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http://dx.doi.org/10.12795/PH.2002.v16.i02.

05

DESEO Y SEDUCCIÓN.
IMÁGENES DE SEXUALIDAD Y EROTISMO EN
"GONGOLFUS Y CALIMACHUS"
DE ROSWITHA DE GANDERSHEIM

Eva Parra Membrives


Universidad de Sevilla

The most common literary representations of sexual desire in the Middle Ages show
women as perfidiuous seducers of innocent, naYve men. This paper tries to discover if
medieval woman writers do perceive this fact the same way by studying Roswitha von
Gandersheim's texts Gongol(us and Calimachus and by analizing the images of eros
and sexuality there contained.

"Ciertamente de vez en cuando me sonrojé por la vergüenza, porque, obligada por este tipo de
composición poética, hube de ocuparme en mi mente de pecaminosa lujuria y falsos discursos
halagüeños que de ordinario no atendería y, además, comenzar a fijarlos por escrito. Pero si no
hubiera dominado mi sonrojo, mi objetivo no hubiera podido cumplirse y jamás hubiera podido
cantar con tanta fuerza las loas de las inocentes" 1•

Con estas elocuentes palabras justifica la canóniga sajona Roswitha de Gandersheim,


tradicionalmente tenida por la primera2 voz femenina en componer textos de
intencionalidad literaria1 en tierras alemanas, su insistencia en un tema en apariencia tan

1 Roswitha de Gandersheim, Werke, Paderbom, Schoningh, 1936, p. 141. La traducción tanto de ésta como de

posteriores citas de la obra es nuestra.


2 La crítica la considera de forma prácticamente unánime la primera escritora alemana documentada, no obstante,
tal gloria podría volverse discutible dependiendo del valor que se le conceda al vocablo "alemán''. Si como tal se
conceptúa a quien naciera en tierras de habla germana, la reina y santa Radegunde de Poitiers, autora de algunos
breves poemas, podría disputarle el primer lugar cronológico a Roswitha pese a su educación francófona. Si por
"alemán" se entiende, por el contrario, a aquello que, independientemente de los orígenes de la autora, se gestó en
un ámbito germánico, la anglosajona Hugeburc von Heidenheim, educada en zona alemana y elaboradora de dos
textos biográficos, habrá de calificarse indiscutiblemente como pionera en las letras alemanas. Las tres mujeres
mencionadas se valen de la lengua latina para construir sus escritos, por lo que el criterio lingüístico no puede
aplicarse en este caso. (Cf. Eva Parra Membrives, Mundos femeninos emancipados. Reconstrucción teórico-
empírica de una propuesta literaria femenina en la Edad media alemana, Zaragoza, Anubar, 1998, p. 91 , nota 2.
Vid. asimismo Eva Parra Membrives, Eva, Roswitha von Gandersheim, Madrid, Del Orto, 2001.
1Que Roswitha ansiaba iniciar un proceso comunicativo literario resulta del todo patente a raíz de los comentarios
que la autora inserta en los prólogos y dedicatorias de sus dramas y leyendas. Así, habla repetidas veces de su

l.S.S.N. 1132-0265 PH/lOLOGIA HISPA LENSIS 1612 (2002) 63-83


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poco ortodoxo para una religiosa como la sexualidad humana. No obstante, pese a las
excusas formuladas, poco habría de sorprender a las autoridades eclesiásticas de la época de
Roswitha, esto es, de mediados del siglo X, el que una mujer construyese en su mente
escenas de alto contenido erótico, independientemente de con qué fines sucediera esto.
Sabido era, y como verdad inatacable se sostenía, que el sexo y todo lo relacionado con los
placeres carnales era en especial nocivo para el espíritu -pues afectaba al juicio de los
hombres y mudaba sus opiniones en la misma medida en que podían hacerlo el miedo y la
codicia4 - pero, precisamente, las féminas, esos seres imperfectos', demostraban interesarse
sobremanera por estos asuntos tan sórdidos. Debían de reconocer los teólogos que,
innegablemente, también los varones caían en los pecados de la carne de manera ocasional6,
pero, no obstante, así lo estimaban, eran las mujeres quienes apenas podían pensar en otra
cosa que en satisfacer esta clase de demandas para las que, por naturaleza, se hallaban
especialmente predispuestas'. Esta circunstancia, que preocupaba en gran medida a quienes
habían de educarlas y cuidarlas8, fue incluso explicada de manera "científica" por Adelardo
de Bath (1075-1160). Este filósofo y arabista, considerado comúnmente el primer científico
inglés 9 , justificaba la excesiva lujuria femenina aduciendo que la mujer, al fusionar su ser

público, del que se complace que lea su obra. (Roswitha de Gandersheim, Werke, Paderborn, Schoningh, 1970,
pág. 38, 85, 253. Vid. asimismo Eva Parra Membrives, Mundos femeninos emancipados. op. cit.. pp. 91 y ss.
4James A. Brundage, "Camal Delight: Canonistic Theories of Sexuality" en Stephan Kuttner y Kenneth Pnington,
Proceedings ofthe Fifth International Congress of Medieval canon Law, Monumenta iuris canonici, Subsidia, vol
6. Vatican City, 1980, pp. 361-385, aquí p. 365 .
5 La inferioridad de la mujer se reflejaba, por ejemplo, en las reflexiones acerca de su "utilidad" que se planteaban
los más diversos teólogos, desde San Agustín (Vid. M. Bussmann, "Die Frau- Gehilfin des Mannes oder eine
Zufallserscheinung der Natur? Was die Theologen Augustinus und Thomas von Aquin über Frauen gedacht
haben", en: Bea Lundt: Auf der Suche nach der Frau im Mittelalter. Fragen, Que/len, Antworten, München, Fink,
1992, pp. 117-133, aquí p. 122) a Santo Tomás (Bussmann, op. cit., p. 127), para concluir que su único fin en la
vida era el de dar a luz la descendencia de su marido, o en la insistencia en que Eva, creada en segundo lugar y a
partir del hombre y no a semejanza de la divinidad, habría de, por fuerza, ser una criatura más imperfecta (Franz
Brietzmann, Die base Frau in der deutschen literatur des Mittelalters, Berlin, Mayer & Müller, 1912, p. 120) Cf
as imismo Eva Parra Membrives, "Representaciones de lo masculino en la literatura medieval femenina", en:
Representar-representarse. Firmado: mujer, Moguer: Fundación Juan Ramón Jiménez, 2001, pp. 453-464 y Eva
Parra Membrives, "Contemplar a una mujer es ser herido por un dardo envenenado", en Mujer, cultura y
Comunicación: Realidades e imaginarios, Sevilla, Alfar, 2003 (edición en CD-Rom), James A. Brundage, "Sexual
Equality in Medieval Canon Law", en Joel T. Rosenthal, Medieval Women and the Sources of Medieval History,
Atenas, GA, 1990, pp. 66-79, aquí p. 66.
6James A. Brundage, "Prostitution in the Medieval Canon Law", en Signs 1, 1976, p. 825-845, aquí p. 834;
Brundage, James A, "Carnal Delight: Canonistic Theories ofSexuality", op. cit, p. 378.
1"La primera literatura misógina condena a la mujer como la esencia de todo aquello que es material y perecedero,
dado que su cuerpo es el símbolo de la sexualidad y como tal es despreciado por los luchadores por la castidad y el
ascetismo de la época''. Leah Otis-Cour, Lust und liebe. Geschichte der Paarbeziehungen im Mitte/alter,
Frankfurt, Fischer, 2000, p. 48. Vid asimismo James A. Brundage, "Camal Delight: Canonistic Theories of
Sexuality", op. cit., pp. 375 y ss.

' Mitterer, Albert, "Mann und Weib nach dem biologischen Weltbild des hl. Thomas und dem der Gegenwart", en
Zeitschrift far Theo/ogie und Kirche, 57, 1933, p. 491-556, aquí p. 539; James A. Brundage, "Carnal Delight:
Canonistic Theories of Sexuality", op. cit, p. 377
9 Louise Cochrane, Adelard of Bath. The first Eng/ish scientist,London, British Museum Press, 1994.
Deseo y seducción. Imágenes de sexualidad y erotismo en "Gongolfas y Calimachus" 65

con el de su compañero en el momento más íntimo de su relación, lograba experimentar en


su interior una transformación que la hacía, por breves instantes, pensar y sentir como si
fuese varón. Habiendo comprendido así qué significaba pertenecer al sexo supremo y
elegido, habiéndoseles permitido durante unos segundos el acceso y la identificación con la
mente y el alma masculinos, era comprensible que quienes de ordinario sólo eran simples
mujeres aspirasen a vivir ese momento extasiante de manera reiterada y recurriesen con
frecuencia a las relaciones carnales, único medio disponible para perfeccionarse 10 • Aunque
concebidas en un princ1p10 en defensa del llamado sexo débil, estas últimas
consideraciones, no hacen, sin embargo, sino subrayar la omnipresente misoginia del
momento, revelando la incapacidad de los autores formados en un entorno religioso para
ver a la mujer de otro modo que como indicaba la autoridad, esto es, como ser
marcadamente sexual.

