Resumenes
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“Mientras que por los procesos de la pubertad queda fijada la primacía de las zonas erógenas y la erección del
miembro viril indica apremiante al sujeto el nuevo fin sexual, esto es la penetración en una cavidad excitadora de la
zona genital, tiene lugar en los dominios psíquicos el hallazgo de objeto, momento que se ha venido preparando de
la más temprana niñez, cuando la primitiva satisfacción sexual estaba aún ligada con la absorción de alimentos”
(Freud).
Hay dos procesos y por ende dos campos exploratorios: la búsqueda y encuentro de la cavidad excitadora de la zona
genital (objeto parcial); y el objeto que se ha venido construyendo desde la más temprana niñez y cuyo retorno se
anhela (objeto total). Uno convive al lado del otro. El objeto total es un objeto más entre los objetos parciales, con la
característica de que designa a la persona en su totalidad y no a una parte de ella, pero no es total en cuanto que
pudiese reunir todos los objetos parciales de ella que por definición nunca podrían ser reunidos.
La cavidad excitadora, fin de la pulsión genital para el varón, debe ser hallada y también debe ser hallada en la
mujer, vía una regresión del clítoris a la zona anal y de ahí a la vagina. Este objeto de la pulsión debe ser hallado y
simultáneamente construida su representación. Y este camino esta lleno de peligros. Este hallazgo se hace primero
en la fantasía y allí sigue un recorrido, donde encuentra un goce limitado y alucinado. Esta exploración imaginaria no
es menor y su valor se reconoce cuando un cuadro clínico nos muestra una inhibición mayor en el plano de la
fantasía masturbatoria.
Esta necesidad del hallazgo del objeto condena al sujeto también a una exploración del mundo, porque ese objeto
no puede ser compensado suficientemente por una parte del propio cuerpo. En ese encuentro con el otro es donde,
probablemente, se inscriba un nuevo pictograma vinculado al nuevo cuerpo ahora re-genitalizado. Ese nuevo
pictograma necesita del mundo, de la experiencia concreta del contacto.
El objeto buscado es el objeto perdido. Lo paradojal de esa búsqueda es que se trate de un objeto que nunca se tuvo
y que nunca se dará otro encuentro que el encuentro con lo inédito. Es una búsqueda de lo antiguo en lo inédito, lo
que dispara, obliga, condena, al sujeto a la exploración.
Hay que destacar que Freud afirma que lo que empuja fundamentalmente al sujeto lejos de sus padres, lo que
condena a la exploración, es el peligro de la consumación del incesto. El adolescente se auto condena al destierro.
Buscando el objeto perdido, debe impulsarse lo más lejos posible de él. En ese alejamiento exploratorio es donde es
posible encontrar el objeto adecuado. Esta trayectoria exploratoria tiene un recorrido probable que depende de los
procesos previos de la primera elección objetal en el acné de la instalación del Edipo. Va desde las cercanías del
objeto incestuoso, al objeto nuevo, exogámico. El signo de una buena AD es una huida feliz de huir.
Este recorrido exploratorio de la búsqueda de objeto tiene un momento imaginario, masturbatorio, donde los
objetos incestuosos y nuevos desfilan incesantemente y todas las formas de la sexualidad son exploradas; y tiene
otro momento exploratorio en la realidad. Los logros en el campo imaginario no son menores, pues sabemos de los
peligros de la contrainvestidura y el desinvestir en el plano de la fantasía. Este placer alucinatorio no se abandona
por completo y representa el remanente autoerótico que se retiene como una reserva de placer ante las vicisitudes
del vínculo real. Una parte de la sexualidad se conserva autoerótica, pero se muestra insuficiente y empuja al sujeto
al mundo real. Esta exploración está plena de vicisitudes y las parejas se encuentran con las grandes diferencias
entre el sexo soñado y el sexo real, que llevan a una poderoso trabajo psíquico durante la AD.
Hay distintas clases de objetos cuya presencia es beneficiosa para el recorrido exploratorio:
Objetos narcisistas que sostiene el yo: no se distinguen como objetos, son parte del yo.
Objetos transicionales: valorados como objetos no-yo.
Grupo de pares: objeto de apuntalamiento. Se trata de un nosotros de pares que hace el sustento
identitario. Un nosotros que no son los otros, y que apuntalan al yo. Del mismo modo, el yo se puede hundir
si ese nosotros se quiebra y este ya sostenido en el nosotros es para algunos AD muy frágil, de modo que
uno de los pilares del devenir AD es evitar el aislamiento extremo de los pares porque nada, ningún otro
nosotros, lo puede sustituir. Así como en la infancia, el grupo de pares permitirá a la libido andar todos los
avatares del amor homosexual sublimado, y le ofrece al AD un equivalente amoroso de enorme importancia.
Objeto supuestamente complementario: hallazgo del objeto sexual.
El apuntalamiento
En su búsqueda de ayuda exploratoria, el púber AD debe aprender a apuntalar sus apuntalamientos. El objeto sostén
del AD necesita desesperadamente de la investidura. Los procesos de desinvestidura graves se dirigen especialmente
al sostén. En el aislamiento se dirigen al grupo, en los trastornos del cuerpo al sostén de la libido.
El gran secreto del apuntalador (persona o grupo) es lograr que el sujeto se convierta en apuntalador del
apuntalamiento. La transferencia en este sentido es una reedición de una relacion de apuntalamiento y atraviesa,
como las previamente vividas, procesos diversos. Los grandes fracasadores son especialmente hábiles en desinvestir
el apuntalamiento que se les ofrece. Allí parece estar obrando un principio que va más allá del principio de placer: la
pulsión de muerte. Si no puedo ser el dueño y engendrador de mi vida, entonces prefiero ser el dueño y engendrar
mi propia muerte.
Hay en la AD un deseo de recuperar el apuntalamiento del objeto que se está perdiendo y de recuperar el
apuntalamiento del grupo de pares de la latencia, que también se pierde ya que el grupo de pares que se formó en la
latencia se pierde en parte al entrar en la AD.
Objetos narcisista
Los objetos narcisistas son los que apuntalan el yo del púber y estos son fundamentalmente los padres. No es que
ellos lo formules ni lo sepan, pero es ese basamento lo que le permite al yo dedicarse a desplegar su fantasía
exploratoria en búsqueda del objeto y su acción exploratoria que se espera sea sostenida por los padres.
“Lo que llamamos presencia física del objeto narcisista puberal implica cierta concretud de la relacion parental;
hablamos de confianza recíproca, mutualidad, afecto, simpatía”.
Sin esas condiciones, el trayecto exploratorio se hace sin suficientes víveres. Es por eso que la transferencia en la
cura AD no es sólo repetición, sino la creación de esa base narcisista.
Objetos transicionales
Enmuchos casos el AD produce un objeto apuntalador cuya función ya conoció en su infancia. Es el objeto que es
parte de él y parte de un objeto externo. Es una parte de él que es no yo y lo acompaña en el mundo externo. Esta
presente cuando la ausencia es más punzante y lo representa a ÉL ante los otros (diario íntimo, guitarra, zapatillas).
