SIQUEIROS Me Llamaban El Coronelazo I PDF
SIQUEIROS Me Llamaban El Coronelazo I PDF
SIQUEIROS Me Llamaban El Coronelazo I PDF
ME LLAMABAN
EL CORONELAZO
(MEMORIAS)
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t BIOGRAF1AS GANDESA
MÉXICO, D. F., 1977
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NELAZO (Memorias)
'M'E Ll.AMABAN EL CORO
, 'li Arenal de Siqueiros
240187
'© 1971, Ange CJ!
INTRODUCCIÓN . 7
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PARÉNTEsis EN YANQUILANn1A ! .,... _ 291
fV MUERE EL FRESCO Y NACE EL DUCO -sg_3··· i
ESPA~1}
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A\}¡ EN LA GUERRA DE . 317
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i{'. ))cu1l POR QUÉ EL «ATENTADO» CONTRA
IMPRESO EN XÉ.XIOO PRINTED IN MEXICO TROTSKY . . 355
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XVIII. EL ACCIDENTADO VIAJE A CHILE . 37.
MATERIAL FOTOGRAFICO
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cuadros de caba1lete -cosa que había llegado a odiar- y de mu
reducido tamaño; en segundo lugar, debía pintar en su pro pi, fue encarcelado muchas veces. JNunca quiso ser un solitario sino
y pequ~ña . c.elda y pasar el día y la noche entre los vapore parte de las ma~~ X de los movimientos colectivos, en arte tan-
de la puoxihna, que son muy tóxicos. Dentro de la obra torre to como en pohtr5<f· Se enroló entre los extranjeros que fueron
cial de Siqueiros, lo que pintó en Lecumberri es sólo un mínimo a pelear en ~spana, en la E:~<:!!E<:!. antifascista, donde alcanzó el
Se puede asegurar, sí, que a pesar de las malas condicione gra~:lo de tei;n.ente coronel;(arriesgó la libertad y la vida en mil
no desperdició ni un minuto. Sus cuadros de la cárcel son cas acc10nes pahticas.J entre otras el tan comentado «atentado» contra
-ensu totalidad bocetos; -apuntes que -habrfa.nde servir-le más ta:rd J:'rotsky. Conci~ió obras artísticas de una envergadura hasta en-
cuando los desarrolló en sus obras murales. Porque ya la pintur tonces desco!locida. ¡Como se v~, no. le faltaban cosas que contar!
de caballete no contaba para él sino como anotaciones para s ~n la. vida de u?. revoluc10nano como Siqueiros, que pos-
posterior aprovechamiento en los muros. orna las p~rso.n~s (mcluso la . propia) p~ra colocar en primer
Era, pues, la ocasión de que se ocupara de sus memoria ~ano los pnncrpws Y la~ doctrmas, :s decu, la política, no pu-
y en cada visita al penal, yo insistía en ello, hasta que se decidió ier?n depr , de pro~ucrrse antagomsmos, enemistades, enfren-
Así nació este libro. · tamientos. Asi, por ejemplo, en estas memorias se encontrarán
La mayor parte de él fue dictada por David a Julio Scher~ críticas ª Lázaro Cárdenas, a José Vasconcelos, a Vicente Lom-
García. Pero dictada según el ánimo, el humor con que aman bardo Toleda?o, ª López Mateos, a Diego Rivera, a muchas
da. Frecuentemente empezaba en una sesión a hablarle de u otras personahdades de alta significación en la vida mexicana.
viaje a Cuba, seguía con sus días de soldado en la Revolució Sm emba~go, :pu.edo decir que en los últimos años de su vida
M.exicana, para terminar contándole. alguna pelea con Dieg le escuch~ opmwnes erofundamente enaltecedoras aoerca c:l,el
Rivera. Gracias a la constancia de Julio, que cada mañana ll general C~rdenas, por ejemplo. Por Vicente Lombardo Toledano
gaba a Lecumberri con su máquina de escribir portátil, fue fo mantuvo s~empre, aun en los días en que lo criticó, amistad y no
mándose un alto rimero de hojas mecanografiadas. Con ellas p~ca admua~ión .. En cuanto a Diego Rivera, sobre sus polé-
algunos escritos que se conservan en el archivo de David -quie micas ccn Siqueiros hay un capítulo entero en este libro. A
contra todo lo que pudiera creerse, era un hombre ordenad pes~_: de esa~ permanentes diferencias, David llegó a concebir
simo- se ha formado,~cste libro. canno por Diego. Se verá que lb trata con cierta ternura en la
Como ya he dicho,-6iqueiros era un contador de cosas -vida ~parte en qu~ relata ,su encuentro con Diego en Moscú,. donde
anécdotas, viajes, recuerdos, luchas- de extraordinaria calida .se hallaba , este tratandose en un hospital de la enfermedad
Ponía en esto un énfasis especial, .tenía una memoria privilegiad que lo l~evo a l~ m~erte.
y mucha gracia en el relato. Además, el material que vivía e ¡ Ha sido ~recrso. un largo Y complejo trabajo de ordenación
su m~nte, e~ decir, el cúmulo de recuerdos, era lo suficientement . e l?s matenales para for~ar este libro, en razón de lo que
ampbo y neo como para que estuviera días y días hablandd µe di~ho sobre _la forma caprichosa en que David dictó sus recuer-
como efectivamente ocurrió en esas jornadas de Lecumberrit S dos, sm con~esión alguna a la cronología. Había hasta trozos in-
inqui~tu? lo ll;~ó a p~rticipar desde ~ª.niñez en t~do lo que ~onclusos; a1gunos q1:1edaron t~l. cual; otros fueron suprimidos
pareció 1usto, uul, ongmal y de benefICio para el pueblo. Se e1 fº_~q,ue no ~e alcanza.o~ a perobir del todo el sentido de ellos.
roló en la lucha estudiantil contra la dictadura de Victorian ~~lama t~rnbién repetic10nes y fue preciso eliminarlas. En todo
Huerta y más tarde s_entó plaza de soldado durante la eta( ~~ste paciente esfuerzo para o~denar y _conformar las memorias,
armada de la Revoluaón, alcanzando muy pronto el grado d : e han ayudado algunos amigos _e__gurenes les doy las gracias.
capitán; participó como uno de los fundadores, de los creadore ~, Creo que, funda~~ntalmente, leste libro encierra la posición
en el movimiento muralista mexicano, que ha sido sin duda ' tf e un lucha~or decidido Y lúcido frente a una época compleja
mayor empresa artístico-social emprendida en América, con 1 · ~~~e, com? nm~una otra en la historia, está llena de descubri-
percusiones mundiales; luchó en las filas deHSindicato de Pi i¡nent?~' mvencwnes, luchas por la felicidad del hombre y re-
tores y en las páginas de El Machete; ingresó en el Partid ,nov~cIOn en ~l ~erreno del arte. A todas estas características de
Comunista Mexicano y _durante un P,eriodo de su vida, cuando_, su tiempa e,sta hgado el nombre. de_ ,navid Alfaro Siqueiros.
hallaba en plena creaoó11, abandono totalmente la pintura pa Y despues de esta breve expbcaoon, me parece que clllector
dirigir la lucha sindical de los mineros de Jalisco; palemizó, 'J, 'lede ya penetrar en el extraordinario mundo de Siqueirbs.
chó, sentó postulados artístico-políticos, viajó por muchos paíse ' /
Angélica Arenal de SiqueTros--~
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CAPITULO I
DíAS DE INFANCIA
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que hiciera lo mismo (yo tenía ocho . o nueve años). Todo sacrificado al perro), «y les dices q
aquello me parecía inútil. Se trataba de un engaño, de una diatamente al perro>. ue vengan a quemar inme-
ofuscación, de parte de todos. A mi perro el Diablo no podía Llorando a lágrima viva fui r
darle la rabia. Salimos galopando y como de costumbre, mi pobre regresé solo a la casa de la hacien~a ~~rf ir ~~ orden Y ~espués
caballo pequeño no podía seguir bien a la yegua grande de mi grande era un asesino y un asesin , ' '.renCI o de que m1 papá
abuelo. Y naturalmente, en el esfuerzo se agitaba de tal manera perro enfermo de cu;lquier cos o cru~!~ que había matado a mi
que, como de costumbre, me obligaba a mí a agarrarme a la ra- le hubiera atendido oportuname\ q~ pudo haber sanado si se
beza de la siEa para que con sus sacudidas no me lanzara fuera y, sin dirigirle la palabra. n e. reo que duré muchos días
como de ·costumbre, mi abuelo sacaba el machete y un poco
entre vera y bromas me decía: «¡Suéltese de la cabeza de la
silla, porque de lo contrario le arrimo unos planazos!» Yo
tenía que hacerlo, a pesar de mi miedo, pero en esta ocasión 2. [n algunas ocasiones he escrito que m· b 1
lo hice agregando a ello la terrible pena que me producía el .
E use b ita, nos ed ucaba a nosotros con 1 i a ued a paterna• do-·
na
¡ pensar que, en efecto, a mi perro le había dado la rabia y mi tras mi abuelo lo hacía con el -ª Pª1ma e la mano, mien-
':. abuelo y yo íbamos tranquilamente a matarlo. cabronazos:y Así era. Mi mam , p~no cerrado Y · a punta de
"' Después de un largo galope que frecuentemente se hacía nita, miern'ras mi abuelo mi a gr~n e era de una dulzura infi-
carrera desenfrenada a campo traviesa, porque el Diablo se áspera y terrífic~ Cuánt~s vec~:PSiefeª~;e, era d~ una ternura
metía en los maizales y había que correr en redondo para obli- sús y a mí («a las niña:; no ha ue le os, a m1 hermano Je-
garlo a salir de ahí, siguiendo después por lomeríos, pude ver ¿::::·. argollas que habitualmentl hq p Yarles>). nos amarraba
nuevamente al Diablo y darme cuenta de que su carrera se pro- grandes provincianas de Mé · ay en os pat10s de las casas
ducía temblando y como si las piernas de atrás hubieran per- yo a Eusebita espiando parax1c~e pe~ª ttar a los ca~allos y veía
dido toda fuerza. Yo le silbaba con la mayor fuerza que me Siete Filos saliera de la casa
libertarnos.
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e , ~?dmento ~msmo en que
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ª sm per 1 de tiempo pudiera
era posible. Seguramente no me hacía caso porque con el ruido
del galope de los caballos, no me escuchaba. Cuando me oyera, Cada vez que ~i abuelo llegaba con al ¡
iba a venir a nosotros tranquilamente y todo se aclararía. Pero .gran)ie y nos encontraba jugando e~ el cagunas coJpas, a la casa ·I
no fue así. Chiflé y chiflé y chiflé y en realidad el Diablo solos, o bien con algunos compañeros de 7po, .ª . esus y a mí
ya no reconocía mi llamado. Mi abuelo sacó la carabina y de las formas de jugar de mi ab ª. misma edad, una
derse tras las piedras!» De"p , ue 1o erba gntarnos: <¡A escon-
empezó a disparar contra él. Cada tiro de aquellos me pegaba ' · , ues empeza a a 0 lr d
a mi en el alma. En un momento dado, lo alcanzamos, yo le aventandonos balazos sobre nuestro . c. rrer a e edor
y todo esto acompañado de ment ~ Clfcunstanciales parapetos.
grité: «¡Diablo ... Diablo ... Diablo!)>, pero él ya ahogándose,
de jug~r que él ll¡imaba «escuela ad~ ~~O:~adre. Una manera
con la cara más extraña que pueda imaginarse y volviéndose desgrana que d' res», pues la peor
hacia nosotros abría el hocico aullando. Mi abuelo acercó su chingada» -nos n~~cí~~ :~s a~ntec~r~ «muchachitos hijos de la
caballo lo m·ás que pudo al animal y le disparó célsi toda la ci.rga tírica manera feudal de ed~ca: us ~u.es ~e r~ultaran putos». La
de la carabina, en la boca. Yo le grité que no lo hiciera, que el xico, y a lo cual creo yo se d ~ os nmos e entonces en Mé-
perr.o se aliviaría, que ya veda cómo no se moría con las balas que mexio.no e e en gran parte el machismo
le había disparado. Y efectivamente, el perro seguía caminando. Mucha¿ veces, a altas horas de la noche d
Entonces mi abuelo sacó el machete y yo francamente metí mi abuelo .con la tortura inenarrable de las co~ 'ume espertaba nú.
caballo entre él y el perro para que no pudiera darle los mache-
tazos. Él, indignado, me gritó todos los insultos de madre para
largo ctempo, como lo hacía tamb·,
resistir, porque si lloraba ent
. h as y yo, durante
ien m1 ermano, tenía que
arriba que en él eran habituales cuando estaba enojado y dando '
A veces, repentinamente de noch onces me agarraba h"
a c icotazos.
de encontronazos con su yegua en mi caballo casi me derrum- · , e, me arrancaba de 1
mientras yo dormia con ese sue- .bl a cama,
bó. Luego, corriendo hacia adelante y luego hacia atrás, descargó ·- no terr1 e de · dr d
mnos, y así dormido me dejaba d ' pie a, e los
machetazos sobre el perro, hasta dejarlo tendido en el cam~rlQ. Porque parece que mis gestos y ;::a º,den medio de la pieza.
Después me dijo: "Ve rápidamente, háblale a Fulano y a Zu- vertían. . 1 ca1 a sonarnbulesca k di-
tano> (nombres de campesinos próximos al lugar donde habí.i-
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. . . h .. o de doña camente la cabeza y no dejaba ver más que el pescuezo de la
3. Mi padre, don Cipnano Alfaro PaJo_mmo, iJ . a Siete
Eusebia Palomino de Alfaro y don Antomo Alfara Sierr ' , infeliz ·
Filos, había sido educado por su madre dentro de l~s no:ma~fm:~ Algo era necesario hacer para corregir aquella inexplicable
estrictas del catolicismo y capacitado para, estud~os cientr ~~~u~ monstruosidad, pe~s~>, sin d_uda alguna. Siete Filos y en un mo-
separándose de aquellos dos rancheros, habra temdo la op mento dado le pidió a mi papá chico que nos permitiera ir
nidad ·de educarse en lll capital de la repúbli~~ hasta llegar ª a pasear con él. Se crataba, como descubrimos más tarde, de
ser uno de los penalistas más notables del porhnsmo. todo un complot. Poco a poco nos fue llevando hasta la. her-
Dado su renombre como abogado,. desempeñó en muchas oca· mosa sombrerería denominada El Sombrero Colorado, que queda.
siones puestos de embajador extraordinario,. casi siempre e;i ª?un~ ba en los portales del Zócalo y ,de anuncio tenía colgado un
tos de primordial impartancia; porque, según recuerdo, el si~m enorme sombrero de ese color. Ahí, después de escoger minu-
pte ·estuvo en contra de los abogados buró;ra.tas, de los ~bo~ ~s ciosamente, a mi hermano Jesús y a mí nos compró dos som-
funcionarios públicos. «El abogado -le oi siempre <leen-:, ede breros de paja fina, desde luego, con un listón negro en el que
demostrar que lo es y esto sólo puede hacerlo en su pr~feswn e con letras doradas decía «Viva Morelos». A mi hermana, algo
jurisconsulto.» Desempeñando _los . indicad,os puestos or~:i~stan~ parecido. Muy orondos salimos los tres con nuestros nuevos som-
cialPs de emba1'ador extraordmano, haoa frecuentes "ia]es. breros, llevando yo en la mano una caja donde habían sido
Europa - y en general al extranjP.ro. El ·
, pn_m~r · · que .yo hice
via1e sepultadas aquellas tres ignominias traídas de París. Mi abuelo,
fuera de mi país fue al Canadá con uon Cipnano, pues mi ~adre por su parte, más orondo aún que nosotros, caminaba con su
había ido a la inauguración de· algunas estatuas de la Vngen traje negro semicharro, por ser la chaquetita muy corta, sus za-
María en las plazas públicas de Montreal. , patos p~nteados de una ~ola pieza y un gran ~ombrero de los que
Por todo ello, É1i padre era el típico afrancesado de la epaca en México llamamos «tejano», pero que no tiene nada de tejano
porfiriana,Jno sólo por su {admiración profunda a la culn~ra y que le debió haber costado muchos dólares en El Paso, Texas.
occidentall en general, y en partic':11ar a lo que en .ella ha sig, El chinaco Siete Filos, como todos los chinacos, esto es, como
nificado Francia, sino por su propia manera d.e vest1r, y la ma- todos los jacobinos de la époc:i, era e?emigo de los curas, pero
nera como nos vestía a nosotros cuando caíamos e~ sus manos. no de D10s y su corte celestial. DeCia lo peor contra los · sa-
Por ejemplo, en relación con su amor por ,Francia, antes de cerd<¡tes, pero jamás dejaba de inclinarse ante todos los altares
cada comida alguno de los tres hermanos, Jesus, Luz o yo, ca~a católicos a su páso. Por lo tanto, al salir de la sombrerería,
vez que estábamos con mi «papá chico» tenía que leer la his- nos dijo: «Tan cerca como estamos de la Catedral, vamos a
toria del santo ·del día, en francés. Con todo esto ~ra, pu~s, darle gracias a Dios por habernos quitado esas "apachadas" que
Cipriano les trajo de Europa». Efectivamente, llegamos a la Ca-
na t ral que cada vez que llegaba de Europa nos trajera traJe-
d· de
citou de ' Francia, «porque los arbitros;>
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- d eoa-
· d 1·
« e . a mo _,t tedral, reverentes nos inclinamos los_ cuatro a dar gracias a Dios
las mujeres y (le los niiíos, es Pans. . . la de los homb1 es es por el inesperado favor recibido sobre nuestras cabezas, en pri-
Londres». . mer lugar, pero mientras tanto. . . oh, horror, un maleducado .
En una ocasión, coincidió el· regreso de mi patlr~. de Ettr~p'.1- capitalino se robó todos los sombreros, tanto' los nuevos recien-
con sus tra jecitos franceses para nosotros, con ,una ."1~Ita a ;\I exi- temente adquiridos en El Sombrero Colorado, como los antiguos
m del abuelo Siete Filos. La sorrresa ~le este ultimo P?r la de París e inclusive la gorra tejana, como le decía él.
forma como estábamos vestidos lo hizo casi enmudecer. Temenclo El escándalo que se produjo en la iglesia fue algo que posi-
idea de que aquellas boinas francesa~ no nos_· entraban e1~ la blemente ~u~ca habí.a ocurrido en el Templo Mayor de la capital
cabeza, porque simplen~ente h~bían sido escogicbs muy chicas, de la repubhca. Gntando que los curas y todos los capitalinos
delante ele mi padre qmso meternoslas por la fuerza. ~Oye, Jesu~ eran un?s ladrones, .mientras les agitaba los sarapes colorados
sito -decía-, creo que tú traes la cachcicha ele ] oses1to» y casi a los feligreses y med10 les l~vantaba las enaguas a las feligresas,
lo hundía en el suelo de tanto que quería hacc;r cabe: aquella buscando los sombreros, salieron los sacerdotes y el sacristán,
elegante coronilla con mota roja al pobre cabezon de oon Chu- tratando de apaciguarlo, pero aquello fue inútil. Aquella ruin
cho. Ante su fracaso, se quedaba después vie.ndo con asombro. venganza cónservadora de los abyectos traidores a la patria im-
«a la mechuda», pues así le decía a mi hermana Luz, porque perialistas, era imperdonable.
en el caso de ella lo que le asombraba era. exactamente ~lg? Y fue tanta su rabia, que le dieron ganas irresistibles de
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opuesto: un sombrero de hule, colorado, que le tapaba practi. orinar y se orinó en el atrio, apenas a la salidita de la puerta
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mayor del templo, lo que trajo consigo a uno de esos gendarmes cha no se los llevaron. Pero a - mí me tenían encarcelado en
bigotones de la época pürfiriana, el cual, en _buen a~tecedente aque_lla casa: tratando de convencerme de que yo volvería a ver
de la mordida contemporánea, se negaba a _depr ~n hbertag
coronel chinaco Siete Filos y a sus tres ·metas, s1 no ~e ª d ª
;1 a m1 abuelita, que no había muerto y si hubiera muerto, era
santa, que la encontraría en el cielo.
doce reales, cantidad tremenda entonces, que. hubo neces1d_ad de Naturalmente yo no aceptaba aquella versión. Estaba dis-
aflojar para después hacer un largo recorndo pür la cmda • puesto a despertar a mi abuelita. Sólo se había quedado dormida
en nlan de verdaderos locos (porque entonces todo el que no y aquella~ gentes que la rodeaban, que vivían en la casa, no
ttaía sombrero era loco), en medio de las _cuchufletas de los co_mprend1an ~so. Por ~so esperé a que todos estuvieran dur-
que nos veían, lo que provocaba las represalias a mentarlas de mFndo, me hice yo mismo el dormido y cuando lo consideré
oportuno, saltando por las bardas de atrás del jardín de la
mi abuelo. .
Nunca me olvidaré de la cara que pus~ero? todos los pasa- casa, rµe escapé{ no sin ser seguido a toda carrera por uno de los
jeros del tranvía a donde tuvimos que subir sm sombrero Y la mozos) que tenía orden de que yo no fuera a la casa de la
represalia que tomó mi abuelo contra uno de_ eUos, po~q_ue ocupó a?~ela. Más ágil que él, pude escapármele y cuando llegué a mi
el asiento que mi hermano Chucho había depdo provlSlonalmen- v1eF cason_a, una casa que ocupaba un terreno tan grande que
te libre mientras se tiró al suelo para recoger una cáscara, . hoy han sido construidos en él varios hoteles, me encontré el
parque 'creo que entre las colecciones raras 91:e hacía Chucho siguiente espectáculo: püsiblemente cientos de mujeres, en par-
- estaba la de cáscaras, dizque con fines med10nales. Al P?bre ti~ular_ viejas, estab_an rezando con _voz monótona, pero con un _
• d" "d mi· abuelo amenazándolo con uno de esos ternbles gr1to igual qu~ cnspaba, una oración extraña que entre otras -
in IVI UO, • • l 1
reveses que nosotros ::-::::-damos y que nos tendian por e s_ue o, cosas ?ecí~: «Perdona, oh, Dios mí?, perdona impotencia: per-
ejecutados con su ant~brazo torcido P.':r una bala (nos tiraba dona 1mp1e<lad... » Una de _las mu 1eres parecía hevar el coro,
al suelo), le dijo: <Déjele campü al mno ... » A lo cual el otro porq~e de vez en c~ando gntaba ~ola, con una voz tiph~da que
contestó: «Qué campo ni que na~a;· aquí los _campos no son de me aestrozaba los 01dos. En el pnmer momento tuve miedo de
nadie». Entonces mi abuelo, hac1é_ndose el p1sto!ón a un lado, penetrar al cuarto de mi abuelita, pero haciendo un esfuerzo
le dijo: <Que le deje campü al mño», a lo ~al el otro ya ~e entre corriendo. La pieza había sido acomodada de otra manera.
levantó, dejáudole el campo a Chucho con .a extraordmar1a Ya I)O estaba_ la cama y en medioº había lo que yo ya conocía
como una cap de muerto. Me lancé sobre la caja. Ésta estaba
cáscara que había encontrado. . .
Al llegar a la casa, las carcapdas de ~1 padre. f~eron es- abierta y _ahí estaba tendida mi abuela. Grité como' loco, me
tentóreas, primero por lo que consideró hornble cursllena de los agarré de la caja y estuve a punto de voltearla. Y estaban tra-
sombreros, al oír la apología que nosotros le hadamos, y después, tando de arrancarme del lugar un grupo de mujeres, cuando
de la aventura de la iglesia, en la Catedral. corrió el rumor de que mi abuelo Siete Filos estaba llegando
y venía borracho. Vi claramente cómo la mayor parte de las
mujeres que estaban arrodilladas se levantaren y trataban evi-
dentemente de escapar del lugar.
4 Cuando mi abuela murió, me desesperé tanto que casi llegué Un momento después entró mi abuelo como un huracán
a. agarrarla de lo 5 cabellos, a sacarla de la cama. Cuando en- peg~ndo g-átos ~o~ri?les y ordenando a «toda esa punta de vieja~
traron las gentes de la casa (mi abuelo no se encontraba en ella., pers1gn~?as e h1pocntas» que abandonaran el lugar. <Brujas de
pues él hacía viajes frecuentes fuera del estado para c?mprar mal ague~o.» El corredero de gentes en la casa era impresio-
ganado bravo que vendía _en _las plazas de ioros ?e
las audades nante. M1 abuelo estaba desatado. Yo no entendía muchas de
las cosas que decía, pero en muchas ocasiones mencionó «al
e ueñas) les gritaba vo md1gnacto: «¡No me qmere hacer caso,
~oq me qu,iere hacer cisol~ Y pretendía otra vez volver a estru- hermano Pepe de mi abuela», el cual me llevaba a mí a su casa
jarla con aquella especie de furia amorosa, pue? no era o_tra p~ra decirme que no creyera yo las cosas que me contaba Euse-
cosa.' Por la fuerza me agarraron, después de libra;· conm~go b1a -;-su hermana- que era una buena mujer, pero que no en-
una batalla trt~enda, para llevarme a la casa _de los Covarrubias, tend1a de esas cosas y creo que me enseñaba libros masónicos.
parientes muy ricos, con hijos de nuestra mlSlna e?ad, y ent~e Después mi abuelo empezó a insultar a Dios con las peores pa-
ellos la enc<ptadora Andre~, que ya era ,por esos . d1~ m1 novia lab:as que yo oía a los carretoneros de la hacienda y a los
de nif,S de ~eis afws. A m1 hermano Jesus y a m1 hermana Lu- arrieros, lo mismo que a la Virgen y a todos los santos. Y trataba
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de encontrar por todos los medios sus armas, que las gentes de cirno.s. que to?1ára~o~ nuestros so~breros y fuéramos a la sala
la casa le habían escondido. Y como revolviéndolo todo no las de v1s1tas. As1 lo h1c1mos y al llegar a la mencionada sala nos
encontraba, empezó a darse de golpes contra las paredes. Hizo encontramos el espectáculo siguiente: Mi abuelo Siete Filos
pedazos todos los santos que había en la casa. Y cuando ya no vest~do como de costumbre. de negro riguroso, en aquel estilo
pudo darse de golpes él mismo, con los puños en la cara y contra sem1charro que le era habitual, sólo que en esta ocasión con
los muros, salió a la calle y se colocó en medio de la plata, para deslumbrantes botones plateados. Iba acompañado de una señora
seguir insultando a Dios y a la Virgen, ¡;iorqu~ se había ll:vado Iler:' ele arracadas, de collares de oro, con una falda gigantesca
a aquella mujer tan buena y en camb10 depban con vida a y, an~; n.uestro asombro, nos agarró. a los tres de la cabeza y
todas las grandes putas de la ciudad, y ésas eran todas las se- aplasunclonos la cara sobre la barnga de la señora, bastante
ñoras ricas amigas de él; a la vez que retaba al jefe político para grande por cierto, nos decía: «Ya tienen otra vez madre mucha-
que si le quedaba todavía algo de hombre viniera a pegarse chos ji jos... » El viejo se acababa de casar con la hones;a madre
con .él, porque aquélla er? una oport':1nidad para. cu~plir s~ de ,un capitán ~el ejér_eito, con lo cual quiero decir q~e ya
amenaza de que si él volv1a a escandalizar, el prop10 Jefe poh- ,tema bastante mas de cmcuenta años, pero él creyó que en esa
. tico vendría a poner lo en orden, personalmente. época le llevaba unos veintitantos. La mujer nos abrazó con
· Yo pude presenciar toda la escena, de un extremo a otro, mucho ~ariño y ~a escena le hizo derramar copiosas lágrimas
prácticamente todo lo que quedaba de la noche,. desde el m<;>- de alegna: le habian caído de un golpe tres hermosos nietos.
mento en que me había escapado de los Covarrubias, pues nad1: Acompañando a aqu;llas dos fantásticas personas, salimos
se artevió a tratar de arrancarme del lugar por la fuerza. Ya casi de la escue~a. Y empezo para nosotros una vida desbordada.
para salir el s<?l. mi abuelo, que había seguido bebiendo, se quedó Nuestras pnmeras grancies parrandas. El abuelo, renovado es-
dormido en uno de los cuartos de nuestra casa y yo, que de taba Ilevan~o a sus más altos estrados su antiguo espíritu ju;enil.
hecho lo había llevado de la mano «a que descansara un poqui· Sus compan~ros de parranda eran señoras y señores parecidos
to~, como le decía, me quedé también prácticamente dormido a ellos, que Jugaban a las cartas, bebían tequila sin límite y, lo
en sus brazos. que no entewHa entonces, cada baraja les merecía una mentada j
· Algunos de los cuentos que mi abuelo contaba eran muy ele m~clre,, un cuento colorad? dicho frontalmente, y a mí aquello 1
bellos. En una ocasión me dijo: « Fíjate que iba yo una vez por me ch~ra1a mucho, la relación que pudiera haber entre el rey
el campo moni:ando el Chocolate, cuando en ·pleno desierto, d~ hastos y un? de esos hombres que, según supe más tarde,
pues ahí no había nada más que mezquitales, oí llorar a un v1,ven de las. muJ_eres. Y así por el estilo. Jesús, Lucha y yo obser-
niño recién nacido que semicubierto por los pañales estaba tirado va~amos mmu,c10samente los acontecimientos, aprendíamos )o
junto a un "chaparro". Jndudableineme alguien lo había tira- rneJOr que pocliamos lo q~e decían en particular el antiguo abue-
do ahí y yo no podía dejarlo en aquel lugar. Lo recogí, .lo envolví lo y la nueva abuela, qmenes por ser ambos ya muy sordos, h;::.-
con mi capa y se lo llevé a Eusebia. Pero fíjate nomás que cvando blaban en una voz retumbantemente convincente para nosotros.
ella lo destapó para verlo, el niiío aquel, hablando como un niño. Y en el momento oportuno nos robábamos todo el dinero que
mucho máyor, le dijo: "Mira, Tata, qué dientes tengo", a la podíamos, con lo cual nos dábamos unas parrandas de chara-
vez que le mostraba unos colmillos más grandes que los de un muscas y trompadas y pirulís que nos tvvieron durante esa
perro. Eusebia pegó un salto para atrás y dejó caer al niño, época con los calzones invariablemente policromados.
con lo cual se hizo una ~xplosión y éste desapareció totalmente Creo qu~ pasaron dos meses sin que nadie se acordara de la
del lugar». Y todavía me dijo: «Ve, pregúntale, y verás que no escuela, viviendo nosotros aquella maravillosa vida tormentosa
te cuento mentiras». En otra ocasión, regresó todo arañado en cua1:do no sé cómo ni por qué mi padre, el papá chico, que y~
la cara y oí cuando muy seriamente le decía a mi abuela que lo l~ab1a regresado de Eurol'a <;reo que hacía un mes, pudo loca-
había arañado el diablo, por borracho. lizarnos; El único dato que tenía para ello es que cmmdo se
pres~nto ~ habla~.~on el distinguido director de la escuela de los.
1esmtas,_ este le •¡110: «Pues hace un mes que vino don Antonio
ac~mpanado d~ ~na nueva señora que parece que es su nueva
· 5. Estando nosotros de alumnos internos en Mascarones, el v1e10 mama, don Cnnano, y después de hacer que nos entregaran
colegio de los jesuitas en México que fue suprimido por la como d~ rostur¡bre, sól?, que en esta ocasión en mayor cantidad:
Revolución, a mi hermano y a mí nos llamaron un día para de- unas caps de v1;10 y qmen sabe cuántas canastas de fresas, cajetas
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de Celaya y otras combinaciones, nos pidió, ya ?ebilitados ~oso él no sabe eso ... » En fin, que le hizo todo el relato. Inclusive,
t ros, que le permitiéramos celebrar su luna de miel con la senora en el proceso del cuento, llegó a decirle lo siguiente: «Es tan gra-
(I ue traía consigo. Pero es el caso que ya van dos meses y no ~osa mamá grande que, fíjate'. el otro día pasó un gato que
regresan». . . . ~1enen ahí en la casa a donde 1ugaban a las barajas y el bicho
Con verdadero terror C1pnano se dedicó a buscarnos. Nos iba con la cola muy levantada. Entonces ella, señalando con el
encontró en casa de un íntimo amigo de mi abuelo, su t~cayo, dedo las rialg1;1itas .del animal, dijo: "Fíjense cómo en los plie-
pues se llamaba don Antonio Cadena, ricachón, porque s1en~o gue~ del fund1llo tiene ~et~atada el á~uila nacional">. Mi papá
un provinciano, como mi abuelo, era dueño de la gran rebosena pego un salto y sus mov1m1entos me dieron la impresión de que
La Colmena, que estaba situada en la contraesquina de lo iba en busca de. su nueva mamá para conseguir, con su genio
que hoy es la Suprema Corte de Justicia, y precisamente ~n de abogado, que su renovado papá se divorciara de ella_ Un
parte de los terrenos que hoy ocupa la ampliación del Palacio coronel del ejército de J~árez,. que por sus proezas había llegado
d( Gobierno del Distrito Federal, precisamente un día de gran a merecer el mote de Siete Filos, no podía seguir viviendo con
tormenta en el que nosotros habíamos tenido la interesante aquella lépera y menos aún acomodársela a él de madre.
ocurrencia de tapar con trapos todas las colader~s, para que la
casa del amigo íntimo de mi papá grande se _mundar:i- total-
mente. Y mi pobre papá preguntaba desde la puerta s1 no s: ·•
había ahogado uno de sus hijos. Me acuerdo que cuando_ m1 < 6. Tenía la costumbre de contarme cuentos horribles y cuando
papá Je dijo a .mi hermano Chl1c~o, v.i.éndolo casi con lágrimas ~a .me tenía perfectamente agitado, con los ojos fuera de las
en los ojos: «Tienes ca~a d~ salvaje. ~110; es espantoso esto que orb1tas y el cor.azón fuera del pecho, me obligaba a ir a la troje,
pasa», mi hermano J esus hIZo que m1 padre se desmayara, con en .plena o~cunda?, para traer cualquier cosa que se le ocurría.
la voz que le era habitual, es decir, la voz tartamuda, al respon- Y s1 yo no iba o simplemente daba muestras de quedar paralizado
derle: «Pa ... pa ... pa ... pá .. . , las ... co ... co ... sas .han por el terror, me agarraba a garrotazos por haber creído todo lo
cambiado, ya no chingues>. «¿Qué?», dijo mi papá como aneo , que me había contado. Y al fin, temblando o no, tenía yo que
veces. Y· se pasmó. •, . . .· ,¡ ir al lugar, porque l~ primera versión me parecía exacta y la
y los movimientos que Lucha hama adqumdo. . . Yo no ~ ,. segundl sólo una versión solapada, artera. Claro, ya en Ja troje,
por qué trataba en realidad de imitar a la nueva mamá de m1· · sentía yo que me ag;i.rraban manos húmedas y me soplaban en
papá. Se ponía todos los collares y brazaletes que encontraba el pescuezo.
a mano y hablaba con su misma entonación de voz. Ade~ás, con
esa factultad tan extraordinaria que tenía para la caricatura,
había llegado a ser una seg~mda edición de esa señora, en los
movimientos y en el lengua1e. . • 7.. En Irapuato, había ui: muchachito aproximadame~te de la
Trabajo le costó él_ don Ciprianb arrebatarnos d~ aq~el ear~I misma e~ad mia que afirmab!'. ser pariente nuestro. Su papá,
so para hacernos regr~sar a!gun~s se~anas despues a~ colegi~, un charnto guana1uatense típico, vivía de fabricar cigarros y
toda vez que eso era imposible mmediatam_ente, ~ada la canti- .. ~' ceril,l?s. El muchachito era muy chaparro y pretendía a la her-
dad de piojos morales y físico:. que traíamos e~ama. E~tonces. ·.'· _mos.1S1ma hermana de la deslumbrante Andrea Covarrubias, mi
nos llamó a un cuarto y nos diJO algo que podna tradunrse de ,·~. novia. , Pero como ~speranza era muy . presumida, por hermosa,
la manera siguiente: «A ver, suelten ustedes todo lo que han !I) empezo por d~shaun.ar_l~ como pretendiente, poniéndole un apo-
recibido de esos hotentotes que me los ha~ transfigurado»: Fi:e J; . do_ que prendió: Tnpitmgas. El nombrete no podía haber sido
Lucha, sobre todo, la que con aquella gracia tan extraordmana mejor, pues Tripitingas ha sido el hombre más desgraciado, más
que tenía, empezó. a relatarle .la , verdad de ,todo; .con u!la elo- ~esafortunado que . yo he conocido en mi larga vida. Y lo ha
cuencia tal que m1 padre enro1ena y se poma pahdo; creo que sido por razones «imponderables», como dicen los intelectuales.
hasta de vez en cuando, medio escondido, se persignaba. .:Pues. Si aparecía una epi~e1?~ª de niños, al primero que le daba en
fíjate -decía Lucha- que a uno üe los señores d~ las barajas el pueblo era a Tnp1tmgas. Para nadie era extraño escuchar:
que les dicen "jotos" ... > A. lo cual Chucho le decia:, «Que no. , .i:!ripitingas est~ ':°: cama y ,lo más probab~e es que se muera>.
te digan mentiras, no les dicen a.sí. .. » , «Bueno -dec1a !--ucha- S1, ya sano Tnpitmp-as, t1~abamos una piedra para arriba y
les dicen de otra manera, pero m1 papa no lo entendena, pues otro de ·nosotros <lena: «lVIIra las estrellas», esta piedra, de re-
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greso, descalabraba a Tripitingas. Aquello era irreme.diable. Si Cansado ya de pedir, se propuso obrar. La puerta se abrió de
saltábamos una barda, Tripitingas se quedaba atorado en el agu- repente y mi. ~buelo, con ~9uellos calzones largos de lana típi- .. ,
jero que le había servido de escalón y había que traer gente del camente porfinanos, apareno en la puerta blandiendo un enor- i
pueblo para sacarlo. Y si se caía, después d~ la:?u esfuerzo, me garrote. Jesús y yo, que ya conocíamos los terremotos de
Tripitingas caía sentado en una poderosa digest10n de cam- sus palizas, pegamos un salto de las camas tiradas en el suelo
pesino. y abriendo con agilidad los pasadores de las puertas corres-
Pasaron así los ;i_ños. Hasta por correspondencia, el tema ~e pondientes, salimos corriendo al corredor, corriendo subimos a la
Tripitingas y sus invariables desgracias ocupaba largo espac10 azotea y fuimos a treparnos en la parte más alta de un tinaco.
de todas las misivas. La encargada de relatarlas era, en pnmer Mi abuelo nos siguió hasta la parte de abajo del tinaco, porque
lugar, su pretendida, la hermosa Esperanza. Por fin, me lo en- ya no podía ir. más arriba. Y diciéndonos primero _los insultos
cuentro yo una vez en la ciudad de México, caminando por más atroces para que nos bajáramos, porque temblaba de rabia
Madero. «Tripitingas -le grité- ¡tú en México!> Y su respuesta por su impotencia, empezó a amenazarnos con bajarnos a bala-
al abrazarme fue: «Me abandonó mi mujer y me abandonó por zos. Pero nosotros categóricamente le contestábamos que no ba-
un tranviario». Efectivamente, un motorista se la había robado.. jaríamos más que muertos. Entonces el pobre viejo empezó a
Pero no solamente a la mujer sino todos los adminículos del aventarnos ladrillazos. Largo tiempo estuvo ahí. insultándonos
c~rnudo marido. Hace apenas unos años, alg~ien me dijo que y apedr,e_ándon~s, hasta que se cansó. Cuando cal_culamos que ya
había visto. a Tripitingas en un pueblo próximo a Puente d,e se habna dormido, regresamos al cuarto donde habíamos tendido
Vigas. Aprovechando un domingo, fui a buscarlo. y lo encoutre. los colchones y donde habíamos dejado a Tripitingas, que no
Al pobre Tripitingas le habían COiLci.::0 ·una pierna, .por gan- nos siguió, naturalmente. Tripitingas estaba perfectamente dor-
grena, y la otra la tenía parali~a~a. Pero segu~a trabapndo, en mido el? el centro de aque!la gran cama de varios colchones y su
un sillón de ruedas, como escnbiente de un 1uzgado en aquel cuerpeoto, por lo pequeno, era apenas perceptible dentro de
pueblito donde no hay más que algunos tejocotes y «perros del unas mal echadas cobijas. Pero cuál sería nuestro asombro al
mab en potencia, ya que Tripitingas, ~so sí, tiene muy buena acercarnos y observar que aún tenía las lágrimas sobre las ,me-.
letra y escribe con caligrafía ingl~sa. Me cont~ que él 1: ac:~n" jillas; btm-ando más, descubrimos que tenía un enorme chichón
sejó al juez del pueblo que se dedicara al negoc10 de los divornos , en la cabeza. En vez de hacer lo que nosotros, se había hin-
de extranjeros y que después de hacer el t_r1;1co con dos negros, t;, cado en medio ele la cama y se había puesto a rezar, creo que·
lo habían descubierto y toda la responsabihdad se la echaban la Magnífica, para que Dios calmara las furias de mi abuelo.
a él. Me mostró el citatorio en el que le ad_vertían que, de. no Pero éste, no teniendo otro blanco en el cual descagar su ira,
presentarse al día siguiente, sería aprehendi~o. Al despeduse, por poco mata a Tripitingas y quizá ahí hubieran acabado sus
me dijo: «Espero que me vayas a ver a ~a ca.rcel, donde voy. a desgracias, que ya eran muchas entonces.
permanecer mucho tiempo acusado de divornar a dos pareps
. de negros y por cuyo trabajo no reeibí ni u? s~lo centavo,. J?~es
todo se lo llevó el juez». No había remed10, ese era TnJ?itm·
gas y como Tripitingas hay .muchos en el mundo: blancos mde- 8. Entre los años 1905 y 1908 1 aproximadamente, mi hermano
fectibles de todas las desgraaas. Jesús y yo estuvimos en el colegio Franco-Inglés, de padres maris-
Nada les da más felicidad a los niño5 que, en algunas oca· tas. Casi todo el ti_eI?Pº fuimos internos y sólo cuando mi padre
siones, obtener que amigos suy?s o parientes se. queden a dormir regresaba de sus via1es por Canadá y Europa, éramos medio in-
en su casa y hasta en su propia cama. A mediano.ch~, por r~gla ternos. Mi hermano Jesús era el ladronzuelo de la casa y yo el
general en estos casos, los niños de la c~.sa y los mvitados. uran niño honrado. La habilidad de mi hermano Jesús para robar,
juntos los colchones al suelo y llevan a ca?;> las más mar~villosas que me causaba tantos trastornos, en el fondo era para mí mo-
representaciones de ~irco. Esto nos suced10 en una ocasión con tivo de gran orgullo. Mi hermano Jesús llegaría a , ser gá:igster
Tripitingas; consegmmos que "{ quedara en la casa y en la famoso, me ·decía yo en la intimidad. En toda ocasión en que
noche despertamos, tiramos lm1 co~chones al suelo, pero c?mo v~sitábamos la c~sa de. un clien.te rico de ~i papá, como por
nuestro circo fue muy ruidon, mi abuelo, que de casualidad e1emplo la de mi padrmo de primera comunión, señor don Ma-
estaba en la casa esa no~he, ;10s gritaba: <Asosiéguense, mucha- nuel A~or Es_c~i;tdón, yo tenía que detener a mi hermano Jesús
chos, asosiéguense!» Pero nosJ~ros, nada que nos asosegábamos... a la sahda, dmendole: «A ver, ¿qué te llevas?:. -!Y a ti qué te
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importa» -me replicaba. Pero yo en ese sentido era implacable. mal~. Aterrorizado por aquellas miradas de interrog~ción, corrí
Con la primera trompada que le daba, soltaba una llave de a m1 clase y escondí el doblón entre los papeles de mi pupitre.
tuercas o una perilla de cama. Yo prefería seguir ese método Pero cuando el padre Toral hizo sonar la campana para volver
que el de delatarlo ante mi papá. porque él le hubiera pegado en a clase y yo f~i el primero en llegar a ella y metí la mano bus-
una forma tremebunda. Pero en fin, las virtudes de mi hermano cando el doblon de oro, éste había desaparecido. Sin importarme
Jesús vie~en al caso en lo que voy a relatar a continuación. que estaba en la clase, empecé a aventar papeles y libros para
En m1 casa había una cómoda misteriosa, muy grande, de af_uera, dese~per~do, y después, presa de la angustia, me derrum-
muy . buena madera, siempre cerrada, pero que tenía la carac- be sobre m1 as1entn_
teris~1c3: de que cada vez que mi padre la abría sonaba 1:1na. _En ese estado_ me encontraba cuando con sus labios blancos
mus1qmta y lo mismo acontecía cuando la cerraba. Un día mi y s1e~pre apretados, el padre Toral, con su acento del norte de
hermano Jesús vino donde yo estaba con un grupo de compa- Franoa, me dijo: «Viens ici ... Le pere Sabady (que era el di-
ñeritos de la escuela y en tono solemne nos dijo: «¿Cuánto apues- rector) t'appelle . .. , SalauaJ . .. , Pourriture!. . . (cochino, podre-
tan a que yo abro y vuelvo a cerrar la cómoda grandota del dumbre) .» Tambaleandome sub1 la escalera, seguido por el pa-
cuarto de mi papá sin que suene la musiquita?» Y efectivamente, dre Toral, y llegué hasta el cuarto ~el director. Ahí me esperaba
ante el asombro de todos así lo hizo. En la noche de ese mismo el Pª?_re Sabady e? el centro de la pieza. Con una mirada adusta,
día me dijo: «Mira, Pepe, en toda la parte de abajo de la cómoda me d!Jº:. «Pasa. Cierra la puerta y dame la llave>. Después se me
hay solamente ropa, que creo que pertenecía a mi mamá, y por quedo _v1end.o de frente y con el francés más duro que he escu-
eso mi papá la guarda con tanto cariño. Pero en uno de los c~ado en m1 vida, me d~j~: «Ladrón. . . Has robado a tu padre.
cajones de arriba, que no sé por qué diablos no he podido abrir, v ~s a acabar ~n el pres1d10... Y tengo entendido que no es la
se siente que dentro de un cofrecito de madera hay monedas de pnmera vez, smo que t~l ha sido tu :~.:.!:.ito durante largo tiem-
. oro. ¿Por qué tú, que eres más flaco que yo, no tratas de. abrirla po. ¡~reo que ya no tienes remedio!> Y después, haciendo un
con los dedos, metiendo la mano por abajo?» Indignado le res- ademan tremend?, agregó: «Abre la puerta y ve al oratorio de
.· pondí que yo no era capaz de hacer tal cosa y que me hiciera la escu;la a pedirle perdón a Dios y a la Virgen por tus horri-
favor de abandonar esa preocupación, si no quería que lo agarrara bles cnmen@!f».
a trancazos. Chucho fingió convencerse, pero haciendo gala de Ante '.1quella realidad, ante aquella dureza de lenguaje, yo
la maldad más infinita, me dejó la puerta de la cómoda entre- no fude m~entar la menor defensa. Hubiera podido decir que no
abierta. Y. mi curiosidad, solamente mi curiosidad, lo juro, fue habia quendo robarme la moneda, que yo no era el ladrón
entonces más grande que mi seriedad y mi honradez. Durante de la casa, que era otro, aunque sin mencionar a mi hermano.
la noche, mientras Chucho dormía, empecé a escudriñar tal Pero .no tuve fu~rza para hacerlo. Me dirigí a lá capilla y me
.como él me lo había indicado, consiguiendo abrir el ~ofrecito postre ante la Virgen de Lourdes (yo no les rezaba nunca a los
y sacar entre la tenaza de mis dos dedos más largos, nada menos santos varo~es, sólo a las santas, y positivamente estaba enamora-
que un reluciente doblón de oro. Honrado como era yo, y do ,de la. Virgen de Lourdes y de Juana de Arco). Me tiré al
honrado a carta cabal, me metí el doblón a la bolsa, pero sólo sue10: gntando con todas mis fuerzas: «Madre mía, de Lourdes,
con el objeto de admirar :i. mis compañeros de escuela, pero con perdoname. . . Soy , podredumbre... » (Se lo decía en francés
la firme determinación de regresado al lugar de donde lo había para que me entendiera mejor.) «He robado a mi padre. vo;
tomado. E.n el patio del colegio Franco-Inglés les dije a mis com- a acabar en el presidio ... Tiene razón el padre Sabady, que
pañeros -francesitos y ari.;tócratas porfirianos en su gran parte es un santo ... »
(era la escuela de los muy ricos) - que mi padrino me había Mi gritos se oían por toda la escuela. Y en eso estaba cuando
regalado una moneda de oro, mostrándosela, para comprar uo ¡oh espanto!, voy ~iendo pasar a mi padre, vestido de jacquet, co~
automovilito de pedales, que eran entonces la sensación de la paraguas y bombm, como era habitua) en él. No me cabía la
juguetería mexicana. ~enor duda ..Traía sus grandes bigotes porfirianos. No era ha-
¿Pepe Alfaro, muchacho de doce años, con un doblón de oro bitual que. m1 padre fuera. Indudablemente lo habían llamado
en la bolsa? Y empecé a sentir, provenientes de todas las direc- con urgenc~a, ~ada la magnitu¡I de mi crimen. Aquello me calmó
ciones, las miradas más terribles de reproche. Ya indudablemente un po~o. S1 m1 padre, por uva simple mentira me daba feroces
había corrido la voz de que yo traía aquella poderosa suma en · zurras, ¡qué sería por haber. abierto su cómoda sagrada y haber
mi poder y el origen de esa posesión tenía que ser algo muy · robado su oro! Mom~rytos ~después vino el padre Toral a la
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capilla y me dijo: «Ve inmediatamente a buscar tu sombrero, . pamos todas las cañerías de la cása y se inundó, mi padre se
que vas a salir con tu padre». . . encontraba en Ottawa inaugurando una estatua de la Virgen en
Todos los muchachos de la escuela se hab1an salido de clases una avenida de la población.
y estaban viendo la escena clescle los corredores. «¿Recuerdas la Pasaron los días y las semanas. Yo no iba a la escuela. Mi
moneda? _:_decían-. Pepe Alfaro se la robó a su padre y lo han hennana Luz, que estaba en el Teresiano, y Chucho, de medio
expulsado». Sentía yo que así estaba diciendo cada u?o de. ellos. interno en el Franco-Inglés, salían todas las mañanas y después
Mi padre me tom<Í ele la mano, cosa que nunca hacia, y J~nt?s de recibir la bendición de mi padre se iban a la escuela para
salimos ele la escuela, que entonces estaba en la calle del. Cipres, regresar ya bien entrada la noche. Yo acompañaba a mi papá en
de la colonia Santa María. Sin soltarme de la mano, repito, cosa sus paseos a pie y con frecuencia me encomendaba algunos re-
extraña, - mi padre caminaba con rapidez, pues tal era su cos- cados a sus compañeros de profesión, ir al correo; cosas de ese
tumbre. Sin duda alguna no me soltaba de la ma?o porque. estilo. Ya me dirigía la palabra, pero siempre con referencia
me iba a conducir a alguna .parte donde matarme. S1 por cosas a otras cosas: nunca tocaba eJ asunto de la escuela. ¿Qué había
pequeñas me había pegado con la hebilla del cinturón durante . pasado? Empecé a acostumbrarme y a vivir una vida normal y
largo rato, por el crimen cometido ahor~ yo tenía. 9ue p~ga: con muy agradable. No iba a la escuela, no hacía tareas de ninguna
mi vida. Pero aquello me consolaba. Asi no me ina al mh.erno; especie. Y creo que así pasaron varios meses.
golpeado y descuartizado, me iría al cielo. Así que yo carnmaba Pero un día, como a las seis y media de la mañana, salimos
consolándome con que el c~stigo limpiaría mi f~ta y. a rat~s, como ·de costumbre de la casa. Se veía que había llovido durante
precendiendo huir, ante el miedo .q~e me causaba . .:ieg.mmos hacia la noche ·y aún lloviznaba un poco. Al atravesar el patio de
la calle de Altamirano, donde viv1arnos. No me cabia la menor mi casa y al volver la cara hacia la puerta de la pieza donde
duda: el descuartizamiento sería en el interior de mi casa. Pero estaba la cómoda, que era una especie de antesala, voy viendo
pasamos por delante del número 101 de esa calle, que era mi con asombro que en el quicio de ella estaba, bien mojada, la
casa, y sin detenernos seguirno~ adelant~. Pasamos por delante moileda que meses antes había yo sacado de la cómoda. «Papá»,
de la antigua estación de Colonia y segmmos por el Paseo de la -le dije mientras él volvía la cara para descubrir también lo que
Reforma, como quien va hacia Chapultepec. Ah, pensé yo, mi yo había descubiert0- «esa es la moneda del asunto ... > c:¿De ·
sacrificio va a ser en Chapultepec. Seguirnos adelante~ como .en ' .-:uál asunto? .. -_ > «Papá, la moneda, esa moneda, la de la cómoda,
todo el· trayecto, mi padre no me dijo una sola palabra, no hizo la de la escuela ... » «¿De cuál cómoda?» -me dijo-. c:De ésa que
la menor referencia al asunto. Al llegar al Bosque de Chapul- está adentro, de la que toca la musiquita cuando la abres y la
tepec sentí que me apretaba más fuerte la mano. No cabía la cierras .... » «Ah, sb -me dijo-. «Bien, ven acá ... > Se quitó el
men~r duda: aquí me despedazará y me enterrará. . . impermeable, hizo que nosotros nos lo quitáramos y después,
Pero estuvimos paseando por Chapultepec largo tiempo sm delante ·de mi hermano Jesús, me dijo que. abriera la cómoda.
que nada aconteciera. Inici,ó ~i padre el regreso~ un ~o más Le contesté: <Yo no lo. sé abrir, papá». «¿Cómo que no la sabes
lentamente de lo que habia sido la_ marcha ha~ia aque_l lugar. abrir? A ver. .. Abr:ob.». «Papá -le dije-, ya estaba abierta».
¿Qué había pasado? Seguramente mi padre habia. cambiad? de «¡Cómo que ya estaba abierta! ¡No seas cínico!,, «Sí, papá, yo
opinión. ¡Había tanta gente! Llegamos a la casa ... y nada. Ni una saqué la moneda por abajo, pero la puerta ya estaba abierta.»
palabra, m un reproche. Poco ~ás tarde nos s.entai;ios. a la mesa, Entonces se quitó el cinturón, lo tomó por el lado contrario
con mi hermana Lucha y mi hermano Jesus. Nadie hablaba. a la hebilla y me arrimó el primer crancazo. «Dame la llave,
Ellos estaban enterados de que yo había sido seguramente ex- dame la llave... » Mientras tanto mi hermano Jesús me veía
pulsado de la escuela. «Ah -pensaba yo d~rante .la cena- es c0n terror pero no pronunciaba una palabra. Mi papá me dio
que mi padre ha pensado matarme cuando este dormido, para que quizás la eneriza más grande de mi vida. Y se detuvo sólo cuando
sufra menos. O bien simplemente me · va a pe&ar pero para al lanzarme uno de los golpes, el cinturón, al emedarse en el
que me duela más prefiere saca~m.e de la cama s~midesnudo». D~ cuerpo, fue a pegarle a él mismo en la mano y se la abrió.
rante toda la noche no pude practicamente dormir, porque ademas , } Entonces yo llorando, me lancé: «Papá, te juro que la cómoda
me había colocado todos los pantalones que encontré a mi al- J estaba abierta.~· Pcrci0fü.:GJ.e,.__perdóname ... » Y al ver la sangre:
cance. El terror no me había quitado cierta lógica. P_ero nada «Te jur:0 ·-por mi madre, por ··1.1"i madre, que la cómoda estaba
pasó. y ya digo, mi papá nos pegaba y nos pegaba terriblemente ao•-
'EJª». -
fuerte por las cosas más pequeñas. Menos mal que cuando ta-- ltonces Chucho, llorando, se le acercó y con voz muy dra-
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1
. fa vez, mi padre era un gran conversador. Yo aún recuerdo
28 29
1
respetados parientes, delante de los clientes latifundistas de mi
padre, no se detenía m:1n,ca en sus apreciaciones contra el régi-
men imperante. Y yo vrvra al calor de esa implacable agitadora
hogarefia.
Por eso un ~ía, cuant}o se estaban preparando las festivida-
des de_l centenario y habr.an empezado a llegar ya diplomáticos
extran ]eros, como avanzachllas de los embajadores extraordinarios
que vendrían semanas después, al pasar por el costado norte de
la Alameda, la avenida Hidalgo, frente a un hotel que se lla-
maba Lascuráin -entiendo que estaba exactamente en Jos terre-
nos que .hoy ocupan las oficinas del Sindicato de Trabajadores
Ferr?~arnleros d~ la República Mexicana- vi parado un ele-
gant1?1mo carruaje, con cocheros de librea, .esto es, botas negras
re!uCientes, pantalon blanco inmaculado, levita negra y sorbete
con escarapela nacional. Los ca~allos, naturalmente de plllra
sangre, aquellos ~roncos gemelos, impecables por el color y la
alz~da, que cletcman a .los transeuntes para observarlos, t>n aquel
penodo del general Draz. Yo, que tenía entonces 14 años me
pa~é _delante ~e ellos yara obse~varlos bien y después, cod voz
casi .1mpercel?~1ble, casi con el simple movimiento de los labios
y m_1r~nclo frpmente al elegante cochero, le dije: «Muera don
Porfmo» .. El cochero, algo sorprendido me dijo: «¿Qué?:. y yo,
con la misma voz atorada repetí: «Muera don Porfirio». Entonces
·aquel miserable lacayo aristocratizado, antecedePte de los verdu-
gos porfirianos contra .Ja rebeldía. maderista, con su elegante
fuete ~e arrimó. un chicotazo tan pavoroso en las nalgas que
me . fui ~an~o gntos po~ toda la Alameda. Se acababa de pro-
ducrr m1 pnmer sufnmrento por la causa.
/ HHJ
-.
1
~---~~-------,~-- --"--·-------·----·------------·-
llegué más tarde de las diez de la noche». «No haga caso --:-repli~ 3. Durante much~ tiempo estuv~ en mi casa una fotografía· en
c6- ¿ve usted aquella casa que está e~frente? .É:sa es m1 casa la que aparece m1 madre sosteniendo en sus brazos a mi her-
y su casa.» Se trataba de una casa de tipo porf1nano: muy ver- mano Jesús, entonces de un año, cuando mucho. Mi hermana
sallesca. ci:Venga, vamos, insistió. Ahí tomaremos ca_fe:» . Luz, de tres y medio, inclinada sobre ella. Y rodeando toda la
Juntos nos encaminamos al lugar indicado. El individuo abnó escena, unas cuatro o cinco monjas.
una de las puertas de la parte baja del edificio y <:_n,tramos a una Mi padre, de Guanajuato, era como he dicho ya, un hombre
pequeña sala elegantemente amueblada. Me extrano que cerra~a extra01 Jinariamente creyente, casi místico; mi madre, en cam-
la puerta con llave. Después, me dij?: «Voy a c~lentar el ca.fe». bio, se_gún ':an informado todas las personas de su intimidad,
y entró a un pequeño cuarto conuguo. Despues, y repentma: de Chihuahua, como buena norteña, era más bien liberal en
mente, sentí que me tomaba por detrás con sus dos m?nos asi todo caso desaprensiva de sus deberes religiosos, lo que s~gún
como cuando uno quiere besar por la fuerza a una mu1er, es~o parece, creó grandes problemas en su vida conyugal. Pensando
es, agarrándola entre pelo y oreja, y, doblándome la cabeza hacia en la tremenda religiosidad de mi padre, un hombre que prác-
atrás me dio un beso en la boca. ticamente vivía en la _igles!a y hacía vivir en ella a todos los que
. La impresión que sentí fue algo casi increíble de relatar. : lo rodeaban, puedo imagmarme lo que debe haber sido para
Una cosa de dolor inexplicable. Algo nuevo se creaba para mí mi madre asistir a varias misas, y una de ellas cantada, cada
en la vida, que no l~ había sospec.h~do. Y lev;:i.ntá~~ome, así , domingo,· a la vez que haber asistido todas las tardes a todos
como una virgen ofendida, con todas mis fuerzas le grH_e: «¡Abra-·: los rosarios .Y a todos los sermones de la capital o del lugar
me la puerta! ¡Abrrrrame la .puerta!» El tipo, poswvamente 1' donde estuvieran. . . .. .
aterrorizado, temblando me abnó la puerta y seguramente para No cabe dud~ de que mi papá era una de esas personas que
comprar mi silencio, tomándome la mano me puso un pe~o ?uro lo hacen cumplir a uno sus deberes religiosos de toda una
(entonces era mucho dinero) que yo, par la misma nerv10s1dad, ~, vida. . . en unos cuantos meses.
tomé. y así caminé durante algunos pa~os. Y al darme cuent~,
de aquéllo, regresé violentamente, y arropndo el· peso le rompi:
uno de sus cristales.
Indignado y dispuesto a tod? regresé a mi casa y con un~ 4. Las hermanas de mi mamá, las Siqueiros, de Chihuahua,
gran piedra empecé a toca~ v10~entamen_te en la puert~. Mi . fufJ.fOn y siguen siendo, las que aún viven, mujeres verrladera-
padre, sorprendido por la v10lencia de m1 regres::>, me gritaba:, men,te ~xtraordinarias. I:I,abland?. de la c~rcel, ya que estamos
«¿Qué pasa? ¿Qué pasa?> Por lo c~al yo respo?dia: «~breme _la~ aqu1, ,vmo. en una ocas10n a v1s1tarme mi tía Mercedes, mujer
puerta 0 te la hago pedazos!» Mie~tras segma ~rrop~do pie- de mas de un metro ochenta de altura y a la cual desgraciada-
dras. Cada vez más sorprendido, :i:iii padre se vio obligado a, mente pocos días antes de esa visita le habían operado un seno,
bajar él mismo en bata .Y me abr~6 la puerta. ,Al_ esta~ fr~~t~ ~eguramente por ~menaza de cán_cer. Y sucedió que al hacerle
a él, con los puños crispaaos y los OJOS llenos. de lagrimas, le <11 J~; la celadora el registro ~orrespond1ente, mi tía, un paco molesta
«¡Tú tienes la culpa, tú tienes la culpa!» M1 padre no se atrev10 por el «toqueteo», le d110: «¿Qué busca?» A lo cual la celadora
a preguntarme nada. ., . le contestó: «A ver si no trae algo de más». Entonces mi tía le
A partir de ese momento ya no volv10 m1 padre a cerran;ne dijo: «¿Cómo algo de más? Dir~ al¡;o de menos, taruga. ¿No ve que
la puerta cuando llegaba más tarde de ~as diez de la ~oche. Solo ... me acaban de cortar una ch1chi?» Y después, a grito abierto,
se limitó a indicarme en algunas oc~s10nes que la vida de los .¡i ¡ de un extremo a otro del patio de la cárcel, me relataba toda
jóvenes de mi edad estaba llena de pehgros_y, entre todos, los.que;>¡
se podían adquirir por enfermedades horribles, con. esas mu1eres I
sucias que pod!an. ve:se en algunas cal~es de l_a , cmdad. ;... Por~
f la escena, con todos los detalles de la conversación precedente.
·.3· ~
FFcc en aquella época. Pero, manga ancha , como era, se dedicó
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a despilfarrar lo heredado, en compañía de su sobrina, rni her-·, 6_. Ya en la miseria, esta?a en una ocasión bañándose en la
mana Luz, lo que trajo consigo que se quedara en la más abso- t1na de su pobr; apartamiento, cuando llegó su hija Esperanza,
luta miseria en poco tiempo. Como era la época de los primeros ~ la que le deciamos la Nena, de voz tan suave y lenta como
taxis, en México, unos Renaul.t gigantescos que hacían más. ,a bd_e su¡ hlermd_~no NMeto, ,la cual a través de la puerta, con su voz
ruido que una máquina Singer de la época, mi tía tenía la'¡: h a 1tua , e 110: « ama, nos sacamos la lotería:i>
presunción en sus épocas de bonanza (de viuda bonancible) de. L~ mamá¡' desde adentro, respondió con un ~ito espantoso:
tener parado el taxi durante todo el día y toda la noche en~rente · «¡Que te .... ». «Que
, nos. sacamos la loter 1'a . . . :i> (1 a· voceo· ta ) .
de la puerta y de vez en cuando salía a la ventana y gritaba, , E~tonces . se uro db~ rodillas y empezó a gritar: «Gracias, Dios
para que le oyera todo el mundo, con su acento chihuahuense: .. mw, graCias, yo sa iad,que Tú no me olvidarías. Gracias, Ernesto,
«¡Ay qué alegría telier el taxi todo el día y toda la noche corre, porque estoy segura e que tú interveniste cerca de n· -
y corre!> El ruido de la maquinita era para ella una especie de'. que acabara con esta miseria mía» Por fin desp '• d ws 1Pªr"'
· b ·d · ¡ . · • ue. e su arga
.~música gloriosa. .. . . . . ., . -~ y trei;ne un a, 1mp oraoón, soltando poco a poco sus pal~bras,
· " Cuando su hIJO Neto iba a pedirle la bendmon para irse' toda;ia a trav_~s de la puerta, preguntó: «De cuánto?> A lo cual
a la escuela, con la vocecita dulce y lenta que quién sabe por la Nena le d110: ., «De dos. pesos, mamá» (no se h a b'1a atrevi · 'do
qué exuaño misterio tuvieron todos los hijos de esa mujer tan'. a t 1ar 1a acc10n de graoas de su mamá) .
estruendosa, le decía a éste a grito abierto: «¡Entouces, ya sabes, Entonces se . ?Yó . u~ chapotón y repentinamente se abrió la
te vas por la mitad de la calle para que te aplaste un tranvía! pue,rta y aparec10 m1 tia casi desnuda, indignada: «Qué bárbara.
