Capitulos 8 y 9 Debido Proceso
Capitulos 8 y 9 Debido Proceso
Capitulos 8 y 9 Debido Proceso
El debido proceso penal
B.
La figura de los beneficios por colaboración eficaz con la justicia (arts. y
ss. C. P. P.) nos acerca al principio de la oportunidad y nos aleja del de legalidad
de la acusación.
Beneficios por colaboración eficaz. La ley penal colombiana concede benefi-
cios por colaboración eficaz con la justicia; entre otros, la disminución de la pena
que corresponda al sindicado en la sentencia condenatoria, la sustitución de la
pena de prisión por prisión domiciliaria, la suspensión condicional de la ejecu-
ción de la pena, la libertad condicional y la incorporación al programa de protec-
ción a víctimas y testigos (artt. C. P. P.).
El instituto de la delación es una forma de oportunidad, porque rompe con el
principio de la legalidad de la acusación, dado que el fiscal, con control de lega-
lidad del juez (art. C. P. P.), puede acordar tratamientos punitivos diferentes
a los que la ley de manera expresa contempla; de esta manera se quiebran la
seguridad jurídica (legalidad) y la igualdad, porque a comportamientos iguales
se les da tratamiento diferente; en efecto, no puede afirmarse que todos están en
condiciones de delatar y obtener beneficios, pues hay quienes, por ser inocentes,
no saben nada, en tanto que hay responsables que saben más que otros y tienen
mayor información por estar más compenetrados con las organizaciones crimi-
nales; estas personas están en condiciones de delatar a sus compañeros de delin-
cuencia y contribuir, si es el caso, a desarticular tales organizaciones; por el
contrario, quienes no forman parte de las mismas nada saben o saben poco y, por
consiguiente, no pueden, así lo quieran, delatar, y quedan entonces en situación
desventajosa con relación a aquéllos, lo que pone de manifiesto el trato
discriminatorio, pues la igualdad en tal caso es simplemente formal.
Con razón afirma Ferrajoli:
“Mediante tales incentivos, el Estado presiona la colaboración del delincuente, ante la imposibilidad que
tiene por sí mismo de esclarecer el delito. Esto atenta contra la dignidad del hombre porque se ejerce
violencia, pues la persona implicada en un delito de esta naturaleza en pos de una gracia punitiva se ve
precisada a traicionar, pues la delación no es nada diferente de un acto de felonía.
“La política criminal del Gobierno, entonces, se encuentra sobre una moderna concepción del caza-
recompensas, dando como pago por la delación la renuncia a ejercer la función punitiva. Decide olvidar
el delito de unos con tal de dar con el de otros.
“Pero el Gobierno no sólo le quita dignidad al hombre, sino que pierde la suya, pues desciende tanto que
entrega un pedazo de su soberanía (la de ejercer la función punitiva), al permutar el ius puniendi por
información, la cual no necesariamente se traduce en una real sanción para el responsable, porque el
testigo se beneficia independientemente de que se logre la condena de los responsables, pues el decreto
no hace esta clase de exigencia” (Alberto Suárez Sánchez. “Política criminal y política penal
gubernamental”, en Derecho Penal y Criminología, Nº , Bogotá, Universidad Externado de Colombia,
, pp. y s).
El debido proceso penal en Colombia
[...] Todas las garantías penales y procesales –y no sólo el papel del interrogatorio como
medio de defensa– resultan efectivamente alteradas con la negociación entre las partes
o, peor aún, entre juez e imputado que tenga por objeto la prueba y la pena: el nexo
retributivo entre pena y delito, ya que la pena y su medida se hacen depender de la
conducta procesal del reo más que de la gravedad del delito; el principio de estricta
legalidad, por el carácter totalmente indeterminado y opinable del grado de fiabilidad
y de relevancia de la colaboración prestada y, por ello, de los presupuestos de la bonifi-
cación en la pena; el principio de materialidad, dado el carácter eminentemente subje-
tivo de la actitud colaboracionista o, aún peor, del “arrepentimiento” o de la “disociación”
requeridas al imputado, sobre quien además se desplaza la carga acusatoria de la prue-
ba; el principio de contradicción, a causa de la confusión de papeles entre las partes y
por el carácter de monólogo que se imprime a toda la actividad procesal; las garantías
de defensa y publicidad, porque la colaboración del imputado con la acusación requie-
re un tète a tète entre investigador e investigado que no tolera la presencia de terceros
extraños y que, al contrario, por el carácter desigual de la relación entre los contratan-
tes, degrada a turbias transferencias de confianza del tipo “siervo y patrón”; el princi-
pio, por último, de la igualdad penal, dado que sólo pueden colaborar, tratar y lucrarse
los culpables, y tanto más si lo son gravemente, mientras que no podrían hacer otro
tanto los inocentes o los que tienen responsabilidades marginales y que, por no saber
nada del delito y al no poder aportar ninguna contribución acusatoria, resultan doble-
mente penalizados. Legalidad, jurisdiccionalidad, inderogabilidad de la acción y del
juicio e indisponibilidad de las situaciones penales se desvanecen en definitiva en esta
negociación desigual, dejando espacio a un poder enteramente dispositivo que desem-
boca inevitablemente en el arbitrio.
D.
En el sistema acusatorio las medidas que afecten la libertad de las personas sólo
puede adoptarlas el juez, de quien el fiscal necesita autorización, por consiguiente,
para hacerlas efectivas.
En Colombia, la orden de captura y las medidas de aseguramiento deben ser
ordenadas por el instructor, sin que puedan disponerse en la etapa de la instruc-
ción por el juez, quien en ésta tiene tan solo competencia para hacer el control de
legalidad de dichas medidas.
Esta es una de las grandes diferencias con el sistema acusatorio puro, porque
el fiscal en nuestro país sí puede y debe tomar y ejecutar determinaciones que
afecten derechos fundamentales (libertad o fuero domiciliario), si se dan las exi-
gencias legales, sin requerir de la autorización del juez, quien no tiene compe-
tencia para adoptar tales medidas, salvo, por supuesto, los casos en los cuales la
Sala Penal de la Corte Suprema de Justicia investiga, acusa y juzga a los congre-
sistas, porque en tales eventos la Corporación sí tiene competencia para ordenar
la limitación de derechos fundamentales, facultad que también posee el juez en
la etapa de juzgamiento.
(art. C. P. P.), ya que si esto no se hace no puede ser valorada por el juez en el
momento de dictar sentencia, porque no ha sido aportada en forma legal y regular
al proceso.
De modo que si el fiscal, en su empeño por avanzar la investigación, practica
la prueba antes de vincular al procesado, sin darle a la defensa la oportunidad de
ejercer el derecho de controversia, esa prueba no puede ser tenida en cuenta por
el juez si luego no le permite llevar a cabo el contradictorio, porque en tal caso se
estaría violando no sólo el citado derecho fundamental de la contradicción sino
también el de la defensa.
Esto significa que adquiere la calidad de permanente sólo la prueba allegada
al proceso en forma legal y regular, puesto que si adolece de esta condición es
indispensable repetirla en la investigación o en la etapa del juzgamiento; de esta
manera, el carácter de permanente o de preparatoria, en últimas, depende de que
la prueba se produzca con acatamiento de las exigencias y con respeto de los
derechos fundamentales que señalan la forma de decretarla y practicarla, pues si
se cumple sin darle posibilidad a las partes para ejercer el contradictorio esa prueba
no adquiere la calidad de permanente, y es tan sólo preparatoria del juicio, en el
cual deberá ser reproducida.
La prueba que se practica en cualquier etapa preprocesal o procesal con
violación de los derechos de defensa y controversia debe ser repetida por el mismo
funcionario que la llevó a cabo, bien de oficio o a petición de la defensa, o por el
juez si en la etapa del juicio se le solicitare, o por su propia iniciativa si no se
pidiere su nueva práctica, para facilitar el ejercicio de la debida controversia. De
no ser así, tal prueba no puede ser valorada por el juez en el momento de la
sentencia, por ser “nula, de pleno derecho” (art. C. N.).
Por ello, para evitar desgaste inútil, el instructor debe velar por que la prueba
cumpla aquellas exigencias, pues no hacerlo torna su actividad en pérdida de
tiempo, porque hay que repetir, indefectiblemente, la labor probatoria cumplida,
lo que vulnera la celeridad y, por supuesto, el debido proceso.
F.
G.
En el sistema acusatorio puro el fiscal sólo solicita la condena del procesado con-
forme a las pruebas recopiladas y practicadas en el juicio; mientras que en Co-
lombia si el fiscal, en razón de la prueba sobreviniente o por la entidad de la
recaudada hasta el momento de la calificación de la investigación, considera que
la misma no da certeza sobre la existencia del hecho y la responsabilidad del
sindicado puede solicitarle al juez que profiera fallo absolutorio.
tunidad y el lugar debidos, con las formalidades legales; noción que conjuga los
principios de la legalidad y del juez natural, limitados en el tiempo, en el espacio
y en el modo.
Así lo entiende Martínez Rave, al explicar:
Se exige que todo juzgamiento se encuentre ceñido a las pautas constitucionales y lega-
les. Se entiende que el debido proceso se manifiesta a través de tres circunstancias:
. Legalidad de las normas penales sustantivas y procedimentales. “Nadie podrá ser inves-
tigado y juzgado sino conforme a las leyes preexistentes al acto que se le imputa”.
Dedúcese que la conducta que origine la investigación y el juzgamiento debe encon-
trarse específicamente establecida como delito. Igualmente el procedimiento para in-
vestigarlo y juzgarlo debe estar establecido en las normas vigentes. Tanto las normas
sustantivas como procedimentales deben encontrarse vigentes en el momento de la
comisión del hecho.
. Ante autoridad competente. Quien en nombre del Estado pretende investigar y juzgar
una conducta debe estar expresamente habilitado para ello. No pueden investigar y
juzgar funcionarios de hecho o personas que no han cumplido los requisitos que la ley
exige para desempeñar los cargos. En la etapa instructiva será el Fiscal General o sus
delegados. En la etapa de juzgamiento serán los jueces.
. Con la observancia de la plenitud de las formas propias de cada juicio. Lo que significa
que deben respetarse los formalismos o procedimientos que la ley ha previsto para la
investigación y juzgamiento. La ley regula los medios, mecanismos y formas en que
deben cumplirse las actividades investigativas y de juzgamiento. Esas normas deben
respetarse en lo esencial, porque como veremos al tratar el tema de las nulidades, exis-
ten formalismos cuyo desconocimiento no lesiona ningún derecho, ningún legalismo
esencial, y por lo tanto es exagerado darles estas consecuencias procesales. Todo proce-
dimiento trae unas formas fundamentales esenciales, que no pueden ser desconocidas.
Así se encuentra una concordancia entre este principio rector y el que se menciona en
el artículo º, que reproduce apartes del artículo de la Constitución, que da preva-
lencia al derecho sustancial sobre el formal o procedimental.
Gilberto Martínez Rave. Procedimiento penal colombiano, Bogotá, Edit. Temis, , p. .
Alfonso Ortiz Rodríguez. Nuevo Curso de Derecho Procesal Penal, Medellín, Universidad de Medellín,
p. .
El debido proceso penal
Sobre la estructura del proceso cfr. Jaime Bernal Cuéllar. “El debido proceso y el esquema procesal
colombiano”, en XV Jornadas Iberoamericanas de Derecho Procesal, Bogotá, Universidad Externado de
Colombia, .
El debido proceso penal en Colombia
Por esta razón, además, las modificaciones que el legislador haga válidamente de com-
petencias por la naturaleza del hecho –lo que correspondía a un juez superior lo pasa a
conocimiento de uno de circuito o a uno regional, por ejemplo– no genera nulidad, ni
es desconocimiento del derecho al juez natural ni al principio de favorabilidad, como lo
ha reafirmado la jurisprudencia.
Dídimo Páez Velandia. “Significado y alcance del debido proceso”, en Revista de Derecho Penal y
Criminología, Nº , Bogotá, Universidad Externado de Colombia, , pp. y ss.
El debido proceso penal
organismos que cumplan funciones de policía judicial para que realicen las dili-
gencias encaminadas a la verificación de los hechos denunciados (art. C. P. P.).
– Disponer investigación previa en caso de duda sobre la procedencia de la
apertura de la instrucción (art. C. P. P.), con la finalidad de: a. Determinar si
ha tenido ocurrencia la conducta, si está descrita en la ley penal como punible, si
se ha actuado al amparo de casual de ausencia de responsabilidad y si cumple el
requisito de procesabilidad para iniciarla; y, b. Recaudar pruebas indispensables
para lograr la individualización o identificación de autores o partícipes.
En esta etapa preprocesal, si el fiscal lo considera necesario (art. C. P. P.)
o el imputado lo solicita, este será oído en versión, la cual se practicará en presen-
cia de defensor. Esto para permitir el ejercicio del derecho de defensa.
Vencido el término de investigación previa el funcionario judicial dispondrá: a.
Dictar resolución de apertura de instrucción; b. Proferir resolución inhibitoria; o,
c. Suspender la investigación previa si transcurridos días no ha sido posible
determinar la identidad del imputado (art. C. P. P.), caso en el cual las diligencias
pasarán a la policía judicial para lograr la identificación del presunto responsable.
– Dictar resolución inhibitoria, si aparece que la conducta no ha existido, que
es atípica, que la acción penal no puede iniciarse o proseguir (por prescripción,
falta de querella o petición, o caducidad de la querella, por ejemplo) o que está
demostrada una causal de ausencia de responsabilidad (art. C. P. P.). La de-
cisión es interlocutoria y contra la misma proceden los recursos de reposición y
apelación por el ministerio público, el denunciante o querellante y el perjudicado
o sus apoderados constituidos para el efecto. Dicha resolución tiene ejecutoria
formal (no hace tránsito a cosa juzgada), dado que podrá ser revocada de oficio o
a petición del denunciante o querellante, siempre que aparezcan pruebas nuevas
que desvirtúen los fundamentos que sirvieron para proferirla (art. C. P. P.).
– Dictar resolución de apertura de instrucción. Mediante providencia de
sustanciación (contra la cual no procede ningún recurso) el funcionario judicial
dispondrá la apertura de instrucción, en la cual indica los fundamentos de la
decisión, las personas por vincular y las pruebas por practicar (art. C. P. P.).
La instrucción tendrá como finalidad establecer si se ha infringido la ley penal,
quién o quienes son los autores o partícipes de la conducta punible, los motivos
determinantes y demás factores que influyeron en la violación de la ley penal, las
circunstancias de tiempo, modo y lugar en que se realizó la conducta, las condi-
ciones sociales, familiares o individuales que caracterizan la personalidad del
procesado, su conducta anterior, sus antecedentes judiciales, de policía y sus con-
diciones de vida, así como los daños y perjuicios de orden moral y material
causados por la conducta punible.
El debido proceso penal en Colombia
B .
La vinculación del imputado al proceso se hace una vez tras escuchársele en inda-
gatoria o declarársele persona ausente (art. C. P. P.). Para hacer comparecer al
imputado a fin de ser oído en indagatoria la ley señala la citación como regla general
(art. C. P. P.), pues la captura es la excepción. Podrá ordenarse la conducción
de quien no comparece o si no es posible hacerle efectiva la citación, para garantizar
la práctica de la indagatoria; así mismo, se podrá prescindir de la citación y librar
orden de captura, cuando de las pruebas allegadas surjan razones para considerar
que se procede por un delito por el cual resulta obligatorio resolver situación jurí-
dica. En todo caso, la captura es facultativa y no obligatoria.
Mediante la indagatoria el imputado ejerce el derecho de defensa, porque en
esta diligencia se le formulan los cargos existentes (se le debe poner de presente
la imputación jurídica provisional) y tiene la oportunidad de aceptarlos o recha-
zarlos; lo cual hace de manera libre y espontánea, dado que no se le exige jura-
mento y le asiste el derecho a guardar silencio y a no autoincriminarse ni a declarar
contra su cónyuge, compañero o compañera permanente, ni contra alguno de los
parientes que de modo expreso señala la ley (art. C. P. P.); diligencia en la
cual debe estar asistido de su defensor de confianza o designado de oficio.