En este contexto será, sin duda, interesante oír alguna opinión femenina y saber aquí si
también ellas se definían en lo principal como lujuriosas e incontinentes, si ese deseo
femenino era en verdad experimentado de modo tan intenso como aseguraba la Iglesia,
dirigida, prácticamente en exclusiva, por varones en teoría castos y desconocedores del
género femenino en un modo más directo. Lamentablemente, son escasas las voces
femeninas que se elevan en aquella época en representación de sus compañeras, y menos
aún, las que podían contar con autoridad suficiente como para modificar, aunque fuese
mínimamente, esa imagen casi ofensiva que los escritos canonizados presentaban de la
mujer con relación al sexo. Será Roswitha de Gandersheim una de las pocas afortunadas en
este sentido.
Que la religiosa de Gandersheim debió de ser un personaje de cierta influencia en su
momento y contexto social puede darse por supuesto. No sólo porque en exclusiva la élite
aristocrática poseía acceso a este prestigioso centro 11 dirigido por aquel entonces por la
capacitada Gerberga 12 , sobrina del gran emperador Otón -a la sazón maestra y amiga
íntima de la autora, como ella misma se encarga de asegurar 13- , sino porque Roswitha se

10 Alfred Karnein, "Wie Feuer und Holz. Aspekte der Ausgrenzung von Frauen beim Thema Liebe im 13.

Jahrhundert", en Zeitschriflfür Literaturwissenschafi und Linguistik, 74, 1989, pp. 93-1 15, aquí p. 111.
11 No se trataba de un monasterio propiamente dicho, ya que las mujeres que se acogían a la protección de su techo

eran sólo canónigas, es decir, no tomaban los votos definitivos, pudiendo abandonar en cualquier momento
deseado la vida en recogimiento. No obstante, la férrea disciplina observada apenas diferenciaba este lugar de un
centro monástico común. Vid. Kurt Kronenberg, Roswitha van Gandersheim. Leben und Werk, Bad Gandersheim,
Hertel, 1962, p. 54, y K. Brandi, "Hrotsvith von Gandersheim", en Deutsche Rundschau, 209, 1926, pp. 247-259
12 Nacida en el año 940, fue hija primogénita de Enrique, hermano insurrecto de Otón el Grande y Judith de

Baviera. En apariencia fue entregada al centro de Gandersheim por su padre, a modo de garantía y para prevenir
nuevas deslealtades. Allí fue abadesa a partir del año 957, a los diecisiete años de edad. Gerberga, muy interesada
por la cultura, animó a Roswitha a escribir. Vid. Ludwig Wolff, (ed.), Die Gandersheimer Reimchronik des
Priesters Eberhard, Tübingen, N iemeyer, 1969. La rebelión de Enrique fue tema de grandes composiciones
literarias en fechas posteriores, así, por ejemplo, la obra juglaresca Herzog Ernst.
13 Su admiración y amistad por su abadesa resulta especialmente evidente en la dedicatoria que la autora inserta en

su Liber primus, que contiene parte de sus leyendas y que dice así: "Salve a ti, Gerberga, descendiente de Reyes/
famosa en costumbres y cultura. Recibe misericordiosamente, señora, estas obritas/ que te entrego para su
corrección./ Mejora los versos imperfectos/ de aquélla a la que transmitiste sabiduría./ Cuando te canse tu labor I
descansa con su lectura / y perfecciona estos miserables poemas, I terminados por ti hazlos brillar I para que las
66 Eva Parra Membrives

sabe, y así lo indica, leída por intelectuales de prestigio 14 y porque, caso inusual, sin
precedentes y sin continuación en la historia germana, fue a esta mujer alejada de lo
mundano a quien el propio Otón 15 eligiera para la redacción de su biografía 16 • La posición
de esta sajona de fe cristiana fue indudablemente privilegiada, y ella misma debió de
entenderlo así, pues aprovechó los apoyos con los que contaba para dar rienda suelta 17 a sus
anhelos artísticos, componiendo nada menos que ocho leyendas, seis dramas y dos textos
historiográficos, volumen creativo sin igual en un periodo en el que sólo se hallan
documentados textos aislados, en su mayor parte de carácter anónimo 18 •
Como buen paladín de su sexo, Roswitha enfocó la práctica totalidad de su obra literaria
hacia la rehabilitación de la tan dañada imagen femenina. Hábil e inteligente, la autora no
obstante no culpa a la Iglesia de la mala prensa de la que gozaba la mujer en su tiempo
-absurdo habría de ser, puesto que de sus dirigentes dependía que se autorizasen sus
escritos- sino a la Antigüedad clásica en su paganismo 19 • En su prólogo a los dramas, en el
mismo lugar en el que se excusa por la representación de imágenes de fuerte contenido
erótico en sus obras, Roswitha se muestra preocupada por la lectura, en su centro, del
pagano Terencio, que, aunque buen versificador, no sabe transmitir a las inocentes almas de
las novicias sino imágenes de "acciones infames de viciosas meretrices" 2º. En efecto, la
reiterada aparición de prostitutas, relaciones adúlteras, concubinato y diversas acciones
enfocadas de un modo u otro hacia la satisfacción sexual en las comedias del autor latino no
parecía calificar sus textos como medio ideal para iniciar a las jóvenes monjas en la lectura,

composiciones de la pupila I sirvan de honra a Ja maestra", Roswitha von Gandersheim, Werke, op. cit., 1936, p.
36.
14 La autora se dirige a sus presumibles lectores como "vosotros, altamente cultivados en estudios filosóficos e

insuperables en magnífica sabiduría", Roswitha von Gandersheim, Werke, 1936, op. cit., p. 141

" La autora indica en el prólogo a Ja obra que sólo se atreve a iniciar tan dificultosa tarea por encargo de su amada
Gerberga. No obstante, Ja crítica duda de que la iniciativa partiera de la abadesa y considera si no al emperador, al
menos a su hijo, el arzobispo Guillermo de Maguncia, como ordenantes del trabajo. Vid. Helene Homeyer,
"Einführung", en Roswitha van Gandersheim, Werke, 1936, op. cit., p. 23 .
16 Se trata de Gesta Ottonis I imperatoris, compuesta en algún momento entre los aftos 963 y 973.
17 Que su decisión de tomar Ja pluma no parecía natural e indiscutible Jo muestran los miedos iniciales de esta

autora, que confiesa que "en los inicios de mi trabajo me flaqueaban las fuerzas y carecía de seguridad, puesto que
ni era madura en edad ní experta en las ciencias. No me atreví por entonces a mostrar mi plan a los sabios en busca
de consejo, para que éstos no me impidieran seguir escribiendo debido a mi patente ignorancia. Por ello comencé
en secreto y de manera clandestina ya a componer versos, ya a destruir de inmediato los que no me parecían
conseguidos, y dediqué un arduo esfuerzo a alcanzar un texto que contara con una cierta utilidad, aunque ésta
fuera mínima" Roswitha von Gandersheim, Werke, 1936, op. cit., p. 34 y s.
18 Así, por ejemplo, Waltharius, Petrus/ied o Christus und die Samariterin .. textos escasamente ambiciosos y de

breve extensión.
19 Tal como indica Brundage, sin embargo, contrariamente a lo que sugiere Roswitha, el derecho romano

contemplaba por lo usual al varón como iniciador más habitual del contacto sexual, por lo que no puede haber
surgido ahí la imagen perniciosa de la sexualidad femenina (James A Brundage, "Carnal Delight: Canonistic
Thcories ofSexuality" en Stephan Kuttner y Kenneth Pnington, Proceedings ofthe Fifth lnternational Congress of
Medieval Canon Law, op. cit., p. 361)
20 Roswitha von Gandersheim, Werke, 1936, op. cit., p. 141
Deseo y seducción. Imágenes de sexualidad y erotismo en "Gongolfus y Calimachus" 67

tal como venía realmente sucediendo. Al margen de la nefasta publicidad que se le hacía
aquí al carácter femenino -lo que más molestaba, en realidad, a la poetisa sajona- no
eran, desde luego, patrones de conducta que debieran de servir de modelo para quienes
pretendían entregarse en cuerpo y alma al Señor. Las autoridades eclesiásticas,
convencidas, además, de lo voluptuoso de la naturaleza femenina, comprendieron de
inmediato que atajar el acceso a unos textos que potenciaban, en vez de frenar, una
imaginación de por sí desbordante era más que deseable. Fue por ello, probablemente, por
lo que vieron con buenos ojos la intención de Roswitha de construir unos textos en los que,
contrariamente a lo que se veía en la literatura del momento, se dibujaba "la meritoria
castidad de devotas doncellas" 21 y, más aún, quedaba reflejado cómo "la debilidad femenina
resultaba victoriosa, y la fuerza masculina aparece como impotente y vencida" n. Serían
estos textos aprobados con un fin didáctico, ejemplarizante, aunque, quizá, muchos de sus
"sabios"23 lectores tenían sus revolucionarios contenidos menos como reflejo de la realidad
cotidiana que como producto de esa ficción poética a la que Roswitha concedía que podían
pertenecer sus escritos 24 •
Aunque Roswitha asegura que su dedicación a temas carnales está enfocada en
exclusiva a contrarrestar la perniciosa influencia terenciana, esto es, a hacer desaparecer
conductas propias de ambientes paganos, pero totalmente inadecuadas para buenos
cristianos, las obras de ella conservadas contradicen esta afirmación . Pues, aunque los
dramas que elabora para sustituir a los del autor latino no comienzan a gestarse hasta el año
963 25 , ya en el 955 redacta la autora unas leyendas -en apariencia de ningún modo
conectadas con la obra del clásico- que claramente abordan aspectos relevantes de la
sexualidad humana. Tómese aquí, como ejemplo, la obra Gongolfus o Passio Sancti
Gongolfi martiris 26 . Da nombre a esta historia un personaje histórico, un santo de origen
francés, nacido, al parecer, en torno al año 720 y cuyo culto era bastante intenso al menos
en lo que respecta a la zona de Franconia27. Bellamente elaborada, esta leyenda,
considerada por la estudiosa Helene Homeyer como "una obra maestra de poesía
medieval" 28 , se centra de modo evidente en aspectos carnales, pues el núcleo de la acción lo
constituyen los devaneos amorosos de la pasional esposa del santo, una dama de cuyo
nombre la autora -y ello es de destacar- no se molesta en informar al lector.
Curiosamente, y como si poseyese a Roswitha el temor de atraer hacia sí y su obra el