¡Qué alegría si me traen nada más tus tripas! ¡Desgraciado!»" <?ue bruta-_ Por poco me ma.t~s:i>. Y la correteaba por toda la
«Está bien mamá, está bien mamá>, decía el otro con la voz cada: casa._ Y parece que con el dehno de persecución hasta el billete
vez más apagada. Mi. tía lo dejaba salir y después salía por la; perdieron, pues después ya no lo encontraron...
ventana a gritarle el mismo sermón: «¡Que te aplaste un tran-'
vía! •Te vas por la mitad de la calle!» A la vez que todas la~,
muje~es de las casas circunvecinas: «¡Qué horror! ... qué entrañas
de mujer. .. » ·, 7. Pintaba yo en los andamios de mi mural de la cChouinard
Cerraba la ventana mi tía María, y se empezaba a retocar aquel S~hool of Art», d~ Los Angeles, California, cuando de ronto
01 UH-a voz de mu1er que me gritaba desde atrás y desdepab ·
físico que fue seguramente el m_ás herm?so d~ su ~i~mpo, ei:i. Mé\
xico, y después empezaba a cavxlar: «HIJO mio, mi Neto, hijo de;, del lugar en que yo trabajaba: «¡Ahora comprendo por quéª~~
mis entrañas. ¿Qué habrá pasado contigo, Madre mía?» Se aplas-,, madre Teresa,
, cuando
. era chiquita , nos deci'a a todos: "F''
IJense " ,
taba el sombrero contra la cabeza y salía corriendo a toda velocidad; v despues d~ subuse a una silla, hacía como que se clav b
- 1 d , · . · a a un
Y por el camino detenía a la gente, preguntando: «¿No ha visto, puna , para
,., 'll espues 1m1tar
, .todos los espasmos de Ja muerte» · r
pasar ninguna ambulancia por esta calle? ¡Ah, vaya, qué suerte!» ,~on aque o me quena deor de dónde procedi'a m' ·
upan·d ac¡ art1st1ca.
, · 1 supuest~
~
Y después de pene~rar al edificio de la escuela. d<;mde est~bª:.
su hijo: «No me diga, no, no, no ha pasado nmgun tranvia». 1 , Se yataba de mi tía Luz Siqueiros, viuda de Enrique Muñoz
Irrumpía en la clase misma donde estaba el muchacho y eh.vol-. J·".1mü1ere, poeta, que durante muchos años fue b d d ¡
F ¡ ·¡ Ch· h go erna or e
viéndolo en sus brz.zos: «Te sal vas te, hijo mío, te salvaste. ¿Estás¡ ..,ta<
.. o ee 1hua ua, , y madre de Enr1"que
, "íu-n 0 z L urn b'1ere
n
bien? ¿No te duele nada?» Después lo sacaba de la escuela, 1.i11mo
·
y contemporaneo
' l ·
mío., Las hiJ'as de mi •i'a
·
L uz ten í an'
agarrado de una mano, para festejar el acontecimiento. ; , < n este caso, s1, e mismo caracter de su madre En L Á ¡
' b' · os nge es
En el camino, el pobre muchacho le iba diciendo, con voz! ' t.eman que cani 1arse constantemente de barrio deb"d ¡ '
· d ¡ · ' 1 o a as
suave: .:i\famá, tú no me dejas estudiar. Si me reprueban tú.: p~ otestas e os vecinos, porque les encantaba a ellas cantar de
tienes la culpa. Cada vez que me dices que me va a matar un· · <ha y de n?che. Una de ellas, la Pichi le decían, era particular-
tranvía me sacas de la escuela. Y me lo dices todos los días~. S mente
, ¡ graCiosa , yd".además muy hermosa.
. . El mis mo d'1a en que
iban I~ego a buscar a mi hermana Luz y todos se ponían .. ~ ) º. a conoo~ 1e IJC: «Bueno, pnma, ¿y ahora que está a uí el
parrandear. (El marido de ella, Ernesto Arnoux, fue uno de lo. pnmo •
Ramon• (Ramón
•
Novarro Siqueiros) , tu' que eres q tan
1
que figuraron en el Plan de San Luis. I\Iuy amigo .de los Flor .)?,mta y tan mtehgente, ¿no has tratado de trabajar en el án ?
Magón.) , Si, i:nmo Pepe -me respondió-, fíjate que en una oc 1·~ »
me dieron un papel que decía: "Apaga Ja vela ... ¡y vase!~~ ~
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··--.~
ella con una gracia indescriptible hacía todos los ademanes.
La otra hija de mi tía Luz, Luz también, hermana de Pichi, un hombre fiel a -su,s p_r~pias convicciones. Imagínate que estos
era tan graciosa como ella. No exagero al hablar de su belleza tont~s andan po~ ~~i dioendo que Portes Gil te va a sacar de
física: alta, de pelo negro, ojos claros; pero estaba enamorada del la c~r~el a condic10n de_ que te vayas del país y que, además,
violencelista más 'feo que puede haber existido sobre la faz el vi_aJe y _tu permanenna fuera de tu patria será a costa del
de la tierra, al cual consideraba como un ser excepcionalmente prop10 gobierno».
hermoso, ante el asombro de todo el mundo. «¿Que es feo? ¿Que Juntos nos reí~os. L~ dije que algo había de verdad en lo
es feo? -me decía a iní-. Es qué no lo han visto bien. Pepe, tú qu,e respecta a las mtenoon~s del g~~ierno, pero que por lo <le-
que eres artista, por fav0., ¿verdad que yo no estoy loca?» Su mas, esto es, en cuanto a .m,1 aceptac10~ del plan, él podría estar
carácter bohemio no le.s quitaba a mis primas el estilo yanqui seguro ele que yo cumplma c~mo h110 de su padre y de su
en muchos aspectos de su vida. a?uelo, el famo~o don Antonio Alfaro Palomino, alias Siete
Filos, coronel chmaco de Juárez.
Sin melosi~ades de ninp~~a ,n~turaleza, porque, repito, ese
no era su caracter, se despid10 rapitlamente de mí y lo vi per-
8. Mi padre no acostumbraba ns1tarme en la penitenciaría,, derse altanero por el largo patio de la cárcel.
Periódicamente me enviaba regalos, generalmente cigarros y fru.
ta. En algunas ocasiones, polemizaba conmigo por escrito sobre.
cuestiones políticas. Su anticomunismo no era el anticomunismo.
pedestre de quienes lo combaten sir.:.;:~'.:'::-:ente por su ateísmo,.\' 9. Mi h:r~ano J,e?ús, durante 22 años, se ha significado por
olvidando lo esencial, que consiste en la transformación del sis~ una opos1c10n pohtica, que alcanza los límites del rencor contra
tema económico universal. Particularmente enterado estaba de el gener~l Cárdenas. Sin dud~ alguna, mi h~r,m!lno cuand~ quiere
lo que se refiere al sindicalismo ca[ólico, sobre todo en lo re-. presenta1 , l?s aspectos negat1v?s de la gest10n gubernamental y
ferente al sindicalismo que ya püdíamos llamar social-cristiano de .la poli_t1ca en general de dicho expresidente, lo hace con una
de Bélgica. En multitud de ocasiones me habló, con un conoci' funa trepidante. ¿A qué obedece esa actitud?
miento .histórico extraordinario, c!e la historia de· las asocia- Yo he_ t~atado d~ dar respuesta a esa interrogación, de Ja
ciones humanas del trabajo. Conocía a fondo el papel que maner¡ s1gmente: mi hermano Jesús, que presenció la entrevis-
jugaron las corporaciones en la antigüedad precris[iana, en la: ta de Basso~s y mía con el general Cárdenas, en relación con
Edad Media, en el Renacimiento y su resurrección de resultas .. una n~~esana contraof~nsiva de las fuerzas progresistas contra
de la Encíclica de León xm. Con todo esto quiero decir que !ª poht1ca pro franqmsta de los diarios económicamente más
1amás pude atraer a mi padre a mis puntos de vista, como é( importa?_tes de~ _país, creyó ver en la actitud de Cárdenas una
~ampoco tuvo éxito en llevarme a los suyos. Seguirnos cada quien apro_bac1~Hi ant1opada a la manifestación propuesta y con ella a
en su respectiva posición, pero yo nunca perdí la (!Ctitud res~ los me\'ltables resultados que podrían desprenderse de la mis"
petuosa con él. , .. , ma, a _l~ vez que está convencido de que el general Cárdenas
Inesperadamente me llamaron un cha a la sala ele visitas~;·; 110 \acilo ~n esconder su propia responsabilidad, permitiendo el
diciéndome: «Creo que es su papá ... » «Mi papá?>.>, pregunté yo.l cncarcelam1en to de su , hermano, ?. sea, yo, que es lo que recla-
De ser cierto, aquello era extraordinario. En los largos meses ele ni' m<tban los sectores mas cavernanamente reaccionarios del p '
Et , b a1s.
reclusión mi padre no había venido a verme para nada. Era;;'; · s o es, creyo_ compro ar una actitud artera de parte de ese
mi hermana Luz la in'termediaria entre ambos para todas las:,~ Jw_mbre que realizó una política exlraordinaria durante las d
pnn)eras par t es d e su gest10n
·' como presidente de la república.os
cosas. Y en efecto, mi papá, de cuerpo p1·esente, vistiendo im'.· : -
pecablcmente de negro, ya que no podía seguir usando el jacquet. '~
de la época podiriaua, se encontraba eri la sala de visitas. ...,.'
Aus[eramente, como era su c0stumbre, me abrazó, y entrando~' .
inmediatamente en materia me djo con voz solemne: «Esta genté; '. l O. J_esús U rue_ta, tío mío e~ segundo grado, por ser primo
no sabe quién eres tú, :io sal· e que con tus ideas equivocada• l:~rn;ano de m1 madre, y qmen durante toda su juventud se
y todo lo que_ se quiera, ~star;~; dispuesto a morirte en la cárce f11n_10 con .s,u nombre paterno y m.aterno simultáneamente, es
antes que renegar de el~ás. !'\~'., sabe que tú eres un hombre. deo~'. tamb1cn con el nomh!e de Siqueiros, Pico de Oro, como
le d1Jeron durante las postnmerías del porfirismo y en los pri-
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---·-·
Entonce~, dando un paso adelante, dije: «De incendiar la nueva . Pedaleando, s_uavemente yo seguía al grupo de manifestantes.
e~a». M1 hermana Luz pegó un grito espantoso, se me quedó· Mi fervor poht1co en embrión no era tanto como para dejar
viendo'. se le llenaron los ojos ele lágrimas y levantándose se lan- · aquel m~ravilloso juguete que apenas acababa de estrenar. Pero
zó hacia mí, a la vez que gritaba: «Estúpido ... animal. .. idio- · yo segu~a adelante. Al llegar al Correo, por los movimientos
t~ ... ! La Nueva Era es el periódico del señor Madero», y co- que haoa, creo_ que el señor Madero exigió que el grupo girara
~1endo vasos y todo lo que encontró me lo arrojó, en una actitud · de nuevo ~aoa !~ derecha para entrar por Plateros, en la
implacable. marcha haoa el Zocalo. Ya entre Tacuba y Plateros, los cadetes
Yo, su hermano Pepe, el mejor prosélito de su maderismo, y algunas de las pers~nas que parecían dirigir la manifestación,
había incendiado La Nueva Era, el periódico de Sánchez Az- · muchos de ellos con tipo de obreros y otros con tipo de poetas,
cona, y prácticamente el único periódico que había defendido se v_e que trataban de c~nvencer al señor Madero de que no
al señor Madero contra la jauría reaccionaria durante todos los contrnuar~, _porque, en etecto, yo las escuché, las balas empe-
años que tuvo la oportunidad de aplicar· en México la mejor, zaban a s1l~ar ya por Plateros y se decía que habían caído ya
democrada que el país ha conocido. Me salí de la casa, estuve ~
1 algunos heridos. · ·
largas horas en la calle sin sospechar todavía la magnitud de Pero Madero no hizo caso. Recuerdo claramente cuando le
gran equivocación política, mi primer gran error. met.ió espuelas a su caballo y con un pequeño galope avanzó
hacia lo que hoy es Madero y lentamente siguió avanzando hacia
e! sur. Ya para es~ .momento la, manifes~aci?~ había engrosado.
l: yo con m~cha dificultad segma con m1 bmcleta, obligado en
2. Muy temprano entró mi hermana Luz corriendo a la casa: muchas ocaswnes a ~oner el pie .en el. suelo para que no me
«Las tres tropas federales -me gritó- se han sublevado · contra · tu~barar:; Pero, segm con la rnamfestaoón hasta el Zócalo, que
el señor Madero y dicen que ese coheterío que se oye es de· alh_ cre~~o poderosamente. Y de. esa ~anera fui quedando un
balazos, porque ya. se está combatiendo». Después, con un aire l · poco at1as, pero ~a dentro del mismo Zocalo. Sin embargo, pude
c}e diosa heroína, me di jo: c:Pepe, coge tu bicicleta y ve a cum- ver claramente como Madero se levantó hasta colocarse frente
plir con tu deber».. A mí me habfan comprado una hicicleta a la puerta e.entra! ~el Pal.aci? Nac~?na~. Pero segu.ramente en
exactamente el día anterior, con lo que quiero decir que apenas el momento en que el cons1gmó la t1dehdad tptal de las tropas
si la habría usado algunas horas y me disponía a usarla por federales que estaban en el Palacio (estaba el general Del Villar
segunda ocasión aquella mañana. adentro) 1 y p~netró en el edificio, entonces los cadetes de la Es-
Sin decirle una palabra a mi padre ni a nadie en la casa, , cuela de Aspirantes, antimaderistas, que habían sido dominados
poseído del mismo fuego político de mi hermana Luz, salí corrien- , totalmente por: el delicismo» (Félix Díaz) empezaron a disparar
do hacia el centro de la ciudad, que es de donde provenían las.: contra l~ multitud, qu~ huyendo, fue a refugiarse a los portales,
des~argas. Al llegar frente a lo que hoy es el hotel .Regis vi; donde, msensat~ de m1, me meu yo con todo y bicicleta.
venir un grupo pequeño de gente del pueblo y de cadetes del . Pude ver como a una mujer muy gorda, muy gruesa, le
Colegio Militar y en medio de aquel pequeño grupo que ava·n- dieron un balazo en el vientre y arrojaba verdaderos torrentes
zaba, vi al presidente. Madero que montado sobre su caballo de s.angre. Ya .e~1 los portales, la multitud me arrolló, obligándome
tordillo, de muy poca alzada, por cierto, enarbolaba una bandera ,. a tirar la !)1ncleta al su~lo:, Pero entonces aquel maravilloso
mexicana. No traía sombrero. Recuerdo que la pequeñez, la in- ) flama~te Juguete se conv1rt10 en un obstáculo atroz para toda
significancia de aquel grupo era verdaderamente impresioname. la multitud, qur al enredarse entre las ruedas de mi bicicleta le
Los poquísimos cadetes, bas.indome solamente en el recuerdo, m 1~nt~ban la madre al propietario. Y yo vi cómo la pulverizaban.
creo asegurar que no eran más de diez. Y posiblemente en el De , ninguna
. manera quise retirarme de sus restos y esper'e ah'1
conjunto de manifesta.ntes que rodeaban al presidente de la re- cnerg1ca~ente, no tant~ P.º~ fervor político maderista, sino por
pública, no habría más de cien. el entranable amor a m1 b1~1cleta, que h.abía que recuperar fuera
Al llegar a donde empieza la Alameda, alguien indicó al como fu~ra, cuando los millones de piernas se desalojaran un
señor Madero y a los cadetes que lo protegían que no deberían poco. M1~ntras tanto, las descargas cerradas continuaban afuera
continuar por la avenida Juárez, sino que dieran la vuelta hacia y los. hendas seguían apretujándose dentro del portal, que con
la izquierda, es decir, en dirección a - Hidalgo, para avanzar.. l~s pisadas de la gente se llenó materialmente de sangre. Por
hacia el Zócalo por ese costado de la Alameda. fm, cuando pude recoger mi retorcida y más que retorcida bi-
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___________.;::_____ --o--~·-"'··
ddeta la levanté en alto y así, con la multitud que huía, pude 2 la ocupó la extensión y restiramiento de la manta sobre las tiras
~·aÍir del Zócalo por ]a avenida 16 de s:ptie~bre para avanzar de madera previamente preparadas con clavillo sin cabeza. Como
(k~pués por la calle que hoy se llama V1ctona., . _ . el payaso en el espejo, yo procedí a imitar todo lo que hadan
Pero cuál sería nuestra desgracia, cuando 01rnos ~tlbai balas ·. wn un paralelismo sorprendente. Traje mi bastón, le puse el
en sentido contrario. No venían del este al oeste, smo. al con- . davillo, restiré la tela y como ellos puse a calentar mi cola de
trarío. Y es que los felicistas estaban atacando !~ Ciudadela. carpintero, y como ellos procedieron a mezclar este adminículo
Entonces nosotros quedarnos encerrados entre el pehgr? del !~do con el blanco de España, yo hice lo mismo. Mi cuadro, como sus
del Zócalo y el de los soldados del <<tuartelazo»_, que iban ª' an- plafones, debería secar durante veinticuatro horas.
zando con artillería y todo, pues se oía ·1 rmdo de los carro~ Así sucedió. Después, vino el desiumbramiento. El maestro
de guerra, por Bucareli. Pegados a las paredes y yo con .m1 del chambergo 'f la enorme corbata se trepó a un «burro», se
bicicleta en el aire, alcanzamos a rnetern~s en un estanqu~llo :. puso a horcajada? en _él y con una habilidad que me par~lizó,
a donde nos precipitarnos una enorme c~nt1dad de gente, Y _estai, empezó a produar gmrnaldas con rosas y de ahí pasó a pmtar
insultando a mi bicicleta. Cuando la Cwdadela fue tomada, la pequeñas figuras en cada una de las esquinas. Mi simultaneidad
multitud, que se había metido en todas las c~sas d~ por aquellos del primer momento, tuvo que detenerse. Nada podría valer más
rumbos, pudo salir y yo con ella yara seguir a pie hasta ..\.lta- que la contemplación de aquella magia. Y así ·pasó el maestro
rnirano número 101, donde era m1 casa. . . del cuarto de mi hermana Luz al de mi hermano Chucho y des-
Ahí me encontré a mi hermana Luz en un ver~a?ero mltm pués de superarse en el de mi papá, alcanzó la apoteosis en
de muchachas v cuando me vio llegar con la ~mcl~eta torla la sala.
retorcida, recue;do que me dijo: «Qué importancia tiene. ~na Chaparrito, feo y cochino hasta lo increíble, aquel hombre
desgraciada bicicleta. Pero a -~í me g~star~a sab.er qué h1C1ste ' pasó a ser mi amo. Empecé a imitarlo hasta en el modo de an-
por el señor Madero». Le dije que s1 le pareo~ poco haber dar, con la mala suerte para mí de que era medio cojo de una
>erdido mi bicicleta y regresado con ella convertida en wrda- pierna. pues la arrastraba de una manera, aunque no muy visi-
tlera charamusca; después le relaté todo lo que habí~ visto . en .: ble, sí manifiesta. Naturalmente, supe <ji.donde estaba la tlapa-
t:I Zócalo y estaba muy orgullosa de saber que. yo habia seguido lería donde compraban sus colores, pinceles, cola, blanco de
la col11mna; Esp::iña, cy.vos sin cabeza, etcétera. Supe también cuáles de los
En P,] Palacio Nacional quedaron los soldados de Del Villar colores que vendían en las tlapalerías eran los más permanentes
y en la Catedral, los de la Escuela de Aspirantes. En la ~~oca y a la vez, aquellqs que no obstante su buena apariencia, des-
del general Díaz se quiso for~ar una s.egunda escuela rni!1tar, aparecfa.n con excesiva ra pídez.
la de Aspirantes, que era la mas germamzacla (paso de ganso y Cuando el maestro y sus oficiales debieron irse, después de
todo su espíritu). recibir la última parte de su pago, cosa que hizo con mucha
reticencia nuestra ama de llaves, doña Juanita, una señora gorda
que provocó nuestro~ primeros intereses sexuales cuando la es-
piábamos Chucho, nuestros comunes amigos y yo, por un agu-
3. A prinnp10s de siglo era aún moda pintar ostentos~i;iente jern, sentí la más dolorosa de las soledades. Sin embargo, me
los cielos rasos de las casas. A la mía llegaron en una ocas1on los habían dejado el bagaje de sus conocimientos y con ellos era
artistas que deberían realizar tan esplendorosa, para mí, tarea. :. necesario iniciar mi primera obra.
El maestro usaba sombrero de anchas alas y corbatón de rnari- " ' En vano intenté, haciendo los mismos ademanes y los mismos
posa, aunque todo ello en un. estado físic~ ,atroz. En sus ayu- ~" gestos, producir aquella pintura casi caligráfica de hiedras in-
dantes había naturalmente cierta prop•::ircwn del orgullo de ¡¡;;, interrumpidas que se entremezclaban y mucho menos aquellas
éste. Llevaban consigo cajas de colores, .las habitu~les u~ todos rosas hechas a pequeños «trancazos» de brocha y para qué hablar
los artistas que ejecutan sus obras con pmtura al oleo, pmceles, de las figuras con ojos, boca, chapas y todo. Llegué inclusive
espátulas, reglas, etcétera. Jamás. se m.e r.udo hacer un regalo . a pensar en que Dios no me llamaba por aquel camino, pues de
más emocionante. Con verdadera impanencia esi.eraba 1
su llegada tal manera era t_orpe mi mano. Pero terco como soy y he sido
y después, para estar constan temen.te coi:i ello:, aprovechándome: toda mi vida, volví a la carga. Pero esta vez ayudado nada menos
de que mi papá no estaba en ,México, _pintaba. yo venado en i:ii que por Rafael Sanzio.
propia casa durante todo el d1a. La pnrr:~ra ¡~a.rte de su trabajo -- ]Un boticario, el de la farmacia próxima a mi casa, me dio
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la salida en la forma de una estampa a colores de la Virgen de .!~ Pero, ¿cómo abordarlo, cómo hablar con él? En tres o cuatro
Silla, del gran maestro italiano ya referido. Creo que el sub- ocasiones, quizá sintiendo lo penetrante de mi mirada, volvió
galeno de la historia era un h_ombre cult?, porque recuerdo sus ojos hacia mí, pero no solamente no dijo nada, nada me
que me dijo algo así como: <1:Pnmero estudia a lo~ maestros Y preguntó, sino que tengo la seguridad de que le parecí simple
después, cayéndote y levantándote, empezarás a cammar con tus y sencillamente una cucaracha o algo quizá aún más insignifi-
propias piernas». Adoptada la receta, puesto. que. se trataba ~e cante. El tlapalero, mi tlapalero, le entregó los materiales pedi-
un boticario, puse manos a la obra. Y lo hice sm lo 9ue mas dos, entre ellos una serie de brochas '.!-:: «pelo de camello», dijo
tarde supe era cuadrícula, sino directamente y «a OJO». Po~ él, que yo ni siquiera sabía que existieran. Y después, repen-
cierto que mi papá divulgó despu~s con gra~ ~~gull? esta mi tinamente salió y yo quise correr detrás de él, pero el impla-
habilidad técnica. «Mi muchacho hizo la amphaoon directamen- cable verdugo del tlapalero me agarró violentamente de los
te», decía mi papá por todas partes. . brazos, mientras soltaba tremendas carcajadas y no obstante que
~sí nació mi primer cuadro al óleo, cuadro que deb~ tener yo me debatía como una fiera aprisionada, este miserable gato
. ' como un metro de largo por unos setenta cent1metros : me detuvo todo el tiempo que calculó era necesario para que
a l go as1 . "d h , t d ·
de ancho y el cual, no sé cómo, fue adqum o mue o m.as . ar e aquel posible Angel de la Guarda desapareciera· para siempre
por María Asúnsolo. Su actual propietaria, o sea ~a md1cada de mi vida. Muchas veces volví de nuevo a la tlapalería. Es-
Merita le ha puesto, naturalmente, un marco florentmo por de- piaba por todas partes. Con diferentes pretextos preguntaba
más espectacular. -- . . en la botica adonde se me había aparecido Rafael Sanzio y en
·;?} Terminada la Virgen de la Silla de Rafael-S1que!ros, f~e. ne- las tiendas circunvecinas, pero aquel maestro, mi posible segundo
cesario pasar a la etapa siguiente. Ya sin la ayuda de l?s ohoales maestro, se esfumó y nunca más volví a saber de él. - · ·
del maestro pintor que tan bellas obras .habia produod~ en los - Ya después, algunos años más tarde, en el Colegio Franco-
cielos rasos de mi casa, aunque sin olvidarlo un solo mstante, Inglés de hermanos maristas, empecé a distinguirme en la clase
debí ir yo mismo a la tlapalería a comprar los colore.s y mate- de dibujo, hasta llegar a ser el alumno más destacado en toda
riales, en general, que me ha~ían falta: Debo .advertu que ya la escuela. Solamente competía conmigo, y déb:lmente, un mu-
por entorn.es era yo una espeoe de copia redu?da del ma;stro. chacho muy morenito . quizá de raza puramente india, y que
Me había dejado crecer la melena, que por cierto la tem~ yo por ello er:I despreciado por todos los demás alumnos de la
tan negra y espesa, que al agrandarme enor?1emente el craneo, escuela, rubios en su mayoría por hijos de franceses, o blanqui-
hizo que mis compañeros de escuela me pusieran el mote de el tos mexicanos, pues no hay que olvidar que tal tipo de discri-
Pirulí. Sombrero de anchas alas producido con una adecuada minación fue característico del último periodo del general Díaz. -
reparación en . u.o som?r:ro viejo de mi pa~re y c~rbata de Así llegó el día de premios. Para el acto, la dirección de mi
papillon, adqumda o imitada, no rec~erdo como. Natu~almen- escuela alquiló. un pequeño teatro en la colonia de Santa María,
·te, mi presencia le causaba mucha. gra~ia al tlapalero, q.men me mu:· próximo a la :ilameda de ese lugar. Se imprimieron lujosas
hacía motivo de todas las bromas 1magmables. Y es en esas CO!!- inYi raciones al acto referido. Todo:; los periódicos de entonces,
diciones. que aconteció lo. q_i:e. un día fue para mí un tremendo subre todo El Imparcial, hicieron notas sobresalientes para el
arrancc•miento, un dolor rnhmto. oujeto. Estaba por demás decir que yo iba a recibir el primer
Estaba yo recibiendo las broma~ d~l tlapale~o, cuando ent~ó premio de dibujo. No había fuerza humana ni intriga posible,
un artista alto, de gran sombrero hmp10, y vesudo con un tra1e ya fuera esta de origen francés o mexicano, que me lo arrebatara.
de pana de esos que más tarde todavía pude ve~ entre los bo~e Y como en esa époc~ mi maestro de dibujo, el maestro de dibujo
mios de París. Podía haberse tratado de un artista de cualqmer en el Colegio Franco-Inglés, era hombre joven, clásicamente ves-
otra disciplina, un músico, un poeta, un dramaturgo, pero no. tido com_o arti~ta pintor, lo que yo encontré siempre más próxi-
Se trataba de un artista pintor, pues con una voz pastosa y muy ;, mo a m1 perdido Angel de la Guarda de la tlapalería. . . pues
plástica pidió materiales de pintura; Yo qu e apenda's l~ ldlega~a lurhé .con todas las fuer.zas para que mi papá me co~J?¡~ra
a la cintura a aquel genial grandulon, me 1e que e v1en o sm , , un traje negro de pantalon largo, como el de m'.í maesti;ó, uiia
moverme un ápice. Ob~er:·aba yo todos y cada uno de sus acto,s, ~\ corbata, la corbata correspondiente, y un sombrer'); un so{IlbrerJ.
cada uno de sus mov1m1entos. Creyente como era yo toda~ia '$f adecuado. "- . ,/
entonces, pensé que aquel era el segundo mestro que D10s ¡':.': Ya se había iniciado el reparto de premi.-,.s, pr~o yo me h-;:lla-
me enviaba. ba afuera, esperando el momento en que mi hermJ.na Luz saliera
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1
1
a decirme «ahora te toca a ti». Cuando llegó el momento, cuan- dibujante», que. se me había pedido hacer un perfil de Cardona
do ella me gritó con la voz apretada de emoción, «¡Entra!», yo y que a los artistas no había que distraerlos en su traba jo.
aparecí en el teatro en forma espectacular y al hacerlo se escuchó Me colocar?n una silla del lado derecho del cadáver, dejaron
un grito casi unánime de la sala, diciendo: «¡¡¡Se disfrazó de. totalmente vaoo el cuarto y al irse la última persona, cerraron la
maestro de dibujo!!!», y entonces tuve que avanzar en la sala puerta; Esta?a .Yº pues, so~o con el muerto y así, temblando,
en medio de la carcajada general. En efecto, era yo una copia empece a chbuprle el perfil, el perfil de un hombre positiva-
exacta del maestro de dibujo, sólo que reducido en un setenta y: mente hermoso, t~nto en la vida como en la muerte. En un
cinco por ciento. Creo que ya desde entonces no me hirieron las mon~ento da~lo, m1 ~nhelo artístico se sobrepuso al miedo y pude
risas de mis enemigos, porque tranquila y cínicamente me co- seguir trabapn~o sm temor y con fervor. Pero,. en una de las
loqué en el foro y haciendo grandes reverencias recibí un enorme le·:antad~s de m1 cabeza, ~escubrí con terror que el cadáver había
libro de pasta roja con decorados y filos dorados, la His.toria d~ abierto 1a boca. C?gí m1 block de dibujante y salí corriendo
tod{J_s los santos, en francés. del cuarto, en rned10 .del asombro de aquellas actrices y actores
que ,no pa~aban de gimotear espectacularmente. y después, con-
tmue cor~1endo, por los corredores del hotel. Sobrecogido de
susto, eqmvoque .el ~uarto de baño y con violencia abrí una
-.:!-.;4. Años más tarde, pero siendo áún un muchactio casi niño, puerta de la hab1taoón que resultó ser de una señora aue en
' mis amigos y amigas, actores y actrices, me maridaron llamar esos momentos. esta ha prácticamente. desnuda, porque de ~eguro li
para darme a la vez una mala y buena noticia. Mi amigo, el :,e estaba carn~)Jando. de ropa. La mujer pegó un grito pavoroso y 1
· actor Cardona, que había sido el famoso esposo de Virginia yo, con la nusma v10lencia con que había salido de la cámara
Fábregas, y a quien yo esperaba todas las noches a las puertas. de Cardona,. salí de aquella cámara pornográfica . de carne
del teatro, para pedirle que me dejaran entrar sin pagar y él: ,, h,ueso y c~rnen d o .regrese' ·otra vez a colocarme frente al muertoy
indefectiblemente lo hacía, acababa de morir. Pero a la vez me pa~~ cor.itmu.ar m1 dibujo. Después me di cuenta de que la
encargaban nada menos, y pagándome, ~~~'.l_f_ ~l -~etrat_<?y~ nii, qmpda mfenor del, cadáver había estado sostenida por un listón
~migo ya cadáver. Ningún otro artista tenoria la oportunidad y que lo que habia acontecido es que esta amarra se había
cle~atado. 1
de hacer el <libüjo póstumo de tan gran hombre.
El cadáver de Cardona estaba tendido en el r.otel La. Paz;' Sin cl~1da. ~lguna, la señora se quejó a la administración de
(entre Mad,ero y 16 de .septiembre) . Al llegar a di?1o lu~a\ que un. md1v1<luo morboso se había metido en su cuarto con
roe encontre con un ternble coro de llantos. Algo mas de c1efü llll~S aviesos, eero que ella, con SUS gritos de SOCOITO, lo había
obligado a retuarse.
actores y actrices estaban llorando doble; lloraban de ~~rdad:
y lloraban actuando. Al principio, sus lamentos me. hmeron.
derramar lágrimas; después, cogiendo una silla, me senté de-:.
lante de ellos, como si se tratara de una butaca. Verdaderarnente:Í ':': Por e>:tr~ña coincid~ncia, l_?s _do_s pi:imeros prernips que re-
la escena era maravillosa. Pero en el cuarto donde estaba ten-·1 ul~1 e~1 m1 ~ida ~orno ¡~mt?r, fueron e!.1_ relación con dos grandes
dido Cardona, el llanto era auténtico. Su mujer en esos mamen-. IJaila_nnas. El pnmer d1buJO con que obtuve una recompensa en
tos, una americana, que debido a mi niñet: la recuerdo corno. cfectn·o, fue el ele la Pavlova. Y el segundo• el de la A-1 gen tºi-
ya vieja, gritaba desesperadamente: «Que no se lleven a mi in·>, 1::· ta, ¡a mas, grande ?a1lanna
. .
de danza española, en su tiempo.
di to, que no se lleven a mi indifo. ¡Mi mexicano, mi rnexicano!»,,íl!¡ b1 ambos casos, mis esquetches sobre sus respectivas danzas
gritaba, y se arrojaba sobre el cadáver, creo que más que para be,~I focrun expuestos en los vestíbulos de los teatros. El de la Pav-
sarlo, para morderlo, pues sus movimientos eran verdaderame?te,·~ lova me lo en_tregó ella misma, en el estrado del teatro y consistió
angustiosos. Por otra parte; era el primer cadáver de un amigo: e~1 una reluc~e.nte moneda de or~ de cincuenta pesos. y en el
querido, no obstante nuestra gran diferencia de edades, que yq segundo, :in diploma. r una cantidad en efectivo, que también
veía, y todo aquello positivamente me abatió. .. me entrego la Argent1mta en un acto público. Creo que un poco
Después, alguien, que fue según recuerdo, María Luisa Serra~.¡ ';¡ más t~rde, uno de mis dibujos de la Pavlova, de aquellos que me
no, aquella joven de la que estábamos terriblemente enamorados:•,; mereoeron el premio, fue publicado en la carátula de El u ·_
Juanito Olaguíbel y yo, entró para decir «que dejaran solo al•'' \Trsal Ilustrado, siendo entonces el director general de esta ~;-
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gociación don Felix F. Palavicini. Y el segundo, en alguna otra el espacio detenido. Los volúmenes en movimiento de danza me
revista que .1!º recuerdo. . . mostraban sin duda alguna, la necesidad de esas superposiciones.
,...-¡i~ En relac10n con prem10s al pmtor-muchacho, recuerdo t~m-
bién, ya que hablamos de periódicos de gran historial en Méx~co,
el que me dio Rafael Ald?cín, s~e~~o él ~odirector ,de Rev1st~
de Revistas. Parte del prem10 cons1st10 en dmero efectivo y parte 7. Ayer vino a verme el Chamaco Urbina. Así le llamábamos
en su reproducción a c~lor~s en la carátula de la s;ñal.'._lda re- en la escuela de Bellas Artes a José María Fernández Urbina.
vista. El título de ese d1bUJO y carátula fue el de L sen?r del Caricat~1:ista y escultor de gran talento, pero que en mi concepto
veneno y representa a ese Cristo que por haber .absorb 1 clo el ; se perd10 mucho para el arte por su extraordinaria capacidad
veneno que le pusieror¡. en uno .de sus s:i-gr~do~ pies para que de chacharero. Como se sabe, Fernández Urbina reparó el An-
lo .absorbiera un Cardenal a qmen quena hqmdar otro de su gel . de Ja Independencia. Ayer precisamente me decía que el
mi~wa jerarquía, salv6 a la .posible víctim°:, pero él quedó trans~ presidente de la ~epública lo quería a él mucho por haber
formado de caucasiano rub10 en un afncano negro-verde. E~ realizado ese trabajo, el de la reparación del Angel de la In-
torno del Cristo del señor del Veneno, aparecen dos mexicanos,! dependencia, a l? cual .Yº le replicaba .que, e!1 mi concepto,
ataviados a la usanza de los insurgentes durante la lucha poi;" y dada su gran mfluenna cerca del presidente de la república,
dP.bería coa~yu~ar en rep~rarle la ':llala .Política de dependencia
la Independencia.
Como ,se ve, yo estaba en un periodo de tr~nsición ideo1ó-
"'
1
que estaoa s1gmendo el pnmer func10nano de la república frente
gica. La figura central es un Cristo y las que le hacen guardia a la presión norteamericana.
son ya dos subversivos. .. La defensa• del Chamaco Urbina fue nuestra primera acti-
vidad reivindicadora de las libertades democráticas frente a las
a.rbitrariedades del Es.tado. Cuando menos ese carácter le qui-
simos ciar al caso mas extravagante de nuestra niñez. Sucedió
.,,----~,·6.Años· más tarde, no recuerdo exactamente. cuántos, prod_\!.Lt: que e~ Chamaco Urbina, ya seri~mente dotado para el chacha-
dibujos de la Tórtola Valencia, famosís.ima _})ail_a.r~na. de clásic?- reo, hizo la estafa o el fraude m;¡.s sorprendente de toda la vida
español, que con?1ovió en nrncha.s o;:as10nes .ªl publico de. M<;-; de nuestro paíl: le cambió a un muchacho riquillo su bicicleta
xico. No se trato entonces de nmgun prem10, pero a mis dh nue,;eci ta por una fórmula escrita del movimiento continuo
bujos se les dio amplísima p~blicida~. Esta ?~ilarina era ~or~a»: (principios de 1911). Recuerdo que el juez leía y releía aquel
casi obesa, pero su danza tema un vigor estcuco extraordmano ..: papelito en cuestión y después de meditar un largo rato se
Entre las cosas que bailaba, y no sé por qué, toda vez que el;\, le quedó mirando al muchacho victimado y con un vozarrón
tema no corresponde a'. clasicismo andaluz'. est~ba ~a «~ar:za_ q u~ estremec_ió todo el miserab.le cuarto del juzgado, le gritó:
del vientre» y recuerdo, mdudab~emente con mtercs ma~ ~lastico «¡U ltrapendejo!. .. » Y puso en libertad al Chamaco Urbina, ante
que otra cosa, el_ gig~ntesco ombligo 9u~ mostraba, _algo as1 como ¡. ia indig!Jación del dueño de la bicicleta.
ei ombligo de una hma natural multiplicado por oen. Me asom- Todavía en 1929-30, época en que me VI obligado a escon-
braba y debo confesar que me gustaba en extremo, la forma . derme de la policía en el pequeño taller de escultura de Fer-
como la Tórtola Valencia hacía retemblar el estrado y, según, n:índez Urbina, este Chamaco continuaba, superadísimamente,
recuerdo 1 oí decir en una ocasión, que cada vez que esta for-. ejercita1'.do ·su genio de cambista de chácharas y creo que es así
midable bailarina ejecutaba sus danzas, los carpinteros del teatro . ¡ como hizo su fortuna. Alguien me cuenta que llegó a cambiar
tenían que reajustar los tablones del for~.
1
. . , '· 1 un par de patines viejos por un pequeño automóvil. Y una
· . Qué explicación, frente a mi obra p1cténca pos tenor, podna 1 llavP. de tuercas por una perforadora de petróleo. Hace combina-
dár~ele al hecho de que los prime.ros premio_s, que se me otor-:~l! ciones, escribe, maniobra. Y ojalá al hacer la reparación del
garon fueron yor ~ibuj_os ~e danzar~nas en acno n? No caJ:>e duda'.f,i l ..\ngel ele la Independencia no le haya sustituido ya la chapa de
de que ese mteres m10, mdepe_nd1ent~mer:te ue 1
cualqmer otra_ ~ro, por al~una liga metálica más deslumbrante que la primitiva
consideración sobre mi obra. misma, implica ya una preocupa-, z ae metal fino. Mucho me temo que eso se vaya a descubrir
ción por el movimiento, por la ?inám_ic~,. por el j~ego adiv:J~llil, algún día.
-- t_ de volúmenes activos en el espac10 qumcllco. Una mconforrr 1-~ Todo. esto acontecía en las vísperas de la famosa huelga de
dad subjetiva, aún imprecisa, pero real, el volumen est? '..-ico ,fu ' los estudiantes de San Carlos, el año de 191 l, huelga extraordi-
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,___.._..., ,-~~~-··~-----~-----
nari· a que ma r ca en realidad la influencia de la Revolución1.Me-·
xicana entonces en proceso biológico,. entre la inte1~ctua i
d e nuestro país. Movimiento sorprendente que nos h 17:º. ª os
d d
t pueblo que lleva ese nombre. En realidad la casa nos servía para
guardar nuestros materiales de pintura, comer algo a medio-
día y dormir durante la noche. Nuestro traba jo de pintura se hacía
estudiantes de artes plásticas, entonces cas~· . mI?os,.
·- ex1gir con ,
efectivamente al aire libre. Muy temprano nos distribuíamos por
nuestra acción huelguística, a la vez que reivmdicac~ones de ca·:
todos los alrededores para hacer nuestras pinturas, primero sim-
rácter pedagógico, de carácter material en prestac10nes, Y de plemente impresionistas a la manera de Barbizen, de París.. y
carácter concretamente político, simultáneamente. más ranle francamente «puntillistas» (el puntillismo, cJmo se
-En efecto, pedimos entonces la supresión de los métodos aca-
sabe, consistía en crear los colores por aproximación entre e11'1s
démicos en la enseñanza de la pintura! la escu~tura ~ el. gr3:bado
y no por mezcla, es decir, para hablar en términos fáciles, el
(en cuanto a la pintura, el famoso sistema P~let, dibUJO lmeal
1 verde se hacía colocando un punto amarillo al lado de un punto
ya de objetos, metódico, para llegar así s~ce~1vamente. a la na-
azul, el rayó verde; azul, raya del mar, sol violemamente ama-
turaleza muerta, por ahí a la figura y el paisa1e y te~~naba con: rillo ... es una ilusión óptica).
la composición) .- El derecho de los estudiantes a re~ibff cuand? .;
Dada nuestra niñez, pues algunos de nosotros teníamos catorce,
menos una comida diario gratis; el derecho a d~n~ir en el e~i- :
quince años, nos dedicábamos más a jugar, y como decíamos en-
ficio de las escuelas al aire libre; el derecho. a rec1bir los matena-.;
tonces, a hacer ejercicio de hombre. Por ejemplo: teníamos un cam-
les de pintura, escultura y grabado, gratmtamente; y al!?o q.ue ·
peonato entre nosotros que se denominaba «el campeonato de
causó la risa general del paí.s, la . exigencia ~e la nac~onahzació? .
de los Ferrocarriles. Una ex1genoa que motivó u~ v10lento eó- la gran caca». Y el cual consistía en luchar hasta la desesperación
para ver quién de los dos contrincantes respectivos le embarra-
torial de don Trinidad Sánchez SaI?tos: famoso ~uector. d:l pe~ :
riódico católico El País. En ese editonal se. deo~ lo. s1g~~ente. ba Ja cara al perdidoso en una de esas poderosas manifestaciones
<¡Qué diablos tendrá que ver el ~rte con la. nac10nahzaoo~ de digestivas de los campesinos. Era algo impresionante. La loca-
los Ferrocarriles! A estos muchachitos anarquistas de la anti&"ª , lizábamos. Y empezaba la lucha. La otra prueba de hombres
Academia de San Carlos, sus papás deberían darle~ una azotama .1 consistía en golpearse con los nudillos de las manos. A veces nos
·y el gobierno debería meterlos ~ la. cárceb. (Eso era un brote' tenían que quitar por la fuerza, porque teníamos las manos así
de luz verdaderamente extraordmano: lo· de los .FF.cc.). Con . de hinchadas. Y s~guíamos: tras ... tras... tra5 ...
aquella reivindicación, apa~entem:nte absu,rda, a¡:ia,rentemente Los miembros más permanentes de la Escuela de Santa Anita
inconexa entre el arte y la vida sooal del pa1s, apareoa de hecho fuimos Miguel Angel Fernández (fue después arqueólogo, ya
murió) , Romano Guillemín, los hermanos Emilio y Gabriel La-
un movimiento pictórico ligado a los. proble_mas del pueblo d~ ·
México y a los problemas de la patna mexicana. ~ra el. surg1- , brador (hoy los. cambistas más poderosos de Isabel la Católica,
hijos <le español), Mateo Bolaños, Juan Olaguíbel, José María
miento de Jo que más tar~e iba, 3: ser en _forma. mas preosa «~l f
Fernández Urbina, Miguel Angel. Pérez, Barbón López (ese mu-
artista ciudadano», un a_rt1sta ov1co: a d1f;~enc1a del . b~hem10
patasitario, tequilero y a1eno a la vida poht1ca de su pa1s, que chacho, para ayudarse, tenía una bolería de entrada de vecindad
había sido antes que nosotros. _ . . de banco), y entre los escultores, Ignacio Asúnsolo, Fidias Eli-
Nada de extraño tiene, pues, que dos a~os i:iás tarde nuestra zondo (Andrés Audiffred), Boiaños Cacho, el escultor Zaldívar,
Escuela de Santa Anita, primera escuela al aire libre creada como · José ele Jesús !barra (algunos eran permanentes y otros no iban
consecuencia de la victoria de nuestra huelga· ~e ~ellas ~rt~s, 1, .mucho). También vivían en torno nuestro, en Ja Escuela, al-
se convirtiera en· uno de los antros de conspuac~on mas m- ,,j gunos poetas, como por ejemplo, Raciel Cabildo y José Juan
tensos contra el gobierno de Victoriano Huerta. Olv1dand~ nues- .~
tros problemas impresionistas de la vibración de ,la luz, nos ligamos .; . "' Tabiada. Cabildo tomaba traguitos de tequila y recitaba una
poesía que empezaba diciendo: «Los dientes blancos (b:v; s:z,
estrechamente a la rebelión zapatista .. Y es as1 co~o el portero ; ,
de nuestra Escuela se trasladaba a pie Por el A1usco hasta el
estado de Moreios para realizar el enlace el!~re nosotros y las: ,,
1
1··'
de los lobos jóvenes ... ) » O _bien: <tElla se acordará. . . y en vano
sentirá ... tristeza o languideces ... La vida no se vive dos veces, ..
Ella se acordará ... » Y todos llorábamos. «Estupendo. . . estu-
pendo ... » O bien la otra: «Cual las ondas de los mares ... van
fuerzas ya en plena lucha armada de_ Emihano Zapata. E~.· .~
portero era además el guía de los companeros de. nuestra consp1- ;\. : besando muchas playas ... Yo he besado muchas bocas... sa-
ración que decidían incorporarse a las fuerzas sunanas.
La Escuel~ de Santa Anita se instaló en una casita del 1:
. ::• ·,·, boreando Ja fruición. . . de ser infiel. .. » La püesía social no
aparecía todavía; no asomó entonces la cabeza...
Es interesante hacer notar que seguramente fuimos los com-
~ 1iF
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11$11'
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---------~----·------------
ponentes de esa Escuela los primeros en darle en México ver- todo le sorpre~di? ver entre nosotros '_a una muchacha y después
d~ leer la ta1 Jet1ta, con grandes reticencias, nos dijo que a-
dadero interés, todo su valor, a la canción popular auténtica, sa1 amos. P
a las Balonas, las Abañeas, los Sones, etcétera, porque por aque-
llas épocas este tipo ele música era desconocido o menospreciado Yo se~tía que algo iba a pasar. Pero nada decía de mis
totalmente en la ciudad de México, én fa~or de canciones pseudo- · preocupaoones a los demás jóvenes estudiantes de desnudo. En-
popu!ares e intelectualizada~, como Estrellita, de Ponce, y cosas tramos al ~Iegante estudio de pintura, procedimos a ayudar a la
por el estilo. Recuerdo que Jesús !barra, Raciel Cabildo, Miguel modelo a desnudarse,
'b como era habitual .entre nosotros , y cuan d o
apenas erD:r~eza amos a 9uerer d~bujar, llamaron a la puerta. Mi
Án[:"I Fernández y los hermanos Labrador, estos últimos no obs-
preocu¡Janon s~ empezo a mamfestar en un iJequeño temblor.
tante su origen español muy acentuado, formaron un pequeño
Con voz balbuoente, pregunté: «¿Quién es?»
grupo que llegó a cantar admirablemente las canciones popu-
lares. Fue entonces cuando yo oí por primera vez letras extra- _ Del d.otro lado de la puerta,
. diJ·eron: «Soy el mayord orno. L a
ordinarias del arte popular, como por ejemplo aquella subjetiva, senora ice _qu~ me ,rermita entrar para sacar un libro.» A lo
casi surrealista, que dice: «Camino real de Colima, naiden sabe cual yo r~phque: .«D1game qu~ libro es. Yo se lo doy».
pa'onde vá ... » «¿Qué acontecerá en ese camino?», es su sentido. _Un minuto mas tarde volvió a oírse la misma voz: «Dice la
O aquella otra de «Montes lóbregos que de tierras lejanas ven- :en~ra que tenga usted _la bonda? de abrir la puerta y me deje
go ... • Un sentido del paisaje extraordinario. O aquella otra t:nUar _para sacar yo mismo el hbro». Yo insistí: «Dígame cuál
e~», mientra~ sospechaba seriamente que se estaba formando una
que dice: «Dicen que me han de borrar la vereda por donde
~ormenta. «. orque se vela ... porque se vela .... » Los demás me
ando; la vida me quitarán, ¿pero la vereda cuándo ... ?>> (Es así
la letra original; la ueterminación de lucha.) interrogaban
r , ya
1 un poco . angustiados
. . ' con la mirad a, e·P or que·
Considerando que el estudio del modelo desnudo era indis- no ( ma yo ta _cos~, s1 los .d1~uJos al carboncillo no se velan?
pensable, hacíamos sesiones de esa práctica en el propio edificio En e~as meditaoones estaba cuando se abatió sobre la puerta
de la Escuela de San Carlos, ciertos días de la semana. Pero el . una \ e1 aadera tormenta. L~ golpeaban con algo que parecía un
tiempo <leclicado a ello no nos parecía suficiente y nos esforzá- .' ga!-rote. Y una VOZ/ femenma tPrriblemente ríspida, quebrada,
bamos por seguir estudiando el modelo desnudo en todas las gnt~ba_ c?n todas sus fuerzas: «¡Abra, miserable, abra, míser:i.blel:.
Ye· .ms1stia: «S~ vela, señora, se vela, señora ... » •
ocasiones que nos era posible. Tal intención fue motivo de casos .
en extremo chuscos y hasta terroríficamente dramáticos, como ,· _ De pro:ito los garrotaz?s . cambiaron de lugar. Ya no sobre
el que voy a relatar: · la puerta, smo sobre l~s v1dnos de los ventanales, y los crista-
Se me comisionó para conseguir un lugar. donde pudiéramos les empezaron a caer ennma de la pobre muchacha desnuda. Todos
empez~mos a ayudarle a v,estirse rápidamente; unos le acercaban
trabajar con una modelo desnuda. ¿Qué hacer? Mis relaciones
los ca1zones, otros le po111an las medias. Y cuando creíamos l
momento oportuno de iniciar la retirada, arrastrando nuestr~s
con un estudiante hijo de ricos y porfirianos, Carlos Tornell, me
presentó la oportunidad de resolver el problema. Le ofrecí éam-
biarle una estatua de la Venus de Milo en yeso, de esas que ':~d~alle:es y a b .. mucl,1~cha a medio. vestir, nos salió al encuentro
entonces vendían por unos cuantos pesos en todas las calles de la una .:en~;a sen:uparalit1ca_ de una pierna, rubia, que se lanzó en
ciudad, por el uso de un taller de pintura, con grandes venta- · rn!lt1_a l!l1a, llorando y gntamlo con todas sus fuerzas: «Miserable
nales de cristal, que tenía en su elegante residencia, entonces ' crnnmaL Yo sabía que algún día ustedes mancharían una cas~
de Las Artes. Mi amigo Carlos Tornell accedió, pero yo le observé s_anta. \o ·se lo había _dicho a Carlos, que no tuviera amistad
cierta preocupación al hacer el compromiso que contraía con- con u_s_tedes. Su c_ara s1~n:ipre me pareció de demonio y ahora
migo. Me pidió que al presentarnos a su casa tocáramos por la rnmct10 usted la 1gnom1ma ele traer pros ti tu tas a· su casa, para
puerta de la cochera y le entregáramos una pequefü. tarjeta que c¡,ue se . revuelquen con ella un grupo de vagos, asquerosos». y
se lanzo contra nosotros a garrotazos.
anotó para mí al mayordomo de su residencia.
Al día siguieme, llevando con nosotros a lit modelo denomi- El escám'.alo h~bía trascendido hasta la calle y una positiva
nada la ;::hatita, con caballetes portátiles, graneles bastidores, 1~mlt1tul ve1a ~acia adentro por la puerta de la cochera, sin
etcétera, dos presentamos a la casa del mencionado Tornell. Con· . comprender que era lo que pasaba. Y cuando nos vieron salir
la moddo éramos aproximadamente quince. Tocamos en la con la mu~h.acha medio vestida, y arrastrando nuestros caballe-
pu~-rta -?-e la cochera, apareció el mayordomo muy sorprendido
tes, las 0~1.mones de la mu!~itud se dividieron. Recuerdo que
de ver n·.lestras fachas y el tipo de personas que éramos. Sobré uno con 'oz muy apurada, dijo: «Se trata de un secuestro y ·una
56 57
violación. Pero lo que no me explico es por qué la trajeron pertaron en la hamaca. Y era nada menos que Chayito, que
a la cochera de esta casa». Otros reían de nuestro caballetes, creía qu,e y~ era Juan. Entonces yo, sin contener la impresión,
evidentes aparatos de tortura ... y de morbosidad. Nu~~a se .~e grilé: 1.Chay1to ... » Y Juan al escuchar aquello, gritaba con todas
olvidará la voz de una mujer, entre broma y condenaoon,. ~n to: sus fuerzas: «Chayo, Chayo, haz el favor de irte. Sal de aquí
...:No es nada. Son pornográficos ... » (no tengo. la fuerza suhoente inmediatamente». Y momentos después Juan, que se había ves-
para relatar toda la tragedia, Y mi. desesper~oón) . Durante cmco tido rápidamente, se escapó de su casa sin verme. Durante más de
meses yo sufrí los reproches de mis companeros ... un mes estuvimos sin hablarnos. Indignadísimo. Nunca más volví
a ver a Chayo. Y nunca hablamos de eso. Si alguien menciona a
Chayt.. Jelante de mí, se pone colorado...
., ' ... l~s. señoras ricas de i:uestro destino y no había que hacer el
a dormir, como consecueno~ hde u?a bor_ra chehra,fen la cahsa que·~~··
....
"HJe hasta l'.l Argentma. Pero como al llegar a su casa nos
Juan tenía en la calle de M1c oacan -m1 1ec o ue una a~aca .: ,,,. cerr~ron la ¡.:berta, tranquilamente saltamos las bardas y las per-
que había en la parte baja; Juan dormía en la cama ~~l pnmer '·J' segmmos por las recámaras, el comedor, el patio, al lado mismo
1·so- y cuál sería mi asombro cuando, en una ocas1011, en la '!•.7. de sus _fami)ares adultos, que no .sabían de dónde habían llegado
P me des- .': (
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penumbra del lugar, una voz y unas manos f emenmas . ··j •
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_EOtentes. Y desp.ués: cuando t~da':'ía estaban atónitos del aco~ muy jóvenes todos -Chucho, el mayor, tenía apenas diecisiete
· tecimiento y casi dispuestos a mvltarnos a comer, noso~ros sah. años- empezamos a olvidar lo acontecido y naturalmente tamJ;>ién
mos tranquilamente por las puertas de la ~alle, no. sm. a_ntes empezarnos a juguetear. Como estábamos cerca de unas carretillas
enviarles unos besos a nuestras bellas y esqmvas novias orcuns- mo~tadas sobre la vía, las cuales seguramente servían para llevar
tanciales. «Ya ves -le dije a Juan~to- cómo mu~hachas y ,papás azúcar hacia la estación, se nos ocurrió subirnos y hacer pequeñas
se paralizaron ante nuestra presenoa. Nada, Juamto, que tu y yo carreritas, pero como, en razón de la pendiente, aquellos ve-
tenemos el destino asegurado.» En el fondo, cuando charlaba hículos tomaban una velocidad cada vez mayor, empezó el juego
yo así había una especie de pena de alguien que está traicionando a diYertirnos. Y en un momento dado dejamos que uno de los
a la pintura y haciendo que un escul~or traicione a la escultura. carritos corriera hasta llegar a una bajada mayor donde, aterrori-
4:Üjalá -decía yo a ratos- y esas terribles facultades de padrotes zados, pretendimos detenerlo utilizando para ello el freno, que
que tenemos no se desarrollen.» es normal en cada uno de esos carros; pero este estaba descom-
Salimos para Purga. En ese lugar, un español prop!etario d~, puesto y fue imposible. La carrera, que hasta ese momento era
una tienda nos dijo que Morada quedaba bastante le1os y que. ya muy fuerte se hizo tremenda. íbamos materialmente volando
nos aconsejaba esperar a que vinieran los carriles que. ~raen el· en aquellos vehículos. Y cuál no sería nuestro asombro al ver
azúcar y después se van vacíos. Pero nosotros no qu1S1mos es-,: que tenían que pasar por un corte del camino que formaba la
perar. El tío de Juan era la única esperanza ver.dadera 9ue te- vía, y que en. ese ~orte -~enía en _ese mon_iento una carreta de
níamos para poder llegar a ~eracruz y e~bar.c,arnos alh como bueyes. Impos1ble 1mpecur el accidente: 1bamos a estrellarnos
correspondía a nuestra jerarqnia en de~ermmac1on. . . contra la carreta.
Después de una larga y penosa cammata, porque la ~ac1enda' Decidimos saltar, pero al hacerlo, rodamos por las piedras
quedaba en un terreno mucho más, elev.ado que la estac:1ón; ?ºs, de los lados de la vía y los tres nos lastimamos muy seriamente,
encontramos frente a un gran porton, pmtado de un ro10 oxido al grado de que no podíamos levantarnos con facilidad. Nuestra
de hierro. No cabe duda que aquefü. «casa grande» era señorial.', carretilla fue a estrellarse contra los bueyes, rompiéndole dos
Cuando un caporal o algo así abrió la puerta, Juan preguntó. patas a uno de ellos y una al seg~ndo, según pudi~os co~probar
si estaba su tío, subrayando bien la palabra «mi tío». Poco des7 clespuh Y si el ~arrero ~o ~ub1era saltado a , t1~mpo, .mduda-
pués, apareció el tío de Juan vestido de charro. Era un imlividuo': blernente él también habna sido una de las v1ct1mas, s1 no la
grueso y al cual la sangre le saltaba por la cara, de tan rojo., más grave.
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Pronunció las primeras palabras con un tono, de una seq.uedad; Estábamos aún tirados en el suelo y casi sin podernos levan-
que nos secó a nosotros la garg~nta. «¿Que andas haoend.?? tar, llenos de sangre, cuando llegó el tío a caballo, «nuestra
¿y quiénes son estos vagos?» Yo, haciendo un gra~ esfuerzo, l<: dIJe. cslleranza», y agarrando la cuarta de caballos, empezó a echarnos
que no éramos vagos, que Chucho Soto era es~ritot y ~o p1_nt~r .. ·¡ 0 ~ caballos encima, nos levantó a golpes y, ya nosot!"OS de pie,
Como respuesta, cogió a Juan del brazo, le pego un terrible plon corria el caballo en torno nuestro, azotándonos, naturalmente
hacia adentro, después cerró la puerta, quedándose él afuera: 1 n:ís a Soto y a mí que a Juan, de ta.l manera que nosotros,
y con la voz más autoritaria que jamás habíamos _escuchado nos !!orando y corriendo como podíamos, empezamos a lanzarle pie-
ordenó que saliéramos de los terrenos de la haoenda y regre-.:' dras y a enfrentarnos a él, hasta que en un momento dado, una
sáramos a México, porque si no iba a investigar por teléfono a· de nuestras piedras le pegó en un ojo a su caballo y lo tiró.
quien correspondía, para que nos metieran en la cárcel. . Entonces éste, en el suelo, indignado, dijo a sus servidores que
Aquel maravilloso tío no podía .hundirse a~í .c?mo así para'' ,¡ era necesario nos lacearan y nos sacaran. Nosotros quisimos
nosotros. Y desfallecidos, aunque sm dar defm1t1vamente por. enfrentarnos todavía a esa bestia pero comprendiendo que era
perdido al tío Juan, nos qu~damos largo tiempo sentados a inútil, nos marchamos casi arrastrándonos hasta Purga. Y ahí
cierta distancia, frente al porton. · el español y su mujer nos curaron los golpes, nos dieron de beber
Habrían pasado una o dos horas, cuando oímos los chiflidos aguardiente y algo de comer. A Juan se lo llevó el tío. Ahí
de Juan, quien, habiendo saltado segura~ente por una d~ ~~s bar~ duramos unos días y después el español, muy bondadoso, nos
das, venía a darnos unas tortas y a decHnos que no h1c1eram dio algo así como diez pesos para que pagáramos el tren de Vera-
caso, que su tío era así, pero que en el fondo éra una buena pers , cruz. Llegamos con uno o dos pesos a aquel puerto que no
na. Sin estar muy seguros de lo que decía Juan, movíamos nosotro conocíamos.
la cabeza en sentido afirmativo pero, muchachos como éramos · Chúcho Soto y yo pasamos tres días comiendo materialmente
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plátanos podridos, .durmiendo en la playa, en una situació donde no nos vieran los gendarmes. Valientes los muchachos se
verdad:ramen~e ~ernble. Un día se nos apareció Juan vistiendo dispanían a seguirnos cua.ndo apareció uno más distinguido que
un traje de mv1erno, azul, con un bombín, y llevando en la los otros, totalmente vestido de blanco, con los zapatos recién
n;ano un estuche. Moviendo la cabeza, nosotros dijimos: «Tu embetunados del mismo color; claramente se veía que acababa
t10». ~<~Í, es un hijo de la tal por cual. Por algo es hermano de de darse masaje, portaba el carrete de anchísimas alas a la moda de
ese h110 de la tal por cual .que es el general Rabaso. Pero. yo entonces, c.on una exactitud y corrección sorprendentes, y el cual
me vengué, l<: robe este traje, este bombín y este estuche, qu ai clescubnr que se trataba de un choque en desarrollo, con voz
vale cuatro mil pesos.» · Jenta, nos dijo: «¿Para qué pelear? ¿No sería mejor que todos
Otra , vez renacía la esperanza y otra vez tenía algo que ve· ncs fuéramos a tomar un trago al. Torito?» Nosotros, que había-
con el t10 d<: Juan. Pero ya_ en ~l empeño descubrimos que er mos pasado tantas veces frente a el Torito, casi siempre corriendo
un estuche mcompleto de mgemero y por él nadie nos dab para oler menos lo que ahí se expendía, contestamos a una sola
más de cuatro y no cuatro mil pesos. Y ahí empezaron otras ese voz: «El señor está en lo justo. Nada tenemos que decir en contra>.
nas de maravillosas aventuras. · Y con esa facilidad que tienen los muchachos para pasar del
odio al amor, nos fuimos juntos al Torito. La escena era for-
midable. Sin duda alguna se trataba de cuatro embriones de
dandis porteños, por un lado, y por otro lado dos dandis veni-
10. Nos encontrábamos Juan Olaguíbel y yo sentados en una dos a menos en proporciones inauditas. Juan Olaguíbel, que es
b~nca del paseo de lo? Cocos, en Veracruz. Teníamos ya varios rubio y tiene el pelo muy lacio, indudablemente aparecía con
d1as de no comer mas, 9ue cacaL ";,.c·cº · asados, que por ciertQ' las orejas bajadas pc!r el mismo pelo. Según lo recuerdo, parecía
en. Veracruz son ma~mhcos, pero no bastan para la .. alimen: ~no c_l~ esos niño.s hamb:ientos de Finlandia, en las peores épocas
taoón._ En consecuenoa, nuestras condiciones eran las del perr ' (IC cns1s .. Y yo, rIZado, rIZado,. co~ la cabellera inmensa, represen-
harr,ibnento que se pelea con o,Lros penos para que le qued ta p Llo bien el mo~e de el P1ruh q~e me habían puesto en la
algun sabor de carne en el hocico. Sumidos en nuestra dese escuela, po1· cabezon y flaco de abaJO. Pero, en fín, estudiantes
peración estábamos, cuando pasaron delante de nosotros tres iÓ todos, ahí nació una gr;m amistad.
venes que por su aspecto, por su indumentaria, eran indudable~ Y a partir de esa época, don Adolfo Ruiz Cortines, futuro /
me~te riquillos de la población. Nos daban, desde h.ego, la opor- presidente de la república, resultó nuestro mecenas, en Vera-/
tumdad para combatir, q Lte es lo que queríamos. ¿Pero cómo cruz. Prácticamente todos los días, momentos antes de la comida
hacerlo? nos situábamos Juan Olaguíbel y yo frente al depósito de granos'.
Se nos ocurrió el siguiente método: cuando ellos caminaban propiedad de un espaí'íol, pariente de Ruiz Cortines, donde éste
delante de nosotros, hacia la derecha, Juan Olaguíbel y yo, al ·trabajaba como ayudante del tenedor de libros. Pero induda-
unísono, cruzábamos la pi:rna izquierda sobre la derecha y, blemente aquello para R~iz Corti!les no era más que un hobby,
cuando regresaban en sen t1do con ~rario, lo haci:imos pasando porque el muchacho era neo. Lo demostraban las grandes parran-
ostentosamente la derecha sobre la izquierda y con una exactitud da> que con él, como único pagano, nos poníamos todos los del
matemática. Al pri1:1~ipio, los ~uniors de algún tendero impor- ~n:::uentro referido, con mucha frecuencia.
tante de la poblaoon no pusieron atención a nuestros movi- tfe relatado una anécdota del Ruiz Cortines de 1913-14. Vea-
mientos, pero despllés, acercándose violentamente nos incre- mos ahora 1ma. de las postrimerías de su gestión como secreta-
paron diciéndonos: «Lástima del "flus" que port~n». Yo creo . rio de Gobernación, pues ya como presidente, nueslro contacto dejó
que a pesar de nuestro aspecto desastroso, ya de gentes que han t<: 1.!c producirse. José ele Jesús !barra, el líder de la huelga de los
llegado al l~mite de, la mendicidad por ;)auperización, éstos deben~~· 1:síml1antes <le Bellas Artes en 191 l, más tarde periodista agre-
habernos visto algun remanente de «decentes», porque de otra "1'. gado ~o.mo tal _al e~tado mayor del genera~ Diéguez, doncle yo
manera ao nc.s habrían dicho cosa tan. cruel. ·¡·!' era of1oal, me ilamo por telefono para decume: «Ruiz Cortines
q L.:Íere que vayamos a comer con él al restaurante Acapulco.