La declaratoria de persona ausente se dispondrá respecto de quien esté iden-
tificado de manera plena y se haya ordenado su captura o conducción y si no
fuere posible hacerle comparecer para rendir indagatoria, siempre y cuando hayan
transcurrido diez días contados a partir de la fecha de emisión de la orden haya a
las autoridades que deban ejecutar la aprehensión sin que se haya obtenido
respuesta (art. C. P. P.).
La vinculación del imputado al proceso debe hacerse de manera oportuna
para que ejerza el derecho a la defensa mediante la solicitud y aducción de prue-
bas y la contradicción de las demás que sean practicadas en el curso de la instruc-
ción. La vinculación tardía impide el ejercicio de los derechos de defensa y de
contradicción y da lugar a nulidad por violación del debido proceso.
C .
imputables (art. C. P. P.). La detención preventiva sólo tiene como finalidades
garantizar la comparecencia del sindicado al proceso, la ejecución de la pena priva-
tiva de la libertad o impedir su fuga o la continuación de su actividad delictual, o las
labores que emprenda para ocultar, destruir o deformar elementos probatorios
importantes para la instrucción, o entorpecer la actividad probatoria; esto en con-
cordancia con lo que establece la norma rectora contenida en el artículo º del C. P.
P., conforme a la cual “La detención preventiva, en los términos regulados en este
código, estará sujeta a la necesidad de asegurar la comparencia al proceso del sindi-
cado, la preservación de la prueba y la protección de la comunidad”.
Son requisitos sustanciales o materiales de la detención preventiva la exis-
tencia de por lo menos dos indicios graves de responsabilidad con base en las
pruebas legalmente producidas en el proceso; no procederá cuando la prueba sea
indicativa de que el imputado pudo haber actuado en cualquiera de las causas de
ausencia de responsabilidad. Son requisitos formales de la medida: la vinculación
del asegurado, y que la misma esté contenida en resolución interlocutoria, contra
la cual proceden los recursos ordinarios y adquiere ejecutoria formal.
D.
F.
El primer acto del juicio lo cumple la secretaría del juzgado, al pasar las co-
pias del proceso al despacho y dejar el original a disposicion común de los sujetos
procesales por el término de días hábiles, para la preparación de las audiencias
preparatoria y pública, solicitar nulidades originadas en la etapa de la investiga-
ción y calificación, y las pruebas que sean procedentes.
Se inicia así el juicio, la etapa más importante, de la cual no puede ser privado
ningún proceso penal democrático. Para que se cumpla el control de legalidad,
los sujetos procesales pueden solicitar que se decreten las nulidades derivadas de
las actuaciones irregulares de la fiscalía; y para ejercer el derecho de contradic-
ción y de defensa los sujetos procesales pueden aportar y solicitar pruebas, que
sean procedentes, es decir conducentes y legales.
G.
Una vez finaliza el término de traslado común, si el juez constata que es compe-
tente para el juzgamiento, citará para la realización de la audiencia preparatoria,
en la cual resolverá sobre las nulidades planteadas y las que considere de oficio, y
sobre las pruebas, tanto las solicitadas por los sujetos procesales como las que
decrete de manera oficiosa por estimarlas necesarias para la determinación de la
verdad real (pues el juez no es del todo un tercero neutral). Esta audiencia no
estaba establecida en los regímenes procesales penales de las últimas décadas y
tiene importancia porque en ella se resuelve sobre aspectos que antes sólo podían
ser materia de decisión en la audiencia pública, por lo cual en muchas oportunida-
des el debate público se tornaba prolongado y violatorio del derecho fundamental
de la celeridad.
H.
I.
I V.
En un sentido amplio, el debido proceso legal se refiere no sólo a ese conjunto de pro-
cedimientos legislativos, judiciales y administrativos que deben cumplirse para que
una ley, sentencia o resolución administrativa tocante a la libertad individual sea for-
malmente válida (aspecto objetivo del debido proceso), sino también para que se cons-
tituya en garantía del orden, de la justicia, de la seguridad, en cuanto no se lesione de
manera indebida la seguridad jurídica propuesta como intangible para el ciudadano en
el Estado liberal (aspecto sustantivo del debido proceso).
En sentido más restringido, en cambio, el debido proceso es todo ese conjunto de ga-
rantías que protegen al ciudadano sometido al proceso penal, que le aseguran a lo largo
del mismo una recta, pronta y cumplida administración de justicia; que le aseguran la
libertad y la seguridad jurídica, la racionalidad y la fundamentación de las resoluciones
judiciales conforme a derecho. Desde este punto de vista, entonces, el debido proceso
es el axioma madre o generador del cual dimanan todos y cada uno de los principios del
derecho procesal penal, incluso el del juez natural que suele regularse a su lado.
Con las precisiones anteriores y sin entrar a establecer cuales son los elementos inte-
grantes de lo que ha de entenderse por debido proceso, se puede decir que por tal
debemos comprender las autolimitaciones constitucionales y legales que el Estado se
impone a sí mismo, para racionalizar dentro de los marcos infranqueables de la digni-
dad humana el ejercicio de ius puniendi, que se logra con el establecimiento de una serie
de garantías mínimas, que son el escudo protector del ciudadano frente a la arbitrarie-
dad del funcionario o la omnipotencia del Estado.
V.
A.
Gerardo Barbosa Castillo. “Ineficacia de los actos procesales”, conferencia en el curso de especialización
de Derecho Penal de la Universidad Externado de Colombia.
El debido proceso penal en Colombia
. Toda persona declarada culpable de un delito tendrá derecho a que el fallo condena-
torio y la pena que se le haya impuesto sean sometidos a un tribunal superior, conforme
a lo prescrito por la ley.
. Nadie podrá ser juzgado ni sancionado por un delito por el cual haya sido ya conde-
nado o absuelto por una sentencia firme de acuerdo con la ley y el procedimiento penal
de cada país.
En este pacto se consagran, además, otras garantías que nutren al debido proceso:
su libertad, salvo por las causas fijadas por la ley y con arreglo al procedimiento estable-
cido en ésta.
. Toda persona detenida o presa a causa de una infracción penal será llevada sin demo-
ra ante un juez u otro funcionario autorizado por la ley para ejercer funciones judicia-
les, y tendrá derecho a ser juzgada dentro de un plazo razonable o a ser puesta en
libertad. La prisión preventiva de las personas que hayan de ser juzgadas no debe ser la
regla general, pero su libertad podrá estar subordinada a garantías que aseguren la
comparecencia del acusado en el acto del juicio, o en cualquier otro momento de las
diligencias procesales y, en su caso, para la ejecución del fallo.
. Toda persona que sea privada de libertad en virtud de detención o prisión tendrá
derecho a recurrir ante un tribunal, a fin de que éste decida a la brevedad posible sobre
la legalidad de su prisión y ordene su libertad si la prisión fuera ilegal.
. Toda persona que haya sido ilegalmente detenida o presa tendrá el derecho efectivo
a obtener reparación.
Artículo º.. Toda persona privada de libertad será tratada humanamente y con el
respeto debido a la dignidad inherente al ser humano.
.a. Los procesados estarán separados de los condenados, salvo en circunstancias ex-
cepcionales, y serán sometidos a un tratamiento distinto, adecuado a su condición de
personas no condenadas.
b. Los menores procesados estarán separados de los adultos y deberán ser llevados ante
los tribunales de justicia con la mayor celeridad posible para su enjuiciamiento.
Artículo . Nadie será encarcelado por el solo hecho de no poder cumplir una obliga-
ción contractual.
Artículo .. Nadie será condenado por actos u omisiones que en el momento de
cometerse no fueran delictivos según el derecho nacional o internacional. Tampoco se
impondrá pena más grave que la aplicable en el momento de la comisión del delito. Si
con posterioridad a la comisión del delito la ley dispone la imposición de una pena más
leve, el delincuente se beneficiará de ello.
El debido proceso penal en Colombia
. Nadie puede ser privado de su libertad física, salvo por las causas y en las condicio-
nes fijadas de antemano por las constituciones políticas de los Estados Partes o por las
leyes dictadas conforme a ellas.
. Toda persona detenida o retenida debe ser informada de las razones de su detención
y notificada, sin demora, del cargo o cargos formulados contra ella.
. Toda persona detenida o retenida debe ser llevada, sin demora, ante un juez u otro
funcionario autorizado por la ley para ejercer funciones judiciales y tendrá derecho a
ser juzgada dentro de un plazo razonable o a ser puesta en libertad, sin perjuicio de que
continúe el proceso. Su libertad podrá estar condicionada a garantías que aseguren su
comparecencia en el juicio.
. Toda persona privada de libertad tiene derecho a recurrir ante un juez o tribunal
competente, a fin de que éste decida, sin demora, sobre la legalidad de su arresto o
detención y ordene su libertad si el arresto o la detención fueran ilegales. En los Esta-
dos Partes cuyas leyes prevén que toda persona que se viera amenazada de ser privada
de su libertad tiene derecho a recurrir a un juez o tribunal competente a fin de que éste
decida sobre la legalidad de tal amenaza, dicho recurso no puede ser restringido ni
abolido. Los recursos podrán interponerse por sí o por otra persona.
. Nadie será detenido por deudas. Este principio no limita los mandatos de autoridad
judicial competente dictados por incumplimiento de deberes alimentarios.
. Toda persona tiene derecho a ser oída, con las debidas garantías y dentro de un plazo
razonable, por un juez o tribunal competente, independiente e imparcial, establecido
con anterioridad por la ley, en la sustanciación de cualquier acusación penal formulada
El debido proceso penal
contra ella, o para la determinación de sus derechos y obligaciones de orden civil, laboral,
fiscal o de cualquier otro carácter.
. Toda persona inculpada de delito tiene derecho a que se presuma su inocencia mien-
tras no se establezca legalmente su culpabilidad. Durante el proceso, toda persona tie-
ne derecho, en plena igualdad, a las siguientes garantías mínimas:
. El inculpado absuelto por una sentencia firme no podrá ser sometido a nuevo juicio
por los mismos hechos.
. El proceso penal debe ser público, salvo en lo que sea necesario para preservar los
intereses de la justicia.
Así mismo prohibe esta convención la tortura y los tratos crueles, inhumanos
o degradantes (art. º), la esclavitud y la servidumbre (art. º), y reglamenta todo
lo relacionado con la pérdida de la libertad (art. º).
B.
Artículos a , , , a , , , , , , , , ., , ,
, , , , a , y de la Carta Política.
“Esa delicada tarea que impone la salvaguardia de los derechos autoriza, y con creces, la razonable previ-
sión de controles tanto internos como externos a las tareas que realiza la Fiscalía General de la Nación.
No se trata, ciertamente, de poner en duda la rectitud personal de los funcionarios judiciales que adelan-
ten la instrucción ni de desconfiar de su sometimiento a la Constitución y a la ley, como insinúan los
actores cuando manifiestan que el fundamento político e ideológico de la existencia de la norma acusada
‘no es otro que la desconfianza que el legislador colombiano tiene en la capacidad jurídica de los funcio-
narios al servicio de la Fiscalía General de la Nación, capacidad que considera sólo se encuentra en poder
de los jueces, en el miedo al ejercicio del poder jurisdiccional llevado a cabo por la Fiscalía General de la
Nación que ha hecho temblar a los corruptos, o en el desconocimiento de que la Fiscalía General, como
órgano integrante de la Rama Judicial, también está sometida al imperio de la Constitución y de la ley, lo
que comporta el presumir legales y constitucionales sus decisiones’. No, se trata de propender a la
observancia de los derechos del sindicado, y esa finalidad esencial, que se desprende del contexto de la
Carta, es indicativa de la constitucionalidad del artículo A del Código de Procedimiento Penal que
permite al interesado, al defensor o al ministerio público, elevar petición motivada solicitando la revisión
de la legalidad de las medidas de aseguramiento proferidas por la Fiscalía General de la Nación. Se
asegura, así, la participación del individuo destinatario de la medida en el debate desatado alrededor de la
procedencia de la misma, y se confiere oportunidad al Estado de justificar la decisión o de rectificarla si
a ello hubiere lugar” (Corte Constitucional. Sentencia C- del septiembre de , M. P.: Carlos
Gaviria Díaz).
El debido proceso penal en Colombia
calía lo referente a los aludidos acuerdos, o que prohiba la intervención de los jueces en
lo que a estas negociaciones respecta. Estos acuerdos constituyen formas de composi-
ción del proceso, con el fin de llegar a través de un acuerdo entre el fiscal y el procesado
a una pronta sentencia; por lo tanto no puede afirmarse con certeza que pertenezcan a
uno u otro ámbito, en forma excluyente, esto es, a la investigación o al juzgamiento.
En tal virtud, bien puede afirmarse que la formalización de dichos acuerdos por el
fiscal y el procesado, y el control posterior del juez del conocimiento en lo que atañe a
su sometimiento a la ley y a la observancia de los derechos fundamentales del procesa-
do, constituyen un procedimiento complejo que no participa de las ritualidades pro-
pias de la investigación o del juzgamiento, el cual está dirigido a que la misión del
Estado en lo que concierne al juzgamiento de los delitos se cumpla con arreglo a los
principios de economía, celeridad y eficacia y se obtenga, como se dijo antes, la expedi-
ción de una sentencia rápida, pero obviamente sin que se vulneren la ley y los derechos
fundamentales del procesado.
Mas allá de ello se postula que el tribunal deje de ser el motor principal del debate y
que limite su actuación a conservar la disciplina y regularidad de la audiencia, con lo
cual las “partes” recobran su derecho a presentar el caso, la prueba y los argumentos
que fundan la pretensión final. La misma razón que funda esta modificación, el princi-
pio de imparcialidad referido al tribunal, exigido por las convenciones sobre derechos
humanos, motiva también una nueva estructura del juicio y reformas considerables en
la organización judicial.
Corte Constitucional. Sentencia C- del de septiembre de , M. P.: Antonio Barrera Carbonell.
Julio Bernardo Maier. “El sistema acusatorio en Iberoamérica”, en XV Jornadas Iberoamericanas de Dere-
cho Procesal, Bogotá, Universidad Externado de Colombia, , p. .
El debido proceso penal
por el fiscal es intangible, o si, por el contrario, puede ser modificada por el mismo
fiscal o por el juez, para preservar el principio de la congruencia entre la califica-
ción provisional y la sentencia, cuya vulneración se erige como causal de casación
(art. C. P. P.).
Si se respeta el principio de la imparcialidad del juez y el monopolio de la
acusación por parte de la fiscalía hay que concluir que sólo el fiscal puede acusar,
y queda vedada toda clase de intervención del juez en esa materia en cualquier
etapa del proceso.
Entonces, el concepto del juez imparcial se traduce en una doble consecuen-
cia:
– Que el juez no puede acusar.
– Que el juez no puede ordenar o sugerir la modificación de la acusación,
porque, al disponer que la misma estuvo mal formulada por parte de la fiscalía y
ordenar que se haga en los términos que él lo quiera, no hay ninguna duda que
ello significaría, en el fondo, acusar; de manera que, de atender el fiscal la insi-
nuación del juez sobre la variación de la acusación, ello implicaría, en últimas,
que los cargos se formularan por éste.
Se podría argumentar que en tal caso el juez no estaría acusando, porque
quien dicta la resolución acusatoria acatando sus directrices es el fiscal; pero esto
se traduciría en un concepto exclusivamente formal de lo que es la acusación, tal
como lo veremos más adelante.
En nuestro país ya son plurales los criterios que existen respecto de la varia-
ción de la calificación, pues parte de la doctrina y de la jurisprudencia sostiene
que la resolución de acusación no puede ser adicionada en la etapa del juicio por
el fiscal, para cumplir la regla de la congruencia entre resolución de acusación
“En desarrollo del mandato constitucional, el estatuto procesal distribuyó las competencias entregando
a los fiscales la misión de ‘investigar, calificar y acusar, si a ello hubiere lugar’, ante los jueces y tribunales,
a quienes otorgó la función de juzgar. A partir de la ejecutoria de la resolución de acusación el fiscal
adquiere la condición de sujeto procesal y pierde la dirección de la investigación (art. C. P. P.).
