- Coste de construcción y operación de las galeras clásicas. Todo referido
al coste de construcción de un trirreme, tomado éste como la unidad.
c) con relación a los remos, se piensa que estaban realizados de una sola pieza, y cada
trirreme poseía unos doscientos (incluyendo repuestos).
Unos números provisionales indican que la cantidad de madera necesaria era muy
inferior a la requerida para otros menesteres, en particular por las llamadas
pirotecnologías:
27
Puertos.
No era habitual que las galeras permanecieran más de un día sin tocar tierra, siendo la
norma el pernoctar en la costa, ya sea en una escala intermedia o volviendo al puerto
madre. La poca autonomía venía dada por las propias características de la nave, por un
lado la escasez de espacio limitaba la capacidad de combustible (agua y comida) que
podía transportar; por otro, la ausencia de ayudas a la navegación y el no ser barcos muy
marineros hacía arriesgada la navegación nocturna.
No ocurre lo mismo con el agua, donde el consumo estaría entre los 4 y 6 litros por
persona y día. Esto supone alrededor de una tonelada diaria para un trirreme (aunque
posiblemente transportaran tres o cuatro veces esa cantidad por si no era posible
encontrar un lugar seguro donde abastecerse).
Los principales puertos poseían sectores separados para las actividades militares y
civiles, caracterizándose los primeros por las rampas para la puesta en seco de las
galeras. La zona militar se encontraba dotada de elevadas medidas de seguridad y estaba
apartada de las miradas de cualquier extraño. Destacaron tres puertos militares por su
capacidad: el del Pireo, el de Siracusa y el de Cartago. Éstos se componían de un cierto
número de rampas, cubiertas con tinglados, de tamaño ligeramente mayor que el barco
para el que estaban destinadas. En ellas se introducía el navío de popa sin remos ni
aparejos. Estos últimos se solían guardar en almacenes instalados por encima del barco
bajo el mismo techado. Esta disposición permitía, en caso de necesidad, el lanzamiento
28
de los barcos en poco tiempo. El puerto del Pireo poseía 372 de estos refugios, y el de
Cartago, de forma circular, tenía capacidad para 220 buques (Romero, 1996). Estos
varaderos eran lo bastante estrechos como para impedir la construcción de los barcos,
siendo posible sólo la realización de reparaciones menores. Dionisio de Siracusa,
durante su escalada armamentística, no olvidó las mejoras de las instalaciones portuarias
(Diodoro, Libro 14, XLII). Modernizó los 150 refugios existentes en el Gran Puerto y
construyó 160 nuevos, algunos con capacidad para dos buques.
Actuaciones
La planta motriz de una galera eran los remeros, siendo la potencia embarcada
proporcional al número de los mismos. En el ser humano el nivel de potencia
desarrollado es función del tiempo durante el cual se está aplicando. Un individuo en
buenas condiciones físicas, pero sin ser un atleta de elite, es capaz de suministrar unos
500 W durante unos segundos, 330 W durante unos minutos y 150 W en forma casi
continua. De la potencia aplicada en el remo, parte se pierde en ineficiencias
(movimiento en vacío del remo, rozamiento con los escálamos, resistencia
hidrodinámica, etc.) por lo que queda una potencia útil de unos 200 W durante unos
minutos y 80 W de continuo. La variación de la potencia efectiva desarrollada puede
aproximarse en función del tiempo a partir de datos obtenidos en barcos de remos con
bancos fijos, como P = 0,35t −0,15 , donde la potencia viene en kW y el tiempo en
segundos. En el caso de remos movidos por dos o más hombres, la potencia no aumenta
en la misma proporción que el número de remeros. Una pala accionada por dos personas
sentadas, se estima que equivaldría a solo un 40% más de potencia que si estuviera
movida por una sola.
Un hecho que podía tener cierta influencia en las prestaciones del navío era el grado de
empapamiento de su maderamen. El material usado era principalmente madera de pino
y abeto, y ambos absorben cantidades apreciables de agua cuando están de continuo
sumergidos. El incremento de peso tenía dos consecuencias: un aumento de la obra viva
(es decir, de la superficie mojada y sección frontal sumergida, y por tanto de la
resistencia al avance) y del desplazamiento del barco. Ambos efectos se traducen en una
disminución de la velocidad punta y de la capacidad de aceleración. Por tanto, siempre
que era posible, se varaban los barcos para disminuir el empapamiento.