21 lbídem
22 Ibídem
23 Los lectores que ambicionaba Roswitha, vid. nota 14.
24 Vid. Eva Parra Membrives, Mundos femeninos emancipados, op. cit.. pp. 102 y ss.
25 Es cuando se inicia su /iber secundus, esto es, su obra dramática.
26Los títulos abreviados fueron impuestos a las obras por Conrad Celtis, el humanista que descubriera los textos
de Roswitha durante largos siglos olvidados, pues Je parecieron más manejables que los en ocasiones
excesivamente extensos propuestos por la autora.
27 Roswitha von Gandersheim, Werke, 1936, op. cit., p. 12
28 Ibídem
68 Eva Parra Membrives

rechazo de la autoridad, en su mayor parte masculina29 , pese a su innegablemente artística


versificación, el argumento de Ja obra se ciñe en su planteamiento inicial a Jos patrones
propuestos por Ja autoridad eclesiástica con proximidad sorprendente para haber sido
elaborado por una mujer que dice tener en mente Ja victoria del débil sexo femenino. Se
convertirá en protagonista indiscutible Gongolf, un santo mártir, prototipo inconfundible
del noble otónico ideal, un joven apuesto, de modales exquisitos, profundamente piadoso,
valiente y arrojado, un hombre, al que en modo alguno cualquier lector desearía ver como
"impotente y vencido", y menos aún a causa de una mujer. La presentación en la leyenda de
este joven guerrero es extensa y detallada, deteniéndose Ja autora, sin embargo, sobre todo
en sus virtudes morales, a cuya alabanza dedica algo más de medio centenar de versos, y
que llegará a completar incluso a continuación ejemplificando pasajes señalados de su vida.
En el atractivo físico del protagonista de su leyenda, en cambio, no insiste en demasía la
poetisa de Gandersheim. Se trata, según ella, de un hombre "de bello aspecto" 30,
simplemente, sin que se especifique más esta hermosura y prescindiendo aquí la religiosa
incluso de alusiones a, tal vez, la fuerza y virilidad del personaje31 • Se ofrece pues el retrato
de un hombre ideal desde un punto de vista eminentemente piadoso.
Una vez asegurada de que el lector ha comprendido que se halla ante un héroe
exquisito, probado en el campo de batalla, de honor asentado y virtudes destacadas,
Roswitha decide introducir el elemento femenino en el texto, pero lo hace de un modo tan
clásico, tan ajeno a lo que cabe esperar en una mujer que con frecuencia se erige en
defensora de su sexo, que defraudará a los enamorados de su obra posterior. En un
momento de paz y relajo, a Gongolf, duque de Franconia, se le plantea el siguiente
problema:

"Cuando los francos felices y contentos


vivían con su buen duque
le apremiaron, a este discípulo del Señor
y orgullo nacional, todos los grandes,
a que con una doncella
que fuese igual en rango, se desposara,
para que sin descendencia no se extinguiera
esta línea de la más noble estirpe" 32
La escasa originalidad de la autora sajona a la hora de presentar la idea del matrimonio
se advierte de manera mucho más diáfana si se coteja lo anteriormente citado con el
fragmento siguiente:

29 Vid. Parra Membrives, Eva, "El mito fáustico desde la perspectiva femenina. Theophi/us de Roswitha von

Gandersheim", en Actas del V Congreso de la Asociación de Germanistas de Cataluña, Tarragona, 2003 (en
prensa)
30 Roswitha von Gandersheim, Werke, op. cit., 1936, p. 70
31La belleza masculina, sobre todo en la literatura germánica, iba con frecuencia acompaílada de referencias a su
fortaleza física. (Vid. "Sin duda alguna el atributo masculino más admirado era la fortaleza física", Jenny Jochens,
"Befare the male gaze: The Absence ofthe Female Body in Old Norse", en Joyce E. Salisbury, Sex in the Middle
Ages. A Book of Essays, New York, Garland, 199 J, pp. 3-29, aquí p. 4)
12 Roswitha von Gandersheim, Werke, op. cit., 1936, p. 77
Deseo y seducción. Imágenes de sexualidad y erotismo en "Gongo/fas y Calimachus" 69

"Si los libros no mienten


no le faltaba de nada,
excepto que carecía de esposa.
Entonces se preguntaron los jóvenes nobles
que se hallaban en su corte
cómo, sin mujer alguna,
continuaría la herencia.
De modo que les pareció justo
que quien fuese tan buen caballero
y al que todos los reinos le eran súbditos
y era un hombre tan bien nacido
tomase una mujer
que le fuese apropiada como esposa
pues si falleciese sin heredero
temían morir ellos también." 33

Esta última cita pertenece a Konig Rother, una obra juglaresca que se cree compuesta en
tomo al año 1060, aunque, como se sabe que circulara previamente y durante un tiempo no
determinado en forma oral, no es absurdo suponer que la fecha de gestación original del
texto se halla algo más próxima al discurso vital de Roswitha. Las situaciones narradas en
ambos fragmentos son, como se puede comprobar, prácticamente idénticas: un noble
prestigioso, admirado y carente de esposa es apremiado por sus allegados o súbditos a
trocar su estado a fin de garantizarse la descendencia. La autora sajona no sólo ha seguido
aquí un esquema predeterminado y de uso común, sobre todo en la literatura germánica34 , lo
cual en ella sorprende, sino qu.e, lo que parece más grave aún, parece aceptar, sin más, la
idea postulada, entre otros, por San Agustín y también Santo Tomás de que la mujer sólo es
válida para concebir la descendencia de algún varón 35 • A su vez, la poetisa describe el
matrimonio casi como una transacción comercial, en la que únicamente el elemento
masculino implicado tiene valor decisorio. Curiosamente, con ello Roswitha se acerca más
a su odiado paganismo que a la fe verdadera que decía profesar, pues, mientras que, desde
fechas muy tempranas, en el seno del cristianismo se exigía el consentimiento femenino
para legalizar una unión 36 , las sociedades precristianas, en particular, las germánicas,

33Konig Rother, ed. de Heinrich Rückert, Leipzig, Brockhaus, 1872, p. S y s. También la leyenda juglaresca
Oswald sabe presentar una escena similar, aunque aquí es Dios mismo quien insiste en que Oswald deba
asegurarse la descendencia: "Oswald, ¿deberá permanecer tu reino sin seilora? ¡Fiel mío, eso no está bien hecho!
¿De qué te servirán grandes reinos si no posees también una mujer virtuosa? Cuando mueras, quedarán sin
heredero: ¡Toma a alguna para que sea tu compailera!", Der Münchener Oswald, ed. de Michael Curschmann,
Tübingen, Niemeyer, 1974, p. 3, vv. 45-50.
34 Bumke considera a Konig Rother, por ejemplo, íntimamente conectada con la Thidrekssaga noruega en cuanto
al cortejo nupcial se refiere. Joachim Bumke, Geschichte der deutschen Literatur im hohen Mittelalter, München,
dtv, 1990, p. 75
35 "Era necesario que surgiera la mujer, como indican las escrituras, como auxiliar del hombre, aunque para
ninguna otra obra que la de la concepción, como ya sostienen algunos, puesto que para cualquier otra obra el
hombre encuentra mayor ayuda en otro hombre que en la mujer'', Citado por Magdalena Bussmann, op. cit, p. 127
36Aunque esto no fue regulado antes del siglo Xl,"The consent of the two parties was absolutely essential to
marriage, according to Alexander, for without it there could be no marriage", James A. Brundage, "Marriage and
Sexuality in the Decretals of Pope Alexander III", en Filippo Liottia (ed.), Miscellanea Rolando Bandine/li Papa
70 Eva Parra Membrives

prescindían habitualmente de la mujer y sus deseos y opiniones en esos instantes tan


decisivos para su futuro" . Llama la atención aquí igualmente que, a semejanza de lo
ocurrido también en la literatura juglaresca, la dama pretendida carezca de nombre propio,
adquiriendo identidad simplemente como "esposa de" 38 •
No obstante, mientras que el rey Rother busca como compañera una doncella que

"brilla entre la multitud


como las estrellas desde el cielo,
destaca de las restantes mujeres
como el oro de la seda,
y su cintura es extremadamente estrecha" 39

la mujer que elige Roswitha como compañera de su héroe parece contar con un atractivo
sexual mucho menor, siendo únicamente descrita como una joven "de bello aspecto" 40 • Esta
parquedad en destacar los atributos físicos de la dama resulta muy poco común en la
literatura del momento, pues mientras la belleza externa de los varones sí que podía
reflejarse con cierta frecuencia de manera vaga e indeterminada, sorprende que no se
destaque de una mujer casadera y, sobre todo, de Ja futura consorte de un aristócrata, alguna
sección especialmente atrayente de su cuerpo -como la cintura, el pelo, el cuello o quizá
sus bien torneados brazos- 41 • La esposa de un noble no sólo debía poseer señaladas virtudes
de carácter moral o social, era esencial asimismo ejercer un grado elevado de fascinación
erótica, ya que, cuanto más deseable pareciera, mayor honor revertiría sobre quien la
poseía42 • Lo escueto de la descripción de Roswitha no se atiene, pues, a Jo acostumbrado, a
lo propio del esquema que está siguiendo, y quizá esta ausencia de interés por el cuerpo
femenino en su aspecto seductor deba explicarse menos con la pertenencia de autora al
estado eclesiástico, que con su carecer de lo que Jenny Jochens llama, aunque en otro