“Esto significa que el fiscal no puede pretender en la etapa del juicio adicionar la acusación, ya que los
cargos deben estar formulados en su totalidad en el proveído calificatorio, de manera que el enjuiciado
tenga la certeza de que es exclusivamente de ellos que debe defenderse.
“El marco dentro del cual se debe desarrollar el juicio está determinado por la resolución de acusación,
en donde el Estado por conducto del fiscal le indica al acriminado cuáles son los cargos que le formula,
para que él pueda proveer a su defensa con la seguridad de que no va a ser sorprendido con una condena
por hechos o situaciones distintas. De igual modo, los sujetos procesales tendrán en dicha resolución un
punto de referencia definido sobre las pruebas que pueden presentar y solicitar en el período probatorio
de la causa, las cuales se deben limitar a las que sean conducentes y eficaces para corroborar, degradar o
desvirtuar la acusación, no siendo de recibo las que pretendan dar lugar a nuevos cargos.
“Desde luego que lo dicho es sin perjuicio de que el juez, frente a una resolución que afecta el debido
proceso, bien por inobservancia de sus requisitos formales o por error en la denominación jurídica, deba
El debido proceso penal en Colombia
invalidarla para que el fiscal subsane la irregularidad advertida” (Corte Suprema de Justicia. Sentencia
de casación del de agosto de , M. P.: Ricardo Calvete Rangel).
“Uno de los argumentos torales en que se apoya la tesis de la imputación fáctica se relaciona con el calificativo
‘provisional’ que da el legislador en el artículo del Código de Procedimiento Penal a la calificación
‘jurídica’ del sumario, porque sus seguidores lo entienden como ‘un simple derrotero que puede sufrir
precisiones y variaciones en la etapa del juicio que se condensarán, en últimas, en la sentencia’.
“Esta apreciación no es exacta en su totalidad, como pasa a demostrarse: observándose que dicho artículo
hace referencia a ‘los requisitos formales de la resolución de acusación’, uno de los cuales es la obligación
de hacer una ‘calificación jurídica’ de los hechos probados en el proceso con ‘señalamiento del capítulo
dentro del título correspondiente del Código Penal’, con lo cual está exigiendo claridad y precisión en la
imputación. Si ello es así, como en efecto lo es, hay que inferir que la ‘provisionalidad’ de esa calificación
solamente hace referencia a la facultad de algunos de los sujetos procesales para pedir o aportar pruebas
conducentes y eficaces en el juicio con la única finalidad de desvirtuar o degradar la acusación, pero en el
entendido, claro está, de que la degradación de la acusación sólo es posible siempre que no genere
desarmonía entre la calificación y el fallo condenatorio, como ocurriría en el caso de un homicidio agravado
a uno simple o de éste a uno culposo, pues lo contrario implica necesariamente una falla, remediable
únicamente en la forma señalada por el artículo . del Código de Procedimiento Penal, que es el caso
presente” (Corte Suprema de Justicia. Sentencia de casación del de mayo de , M. P.: Dídimo
Páez Velandia).
Cfr. Bernal Cuéllar. El debido proceso, cit., pp. y ss.
El debido proceso penal
Jaime Bernal Cuéllar. La reforma del proceso penal en Colombia (Comentarios a la Ley de ), Bogotá,
Edit. Forum Pacis, , p. .
El debido proceso penal
Cabría simplemente preguntar: ¿qué causal de nulidad puede invocarse cuando la prueba
sobreviniente modifica la adecuación típica o alguno de los elementos estructurales del
hecho punible, tenidos en cuenta en la resolución acusatoria?
Algunos afirman que se trata de violación al debido proceso por irregularidades sus-
tanciales; nos parece que es una respuesta que carece de fundamento jurídico y se opo-
ne a la estructura lógica del proceso, porque sería tanto como decir que el C. P. P. no
permite practicar pruebas en la etapa del juzgamiento, o sólo aquellas que no alteren la
acusación de manera integral o que impliquen una modificación sustancial, aspecto
este que no está previsto en el código. Por el contrario, en el evento propuesto se ha
dado estricto cumplimiento al debido proceso, tal como lo establece la legislación vi-
gente. No puede decirse que se presenta violación al debido proceso, porque el fiscal se
haya equivocado en la resolución acusatoria, si se tiene en cuenta que la nulidad solo
puede decretarse cuando no exista ningún otro medio procesal para subsanar la irregu-
laridad procesal (art. . C. P. P.).
El debido proceso penal en Colombia
Los mismos argumentos expuestos son válidos para rechazar la nulidad cuando el fun-
cionario instructor ha incurrido en algún error en el auto calificatorio, diferente de
aquellos que inicialmente señalamos como suficientes para generar nulidad.
Es necesario aclarar que las afirmaciones hechas en este aparte tienden a demostrar que
no es factible hacer declaratoria de nulidad desde la resolución mediante la cual se
formula la acusación, y menos desde el auto de cierre de investigación, por error del
fiscal con relación a la selección del tipo objetivo (selección indebida del tipo básico,
especial o subordinado), por error en la selección del tipo subjetivo (dolo, culpa o
preterintención), o por error en la imputación de circunstancias (inclusión de circuns-
tancias genéricas o específicas de atenuación o agravación no demostradas, falta de
inclusión de circunstancias genéricas o específicas de agravación o atenuación, y no
incluir excesos en las justificantes).
Consideramos que estos errores pueden ser corregidos dentro de la etapa de juzgamiento,
mediante petición hecha por el fiscal en este sentido, antes de que precluya la audiencia
pública, o por el juez en la sentencia, cuando en el debate probatorio en la audiencia se
haya hecho análisis y estudio expreso de cualquiera de esos temas jurídicos.
De la misma manera, sostenemos que no debe decretarse la nulidad del auto calificatorio
por prueba sobreviniente, cuando esta tenga entidad suficiente para modificar la reso-
lución acusatoria; caso en el cual el fiscal debe, como sujeto procesal que conserva la
función acusadora, formular el cambio respectivo, en especial si se parte del supuesto
que la acusación no es más que una demanda formulada por el órgano acusador, por
tratarse de un proceso entre partes.
La calificación a cargo de dicho organismo (se refiere a la Fiscalía) debe, entonces, ser
provisional –por su misma naturaleza intermedia, sujeta a la posterior decisión del juez–
y el sólo hecho de serlo no deja al procesado en indefensión, ya que, no obstante la posi-
bilidad de que se haya preparado para su defensa con base en los datos y criterios iniciales
que la hayan inspirado, aquél siempre podrá, supuestas todas las condiciones y garantías
del debido proceso, velar por la real verificación de los hechos y hacer efectivos los meca-
nismos jurídicos tendientes a la búsqueda de la verdad, con miras a la genuina realización
de la justicia. Lo que entre en colisión con tales valores no puede entenderse incorporado
al debido proceso ni erigirse en parte inseparable del derecho de defensa.
Basta sugerir, a título de ejemplo, lo que acontecería si –en el supuesto de una norma
legal como la que quiere la demandante– calificado el hecho punible bajo un determi-
nado tipo legal en la resolución de acusación y hallado en el curso del proceso que el
sindicado no cometió ese delito, sino otro, plenamente probado, fuera imposible para el
juez proferir el fallo de condena en cuanto le estuviera vedado modificar la calificación
jurídica inicial. El delito, entonces, por mal calificado, quedaría impune, frustrándose
el postulado constitucional que obliga al Estado a realizar un orden justo.
Sentencia C- del de septiembre de , M. P.: José Gregorio Hernández Galindo.
El debido proceso penal
Quedó expuesto que una de las falencias del esquema procesal penal de
consiste en que no se regula de manera expresa la variación de la calificación
jurídica provisional en la etapa del juicio; razón por la cual tanto la doctrina como
la jurisprudencia de las altas cortes han planteado diversas tesis, unas orientadas
a sostener que el fiscal sí tiene facultad para variar tal calificación hasta su inter-
vención en la audiencia pública por detentar la acusación, mientras que otras
niegan tal potestad con el argumento de que ante el error en la calificación el juez
debe decretar la nulidad de la actuación para que el fiscal haga la calificación
provisional de acuerdo a la sugerida por el juez.
El nuevo estatuto procesal llena este vacío al disponer que el fiscal puede
variar la calificación jurídica provisional de la conducta punible, bien por inicia-
tiva propia o al atender la sugerencia que en tal sentido le haga el juez; facultando,
incluso, a éste para que en el caso de oponerse el fiscal a la calificación jurídica
provisional insinuada decrete la nulidad de la resolución de acusación.
Es plausible la inclusión de dicha norma en el nuevo código, porque reafirma
la tesis de que, al ser provisional la calificación jurídica dada por el fiscal en la
resolución de acusación y al tener el mismo la facultad de acusar, puede hasta
antes de terminar su intervención en el debate público variarla, ante lo cual se da
traslado de tal modificación a los demás sujetos procesales para que ejerzan los
El debido proceso penal
De acuerdo a la nueva ley procesal penal, en caso de que el juez considere nece-
saria la variación de la calificación jurídica provisional de la conducta punible
debe procederse así:
. Al advertir el juez la necesidad de variar la calificación jurídica así se lo
hará saber al fiscal antes de la finalización de su intervención en la audiencia
pública. Una vez termina la intervención del fiscal precluye la oportunidad para
que el juez sugiera tal variación.
. La intervención del juez mediante la cual sugiere la variación de la califica-
ción ha de limitarse sólo a la jurídica provisional, sin que le sea permitido valorar
la prueba ni la responsabilidad; de modo que insinúa la calificación y no la fun-
damenta en el plano probatorio. Esto con la finalidad de evitar que el juez haga
juicios a priori sobre aquellos supuestos y se conculque con mayor acento el
principio de la imparcialidad.
. Si el fiscal acepta la variación que se insinúa el juez se dará el trámite
señalado para el caso de la variación de la calificación jurídica por el fiscal.
. Si el fiscal se opone a la calificación sugerida y persiste en la dada por la
fiscalía, el juez podrá decretar la nulidad de la resolución de acusación.
En este capítulo se ha expuesto con alguna profundidad que se atenta contra
el principio del juez imparcial tanto al ordenar o sugerir el juez la modificación
de la calificación jurídica provisional como al decretar el mismo funcionario la
nulidad a partir de la resolución de acusación, a lo cual nos remitimos en su
integridad. Ha de agregarse que en el caso de viabilidad de la declaratoria de
nulidad por parte del juez por oponerse el fiscal a la calificación jurídica sugerida
no debiera extenderse tal nulidad a la resolución de acusación, sino limitarse a la
calificación jurídica provisional, para que la audiencia continúe o se reanude
teniendo como calificación la sugerida por el juez, por razón del derecho
fundamental de la celeridad; dado que no se justifica la dilación consistente en
proferir de nuevo resolución de acusación en la cual habrá de plasmarse la califica-
ción insinuada por el juez, con el argumento de que es el fiscal quien debe acusar,
pues en este caso la nueva resolución de acusación se convierte en un formulismo,
porque el fiscal deberá acatar la sugerencia del juez, quien termina acusando.
El debido proceso penal
Decíamos anteriormente que uno de los errores que conduce a la desnaturalización del
sistema procesal consiste en impedir el debate probatorio en la etapa del juicio y funda-
mentar la sentencia en la prueba practicada exclusivamente por la fiscalía. Si los seño-
res fiscales entendieran que la acusación debe formularse con los requisitos mínimos
exigidos por la ley se estaría dando cumplimiento a los mandatos constitucionales que
fueron redactados con el propósito de modificar sustancialmente el proceso penal y
darle contenido a la etapa de juzgamiento. En especial, debe entenderse que el proceso
está formado por etapas que formalmente obedecen a una ordenación rigurosa de la
actuación procesal, pero en ningún momento es lógico concluir que la controversia
probatoria está reservada para la etapa de instrucción y que la calificación jurídica es
inmodificable a pesar de que exista prueba sobreviniente. El proceso es una unidad
El debido proceso penal en Colombia
jurídica que permite en todas sus etapas la controversia probatoria para dar cumpli-
miento al artículo de la Constitución Nacional y así mismo para hacer todos los
ajustes y modificaciones al pliego de cargos, con el fin de que la sentencia corresponda
al objeto histórico investigado.
Todas las sociedades diseñan sus propios mecanismos de control social, con la
finalidad de mantener y regenerar su orden y asegurar la pacífica convivencia.
Uno de los mecanismos de control social primario más severos es el derecho
penal, que la sociedad democrática limita por medio de un proceso judicializado
in toto, estrictamente respetuoso con los derechos fundamentales, dirigido, ade-
más, por jueces capaces de asimilar y cumplir el compromiso ante la creciente
complejidad de las sociedades y de hacer realidad los avances del constitucio-
nalismo moderno.
Ante la pregunta: ¿cómo ha de ser el debido proceso?, se responde que se
trata de un litigio entre partes al que el juez, situado en una posición institucional
ajena al conflicto (imparcial e independiente), ha de dar una respuesta fundada
en el ordenamiento jurídico. En esta posición institucional el juez ni es ni puede
ser un instrumento de la política criminal, interesado en la consecución de sus
fines. Su función procesal es la de juzgar, de modo imparcial, acerca de la preten-
sión punitiva que las partes ejerciten, de manera implícita o expresa.
Los derechos fundamentales reconocidos en el ya señalado artículo de la
Carta Política y en otras disposiciones constitucionales no son en modo alguno
“concesiones” que hace la sociedad al delincuente. Son, por un lado, garantías
de todos los ciudadanos, que de otra forma podrían verse indefensos ante acusa-
ciones eventualmente injustificadas, y por otro, garantías de acierto de la propia
resolución judicial, pues sólo a través de un proceso público, con todos los dere-
chos, se pueden evitar errores judiciales, difíciles de reparar.
El artículo de la Constitución Política establece como derecho fundamen-
tal el del debido proceso y señala algunos principios que lo desarrollan (legali-
dad, juez natural o legal, favorabilidad, presunción de inocencia, defensa,
publicidad, celeridad, controversia de la prueba, impugnación, non bis in idem).
Estos principios se complementan con otros diseminados en la Carta Política,
tales como la igualdad (art. ), la dignidad de la persona (arts. y ), la finalidad
del procedimiento (art. ), el imperio de la ley (art. ), la doble instancia
(art. ), la prohibición de la reformatio in pejus (art. ), la prohibición de penas
y medidas de seguridad imprescriptibles (art. ), entre otros.
Algunos de estos principios constituyen garantías y derechos individuales
(dignidad humana, integridad personal, libertad e igualdad), en tanto que otros
se relacionan con la seguridad jurídica (defensa, acusación formal, presunción
de inocencia, doble instancia, non bis in idem, irretroactividad de la ley desfavora-
ble, juez natural, celeridad, publicidad, prohibición de la reformatio in pejus, acceso
El debido proceso penal
A.
B .
El juez natural tiene asignada una doble garantía: para el procesado y para la
propia jurisdicción.
... no pesa la exigencia de resolver siempre en los mismos términos sobre supuestos que
se pretenden iguales, pues cada caso, para el mismo juzgado, puede merecer una consi-
deración diversa, ya por las peculiaridades que a su juicio muestra, ya porque el enten-
dimiento judicial de la norma aplicable variase a lo largo del tiempo, ya, incluso, porque
parezca necesario corregir errores anteriores en su aplicación. Lo que el principio de
igualdad garantiza no es que quienes acudan a los tribunales vayan a obtener una reso-
lución igual a las que se hayan adoptado en el pasado por el mismo órgano judicial,
sino, simplemente, la razonable confianza de que la propia pretensión merecerá del
juzgador [...] la misma respuesta obtenida por otros en caso iguales....
Sin embargo, no siempre será necesario que el funcionario expresamente haga alusión
a su cambio de criterio, pues de las motivaciones expuestas en la providencia puede
llegar a desprenderse que la diferencia de trato ha sido producto de un cambio de
criterio del funcionario, o de la influencia de elementos externos, como, por ejemplo, la
sentencia de jurisprudencia dictada por órganos jerárquicamente superiores....
Corte Constitucional. Sentencia T- del de julio de , M. P.: Alfredo Beltrán Sierra.