Otro factor tan importante como el anterior y también relacionado con el tiempo de
permanencia en el agua, era el aumento de resistencia provocado por la acumulación de
materia orgánica en los fondos del casco. La práctica de varar el barco y mantenerlo
seco, además de evitar el aumento de peso, podía resultar beneficiosa a la hora de
ralentizar el proceso de ensuciamiento, retardando en cierta medida el ataque del casco
por animales xilófagos, en particular la broma o teredo navalis. (Harrison, 2003;
Coates, 1997; Steinmayer, 1997)
29
Los valores dados por diversos autores para las prestaciones de los ‘remes’ difieren
considerablemente. Los presentados en este artículo, que corresponden a los calculados
por el autor usando métodos tradicionales para la estimación de la resistencia de barcos,
intentan ser objetivos, no atribuyendo cualidades excepcionales a las actuaciones de los
barcos (ver tabla adjunta) Las figuras 24 a 27 muestran en forma gráfica el
comportamiento de las galeras en diferentes modos de navegación.
Tabla de prestaciones de las galeras más comunes (la velocidad más elevada
corresponde a navegación con los timones fuera del agua)
30
Figura 26.- Actuaciones de un quinquerreme. 1) Máxima velocidad durante 5 min.
2) crucero alta velocidad. 3) y 4) crucero
Estos valores, se pueden contrastar con dos fuentes de la época: una cita de Jenofonte y
un hecho recogido por Tucidides. Además de los datos recogidos en las pruebas del
Olympias.
31
Jenofonte (Anábasis, 6.4) menciona que entre Bizancio y Heraclea “hay un día largo de
navegación para un trirreme navegando a remos”. La distancia entre ambas ciudades
está clara: 129 millas náuticas. La interpretación de la duración del viaje, ‘un día largo’,
es más subjetiva. En la latitud del Mar Negro, el tiempo entre la puesta del sol y el
ocaso puede llegar a ser de unas 15 horas, si se añade al periodo de navegación la
duración del crepúsculo (unas dos horas y media) la duración del viaje pudo ser de unas
17,5 a 18 horas. Suponiendo que la comida se realizó a bordo, la velocidad media
resulta de unos 7,2 nudos. Es de suponer que las condiciones de navegación fueron
favorables (mar en calma y sin viento).
Tucidides (III.49) narra que tras la toma de Mitilene (en Lesbos), el Consejo de Atenas
ordenó la ejecución de todos sus ciudadanos varones y la venta como esclavos de
mujeres y niños. La orden fue enviada por medio de un trirreme. Al día siguiente se
cambió de opinión, enviándose un nuevo navío con la contraorden. A la tripulación del
segundo barco se le prometió una sustanciosa recompensa si lograban llegar a tiempo de
evitar la masacre, proporcionándoles una nave rápida (posiblemente desprovista de todo
elemento no necesario) y alimentos energéticos. La navegación se realizó incluso por la
noche, y los remeros fueron turnándose (¿iría más tripulación de la habitual para
refresco?) ...Y llegaron antes de que se cumpliese la orden. Las diversas interpretaciones
que se pueden hacer de este texto, en relación con la estrategia de boga, dan unas
velocidades medias entre 5 y 6 nudos en crucero sobre una distancia de 185 millas
náuticas.
Las pruebas en el mar del Olympias dieron unos 9 nudos de velocidad máxima y 7
nudos durante unos 25 minutos.
Respecto al uso de la vela, las galeras solían llevar al menos una vela cuadrada sobre un
mástil central. Con el paso del tiempo y el aumento del desplazamiento de los barcos, se
hizo habitual instalar otro mástil adicional a proa, el artemón, que servía como ayuda en
la realización de maniobras. Al ser las velas cuadradas, su uso para la navegación estaba
limitado a vientos por popa con escasa capacidad de avance contra el viento. Además,
debido a la poca estabilidad de las galeras, tampoco debieron utilizarse con vientos
moderadamente fuertes.