Los objetos transicionales, los espacios y tiempos transicionales, son también conceptos que ayudan a entender
también el rol que juegan las sustancias adictivas que muchos AD usan para acompañarse en el recorrido
exploratorio. El uso de las misma se define porque llevan al sujeto a emprender un viaje. Este viaje representa el
viaje de la exploración AD. En muchos casos la droga es vivida como un instrumento para alejarse
momentáneamente del terror de la vida, para entrar en ese otro espacio de ilusión reencontrada, cuyo abandono se
hace muy difícil cuando más agudo es el temor a la desilusión. Estar drogado es como estar en un inmenso sueño
diurno sin fantasías y el ensueño se diferencia profundamente de la fantasía. Mientras la fantasía es creadora y se
conecta con la vida, el ensueño es un escapismo que nos aleja cada vez mas de la realización del deseo. El ensueño
es un deseo que queda confinado al espacio mental y no hace impacto en la realidad externa, no crea mundo y por
lo tanto empobrece la vida del yo y del mundo. La vida es sueño, no ensueño.
El estilo cognitivo de la Modernidad requiere del aislamiento disciplinario, supone contextos separados y depurados.
El paradigma de la simplicidad exige pureza y definición absoluta; no consiente la mixtura, la irregularidad, la
ambigüedad ni la transformación.
Los abordajes de la complejidad nos dan la oportunidad de expandir y transformar o, más aún, reinventar el juego
del conocimiento. Desde estos enfoques es posible considerar y aprovechar el modo en que las distintas áreas del
saber y el quehacer humanos se afectan de múltiples formas fertilizándose mutuamente. Pensar “en red” implica
ante todo la posibilidad de tener en cuenta el alto grado de interconexión de los fenómenos y establecer itinerarios
de conocimiento tomando en cuenta las diversas formas de experiencia humana y sus múltiples articulación. La red
no tiene recorridos ni opciones predefinidas. Las redes dinámicas son fluidas, pueden crecer, transformarse y
reconfigurarse. Son ensambles auto organizados que se hacen “al andar”. Atraviesan fronteras, crean nuevos
dominios de experiencia, perforar los estratos, proveen múltiples itinerario, tejiendo una trama vital en continuo
devenir.
El paso de la perspectiva moderna al pensamiento complejo conlleva la necesidad de gestar nuevas cartografías, y
sobretodo nuevas formas de cartografiar. Son necesarias nuevos instrumentos conceptuales y nuevas herramientas.
La metáfora de la red es una de las más fértiles para dar cuenta tanto de nuestra experiencia cognitiva como de la
forma en que se nos presenta el mundo en el que estamos embebidos.
La concepción de redes dinámicas provee una forma que permite pensar la complejidad en su devenir transformador
y en su mulidimensionalidad, tanto a nivel epistemológico como ontológico.
Los enfoques dinámicos e interactivos llevan implícito un cambio en el tratamiento global del conocimiento y del
mundo, incluidos nosotros en él. La noción de un “ser” totalmente definido en si mismo, aislado e independiente,
fundamento de la tradición. La idea misma de un fundamento sólido de la existencia y del saber ha entrado en crisis.
Los nuevos escenarios contemporáneos que están emergiendo nos permiten pasar de una concepción estática y
aislada del ser hacia una perspectiva en red; interactiva, dinámica y multidimensional. Se trata de un movimiento
capaz de dar cuenta del saber y del mundo en términos de redes poiéticas (capaces de producir y crear en y a través
de interacciones transformadoras).
Los enfoques complejos caracterizados por pensar en términos de interacciones no lineales nos dan la posibilidad de
salir del circulo viciosos y habilitar un pensamiento fluido, capaz de adoptar diversas configuraciones. El
conocimiento, entendido como configuración que surge de la interacción multidimensional, ya no es un producto
rígido y externo, sino una actividad. La configuración surge del encuentro de los seres humanos con el mundo al que
pertenecen. La forma red, al tener una geometría variable en función de la conexión/desconexión de sus
participantes, es la más adecuada para pensar la multiplicidad de configuraciones que se producen y a través de los
intercambios. Todo conocimiento es una configuración actual del mundo producida en la red de interacciones e
intercambios. El conocimiento entró en la era de la fluidez.
En las redes dinámicas los vínculos no son conexiones entre entidades preexistentes, sino que los vínculos emergen
simultáneamente con aquello que enlazan en una dinámica de auto organización. Lo que concebimos como sistema,
partes y enlaces desde una perspectiva dinámica no tienen existencia independiente ni previa al acto de conocer,
como suponen los objetivistas.
La noción de red, configuración, organización, desde los enfoques dinámico, vinculan de infinitas formas lo que las
dicotomías clásicas habían escindido y petrificado (objeto, cuerpo, estructura) o evaporado (sujeto, significado,
vínculos no reglados). La estética de la complejidad es la de las paradojas que conjugan estabilidad y cambio, unidad
y diversidad, autonomía y ligadura, individuación y sistema. El pensamiento dinámico no es monista ni dualista, sino
interactivo, lo que permite construir categorías como ser en el devenir, unidad heterogénea, autonomía ligada o
sujeto entramado, que se caracterizan por su no dualismo. En estas categorías los opuestos conviven enredados de
múltiples formas en un proceso de configuración activa y temporal. Esta multiplicidad no implica equivalencia, no
todo “vale lo mismo”, pero tampoco hay una vara universal que permita establecer una jerarquía de valores a priori.
a. Las partes de un sistema complejo solo son “partes” por relacion a la organización global que emerge de la
interacción. Lo que será parte y lo que será sistema dependerá del modo de interrogación e interacción que
se emplee.
b. En ningún nivel encontramos “unidades elementales” aisladas sino patrones de interacción en red.
c. La “unidad heterogénea” formada en y por la dinámica no puede explicarse por sus componentes. El sistema
emerge a partir de la dinámica interactiva de las redes tanto en el nivel interno como en los intercambios
con el ambiente.
d. El sistema es abierto en una configuración activa producto de su intercambio con el medio, que no es un
contexto pasivo sino un entorno activo. Dado que el intercambio afecta necesariamente a todos los que
participan en él, en esta perspectiva resulta imposible la existencia de un suceso aislado o de un ambiente
neutro. Tampoco existe un “todo” complemente terminado o definido: el sistema tiene integridad (no le
falta nada)) pero no es total.
e. Las partes no son unidades totalmente definidas en si mismas, sino que existen como redes dinámicas.
f. El sistema dinámico surge de la interacción en múltiples dimensiones de la dinámica de redes. La
organización resultante se conserva o transforma a través de múltiples ligaduras con el medio, del que se
nutre y al que modifica, caracterizándose por poseer una “autonomía ligada”.
g. El universo ya no es concebido como átomos en el vacío sino como una red de interacciones, y por lo tanto
la libertad no puede concebirse como independencia.
h. Las ligaduras con el medio son condición de posibilidad para la libertad. La flexibilidad del sistema, su
apertura regulada, le permite cambiar o mantenerse, con relacion a sus interacciones con su ambiente.
i. No tiene sentido preguntarse por la causa de un acontecimiento ya que es imposible aislar factores o
cadenas causales lineales.
j. La emergencia, a diferencia de la causalidad, hace lugar al acontecimiento y al azar, rompe con la linealidad
del tiempo y da cuenta del aspecto creativo de la historia.
k. Al surgir la organización a partir de una dinámica de intercambio no hay jerarquías preestablecidas. Las redes
son de naturaleza heterárquica y “ad hocrática”, ya que toda configuración es un resultado ad hoc de los
encuentros.