El debido proceso penal
orden público, con lo que se evita cualquier forma de injerencia del poder políti-
co (legislativo o ejecutivo).
. La independencia del juez. Todo órgano jurisdiccional tiene una doble ca-
racterística: la subjetiva u orgánica, que se concreta en la independencia judicial;
y la objetiva, que consiste en que las providencias de los jueces deben proferirse
mediante la estricta sujeción a derecho.
La independencia y autonomía de los jueces es una garantía que se funda en
el plano político y filosófico en la concepción tripartita del poder, que otorga a
cada una de sus ramas funciones diversas con plena autonomía e independencia,
asignándole a la judicial el juzgamiento y punición de los ciudadanos imputados
de haber cometido hecho punible, sin que sea posible la injerencia de personas
extrañas en las decisiones de los jueces competentes, ni siquiera por parte de
quienes así mismo tienen tal investidura.
Los jueces se encuentran estrictamente vinculados por la ley, al juzgar y ha-
cer respetar lo juzgado, tanto en el desarrollo del proceso como en la aplicación
de la norma, la imposición de la respectiva consecuencia jurídica y su ejecución;
de ahí que son independientes (art. C. N.), estando atados por el imperio de
la Ley (art. C. N.) y obligados a aplicar en forma directa y única la Constitu-
ción en los casos en los que no haya habido una previa intervención del legisla-
dor, lo mismo que en aquellos en los cuales, a pesar de tal intervención, la ley es
contraria a la Constitución, mediante el control por la vía de excepción de
inconstitucionalidad; ello sin necesidad de la intervención de la Corte Constitu-
cional para que ésta declare si la ley es o no contraria a la Carta Política.
Los jueces son independientes en sus decisiones (art. C. N.) y no reciben
injerencias ni presiones, ni siquiera en el seno de la misma rama judicial, pues, si
bien es cierto que hay jerarquía al existir jueces de primera y segunda instancia,
estos últimos no pueden incidir en las determinaciones de aquéllos; en efecto,
sólo adquieren competencia funcional para conocer y revisar la decisión del a quo
una vez se tramite la segunda instancia, mediante la interposición de recursos o
consulta, según el caso; esta jerarquía no es administrativa, porque el juez de
primera instancia no es subalterno del de segunda.
La Ley Estatutaria para la Administración de Justicia aprobada por el Con-
greso de la República ratificó este principio al disponer:
Artículo º Autonomía e independencia de la rama judicial. La rama judicial es indepen-
diente y autónoma en el ejercicio de su función constitucional y legal de administra-
ción de justicia.
Los jueces en sus providencias sólo deben obediencia a la ley: no están vincu-
lados a la equidad, a la jurisprudencia, a los principios generales del derecho o a
la doctrina, los cuales tan solo son criterios auxiliares para la labor interpretativa
de la ley y el desarrollo del derecho, pues estas actividades judiciales las puede
llevar a cabo con igual competencia y autoridad tanto el más humilde de los jueces
como el más destacado magistrado del máximo tribunal.
Esta independencia judicial se concreta en la inamovilidad del juez y en la
proscripción de intromisiones en su desempeño.
Inamovilidad del juez. La inamovilidad consiste en que los jueces no pueden
ser manipulados, puesto que ni caprichosa ni arbitrariamente se priva al juez del
conocimiento de la causa que le compete, ni se le asigna la que no le corresponde.
Significa esto que, nombrado o designado el juez conforme al estatuto legal, no
puede ser removido del cargo sino por causas previamente determinadas.
Juez competente para conocer de determinado proceso lo es el del lugar en
que se realizó el hecho y no puede ser cambiado, sino en situaciones muy excep-
cionales, con el fin de garantizar el valor superior de la justicia, lo mismo que la
integridad del procesado y la independencia del funcionario, a través del meca-
nismo judicial del cambio de radicación del proceso, que, en el fondo, se traduce
en una modificación del concepto de juez natural.
Tal inamovilidad se logra mediante el reparto del proceso, pues una vez se
seleccione al juez entre los varios competentes y se produzca la adjudicación del
proceso sólo podrá privársele de tal conocimiento cuando se dé alguna de las
causales señaladas en forma expresa como impedimentos o recusaciones.
Prohibición de injerencias. El juez debe gozar de una total tranquilidad de
espíritu que le permita fallar el proceso con absoluta imparcialidad, sin recibir
influencia interna o externa.
– Independencia interna. Para evitar presiones internas y asegurar tal
imparcialidad el juez no puede tener ninguna intervención ni en la etapa de la
investigación ni en la de la acusación, por lo cual sólo cuando exista separación
de tales funciones de las de juzgar, reservadas éstas al juez, se asegura su inde-
pendencia e imparcialidad; en efecto, si ha dirigido la investigación hacia
determinado fin o ha formulado la acusación o ha dispuesto la práctica de pruebas
no hay duda alguna de que ha comprometido su criterio, lo cual le impide fallar
con la tranquilidad necesaria: si ha tenido algún tipo de intervención en las etapas
de exclusiva actuación de la fiscalía, así sea de manera inconsciente, su decisión
habrá de apuntar hacia el fin propuesto inicialmente.
La independencia, desde el punto de vista de la carencia de presiones internas,
es una garantía tanto para los sujetos procesales como para la sociedad, porque el
fallo no resultará cuestionado, estará libre de toda clase de suspicacia y será creí-
El debido proceso penal
ble en su rectitud y justicia. Por esta razón objetivamente el juez está sometido
sólo al imperio de la ley.
A fin de asegurar la independencia interna la ley establece impedimentos para
el juez que por sentimiento o pasión pueda inclinar su decisión en determinado
sentido; de modo que si siente amor, amistad, odio, etc. hacia alguno de los sujetos
procesales se le permite que se separe del conocimiento del proceso, para facilitar
que otro que no tenga tales flaquezas falle con la debida tranquilidad.
– Independencia externa. El juez no debe recibir presiones ni de la sociedad,
ni de los sujetos procesales, ni de los organismos de poder o de aquellos que de
una u otra manera ejerzan cierta influencia en la conciencia colectiva.
Las presiones externas que reciba el juez, de una u otra manera, van a influir
en la formación del juicio, y a crearle ciertos compromisos sociales. De ahí que
medios de presión como la prensa, la iglesia o las organizaciones gremiales no
deben tomar partido en los procesos, porque sus comentarios y posiciones, inte-
resados o no, pueden llevar a la opinión pública a la formación de determinado
juicio, que, a su turno, presionará la conciencia del juez, y lo conducirá hacia
determinada decisión.
Cuando se producen presiones desde el púlpito o desde los medios de comuni-
cación, dada la amplia cobertura social que éstos tienen, el juez ve comprometida
su tranquilidad espiritual, careciendo entonces de libertad para tomar su decisión.
Puesto que el juez no posee una libertad absoluta, porque internaliza los hechos,
los procesa y los exterioriza a través de sus decisiones, conforme a su particular
escala de valores, a la cual humanamente no le es posible sustraerse, hay que evitar
que a tales condicionamientos internos se sumen presiones externas.
Especial comentario merece el papel que la prensa hablada y escrita debe
cumplir frente al proceso penal, porque, si bien es cierto que la llamada “prensa-
democracia” cumple su labor por medio de una completa, imparcial y veraz in-
“La sujeción sólo a la ley, como premisa sustancial de la deducción judicial y a la vez única fuente de
legitimación política, expresa, pues, la colocación institucional del juez. Esta colocación –externa a los
sujetos en causa y al sistema político, y extraña a los intereses particulares de unos y a los generales del
otro– hace patente el requisito de la imparcialidad y tiene su justificación ético-política en los dos valores
–la búsqueda de la verdad y la tutela de los derechos fundamentales– antes asociados a la jurisdicción. El
juez no debe tener ningún interés, ni general ni particular, en una u otra solución de la controversia que
está llamado a resolver, al ser su función la de decidir cuál de ellas es verdadera y cuál es falsa. Al mismo
tiempo, no tiene por qué ser un sujeto ‘representativo’, puesto que ningún interés o voluntad que no sea
la tutela de los derechos subjetivos lesionados debe condicionar su juicio, ni siquiera el interés de la
mayoría, o incluso el de la totalidad de los asociados lesionados [...] al contrario que el poder ejecutivo o
legislativo, que son poderes de mayoría, el juez juzga en nombre del pueblo, pero no de la mayoría, para
la tutela de la libertad de las minorías” (Ferrajoli. Op. cit., pp. y s.).
Garantías constitucionales relacionadas con el debido proceso
formación, para facilitar la concreción del derecho fundamental que tiene toda
persona de ser informada de manera cabal, adecuada y veraz (art. C. N.), no es
menos cierto que no puede perderse de vista que la función de los medios de
comunicación en esta materia debe concretarse simplemente a informar, renun-
ciando a comentar.
Si la prensa, además de informar, toma partido por la materia del proceso
penal se convierte en juez y su veredicto no sólo incide de manera profunda en la
conciencia de los integrantes de la comunidad, sino también en la del juez, quien,
por el temor de ser perseguido y condenado por los medios de comunicación,
podrá inclinar su decisión de acuerdo con lo dictaminado por la prensa, pues no
hay que olvidar que es un hombre con virtudes y defectos, en quien se pueden
anidar la vanidad, el temor y el deseo, así sea inconsciente, de satisfacer, cediendo
por ello ante las presiones. Además, la prensa con tal actitud lesiona derechos
fundamentales, como el honor, la intimidad personal y familiar, el buen nombre,
etc., que no son objeto de estudio en este puntual tema.
Los últimos episodios de la vida nacional nos han dado una clara lección
sobre el particular, pues se sabe bien que en los medios de comunicación se han
ventilado procesos en los cuales los directamente interesados no pueden tener
ningún tipo de participación y son sentenciados conforme a los propósitos parti-
culares y a veces muy mezquinos de quienes tienen bajo su dirección y control
tales medios, sin considerar los daños irreparables que causan no sólo a las perso-
nas que son condenadas sin fórmula de juicio, sino también a la recta administra-
ción de justicia.
El artículo de la Constitución Política garantiza a toda persona la libertad
de expresar y difundir su pensamiento y opinión, y la de informar y recibir infor-
mación veraz e imparcial; esto aplicado al proceso penal significa que la informa-
ción que manejen los medios de comunicación no sólo tiene que ser veraz y
respetuosa de la intimidad personal y familiar, y del buen nombre de todas las
personas (art. C. N.), sino también imparcial, para evitar que los informadores
se adueñen de juicios ajenos, en especial del de los jueces.
. La independencia del fiscal. El esquema procesal nuestro no participa de
todas las características del sistema acusatorio puro, porque el fiscal en Colombia
cumple funciones jurisdiccionales, ya que tiene competencia para ordenar la cap-
tura de personas imputadas y decretar medidas de aseguramiento, de lo cual está
privada la fiscalía en el sistema acusatorio, porque es un ente estrictamente admi-
nistrativo, motivo por el cual en éste sólo el juez puede tomar medidas que vul-
neren derechos fundamentales. El Fiscal General de la Nación en Colombia
cumple una doble función: la administrativa y la judicial.
El debido proceso penal
“En consecuencia, no le está permitido al Fiscal General de la Nación, como a ningún otro funcionario
de la fiscalía, injerir en las decisiones que deban adoptar los demás fiscales en desarrollo de su actividad
investigativa y acusadora, ni señalarles criterios relacionados con la forma como deben resolver los casos
a su cargo, ni como deben interpretar la ley, pues se atentaría contra los principios de independencia y
autonomía funcional del fiscal.
“Que la Constitución, al radicar en cabeza de la fiscalía una función pública, que se ejerce a través del
Fiscal General de la Nación, de los fiscales delegados y de todos aquellos otros funcionarios que señale la
ley, ha establecido una estructura jerárquica y dependiente no tiene la connotación de permitir la inter-
vención de los superiores en las decisiones que han de tomarse dentro de los procesos que adelanta cada
uno de los fiscales, ya que ha de entenderse que esa forma organizacional tiene cabida en el campo
administrativo, disciplinario, y para efectos de señalar cuál es el personal competente para resolver recur-
sos o segundas instancias, mas no en el campo jurisdiccional.
“De aceptarse que el Fiscal General de la Nación o los superiores jerárquicos de los fiscales pudieran
entrometerse en los procesos penales se tornaría la segunda instancia en un mecanismo totalmente ino-
cuo, en detrimento del investigado y con violación del debido proceso, puesto que quien iría a fallar no
sería un funcionario imparcial e independiente, como lo debe ser cualquier juez, sino un funcionario
ligado a unas órdenes u orientaciones, que está obligado a cumplir” (Corte Constitucional. Sentencia C-
del de diciembre de , M. P.: Carlos Gaviria Díaz).
Garantías constitucionales relacionadas con el debido proceso
C .
El derecho fundamental del juez natural puede ser vulnerado de distintas mane-
ras:
. Por medio de la creación de órganos extraños a la jurisdicción. Caracteriza al
Estado de derecho la independencia y separación de los poderes, lo cual en mate-
ria judicial consiste en que el Gobierno no puede tener injerencia ni en la selec-
ción de los jueces ni en la creación de tribunales especiales. Cuando se establecen
órganos extraños a los judiciales por parte del Gobierno, en especial en los
regímenes totalitarios, no hay duda alguna de que se viola el concepto de juez
natural, la seguridad jurídica y la legalidad, porque quien realice el hecho consi-
derado como delito no tiene certeza de quién lo va a juzgar, al quedar supeditada
la escogencia del juez a la voluntad del Ejecutivo, que podrá designar o crear al
juez o tribunal que quiera.
. Con el establecimiento de tribunales especiales o de procedimientos diferentes
para el juzgamiento de ciertas personas. Se viola el derecho fundamental al juez
“Esta imparcialidad del juez respecto de los fines perseguidos por las partes debe ser tanto personal
como institucional. Es necesario, en primer lugar, que el juez no tenga ningún interés privado o personal
en el resultado de la causa: ‘nadie debe ser juez o árbitro en su propia causa’ y por ello –son palabras de
Hobbes– ‘nadie debe ser árbitro si para él resulta aparentemente un mayor provecho, material o espiritual,
de la victoria de una parte que de la de la otra’.
“Como garantía de esta indiferencia o desinterés personal respecto de los intereses en conflicto se hace
necesaria la recusabilidad del juez por cada una de las partes interesadas. Y si para la acusación esta
recusabilidad tiene que estar vinculada a motivos previstos por la ley, debe ser tan libre como sea posible
para el imputado. El juez, que [...] no debe gozar del consenso de la mayoría, debe contar, sin embargo,
con la confianza de los sujetos concretos que juzga, de modo que éstos no sólo no tengan, sino ni siquiera
alberguen, el temor de llegar a tener un juez enemigo o de cualquier modo no imparcial” (Ferrajoli. Op.
cit., pp. y s.).
El debido proceso penal
No deben confundirse los tribunales especiales con los especializados, pues éstos
sí resultan no solo posibles sino convenientes, porque la especialización es una
eficaz medida para lograr eficiencia en cualquier campo y como es obvio en el de
la administración de justicia, dado que sus integrantes pueden capacitarse de
mejor forma y dar un mayor rendimiento que cuando se ocupan de diversas ma-
terias. La pericia que se adquiere en la tramitación de los asuntos que les son
propios redunda en una mayor agilidad en el manejo de los procesos, que se
traduce, en últimas, en un medio más para hacer efectiva la máxima de pronta y
cumplida justicia.
La Convención Americana en su artículo . dispone el derecho de toda
persona sometida a juicio “... a ser oída con las debidas garantías y dentro de un
plazo razonable, por un juez o tribunal competente, independiente e imparcial
establecido con anterioridad por la ley”, y proscribe la existencia de tribunales
especiales, pero da cabida a la especialización.
Desde el punto de vista funcional, la competencia se asigna a diferentes jueces,
de acuerdo con la entidad del delito o de la persona procesada, pero esa diferencia
funcional es distinta de la derogación parcial de las normas de competencia
objetiva.