Nosotros, naturalmente, k. tomamos como un sarcasmo y;/·."
levantándonos de un salto, nos lpusimos en guardia para. la acción.~',.¡¡ Y si estás de acuerdo eso sería mañana viernes. Podríamos en-
Con su caracte~ístico acento veracruzano nos invitaban a pelear,~' contrarnos eH dicho restaurante a las tres de la tarde. ¿Qué te
en el cementeno'. a lo,. cual. uosot~os contestamos que por qué>~ parece?»
hasta· el cementeno, e5LancJo, pn lejos y no ahí, a 1a vueltecita. :~:'.. A las tres de la tarde de ese viernes llegué al Acapulco y me
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r•11contré a José de Jesús !barra, con Adolfo Ruiz Cortines, con los dientes. Pero nosotros no .. íbamos hasta la playa de Mo-
1 rr.lario de Gobernación, y a una persona más de sus asistent cambo, donde hoy están muchas de las grandes propiedades y
111yo nombre no recuerdo. Comimos y bebimos duro y parejo hoteles de la nueva oligarquía, pero que entonces era mar abierto.
recordando nuestras «atragantadas» del Torito, en la propia tie 1\os complacíamos en nadar hasta un barco abandonado, semi-
rra de don Adolfo. Y ya para pagar, como yo me encontrab ~mndido, barco de hierro, cuyo metal estaba totalmente oxidado
en la parte más exterior del llamado pullman, fui yo el qu y que para ~osotros se ~onvirtió en un pa~acio encantado. Na-
pagué. Puse después la propina en un plato, a mi manera g dando recornamos sus diferentes dependenoas, las que era po-
neralmente dispendiosa, según dicen mis familiares. Y ya en l sible, y a pie lo que quedaba fuera del agua. Nos encantaba
calle, caminando todos los que habíamos comido juntos, e gritar y cantar en el lug ..=· para que con la acústica del mar
Jirección al estacionamiento donde el señor secretario de G nuestras voces se desenvolvieran por toda la costa. Chucho Soto,
bernación había dejado su coche, este señor secretario hizo ad flacucho y excesivamente narigón, además enemigo teórico del
mán de entregarme algún dinero. Pensando que quería reint vigor físico, pues según decía «éste mata toda sensibilidad creadora
grarme lo que yo había pagado por la comida de todos, le di je para el arte», y por lo visto, agregaba, «ustedes han renunciado
«Nada más eso faltaba. Yo pagué y basta». Entonces él me dijo va a ser los gigolós, pero geniales, que nos proponíamos», no nos
«Nooo, que te crees, si no te estoy dando el importe de la ~compañaba nunca.
comida. Es que tú eres un despilfarrado y dejaste mucha propina~ Pero un día in1sperado, allá a lo lejos en la playa, vimos
Y yo agarré del plato la mitad. Te estoy devolviendo sólo 10 dos maravillosas sirenas. Nunca habíamos visto a nadie en aquella
que es tuyo». Como vemos, pues, este personaje en lo que respect playa. Cuando mucho de tarde en tarde algún jarocho a caballó,
a su sicología, podría definirse así: «Pacificador, en ext!'emo ama- trotando por los arenales. No obsta:-:'.::: ~:: lejanía, observamos
ble, espléndido muy organizado y cada vez. que se cómo aquellos fantasmas se quitaron las ropas de calle, quedando
sionadamente agarrado». simplemente con sus largos calzones de baño de la época. Vi-
mos después cómo se precipitaron en el . mar y ~mpez_aron a
nadar en la dirección de nuestra maravillosa res1denoa. Na-
daron, nadaron, pero ni su practica ni sus fuerzas les alcánzaban
11. Antes de que apareciera el mecenas Ruiz Cortines, com para llegar hasta donde nosotros normalmente íbamos y venía-
hemos visto, nuestra vida en Veracruz. fue desgarradorament mos todos los días. Corriendo, salimos hacia las partes más altas
miserable. Chucho Soto, el poeta, Juan Olaguíbel, el escultor del barco, pata gritarles que continuaran, que verían qué bo-
y yo, el pintor, no obstante que adoptam?s ~n nombre co1'.1ún nito, qué interesante era aquello. Pero ellas, en inglés nos con-
pues nos llamábamos «los hermanos Sofargu1bel», no pud1mo testaron que no era posible, pero que nos invitaban a nosotros
encontrar más solución económica que la de tener derecho •~ ir a donde ellas estaban. Así lo hicimos. Y a partir de ese
dormir en un nido de papeles recortados en el interior de lo día empezó a haber entre aquellas dos muchachas y nosotros
talleres mismos de El Dictamen, el famoso Dictamen de los fa un amorío acuático muy intenso. Y digo acuático, po:-que aun-¡·
mosos l\fa.lpic~. y esto debido a la lástima que le d~mos al en~. que ellas nos invitaban y con el aliciente portentoso de que
tonces subdirettor, el poeta romántico Jurado, a qmen a veces:l juntos comiéramos sandwichs, '1. salir hast.a .l~ playa, con ellas,
asaltábamos cuando iba a la peluquería para rasurarse y de~ nosotros no podíamos hacerlo por la se11C111Is1ma razon de que
nuestra ofensiva se veía obligado a volver con igual cantidad, · 11usotros no teníamos calzones. Indudablemente que aquello debe
de pelos en la cara, porque lo correspondiente a esa poda nos , h;ibcrles sorprendido enormemente y no me cabe duda de que ellas,
lo tomibamos en café con leche. .¡, muchachitas de dieciséis y diecisiete años, vivían la historia ma-
Nuestra miseria se agravaba minuto a minuto. Positivamente·~~11• r.1villosa de supuestos amores, castos aún, con dos sirenas que,
vivíamos de caridad. Y en esas condiciones se nos ocurrió cambia~¡ brotaban rnisteriosamen te de los fierros retorcidos y viejos de un
la deglutación por la natación. Alguien nos había dicho que la· barco abandonado.
sales del mar tenían una proporción muy grande de vitamin . Pero el hambre arreció: «El, amor no está reñido con la
o algo equivalente, porque entonces creo que no se decía vit-a materialidad de la vida», nos di jJ:nos. Y haciéndonos tales consi-
minas. Y así fue como Juan Olaguíbel y yo nos hicimos grandes deraciones, resolvimos buscar a r u estros amores en la tierra firme,
nadadores, tan buenos como esos muchachos que se tiran al :donde habría indudablemenu; «comida firme, también». Sa-
agua, con la promesa de una propina, para sacar una moneda hiamos que estaban al~jacÍas e!i, el mejor hotel del puerto, en-
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tonces El Diligencias. Y allá nos fuimos. Nos situamos por u bombardeo criminal de la escuela naval y del puerto, el barco
de los costados del hotel y empezamos a silbar con todas nu de los cañones que asesinaron con su metralla a los veinticuatro
tras fueuas el silbido habitual de la playa. Las muchach .alijadores que más tarde merecieron el monumento que puede ver-
corriendo, salieron por una de las ventanas del segundo piso se en la zona de los muelles. Al despedirnos, los cuatro llorábamos
se nos quedaron viendo, asombradas. Sin duda alguna, aquell lágrimas verdaderas de amor, aunque en nuestro caso eran tam-
dos mendigos habían descubierto nuestro común chiflido, per bién {rente al negro Porvenir que se abría delante de nosotros.
ni pensar que fueran los mismos. Nosotros desnudos éra~os un Habían aparecido las damas caja fuerte en que habíamos so-
maravillas, unos apolos, unos apolos de cabellos excesivamen 11.ado y un golpe ncs la arrebataba. Muy poco nos consolaron
largos, pero eso era propio de los apolos. Pero vestidos éram ¡05 cinco dólares que cada una de ellas dio a cada uno de
una cosa inmunda y maloliente. nosotros, ·al extender la mano para el último apretón de des-
· Sin embargo, las muchachas acabaron por sospechar q pedida. Naturalmente esos diez dólares nos los bebimos, de pena,
éramos nosotros y bajaron corriendo; después, casi danzando Ii y fuimos a parar a la cárcel, después de una zurra de trancazos
rodeaban, imaginando seguramente que se trataba del «año vi que nos pegaron los policías, porque nosotros, tan valiente!! como
jo» y que nosotros nos habíamos disfrazado (en año viejo todo éramos, no nos queríamos dejar conducir al calabozo ...
los muchachos se ponen barbas, se visten con harapos y baila
I
Y era la época del «año viejo» en Veracruz). Y con toda 1
ingenuidad de las muchachas de su edad, nos invitaron tranqQ
lamente a comer, y a comer en la parte baja del hotel, es de(# l 2. Con la partida de nuestras sirenas, retornó la miseria total.
en los Portales, que es adonde se come en Veracruz. Sólo que en esta nueva situación se agregó a ella el sarcasmo
La sensación que aquello produjo entre los meseros y ca de que nos hacían víctimas los graciosos parlanchines porteños.
mareros fue notable. Nos miraban con una sonrisa malicios :-Juestras camisas volvieron a ennegrecer paulatinamente y ~
que estallaba. Recuerdo que oí decir a uno de ellos, que er' ,,f ahí a desgarrarse. A Juan Obguíbel las púas de sus lacios pelos
español: «Mira los tíos esos, se las train». Seguramente ya en ·.e rubios volvieron a empujarle las orejas hacia abajo. Mi cabellera
contacto directo, particularmente con el olor tan directo, co se desarrolló en forma tah portentosa que tenía, un poco por
prendieron de lo que se trataba en realidad. El caso es que vergüenza y otro para que no me llevaran los vientos del norte,
terminar la comida, una de ellas subió corriendo y bajó despu que amarrármela a la manera de los piratas. Chucho Soto, fla·
para secretearse con su hermana. Con una distinción sorpre cucho ya hasta lo indecible y alimentándose exclusivamente con
dente para su edad, con una finura increíble, una de ellas
metió en la bolsa de la chaquetita desgarrada de Juan, un dól .,
la filosofí.~ . de Stirne~, el famo~ anarquist.a suiz~, obras e~tas
que en realidad me dieron la pnmera base ideológica y política,
.¡
:v
y la mía hizo lo mismo. Un dólar era entonces una gran can ~e nos escapó.
tidad en Veracruz. Nos sirvió para ir a la peluquería, la mism:;· Nosotros seguíamos durmiendo en el nido de papeles y cu-
a la que después nos invitó en muchas ocasiones Ruiz Cortines,. carachas de El Dictamen, sufriendo cada vez más del ruido de
para comp!'arnos unas camisitas y medio lavar.nos. Nuestn rné~~: las prensas y de las · guasas de· los impresores. Pero Chucho se-
tamorfosis fue motivo de escándalo en Veracruz. Cuando pas4-1<t1;1 ~;uramente había conseguido un lugar menos inclemente. As:!
bamos delante de los grupos de marineros y de alijadores, e.s' ' •~ 1
aconteció que un día, con el más increíble asombro de nuestra
cuchábamos cosas como ésta: «¡Y padrotes los Sofárguibel! ¿No?~ i'! parte, vimos -venir una cosa blanca, polveada, pero con la pipa
Nosotros nos acostumbramos a los dólares de las muchachitas. Na 1-: habitual de Chucho. No cabía la menor duda: era el joven poeta
die hablaba ~le eso, .ni ello~ nos. daban explicació~. alguna, n~i Jesús S. Soto, parte integr.:.nre de ese otro ente que se llamaba
nosotros les dabamos las graoas. Simplemente, nos htc1mos al tro1·:•. Sofárguibd, pero quién sabe por qué razones había roto el tríán-
te que correspondía y hasta llegarnos a dejar abierta la bols~t gulo. No nos cabía la menor duda. Ahí estaba de cuerpo entero
para que fuera más fácil la maniobra... j!.• el futuro oficial, conmigo, del estado mayor de Diéguez, y el
Pero el día menos pensado, aqu~~ paraíso debía termina'r t; Lauro gobernador de su estado natal, el estado de Guanajuato.
de un golpe. Las muchachas eran hips, nada menos, que de , Después de observarlo bien de arriba a abajo con una amena-
un almirante de barco de guerra gringo, que estaba hacía mu,.': zcmte mirada rencorosa, a una sola voz le dijimos: <¡Traidor!>
cho tiempo arnenazantemente anclado frente a Veracruz. El mis. '.'-.·.;:. y acompañando las palabras con la acción, nos lanzamos contra
mo Texas que algunos meses más tarde iba a contribuir · *· ":' él, le arrebatamos lo más sagrado de su vida de entonces, que
',!('
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era la pipa, lo arrojamos al suelo y después, cogiéndolo ca . 13. Chucho Soto, con quien nos reéonciliamos algunos meses
uno de una pierna, lo arrastramos varias veces, de norte a su después de la inclemente a~r~strada que le dimos por el suelo,
y de sur a norte y de este a oeste y de oeste a este en un gra con daño fatal para su vestidito blanco, ante nuestros ruegos se
charco putrefacto, en medio de las carcajadas ~onoras de un fue a gozar con nosotros de la alfombra ele la casa en que vivía
multitud que, ya para la última etapa del castigo, d<:be h~b el violinista, mecenas nuestro. Pero aconteció que una mañana
estado formada por algo así como 150 personas. Multitud pr se sintió tan enfermo que prefirió quedarse tirado en el lugar
cha que, como tal, no hacía uri. ruido ele 150, sino de 450 per donde dormíamos. En la noche, cuando llegamos nosotros, ya
sanas, Sofárguibel contra Sofárg·uibel. «Los que padrotea~on s bastante tarde, buenos hermanos y camaradas como éramos, le
están muriendo de hambre y el que no padroteó o. lo hizo ,e . llevábamos un puñito de lo único que había sido nuestro ali-
secreto, apareció un día más próspero que los Malp1ca», decia. mento durante el día: esto es, un pequeño mantoncito de ca-
los veracruzanos de la calle. cahuates.
Momentos después de la vendetta antes referida, ?ºs enco 1
, A la mañana siguiente, descubrimos con verdadero asombro,
tramos a un muchacho violinista cuyo nombre no anerto a r~ que Chucho Soto no hAbía probado siquiera aquel alimento. Los
cordár, pero el· caso es que este músico nos explicó que . hab( cacahuates estaban intactos. Naturalmente lo primero que hici-
llegado de México con una pequeña orquesta para traba1ar. e' mos fue comérnoslos nosotros para después preguntarle qué sentía,
algunas de las cantinas de lujo y que, sabiendo nuestra. ter.nbl. porque un hombre de nuestra condición que dejara intactos uno:;
miseria, a la vez que la traióón de Chucho Soto, nos mvitaba cacahuates tenía que estar muy grave. Y así era. Chucho casi no
a dormir en la alfombra de una casa adonde él pagaba una; podía hab!ar. Se h~bía ad_elga~ado tremendamente. Sus larguí-
pequeña cantidad por dorm~r, <;xclusivamente. ii.'-'-fltam?s, ~ simas y afiladas nances casi depban ver de un lado al otro. Y
después de encontrarnos, prev1a nta, en un lugar determmadq sus ojos de agua verdosa se habían vuelto de agua sin lo verdoso.
como a las doce y media de la noche, hora en que él terminaba de, A la salida, cuando en realidad nos disponíamos a preguntarle
tocar en el bar de turno, nos dirigimos al nuev.o hogar. Hub9 a algún amigo qué podíamos hacer para curar a Soto, una mujer
necesidad de caminar mucho, pero mucho, porque la casa e mulata ele la casa contigua, con su acento veracruzano, nos dijo:
cuestión estaba por allá muy lejos, como en ese barrio que ere, «Ese düco se va a morí, si no le dan un buen lavado. Y esta
que llaman Los Cocos. Era una casa de madera, pintada de verd noche cuando vengan yo ya les tendré una buena olla de agua
color muy habitual en Veracruz. Sin necesidad de llave, pues e con jabón».
Verai:ruz las puertas de las casas están siempre entreabierta Ese día tuvimos la. suerte de encontrar a alguien que nos
pasamos efectiv,am~nte ~ una sala ~onde ~abía una ~lfo~bra gl ,: invitó, como de costumbre, a beber y no a comer, o mejor dicho,
riosa. Y luz electnca. Sm esperar mstrucc10nes de nmgun orden; a beber sin comer. Y Juan y yo regresamos como a las doce de
nos arrojamos y creo que automáticamente empezamos a roncar, la noche ya medio borrachos, muy alumbrados, como se dice.
Ahí no había ni ruido de rotativas ni cucarachas. Y como tení. Al entrar vimos que Chucho no se había movido del lugar donde
una ventana a la calle, con sus inevitables barrotes de mader · lo habíamos dejado. Evidentemente tenía ya el aspecto de un
el viento soplaba admirablemente. Nuestro amigo el violinist moribundo., Después de observarlo con miradas de gran piedad,
había pasado a un warto contiguo donde tenía a su disposició nero sin movernos de las sillas a donde nos habíamos sentado,
un catre de lona. ;ne acordé y9 del ofrecimiento de la mulata de junto y saltando
La segunda sorpresa fue cuando en la mañana una voz fe:,· ' fui a tocar en la puerta de la casa de al lado. La mulata me
menina nos despertó para ofrecernos una taza de café. Se tratab ., elijo que ahí estalJa ya preparada el agua para el lavado.
de una muchacha, ligeramente tocada ele sangre negra, que no Así regresé yo con una gran olla con líquido medicinal. Y
pareció extraordinariamente bell~ y la cual dura1~te. l?s día
próximos fue para nosouos, lo mismo que para el v10lm!sta, u
después de esperar otro momento, en el que no habíamos de-
1adu de considerar con tristeza el estado de Chucho, nos dijimos:
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magnífico cinematógrafo, pues cuando se acostaba la espiábam, <·Bien, aquí está el agua del lavado, ¿pero con qué jeringa se
por un agujero. El único cinematógrafo q ¡e nosotros podíam · la ponemos?» Está por demás decir que si la negra mulata hu-
pagar por entonces. 1
biera tenido una jeringa, o cuando menos una perita, nos la
habría proporcionado. Y si no lo había hecho era seguramente
porque cuando ella tenía necesidades de ese menester, se la pedía
a una vecina.
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Pero. el nuestro. no era ese caso. A Olaguíbel se le ocurri imprenta, sobre un montón de papeles, con el ruido permanente
que q mzá la solunón sería hacer un cucurucho. Y llevando su de las prensas y con las cucarachas gigantescas que se nos metían
palabras a los hechos empezó a fabricarlo. «¿Pero cómo endure. por en~re los pantalone~ o l?. que nos quedaba de los pantalones.
cerle .la punta?», decía. yo. «Muy sencillo -me respondía-, con l Es~abamos en esa s1tuac10n de verdaderos mendigos, cuando
parafma de la vela fabricamos un tubito lo suficientemente duro; resolvimos meternos los tres subrepticiamente a un barco. Había-
Terminado el artefacto procedimos a culiminear a Chucho, est mos oído. hablar de los poli~ones y ante la imposibilidad de
es, suavemente lo colocamos con la barriga hacia abajo, en un obtener dmero con nuestros 1uveniles amores de alguna dama,
silla, abriéndole las piernas lo más que pudimos. Careciendo d porque esta dama. no apareció en ninguna parte, para pagar con
vaselina para la adecuada introducción, Juan propuso una me e!lo nuestr?s. pasa1es,. pues tal fue nuestro :¡...imer plan, nos resol-
dida que le pareció eficaz: «Escúpele tú:t>, me dijo. Entonces yo ~·1mos a v1a1ar gratis en un trasatlántico. Durante varios días
haciendo uso de la mayor puntería que me fue posible, le escup estuvimos estudiando nuestra nueva maniobra. Para el objeto
desde una cierta altura y recuerdo que tan bien dí en el blanco hicimos. también algunos ejercicios. Por ejemplo, el de meterno;
que ambos dijimos a una sola voz: «Perfecto». , a dormir en ~na barcaza .carg1da de paja, con el mal resultado
Se inició la maniobra. Pero aquello no estaba todavía lo su de que. a media noche tuv1m?s que bajarnos rápidamente los tres
ficientemente bien mojado. «Ahora escúpele tú», le dije a Juari a vomitar, porque nos habiamos mareado con el movimiento.
Y así nos turnamos un rato hasta que, cuando consideramos qu · ~q~e!lo, lo del mareo, nos dijo Soto: «desaparecerá, pero hay que
había llegado el momento, le empezamos a colocar nuestra s ms1stir en pasar la noche en barcazas en movimiento». Pero como
géneris jeringa. El pobre Chucho Soto, que en su estado de semi no teníamos ver~a~eramente nada que vomitar, aquella gimnasia
conciencia sentía que algo completamente inusual, indudablemen se. nos fue co!1virt1end~ en unos retortijones tan esp::::~~:-::>s de
te indigno, le estaba aconteciendo, y haciendo uso de todo l.· tnpas, que casi nos monmos. En esto estábamos cuando se oyeron
poco de energías que le quedaban, empezó a pujar con sonid los .silbatazos del Es~eran~a'. un barco de la 'World Lines que
que parecían positivamente de protesta. A lo cual .nosotros co habitualmente recorna Mex1co, Progreso, La Habana y Nueva
testábamos: «Lo que es necesario, es necesario y basta. No es .ta Yo~k y los mismos J?Uertos a la inversa. Claro. que aquello nos
grave lo que te está pasando y de ello dependerá tu vida>. Com alepba de Buenos Aires, nuestra verdadera metá, la tierra donde
le dejábamos caer el agua con jabón desde cierta altura, :! 1 se ªJ?re~día a ser buen gigoló, pero aquello no era más que
vez qm: movíamos de arriba a abajo y de abajo a arriba al e transltono. En Nueva York aparecería para cada uno de nosotros
fermo, es muy posible que algo del líquido salvador le hay una dama que además de deslumbrantemente bella, sería deslum-
penetrado, porque en la noche empezó a hacer unos ruidos mu brantemente saturada de oro.
molestos, no sin que nosotros protestáramos por ello, porque un Casi ;cababa de atracar el Esperanza, cuando nosotros deci-
cosa era estar enfermo y otra ser tan cochino. . d!mos acercar!1.ºs a él para iniciar el abordaje. Largo tiempo es-
Pero es el caso que a la mañana siguiente, Chucho amaneció p1am.os la mamobra de descarga. Y cuando creímos que ésta había
con una chapita en cada cacheie y aquello quería decir que el termmado, ya cay~ndo la noche, subimos la escalinata y rápida-
poeta se había salvado y má~ tarde llegaría a ser c.~mmig~ miem·>~ mente nos escondunos en un cuartucho de metal, donde había
bro del estado mayor de D1éguez, para escalar anos mas tarde~\~ muchos ens~res para la limpieza, tales como escobas, cepillos,
/ el puesto de gobernador constitucional del estado de Guana juato;·: cubetas, et:e.tera. En la oscuridad de aquel cuarto, que era ver-
#, itl(' dadero ~ano turco, por estar t?talmente cerrado, platicábamos:
>:1'·;r! 1
«¿D~ que ma~era tan extraordmariamente ágil hicimos ·el mo-
·~·~;J~~;,: nm1ento -deCia Juanito Olaguíbel-, «que nadie se dio cuenta?»
14. A veces el menos agarrado de los señores Malpica nos dabá,¡·r ''No :-decía yo-, e~ que realmei:ite corrimos con una .-:-apidez
pequeñas gratificaciones por traducciones que le hacía yo del~] rnpenor a la. capaodad de la vista humana.» Estaba probada
francés y que Chucho Soto recocinaba en buen cristiano. DOS;f: n1:1estra capaodad aventurera; aquella facultad nos llevaría muy
de ~osotcos. é~amos dibuj~tes, pero ja~ás pudimos convenc~r. ajfl leJOS. Y pasamos toda la noche resoplando y s•,1dando de una
dueno, adm1mstrador y director de El Dictamen de que la grafic 1!f'i. 1'.1anera horrible. A,demás sufriendo horrores pe~ las ganas de
le daba más importancia al periodismo. Es de imaginarse cóm com~r que. nos daban los tufos que nos llegab rn de la cocina.
tendríamos los nervios en aquel horno que es Veracruz, partic. ~m reloj. y en ~a más completa oscurid~d, n;J podíamos saber
larmente durante las noches, y durmiendo en el interior de u~ el tiempo que hab1a pasado, cuando, por hn, i.1•empestivamente,
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:·1'.\ ,,
por _habers~ ~º~1?1ido, no ?bstante el hambre traidora que lo
clommaba, ms1st10, en la p;imera y segunda maniobra, llegó na-
turalmente. al s~co, empez~ a buscarlo, primero con precaución,
1 iendo hacia m1 para ver si no lo observaba, y al no encontrarlo
en el tantal_eo, abandonó toda precaución y empezó a escudriñar
>ll chaquetita con verdadera desesperación. Después, enérgica,
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mente fue hada donde_ yo fingía dormir y a la vez que me fuera del territorio que ellos controlaban. No nos quedaba más
daba una patada .~e gntó con todas sus fuerzas: «¡Y el bistec[:.~ recurso que convivir con ellos.
Yo, con un~ hab1hdad teatral formidable, fingí despertar, a la Se escucharon ráfagas de ametralladora y uno que otro dis-
vez que pomendo la car.fl. de asombro más exacta, le dije: «Quéee?», paro que parecía de artillería de pequeño calibre. La gente corría
ahuecando la voz de «terroo. Y después grité: «Muchachos, mu-' hacia el muelle. Nadie sabía de qüé se trataba. Los soldados fe-
chachos!:.-, a los impresores, «Juanito se ha vuelto loco y se derales habían estado evacuando la plaza desde las primeras
ha vuelto loco de hambre~. Todos corrieron hacia G. ..mde nosotros: horas de la mañana y lo hacían con el mayor sigilo, de tal manera
estába~os, verd~deramente impresionados por la desg:-~cia que· que cuando se oyeron aquellos disparos la población se encon-
traba totalmente inerme, sin guarnición alguna. El grito de dos
le habia acontecido a Juan y de la cual se sentían un poco res~'
gringos están desembarcando:.- corría de boca en boca. Desde le-
ponsables. Lo. observaban con verdadero terror y dolor. Pero·.
jos, Juan Olaguíbel, Jesús Soto y yo pu~imos verlos. Con nues-
Juan, sin inmutarse, me empezó a insultar con las peores pala tras voces de muchachos, casi llorando, pedíamos armas. Igual
bras y después, arrojándose sobre mí trataba de olerme la boca; hacían algunos otros jóvenes. Pero el desconcierto era absoluto.
Entonces yo comprendí que era indispensable agregar otr Entre otras cosas, se decía que la policía se había pasado al lado
sospecha_ a la primera y dije con un grito todavía más fuerte qu de los invasores. Nadie podía informar sobre algún supuesto de-
el anterior: «¡No solamente se ha vuelto loco de hambre sin pósito de armas; mientras tanto, yo veía cómo en los muelles
que se ha vuelto puto!> , estaban desembarcando soldados de Estados Unidos, en su ma-
Aquella noche nadie durmió en la imprenta de El Dictamen. yor parte negros y filipinos. Creo que también había muchos
Horas 1?ás tarde, reunidos todos en un pequeño café próximo pochos. Aquello parecía un desfile militar.
ª. E~ D1ct~men'. la mayoría de los obreros y «recogidos:.- del pe- Cuando los americanos empezaron a desfilar por las calles,
nód1co, d1ctammamos que el que se había comido el bistec er tratando de atravesar toda la ciudad para ir hasta los aledaños
el sonso de Chucho Soto. <Pero -qué hipócrita», decía Juan Ola· y posiblemente más adelante, surgieron algunos disparos que
guíbel. Absuelto yo del delito de querer robar a un ladrón, volv provenían de las partes altas de las tiendas de los españoles;
a ser compañero de todas las confiar.zas de Juan ... Supimos después, cosa que nosotros ignorábamos totalmente, que
muchos de los gachupines de Veracruz habían llegado al puerto
cuando los yanquis se apoderaron dt> Cuba y guardaban contra
los Estados Unidos un positivo rencor. Se nos dijo que los ali-
~6. Nues~ra insistencia en salir del país, como grumetes, seguía jadores habían hecho alguna resistencia en el puerw. Después
1mpertérnta en nuestras mentes. Esta determinación se manifes- supimos que en realidad no había habido tal resistencia, sino
taba particularmente definitiva en Juan Olaguíbel y en mí. Nos. 'que las ráfagas de ametralladora de los invasores habían matado
habí~ tocado la toma_ de Veracruz el año 1914, por las tropas· simplemente a muchos mexicanos que estaban en los muelles.
americanas y con ese acontecimiento la demostración más do-· Nos llenó de alegría saber que los disparos de artillería que
lorosa, a pesa~ de nuest;a exc~siva ju_ventud, de que en el pueblo'!;, se seguían escuchando eran contra la Escuela Naval, donde se
de i:iuestro pa1s no hab1a podido cuapr un verdadero sentimiento·¡«·,_, había creado un pequeño foco de resistencia entre los alumnos
naCional. ·1 ,, ele esa Escue~a, pues parece que la mayor parte se encontraba
Con el propósito antes indicado, regresamos de nuevo a Vera- í j¡' fuera del lugar y en vacaciones. Cuando los norteamericanos lle-
cruz después de una breve estancia en Purga, con aquel español>··', garon hasta el Paso del Macho, la vida en el puerto se hizo
que nos había atendido de la horrible paliza que nos había dado 1!1l i absolutamente normal. El paseo habitual en el Zócalo volvió
el tío de Olaguíbel. El caso es que al llegar a Veracruz eran• nuevamente, sólo que entonces los galanes no eran los mul=hachi-
soldados norteamericanos los que investigaban el pasaje. A mí tos empleados de las tiendas de Veracruz_, sino soldados gringos.
me obligaron a quitarme unas polainas de tubo que me habían Y el odio de nosotros contra los invasores llegó a reducirse sim-
regalado_ en mi breve salida del puerto, quedando con el asp ícto. plemente a insultar a las muchachas ricachonas del puerto que,
más ridículo imaginable. Y otra vez a esperar la oportunidad para. tranquilamente y en medio de grandes carcajadas, se paseaban
esca.par. No pod~amos tampoco regresar a ~éxico, .ª~nqi¡.e lo con soldados americanos. ·
hubiéramos quendo, porque los soldados gnngos h<·.:iian ~van•· Un cubano apodado el Caballo nos localizó para proponer-
zado hasta ocupar e1 Paso de1 Macho y no dejaban salir a iíadie nos que dibujáramos en un periodiquito de caricaturas que iba
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a imprimir casi exclusivamente para fos ocupantes. Nosotros nos· miso de alguna autorid;¡.d eclesiástica, me acerqué a la s~cristía
ne&amos de yl~no, pero no faltó quien lo hiciera. Después apa- ara decirle a un sacerdote de gran estatura y picado de viruelas,
re~ió el periódico y recuerdo que uno de los más grandes gra-
~ me permitía penetrar a aquel lugar con el ~in de ver los re-
C~JOS era hacer sarcasmo de los soldados y marinos norteame-
tablos. Con un ademán . bastante brusco, por cierto, aqu~l. sacer-
ricanos borrachos que jugaban a las carreras en las calles con dote, que parecía no estar de muy buen humor_, ~e dl)O que
caballos que _alquilaban en la misma población y cuando se ~aían, pasara y ya en aquella especie de bodega me dedique a levantar
más por _!magos que por malos jinetes, de aquellos caballos algunos retablos del suelo. Muchos de ellos, ejecutados en papel,
t~n escuálidos, era el hecho motivo de gran chiste para los ha-
estaban siendo ya destruidos por la humedad y otr0• se encon-
b1 tantes. traban, quizá por su antigüedad, ya en grave estado. Entre l~s
Sin emb~rgo, corrieron rumores de que en los barrios bajos que tomé, había uno pint~~o con lá~ic~s. de 1colores pero partl-
estaban asesmando a soldados gringos aislados, pero creo que cularmente interesante, qmzas más primitivo que los otros, pues
~to no llegó a tener proporciones ni siquiera medianamente
parecía ejécutado por un niño. Y pensando que no había nada
1mpartantes. Un cubano mulato que se llamaba el Conde Coma de malo, aunque consciente de que significaba en parte un
f><?rque .?ª~~a sido secretario par.ticular del fam,oso atleta japO: robo, me lo guardé rápidamente. ,
nes de JIU ptsu que así se denommaba, nos hablo de un complot Yo no sé si aquel sacerdote me estaba observando por algun
armado contra los o.cupantes. Con mucha precaución nosotros lugar que yo ignoraba, quizá un pequeño agujero, pero el hecho
aceptamos, aunque sm estar muy seguros de que aquello era concreto es que cuando apenas acababa yo de esconderme el
verdad. En todo caso, el Conde Coma nos daba de comer gratis· dibujo, el sacerdote ya referido penetró como _un_ ~erdadero _Sa-
en el restaurante que él regenteaba. vonarola en furia y sin esperar la menor exphcaoon, me gritó:
L~ única manifesta_ción noble que yo vi fue cuando los «¡Es usted un ladrón!»
americanos estab_an sahendo del puerto y que la gente llenó Evidentemente, yo era un ladrón: me había robado un pe-
las calles como fiesta y aplaudían entusiastamente. Pero en reali- queño dibujo, p_or lo que, tra~quilamente, de _la manera más
dad, la ?cu pació~. de Veracruz, por los americanos es algo que~ apacible que pude, le dije: «Mue, padre, efectivamente he co-
nos lleno de verguenza y todavia la recuerdo con enorme dolor..' metido un error al tomar uno de los retablos que estaban e~ el
suelo, pero espero que la expl_icación. que, le voy a dar sea váhda,
Yo soy un artista, tengo particular mteres en el arte. del pueblo
y los . retablos me gustan de una man.era muy espe~ial, pues ya
--:J;- 17. En 1917 o 1918, siendo aún oficial del ejército de la .Revolu- desde que -yo era chico venía a admirarlos con ~! padre. Por
ción, ento~c.es con el grado de capitán segundo, vine a México' otro lado estos retablos están en el suelo, humedeoendose y de~-
como comlSlonado de la División de Occidente, para llevarme . truyéndose, revueltos con otros objetos que ya pueden· ser consi-
al oeste y n~roeste de la república a un grupo numeroso de .. detados como basura. Así que yo pensé qu~ tomaba una. cosa ya
solda~os yaq,ms que habían sufrido operaciones importantes en el
ºdesechada por usted. En todo c::.so, },e supl!co 9ue n_ie dispense>.
Hospital Juarez de la capital. , De nada valieron mis palabras. con mas v10lenna que antes
Vestido de paisano, quise ir a ver los retablos de la Villa ·. y gritando como si quisiera que lo escucharan desde ~uera, ~ol
vió a repetir: «·Es usted un ladrón!» Molesto por su actitud, pues
d~ Guadalupe, obras religios_as popular~s que 'había yo apren- ;
dido a gustar desde muy chico, y preosamente en la Villa de quise ver en ·cha el deseo preconcebido ?e hacer un escándalo,
Guadalupe, por. influencia del muy católico don Cipriano Al- a la vez que atemorizado par lo que ~~diera res.1:'ltar de aqu:llo
fara, que er~ mi padre. Co~ verdadero entusiasmo recordaba yo que me parecía una obvia provócaoon, ,le d11e: «Muy b~en,
aquellas obritas y el lugar oonde se encontraban. Ya en la Ba- padre, frente a su actitud no i:ne _queda mas recurso que deorle
sílica, penet.ré rápida y fácilmente hasta aquel pequeño cuarto, que miente». Y tomando el dibujo, lo lancé al lugar don?~ .se
un poco mas abaJO que la _planta general del templo y después encontraba antes. Después agregué: «Me parece muy a_rt!hnal
su actitud. ¿Qué es lo que usted pretende'? ¿Pretende qmzas de-
de observar du~ante largo uempo tales pinturas, a la vez que de ·
cirle a la gente que esti fuera, que yo estaba profanando jel
le<er, sus marav1llosos rcl_atos, noté que en una pieza próxima
l;al~1a mucho~ retablos tirados en el suelo y formando un ver- templo?» , '
,,,,ctero monton. c111rc candclahros rotos, adornos característicos y entonces pretendí salir del lugar, pero para ello1 . tem<, yo
.L: i¡;ks:.i. ctchcu. ~o qucric1Hlo penetrar al lugar sin el per- que hacerlo ~ un lado, pues bloqueaba la puerta de sa J.da. fero
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· ·i iéndome al padre, le dije: «Ahora bien, pa~re,
como él tratara de impedir que yo saliera, inevitable11~Y . · nfe~a~o algo que no creo sea . verdaderament~ . dehtc,
que empujarlo. Pero entonces él, levantándose la sotaná1, ~:.! u~-vsimple error; ahora usted, que es sacerdote, ]~r~ ~:
1
una pistola del pantalón. Por cierto que era una pistola pequeñ y~; : 11 0 en lo que usted cree y yo no, 9-ue no es ver ª q
Entonces yo, que aunque de civil traía mi 45 reglamer• ,,t~a u 'ª pistolita de mujer, ~~enazandome ~on. :Ha, a la
indudablemente temiendo que el propósito de aquel padre ,'J 7 'v,ri,~ba, como pidiendo aux1ho contra un md1v1duo que
que me lincharan, pues oía yo ya los rumores de ~ , .. "ª iJ·r.oíanando el templo». , h1pócn
. 't a q ue
gritaban fuera, saqué la pistola 45 y, ya indignado, k Entonces se puso de pie y con la act1tu • d mas , ,
«Guarde usted su pistolita de mujer». ; .. < . he visto en mi vida, de tal manera íncreí.ble, que algund~ 1 ~
Pero en ese momento entraron dos individuos de tipo pati~: {a · vo . a intar, .poniendo las manos en actitud de ~rar,
1 11º·
bulario, armados, con las pistolas en la mano. Yo ya, ante ef::' uroy r PDios que es mentira que yo ha.ya sacado p1st?la. ~so
peligro mismo, me atrincheré con mi pistola. Con todo ese eJi es «J po 1 · d ted» y le diJ' e· «Mue padre, es mcre1hle
una ca umn1a e us · · ' . h
cándalo aparecieron tres policías, a quienes seguramente alguie~ la h. ipocresía con que usted está actuando. Qmzá lo ace porq~e
Gue había oído el escándalo había llamado. Entonces, yo Ier;i º,. 3¡aera ue es muy ¡fave que sacer?otes es~én arma.dos. :n a
dije que era oficial del ejército, que esraba siendo calumnia:1'f .:.atílica. P~ro no sólo usted sacó la p1stol.a, smo dos m~~;!d~~s
por el padre y que no me iba a dejar amedrentar. Con la pis~ , con caras atibularias que no están aqm, sacaron ta?1 1 •1 as
tola amartillada, salí en medio de un escándalo y de una mul~ 1 pistolas, lopque me obligó a mantener la pis~ola amarullada:· f
titud que gritaba que yo estaba profanando el templo., Clara• l Para esto, el comisario, que había descubierto que .Yº er"'nº
mente se veía que me querían agredir; sobre todo las mujeres t ·íal del Ejército, aunque indudablemente comprometido f
;¡
"ó
trataban de acercarse a mí para golpearme. Ahí no cabía expli-) 1 · d t me pidió que por qué no encontrábamos una so ua n
cación posible. La única era la que le había dado yo al padre.. i sace;. o e, A mi pregunta de «¿qué solución sería. aquélla?>, ~e
Pero éste no borraba la acusación de que yo era un ladrón. · paci l ica. .' d
di jo que yo retirara la acusacion e que e p
1 adre y otros m-
Así, en medio de una multitud que crecía por momentos, l d' 'd os estaban armados en el templo y que él, por su parte,
fuimos cao:inando hasta la comisar!ª· que qu~da bastante lejos···.·. r~~1ra~ía la acusación de que yo había querido s~straer un :re·
·1·
de la Basílica~ Y gente que me segma. En med10 de una guardia : bl L di'e que yo no tenía ningún inconvemente .en ello,
reforzada, ya como de diez polidas, yo avanzaba. Al llegar a la ta o. e Jr lo pronto me permitiera hablar por telefono. y
comisaría, el padre se encontraba ya allí, pues se ve que ha- j h~:é q:eJJan de Dios Bojórquez, entonces, secreta.rio de Gober-
l
bía ido en su ccx:he de caballos -año de 1917 o 1918-. 1 nación, quien a la media hora estaba ya ah1 conm1~~- r "t.
El sacerdote se encontraba dentro y a mí me llevaron por i No ueriendo crear un problema delante ~e e ' m~ im1 e
detrás de la reja. El comisario tenía en las manos el dibujo que. j q · 1 mente al retablo pero sm mencionar lo
yo me había querido robar. Y lo veía con. mucho asombro. No de hf~:r p~::~::snc~~n~e~das. Juan de Di os Bojórquez regañó al
podía comprender, segmamente, por qué yo me había querido lle- d. . d que yo e~a efectivamente un artista y que no era
var ese papel con unas cuantas rayas y el padre considerarlo• º:1ra, icien fo . , n lo que yo había hecho y nos fuimos.
mnguna pro anacio
como un robo. Esperé un momento, después saqué mi credencial
de capitán del Ejército, que justificaba por qué estaba yo ar-
mado y por qué no ~me había dejado desarmar y a continuación,
con la misma tranquilidad del primer momento, le dije: «Mire,
señor comisario, es verdad que .,yo me había apropiado de este
pequeño retablo dibujado en papel, con lápices de colores. Pero ·¡···)
no lo tomé del muro sino de un basurero donde había quizá l
miles de obras siwilares que s_e están destruyendo, como usted ;¡
lo puede comprobar si es que va a la Basílica. Además, yo le ·
expliqué al señor sacerdo¡e mi interés como artista, porque ade- .
más de oficial de Ejército, soy estudiante de pintura y me in- ·
corporé al mismo con ese carácter». Pero el padre empezó a·
pegar gritos como quien quiere provocar preconcebidamente un
escándalo. Y entonces yo, molesto, le dije que no era verdad.
79
78
4;
"
lado no tendría ninguna im ort .
cación de este problema P a~na para los fines de la expli
hacia un, proceso cada ve~ -~r.<l§Jr . al mundo _()ccidental enter; de .I_i}J.!,__tQ_~J-e.. _;iplic;¡¡J:>ª- ..(!L.i:~glamento. pedagógico .<1,!!t~s
es
. • de natura lº1smo, p~a llmas acentuado de· . fa lso rea lº1smo,. ·-··-~
esto señalado, hablando •en términos generales. El sistema llamado
la. verda!,.I, tan absolutamen~~ar ª. ~s.e vensm~frário·a piJlet subsistía, aunque ya sus aplicadores no eran tan orto-
el supuesto arte de historia ª:~1ttet1co d; la verdad, que fue' doxos como lo habían sido en años anteriores. Sin embargo, nues-
mensa proporción se prod . y e de genero que en tan in tro aprendizaje seguía más o menos las mismas etapas norm,~tiY.ª5
del siglo xrx. Me refiero LIJO en el segundo y tercer cuarto~ de las épocas de Pelegrín, Clavé y Rebw.r,"'_áüilque -la.'re'Vi'ill.fa""'
presentaban,. tema muy so a ~quellas obras ultrarrealistas que en contra de ellas se empezaba a manifestar mediante actividades
la adúltera -con el le h cor:d1 o, la «agarrada» in fraganti de . simplemente anárquicas. de nuestra parte. Por ejemplo: nosotros
1 · c o semi eshecho l pretendíamos revolucionar la clase de desnudo del natural usan-
e JUez penal cor11:~spondiente los ' e_ am_az;ite semidesnudo,
detallados uniformes y el , y guardias civiles con sus más do varias figuras a la vez, ya que la costumbre era una sola. Y
lizado con una perfección nume~o de su placa. y todo ello rea- como no pagaba la Escuela más que un solo modelo, nosotros
... ..,ointura al óleo. Por otr asom rosa de la técnica particular de mismos proporcionábamos el restante o los restantes, eil forma ·
...-.nes en cuadros de ªgtart~, se _trataba casi siempre de com- totalmente gratis, es decir, encuerándonos por sorteo. Otra _m~~
"a tallas militares J·ªun Lamano. ~os hechos históricos de nera de rn,1esth subversión pedagógica era haciendo que ""fos
garon también modelos, tanto hombres como mujeres o niños, adoptaran pos-
·d . oor demás decir u un gran papel en
•11do 1 _q e el retrato «preciso», fue t~ras audaces, c~U~g;,~-~~s. naturalmente a las de nuestros yesos clá·
. . en ta es tiempos. , s1cos, __ JRecuerdo que algunos de nosotros, entre otros José Gua-
' de c~lt~ra aún refleja entonces país dalupe Escobedo (Lupito) y yo, proclamábamos apasionadamente .
-'Tlltento y. del arte, como 'en la .¡ la conveniencia de las posturas esforzadas hasta -lo máximo ..•:Es
decadas, sucedía exacta~ interesante recordar, en relación con nuestra ··aase de desnudo
-- de artes plásticas del nat4r_al, nuestra curios<\.:.E~<:;~c;upaFi.ón, más bien.,,w.$,P}l.~-~n
según se dice, te, por 'la prefereJ!cia . de mOdelos de,J<,l~(l indígené!:, como res-
~as, catalanes
puesta á la costumbre ·establecida desde · muchos años atrás . en
Landesio, el sentido de modelos de tipo español. Aquello nos dio oportunidad
ico. En de empezar a. acercarnos. en fonna por demás subconsciente, si:i:i
teoría prefija alguna, a las soluciones etnográficas que nos domi-
gran
·ria- narían más tarde.
Ya en los últimos años de esa clase en que yo participé, em-
pezábamos muchos de nosotros, en forma más o menos lírica, a
intentar el .model() desnu,c;l_Q, .~Q movimiento y hablar de lo que
mencionábamos, coincidiendo así con muchos europeos que nos
habían precedido, pero cuyas opiniones ignorábamos totalmente,
en denominar tal forma de ejercicios prácticos, como el estudio de
Ja «anatomía activa>. Lupito, Mateo Bolaños, Emilio Labrador
y otros le .impusimos a nuestro profesor de ~desnudo natural al
carbohcilio», el maestro Valadez, un gigantón muy suave, que
había hecho d~l dibujo al carbón, con «limpiadas a dedo>, exclu-
yente por lo tanto del migajón, la técnica casi exclusiva de su
arte, los esquetches de grandes proporciones y que tenían ne-
cesariamente que realizarse en el menor tiempo posible, fijando
tal tiempo por anticipado. El famoso Lupito y yo competíalll-OS
t~
.
,•·
en forma tan apasionada en la realización de tales croquis gran-
dotes ultrarrápidos, que muchas veces tuvimos que dilucidar la
justicia o injusticia de los fallos finales, a veces a su favor, a veces
al mío, dándonos las trompizas más feroces en algunos de los calle-
jones próximos a nuestra Escuela. Y siendo ambos poseedores de
83
i,.
;
~-
~
¡
-~
tremendas melenas, no era raro que pasáramos del pugilato al :María Velasco, que ya no era profesor de dibujo cuando yo in·
procedimiento femenino de la· arrancadas de pelo. (Lu pito, in~. gresé ya como alumno normal y no simplemente nocturno, a la
corporado al ejército de la Revolución, como yo, murió precisa- Academia de San Carlos, nos empezó a gustar sobremanera. Se-
mente pocos días después de la toma de Aguascalientes, su ciudad guramente fuimos nosotros, los alumnos revoltosos de esa época,
natal, por nuestras tropas, debido a la epidemia de tifus que asoló los que empezamos a hablar por primera vez del paisajista .l.[elas,-
a nuestras fuerzas ese año de 1915. José Guadalupe Escobedo huS; co como ce! pintor de la atmósfera del Valle tle México>. Re·
biera sido un tremendo pintor; era un muchacho de cualidadesl. cuerdo con bastante precisión cómo nos solazábamos conversando
excepcionales. Yo solamente le ganaba, no en lo bueno de Jos!, entre nosotros, delante de las obras de este maestro, «de la pro- -
croquis, sino en lo rápido.) Nuestra inconformidad se manifes-:' fundidacl panorámica de sus pinturas>.
taba también con nu~tra ..2.E9:si~<i!L~ l_a -~ºEL<:..¿.~!..l'.!~? ...dásico· _Los pintor.es __jó_v~nes Saturnino Herrán y ..-:.r_ancisco d~ .. la
no tanto con carbonallo, es decir en Dlanco y negro, smo eón Torre; por ~na_p_ªfl~, __ :y__Xélle;z,_j~or: Já;l>~r.:i, _emp_ezg._rnrLa_ ejercer
óleo, porque decíamos que aquel «rico material» debería servir par. una poder~sa _influt>ncia__ d~.,,.,m~;,l9.A~,.;.PaÚQ!l,al~<?_sotr:os.
producir obras directas del natural. Pensábamos que su uso para .el Los dos pr1mer:<?-5· ,Iie_rrán y JJ.~ Ja Torre, co.1Denz.anm a emplear
fin antes indicado constituía un lamentable desperdicio. temas.éxclí:lsivament<;... ~.f.~· aunque lo hacían con un es!ilo_par-
.En el último tiempo mío como alumno de la Academia, se le' ticularmente\germá_riico de la 'epoca~· un estilo art .nouueau áleman,
dio una i.!!!.(l~<!n.da cad~ v~z mayor, a Ja 1~~tura-leza ~l!-er~a pin-~ proveniente sobre todo de la escuela de M unich, y el cual pode·
tada y no simplemente .d1bup,d;i..- Ah1 tamb1en se mamfesto nues"· ~os considerar ahora como extremadamente estilizado y por ahí,
tro juveniLnihilisn.w,._X esta anarquía. nuestra se expres.a,_~-~ sal~. en exceso amanerado o «manierista>, como dicen los franceses.
tando algunos de nosotros por los ventanales, cuando la sala: Una cierta !ieQs_u_alid_~<I eI1 la pintura más bien dibujada que
correspondiente estaba vacía, para .,!=Qm~rno.s.J.\l,s_,frutª§ que nueS' pintada· y-con una ma_ne_ra igíúirpara r_eproducir una nube q\1e una
tras compañeras riquillas llevaban especialmente para ser pintadas cara o un fruto. Pintura ésta desprovista del sentido de la___llla-
y las llevaban con las más arteras proposiciones de nosotros mis: teria, que es tan fundamental en el .arte de la piii.tura. Y de ·1a
mos. Naturalmente, la explicación que se le daba a la desaparición variedad textual, que es tan p.rimordial en el realismo verda~ero.
de aquellas resplandecientes manzanas, peras y uvas de Califot- Vis es~~!HlL.i.~.)ndios, '!unque aún _en sus manifestaciones __ ~.!lfórj:
nia, tan aristocr.áticamente proporcíonadas, era que en las pro" 'cas, y-; que se trata'.ba de mexicanos Ilativos en fiesta,· en fiesta en
ximidades debería haber cacomixtles o tlacuaches y para hacer. Xochimilco, por ejemplo, portando flores, etcétera, con un .exi:
más creíble nuestra versión, llegamos a hacer con chapopote mu ' de1:te ..~J.Y.~~..9. de su .!..~pi:e~~ntª\:J.QQ ..Q.r~i;a. empezaron ~ in·
chas bolitas, parecidas a las que producen los chivos en sus na- flmrnos. Sm ~p:i!;>;¡_r.gq,, ..y. ·tratando. de recordar Io·-que -haaamo~
turales defecaciones. los component~~. del. grupo en qJ.!.e. yo ~ctuaba, más . en la,.,.Rr,;!~:,
Otras de nuestras contrapropuestas académicas consistían en tica,_. que por razón de alguna teoría .preelabor_a,d:(, empezamos
exigir nuestra dedicación durante el mayor tiempo que fuera nosotros a ocuparnos de escenas indígenas de . m!~ria,, .)' ~~<;g1;:1r_a~
posible al paisáje directo del natural y en un cierto momento: mente debido_¡¡_ lo_juvenil de nuestros ensayos, es.tos trabajos
al paisaje del natural con figuras del natural.· Es ahí donde em-· - no son fácilmente localizables a estas alturas. Fue solo en 1917,
pieza realmente nuestra preocupación por los ejercicios impre~.; aiío en que yo vine a la ciudad de iíéxico con comisión oficial
sionistas sobre la luz. Más tarde, esa preocupación nuestra _nos· de la División d,el Ejército a la cual pertenecía, cuando pude
condujo hasta el puntillismo, por influencia de Romano Guille- coincidir .con la primera y· trascendental exposición de José Cle-
mín, un estudiante adulto, en la 'Escuela ya revolucionaria de mente Orozco en la Librería Biblos, aunque sus obras expues-
Santa Anita. Fue en aquella época cuando empezamos. a hablar . tas fueron casi exclusivamente con temas relativos a los prostí-
de «la ?riginalidad del paisaje mexicano». «Hay un paisaje me- bulos típicos de la ciudad de México y no precisamente de escenas
xicano ·.:..decíamos-, como hay un paisaje japonés, como hay populares, en general. Y podemos decir ahora que José Clemente
un paisaje chino, como hay un paisaje francés, el paisaje, en Orozco con sus primeras ohras exhibidas nos condujo más a Jos
este último caso, de los pintores de Barbizone, etcétera». En ese· burdeles que al pueblo.
periodo, _empezamos a fijar nuestra atención en ..!;:.andesio, · uh ¿Cuúles eran en realidad . nuestras_ concepcio_~~~- teór_icas, _ si
pintor académico del paisaje, pero que debido a su" fidelidad merecieran tal denominativo, cuando nosotros· nos reuníamos,
imitativa había llegado sin duda alguna a encontrár ·deinen.toi primero en la anexa a la Escuela de Be1fáS"'A.rtes ·.y··ffi«i.s :t:ard'e
~:I ~.a_i_~~j_: _mexicano, no obstante su nacionalidad italiana.- José en la Esruc!a de Santa Ana, ~R,~-,;~.§l.n~4.!J!• ya en una actitud
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-~---·-~-----
fi:ancamente ~a. y frontaimente ~~a, contra el o-. cativa, para colocar en ella un papel blanco escrito con lápiz
~ier11:º---~~:E~?.9E.,,~i: ....Y.!.0..C>!.1~.11º. Hue~§?lñdudaolémente, aun~; azul (documento que obra en mi poder) y en el cual espetaba
que con una termmología muy diferente de la que pudimos-usar· la siguiente ultraabstracta oración: <¡También con los ladrillos
más tarde.. nosotros hablábamos de la «mexicanización de las . se hace J¡i. .. Revolución!» Nosotros, los muchachos estudiantes,
artes .plás_uc~s;. en,; nu~s.!rg .país.~. Y sin diida alguna; ·~¡ff'.'~-,.:f~ qu_e ~s~erábamos a Atl wn verdadera angustia, viendo en él el
~e~ció~ üe 1a~ cosa, nos refenamos ya a la necesidad de una ,: ! prmop10 de una nueva era para el arte en nuestra tierra, nos
mclmaoón haoa el paisaje mexicano, hacia los tipos mex;.ic~, ¡.· '.·. 9-uedamo_s prácticamente inmovilizados. Los más optimistas di-
y por ahí, au.nque .en una ·f.orma en exceso balbúcierii:e;-ñacfa ;
l_?~oblema.sAeL.pueblo m.exicanQ.,_J ~-
11
· ~:
s.1 jeron: «Siendo de Atl, es bueno y basta>; sin embargo, dijo otro
de nosotros, «no estaría por demás adivinar lo que realmente
. Trato de recordar, igualmente, ~o que pensábamos en rela- ·· · · quiere decir». Pero no hubo tiempo para aclarar estas cosas.
ción con las ~rtes plásticas, en_ generai,. y ~on el arte de la pin- Ya. en el interior de la Escuela supimos que el nuevo director,
tura, en parti.cular, los que directa o mdirectamente nos incor-. · el ~rusta que nosotros admirábamos más por su programa peda·
por~mos al ejército constf tucionalista. Los que se incorporaron gógico nuevo que por su obra misma, había acordado que esa
mdirectamente fuer~n ]ose Clemente Orozco, Miguel Angel Fer- misma noche se hiciera una exhaustiva reunión con todos los
nández, José de Jesus !barra: Romano Guillemin, entre los pin- · profesores y 1odos los alumnos diurnos en la gran sala de la
tore~ ya más o menos profesionales, y entre los escritores, Raciel biblioteca. Ya reunidos, el doctor Atl puso a funcionar su re-
Cabildo,. Manu:l Becerra Acosta, Castillo Ledón, etcétera. y en tumbante voz. Lo primero que dijo fue, palabra más palabra
forma direc~a, mgresando al ejército, José Guadalupe Escooedo, menos, lo siguiente: «Vengo dispuesto a eliminar de los muros*
Ma~eo Bolanos, Ramón _,t\lva de la Can~l, Bu!maro Sánchez, Ig- de nuestra escuela todos los ladrillos püdridos>. A lo cual, una "
naoo Beteta (ya s~ lt uJHdó todo, es millonano ahora y le echa voz muy tímida, creo que la del arquitecto Lazo, dijo: cSeñor,
muc;ha agua a la pmtura), Ignacio Asúnsolo, etcétera. Y entre los los ladnllos no se pudren». Una respuesta que provocó en reali-
escritores'. J.esús S. Soto, Francisco Valladares, etcétera. Los pin-' dad unánime carcaja?a,. con el consiguiente bochorno del nuevo
tores, pracucament~ to~os,. éramo~ F'.ºr entonces impresionistas y director, quien agresivamente continuó su discurso, diciendo que
algunos, como, Gmllemm,_ i~pre~iomstas-_puntillistas, _ws:.ocup.a_dos' aquello era: una metáfora y que como metáfora podía estar al
_to~osJ _dei:itro de nuestra mclmaoón técmca .señalada~ J>QL el pai:· alcance de la cabeza de cualquier burro, inclusive si éste era ar-
~-~J~ mexicano~ Jos_é Clemente Orozco realizaba la pintura de. quitecto. Los estudiantes aplaudimos y los profesores sisearon,
carácter, sus conoodos prostíbulos, cuando ingresó a las activi- aunque con evidente timidez. Naturalmente, yo, como todos
dades_ de la Revoluci?n. Ya incorporado con todos los demás nosotros, me quedé sin entender el sentido de su cartel escrito
mencionados que no mgresaron directamente al eJ· ército al e- con lápiz azul y fijado en la puerta. ¿Qué quería decir el doctor ~
n.ód'ico V anguar dºia, que se empezó a imprímir bajo la dirección
' p
Atl con aquello de que también con los ladrillos se hace la,,:},:.·
del ~octor A.ti, :n Onzab~, Y. más tarde fue una especie de órgano Rev?lución? ¿Qué la Revolución se hace a ladrillazos también,lf'
móvil del eJ~roto coi:isut~c10nalista, José Clemente Orozco ilus- o bien, que la Revolu.ción es construcción, es edificación, es ar-
traba los articules anuclencales de la redacción de ese periód; quitectura? Y dicho todo esto en una Escuela de Arquitectura, la
'ó h . .co.
E n a 1guna ocasi n e escnto que esos dibujos anticlericales de cosa parecía aclarar el significado .
.~,.;'
José Clemente Orozco son seguramente los más violentos di'b · \,J;)espu¿~, .esá misma noche y en noches subsiguientes, el doctor
· } · 1 U JOS
ant1c enea es que se han producido en todos los tiempos en Aá" hizo una defensa apasionada del arte monumental, de la
todos los países. y
v~el,~a en concgj=i<?11e;;,,,.S~~-~~pl1!~.!~~ y técnicas n~ey~~.: a I:i-«1gran
1
pmtura d\l pasado} Se dedicó a hacer sarcasmos muy hirtentes
contra los mét\dos de enseñanza existentes hasta ese momento
en nuestra E' 'ne~ª· Se burló del sistema Pillet, de la copia
2. Al entrar las tro¡;ias constitucionalistas, cuyo primer jefe era ~~ del yeso, del . \:f e1~\o del natural con «posturitas amaneradas»;
~ntonc.es don Ven~suano Carranza, ~ft.~r Atl fue nombra.do ·en fin, con un<. -'ío.z. 'y un estilo oratorio danunnziano, marcó de
mmediatamente '· ,dy::ector
~-
de .la antigua
- -Escuela~
. de San c aros,'
-1-----. . hecho un progr1atna que implícitamente tenía que conducir las
_ya .para entonce> Escue!a Nac10nal de Artes Plásticas. Su primera# • me?tes de los/j_ó~e~es de entonces hacia el muralismo que pos-
actitud fue ll< g~r rápidamente, con aquellos diminutos pasitos" ·. teriormente s,e mioo en los muros de la Escuela Nacional Pre-
que le eran h~bituales, al gran portón de dicha institución edu· :: ._ para~~~~a_l{Vos jóvenes pintores, asombrados de su gran· persona-
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mente a pronunciar, las decía en alemán, porque siendo muy
Iidad, empezamos a hablar con los mismos tonos con que él l
joven se había ido a Munich y en la Academia de Bellas Artes
hada y a hacer los mismos ademanes; inclusive modificamos
de aquella ciudad alguien lo había conducido ha~ta un doctor
nuestras maneras de caminar, substituyendo las grandes zancadas
que remendaba,, de acuerde con ~n sis~ema especial! a faltos
que nos eran habituales por los pequeños pasos .aceleradamente de la voz y el 01do. Una de sus mas habltuales expresiones, ato-
repetidos, a la vez que hicimos del monumentalismo atleano la. rando la voz un poco a la manera yucateca, era: Lakefranka
base y el cuerpo de todas nuestras grandes discusiones. Nuestro' y con aquello quería decir: «franqueza, espontaneidad:i>. Y la
odio a los científicos porfirianos se acentuaba por momentos. La Jakefranka de este maestro, ya hablando pictóricamente, consistía
hueviza que le habíamos dado al grandote de Rivas l\Iercado, en el uso de un estilo impresionista muy germánico, a base de
constructor con escultores italianos y franceses de esa cosa horren-. grandes cantidades de pasta, lo que por cierto acabó por ser un
da que se llamaba la Columna de la Independencia, no había. verdadero problema económico para la escuela, porque nosotros
sido suficiente. Era necesario·. expulsar de nuestras. aulas a toda8 ya no pintábamos con el pincel, sino exprimiendo directamente
aquellas .mom.ia_tque·· nabJan,~ ·s,~~·~!IT"q<5'3['_pfé?i!~~á_ .ac~n.l1C los tubos sobre la tela.
inmediatamente. pósteriür''a"'fa ~evolucÍÓn y de esa manera, n.µes-
tra ofensiva contra Valadez; contra Domínguez Bello, contra dQh Conservé durante mucho tiempo un papel que el maestro
Carlos Lazo, se acrecentó manifiestamente. Todos ellos -decíamos Gedovius me escribió para felicitarme de algo que estaba yo
nosotros -eran culpables directos del asesinato de Madero y haciendo en su clase, en esos momentos. El papel decía más o
justa o injustamente, afirmábamos que cuando este presidente' menos: «Para pintar bien no solamente hacen falta buenos ojos,
de la república, «el mártir de la democracia», había sido sacri-- sino también buenos músculos:». Y esto me lo decía, a la vez que
ficado, muchos de ellos celebraron el crimen con verdaderos _ me apretaba los bíceps de pitcher inmejorable ...
jolgorios. Se llegó a decir que la mayor parte tenía retratos de
«porfiadurías~ en los lugares más prominentes de la sala de su
casa. Nuestra labor limpiadora husmeaba por todas parte_s bus- •·
cando los olores porfirianos para arrojarlos ignominiosamente de; 4. }faciero, el primer presidente de la Revolución aún en estado
nuestro establecimiento. -Iodo.Jo que ellos nos habían ~!~ho ~en' de filbifiOSa, h.abía sido un .82beq1_ante ~"~~!:nti~'. un il_u~o, de-
dría que ser comprendido y aplicado precisamente a la inversa~ cían sus enemigos, los desplazados-·ae-Ta- c1Ictaéfura porfinana y
Ellos adoraban el europeísmo artístico de la colonia española en los «jóvenes prácticos», que aspiraban a crear una nueva dicta-
México, nosotros deberíamos execrarlo; ellos decían que el arte dura con aires demagógicos. Había principiado su gestión des-
prehispánico de México era un arte bárbaro de idólatras sangui-, armando a las tropas populares que con sus campañas del Norte
narios; nosotros deberíamos responder que al lado de ese arte habían acelerado la caída del dictador; dejó intacto al viejo
todo lo demás era basura. Si ellos decían que la belleza era greco- ejército y sólo pretendió halagar las ambiciones de sus generales
romana, nosotros tendríamos· que sostener que jamás había existido jóvenes; dejó intacto el pensamiento oficial de la nación, es decir,
nada más feo que aquello. ~I'iiDglÍT1 interés le daban a las razones ... la máquina educacional del país, limitándose a hacer pequeüas
)ndíge11as de México, ~omo,.112. se lo daban a su arte popular; pues_:·· - incrustaciones de adictos suyos en el gran mosaico reaccionario;
entonces, para nosotros nada había más bello que un indio ,Y. dejó intacto todo el aparato burocrático, procediendo como había
nada más profundo que el arte de los indios. Inclusive llegamos obrado en el campo de la instrucción; dejó intacto el servicio
a convertir en un insulto decirle a alguien «tú eres más gachupín diplomático y consular de la vieja plutocracia, conformándose
que mexicano». Así nu~stro valor individual estaba regido __ por con aplicarle el barniz de algunas de las nuevas personalidades;
la mayor o menor cantidad de sangre que hubiera en n'.!l."·;ras pospuso la reforma agraria, obrera y de independencia nacional
venas. Y los prietos caminaban ostentosamente por )'.:J~ corredores (estructura fundamental de la Revolución, base de los anhelos
de nuestra escuela ...
populares aún inconexos), limitándose a conceder al país la más
amplia libertad democrática que éste había conocido y la cual
fue usada por sus enemigos para hacerle víctima de los más gro-
seros sarcasmos. ~ esa política «a_!}g~ah alejó a sus amigos
3. U no ele los profesores más populares entre nosotros, a qui ~n
y se entregó atado. ...e.11_mano_i ªe sus_enemigos-(entrégó.-a_fa.Revo-
le dábamos más valor como pintor, se apellidaba Gedovius.
lución) que supieron esperar ra.-opóttüñ.iaad para arrebatarle
sordomudo y las pocas palabras que había aprendidi::!,
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·.j
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el poder y asesinarlo vil_lanan_iente: al mi_smo tiempo que al 5. Después llegaron fusiles japoneses y alemai:es. A los ~st_udiantes ·.
presidente de la república, licenciado Pmo Suárez. . . se nos militarizó; en la Escuela Preparatona nos exigieron la
Era el «cuartelazo» que conmovió al país desde sus c1m1ent,
el ~ía 9 de febrero de 1913, destrozando los cristales de nuestr
partación de un uniforme verde estilo montenegrino, que nos
atrajo el mote popular de los aguacates. Los simulacros n;iili-
retiro espiritual, la escuela de Sama Anit!i;¡ El golpe de esta. tares nos quitaban casi todo el tiempo que normalmente hubier~
del ejército tradicional de México, formado y cebado por la d1 correspondido a los estudios universitarios, pero tenían el ali-
ta<lura, que encabezaba el general Vic~oriano Huer~a'. a qui.en e ciente de la cerveza y la barbacoa que nos daban en los descan-
«apóstol iluso» había dado personahd~d y pre~t~g10 nac10na ws. Se quería poner al país entero bajo un régimen marcial. Esto·
Era· 1a sublevación de los jefes de ese ejército, m1l_1tares que h trajo consigo rebeliones estudiantil~s y las cor~esp<;>nd~entes .c-
bían hecho sus estudios profesionale_s e~, las academ1~s. de. Eu~·ºP<l,. presiones gubernamPntales, que motivaron el fus1lam1enfo de mu-
con el propósito de impedir la aphcac10n de las re1vmd1cac10n chos estudiames, particularmente de la Escuela de Agricultura, .
populares por el pueblo en rebeldía. . donde la actividad revolucionaria adquirió más amplias propor-'
La evidencia de esta verdad apareció deslumbrante frente'· dones físicas.
nosotros. Durante diez días, del 9 al 19, se combatió en las call., A Manrique, a Soto y Gama, a León, a Franco, a Bojórquez,
de la ciudad de México; de una parte, la inmensa mayoría de a Mendizábal, a Estrada, a Mancilla, líderes estudiantiles un
ejército de la Federación, y de otra, una. mi~oría del mismo, qu, poco mayores que nosotros, les oíamos discursear en mítines re-
había permanecido leal al gobierno const1tuoonal, y la gran mat lámpagos, en las plazuelas púbiicas, y después los seguíamos con
del pueblo. «Fue la decena trágica:i., como se le llamó en Méxt<;~ tocia nuestra admiración hasta perderles de vista por las calles
y que costó más de dos mil muertos. Las tropas llamadas de fos) de la ciudad. En algunas ocasiones los líderes de la Escuela de
estados para colaborar en la represión de la intentona milita
Agricultura, Medicina y Leyes concurrieron a nuestra Escuela
se pasaron al enemigo y la victoria quedó en manos del compl
de Santa Anita. Creo que su visita tenía fines conspirativos, pues
de la reacción.
durante largo tiempo se encerraban con los más Hesponsables> de
Una violenta represión contrarrevolucionaria cayó como u
nuestro grupo. A los más chiquillos nos tuvieron entonces una
tromba sobre el país. }~os cen.tros estudiai:tiles fueron saqu:_<i._d9 explicable desconfianza.
los reducidos locales obreros fueron destrmdos y clausurados. L
periódicos demócratas como la Nueva Era fueron incen~iado
Los generales del ejército porfirian_o tomaban ot~~ vez l~s nend
del poder, pero en esta ocasión ~1~ contempl~c1on y sm cuart
para nadie. Su ¡;i~tulancia ?' ~gresmdad no tem~n escala con_ q fi. ¿G~~·-..J'--.5~.~~n~?.•. ~~~~-ó . .ll_l!~St~o. moy!p~e_n~()?. ~~-es.tr9 .. n:i.?Yi~,
miento prmc1p10con una huelga de los estuaiantes de pmtura,
medirlas. Los «Jovenes. prawcos», que pretend1an un «g~b1er
es'cultura y grabado de la Escue!a Nacional de San Carlos (hoy
moderno de orden», fos demagogos de la contrarrevolución,
Escuela Nacional de Bellas Artes). Una huelga que tenía dos
decir, los anticipos mexicanos del fas(ismo inter_nacio~al, pasara.
a ocupar los sitiales ensangrentados de los M1mste~10s que !e, motiv~s,___1_1no -~~-co r_otro polit~c·°-'._.qu_: es~.~!ló __,:}..•a:~~-:.WJ"J;
es· élenr enl'i2-etina:·mi'Slña dt:b~e~muoón Mexicana. La 'Revo-
ofrecieron los asaltantes del poder. (Lozano, Garcia Naranjo
luóón. Mexicana ··se" ·ttffO'ó~·coh"·1frmü1fuosáY •. demu~ffaciones po-
Olaguíbel, Urbina, a quienes sus amigos llamaban «el .cuadril~.
tero luminoso» y que no eran más que pedantes y.. cursis frase.o pulares y alzamientos ~ados en el año de 191~. Su propósi~o
inicial era derrumbar la dictadura que durante tremta anos hab1a
lagos.)
ejercido sobre el país el general Porfirio Díaz, y _abri_r con ello
La obra cultural y política _inicia9a estaba en .P,..!'}igro. de h~
un periodo de nuevas reformas legales. Duró casi seis meses y
dirse si nosotros no sabíamos sumar nuestros esfuerzos juven}
eH la mitad de su. camino se transformó en una huelga general
a Tas fuerzas libertadoras de todo el país, que rápidamente esta
estudiantil de carácter revolucionario. Los huelguistas del foco
ban respondiendo en tono de protest_a contra _el atentado sin eje_g:
inicial fuimos agredidos por los «cosacos» de ia poli~ía montada
plo; y se abrió para nosotros un peno?o de mtema y permanent
conspiración. Rápidamente nos adhenmos a los grupos de co
y después e_néatcefa_ci()S. Esto aconteció cuando agre_d1mos a hue-
vazos al director de la Escuela, señor arquitecto Rivas Mercado.
plotistas.