El sistema dinámico organizado no es el producto fijo, sino una resultante de un proceso dinámico de interacciones
de redes que generan sus propios bordes y producen una unidad autónoma. Esta unidad sistémica solo existe en y
por el intercambio permanente con el medio ambiente del que forma parte.
En la perspectiva dinámica estamos siempre pensando en términos de redes de actividades organizadores, es decir,
de procesos embebidos en un tiempo que no es abstracto y tampoco lineal sino compuesto de una multiplicidad de
ritmos. Lo que llamamos “productos”, u objetos, son procesos cuyo ritmo es tal que nuestra sensibilidad no detecta
el cambio y cuya dinámica conserva la similitud de las formas.
El conocimiento es concebido como un proceso de interacción de los sujetos con el mundo, que nunca es individual
sino social y mediado por nuestra biología, por la cultura y por la tecnología. En este intercambio corpóreo y
simbólico emergen en nuestra experiencia sistemas que parecen estables pues cambian tan lentamente para
nuestra sensibilidad que ni siquiera lo notamos y tendemos a considerarlos inmutables. Otros sistemas lo hacen mas
rápidamente y aceptamos que evolucionan. Entre estos muchos conservan rasgos similares, de modo que decimos
que son los mismos.
Los enfoques dinámicos complejos proceden de un modo diferente a las ciencias modernas, permitiéndonos prensar
en términos de configuraciones: sistemas, complejos evolutivos, estructuras disipativas, rede, constelaciones, etc.
Todas las configuraciones son temporales ya que nacen, viven y mueren. En su devenir pueden atravesar periodos
de gran estabilidad, cuando su dinámica es conservadora de la forma. Pueden tener mayor o menos rigidez o
consistencia y variar con amplitud y velocidades diversas.
En la perspectiva dinámica, el limite es emergente, fundante. Es por, a través y en los intercambios como las cosas
existen como tales: los límites no son absolutos, las propiedades no son esenciales, los destinos no son eternos: los
sistemas autoorganizados nacen y viven en la red de intercambio, no existen antes o independientemente de los
movimiento que les dan origen.
A modo de inconclusión
Las redes son pautas de conexión y se encuentran ahí, tejiendo al universo en una dinámica inagotable. La
modernidad ha deslegitimado todas las percepciones y experiencias que no entraban en la cuadricula de sus
sistemas explicativos.
Es preciso cultivar una curiosidad abierta, sin fronteras, afectiva, emotiva, a la vez que racional, para poder
aprehender y desplegar las formas, los patrones de conexión y hacer visibles las redes. En suma, para pensar en red
es preciso desarrollar una estética vincular. La dinámica de redes nos permite construir un modo de conocimiento
fluido, capaz de albergar múltiples mundos en el mundo en un devenir abierto en los intercambios.
La estética de las redes no debe confundirse con el esteticismo, cuya ambición es meramente formal. Al contrario, la
concepción poiéticay dinámica del mundo y del conocimiento implica una capacidad de sentir la vida, conectarse con
otros en su diversidad, para poder apreciar la red que enlaza a los quarks con el jugar.
Potencialidad vincular implica una capacidad, un recurso, una posibilidad con que cuenta el grupo de no definir el
vínculo por lo anterior, lo preestablecido; sino descompletar el saber de lo que “se ha sido” y dejar en suspenso la
posibilidad de que el niño sea diferente, altero… imposible de definirse ya que está “por-venir.”
Entre un hijo y quienes sostienen las funciones parentales, la radical diferencia entre ambos es que en el primero
ocupa un lugar de objeto de proyecciones de los otros; mientras que el vínculo deviene cuando aún cumpliendo el
grupo con la función de transmisión que anuda el contrato narcisista, aloja a la subjetividad naciente como un
sistema abierto, descompleto que está por-venir en cada encuentro vincular. Solo es posible pensar una subjetividad
abierta por-venir si se asume que la ilusoria completud narcisista que envuelve el espacio intersubjetivo, (por eso
llamado contrato narcisista), está marcada por la falta y la incompletud. La transmisión de la potencialidad
vinculante conlleva la transmisión esencial de la falta inherente a todo sujeto, que habilita el movimiento deseante
de búsqueda y construcción de sentidos posibles por-venir que den consistencia a cada subjetividad. Toda
producción subjetiva está destinada a bordear incesantemente la alteridad de sí mismo y del otro. La falta del sujeto,
del ser, es el motor de toda producción subjetiva.
Poder considerar al otro en su alteridad, en su ajenidad corporal y deseante. Apropiarse de esta categoría implica
asumir la diferencia del otro y la propia; la ajenidad o extrañeza que presenta la falta en el otro y en la mismidad.
El sabor del encuentro en la infancia
La primera experiencia que el infans tiene del otro se juega en un registro pictogramático, de sensaciones
corporales. En el encuentro originario de fundación de la experiencia del otro, interviene un “esquema postural”
como primera percepción del otro, es condición y preparael advenimiento del “esquema corporal” que advendrá con
el estadío del espejo. En la continuidad del vínculo de apego es imprescindible que se ponga en juego la diferencia.
Allí reside el primer registro de la alteridad, al modo de una diferencia pictogramática, sensorial que se inscribe ya,
en los procesos saludables, en los primeros sabores de locorporal.
Lo extraño
Sami Ali escribe que “de lo extraño en la infancia, la alteridad en la adolescencia, desde ya que con proceso de
constitución psíquica mediante. Localiza 3 momentos:
1: Reconocimiento de uno mismo, el de no tener rostro.
2: Tener el rostro del otro, de la madre, una “organización bidimensional fundada en la relación de inclusiones
recíprocas. No hay distancia ni diferencia entre el sujeto y el otro, entre el continente y el contenido. Toda
representación, lo imaginario queda adherido a lo perceptivo, a lo sensible.
3: Consta de la percepción del otro como otro. El bebé percibe y registra la diferencia que existe entre el rostro de la
madre y el rostro de los extraños. Registrar esta diferencia es lo que inaugura la posibilidad de ser él mismo
diferente a la madre.
La constitución de la categoría del extraño implicaría una primera simbolización de la diferencia: diferencia entre el
rostro de la madre y el rostro de los otros, por lo tanto asumir que él mismo porta un rostro diferente al de la madre.
La categoría del extraño implica un primer registro de la diferencia, de la alteridad del sujeto.