Siena, 1986, pp.59-83, aquí p. 67. Vid asimismo James A. Brundage, "Concubinage and Marriage
Alessandro !11,
in Medieval Canon Law", Journal of Medieval History /, Amsterdam., 1975, pp. 1-17.
37 Vid. al respecto "el vocabulario tradicional nórdico se refiere a menudo al matrimonio como una transacción en
la que la mujer se convierte en un objeto pasivo. Así, una mujer erafostnuó (comprometida) o gejin (dada) a un
hombre, mientras que éste la "tomaba" (tók), "obtenía" !Jekk) o "poseía" (átti). Esto nos revela una sociedad de
clara orientación patriarcal en la que el padre o los parientes varones eran los responsables del compromiso
matrimonial y la posterior boda de sus mujeres". Mariano González Campo (ed.), Saga de Hervor, Madrid,
Miraguano, 2003, p. 10, nota 3.
38Sobre la importancia de la ausencia de un nombre social para el personaje inserto en una obra medieval, vid. Eva
Parra Membrives, "¿Crimen como modo de integración? La marginación de der Rotkopfen Ruod/ieb", en EPOS,
Vol. XVII, 2001, pp.327-350.
19 Konig Rother, op. cit., p. 1Oy s.
40 Roswitha von Gandersheim, Werke, op. cit., 1936, p. 77
41 Vid. para fechas algo posteriores, el texto de Anna Kóhn, Das weibliche SchOnheitsideal in der ritterlichen
Dichtung, Leipzig, Eichblatt, 1930.
42 Esta idea subyace, por ejemplo, en los orígenes del Minnesang, lírica con importante función social. Cuantos
más cantores dediquen sus alabanzas a una determinada dama -esto es, aunque ficticiamente, la deseen- mayor
será el honor del marido, que por estos motivos potencia el canto de los bardos.
Deseo y seducción. Imágenes de sexualidad y erotismo en "Gongo{fus y Calimachus" 71

contexto, "the male gaze"", esto es, la mirada, la perspectiva masculina. Puesto que
Roswitha no percibe por sí misma a la mujer como objeto erótico, tampoco sabe detenerse
en detalles tentadores de su anatomía como sí lo haría un autor masculino en aquellos
momentos.
En una línea más tradicionalista habrá de entenderse, siguiendo ya con el transcurso del
relato, la recomendación del santo Gongolf a su esposa, en los momentos inmediatamente
posteriores a la boda, de "observar siempre un comportamiento de lo más casto" 44 .
Roswitha, que parece estar haciendo aquí referencia a un matrimonio en abstinencia -al
menos en la medida de lo posible- tal como era conceptuado como ideal y deseable por
muchos padres de la iglesia 45 , presupone, o así lo parece inicialmente, junto a esa autoridad
eclesiástica masculina que sólo de la mujer partirá el deseo, mientras que el varón, Gongolf,
se sentirá perfectamente capaz de controlar su sexualidad. Los acontecimientos futuros
confirmarán, en efecto, lo que la tradición indica: incapaz de contener sus ardores, y
seducida por quien parece sentirse especialmente atraída por la mujer, la malvada sierpe 46 ,
la anónima esposa del santo francón cae en la tentación de la carne e inicia una apasionada
relación extramatrimonial, quizá agobiada por tanta castidad, contraria a su naturaleza, pero
exigida por su esposo.
No obstante aquí, en la presentación del infame adulterio, comienza a mostrarse, de
algún modo, la conocida rebeldía roswithiana frente a la común misoginia eclesiástica. En
lo que resulta un toque magistral no exento de sentido del humor, será el amante quien
seduzca a la mujer y no la mujer al amante, hecho que se convertirá, en este caso, en
especialmente significativo por pertenecer el intrigante enamorado precisamente al
intocable estado eclesiástico. Roswitha lo relata del siguiente modo:

41 La autora, que aplica el concepto a textos antiguo-nórdicos, sostiene, no obstante, que esa "mirada masculina"
no situaba el atractivo sexual en el cuerpo femenino en tales contextos literarios, sino más bien en los atributos
físicos masculinos. Jenny Jochens, ''Before the Male Gaze" op. cit., p. 3. La literatura medieval alemana, no
obstante, tiende a ignorar los masculinos para centrarse en los de la mujer. (Vid. Anna Kohn, op. cit.). Roswitha
sintetiza ambas posturas olvidándose tanto de uno como de otro sexo en sus descripciones fisicas. -Hemos de
agradecer tanto la referencia como el esclarecimiento del concepto al prof. Mariano Gonzákz Campo (vid. nota
37).
44 Roswitha von Gandersheim, Werke, op. cit., 1936, p. 77
45Así San Pablo, San Agustín o San Jerónimo, entre otros muchos. Este último consideraba todo tipo de relaciones
sexuales, incluso en el seno del matrimonio, como "sucias" y "aberrantes" y dudaba que tal acto pudiera haber
formado paite originariamente del plan divino. Vid. James A. Brundage, "Better to Marry Than to Bum?: The
Case of the Vanishing Dichotomy", en Frances Richardson Keller (ed.), Views vf Women 's Lives in Western
Tradition, Lewinston, Nueva York, 1990, p. 195 y 216, aquí pp. 195 yss., y James A. Brundage, "Alias! That
Evere Lave Was Synne: Sex and Medieval Canon Law", en Catho/ic Historical Review, 72, 1986, pp. 1-13
46 La relación entre el diablo / la serpiente y la mujer siempre ha sido particularmente estrecha. Curiosamente,
ciertas culturas precristianas, en particular algunas sectas judaicas, consideraban que el pecado cometido por Eva
en el paraíso con la serpiente era de origen sexual, siendo la natural predilección del Maligno por la mujer
exp licable por la especial inclinación de ésta hacia los asuntos carnales. Vid. Eva Parra Membrives, "Der Teufel
und das Weib. El diablo y la mujer en la literatura alemana medieval", conferencia pronunciada en El Diablo en
La Edad Media. Seminarios de Septiembre, Sevilla, 1995. También Max Kühler, Schweigen, Schmuck und
Schleier. Drei neutestamentliche Vorschrifien zur Verdriingung der Frauen auf dem Hintergrund einer
frauenfeindlichen Exegese des A/ten Testaments im antik Judentum, Gottingen, Vandenhoeck & Ruprecht, 1986,
pp. 40 y SS.
72 Eva Parra Membrives

"Un infeliz clérigo de Gongolf


se inflamó en pasión por su señora,
y, ¡ay!, cegada, la pobrecilla
cedió a la pecaminosa tentación,
entregó su corazón a aquel mancebo
y le fue infiel a su esposo" 47

Obsérvese aquí la diferencia en la motivación para cometer la más censurable de las


acciones por parte de los dos implicados en el hecho. Mientras que el clérigo se inflama, y
siente pasión por su señora, esto es, alusiones clara y exclusivamente carnales, que no
afectivas, ella, en cambio, le entrega a él su corazón. Lo que para él será pura sexualidad,
ella lo percibirá como amor. Una descripción bastante inusual para la época de la
configuración de las relaciones hombre-mujer. De algún modo, el atractivo sexual parece
hallarse en el varón, que " tienta", de un modo no especificado, a la mujer, mientras que
nada de lo narrado sugiere que fuese la dama, ya por su configuración corpórea, ya con sus
halagos verbales, la detonante del deseo masculino. Adicionalmente, y de manera en
extremo sutil, Roswitha ataca a la Iglesia haciendo que sea uno de sus representantes quien
inicie la acción pecaminosa. Ciertamente, no era fenómeno extraño que los clérigos
cometiesen actos impuros48 , además, tampoco estaban obligados al celibato con
anterioridad al siglo XI, con la reforma gregoriana. No obstante, que un miembro de la
Iglesia se disponga a seducir a una hasta entonces intachable mujer casada debía de dar algo
en qué pensar al público. Roswitha, asimismo, justifica y disculpa en cierta medida a la
mujer, que no actúa por maldad o impulso pasional, sino por un cariño nacido de su
corazón. ¿Se trata, como la aurora misma expresó, de cantar, si no las loas, sí las disculpas
de las "inocentes"? Innegable es, desde luego, que el surgimiento de la pasión tiene en esta
leyenda una inspiración muy poco convencional y no dei todo negativa para la mujer.
Las alusiones a esa sexualidad omnipresente serán, no obstante, extremadamente tenues
en esta leyenda. La autora habla de infidelidad, de pasión y de ardores, pero de un modo
razonablemente ambiguo para una religiosa, prescindiendo de momento en su totalidad de
escenas en las que se relate dónde, cuándo o incluso cómo se entregaba al adulterio la
culpable pareja. No pasa de la insinuación, de la sugerencia, sin atreverse a adentrarse esta
mujer a sumergirse del todo en la descripción de los hechos. Una prudencia que sorprende,
pues incluso los textos normativos del momento, los llamados Poenitentiales, no sentían
pudor alguno a la hora de recoger con el mayor detallismo las diversas posturas coitales
tanto permitidas como reprobadas, y no sería hasta mediados del siglo XI, esto es, en fechas
posteriores a Roswitha, cuando se estimó más conveniente eliminar las referencias directas
a estos actos para no despertar la imaginación de quien en principio carecía de ella49 •