En relación con las velas, y enlazando con el siguiente apartado, un buque nunca
entraba en combate con los mástiles izados (y en los casos que no dio tiempo a
32
desmontarlos fue una catástrofe). Las razones son varias, pero todas relacionadas con la
operatividad del navío:
En lucha cuerpo a cuerpo, los mástiles pueden ser derribados al cortar sus
sujeciones, cayendo sobre la propia tripulación.
Estrategia naval
Como curiosidad cabe destacar el hecho de que popularmente se supone que las
acciones navales durante Primera Guerra Púnica fueron de mayor importancia que en la
Segunda. (Salmon, 1960; Fournie, 2000)
Cartago comenzó la Primera Guerra Púnica con una reconocida superioridad total en el
mar, lo que permitía acometer campañas a gran escala invadiendo territorios bajo
control enemigo. Tras las sucesivas derrotas a lo largo de la guerra, cuando se inicia la
Segunda Guerra, Cartago sabía que podía aspirar a tener superioridad naval local en
áreas del Mediterráneo occidental, pero no general. Esta superioridad local le permitía
mantener líneas de comunicación abiertas entre áreas bajo su control, pudiendo por
ejemplo mantener la comunicación entre España y la Italia sometida, pero en cambio no
le permitió un intento de desembarco en Italia.
33
Tácticas de combate
En el periodo que nos ocupa, los combates navales estaban basados en el uso del
espolón, que en el caso cartaginés siguió la evolución ya indicada de forma cónica larga
al tridente romo. La maniobra de ataque era arriesgada para el buque que la realizaba,
debiéndose efectuar a la velocidad adecuada si se quería conseguir el efecto deseado,
una velocidad superior podría implicar el empotramiento del buque, y una inferior el
producir daños menores. Se ha modelado el impacto de este tipo de naves en términos
de energía absorbida en la colisión, esta energía se convierte en energía de deformación
y posteriormente de rotura en los barcos. Efectuando el impacto adecuadamente, debido
a la rigidez de la proa del atacante, en primera aproximación se traduce en daño al
contrario. Las figuras 28 a 30 muestran lo sensible que es la energía absorbida como
función de la velocidad, así como el efecto del ángulo y zona de impacto.
34
Figura 29.- Energía absorbida en el impacto entre dos trirremes como función del
punto y ángulo de impacto. Trirreme atacada parada. Trirreme atacante avanza a
2 m/s. 0 corresponde al centro de la eslora adimensional (eslora total igual a 1).
Figura 30.- Energía absorbida en el impacto entre dos trirremes. Atacada avanza a
2m/s. Atacante a 4 m/s.
35
Existían dos tipos de embestidas: una dirigida contra el casco con objeto de perforarlo y
provocar la inundación (que no el hundimiento) del barco enemigo; y otra contra los
remos, con la idea de dejarlo ingobernable.
En el primer caso se intentaba impactar en los costados y aletas, donde el barco era más
susceptible de resultar dañado. El buque atacante debía poseer una velocidad relativa al
atacado lo suficientemente elevada (o lo que es igual, un mínimo de energía cinética)
como para perforarlo. La velocidad mínima de impacto dependía del ángulo formado
entre los rumbos de los barcos. La maniobra requería una perfecta coordinación entre
remeros, timoneles y capitán. A las velocidades de ataque, un barco recorría una
distancia igual a su eslora en cuestión de 8-10 segundos. Por tanto llegar unos segundos
antes podría cambiar los papeles atacante/atacado. Unos segundos después se erraría el
blanco, o lo que es peor, el atacante podría perder sus remos contra la popa del atacado.