Escribe que con la introducción del tercer término, el padre, la experiencia del espejo se diversifica
extraordinariamente. En adelante el niño percibe un rostro diferente del de la madre, y diferente de su propio rostro
a la vez. Así queda abierto el camino para las identificaciones constitutivas del cuerpo en su diferencia sexual.”
El púber-adolescente realiza un arduo trabajo de desenvestir a los padres y ponerlos en falta: los contradicen,
desautorizan, los confrontan.Salen al espacio relacional extra-familiar ávidos de crear vínculos nuevos y diferentes
que releven a lo familiar; pero paradójicamente buscan con urgencia encontrar en las parejas y en los amigos, otros
que los completen, la “media- naranja”que pueda borrar la angustia que anuncia la emergencia de la falta inherente
a todo sujeto. No se registra al otro en su alteridad, sino que la urgencia pulsa por capturar al otro como objeto,para
que el cuerpo del otro pueda ocupar la complementariedad de la zona-objeto genital.
“Me estoy comiendo un chico/a” alude a la palabra “comer”. Expresiones sensoriales que dan cuenta del trabajo
pictogramática de lo originario puberal que va inscribiendo el placer genital y para-genital en el encuentro
complementario de los dos cuerpos. Solo ocupa el lugar de objeto de goce y “el sabor de ese encuentro“ solo
deviene relación de objeto. En un proceso saludable, la fuerza de lo originario puberal que pulsa por tragarse al otro
como un objeto, se entrelaza con el trabajo psíquico de lo adolescente, que contrariamente pulsa por sublimar,
simbolizar aquello enigmático que enamora del otro marcando su alteridad y su subjetividad. Comerse al otro,
donde el encuentro intersubjetivo deviene relación de objeto, ya que el otro si bien no muere trágicamente como
puede ocurrir en la novela, no tiene vida psíquica si no es reconocido como sujeto (Crepúsculo).
En un proceso saludable, se construye la categoría de cuerpo sexuado vincular cuando el encuentro intersubjetivo
con el otro deviene vínculo, y esto solo es posible si ambas subjetividades inscriben algo de la falta que los define
como sujetos. Bordear, registrar e inscribir la falta, la alteridad del otro y de sí mismo como sujeto, no se produce sin
angustia; pero es un pasaje necesario para acceder al deseo y a la dimensión ética que implica el reconocimiento del
otro como sujeto.
El verdadero desafío del trabajo adolescente es transformar la relación de objeto en vínculo, aunque en el pasaje
adolescente de vez en cuando jueguen a ser vampiros.
La llegada del otro desde la pareja entonces se inaugura con la exploración y la construcción de la
identidad de género en un vínculo donde el juego erótico, la sexualidad, el enamoramiento, el amor van
sembrando marcas. Se da un permanente interjuego de las dimensiones que producen subjetividad, es
decir, la intra, la inter y la transubjetiva. Según Winnicott, el despegue que precisa la adolescencia,
demanda una transición. Los trabajos de la búsqueda del objeto adecuado para las nuevas posibilidades
sexuales y entonces para su hallazgo siguiendo a Wasserman.
La función apuntaladora del grupo de pares contribuye en esto a metabolizar las transformaciones que
generaron “los procesos de lo puberal y lo adolescente”, según Grassi. Los peinados, las vestimentas
contribuyen a afirmar la diferencia generacional, a inscribir la representación sexual de órganos maduros, y
la representación del otro cada vez más en sus aspectos masculino y femenino.
El tiempo lógico de lo adolescente significará lidiar con el objeto amor y su idealización. A esta conquista le
anteceden batallas preliminares como consecuencia de que en la adolescencia, esta segunda oportunidad,
el nuevo embate pulsional, también obliga a un nuevo embate de la castración que se re- visita.
El vínculo se reconfigura
La pareja demanda el vínculo de pareja, el trabajo sobre el otro. Un “Otro” que en los orígenes, en el
entramado intersubjetivo está como un portavoz que debe posibilitar no sólo un “yo hablado sino un yo
supuesto hablante.”, dice Aulignier. Este advenimiento del yo se acompañó, fue de la mano de la
construcción, del temprano modelo de la otredad; supone discriminar un yo de un no-yo, una exigencia de
exterioridad del Mundo y del Otro, de re-presentar la ausencia del otro (la Madre) y la diferencia sobre la
que se edificó luego el modelo edípico. La constitución subjetiva a cargo del yo se fue dando por
identificación pero también por imposición.El yo de uno y otro metabolizará la demanda y la respuesta
desde las propias representaciones forjadas por el yo pero siempre hay una cualidad de presencia del otro
que excede lo proyectado desde el yo. Esta no coincidencia, en vez de generar unidad, genera diversidad.
Aquí aparece una parte inaccesible “ajena” del otro que en su concepción de lo vincular falla
constantemente en su inclusión imaginaria. El motor del vínculo sería entonces el trabajo de inscripción de
lo “diferente” que sobrepasa la relación de objeto.La prohibición que establece el complejo de Edipo para
limitar el goce de ese Otro, la Madre, quien debe aceptar que el Nombre-del-Padre la limite y permitir así,
la promesa de “ser” como proyecto. Se trata de un salto cualitativo en la prohibición del incesto sobre la
cual el niño elabora la diferencia sexual para dar paso a una nueva lógica significante, ligado a lo fálico
desde el objeto ahora definitivamente atravesado por la “falta”.
La castración se enlaza e integra a la nueva sexualidad naciente el camino saludable esté marcado por el
Deseo, conservando su esencia de no realización para ser tal y se cumpla el destino de la pulsión. La
frustración del objeto pulsional por su rasgo estructural de nunca coincidir con el objeto de la necesidad,
con el objeto real, remite a la promesa no cumplida, a la discontinuidad que abre la presencia de la
ausencia; y, ahora, por la lógica que introduce el tiempo psíquico de la juventud se ubica como objeto a
investir, pero marcado por la “falta”, en una suerte de “emparejamiento” de todos en tanto
humanos.Estos procesos de construcción del amor, durante la juventud, con el desasimiento de la figura
de los padres implica una tarea de desidealización de los objetos parentales. Pone en juego el odio como
función de desligadura sobre la elevada investidura que tenían los padres haciendo del hijo “Su Majestad
el Bebé”.
Estos caminos internos de la re-visita a la Castración permiten redefinir las condiciones para el cierre
definitivo del aparato psíquico y la consolidación del “Ideal del Yo”.
La exogamia como relación de simetría “yo-yo del otro” puede pensarse en los términos más saludables
posibles cuando un yo activo puede articular en el entramado de las tres dimensiones de producción de
subjetividad alteridad, proceso de hallazgo-creatividad de objeto y ajenidad. La búsqueda de una pareja
como proyecto necesita de una escena de la conyugalidad, un pasaje del sujeto a la condición de
“excluido” de la escena originaria, para poder tomar los atributos de un “partenaire” gracias a los trabajos
específicos del tiempo lógico de la juventud. Esto significa que la escena de la conyugalidad sucede
mientras se da el duelo por los padres y se iguala el sujeto a su misma condición, se da la identificación con
los padres en los aspectos de adultos-cónyuges, una mirada a la configuración edípica desde ver a la
pareja-parental justamente en su rol de pareja, de semejantes mutuamente elegidos. Se instala así, un
verdadero enlace entre castración, reconocimiento e identificación.