47 Roswitha von Gandersheim, Werke, op. cit., 1936, pp. 77 ys.


48Los Poenitentiales de San Gallen recogían las diversas multas que habían de pagar los obispos, clérigos o
monjes adúlteros. Dado que se estimó necesario regularlo, no debían de ser pocos los casos presentados. Vid.
Suzanne Fonay Wemple, "Consent and Dissent to Sexual Intercourse in Germanic Societies from the Fifth to the
Tenth Century", en Angeliki E. Laiou (ed.), Cansen/ and Coercion to Sex in Marriage in Ancient and Medieval
Societies, Washington, Dumbarton Oaks Research Library and Collection, 1993, pp. 227-243, aquí p. 236.
49 James A. Brundage, "Let Me Count the Ways: Canonists and Theologians Contemplate Coita! Positions", en:

Journal of Medieval History 1O, 1984, pp. 81-93, aquí pp. 82 y ss.
Deseo y seducción. imágenes de sexualidad y erotismo en "Gongolfus y Calimachus" 73

Tampoco la literatura germánica escatimaba con imágenes de alto tono erótico50, y, si


completamos las posibles influencias literarias que pudo haber recibido la autora con el
clásico Terencio, queda patente que la religiosa sajona contaba con modelos en suficiencia
para describir lo que imaginaba con mayor detenimiento, aun suponiendo que careciera de
experiencia directa. Y, además, un importante sector de la crítica se halla convencido, una
vez analizados sus textos, de que Roswitha debió de contar con cierta experiencia en
materia sexual antes de tomar los hábitos 51 . ¿Por qué tan escasa insistencia aquí en el vicio
entonces? Tal vez la insegura Roswitha no se atreva aún a traspasar con su imaginación
fronteras más amplias en esta su primera obra no bíblica.
La situación se complica en el relato cuando el esposo traicionado descubre el vil
engaño del que está siendo objeto. En una actitud que Roswitha considera que le honra,
perdonará Gongolf a su esposa y también a su rival, castigándolos de una forma que al
futuro santo mismo se le antoja relativamente suave: el clérigo ofensor será desterrado y
alejado de su amante, a la esposa adúltera, simplemente, le serán negadas de manera
definitiva y completa las satisfacciones del lecho matrimonial. Verdaderamente, leve ha
escapado la culpable pareja si se tiene en cuenta lo que la ley permitía, en estos casos, al
marido traicionado. De hecho, en ciertas culturas germánicas, el adulterio era considerado
un insulto personal para el marido, a quien asistía, por ello, el derecho de decidir sobre la
vida o muerte de quien le había afrentado 52 . Pero Gongolf, el hombre santo, pese a sus
orígenes francos, no se había sentido en realidad en demasía afectado por los devaneos de
su esposa. Cuando se apercibe del adulterio es "el deshonor de la esposa del duque" 53 el que
le inquieta, no el propio, y, aunque experimenta "dolor" y "asco profundo" 54 , no ocurre esto
por ser consciente de repente de que otro ha compartido lo que era suyo, sino debido a que
su compañera "vivía en pecado"55 • No es la traición la que le duele a Gongolf, sino la
manifiesta, abierta, sexualidad de su esposa. Casto él mismo en pensamiento y obra, se le
antojaba que su elegida podía compartir tales convicciones, sufriendo una profunda
decepción al descubrir que no está ella a la altura de lo esperado. El hecho de negarle,
posteriormente, del todo, los deberes conyugales, podría calificarse, casi, de proselitismo

50 Vid. Cathy Jorgensen Itnyre, "A Smorgasbord of Sexual Practices" en Joyce. E Salisbury, Sex in the Middle

Ages, op. cit., pp. 145-155.


51 Scherer, Wilhelm, "Geistliche Poeten der deutschen Kaiserzeit'', en Quel/enhefte zur deutschen Literatur, 7, pp.

64-77. También Gustav Jung, Die Geschlechtsmoral des deutschen Weibes im Mittelalter. Eine kulturhistorische
Studie, Leipzig, Ethnologischer Verlag, 1921, p. 200
52 Así Grethe Jacobsen, "Sexual lrregularities in Medieval Scandinavia", en Vern L. Bullough y James A.
Brundage, (ed.), Sexual Practices and the Medieval Church, Buffalo, Prometheus, 1982, pp. 72-85. En zona
plenamente cristianizada, también se contemplaba como castigo para las adúlteras desde fuertes multas, castigos
corporales, la excomunión, la mutilación física, hasta la muerte. Curiosamente, el divorcio no era una opción
permitida, a pesar de que estaba contemplado para tal caso por el evangelio según San Mateo ( 19: 9). Vid.
Weigand, Rudolf, Liebe und Ehe im Mittelalter, Goldbach, Keip, 1993, p. 188 yss. También Fischer-Fabian,
Sabine, Der jüngste Tag. Die deutschen im spiiten Mittelalter, Stuttgart, Knaur, 1985, p. 245 y Leah Otis-Cour,
Lust und Liebe. Geschichte der Paarbeziehungen im Mittelalter, Frankfurt, Fischer, 2000, p. 64
53 Roswitha von Gandersheim, Werke, op. cit., 1936, p. 78
54 Ibídem.
55 lbídem.
74 Eva Parra Membrives

más que de punitivo: quizá en cuanto ella pruebe la verdadera abstinencia, se convencerá de
lo beneficioso de este modo de vida.
Lamentablemente para él, su bienintencionado plan no tiene éxito. Aunque en un
principio la esposa infiel no se rebela ante esta decisión unilateral, como, también según
ley, era su derecho 56 , sin embargo, tanta continencia parece pesarle a una mujer que antes
daba rienda suelta a su naturaleza con dos varones a la vez y de repente se encontraba sin
ninguno. Por ello, en cuanto el amante lejano se pone en contacto con ella y le propone
asesinar a Gongolf para poder ambos volver a encontrarse amorosamente, la esposa
perdonada acepta sin pensar. No será ella, no obstante, la maléfica instigadora57 de esta
crueldad, señálese, sino el clérigo desterrado.
También en el asesinato de Gongolf Roswitha toma claramente partido por la mujer,
pese a que se sirve, para nombrarla, de calificativos negativos, como "diablesa" 58 ,
"malvada" 59 o "desagradecida"60 , tampoco excesivamente desprestigiantes, en realidad,
para lo que podría haberse empleado. Como la autora deja bien claro, la esposa se encuentra
dispuesta a matar porque "su pasión la sometía" 61 a su amante, mientras que el clérigo, en
cambio, idea el asesinato porque "se sentía sediento de la sangre de su señor y ansiaba su
muerte"". De nuevo, la maldad es más evidente en el varón -recuérdese, además, religioso-,
que clama por una venganza que no le corresponde, mientras que, en un principio, la
sometida esposa se ve simplemente obnubilada por unos sentimientos tan arraigados que no
los puede controlar. Será el clérigo aquí quien se muestre como calculador y pérfido, papel
habitualmente desempeñado por las féminas en lances amorosos 63 , la mujer actuará en un

56 Las esposas podían exigir de sus maridos el cumplimiento de los deberes maritales, no siendo aceptable una

decisión unilateral de observar la castidad. Incluso en casos en que el esposo aducía impotencia, ésta era
comprobada por "mujeres expertas", que, tras ciertas pruebas visuales, orales, y táctiles decidían acerca de la
veracidad de lo objetado (James A. Brundage, "lmpotence, Frigidity and Marital Nullity in the Decretists and the
Early Decretalists", en Peter Linehan, (ed.), Proceedings ofthe Seventh lnternational Congress of Medieval Canon
law, Monumento iuris canonici, Subsidia, vol. 8., Ciudad del Vaticano, 1988, pp. 407-423, aquí p. 421) Max
Bauer incluso indica que en ciertas zonas geográficas a la mujer que se declaraba insatisfecha sexualmente le
asistía ei derecho a pedir, de manera pública, a quien sustituyera a su marido en tal tarea, sin que ello fuera en
detrimento de su honor. Max Bauer, Das Geschlechtsleben in der deutschen Vergangenheit, Berlin, Eigenbréidler,
1928. Tal prerrogativa era contemplada por el derecho canónico. Vid. Elisabeth Makowski, "The Conjuga! Debt
and Medieval Canon Law", en Journal of Medieval History 3, 1977, pp. 99-114, también Otis-Cour, Leah, lust
und liebe.op. cit., p. 109 menciona que la obligación del marido para con su esposa en cuetsiones sexuales poseía,
incluso, prioridad ante los deberes para con su señor.
57 Lo que Rolf Heller llama "Hetzerin", citado por Jenny Jochens, "The Medieval Icelandic Heroine: Fact or
Fiction?", en John Tucker (ed.), Sagas ofthe lcelanders. A Book of Essays, New York, Garland, 1989, pp. 99-125,
aquí p. 106.
58 Roswitha von Gandersheim, Werke, op. cit., 1936, p. 80
59 Ibídem.
60 Roswitha von Gandersheim, Werke, op. cit., 1936, p. 81
61 Roswitha von Gandersheim, Werke, op. cit., 1936, p. 80
62 lbídem.
Deseo y seducción. Imágenes de sexualidad y erotismo en "Gongo/fas y Calimachus" 75