Nuestra prisión dio motivo a actos emoc_ionantes de. solidaridad
nacional a nuestra causa. La más «apetitosa> de todas las )~X- ,
presiones fue el envío de meriendas de chocolate y pasteles a
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todos los encarcelados. José de Jesús lbarra (líder de la huelga)' boración - de ....los . pr:imei:oL(:Oncepto~.-d~ _}1 uestra ___ nl!:e.!.e.-~,cict~i,i:ia
Raciel Cabildo (el poeta de nuestro grupo), Miguel Angel Fer sobre la estéti_c~._ En esas condiciones co_menzáb~~s. nuestra carrera
nández, Fideas Elizondo, Romano Guillemín, Miguel Angel Pé' -inecliante· un acto que nos daJ;>a confianza defm~uvamente en la
rez, Jesús Nieto, los hermanos Labrador, Ignacio Asúnsolo, Boe oJj,ÜQt com_~.rma .fk..<;>.p~~l.2-J!~S. .Nuestros prn?eros balbuc.eos
nerges Morales; José Escobedo, Mateo Bolafios, Ramón Alba, e ~~--una nueva vida-que era la antítesis de la anterior, su negación
caballero López, Fernández Urbina, y muchos otros tan irnpoi y el principio ele su muerte. Nuestro movimiento era, pues, la
tantes como los mencionados, cuyos nombres no recuerdo en est primera conmoción de la revolución social de México en el
instante, y yo, que era seguramente el más niño, disfrutamos d campo de la cultura; era la primera manifestación del nuevo
esa primera muestra gastronómica de la adhesión popular In. motor soLial, que agitaría a México durante las últimas tres dé-
telectuales como el doctor César l\fargáin y el escritor José Jua cadas <le su historia. pe ahí parten, como tronco fundamental,
Tablada patrocinaron moral y materialmente nuestras activid todas las exteriorizaciones -p()_sferiOres del pensamiento. inte_lectual
des. Hubo también no-intelectuales en la ayuda, como Ven . moderno de Méx;ico. Este antecedente explica además la prepon-_
cío, un español propietario de la cantina de la esquina izquierd: derante participación pasterior · de mi generación mexicana de
de la escuela, Samuel, un chino propietario del café más próximo artes de la plástica en el panorama general de la política del'
a la misma, y Bellasetín, un armero de enfrente. ·.• país. En efecto, los pintores y escultores que partiápamos en la
Q'a libr_es, hicimos exposiciones de cuadros de pintura y e~ huelga <le 1911 y los que respondieron a ese movimiento nuestra
culturas- en los parques p,úblicos. Organizamos míti~e~- en lo. en los diversos estados de la repúbl~ca, particularmente los del
barrios populares y dimos< conferencias en la~ feriaj_{ ~l P~~ estado Je Jalisco, hemos llegado a ocupar los puestos más altos
órgano er:~::::1::::::s de la extrema derecha del Partido Catohco, dij en los cuerpos de representación nacional y de dirección obrera
sobre nuestras actividades «que era una actitud revolucionari campesina. Esto es algo sin precedentes en la edad moderna de
<lisfrazada de lucha por el cambio de programa de estudios> todos los pueblos.
que «debería considerarse a los alborotadores como enemigos de I~
sociedad y su Estado»; hace notar también que se trata de mdl
cosos que «deberían estar adecuadamente sujetos por sus padres>
A_§,L pJ."i.!!<.=iP.!2~.. riu~stra militancia poHtica, y tan;ibién, sin sa 7. Lús hermanos Labrador, Emilio y Gabriel, que tomaron una
berlo, se_ inició nuestra ·m:archa '_hacia eL :.:if t~ ....~lí_tico. ievoluéio participación' magnífica en las primeras actividade~ de nuestro
nario. _Si!!-lt;Qfja pre_yi_a _habíamos comeñ'zado_ ~iiue~tra aú:ió movimiento, en la huelga, en la Escuela de Santa Amta y durante
saliendo a,, l~.. calle,._al__ encuerúro 'del pueblo. ' cierto periodo de los primeros años de la guerra civil, han aban-
· - Con la - victoria del candidato de la Revolución a la presi:. donado totalmente la pintura para dedicarse a la especulación -
dencia de la república, don Francisco l. Madero, sobrevino nues~ ·financiera; tienen una de las mejores casas de cambio de México.
tro triunfo, en lo que a las reivindicaciones pedagógicas se refiere. Como podrá comprenderse, la miel es demasiado dulce para des-
El arquitecto Rivas M ercaclo fue destituido <le la dirección prenderse ele e~la, y ahora los .hermanes. ~al:>ra::lor s~ han vuelto
de nuestra escuela y el pintor Ramos Martínez pasó a ocupar su_. enemigos apas10nados de nuestro mov1m1ento y heles devotos
puesto. . . . . , . ·~j Je J'a cruz gamada. -
s.e supn~1ó. la copia del yeso, la anatom1a academ~ca, la pers-..f.!; 1 El di bu ja rite García Cabra!, artista de extraordinarias facul-
pectiva academ1ca... _ J~ . tades, pero negado siempre a toda percepción polític~, fue el
Se suprimió la enseñanza de las diversas materias por clases~-; colaborador gráfico de esa innoble tarea que debe constituir para
y maestros en particular para cada una de ellas. -:-lJ.l él una mancha imborrable. Ahora, hace quince años, es el dibu-
Se suprim;ernn los exámenes mediante jurados que apoyaban, "' jante ele uno de los. má? caracterizados periódicos_ conservadort;s
su decisión en una sola obra por cada alumno. . de México, y su aleprruento de los problemas vitales del pais
Se fundó la primera escuela al aire libre en la pnblación de ha estabilizado la forma y la calidad de su arte en un pozo de
Sant:t. Anita (pueblo próximo -a la capital de la República), esterilidad absoluta. Ninguna de nuestras inquietudes lo ha es-
conf~rme a nuestra demanda de alojamiento y materiales gra tremecido posiblemente.
tui ·os para todos los alumnos .
• ~atallando__ RQIJtic~1:1:1~nt~ habíamos obtenido ~jªs--ec-e ~
mihs, progresos pedagógicos y experiencias iniciales para lá ela
/ • • .,_ • '·;~,-¡. • .•~e·~-,"·--
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CAPITULO V
SOLDADO DE LA REVOLUCió.N
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bastante éxito, porque obviamente le estábamos produciendo h. europea, no correspon~e al arquetipo greco-latin?. En e~ sen-
jas al enemigo. Felizmente, éste no había tenido tiempo de 'i t'do las indias que temamos delante de nuestros OJOS eran iguales
1
vantar la vía, o de levantarla suficientemente, porque despué ª J;s otras, pero sus movimientos totalmente diferentes. Movían
de algunos saltos, nuestro tren se encarriló y el maquinista pud el cuerpo de un lado a otro, como las europeas y las negras en
acelerar la carrera, de tal manera que las caballerías que corrie broma, levantaban provocativamente los senos duros y que de
do detrás de nosotros nos seguían, no pudieron igualar la vel tan duros, como pudimos comprobar después, desgastaban en los
cidad de la máquina. Fuera ya del fuego enemigo, nos dedicamo huipiles las partes correspondientes a los pezones (y las madr~s
a hacer un balance de pérdidas: dos de nuestros compañeros se complacían en mostrarnos los efect,os de tal~s sen~s en di-
casualmente antiguos alumnos de Bellas Artes, habían muerto chos adminículos) . Aquello era un para1so, un eden, posiblemente.
los dos hermanos Serrano. Otro de los muertos era Germán B · un nirvana, porque aquellas mujeres parecían tener más rela-
laños, estudiante de leyes. Y doce heridos más de cierta graveda ción con la India que con México, sin que yo considere, natural-
En esas condiciones, bajo el asombro de la primera san·: mente, que aquello fuera una mayor virtud, sino simplemente
pero a la vez con el fervor orgulloso del primer combate co · una asociación de ideas en cuanto al ~ipo de belleza y nada más.
soldados rasos, nos acercamos a la estación de Tehuantepe Pero, ¿de dónde provenía esa visible diferencia d: ~anera
Nuestro tren dio unos silbatazos, esos silbatazos particularment de ser, en sí; y de manera de manifestarse de l~s md1as .~e
roncos de las locomotoras de origen yanqui, sin duda algun Tehuantepec con las indias del resto del país? Algmen nos dijo
más bello, por más varonil. que el que tienen las locomotor' que esto se debía a la mezcla co°: ~a sangre francc~sa. Que los
europeas; y nuestro convoy militar irrumpió repentinamente e soldados franceses, aquellos que vm1eron con los mvasores, al
la estación de la indicada ciudad. tener contacto con Tehuantepec, habían desertado en grandes
¿Cómo describir el espectáculo, nuestro espectáculo? Porque ést cantidades para formar más tarde hogares con las mujeres na-
se producía en las condiciones de la emoción particular qti~ tivas. En efecto, en Tehuantepec son muy comunes los ojos verdes
llevábamos con nosotros. Color deslumbrante y frutas, mucho. y azules en las mujeres cetrinas y los apellidos franceses,. como Pro-
colores y muchas frutas y nada de hombres, sólo mujeres. Y un fell, por ejemplo. De donde se deduciría que. la teh1;1ana Yª. es un
mujeres que sólo en igual estado de ánimo que el nuestro podí tipo de mestiza y que a eso se debe su actitud sm génens. Por
alguien llegar a imaginar. Además, eran mujeres coquetas, qu !itra pute, es evidente, lo pudimos comprobar los miembros del
en un idioma de extrema dulzura nos lanzaban piropo1, porque por:·~; Batallón Mamá, que en el Istmo de Tehuantepec las gentes
los ademanes ~ las sonrisas que nos ech~ban, aqu~l~os no pod!a~f.· , uener. un concepto particular de la moralidad y específicamente
ser más que piropos, aunque no entendiamos su 1d10ma. ¿Sabian~~ del sexo. Cierto es que las mujeres se bañaban totalmente de;-
acaso algo sobre el drama que nosotros acabábamos de vivir?:1JI · midas en los ríos y que esto ~ nadie le asombraba. Cierto es,
El hecho es que constantemente nos halagaban. Una de ella~·~l t'ambién, que las madres les enseñaban a sus hijas todo lo relati-
nos enseñó a decir, cosa que aprendimos con extrema rapidez:,;f~· \'O a los afrodisíacos, lo que explica una especie de mística de
ttDane tibi shi duna cJwnco escarulo-», que quiere decir: «Dame::'> la sexualidad. Una parte de México es Tehuantepec, donde la
un beso hermosa, preciosa,. En general, las mujeres indias de¡.:,:•: gente vive para el amor sexual y hacen del amor sexual el centro
México son en extremo austeras, más aún, son de actitudes y:. . ,
1 de su vida. Las mujeres se dedican al mercado, al mercado de
maneras hieráti~as, la línea r~cta y. las formas ve,rticales. son ~os~};;t' sus prociuctos que ellas mismas cultivan, y al mercado de su
elementos plásticos que las 1dent1hcan. Blanca Luz, mi mu1er. ~~:~ propio cuerpo, aunque esto último lo hacen siempre con muy
uruguaya, gran poetisa, acostumbraba a decirme muchos años::, hu enos precios.
más tarde, en forma de interrogación: «¿Qué cosa extraña son._;, Creo que jamás recibimos en los posteriores años de guerra
estas muje!'es inciias mexicanas, que pueden ser tan resplande-,, ciúl una noticia más agradable que aquella que nos dieron nues-
cien temen te h~rmosas corno lo son, sin tener lo más hermoso; ~· 1
tros oficiales, los oficiales del Batallón Mamá, en Tehuantepec:
que tienen las mujeres, que son las nalgas?» La figura era justa.i~ ,Las dos cornpafüas permanecerán en la ciudad de Tehuantepec has-
La india mexicana y por ello la inmensa mayoría de las me.K.i 7 t~·,~: ta que puedan sanar la mayor parte de nuestros heridos y aquí
canas, que son mestizas, eYidentemente no tienen el tipo de glú~~~ enterraremos a nuestros muertos». Divinos heridos y muertos,
teos en extremo salientes ~1cia afuera de las europeas latinas,'\'~ pensamos nosotros, todos, que nos van a permitir arrullarnos en
y mucho menos aún de las negras. Su belleza es otra. El ritme),,;;;( este mar de insospechados regazos zapotecas.
de su espalda, con la base de la espalda, es diferente del de lai(.!; 1
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3. En la segunda toma de Guadalajara, año de l9ll, después d oco estrafalaria y el cual daba sensación de encontrarse bajo
famoso combate del Cerro del Cuatro, busqué inmediatamente 1 fos efectos de la más terrible de las crudas. Pues, bien, este jefe
manera de hacer contacto con José Guadalupe Zuno. Y esto tuv nilitar se dirigió hacia nuestra mesa, todavía atontado, para
1ugar ~einticuatro horas después del más maravilloso banquete qu i 1
acernos l<!. sorprendentísima pregunta de. . . «¿Qué tal compa-
he temdo en los sesenta y cuatro años de vida, creo que inclusiv jíeros? ¿Ya les dimos hasta por debajo de la lengua a los carran-
más sabroso que el primero, o sea el que debo haber tenido en · clanes?>,
regazo de mi madre. Sucedió que al entrar combatiendo a 1 y nosotros éramos precisamente oficiales carranclanes, que
plaza de Guadalajara, ·como oficial entonces del 139 Batallón man, horas antes hahíamos derrotado y hecho huír a las tropas villistas
dado por don Melitón AlL..'.ñez, y cuando la ciudad estaba aú que ocupaban la plaza. Con toda la malicia imaginable, le di-
bajo los efectos del terror, aún con muchos muertos, mucho jimos: «Siéntese, mi coronel, y díganos qué toma.> Aquel pobre
cadáveres tirados en las calles, llegamos a la plaza principal d hombre, al empezar a perder quizá los efectos de la tremenda
la población, el Zócalo de Guadalajara. Y tuvimos la bue borrachera que se había puesto, empezó a notar algo raro en
ocurrencia de fijarnos en el mejor restaurante y tienda de vin nuestros uniformes y a vernos con verdadero pavor. En un mo-
de la población, que se llamaba La Fama Italiana. Pero ésta s mento dado, Octavio Amador le dijo: «Sí, mi coronel, ya les
encontraba cerrada a piedra y lodo, aunque era evidente qu, dimos también por debajo de la lengua a los carranclanes, que
apenas unos cuantos minutos antes había estado abierta y e ' aquí tiene delante a dos que lo van a matar».
pleno negocio. En efecto, en un momento dado algún curios Increíble fue la sonrisa rebuscada que el coronel nos lanzó,
suicida entreabrió ligeramente una de las puertas del indica· como tratando de hacer que aquello fuera mentira y solamente
do restaurante y el disparo repentino Ar:.~·-~. sargento nuestro 1 mentira, una simple broma de mal gusto. Hizo el movimiento de
obligó a correr hacia adentro, dejando la puerta lo suficiente\ ponerse de pie, mientras se acercaban un sargento y varios sol-
mente abierta para que nosotros pudiéramos entrar. . . y. ¡o dado5 que lo habían observado cuando bajaba por la escalera
tremenda sorpresa!. . . una sala inmensa con una estantería gi, · v a los cuales ya les había llamado la atención el aspecto del
gantesca, repleta hasta reventar de todos los vi.nos del mundo ~u jeto. ¿A qué horas se había emborrachado aquel individuo?
Y mesas, cadenas de mesas cori la más insospechada pastelerí Nosotros habíamos tomado la plaza al caer la noche y todos
francesa. Y la comida, los peroles todavía hirviendo. En fin, un hab;amos estado su jetos a la disciplina de nuestras respectivas
verdadero palacio de las mil maravillas que se habría delante unidades. Las cantinas estaban cerradas. La poblacióc.; muerta.
de nuestros ojos. Y cuando aún no salíamos de nuestro asombro, En unos cuan tos seguhdos, uno de los sargentos de las fuerzas
vino el inevitable y superlativo complemento, los meseros, se~, nuestras que estaban acantonadas en la calle frente al hotel, to-
guramente después de considerar que era mejor quedar bien con: ro<lndolo del brazo nos di jo: «Jefes, éste nos lo regalan, ¿verdad?»
los invasores; surgieron de no sé dónde y ya vestidos con sus'! y ahí mismo, en la puerta del hotel, lo mataron de un balazo.
trajes negros y sus delaJ;J.tales blancos, como si se tratara del mejor' En menos que canta un gallo le quitaron los zapatos, el reloj,
restaurante de París o dé Roma. Y empezó la cena de unos cincuenta todo lo que tenía de valor el ya cadáYer de aquel hombre, que-
oficiales forajidos que ven.íamos de pueblecitos tan chicos y tan dándose tirado todo el día su cuerpo, porque esa era la orden
pobres como Zapotlán El Alto, Sayula la del Bajío ... En fin, ;;¡ recibida al respecto Por nuestras respectivas unidades.
un ,banquete ver~aderamente de ~ristócratas para. homb~e~ qu_e . ,~~
vemamos de la sierra, donde hab1amos perma:iendo qmza seis, .. ~.,1·
largos meses.
Al día siguiente de esto, aconteció algo verdaderamente im- ',;,
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4. En muchas ocasiones he afirmado que nuestra participación
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presionante para mí. Me encontraba desayi·nando en el elegante
comedor del hotel Fénix, de Guadalajara, con uno de mis com-
pañeros del. estado mayor del general Diéguez, el entonces te-
directa en la luche. armada, como soldados y oficiales del ejército
de la Revolución, nos dio el conocimiento de la geografía. de
México y d~L ho~ore de México,· que eran ignorados por los
f
.~ti~~~~~(qu:íavi;~it7~~~~~r~?~ª~~d:na~lg~~~~~·~f~~~~~f.t~~~~~:~e~
niente como yo, Octavio Amad<;r (es aquél que estaba
Carranza cuando lo mataron, hdmano de mi primera mujer,
Graciela Amador), cuando vimo·; bajar la escalera interior den; huantepeC-.. üe- los artistas-soldados, en este caso de los Jóvenes
tro de la misma sala del i:estar;rante, a un coronel corpulento, · estudiantes de artes plásticas en la Escuela de Bellas Artes y entre 1
de tipo norteño, uniformalio de 'i:'.na manera que nos pareció ellos, yo, marca el principio de la. captación de esa geogra~~
104 ( 1iü'h
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que mis compatriotas mientras más indígenas son, más rápida-.· las proximidades de Sayula, el hennano del general Obregón, las .
mente se secan, se momifican sus cadáveres y los criollitos, en hermanas de este alto jefe, lo misr10 que las hermanas pasajeras
cambio, tienclen a inCTarse. Espantoso y doloroso espectáculo fue de Guadalupe Marín, tuvie<m qte tirarse precipitadamente al
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)/,
suelo, porque un fuerte tiroteo se abatió sobre nuestro tren. Nosotros no tuvimos en la Revolución Mexicana los juicios
ene~igo se había situado a bastante distancia de la vía, pe sumarios espectaculares que han venido siendo usados por la
pud1m.os enterarnos de q~e la vía había sido levantada en par Rc\'olución Cubana. El enemigo no tenía derecho a un defensor;
y termendo que el enemigo dominara nuestra pequeña escolt ningún fiscal podía tampoco retirar la acusación de motus pr9pio,
ordenó el regreso rápido a ciudad Guzmán. ·· como acontece en h revolución referida. A nadie se le daba
Esa noche, todos, el hermano del general Obregón, las he opartunidad «de morir valientemente> y de que su última fra-
manas, dos sargentos de mi compañía y yo fuimos agasajad se. heroica y altanera, fuera publicada en los periódicos. La frase
c~m una suculenta cena de los Marín, en Zapotlán, que es I de este tipo que recordamos es la del general Pantoja, que
tierra de José Clemente Orozco y la tierra del pul(lue, porqu momentos antes de ser fusilado les dijo a los soldados componen-
es la úni:ca región donde se fabrica el pulque por aqueÍios rumbo tes del pelotón de ejecución: «Muchacho_s_, lo .1tnico.-que-·ks· pido
para sa~1r cuaren:a y ocho horas más tarde hacia Guadalajara, es qu~-- 119--me--peguen en .. eL-somhrer<r>. Toda vez que su som-
donde sm contrat1:mpo~ graves, pudimos llegar todos sanos y salvo brero era un sombrero charro, de pelo negro, galoneado de plata
Así empezó m1 armstad con el doctor Jesús Marín,, herman y adornado con grandes calaveras de ese mismo metal. Fue eje·
de Guadalupe, que ahora y desde hace treinta años es uno de 1 rutado en 1915. Su gran frase ha pasado a la. historia, como
médicos de esta cárcel, y por ahí con toda su familia. muchas otras, sólo por los medios de transmisión verbal de los
que presenciamos el hecho, pero nada más.
Él era de Michoacán. Las fuerzas de Gertrudis Sánchez ocu·
paban M ichoacán. El general Amaro también estaba con Ger-
6. Es .en extremo farisaica la posición de dolerse de la violenc· •. trudis Sánchez. Habían permanecido a la expectativa en la pugna
que eJerce hoy la revolución cubana contra sus enemigos; E . entre carrancistas y villistas. Y al aproximarse a las fuerzas de
México, durante la Revolución, en sus periodos más álgidos dicho jefe nuestras tropas, se produjo un choque, precisamente con
esto es, de 1913 a 1916, las fuerzas revolucionarias, de hecho, n las fuerzas de Pantoja. Y al ser vencido y aprehendido este jefe
hacían prisioneros, es decir, !os prisioneros eran fusilados en e militar, fue ordenado su fusilamiento en el lugar mismo de su
mismo lugar en que se les apresaba. Los fusilamientos en masa aprehensión. Su interrogatorio no duró arriba de cinco minutos,
c~mo el d~ Lago~ de Moreno, en. ~915, después del ataque de segúP recuerdo, y el jefe, Melitón Albáñez, coronel jefe del 13Q
Fierros a la estanón de esa poblanon donde nos encontrábamos Brillador (ese batallón con tan refulgente nombre, aunque fue
las fuerzas de la División de Occidente, la División Diéguezjitil! · formado en contraposición al famoso Batallón Federal que pú·
fueron caracterí.sticos de la época. ¿Quién no recuerda el decreto.~ft 1/ hlicamente se denominaba El Chingón del Once) no tuvo más
de don Venustiano Carranza condenando a muerte a todos los'.l\1,•;! que indicar con un gesto que se le ejecutara, pues ni siquiera
oficiales y jefes, de subtenientes para arriba, que hubieran se~ii~~ ·pronunció palabra alguna. (Esto lo cuento, porque así era la
guido P.erteneciendo y. operaud? en el ejército federal, después\~f"¡ Revolución. Y éste no es más que un caso de los posiblemente
del asesmato, por los Jefes de este, de don Francisco l. Madero•.~~ miles que me tocó presenciar.)
. y de don José María Pino Suárez? . ;,~, En la segunda toma de Guadalajara por hs fuerzas carran-
::.. _ ~}1uy grande fue la conmoción que produjo el fusilamiento:·;,;: ciHas, precisamente por las fuerzas al mando del general Manuel
d~ Go~rcía Granados, que ~abía sido ministro del Gabinete de , ¡, f M. Dieguez, de quien yo fui oficial de estado mayor, precisa-
V1ctonano Huerta, y preosamente en el Zócalo de la ciudad ~¡ 4 ¡ mente en esa operación, como en muchas posteriores, encontra- \ ·
d.e México. Este exmini.stro de Victoriano Huerta, ya muy an- : '
C1ano, tuvo que ser fusilado sentado, pues no estaba en condi-
1
,
mos que se había producido y se seguían produciendo muertes
repentinas por inanición. Este hecho trajo la promulgación de
ciones ne caminar, no .o.bstante que es tradicional y aceptado , un decreto del jefe militar de las fuerzas triunfantes, el referido
por las leyes penales militares que a los hombres ya seniles se gencrai Manuel l\!-f Diéguez y a la vez ~obernador militar de la
les perdona la vida.\ ,,. plaza, en sentido-O-e que se ordenaba a Ja población entregar
La Revolución 1iexicana se hizo sin juicios sumarios de nin-'U. relación de todos los víveres, semillas, etcétera, que estuvieran
gún or~en: la. ~ida dependía d~ la orden exclusiva y directa··:~·:. en su poder, en un plazo de horas, en la inteligencia de que
de .los Jefes militares correspondientes y la pena de muerte se··:; ; · 1 cualquier ocultamiento comprobado sería castigado con la pena
aplicaba de la manera más expedita imaginable, esto es, sobre. K de muerte.
El primer ejecutado por tal motivo fue un viejo japonés,
la marcha. :·t-
lM 1·
'*
109
·-------~--
cuyo nombre no recuerdo, y su ejecución se efectuó frente 1 corazón al general Manuel M. Diéguez, mi jefe, con. el argu-
público, precisamente ante el kiosko de la Plaza Principal. e to de la excesiva ancianidad del autor de sus vidas. Les
A raíz de esta ejecución, una nueva denuncia hizo que indiqué que el jefe militar era sensible a las I'agnmas
men · ,f emei:mas,
·
general Diéguez me ordenara investigar la veracidad o falseda parque las masculinas no le hacían el menor efecto, asi corneran
de la misma. Mandando un pelotón me dirigí a la casa que a borbotones. . ,
ñalaba la denuncia referida. Bajo mi mando iban un sargent Pero aquellas insensatas cnaturas, con algo que pa~ena la
dos cabos y aproximadamente quince soldados. A nuestros toquid rna, 5 1·ncalifícable inconsciencia, no parecían creer
. . en mis pala- . .
respondió una voz femenina, en extrerré' altanera y desde ade bras. !¿Cómo era posible que se fusilara a undvie10 r da un vie10
tro: <1:¡Qué buscan! ¡Aquí no hay nadie!» «¿Cómo no hay nadi. uanJ· ero, por el sólo hecho de no haber enuncia o 1o que
-repliqué yo-. ¿O sólo que usted sea un fantasma?» Y com ex todo derecho Je perteneoa?
de . N o exrstra
. , en e1 mun d. o pa1s ' lo
no se abría la puerta, le indiqué a la persona que hablaba q suficientemente salvaje para proceder así. ¿Y la Revolución? ¿Pero
se trataba de una investigación militar, por lo que debería ab qué era eso?» . .. .
inmediatamente la puerta o de lo contrario nos veríamos ob Ya casi con tono suplicante les dije que tratarra de retardar
gados a derribarla a culatazos. mi llegada al Palacio de_ <?obierno del Estado, ?onde tenía que
Después de algunos minutos se entreabrió una de las hoj rendir informe de la comlSlÓn que me había dado, al comandante
del portón y pude apreciar una bellísima zagala, evidentement ;le Ja plaza, con objeto de que· ellas pudieran llegar antes, para
española de origen, tanto por su tipo, como por su acento. Pr hacer lo que les aconsejaba desesperadamente. .
testó la joven con toda energía. Que nosotros nada teníamos .qu. Ya en presencia del general Diéguez, y. tratando de ammo;ar
hacer ahí. Y que de hacerlo, ella recurriría a las autoridad. · la responsabilidad del viejo español, a qmen habíamos detemdo
superiores para denunciar nuestra arbitrariedad. Su turbación m en la Sala de Armas del lugar, le dije que en efecto había algunos
demostraba, y confieso que con pena, que algo estaba sucediendo víveres y que el señor de la casa era prácticamente un anciano de
ahí y que algo iba a suceder después. cerca de noventa años, por lo mismo gravemente enfermo; de hecho,
Cuando nos encaminábamos al interior de la casa, apareci un moribundo. Pero el general, después de mirarme fijamente,
otra chica, más joven y posiblemente más herm:>sa, a la ve como tratando de descubrir la veracidad de mis palabras, me
que mucho más altanera, ya que nos ordenaba, ése es d té' replicó: «Tam?ién los que están reventando de hambre en las
mino, que nos retiráramos y que nos retiráramos sin tardanza; ., . calles son anoanos. ¡Que se cumpla la orden! ¡Que se cumpla
porque de lo contrario nos arrojaría a patadas. La pobre mu- :;J inmediatamente!»
chacha trataba de impedir por t~os los medios que penetráramos/~~·; El oficial correspondiente del estado mayor redactó prea pi-
del corred~r donde nos encontrabamos, a los cuartos grandes d~ ;rt tadamente la orden final, el viejo español fue sacado del lugar
la casa. Viendo que sus amenazas no daban resultados, cambió :,i·:: ,]onde se encontraba y conducido exactamente al ?1ismo ~ostado
de actitud invoc.ando nuestra caballerosidad. ·q~ del kiosko que había servido de paredón para fusilar al Fponés
Y cuál no sería nuestro asombro al abrir la puerta de la 0:;!'. a 1 ue antes me he referido ... y la orden se ejecutó. (El h~~ne
sala y encontrarnos con que aquella, de grandes cortinajes y f~~ no lo creía, pensaba que era una amenaza. . . le . parecra lm-
muebles Luis xv, se encontraba totalmente abarrotada de sacos· •J P·Jsible ... Yo creo que esta gente es absurda ... Si le leyeron
de frijol, maíz, piloncillo, arroz, etcétera, al grado de que mu- el decreto, pero no creo que lo creyera ... )
chos de los sillones y mesas habían sido vencidos. ~finutos después, cuando aún se _enco~traba el cadáver de
Preguntt quién era el señor de la casa y con muchas reti- 5u padre tirado en el lugar de la e1ecuoón, pürque. la orden
cencias me introdujeron a un cuarto interior donde encontré . era p:ira. que la pohlació11 se diera cuenta el mayor tiemP? po-
recostado a un español ya bastante entrado en años. Recordé··:· sible de las medidas contra los hambreadores, llegaron cornendo
en ese momento que el decreto decía, concretamente, que en ::t':' · fas dos espafioli tas y entraron al Palac,io . de G_obierno. r<;gando
casos similares el ajusticiado debería ser el varón responsable it:~ gritos tremendos de dolor, llorando a _l~gnma viva. C~si sm que
del lugar. ffi
,;e pudieran contenerlas los soldados y ohoales de guardia, llegaron
Llamé a las dos muchachas a otro cuarto y con :pda la eloc!~~f hasta el ¡~ennal, pero el ablandamiento que yo les ha_bía suge_rido
cuencia de que parecía yo ser capaz, les dije que ec 'breves mo-}~*°: p r~tali;t uit puco fuera de t~empo ... Jamás he visto mujeres
mentos su padre sería pasado por las armas, si ell.ts no conse:·.<t tan cstúpitbs, o cptizá codiciosas de la fortuna de su padre ...
guían con sus encantos y mieles de mujeres 1;-crrnc~as ablamlar 1 ;p, . ¡Y q ur. revoluciones, sobre todo las revoluciones verdaderas,
zanillo y para el objeto era ind1spens~ble trasladarlas por f~rr~ l;t \' muchas mu1eres que teman parte del cuerpo entre las llamas,
carril desde Guadala1~ra y ot;as poblaoo?es del estado de Jalisco,,~;{ · ;los gritaban con los peores insultos que los rematáramos. «Pero no
que se encuentran mas al sur de la capital de ese estado. "";¡· ves que me estoy quemando, jijo de la tal por cual. ¡Qué esperas
Como el tra~lado debería hacerse con la mayor rapidez posi-:~' p;ira darme ele una vez por tocias en la madre!»
ble, se formaron, según recuerdo, algo más de diez trenes bien 1 Hubo entonces necesidad de dar la orden desesperadamente
cargados de mujeres y niños, exclusivamente. Naturalmente, las:''.¡: caritativa de rematar a tocios los que estuvieran en esas condi-
soldaderas mexicanas no se mueven, además, sin sus perros y ·~,t ciones, o bien, quemados de tal gravedad que ya no fuera posible
pericos. Se dio la onlen de partida y con los plazos necesarios ~,¡·¡~
1
hacer nada. Empezamos entonces a disparar con nuestros máu-
empezaron a salir todos los trenes. Así llegó el primer tren hasta t~1' seres contra los cráneos de to<los aquellos que daban todavía
la gran subida llamada de la Cuesta de Sayula. Sin duda es ésta. • algún signo de vida, ya fuera éste violento o no.
una de las cuestas más pronur:.ciadas que existen en las líneas Al aparecer la luz del día, el hecho en sí fue medido en todas
ferroviarias de l\>féxico. En esa época las locomotoras no pu- . sus tremendas proporciones. Prácticamente nadie había quedado
diendo ya quemar petróleo, habían sido adaptadas para quemar ~; 1
con vida. Sólo algunas de las mujeres más jóvenes y algunos niños
madera e inclusive madera con alambradas de púas, porque este '.~:; que habían sido lanzados hacia los dos ladcs de la vfr,, se en-
combustible era anancado por los mismos soldados de las bardas,.; 1 contraban sin quemaduras. !
laterales . a las vías. Es de suponerse que el poder de aquella~(~
locomotoras no era suficiente. Por otra parte, los trenes estaban'.~:\
recargados. Todo eso hizo que retrasándose los trenes más acle-{~!;
'. ,./~ ,~,,
112 ·~;~f 113
8. «¿Qué hacemos con estos prisioneros?», le preguntó a Isu a que desde la edad de setenta y cinco años empezó a tomar leche
za el ~argento jefe del piquete de soldados que los conducía. de mujer. Parece que los encargados del censo descubrieron que, en
El capitán Isunza, haciendo los dengues propios del que se en~ efecto, aquel sesquicentenario era un ricachón de pueblo y efectiva-
cuentra en perfecto estado de ebrieded, di jo: «Fusílenlos .... mente les pagaba a muchachas, jóvenes madres, la tarea de servirle
Pero entonces uno de los prisioneros, el que parecía de mayo' de pilmama durante algún tiemp<>l>. Contaba Diego en París que
edad, ~cercándose a él, le dijo: «Capitán, ordene que nos corte. cuando los ancianos de la ciudad de México se enteraron de tan
cualqmer cosa, pero p<>r favor, no nos mate». Isunza, levantand 01 araviliosa medicina para la longevidad, seguían a las muchachas
la cabeza con la expresión de aquel que ha descubierto una jó\'Cnes por las calles, sobre todo aquellas de bustos desarrollados
sol~ción más impresionante, dijo: «Está bien... ¡córte11les las~ y cuando éstas, sospechando indebidamente algo diferente, pro-
oreps!» _Delante de él y de todos los que estábamos presente•" testaban por el acoso, los viejitos, disculpándose dulcemente,
e~ p_rop10 sargento le cortó una oreja al que había hecho l Jedan: «No, señorita, yo no quiero lo que usted supone, yo sólo
suplica. Y entonces Isunza, prácticamente se la arrebató de la man le suplico que me permita darle una mamadita, por caridad
y; como cuando llegaron los prisioneros estábamos de hecho al de Dios».
mor~ando, cogió una tortilla, metió en ella la oreja, le echó un-a
ca°:t1dad grande de chile y haciendo un taco se la comió (la
act!tud del desorejado era más bien de alegría). El sargento, a
qmen le repugnaba cumplir la orden, después de la escena, dio 9. Teníamos ya cerca de dos meses acosando a la ciudad de ·
orden de que el piquete se fuera con los prisioneros y ya no les'•, León. Los villistas, bien atrincherados, habían venido librando?
w ... ~~ran las orejas. Creo que nosotros mismos le hicimos señas.é:~
una positiva guerra de posiciones. Pero simultáneamente, reali- \
. Años después, en París, en la casa de Eva, una francesitalí zaban frecuentes y muy audaces ataques por los flancos. La tác- 1
dotada de gran talento literario, pero con más ganas de vivir··l'' rica militar del general Obregón de no intentar un ataque frontal·
desbordadamente, que llegó a ser después por unos minutos la . de la plaza, mientras no se hubiera debilitado seriamente al ene-
esposa velada y todo de Alejo Carpentier, asombrado, escuché migo, empezaba a desmoralizar seriamente a la tropa. En esas
a Diego Rivera relatando a un grupo quizá mayor de di condiciones, se produjo la penetración de una poderosa colum-
perso~as la anéc?ota de_ la oreja del prisionero villista y del tacó . na ne caballería mandada por Fierros que, penetrando por el
de ch1l~ como s1 el capitán lsunza fuera él mismo, y le hubiera·~·: flanco este, fue a atacar por sorpresa nuestra más próxima reta-
acont:ndo aquel extraño apetito, «debido -decía- a un pulque.~.~ guardia en un puebla, al sur de León, población que nosotros
especial que hay en cierta parte de México y que nadie sabe" ~:r. Zisediábamos, consiguiendo con ese movimiento envolveñte des-
por qué produce anhelos antrop<>fágicos». f;.> trozar a las caballerías de Cesáreo Castro, Murguía y otros que se
Naturalmente, la actitud de Diego lo hizo elaborar más tarde·~:· encontraban en ese lugar. Con ello, las fuerzas comandadas por
uP.a t.eoría sobre l_a antropofagia y el grave error que había.•·: , el general Obregón quedaron totalmente cercadas.
Si ya para entonces el problem;:i_ del agua, de los víveres en
come_t1do l<i. humamdad. al abandon_~rla, pues según decía, de ahí .•..... ~
provienen toda~ l~s canes de lo.s dientes, laE> nubes en los ojos, · . general era particularme11te serio. con tal éxito del enemigo se
la sordera y pract1camcnte también todos los males de la arteria- .. nnvirtió en un problema de la máxima gravedad. Al comuni..
es_clerosis. Naturalmente D_i~&º· «co? sentido práctico» y no pu-,\~ carle al general Obregón que el general Murguía había llegado
d1endo _l~acer una propos1c101_1 radical e~ ~o que respecta a la,,J, huyendo, y con sus fuerzas de caballería diezmadas, a la hacienda
readopnon de la antropofagia, se ha hm1tado, al respecto, a · de Santa Ana, que queda, si el recuerdo no me falla, a unos
proponer sólo una reivindicación mínima, como él mismo decía cinco kilómetros al oeste de la estación de Trinidad -e>tación de
es Jecir, que las personas adultas volvamos a alimentarnos nue~ Trinidad era el cuartel general de nuestras fuerzas en la opera-
vamente con leche de mujer y para ello parece que vino a ayu- óón sobre León-, ordenó al general Diéguez que lo acompaíiara
darlo un hecho real, un acontecimiento efectivo acaecido en el para entrevistar, en la indicada hacienda, al suscx:licho Murguía.
estado de MichoacáE. Ambos jefes, con sus respectivos estados mayores, salieron rápi-
J?ecía Diego: «En un pueblo tarasco, los encargados del censo, damente a caballo rumbo al lugar referido.
habiendo encontrado un hombre que tenía más de ciento treint::.. El general Murguía salió a nuestro enrnentro y entonces los
años de edad, le preguntaron cómo había podido vivir tanto, a lo tses jefes militares, con la mayor parle de oficiales de los tres
que el anciano matusalénico contestó que su larga vida se la debía estados mayores, sulJimos a un allo torreón c¡ue tenía la hacienda :t
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<le Santa Ana. Momentos después se inició un violento fuego de tropa y la noticia corrió por todo el frente. Sin embargo, no
artillería sobre nuestras posiciones, que estaban cubiertas en'. ea usó pánico, sino todo lo contrario. Aquello parecía ser una
nuestra mayor parte por fuerzas yaquis, de Sonora. El general magnífica oportunidad para que se pusiera fin a la guerra pura-
Obregón les dijo a los generales Diéguez y Murguía que era ne- mente defensiva que habíamos librado en las goteras de León
cesario, para el último, regresar al cuartel general, porque aquel y ele una vez por. todas se tomara la plaza i:nediante una seria
fuego intenso de artillería podía constituir una finta para realizar: ofensiva que rompiera el cerco por el norte, sm hacer caso de lo
algún ataque de infantería y caballería por algún otro lugar que acontecía en la dirección de Nápoles (pueblo que queda atrás
del frente. de Trinidad). Herido Obregón, los jefes militares superiores,
Cuando los generales Obregón, Diéguez y M urguía y sus ofi- Diéguez, ~I urguía, Gil, Cesáreo Castro, se reunieron para deter-
ciales, entre ellos yo, que tenía entonces el grado de teniente, minar con la urgencia del caso lo que había que hacer. De su
empezamos a bajar del torreón, los disparo? de artillería pegaba . reunión salió que se llevaría a cabo una operación propues.ta por
exactamence en la Casa Grande de la hacrenda y muchas de la !'.fllrguía, jefe militar de temperamen~o agresivo que lo condu~ía
granadas estallaban en los corralones de la misma. Al llegar a la· . invariablemente a hacer de la ofensiva a toda costa su táctica
puerta de salida de la señalada casa de la hacienda, el general esencial, pero la operación concebida por dicho jefe sería apli-
Diéguez nos ordenó que montáramo~ a caballo para trasladarnos cada por el mío, Manuel M. Diéguez.
galopando hacia la estación. de Trinid~d_. . , Y así aconteció. Entiendo que veinticuatro o cuarenta y ocho
Encabezados por el prop10 general minamos la carrera, cuando, horas más tarde, nos lanzamos sorpresivamente a un ataque frontal,
habiendo corrido unos cien metros, se oyó un gran escándalo ,,, indudablemente apoyado par dos grandes movimientos de flanqueo,
de voces y al volver nosotros la cara vimos que oficiales y sol- ,I'. ta~tÓ por nuestras infanterías c?mº. por nuessra:s caballerías, _aunque'~·/
dados se agrupaban en torno de algún o algu_nos heridos, cuya~~¡ yo· siendo simplemente un tementuo, no púf~haber sabido con~'
identidad ignorábamos en ese momento. Detemendo un poco la , ' exactitud qué carárter tuvieron éstos, a la vez que cómo se pro-
carrera y dirigiéndose hacia mí, me dijo el general Diéguez: dujeron. Yo participé en la operación fro~tal con las infan_terí~s
«Regrésese, teniente, para que vea lo que ha pasado y después· de Diéguez, infanterías formadas por yaqms, e? parte por )uch1-
rápidamente va a i::rinida_d ~ camunicar~e lo sucedido». J\
toda:~;: , . tecos 'I por lo que había quedado de las umdadcs de mmeros
carrera regresé y v1 el s1gmente espectaculo: un gran numero:,\., ' que Diéguez y demás jefes, mineros, a su vez, habían organizado
de soldados yaquis, con oficia!es del estado mayor de Obregón •. :1;;c, en Sonora desde el principio de la lucha contra el cuarte!a.zo
rodeaban a lo que supuse serían heridos de artillería y había.:~: de Victoriano Huerta. Lo que yo recuerdo -recuerdos de ohna-
una positiva expectación en todos. Acercándome pude ver que uno ·iJ¡ lito de baja graduación-, son aquellos campos inmensos de le-
de los heridos era el propio general Obregón. Estaba tirado·.:,i'.~ chugas con centenares- de cadáveres y heridos que quedan exac-
en el suelo y bañado en sangre en unos de los costados. Cerca;;!;;~ tamente en los alrededores de la ciudad de León y después una
de él estaba herido también el capitán Cienfuegos y Camus y':"- calie larga, larga, de zapatería tras zapatería, con los. zapateros
algunos olros oficiales y soldados de las fuerzas yaquis, creo que ' y sus familiares que salían de sus pequenos _talleres «v1vando» a
del 149 Batallón, que mandaba el general Juan José Ríos. En nuestras fuerzas, que con la contraseña de listones colorados en
efecto, el general Obregón, Cienfuegos y Camus y los otros ha-· !os s0mbreros entran victor.iosas a la ciudad. Y después, la sere-
bían sido heridos por fuego de metralla. Al general Obregón lo nata, la invariable serenata con las muchachas del pueblo, que
había herido en el brazo la punta de una espoleta, arrancándose- eran el mejor premio que se nos podía dar después de la brega.
lo de cuajo y por lo tanto, la herirle_ era de Ja mayor gravedad.·
Esperé un momento a que le hicieran las primeras curaciones,
mientras los soldados yaquis que cubrían esa parte de la línea ·
aullaban verdaderamente de rabia, queriéndose lanzar sobre las . · JO. «Vamos a donde la Cucona», nos dijo al teniente Tomás
baterías eneinigas, pero sin que se lo permitieran sus jefes. Hi\.¿'.;' Morán, a mí y .al teniente Octavio Amador. «Dicen -agregó-
cieron una parihuela de ramas y en ella se inició el traslado ,·, ¡ que ahí está lo mejor de las mujeres de estas tierras de bellas
a pie hasta la estación de Trinidad. El general Obregón estaba ' muchachas sinaloenses..» Hubo que caminar mucho para llegar
privado. hasta donde la Cucona, famoso prostíbulo mazatleco que queda-
Mi llegada a Trinidad con la noticia produjo un movim:,:-nto ~ l ba entonces «por allá por la estación». Nuestra llegada causó
extraordinariamente nenioso entre todos los jefes, oficiales y~···· sensación. Oficiales bien uniformados, con uniformes nuevos,
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además, de quepí, ya sin las gorras tejanas ni las ciales de banqueta», «lagartijos capitalinos», <currutacos;¡, y na-
atravesadas, con pantalón de calle, zapato de una pieza, etcéter turalmente tocando a las autoras de nuestros días con los peores
representábamos algo así como la llegada de «ángeles del cielo v más repetidos términos. Responder en la misma forma, en
para aquellas pobres muchachas cam piranas acostumbradas a l ~quellos momentos de la Revolución Mexicana, habría sido sui-
chaparreras y a los olores a fuste. Como es natural, nos rodearo cida. Estoicamente nos mantuvimos sentados, \iendo de frente.
y cada una de ellas empezó su impetuosa tarea de conquista. En un momento da<lo, yo agaché la cabeza y uno de ellos, el de
reparto, naturalmente, se hada difícil, pues de tal manera está mayor estatura, si bien todos eran gigantones, me cogi-" de los
bamos equilibrados en aquello de «buenos mozos;¡, y la menó cabellos y me empujó violentamente la cabeza sobre el vaso de
o mayor estatura no significaba mucho. alcohol que habí_a e.stado tomando.
Pero en esto estábamos, teniendo cada uno de nosotros, d Sentí un fuerte dolor y empecé a arrojar gran cantidad de
y hasta tres muchachas en las piernas, viéndolas t_ambién con t sangre que llenó el lugar en donde yo me había sentado. Después
el fervor que procede a una larga dieta, esa maravillosa ideali · se llevaron a las muchachas que teníamos nosotros, por la fuerza,
ción que naturalmente crea el hambre, cuando irrumpieron en· y empezaron a hacer pedazos los espejos y las cosas de la casa, a
lugar unos treinta o cuarenta hombres gigantescos de más gigante balazos. Les complacía particularmtnte tirar tiros sobre el gran
cos bigotes aún, casi todos de ojos claros, con sombreros de charr espejo que quedaba a nuestras espaldas, porque los pedazos de
inmensos y repletos de cananas, fusiles, pistolas, dagas. Claro qu vidrio que nos caían encima a nosotros los hacían reír de gusto.
desde el primer momento descubrimos que se trataba de oficial Sacaron después unos gallos del corral de las pupilas y empezaron
duranguenses del general Arrieta, yue pocos días antes había a tirar al blanco contra los gal'los vivos, colgados del pescuezo. . _
llegado a Mazatlán corriendo desde las regiones más lejanas d Naturalmente, con el aumento de su bacanal a fortiori, llegaron-*
Durango y, según decía el general Diéguez, «se. habían detenid a emborracharse y en un momento dado nosotros nos aprove-
ahí porque se habían encontrado el mayor, pues de lo contrari chamos de su terrible embriaguez para escaparnos, pegando un
hubieran seguido corriendo hasta China:l>. :~•,, salto por la ventana.
Se trataba, evidentemente, de fuerzas militares de la Revolu,..·· Casi corriendo recorrimos el largo tramo que va del burdel
ción positivamente desorganizadas, m;mdadas por jefes sin ca.. : al centro de la ciudad donde estaba el cuartel general. Yo, por
pacidad para imponer la disciplin_a y en efecto, de verdadera{ ~-. la phdida de sangre, me sentía desfallecer.
chusmas. Tan chusmas eran que cuando se ordenó su salida de'>. Ya frente al general, no pudiendo darle la exacta versión,
Mazatlán y su inmediato regreso a Durango, se llevaron todo lo~'? en lo que respecta a nuestra presencia en el prostíbulo, le diji-
que pudieron de la ciudad y entre sus conquistas, por la fuerza;~!~': mos: «Estábamos en una tiendita tomando zarazas cuando lle-
a todas las muchachas meseras de los cafés y recamareras de los;~i. · garon estos salvajes de Arrieta, algo más de cien, pretendiendo
hoteles, a la vez que todos los famosos carruajes y «arañitas~~:i'
del bello puerto. Las arañitas son cochecitos de dos ruedas y utrY}}
solo caballo, muy ligeros. Hubo necesidad de rodearlos con i11~·~; l
íantería y hacerles ver dispositivos militares categóricos para obli-' ". :'.
garlos a soltar lo que fue visible de sus presas. · ,:
· pelear con nosotros, pero nosotrQs lo3 rehuimos y a nú, general,
me dieron un golpe en la cabeza y creo que es de cierta impor-
tancia''·
El general. indignado, ordenó inmediatamente que pusieran
a disposición de nosotros una compañía completa de soldados
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Pues bien, aquellos ya retratados compañeros de armas se ; '·¡_ del 13º Brillador, para que con esas fuerzas fuéramos a disciplinar
sentaron en otra mesa frente a la nuestra en la casa de la famosa _;-1' 1 inmediatamente a aquellas gentes «que deshonraban a la Revo- 11
Cucona. Y empezaron a llamar a las muchachas. Pero éstas, alu- l lución». ·Si en nuestra primera caminata del centro de Mazatlán
cinadas por nuestra presencia ultracivilizada, de flamantes oficia-, ¡I a casa de la Cucona hicimos una hora, en este nuestro regreso
les de un nuevo ejército, no querían nada con ellos; aunque hicimos diez minutos, de tal manera nos impulsaba el espíritu de
fueran cinco para cada uno, preferían estar con nosotros, lo que, venganza. Tal era mi entusiasmo reivindicativo que hasta los
como es muy humano, provocó entre aquellos impetuosos soldados dolores de cabeza por el trancazo recibido se me suspendieron.
una furia de celos que se tradujo primero en lanzarnos· cuchu~:( Ya ·frente a la casa ·de la Cucona, rodeamos el ·lugar y en un
fletas desde su mesa, malestar que fue subiendo de tono hastá ,,,¡¡ momento dado, cortando cartucho, penetramos por puertas y ven-
que llegó el momento y levantándose repentinamente quince o tanas donde aquellos pobres individuos, ya borrachos totalmente,
veinte de ellos, a la vez que desenfundando sus pistolas 44 de no pudieron resistir el golpe de sorpresa y levantando las mar.os J
~~:• de plomo, " fue;on ha'1a nue>trn me.,, Ilamándono• •ofi:.B se vieron obligados a entregarse y entregar sus armas. Ya entre
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filas de soldados y caminando hacia Mazatlán, al gigantón a~u lo recomendé a los médicos militares.· Pocas semanas más tarde,
que me había pegado, le daba yo p~tadas y le ~eda_: «Camme nie decía uno de ellos que de no haberlo yo conducido con la
pero creo que me dolía a mi más el pie. Y ª?te m1 actitud, Ton; rapidez con que lo conduje, habría habido necesidad de cortarle
Morán, que fue siempre entre nosot~os el 1mpl~cablc, me cle_Ci Ja pierna, pero que el hombre se había salvado y que, dada su
«Tú como de costumbre, tan sentimental. Dandole patadita fortaleza física, había quedado perfectamente.
Pég~le cinco balazos, no seas pendejo». Perc;> yo lo . único cru Ya no me quedaba la menor duda. Cualquier rencor del
hada era pegarle más fuerte, diciéndole: «camme, camme, camine Güero en contra mía tenía necesariamente que haber desapare-
más aprisa». ':i cido. ¿Qué podía haber ele tan grave que este hombre no le
Un poco después, tenía yo una fiebre ?1uy alta y el ?actor ;:¡erdonara a riuien de hecho le había salvado la vida; en todo
Echalaz me dijo que el golpe que yo tema era muy seno. L ~aso, que lo había salvado ele ser un lisiado por todo lo que
punta del cristal del_ vaso, seguramente de cerveza, me, habí le quedara de existencia? Sin embargo, un día dormía yo en una
producido una pequena rotura en el cráneo, la q~·e habia cama de lona plegable, dentro de un vagón de ferrocarril, es-
cuidar. Y debí permanecer una semana en el hospital. tando el tren militar en marcha, cuando entró el Güero con
una i<ímpara de ferrocarrilero, buscando una de las camas ple·
p;ables. Cada uno de nosotros le había puesto ~ la suya un
letrero, pero yo, por falta de luz en el carro, y siendo ya muy
11. El general Diéguez tuvo un asistente al que le llamábamos noche, a la vez que por exceso de fatiga, tomé la primera que
el Güero, por su tipo rubio. Era además un individuo alto y estuvo a mi mano, sin identificar si era la mía o la de otro ofi-
de apariencia alegre. Pero yo nunca he sabido por qué razón cial, porque 'a cada uno ele nosotros nos habían dado una. <¿Qué
misteriosa ese hombre me agarró tan mala voluntad~ que durante buscas?», le dije al Güero. Pero el Güero no me contestó ni
largo tiempo me hizo más amarga la guerra. Yo tenía la seg_ur· una palahra. «¿Te digo que qué buscas?» Pero el Güero nada
dad de que él buscaba la manera ele matarme. En cada operaoón; • di jo. De hecho yo no había cruzado con él una sola palabra
lo primero que yo hada era tratar de l~ali~ar a dónd~ se e después que saliera del hospital de emergencia y él en ninguna
contrab'l el Güero, para que con su ub1caoón por m1 part oLasión me había dado las gracias por mi actitud cuando lo
pudiera estar yo más tranqui.lc:>. Le pedía. yo algún favor e ind hirieron. «¿Qué buscas?», repetí por tercera vez. Pero no hubo
sive le daba una orden m1htar y el tipo me contestaba con respuesta de su parte. Buscó breves momentos más y después
algún sarcasmo, si es que no con el peor insulto. Yo t~ataba fue hacia donde yo estaba acostado y me dijo: «¡Levántese de
de acrecentar mi amabilidad con él en todas las oportumdade.s esa cama, no es la suya! Ésa es la de mi mayor Ramiro Diéguen.
que podía, pero aquella actitud mía no hada más que exas- Como seguramente esto era verdad, yo sin saberlo había tomado
perarlo. . · la del mayor Diéguez, hermano del general, le dije: «Mira, Güe-
¿Qué había en el fondo? ¿Había sido yo la causa inocente ro, no tiene importancia. Toma la mía. Yo estoy cansado, no
de algo que en él había provocado un yrofundo_ rencor por celos me hagas mover. O bien, espérate un momento». Entonces él,
en relación con alguna mujer? Imposible localizar algo de esta. violentamente bajó los brazos y tomando en sus manos los dos
naturaleza que pudiera tener relación con él. ... lados de la cama en que yo dormía, empezó a agitarla tratando
En una ocasión, recorriendo lo que pudiéramos llamar el)\; de arrojarme de ella por la fuerza.
frente sur, el que ·miraba hacia la población de Nápoles, en-\;~' Aquello era ya el colmo, pensé, y entonces le di una bofe-
nuestro ataque a la ciudad de León, y precisamente en las líneas 'f tada, pero sin levantarme, desde la cama. Él se lanzó encima
que formaban los llamados Batallones Rojos de los Obreros Ur- · de mí y con su peso y el mío se rompió la cama, de tal manera
ban.os de la Capital de la República, hirieron gravemente a ~ que caímos al suelo. Él había sacado la pistola y yo tenía la mía
el Güero en una pierna. Desatendiendo a los demás heridos, ·: lejos del lugar en que estaba acostado. Así es que entre nosotros
y con manifiesta preferencia por él, procuré que le hicieran las. empezó una lucha desesperada y él, de mucho más pe5o que yo,
primeras curaciones. Después, prácticamente cargándolo, me lo estaba evidentemente tratando de conducirme hasta la puerta
llevé hastjl el hospital improvisado de la hacienda de Trinidad, del vagón para arrojarme desde ahí. Yo me defendía desespera-
un grupd de jacales que había ahí y los cuales habían sido damente.
convertí .los en hospital de emergencia. Con mi carácter de oficial En esos momentos y cuando ya estaba a punto de cumplir lo
de~~ estailo mayor y hablando en voz alta para que él escuchara, que indudablemente intentaba, apareció el entonces mayor Se- i,
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bastián Allende, que fungía en esos momentos como jefe d. 12. En una de los épocas que he tenido que permanecer por
estado mayor de la División de Occidente y al ver a un sargen · algún tiempo en la capital de la república, por cierto pocas
luchando con un oficial, se indignó, agarró al Güero, lo levan. veces, acostumbraba yo reéorrer a pie todo el Paseo de la Re-
tó y tomándolo después de la guerrera, empezó a darle d forma y la avenida Madero hasta el Zócalo, para hacer después
cañonazos con la pistola en la cara. Cada golpe que le dab · el regreso. A la altura de la iglesia de San Francisco me en-
para mí era terrible, pues lo estaba hiriendo positivamente. E. contraba yo con frecuencia a un individuo c:haparrito, inclusive
tonces yo, no obstante mi inferioridad de grado, aunque po muy chaparrito, quien me saludaba con enorme afecto y ha-
otra parte era amigo íntimo de Sebastián, me puse entre los dos; ciendo siempre grandes reverencias. Esto pasaba una vez, y otra
diciéndole a Sebastián Allende: «Mi mayor, mi mayor, ya basta:, vez y otra vez, no sé cuántas. Pero invariablemente, por lo cono-
ya basta, no es la cosa para tanto. Es que él me quiso levant . cido q1.i..: soy, alguien se detenía a saludarme e invariablemente me
de la cama por la fuerza y yo le di un. bofetada.» Manifiestament encontraba yo con el problema de olvidar el nombre del chaparrito
yo trataba en cierta forma de echarme la culpa para imped' y ei:itonces in~ariaJ:lement~ lo presentaba yo con las palabras
que nuestro jefe superior lo siguiera golpeando y le fuera a i sigmentes: «Mi amigo», mientras que tratándose del otro podía
poner un grave castigo. vo decir su nombre y su nombre completo.
Y la cosa quedó así. El Güero tuvo que curarse los cañonazo ' Yo no sé cuánto tiempo aconteció entre la ·última vez que
que le dio Sebastián Allende, pero no lo arrestaron y volvi ¡0 vi y la que voy a relatar, el caso es que un día al ver venir
de nuevo al servicio del general. Pero aún seguía yo sin saber d · al chaparrito, lo saludé con los mismos ademanes afectuosos de
qué se trataba. ·. siempre, pero él me conteS'tó con una manifiesta sequedad, y
Cuando los combates de Guaymas, Sonora, en ocasión de qu sin detenerse. Sorprendido por su actitud, regresé, lo detuve del
Villa atacó la población haciendo aquel formidable. recorrid brazo y le dije: "¿Cá:::o ha estado usted? Hada tanto tiempo
desde Chihuahua, en una esquina me crucé con el Güero y I' que no lo veía». Entonces él, con la voz temblorosa y .mirándom.e
grité: «Cómo estás, Güero?» Con mi grito camaraderil en e con una indignación que le reventaba en la cara, me dijo: <Yo
momento en que ambos estábamos en realidad bajo un fueg no soy ningún chinche, ni soy una cucaracha. usted qué se ha
cruzado de balas del enemigo, es decir, en un momento de .J pensado. Que porque es artista tiene derecho a humillar a los
más necesaria camaradería, pensé obtener de! Güero cuan<l: demás». Casi tenía lágrimas en los ojos, pero lágrimas de odio.
menos una sonrisa. Yo le había salvado de ser lisiado y posible~ ~ «No entiendo», le dije, «qué quiere usted decir>. Casi gritando,
~ente le:: había S·alvado la vida, .c,ua:ido en franca in~ubordin~.~\¡',
oón, a la manera usual en el e1ern to de la Revolución Mexi~ '; 1;
r me sohó lo siguiente: «Cien veces le he dado mi nombre y cien
veces, cuando usted me quiere presentar, dice: "Mi amigo">.
cana, el mayor Sebastián Allende pudo haberlo abatido ahf~.:.1. . jl·~ Como aquello me pareció un poco infantil, pero aJ mismo
mismo. Pero, nada. Esperó que caminara yo un momento, comol; tiempo yo no quería dejar en pie algo que involuntariamente
quien ·esté deteniendo algo que quiere decir y_ luego me gritó.Ji; · podía haber sido cruel para una persona, casi arrastrándok> del
el .peor insulto contra mi madre. Todavía tuve fuerzas para' brazo, porque se negaba a seguirme, lo conduje hasta una can-
es. perar. Mayor que mi indignación de oficial, más aún cuando·~·.·~.'. .u· tina llamada La Fama. Y ahí insistí eu que tomara una copa.
el insulto me lo gritó delante de otros soldados, parecía ser mi· 1.i:{ Pero aquel chaparrito se negó a tomarla, radicalmente. Me dijo
curiosidad. ¿Qué diablos le hice yo a este hombre? ¿Y por qué,',}. . que la ofensa que yo le había causado sólo podfa borrarse, matán-
no me lo dice?. iff~ ' donos uno al otro. Y que si era yo homibre, lo siguiera en ese !\\'
V~no . ~espués una pequeñ.a opera~10n co?tra una fuerza de} 1\t; momento. 11
yaqms dlSldentes y en los pnmeros cmco mmutos del combate; t' Su actitud me hizo pensar que estaba yo delante de un po-
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1 ¡!': '
una bala le destrozó el cráneo al Güero y pür haberle penetra-',•~!, sitivo loco, de un hombre que había enloquecido por causas
do por un ojo le hizo saltar la masa encefálica. U no de los ¡J~ que yo ignoraba. Y cu.ando me disponía yo a cratar de agarrado
oficiales, me dijo: «Siqueiros, aquí a la vuelta mataron al Güe- !~ por la fuerza, porque temí que estuviera armado y de un rrKr
ro:1>. Me acerqué y vi que lo que me habían dicho, era exacto.;~"' mento a otro sacara la pistola para dispararme, pues tal era el
Es horrible confesa~lo, pero jamás he sentido un co~suelo más,l'\ violento ren íºr con que me estaba viendo, aparecieron el capi-
grande. Me quedé sm el secreto, pero a la vez ya podia yo estat~: tán Félix Guerrero Mejía y otros oficiales de artillerJa amigos
seguro de que mi enemig~ .estaba solament~ en una dirección le§:' míos, sin s ,ber lo que pasaba, bromeando, fueron hasta nuestra
no en todas. Se me tranqmhzó la retaguardia. ,·,f':;rt mesa ~ to:pando sillas se sentaron a nuestro lado. Entonces el
1:i[!·
122 H~! 123
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chaparrito, aprovechando la oportunidad, violentamente se se balaceó con otro general, de apellido Novoa, y en el duelo
capó. Ya no lo he vuelto a ver más. a Abascal le tocó un balazo mortal en· la cabeza.