El impacto no dejaba de ser una colisión donde las estructuras de ambos barcos sufrían
cargas elevadas. Para minimizar el efecto del espolón, como defensa pasiva, los barcos
iban reforzados a la altura de la línea de flotación. La estructura que sujetaba el espolón
al casco debía ser resistente y no tan solo capaz de aguantar las cargas de compresión
que aparecían en la embestida, sino también cargas laterales y verticales. Las laterales
eran consecuencia de embestir con un cierto ángulo al enemigo. Las cargas verticales
aparecían aún cuando la embestida fuera perpendicular: al penetrar el espolón,
dependiendo de la posición del centro de gravedad del enemigo y de las velocidades de
los buques, el casco enemigo podía girar, a lo largo de su eje longitudinal, bien hacia el
atacante tendiendo a hundir su proa o en sentido opuesto, al ser arrastrado, levantando la
proa atacante. Las cargas transmitidas por el espolón eran lo bastante grandes como para
que existiera el riesgo de dañar el casco atacante y originar una vía de agua. Para evitar
esto, el espolón no era prolongación de la quilla, sino un añadido al margen de la
estructura del casco. Podía perderse o dañarse, sin poner en peligro el buque: “Ellos
perdieron cuarenta buques en la batalla, y los veinte restantes salieron del encuentro
con los espolones tan doblados y romos que no eran útiles para el servicio” (Herodoto,
La Historia I.166).
36
Tras el impacto existían dos formas de actuar: bien se ciaba dejando al enemigo con una
vía de agua, o se abordaba (en alguna ocasión la tripulación del barco embestido, abordó
al atacante, antes de separarse, tomándolo). En el segundo caso, los navíos con
plataformas elevadas tendrían ventaja al atacar la cubierta contraria desde una posición
más favorable.
En general, un combate naval se asemejaba a una batalla terrestre con cohortes. Los
barcos se situaban en dos líneas enfrentadas y solía tener ventaja el que poseía mayor
numero de naves, ya que podía envolver la línea enemiga y atacar los flancos del
contrario.
Las flotas con naves de calidad y tripulaciones bien preparadas, basaban sus tácticas de
ataque en la maniobrabilidad y velocidad. Existían dos movimientos de ataque tipo: el
diecplo (diekoplus) y el periplo (periplus). No existe unanimidad en cuanto a la
descripción de la maniobra y ni siquiera si eran maniobras colectivas efectuadas por
escuadras o naves individuales. La siguiente descripción proporciona una idea del tipo
de maniobra. En el primer tipo de ataque, el atacante intentaba atravesar la línea
defensiva pasando entre dos naves, para luego, virando, atacar por la popa. El segundo
solía utilizarse cuando la escuadra atacante era más numerosa que la enemiga; en los
extremos de la formación, en línea, se situaban los buques más rápidos, que intentaban
rebasar el frente contrario para atacar por detrás. Una forma de defenderse de la primera
maniobra era disponer los barcos formando una doble línea, con la segunda fila
cubriendo los huecos de la primera; el problema es que se acortaba la longitud del frente
de combate, pudiendo el enemigo utilizar el periplo. (Lazenby, 1987; Morrison, 1991;
Holladay, 1988; Whitehead, 1987)
Cuando una de las flotas era inferior, en términos marineros, a la otra; daba mejor
resultado la elección de la zona de combate. En estos casos, se intentaba situar la línea
de defensa de tal forma que:
1. los flancos estuvieran protegidos por la costa, desde donde se podía contar en
ocasiones con apoyo de tropas terrestres y artillería;
Así la movilidad del contrario se veía muy reducida al encontrarse el escenario del
combate limitado. Las ventajas de velocidad y capacidad de maniobra pasaban a un
segundo plano.
Otra estratagema usada tanto por los corintos como por los siracusanos, contra la
superioridad ateniense, fue la modificación y refuerzo de las proas de sus barcos para
37
obligar a un impacto frontal con los trirremes enemigos de construcción más ligera y
posteriormente abordarlas (Tuc. VII.36). En otra ocasión, las modificaciones afectaron a
la posición del espolón, que fue situado por debajo de la línea de flotación para abrir
vías de agua en las zonas menos protegidas de los buques enemigos (Diodoro Sículo,
Biblioteca Histórica, Libro 13, X). Algo parecido fue lo que hicieron los romanos en la
batalla de Écnomo para contrarrestar la superioridad cartaginesa, donde esperaron al
enemigo para tras el encontronazo engancharles con los corvus y abordarles.
38
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