rapto de pasión, y, así, será él quien aseste la mortal puñalada al santo durmiente, mientras
que ella se limita a señalarle al amante el momento más propicio.
Liberada socialmente la pareja tras la muerte violenta de Gongolf, se dedicarán ambos
por entero de modo alegre a "culpable vértigo amoroso" 64 , disfrutando de esa unión
prohibida que no pueden, ni quieren, controlar. Naturalmente, no era éste un final apropiado
para la historia y Roswitha atajará tanto pecado de inmediato, pues no puede ser de otro
modo si desea que sus escritos sean aprobados por la autoridad y leídos, posteriormente,
por un público más amplio. La pareja criminal había escapado a la justicia de los hombres,
pero Roswitha idea un castigo divino. Advirtiendo previamente al lector de que "cerca está
el fin del amor" 65 , la religiosa hace, de manera literal, morir de amor a su personaje, pues el
clérigo lascivo fallecerá de forma repentina al estallar, por uso excesivo, aquellas partes de
su cuerpo "con las que placenteramente había pecado"66 en pleno acto amoroso.
La castración como divino castigo para los pecados de la carne no se halla únicamente
en Roswitha, y será, entre otros, recogida asimismo en época cortesana por el gran Wolfram
von Eschenbach en su Parzival como penitencia del pecado venial del desgraciado
Anfortas, rey del grial. Podemos percibir aquí, quizá por vez primera, cómo la autora con
toda claridad imaginaba una escena de alto contenido erótico, aunque, eso sí, será súbita y
violentamente truncada, borrada la imagen del placer compartido y sustituida por la del
cruento horror. Pero tampoco en la mutilación decide recrearse Roswitha. Ni nos describe
la autora los últimos estertores, ni nos descubre cómo reaccionó, en tal momento de
sangriento desconcierto, la dama acompañante. Aunque la imagen descrita parece
tremenda, y el fin ideado debió de impresionar a los lectores del relato, la verdadera fuerza
de lo aquí apenas esbozado deberá ser construida por Ja mente e imaginación del lector. De
nuevo sólo la sugerencia, la velada insinuación, tanto del salvaje momento de la muerte
como del lujurioso que le precedía, hecho que contrasta fuertemente con lo que se nos dice
de los últimos instantes de Gongolf, descritos, en su idealidad religiosa, con mucha mayor
profusión:

"El santo gravemente herido,


repentinamente condenado a catar la muerte
respiró por última vez,
y en ese mismo instante se le acercaron las cohortes angelicales
y le pidieron, al fiel testigo de Cristo,
que abandonase su débil cuerpo terrenal
y, suavemente guiado por los ángeles,
escalara el sendero de las estrellas" 67

63 Un caso muy conocido de dama astuta que idea cada vez nuevos ardides para poder permanecer junto a su
amado y entregarse a la pasión es, en época más tardía, el de !solda, en la obra Tristan de Gottfried von
Strassburg.
64 Roswitha von Gandersheim, Werke, op. cit., 1936, p. 81
65 Ibídem.
66 Ibídem.
67 Ibídem
76 Eva Parra Membrives

En cuanto a la esposa de Gongolf, Roswitha la hace aparecer tiempo después, viviendo


"en adoración al placer" y entregada por entero a "alegrías terrenales" 68 , es decir, que
parece haber escapado por completo a Ja justicia tanto humana como divina, para la que, al
menos como cómplice en el asesinato de su marido, había hecho méritos más que
suficientes. Roswitha no condena a Ja adúltera, como a su amante, a la muerte o mutilación,
sino que Ja perdona y le permite, además, continuar por el sendero pecaminoso de la
sexualidad descontrolada. No será hasta que Ja mujer insulte a su antaño esposo cuando la
pluma correctora de Roswitha se decide a intervenir, de nuevo de modo un tanto
humorístico. En un determinado instante, llegan a oídos de la pecadora insistente ciertos
milagros sucedidos ante Ja tumba del difunto Gongolf. De modo "insolente" 69 , pronunciará
unas palabras que Ja poetisa sajona no le perdona: intentando ridiculizar a quien tanto daño
hizo, la mujer lanza la siguiente provocación:

"¿Qué hablas de grandes milagros


en honor del difunto Gongolf?
¡Sólo es engaño! En su tumba
hay tan pocas señales milagrosas
como las que yo produzco
empleando mi trasero" 70

De inmediato, así Roswitha, a Ja viuda de Gongolf "se le escapó una señal milagrosa",
produciendo un sonido "que mi boca se resiste a nombrar" 71 , pero que todos
comprenderemos. Condenada, a partir de ese momento, a exhalar tal sonido cada vez que se
dispone a hablar, y provocando con ello las burlas de sus semejantes, Roswitha considera a
la mujer suficientemente castigada. Llamativo parece este final de la historia, pues no
indica que la "dama" abandonara su conducta abiertamente lasciva, sólo que había de
controlar su lengua -o su trasero. Así, en cierto modo, incluso podría considerarse a esta
mujer como una de esas "mujeres victoriosas" tan típicamente roswithianas. Desprovista de
un marido demasiado controlador, viviendo de modo autónomo y sin ser condenada por
ninguno de sus crímenes, puede dedicarse por entero al modo de vida que parece agradarte
-con una cierta cautela-, mientras que su amante, el seductor, quien la arrastrara hacia el
pecado, no pudo mantener su vida. Roswitha mata al eclesiástico y permite vivir a la mujer.
Aún en una leyenda que en principio se perfilaba como de corte misógino-tradicional se
advierte, parcialmente, un cierto toque feminista.
Si en esta última historia comentada Roswitha ya había rozado la ilegalidad y el tabú
haciendo que un clérigo sedujese a una -innegablemente predispuesta- mujer casada, ese
acercamiento a terreno peligroso, pero beneficioso en lo que afecta a la imagen femenina,
se producirá de manera mucho más acusada en su obra dramática Callimachus, texto de
cierta relevancia para la historia de Ja literatura, pues se cree que influyera en el genial

68 Roswitha von Gandersheim, Werke, op. cit., 1936, p. 83


69 Ibídem
70 Ibídem
71 Roswitha von Gandersheim, Werke, op. cit., 1936, p. 84
Deseo y seducción. Imágenes de sexualidad y erotismo en "Gongo/fas y Calimachus " 77

William Shakespeare para la elaboración de su célebre Romeo y Julieta 72 • Compuesto en


fecha no del todo determinada, pero que con seguridad ha de fijarse con posterioridad al
año 963, entre este tercero de los dramas de la autora y la que fuera, casualmente, la tercera
de sus leyendas, esto es, el texto anteriormente citado, media un espacio de tiempo no
excesivamente extenso, pero que ya ha proporcionado a Roswitha la experiencia y, sobre
todo, audacia, suficiente como para atreverse a desafiar en modo más patente y abierto la
imagen fuertemente misógina de la Iglesia. La situación inicial de este drama guarda
muchos puntos en común con Gongolfus, por lo que merece la pena comparar ambas
historias.
Pese al título otorgado a la obra es protagonista indiscutible del texto Drusiana, una
bella cristiana, desposada con el noble Andrónico. Dado que las obras dramáticas de
Roswitha cuentan, por lo común, con escasísimas indicaciones escénicas 73 , se depende aquí
de lo expresado por otros personajes del drama para conocer tanto el aspecto como la
catadura moral de la muchacha. A Drusiana -mujer con nombre propio ya, como puede
advertirse- se la conoce como "bella, agradable" 74, de nuevo sin referencias concretas a
alguna parte de su cuerpo. La hermosura de la dama es indeterminada, pero indiscutible, y
así, cuando ésta se sabe admirada por el joven Calímaco debido a estas mismas cualidades
estéticas, preguntará, ingenuamente, "¿Y qué tiene que ver contigo mi belleza?"75 ,
asumiendo con toda naturalidad que la hermosura forma parte de su ser. Roswitha carece de
nuevo de la perspectiva masculina, y por ello prescinde, también aquí, de menciones a
cuello, brazos o cabello, mas es perfectamente consciente de que es el atractivo fisico de su
heroína, aun sin ser explícitamente descrito, el que debe provocar los deseos del varón
seductor. Así, a la pregunta inocentemente formulada por Drusiana, el menos ingenuo
Calímaco replicará "Para mi dolor, de momento, muy poco,/ aunque espero que en el futuro
mucho más" 76 , revelando que poseer tal cuerpo perfecto -y no, quizá, la mente, o el corazón
de Drusiana- es ahora su objetivo.
Drusiana, sin embargo, es una mujer casta, muy piadosa. Desposada con Andrónico,
mera comparsa en el relato que, curiosamente, sólo ejerce la función de "esposo de", papel
tradicionalmente reservado para seres de sexo femenino, esta mujer al recibir el bautismo
decidió prescindir de su sexualidad y "ya ni siquiera se halla dispuesta a compartir el lecho
con Andrónico, uno de los hombres más valientes de la cristiandad"77 , hecho que es
comúnmente conocido en su entorno. Obsérvese aquí la inversión de la situación
presentada, en su día, en Gongolfus. Aquí es la esposa, una mujer inusualmente firme y