En la crujía A, un profesor mató a dos rorque le dijero ..\ños después, la Cámara de Diputados consideró a Abascal
«enano». La defensa de su caso es algo parecida al chaparrito; en la lista de los participantes de mayor importancia en la
En una ocasión me dijo: ~Y eran altos, pero ellos se creían». Rernlucíón, cuyos familiares tenían deredw a una pensión vita-
licia. ¿Pero dónde estaban los familiares de Abascal? En Cana-
nea y en toda Sonora se hablaba siempre de un hombre que
había llegado solo y que invariablemente vivía solo. Jamás hizo
V 13. ,~a nosotros, los oficiales de los esta,d9s__ mayores de Qhr_ referencia alguna a familiares en España y no se sabía tampoco
y d~ Díéguez;--atüiguos estudiante~--ci~ grados sl!p~r_iqres_,_ q_ue que hubiera tenido , alguna familia en México. Por eso, _ggn~-
J:.QiQi--li¡ibíafrios . ~'1-Ji.~2, nuestros -~Q,5 ~xclu$i~am c!P _yo_ ~¡¡.lí a Eur_Qp_Il---C011~_l_ c_ai:~i:ter _d~-- <lY\ldante. ._de-. attaché
_para;;;,á]lli>J;tl.R!.~~s al Sl~c~g -de _la· ]lev~lt.t,<;.ijn, el famoso K .¡n.iljJ;,ar, per9_ .<:?!!,__!'!-_fin_ctli<!a.9-_de estudiar pintw;:a.._ me detuve
chupín Abascal, aquel espanol que había tomado el mando 4. en Gijón para hacer investigaciones. Pero todo fue inútil.
las fuerzas de caballería creadas por Diéguez para contrarresta Ya para salir de Gijón, alguien me dijo que é; había cnno-
a las caballerías llamadas de los Dorados de Francisco Villa, su:: cido un Abascal en La Coruña y que sabía que éste se había
ronía ser un aventurero, tipo atrabiliario, un matón de oficio; ido a México y allá había muerto. Me dio una dirección, que
pues una persona así era la apropiada para ia difícil tarea hQ.; yo busqué en la Coruña. Pero ahí sucedió algo sorprendente:
micida que le habían encargado. No püdía ser otra cosa, m fui al lugar que me habían indicado y en la casa de esa direc-
aun cuando reclutaba y podía tener autoridad con gentes com ción salió una señora, que me dijo: «El señor que usted busca
Isunza, el Gatillo y otros. hace ya muchos años que no vive aquí. Pero yo sí podría darle
Pero un día inesperado, precisamente durante nuestro acos a usted informes sobre don Francisco Villa».
militar a la ciudad de León, en un momento de descanso, los, Buscando al gato encontré al garabato. «SÍ» -le dije con
cultos de los dos estados mayores, el de Obregón y el de Dié..' asombro y gusto-. «¿Cómo es eso?» «Venga usted conmigo, qu~
guez, llevando la batuta de nuestra charla el roeta, l entond lo ''ºY a llevar a donde nació don Francisco Villa>. Picado por
capitán, Carlos Ruel y el Batracio, sabihondo guanaj1;1atense s la curiosidad, la seguí y después de muchos enredos por los
nos acercó Abascal, con su tipo feroz, con la cabeza agachad barrios más pobres de San Sebastián, fuimos a dar a una casa
por aquellas horribles bolas que le salían detrás de otra por e donde había LJna anciana, que posiblemente no tenía menos de
pescuezo y empleando perfectamente el lenguaje lépero mexi noventa años de edad, casi ciega y que había perdido prácticamente
cano, pero con las zetas y las elles, para intervenir en lo qu el oído. Esa señora me dijo: «Efectivamente, en ~ta casa nació
nosotros decíamos. Asombroso fue escucharfo. El tipo tenía un . d?n Francisco. Villa». , Pero .después se fue para un lugar que le
cultura general increíble. Y de una manera muy particular dicen Col_ombia_ y alla munó. Muc?as gentes me han dicho que
una cultura literaria. Inclusive una cultura literaria-técnica, como ese Franosco V11la es el Pancho Villa de las Américas y que yo
esa que suelen conocer sólo escritores profesionales de ya larga~~. ¡;miria sacar mucho dinero coü estos datos. Qué, ¿usted me puede
práctica. Esta fiera granulienta y tan maloliente lo sabía todo''~~ ;¡ vudar a eso?»
y lo sabía muy bien. Y, además, tenía una originalidad extra:t,'+" . , En eEecto, ahí había vivido un Francisco Villa, Me lo dij~
un doctor en Leyes de apellido vasco, un verdadero Francisco
ordinaria de pensamiento. ¿Quién diablos sería?, nos preguntáA\
bamos todos. Sabíamos que había sido uno de los ideólogos de~J:,,
Villa, comerciante en vinos que se había ido a radicar en Bo-
gotá, y allá había muerto .. Pero q~e durante mucho. tiempo se
Cananea, íntimo amigo de Diéguez, de López de Lara, que se,_·~~
crey~ q~1e era el Pancho Villa mex1can<;> y q~e él, precisamente,
carteaba con Flores Magón y que de hecho ya era un mexicano}~
hab1a sido el encargado de hacer una mvestigación.
pues tenía, creo, algo más de cuarenta años en el país. Además,~~: i¡
Después, supimos por acá que Pancho Villa era un seudó-
hc_cía siempre gala de su mexicanismo apasionado y en mucha~''"'':
nimo y que su verdadero nombre era Doroteo Arango. En Co-
ocasiones fue él mismo quien ordenó el ahorcamiento de latifun·
lomb~a dicen que Villa fue colombiano. Así, con mucho orgullo.
distas españoles o prominentes haimbreadores de esa naciona Lo dicen en las calles, en los cafés, en cualquier parte...
lidad. ··
Pasó el tiempo. En una simple y estúpida disputa de
124 125
14. Estando accidentalmente en la estación del ferrocarril, ¿
cada uno de los granos o ronchas que me J>Odían estar apare-
Guadalajara, y en los momentos mismos en que arrancaba .ú ciendo en alguna parte del cuerpo. Nada me pasó. Pero el susto
tren ~~ carga, ~uyo contenido yo ignoraba, el general Diégu que llevé es positivamente inolvidable.
me d110 repentmamente: «Teniente Alfaro: aprovechando Esas cosas sucedían durante la Revolución, y sucedían con
ri:en que está saliendo, váyase a Colima para entregarle en pr mucha frecuencia. El jefe militar de la zona había ordenado que
pia mano estos docume·ntos al general Juan José Ríos, gobernad drásticamente fueran sacados de la ciudad todos los enfermos de
militar del estado y jefe de plaza». yjruela negra y trasladados a un lugar junto al mar. Allá se bus-
Sin más ni nt~:> yo arranqué a correr, alcancé el último carr caría la manera de atenderlos y si no se podía, cuando menos
del tren de carga que :·a salía, sin tener naturalmente tiempo d el foco de infección se encontraría a muchos kilómetros de dis-
hacerme a mí mismo el menor comentario. Ya era de noche. · tancia de los grandes centros urbanos...
como de costumbre, me senté en el filo de la puerta later
(los carros de ferrocarril tenían puertas que se abrían hacia
dos costados) . Y colgando los pies hacia afuera, me dediq
a · ver tranquilamente el paisaje nocturno, que en el trópi 15. Relatándole a Diego Rivera mis anécdotas de la Revolución,
es particularmente interesante, ya que está repleto de ruid le conté una vez la siguiente:
misteriosos y de luces de insectos. Después, cuando sentí sueñ En las fuerzas que mandaba directamente el general Manuel
a la vez que demasiado calor, pues habieíido pasado la cuest M. Diéguez, fuerzas que habían sido de la División del Noroeste
de Sayula, íbamos a empezar ya a .penetrar en el trópico, m al mando del general Obregón, y más tarde de la División de
quité mi guerrera, la envolví en forma de almohada acoro y Occidente al mando del primero, ya con carácter definitivo,
dándome bien en el suelo me dispuse a dormir. En el tre se creó una unidad muy poderosa de caballería que tenía por
evidentemente, había muchas personas, pues se oían alguna· objeto contrarrestar a los famosos Dorados de Villa. Esta unidad de
voces, aunque muy bajas, y cerca de mi almohada sentía yo l' caballería estaba constituida por gran número de individuos
respiración muy próxima de personas que dormían a unas cuan, Je naturaleza posiúvamente patológica y la mandaba entonces
tas pulgadas de distancia de donde yo lo hacía. Así pasé tod. un coronel de origen español que se llamaba ltbascal, al que
lo que faltaba de oscuridad, aqueila noche. todos creíamos un hombre de anlecedentes simplemente crimi-
Al empezar a despuntar el día, cuando comenzJ a penetr nales, pero que resultó, ser más tarde un individuo de extra-
la lu~ en el vagón en que yo me encontraba tirado y habí ordinaria cultura literaria, entre otras cosas. Ent;·e los oficiales
donmdo suavemente durante algunas horas, apareció ante mi di' este coronel, quizá el preferido de todos para él mismo, había
ojos un hecho aterrador. El vagón de ferrocarril en que yo habí ur, capitán de apellido Isunza, individuo extraordinariamente
v~ajado, estaba destinado exclusivamente a enfermos graves d . hien parecido; que se había incorporado al ejército siendo estu-
viruela negra y todas las respiraciones que me habían soplado dian!~ de quinto año de Leyes, en Guadalajara, aunque no era ta-
eran de enfermos de ese mal. Y las escupidas sobre las cuales patío, sino originario de Nayarit. lEste Isunza se hizo famoso no
yo hahía dormido, restregándome bien, eran de enfermos de s<"ilo por su valor temerario, en los combates, sino también por
viruela negra. Las caras de . todos aquellos acompañantes míos ]a, bromitas pavorosas que hacía. En una ocasión, por ejemplo,
eran algo que me crispaba, por los horribles granos-llagas que hiw que los muchachos de las familias ricas de Guadalajara, él
tenían en cada centímetro cuadrado de su rostro y seguramente de era también de origen latifundista, lo invitaran a un banquete,
todo su cuerpo. Casi estuve a punto de pegar un salto desde arriba, en el lugar más caro de la ciudad, con todo el protocolo; a
del tre?, pero la a~elerada i;narcha .me l~ impedía. '~t quienes lo pagaron debe haberles costado extraordinariamente
Al ilegar a Cohma, salte de m1 veh1culo y empecé a correr ,;! caro, porque él mismo se hizo servir y que les sirvieran a todos,
desesperadame~te. Así llegué hasta el hotel California, regen!;I? los vinos europeos ya más difíciles de conseguir en la capital de
teado_ I?ºr ui:i :pponés mi:y popular, a quien yo había conocido~?:, Jalisco. En el banquete hubo discursos de la mayor confrater-
en via1es militares antenores. Le pedí el baño. Y la botella, nidad posible1.. Y cuando terminó, simplemente les pidió que lo
acompañaran hasta el Cuartel Colorado Chico, pues así se lla-
de tequila más grande quet tuviera a su alcance. Y olvidándo!'
me de mi comisión militar urgente, me metí al agua más caliente~. maba aquel en. que estaban alojadas las fuerzas de caballería
que pude y casi me ahog ,'• porque de borracho estaba quedánr'~ 1 de Abascal, y al llegar ahí les dijo: <Espérenme tantito... » Des-
dome dormido. De~pués 'empecé a vigilarme minuciosamente liJ
j pués, sus anfitriones, ya no lo vieron· salir, pero sí vieron llegar
' i~i
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obra de simples accidentes que eran función natural de. nues '~" . venían en ella. La experiencia militar nos dio así la doc-
actividad, se iba configurando nuestro pensamiento te6nco; 1nter
. . ·
de Ja func10nahdad en la guerra, que más tar d e, e1an·1·-l
ma de educación que define con extremada claridad la naturale tnna . . d . 1
cada y desarrollada, nos 1ba a servir para compren er me1or as
misma de todo nue~ro proceso. . Je es de la funcionalidad ~n el arte. . . , .
Pero la guerra nos enseñó también la guerra, esto es, la nen y Algo más: si la revolución es un problema n:;i1htar, en uluma
de la guerra y las virtudes humanas que la guerra _desentrañ · tancia• y nosotros nos hemos propuesto .ser mtegra.mente 1
re-
De simples soldados pasamos a ocupar puestos de. importanc1 1ns
lucl·onarios esto es tanto en nuestra acaón como en nuestra
en los estados mayores de las divisiones. Conocimos así la e \'O '
ación tenemos '
que convenir en que los conocimientos m1·1·i-
tructura interna del ejército en sus diversas escalas jerárquicas: e~es
ta
se~ indispensables. 1 para
.
todo revolucionario militante y
. d
soldado, las clases, los suboficiales, los oficiales, los jefes. más aún para to~o revo uc10na~1? qu_e ocupa o preten e ocupar
principio, nuestra naturaleza anárquica de artistas del tiem . puestos de dirección en esa militancia.
nuevo sufría cruelmente por razón de la disciplina. El mét ,
nos ahogaba. Carecíamos de capacidad objetiva. No teníam' .
sentido práctico. Nuestra energía no sabía expresarse. Éramó
mentalmente vagos. . . Eso tiene una importancia enorme, es e
principio de nuestra. transf~rmación humana, la ~ateria embri
naria que haría posible mas tarde la cornprens10n de los pr
' . blemas del arte desde un adecuado punto de vista objetivo .
'Ji/· trascendental. !& __guerra n?~ dio el sen_t,ido cf.~ la . ªisc;ip!in.
matando en noootros el tradmonal inasturb1smo; nos dtQ_el sent1
do del método, poniendo. fin a nuestra ha!>it_(!aLdisp~rsj_ón_men
tal; nos dio una manera objetiva de atacar los problemas, borra,~
en nosotros los hábitos exclusivamente emocionales al__en n
tamos a la réalidad; . nos dio la impetuosi_~ág_ e_I1. las det:is_i_Qn
y voluntad de victoria a quienes habíamos padecido siempre ·
pereza bohemia. Artistas típi~os del siglo -~x. Ql~nospreciáb<Lmos
los conocimientos de las materias objetivas de la ciencia y __~e
lª_guerra la que nos empujó_a .recibirlas y a gustarla:> des~s
con entusiasmo. La guerra nos dio conoóiiii_entos práGticQ~ de
mucha. importancia en la constiüceión de nu~tra_ ol:>_r<h J\. la
guerra le debemos, en gran parte, el interesarnos hoy po:r_Jos
problemas científicos que concurren en la producción de las _;g~
ies plásticas. Le debemos la sustitución del empirismo por !a .
ciencia, en la física, en la química, en la psicología, que ·son ma- i 1
i~¡f:
>i'4
~areas concretas al lado de los attachés militares, visitas a las
escuelas militares en periodos especiales de prácticas, asistencia
a conferencias que requerían una posterior información a la en-
tonces Secretaría de Guerra de mi país, en algunos casos repre-
sentación directa de los propios attachés, cuando éstos, por causas
:tt especiales, no podía asistir a determinados simulacros, etcétera.
'~ Al pasar por Nueva York, me encontré a Juan F. Olaguíhel,
el escultor, y a José Clemente Orozco, ~l pintor. El primero, con
..J;f• la mayor dificultad, vivía haciendo caricaturas en cera y, entre
,~;· 't otras, recuerdo la que le hizo a Caruso, lo que me dio oportuni-
,;i~, "~
·:~ t~tcl <le tratar 1Jersonalmente a ese gran cantante. José Clemente
Orozco, por m parte, y esto me lo repitió después con mucha
tf1~
'i~
frecuencia, hacía ya algunos meses utilizaba la pistola de aire ....
i: ,il1 nero para pintarles las ojeras a los Cupides, en una pequeña
#;
fábrica de esal> pequeñas figurJ.s <le· yeso que, proviniendo de los
Estados Unidos, invadieron en un sentido supersticioso el mundo
entero. Tenían un copetito. Monitos pintados como budas. Los
"~.r:hr de varios tamaños. Y José Clemente Orozco les pintaba
.P
aj~y~~ .
Está por demás decir que por aquellos tiempos José Clemente
133
Orozco no tenía aún el menor mercado artístico. Nuestro en · ' n por tan <portentosa obra de ingeniería». Con el mismo
C1 0 b 1 d ..
cuentro fue para ellos úrt oasis en su horrible sed de comid entusiasmo de siempre que se trataba de esa
.
.º ra: e 11e a
Las ganancias del primero, de Olaguíbel, eran insignificantes y ¡osé Clemente Orozco: «Apenas se. puede uno 1magmar lo que
el sueldo del segundo creo que no alcanzaba la suma de die:z; '·:;· significa haber talad~ado ochen~~ ,millas de roca para hacer correr
dólares semanarios, lo que en Nueva York, ya entonces, era para.;.~,, estos trenes con raprdez y preclSlon, que son uno de s~s mayores
vivir la vida más precaria del mundo. Pero lo que para ellos.ílt: méritos». Una vez má~, José Cleme~te Orozco. ~olv1ó la cara
fue una solución transitoria esplendorosa, para mí constituyó una.:' hacia mí con sus ojos de tecolote funbundo, gntandome: «¡Eres
catástrofe. Despilfarré con mis colegas todo el dinero que meirJ;· un verdadero payo idiota. Payo. µ_.,yo. Esto no es nada port:n-
habían dado para los viáticos, puse un telegrama a la Secretaría';°~:· toso. Esto lo hace cualquiera!» Entonces, para hacerlo enopr
de Guerra, diciendo. que esos viáticos se me habían perdido y:· más, cosa _que er.a mi costumbre, le dije con todo el s~rcasmo
por orden directa del propio general Obregón, me contestaron: posible, sabiendo que así lo ofendía yo: «Esto ~ale mil veces
<Si los perdió, busquelos y quédese allá hasta que los en cu entre .... más que toda la obra junta de tus famosos R?dm» (que a él
abandonándome durante largos seis meses en algo así como u le gustaba mucho) . En eso llegó el tren, tuvimos que tr:par
castigo militar por despilfarro. rápidamente, pero ya sentado, José Clemente Orozco volvió a
Terminados los fondos, debí irme a vivir al miserable apa( la carga: «Provinciano idiota. Provinciano i~liota ... » '!-- lo cual
tamiento de José Clemente Orozco. Regenteado por una rubi.!' vo contestaba con el mismo ritmo: «Vale mil veces, millones de
cunda irlandesa, que me llamaba <Mister Siqueiros», para esperar ~reces, millones de veces más que tu cochino Ro~n». Los nor~e
ahí, ai lado del colega, una oportunidad de trabajo, en prim · americanos, pasajeros como nosotros en el mismo carro, sin
lugar en la propia fábrica de Cupides, pero esta oportunida comprender lo que decía~os, observa~an aso~b~ados. nuestra
jamás llegó. pelea a gritos. Como a la m1 tad del cammo, J ose C1tm.e.1.1te Oroz-
Inesperadamente para nosotros apareció un día en Nuev co se levantó violentamente y se fue a otro lugar, d1aéndome:
York un mexicano de apellido Abead. Llevaba una important «Quédate solo, provinciano, y goza de tu chingadera>.
comisión diplomática del gobierno de la Revolución y, con 1 En esas condiciones de pelea entre el subway de Nueva York
misma, una poderosa cantidad de dinero <que se iba a gasta: y la obra de Rodin, llegó el m~mento d~ bajarnos. Y, oh tre-
con nosotros hasta el último centavo». Nuestro agasajo ernpe, menda tragedia, cuanrio ya hab1amos salido del subway, José
zarfa aquella misma noche en el lejano barrio que queda en el Clemente Orozco, que con el único brazo que tenía. buscaba el
Bronx Park, es decir, como a ochenta millas del centro de la gran papelito de la dirección, descubrió que lo había perdido. ~econ
ciudad. Se trataba, nos di jo, de la casa de un amigo, suyo millo- · cilÚndome con él ante la desgracia, d1;1~ño ya descie _e!l~o~ces
nario y el cual nos había invitado muy concretamente. Para el de mis dos--brazos, empecé a bolseado, a la vez 9ue le decía:
objeto nos entregó un papel con el nombre y la dirección exactos «·Qué -bruto! No sólo te gusta Rodin, sino que pierdes los pa-
del anfitrión. p~les, animal. ¿Y ahora qué hacemos?»
Al caer la noche, esto es, cuando se acercaba el momento... , El frío era tremendo. La nieve amontonada en algunas partes
de trasladarnos a ~a .anhelada bacanal, descubrimos que no tc~,ri_•_:~J\I_,_ tenía un metro o más de altura. ¿Qué hacer? Salíamos de la
niamos, de hecho m naco centavos para cada uno, que era lo que .,¡~: 'estación donde había calefacción, hacia afuera, sin meta posible.
costaba el pasaje. <Nada» -me dijo Orozco-, da única solución ,e:·· ' y el frío nos hacía regresar a la misma, pero nuestro debate
es que pa~rotees· a la ~rlandesa.» No ha?ía, ot~a cosa q1;1_e hacer.<ff se reanudaba. Por fin, José Clemente Orozco, fastidiado de la
y así lo hice, pero la irlandesa, ante m1 suplica, me d110: <Ya 1!,: 1
uiscusión y levantándose repentinamente, m~ gritó: <¡Quédate
me deben mucho ... y sólo promesas me dan. Así es que aquí 'l>• ahí, provinciano! Yo me largo»; Al verlo subII ~ la esca~era del
están exclusivamente los diez centavos y eso para que se puedan subway, le grité: «¡Que te congeles!» Pero paso un _m~nuto ~
trasladar al Bronx y le saquen dinero al ricachón que men- Tosé Clemente Orozco no ~egresaba. E?tonc~, ,~ter:ronz~do:. sa}1 >
cionan. Y no vuelvan aquí sin dólares, porque se· encontrarán corrieJ!<!O, pero_ O_rozco. h:ib1a ~esaparec1do. N1 el ID n:.'.dte podia 7'_
sus petacas a media calle, 1 pesar de todo lo que lo quiero a. estar·- un simple minuto rnmóvil en aquel tremendo frío. Angus-
usted, señor Siqueiros>. tiado empecé . a hacer salidas del subway y ti dar vueltas a la
Con la precisa cantidad correspondiente a dos pasajes, lle-. manz~na, corriendo, para resistir el frío. Y d~pués, con el mismo
gamos al subway. Al entrar a uno de sus más profundos subterrá- procedimiento, regresar. a la. estaáón ~ ~al<.'ntarme ~n poco de
neos de la ciudad, yo no pude ya contener mi ya vieja admira-. nuevo, empecé a hacer mcurs10nes más .~epn~s, pero sin el menor
.135
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,~·-,
éxito. No cabía duda. José Cl~ente Orozco se había cong crllntó: «¿Y qué pasó contigo anoche?> Y yo, con la voz eden~e
y se~ultado se encontrab~ debajo de alguno de esos mofü o· da le diJºe· «Sube sube ha pasado una gran trag ia>.
d~ meve. Y todo por m1 culpa, por mi maldita culpa, a • corta ' · ' , ' ó
,Qué tragedia?» «Que Jose Clemente sed co~gel dyl sBeguramente
pmtor d: los burdeles mexicanos que yo había admirad; está sepultado en ~no ?~ los m~ntones e meve '; . ronx, por;
tant;i pasión, en su pequeñísima exposición de la libreria 1 que perdimos tu direcc10n.» «¡Como que se congelo, s1 aquí esta
hab1a. muerto .. Y a pocos pasos de distancia mía. Sin ia-· m _ nmigo en el coche!»
atenoón de m1 parte. Y maldiciéndome por ese maldito sub LÜ
B jé dispuesto a abrazar, besar y go 1pear s1mu • 1taneamen
' te
de Nueva York. J Jo:é Clemente, el canalla aquel que me había abandonado en
Pasó una hora, pasaron dos .horas, pasaron tres horas y Ja estación. Él, que me vio avanzar co~ una cara feroz, sola-
C<;>mo a la~ ~uatro h~ras. y media de la mañana, interrumpie te me dijo: «Esto te sacas par pendejo, pues de otra manera
m1~ dolor?s1s1i;nas med1~ac10nes, una voz en español, me dijo: « me~e explica que seas un admirador del pinche subway de Nueva
panero S1que1r~s, ¿que hace usted aquí? iNo me recuerda? ~~rk». ¿Qué había pasado? La salida fu~ib?~da de José Cl:-
soy aquel mexrcano . que usted conoció en el club cubano ente de la estación del subway había comad1do con la apan-
Harlem. Venga conmigo, vamos dos estaciones más abajo a to' ~6n de nuestro amigo, q1,1ien es~antado por nuestro retardo,
un buen café con brandy». · b'a salido a buscarnos con un amigo al lugar dende deberíamos
Arrastrando los pies, yo lo seguí y ya con el calor del na i . d O . 1
descender del subway ... Y el bandido e roz.co,T por __ s1mp e
y el. brandy, le dije: «Perdóneme que no le haya dicho e \'enganza, no le había dicho que yo esta?~ ah1. L~ dijo que
estaoón del Bronx lo que me pasaba. pero en realidad no t me había quedado con la irlandesa, aquel v1e1ón horrible.
fuerzas y me sen~ía congela~o. ~.sted sabe que José Cierne'
~rozco y yo perdimos una d1recc10n donde íbamos, no tenía
dmero para r.egresar y después nos pusimos a discutir. José ·
mente, que tiene un carácter terrible, se enojó, se fue y z. Olvidando nuestra vieja disputa, y por sugerencia de nuestro
blemente está muerto y enterrado». «¡Qué barbaridad -me dij mecenas, Abead, nos fuimos a cenar a un elegante restaurante
Regresemos. Yo tengo dinero». . de Nueva York. Nuestra mesa estaba situada cer.ca de o~ dor;de·
. Nos pro~eímos de una botella de coñac y volvimos a I~ •. p encontraba un mayor del ejército norteamencano, qmcn, 1m-
fenda estanón del Bronx, Juntos estuvimos caminanrlo ha ~;asilJle, parecía no darle la menor ate.nción a lo que se deda
dond~ nos lo permitía el frío de esa madrugada terrible, sin éxi" 't su a'lrededor... Y el interrumpido od10 de José Clemente con-
de nmgu~a na tura.leza. C<?mo a las .s.iete y media, aproxima , - todo lo que eran los Estados Unidos volvió de. nuevo a esta-
~ent~, el mtempest1vo mexi~ano, me dijo: «Me tengo que ir, ami tn pero en este caso, cuando a Abead se le ocurn'ó d :ar
liar, · que 1as
S1queiros, yo entr~ a trabaiar a l~s ocho. Véngase en el subw neoyorquinas, además de muy hermosas, eran muy ard~entes. Est~
yo le pago el pasa1e .Y le voy a depr. algunos centavos". .{ íue suficiente para que José Clemente em~ezara a denr las cosas
Ya no .tema sent1~0 que yo contmuara, sin rumbo ninguri :iüs horrendas de las mujeres norteamericanas. Y :on su ma-
en la estación subterranea del Bronx. Y me fui al Borden Hous~· ncr?. de hablar, que era escupiendo palabras puntiag-Gda:', no
donde vivíamos, con la esperanza de que Orozco se hubiera eii~?,' ,lcjaba de llamarlas con los ~res .nombres: «Ul~raprosut~tas,
cont.rado otros c~nco centavos en la parte más profunda def1~ :usensibles, estúpidas, témpanos ?e luel<?:i>· Nos d~o.a, por .eJem-
bols1.l10 y se hubiera escapado en una de mis salida~. Gritandof~· plo, que no había mujer amenc~~a, JOven o vieJ~· bcmta o
. entre en l~ casa: «¡OROZCO.. . OROZCO ... !,, Pero la irlan.t; :ca, alta o chaparra, que no reqmnera el amor tocando!~ a su
'aesa me sahó al paso, diciéndome: «Qué escándalo es ése. Orozcoi~ rni:ipaííero de juerga circunstancial -porque. todas sus 1.uergas
no ~a regresado. Seguramente se han botado toc!o el dinero>); ' •.Tan circunstanciales- el pabellón de la orep, para denrle' al
Ter~1blemente fatigado como estaba, me tiré en la cama y~H :11ismo tiempo: Honey. . . . .
vestido, me quedé profundamente dormido. ,,' ' Eli un momento dado, aquel alto Jefe del eJérnto norteamen-
~orno a la una del día, unos silbidos, los habituales de Í cauo, que jamás había vuelto la cara hacia_ !1-uestra mes~'. se
mexicanos en Nueva York, me despertaron. A carrera tendid, _ levantó parsimoniosamente, tomó, s.u gorra m1~tar del clav11ero
pegando un tremendo salto, llegué hasta una de las ventan~s!f donde se encontraba, a la vez que un pequeno fuete que ahí
que dab~n .ª l.a calle y el _<;,ue estaba silbando era Abead, el q~~~,~~ había colocado y después de acercarse lentame~t~ a nfü~stra m.esa" ·
nos habia mv1tado a la fiesta en el Bronx. Este amigo me pr~~~ en muy buen español, aunque con todo el t1p1co e imperdible
l?s sen~lados . Pruna y Escalera, en que no se me increpara conti 1 pintor de caballete y de frances.
Fernand Léger conoció los esqu.emas de muchos de mis ar-
.
cierta v10lencia por lo acontecido en México. ;¡.:' ticulos enviados entonces a El Un.1versal Ilustrado y entre los
(Todavía en 1938 podían encontrarse en España resentimieu~~~IL ruales se encuentra aquel que se t1 tula: «Los choferes de París
tos cont~~ :Méxi~o por Jos !usilamientos de españoles durante la.''.J.•:.·. .• , están en lo justo>. En ese artícul? yo relato el hecho de que
Re;·oluc10n Mexicana. Temendo yo el puesto de mando de mi;~ Jos choferes de taxis en París, ya bien al~brados por lo~ golpes
brig~da en una población de Extremadura que se llama Estrella,"·~~, de rojo, se detenían delante de los. infimtos cafés de art~stas de
al~men 1'e en~argaha subrepticiamente de meter por debajo de .. París para gritarles a, s.us parr~qmanos: «S;:lai:-ds parasites en-
m1 ~uerta ho1~s enteras o reco:t~ de las revistas y periódicos'/' 1. merdés» (cochinos paras1tos enm1erdaJos).' anadiendo aquello de
espanoles, p~rt1cular~e1:1te. madnlenos, de l.os primeros años de . . ·:··:1 .. «aUez vous ern, meteques» (lárguense metiches) .
la Revoluoon. en Mexico, en que se relataban escenas espeluz- f
nantes de asesinatos de españoles en mi país. Nunca pude des- ,
cubrir quién hacía aquello, pero indu<labl~ente se trataba de ,
alguien que todavía conservaba un espíritu vengativo en contra·.~.
d~ México y lo hada patente ~n el caso de un jefe militar me-::.;'\
x1c:mo. Pensaba: es un franco-tira.·d.or que cualquier día, en cam-,;;.''.< .·
I 1. El brasileño Araujo, pintor de gr.an. ~rest1g10 en su f?aÍs y
sumamente apreciado en Europa, me rnvito a ~a casa ~e Picasso.
Rivera, mi compatriota, muchas v.eces me o~reció lo mismo, pero
pana, me va a meter un balazo.) ~ ·~, '!!!·
no sé por qué causas nunca llego a cumplir su oferta.
Pruna y Escalera ?abían sido ami~os de Fernand Léger, cuy~ :+ Ya para llegar a la casa de Pi.casso, una o dos .~alles antes,
nombre no sonaba aun a cosa s1.nsac10nal. Por eso, en una cita· encontramos a Rivera, quien s~ludándon~s, nos di.Jo: «Vengo
normal de ellos con Léger, -yo 1~tuve presente. A partir de e~ de la casa del maestro (así lo llamaba siempre Rivera) y lo
138
139
--~1·'<--,;·
· ul~r interés en referirle a Picasso mis ya por aquell<> época
a~abo de agarrar en una "volada". Sucedió que al quedánn uc émicos
" .
puntos de vista . acovo,
sobre el espac10 . el espectador
viend?. ~o} un cuadro colg~do bastante alto en la pared, Pi Pº .lvil Jos nuevos materiales a b ase d e smteucos
· ,. y, en genera1,
m~ ?•JO. E.se cuad:o .1º. pmté en }%:1 y como usted ve, ya .Se· ¡U( )
todos ' mis puntos de \"ista en relac10n
• '
c~n 1a ~mtura
. 1
monumen t ~,
~d1vm~n ah1 los prmop10s del cubismo" .. sin darle tiempo para·.:r en confrontación con aquella que esta dcS;tmada a la apropia-
impedirlo, acerque cautelosamente una silla, ro.e trepé en ellll1··.· .~. :k. ción privada, o sea, el cuadro de c~ballete.
hasta a:;anzar el cuadro, le pasé la mano. . . y la pintura estab ~. ·
fr~sca. Conque en 1906, ¿no?", le dije al maestro enseñándoI!,¡¡¡:
Sin duda alguna, no obstante mi manera desbordada de pre-
sentar mis opiniones al_ respecto, Picasso me escuchó con extra-
mi ~a~o embadurnada>. Araujo, que no quería a Rivera y ·~;r
esp:c1a1Izaba en enc~nt~ar siempre los resbalones de éste ra::·:~&' ordinaria atención.
Nuestro compañero de convivialiclad tanto en _el café Flor~
ci;1ttcarlo, se le 9ue?o v.1.endo en forma sarcástica y después, vol como en otros lugares, fue siempre el famoso arqmtecto yanqm,
viendo la cara hacia m1, a la vez que levantaba las cejas co )ero radi.cado en París desde su primera juventud, Paul Nelson.
t?<1a la cabeza, en actitud.?e i_nterrogación, sospecha, y al mism ~u carácter de arquitecto facilitaba por parte de éste la _cap·
tiempo censuradora, me dIJO simplemente: <Vámonos>. •· tación de mis puntos de· vista, y por ahí: en el proceso ~usmo
J:?~spués . de l~ presentación de rigor, _muy so~riente, Arauj de la conversación, la aclaración de los mismos frentes a P1casso.
le _?110 a, P1casso. «Nos en~ontramos. a R1.vera. casi en la puerta;~"·:, Recordando, o mejor dicho, visualizando las escenas de lo r~·
y .,in preambulos nos espet~ una cunosa h1s.tona sobre un cuadro'fi:
de usted, supuestamente pmtado_ en 1906, pero que al pasarle~~ 1
ferido, puedo afirmar que a Picasso le interesaba l.a vehemenoa
casi sectaria con que yo sostenía mis puntos de .v1st:i-. En algu-.
la ?1ªnº. se en~?ntraba fresqueoto». Picasso, volviendo la cari!lf nas ocasiones sonreía amablemente al escuchar mis v10lentos sar-
haoa m1, me d1JO: «Su co~patriota Rivera será siempre el mis-·~ . casmos contra el cuadro de caballete y, i'.;:.;:· ahí, contra toda la
mo. Es verd.ad qu; yo le dije que ese cuadro lo había pintado'•~~/
en 1906. y qu_e tema ya todos los elementos de lo que más tarde'~¡)! ·pintura de la escuela de París.
sería m1 cu_b1smo. Pero todo lo demás es completamente falso>.: ·
A su, vez. ~1casso se trepó en una silla y bajando la obra nos J
acerco, d1oéndo?os: «Embárrense las manos, por favor>. , 5. En Barcelona encontré a mi flam.ante y ¡>0r demás espectacu-
En otra ocasión, y hablando de mi viejo tema de la fotograff lar cónsul general, tabasqueño y mLiy tabasqueño, por cierto,
como documento del dra~a. human.o y para la mejor captación, . que, como es perfectamente explicable cuando se conocen los
de los fenómenos del mov~m1ento ~n la _plástica, Rivera me dijo:·.:' antecedentes del estado mexicano de Tabasco, se llamab~ nada
«Despué_s de Cézanne,, qmen. usó. mvanablemente el documento···.f····.·'·.·.· .l menos que Amílcar Zentellas. Era un hor_nbre alto, mas que
fo~ográhco, el ,que mas lo. ha utilizado es Picasso, sólo que el::· · obeso, rubicundo, pero no obstante ello, evidentemente hermoso
i:nmero lo h~oa en foIT?a t~anca y el segundo, vergonzantemente. ::V y apreciado por las mujeres, que había pedido el puesto ~e
En. una ?cas1ón, al abnr P1casso la gaveta de una cómoda, con y1 · cr'msul general en Barcelona precisamente porque la perma_nenoa
la mtenoón de mostrarme algunos de sus dibujos más antiguos;}, de Barrerita en aquel lugar demostraba que .la plaza eE Jugos~.
se le cayó. al suelo la fotografía de una mujer sentada que aca~ J,mílcar Zentellas iba a lo seguro. Ahora bien, como no podia
baba de pmt~r po~as horas antes. En,tonces Picasso, rápidamente; ~uedarse atrás de Barrera, trató de superarlo en tiempo y .es-
le puso el pie _enoma a la fotografía y así permaneció sin mo- 1 1;acio. Mi regreso a Barcelona coincidió con un ba~e que hizo
verse todo el tiempo que yo duré en su casa ... Por cierto que
yo duré el mayor tiempo Posible para molestarlo». •
t\· épo;::a en un fastuoso hotel de la plaza de Cataluna-_ _Natura}-
mente, el sefi.or cónsul general no podía en tal ocas10n vestir
E? _los añ~s de 1919-1920 .Y priucipios de 1921, ya que regresé . el atuendo del burgués común y corriente, o sea.' el_ frac, y se
a Mex.1co a fmes de ese último :i.ño, no tuve verdadera amistad · mandó hacer un uniforme de embajador e.~traordmano.
con P1casso.. Accidental:nente lo encontraba, lo saludaba, y en · . Aquella noche el hombre de Tab_asco estaba positiva y aut~n
:lgun,as ocas10nes. camb1a?a. ~on él algunas palabras. Mi actitud üc:i.mente deslumbrante por la cantidad de oro y condecorac10-
L?n el, por propia. conv1coon y par influencia de Rivera, era :;.; nes no sé de qué origen con que ¡e ~abía reto~ado ?e la cabeza
siempre la de un ~1scípulo frente al maestro. Fue sólo en 1939;~N~· a los pies. Aquel acontecimientc> le iba a servir ~as. que nada
1
en e~ero de ese ano, ~uando.,tuve la primera ocasión de hablar · para sus fines de priaPo, pues, coi:i aquello cons1gmó despué~
C?D: el en f~rma amp~1a sobre. cuestiones de pintura. Habiendo hacer verdadera racha en.•.re 1;s ncad1onas catalanas que as1
v1v1do ya m1 largo pnmer penodo muralista, tuve entonces par-.· .
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fueron, una a una, víctimas del espejismo americano.
eral de mi país en España. Casi sin pedir permiso,. ~eguid~ Pof
aquello, . decía. don Amílcar, no lo estaba pagando el gobie ros cancilleres Pepe Peña y Batista, penetr~ en la 0~1cma p~1vada 1
de M.éxico n_i. muchos menos, sino provenía de sus inme del cónsul general. «Don Amílcar -le gnté- aqm le traigo el N
estanoas, posic10nes heredadas de sus antepasados, que se e - 11 er número de nuestra revista y en ella su retrato y la nota
cont~aban diseminadas de un extremo a otro de la repúbli pn~ nos pidió. Pero como no tenemos para sacar los ejemplares
d~ la imprenta, veng() a suplicarle que me dé las 400 pesetas
1
mexicana. No creo que haya pasado jamás por Barcelona
funcionario, inclusive turco, más ostentoso y extraordinariamen
embustero que nuestro compatriota. . ofrecida». ó
Con una actitud imponente, el ~eñ<;>r Zentellas tom en sus
Naturalmente, la presencia de don Amílcar Zentellas en B manos b revista, quedó viendo .el d1bu10 abstracto de Zayas, ~n
celona era para mí una esperanza económica en relación e mexicano ilustre radicado largo liempo en ~uropa, que dese~penf
nuestros planes comunes de la librería Salvat Papaseit. El eón un gran papel en el cubismo después, volv1e!1do la ca~:i _haoa m ,
general de ~éxico, indiscutiblemente, .nos iba a. da!' -UD -P~u,i on una voz interrogante que me sonó trágICa, me d1JO. «Bueno,
de su gran .r_iqueza, para hacer, en pnmer lugar, UD<LJ:~· : • ~ mi retrato?> Tomando yo entonces la revista y temblando ya par
aste.-.. En reuniones especiales pude llenar de esperanzas >SQb
todo a los latinoamericanos. íbamos a dar nuestra batalla··:.:::
f~ que suponía iba a acontecer, le dije: «Aquí, está su :etrato».
·Ad 'nde adónde que no lo veo?» «Aquí, aqm.) Inclus1ve, con
Europa y el lugar adecuado era Barcelona y particularmente- «l o ' ' ' . . . 1 t b
la mala suerte para mí, que al pnncip10 no o en.con,:a a yo
Barcelona en que había un señor cónsul de México que se ff mismo. Entonces, poniéndose de pie y r~on un ademan .:•. uy pró-
. maba Amílcar -Zentellas.
ximo al que podía ha.her t~~ido alg~1en que me senala~a .la
Mi primera entrevista con el alto funcionario consular fu puerta de salida y casi arropndome la revista a la cara. "-¿Y
todo un éxito: nos daría 400 pesetas para cada número de nue
tra revista, que ya se percibía con el nombre de Vida Americana
Y 400 pesetas eran entonces una verdadera fortuna. Por otra , .
1 usted cree que por ese retra~o y. esa nota le voy a dar 400, pes~
tas?» Rojo de ira, guardé silenoo durante un mome~to, ) des-
parte, lo que él pedía en cambio no era mucho, aun tratándos ., pues, , adoptando una actitud mucho más . declamatona
d · 1que ela.
de él mismo, le espeté con toda..<> las fuerzas e . mis pu mon ~·
¡
de una revista de arte. Quería, simplemente, que se publicar «·0 a a 0 le ponemos a su retrato un sello qu~ diga: ¡No pagó.»
•·¡
Zentellas, nuestro cónsul general, les había puesto una tramp el cónsul casi se nos arrodillaba, pidiéndonos· en nombre de la
y que seguramente a su mujer la tenía encerrada en su cas pat~·ia, del buen no~bre d_e México, de «los aspectos pasitivos,
tratando indudablemente de violarla. deoa, de lo que habia reahzado en Cataluña y en toda España,
Rápidamente me movilicé, primero hacia los amigos del pr que eso quedara entre nosotros». Y con frecuencia repetía aquello
pio consulado y después hacia los escritores y artistas de m de que las 400 pesetas mensuales quedaban en pie.·
grupo. Al llegar al consulado de México me dijeron que aquell
era verdad, que el canalla de don Amílcar Zentellas, quien ha
bia cometido ya muchos desaguisados de ese orden en Barcelon
estaba seguramente Lratando de cometer una canallada con aque 6. El prestigio de la. Revolución Mexicana en Europa, con el
matrimonio de casi niños, que eran además de una ingenuida. nombre de Pancho Villa (Pancho Vilá), nos servía a lo~ mevi- ,,,.
y una pureza extraordinarias. canos, entre muchas otras cosas, para conquistar' a las mujeres.
Con aire marcial y casi cantando el himno nacional, n Aquello de que nosotros éramos un pueblo que se moría a vo-
dirigimos a la lujosa torre (así le llaman en Barcelona a los. luntad y sin saber por que o para qué, les atraía enormemente.
chalets) que tenía el cónsul en un barrio de aquella ciuda Nue3tras historias truculentas iluminaban la imaginación de las
que se llama Jusepets. Al llegar a ella, rápidamente me lan.' muchachas, hasta el· extremo de ser nosotros una e"'pecie de seres
sobre la puerta, tocando violentamente el timbre, a la vez qu a los cuales no había qt!e negarles nada, inclusive, ío más ínti-
golpeábamos la puerta. Pero nadie contestaba. Se oh un silencio mo. Naturalm;nte esto aconteció en el caso concreto que voy
aterrador. Sin embargo, una señora del chalet de enfrente, nos a rel~tar: bebrnmos .Poncho Castro Valle y yo en un pequeño
dijo que no hacía mucho que el cónsul había entrado con un bar eiegante de Pans, de esos que son frecuentados particular-
señora de aspecto extranje.ro. No .quedaba la menor duda. Ahíii;;, mente por ca?alleros acompañados de damas, cuando llegaron dos..
estaba el cónsul y ahí tema detenida a la muchacha. :;:i,,\; r1ermosas mujeres, de edades bastante diferentes, para sentarse
Algunos de los miembros del propio consulado empezaron;E\ después en una mesa próxima a nosotros. Nuestra conversación en
a lanzar pedradas centra las ventanas; mientras yo trataba de ·>s,·1 castellano, les atrnjo desde el primer momento hacia nosotros.
forzar la puerta. El escándalo estaba arreciando y. ?eguramente.. ·~.·.¡_.·.' Y después de un ligero flirteo preparatorio les ofrecimos nuestra
la policía no tardaría en llegar, pensábamos. Por fm, ayudado' · mes~. la mesa de . ellas, o copas of.reciclas por nosotros que to-
por los otros, conseguimos romper la cerradura y penetramos en'¿;" ·:- manan:os ~ada. qi;1~n en su respect~vo lugar. Naturalmente, por
la casa. Al penetrar en el primer corredor de la misma, apareció ;~~ · ~onvem~nC!a h1stonc.a, por opo:tums~o cronológico, empezamos
don Amílcar con el sombrero en la mano y saludándonos aoaren" ;i;~ , j)Or deorles que no er~mos espanoles m mucho menos argentinos,
temente con la mayor tranquilidad. «¿Qu~ deseábamos?;, nas·,, · ':n:, de la tierra ternbl~- de l\Jéxico. La hermosa señora y su
preguntó. Vioientarnente le dije que sus malas costumbres eran .., qmza m~~os hermosa hija, pues eran madre e hija, pero e!l
ya motivo de comentario en toda Barcelona y que conociendo0i extremo 1ovenes ambas, al conocer nuestro origen, abrieron des-
muchos casos similares, que habían sido motivo, inclusive, de,~. n~esuradamente los ojos. Nos veían ~e la cabeza a los pies, obser-
investigaciones policiales, nosotros teníamos la seguridad de que'}1.;,~ 1·a~donos de la m~nera más , meticulosa; desde luego era la
la muchacha estaba ahí. Sin hacer _caso de sus protestas, y siguienj~ pnmera vez en su vida que ve1an mexicanos J
do a Villalba, que al pasar !e dio un fuerte trancazo al cónsul, Ya bastante. alumbrados t~dos, pero haciendo por nuestra
nos metimos a la parte de atrás, adonde encontramos efectiva~·. parte gala ele riqueza, se empenaron en que fuérarros a su casa.
mente a la muchacha, encerrada en un cuarto y llorando. ~aturalmente, al principio supusimos que oé tr}taba de dos
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cocottes más o menos discretas, pero al llegar a su casa dese en México son totalmente ignorados .los invertidos, y mi com·
brirnos que habíamos hecho amistad con dos aristócratas y d. pañero. al descubrir qu: la cant~nte no es .sino un cantante vestido
una de las familias más ricas de Francia. La madre era viud . de mu1er y de recon0C1dos hábitos femenmos, que por otra parte
y la hija huérfana. Pero la madre todavía tení;i ig.ua~cs. impulsos.:¡.· 5on muy bellos hábitos, no ha podido impedir su sorpresa y su
que la hija, aunque con el aditamento de una mfuula mayo indignación>.
sabiduría. Entonces, repentinamente, como por encanto, todos empe·
Después de tomar algunos aperitivos más en la sala fastuosa zaran a agruparse en torno de nosotros, particularmente las mu-
de su casa, con camareros de etiqueta, nos llamaron al comedor.-. jeres. Les parecíamos seres de otro planeta. Nos ·veían con un
Corno es sabido, en Francia la comida fuerte se hace de seis y asombro afectuoso. <¿Cómo es posible -decían-, que en el país
media a siete de la noche y lo que se come, ya en pl~na noche, g : de ustedes no haya invertidos?> <No señora -le respondía Alfonso
neralmente después del teatro, entre las gentes pudientes y nad Castro, con energía y yo suavemente-: No hay, no hay>. Fue tal
más entre ellas, es lo que propiamente se llama cena allá. · la admiración por nosotros, que yo no sé quién pagó nuestra
en el comedor, no obstante la etiqueta en que estábamos envue cuenta y desde luego no fueron las señoras que rios acompañaban,
tos en un momento dado pedimos disculpa para tomar nuestr parque eso lo hubiéramos podido percibir. Creo que algunos de l·li
jaiÍJoles a la auténtica manera mexicana, cosa ~~e no hab~am los asistentes o varios a la vez quisieron de esa manera rendir
dicho antes -dijimos- por no tener aún sufioent~ conftanz honor a la masculinidad mexicana. Nuestras acompañantes, a
Entonces Poncho y yo sacamos las cajetillas de cerillos, los ~ll partir de aquel momento, ya no nos soltaron del brazo. Nos
melles que se llamaban en París, y los echamos dentro del wlusky, detenían, como quien ha descubierto un tesoro.
a la vez que nuestras anfitrionas y el cama~"er? de turno pegaban,~,
un verdadero grito de espanto. Nosotros, sm 1r:mutarnos, PonchoJf·
y yo al unísono, ingerimos rápidamente la bebida. Naturalmente,~
Jo hacíamos antes de que el fósforo se deshiciera en el alcohol.}' 7. Con sueldo de agregado militar a las emb;:;,jadas de México
La admiración por nosotros tocaba ya lo increíble. Si el whisk . en Francia, España e Italia, debí trasladarme a Roma. Hice el
lo tomábamos con fuego, ¿con qué fuego haríamos el amor? viaje en el expreso París--Roma, llegando a esa ciudad con enor-
Ya montadas en nuestro tren de parranda, nos pidieron qu Ute retraso debido a la acumulación del tránsito. Confieso que
fuéramos a un famoso cabaret donde la vedette, por cierto de;, no me interesé por saber a qué se debía tan extraña anomalía
fama universal, es un invertido muy conocido, pero cuya iden·} en µn país europeo. De tal manera que al llegar a mi destino,
tidad no se le descubre a los visitantes extranjeros sino hasta,~; me encontré con una sorpendente novedad. El cochero del ve-
las últimas horas de la madrugada. Aunque nosotros ya conocía" hículo que tomé para trasladarme a algún hotel, me interrogó:
mos el lugar, fingimos que lo ignorábam?s. En un momento"·,J .«¿A qué hotel lo llevo?> A lo cual le respondí: «Lléveme a un
dado, y haciendo todo el teatro correspondiente, Alfonso Castro(, l.
buen hotelito que no esté muy lejos del centro>. El cochero volvió
Valle dijo: «Yo no sé, pero a mí ese indiúduo me, huele a !: 1
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la cara con verdadero asombro y con sus típicos exaltados ade-
invertido». A lo cual, yo agregué: «Igual golpe me estaba dando\\f manes italianos, abriendo desmesuradamente los ojos a la vez,
en la nariz, pero a mí me daba pena decirlo~. Casi gritando, la.· agregó: «¿Cómo? ¿Qué usted no tiene reservado cuarto en algún
madre le dijo a Ja hija en su tírico y refinado frqn~és de ~a:ís,, hotel?» <No>, le dije un poco turbado. <Pues regrésese a París,
en forma interrogante: «¿Has visto una prueba mas exquisita,.; si es que de ahí viene usted, porque aquí no encontrará cuarto,
tanto como demostrativa, de masculinidad?» •Así es -dijeron ni siquiera en ninguna casa particular. ¿Qué no sabe usted que
las dos-. Es un famoso invertido». Entonces Alonso Castro, por dentro de unos días es la coronación del r.uevo Papa?> Y se
indicaciones misteriosas mías, se puso de pie, gritando: «¡Deten- soltó diciendo ías más horrendas blasfemias italianas contra la
gan eso, detengan eso! ¡Es abominable! ¡Qué ~spectáculo, qué . madre del Papa, la abuela del Papa y el que inventó al Papa.
indignidad~» D~ todas las mesas brotaron voc~s air~das en co~tra;, Indudablemente al ign,orar yo la coronación del Papa, supuso
nuestra. «Silencio, repugnantes meteques, salva1es, barbaras», m1en·,j_¡. que se trataba de un jacobino furtivo.· Le dije: <De todas ma-
tras algunos de ellos, no o~stante sus impecables smokings .ª~an.,¿,'" neras lléveme por ahí, a ver qué pasa». Y empezamos a recorrer
zaban hacia nosotros en act1 tud amenazante. Entonces yo rap1da- · hoteles ante el asombro un poco indignado de los chiefs que
mente me puse de pie y en el ~ejor fra~cés que ?Je fue posible, les veían entrar a aquel absurdo pasajero que buscaba cuarto en
grité: «Señores, perdonen a mi compatnota mexicano, pero es que la Ciudad Eterna, días, casi horas antes de la coronación del
J 1-8 149
Sumo Pontífice. Por regla general, al camina~ hacia la ca Desperté al día siguien~e y todo estaba absolutamente tran-
despué~ de mi necesario fracaso, oía brom~s,. siendo algunas quilo. Las otras ocho o diez. camas con que habían atiborrado el
ellas bastante pesadas en ~i contra, ~orno 1d10ta y cosas lºr .. cuarto estaban vacías; y era algo más de la una y media del día, me
estilo. (Estaba yo muy seno: «¿No tiene cuarto?» ... ) Natural~.\'.· lavé, me arreglé y salí para desrnbrir a qué se debía tan maravilloso
mente, entre hotel y hotel nos deteníamos a, beber sendos vasos misterio. Ya en el vestíbulo, observé cierto movimiento. Y al
vino rosso en todas las trauorías que encontrabamos a nuest~o pas . llegar a _la oficina del pequeño hotel, otro encargado, pues no .,_
de tal manera que ya en la madrugada nuestro recorndo era era el mismo que me ~abía recibid~ en la madr1,1gada, me dijo: •
eufórico. ,.2,, .rEl suo babbo» «¿El mzo babbo?» «Si, el suo babbo», respondió, a
Así. caminando, caminando, ayudados por el vino ··osso, llé~'i'. la vez que me extendía una hoja de papel escrita a mano. Todo
gamos: según me informó el propio cochero, a una pequeña plazal¡c aquello parecía increíble. Se trataba, en realidad, de una carta
situada en uno de los barrios más pobres de Roma, que se 11 de mi papá que empezaba diciendo: «Las cosas que hace Dios
maba Piazza del Paradiso. Bromeando le dije al cochero: <Aq l\uestro Señor. Me dijeron que un mexicano, angustiado de
tiene que haber cuarto para mí, si es que la Piazza quiere ha fatiga, había llegado en la madrugada al hotel y le habían dado
honor a su nombre>. Y casi al decir lo anterior, observé el rótul un c~,arto, c~n el comp~omiso de que se saliera al llegar la de-
de un pequeño albergo: «Albergo del Paradiso.» El cochero se de !egacion mexicana. Entre al cuarto y cuál no sería mi asombro
al.. ver qu~ la persona que dormía tranquilamente era mi propio
tuvo frente a la puerta de aquel mesón y y~, desganadame~te•. ·,;;-·····.1
me baje. Ya frente al mostrador del pequeno ~otel y de~id~,cj\i h110». Yo ignoraba en absoluto que mi padre tuviera la intención
a la gran fatiga que tenía en ese momento, despues de tan largoJ ~e ir a Roma con. ,motivo. de la coronación del Papa, acompa-
viaje por tren y más largo aún en coche, recobré fuerzas, di-., nando a la delegac1on mexicana. Naturalmente, mi padre lo que
ciéndole: <Ya sé lo que usted me va a contestar, ~ero, por f~vor/;~·, . menos podía pensar es que yo fuera a esa coronación. Su propó-
no sea mala persona; déjeme cuando menos dormir en un sillón~. sito, según me lo dijo esa tarde, había sido el de trasladarse
de alguno de los corredores. Le prometo no molestar a nadie>. de5pués a París y darme allá la sorpresa.
Y así insistí, insistí, buscando siempre réplicas a ~us. arg~I?~ntos:li;'I!;·····
Por fin el hombre, ya cansado de responder a mis mqmsk10nes, ·~.
me dijo: cLe diré la verdad: en este mo~ento no hay un solo,·.~.
cliente en el hotel. Todos los cuartos es tan desocupados. Yo soy ., 8. Cumpliendo con lo que podía en la carta, lo esperé hasta
el único viviente en esca casa. Pero es que estamos esperando:.. cerca de las dos y media. Y cuando llegó, lo primero que hizo,
a la delegazzione del 1'.-lessico, que está por llegar de un mO:;fl• at1tes de abrazarme, fue mostrarme con el mayor entusiasmo
mento a otro, y la cual ·tomó el hotel por su cuenta hace ya· «nuestros boletos» para entrar a San Pedro el día de la corona-
mucho tiempo». Pensé que aquello era mi salvación. Saqué rá7 ,~ . . ción. Yo, el ya entonces jacobino y capitán del ejército revolu-
pidamente mi pasapor~e; diciéndole: «Yo soy del 1:'f essico. Mire, r cionario, fui incluido en la lista de los peregrinos mexicanos a
!'!lire, yo soy del Messico», pues. pa~a entonces sabia yo que no, la coronación del Papa. Y vino el acontecimiento: multitudes
había que decir «yo sono mess1cam» porque eso suena en tra- ·. inmensas se agrupabañ frente ::i. la Basílica de San Pedro y ocu-
ducción casi literal a yo soy medio perro. «Sí, sí -i;ne dijo-- me paban todas las avenidas que conducían al templo. Tardamos
da mucho gusto; usted es mexicano, pero no es. usted de la _con- horas en llegar a nuestro destino. Las diferentes delegaciones iban
gregazziono. El ~obre ~m~leado empez?. a mirarme con cierta c:anta;ido ~imnos religiosos, en sus respectivas lenguas. Y había
simpatía y por fin, ap1adandose me di10: «Bueno,. venga. Va hombres sm duda alguna de todos los países de la tierra. Natu-
usted a dormir en un cuarto, pero con un compromiso: que en ramente,_ los sentimientos religiosos no impedían los exabrumptos
el momerrto en que yo le llame, así sea dentlo de cinco minutos, e mclmive con ello3 las frases ofensivas de carácter discrimina-
usted se levanta y se va, porque aquello querrá decir que ya torio nacional. (Salvajes ... creo que son árabes ... ) Felizmente,
llegó la delegazzione del Messico. Dándole las gracias más con- , la delegación mexicana que marchaba casi unida a la española
movidas que me fue posible, me metí al cuarto, me tumbé en · y a las sudamericanas, pudo caber dentro del recinto de la Ba-
la cama y prácticamente sin desvesti~me, me 9uedé profupda- sílica, porque una inmensa cantidad quedó afuera.
mente dormido; para eso, los muchos htros de vmo -rosso e~taban En el interior, algo más que el fervor, la histeria religiosa,
sirviendo a la maravilla. Esto aconteció como a las 6.30 de la estaba en pleno frenesí. Las gentes gritaban, cantaban, se llama-
mañana. ? ban en voz alta de un extremo al otro, se apretujabari, lanzán-
150 151
<lose como una verdadera ola de un extremo a otro, y cuand esto lo hizo desde el púlpito de la otra gran Basílica de Roma,
empezó el acto de la coronación, s~ hizo el sile?~io n:ás a . que es la de San Pedro y San Pablo. Como enloquecido de sen-
luto. Después vinieron los cant_os rituales, l~ m~s~c~ gigantesca sualidad contenida, empezó a gritar que se había cansado ya
de los múltiples órganos combmados, todav1a dmgidos por el de llevar a cabo una vida marital oculta con quién sabe cuántas
abate Perozzi, y cuando llegó el momento en que el Pap~ e.s amantes, cuyos nombres pronunció con todas sus letras; y que
conducido en andas -se dice que en la famosa silla gestatoria.....:. a partí:- de ese díá dejaba la sotana y se iba a vivir con una
se desató una tormenta de llantos, pero de llantos de placer mujer con la que había tenido muchos hijos. Me cuent&n que ' ·~I
infinito. Recuerdo que un fraile espafíol de hábito. franciscano las gentes gritaban en la propia iglesia que lo hai.í1a poseído el
gritaba con todas sus fuerzas: <LTú eresh el rey de reyesh ... demonio, o bien, que los enemigos de la religión le hab:_:n dado
perador del mundo ... l> Y me daba empujones a. mí, de tal ma~ una droga enloquecedora. Hubo intento de linchamiento, en un
nera que me iba ele boca, porque estábamos hmcados; tal er caso similar, aunque no de la misma importancia, en la Rusia
su entusiasmo. En verdad, la escena es uno de los espe~tácul .· ortodoxa de los zares; los católicos italianos tomaron el asunto
más impresionantes. que he te~ido e~ toda mi vida. Mi padr como si se tratara simplemente de un irresponsable por causas
lloraba a lágrima viva, como si estuviera verdaderamente en e misteriosas, ajenas a su voluntad. Recuerdo que los periódicos
tado de éxtasis. En un momento dado, él y la mayor parte d. católicos publicaron el retrato del padre Perozzi como el de un
los mexicanos varones de la delegación levantaron los brazos, po: l\Jinistrn del Señor víctima simplemente del demonio, como
niéndose en cruz; los imitaron muchos otros sudamericano~ y así un caso de locura transitoria y que por lo tanto el padre Perozzi
permanecieron durante mucho tiempa hasta que termmó la. volvería a su estado normal. Mi padre, por su parte, comentó:
ceremonia. ~
«Después de la tremenda victoria de la coronación del Papa, era
A la salida de la Basílica, un joven sacerclo~e ca~óli~o, quizá1 .·.·;
¡·
'.·.
152 153
Naturalmente, después de aquella entrevista, Elie Faure salió en ese momento entraba Angeline con los mismos platos de
corriendo a todos los cafés del Barrio Latino para contar que fresas que había servido en la mañana y en la tarde.
según la afirmación de dos pintores mexicanos, radicados en El acontecimiento aquel me dejó un verdadero horror por
ese momento en París, en la costa del Pacífico de México había Jas fresas de París. Y en el último viaje que hice allá, hace apenas
unas tarántulas de más de un metro de altura y que éstas eran dos años, no las podía yo ver ni de lejos. Pero yo no sé qué
madas como medios de transporte, particularmente en el trans. diablos pasaba, me las ofrecían en todos los restaurantes ...
porte vertical de los acantilados.
Semanas antes, había conocido yo por primera vez a Diego
Rivera en su pequeñísima casa-estudio de la rue Dess.ai:x, en
París. Llegué en la mañana, ~orno a las nueve, y en los pr~cisos mo- 11. Nuestras ideas de entonces tocaban apenas una imprecisa
mentos en que Rivera se desayunaba. Con toda la d}plomaci idea que pudiéramos calificar de nacionalista-populista. Apenas
protocolaria de un me~icano h~cia otr? mexicano, me invit_ si habíamos empezado a· sentir en nosotros la necesidad de expre-
a desayunar con él. El pnmer platillo, segun pensé yo, era aquellas sarnos como raza y nación. Un breve embrión de vanidad nacio-
gigantescas fresas, por cierto muy desabridas, de París. Termi; nal había venido produciéndose en nuestra mente. Queríamos
nada esta fruta, yo esperaba que viniera algo más. Pero Diego dejar de ser, como lo habíamos sido hasta ent9nces, un simple
me dijo: cTengo la impresión de que usted está esperando otra reflejo de Europa, en arte, como en todo lo demás. Queríamos ser
cosa. Pero en esta casa sólo desa unamos fresas». «Mu bien -le nosotros. Y aunque aún no sabíamos exactamente cómo ¡:>QQía
C:ije yo- y tan grandes ¿verdad~, porque las de Mé.xico, i.~clusi ser aque ,o, en el propósito había ya una cualidad de primordial
vc las de Irapüa.to, son muy chicas; pero tengo la 1mpres10n de importancia. Dado nuestro infantilismo, en el sentido más pro-
que son mucho más ~~lees.» Diego agregó: «Sí, pero las d~ aquí. fundo del término, nos manifestábamos en toda ocasión, en todo
son mucho más nutntivas, porque las desarrollan con mierda». momento, como furiosamente patriotas. Inclusive hacíamos alarde
Como yo puse una cara de asombro, él agregó: «Sí, con toda fa.1 de nuestro matonismo. Nos halagaba decir en todas partes que
mie~da cosmopolita de París, pues las huertas están precisament México era el país donde los hombres se mataban entre sí sin
en las riberas del canal del desagüe». Después me dio una ex motivo. Todavía rernerdo el asombro, a la vez que las burlas,
plicación <muy científica» sobre por qué el excremento humanó que deben . haber producido mis petulancias chovinistas de tal
era el mejor abono. orden en el primer viaje que hice a Europa y precisamente en
Bien, nos quedamos conversando todo el día y cuando llegó el más viejo barco de la Trasatlántica Española, el Alfonso XII.