. A través de la violación de las normas de competencia o la manipulación del
reparto o el cambio arbitrario de la radicación del proceso. a. Por razones de derecho
internacional se suele sustraer ciertas personas del ámbito del derecho nacional
interno, causándose derogaciones parciales a la jurisdicción y competencia, como
ocurre con la inmunidad de los diplomáticos, puesto que se les investiga y juzga
por los jueces de su nacionalidad, sin tener en cuenta las normas de competencia
territorial.
b. Se viola este derecho fundamental mediante la derogación parcial de las
normas de competencia objetiva: º A través del establecimiento de procedimientos
distintos para el juzgamiento de determinadas personas, como ocurre en Colombia
respecto de los Congresistas, quienes son investigados, acusados y juzgados por
la Sala Penal de la Corte Suprema de Justicia, por medio de un procedimiento
inquisitivo, diferente al ordinario y general acusatorio establecido en la Cons-
titución Política.
Cabe destacar que en los procesos adelantados contra las personas que gozan
de algún fuero el derecho al juez natural o legal no termina con la sentencia, sino
que se extiende hasta la extinción de la pena. Así lo dijo la Corte Suprema:
En la actualidad, no obstante la existencia de los jueces de ejecución de penas, estima la
Sala que la competencia del fallador se mantiene inalterable, pues mal podrá entender-
se que la garantía del fuero termina con el proferimiento de la sentencia, como quiera
que en la etapa posterior a ella, esto es, durante su ejecución, hay decisiones de trascen-
dental importancia, respecto de las cuales obran las mismas razones que fundamentan
el fuero para la investigación y/o el juzgamiento.
que ellas representan y a la implicación de los cargos que desempeñan, las ha amparado con fueros especia-
les, por lo cual ha establecido competencias especiales dentro de la jurisdicción penal. Igualmente es cierto
que uno de los caracteres específicos de dicha competencia es el juzgamiento por parte de un juez plural. Es
decir, de la concurrencia, en ese proceso de juzgamiento, de un número plural de jueces que toman la
decisión. Pero ese número plural, en el caso específico que se estudia, debe ser coherente con la especializa-
ción funcional del mismo juez plural. Es decir, se compatibiliza el número de jueces que juzgan en una sala
con la especialización –y, por tanto, coherencia funcional y organizativa– de los mismos jueces, respecto del
tema que se va a abordar. El problema no es entonces de índole puramente cuantitativa sino de coherencia
organizativa y de especialización funcional, pues garantiza mejor el debido proceso y la seguridad jurídica
de un acusado un juzgamiento por un número plural de jueces especializados en el campo penal que su
juzgamiento por un número mayor de jueces, de altas calidades jurídicas, pero que carecen de esa formación
especializada en el campo penal. Por ello, como lo anota uno de los intervinientes, no se puede hacer una
confusión funcional en relación con la acepción ‘Corte Suprema’, pues ésta, como se ha dicho, se divide
funcionalmente, de acuerdo a las especialidades, precisamente para garantizar de mejor manera el derecho
fundamental al debido proceso. Es así como debe interpretarse todo este andamiaje jurídico organizativo
que ha sido fruto del análisis adelantado en esta sentencia...” (Corte Constitucional. Sentencia C- del
de octubre de , M. P.: Alejandro Martínez Caballero).
Corte Suprema de Justicia. Auto del de abril de , M. P.: Ricardo Calvete Rangel, rad. .
Garantías constitucionales relacionadas con el debido proceso
A.
b.
Una vez dentro del proceso, el imputado no puede ser considerado como objeto, sino
como sujeto procesal, por lo que se le ha de conferir la totalidad del status de parte
procesal. A diferencia, pues, también del proceso inquisitivo, en el que el imputado era
considerado como un mero objeto o fuente de prueba (y, de esta manera, no podía
resultar extraño que la instrucción en el período del Estado absoluto español comenza-
ra con la “declaración indagatoria” y finalizara o culminara con la “confesión con
cargos”, en la que podía utilizarse el “tormento”), en el proceso acusatorio el imputado
no puede configurarse como un objeto de la actividad probatoria, sino como un sujeto,
que necesariamente ha de intervenir en ella, pues la prueba ha de transcurrir bajo la
inmediación del tribunal y la vigencia de los principios de igualdad y de contradicción
(art. ..d CEDH).
Vicente Gimeno Sendra. Constitución y proceso, Madrid, Edit. Tecnos, , pp. y s.
Cfr. supra, p. .
El debido proceso penal
y haga difícil su defensa. A este respecto cabe agregar que el debido proceso exige que
las reglas que lo gobiernan, en lo posible, sean sustancialmente inmunes a los abusos.
La ausencia de términos precisos para las diferentes etapas induce a la discrecionalidad
de los funcionarios y fomenta la proclividad al abuso. En el presente caso, la lealtad
procesal puede verse afectada si se deja transcurrir el tiempo sin informar de la actua-
ción a la persona investigada mientras el Estado sigilosamente acopia las pruebas que
serán usadas en su contra.
En suma, resulta violatorio del debido proceso convocar a un sujeto para que rinda
versión preliminar o declaración indagatoria cuando la actividad inquisitiva del Estado
se ha postergado hasta conseguir un cúmulo tal de elementos probatorios que hagan
imposible o particularmente ardua la defensa. En estas condiciones, puede afirmarse
que el Estado debe permitir que el sujeto investigado rinda versión libre o indagatoria
tan pronto resulte posible formular, en su contra, una imputación penal.
Corte Constitucional. Sentencia C- del de septiembre de , M. P.: Eduardo Cifuentes Muñoz.
Idem.
Corte Constitucional. Sentencia C- del de septiembre de , M. P.: Eduardo Cifuentes Muñoz.
Garantías constitucionales relacionadas con el debido proceso
De allí que resulte violatorio del debido proceso, a la luz del ordenamiento constitucio-
nal, el que el aparato judicial decida tramitar en ausencia un proceso penal, sin utilizar
previamente las herramientas que tiene a mano para notificar del proceso al sindicado.
Si este deber se omite el juzgamiento en ausencia queda viciado de nulidad, a menos
que durante el proceso los sindicados se apersonen del mismo.
– El derecho a ser asistido por un abogado, bien sea que lo designe él mismo o que
se le nombre de oficio, tanto en la investigación previa como en el proceso; y nece-
sariamente cuando sea detenido, procesado o acusado, ya que el artículo señala
como derechos del capturado el de entrevistarse de inmediato con un defensor.
Si el proceso es esencialmente dialéctico la posición del procesado no puede
ser superflua, pues se ha de someter a discusión no sólo lo que acuse, sino tam-
bién lo que elimine o degrade la acusación; y para ello es necesaria la asistencia
del profesional. Es, por consiguiente, un derecho inalienable la selección de
Cfr. Corte Constitucional. Sentencia T- de , M. P.: Antonio Barrera Carbonell.
Corte Constitucional. Sentencia C- del de septiembre de , M. P.: Carlos Gaviria Díaz.
Corte Constitucional. Sentencia T- del de noviembre de , M. P.: Vladimiro Naranjo Mesa.
El debido proceso penal
“Bajo estos supuestos es requisito indispensable que quien obre en representación del sindicado en materia
penal sea un profesional del derecho; empero tampoco puede desconocerse la realidad en la que en
ciertas condiciones no es posible contar con abogados titulados para que cumplan la labor de defensor de
oficio en asuntos penales, lo que le ha llevado a aceptar dentro del marco de la jurisprudencia de esta
corporación que, en casos excepcionalísimos, la ley puede habilitar defensores que reúnan al menos las
condiciones de egresados o de estudiantes de derecho pertenecientes a un consultorio jurídico, desde
luego, garantizando un mínimo de formación e idoneidad técnica y profesional para que puedan atender
a las necesidades profesionales del defendido” (Corte Constitucional. Sentencia C- del de febrero
de , M. P.: Fabio Morón Díaz).
Klaus Tiedemann. Introducción al derecho penal y al derecho penal procesal, Barcelona, Edit. Ariel, ,
pp. y s.
Garantías constitucionales relacionadas con el debido proceso
“La búsqueda de la verdad material, finalidad primordial del proceso penal, requiere que la evidencia,
presupuesto ineludible de la sentencia y exigencia del principio pro reo, no se logre más que mediante la
oposición o choque entre la acusación y su antitético pensamiento, esto es, la defensa. Allí en donde el
sujeto pasivo del proceso penal no conozca la imputación de la que es objeto, no pueda manifestar frente
a la misma sus propias opiniones y demostrar o recabar del juez los elementos de hecho y de derecho que
constituyen sus propias razones, estaremos ante un procedimiento que encierra una autocomposición o
autodefensa, pero nunca ante un verdadero proceso” (Gimeno Sendra. Op. cit., pp. y s.).
El debido proceso penal
Los medios de prueba que puede utilizar el acusado son cualesquiera de los co-
nocidos en derecho. En razón de la finalidad que se persigue en el proceso penal
(la búsqueda de la verdad material) y para concretar el derecho a la igualdad,
debe autorizarse cualquier medio de prueba lícito. Por el contrario, no puede
autorizarse la práctica de medios de prueba cuya ejecución lesione otros derechos
fundamentales.
En resumen, al imputado le asisten los siguientes derechos:
– Al momento de la captura: a ser informado sobre los motivos de la captura
y el funcionario que la ordenó; a entrevistarse de inmediato con su defensor; al
silencio; a que se le asigne intérprete si habla idioma extranjero; y a la presunción
de inocencia.
– En la investigación previa: a la presunción de inocencia; a ser informado
que se ha iniciado investigación previa; a ser oído en versión libre; a solicitar y
controvertir las pruebas; a no autoincriminarse; a estar asistido de abogado de su
confianza o de oficio; a formular peticiones y presentar alegaciones, lo mismo
que recibir a respuestas a ellas; y, a recibir notificaciones.
– En el proceso: a la presunción de inocencia; a ser informado en cuanto sea
posible de que se ha iniciado proceso en su contra; a ser sujeto procesal y titular
Corte Constitucional. Sentencia T- del de febrero de , M. P.: Eduardo Cifuentes Muñoz.
“El principio de ‘igualdad de armas’ (cfr. Tribunal Central. Sentencia del de abril de , R. A. /
), implícitamente contenido en el artículo de la Constitución, despliega aquí todos sus efectos, de
manera que el acusado puede utilizar los mismos medios de prueba que la acusación y formular pregun-
tas a testigos y peritos aun cuando no hayan sido propuestos por él, con la sola limitación de que sean
‘pertinentes’, es decir, que recaigan sobre el tema de prueba reflejado en los escritos de calificación
provisional. La infracción de estas reglas ha de abrir las puertas al recurso de casación por quebranta-
miento de forma (art. LECrim)” (Gimeno Sendra. Op. cit., pp. y s.).
Garantías constitucionales relacionadas con el debido proceso
B.
La defensa del imputado es dual, porque la cumple tanto él como su defensor; por
eso se suele distinguir entre la defensa técnica, que cumple el abogado defensor, y
la material, que se desarrolla por el propio procesado. La defensa técnica es una
obligación del Estado, porque así lo establece el artículo de la Constitución Po-
lítica, de modo que su lesión produce nulidad absoluta en la actuación.
A diferencia del proceso civil, en el cual la capacidad de postulación es ejerci-
da prácticamente con exclusividad por el abogado, en el penal el derecho de de-
fensa lo ejerce de manera simultánea tanto por el abogado defensor como por su
patrocinado. La institución de la defensa penal es una parte procesal que viene
integrada por la concurrencia de dos sujetos procesales, el imputado y su abogado
defensor, en donde ejercita el primero de ellos una defensa privada o material, y
el segundo la defensa pública, formal o técnica.
A pesar de que ambas manifestaciones de la defensa tienden a finalidades
comunes (hacer valer el derecho a la libertad del ciudadano), los presupuestos a
“Y ante la premisa irrefutable de que no basta la nominal existencia de defensor para que esa garantía sea
respetada, también comparte la Corte la afirmación del mismo funcionario (la del ministerio público), de
que ‘La exigencia de la defensa, fundamental como es, no puede quedar en el campo del mero formalis-
mo que se agote con la designación y posesión del defensor, sino que debe manifestarse abiertamente en
la actuación, de forma tal que, si se produce una inactividad del abogado, el quebrantamiento del derecho
solamente puede desconocerse siempre que con fundamento en lo actuado pueda descubrirse que tal
abandono se utilizó como estrategia defensiva.
“‘En caso contrario, es decir, cuando el defensor simplemente no actúa, cuando está ausente del trámite
procesal, cuando no manifiesta interés alguno por el asunto a él encomendado, no desarrolla ninguna
actividad en relación con el proceso que debe atender, es evidente que la actuación nace viciada de nuli-
dad porque no se respeta la base fundamental del proceso que requiere el ejercicio de la contradicción
dialéctica entre acusación y defensa’” (Corte Suprema de Justicia. Sentencia del de junio de , M.
P.: Dímino Páez Velandia).
El debido proceso penal
los cuales obedecen son, sin embargo, distintos. Son principios de derecho pú-
blico los que informan a la defensa técnica y es, en definitiva, la sociedad la que
impone la necesidad de que el procesado sea asistido y defendido por un letrado,
en tanto que son principios liberales individualistas los que orientan la defensa
material y reclaman la exigencia de que el imputado haga valer su propia defen-
sa, bien reaccionando ante la imputación (al negarla o guardar silencio) o bien
aceptando la pretensión de la parte acusadora, pues nadie más que el mismo
imputado está en capacidad de hacer valer su presunción de inocencia. Bien pue-
de decirse que la defensa como instituto procesal es un derecho-deber. Derecho,
porque el imputado puede ejercerlo o renunciar al mismo, según le plazca; deber,
porque el abogado no puede renunciar a la defensa en razón de que la sociedad
tiene interés en ella.
La defensa privada, la que ejerce el imputado, es renunciable, porque puede
callar total o parcialmente si lo quiere, no cumplir ningún acto de postulación, no
intervenir en la práctica de las pruebas, no formular alegaciones ni interponer
recursos, es decir, asumir un papel del todo pasivo, sin ser nula la actuación si el
imputado no la ejerce.
En cambio, la defensa pública o técnica, la que lleva a cabo el abogado defen-
sor, no es renunciable, porque así el imputado exija que no se le defienda el
funcionario judicial debe designarlo de oficio, en razón de que en tal defensa está
interesada la sociedad, y se convierte en nula la actuación procesal que se adelan-
te con total inactividad del defensor; incluso, si se cumplen algunas diligencias
sin su presencia las mismas carecen por completo de validez.
“... e. Dado que la labor defensiva de asistencia al procesado, idiomática y jurídicamente, significa un
despliegue de medios o esfuerzos encaminados a mejorar la situación de aquél, la jurisprudencia de esta
sala ha repudiado la pasividad del defensor, de tal manera que no basta la designación o reconocimiento
de un profesional del derecho en el proceso, sino que se exigen de su parte actos para que la defensa sea
real y efectiva y no se quede en el plano de lo nominal e ilusorio, pues sólo así se satisface la dialéctica
propia del proceso. Por ello, la Corte también ha estimado que la dinámica de la defensa técnica debe
cubrir funciones tales como la comunicación permanente con el sindicado, la asistencia a los actos de
defensa material (indagatoria, reconocimiento en fila de personas, declaraciones con reconstrucción de
hechos, sentencia anticipada), examen de las actuaciones y control de las mismas, reclamo de la libertad
cuando sea procedente, petición y ofrecimiento de pruebas, proposición de diligencias, presentación de
alegatos de defensa e interposición de recursos (Sentencias del de noviembre de , M. P.: Ricardo
Calvete Rangel; del de septiembre de , M. P.: Fernando Arboleda Ripoll; y del de junio de ,
M. P.: Dídimo Páez Velandia).
“También ha precisado la jurisprudencia que es difícilmente mensurable la actividad defensiva, máxime
si la valoración se ensaya desde la perspectiva del juez como tercero imparcial, porque aquella siempre es
parcial, y entonces resulta arriesgado tratar de enmarcar la defensa al gusto del juzgador. No es fácil
detectar si algunos silencios y expectativas del defensor obedecen a una ‘estrategia defensiva’; pero, de
todas maneras, objetivamente sí puede afirmarse que no siempre la mejor defensa es aquella que atiborra
el proceso de peticiones y recursos, sin cuidarse de la pertinencia, que insinúan más un propósito dilatorio
Garantías constitucionales relacionadas con el debido proceso
A. Sólo hay defensa cuando activamente y con la debida diligencia se cumple con la
función. En efecto, ninguna garantía representa para el imputado la designación for-
mal de un defensor si éste no se comporta dentro del proceso con la responsabilidad
que su función le impone, la cual, como se dijo, no se mide por la cantidad de memoria-
les o pruebas que solicite, sino por la representación activa en términos de defender los
intereses de su defendido. Ahora bien, esto no impide afirmar que hay ciertas actuacio-
nes mínimas que deben cumplirse por la defensa, pues allí el silencio implica necesa-
riamente una posición desfavorable, v. gr., presentar alegatos de conclusión o intervenir
en la audiencia pública, a diferencia de aquellos en los que el silencio puede ser estrate-
gia compatible con los intereses de la defensa y la justicia, v. gr., abstenerse de presentar
un recurso cuando no existe probabilidad de éxito y se prefiere otro comportamiento
procesal para ventilar los argumentos, actitud con la que, además, se da cumplimiento
a los principios de economía procesal y celeridad.
que defensivo, pero igualmente tampoco puede reputarse como estratégico el marcado abandono de la
causa encomendada” (Corte Suprema de Justicia. Sentencia del de octubre de , M. P.: Jorge
Aníbal Gómez Gallego).