Se da así una situación paradojal en dos términos: uno que nos enfrente a reconocer la alteridad del otro.
Nos planteamos “qué hago con lo otro del otro”. El otro término, es esa promesa mutua de que cada uno
“represente” para el otro la ilusión, de que el amor es ese bien común que los preserva de la Castración, de
la Muerte y de la Falta.Esta escena fundante permitiría luego en la unión de la pareja, en su “volverse un
proyecto”, construir el llamado por varios autores como el “malentendido básico inicial”, donde se
deposita la articulación de ideales infantiles que cada uno porta para producir el resguardo y también la
continuación de su elaboración. El encuentro con el otro va a implicar poder reunir placer identificatorio
con placer del pensamiento y placer del cuerpo. Ese objeto privilegiado de catectización con quien se
puede establecer una relación compartidaseñala el éxito de las transformaciones que transitó el Amor.
Desde la termodinámica, empezó a surgir un nuevo enfoque que sienta las bases para un pensamiento
dinámico capaz de dar cuenta del cambio en sus múltiples dimensiones: el de la complejidad.
Los mapas conceptuales del mecanicismo ya no resultan útiles. Necesitamos nuevas cartografías, y sobre
todo nuevas formas de cartografiar: debemos buscar otros instrumentos conceptuales y crear nuevas
herramientas que nos permitan movernos sobre territorios fluidos. La complejidad se enlaza con la idea
de interacción. De esta forma, es posible romper con el hechizo del dualismo.
Lo que llamamos experiencia humana es algo que nos ocurre y que discurre en el ámbito social, que
narramos a otros y a nosotros mismos en un lenguaje, algo que nos sucede en el espacio-tiempo en que
nos toca vivir y que cobra significado y valor únicamente en función de nuestra historia sociocultural. El
cuerpo es nuestra sede de afectación y el territorio desde el cual actuamos.
La filosofía de la escisión La concepción mecánica de cuerpo se limitó a las funciones biológicas y no pudo
incluir ni a los afectos o a las emociones, ni a nuestra capacidad lingüística de significar, de imaginar y de
crear nuestro mundo experiencial. El sujeto moderno fue un sujeto abstracto, pura razón incorpórea: una
abstracción lógica.
Se produce un giro lingüístico como un peligro, como una tendencia importante en la investigación social
que tiene a pensarlo todo en términos exclusivamente lingüísticos y a convertir toda la vida humana en
mera literatura. Todo es lenguaje en el mundo humano, pero de ninguna manera sólo lenguaje. El sentido
no es algo que aprendamos como seres del lenguaje, sino como seres vivos. El sentido se adquiere “en
los juegos del lenguaje en la corriente de la vida”. Aprendemos a hablar siempre en el intercambio vital-
corporal- emotivo-cognitivo con otros.
Sujeto e historización
El yo es una instancia psíquica de la tópica prefreudiana. Para Lacan, hay diferencias entre el sujeto y el yo.
Para Aulagnier, el yo tiene nuevas funciones como por ejemplo lo es la historización. Así, la función del yo
como constructor que jamás descansa e inventor si es necesario, de una historia libidinal de la que extrae
las causas que le hacen parecer cohabitar el mundo exterior y ese mundo psíquico que, en buena parte,
permanece ignoto para él. Más adelante, esta función de historiador es propia del yo. Es una necesidad de
su funcionamiento situarse y anclar en una historia que sustituye un tiempo vivido y perdido por la versión
que el sujeto se procura a su merced reconstrucción de las causas que lo hicieron ser, que dan razón de su
presente y hacen pensable e investible un eventual futuro. Winnicott destaca con relación a la inmadurez
adolescente que "lo único que la cura es el paso del tiempo". Nuestro aporte (Grassi y Cordova) es que no
se trata tanto del paso del tiempo como quien dice "ya va a crecer, y va a madurar", sino del paso del
tiempo por el aparato psíquico, la marca que el paso del tiempo deja en el psiquismo; es decir, su
inscripción. La inscripción psíquica de la temporalidad como "cura". Nos referimos a la inscripción de lo
pasado, lo vivido como perdido, el paso del tiempo como límite. Lo ya vivido, pasado, en simultáneo con la
inscripción del presente como fugacidad, como algo que tiene fin, que no dura siempre y, a la vez, la
necesidad de (construir) un por-venir, entonces es cuando la adolescencia se liga a la juventud. Inscripción
subjetiva del tiep1po, subjetivación de la temporalidad. Subjetividad es historización en varios sentidos:
-En la medida en que produce la categoría de tiempo.
-Produce con la historia, la genealogía y el devenir como proyectos.
-Produce en y con el contexto histórico y la cultura contemporánea
¿El sujeto es cuerpo o mente? ¿Cuáles son las relaciones entre sujeto y cuerpo? En el yo y le ello, Freud
dice que el yo es sobre todo una esencia cuerpo, no es sólo una esencia superficie, sino él mismo la
proyección de una superficie. El yo deriva en última instancia de sensaciones corporales. Cabe considerarlo
como la proyección psíquica del cuerpo. Hablar de cuerpo en psa implica hablar de cuerpo erógeno, del Yo
y de su imagen. La función sujeto es trabajo de integración en tres aspectos:
-Un trabajo de anudamiento o de integración psicosomática. El crecimiento corporal impone al psiquismo
un trabajo de ligazón constante entre la proyección de la imagen del cuerpo reformulada por el
crecimiento, la propia mirada, las sensaciones corporales y las miradas del Otro.
-Un trabajo de integración en relación a lo fantaseoso.
-Un trabajo de integración del aparato en cuanto a la fantasía ICC, hundiendo las raíces en lo corporal,
tocando lo originario, sería territorio exclusivo de otra escena, sería escena de juego.
El cuerpo en sí, durante el desarrollo y procesos de maduración, respeta una cronología y depende del
medio para que lo posibilite y estimule. Cuerpo erógeno, psiquismo y las uncions parentales se van
constituyendo articuladamente, entrelazados. No puede dejar depensarse los fundamentos del psiquismo
articulados a momentos del crecimiento corporal y funciones parentales.
Constitución del AP en concordancia con ideas de Aulagnier (1977):
-El p. originario pone en marcha la actividad psi en relación con las primeras inscripciones corporales,
pictogramas.
-El p. primario constituye lo ICC. Poco después se pone en funcionamiento el p. secundario y la
constitución del yo.
-El estadío del espejo y la constitución del Yo.
-El Syo con sus imperativos categóricos que son herencia del Cedip hasta su sepultamiento. Hay una
revisita con el nuevo cuerpo puberal, la exploración del cuerpo (Wasserman).
-Por último, las transformaciones de yo ideal en ideal del yo.