No se olvide que apenas estaba yo recién desempacado del ejér-
la hora de comida, Diego con la misma corrección, me dijo:
ctto de la Revolución y las escenas sangrientas de esa lucha me
«¿Se queda usted a comer con nosotros?» Para mí el contacto con
en'volvían. «En México -les decía yo a pasajeros y oficiales reu-
Rivera era fundamental, por lo tanto poco me importaba · nidos en la sala principal del barco- nos matamos sin .motivo
«encajoso> y me quedé. La comida de medio día empezó con las 2.'.guno. Y ese es lo extraordinario. Hace apenas ::!lgunos días,
mismas fresas que habíamos comido en la mañana y terminó exac· una amiga mía le dijo a otra amiga mía, y fíjense bien que eran
tamente de la misma manera que el desayuno, es decir, sin nada. mujeres y no hombres, "¿nos matamos?" "Pues nos matamos." Y
Diego entonces no comía más que tresas y lo hacía por las razones "' ~e mataron.» «Coño -decían mis auditores-, pero debe haber
que me había d.adc en la mañana, por las virtudes alimenticias habido entre ellas alguna causa oculta, un rencor escondido, hun-
extraordinarias. dido, que ustedes ignoraban.» «Nada de eso. Se mataron por
Mucho teníamos que hablar de México, ya que fresca estaba matarse y en eso está el heroísmo.>
aún en mi memoria la Revolución en la que Diego uo había Naturalmente, yo exageraba hasta lo increíble el hecho fun-
participado, pero que le interesaba sobremanera. Creo que le 'el damentalmente cierto de que en la Revolución Mexicana no
relaté todo lo que había habido en los primeros años de mi vida'~~~¡·: . hubo prisioneros, pues éstos eran liquidados invari?.blemente an-
y entre~ otras cosas algunas que, como veremos después, Diego uti- ~~( tes, inclusive, de cualquier interrogatorio. Nuestro valor mexicano
!izó c ~>mo si le hubieran acontecido a él mismo. Y llegó el m:oA?!· frente a la muerte, «heredado por igual de los indios extractores
rnen o de la cena. Diego me dijo: «¿Se queda a cenar?" Enton---,'.j · de corazones. y de los implacables gángsters de Hernán Cortés~,
¡
_ces, •simulando que tenía una visita urgentísima, le dije: «Cómo):
I~ :1cmo, Diego, pern tengo una cita que no puedo dejan. Ca.ü • • I se manifestaba en actos de heroísmo de una frialdad que no
5
tenía ejemplo en toda la historia de la humanidad. «El general
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J
Pantoja -les relataba yo, por ejemplo- cuando vestido lujos los gatos y ciertos perros, pero ahí el medio ambiente geográfico los
mente de charro, un traje negro recamad~ de plata, fue .coloca transformó. Ahora, si no son otra especie animal, sí .son otra·
ante el nopal que debía servirle de paredon, dijo tranqmlamente,., cspclie estética.» Llegó a decir en muchas ocasiones que ya que
acariciándose el inmenso sombrero adornado con calaveras de':. 0 u rramfmrnación había ~ido tan radical, había que empezar por
plata:. "Muchachos, apunten ~ien ~ara que no maltr~ten est~; pone_rks nombres preh_ispánicos, aun.que algui~n dijo que sería
maravilla."» (Esto sí es auténtico. Natu~a~~ente, en m1,s relatos,¡;.· difíol, porque no temendo los anuguos habitantes de lo que
había la apoteosis de la verdad.) Y pid1endoles perd~n .ª las.~',• hoy es México nombres esticcíficos para esos animales, por n~
damas, relataba yo también escenas o actos del tenor s1g~1.ente:;~~· cxi.1Lir ahí, sería necesario de todas maneras inventar otros. Creo
«Después de los combates de Trinidad, toma. de León, lucieron,', <p-" aquello nos emristeció un poco.
prisionero a un mayor de los Dorado! de Villa; cuando el ge•~~ Del paisaje y sus habitant<'s, tanto los verticales como los
neral Obregón, delante de él mismo ordenó: . "Que lo cuelguen' horizontales, pasábamos naturalmente al descubrimiento estruen-
éste contestó: "Gracia5, general, así me pelará usted la ver . doso del arte popular. <i:Pero qué país», decíamos casi a coro.
porque los ahorcados tienen invariablemente un espasmo sexu~l.". «Ahí se puede recorrer en ferrocarril el territorio de un extremo
Se comprenderá qüe al hacer contacto en París con Di a otro y en cada estación se puede comprar un producto particular
Rivera, el motivo de mis charlas con él lo constituían todos misf' de arte popular. Las canastillas de popotillo, en Irapuato; los en-
terroríficos exabruptos sobre la Revolución Mexicana; natural:J,; cajes de aguja, en Aguascalientes; las figuras portentosas de hojas i'
mente, todo ello ~ni?o a los rel~tos de he~l:ws trascenden~es,. com()ll' de maíz seco, en Michoacán; en fin, y los dulces, siempre con
también de descnpc1ones entusiastas particulares del paisaje me.:1$ figuras de borregos, de chivos, de ranas, de sapos, y los panes,
xicano, del hombre mexicano, de las artesanías mexicanas, etcé-:<., j)(;lícromos, y ".1 r0lor de las gentes, pero ¡qué color!, con sus
. l . it·
ar, muy mexicano~''.!.,
tera. Juntos recor?ábamos el color. partlcu ~·ariaciones del altiplano a la costa y del desierto a la selva.» Los
de las vacas, por e1emplo, de los chivos, de los caballos. Nuestro··!~
paisaje mexicano era volcánico, el más telúrico del mu?do. Ahí,
los volcanes aparecen en las mañanas y cuando nadie lo
pera ... y eso que por entonces aún no brotaba el raricutí. ~;:.
Recordábamos, . en ef_ecto, que en lt;;.lia el ganado vacuno cam;, .'
i; • tejid0s: «Un resumen -decía Rivera- de los tejidos griegos, egip-
ci~ls, algo así como la síntesis de las virtudes plásticas del tejido
.Je todos los países y de todos los tiempos». ¡Cómo habían per-
didn e1 tiempo Atl, Montenegro . Téliez, Ponce de León, Ruelas,.
queriendo. beber. la estética de Europa, c:m abandono de nues-
¡;
bía de color a medida que se avanz::. de norte a sur o a la:;, tras propias fuentes nati\·as!, grit:íbamos a coro. Para Diego Ri:
inversa. En el norte, los toros, las vacas, los bueyes, los becerros/ 1'l:P, mi llcgalla a París [ue como un redescubrimiento de su
son de un gris plateado y a medida que se baja hada Romi~¡' patria y a la vez grave motivo de autocrítica por haber perma-
y el sur van pasando de ese color al blanco más puro. «En Mé-t . necido tanto tiempo en Europa.
xico -decíamos Rivera y yo casi gritando-, los toros, las vacas,, En esas conversaciones que duraban a veces toda la noche,
los becerros son granizos, manchados, tieñen colores más que · sucedió un acontecimiento ioesperado, pero que tenía una rela-
de ganado vacuno, de perros, y los chivos, los borregos, son de c:ifo1 estrechísima con toda la esencia de nuestra nueva euforia
otra manera, desde luego más flacos, pero sin ese tipo estandar nacionalista: cuando desavunábamos una mañana, subió la vie-
que tiene el ganado caprino y lanar e~ Europa y en los Estados · jecita partera de la casa-t~ller de Rivera, donde estábamos, para
Unidos; son seres con mucha personalidad.» , !'.. decirnos que en la azotea de una de las casas próximas había
Recuerdo que para Diego fue un tremendo descubrimiento el dm muchachas s?.lYajes, posiblemente pieles rojas, con el pelo
saber que hay rt:g,ioncs de nuestro f)di'· J. <lumle a los :uver~idos ~ ·... i.o y cu e aquello esta La rct.lE~u1do -.·cn_L:i.lcr:i scnsaci6r1 en todo
se les dice: «ése es un gato de tres colores», porque en realidad , el barr'io.i
no hay gatos machos, gatos del sexo masculi_no, que t~nga~ tres, Rivera y yo s•1bimos corriendo a la azotea de nuestra ?ropia
colores; el gato de tres colores no es gato, sino gata, mvanable-, c;;:i_ de apartamientos y cuál seda nuestra sorpresa al ver, efecti-
mente. Seguramente esto debe ser igual e11 todos ~os p<!1ses cleL · vamente en la azotea, a ü0, ;l!ucnachas muy moreilas, con el pelo
mundo, pero a nosotros nos parecía, en la euforia del descubrí-;.-. muy ner;ro y muy lacio flotando al sol. «Son mexicanas», grita-
miento de lo mexicano, que aquello no podía corresponder sino'·"' mo~ los tdos. Y ellas nos cap.testaron: «En efecto, ¿cómo lo su-
a nuestro p;i,fa. 'l.C'est la géographin. decía Diego en forma con- · !·1~• ror! Supirnos <lesp1.1é) ~::e ,~~~~11'~. de (~O~ rnnch:lchas rec~én
tundentemente afirmativa. «En México, los toros, las vacas, como. ll~gad<~" a París que habían subido a la azotea simplemente a
las cabras y los borregos, fueron llevados de España, igual que · \ ~écarse .el pelo, como lo hacen en México habitualmente, pues,
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como es sabido, en Europa existe la teoría, por una parte, d países y al llegar a México la escena era simple y sencillamente
q~e es inconve~iente para l~ sa_lud del pelo lavárselo con agu~ una descarga cerrada sobre un grupo de infelices prisioneros.
y pbón -debe simplement~ limpiarse pelo por pelo con vaselina Y.;·c,i · Algo debemos haber hecho en favor de la leyenda de Pancho Vilá
para ello hay casas espeCiales-; en segundo lugar, mostrar ar"' y de sus tremebundas anécdotas. Por ejemplo, aquella de Pancho
p?bl_ico el cabello suelto e? las mujeres es como una condena.: Villa en Guadalajara, la capital del estado mexicano de Jalisco:
bilísima prueba de barbarie. Cuando menos así lo era en esa Al evacuar nosotros, las fuerzas comandadas por el general
época. :arrancista Manuel M. Diéguez, de cuyo estado mayor yo era
' La llegada de esas dos mexicanas, hijas de un empleado oficial entonces, con grado de teniente, entraron a la plaza de
mercial del consulado de México, nos dio motivo para iniciar Guadalajara las fuerzas de Pancho Villa. Pocos días después
toda una serie de tesis sobre «la indiscutible mayor belleza de I de tomar posesión de ese lugar dichas fuerzas, se anunció la lle-
raza mexicana sobre todas las demás razas de la tierra». Tod gada del referido caudillo. La ciudad se llenó de arcos triunfales
nuestro fervor artístico mexicanista se volcó en· un amor inco y toda la charrería, formada principalmente, como es sabido,
tenible, pero ya de todos los órdenes, por aquellas mujeres, co por los señores hacendados y sus hijos, se aprestó para halagar
la desgracia para nosotros de que ellas, recién llegadas a Europa al terrible revolucionario, escondiendo en su actitud fines evi-
no podían sentir todavía igual admiración por nosotros, sin dentemente aviesos. El hombre tenía una débil educación política
q_u~ se encaminaban más bi~n hacia _lo exótico d~ Jo rubio Pª·::f' ; y era relativamente fácil confundirlo. Llegó el día señalado y
nsmo. Naturalmente, tal actitud a Diego le pareo a una prueba:l\t• 1 todos esos señoritos fueron, portanuo sus mejores trajes y mon-
evidente de capitulación por parte de ellas y una prueba de hasta' turas, a recibir a la propia estación al jefe de la División del
qué grado el europeísmo había corrompido a nuestra patria. LasA:. J\orte. Cuando éste apareció en la plataforma de su tren militar,
~uchachas e~cuchaba~ nuestros discursos de ese. estilo ron los,I. ~e apersonó inmediatamente a él el rico y hermoso Cuesta Gallar-
OJOS muy abierto~ y sm estar completamente seguras de que no"".¡r'· do para suplicarle al general que hiciera el recorriao por la
era ~na gran dehto el que estaban cometiendo. Para mayor des-..:· ciudad montando una hermosa jaca negra con su correspondiente
graaa nuestra, una se llamaba Guadalupe y la otra Adelita. montura de oro y plata que para el efecto le regalaba en ese
Ese estado mental nuestro, de mexicanismo a ultranza, nos momento. Villa accedió, montó en el hermoso caballo negro y
conducía también a apreciaciones en extremo exageradas sobr recorrió así la parte de la ciudad que va de la estación al palacio
cuestiones políticas. Rivera y yo, al unísono, o cada uno por sú , de gobierno del estado, en medio de las aclamaciones de la mul-
parte, ~steníam~s la primacía, cuando ~enos cronológica, de la}'.:. titud .. Frente a palacio se habían reunido algo más de veinte mil
Revolución Mexicana sobre la Revolución Rusa. La nuestra se'~~· personas, lo que para aquella ciudad constituía entonces una
habí~ manifestado en movimientos armados desde las postrimería< ...: ~nmensa muchedumbre. El pueblo quería que hablara el cau-
del siglo pasado y en los primeros años del siglo xx; en cambiO'~ dillo, desde el balcón del palacio gubernamental y así se lo pedía
la rusa había tenido su primer estallido de valor substancial po- ., "- gritos. Villa, por lo tanto, tuvo que salir ar balcón y con su
lítico sólo en 1905 y había culminado en 1917, est.o es, el año inimitable lenguaje habitual, de característico corte castellano an-
en que nosotros ya ·habíamos ·promulgado nuestra Constitución, tiguo, dijo: «Pueblo de Jalisco, cuando triunfe la Revolución, ya
Carta Política. que sin duda alguna era la mejor del mundo y no te faltará maíz y los ladrones hacendados ya no estarán en
de todos los llempos, y de la cual los soviéticos podrían tomar condiciones de explotarte». Pero sucedió entonces algo insólito:
muchas enseñanzas. Felizmente para nosotros, <el gran amigo> un individuo de la multitud, que en mi concepto no podía ser
de Diego, Lenin, ya no se encontraba en París, si no lo hubiéra- · más que un bolchevique anticipado en varios años, pues esto
mos avergonzado con nuestro gran debate patriótico. . mccdía en 1915, le gritó con voz estentórea: «general Villa, no
Sin duda alguna, aunque sin s<1.berlo, Rivera y yo estábamos pcx.lemos creer. en tus palabras, porque los que te rodean, te
contribuyendo entonces a la tremenda campafia internacional fueron a recibir a la estación y te regalaron el hermoso caballo
contrarrevolucionaria de origen yanqui en contra de México. To- '· en que hiciste el recorrido, son precisamente los más grandes
dos los filmes hollywoodianos de entonces mostraban a un Mé.. ~ latifundistas de Jalisco. Y el caballo negro que tanto te ha gus-
xico de matones y traidores, de asesinos implacables y de anarquistas' 'i º ' tado, te lo regaló precisamente Cuesta Gallardo, que es quizás
desorbitados. Creo que fue entonces cuando Cocteau y Buñuel el peor de todos ello_s». Villa, que había detenido su perorata
hicieron aquella famosa película que mostraba a un hombre oh- ·· ante la interrupción de aquel crítico furtivo, empezó a pegar
servando por la cerradura de la llave de las puertas de todos los i tremendos gritos, a la vez que decía: «¡Mientes, mientes! Yo no
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soy instrumento de los jijos, yo soy simplemente el servidor sayos cubistas, figurativos, inicié una pintura que pudiéramos lla-
los pobres». Y sacandc la pistola, gritó hacia dentro de la sa mar estructuralista, la cual consistía en partir siempre para la
del palacio: «¿Quién es Cuesta Gallart!o?>> El elegante charro · representación objetiva de los seres y las cosas, de su naturaleza
quie~, com?. a todos los demás, le importaba muy poco lo qu~:J,J,.,, geométrica fundamental, del tipo particular de su volumen geo-
estuviera d1c1endo en el balcón aquel pelado y ªJeno por com.·1·.·.·.···.;·.·. métrico. Por ejemplo: una montaña no era sólo, como lo expli-
pleto a lo sucedido, se acercó bamboleándose, a la vez que I .· caba Cézanne, un objeto óptico piramidal, sino positivamente una
decía: «Yo soy, seiior». Villa lo tomó de las solapas, lo arrasti- ~, forma cónica, es decir, una forma geométrica integral. Como es
hacia el lc·:lcón y ahí lo mató, mientras gritaba enloquecido~i¡; fácil comprender, mi teoría de entonces, si así se le puede lla-
«Miente, miente yo no estoy con los hacendados; mi pueblo ~··:§' mar, puesto que nunca llegué a hacer formulaciones metódicas
el de los peones». El cadáver de Cuest;t Gallardo quedó colga al respecto, consistía en 1.1na ampliación de las concepciones de
todo el resto de ese día en el balcón de palacio. Naturalmen Cézanne al respecto. Me parece que esa preocupación ha domi·
la escena hizo bramar de entusiasmo político .a la multitua" nado de hecho toda mi obra, para llegar, en el paisaje, por
Villa con aquello había cortado oreja, rabo y patas. ejemplo, de una manera precisa a los elementos conceptuales
Naturalmente, nuestro rabioso mexicanismo se mezclaba, t que yo he venido usando en la representación de lo que he
tándose de cuestiones de arte, con nuestra admiración por lo q denominado el paisaje panorámico. Dicho de otra manera, hace
pod_emos llamar el «constructivismOJ> cezaneano. Mi llegada mucho tiempo que para mí el paisaje, o mejor aún, la profun-
París coincidió con aquella vuelta categórica de Picasso al a didad en el paisaje, no se estructura pictóricamente mediante una
figurativo que paradojalrnente los críticos llamaron «monstr sucesión cada vez más lejana de telones, sino más bien como
sismo picassiano». Haciendo. Jos críticos extraña abstracción deh una maqueta en volumen de todos los elementos de formas
hecho, incuestionable para m·í; ele
9-ue Pic~s?o con ~u pintura d,~l. geométricas dimensionales que existen dentro de una zona geo-
esos momentos abandonaba el esulo anaht1co semiabstracto, énl gráfica determinada. Desgraciadamente para mí, para los fines
algunos casos casi abstracto. del cubismo, para volver a la repr¿.;lf" de mi propia experiencia, la mayor parte de esos paisajes han
sentación reconocible de la figura humana, se preocuparon más plo'·.·· desaparecido; muchos de ellos, porque yo mismo los destruí poco
la exaltación de las ?roporciones de la figura humana que usaH ': antes de regresar a .México y otros porque han quedado en manos
entonces Picasso, para darle así d calificativo antes indicado. ]! . '1• de personas, como es el caso de mi periodo de trabajador obrero
hecho es que Picasso, después de permanecer largo tiempo e~<\: en Argenteuil, poco ent~ndidas en el asunto y las cuales segura·
el sur de Italia y en Grecia, había regresado a París evidente.''., mente, _por falta de estimación, constribuyeron a su destrucción.
mente influido por las esculturas etruscas y en general por el:~~ En fin, con todo ese <bagaj:: teórico:1>, una mezcla de naciona·
arte griego arcaico. tr. lismo exaltado y los elementos básicos que habíamos tomado de
Rivera, por su parte, y creo que es uno de sus grandes mér~~'.::, lo que yo he d.ado en llamar siempre el constructivismo cezaniano,
tos, aunque no suficientemente comprendido por sus colegas Y.{· pude yo redactar los tres famosos Llamamientos a los Pldsticos
amigos de la misma época, eu París, abandonando radicalmente 1 ' de América, que he presentado siempre como una especie de resu-
el cubismo, se había entregado ya a un arte figurativo, arte de:·;~: men, no solamente de mis ideas, sino de aquellas que eran las
representación positivamente descriptivista. Sus pinturas de ese' resultantes de mis cambios de impresiones con Rivera.
momento eran campesinas bretonas cortando uvas en los viñedos»':'
y, en general, temas de esa naturaleza. Pinturas de un carácter"'•::'1'
precisamente descriptivo, que ya no se podían emparentar con el;:
cubismo más que en una cierta solidez constructiva de la figura· 12. «Don Diego», como lo llamábamos entonces en México, era
humana y de los objetos. · 1 ya el más famoso de los pintores mexicanos. Durante catorce
Algo similar estaba acomeciendo entre los demás pintores ex· . años -los años álgidos de la Revolución Mexicana- él había
cubistas y me parece que es la época de mayor auge de figurativcs, ! vivido y trabajado intensamente en París. Conocía los grupos
muy concretos, como Derain, por ejemplo. El hecho de que posf ~ i más inquietos de la nueva pintura francesa, era amigo de Pi-
teriormente muchos d r ellos, como por ejemplo Braque, hayani.1'' casso, de Braque, de Salmon, es decir, de todos los maestros del
vuelto a un cierto de.:cbptiYismo o figurativo cubistoide, no niega nuevo impulso. Su obra y su personalidad eran estimadas, sin
mi afirmación. · que se le situara en la primera línea.
Yo, por mi -part ~' después de un brevísimo periodo <le en- Trabajador y estudioso, Diego Rivera había podido asimilar
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con gran talento las teorías y prácticas del movimiento cubis de arte grande cuerpo y alma, según nuestras expresiones líri-
entonces en transformación. Él fue quien me trasmitió desinte ' ,is de entonces.
sadamente todo el material producto ~le ese p~riodo. Sin R~vera;.· ...... Eu nuestras largas com·ersaciones, yo le relataba los hechos
mis conocimientos sobre el tema hubieran temdo que segulf un:·
proceso muy difícil y lento. •
Diego Rivera conocí~ y se~t.ía el period,o impres~o!lista dtjf
. 1 mas salientes de nuestra huelga de 19l l, de la primera escuela
al aire libre, la de Santa Anita, de nuestro primer periodo de
conspiración política. Le refería las anécdotas de la persecución
arte francés. Valoraba bien a Cczanne y sabia transmltlf los ge;'·.: policial, n1:1estra h~g_a a los estados, las av~nturas de nuest~a vid_a
niale~ conceptos cle este ~aestro sobre la forma en el e~paci~} de perseguidos pu11t1cos. Le contaba dcspues toda nuestra vida mi-
La hteratura nueva, la literatura llamada de vang·uard1a, en. li ¡;ir y nuestro asomL: J ante la arquitectura de los indios y las
fecunda producción entonces, le era familiar. De las nuev 1naravillas de la arquitectura colonial rural. Le tr;\nsmitía todas
teorías constructivas, Rivera sacaba conclusiones propias, de fu nuestras impresiones de los recorridos por la república; las tri-
te personalidad, que sabía aplicar bien a las posibilidades de bus de indios, la vida de los campesinos, la existencia de los
arte americano. obreros, los acueductos de madera de los indígenas habitantes de
Por lo que he dicho, Rivera fue en Europa mi maestro te' las sierras, el genio industrioso del pueblo. Le hablaba de los
co en lo que se refiere al arte moderno occidental de ese perio . problemas militares ele nuestra guerra, relatándole las anécdo-
de la historia. Durante más de dos años conviví con él, es , las inacabables de la misma y ele este modo, entregándole todo el
chando resr~tuosamente SUS conceptos ~ o1Jservai1dO la ráyi~ panorama de nuestra vicia política, dándole todo el proceso de
transformaoon de su obra. Pude apreciar así el gran ab1smq¡; n ucs tro desarrollo ideológico, lo hacía yo indirectamente par-
que había entre lo que produjo cinco o seis años antes en E$'.:L 1íci pe de nuestra vida y nuestra< l,i1rl1as. Lo influía así paula-
paña, esto es, lo que enviaba a la Academia de Bellas Artes 4S1 1i11amente, lo ganaba para nuestra causa que apenas se insinuaba.
México en su calidad de pensionado del gobierno, y lo que ci,}V' Después fue posible para mí expresarme teóricamente en un
taba elaborando en ese periodo d.e .su vida. Considero que m· nanifiesto que redacté en Barcelona el año de 1921 y que fue
contacto con Diego Rivera, independientemente de la utilid · ¡JLLblicado en la revista Vicia Americana, fundada por mí en la
particular que pudo haber tenido para mí o para él, constitu capital catalana. El manifiesto lo escribí yo. Yo lo organicé y íe
un hecho de importancia fundamental para nuestro movimien" •. di forma. -pero en realidad representaba en su esencia la síntesis de
posterior. No porque Rivera fuera Rivera y yo fuera yo siriQl nuestro pensamiento común, la síntesi~ <le la fusión entre el arte
porque en nuestra unión realizábamos el contacto de dos im-. ,
P.ulsos: el i:npulso euror~eo, ya ento.nces en proces.~ de_ p~od~Ó;~i
ción, y el unpulso mexicano, en simple elaboracwn mstmtn·a
l t 1Hi:;tn1ctivo europeo de entonces y el primitivismo fecundo, des-
¡,,c>;·dante, de nuestro anhelo mexicano.
Expresión aún infantil de la teoría corTespondiente al nuevo
de un nuevo método para la producción de las artes plásticas;f n,~1.odo que proclamábamos, ese manifiesto es sin embargo el
Diego Rivera representaba un periodo europeo de saludaOI~
rectificaciones, de redescubrimiento de valores inmutables de las: 1
artes plásticas que se habían perdido durante varios siglos de'
academismo.
Yo, por mi parte, representaba sólo el lirismo de la juventud.\.
l I" imer programa teórico de nuestro movimiento. Constituye la pri-
n 1:1J redacción, inarticulada aún, de lo que durante varios años
ki hiamos hablado en i\féxico. Es también el resultado de lo
,i u•: habíamos captado en Europa. La fusión, en suma, del ma-
:.nül que Rivera y yo nos habíamos intere<~mbiado, es decir,
mexicana de entonces que balbucean temen te hablaba de un arte', ' ,_:¡ coctel teórico de la fusión ele nuestras respectivas experiencias
«más grande». · 1· pensamientos.
Rivera, a través de mí, como delegado de los jóvenes artistas . ·La lectura de algunos de sus párrafos podrá darnos una
mexicanos en París, donaba a nuestro movimiento embrionario \ 1,,,(m <le lo que afirmo:
todo lo que él haLía podido acumular sobre los cimientos eter: <-La comprensión del admirable fondo humano del "arte ne-
nos del arte de la pintura y los nuevos valores generados por el 1 ' ¡.i;10" y del arte primitivo en general dio clara y profunda orien-
movimiento moderno europeo en marcha vigorosa. ..,~·· .! Ltción a las artes plásticas ,perdidas cuatro siglos atrás en una
Yo le transmitía nuestros anhelos, los anhelos de los jóvenci·~. '~~nda opaca de desaciertos; kerquémono~ por nuestra parte a los
mexicanos, en favor de un retorno. a los grandes periodos de la; :rntiguos pobladores de nu '.'.5tros valles, los pintores y escultores
historia del arte, mediante la impulsión de un movimiento mo- 'ndios (mayas, azteca~, in,as, etcétera); nuestra proximidad cli-
derno internacional de arte público, de art/á~a todo el pueblo'. '. \\ matológica con ellos nos !J~rá la asimilación del vigor construc-
162 ( ¡
163
~
tivo de sus obras, en las que existe un claro de la naturaleza q a nuestras inconformidades con los nuevos sistemas pedagógicos,
nos puede servir de punto de partida. Adoptemos su energía si el manifiesto dice lo siguiente:
tética, sin llegar, naturalmente, a las lamentables reconstruccio~~ «Nuestras escuelas libres son academias al aire libre (peligro-
nes arqueológicas ("indianismo", "primitivismo", "americani ' sas como las academias oficiales en las que al menos conocemos
mo") tan de moda entre nosotros y que nos están llevando a los clásicos), colectividades en las que hay maestros que hacen
estilizaciones de vida afímera.> negocio y se impone un criterio flaco que mata a las personali-
Esto es, la materialización escrita del pensamiento q1,1e fo dades incipientes.>
en nosotros nuestra actividad militar de cuatro años intens Mucho tiempo después, en el periodo muralista de nuestro
Nuestro mexicanismo, nuestro americanismo, «el retorno a movimiento y, con más precisión, en un periodo que denomi-
geografía de nuestra tierra>, el retorno «a las fuentes cultural naremos funcionalista, pudimos articular la queja.
de nuestra tierra>, según las expresiones que tomaron cuer Nuestra modernidad salía ya a flor de piel imprecisa e in-
verbal en nuestro congreso de 1919 celebrado- en Guadalajara. orgánica, pero imponente:
Pero también, con cierta aparente contradicción: •·• «Volvamos a las antiguos en su base constructiva, en su gran
«Desechamos las teorías basadas en la relatividad del "A~· sinceridad, pero no recurramos a "motivos" arcaicos que nos
Nacional"; ¡universalicémonos[, que nuestra natural fisonom' ~erán exóticos; vivamos nuestra maravillosa época dinámica. Ame-
racial y local aparecerá en nuestra obra inevitablemente.:i> mos la mecánica moderna que nos pone en condiciones plásticas
Esto es, nuestros anhelos universalistas del congreso de Gu inesperadas.~:' ¡Debemos, ante todo, tener el firme convencimiento
dalajara, que llenarán sislemáticamente loda la historia de nue de que el arre del futuro tiene que ser, a pesar de sus natura-
tro movimiento, como explicaré más adelante. Pero, como ' les decadencias transitorias, ascendentemente superior!>
presión del movimiento europeo, también las siguientes: Nuestro mecanismo se queda, evidentemente, en expresión
«Como principio ineludible en la cimentación de nuest literaria futurista, del futurismo de Marinetti, pero si se le ana-
arte ¡reintegremos a la pintura y a la escultura sus valores d lira bien, con la minuciosidad con que los diplomáticos acos-
aparecidos aportándole a la vez nuevos valores!» tumbran medir y pesar las palabras de los uatados internacio-
Más adelante, en el capítulo relativo a la preponderancia d nales, veremcs el embrión de nuestros conceptos más actuales en 1
espíritu constructivo sobre el espírilu decorativo o analítico: . .,, lo que respecta a la alianza profunda que debe existir entre el 1
r
'i
!: 1
art'! y la técnica industrial de su época correspondiente. Nota-
«E~pecifiquen_i,os particulan;ne?te .sin ambigüedad la "calidad'.fJ;~ remos también la insinuación de una crítica más directa al at-
orgámca de los elementos plasl1cos' agrupados en nuestra obra~~. caísmo del arte actual, en la expresión «motivos arcaicos que no
creando mat;ria consistente o frágil: áspera o tersa, opaca o tran~!~} ,¡."
i:.'~.·
1 serán exóticos>. La condenación parece dirigirse a los temas, pero
parente, etcetera, y su peso determmado.> :1!:1lll'.::
en realidad expresa un instintivo disgusto contra los métodos
En otra parte: ''.~l arqueologistas en la forma. También se desprende del párrafo ·~
«.. .lo fundamental, la base de la cbra de arte, es la ... es,:,, antes reproducido el principio de una premisa nuestra actual
tructu.ra. ge'?metral ~e la forma con la ,concepción, engranaje yf
matenahzaoón arqmtectural de los volumenes y la perspectiva;~,
referente a la5 posibilidades de ascendencia, de superación pro- :¡
gresiva del arte en su marcha hacia el futuro.
i
~.
?,e lo~ mis~os que hac!endo "términos". crean, la profundida? ~<:J.. En otro lugar del manifiesto se dice: «Sobre un armazón con-
amb1.en,te _; crear ~~lumenes en espacio. Segun nuestra ob1etiv1".¡¡· sistente, caricaturicemos si es preciso, para humanizar>.
dad dmam1ca o estat1ca, seamos ante todo constructores; amasemos "'1 No obstante oye en el mismo escrito aparece cierta contradic-
sólidamente nuestra propia conmoción ante la naturaleza con un ción cuando se proclama una determinación artepurista («aban- )
'11
apego minucioso a la verdad.> .,;•!;\,
donemos los motivos literarios, hagamos plástica pura»), el pen-
Material del impulso mexicano y material extraído de las •.
1)·
samiento que aporta esa oración representa un incuestionable
nuevas teorías del arte moderno de París. La suma de los ele:~:~ anticipo del método de arte francamente político que desde el
mentos que formaban nuestro primer pe?~amiento estético. Pe~9j;¡ '
e~o no es todo. En nue:srro pru:~er ~amhesto, con un lengua]~.:~·
congreso de Guadalajara adoptó, en forma absolutamente inicial "'lf
ciertamente confuso, con una dialéctica vaga aún hay anticon··~·;
el movimiento mexicano moderno en la pintura.
En otros documentos figura de manera más precisa nuestro
f!1.!
fo;midad profunda y anticipos interesantes que superan a: las doc-b;' pensamiento de entonces relativo a la pintura mural como ve-
1
164 165
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pueblo. Me refiero a una amplia carta que Diego Rivera estético pudim'os todos, unos desde Europa y o~os desde ~éxico
dirigió desde París cuando yo me encontraba en Barcelona. ismo, conseguir un Médicis para la protecmón económica de
la rontestación a otra mía, en la cual le hablaba exaltadament Jlluestra tarea y ese Médicis se llamó José Vasconcelos. Hombre
de la necesidad de retornar a la pintura mural y de la mezqui ~e gran frondosidatl. y dinámica mental y física, se compromet~ó
dad d(!l cuadro de caballete. En esa carta, Diego Rivera me di a sostener nuestros primeros ensayos en su carácter de sec:etano
manifiestamente lo siguiente: «En efecto, volver a la pintur' de Educación Pública. Al hacerse car_go de esa Se?"etana n?s
mural debe ser nuestra más cara determinación. El arte de e' dijo: «Ya tienen ustedes paredes para pmtar ... > Y as1 se produJ.º
ballete pertenece al individu.v, la pintura mural al pueblo en s d regreso de Rivera a Méxic~ en. e_I año_ ~922 y el J?ÍO seis
conjunto>. · meses más t;i,rde en razón de mi posición ohoal que me impedJa
La cosa está clara. Nuestro pensamiento, saliéndose de l volver al país sin que se agotaran los trá~ites corresp~ndiex_i~es.
simples abstracciones, parece penetrar en el terreno de la El movimiento muralista, y con él la primera expresión ÍlSlca
terialización. En Guadalajara hablamos con absoluta precisi de nuestro intenso pensamiento de largos años, estaba a punto ~e
sobre nuestra determinación política de poner nuestra prod · 'nacer. El programa que habíamos elaborado co~o conse~uen.aa
ción artística al servicio del pueblo en su lucha social; más tard natural del escalonamiento <le nuestra educaaón política ~ba
ya en París, nuestro pensamiento conectado con una producció a dejar de ser una expresión teórica para penetrar en el cammo
de mayor valor y ex;periencia principió a clarificar un probl de las realidades materiales. El año de 1922 se presentaba para
ma. de forma, sin lo cual todo programa plástico es uua abstra nosotros como la puerta inmensa de un enorme problema.
ción impalpable.
Nuestra evolución seguía su curso. Un arrirlt>n_te traía a otr
y como por fenómeno dialéctico, esto es, por consecuencia lógic
Así nuestra teoría, en un impulso paralelo, jugaba carreras cp 13. Porque con el asesinato de Carranza se _creó e~ Méxic~ una
la práctica y su experiencia. situación muy difícil para todo el cuerpo diplomático mexicano.
Nuestro Llamamiento de orientación actual a los pintores',¡ Reunidos en París, los agregados militares mexicanos en Ei.~ropa,
escultores de la nueva generación an.ericana -así se llamaba ,, resolvimos enviar un telegrama al gobierno de México, en res-
manifiesto a que he hecho mención y del cual he transcri . puest<t a uno del gobierno, diciéndole que no padíamos manifes-
algunos párrafos- fue _recibido en México con eno1me entusias~ f tar nuestra adhesión al nuevo gobierno antes de conocer a fondo
mo. Nuestras cartas periódicas, aclaratorias de la teoría expuesta iiE1 lo que había acontecido en el país. Por lo visto, a nosotr?s se
en el manifiesto, completaban la agitación. Lo que nosotros es-':~t{•, uos había olvidado cómo funcionan las cosas en nuestra tierra,
cribíamos interpretaba matemáticamente lo que ya estaba en la,0?['" es decir, nos habíamos «agabachado». La respuesta de México fue
conciencia de todos. Rivera y yo no hacíamos en realidad más~-'' 'categórica: el cese de todos. .
que· darle solidez a la nebulosa. Orozco, por su parte, sin hablartl En esas condiciones yo, como todos los otros, me quedé ti·
casi y si11, trazar una sola letra, adelantaba realizaciones plásticas, :i: rada en París, sin un solo centavo y con toda la resaca que me
a nuestro impulso. Sus obras de ese pericxio producían entre la'"';: había de;ado mi tormentosa vida económica inmediatamente an·
juventud mexicana la misma conmoción que los pensamientos , rerior al J cese. Así fue como me fui a trabajar, con la ayuda de
escritos por Rivera y por mí. Y yo considero que la exposición ·:' algunos miembros de la Confederación Gen~ral Unitaria de Tra-
presentada por José Clemente Orozco en la Librería Biblos, no•':':''• bajadores, a una pequeña población de los alrededores de París
recundo exactamente en qué año, cosa que lamento por respeto ' ) llamada Argenteuil. Mi trabajo consistía en hacer los dibujos
a la cronología de nuestro movimiento, significa la manifestación . para barandales, favores, .etcétera, ~de una gran _herrería artís.tica
de hecho m,ás importante de nuestro discurso, el ?t:nto de partida ' que existe en el lugar. Mis companeros de trabajo eran argelmos )
formal de nuestro movimiento. Pintura violenta y dinámica, la· . en su inmensa rnayoria y entre ellos uno que se llamaba Mulutt. 'i
,,
obra que José Cleme!lte Orozco produjo entonces saturó en; Por cieno que los argelinos son los únicos en París que, como
nuestra naturaleza un gusto nuevo, agri'.) y fuerte, que nos raspó'Í: :~ nosotros los mexicanos, comen frijoles de los que aquí llamamos
del paladar toda la confitura que no f había dejado un largcf!J:~ bayos. Este frijol se produce magnífico en Fran~ia, quizá mejor
periodo preciosista sufrido en México en las épocas correspon7 ·,.-, que en México, pero los franceses lo menospreaan y solamente
dientes a la dictadura porí.iriana. : · se lo dan a los puercos y a los argelinos. Es baratísimo. Los ar-
En esa época de la transfo~macic'b de nuestro pensamienti> gelinos lo comen también con chile.
166 1 167
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Este contacto con los obreros argelinos de la fábrica me hi nerido decir con Casasús. Y. ella me dio la ~iguiente versión:
ir a vivir a la misma pensión en que ellos vivían. La dueña d qv· a París un señor embapdor de las Américas, creo que de
esta pensión era una señora que se llamaba Lamant. Tenía u .. ~ ;n~bia que se llamaba Casasús y el cual exageraba hasta lo
busto tan poderoso, que cuando quería pegarle a su hijo pe:,i;7:; inºcr~íble '1a moda de París. Su mujer era aún más ~spectacular
queño, éste se colocaba debajo del busto y ella lo perdía, dand · ue él; materialmente se repletaba las manos, los tob_1Ilos y todo
gritos pavorosos. Una francesa formidable que cada vez que s· ql cuerpo de joyas. Y a partir de entonces, en Franoa, cada vez
emborrachaba, después de ponerse invariablemente un sombrer e ue se habla de gentes que quieren a~ombrar, se les llama Casa-
de hombre, cosa que hacen todas las francesas cuando se em·. q' ·Casasús? ·El emba1"ador de México en París? Pues sí, nues-
borrachan (esto lo notó Chaplin después que yo, y toda Francia.'";; sus.> l
tro Casasús, el l árbitro de la eleganoa
·
por f"~nana.
· L os C asas~'s,
se indignó diciendo que dónde había visto eso) cantaba Océano:~: aquella señora y aquel señor que todos los ~n~tócratas de México
maravilloso, por qué esiás tan lejano, En las parrandas sabatin · · estaban esperando para recibir. con e~los la ultim~ m~a de Fran-
y dominicales de la casa de la señora Lamant, uno de los m cia. El arquetipa de la elegancia, decia El Imparcial ..Sm embargo,
grandes atractivos era cuando a mí, el mexicano,. me pedían qu don Joaquín Casasús, como todo ~l ~undo sabe, era un hom~re
tomara el lazo y empezaba yo a lacear a todos los vecinos de la de extraordinaria cultura y su biblioteca personal, en México,
casa y del barrio, comenzando por los niños, para terininar con fue la mejor de las bibliotecas personales que hubo durante mu-
las señoras y señores más gordos. Entre mis «caballos» y «caballos .cho tiempo, hasta que los zapatistas usaron para .calentarse sus
salvajes» había uno que se llamaba Ernile, que era altísimo, c , mejores ejemplares.
lorado como un rábano y con el pelo casi albino de tan rubio:
Este Emile era mi «caballo» preferido. Le tiraba yo el lazo, muy ;.;:
abierto, para. que le cayera hasta los pies y como él siempre corríajl.".\
a toda velocidad, se daba UilOS azotones que causaban la alegría:'"'!
invariable de todo el jaripeo. Naturalmente yo no laceaba sólo>
«caballos» aislados sino también manadas; mujeres y hombre~
-mientras· más viejos más les gustaba- formaban bloques para
que yo, abriendo ·el lazo lo más grande que pudiera, los laceara
a todos al mismo tiempo. Después les inventé muchas bromas,lé
como por ejemplo aquella del embudo metido entre pantalón
y barriga y que consiste en Ponerse un centavo en la frente a ver
quién le atina al embudo que tiene pegado a su propio cuerpo,
para que, mientras tanto las muchachas, por regla general, le
echen una jarra de agua. A los franceses les da mucha risa todo
lo que va a dar al sexo y las mujeres se ríen y hacen muchas
bromas en torno de todo lo que tiene que se relaciona con los·
cojones.
En una ocasión, encontrándome yo en la puerta de mi pensión
acompañado de su propietaria y gerente, la señora Lamant, pasó ·
delante de nosotros un señor vestido a la moda más estricta, pero \
evidentemente exagerando esa moda en sus más diversos detalles.
E! cuello duro era más duro y más alto, los grandes bigotes más
enhiestos y escultóricos, la cola del jacquet más larga, las rayas
del pantalón rayado más anchas y las Polainas, generalmente de
un gris claro, casi blancas y hasta novedosamente cremadas, los .
botines más puntiagudos y relucientes, y el bombín hundido ~
hacia adelante hasta casi cubrir las cejas. <¿Qué tal, qué tal?
Este señor es un verdadero Casasús.» Cuando el sensacional ele-
gante se había alejado, le pregunté a la señora Lamant qué había
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CAP!TULO VII
DE REGRESO EN MÉXICO
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\'
diata!nente para :rv~éxico y .tendría que hacerlo sin el gran amd' cierta proporción de caseína, para darle más cuerpo. Y el cuelito
d~ R~vera_, o sea, sm Angelmc: Beloff. Con mucho dolor le comu · de la caseína en las pinturas usadas, podía servirle a los quími-
mq~c la infausta nueva, pero para consolarla le dije que lo más . ,. cos de la antifalsificación para descubrir el truco. .
posible era que de un. momento. a. otro llegara. otro telegra ma, ·>,,,. En fin, la ·rusita, aunque de algunos años más que Rivera
pero es t a vedz e su m1stenoso mando y con los dineros que h · . (y debo decirlo, aunque esto resulte un castigo post mortem de
dan falta para la travesía de «la madre de su primer hijo>: mi camarada y colega) , lo hacía francamente, delante de su pin-
Pero ... nada negdaba «pa_ra la mejor de las madres», y yo tenía' tor, que no hada más que repetir constantemente, con gestos de
exactamente 1o el pa~a1e de retorno y uñ poquito más para .. admiración, la antigua expresión mexicana aún muy de moda
poderme toz:nar un cafe con turrón y marquesote en el café de;:,ll. entonces: <Qué piocha».
La Parr_oqm~,. de los portales de Veracruz, pues recuerdo bien·~· Seguramente por precaución, Angeline BeloH nunca quiso
que yo id~nt1hcaba la hermosura de mi patria, de la cual habí' que yo la visitara en su maravillosa fábrica de <primitivos italia-
estado alepdo durante tres años, en primer lugar, en todo cas · nos, flamencos, primitivos catalanes», en fin, su estupenda incu-
con el recuerdo. de los referidos marquesotes y turrones. badora de toda la tradici6n del arte universal. Por su parte,
Hubo neces1clac! de despedirse, llorando todos de Angel" · Diego se quedaba en casa, bien acurrucadito, <haciendo cubismo»;
Beloff. «Al llegar a México, te 1"uro -le dijº e a' Angeliºne ii:~
1. 1 d
r . b .
a epr at e 1s f~azos- .1? dpnmero 9ue haré será obligar a Diego
a _que e t~ eg;:~ 1e, envian ote el dmero:» Naturalmente, esa era
' sin después, postcubismo, y más tarde, <constructivismo cezaniano»,
con ese aire de ternura que tienen en París los millares y millares
de gigolós de la cultura. Era la época en que Diego había dei.-
m1 determmaoon. Aunque fuera necesario pelear con Diego ·· cubierto que el único alimento verdadero del hombre eran las
lo oblig ' bº • yo ,
ar.i~ «a porta~se 1en con Angeline». En la casa de tsa ... · fresas y precisamente las fresas gigantescas que se producían con
rusa C:pansmada babia yo conocido a Rivera y me consta que~;: el. agua del drenaje de los cinco millones de cagones de París.
«el senor de la casa» era ella, porque era ella la que llevaba el ·~t Así se verá cómo puede existir una alquimia que transforma
gasto, después de trabajar desesperadamente en la falsificación ' obras maestras en fresas y sobre todo, fresas en obras maestras.
d~ obras maestras, ya que ella trabajaba en una casa de anti: Vivían entonces en la rue de Saix, entiendo que es una callecita
guedades. · muy proletaria, pero que no se encuentra sin emhargo muy lejos
Va_rias veces en la intimidad del hogar de Diego, me reveló de l<'. torre Eiffel. Era la casa de Angeline BeloH-Rivera un apar-
Angelme Bel<;>ff cómo se hacían esas falsificaciones: se compraba· tamentito en un segundo o tercer piso. Se trataba de una casa
rr;,adera ªJ?ohllada,, compr~bando científicamente que esa de apartamientos, como decimos hoy los mexicanos, de esos típi-
d~ra, en si_, ya tema los anos que iba a tener la obra pictórica camente parisino:;, en que cuando se abre la puerta de la calle
correspondiente. Esto era relativamente fácil, porque en ese in- con la llave del cliente, se enciende la luz de la entrada. Y des-
t~nto se comp~aban i:nuebles, marcos e. inclusive los propios bas- . . pués, cuando pisa el primer escalón, se apaga la de la entrada
tidores d~ la epoca a?:cuada y _necesaria. También se adquirían y se .enciende la del primer tramo ~e la escalera; des.pués, al
telas con iguales condic10nes y virtudes, es decir, telas de cuadros, pisar el desnnso, se apaga la del p~imer tra~o de la . escalera _1¡
no obras de arte de la época, y a las cuales se les removía cuida~ y se enciende la del segundo; despues, por hn, se encrende la ' 1
dosamente lo que había que remover para utilizarlos posterior- del descanso a donde se va a llegar y al entrar al apartamien!o !
'11
n:en,re: Naturalmente se procuraba utilizar los mismos materiales correspondiente, se ~paga l~ que qu;dó inmediatamente atrás. '~ l.
p1ctonc_as, cosa que n~ era difícil, porque en realidad los pintores Pero, si por cualqmer motivo, el chente pega un salto y _no r¡
¡
de Pans, como lo? pintores del mundo entero, seguían usando toca el lugar adecuado, entonces se suelta ~n rezumbar de !I,!ll-
exactamente los mismos materiales que se habían usado 800 900 bres pavoroso, que despierta a toda la chente~a. y la mo~hza ;,
y hasta 1,500 :iños a~tes. Pigment¿s de origen mineral, tÍerras . militarmente para que agarre a garrotazos al 1d1ota o travieso
naturales y aceite de 11?aza, en la mayor parte de los casos, aun- · estúpido. Naturalmente, no tenía baño, razón por lo cual se-
que a veces c~n una oert~ mezcla de aceite de nuez. Lo impor- guramente a Rivera le quedó un mal hábito, un hábito invete-
tante era fa~nc_ar ellos 1!usmos sus materiales considerar ¡:lo que· . ~ rado, al cual tuvo que ponerle fin Frida Kahlo, esto es, cuando
era en las fabricas d~ pmturas a base de óleo, ya fue,·dn éstas hal.>ían pasado muchas generaciones conyugales ~e Rivera. y. eso
la Lefranc, :n Franoa o la Windsor and Newton, er Inglate-
rra, o las diferentes ramas de pinturas al óleo d.o l ¡re·
sobre la base de que fuera ella en persona la obligada a e1ecutar
Alema . 1 , . . - a J>. im, en \ tan difícil tarea geográfica. Era una sola pieza grande subdividida
ma, por reg a general hab1an empezado a ag-rega,'.·les una simplemente par un tapanco. En la parte de abajo pintaba Ri-
J
172
173
,,:
'· '/
1 n,1 , y en el tapanco, dormían Angeline y Diego, a l'a vez q
Esto es, no obstante sus proporciones, era un objeto con dim~nsión
¡11¡¡ {au de comer. El retr_cte, como en lá mayor parte de las cas
ik similar escala econón_11ca e~ París, era colectivo y por lo tant ,
y profuncli?ad y no un telón q'.1; se per~i~ía de manen~ simple-
mcn te óptica y no en percepnon de log1ca mental. S1:-i duda
111q.~l> acostumbraba salir cornendo con peligro de su vida, cuan.:;¡,
alguna mis paisajes de entonces desconcertaron ·a todo el mun~o
.¡,1 no se encendían las luces oportunamente, después de la pisa ·
y me desconcertaron a mí mismo, porque no llegué .ª mostra:-
\' a consecuencia d_e ello, sufría_ ~e perm~nen~es resfriados. «¡Co .·
c·u las peores vecrndades porhnanas, S1queuos», me decía. «U selos ni al propio Diego. :Muchos. a~os más tarde, tremt~ y seis
aüos cuando menos, produje paisajes de escala pauo:amica )'
, 111mín p~ra más de cien personas y de 'cien personas retardat
11;1->>', dena. (onsiderando el espectáculo como. un fenómenú vol~_mmoso, _es-
Recuerdo que en una ocasión, coincidió mi llegada a la cas cultórico, por lo tanto de percepnón mental, de reó. •. smo lógic?
y no puramente óptico. Y ha~ta escr!~í, cie~tos fund~ment~s t~ó_n
de Diego con la de un señor, tanto o más alto que Rivera, tan
o más feo que Rivera. Y además, que tenía el acento de Gua · éos al respecto. Recuérdese m1 expüs1c10n titulada f:znco e¡ercicws
de realismo.
juato,_ tanto o más que Rivera y _eso que el acento guanajuate ·
de Rivera era ~n acento guanaJuatense premeditadamente co'. En la casa de Angelie Beloff-Diego conocí a Ilya Ehrenburg
servado y enfatizado. Se trataba de Francisco Romano Muñot:··, cuando escribía su famoso Julio ]urenito, una obra en que el
Ignorando su identidad, al entrar le dije a Rivera: «Diego, ahL/ protagonista principal, o sea Julio Jurenito, e~ el yropio Diego
está tu herm_ano"'· A lo cual me respondió: «¿Será mi herm::i.na?.ll~ y el pano:ama en q~e se mueve. s?n las mentuas mc.~nme?sura
<¡Cómo!» «Si yo no tengo hermanos machos.» Después, junto~'' bles de dicho Juremto sobre Mexico, pero esas menuras. mcon-
los tres y Angeline Bellof, que llegó un poco más tarde, nos i:·: rnensurables de Diego que no siendo verdades ~n el sentido es-
reíamos del acontecimiento, a la vez que se inició entre Di ·· trictamente objetivo, son en realidad Yerdades mconmensur~ble~
y el gord<;> aquel «]ue yo supuse hermano suyo, una ver<lader en el sentido subjetivo. Algo contribuí yo a las verd~des gig~n
competencia de altura, de g_orclura, y, desde mi ángulo. ele olores, tescas de Rivera con mis relatos, aún frescos en mi memona,
porque cada vez que mamobraban salían unos tufos, ya fuer·· entonces, de Ja guerra civil en mi pais. Angeline Bcloff hada
de los pantalones, cuando se movían las ·cinturas, o ele los z simulcáneamente la traducción del español guanajuatense. de
patos, _cuando se l0s quitaban pare. medirse' los pies. Una com Diego y, en parte, en mínima parte, debo confesarlo, de mi _es-
petenna en , la cual el visitante ti'iunfó con creces, quedando'. pañol chih uahuense-guana j uatei.'.s~, al fra~cés, y más tarde hizo
empatados solo t>n lo que respecta al asqueroso tamaño de las la traducción completa del ongmal escnto por Ehrenburg en
manos, porque ambos tenían, para sus corpachones, unas manitas ruso, al francés. Y esto no es otra cosa que un detalle de la labor
pequeñitas, pequ_cñitas, blancas, blancas, lampiñas, lampifías, omaraderil de Angeline Beloff con Diego, co_n lo cua~ puede de-
blancuchas y mopdas, como de verdaderos sapos. cirse que ya no sólo le alimentaba el cuerpo smo también el alma
rr para las cosas del alma. Por eso, cuando Diego dejó de escri-
Pancho, el Pancho de esta ocasión, era un escritor mexicano"
l~:gos, años ~adicado. en B~lgica,, ~namorado hasta la desespera-· . birle a Angeline a mí ·me pareció que aquello no podía tener
non ae Brujas, servidor d1plomat1co y autor de varios libros'· íusrifica~ión. Aquella mujer, bien dotada para la creación en el
siendo e~ más f~i;ioso uno que se, ti~uló BHgica Mártir y en eÍ :me de la pintma, pero que había cejado de crear para tr~n_i
c1:1al hana menc10n, saturada de lagnmas, de la invasión germá- · pear con las falsificaciones para ~ue cor: . ellas pudieran vi_vir
íuca al pequeño país semivalón. Más tarde, «el hermano Pancho» ' ambos además de todos sus demas serv1c10s, había aprendido
de Die90 me cvmpró algunas de mis pequeíías obras producidas perfec¡amente el español de México para poder venir un día
en Pans,_ que nache conoce y que a m_í, no obstante «los peligros al país de su amor, pertrech~da absolut~mente de todo lo que le
que P1;1d1eran ~raerme c?n su presenna» me gustaría verlas una era indispensable. Había nando ~n Lemngrado: pero era ya más
vez rr;ias. La vmda de 1 ancho, porque creo que éste ya murió, guanajuatense que el papá g~anaJU~tens~ de Rtvera. .
¿las t1e~e _acaso en su poder? Recuerdo con bastante precisión las Angeline Beloff nos lleYo a m1 muier de entonces, Gachita
c_aracter:st1c_as de algunas ~e. ellas,. so~re teda de los paisajes. Por Amador, y a mí, hasta el puerto de El Ha vre. Y ahí, en un ataque
simple mstmto, recuerdo t)]en, pmte mont¡iñas con un sentido casi histérico, se nos colgó del cuello pidiéndonos que !ª llrvára-
cómco de características geométricas muy definidas. Para mí una mos a. su patria, a su patria verdadera que era l~ de Diego.1 Pero
r:iontaña ,re~ultaba ya entonces una forma geométrica dimen- como ya he dicho antes, nosotros no tenía~os m un solo. frai_ic?
sional, mult1ple, y no un fenómeno percibido uniangularmente. más de lo indispensable para nue?tro~ pasa Jes y t~~poco '- pos~b1-
lidad alguna de obtenerlos. Todav1a vnnos desde leJvs a A~gehne
175
con las manos pegadas a la cara y gimoteando, sin tener fuerz · aquella tambora de Diego? Seguramente algo totalmente
sena . · t
siquiera para hacernos el habitual ademán de despedida con l diferente de Angeline, tan suave, tan tra~qm 1a, siempre un !-1ºsa
brazos. con su pintor. Seguramen~e alg~ con9u~stado en .aquel ~ismo
Después, el larguísimo recorrido marítimo en tercera clase, losJ barrio o un poco más abajo, hacia Papntos, por e1emplo. 4Ac.a.-
largos periodos de tiempo que se hacían entonces en barcos, con.' so todo aquello no correspondía a la mentahdad ta? apasiona-
escalas en puertos del Canadá y de los Estados Unidos y en La H damente exteriorizada por Diego en París en relaaón con su
bana, para llegar por fin a Veracruz. En Veracruz nos enteram .. • regreso a México? . . . . .,
de que Diego sí había llegado a México y que hada ya algunos'~:~ y apenas salíamos de nuestra mqms1c1ón parteru, cuando
meses que estaba trabajando y trabajando con éxito eéonómi~.~~¡ vimos pasar delante de nosotros a una mujer de gran estatura,
Pero, entonces, ¿por qué no había contestado, por qué no le llorando a lágrima viva, a la vez que lanzaba. las ~ás .P.avorosas
había escrito a Angeline? eguramente lo del éxito económi · maldiciones concra un supuesto «panzón de nuerda e hiJO de la
era falso. Cuando mucho, Rivera había podido firmar contra.t chingada>. Cuando se destapó la cara lancé un· grito de ~ombro:
para pintar alguna pulquería, pues yo recordaba que él hab era nada menos que una antigua amiga mía de Guad.ala1ara que
elaborado una voluminosa tesis al respecto, dentro de sus pr se llamaba Guadalupe Marín, la única mujer de la a.erra ~e las
tapatías que s.alía valientemente al balcón de su ~asa gritando
. l,
yectos para aplicar a su retorno en México y por regla general, '.;
las pulquerías casi no pagaban con dinero contante y sonante; con una voz muy macha: «¡Viva .carranza!:t>. cuando nuestras tro-
sino con tornillos y ca trinas. «Ah, pensé, ahí e~tá el secret~·~¡¡j.·\. ,. p;.:.s victoriosas llegaban a la capital de J.ahsco. <Guadalupe -le
Recordaba que no solamente el campo de operac10nes para Die-~1~ dije- ¿qué te pasa?:t> <Pues, mira -me dijo, mostrándome sanive \'
go iban a ser las pulquerías, sino el inspirador iba a ser precisa~!.~' en la nariz y boca-.> Reponiéndose entonces un ~co, nos, hizo
mente el pulque. Entonces no cabía la menor duda: Diego se;j; pasar a su caserón. ¡A9uella era ~a tambora ~e Diego, segun la
~abía r;i~tegrado a la e~~riguez cr~adora de l?s grandes artí:.)i . portera! Y la de ios gntos terroríficos que hacian. temblar .a todo
fices plasucos «de ese Mexico maravilloso anterior al horrendo''.:' el barrio. Nos pasó a una sala muy grande, estilo colomal. En
reinado de los gachupines:1> (está hablando Diego). Algo muy,; , las paredes estaban colgados multitud de objetos populares ·y uno
grave, más fuerte que sus propias fuerzas, tuvo que haberle acon-:1··.i', que otro apunte de Diego con temas típicos. Se trat~ba de. un
tecido para haber guardado el más impenetrable silencio durante. i verdadero muestrario folklórico de objetos de la me1or_ cahdad
tanto uempo. '\ ..... y del mejor gusto, que a mí me emocionaron, pues todos ellos
representaban las cosas de ~se origen popular que Y.º recordab~
en Europa con tanto entusiasmo. ~upe, qu<:_ se m~lló momentá-
neamente a un cuarto que le servia de bano, ~ah~ después, ya
2. Casi al saltar del tren nos fuimos Gachita y yo a buscar a . lavada de la cara y mostrando toda su ex~raordmana hermosi:ra
Diego. Vagamente se me dijo que vivía en un barrio situado de entonces. Con aquel color moreno ace~tunado como de g:ita-_
atrás de Loreto. Su nueva ubicación afirmaba nuestra sospecha de ' na, pero de gitai;ia anahuatla~a, y en medio de todo. aquello sus
un Diego pervertido, hundido por lo tanto en el néctar blanco 1 arbitrariamente mcrustados OJOS verdes, verdes amarillos, de un
de los prehispánicos. Por fin dimos con la casa. Se trataba de amarillo que solamente he visto en algunos perros, pues el verde
un caserón enorme, compuesto de una sección hacia el exterior, 4I· de los ojos europeos tir~ al verde esmera.ld<l. y por ahí al ami.
que es la que ocupaba Diego, y otra sección, hacia el interior, que ., Pero los ojos verdes mexicanos en los mestizos son co~o los de .la
era una vecindad de las típicas de la ciudad de México, esto canción: «Verdes son, del color de la palma.. .> A qmenes vema-
es, con un enorme patio circundado de acesorias, o sea, de cuar- mos de E~ropa, la belleza tan particular de Gu<>-dalupe nos so-
tos redondos con un pequeño trecho que servía de cocina. Diego brecogía. Era una belleza tan original, no obstante lo desgarb~do
no se encontraba en el lugar. Y su casa esta!:>a cerrada. Inqui- de su cuerpo, casi siempre cubierto también de ese amarillo
riendo, llegamos hasta la portera. Y ésta, casi sin esperar nuestra verde del color de sus ojos de perro. Y aquellas manotas larga5
interrogación, nos soltó lo siguiente: «Hoy la casa está silencia, y desguanzadas que colgaban como cosa extraña, de una escultura
porque los patrones salieron. Cuando ellos están en la casa, hacen que hubiera sido revestida de trapos.
un ruidazo que se oye en todo el barrio>. «¿Cómo es eso?> «Pos Naturalmente los pocos apuntes que había de Diego colgados
sí, es que el señor le arrima unos catorrazos a la señora qúe la de la pared, mostraban siempre a Guadalupe y generalment~ a
hacen sonar como tambora. Y qué boca la de la occisa.> ¿.Quién Guadalupe desnuda. Alta, larga, y con unos senos de honmga,
176 177
....
muy realista y muy cariñosamente interpretados por el genio elona había producido una intensa - conmoción en el campo
Rivera, Lupe, Lupe por todas partes, -«Gua-da-Iu-pe», como I fntele~tual, entonces en extremo reducido, de m~ país. De ~ech?,
decía Diego, aquí y allá, era la que había substituido a la rubia'. nuestra prodama estética había interpr,et~do bien _la conoenoa
casi albina, de ojos azules límpid?s, la suave Angeline Beloff,·.·.·.·.c·.I ·[Ística y los anhelos de un grupo de plasocos y escntores. Fueron
amorosa traductora de ]ulzo ]uremia de Ehrenburg. .·~i:· ªJvlanuel
1
Maples Arce, Germán Liszt _Arzu bºd1 e, G ut1errez
., C ruz,
. Nos quedamos mudos y dispuestos ii:ie.~itablemente a con~¡¡f, quienes me informaron antes que nadie de esa corriente.
tmuar, por nuestra parte, la horrenda tra!Clon que había come<.; '! En la práctica, concretamente, ¿cómo había empezado nues~ro
tido Diego. ¿Qué le escribiríamos a l,a abandonada esp"~ª de ~t; J1lO\'imiento rnuralista? Descubri desde luego qu~ entre lo_s pm-
París? Guadalupe había sido amiga mía mucho antes que de Die · '.. wres se había iniciado un emponzoñado debate sobre. la pnmacía
go. La conocí en el primer ataque y toma de Guadalajara, el · de Ja ejecución mura!ista. Roberto Montenegro y Xav1er Guerrero
año de 1913. Era casi la única mujer «libre> que se movía entre sostenían que cuando Diego llegó a México~ de _regr~so de Ei:r?-
el grupo que formaban los artistas del centro bohemio llamadó pa, ellos ya estaban produciendo la decoraoón mtenor del v1e10
de Seattle, en Guadalajara. La compañera de José Guadalupe templo de San Pedro y San Pablo. El doctor Atl, por s~ parte,
Zuno, de Alfredo Romo, de Amado de la Cueva, de Antonio afirmaba que «cuando el panzón Rivera retornó a México», él
Córdoba, del caricato de Orozco Romero. Seguramente la única ya había trazado, borrado y vuelto a trazar para trazar ?e nuevo,
muchacha decente <le Guadalajara que podía llegar a su casa·,·.0·1 la primera parte de un mural en el exc<;mvento del mismo tem-
más tarde de las diez. La única que toleraba nuestras bromas ·~1!1 Jlo. Diego Rivera no intentaba desmentir la verda? de tal cro-
directas y nuestro «lengua je para hombres•. En fin, ella era lo ····~~ ~wlogía. Su réplica consist!a en sostener que «p1?tura mural
éxcepcional de nuestra vida de artistas. Y digo de nuestra vida, ':; re · '"'nDte dicha» la había iniciado él en el Anfiteatro de la
porque apenas llegué a Guadalajara, en los ratos que me dejaban ti·· ts~~ei~- Nacional Preparatoria, pues «decorar bateas, como lo
libre mis ocupaciones de militar de la Revolución, convivía yo ::\i!' 1 .habían hecho Roberto Montenegro y Xavier Guerrero, en San
con aquellos que habían elegido en forma definí ti va el mismo . Pedro y Sa 11 Pablo, no era hacer eso, pintura, mur~:>. «En cu~nto .
" camino mío. .·. ,; 1 a lo intentado por el doctor Atl, solo pod1a d~L~r que :ra ~a
¿Cómo escribirle a Angeline Beloff, sin decirle toda la verdad obra de la momia de Miguel Angel y esto con qum~entos anos ue
e parte de la verdad? ¿Mentirle? ¿Mandarle di::iero para que se rctr?SO.» Roberto Montenegro, además, proclamaua por todas
viniera y encontrara ella misma a Diego en las coadiciones en · partes que el prime~o en pr~nunc_iar la sagr_ada frase de «en
que nosotros lo habíamos encontrado, con una mujer infinita- :,¡.,. . . .\léxico, pintura mexicana y solo pmtura mexicana»: había sido
mente más hermosa que ella y perfectamente aporreada de tanto ,,, 1 d. Carlos Mérida, nacido en Guatemala, pero radicado y tra-
amor? Decidimos, por lo tanto, escribirle a amigos comunes, pero ' 1 bajando en México desde hacia much? tiempo'. se abrogaba, y
pidiéndoles todas las precauciones necesarias en lo que tenía que ' creo que con justo derecho, el haber sido_ el ,rnmero en «~rra? '.
ser un informe escalonado a Angeline y quizá de tal manera car de la tradición prehispánica de Am~nca 1os elex:nentos ~nd1s ¡.,1
¡l
sdubsecéuente quAe no _llegahrabi;iás al i_1d1form~ ~dompleto. Nos. dijeron , · \
espu s que nge 1me a 1a quen o smo arse en vanas oca-
siones. Y aunque no llegamos a comprobar si esto fue verdad,
pemables para construir un arte. mexicano y latmoamenca1:1o
,erdaderm>. En efecto, él fue el pnmero en empezar a producir,
bastante antes que Rivera, pequeñas pinturas al temple con te-
r
i
tampoco nos cabía dudas de que aquello hubiera sido posible. ~ mas indios y formas de intención india, tai;nbién. N,atura_lme~te,
Después, .rompimos toda relación con Angeline. . . para saber. . · 1.· las formulaciones teóricas de todos eran tanto o mas pnmanas,
un día, muchos años después, quizá cinco o seis, que Angeline j tanto 0 más ingenuas, que las obras_ que estaban realizando. E,n
Beloff había llegado a México y que se encontraba viviendo con ¡05 poetas de entonces, los ya referido~, debo confesar!?, babia
otra exmujer de pintor, es decir, con mi exmujer .. mayor -:laridad teórica en lo. que se refiere a la. modermd~d ?el
mexicanismo ele nuestro movmuento en perspecova. Ellos md1ca-
ban mejor el problema de que nuestra_ R~~olución estética en Mé-
F xico tendría que arrancar de una revoluo~n en la forma, pues d_e
3. Descubierta la realidad de ·Diego Rivera, era necesario des- otra manera -decían- «no pasarán los pmtores de ser la conti-
cubrir lo que éste hubiera realizado en los cuatro meses con que· nuación de Saturnino Herrán, Francisco de la Turre y otros,
se me anticipó en el retorno a México. Nuestro manifiesto A
los Plásticos de América, publicado en Vida Americana, de Ba~-- - . ,
j·
que desde hace cuatro años o más han estado pintando indios y
escenas populares» .