Jaime Bernal Cuéllar y Darío Bazzani Montoya. “Garantías procesales en la Constitución, los tratados
públicos y desarrollo en la legislación”, en Revista de Derecho Penal y Criminología, Nº , Bogotá, Uni-
versidad Externado de Colombia, Vol. XXI, , p. y s.
Cfr. Gimeno Sendra. Op. cit., p. .
El debido proceso penal
No obstante, otros de los elementos integrantes del debido proceso tienen la estructura
lógica de estándares o reglas que deben ser aplicadas prima facie, y admiten pondera-
ciones o limitaciones útiles, necesarias y proporcionadas para asegurar la vigencia de
otro derecho fundamental o de un interés constitucional de igual entidad. En particu-
lar, el derecho de defensa es uno de aquellos derechos que plantea parámetros de actua-
ción que deben ser regulados por el legislador garantizando su máxima aplicación,
pero cuidándose de afectar otros derechos o bienes constitucionalmente valiosos que se
encuentran en juego en el juicio penal o administrativo. En otras palabras, el derecho
de defensa admite restricciones destinadas al logro de una finalidad legítima de la mis-
ma entidad que el derecho que se restringe, siempre que no afecte su contenido esen-
cial y que se trate de limitaciones útiles, necesarias y estrictamente proporcionadas a
los beneficios que se busca alcanzar.
C .
Así como igualdad y libertad son fines superiores indisolubles, de la misma ma-
nera los derechos fundamentales de la defensa y de la controversia de la prueba
van íntimamente ligados, porque la violación del legítimo contradictorio obsta-
culiza el ejercicio de la defensa. Si el testigo no puede ser interrogado personal-
mente por el procesado y/o el defensor no sólo se restringe el derecho de
Corte Constitucional. SU- del de febrero de , M. P.: José Gregorio Hernández.
Garantías constitucionales relacionadas con el debido proceso
Corte Constitucional. Sentencia C- de , M. P.: Antonio Barrera Carbonell y Fabio Morón Díaz.
“.. Por el contrario, y en lo que concierne a la sentencia, el no análisis y respuesta de los alegatos de los
sujetos procesales (art. .. C. P. P.), particularmente de los defensivos, comporta nulidad de la actua-
ción, como también la genera que el defensor no intervenga en la audiencia de juzgamiento o que inter-
venga pero no defienda, pues como lo ha sostenido la Sala:
“‘... no solamente por la ausencia de defensa técnica se incurre en la vulneración del derecho del sindica-
do a estar asistido por un abogado. Del mismo modo se desconoce el derecho a la defensa cuando el juez
ignora los planteamientos oportunos del apoderado, porque de nada sirve que los profesionales en repre-
sentación del acusado permanezcan atentos al desarrollo del proceso, presenten alegaciones, aporten o
soliciten pruebas o hagan uso de recursos, si el juzgador se niega a oírlos” (Corte Suprema de Justicia.
Sentencia del de marzo de , M. P.: Jorge E. Córboba Poveda).
El debido proceso penal
probatorios se infiere esta o aquella conclusión, sin antes haberse detenido a de-
cir cuál elemento y sobre qué merece o no credibilidad, porque bien puede ocu-
rrir que el funcionario judicial decida darle o no crédito a un determinado testigo,
por ejemplo, mientras que los sujetos procesales están interesados en que se le
niegue o dé ese alcance probatorio, para sustentar sus particulares posiciones,
pues sólo al conocer las razones que invoca el funcionario pueden los sujetos
impugnar ante otra instancia dicha valoración.
No es admisible frente al derecho de controversia que, sin analizar cada uno
de los elementos probatorios o tras valorar sólo parte de ellos, el funcionario
judicial afirme en su providencia que del conjunto probatorio infiere determina-
da conclusión respecto de la forma como ocurrieron los hechos, porque está
obligado a valorar todos y cada uno de los elementos probatorios para fundar su
decisión (art. C. P. P.). Lo contrario obstaculiza el ejercicio del contradicto-
rio a través de los recursos.
La falta de cabal motivación de la decisión por parte del funcionario judicial
se traduce en nulidad, por violación del debido proceso, porque no sólo dificulta
ejercer el derecho de controversia de la prueba, sino también el de defensa. Cuando
el funcionario judicial no motiva su decisión se podrá conocer su voluntad pero
no los fundamentos de la misma, y se vulnerará, así mismo, el derecho a la igualdad.
– A partir del conocimiento que se tenga de la motivación de las decisiones
los sujetos procesales podrán fundamentar los recursos pertinentes. El ejercicio
de la impugnación y del gravamen contra las providencias de los funcionarios
judiciales es otra de las maneras de materializar este derecho fundamental.
Para permitir el conocimiento de la decisión se requiere: a. De la motivación,
y b. De su notificación. Estas concretan el principio de la publicidad, puesto
“... Precisamente, la motivación permite la fundamentación y el control de las decisiones tanto en derecho,
por violación de ley o defectos de interpretación o subsunción, como en hecho, por defecto o insuficiencia
de pruebas o bien por inadecuada explicación del nexo entre convicción y pruebas. Y no sólo en apelación
sino también en casación. Tanto la argumentación jurídica como la fáctica [...] responden efectivamente a la
lógica judicial, deductiva e inductiva, respectivamente. Y son vicios lógicos, censurables también en casación,
no sólo los que violan la lógica deductiva de la subsunción legal, sino asimismo los que contrastan con la
lógica inductiva de la inducción probatoria: por ausencia de argumentos suficientes para confirmar por
modus ponens las hipótesis acusatorias, o por la presencia de argumentos idóneos para invalidarlas por modus
tollens, o, finalmente, por no haber sido desvirtuadas por modus tollens las contrahipótesis defensivas” (Ferrajoli.
Op. cit., p. ).
“La notificación personal se constituye en uno de los actos de comunicación procesal de mayor efectivi-
dad, en cuanto garantiza el conocimiento real de las decisiones judiciales con el fin de dar aplicación
concreta al debido proceso mediante la vinculación de aquellos a quienes concierne la decisión judicial
notificada, es un medio idóneo para lograr que el interesado ejercite el derecho de contradicción plan-
Garantías constitucionales relacionadas con el debido proceso
que la justicia penal debe ser comunicada a las partes y a la sociedad en general;
los fallos y decisiones deben tener suficiente difusión para concretar el fin supe-
rior del conocimiento, con lo cual no sólo se protege el derecho a la información
de las personas afectadas por decisiones judiciales, sino que también se garantiza
la posibilidad de que las mismas puedan controvertir su contenido y alcance.
En resumen, la controversia de la prueba se concreta en lo siguiente:
– En el conocimiento de la fuente del medio probatorio (el testigo, el perito,
por ejemplo).
– En el conocimiento del medio probatorio (el testimonio, el dictamen, etc.),
para interrogar o contrainterrogar, pedir ampliación o aclaración del dictamen u
objetarlo, etc.
– En las particulares valoraciones de la prueba que hacen los sujetos pro-
cesales.
– En el conocimiento por parte de los sujetos de las valoraciones probatorias
que hacen los demás.
– En el conocimiento de la valoración probatoria que hace el funcionario
judicial (motivación de la providencia y notificación de la misma).
– En la interposición de recursos contra las decisiones que contienen tales
valoraciones.
I V.
teando de manera oportuna sus defensas y excepciones” (Corte Constitucional, Sala Plena. Sentencia
del de julio de , M. P.: José Gregorio Hernández Galindo).
Cfr. Sentencia T- del de febrero de , M. P.: Eduardo Cifuentes Muñoz.
El debido proceso penal
V. “ ”
El conocido principio denominado non bis in idem, según el cual nadie puede ser
juzgado o condenado dos veces por el mismo hecho, se encuentra consagrado en
nuestro estatuto supremo como un derecho fundamental, que hace parte de las
garantías del debido proceso, contempladas en el artículo de la Carta.
A pesar de que se acepta generalmente en el ámbito interno, con frecuencia
las legislaciones desconocen la condición de cosa juzgada a todas las sentencias
de tribunal extranjero, tal como lo hace el artículo del Código Penal colombia-
no.
El Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos dispone en su artículo
.: “Nadie podrá ser juzgado ni sancionado por un delito por el cual haya sido
ya condenado o absuelto por una sentencia firme de acuerdo con la ley y el pro-
cedimiento penal de cada país”. A su turno el artículo . de la Convención
Americana de Derechos Humanos ordena: “El inculpado absuelto por una sen-
tencia firme no podrá ser sometido a nuevo juicio por los mismos hechos”. Pue-
de notarse que la Convención Americana reduce la aplicación del principio, al
consagrarlo en favor del “inculpado absuelto”, permitiendo entender que el con-
denado sí puede ser sometido a nuevo juicio.
La consecuencia más importante que se deriva del aludido principio es la
inadmisión de revisión de una sentencia firme, en contra del imputado absuelto
o condenado por un hecho punible menos grave o a una pena más leve que la
El debido proceso penal
correspondiente. Se quiere evitar así que la persona sufra la reacción penal más
de una vez por el mismo hecho, que sea perseguida de nuevo para condenarla,
cuando fue absuelta, o para imponerle una pena superior a la que resultó del
primer procedimiento (con anulación, en este último caso, de la primera condena).
Impide la múltiple persecución penal toda posibilidad de establecer el recurso de
revisión en disfavor del imputado absuelto o condenado por un delito más leve.
De cara a este derecho fundamental no se puede adelantar nuevo proceso en
contra de quien ha sido absuelto, condenado a una pena inferior a la que le
correspondiere o favorecido con cualquier decisión que haga tránsito a cosa juzga-
da (sentencia o preclusión de la investigación o cesación de procedimiento); así
mismo este principio impide que por el mismo hecho en un mismo proceso reciba
el imputado doble sanción, cuando se está ante el concurso aparente de tipos.
Este principio sólo es operante en los casos en que exista identidad de causa, de
objeto y de la persona a la cual se le hace la imputación.
La identidad en la persona significa que el sujeto incriminado debe ser la misma perso-
na física en dos procesos de la misma índole.
La identidad del objeto está constituida por la del hecho respecto del cual se solicita la
aplicación del correctivo penal. Se exige entonces la correspondencia en la especie fáctica
de la conducta en dos procesos de igual naturaleza.
Así las cosas, cuando se adelanta un proceso disciplinario y uno penal contra una mis-
ma persona, por unos mismos hechos, no se puede afirmar válidamente que exista
identidad de objeto ni identidad de causa, pues la finalidad de cada uno de tales proce-
sos es distinta, los bienes jurídicamente tutelados también son diferentes, al igual que
el interés jurídico que se protege. En efecto, en cada uno de esos procesos se evalúa la
conducta del implicado frente a unas normas de contenido y alcance propios. En el
proceso disciplinario contra servidores estatales se juzga el comportamiento de éstos
frente a normas administrativas de carácter ético destinadas a proteger la eficiencia,
eficacia y moralidad de la Administración Pública; en el proceso penal las normas bus-
can preservar bienes sociales más amplios.
Cfr. Pedro Pablo Camargo. El debido proceso, Bogotá, Edit. Leyer, , p. .
“La finalidad de la cosa juzgada es la seguridad jurídica, consistente en la estabilidad del orden y en la
Garantías constitucionales relacionadas con el debido proceso
Tampoco podría negarse que las equivocaciones de los jueces, cuando en ellas incu-
rren, constituyen fuentes de injusticias y de violaciones a los derechos de quienes tie-
nen interés en los resultados del proceso, razón que justifica la existencia de múltiples
medios de control previos, concomitantes y posteriores a la adopción de los fallos, a fin
de asegurar que quien se considere lesionado en sus derechos pueda obtener que se
corrija el rumbo del proceso, impugnar el fallo que le es adverso y verificar en diferen-
tes momentos procesales si el juicio se ajusta a las prescripciones constitucionales y
legales, dentro de un conjunto de garantías que nuestra Carta Política cobija bajo la
institución del debido proceso consagrado en su artículo . La ley, en su desarrollo,
establece recursos judiciales ordinarios y extraordinarios, impedimentos, recusaciones,
principios de valoración y contradicción de las pruebas, nulidades y oportunidades de
impugnación contra las providencias proferidas por el juez, entre otros medios cuyo
objeto es el de verificar la observancia de la legalidad, la imparcialidad del juzgador, el
respeto a los derechos de los afectados por sus decisiones y el mayor grado de justicia
en el contenido de éstas, además de las formas de responsabilidad patrimonial del Es-
vigencia de un sistema que garantiza que se aplicará la justicia de manera definitiva. Una preocupación
en todos los tiempos es la satisfacción del derecho mediante actos de justicia. Si ésta se hace indefinida, se
conforma una incertidumbre que hace imposible la convivencia digna. Sería sentar el precedente de que
las partes estarían sujetas a cualquier eventualidad y, en ese orden de ideas, por ejemplo, no existirían
situaciones jurídicas consolidadas. Se daría el caso del título jurídico relativamente eficaz, de la obliga-
ción condicionada a los posibles cambios de parecer y, lo que es peor, una existencia vacilante del aparato
judicial. Todo sería, en última instancia expectativa de derecho ante la indeterminación de la justicia”
(Corte Constitucional. Sentencia T- del de septiembre de , M. P.: Vladimiro Naranjo Mesa).
“Debe distinguirse entre los conceptos que en la doctrina se conocen bajo las denominaciones de cosa
juzgada material y cosa juzgada formal. La segunda hace que no se pueda volver a revisar la decisión
adoptada mediante fallo ejecutoriado dentro del mismo proceso y por los mismos hechos y fundamentos
que motivaron tal resolución, mientras que la primera, también conocida como cosa juzgada sustancial,
implica la absoluta inmutabilidad de la sentencia en firme, no ya dentro de un proceso determinado, sino
ante cualquier otro proceso y en relación con cualquier motivo o fundamento, pues a ella se accede por el
agotamiento de todas la posibilidades procesales y supone, por tanto, que la actividad jurisdiccional del
Estado se desplegó íntegramente en relación con la materia debatida” (Corte Constitucional. Sentencia
C- del º de octubre de , M. P.: José Gregorio Hernández Galindo).
El debido proceso penal
tado y del propio juez por los perjuicios que ocasione un yerro judicial debidamente
establecido por la jurisdicción correspondiente.
Idem.