En las distintas fases del desarrollo, se producen progresiones y regresiones. No son movimientos
naturales, fijos provocados por el desarrollo. El nexo entre la cronología del desarrollo y la función que esta
cumple en el psiquismo está dado por el trabajo de la subjetividad. Actividad no mensurable ni registrable
en ninguna planilla, sujeto es un sistema que no se corresponde directamente con la edad, no es ni
pequeño ni grande.
La estructuración psíquica en el niño/adolescente depende (relativa-mente) de su desarrollo corporal,
como también de los sentidos diversos que provienen del Otro familiar. El yo pendiente del crecimiento
está tomado desde los inicios por la búsqueda alienada y, más tarde, por la transformación de las
identificaciones que lo modelan. La subjetividad es auto-organización y autonomía. Si bien pendiente del
cuerpo, de lo parental, del medio ambiente, no quiere esto decir determinado por alguna de estas
instancias. Falta aún el producto de un trabajo combinatorio, personal; trabajo que es potencial despliegue
de una capacidad que lleva al sujeto, sobre todo en la niñez/adolescencia, "de una dependencia absoluta a
una dependencia relativa" (Winnicott), y como agregado nuestro, hacia una relativa independencia.
La adolescencia implica crisis de identidad. Lo propio del sujeto en la adolescencia es crear sentidos que
enriquezcan al yo, en un juego de identificaciones y desidentificaciones. La pregunta de ¿quién soy?, se
refiere a las identificaciones que habitan al yo y que comienzan a estar cuestionadas por el sujeto.
Pensando en el contexto epocal de los 50-60, con nuevos medios de comunicación, surgen nuevas formas
de adolescencia que hasta el momento no se popularizaban, por ejemplo con bandas de rock. A la vez que
se lo corporiza, surge el cuestionamiento a lo establecido y el inquietante acontecer e lo nuevo. Los
adolescentes portan los significantes de su tiempo. Se formula así a la adolescencia, como la primavera del
significante.
Crecer es un proceso de subjetivación, que conlleva a una fantasía ICC agresiva. El significante
adolescencia, connota para el mundo adulto, el amenazante sentido de anunciar el advenimiento
inexorable del recambio generacional. Los adolescentes al recer, agitan los espectors de las tres figuras de
la alteridad en su versión más radical: el extranjero, la muerte, y la sexualidad.
Los vocablos adolescencia y adolescente tienen su raíz latina en el verbo “adolescere”. Está compuesto por
el prefijo “ad” y el sufijo “scere”, que denotan el principio de una acción progresiva: comenzar a crecer,
estar creciendo. Esta palabra ha sido objeto de manipulaciones, que la relacionaban con el término
adolescer. Esto es incorrecto, teniendo en cuenta que adolescer tiene que ver con carecer, faltar algo, y
que se lo hace derivar de lo dolesco. Es una definición errónea. Hace que se considere a los N/A como
seres inacabados. Genera criterios clínicos que pretenden completar al niño, disciplinarlo y corregir desvíos
de su desarrollo.
Grassi sostiene que los procesos puberal y adolescente se ponen en juego en lo que denomina el
"entretiempo de la sexuación". Afirma que la adolescencia es urgencia de transformar y crear, es puesta
en desorden del cuerpo, de la identidad infantil, del orden familiar y la posición generacional. La urgencia
de transformarse y crearse, y el imprescindible empuje a la puesta en desorden de sí y del contexto, se
verifican también en el campo del lenguaje. Al adolescente, le surge poner en desorden el lenguaje, tanto
como el cuerpo infantil. Los adolescentes necesitan recurrir a significantes propios, a veces inéditos para
apalabrar e inscribir ese íntimo acontecimiento y subjetivarlo.
Trabajan entonces para des-ordenar las convenciones del lenguaje adulto y des-alienarse de los
significantes parentales del tiempo de la infancia.
El adolescente, para apropiarse de dichos recursos, debe recurrir a su creatividad, para poder trasgredir los
códigos preestablecidos y explorar nuevas palabras y nuevos sentidos. Durante el entretiempo de la
sexuación, se pueden observar formas de expresión grupales propias del entorno de cada adolescente.
Busca poder representar ciertos estados emocionales que devienen del encuentro cara a cara con lo real y
expresan cosas como “bolú, estoy re heavy”. No es necesario que sea lenguaje simbólico subjetivo, sino
que también puede ser una acción, donde se utilice el recurso de la actuación como intento de poner el
cuerpo donde falta la palabra y la escucha. Ahí la acción se ve como un intento de inscripción subjetivante.
Se desordena el lenguaje y se exhibe crudamente la arbitrariedad de la relación Sdo/Ste denominados
como “metaplasmos”. Como poetas, juegan con palabras y frases, las desordenan y las vuelven a ordenar.
Se trata de un momento creativo que lleva a la apropiación del lenguaje. Con este nuevo lenguaje, ahora
los postulados y la forma de ver las cosas es absolutamente propia, porque ya es más con ese lenguaje
inscripto en la primera infancia, sino que es un con un lenguaje de su propia autoría. Apropiarse del
lenguaje, le permitirá intentar materializar sus deseos y decir algo en nombre propio.
El des-orden
Se plantea a la adolescencia como momento de transformaciones y cambios.
Reorganización implica que un orden o “estado de la cosa” es cambiado, transformado por
reacomodamientos, reordenamientos, por des-orden de lo ya existente. La incorporación de nuevos
elementos, des-ordena. Lo establecido, dando lugar a organizacionesneo.
La complejidad de la relación orden/desorden/organización, surge cuando se constata empíricamente que
fenómenos desordenados son necesarios en ciertas condiciones, en ciertos casos para la producción de
fenómenos organizados. Des-orden no es producto de una carencia del sujeto, ni deviene por “evolución
natural” del desarrollo, sino que es meta a alcanzar mediante un esfuerzo de trabajo psíquico y su
realización comporta un rédito positivo en la producción de subjetividad.
Desorganización queda diferencia de desorden. Existen procesos adolescentes que pueden tomar esas
derivaciones en la medida en que aparezcan importantes interferencias que obstaculicen el procesamiento
o metabolización de los elementos nuevos que se presenten.
Lo puberal – Lo adolescente(P/A)
Lo P/A implica un pontencialsaudable de cambio. Lo P/A, al encontrar condiciones de desarrollo, es una
puesta en des-orden del status quo promotor de neoorganizaciones. Siendo que desorden, reorganización
y neo-organizaciones aparecen ante la incorporación de lo nuevo lo P/A trabaja para su incorporación y
homogenización:
-En un campo intra-subjetivo: como son los cambios corporales.
-En un campo inter-subjetivo como es el círculo con el que se comparte histórico-socio-culturalmente.
Familia tmb.
-En un campo trans-subjetivo, donde hay una transmisión generacional de la vida psi. Ahora se puede
procrear.
Cambios corporales relativos al desarrollo imponen al psiquismo un trabajo de simbolización. Replantea las
identidades enraizadas a lo somático. Se da especial importancia al crecimiento genital. Son elementos que
anuncian al psiquismo un trabajo de metabolización de las diferencias de género sobre el desarrollo de la
identidad sexual. Estos cambios piden una revisita de la imagen especular, un nuevo pasaje por el espejo.