72 Helene Homeyer, op. cit., p. 20


73Lo cual hace dudar a cierto sector de la crítica que la autora ambicionase la representación de estas obras. Vid.
Eva Parra Membrives, Roswitha von Gandersheim, op. cit., p. 41.
74 Roswitha von Gandersheim, Werke, op. cit., 1936, p. 182
75 Roswitha von Gandersheim, Werke, op. cit., 1936, p. 183.
76 lbídem.
77 Ibídem.
78 Eva Parra Mernbrives

fuerte, de rasgos que recuerdan, en parte, a algunas heroínas germánicas 78 -¿imagen quizá
tolerada por la inicial declaración de Roswitha de estar escribiendo ficción más que
representaciones de la realidad?-, quien insiste en la castidad e impone sus deseos sin, en
apariencia, contar para nada con la opinión de su esposo. Roswitha no dice en ningún
momento que la resolución de mantenerse al margen de lo sexual fuese tomada de común
acuerdo por la pareja, sino que le otorga el "mérito" de tan sabia y a la vez difícil decisión a
la esposa en exclusiva. Andrónico, que se encuentra ante hechos consumados, curiosamente
no repudia a su esposa, como era su derecho 79 , y tampoco dice sentirse incómodo en el
nuevo, poco común, matrimonio que le tocará vivir, sino que acepta incluso la primacía
femenina en su relación como si de algo acostumbrado se tratase. No obstante, el personaje
se halla tan escasamente perfilado en el texto que demuestra con claridad haber sido
concebido en exclusiva para permitirle a la admirable Drusiana mostrar su victoria sobre su
sólo teóricamente débil naturaleza negándose al marido.
Una vez afianzada la vida en pureza se introducirá, de modo casi agresivo, el elemento
carnal en la historia. El seductor -de nuevo masculino- es esta vez Calímaco, el
personaje que da nombre a la obra. No se trata de un clérigo ahora, sino, al contrario, de un
joven situado en el otro extremo del espectro, un pagano, seres, según Roswitha,
especialmente descontrolados en su sexualidad, como ya podía advertirse en las tan
censuradas obras terencianas. Si este Calímaco enamorado posee algún tipo de cualidades
atrayentes, es físicamente deseable, fuerte, valeroso o cualesquiera que sean los atributos
que pudieran convertir en exitoso el cortejo amoroso de un varón del Medievo, es algo que
se ignora por completo, pues no aparece descripción alguna de su persona a lo largo del
drama.
El muchacho dice "amar" 80 a Drusiana, aunque, como el transcurso de la acción
demostrará, ese "amor" es empleado por Roswitha como sinónimo de pasión sexual, al
igual que sucediera en Gongolusf cuando describía la entrega de la pareja adúltera, y al
igual que se verá en otras muchas de las obras de esta misma autora que lamentablemente
no tienen cabida aquí ahora. Quizá sea debido a esta ardorosa, incontrolable, fogosidad por
la que el joven enamorado se muestre -al menos desde una perspectiva más moderna- tan
poco hábil a la hora de conquistar a su dama anhelada, pues escasamente elaborado se
antoja un cortejo consistente, en lo principal, en descubrirle al objeto de su deseo la gran
admiración que siente por su descollante belleza y aconsejarle seriamente, a continuación,
de manera bienintencionada, que más le vale entregarse a él de inmediato, pues, de lo
contrario,

"no descansaré
y no me dedicaré a pensar ni hacer otra cosa
hasta que, gracias a mi astucia,

78 Jenny Jochens, "The Medieval Icelandic Heroine", op. cit., p. 99


79 James A. Brundage, "lrnpotence, Frigidity and Marital Nullity in the Decretists and the Early Decretalists", op.

cit.
80 Roswitha von Gandersheirn, Werke, op. cit., 1936, p. 184
Deseo y seducción. Imágenes de sexualidad y erotismo en "Gongolfus y Calimachus" 79

por fin te sientas atrapada" 81

Sorprende un poco esta amenaza, pues no parece, en principio, táctica muy acertada
para convencer a una mujer renuente a abandonarse a los placeres carnales. Recuérdese que
serían varias las normas sociales que Drusiana habría de contravenir para entregarse al
placer con Calímaco, caso de decidirse a hacerlo: el adulterio, por una parte, el
ayuntamiento con un pagano, por otra, por no hablar de los principios morales que rompería
una mujer que hasta con su marido se niega a compartir el Jecho. Evidente es que Ja
rendición no podía ser en ningún caso, como pretendía el impaciente Calímaco, inmediata.
Esa agresividad y violencia, reflejo, no más, de una excesiva urgencia por satisfacer el
apremio de la lujuria no es, no obstante, nada irregular en Ja literatura del momento, y
aparece con cierta frecuencia para intentar trocar los ánimos dubitativos de las beldades
ambicionadas 82 . La "astucia" anunciada que sería empleada por el joven pagano, según
indica, para convencer a un alma tan pura como la de Drusiana de las ventajas del amor
fisico sería, indudablemente, del mayor interés para el lector, mas no revela la autora esta
hábil técnica, pues, de nuevo, decide teñir de indeterminación uno de los momentos clave
de la historia. No obstante, en este caso, la poetisa no hace más que seguir lo acostumbrado,
pues solía ser bastante habitual que el momento mismo de Ja incitación al pecado camal
fuese pasado por alto en Ja literatura83 , no revelándose Jos secretos de Jos diabólicos
conquistadores.
Si se considera que aquí un pagano sin reseñable -o, al menos, reseñado- atractivo
intenta seducir, de modo no especificado, a una dama firme en la fe que, incluso, ha sabido
renunciar a la sexualidad que le está legalmente permitida, habría de pensarse que los
esfuerzos de Calímaco se hallan de antemano condenados al fracaso. Por lo menos,
esfuerzos ingentes habrían de pronosticársele antes de que lograse hacer mella en el ánimo
puro de su objetivo. Cuánto más sorprende en este contexto que la escena que
inmediatamente sigue a la amenaza de galanteo presenta a una infeliz, alterada, inquieta
Drusiana viéndose obligada a reconocer ante sí misma que no se siente capaz de resistir a la
tentación en el caso del apuesto pagano. Antes aún de haberse iniciado Ja estrategia de la
seducción se lamenta Drusiana de que "me faltan las fuerzas para resistirme a su diabólico
apremio" 84 • Tan santa dama no parece ser del todo inmune a la atracción sexual del pagano,
hombre de encantos insospechados, lo cual sorprende teniendo en cuenta su perfecta
pasividad, exenta de complicaciones, con el marido. ¿Es realmente Calímaco, quien aún no
ha hecho méritos para ganarse su afecto, o su propia naturaleza -¿humana? ¿femenina?-
quien tienta a Drusiana, conduciéndola irremediablemente hacia el pecado camal? ¿La
férrea estoicidad de Drusiana se derrumba ante un atractivo sexual mayor al que percibe en

81 Ibídem.
82Así ocurre, por ejemplo, en Erec, cuando, creyéndola viuda, el malvado conde Oringles pretende a la
desconsolada Enite y, ante su negativa de convertirse en su esposa aquella misma noche - para legalizar, de algún
modo, la inminente relación sexual- le propina un fuerte golpe que la hace sangrar. Hartmann von Aue, Erec,
Leipzig, Brockhaus, 1893, pp. 204 y ss.
83 Cathy Jorgensen Itnyre, A Smorgasbord o/Sexual Practices, op. cit., p. 14 7
84 Ibídem.
80 Eva Parra Membrives

su anodino esposo, o se debe, quizá, su rendición incondicional a esa especial fascinación


que, según se cree en el Medievo, siente toda mujer por lo diabólico, por el mal en su más
pura esencia, por lo prohibido, lo adúltero, siendo cierto así que, como decían algunos, la
mujer,
una cosa frágil, nunca constante, salvo en el crimen, jamás deja de ser nociva
espontáneamente. La mujer, llama voraz, locura extrema, enemiga íntima, aprende
y enseña todo lo que puede perjudicar. La mujer, vil forum, cosa pública, nacida
para engañar, piensa haber triunfado cuando puede ser culpable 85 ?
Poco casaría con las intenciones de Roswitha el perfil de una dama así. La religiosa de
Gandersheim conoce bien la naturaleza humana, sus límites e imperfecciones. Absurdo será
asegurar que las mujeres jamás se ven sometidas a tentación alguna, pues una figura
femenina santificada, inalcanzable, imperfecta y que nunca yerra escasamente serviría de
modelo para esas novicias que con posterioridad se acercarán, llenas de curiosidad, al texto
completado. Drusiana es tocada por la llamada de la carne, ha de luchar para resistirse y
conseguirá superarse a sí misma para no perder su virtud. Su frágil cuerpo humano, su
naturaleza femenina, se siente impulsada a pecar, su alma inmortal -algo que poseen las
mujeres roswithianas, pese a que se dudara en la época-, se revelará como mucho más
fuerte y la salvará.
El modo de liberarse de ese acoso tentador será para Drusiana una huida poco
convencional. Sabedora de que las fuerzas unidas de la insistencia de Calímaco y su propia,
hacia lo sexual inclinada, naturaleza excederán el poder de sus convicciones morales,
resuelve entregarse a la muerte y, evitando sólo de modo técnico el vil pecado del suicidio,
ruega a Dios supremo que la recoja en los cielos antes de que quede mancillada. Se trata de
una escena del mayor interés, pues Drusiana no escoge el martirio, no encuentra la muerte
defendiendo su virtud del ataque lujurioso de un violador. Evita de antemano una situación
que parece no resultarle tan desagradable como debiera, muere protegiéndose de sí misma
más que de Calímaco. Curiosamente, este conflicto entre los valores morales interiorizados
y la llamada de la sexualidad inherente a la naturaleza, el debate entre lo debido y lo
deseado, entre lo que dicta la mente y pide el cuerpo es repetido, muchos años después, de
modo muy similar, esto es, en un doliente monólogo que acaba en muerte, por G. E.
Lessing en su inmortal Emilia Galotti 86. Allí es el padre quien mata a la hija para evitarle