“Además, sin el principio de la cosa juzgada el proceso no tendría razón de ser. El medio que no conduce
a un fin es absolutamente inocuo. Desestabilizar, pues, el orden jurídico mediante la relativización de la
cosa juzgada equivale a desconocer un logro que la humanidad, desde los juristas romanos, descubrió: la
intangibilidad de la cosa juzgada como principio conveniente para la convivencia humana y necesario
para lograr el orden social justo; y ese principio, por su razonabilidad, se hizo válido en todos los tiempos
y en todos los lugares, no como ficción, sino como muestra de la operatividad de la función judicial que
es capaz de discernir, verificar y luego dar a cada uno lo suyo, de manera cierta y definitiva. No en vano
se sentó la máxima res iudicata pro veritate habetur (la cosa juzgada la tenemos por verdadera), para
significar que el proceso termina con una sentencia que no es producto del arbitrio injustificado, sino de
la consumación de unos actos coordinados que se ordenan a un fin racional: la justicia” (Corte Constitu-
cional. Sentencia T- del de septiembre de , M. P.: Vladimiro Naranjo Mesa).
Garantías constitucionales relacionadas con el debido proceso
VII.
A.
innecesaria, pues esto se convierte en una violencia injustificada por parte del
Estado, que causa perjuicios graves para el imputado. También la víctima tiene
derecho a saber si se le repara o no el daño causado, y a percibir lo más rápido el
pago de la indemnización correspondiente.
– La sociedad también tiene derecho a saber cuál es la solución al conflicto
que genera el delito, porque dado el carácter público del derecho penal, en el cual
no sólo están comprometidos los intereses de los sujetos procesales, sino también
los del Estado y la sociedad, ésta tiene el derecho a que los jueces, frente a la
realización de un hecho, se pronuncien en el sentido de si constituye delito o no,
si lo realizó o no la persona imputada, si se aplica o no la pena correspondiente y
si se indemniza o no a la víctima. Sólo una pronta y cumplida justicia despierta
los sentimientos de confianza y de solidaridad de los asociados en los organismos
dispensadores de justicia.
B .
Tal como se definió, el debido proceso, desde el punto de vista formal, es una
sumatoria de actos consecutivos y preclusivos; de ahí que las actuaciones judiciales
deben cumplirse de manera ordenada y dentro de unos plazos prefijados, para
evitar la intromisión de la anarquía dentro del proceso, protagonizada por los
sujetos procesales o por los funcionarios judiciales.
Es por esto que la ley tiene mecanismos para la concreción de la celeridad: los
principios de la preclusión y de la concentración.
La preclusión. La ley señala a los jueces y fiscales términos para desarrollar
sus actuaciones (práctica de pruebas) y para la adopción de providencias dentro
del proceso, por lo cual son ilegales las pruebas que practiquen por fuera del
término correspondiente, lo mismo que merecedores de sanciones disciplinarias
los retardos injustificados, además de constituir causal de impedimento y de re-
cusación. La ley no sólo señala exigencias respecto de quien es competente para
realizar un acto procesal, sino también del modo, lugar y tiempo en que el mismo
debe llevarse a cabo.
“No puede perderse de vista que, por otra parte, la permanencia indefinida de una persona a la expecta-
tiva de actos que resuelvan acerca de su situación jurídica, en especial cuando se tiene conocimiento
público sobre la iniciación de procesos penales e investigaciones en su contra, ocasiona necesariamente
un perjuicio a su honra y a su buen nombre. Si bien ello acontece como contingencia propia de la activi-
dad estatal ordenada a la persecución del delito, la persona cuya conducta está sub judice tiene derecho a
una definición pronta y cierta sobre el particular, de modo que la falta de observancia de los términos
para hacerlo compromete también, inconstitucionalmente, la reputación del individuo y afecta su dignidad”
(Corte Constitucional. Sentencia T- de , M. P.: José Gregorio Hernández Galindo).
Garantías constitucionales relacionadas con el debido proceso
El desarrollo de los procesos con invariable apego a los términos señalados en la ley,
además de realizar el principio de celeridad –aplicable a todas las actuaciones estatales–,
permite a quienes participan en ellos obtener conocimiento preciso sobre los distintos
momentos de definición y acudir con mayor seguridad a las sucesivas etapas procesa-
les, en defensa de sus derechos.
Los sujetos procesales, por razón del mismo principio preclusivo y del de lealtad
procesal, deben realizar los actos de postulación y demás inherentes a los dere-
chos que les corresponden en el proceso, dentro de ciertos términos, de modo
que vencidos los mismos no es posible volver sobre etapas superadas para darles
la oportunidad de repetir actuaciones en las que no intervinieron por negligencia
o mala fe.
La concentración. El principio de concentración también desarrolla la celeri-
dad, porque obliga a que las audiencias no se interrumpan en forma injustificada
y, si fuere necesario hacerlo, se reanuden lo más pronto posible. Esto quiere decir
que no es suficiente que se inicie la audiencia pública y se cite a sesiones con
intervalos considerables, porque ello atenta contra la concentración, puesto que
el juez puede olvidar lo debatido en las primeras intervenciones. No basta, para
impedir la libertad provisional durante la etapa de juzgamiento, que se inicie la
audiencia y se interrumpa de manera prolongada e indefinida, por medio de la
fijación de varias sesiones, distantes las unas de las otras, porque se atenta contra
la concentración y el principio de celeridad reconocidos por tratados internacio-
nales y por nuestra Constitución.
Corte Constitucional. Sentencia T- del de abril , M. P.: José Gregorio Hernández Galindo.
El debido proceso penal
D.
a fin de evitar deslealtad por parte de los sujetos procesales, que se traduzca en
innecesarias e injustificadas dilaciones.
. Impedimentos y recusaciones. Como una medida de eficacia para resolver la
problemática que genera la violación del principio de celeridad, el estatuto de
procedimiento penal señala como causal de impedimento y de recusación que el
funcionario judicial haya dejado vencer, sin actuar, los términos que la ley señala
al efecto, salvo que la demora se justifique en la debida forma (art. . C. P. P.),
lo cual guarda consonancia con lo establecido en el artículo de la Constitu-
ción Política, que manda: “... los términos procesales se observarán con diligen-
cia y su incumplimiento será sancionado...”.
Esto quiere decir que la negligencia judicial en la tramitación de los procesos
penales podrá ser contrarrestada con eficacia, siempre y cuando las partes inte-
resadas hagan valer dicho derecho que la ley les reconoce por vía de la recusación
o de la queja ante el funcionario competente; para ello es necesario que los suje-
tos procesales afectados abandonen el temor a las represalias procesales de los
funcionarios judiciales y gestionen y velen por que las medidas disciplinarias
previstas en la ley sean efectivas y se ejecuten debidamente, a fin de que los actos,
resoluciones y notificaciones se practiquen en tiempo.
“Aceptada la premisa anterior, es forzoso concluir que no se aviene al debido proceso y, por el contrario,
lo niega, la configuración de una etapa investigativa carente de término. Se contraviene la idea medular
del proceso que se sustenta en la esenciabilidad y en la previsibilidad de las formas, pues una etapa
indefinida en el tiempo no canaliza ni puede servir de molde idóneo a la actividad del Estado que reclama
disciplina y orden y que, en la investigación del delito, debe avanzar de manera progresiva y a través de
una serie de actos vinculados entre sí y orientados hacia un resultado final que necesariamente se frustra-
ría si a las diferentes etapas no se les fija término, más aún si son contingentes y puramente instrumentales,
como acaece con la investigación previa...” (Corte Constitucional, Sala Plena. Sentencia C- del de
septiembre de , M. P.: Eduardo Cifuentes Muñoz).
“Evidentemente, la norma que se analiza pretende impedir eventuales actuaciones abusivas de alguna de
las partes que, faltando a la lealtad procesal, guarde silencio sobre la existencia de una nulidad originada
en la etapa de instrucción para invocarla posteriormente, con lo cual obstaculiza el debido y normal
desarrollo del proceso, atentando contra los principios de celeridad y eficacia que rigen la administración
de justicia (arts. y C. P.)” (Corte Constitucional. Sentencia C- del de septiembre de , M.
P.: Antonio Barrera Carbonell).
“Considera la Corte que no se trata únicamente de velar por el cumplimiento de los términos por sí
mismos, ya que él no se concibe como fin sino como medio para alcanzar los fines de la justicia y la
seguridad jurídica, sino de asegurar que, a través de su observancia, resulten eficazmente protegidos los
derechos de los gobernados, muy especialmente el que tienen todas las personas en cuanto a la obtención
de pronta y cumplida justicia.
“Al tenor del artículo de la Carta, ‘ningún servidor público entrará a ejercer su cargo sin prestar
juramento de cumplir y defender la Constitución y desempeñar los derechos que le incumben’. Ese
juramento compromete al juez y conduce a su responsabilidad cuando falta a su deber, según los artícu-
los º y de la Constitución” (Corte Constitucional, Sala Tercera de Revisión. Sentencia T- del
de junio de ).
Garantías constitucionales relacionadas con el debido proceso
E.
La inmediatez significa, en primer lugar, que el juez debe dictar la sentencia con
base en hechos y pruebas que haya percibido él mismo; se proscribe, por consi-
guiente, la práctica de las pruebas por otro funcionario. En segundo lugar, per-
mite que el juez obtenga la prueba de la propia fuente, y le prohibe, para llenar
vacíos, acudir al contenido de piezas incorporadas durante la investigación.
Tal como se dijo, la celeridad y la inmediatez permiten desarrollar el princi-
pio de la concentración, conforme al cual el procedimiento debe agotarse en lo
posible sin interrupciones, pues si se dan debe continuarse lo más pronto la
diligencia de audiencia iniciada. Así, por ejemplo, el § del Código de Proce-
dimiento Penal alemán determina que el proceso sólo puede interrumpirse por
máximo diez días, o hasta treinta como máximo en procedimientos muy prolon-
gados, dado que si pasa ese lapso el tribunal debe repetir el proceso desde el
principio. También dispone el § del mismo código que antes del término de
la vista debe emitirse la sentencia, pues si por algún motivo especial no fuere
posible la misma debe dictarse a más tardar el undécimo día posterior a la clausu-
ra del juicio, y si no se hace hay que dar inicio de nuevo a la vista pública.
Un proceso rápido también tiene la función de asegurar la prueba, porque
mientras menos tiempo transcurra entre su práctica y la sentencia se evita de
manera más eficaz que los medios probatorios sean falseados. Por esta razón,
según la jurisprudencia del Tribunal Constitucional Federal y del Tribunal Su-
premo Federal alemanes, un tiempo de duración demasiado prolongado del pro-
cedimiento es causa para la atenuación de la pena.
A.
Cfr. Horts Schonbohm y Norbert Losing. Proceso penal. Juicio oral en América Latina y Alemania,
Fundación Konrad Adenauer, , p. .
El debido proceso penal
B.
C.
La oralidad dispensa mayor economía, seguridad y rapidez, y forza más la atención del
juez porque la argumentación dialéctica es viva, directa y facilita la aclaración de aspec-
tos grises, además que permite ver el leguaje gestual, al revés de los actos escritos que
solo pueden dar ideas pálidas, limitadas y oscuras de la realidad. Propicia la vinculación
del juez y las partes con impresión directa y viva de la actividad probatoria a finiquitar
en una o escasas audiencias, como no ocurre en el escrito, donde el funcionario casi no
conoce a las partes y delega funciones que impiden el debido control y la cabal aprecia-
ción de la prueba.
Yesid Ramírez Bastidas. Sistema procesal colombiano, Bogotá, Ediciones Jurídicas Gustavo Ibáñez, ,
p. .
El debido proceso penal
Sostener que en tales casos no procede la aplicación de la ley más favorable es hacer una
interpretación errada, retardataria y antiliberal, que busca ponerle cortapisas al princi-
pio de legalidad; sería inconcebible, por no decir otra cosa, que cuando una nueva
normatividad procesal vulnere conquistas procesales y derechos adquiridos el procesa-
do no pudiera invocar la aplicación del viejo rito procesal por considerarlo más favora-
ble que el nuevo.
Fernando Velásquez Velásquez. Derecho penal. Parte general, Bogotá, Edit. Temis, , p. .
El debido proceso penal
En efecto, resultaría poco razonable entender que para el constituyente basta la simple
mención de la inconformidad sobre una sentencia para imponer el deber de revisarla o
reexaminarla automáticamente y para remover la actuación judicial y la sentencia co-
rrespondiente sin la definición de los motivos de la inconformidad; por ello, es claro
que el legislador entendió, cabalmente, que dentro del marco de la nueva normatividad
constitucional nada se opone a que se exija la debida sustentación de la apelación y del
recurso propuesto, y así lo advirtió la Corte en el fallo que se transcribe. De otra parte,
es claro que esta situación habilita al juez de segunda instancia para inhibirse de fallar
sobre el recurso no sustentado, como lo hace la providencia judicial contra la que se
plantea la acción autónoma de tutela que se examina.
A.
Corte Constitucional. Sentencia C- del de mayo de , M. P.: Fabio Morón Díaz.
Cfr. Corte Constitucional. Sentencia del de agosto de , M. P.: José Gregorio Hernández
Galindo.
El debido proceso penal
B.
“ ”
Corte Suprema de Justicia. Sentencia de casación del de octubre de , M. P.: Edgar Saavedra
Rojas.
El debido proceso penal
Si el juez de segundo grado adquiere competencia sólo en función del recurso inter-
puesto por el procesado y sólo para revisar la providencia en los aspectos en que pueda
serle desfavorable (tal como se desprende del precepto constitucional) no puede, so
pretexto de que ha encontrado alguna irregularidad en el proceso o en la sentencia,
cuya enmienda conduce a un empeoramiento de la situación del apelante, declararla si
tal empeoramiento fatalmente habrá de producirse. Eso equivaldría ni más ni menos
que a encubrir la violación de la norma superior. Tal es lo que ocurre en el caso en
estudio. Decretar la nulidad arguyendo que la pena impuesta no es la que corresponde
porque la pertinente es la contemplada en otra norma, que la ha aumentado de manera
considerable, equivale a agravar la situación del condenado, en contravía de lo que la
Constitución dispone.
Garantías constitucionales relacionadas con el debido proceso
Se trata de un juego limpio –que, en el fondo, tal es el debido proceso– que ninguna de
las partes puede infringir, y mucho menos el Estado, a cuyo cargo está la guarda de la
garantía. Hay oportunidades y mecanismos adecuados para enmendar errores. Su en-
mienda, así se juzgue de alta conveniencia, no puede tener lugar en cualquier momento
y bajo cualquier condición que la norma superior no haya previsto. Porque lo que se
juzga un interés general no puede sacarse avante por encima de la propia normatividad
que lo consagra y delimita. Proceder de ese modo sería subrogar la voluntad del fun-
cionario a la Constitución y, por ende, destruir el Estado de derecho en beneficio de
intereses de ocasión, así se juzguen de la más alta estirpe.
Corte Constitucional. Sentencia T- del de abril de , M. P.: Fabio Morón Díaz.
Sentencias T- del de junio de , M. P.: Ciro Angarita Barón; T- del de julio de , M.
P.: Eduardo Cifuentes Muñoz; C- del de febrero de , M. P.: José Gregorio Hernández Galindo;
T- del de junio de , M. P.: Jorge Arango Mejía; T- del de diciembre de , M. P.:
Eduardo Cifuentes Muñoz; T- del de diciembre de , M. P.: Eduardo Cifuentes Muñoz; T-
del de marzo de , M. P.: Jorge Arango Mejía; T- del de mayo de , M. P.: Eduardo
Cifuentes Muñoz; T- del de junio de , M. P.: Hernando Herrera Vergara; C- del de
agosto de , M. P.: José Gregorio Hernández Galindo.
Corte Constitucional. Sentencia T- del de julio de , M. P.: Carlos Gaviria Díaz.
El debido proceso penal
C.
“ ”
.
“ ”
“Pese a la aparente fuerza de la tesis anterior, la Sala Plena no coincide con su aplicación por las siguientes
razones. El principio de legalidad no puede ser interpretado de manera estrecha al punto que desconozca
el sentido mismo que dio origen a su elaboración. En efecto, la legalidad es una conquista en el derecho
penal que garantiza certeza jurídica, no sólo de la conducta reprochada o de la sanción sino de la decisión
judicial que impone una pena o que absuelve al procesado. Dicho de otro modo, este principio se convier-
te en una protección de la confianza en el proceso penal, el cual, incluye naturalmente la sentencia. De
ahí pues que si la pena sólo está determinada en la decisión judicial –antes de la sentencia la sanción es
solamente determinable entre un mínimo y un máximo que será concretada por el juez–, es en la senten-
cia cuando se logra el máximo de certeza jurídica que se propone el Estado de derecho. Por este motivo,
si el superior empeora la situación del apelante único, no sólo quebranta la confianza en el fallo que el
principio de legalidad protege, sino que se generan consecuencias sorpresivas naturalmente no calcula-
das por el sindicado” (Corte Constitucional. SU- de , M. P.: Jairo Charry Rivas).