Erotismo ligado a la genitalidad, eyaculación y orgásmico, registra nuevas vivencias, experiencias y
sensaciones que requieren de inscripciones psíquicas para su significación.
Se producen, asimismo, desarreglos funcionales tales como trastornos digestivos, alimentarios, entre
otros. Son muestra de que la subjetividad requiere de trabajos de integración psicosomática, no alcanza
con el decurso del proceso de maduración biológica. Lo subjetivo demanda encontrar nuevos
ordenamientos, reordenar, desordenar las relaciones del cuerpo infantil con la propia historia. Se demanda
replantear las identificaciones infantiles enraizadas en lo simpático y en la familia. Se requieren nuevas
organizaciones que signifiquen, que den sentido al crecimiento y la genitalidad. La simbolización del cuerpo
erógeno con su naciente genitalidad, implica trabajos psíquicos en relación con el estadío del espejo y sus
categorías y del Cedip que comprometen toda la estructura del aparato psíquico. Hay una crisis de
identidad, y se puede ver el duelo por lo que se pierde de lo infantil, la perdida de los padres de la infancia,
la pérdida del cuerpo infantil, la pérdida de la historia infantil. Se habla de crisis en la adolescencia y no de
la, teniendo en cuenta que incluye todo lo que comprometen de circuitos libidinales de “lo puberal de los
padres” y del reposicionamiento generacional. Se pierde el cuerpo infantil y sus referentes simbólicos. Los
nexos del cuerpo con la infancia, con la historia de elecciones libidinales, entra en un proceso de
resignificación.
Cabe preguntarse por la relación entre sexualidad infantil y sexualidad adulta. No corresponden a dos fases
de una misma sexualidad, sino a dos sexualidades diferentes: una desgranada de los cuidados precoces,
implantada por el adulto, productora de excitaciones que encuentran vías de ligazón y descarga bajo
formas parciales; y otra con primacía genital, establecida en la pubertad y ubicada en el camino
madurativo que posibilita el ensamblaje genital.
Respecto de ello, lo P/A es el entretiempo de la sexuación, en la medida en que la culminación de la
sexualidad infantil no se produce automáticamente, y deviene en su conformación normal definitiva
adulta. Requiere de estaciones de recambio de su identidad infantil, de des-orden del cuerpo, del objeto
familiar, del reposicionamiento generacional. Entre re-edición y repetición, lo puberal adolescente tiene
urgencia de transformar y crear. Urgencia por la inscripción de un cuerpo que conlleve una identidad
diferenciada de lo infantil, de lo conocido y parental, con rasgos originarios y que contenga el deseo genital
ligado a un objeto no familiar.
El proceso de represión al extrañamiento del yo respecto del complejo de Edipo, es más que una represión;
equivale cuando se consuma idealmente a una destrucción y cancelación del complejo. Se ha tropezado
con la frontera entre normal y patológico. Si el yo no ha logrado mucho más que una represión del
complejo, éste subsistirá inconciente en el ello y más tarde exteriorizara su efecto patógeno. Con la
aparición del deseo genital, se requiere de nuevas inscripciones, de nuevas organizaciones psíquicas.
El sepultamiento del complejo de Edipo mediante, se produce no sin conflicto, no sin las marcas de la
historia familiar (libidinal) infantil y no sin la consideración por lo nuevo y no familiar del objeto. El
conflicto, que puede tener resoluciones diferentes, se expresa en términos de un cuerpo pre-genital que
conlleva las marcas del deseo del Otro familiar, la sexualidad del adulto inscripta en el cuerpo del niño y
que ahora, con el devenir puberal adolescente, el cuerpo constituye deseo genital en un vínculo no-
familiar.
la iniciación sexual marca un antes y un después, un hito en los procesos de subjetivación, el cual no es sin
el otro. El otro en su función de compañero sexual en presencia, con su participación, coadyuva en la
inscripción del cuerpo genital. Si bien cobran nuevas significaciones las diferencias sexuales, ahora
genitales, de género y el pasaje de la bisexualidad a la homo u heterosexualidad, cobran también nuevas
significaciones las diferencias intersubjetivas. La genitalidad constituyéndose en vínculo, en lo hetero, da
una nueva vuelta por la alteridad. Como en otras instancias de pasaje, este no se produce sino en
mutualidad.
Freud y el hallazgo
Existen dos caminos para el hallazgo de objeto: en primer lugar el que se realiza por apuntalamiento en los
modelos en la temprana infancia y en segundo lugar, el narcisista. Parte de la hipótesis de que todo ser
humano tiene abiertos frente a sí, ambos caminos para la elección, pudiendo preferir uno u otro. Agrega
Grassi, junto a otra forma de encuentro que se adiciona a las mencionadas, por la alteridad del objeto, por
su ajenidad y extrañeza, extraño por lo que conlleve de no conocido. Se destaca la importancia de la no
fijeza ni exclusividad en ninguno de los modos, sino que la combinatoria en la elección es lo que le da
sutileza al hallazgo. El hecho de mamar el niño del pecho de su madre, se vuelve paradigmático para todo
vínculo de amor. El hallazgo de objeto es un reencuentro.
Hallazgo no es encuentro
El cuerpo puberal
Con la llegada a la pubertad, se da la prohibición del incesto y de los diques morales. Al psiquismo le urgen
trabajos específicos. En esta búsqueda, la actividad creativa por parte del sujeto, lo inesperado lo no
conocido, lo imprevisto, distancian de todo lo que puede remitir al prefijo "re" a términos que aparecen
ligados como la repetición, a la vuelta de lo mismo, a la anulación de sus diferencias. Reencuentro,
repetición, revuelta.
La secuencia repetición-hallazgo-creatividad-diferencia, se va estableciendo. De lo "re" del encuentro se
deriva hacia lo "neo". Hallazgo es también encuentro inédito, producción de una combinatoria novedosa,
original. El cuerpo puberal, con sus reorganizaciones y neo organizaciones, requiere de nuevas
inscripciones y nuevos circuitos pulsionales. El objeto, para terminar de constituirse como tal (exterior-
ajeno-extraño), requiere de tiempos y espacios donde hacerlo, de ensayos y exploraciones (Wasserman).
Le urge que el objeto exterior no reduplique un encuentro ya producido, sino que insciba como
acontecimiento que diferencie lo que está investido por el niño y la familia, de lo que deviene nuevo y que
está invistiendo como obra propia, por fuera del cuerpo y lo familiar.
Es hora de salir a crear afuera, a conquistarse genitalmente e inscribir diferencias de sexo, de cuerpo y
nuevas categorías en una relación o vínculo de intersubjetividad, de alteridad, apuntalada en los modelos
de la temprana infancia, bocetos de la obra. El cuerpo requiere de nuevas inscripciones con el objeto que
es reinventado en la alteridad, se adiciona así el otro modo de elección por alteridad y radical diferencia
subjetiva del sexo-objeto.