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. :
179
Lo mejor sería, pensé, para percibir bien lo hecho hasta e tue mi primera pregunta. «Ürozco está trazando sus primeros
~omento, seguir cronológicamente lo producido hasta entonces. frescos en el Patio Grande:», me dijeron. «Lo que está un poco
Sm duda al~na, Roberto Montenegro y Xavier Guerrero tenían. más adelantado es lo de Rivera.:»
razón al afirmar qui; ellos habían e.mpeza?o a pintar en las· Una pequeña caminata que me conduciría a entrar por la
paredes antes que Rivera, pero también Rivera tenía razón parte de atrás del Anfiteatro y después,. ~a gran ~al~, entonces
sostene~ que lo que habían hecho no era pintura mural, sirio me pareció enorme, con su ornamentanon colomal.1sta de ta·
decoració? de. b~teas, en este ~as~>, una batea gigantesca quizá de liado en piedra. Enseguida, volver ~a cabeza haCia . atrás y
más de mil qumientos metros cubi~os. Lo pintado directamente por encontrar el trazado ya completo de Rivera, «nuestro pnmer tra--
Roberto Montenegro era una réplica art nouveuu de la decoración zado», el primer trazado del muralismo en Méxi.co, mío . tam·
popular de. l~s resp~ldo.s de las sillas por entonces muy usuales bién, pero ejecutado con la cabeza y el pulso de Rivera. Pnmera
e? la i:rovmci~ mexic~na. Por cierto que en su impulso se ·pe ·· y tremenda desilusión. Una desilusión tal que me re~entó en la
ob!a bien la mfluencia teórica de «la filosofía pictórica naci' cara. Y Diego, al notarla, lanzó segura"?e?te la pr~mera frase
nahsta> de Adolfo Best Maugard. Xavier Guerrero, en su caso agresiva en lo que después sería un mmter~umpid? deb~te
y que ;había ayudado a Montenegro en el conjunto de la orna hasta el momento mismo de su muerte. La pnmera impresión
me?tación de San Pedro y San Pablo, había terminado la dec
raoón c?mp~eta de una pequeña capilla anexa al gran cuerpo
que recibí de esa obra suya, fue la ?e una ver~ión ~rtifi~i?sa, in-
dudablemente producida por un pmtor aleman b1zantmista . en
de la exiglesia de San Pedro y San Pablo y lo había hecho con el estilo, pero puntadas de art nouveau.. En esa ?':1eva técmca, ;·
un sentido es~cta~ente ~o!oni~l, aunque tuve la idea de que que para nosotros era el muralismo. Su .gusto estet1co )'. dentro
aquella no habia sido su mtención, porque sus ideas al respecto de éste la temática utilizada me paren.eron. con.tradenr .t~tal·
eran ortodoxamente prehispanistas. Pero lo que no cabe la mente lo que yo visualiz_aba en mis amplias d1sc~siones par1sma5
menor duda es que en su voluntad artística había un nuev con Rivera. Diego había escogido para el, c~:mtemdo de s_u_ obra,
fervor, el fervor monumentalista, el fervor de un retorno al arte.. el teatro, la música, la danza, las artes plastlcas, etc., santificando
mayor, a un arte funcional y es te mismo espíritu movía a mu: sus símbolos con ·aureolas de santos en cada una de las cabezas.
chos artistas jóvenes en tomo de ellos. .r y en su forma no se adivinaba siquiera la intención mexicanista
. Me fal~aba por conocer la gran prueba, aquella que yo hu~ popu)ar que tanto nos había inquietado. Nada podía .ser más
hiera quendo ver, pues tal era mi impaciencia, desde el momento :ijeno a la visión del México trepida_nte de la Revoluoón que
misn:~ que bajé ?el tren de Veracruz. y cuando aún venía con yo le· había relatado temblando a Diego durante largos días y
1~ VlSiÓn COn~ocJOnada eor el . descubrimiento plástico de largas noches. ¡Qué espanto~a me parecía la i~terpretación que
xico. ¿Qué hab1a hecho Diego Rivera? Lo que hubiera producido Jos personas diferentes podian darle a una misma . sed! P<;>r lo
tenía que ser la materialización de nuestras ideas comunes aro:· 'visto, Rivera y yo cuando hablábamos, ~stábam?s viendo simul-
pliamente amasadas y vueltas a amasar en nuestras interminables táneamente no sólo dos cosas diferentes, ·smo radicalmente contra-
y alucinadas conversaciones de París. La tierra de México, lo; puestas, en el teni;i., en la forma, en el col.or, en ,el. estilo, y par
hombres de México, las cosas de México, la historia entera de Jo tanto, en la última instancia de la emoción arust1ca, que es el
México, de un México más que nada indio, en todo caso , gusto. Diego había empezado a pintar la concavidad a donde
de u.n Méxic? en, el que l~ indi? era fu,n~amental; el color de :)·~ queda parcialmente encajado el órgano, pero. esta parte no la
México o mejor aun, la pohcronna de Mexico, las texturas parti- ';: · J
cu lares de México y de un México en violenta acción de rebeldía · '· ~
puede percibir en el primer momento. Las figuras m~yores d:
la parte del muro adelantado, el muro frontal, me habian domi-
contra la influencia cultural de Europa, aunque sin soltarle la ·. ¡ 1
nado por completo. ·
mano al "cezanismo" transformador, que le había restituido al -: · 1\ Herido aún por la profunda pena de no encontrar lo que es-
arte europeo .sus desaparecidos ~alores. constructi:·istas, etcétera. . 11
En el Anhteatro me encontre a quienes pOdran considerarse , ·
como los .componentes del primer equipo de Rivera. Fermín Re- '{ ·
1 peraba, aquella que correspondía a la co~figuración de su pro-
pia solución imaginaria, me separé de Diego Y. !entamen.te me
encaminé hacia el lugar. ~onde estaba ,el re~end<;> gran i~stru
vueltas, Ramón Alva de la Canal, Emilio García Cabero, Fernando ''!11 men to musical y al percibir lo que alu hab1a pmtado Rivera,
Leal, Jean Cha.rlot y con carácter de ayudantes a Máximo Pa- · un puma en la selva y. una especie de ág~ila de múltiples alas,
checo y al rubicundo Manzana, cuyo nombre de pila no supe con colores y estilo evidentemente muy diferentes del resto de
:::"·Y P°' lo <onto no lo mue<do. <;Y Jo•é ClementeOwJ la obra, casi a gritos le dije desde abajo: <1:¡Diego, par aquí va
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1
11
1
la cosa, pero lo otro no, no! ¡Es absurdo!» Y salí casi corrien algunos que con frecuencia el vi_ctorioso resu}ta al final la
·¡
·11
del lugar, alcanzando a oír de boca de Diego algo muy parecid víctima. Nuestra cruzada contra la pmtura de P~ns nos ha cm:idu- li
a una ahogada mentada de madre. Rivera y todos los demás s ciclo a entregarle íntegramente la plaza al enemigo. Orozco, siem- 1
habían quedado sorprendidos. Y creo que ahí emnezó 1
]a divi- pre tan dispuesto a contestar los garnuchos con trompadas'. esta-
sión teórico-estética de todo el grupo. ba en esa ocasión verdaderamente anonadado. «No te entiendo,
El refugio ¿iba a ser Orozco? Mi. amistad íntima con Jo no te entiendo", me gritaba. Y recuerdo bien que un~ d_e sus
Clemente Orozco, no obstante nuestra entonces gran diferenc argumentos defensivos fue, en forma interrogante, el sigme~te:
de. -;;dad, pues me llevaba trece años, fue en la huelga de Bell «.y <jUé de extraño tiene que al pintar murales sean pr~cisa-
Artes, la huelga de 1911. José Clemente Orozco era miembr n~ente los graneles maestros del mura!ismo quienes nos gmen?»
un miembro explosivo y lépero, del Comité de Huelga y yo ere «Sí, sí -decía yo; girando en redondo como un trompo-, pero
que el campeón de .las pedradas contra la policía montada. Si se .trata de otro muralismo, de otro, de otro ... no de un mura-
embargo, .Y.ª desde esa época él me llevó a su casa, me present lismo que sin desechar las enseñanzas de los mejores muralismos
a su familia, pero no recuerdo nunca haber hablado con él d de todos los tiempos y de todos los paises, sepa de ?tra manera,
arte. Ya desde entonces, José Clemente era un misántropo qu sepa de otra manera» y me tocaba yo la lengua sm encontrar
no llegaba a formular teorías, sino simples gruñidos. Conocía.é,Jit, ¡0 que quería decir en forma precisa. . _ .
~so sí, y admiraba sus dibujos de prostíbulos y los admiraba tatlf'' Nu me cabe la menor duda de que mis companeros de m-
mtensam;nte que fu~ron ellos los que me impulsaron a ir -a'.;1!¡5 tento muralista se formaron de mí una opinión unánime_: yo
l?s prostibu~os por pnmera vez. Aquellas prostitutas indias ames~- era, sin duda alguna, el más grande pedante del grupo. Y pienso
ti~<tdas, vestidas con grandes há~itos griegos, rojos, anai::a+ijad-0i!C,c.,,~>""·;~.-+---B-wy.a desde ento · ·' mía a uella
purpura, morados, me so~necogian de ªdmiración. Fui uno de;\l~' trase que esperaba ser demoledora: «Diego pintando y Siqueiros
los más escandalosos ~dm1~ado~es de su primera exposición lle~~, hablando.» Claro, yo no podía aún expresarme pintando y me-
va?a a cabo en l.a . Librena Biblos y creo que fui uno de los · nos aún en relación con lo que en mi mente sólo había sid~ una
pnme_r~s en perobir la enorme trascendencia que tendría es·a~,:··~. visión. y me llegó mi turno. Durante largas semanas ~elee. con Y
exposición y con ella toda la obra del Manco de Zapotlán. ·Qi.i'é' . · Vasconcelos para tener también yo «mi pared> .. El h~en_ciado 1
habría pintado José Clemente Orozco? Quizá entre éi y yo ~dí¿., : José V. asconcelo~,. entonces secret:u:io ?e Educación Publica Y~
existir una cierta similitud en la interpretación de nuestro anhelo··.,,;· el autor burocrat 1co de la determmación de encargarnos a los )
puramente imaginativa de antes. . ·'. pintores la realización de pinturas murales, tuvo. por l_ema: «Su-
. P:ro ~na .':ez más me esperaba el desengaño. Sin duda alguna:,,;'~-. perficie y rapidez.» Nos decía: «Hágalo tanto o mas feo de
mi visuahzac10n de lo que sería la pintura nuestra, en México ). Jo que lo han empezado a hacer, pero háganlo pronto y en el
en mis conversacioi_ies de París . con Rivera, tenían mucho qu~ ) mayor nú~ero de metros _cuadr,ados que s~a posible>. ~utor
ver con la concepción de 1as pmturas y dibujos de prostíbu1os '. ~ de la filosofía del cosmos, hlosoha cosmogómca, una especie de
.
de Orozco, con aquella colección ~e grandes a~uarelas y huaches panteísmo de origen hindú que le ha?ía. s?'vido de _base para
con que adornaba Orozc? la fonaa Los i\{onitos, propiedad de . elaborar su literatura, más que sus prmcip10s, pues estos, care·
su hermano, una decoraoón que él cambiaba todos los días un ciendo totalmente de todo método, no -pueden consi<lera.r:se _como
P<?co antes de que yo in. :ariablemente le gorreara los frijole~ re- .' . tales decía fund:imentando su lema, más o menos lo sigmente:
fntos a la manera de Jalisco y el atole. ¡Pero qué había pasado! •· «So~os, n; obstante nuestra atroz mezcla de una raza vital con
1
Oro;co había empezado a r:azar una virg_en boticheliana, rodeada . ! una raza decrépita, no obstante ese mestizaje atr°7, una raz.a
de angeles, todos muy rubios y, como figura central emocional ¡ bárbara, por nueva y la cual no podrá encontrarse smo a traves
un Niño Jesús seguramente destinado a retratar al hijito má~ · 1 de largos siglos de la más estúpida noche que pueden haber
chico de algún alei:ián uórdico o de_ un escandinavo casi lapón.· ·•• conocido todos los pueblos. Entonces lo que vale es hacer, hacer
Atroz escena de panos volando. En fm, la más absoluta antítesis · 11 mucho, porque no tenemos posibilidad de ~lgo que n?rme y
d~l Orozc? de 1_911 a g:;¡5_ ¿Por qué habría cambiadc sus corrom- -~. compruebe nuestra acción y el valor de la misma». O d~cho de
pidas mu1eres cf .la calle por aq~e~las vírgenes tan castas? ¿Obe- it: otra manera, mientras más se echa a perder más. se aprende. El
decía aquello, y_mzás, a un movimiento de heterodoxia inexpli~ mejor hombre es aquel que comete errores. Y si solame?-te co-*
cable e~ tan característico fanático? «Pero no, pero no --decía mete errores, y lo hace en una, larga vida, ése es. un gemo. Por
yo cam1ri.'.lndc,l frente a él-. Eso no es, eso no es.» Bien dicen , eso, mientras más se desarrollo nuestra obra, mientras más en-
182 . : f 183
con t ro' l as raices
' d e nu_es_tra. trad.;\ó) .
IJ.Ci n, mientras más locaU:ó lo que producen, en los muros de los comunes.» Todo esto, toda
elementos de nuestra idiosmcra<ia nacional, más detestable ¡' esa «filosofía» era justa, pero profundamente sofística, según
pda~ecía ah Vabsconcelosh.. Duran.te toda su vida, asombrosa para~~
1
supe entenderlo más tarde, y precisamente por obra de ese arte
op, be o~ ~e. que . 1z.o posible ~a aparición material de nues. menos ultramaterial en su esencia creadora, que es el muralismo.
tra ~ .ra pictonca, smti? des.Prec10 por ella y este desprecio Nuestro grito angustioso de ¿en qué consiste la pintura al
adqi:mó la escala de lo maud1to en los últimos días de su e · fresco? empezó a recorrer la ciudad y el paíi> entero. El gabachito
tencia. XI Jean Charlot algo sabía del procedimiento llamado fresco, por
. Cre,o que de una manera instintiva, pues no puede haber'•;;¡¡;; habe: sido alumno de la Escuela de Pintura de Fontainebleau,
0
sid_o a~n_ el resultado de un plan preconcebido, yo obtuve el tra.'''' en Francia. Pero lo que recordaba de esta receta era muy poco.
bajo dioendo: <Usted en París nos dijo a Diego y a mí, al escu Kuestros «úkases» durante los primeros meses no tuvieron re-
char. n;iestras grandes ,proclamas verbales sobre la necesidad d sultado. ~_ara _nuestros. c_o~dyuvantes Y_!l~quis, la expresió11. fresco
surgimiento del murabsmo en México, que si usted llegaba painting efüí.ba c~rgad_a,, de maiaxill()so m~s_te~io~ ~~()"n~da __lllás.
ocupar el puesto de secretario de Educación, automáticame · Poco' ·ptr,dfan dt'.~_1rnos s,obre la....coána . de este glonoso procedi-
nos llamana para __ que se cumplieran nuestros deseos>. y en .· . , mie[l !<>_,_qu_e_Jl~ri.9. el mu_?do de obras de arte casi desde que_Ja
segundo. lugar, le dije: <~n lo que a mí respecta, no me dé usted>fi¡, f humamdad existe y particulalJilente en el periodo de la historia
un muiito, como se 10 d10 a Rivera al encargarle lo que pudié~~ j que va del Giotto a Miguel Angel.
ram'?s ama~ e 1 t~16n ~el est~ado del Anfiteatro Bolívar, ni edl Meditando durante toda una larga noche, Rivera parece que
munto escogido, ~s1, al Uno, caiga donde cayere, de José ClementeWlf' había encontrado la salida a aquel impasse técnico que había
~~ozc~t en ¡1 patio fgranded dledla Preparatoria, ni el que le dio ª';,~, dejado nuestras obras en su periodo esquemático lineal. <La .so-
. vue as, Lrente a rente e e Ramón Alva de la Canal 0 el d ''0~~- 1ución -llegó gritando - un· día a la Escuela Nacional Prepara-
Fernando Leal, frente ª. ~rente del de Charlot, etc. y¿ quier:fr toria- está en que encontremos la obra de Cenino Cenini.>
grandes y muchas superfmes, para trabajarlas, de ser posible en ' A encontrar, pues, a Cenino Cenini, gritamos todos a cOro.
un mes>. ' . ' Y después, en organizado plan de batalla, nos distribuimos las
Naturalment~, Vasconcelos puso una cara que a todas luces d·: bibliotecas púrlicas y privadas que había en la capital de la
da:. «:Éste es mi hcmbre,> Y así firmé el contrato para decora: república. Sin embargo, pccos días deE:pués, ca~i desfallecidos,
el cubo ent~ro de la escal~a del ll~mado Colegio Chico de la:>;, tuvimos que confesar que Cenino Cenini no había venido ja-
Esc1;1ela Naci01ial_ ~r.eparatona, el mejor sector arquirectónico del · más 2. México. Había que irlo a __buscar a Itali.~.. Pe.r() el naci_o,:
conjunto del ~dihao, las cuatro paredes subdivididas por nalismo de Vascopcelos, .a.utor de la Raía Cósmica, categórica-
lumnas del pnmer tramo de dicho cubo, además de la bóved mente nos dijo que «en la s«~é-retarÍa:~de:·Ed.uéacfÍJ~.-RÓ.hl_ica - n~
y el cubo entero _del primer piso con sus cuatro muros y s~ había presupuesto para viajecitos tan demostraiiyo~. cle .. fº.I!lPlej_o_
enorme techo. Qmzá tratando ?e trampear, repito, subconcien- de inferioridad que. nos()tros (O!sLábamos imaginan~lo;!>, ~o _podía-
temente, al patrón en perspectiva, me encaminé hacia u ' mos pintar al fresco «y eri consecuencia 'no. seríainos_._pJ,ntores
lución inhfinitad~dentde s~perior a la de mis c_ompañeros. <P7~t:;;:,.:.·;·:··~· .1 muralistas».
mur~ 1 - ,e .Pº i o ecir más tarde-, es la pmtura de un espacio 1 • Impaciente, Diego se lanzó por el camino de la encáustica,
ar9mtect~mco ~om~.leto, ya. sea por dentro 0 por fuera, lo de.' ... argumentando «que la encáustica había sido el segundo más
mas es Pa~es1smo (telomsmo; panó se le llama a un solo' ·/'\ grande y definitivo descubrimiento del hombre para pintan. - ·
?1uro). Oraaón ésta, que tantas réplicas -agudas en el lengua-."' «Los templos dóricos habían sido policromados, tanto en su
Je, ;iaturalmente-. me costó recibir de Diego Rivera y en cierto: interior como en su exterior, con aquel procedimiento ígneo.»
penad~ ~e~ propio Orozco. Ambos me d~cían, con lógica destro- · Por otra parte, la receta de tan !Tlaravilloso medio de creación
zadora. Pmtura mural es la que se e1ecuta en los muros y · pictórica, estaba ya bien en nuestro poder y no la íbamos a
basta."» t soltar así como así. Consistía aquel medio pictórico en la mezcla -'ft
de copal y cera de abeja. Y como había que mezclar aquellos dos
medios fundameqtales con los pigmentos o colorantes correspon-
dientes, su licuJ.éión se producía mediante el uso de la esencia
de aluz'ó!na, bel o denominativo ancestral, que en el grosero len-
guaje cier~íficcfí era simplemente <espliego». La unión del copal
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del interior. y además, q~e todas las iglesias de .la región de
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y la cera se hace por medio del· espliego, pero como éste es i
flamable se usa para ello otro procedimiento poético, que es . Cholula," en Püebla, y esto no es más que un e1emplo, están
«el baño de María». Cuando se tiene ya la mezcla de copal y'
cera y esta mezcla aparece en forma acelinosa, se mezclan con.
p1·ntadas con ese procedimiento que aquí, l
el señor Charlot, lla-
. .
ma fresque, con un ace~to habl~do por as nances».
ella, a su vez, los pigmentos con el tradicional procedimient «¿Cómo era eso._p_?~1~l_e?_~_grita_~c::>~ t~d?s 3:_~na sola v~z.<~n:,_
boticario del mortero de mano. Después, con planchas de hierró ;~ tonces,¿ese-proccihm1ento se us~ en ~ex1co y ~~s?tros, _pmt~t~~- .
se repasa la pequeña parte del muro a donde se va a pintar y'~¡; mex:icanos;-rro-'lo---sabiamos?r-Diegcr·R1vera~· pálido de e~oa~n,~
para mantener los colores en forma de utilización plástica, se'':' ropu~o _qu_e ·se güardara el mayor seo:eto sobre .nuestra m~mta
les coloca sobre una lámina -tal es la paleta del pintor de e · fdiotez, puesc:los··obreros y los camp~smos orgamzados nos iban
cáustica- y esta lámina se coloca sobre un anafre. El fuego . a Iincñar»:·nespués;-empezamos a girar todos en círculos con-
encargará de tener los colores en condiciones de uso. Termh1ad . céritrttos;-a-la-v«;_z~.q!,!e·d_edamos: <A Puebla, a Puebla.> Y concre-
el trabajo por secciones, se vuelve a repasar con plancha la zon tamente;·a.-clíé>ltila. . , ..
terminada. Y aquello es ya para la eternidad. Yo me puse • . Antes de veinticuatro horas estabamos ya movilizándonos todos
·preparar, .en sumisi~n estricta a I~ receta clásica, mis pin.turas;;~j¡~ hacia Ja región indicada. Después, corriendo c~rno si . se ~atara
aunque aun no sabia por dónde iba a empezar y cómo iba a:~:· de un verdadero maratón, recorrimos las tresoentas 1gles1as_ de
empezar. No aceptaba yo la ejemplaridad del primer mural def~ la región y éstas, en efecto, estaban pintadas con aquel glonoso
Diego, como había dicho yo antes. 'fP procedimiento que se llamaba fresco,_ Je fresqU:e, en francés_ y
~·· Entregados por completo a los brazos de la encáustica, brazos ~r fresco _paintingl_!!~ ...i.~glé~ 1 y lo ~staban tanto por d~ntro . como
felizmente de mujer, por su obvia feminidad fonética y gramaticaI,.~1 or fueia:-'N'"aturalmente, no salimos de aquella re~ón sui,_J?~
sin que los brazos masculinos del fresco estuviera¡¡ a nuestro al-'~é·¡ ~alizar a los. Illaistros fofiéia1es;··¡¡ifüpletnen:te' alb:ifüles;· que de;.
canee, sucedió algo positivamente conmocionador: un indio de pura 1: 1 coraban eniónces co'n formas geométncas los templos de la zona.
raza, extrañamente chaparro por provenir del Norte, apareció ·u · · De. hecho; ·1o~_~secUestramos, desde luego al más en.tetado de
día en nuestra vida infantil de muralistas. El aparecido se llamab todos'"'elloS,...y pocos días después, José Clemente Orozco, Ra-
Xavier Guerr:!ro. Diego explicó el raso como si se tratara de u m<'m Alva· de ·la Canal y Jean CharlOt empezaron la segunda
don de las divinidades toltecas y nahacatls que habían venido ... r dapa de sus obras con el nuevo procedimiento, po~que en cuanto
en nuestra ayuda. El aparecido nos hizo al grupo la siguiente /.
pregunta: «¿En qué consiste esa pintura que ustedes llaman· pin}¡(,
tura al fresco?:.>
¡ · Charlot, interrumpido constantemente por Rivera, dijo es:/.
·. · ¡ a Diego, Revueltas, a Leal y. a García ~aJ;>e;o. tuvieron que c~m
tinuar sus trabajos con las pmturas ya m1C1adas, con encáu~t~ca.
EnTo-qÜé. a Íní respecta, excluido el ~étodn- de· .compasroón
aconsejado por Ri".era, ya que algo ~e d110 en el m~steno de l?
cuetamente que se trataba, eso sí, de pintar con colores de origen."':' • empírico, que era madecuado, ya tema frente a ~f dos procedi-
mineral o tierras naturales, licuados simplemente con agua, «con · ''.\ mientos: la encáustica y el fresco. Pero como dije antes, ~abía
agua destilada» -dijo Rivera-, ~~bre un revoque de cal y aren.a yo empezado a preparar mis materiale~ ~ base de encáus!-1ca y
aún húmedo.' Pero que lo que nos faltaba por saber era si la el señor Vasconcelos, que de haber v1v1do en nuestro tiempo
mezcla se producía con ciertas particularidades o no. Agregaron habría sido otro señor Kuadros del Brasil, por aquello del ahorro
ambos, tanto Charlot como Diego, que el proceso de cristaliza- nacional, seguramente no me iba a aceptar otro presupues~o para
ción de tal capa y arena era lo que fijaba los colores. Nuestro • mis ensayos de pintura al fresco. Sin embargo, esta s1tuac1ón me
nuevo socio, dop.,Xa_vier Guem.:ro, con el lenguaje doctora1::qg_e ' sirvió para mis primeros ensa.yos que d~berían corresponder a
le es habitual'. respondi_ó de la manera sigui~nt~; «Yo soy pintru:..:. mis primeras prácticas, ya de pmtor murahsta.
de paredes, meto de pmtor de paredes y b1zmeto de pintoc.de_,
paredes. Y aunque nací en Chihuahua, la tierra de Siqueiros, soy .
de origen tolteca puro, porque mis padres eran del Valle de
México, y de un lugar próximo a las pirámides de Teotihuacán. ~" \ 2. Encontrar al hombre de México después d<: un larguísimo
Por todo_ lo que antes he dicho, puedo_as~r<i:_~les. que ese _pr_?-'\ periodo en que el hombre de México no apareció para nada ~n
cedímiento que ustedes llaman al fresco es el que _se_ us<J. ..P.í!t! l, el arte de la pintura de nuestro país, tanto . en el arte colo1.u~l
pintar todas esas cocinas color de almagre que existen _d_e; un·, . como en el México independiente hasta Ja ohgarqufa de .Porfino
extremo a otro de la república, particularmente en los estaCi.9s7~ Dfaz, constituía sin duda alguna un tremendo hallazgo, mdepen-
/
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dientemente de la mayor o menor perfección de lo realiza· en política como e!1 ... M!!:!, .U1::1,<:;.s~.!3~ ...?.~r.~s~)~~ ,,p;tr~c;j~~,.una ,.espe¡;:ie
Aquello quería decir que íbamos a empezar a ver las cosas de resurr~ss~9fi_l.ª21.~-E~4J~Eª:~pf,!.L~!g9_pos1uv~~E:,te ~~,2;,,
t~a~és de nosotros mismos, tanto como entes nacionales e in~ para nuest.ra pintura __eE<l:..~~~~!E:.<:!~t~.. h2E!~!!(la,._µQ.-ª. .V.e!'difclera
éllos
d1viduales, y por lo tanto como entes sociales, de un determinado·' blasfemia a Dios y al arte. . .
morr;ento de la historia de México y ya no arbitrariamente, ·a:~0 Tan· grave fue 'la' situáción'. que los pmtores tunm?s que
traves de un hombre abstracto supuestamente universal. Tampoc01'~·.: defendernos a balazos de los disparos que con frecuencia lan-
se .trataba_ y~ ~el «retrato» riel hom~Jre d~ México producido por;;;J· z<Ü>an los estudiantes, sin duda alguna más contra nu~stras obras
e~tilos geimamcos, C'.' el caso de Saturmno Herran o de Fran.0;11 que contra nosotros mismos, pu.e.s su p~ntería ~o tema por gué
cisco de la Torre, y con e~tilos franceses, a la· manera de Ruelas'~'.:' haber sido tan mala. En su acnon, hanan func10nar la fonética,
y .escultores, como fue el. ca~o .de Co~treras. ~- ~sJ~--ª.c:ontecis~,¡I mediante un golpear incesante contra las bardas de made~a que
miento, de una manera mstmt1va estabamq~-~~'!.f!ªncando Cre--t · habíamos nosotros colocado para proteger nuestros trabaJOS en
"".ll;~q:t_I~l~_gía y ésta sin du~a alguna constituyó para.nosotros · desarrollo. ~o no solamep~C:.--~ªn._Jo~.-.e~tu,diªfl«:!~.. ~ue ·.veía~
~1e~~~~tr:.~~~~~;.~0r:~~~t!¿ :1at:hI~;~ r:s~i;~~, ~~~l ~:ª~rJ~~
1
más sohdo··soporte,·· es-· decir, éSlábanfüs arranC"ando··ae!a .
pretación que le habían dado al homure muchos -:Si'glos-lt ' .
que era nuest;a gran tradición prehisp~ni~a. ¡Otra vez el~~, 1 yeues._de izquierda y entre ellos los muy hermosos .del grupo que
1'., tact.o con la uerra y con el hombre quimicamente puro, cabriá""'*!'' r. 1)oclíamós presentar comq encabezado . por S;tlvador Novo .. Éstos /
¡,,d;cu, generado y desarrolla.do en aquella tierra. ! Mis primer3:~. .·.;,'. ~..'1'· · . · . · ~
Íiacían uso de la ironía cínica, por demás directa, pues se colo-
pmturas al frese~ de la pa1 te alta clel cubo de la escalera que·'S,~' caban debajo de nuestras obr.as y en esas condiciones empez~b~n
se me había destmado, produjeron así verdadera sensación, aun-:· a hacernos preguntas sarcásucas, cuyos efectos nosotros res1sua-
que. no todos l~s pintores colegas en ei mismo ésfuei·zo lo reco,:;¡\ . mos pacientemente. di:r.ante algún tiempa, usan~o .~ara ello del
noneron. P.ues n:iclusive en Orozco, tan dado a negar a príorNJa2 . retruécano, pero pnm1uvos como éramos, tan pnm1t1vos como fa
todo. lo que·- tuviera que ver con el México indio, se empero ·· obra misma que estábamos realizando, nos cansábamos con fa-
a depr ver la preocupación por tal hallazgo etnográfüo~':::----:;;~ cilidad y así llegábamos a arremeter físicamente contra tan mo-
Despues que hube pintado parte de.los rn:trros 'éste y oest lestos chocarreros. Todavía me duelen los nudillos de las manos
del segundo c~erpo del cubo de «mi» escalera, empece a ejecura'i,, de las, horrend:!s golpizas que le di, por ese motivo, a Guillen:~10
lo correspo!1diente. al muro norte del mismo lugar, con el tema '.• Jiménez, por eje~plo, hoy embajador de Mexico en Aus~.1a,
de !--ºs Mitos Ca1dos . .Para entonces yo me había decidido ya pues este era partlcularmente grosero ~on nuestros pobres hiJOS
a ejecutar la obra mediante el uso del fresco tradicional. Termi-' apenas en el periodo de la amamantanón.
na~o el prim~r cuerpo del indicado cubo, pretendía yo seguir· El choque más grave con los estudiantes se produjo de ~a
bap?do con ~gual. procedimiento a costo, inclusive, de lo que ' · J manera siguiente: empezaron los alumno~ de la .Preparatoria
~~~s~~~0~ba m1s primeros ensayos a la endustica en la parte baja .. ;l"·.
provoc:rnclo a quien ya desde entonces :~a mas s~s~~puble a la pro-
vocación, o sea, a mí; y su provocaoon ~ons1suo en el uso de
)<.~· '}...E1'. esa et.apa cie mi trabajo, se produjerÓn dos grandes acon- .. cerbatanas para lanzar en contra de la pmtur:i., ~a~w en la. ya
·tenm1entos mterruptores: la 9fens.iva. ..:djrec;tai de los estudiantes ejecutada, como la que estaba en. proceso, una , mmtenumpid.a
preparatorianos en contra de ii:Úestra obra y 'cuya eficacia se ma• sucesión de plastas de pa~:l mas::ica~o. Y despues, frente a mis
nifestaba más en el sector del edificio que a mí me habíin 4( respuestas de punteria familiar n_:uy d1~ecta, alguno de ellos llevó
destinado, .ciad_o, su alejamiento de. los lugares de mayor tránsito; un~ 1 pequeña pist.ola de pequeno calibre, seguramen~e de. esas
y la publicauon del primer número de nuestro periódico El c¡ue sirven p<ua urar al ?lanco, a lo cual yo conteste .~anendo
Machete. E:_i lo gue respecta al p;·imer caso, fu~ precisamente 1
m ruido horrendo con m1 '14. Entonces ellos, en formac10.n cerra-
en el . Coleg10 Chico, y frente a m1 obra en proceso, donde se da, pretendían arrebat~r la justic~era ~rma defensiva. Felizmente,
prodUJO el. choque entre nosotros, los pintores, y los estudiantes 1 las tremendas detonanones de nn casi arcabuz llegaron hasta el
prep~ratonanos, seguramente movidos por dos impulsos: el pri- pilmer patio y de esa man~ra to.d?s los flamantes muralistas
mer -~yu!§<?.. teník una· base poqtica muy concreta y, dentro de ... ·.·Ji
acudieron rápidamente en m1 auxi110. Juntos todos nosotros y
este lineamie.nto, ~µna b~se rel:gl.osa ~análic.a. Y en . el s.~~~ con nuestros ayudantes, hacíamos un grupo muy próximo al
~aso, el .móvil era· esennalmen ,e. estet1co. A los.,·esfií.'Ciiantes,. ,p.or.. númeio treinta; nos tiramos pecho a tierra, tanto en el corredor
mfluenoa de muchos de :us '~qos maestros reaccionarios,, tan.to de arriba como en el corredor de en medio y parte baja ..
;~ - . ~- -' !
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este caso en senudo honzontal; el agua la simbolicé con dos ya a~eptada en la práCtica pc>r. mis compañer~ y_ los primeros
!=ara coles, porque el caracol es marino, y la tierra con dos ·c;~-; reflejos de mi ·instinto, sólo de . mi instinto, sobre lo que, en
hues?s gigantescos de alguna fruta, preconcebidamente d_e _ <?!fa:~!l - efectó;··teñdríá que ser el muralismo frente a frente del cuadro
trop1ca. 1 . · autónomo--absoluto, y desligad() de t_odª arquitectura, cuando
No deben haber sido muy claros mis símbolos, porque a la mcriós··e-n· su iíau.iraleza Hs~~Ci· _g_ue identificamos con el nombre
mayor parte de :nis compañeros les parecieron de origen masó- de cuadro·-ae··- éaballeie.. En un esfuerzo sobrehumano, y tra-
nico y Rivera m_>s motejó de siri~lib~neses, buscando para ello, tando de cumplir la ~onsigna vasconceliana de <Superficie y
como le era habitual, alguna susp1caoa no muy limpia en rela- Rapiden, me trepé a las dos semibóvedas que forman ~l techo
ción con posibles traiciones de mi madre, que habían sido del primer descans~ de, !ª escalera y. tratando de ~ntm.uar el
inevitablemente reveladas por mi tipo. En cuanto a la figura estilo ornamental simbólico . de lo pnmero que hab1a prntado,
.I
j
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procuré transformar mis tornillos flamígeros en antorchas e al lema 9.~>~.ll.!;S.~~xj~m,.~!}.~"~1?~~<Lt;.s2_r<;ri.<!~r~.i......Q.Llª-~JJ.liooq.
cundantes de una cabeza humana para cada sección de ese plafó l\fe }'iareCíá inconveniente hacer lo que había ya trazado Ramón
Terminada esta tarea, debí seguir adelante. La etapa siguient .. \1va de la Canal, es decir, el descubrimiento de América, c~n
tenía que ser el techo inclinado que, partiendo del primer des.•. las carabelas ele Colón y demás. Fue entonces cuando me pareció
canso, terminaba en el primer corredor, que es donde se iniciab. adecuado simbolizar ese contacto entre nuestros, «d~s mundos."
la escalera del segundo cuerpo del cubo de la escalera. Com61f , con una gran figura de San Cristóbal. ¿No hab1a sido este gi-
los estudiantes de la Preparatoria nos daban durante el día una(~f gante el vehículo usado por el cristianismo para trasladarse de
guerra terrible, tanto de palabra con;c de hecho, ya que se bur-~i: uua tierra a otra, precisamente por en medio de las aguas del
laban sarcásticamente ele nuestros primeros "nsayos y procuraban''' mar? S<& Cristóbal, pues, fue mi símbolo, y ahí está todavía tan
destruir todo lo que nuestros vigorosos brazos de pintores-boxea~ oscuro. y en un lugar tan oscuro, que yo no s~ si ~lguien lo ha
dores les permitían, resolví trabajar de noche. En la mañana : po<lido ver alguna vez o simplemente se lo han imagmado, porque
en la tarde mis ayudantes prepararían la superficie, calentándol bastante se ha escrito al respecto. .
con soplete y derritiendo sobre ella trozos de copal. Después le Faltaba el muro que está frente a frente del ya operante San
darían un baño de copal y cera, licuando la combinación, como Cristóbal. San Cristóbal era un hombre de la raza blanca, de
dije antes, al Baño de María. Pero mis actividades físico~juve••i · ia raza ·caucásica, como lo era también Jesucristo. ¿Cómo hacer
niles de aquella ocasión me impidieron ir a cumplir la tarea;,~ intervenir en mi tema a la raza india? Por otra parte, ¿cómo
nocturna que se me había preparado específicamente para tal :,¡~~, hacer intervenir a la mujer, ya que San Cristóbal era un hombre?
objet~. A la mañana siguiente, cuando fui al lugar de mi trabajo, :if>. La. soh.1ción fue pintar una india, de. la ~i~~a estatura de San
para darles a mis ayudantes alguna explicación sobre mi artitud. · Cristóbal, tan gigantesca en su pütenna h1stonca y e.n su belleza
desaprensiva, me encontré que mi obra había sido ejecutada,·;~! como San Cristóbal, sólo que en vez de conduar sobre . su
¿Qué misterioso ángel de la guarda pintor había ocupado miltwi hombro a un niño, conduce a una niña en su regazo. Ahí estaba,
lu~ar? Desde luego, no había sido ninguno de mis ayudantes, en . por ¡ 0 tanto, !ª cultura occiden~al, la cultura prehispánica de
pnr:ier lugar porq.ue ni,nguno d~ ellos estaba ca:pac!~ado. par~.·1·.·~. ;: México, la mu1er y el hombTe, nrcundad?s por. los elemerHos y
reahzar lo que a.h1 hab1a aparendo y lo cual mereoo m1 más '. particularmente, por. ~l fuego, como un 1mpreo.~ ad:I~nto ~el
incondicional aprobarión, inclusive con un poco de celos. Yo~~:,·. fui:go de ta Revolunon. Ya que yo no me habia dend1do a1~n
no podía haber hec~o aquello en estado sonambulesco, porque "1' por una técnica definitiva, el muro contrapuesto.ª! de San Cris-
ese mal no me aquepba y nunca antes me había aquejado. El tóbal, el de la mujer, lo pinté al fresco tra?1nonal. De es~
colega que lo ejecutó, de hecho no dejó entrever jamás la menoi> manera, t~o el primer cuerpa ?e~ cubo de. «fil escalera» quedo
sospecha. Así, la cosa quedó en el mayor misterio y lo sigue pin ta do a la encáustica, con la. umca e.xcepc1ó~ de esa pa~te que
estando después de cuarenta años. Lo que sí puedo afirmar es tue realizada siguiendo las pnmeras mstrucoones fresqmtas de
que ni Rivera ni Orozco fueron los autores de tan interesante Orm:co, y_n_o !as de Xavier Guerrero, pues e:~e últim~ era par~
eolaboración, porque el estilo de ésta no corresponde en io más tidario del fresco a la manera de los albamles mexicanos, es
mínimo a su manera de pintar, ya desde entonces, y en pintura decir, mezclárídole al agua baba de nopal. ,
las imitaciones de estilo con obras originales, no con copias, es Después de algunas semanas de descanso, que no :ra i:nas gue
prácticamente imposible. falta absoluta de brújula en el acto de la detemunanón, me
Terminados los ted10s del primer cuerpo del cubo de «mi presenté repentinamente a mi segundo campo de operaciones, el
escalera», había que pasar a la ejecución de los muros verticales segundo cuerpo del cubo de la escalera que me hal;>ía si~o de-
es decir, de los verdaderos muros. Comenzando por el del lad~ signado. Ahí también había que empezar por el piafan, mas que
izquierdo, en el primer descanso, p~ueño muro rectangular. aun- nada porque de otra manera tendríamos qi:e recubr~r los muros
que con un segmento . d~ circunferen~ia en la parte alta, por para no destrozar la obra ya real~zada. D1e&'o ha?ia ~mpezado
corresponder a la sem1bóveda, aparec1a el problema del tema. a utilizar elemcmos complementanos de estilo b1zantmo, tales
¿Qué pintar? ¿Cómo continuar la historia empezada con Los como el ocho hoi;izontal, ·que para los bizantinos fue el símbolo
elementos en el primer plafón? Dentro de la vagl~dad,_de_ nues- del infinito, como lo es también para los matemáticos, y las
tra teoría. de entonces, _se vislumbraba una conceo¡i9n. filos.&1S.i. aureolas doradas. José Clemente Orozto en verdad no usaba so-
nosotros eramos el producto de dos grandes cu:iturás,, ..como ]o luciones accesorias; sus complementos eran invariablemente otras
éramos :de dos grandes razas. Y por lo tantc -yo d~beria resp2,~}I_ figuras, es decir, lo constituían las ampliaciones o t>Xtensiones
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de su obra figurativa, hacia lo alto de las puertas o en torno era de cola de pescado, pues siendo, el techo de. dicho lugar
las ventanas, etcétera. En los demás no había ni una cosa ni oti Pn techo superpuesto de viguetas de metal .Y lámma curvada,
Yo, por mi parte, con toda la .vagu~dad.teócica-..df. la épo~ u ¡ areció a mis albañiles muy convemente extender ahí
no es p
sostenía la necesidad de «los amarres» plásticos, que no-'1uera evoque de mezcla de cal y arena. . á .
pretisaínente de carácter figurativo, ni simplemente ornamenta r Había llegado el momento de rec~bnr l~s paredes «m s pic-
sino ... consl;!11.Ctivistas, quizá por influencia del construéf1y1s tóricas» de la zona que me había sido _as1gn~d~.. Y había . de
cezamano que tantO me había inquietado en Europa. «Si obs · 1 al fresco Después de una sene casi 1mnterrump1da
recu b nr as · . . 1 t
vamos -decía yo- el muralismo de las mejores épocas del p~· de prácticas previas o experimentos reah::::~os. en e muro es. e,
sado, en cualquier país, encontraremos siempre esos "amarres" des ués de quitar y poner ahí grandes d1bu!os con ~n estilo
ornamentales, entre sección figurativa y sección figurativa. EstQ a~ifiestameQ:te renacentista italiano, tales como <El grito> que
es perceptible, tanto en los griegos como en los egipcios, como .e · : arece reproducido en el libro !dolos tr~s .los altares, .de Ana
los cristianos de la Edad Media, como en el Renacimiento " B~enner primera cronista de nuestro mov1m1ento. murah~ta x_ne-
t<l}!l}~i~11_ en . Ja América prehispánica y en la Colonia .es . o a. . ' haciendo un viaJ· e en redondo, me lancé en la dirección &
x1cano, v ·· · d" 1 t e
Como se ve, yo trataba de explicar lo que en realidad no pod( de un a'rte que, en mi concepto, debí~ ser prn~or 1a men e IIl. -
ser problema más que para mí solo, ya que solamente yo ha xicañ<>por-si.1 -·etnología. «Sir.. ~rnC>.s_._p1ntoi;e,s_ _d1spue.:s_t_o.s__ ~J1.acer.
bía atacado el problema, aunque sin premeditarlo, dentro de un·· <le la i · resentación del hombre lo funda¡nental .de , nuestro
conca_vidad arquitectónic~ . espacial y ellos estaba.n. simplemente,lf'···'. : --- · .. -~t-·o ·e·n····",;'
n1ov1r111en ...1er..n· es·· ' .. e. s indispensable
.. . que . ..·- esP.
......hombre
_......... ·-"'· nues-
' ......
traJ:lªJ.ando en la superficie de muros de superboe geométrica > tro sea ·embló-gicamente.. el ffi.~ic~'iio)" ··· · ., . _Á-
dehmllada. . ~r;: Con inmensa alegría sentí que en el túnel negro. de m1 duda 1k
, {'._e.t.o_mis_.f.onnas complem~tit<µj¡;ts tenían que ser tam · n ' muy al fondo la pequeña luz de una soluoón; con ~er-
se ve1a . · ¡ ón
originales, propias y no inspiradas en el bizantino, com"o era el <ladero frenesí me puse a pintar la revo1uci 6n, pero una rev0c 1:1c1 .
cas<Yde Rivera o simplemente de su figurativo habitual, éü""~Tcas . re resentada por dos enormes figuras de indudabl~ raza md1a
de··· ?r(:)iCo. :~F.;l!U?~~~--a~!?.~~'!:r.:.:1.2~•. ~<gxíg_e~_es de .J~r.IlgCR![Stica"' · p ·
mex1cana.
No me cabe la menor duda de que esa busqueda pro-
hi á ·
mex_!c_a!.1_~~»- en las p!antas mexicanas. Me pareció así que e venía más de la observación de las esculturas pr; sp 111cas, y
tronco «salofüóhü:o~·-ae-13.s-}J'eñcas'"d"é""'ltls plátanos me entreg<'.ba. sobre todo d~ ·1as esculturas en barro, que de la m1sID:a observa-
una solución para la aplicación de mis propósitos. En efecto, el ., d l rrentes O en todo caso de la comprobación en las
oon e as b · ' ' • • lm
tronco que sostiene los grandes manojos de plátanos tiene la mis- ;\i · on la solución de las esculturas. Sm ternnnar tola ente
ma forma de tornillo de las columnas salomónicas, sólo que¡;~: gl ent:stc a del muro referido me lancé al de enfrente, ejecutando
a pin ur '
¡ Entierro del obrero muerto. Cuatro om res e rasgos m 1-
h b d · d'
éstas carecen de aristas y el tronco referido tiene aristas suma-· ·.S:1
mente afiladas. En cada una de las secciones de mi techo, por lo ./;1. e s puros conducen un féretro pintado de azul ultramar, que
tanto, hice girar algµno de aquellos tornillos gigantescos, que·<;}~'. gen
es el a color que se usa en México · para pmtar· 1os f'ere tros en l os
a mis compañeros les parecieron simplemente una lamentable'"•.\ , Juo-ares alejados de las urbes, y en cuya parte alta, de la mar'.era
desviación abstraccionista, y para nada valían mis argumentos ', 9 · f t'l ·maginable están ointados una hoz y un marullo.
mas m an.1 1 ' · ., R'
de que aquello, por ser una transcripción rle un objeto real, era · En aquel ITlQP.J_ento tcxlos mis colegas s1C.nhex cepc10n, taAn to d1ev_er a
realismo y realismo superlativo. Por. cierto que mi techo de la '• como OrmcÓ, como Revu~.ltas, c~~o . ar ot, como 1 1va _ 1a
Preparatoria hizo cierta escuela, pues pocas semanas después de Canal;- comoGárcfa Cabero y _los !!l<lS Jóvenes, que _d~~~penal::>~n_
terminado éste, Fermín Revueltas decoró las paredes de una fá- . , las tareas de ayudan tes de.~.?~~~: -~c~p.ta.wn que .•ei:i J1.q11t:llas P._IP-
brica con formas abstractas de origen mecánico similares a las rnras -abfTa··-y9-1r::e~pi ~s~óI1 . .C~I1g_grg~~.';l.. qu": ha~ta_. ~e momento
que yo hab!a hecho, más por la intención misma que por su le habfa-filftado a nuestras. obras; m~.~ taz:-de, Rivera _sobre todo,
solución, desde luego muy personal, en su caso. Es interesante uato, ··:r·-~·--·"-f'~·""·
u.e rega eannc ·-,.···;,r··~·p·itrtnada ., Pero s1 observamos las obras
c~a ....:.. .
hacer notar que, en realidad, en el techo del segundo cuerpo murales 0 las secciones· de obnis murales produadas hasta enton-
estaba yo aplicando la misma solución que le había dado a loo .,,f 1 .
ces, s
e descubrirá que Rivera, ocupado en lo fundamental en la
A f' ,. bí l"d
símbolos del fuego, del aire, la tierra, etcétera, en el primer solución de su mural simbólico del n Iteatro: se 'fª ad va id o
plafón. Aunque mi propósito ya para entonces era el de decidirme simplemenie de retratos de todos nosotros los pmtores y . e to as
por el procedimiento llamado fresco, suprimiendo así el llamado las amigas de los pintores. Ahí hay un desnudo qm¡ realizó usan-
encáustica, debí pintar el techo indicado simplemente con tém- <lo a Amado . de la Cueva y a mí como mo<'.:los, ~mes entonces
198 199
...~s:.
c,;:s·· 1
,. , ,~.... .., 't-~ , - j ; ;·(~1 I (V~ 1 e
~~ ' .
*r. no teníamos tod~vía· coll: qué pagar 4modelos profesionales.
retrato~ de la rubia Nahu~llín (los siete movimientos, en azteca or dentro con murales y que se llamaran L_os Recuerdos del
de Juheta, la esposa cubana de Juan Crespo de la Serna; y d ~orvenir o, mejor aún, Las mulas de don Cristóbal ya que en
algu~~s otr~s r:ers?nas, algunas de ellas de mayor 0 menor ro- este último denominativo podía apreciarse «el elemento Po-
~orc10n _raoal mdigena, pero en las cuales no se ha buscad~· lítico».
Upo .racial clave. José Clemente Orozco no sólo no buscaba Para eL_gr,upq_ <:!~- ~()V~1_,,::f or!_~S _!_3_~-e~_ . L5~!P-.P~~Íl!, ..E.1:1.~~~·--•
sol~oón etnográfica sino que la rehuía por todos los medi pintura .11º. esta.ha al__?.:~.'.1:: -~r~di~?~: ..c?mo el, que má~ en la Amen-
posibles y hasta formulab~ teorías categóricas al respecto. E ca Latina de las corrientes _!9-d~!!>J-ª~ de la epoca; veian en nuestra
Charlot hay una preocup~~ión ra~ial mexicana, pero que a nin,... pintura apenas «un pasito más allá de~ academismo», una expr~
guno de nosotros le par.eoo r~suena con eficacia; Fernando Le~Í~. sión plástica «ciega a l~s nu~vas inqmetu~es de la cultura occr-
la ªP?rta solamente en la copia naturalista del modelo, y así dental. .. que es gachupma y muy gachupma, querámoslo o no»,
el estilo. decían los·· blancos de nuestra existencia cultuxal de entonces.
Nosotros, en cambio, estábamos en los balbuceos de lo que sería
más tarde la espina dorsal de nuestra doctiina. Padecíamos en-
tonces, naturalmente, del campesinismo de Rivera y, sobre todo,
)(\'e 5. Simultáneamei:ite. o casi simultáneamente con. el surgimien . de su indianismo a ultranza. Aquel campesinismo indio que des-
de nuestro mov.imiento, ~I.amado Movimiento Pictórico Mex"iij,;;,. pués condujo a doña Juanita «a organizar en Zacatecas. una
cano Conte;nporaneo, surg10 el gru.eo que se autodenominó Lo~)~;; sociedad que se llamaha de los c31:.s~c:'.1:n~», lo que . U:w':1crdo a
~~ntemi;oraneos. Cuando nosot~os pmtábamos en Jos patios gran/.: su esencia quería decir «los reivinu1caéfores», los re1vmd1cadores
~.::. y chico de la Escuela Nacional Preparatoria, Ja Escuela d de la sangre india en México que estén dispuestos a expulsar
San _Ildefon~o, Salvador 1\ovo, Jaime Torres Bodet, Xavier Villa· del país a todG aquel que lleve en la san~e una simp.le. gota de
rr1:1tia, Enrique .Go~z_áI;z Rojo, para no mencionar más que blanco. Ellos, en cambio, aunque no lo dijeran o escribieran ca-
a los entoi:ices mas visih1es, m_as probados, trabajaban en divers · · tegóricamente, eran colonialistas, «raíz y fuente de nuestra ve~
dependencias, pero en el mismo edificio central de la Se '·' dadera nacionalidad actual». ~'!--arqy~9J2fil'!.,,,.<¿,,~!.~e~:n.
tarí~ de Educ~~ión Pública. Ellos,constituían el al~ exquisita ¿..., ,
cismo_ indigenista en abstracto y, Eºr. !<?._~;i_ntQ4 !:\Jry~mo.~.
esc~Hor ~ P.olitico José \"asconcelos, entonces secretario de Edu~':'~~ .Ast'aco-ñteci6...,.q:üe~-"fi3.7areJ.améiüé. con su movimiento literario
cación Publica; nosotr~s, él al~ ruda, en estética «la obvia», decía · de .Los Contemporáneos, se formó el grupo de los «otros» pin-
Torres Bodet. Es de~ir, l~ .simple o, mejor aün, la simplona.;¡'í tc·:es, aquellos que desde el primer momento se enfrentaron al
Aquella que se m_ovia teoricamente con lugares comunes. De'··) nuestro, por «opuluchero». Un grupo de amigos íntimos del pri-
hecho, en la práctica: el ala, ~istinguida d~te,~taJ:¡;i, rg~(!stra pi~:. mero, formado par Manuel Rodríguez Lozano, Abraham Angel,
tura, por grosera y mas que grosera. ·· - - : · ·· Castellanos, Rufino Tamayo, que se pronunció ya desde enton-
. Nosotros. nos habíamos constituido en un sindicato, el Sin-· }
dic. a.t.o de Pmtores, Escultores y Grab~dores R~volucionarios de .
México. Y para defender nuestro trabaJo material, nos habíamos
!
ces, aunque en forma aún ambigua, pero cierta, contra «el arte
político». pes<le los primer?s años,. esto es, ~r el 2~, 24, 25, se
hizo manifiesta su tendenoa ª
salir del pais y radicarse en el
a~upado e? una coopentiva, la Cooperativa Francisco Xavier· · extranjero. Rod~guez Lozano y Abraham An~el se fueron a la
M_ma. Por rnfluencia directa de Novo, cosa que estaba en el ser .~'. " Argentina y Rufmo Tamayo a los Estados Umdos. J,~QS.,its.quce~?.':1:•
nusmo d.e . todos, _ellos la, panandeaban con bebidas espirituosas
f::: de Francia.' nosot1os pens:J:>.amos entonces que el primer deber de .
1
entre .otras cosas, decían, «el. arte p;i~a . wristas de Diego R..i~(!1:~
y la qemagogia en los mural.es». · · ·
un c?mumsta, aunque en oernes, aunque sólo en embrión de co-
r.mn~sta, era emb~rra0arse en las pulquerías, pero en las pul-
quena.s, _como deoa Rivea, «que no se hubieran degenerado en
su plastica». Es d~cir, ei aquellas en que todavía se tomaba ..
1
6. Salvador Novo, quien había escrito contra Diego Rivera tex-
el pulque en «catnnas», en «tornillos»,. etcétera, de cristal azul · ,. · tualmente lo siguiente: . «El ___Ag11.s!!I1 __ 1:-<i!~ 9:~... .!~ .. P~!:l_t~r~, por
o en bateas ~ecoradas, y en pulquerías adornadas con grandes prolífico y en boga», después .de mi debate con Diego, primero
es~eras de cristal de colores; con cuadros, en mucho insistía
Rivera superiores al aduanero R
200 '
s · d d '
º"' <au, ecorn " Po' fuern y
t
.1
en el Palacio de Bellas Artes y después en el edificio social del
Sindicato de Panaderos, tomó la posición contraria. Con este
motivo, yo escribí· un artículo en la revista Todo que se iniciaba
201
~
de la manera siguiente: «Diego Rivera ha ganado ur:. hcmbre
para su causa: el varón se llama Salvador Nm·o». Recordah fue enorme. Fermín Revueltas, con. un enorme pistolón en la
ta1_11bién en ese ~scrito cómo Salvador Novo, después de mf' no se estaba paseando por el pretil de la Escuela. No pude
primer e?-carcelam1enw político, en el invierno de 1929, publicó rna
COI
1 te~er el humor y solté una carcajada.
• •
Vasconcelos entonces
b. h 1
u_n estud10 crítico sobre ~¡ pintura muy favorable para ella, por'..~~ 10 supa si regañarme por mi actitud dmca o ien acer o
cierto,. pe;<? en el cual hizo un preámbulo de una página enter;(:~; ~ ontrario y entonces él también emp~ó a reírse. «Se trata de
para JUsti~1carse de que el. h~c.ho de opi~ar a f~vor de mi pin~.·;i la más increíble de las huelgas», me diJº· «La huelga de un ~lo
tura de nmgu~a manera s1gnif1caba que el estuviera 2-.: acuerdo;.: hombre contra todos los demás. En el primer momento qmse
con los comumstas. Que «su amor, a todas horas, en la mañ 1 na · · ordenar que la policía o los soldados del cuartel de enfrente
a ~edio día, en la tarde y sobre todo en la noche, era para eÍ~'· ¡0 sacaran por la fuerza, i1_1clusive sa~iendo que ese muchacho
gobierno legalmente constituido». · es un atrabiliario y se hubiera defendido a balazos, lo cual se-
guramenie-ñ-Uól.era ocasionado que lo mataran.> <¿Pero qué cree
usted que debemos h~cer~ -me preguntó- cen su carácter de se-
{ . cretario general del smd1cato?» . .. . .
~·17. ~cional PreparatoriaJi~.
•\
J8;;:
de aquellos tiempos en que los católicos fuei:on verdader?s cris- ·¡11"
8. «Lo extraordinari,o,. lo excepcional del arte de los toltec tianos, con todos los santos de la Edad Media, .Y por alu h~ta ' '
. como de todos los .a,rtistas .prehispánicos de. México, '.particuf Santo Tomás de Aquino y Santa Teresa de Avila -la cual, m-
m~nte de Jos escultores, se debe a que realizan sus cre~c10n [ormó, sobre la maravillosa adquisición que había hecho a través
'J,1
:~
baJO los ..,efectos
........ ... , .. de ..la.. c·n.,n
...,. a b is
· zn
· d ica,
· º. sea d e la mariguana.»
· ·· ele monjes llegados ele México, de una «hierba milagrosa que es
El catohcon Jean Charlot, con su alfe de seminarista cach 0...
~
a la cual le debía el haberse acercado y visto de carne viva al
do; Ramó? Alva de la Canal, con sus ojos verdes y su as SeñQp>.,....o-s@a 1-ia--mariguana,.,,., y epilogó su expositi2,n pidil'!ndo.,a-*
d: gachupm derrotado; el auténticamente hispano Emilio J::~{ la asamblea.que sin más trámites se _votar.a.el a_cuerdo de «~l1D1.ar
Cabero, siempre orgulloso de la obra de los conquistadores oficiaJme.nte .mariguana» y que este· acuerdo, sm exc~sa. r,· pre~ 1:1¡\1
defensor hasta la pelea de Hernán Cortés; el misterioso azte texto, fl1~ra _cumplido por todos los miemb~os d_el Smdicato; de l!
puro, áftransformado
X · en · tarahumara por obra de 1a in · fl uenci
· · Pintores, Escultores v Grabadores Revoluoonanos de Méx~c~, .
geogr . ica, avier Guerrero; el sarcasticón Fernando Leal s'e los -q~~-=-:~7-ifaiaeñte lu~ran miembros .de Ja .. Cooperativa Fr~nci~cp
pre dispuesto a corregir los errores de dicción y gram~ti:ai• Tres Guerras, también, y por uno. que otro de aquellos m~elec
con _crueldad d_e cuchillo; el impetuoso Fermín Revueltas, {;O tuales partidarios· de un arte menor, como es el arte de la litera-
s?s mrnensos OJOS de mujer hermosa; y José Clemente Orozcd tura, que como verdaderos satélites, de segunda c1ase desde luego,
siempre co~ocándose, en una actitud de «defensiva para el asalto:. se movían en torno de nosotros.
con sus OJOS de buho, y yo, casi en coro dijimos: <<'Nooo ~· No hubo discusión. Positivamente emocionados y con la mira-
noooo?», pero con un «no:. crédulo en el fondo. l · • .~: da puesta en el futuro glorioso que ya s.e veía de~ante de noso~os,
La escena se. realizaba precisamente en el Anfite~tro Bolívai' aprobamos fumar la mariguana para llega~ as1 a la e_xcelsitud
antes _llamado simplemente !~a~ro de la Preparatoria, y frent de los plásticos de la antigüedad pregachupma de México.
~{: pmtur~ :n proces~ muy llllClal de Diego Rivera en ese lugar: El único que no concurrió fue José Clemente Orozco,' per.o
proposioón ~.Rivera, pues creo que debemos considerarla'. éste se adhirió más tarde con una carta, en la que deCia mas
como una proposlCIÓn, no d.eja de ser razonable», dijo Xavier menos lo siguiente: «Por principio, toda proposición del faro- 'Íf
~~e~rero, «pues alguna exphcación debe tener la infinita sub-. 0Ión Rivera debería ser desechada, pero en este caso, como sucede
1:tividad que hay en _las obras de nuestros ancestros». y yo, dadd con la.adhesión o no a una religión que garantice la posibilidad
siempre a las s0Juc10nes corporativas, dije: «¿y por qué no del p~~aíso en _el más allá, en caso de confesión pre--mortum, yo
plante.amos este problema en forma categórica frente a todo·<
los miembros de nuestro Simlicato, el Sindicato de Pintores Es~··.
mf adhiero a la experiencia, por !as dudas». , . . .
Al final de la asamblea, algmen pregunto, dmgiéndose par-
culto:es y Gr~?adores Re_volucionarios de México, ampliando la ticularmente a Rivera: «¿Pero no sería coi:veniente qu~ ~na
reumón tam~ien a los miembros de la Cooperativa anexa, nues- persona experimentada ~n el uso de .1,ª manguana nos suviera
tra. Cooperativa Fran~isco Edu~rdo Tres Guerras?», (famoso ar-
1
de instructor?» Diego Rivera rcspond10: «Naturalme_nte, y para
qmtecto, escultor y pmtor mexicano de mediados del siglo 1 ). ·~ ello yo ya tengo el candidato? este candida~o es .rreosamente un
A
pro bd a '.l- nu. recomen d., aoon, se citó para dos días más tarde XX.
amigo y compatriota, me refiero a la patna chica, nada menos
a una reumón con un único punto en la orden del día y éste que de José Clemente O:r_ozco, el. único d_e nosotros que ya ha
. estuvo formulado en fonna de interrogación: «¿Existen medios practicado el uso de la hierba, ªlg~J.1:1a,nita. y para comprobar
~ para. ~crecentar el poder creador en el arte de la pintura?» y la lo cual no hace falta ningún dato, sino simplemente observar
r~umon tuvo lugar con la ponencia de Diego Rivera, no escrita, .
1
con .cierto cuidado lo que pinta ... y precisamente lo más mara-
Simp~emente ,verbal, y la cual, como era natural en el colega· villoso de lo que pinta».
ref:ndo, duro algo más de tres horas. Después de hacer una his- Poco más hubo que hablar sobre el particular. Se acordó, a
to:ia. documentadísii;ia del uso de los estupefacientes por los propuesta de Dieg~, que nuestro catedrático de mariguana fuera
eg1r<;10s, por los gnegos, por los grandes artistas de la Edatl un señor llamado simplemente Cherna. . ,
Media,_ para regresa,r d7sJ?l!és .ª los primitivos chinos, y llegando Al día siguiente, como a las 6 y media dP. la tarde, penetro
a 1.os, meas, Y. <lemas avilizaoones que florecieron en América, al Anfiteatro de la Nacional Preparatoria un señor grueso, de c'.lla
arnbo a ~exico para fundamentar, ayudado por decenas de tex- · ! rúbícunda, más bien rubio, con un sombrero de carrete y vestido
tos ~o leidos, . natu:~lmente, sino textualmente referidos de me- de blanco, no obstante que era pleno invierno y el cual llevaba
mona,
los e t a laf afumac10n
· . .
de que, superior al onio r·
de l os ch"inos, a en la mano una maleta. Aquel hombre nos_ traía el secreto de la •·
s upe anentes egipoos, a los inciensos perturbadores, dijo ~
205
204
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creación plás.tica, l.a fórm1,1la ·de los aztecas, de los mayas, pa cio, y peor aún, un vicio para desarrollar otros vicios peores. ¡Men- ·~
~'. Poder producir un arte in~gualable. Seriamente nos 5entaf!!Q. tira!» . · · 10 e
tomo de él para oír sus primeras explicaciones: «Sin duda alguna . Después nos explicó los peligros de la mar.1~ana Y 1 q~r I'
-empezó diciendo- hasta ahora lo único que es tr;:iscendente, de · había que hacer cuando sus efectos «pür gula», ?IJº• pueden 1 eg
valor positivamente universal que México, nuestra patria, le ha· a la intoxicación. Pero para ello hay un ~eme~10 en extremo sen-
dado al mundo, es la mariguana>. Y después de guardar un brev cillo y que está no más lejos que cualqm.er !>~t~!!~ d<; agua. Un
silencio, agregó: <Pero con ello le ha dado todo lo demás>. Abrien'... poco de agua fresca corta de golpe esa posible 1ntox1cac1ón, ya que
ds después aquella maleta-tesoro, dijo: «Aquí, adentro de en este empleo no hay eso que se ll~ma cruda en el asq,ueroso uso
petaca ("1Ue no ha c.ostado más que un peso cincuenta, hay ciencia, del alcohol. Volviendo la c?ra h?cia Rev~eltas, no ~ par qué~
hay arte, hay política, está todo lo que necesitamos no solamente porque no conocía sus part1culandades, d110: «Eso s1, un verda
para que ustedes hagan ese arte gigantesco que quieren construi,r dero mariguano no puede ser jamás un verdader~ ~orracho. Ambas
sino la salvación de nuestra patria>. ;.( cosas se excluyen. Si el que fuma mariguana tra1c10na .ª la planta
Ferm~n Revueltas lo interrumpió, .t~mblando de arriba a abajo milagrosa, mezclánd'ola con alcohol, ésta se venga ha<;Iendo de él
de emoción, para _hacer . una J?ropos1C1ón <de emergencia>, dijo! un criminal y paco a poco lo conduce hasta el Palacio ~er;i:o de
<Propongo que enviemos mmed1atamente una protesta al presidente Lecumberri. La mariguana es para hombres no soiomente JUICIOSOS,
de la república y todas las autoridades que intervengan en prO:: sino para los hombres más juiciosos del mundo, para los más
blemas ctP.l orden correspondiente, por haber venido considerando lógicos, pues entre otras cosas, hace del ser hu~ano un ente 11_1e-
que el uso de la mariguana constituye un delito. Y exigiendo, .a la \. tódico en la estructuración de todo lo que realiza Y lo cual es m-
vez, que por decreto se establezca el uso de la mariguana como salu~ ;~ • : variablemente útil para la ciencia y para la belleza en el campo
dable para la. caparniad ·cerebral de _los hombres de nuestro pafs<.)~.1~!;
. · de la estética». .