Cfr. Corte Constitucional. SU- de ., M. P.: Carlos Gaviria Díaz.
Cfr. idem y SU- de , M. P.: Hernando Herrera Vergara.
Cfr. Corte Constitucional. Sentencias T- de , M. P.: Antonio Barrera Carbonell y T- de
, M. P.: Eduardo Cifuentes Muñoz.
Cfr. Corte Constitucional. Sentencia T- de , M. P.: Jorge Arango Mejía.
Garantías constitucionales relacionadas con el debido proceso
D.
Ahora bien, no consulta el espíritu del precepto el que diga el ministerio público que la
defensa al recurrir al superior comprometió irregularmente a los absueltos, pues la deci-
Cfr. Corte Constitucional. Sentencia T- de , M. P.: Eduardo Cifuentes Muñoz.
Cfr. Corte Constitucional. SU- de , M. P.: Carlos Gaviria Díaz.
Cfr. idem.
Cfr. Corte Constitucional. Sentencias T- de , M. P.: José Gregorio Hernández Galindo, y T-
de , M. P.: Carlos Gaviria Díaz.
El debido proceso penal
sión del ad quem no los cobija. Dado que el sentenciador únicamente puede estudiar los
aspectos favorables a los procesados –condenados o no–, cualquier otra determinación
que tome en contra de sus intereses es notoriamente ilegal y como tal ha de revocarse. El
superior debe transitar por el sendero de lo estrictamente permitido en la Constitución,
sin que tenga la posibilidad de agravar la pena, entendiéndose por tal no sólo el incremen-
to en sí sino todo aquello que cause un perjuicio notorio a sus intereses.
Tal vez no sobra decir que en materia de consulta el ad quem adquiere competen-
cia de oficio, esto es, sin que medie petición o instancia de parte, para revisar sin
ninguna restricción la sentencia sometida a su conocimiento y de este modo co-
rregir o enmendar los errores jurídicos con miras a lograr la certeza y el
juzgamiento justo; pues la misma se establece por motivos de interés público y
en algunos casos con miras a proteger a la parte más débil en la relación jurídica
correspondiente, para que el juez de segunda instancia haga imperar el principio
de legalidad.
Si hay respeto a los derechos ajenos y no abuso de los propios son pocos los
conflictos entre las personas, entre las organizaciones y entre éstas y aquéllas; de
esta manera se asegura la convivencia pacífica y la vigencia de un orden justo, tal
como lo quiere la Constitución (art. º). Pero si hay conflictos, éstos han de ser
resueltos en forma pacífica (art. C. N.) y con la participación de quienes los
Corte Suprema de Justicia. Sentencia de casación del de junio de , M. P.: Jorge Enrique Valencia M.
“La consulta es una figura distinta de la apelación. Se surte obligatoriamente en los casos y con las
características que defina la ley, sin contar con la voluntad de las partes. A diferencia de la apelación, no
es un recurso. Por eso no hay apelante y, por ende, la competencia del juez de segundo grado no depende
de si una sola o ambas partes aspiran a la modificación de la sentencia proferida en primera instancia, de
tal manera que goza de atribuciones suficientes para reformar y aun revocar el proveído que se somete a
su conocimiento. Pero, desde luego, habrá de tenerse en cuenta el motivo de la consulta, es decir, el
interés que con ella se busca tutelar, a fin de establecer, dentro de las características propias que ofrece en
las distintas jurisdicciones, hasta dónde podría llegar el juzgador en el momento de introducir cambios a
la providencia en cuestión” (Corte Constitucional. Sentencia C- del de febrero de , M. P.:
José Gregorio Hernández Galindo).
“La consulta, al permitir que el superior jerárquico revise la decisión del juez de primera instancia para
confirmarla o modificarla, en todo o en parte, se erige como una garantía jurídica tanto para el sindicado
como para el Estado, así como para todas las demás personas que intervienen en el proceso. Por garanti-
zar los derechos de todos los anteriores, y no sólo del sindicado, su trámite es obligatorio y no es potestativo
del juez si le da curso o no. En los casos en que resulta procedente, tanto el a quo como el ad quem deben
tramitarla” (Corte Constitucional. Sentencia C- de , M. P.: Vladimiro Naranjo Mesa).
Garantías constitucionales relacionadas con el debido proceso
afectan (art. º), bien sea en forma directa por las partes involucradas o acudien-
do a los jueces, si no hay acuerdo entre los interesados.
Es entonces el acceso a la administración de justicia (art. C. N.) garantía
de la convivencia y del orden justo, porque el conflicto que no pueda resolverse
por las partes involucradas de manera pacífica debe solucionarse por un tercero
imparcial, que es el juez.
Para la consecución de los fines esenciales del Estado, de asegurar la convi-
vencia pacífica y la vigencia de un orden justo, no basta que las personas cumplan
con los deberes y obligaciones impuestos mediante el artículo de la Constitu-
ción, sino que se requiere también que los organismos del poder público cum-
plan con lo suyo y, en el tema que nos ocupa, se permita el acceso al juez, como
garantía del debido proceso.
La justicia que se demanda a la autoridad judicial a través del derecho públi-
co abstracto de la acción o de la intervención oficiosa, cuando ésta deba operar, se
encuentra rodeada de una serie de garantías constitucionales, entre otras la del
acceso a la administración de justicia, que no sólo implica la ejecución de los
actos de postulación correspondientes para poner en actividad el aparato juris-
diccional, sino, así mismo, la seguridad jurídica de que se llevará a cabo el adelan-
tamiento del proceso con la mayor celeridad posible, sin dilaciones injustificadas,
y se obtendrá la oportuna decisión final que resuelva de fondo la situación con-
flictiva materia del debate.
De nada sirve que se establezcan instituciones dispensadoras de justicia –las
distintas jurisdicciones (arts. y C. N.)–, mecanismos de protección de los
derechos fundamentales –habeas corpus (art. ), acción de tutela (art. ), acción
de cumplimiento (art. ), acciones populares (art. ), acciones de inconstitu-
cionalidad y nulidad (arts. , . y )–, que se consagre del debido proceso
(art. ), el establecimiento de la administración de justicia como función estatal
(art. ), el sometimiento de los jueces al imperio de la ley y la aplicación de ésta
con observancia del principio de igualdad (arts. y ), etc., si no se señalan
términos judiciales y la perentoria exigencia de su cumplimiento, para que dentro
de los mismos se adopten las decisiones que pongan fin a las controversias
sometidas a conocimiento de los jueces.
El acceso a la administración de justicia es el derecho que tiene toda persona
de obtener: la actividad del aparato jurisdiccional demandada, la iniciación del
proceso –si a ello hubiere lugar–, la posición real de ser escuchada, la evaluación
de sus argumentos y alegaciones, el trámite de sus peticiones y la resolución de
sus recursos, a lo largo de la actuación y hasta la terminación de la misma, y la
ejecución de la respectiva sentencia. Esto pone de manifiesto que el acceso a la
administración de justicia es inescindible del debido proceso.
El debido proceso penal
El incumplimiento y la inejecución sin justa causa o razón cierta de una actuación que
por sus características corresponde adelantarla de oficio al juez desconocen y vulneran
los presupuestos esenciales del principio y derecho fundamental al debido proceso.
Dentro de este contexto, los derechos a que se resuelvan los recursos interpuestos, a
que lo que se decida en una providencia se haga conforme a las normas procesales, y a
que no se incurra en omisiones o dilaciones injustificadas en las actuaciones que co-
rresponden al juez como autoridad pública, hacen parte integral y fundamental del
derecho al debido proceso, y al acceso efectivo a la administración de justicia.
Corte Constitucional. Sentencia T- del de agosto de , M. P.: Hernando Herrera Vergara.
Garantías constitucionales relacionadas con el debido proceso
C .
A pesar de que pudiera no considerarse como una garantía del debido proceso,
sin duda se relaciona con éste el derecho de quien ha sido condenado en virtud
de error judicial a obtener el pago de la indemnización por los daños causados
por decisiones judiciales injustas.
El principio de la responsabilidad de los poderes públicos se relaciona con
claridad con varios derechos fundamentales, y ante todo con los de legalidad, se-
guridad jurídica y responsabilidad del funcionario judicial, al proscribirse toda ac-
tuación carente de justificación o arbitraria de los distintos operadores jurídicos.
A diferencia de los particulares, quienes pueden actuar en forma libre dentro
del ámbito de lo que no está prohibido de manera expresa por el ordenamiento,
los servidores públicos sólo pueden actuar en pro del interés general, dentro del
marco de lo que se asigna en forma manifiesta a su propia competencia, con
sujeción a los procedimientos fijados por la ley y con respeto de las garantías y
derechos constitucionales y legales.
Si los poderes públicos están obligados a actuar de acuerdo con la Constitu-
ción y la ley, el incumplimiento de tal obligación debe comportar, ineludiblemente,
una respuesta del ordenamiento jurídico, tanto de tipo sancionatorio respecto de
los funcionarios responsables de infracciones administrativas como de carácter
indemnizatorio en favor de quienes resulten perjudicados por la actuación de
parte del Estado y, solidariamente, del servidor público.
Esta responsabilidad se concreta en el resarcimiento que, en principio, debe
afrontar el Estado, sin perjuicio de la que pudiera recaer sobre los funcionarios
responsables del error judicial.
Consejo de Estado, Sala de lo Contencioso Administrativo, Sección Tercera. Sentencia del de octubre
de , C. P.: Daniel Suárez Hernández. Sobre la responsabilidad del Estado por la privación injusta de
la libertad, cfr. Sentencia del de septiembre de de la Sala de lo Contencioso Administrativo,
Sección Tercera.
Garantías constitucionales relacionadas con el debido proceso
Una responsabilidad civil por el daño crearía el riesgo de intimidar y paralizar la fun-
ción judicial frente a toda la alta y adinerada criminalidad de los poderosos; y de produ-
cir, más que una mayor responsabilización, una huida de los jueces de la responsabilidad
del juicio. Sobre todo en Italia, donde la criminalidad está cada vez más vinculada al
capital financiero, sería imposible pedir a un juez que arriesgara inviables resarcimien-
tos al proceder por uno de los innumerables delitos de quiebra fraudulenta, malversa-
ción, falsedades contables, abusos inmobiliarios y corrupciones de los que está hecha
hoy la ordinaria administración de nuestro sistema político y económico. El peligro de
tener que resarcir la totalidad del daño comprometería el sereno y desinteresado ejerci-
cio de la función judicial, involucrando al juez en los intereses de las partes en conflicto
y haciendo retroceder a la justicia a formas de discriminación clasista en la dirección
única de la delincuencia de los pobres.
Como se observa, tanto la acción autónoma como la del llamamiento están consagradas
en el código administrativo a favor del Estado y como sanción contra el funcionario que
con su conducta seriamente irregular (dolosa o gravemente culposa) pudo comprome-
ter la responsabilidad de aquél. Y cuando se habla de funcionario se entiende cualquier
autoridad pública, como lo señala el artículo de la Constitución; razón que impide
En otros términos, el juez puede responder personalmente en los eventos del artículo
del Código de Procedimiento Civil por los daños causados a las partes; y puede ser
obligado a pagar, ya no a los perjudicados, sino al Estado por la vía de la repetición,
cuando su conducta dolosa o gravemente culposa haya incidido en la condena impuesta
a éste.
La Constitución ata todos los poderes públicos. Esta vinculación no plantea pro-
blemas doctrinales, porque históricamente surge la Carta como norma destinada
a limitar el poder del Estado, regulando su estructura y sus relaciones con los
ciudadanos. Situación distinta es la atinente a los particulares, que ha originado
un amplio debate en la doctrina, centrado en especial en la vinculación de aquéllos
por los derechos y libertades constitucionales de los demás. Se sostiene que la
misma no se corresponde con una sujeción efectiva de los ciudadanos, porque
ésta sólo podrá derivar de la ley, por no tener entonces la Constitución, según
esta posición, la función de limitar la actuación de aquéllos, sino tan sólo la del
poder público.
Estas últimas afirmaciones se fundamentan en que, frente al incumplimiento
del ciudadano de los deberes constitucionales y de las supuestas obligaciones
que se derivan de la sujeción a los derechos y libertades de los demás, la Consti-
tución no contempla ninguna sanción; se concluye, así, que los mandatos al parecer
dirigidos a los particulares deben interpretarse como dirigidos a los poderes
públicos, para que éstos establezcan los mecanismos mediante los cuales se
concreten las obligaciones de aquéllos.
Pudiera entonces afirmarse que la Constitución simplemente impone a los
ciudadanos deberes en forma abstracta, deberes que a través de la ley se concre-
tan en obligaciones específicas. De manera que sólo cuando las leyes desarrollan
aquellos mandatos constitucionales el particular queda obligado a determinados
comportamientos jurídicamente exigibles por los demás o por la administración,
cuyo incumplimiento puede dar origen a sanciones.
Consejo de Estado, Sala de lo Contencioso Administrativo, Sección Tercera. Sentencia del septiembre
de , C. P.: Carlos Bentancur Jaramillo.
Garantías constitucionales relacionadas con el debido proceso
Del tenor literal de los artículos º de la Carta Política (que establece la solida-
ridad de las personas que integran la República) y º ibidem (que dispone la
responsabilidad de los particulares y de los servidores públicos) se deduce que
nuestra Constitución busca vincular jurídicamente a todos los poderes públicos y a
los ciudadanos. Si bien es cierto que es a los sujetos públicos a quienes se refiere la
parte orgánica de la Carta, que regula la composición, facultades y funcionamiento
de los órganos constitucionales o de relevancia constitucional, y a quienes tradicio-
nalmente se ha entendido que se dirigen los preceptos relativos a los derechos
fundamentales, no es menos cierto que la Constitución, en el ámbito penal, dispone
que también los propios ciudadanos quedan vinculados por ella.
Para asegurar la pacífica convivencia, la Constitución no sólo consagró los de-
rechos y las libertades de las personas, sino también sus deberes, en el artículo ,
entre los cuales nos interesa mencionar los siguientes: “Respetar los derechos aje-
nos y no abusar de los propios” (num. ); “Obrar conforme al principio de solida-
ridad social, respondiendo con acciones humanitarias ante situaciones que pongan
en peligro la vida o la salud de las personas” (num. ); “Defender y difundir los
derechos humanos como fundamento de la convivencia pacífica” (num. ); y “Co-
laborar para el buen funcionamiento de la administración de justicia”.
La solidaridad tiene implicaciones en el derecho penal sustantivo, porque
obliga a revisar el concepto de la posición de garante en la omisión (o en la es-
tructura dogmática de Jakobs), para precisar si se debe o no abandonar la tradi-
cional teoría del deber jurídico, lo cual debe ser regulado por el legislador. Esta
incidencia opera también en el terreno del proceso penal, pues el Estado le impo-
ne al ciudadano ciertas obligaciones para hacer efectivo el fin superior de la jus-
ticia, tales como las siguientes: el deber de absoluta lealtad (art. C. P. P.); el
deber de denunciar a la autoridad los hechos punibles de cuya comisión tenga
conocimiento y que deban investigarse de oficio (art. ); la obligación de in-
demnizar los daños y perjuicios causados por el hecho punible (art. ); la obli-
gación del tercero civilmente responsable de indemnizar los perjuicios (art. );
el deber de los asesores especializados designados por el funcionario judicial,
públicos o privados, de prestar la colaboración exigida (art. ); la aplicación de
sanciones para quien no preste la colaboración para la realización de cualquier
prueba durante la actuación procesal (art. .); el deber de rendir testimonio
(art. ), tipificando como delito el faltar a la verdad; la estipulación de excep-
ciones del deber de declarar, por razones de solidaridad (art. ); etc.