Paradoja y cuerpo
Considerar la pubertad con relación al crecimiento y cambios corporales. El cuerpo es erógeno y aún para
el normal desarrollo de la vida somática, requiere de procesos de libidinización.
Se llega a lo descrito como vivencia de extrañamiento corporal. El sentimiento de extrañeza asociada al
cuerpo puberal, la pérdida de los reparos y los límites corporales llevan al adolescente a tratar su cuerpo
como un objeto externo extraño. Este cuerpo extraño supone auto-destructividad y masoquismo. Se
plantea al cuerpo con una función de otro subjetivo, como una pantalla donde dirigir mociones pulsionales
con sentimientos de odio y agresividad, lo que libera a las representaciones psíquicas del objeto, los padres
aún idealizados de impulsiones destructivas. Este trato abre a procesos abre a procesos de identificación-
desidentificación. Identificados en el cuerpo del niño, las caídas de los objetos de la infancia no se
producen sin un pasaje por lo corporal, porque las identificaciones con los objetos parciales son también
inscripciones corporales. Estas caídas violentas de los objetos inscriptos en el cuerpo, son procesos de
inscripciones-reinscripciones-transcripciones de lo corporal por la complementariedad zona-objeto.
Las reestructuraciones objetales narcisistas encuentran su origen en las capas más profundas del icc
inscriptas en la máxima proximidad de lo somático. Son las inscripciones pictogramáticas. Por el trabajo de
lo originario puberal, la pulsión busca el objeto inscripto en el propio cuerpo erógeno.
La elaboración psi de lo originario puberal, transforma la búsqueda de objeto, acoplado al cuerpo propio.
Se trabaja el autoerotismo, produciendo la excorporación del objeto. Lo originario puberal repite y busca
que en el objeto se reinvista al yo y reduplique la mismidad. Busca la no igualación, la búsqueda de la
alteridad corporal subjetiva en el objeto. Pero también, lo originario puberal insiste en buscar repetir los
modelos vividos ya conocidos. Se busca un trabajo de des-identificación del objeto con los modelos
familiares, y la búsqueda de lo altero en un espacio extrafamiliar. Una de las condiciones para el hallazgo
de objeto, es la creación de la espacialidad exterior al propio cuerpo, y espacialidad extrafamiliar donde
hallarlo.
El hallazgo transcurre en un desfiladero entre re-petición, re-vuelta, de-construcción de la historia infantil.
El hallazgo no es sin el pasado historizado, sin la reinterpretación de la historia infantil, sin la construcción,
sin la ligadura con la genealogía.
La pulsión ahora genital, se dirige a un objeto exterior, no conocido, que aún no es en el universo de las
representaciones psi. Allí aparece la necesidad de creatividad del adolescente.
Lo puberal empuja al autoerotismo, al narcisismo, a los objetos incestuosos, a lo familiar conocido.
Lo adolescente es trabajo de simbolización, de elaboración de lo puberal, de creatividad-hallazgo, de
objeto por fuera del propio cuerpo familiar.
Este trabajo propone recurrir al rock como cultura que expresa vivencias adolescentes. Se generan, a partir
de los tiempos de posguerra, consistencias indentitarias donde los adolescentes comienzan a crear sus
propias manifestaciones artísticas colectivas, significantes que expresan las vivencias subjetivas comunes a
una generación. Desafían las pautas sexuales vigentes de la época.
Lo puberal crea los materiales sobre los que trabaja el adolescente. Es la presencia ardiente de la
sexualidad genital que activa la interpretación dela sexualidad infantil, creando representaciones
incestuosas, fantasmas de seducción, materiales que “arden como viento caliente del desierto”. El cuerpo
púber se encuentra tomado por un proceso de transformación entre los polos de lo infantil y lo adulto. Lo
puberal y lo adolescente, son “como el fuego sobre la superficie del mar”. Lo adolescente está
representado por la metáfora del mar, que podrá atenuar esa ardiente sensación puberal, desexualizando
el exceso de sensualidad, enterneciéndolo mediante los procesos de elaboración, sublimación e
idealización de esas representaciones edipicas incestuosas. Lo puberal genera el exceso de sensualidad que
infiltra al adolescente, mientras que lo adolescente “eternece” ese plus, lo apacigua.
Se requiere un movimiento de torsión, una maniobra de viraje, para abandonar los restos del yo ideal y sus
objetos amorosos en las playas de la infancia, y poner gradualmente funciones al ideal del yo como guía. Se
juega siempre un proceso dialectico entre la fuerza fusionante de lo puberal y los trabajos separadores de
lo adolescente. Lo puberal activa el Edipo genital, lo adolescente permite su elaboración. Lo puberal
permanece cercano al yo ideal como anhelo narcisista de retorno; lo adolescente crea las condiciones para
la primacía del ideal de yo, como proyecto identificatorio y horizonte que señala un posible camino de
salida para el sujeto adolescente.
Se da un largo recorrido (el entretiempo de la sexuación) para arribar al hallazgo y creación de objeto. Sólo
luego de superado el período de latencia se reestablece la relación originaria. El hallazgo, es propiamente
un reencuentro.
Lo puberal es inundación, saturación sexual genital incestuosa. Pulsa por el retorno a la unidad narcisista
originaria. Lo originario puberal trabaja bajo el axioma de la complementariedad de los sexos, fantasía de
reencuentro con la pareja complementaria incestuosa que conduce icc y peligrosamente hacia la
amenazante figura de la madre.
La pubertad, trauma narcisista por excelencia, ofrece al mismo tiempo soluciones sexuales para su
curación. La solución positiva a lograr es el hallazgo de un compañero genital cooperativo.
Pene y vagina son ahora fusionalmente complementarios en la fantasía como antes habían sido pecho y
boca. El supuesto de la complementariedad de los sexos y la búsqueda del restablecimiento de la unidad
narcisista originaria, ahora puberal, es preciso quela figura parental no se presente seductora e
inadecuadamente solícita con el hijo. En este caso dificultaría el desasimiento y la exploración de un afuera
que demarque un recorrido pulsional suficientemente alejado.
En la canción de Spinetta “Me gusta ese tajo”, hay una búsqueda de unión de zona genital con el objeto
complementario, trataods como objetos parciales, sin mediar el otro como alteridad. El adolescente
inscribe su genital con el genital otro, y su cuerpo con el otro cuerpo, hasta llegar al reconocimiento del
otro y de sí mismo. Lo puberal es una fuerza que puja hacia la repetición de lo complementario, mientras
que lo adolescente promueve la búsqueda de lo nuevo.
Introducción
El encuentro de la sique con el cuerpo y su genitalidad produce un trabajo de inscripción que se expresará
como proceso de crecimiento en dirección de la integración psicosomática y la subjetivación. El cuerpo
infantil deviene parcialmente soma, territorio inexplorado que impone al psiquismo su incorporación
mediante trabajos de inscripción del cuerpo genital en un proceso de integración psicosomática. El
adolescente deberá crearlo y crearse como tal en un trabajo de incorporación subjetiva, propiciado por el
encuentro con un otro no familiar.