85 Christiane Klapisch-Zuber (ed.), Historia de las mujeres. 2. la Edad Media, Madrid, Taurus, 2000, p. 46
86 En la sobrecogedora escena, Drusiana dirá: "Mi Señor Jesucristo, atiéndeme: ¿De qué me sirve que haya hecho
voto de castidad si aquél, hechizado por mi aspecto, se inflama en anhelo amoroso?iPercibe, Señor, el miedo en mi
corazón, percibe mi dolor! ¿Qué debo hacer? ¡No lo sé! Si le traiciono, como sería mi obligación, habrá pública
disputa, y, si no lo hago, me faltan las fuerzas para resistirme a su diabólico apremio sin tu ayuda. Déjame, Cristo,
morir una muerte rápida, o me convertiré en la perdición del noble joven". Roswitha von Gandersheim, Werke, op.
cit., 1936, pág 184. Emilia lo expresa del siguiente modo: "Odoardo: También tú sólo tienes una vida que perder-
Emilia: Y una sola virtud.- Odoardo: Que está por encima de la violencia-Emilia: Pero no por encima de la
seducción.-¡Violencia! ¡Violencia! ¿Quién no puede enfrentarse a la violencia? Aquello a lo que llaman
violencia, no es nada, la seducción es el verdadero poder.-Sangre poseo, padre mío, tan juvenil y caliente como
cualquiera. También mis sentidos son sentidos. No respondo de nada. No puedo asegurar nada. Conozco la casa de
los Grimaldi. Es una casa de placeres. Una hora allí, bajo la mirada de mi madre-y se alzó un tumulto en mi alma
que apenas podrán aplacar los más severos ejercicios religiosos. ¡La religión! ¿Y qué religión? Para evitar algo no
Deseo y seducción. Imágenes de sexualidad y erotismo en "Gongo/fas y Calimachus" 81

un destino peor que la muerte, aquí será Dios -padre celestial- quien protegerá a su
retoño arrebatándole la vida.
Interesante es esta escena, al margen de la influencia que haya podido ejercer en
literatos de tiempos posteriores, por la configuración que para Roswitha posee la virtud de
la castidad, y que supone un alejamiento expreso de lo que se tenía por común en su
tiempo. Los teólogos insistían de continuo en que la castidad no era sólo una cuestión
fisica, sino también mental. Esto es, no era suficiente con no cometer actos prohibidos
-pues ello no siempre indicaba un espíritu continente, sino quizá simplemente era
producto de la falta de oportunidad- sino que revestía la mayor importancia no haber
tenido jamás pensamientos ni deseos de tipo sexual 87 • Drusiana, al confesar que una posible
relación con Calímaco podía llegar a resultarle interesante, ha pecado, tan gravemente,
como si de hecho se hubiera producido un intercambio sexual. Y, sin embargo, Roswitha
no condena a su protagonista, sino que la admira, la venera por saber reconocer sus deseos,
saber enfrentarse a ellos, y encontrar las fuerzas suficientes en su debilidad como para
vencerla. Ciertamente, tal como sugerían los teólogos, esta mujer roswithiana se siente
inclinada hacia lo camal, como mujer que es. Mas no necesita a ningún varón para
controlarse -al contrario, precisamente el descontrol es el que es introducido por el
varón- , su alma es lo suficientemente fuerte como para enfrentarse al mal y resultar, una
vez más, victoriosa.
No acaba aquí, sin embargo, la historia, ni la batalla que ha de librar la heroína de la
castidad. Lamentando menos la muerte de Drusiana que el hecho de que el fallecimiento
ocurriera antes de haberse calmado sus ansias amorosas 88 , el frustrado Calímaco decide
buscar el cuerpo de la difunta por si, caso de no estar demasiado corrupto y perdida su
belleza, pudiera aún satisfacer en él los deseos que sentía por su dueña. La Drusiana
fallecida conserva la plenitud de su belleza aún en la tumba, por lo que Calímaco, excitado,
decide "realizar todo tipo de ofensas" 89 en ese cuerpo antes de que pase más tiempo y se
deshaga en sus manos. Qué pretende hacer un hombre dominado por la lujuria con una
belleza largamente deseada rendida en sus manos no es dificil de imaginar, por lo que la
autora vuelve a recurrir al velo de la discreción, omitiendo cómo se afana Calímaco con el
frío cadáver, con ese cuerpo inerte que aún en su rigidez "ama" y también "desea"90 . Una
escena que, más que erótica, debía de resultar aberrante para el lector del momento. Pero la
decisión de Roswitha de dibujar una imagen tan mórbida sólo debe sorprender al no
iniciado en su obra literaria. La profanación de cadáveres con fines sexuales debía de
producirse en aquella época del mismo modo que en otras más actuales, sólo aparentemente
más "civilizadas". Que una religiosa se decida a imaginar, recrear en su mente, momentos

mucho peor que esto saltaron miles a las aguas y son ahora santas. Deme, padre, deme ese puñal." G. E. Lessing,
Emi/ia Galotti, Stuttgart, Reclam, 1994, p. 77
87c. Casagrande, "La mujer custodiada'', en Georges Duby, Michel Perrot, (dirs.), Historia de las mujeres en
Occidente, Madrid, Taurus, 1992, pp. 93-131, aquí p. l 04.
88 Roswitha von Gandersheim, Werke, op. cit., 1936, p. 185.
89 Roswitha von Gandersheim, Werke, op. cit., 1936, p. 186.
90 Ibídem.
82 Eva Parra Membrives

tan reprobables, puede sorprender algo más. Pero casa, esta actitud, perfectamente con los
objetivos de Roswitha.
Si la tradición eclesiástica afirmaba que sólo de Ja mujer partía Ja seducción, el deseo
sexual, el intento de conducir al varón hacia la perdición, Calimachus desmiente esta
convicción. Drusiana se sabe tentada, sí, pero escapa al peligro, intenta protegerse con la
muerte. Más incontrolado es Calímaco, a quien ni siquiera la ausencia espiritual de su
amada logra apagar el fuego que le consume. La lujuria del joven, además de primera en
orden cronológico, es mucho más poderosa que la de la dama, pues ella sabe respetar lo
debido, él incurre en un crimen imperdonable, horroroso según el prisma medieval. La
autora no podía haber elegido situación más ideal. Pues, si incluso en violaciones con
frecuencia se negaba la culpabilidad del varón, aduciendo que la víctima debió, de algún
modo, provocar, incitar o despertar conscientemente esos deseos insanos -sugerencia que,
lamentablemente, aún viene realizándose hoy día en casos no infrecuentes- esa defensa de
la sexualidad masculina no será posible en este caso en particular. Es Calímaco únicamente
quien arde ahora en pasión viva, quien sigue insistiendo en la consumación de un acto que
se está convirtiendo en vil, quien claramente viola, sin consentimiento, un cuerpo cuya
alma ya no se halla presente y por lo tanto no puede pecar. Si en Gongolfus aún quedaban
dudas sobre la culpabilidad de la mujer en el contacto sexual, aquí esa incertidumbre se
desvanece y no ha Jugar.
La tensión dramática se resuelve aquí con un nuevo guiño a Ja literatura misógina. En el
último instante antes de la consumación camal, Drusiana es salvada - y nada menos que
por una serpiente. El reptil muerde a Calímaco produciéndole la muerte instantánea dotando
de un toque amargamente humorístico a Ja historia, pues si una vez Ja sierpe, amiga de Ja
mujer, fue la perdición del sexo femenino, ahora parece redimir su falta convirtiéndose en
su salvación. Las connotaciones sexuales, no obstante, no faltan, pues Calímaco, el
dominado por Ja lujuria, muere por un ataque de Ja serpiente, animal cuya figuración erótica
es bien conocida. De este modo puede decirse que tanto en Gongolf como en Calimachus el
amante encuentra la muerte durante el acto sexual.
Y volverá a salvarse la mujer. Pues, de modo no del todo explicitado, Drusiana
despierta de lo que sólo era una muerte aparente, mientras que un Calímaco muy próximo
al Romeo de Shakespeare agoniza en sus brazos. Con ello bastaría, sin duda, para hacer
aparecer victoriosa a su mujer, mas Roswitha decide ir más allá aún y reflejando en
Drusiana el verdadero espíritu compasivo cristiano, hace que su heroína ruegue a la
divinidad el perdón incondicional y la vuelta a Ja vida de ese Calímaco que casi se
convierte en su afrentador. Se ignora por qué, pero en los cielos se resuelve aceptar Ja
petición, Calímaco resucita, y esa irresistible atracción que antes sentían ambos personajes
el uno por el otro es encauzada honorablemente hacia una estrecha amistad. La frialdad de
la muerte parece haber aplacado a ambos personajes cuyo fuego se ha apagado y cuya
relación podrá ser ahora, aunque profunda, totalmente respetable ante los más rígidos ojos
ecl es iásti cos.
Tanto en la leyenda como en el drama Roswitha nos ha presentado una situación de lo
más clásica: el adulterio perpetrado por una dama sólo en apariencia felizmente casada, que
se siente arrastrada por la llamada de su naturaleza. Sin embargo, su tratamiento de estas
escenas difiere notablemente de lo acostumbrado, tanto en el inicio de la relación adúltera,
Deseo y seducción. Imágenes de sexualidad y erotismo en "Gongolfus y Calimachus" 83

los orígenes y el culpable de la seducción, como en el papel desempeñado por la mujer en


lo que puede considerarse algo más que una aventura sexual. Las mujeres de Roswitha no
son inductoras, sino meros sujetos pasivos, débiles, en su afectividad y corazón sensible,
ante el acoso de un hombre, impotentes, ante la astucia y habilidad seductora de un varón,
marcadamente sexuales sólo tras haber sido iniciadas en lo carnal por ellos. Será, quizá, por
estos motivos por lo que siempre resultan finalmente victoriosas, no son penalizadas ... y
con ello, contribuyen a mudar, precisamente, aunque sea en poco, la nociva imagen general
y lleva¡ a comprender que las mujeres no se sentían tan culpables de lujuria como los
varones se empeñaban en demostrar.

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