Que .e~ ~se mismo do:umento :-contmuó- se haga. constar que la :1~~ Terminada la primera clase, con las manos de casi todos, a la
proh1b1aó~ de la manguan~ dictada por los con9mstadores y más ·. : vez que se pedía el mayor secreto sobre tal acto, guardamos ª9.uel
tarde reafirmada por. los virreyes, tenía por obJeto precisamente: veliz divino en el interior del órgano ql:1e_ está en la concavidad
pr?vocar la _decadencia de los pueblos de Aménca para poderlos del foro, cuyas paredes sirven de superhae mural a la obra de
so1uzgar me1on. · . '· Rivera. d · d" 1 el
Con algunos agregados <más enérgicos> fueron redactados in- Pero los primeros efectos de nuestix:i acuer o sm 1ca por a a-
mediatamente los telegramas y enviados a su destino, con copia a mación no se hicieron esperar. Francisco Re.yes Pérez, ayudante
todos los periódicos de la ciudad. mío desoyendo las instrucciones del catedrático Cherna,. empezó,
. Reanudada la ~samblea, el. maestro .<?hema continuó su explica- no ~lo a fumar mariguana, sino a hacerla en té, pulvenzarl~ en
ción: <Pero esta hierba maravillosa -d110- no solamente se puede bollos y todo ello bien mezclado con toda l~ gama .del aguardiente
'~l
fumar, sino que se puede también i~gerir en forma de té y espol- que se produce en nuestro país, lo que tra10 consigo que uln dáa
voreándola sobre bollo~ de manteqmlla, es, además de sabrosfsima se metiera al museo de Antropalogía e. Histoi:ia, el de la ca le e
igualmente eficaz para avivar la imaginación, ia voluntad, la sere~ .. la Moneda se vistiera ..con el hábito de fray Bartolomé de las Ca·
nidad y, con tod~, ell~, la crea?óm. Alguie.n le interrumpió para .' sas, para t~mar después l~ esra~a de Pedro de Alvarado, Y ~n u~
preguntarle tamb1en s1 se refena a la «creaoón de los niños>' creo d impulso de conquistador ures1st1ble se lanzara a ~a~do~les 1mpe
que éste fue Xavier Guerrero; a lo cual, Cherna contestó: <C~ando tuosos ·contra la administración y mozos de la 1~st1tuaón, para
se habla de creación, se habla tanto de creación metafísica como ,. terminar sus días en la cárcel de El Carmen, segmr más tarde al
de creación física; la mariguana hace más potencial al hombre ·::'\.·1·*' Manicomio de la ciudad donde se encuentra desde hace . 39
en todas las ram~s de la creación y la creación realizada por las vías. años,· según dice él, pi~ta?~º las m:jores obras que ha producido
" '. I
sexuales es el ongen y el germen de todas las creaciones humanas nuestro movimiento pictonco mexicano, toda vez que_ él fue el
porque sin ellas no habría vehículo para todo lo demás>. Per~ único en no capitular, manteniéndose firme en las ensenanzas del
agregó, según recuerdo: «Que nadie pretenda utilizar como una ' ·!·Jf:;:' \ apóstol Cherna, al cual tiene hoy con veladora y todo en un altar
especie de "ca2¡tárida" la mariguana, porque esto sería una traición '·'' de la celda.
a la mism:i-. L'a hierba no. exalta el impulso sexual; simplemente ., ~.''-·"'....· ..._·· .·
•'
La otra consecuencia fue una caída de Roberto Reyes Pérez
lo ~egulanza. y lo perfecaona. Esto hay que decirlo con mucha y mía desde un andamio de más de 7 metros de altura, con ~a agra-
clanda'.'1, en ?espuesta a aquellos que pretenden se trata de un vi- -~·;!
-1!· vante de que estuvimos a punto de electrocutarnos. Sucedió que,
.. ~~\; 207
206 11
1:
1!
¡¡
Á
__.,. __ ..
acompañado yo del referido Reyes Pérez, pintaba a los Dioses' los ayudantes de los maestros que continuaron pintando, estos maes-
caldos de mi mural del Colegio Chico de la Escuela Nacional\ tros ni siquiera conversªban con sus colaboradores, en lo _que
Preparatoria, una obra que se realizaba simultáneamente con las respecta a los problemas que se iban atacando. Y esto no dep?a
que hacía Rivera en el Anfiteatro y Orozco en d patio grande de de acontecer por incapacidad de los colaboradores cosa que cir-
la Preparatoria; iniciamos nuestra tarea, según el reglamento, con cunstancialmente pudo haber sido posible, sino parque no se h~da
unas pasaditas de doña Juanita, pero no sé par qué misteriosa. absolutamente nada para aplicar el ejercicio de la producoón
razón cuando nuestra imaginación era más lúcida, nuestra inven- colectiva.
tiva más rica, se apagó repentinamente la luz eléctrica y Reyes •. · El método de las corporaciones antiguas, tan cm?ún en la f;~-
Pérez, pensando que aquello se dehía sólo a una desconexión par-í. seolog·ía ue Rivera, consistía en permitir al aprendiz una part1a-
· cial que habíamos arreglado momentos antes, tocó los alambres, pación progresiva, intelectual y física, en la producción de 1:1 obra
pelones, con lo cual recibió una descarga, se agarró de mí, yo erri} planeada y dirigida, fundamentalmente, por el mae~tro mamo-
pujé la viga a donde estábamos parados y fuimos a dar, felizmente Yible vitaliciamente. S.e trataba de una forma de ensenanza de la
a un montón de arena, que estaba 6 y medio o 7 metros más abajo .•; profesión y el oficio· ele las artes plásticas que va desde la tarea
La caída no fue causa de un accidente mortal, por gracia de la de moler los colores hasta la ejecución total de las obras, con. el
arena, pero sí nos dejó más de un mes en cama, a causa del cos-:•· estilo del maestro y con el valor intrínseco de la producción
talazo y no obstante nuestra extrema juventud de entonces. <lel maestro.
Poco a ~co fu~mos eliminando la costumbre de la mariguana, '··
que en realidad nmguno de nosotros llegó a adoptar como vicio.
Yo recuerdo haber dicho: ~Me parece que la equivocación radicó·
en esto: como nosotros ya somos mariguanos por naturaleza, el uso.; Jo. En pleno período de reacción, cuando nosotros sufríamos
de la planta rompió el saco de nuestra natural riqueza imaginativa,'' la más dura persecución, cuando se nos metía meses y años en la
esto es, nos condujo a la desórbita. Continuemos con nuestra ma- cárcel, Diego Rivera aceptó el puesto de director _de la Escue~a
riguana innata y basta». .· Nacional de Bellas Artes. Su colectivismo pedagógico se tra~UJO
Pero Diego Rivera no quiso dar el brazo a torcer. En este caso: en una fabricación racionalizada de fetos de las artes plásticas.
su argumento, como todos los suyos, fue el siguiente: «Lo que pasa '. Teorías hipócritamente exaltadoras de las obras de los diletantes
es que la cantidad de mariguana que fumamos ya nos entregó todo ' y de los niños consiguen hacerlo un «dios P,atlre» rodeado de que-
lo necesario ... » rubines que cantan su obra. ¿Pero qué hab1a pasado con el maes-
tro pintor clásico que debería enseñar en el proceso. d~ la pro-
ducción? Su programa oficial fue entonces ~na transc~1poón de la
demagogia palítica aplicada a la demagogia pedagógica. Un pro-
9. Como ya he dicho, Rivera y yo habíamos hablado ·en París del grama de materias su?dividid~s ;n. diversas clases.: En una palabra,
trabajo colectivo. En nuestros primeros manifiestos y proclamás, la continuación del sistema d1dact1co e.n la emenanza de l~s. artes
lanzados ya en México, exaltamos el trabajo colectivo. El Sindicato, plásticas, camuflándolo con materias correspondientes a un'· taller-
como se sabe, aceptó en sus postulados el trabajo colectivo. Se nos escuela del tipo que nosotros habíamos proclamado en épaCás an-
oía decir siempre, por todas partes, que nosotros resucitábamos los teriores a la fundación de nuestro Sindicato, pues como se habrá
métodos de las corporaciones de artistas plásticos de la antigüedad. visto, en el programa pedagógico de éste se establ.ece claramente
Pero la verdad es_ q~e .e1! la prá~tic~, lo poco que habíamos previsto el principio de que el aprendizaje de las artes plásticas sól.o puede
en nuestro trabajo mmal, hab1a sido totalmente destruido por la hacerse en el proceso de. la producción y para la producoón, es.to
fracción oficialista. . es, haciendo participar :il estudiante en todo el pro ces~ ?e 1:1, obra
El trabajo creativo y productivo total lo hacían los contratistas en desarrollo .. ¿Y qué mejor oportunidad que la part1opaaon de
los maestros contratistas. Sus colaboradores eran simples mozos ayu: esos alumnos en una amplia producción de pinturl!_,mural y en
dantes ~ncargad~s. de_ ,faenas ~omplementarias. En el trabajo de general, en ur;a amplia producción _de arte público? JPero es que
concepoón y ed1ficaoon creativa de las obras, sólo los maestros Rivera había l:omenzado por destrmr todos los gérmenes del tra-
<metían la mano». bajo colectiY.J que con ta.nt? entusiasm? .habíamos impulsado al
Ninguna, i~pulsi~n colectiva .se anticipa~a a su .concepción. Nin- princi¡;io d<$. nuestro mov1i:n~~nto. S~s vieJ.ºS conc~ptos. sobre «los
guna autocnt1~a prefmal se reahzaba. Es mas, como lo saben todos tfleres coleccwos de la anuguedad», mclus1ve, hab1an sido arroja-
,;, 209
208 1
dos al cestó de lo inútil. En su obra mural, Rivera, como Oroz" El arqueólogo del Sindicato. Buen caminador, recorría las más
trabajaba en señor y maestro absoluto y fuera de ese trabaj remotas regiones del país desentrañando secretos plásticos del
· · cc:imo directo~ de la Escuela de ~e~las Artes, era el pedagog .. pasado. Era el obrero y el sabio de nuestro gruPo. El práctico,
d1dacto-verbahsta, esto es, el academ1co de un programa más 0 ;¡~;,'.: frente a frente de nuestras múltiples filosofías y estéticas. Xavier
menos pedantescamente moderno. Guerrero no comprendía entoncés la gravedad de su pasividad
.. Esta claudicación manifiesta en lo que se refiere a los punt política. El tiempo lo modificó totalmente, como veremos más
fundamentales de nuestro programa y las maneras estetistas q adelante.
Rivera trajo de París y de las cuales no se separó nunca, r Fermín Revueltas, el más joven de la compañía, no hablaba.
~ujeron en la práctic!': el sacrificio de capaci9-c.t?es ·indi.w.i Échaba balazos cuando las circunstancias lo exigían. Es justo
les muy valfosa'S; 'qúe n~ cqnsiguieron salir así nunca-·-de-... reconocer Gue su agresión marcaba siempre buena puntería cons-
te.rreno de producción plástica puramente_ cur_i()~al . tructiva. Era el brazo armado del grupo. El que obraba cuando
exclusivamente patológico, por falta de un nietoao adecuado', las palabras dejaban de tener objeto. Su amor por la actividad
la enseñanza. .........~--~ física lo llevó siempre a l:n; luchas con la policía. Ésta era una
de sus ventajas. En una ocasión nos colocó a Rivera y a mí
precisamente frente a una de las puertas del Palacio Municipal
de la ciudad de México, desde donde la policía disparaba con
11. Una manía etnológica nos envenenaba a todos. La defe armas largas y ametralladoras contra la avalancha de obreros
de la raza india, potencialmente superior a las otras en fl!.§2 insurreccionados, que pretendían incendiar el edificio para cas-
mental, en concepción de belleza, etcétera, era el sermón -·diari tigar al gobierno local por el aumento de los impuestos sobre
de Rivera y su arma polémica en todas las discusiones. Orozoo el consumo de agua. Fue Revueltas quien sacó arrastrando a la
por contradicción apriorística con Rivera, era mesticista, com enorme mole de Rivera, desfallecido ante la suposición de haber
Vasconcelos y todo un sector bastante númeroso de químicos . . :· recibido un tiro en la cabeza. Después resultó, felizmente, que
de la sangre humana que apareció entonces en México. Villa, z ···· un pedazo de cristal le había golpeado la cabeza a través del
pata, eran mestizos. Madero, el «romántico>, el «iluso>, era crioll sombrero.
que aquí equivale a blanco puro. Victoriano Huerta, el sádf . Leal y Cabero eran los reaccionarios vergonzantes de nuestro
criminal, era indio puro. La violencia, el dinamismo, el revolÜ~ grupo. A nada se oponían, pero en nada participaban activa-
cionarismo, por lo tanto, eran mestizos. El criollo era disoluto<:· mente. Leal era folklorista. Cabero, colonialista.
Y cobarde. El indio '
cruel •
· ;1·\'-;,¡.
·'·~<.
., Charlot hada esfuerzos para demostrar que nuestra revolución
Yo, por mi parte, era un «filósofo» iluminado de teorías abs2•~::: cabía entera dentro del catolicismo. Nada de nuestro programa
tractas sobre el sindicalismo y el trabajo colectivo. Mezclaba(/· humano podía ser condenado por el Papa, ni siquiera la violencia,
mis sueños políticos con ideas cosmogónicas y con teorías de cer¿?,.1 • pues nada había habido más violento que el catolicismo en su
bralismo puro sobre equivalencias plásticas de la geografía y ia<t
etnografía. .~edactaba sin cesar manifiestos infantilmente pro-' 7:, ~·
vpc,at!v.,~~Era unlzqüi'erdista-vibrartte."'E'W11fa"'-ségüio de· que~ñü.e~ ·
1 lucha ideológica. El sindicalismo, <leda, mereció la bendición de
León XII y este pontífice era el mejor amigo que había tenido la
clase trabajadora. El catolicismo era universalista, ni más ni menos
tro' grupo de q~ince pintores due.ños de. la ideología_ antes mencio-·>;)f ., que pretendía serlo la Internacional Comunista. Sus digresio-
nada era el vehiculo de la revoluoón sooal Era el ag1 tador, el. líder;·:;<'·: nes ideológicas se mezclaban con frecuentes remordimientos. Des-
el político sofista... Pero eso no me impidió pintar ento11~.t:_S un ' pués de firmar los manifiestos del Sindicato, por regla general
ángel con alas y todo en una de· las bóvedas de la Escuela~ri.. Charlot se confesaba con los padres franceses del Colegio Franco-
cional Preparatoria. · Inglés.
Xavier Guerrero; que más tarde había de ser uno de los más Los pintores de más tardío ingreso en nuestras filas recibían
sanos líderes del movimiento obrero, se mantenía en un terreno de llegada todo el remolino de nuestra confusión ideológica y de
de «pureza técnica», de wbrero del oficio de la pintura>. Su:;;. teorías,, ,,•:fl nHestros pintorescos conceptos sobre la estética. Sus ensayos fueron
giraban en torno de los procedimientos materiales de la plás~:-~:~'• así, más tarde, la consecuericia lógica de la esencia de nuestras
tica, exclusivamente. Hablaba y escribía sobre herramientas, so- · teorías, de ·las teorías de los «maestros::>.
bre estilos. Era el buscador estudioso de materiales técnicos autóc~ Igual cosa aconteció con Roberto Reyes Pérez, con Alba Gua-
tonos, El buen localizador de puntos tradicionales de referencia.. darrama, con Pacheco y con todos los pintores jóvenes que de
210 211
cerca o de lejos seguían nuestro movimiento. Ellos interpretab
de frente, honradamente de su parte, la escritura de nues
<música)> teórica. Hacían arte mexicano, escenas populares, re:
motfsimas del propósito de arte revolucionario que habíamos
impulsado teóricamente.
CAPITULO IX
.'Í¿ 12. Ha;ita aquí l~ e~uiv_ocada ubicación de nuestras obras, }~ EL SINDICATO Y EL MACHETE
anarqma en la d1stnb4nón del trabajo, los obstáculos técnic
que tuvimos que salvar, etcétera. ¿Pero cuáles eran
ceptos teóricos generales?
Rivera era campesin.ista. Divulgaba sin cesar las más barr l. Había que poner fin aí caos en que nos debatíamos. Nuestro
i~eas sobre; 1;1n invento suyo «~aca<lo de la realidad», según ded movimiento carecería de valor si no tomaba un derrotero dife-
Siendo Mexico un .país . ese_nc1almente campesino e indio -afi rente. Comprendíamos por fin lo erróneo de riuestro arranque
"?-aba- es el campesmo md1? la clase que debe dirigir la revol · organizativo e ideológico y buscábamos la forma de poner fin
ción. El proletaria~o no existe ~n México. 1:-ºque hay es u al grave confusionismo que obstaculizaba nuesira acción. .
.artesanado .. Para el, las comumdades agranas, organizacione La contestación a la pregunta que entrañaba nuestro problema.
de campesmbs que han recibido las tierras ejidales, eran l era concreta; hacía falta que procediéramos organizadamente; más
vehículos de la revolución social. · · · claramente aún, hacía falta una ·organización, hada falta una
Rivera era un zapatista místico. (Más tarde pintó un Sa disciplina. Era indispensable la elaboración de un programa que
Zapata en los corredores altos de la Secretaría de Educació contuviera principios básicos ideológicos y una metodología. Vol-
Pública.). Acostumbraba} componer histor.ias mágicas sobre la ver al arte político sometido a las condiciones de nuestra época
personalidad _?e ese cau·.. Ill?. H~blab~ ?e cartas que revelab · moderna, no era un problema sencillo.
a Zapat_a dueno de una clandad 1deologica sólo comparable a la Hablábamos de construir arte político revolucionario para
de Lenm ... Y éstas habían sido escritas mucho antes de la Re~· el pueblo y esto no .lo po_dríai:ios hacer s~n plantearnos a fondo. el
volución rusa. · /¡. problema en amphas d1scus10nes. Repito, hablábamos de pm-
Sus. i.<ieas ..estéticas .. eran .-arqueológicas.,y., populistas,_, un. P-P..m'·;~? tura política. De plástica revolucionai"ia, tanto por su contenido
más ·adelantad~ que las de nuestro .... popu}iSJ:!l.() de la escuela.:·'¡ como por su forma, pero nuestras ideas sobre el particular eran
~de ~anta Anit.a..,.. R~comendab~ los códices, los -·retablos y· ios::,;~.~ de una absoluta vaguedad infantil.
Clilm~ corridos (p~rticulari:iente al. grabador Posada) ;·'. Adoptar una fórmula orgánica de acción colectiva era sin
como. las fuentes que debenan nutnrnos. Rivera era el latino- :~:: duda alguna nuestra primera tarea. Los cimientos de nuestro
amencano ~ntelectual radicado: c~torce años en París que--ap:Q[:. "t'I cimiento futuro. La señal de pariida en la larga carrera. Surgió,
taba su tunsmo mental al mov1m1ento. .· consecuentemente, la idea de formar un sindicato profesional,
Oro~co r_epresentaba al pequeño burgués liberal clásico. Su igual a los que agrupaban a los demás trabajadores. La proposi-
rev~luc10narismo. s_e basa~a ~n un epiléptico jacobinismo anti- ción fue unániinemente aceptada y se citó para el día siguiente
clern:al. El tradiaonal d1bu pnte «comefrailes)> subsistía en él en la casa de los compañeros Diego Rivera y"Guadalupe Marín,
sobre. t~as las cosas. Sus pensamientos políticos eran explosiones la esposa que entonces tenía Diego. "
de m1sani:--cpo. Orozco perdía el tiempo envenenándose la vida En la reunión constitutiva, Diego María Rivera afirmó que
con el od10. a la· fonética de términos usuales entre los trabaja- nosotros no podíamos ser considerados como intelectuales; sos-
dores orgamzados Y: en general, entre los obreros de izquierda.. tuvo que éramos «obreros manuales, simple y, sencillamente». «EnV
. La palabra proletariado por larga y rodada le crispaba los ner- última instancia -dijo- somos obreros técnicos y na<la más. Te-
t, vios. En fin, un esteta nihiiista. · 3· nemos que defender nuestros jornales en particular y los inte-
1
-~-
d~ Pintores, Escultores y Grabadores Revolucionarios de Méx{ 2. Como era natural, la creación y actividades del sindicato con
Para trabajar de inmediato se consideró indispensable el nombr s11s resoluciones políticas, ideológicas, de estilo, de forma práctica
miento de un comité ejecutivo, que quedó constituido en la mism de trabajo, repercutieron muy favorablemente en nuestras obras
reunión. A mí se me nombró secretario general, a Rivera secre y en todas nuestras actividades. Nos resolvimos, por fin, a aban-
tario del interior, a Fernando Leal secretario del exterior y a X· donar los términos simbólicos, cosmogénicos, sentimentales, abs-
vier Guerrero secretario de finanzas. tractos, folklóricos y hasta reaccionarios, para debutar con obras
José Clemente Orozco se negó a concurrir a la ses10n consti de intención social revolucionaria.
tutiva del sindicato, por razones de enemistad personal con Dieg · José Clement<: Orozco dejó los desnudos de madonnas rena-
Rivera, pero aceptó ser considerado como miembro activo. Orozc · centistas para volver ;i ~u tradicional estilo violento. No obstante
fue siempre el más individualista de todos nosotros, frente a que su obra siguió adoleciendo de defectos ideológicos liberales,
vera, que era el más diplomático. Orozco era entonces un homb. es indudable que marcó entonces una orientación muy interesante
de carácter impulsivo y torturado. Por eso en la intimidad. · hacia los principios fundamentales del Sindicato. Su crítica mor-/
nuesto grupo lo llamábamos el Tigre; er·a algo así como daz a los hábitos de 1a clase capitalista, a la justicia burguesa, al
Massacho mexicano, es decir un Massacho más cruel que el otr clero reaccionario, etcétera, constituye un punto de partida im-
Nuestro infantilismo de ese momento era tan notable que poir,1antísimo para el desarrollo posterior de una plástica funcio-
la segunda reunión, celebrada en el anfiteatro Bolívar de la nal de agitación y propaganda revolucionarias. Esta época de su
cuela Nacional Preparatoria, acordamos a propuesta de River· obra es sin duda alguna, p,()r su mayor dinimica, por su mayor
pedir la adhesión de nuestro sindicato, creado con fines económ.· psicología impulsiva, lo mJor del primer período muralista me-
cos, a la Internacional Comunista, que como se sabe, era el cue xicano. Me re[iero a sus paneaux Divide y vencerás, El falso líder,
po político que reunía a los partidos comunistas del mundo ent" El Dios de los ricos, El proletariado en armas, El basurero capi-
ro. Desconocíamos entonces que los organismos económicos · talista. ¡Un progreso entusiasta! Pero esta buena marcha ¿seguiría
adhieren a las organiza.ciones internacionales sindicales, a trav adelante? ¿Alcanzaría Orozco la finalidad señalada por nuestra
de las respectivas federaciones locales y nacionales. La propuestaA organización?
Rivera fµe así u'nánimemente aceptada en medio de maru( Rivera deja de ser el panteísta del anfiteatro de la Escuela
Nacicnal Preparatoria. Abandona entonces sus arranques espiri-
taciones de regocijo y la comunicación correspondiente fue re~
tualistas y también sus símbolos de la eternidad, esos ochos hori-
<lactada sobre la marcha. Jamás supe si esa propuesta d.e adhe-;~i,, zontales que tanto le gustaban. Inició una pintura que representa
sión fue contestada'. pero de lo , que sí estoy s~uro es de qu~.:.~c a los trabajadores mexicanos en sus condiciones reales, explotados
debe haber producido en Moscu dulces expres10nes de conm1~".'l~1(' por los feudales y los imperialistas. Presentó a los campesinos es-
seración. , .. !;,;·, . forzándose aún por conquistar la tierra con las armas, a los peones
Fe1izmente nos apareció un padrino. El comunista canario G&)':J, · de las haciendas sometidos aún a la inquisición de los capataces,
mez Lorenzo tuvo en nuestras reuniones siguientes la paciencia: ' etcétera. Empleaba en esa nueva circunstancia un estilo giotesco,
vegetariana de explicarnos las cosas más elementales de la lucha como antes usó un estilo neobizantino. En la esencia de sus temas
obrera. Nosotros queríamos ya a los trabajadores por haber cola- .. aparece aún su ya conocida ideología campesinista. Pero ahora
horado con ellos en la Revolución, pero desconocíamos las forma8:· es más populista, lo que en mi concepto significaba un progreso
de organización y sobre todo la doctrina científica del proletariado en ese momento frente a su europeísmo de la obra anterior. Lo·
como clase. Nuestro instructor ideológico se encargó de darnos ·. pintoresco lo atrae. Un fuerte porcentaje de folkloris~o satura su
suavemente el ABC de esta cultura que ya amábamos y procla- · obra. No abandona su manía arqueologista, que consiste en la
mábamos, sin entenderla aún. Bajo Ja dirección suya, lo primero' manera picassiana de chupar con genio estilos de los museos y
que discutimos y elaboramos fue el programa poHtico. Tres día<i en general de las culturas tradicionales. Carecen aún sus. obras
tardamos en construirlo. Más tarde lo complementamos de fuerza impulsiva, siguen siendo místicas, pero muestran indu-
programa estético y de forma personal de trabajo. dablemente un gran progreso sobre las anteriores y sobre todo una
gran voluntad de marcha ha ~ia un futuro de mejores formas plás-.
ticas. ¿Marcará su obra un:i 'gráfic .. ascendente? ¿Abandonará sus .'
maneras turísticas?
Yo pongo punto ~:-aal ·~ mis obras abstractas y a mis «equiva-
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lencias~ cosmogónicas. Me olvido un poco de _los símbolo?. Dej los artículos -nos dijimos- sino que los artículos ilustrarán los
la gráfica de los elementos: del fuego, de la tierra, del aire, de dibujos.,, Y éste fue el único pensamiento teórico de nuestro nue-
~o esfuerzo. u.n. pensamiento muy justo, por cierto, según debe
agua. Y m~, inicio en la construcción de El _entierro del minero·
La revoluczon desencadenada, El derrumlwmiento de los fetiches oesprcntlerse logicamcnte del carácter de nuestros propósitos.
etc., pero mi obra continúa siendo la más arcaica de todas. ' La forma de nuestra primera gráfica multiplicable adoleció,
haciendo comparaciones, yo diría que entonces Orozco era bur· nat~ralmente, en _gran parte de los mismos errores de forma que
gués jac.obino, River~ místico re~~c_en~sta del primer período y teman nuestras pmturas murales. Ésta, como aquéllas, era mística,
yo, arcaico de las mas remotas Civilizaoones. Ya lo dijo Carl Zi- pasiva. Carecía de contenido psicológico agitativo, seguía siendo
grosser: -tCabezas colosales como máscaras aztecas». Su valor es un producto de impt~lsión estétic_a. !nvitaba a la contemplación.
etnológico (según la opinión de Anita Brenner) en todo caso' .Algo <le retablo rehg10so y de d1bu10 de -<<corrido» constituía la
pero de ninguna manera revolucionario. No son estas cosas mí ' síntesis de su forma. Era el fruto natural de nuestra teoría aún
propiamente religiosas en el exacto concepto de esa palabra, per popularista, que abarcaba toda !Ulestra obra de ese periodo ..
someten al espectador a un sentimiento o sensualidad de la fo . Pero de todas maneras El Machete respondía a una necesidad
por la _forma misma. En ella?. el cont:nido desaparece totalmen;t s?~ial y su ca:ácte~ mu~tiejemplar cumplía con ul}a necesidad po- ·
~bsorbi~o por la preocupaoón arqmtectural de las masas u~iás~
htica revoluoonana. s~ su forma subjetiva seguía siendo inade:
ticas. Tienen un tema, una anécdota, pero siguen plásticamente cuada, su forma matenal, el periódico, significa un enorme pro-
a?stractas. El progreso sobre las anteriores es muy reducido. En greso en nuestra tarea. Las masas lo acogieron con extraordinario
ci.erto modo debo dec~arar que me felicito de haber dejado 1a· entusiasmo y pronto recorrió el país de un extremo al otro.
pmtura durante ~a~go_ uempo. Durante .el tiempo que necesité para; . _E~ Machete _nos ponía. delante de un nuevo espectador (quiero j
penetrar en la dmamica que trae consigo la doctrina revoluciona- rnsistu en la importanna enorme del espectador en las artes
ria del proletariado. . plásticas, particularmente en las de propósito político). Ese nuevo
. Revue~tas, Alva.' Charlot, Leal y García Cabero no tuvieron:. espectador eran las grandes masas obreras, campesinas e indias
tiempo m oportumdad para modificar su equivocación inicial. A (me refiero a las tribus indias y no a la circunstancia' etnológica,
pu~s la mayo_r p_arte de los obreros mexicanos y casi todos los cam-
ell,°s no ~es. dan nuevos .contratos de pintura mural y tuvieron·;
asi .que limitarse a termmar la& obras que ya habian iniciado pesmos- son md10s) , en vez de los catedráticos y estudiantes uni-
usando el mismo. andamiaje. '7 versirarios que formaban el único espectador diario de nuestras
Como se desprende de lo que he explicado; a la vez que corre- · obras murales. En el caso de nuestros frescos, debo insistir, el
gíamos en parte la forma general de nuestras obras, aumentá- espectador no eran las masas populares sino una burocracia de
remanentes ideológicos porfirianos y un estudiantado pequeño
?an:10s en parte n':'~stra militancia social y con ella nuestra·
md~spensable e~ucaoon política. Así caminábamos funcionalmente
hurgué> en su mayor parte, sorprendido por el ácido gusto estético
haaa el porvemr. de nuestros primeros ensayos. Un espectador que no nos pedía
sino que dejáramos de seguir produciendo aquellos «monstruos»,"
aquellos «monotes''· Nuestro nuevo espectador, subrayo, era el
pueblo y de este pueblo, su parte más consciente, es decir el pue-
blo obrero y campesino organizado en los sindicatos industriales
3. ~uestro desarrollo J?Olítico nos co~<lujo normalmente, óigase
f1;1nc10nalm~nte, a exper~mentar por pnmera vez la gráfica multi· y en las comunidades agrarias.
e1emplar, sm saber teóncarnente que hacíamos tal cosa. Esa cir- El Machete fue, pues, nuestra tarjeta de presentación ante esas
cunstancia fue la fundación del órgano periodístico del Sindicato: masas organizadas del país. Él nos dio el acceso a loS---..s,indicatos
E_l Machete. El Machete nos iba a demostrar que la gráfica multi- obreros y a las comunidades agrarias, que antes conocíamos sólo
e1emplar corresponde más a la época presente, obra de frecuentes por referencia. El Machete y esto es lo más importante, estrechó
periodos de !legalidad en todos los países, que la pintura mural, nuesfros vínculos de solidaridad con el Partido Comunista, de ·
como expresión de arte para las masas, como vehículo mejor de' cuya ideología era a la vez un fruto embrionario, para terminar
plástica de agitación revolucionaria. · siendo su órgano oficial. El Machete nos sacó del laboratorio abs-
, Ca~~ sin _p~an pre~io, instintivam:nt~ y por razón de nuestra
tracto, del laboratorio estético en que aún nos debatíamos, para
~) profes10n, h10?1.ºs de1 órgano d~l ?mdicato un periódico parti- lleyarnos a la calle, a la fábrica, al campo,. en proceso de tra-
\cularmente grafico. «Nuestros d1bu1os y grabados no ilustrarán bajo, y por ese camino, a la vida entera de México y a los proble-
216 217
mas sociales del mundo entero. Nuestro periódico, al entregarn 0 ados abarcaban frecuentemente páginas enteras, o la mitad de
a la lucha y a la disciplina de las masas revolucionarias, nos di' éstas cuando menos. ·
la militancia que nos era indispensable para superar después el Poste1ionnente su desarrollo fue el resultado natural del viraje j
primer período de nuestra vida artística revolucionaria. Hoy que dio la nueva burguesía de la Revolución Mexicana frente a
puedo afirmar que los que nos agarramos a él, nos hemos sal la presión del imperialismo yanqui, pues esla circunstancia nos
vado, y los que lo despreciaron, han naufragado quizá definitiva hizo salir de los muros interiores burocráticos para actuar en la
mente. Los que se aferraron a la sensualidad estética de la pin: educación y agitación exteriores. Fue el fruto de la aguda tirantez
tura mural, a toda costa, cc~~~o forma exclusiva de arte político de relaciones que se produjo entre -nuestro Sindicato y la Secre-
para la educación y agitación de J::ts masas. taria de Educación Públjca, dirigida por Puig Casauranc. Fue
Xavier Guerrero, como Diego Rivera y yo formamos su primer más tarde, por razón de ese mismo proceso, la causa de una franca
comité directivo, pero en la práctica sólo Guerrero y yo traba.- ofensiva gubernamental contra los que en verdad lo dirijíamos y
jábamos. Rivera no solamente no trabajó en él sino que lo o · formábamos ya entonces la fracción inconforme del Sindicato de
truyó por las razones que se verán en esta breve historia de nu Pintores ... El Machete, consecuente con la línea política que nos
tro movimiento. En toda la época en que El Machete fue órgan hablamos trázado, con el programa político qel Sindicato, se
del Sindicato, Rivera no hizo más que un solo artículo y jam' resolvió oportunamente a iniciar una amplia campaña de denun-
un dibujo, como la demuestra la revisión de sus diversos ejem- cia de la claudicación del gobierno correspondiente a esa época.
plares. Jo~é Clemente Orozco no participaba en su dirección pero Esta actitud trajo consigo las duras represalias que expol).dré pos- \
fue entusia~ta dibujante. Es más, los dibujos «macheteros». de teriormente.
Orozco son en mi concepto, como expresión de gráfica revolu- Naturalmente, El Machete es una experiencia muy embriona-
cionaria, mucho mejores que sus buenos frescos dei primer período ria de gráfica multiejemplar revolucionaria, de publicidad ti~
y más aún del segundo. Éstos no adolecen del simbolismo un poc gráfica revolucionaria. Sus autores nos circunscribimos al diché 1
ramplón de aquéllos. Carecen en cambio del misticismo s.imbólico,
tipo masónico, de sus referidas pinturas murales. Son esfuerzo~
fotográfico en muy pocos casos y casi siempre al grabado tradi-\
cional de madera. Sus recursos de impresión fueron pobres y re-, 1
importantes de gráfica multirreproducible, de gráfica amplia de ducidos. De naturaleza gráfica muy poco vivaz, sin que estoi
agitación y propaganda revolucionaria. Son buenos dibujos poli signifique un demérito de su importancia para su época. Sus autc-
ticos. Mejores aún que los grabados en madera de Guerrero,. res, en ese primer esfuerzo no llegamos a plantearnos todavía el
que los dibujos míos y que los dibujos de todos los pintores que·· pr .>blema de su fabricación ad hoc. . . Y es así como se vio he~
colaboraron en él, pues los nuestros guardaban todavía completa cuentemcnte reducido a la impotencia por razones de la persecu-
relación con la pintura muralista de entonces. En todo caso eran ción policial. Tampoco percibimos entonces la necesidad de trans-
meno~ populistas y mucho más modernos. . , . formarlo en un peródico documental, que es forma de tipografía
El Machete era impreso en formato múltiple, esto es, de grandes°', · indispensable a todo periódico revolucionario moderno. En esas
proparciones. Mayor que los periódicos burgueses de gran circula- : condiciones puede afirmarse que nuestro Machete no dejó nunca
ción ..Lo que entonces, época de semiilegalidad primero, y de ilega- de ser un periódico artístico.
lidad después permitía fijarlos como affiche en los muros de las La experiencia de la gráfica tipográfica revolucionaria, de
calles, y como periódico de pared en los centros de trabajo, lo mis~ ·. ·.~~'.' verdadero valor para la educación y agitación de las masas, estaba,
roo que en los locales sindicales y agrarios. Para que eso fuera ·::~ pues, par ser realizada. Progresos de indudable valor, más teóricos
posible lo imprimíamos, de derecha a izquierda, es decir, con la.".::··:;. '"] que prácticos por desgracia, pudimos realizar en posteriores acti-
primeta plana en la derecha y la segunda en la izquierda y en esa vidades.
·forma el resto. Desgraciadamente no comprendimos, ni lo comprendió tam¡>OCo
Lo imprimíamos a dos tintas, rojo y negro, lo que nos per- el Partido, que El Mas;hete era una experiencia magnífica de pe-
mitía darle una gran vivacidad de color. Su cabeza era roja, a
todo lo ancho de la plana y mostraba una mano enérgica, el .
J riódico ilustrado para el pueblo. Se le adoptó como órgano polí-
tico y esto trajo naturalmente su cransformación y desaparición.
característico machete mexicano, que es qmbién herramienta agrí.; ...·." Está bien que el Partido tenga su propio órgano político y doc-
cola común a todos los trabajadores de lá. América Latina. Claro trinario, pero El Machete debe reaparecer sobre las bases que lo
que también es herramienta de comba·.e social en las manos de crearon, pero conforme a los dictados de nuestra experiencia pre-
éstos¡ cuando las circunstancias a'"/·· lo ~xigen. Sus dibujos y gra.. ~ 1i sente.
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·. . . . .
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4. No había nada agudo que nosotros no tocáramos con la m . de los anticlericalismos. Por eso, pensando en esto ultimo, al pre-
yor agudeza política posible, con lo cual se empezó a manifestar sent2rla a José Clemente Orozco y ya para retirarme del lugar,
cada vez con mayor fuerza una manifestación contraofensiva de( ]es dije a ambos: «Manduquense dos o tres cardenales mientra.s
gobierno en contra de sus editores. Y en esas condiciones éramos. yo regreso», sabiendo del terrible anticlericalismo de José Cle-
. tan pocos los que lo escribíamos y lo dibujábamos, que tuv" mente Orozco, un anticlericalismo tan fanático que nunca le
· mos que empezar a usar seudónimos para agrandar aparentement permitió seguir caminando por la misma banqueta si veía que por
el equipo. Por ejemplo: todos los artículos que aparecen con d ella se acercaba algo que se pareciera a un cura. Yo pensé, na-
nombre de Daniel A. Sierra, son míos, es decir la D, la A y la · turalmente, que aquella señora y él, hablando del anticlericalismo
de mi apellido normal. Y lo mismo hacíamos con los dibujo iban a entenders.e a las mil maravillas y su amistad seguiría con
Más aún, al acrecentarse la ofensiva gubernamental, Diego R toda la dulzura de una balsa de aceite.
vera, que era nuestro mayor sostén económico, empezó a alejar· Pero cuando regresé después de" la media hora convenida, un
de toda actividad periodística, hasta abandonarla totalmente. espectáculo pavoroso apareció ante mis ojos: doña Juanita es-
se revisan las colecciones del periódico, no se encontrará en t taba sentada en una ·Silla y bufaba de fatiga, con todo lo gorda.
. das ellas más que un solo dibujo de este artista. En cambio, Jos . que era. Al entrar, me gritó: «¡Siqueiros, no me vuelva a pre-
Clemente Orozco, con dibujos a tinta china y Xavier Guerrer · sentar mancos hijos de la chingada, porque se los voy a matar!»
con grabados en madera, a la vez qu.e yo, con dibujos al lápi José Clemente Orozco tenía varios golpes en la cara y estaba
dimos nuestro aporte en todos los númetos, sin excepción algun tratando de enderezar sus anteojos de alambre. Me dijo· con la
durante un largo periodo. . misma violencia: «¡No tengo necesidad de conocer viejas ultra-
Fue tal el prestigio revolucionario de nuestro periódico, qu · pinchesl», y salió corriendo. Observando e: ~::. ..:.po de batalla
el Partido Comunista Mexicano nos pidió entonces que ace pude darme cuenta de que todos nuestros pequeños estantes
táramos convertirlo en órgano oficial del mismo, sin cambio e estaban por el suelo, regados los libros, las sillas y mesas fuera
. el organismo directivo, sin cambio en su forma y estilo gráfic de su lugar, mientras Jorgito Piñó, aún muy niño, se había re-
y, sorprendentemente en la historia de los partidos comunis fugiado aterrorizado en el ultimo cuarto del lugar.
de todos los demás países del mundo; con el ingreso simultáneo d ¿Qué había pasado? La conversación entre doña Juanita y
todos nosotros al Comité Ejecutivo Nacional de esa organiza~ Orozco tomó el camino del anticlericalismo. Este fue un tema
ción, a cuya base ni siquiera pertenecíamos entonces. De hecho;'· de primordial interés comun que los acercó indudablemente has-
ingresamos al Partido con el machete desenfundado, y esto acon-~~1¡, ta el amor mismo. Pero en un momento dado, d.oña Juanita
teció exactamente el 16 de septiembre de 1924. q;:.: produjo un exabrupto ~l decirle a Orozco: «Estoy formando u?a
sociedad que se llamara de los cashcanes y cashcanes en el d!a-
lecto ele los indios de una zona del estado de Zacatecas, de donde
yo .soy originaria, quiere de~i1:' l~s reivindicadores; en este caso
5. José Clemente Orozco fue siempre el más puntu"-1 de todos
los pintores mexicanos. Todos los días, a las 8 en punto de la
. mañana, tocaba a la puerta de la pequeña oficina que tenía el ,
j servirá de nombre a los re1vmd1cadores de los derechos de Ja
raLa indígena coni.ra la raza de los gachupines. El propósito fun-j
<lamenta! de los cashcanes será expuls"-r de México a todo aqu~l
periódico El Machete, del cual yo era director, para entregarme i,, que tenga una simple gota de sangre ~e los criminales conquista-
el original del dibujo correspondiente. En una ocasión, en el.·~ dores». José Clemente Orozco escucho esas palabras con verda-
momento mismo en que él llamaba a la puerta, yo debía salir · :-, dero espanto y después lentamente, midiendo cada término pero
rápidamente del lugar debido a una cita convenida. Y al chocar con la voz ronca del que condena, le dijo: «Usted tiene las mis-.
con José Clemente Orozco, le dije: «Espérame, no tardo ni media mas ideas imbéciles de ese idiota que se llarr:a Diego Rivera.
hora, adentro está una señora con la cual tú vas a hacer las Y cuando me estaba usted hablando contJ;.1 los curas, como que
meiores migas». e;' quise sospechar que ese no era más que un lado de su perso-
'Er.. efecto, adentro estaba doña Juanita, coronela zapatistajt,1t' nalidad, porque el otro es de la best!.a más grande que yo he
que pocos meses después fue la suegra de Rosendo Gómez Loren:':~ •; conocido en mi vida». La señora, me ir.lragino, saltó de su asiento·
zo y la cual llevaba siempre debajo de su chaquetón gris un · diciéndole: «El idiota es usted, manC'l desgraciado, ruin agachu-
pistolón calibre 4_4. Doña Ju~nita era b~ja, de tipo muy indígena, . pinado, no obstante ese cráneo 9e ir~dio forrado de blanco que
con la cabeza casi blanca, y siempre haoa gala del más furibundo tiene usted». Y sin más ni más se le la;izó a las trompadas y a los
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rasgufios y según me dijo Orozco más tarde, hasta trató de sa impide seguir realizando la obra mural ya iniciada, ¡il diablo con
la pistola. la política ... y yo me largo a los Estados Unidos>. Desde fuera
Cuando salió el pr!mer número de El Machete fui a ver· del Sindicato, porque no perteneóan a él, lo apoyaron indirec-
Orozco, que pintaba en esos momentos en el patio grande de f tamente en su posición Manuel Rodríguez Lozano, Rufino Ta-
Preparatoria. Sin sub~r al an_damio, , desde abajo, Je dije: «Jo· rnayo, Castellanos y otros.
Clemente, aquí te. de10 el pnmer numero de nuestro periódi · Y la proposición mía, quizá la más romántica, expresada en
dale ~~a ojeada, dentro de un rato vengo para que me d actitud y tono oratorios, fue la siguiente: «Si nos arrebatan los
tu opm1ón>. muros fijos de los edificios públicos, hagamos de las páginas de
Una media hora más tarde regresé y le pregunté qué le El Machete los muros móviles de nuestro gran movimiento
bía parecido El Machete. Pero Or~nco, sin contestarme, se dedi de pintura murah. Mi punto de vista obtuvo el acuerdo mayo·
a producir simples gruñidos. Estos gruñidos subían de tono ca ritario. El Machete debería continuar y debería continuar me-
vez más. «¿Qué pasa? -le dije- ¿Por qué haces esos ruidos ta jorado en su sentido gráfico. Se había impreso en cuádruple, pues
raros?> Entonces, volviendo la cara hacia abajo, desde el andani'• deberíamos hacer un esfuerzo para imprimirlo en quíntuplo.
donde se encontraba y mirándome con esa mirada terriblemen Diego, ahí mismo, en la misma asamblea, declaró su rebeldía
fría de él, pero multiplicada por cien debido a sus lentes a la. resolución. Él continuaría pintando murales. Y ahí mismo,
máximo miope, me dijo: «Si sigues usando esas palabras ta en ese mismo acto, por unanimidad de votos, pues por disciplina
horribles, que parecen carretas rodando sobre piedras, no t se habian sumado al criterio mío algunos de los que votaron
vuelvo a ayudar ni con dibujos ni con dinero:». «¿Qué palabr' por Rivera y otros, Rivera sería expulsado del Sindicato y en
son ésas?~, lo interrogué yo. Entonces, dejando caer poco a poc el número siguiente de nuestro órgano periodístico El Machete
las sílabas, me dijo: «Pro-le-ta-ria-do>. . . · sería dado a conocer el acuerdo de su expulsión al público El
Machete, 24 de mayo de 1924.
Yo hago partir mucho de lo que ha acontecido más tarde,
de lo que sucedió en. la asamblea antes referida. Sigo pensando,
.. 6. Al llegar Puig Casauranc a la Secretaría de Educación Pú, como lo dije y escribí entonces, que la actitud de Diego Rivera.,
blica, en sustitución de Vasconcelos, consideró pertinente poner al capitular frente al acuerdo dictatorial del gobierno, condujo al ',
nos a los pintores muralistas ante la disyuntiva s~guiente: «Si muralismo contemporáneo, y con él a la pintura en general, a un ·
continúan u~tedes publicando su periódico El Machete con una terreno necesariamente oportunista, que tuvo que manifestarse,
línea poHtica de ataque sistemático al gobierno, que es el go.. , fatalmente, en una atenuación del radicalismo nuestro en el
bierno de la Revolución, tendrán que suspenderse sus contratos ,~,;· contenido político de las obras y en ineludibles desviaciones, tam-
de pintura mural (eran los de la Preparatoria). Tal es la dis:J:ij¡:1 b.ién, hacia el folklorismo, esto es, hacia un 1;1.acionalismo su-
yuntiva: El Machete o la pintura mural». . . ~~i ~ficitl · ...
Reunido nuestro Sindicato de Pintores, Escultores y Graba- j\~ Por otra parte, la obra que se siguió realizando, siendo del
-~: ?o~es ~evoluciona~os,_ dentro de cuyo ~omité ejecuti:ro el orden(;·;¡: camp·o de operaciones absolutamente burocrático, no les permitió
1erarqmco era el s1gu1ente: yo, secretario general; Rivera, secre- ·'i~· \ a sus autores ligarse con el pueblo y, en primer lugar, con la clase
tario del exterior; Xavier Guerrero, secretario del interior o de, ~~: J trabajadora organizada. Sigo pensando, igualmente, que de la
conflictos; Fernando Leal, secetario tesorero; y José Clemente .: :,fff actitud negativa de José Clemente Orozco, «yo me largo al ex-
Orozco, Fermín Revueltas, Reyes Pérez, etcétera, secretarios su-. · J.··1· tranjero y mando la política al diablo>, parte igualmente lo
plentes o vocales, se procedió a discutir lo que debería hacerse '' 1 que hay de desviación hacia el nihilismo _estético, tanto en el
frente al acuerdo del secretario de Educación Pública. La opinión . contenido como en la forma de )osé Clemente Orozco y por ahí
se dividió en tres tendencias. Rivera dijo: «Aunque tengamos 1 • hacia lo que hay en su propia obra de influencia del vanguar-
que vender nuestra alma al diablo -en este caso, como primera· .
medida, la supresión de la publicación de El Machete- conti-; ,l;\{
¡· dismo de origen europeo, hacia el formalismo y, en última ins-
tancia, hacia amplios aspectos abstraccionistas en el conjunto de
~uemos la pintura mural>. E1;1 est_a proposición lo a~oyaron Emi~...;·~ !· ." ' .· ."·
ho García Cabero, que hab1a pmtado un homena1e exaltandor.· ·
..•·..
su producción. La actitud de José Clemente Orozco fue, casi
simultáneamente, la de Rodríguez Lozano, Abraham Angel y
la labor de los misioneros durante la conquista, y Jean Charlot.t>'> otros que salieron de México, se fueron a vivir al extranjero, ya
José Clemente Orozco, por su parte, dijo: <1:Si la política me , '- sea a la Argentina o a lo~ Estados Unidos, y más tarde, la de
222 223
• Rufino Tamayo. Una corriente de artistas que no vieron el :v badores y escultores, se separara dd, ªI?biente puramente inte-
. <ladero significado de nuestro movimiento pictórico mexicano co lectualizante de la capital de la Repubhca, se apartara. del nue-
' temporáneo, aquéllos que lo vieron como una corriente más de ' tipo de bohemia que caracteriza a ésta, para convertirse en lo
vanguar~smo predominante entonces en todos los países de cut-,
'º . ..
que yo he llamado «el _artista ciudadano», el .:artista ov1co>, es
tura ocode?ta!, más aún, como un movimiento despreciable· decir, en un nuevo artista con las plantas puestas. en su pa_is, .
mente provmoano y no como algo que al poner sus plant en el hombre de su país, en todo aquello que ~e hga ?ecesana-
sobre la realidad de un país y de un país concreto, tanto en mente a su país, cualquiera que'" sea su magmtud umversal, Y
- .~> orden e~té~ico como i~eológico y polítiro, e~taba configurandó¿: •¡ con ello, en los problemas específicos diarios del hombre de su
un movimiento excepoonal que por su propia naturaleza teníi''' i país. Si la tarjeta de presentación de El M~chete nos llevó al
que ser punto de partida para un movimiento similar en · sector ideológico más avanzado del pueblo,_ al más culto, al m~~
mu11do entero. Esto es, no vieron que en lo primordial de nu consciente políticamente, que es el proletan~do, nada de extrano
tro impulso entonces balbuceante, por juvenil, se abría una e tiene que ese sector, a su vez, nos haya conducido a los puestos
traposición al arte de contenido inocuo y de especulacion directivos de sus organizaciones, después de un largo pr?ceso,
formales de sensualismo exclusivamente individualista que ' de un adiestramiento funcional de nuestra parte. Nos habiamos
estaba produciendo en el mundo, en forma predominante, desd acercado comq_~!!!stas, pero en la prác~ica habfarog~ l~ a 1
mediados del siglo x1x. ·ser . líd~.s,,~~~9~ Z-~<;~.!l!.5..~~!__E~~-~E.,Jl.epdo 1
Treinta y tres años más tarde, me parece, tendríamos q artistas sin <;!.~~I~- i:t!s. Asi sé'exp~}>Or q~e pmtores
convenir en que los dos aspectos negati\'.OS de nuestro esfuerz méx'"icañoShemos podido ser, después de la epoca po!1~1ca román-
común en las artes plásticas de México, son precisamente la su-,, tica, de nuestra participación com? soldado~ Y. oflClales en el \!
perficialidad nacionalista, algo que tiene mucho de truco para'¡~'" ejército de la Revolución en el penodo más alg1do. de_ la guerra
ocu!tar la falta de concreción po~ítica en un c_on~en~do revolucio,ii' civil, diputados constituyentes, como José . de Jesus !barra, un J!
nano, por una parte, y el escap1smo abstracoomsta que hoy ha·· ejemplo; presidentes de la Cámara .de Diputados, .c?mo Juan
llegado a ser base del prog:ama oficial, en gran parte de los pi , .·. . l de Dios Robledo, también un solo e1emplo; y adqmndo .grados
tores de las nueva.s generac10nes. ,;: •superiores en el Ejército, como Bulmaro ~ánchez, ¡;>0r e1emp!º•
Los. que dijimos «hacia los muros móviles de El Machet a la vez .que dirigentes de las huelgas mmeras. mas revcluo?- 1
-lo demuestra la historia objetiva de nuestro narias y por ello más trascendentes que ha habi~o en el pa1s,
realidad dijímo~ «hacía el hombre de México y con ello hacia'· Je los grandes movimientos huelguísticos ferrocarnleros de. 1926
todo lo que corresponde al hombre de México». Es decir, hacia su:\;, a 1928, de las grandes huelgas de obreros urbanos de la. cmd:id
medio físico, hacia SU geografía, hacia SU historia, hacia SU raza Y' de México en el 1929, líderes superiores de la Confe~eraci~n Sm-
y las diferentes ra~ificaóone_s de su _raza, ,hacia la i~iosincra<jia/J . <lical Unitaria, J?ase y antecedente de todo lo que ~u?, exista de
de ese hombre, hacia su particular psicologia y envolviendo todó .· 1 sindicalismo combatiente en nuestro país, como trad1c10n d_e todo
ello, hacia sus anhelos y necesidades políticas, pues es al final ~ Jo que venga en el futuro, en esa direc~i~'.rn. :Miem~ro~ prommentes
de todo la política lo que configura el conjunto de to<los los. del Partido Comunista Mexicano, dmgentes prmopales de las
fenómenos. Es su resumen. .. diferentes formas de ligas contra el fasci_smo y la guerra, contra
Este grupo, el grupo que )O quiero considerar cumo mío, por el imperialismo, etcétera. E? ~urna, en m?g1:1ºª parte d~l mundo
conesponder a mi doctrina o a la doctrina en cuya formulación ~ y en ninguna época ha existido un movnmento colect~vo en la
yo he participado de cierta manera preponderante, empezó me- ;,~, vida política correspondiente ª, l.a naturaleza del realizado por
jorando el carácte::· popular de El Machete lo hizo más político los pintores y grabadores de Mexico.
y más accesible a las masas por su mejor lenguaje, expresión de
su mejor contenido, y por su mayor plasticidad periodística, si
es que cabe el término. Así, nuestro periódico fue una evidente
e inmejorable tarjeta de presentación ante las grandes masas del 7. El gobierno inició un cambio de frente ante la ~resión del
país. Una tarjeta de presentación que por sus propi1s caracterís- imperialismo norteamericano y paral~l.amente au_mento su dema-
ticas dio motivo al hecho excepcional en la vida intelectual y gogia. Así pretendía calmar la reacoon contr~na ~e las masas.
sobre todo en la vida artística de México, de que. un grupo de Sus hechos eran cada vez más contrarrevoluc10nanos, pero sus
pintores, como de plásticos en general, pues tamb~n había gra-. palabras cada vez más deslumbrantes de falso revolucionarismo.
224 225
11 8tas nuevas condiciones políticas trajeron consigo meta. La plástica que se produjo correspondía en realidad a la
rosl~· oportunistas en miembros im~ortantes de nuestro Sindica,, mentira demagógica oficial. Se hacía cada vez más pintoresca o
/\ la vez que se acentuaba la ofensiva gubernament~l contra ést estctista en su propia calidad. La voluntad funcional política
Xavicr Guerrero y yo fuimos expulsados del traba30 mural se interrumpió. El retroceso fue evidente. Lo caminado en la
fler miembros del comité ejecutivo de El Machete, que ataca buena ruta se perdió manifiestamente. Ninguna inquietud téc-
violentamente la claudicación del oficialismo. . nica. Aquel fervor nuestro de los primeros tiempos se apagó. El
Diego Rivera era también miembro del comité ejecutivo d fresco tradicional, el «fresco egipcio», fue el proce<limiento ex-
El Machete, pero no obstante esto, permaneció en su pues clusiYo. Ningún impulso de superación.
de pintor oficial. Esta circunstancia dañaría progresivamente 5· El nacionalismo se acentuó a medida que aumentó el turismo
marcha y perturbaría aún más su ideología. Sus obras mura yanqui. El «leísmo» tendió a. disminuir; la pintura se hizo i;nás
se contaminaron del engaño político que usaba el gobierno.. «agradable» y la violencia burguesa contra nuestro primer im-
no serían las condiciones objetivas del proletariado las que 1> pulso se transformó en elogio exaltado. Los miembros jóvenes j
presentaría en sus frescos. El proletariado aparecería después co . Je! Sindicato fueron compelidos a sustituir la pintura por la t
dueño absoluto de su destino. Tendría ya las armas en la mano; pedagogía. La mayor parte de ellos aceptaron puestos de profe-
estaría cantando victoria. El obrero y el campesino hauría:n fo sores de dibujo, burocratizándose de manera lamentable. Pintores
mado frente único y se prepararían a disfrutar el premio de· s. de Yerdadero talento fueron aniquilados moralmente en esa for-
¡;l !
triunfo. Teóricamente, Rivera se defendía con sofismas. Decí ma. Ren(lció naturalmente el cuadro de caballete. Renació el
a sus íntimos que él se quedaba «en el interior de la casa Pal'.
pader batir al enemigo en su propio terreno». Afirmaba qu:e
arte de exclusiva especulación estética. Un numeroso grupo de
pintores jóvenes se· prodamó «libertario». Las influencias europeas .•. . :1:.\
1 '
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nosotros, los de la fracción no oficial, éramos unos ilusos y un . surgieron con nuevo y agresivo impulso. Se retornó a las expo-
iromántic&;carentes de sentido táctico. Él «con el dinero del g'
bierno pfoduciría obras subversivas en las entrañas mismas de
siciones de cuadros. Se abrieron galerías. Un mercado turístico
se acentuó progresivamente y con él la producción del objeto
i¡
Estado el?- proceso reaccionario». Pero el Estado no pareció de, estético que correspondía al carácter superficial de su demanda:.
pués inquietarse por la sutil habilidad estratégica de Rivera/ La imitación sustituyó a los impulsos fecundos del p'"imer mo- ...
manifiestamente lo impulsó en el camino que había principia' ó.: mento. Dejó de hablarse de «arte público», de «arte para lü.s ·
Por otra parte, la elocuencia plástico-revolucionaria de River'' grandes masas:1>. El anhelo monumental dejó ele existir.
se perdía entre los cuatro muros de las arquitecturas que utili.~, Al mismo tiempo~ los ¡cismáticos entramos resueltamente a
zaba para el objeto. Sus proclamas gráficas no le llegaban al pue' las filas del proletariado revolucionario. Éramos miembros acti-
blo ni remotamente. Así, el negocio era doble. . .'/ 1.;~ vos del proletariado en sus luchas de clase. Éramos organizadores
Cuando Orozco regresó de los Estados Unidos, se refugió en,.i~;; . activos de sus sectores desorganizados. Miembros disciplinados de
los símbolos, en actitudes espiritualizadas, en una plástica meta:?;~h su vanguatdia. Habíamos combatido en las filas del ejército re-
física muy manifiesta. Su nueva mística no fue cristiana como la ';~;, volucionario y hoy trabajábamos en las filas del ejército sindical
de· Rivera, siI?'o te~sófica, o espiritista. S_u pintura tie~e má;-sim- "~t.'\ de los traba ja dores.
bolos revo!uoonanos, . mas banderas rops, más m~r~1!los y más ·'<td El imperialismo se apoderó de la estético. mexicana: el turis-#.
hoces, es oerto, pero sm embargo nunca fue tan pasiva. Su buena. ~~ mo realizaba ese objetivo. El chovinismo se mezcló armoniosa-
obra de la primera época ~areda de símbolos y era un principio,·.\;~ mente con la claudicación política frente al imperialismo.
importante de pintura pahica. Ahora es apolítica, a pesar de '¡.,
todo. Su voluntad o imtinto demagógico de tipo anticlerical :, .
¡l
liberal, no parece manifestarse ahora. " ,.
Los tradicionales principies del Sindicato relativos a la obra . •' • 8. Desaparecido ya el Sindicato de Pintores, Escultores y Graba-V
dores Revolucionarios, Rivera continuaba sin embargo diciendo .
.c?lectiva, a la_ d~fensa de los interes~s profesiona!es de los plás-:;~
ticos, son sustHmdos por un progresivo monopolio personal dd~'<'»~':
1 en el extranjero que él era el Sindicato. Los miembros del gru- ·~
trabajo oficial por parte de Rivera. Dominar esta veta parece ser ''t~, po de Rivera y también los independientes se entregare ¡n total-
su único propósito. Esto le trae malas voluntades entre los jóve· mente al gobierno a cambio de prebendas burocrátins. Otros
nes que lo han seguido. . vinieron con nosotros a combatir desde las barricadas .de la lu·
cha política y sindical diaria. No lo pudimos hace', plá~icamente
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En esas condiciones, Rivera pintó en Cuernavaca un fres
condenando a la colonia española, es decir, a un imperialism
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ya muerto, y lo hizo sirviendo precisamente al embajador Morro .
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que representaba en Mé~ico al imperialismo ~orteamericano e ·
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una época de gran presión. Esta ob~a de Rivera. fue regal~d CAPITULO X 1
por el embajador Morrow al ayuntamiento de la cmdad. Al 1m
perialismo yanqui le estorbaba la política feudal para su acció CONTROVERSIAS CON DIEGO RIVERA !,' 1
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había matado todo lo que en su primer impulso hubo de ini- ./'' únicos. que no cubren sus maneras con palabras y actitudes ama- t11
cialmente magnífico en favor de una forma plástica impulsadora. :' · bles, son los ricos y entre éstos, los ricos extranjeros>. En esta ;~ 1_ )
Había tapado ya su obra con una enorme cantidad de tierra· ocasión, la cara de asombro fue de Lozovski. <Curioso, ¿eh? -me j
-,;metafhica. dijo- ¿Y a qué se deberá esto?> Traté de explicarle que el 1
-----------------~'-·"' ·~~~--------~-~·
JA
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"'! ' ¡
hábito contrario a la rudeza, más característico en los indios El caso es que al día siguiente, obligado a ello por una causa ,,
que en el resto de los habitante~ del país y e_n1;1"e los indios, pre-': d fuerza mayor, fui al vagón que nos servía de pullman a todos,
loes delegados, para despertar al heroic? int~rprete Casanellas. _Sólo
·.··,1.·.I.
estan muy abajo, muy abajo y, segun d1ce el Excélsior, hasta en de tener una parte muy importante de cursilena.
la hermosa isla de Cuba. ¡Quién le iba a decir al compañero Salimos de la casa de té y nos fuimos a un restaurante vege-
Lozovski! tariano, porque entonces J?iego ~ra un ortodoxo del ~egetaria
nismo. Terminada la comida, Diego propuso que fueramos a
saludar al camarada Petskovski, exprisionero de Siberia, de ori-
gen polaco, que había ocupado el puesto de prime~ embajador
4. Apareció ·Diego Rivera un día en la sala de las columnas; soviético en México. Llegamos a la casa de este comun _camarada
donde celebrábamos el 1v Cong1·eso de la Internacional Sindical v amigo nuestro. Un pequeño, pero confortable apartamiento. Y a
Roja, al cual yo concurrí encabezando una delegación obrera · Ía entrada, ante mi asombro, lo primero que vi fue un sombrero
mexicana de más de 50 miembros, mineros, ferrocarrileros, tex- de chano colgado de un clavo. Diego, que ya se había. sentado,
tiles, del magisterio, etcétera. Venía el colega a invitarme a que a la vez que veía lo que a mí me. había ~:ombrado, actll':1d que ,,
fuéramc;>s sol~s a tomar té en los lugares habituales del pueblo también adoptó el señor Petskovsk1, me d110 recalcando bien sus ¡1
moscovita, Rivera, que hablaba un poco de ruso por influencia palabras: «Traía ¡dos! ... »
¡Jamás Diego se dejó derrotar! :f
de su e,sposa ?e P_arís, Angeline Beloff, se encargó de pedir el i'
<ashtaka~ _chai. pa¡alsta> ~los vasos de té, por favor>. El lugar,
con la t1p1ca mdum~ntana rusa que conservaba el pueblo ruso \!
de entonces, se semeFba a esos inmensos cafés de Barcelona oor
ejemplo, dm; mil, tres mil dientes hablando al mismo ti~po 5. En otra ocasión, Diego y Maiakovski fueron por mí al hotel~
y por lo tanto yroduciendo ~se ruido como de. olas que recuerdan donde estábamos los delegados de habla española. Se trataba de
estas conversac10nes de multitudes de cualquier parte del mundo: un asunto, me dijeron, de la mayor importancia: «El gobierno 1
En un momento dado, Rivera me dijo (en· aquella época soviéüco estaba apoyando a los piiitores académicos, en su ma-
aún nos hablábamos de usted.) : ~¿Recuerda usted, Siqueiros, a yor parte viejos profesores de las esc_u~las de_ .~ellas Artes, y esto
José Guad~lupe Rodríguez?> «¿Sí -le contesté- el delegado de ¡1 había traído consigo que el arte oficial sov1et1co fuera del más
?,e. abominable y aburrido naturalismo, un falso realismo que de
los cam~esmos Duran90>. «¿Sabe usted -agregó- que vino
a la U~ión Sovietica, vesudo de charro duranguense y que _por .... ,'¡
ese mot_ivo fue el mas popular de los de~·egados campesinos que . :~~~[::;
con~urnero.~ _al Con9reso _de la Internac10nal Campesina en la :...1'
l
1 ninguna manera podía corresponder a la. nu_eva vida del ~aís
soviético en el orden de la cultura. Era md1spensable -decian
ambos, con la mayor pasión- emparejar el arte a las condiciones
capital sov1etica?» «S1, supimos eso por allá>, le repliqué. <Pero · revolucionarias que estaba siguiendo toda la sociedad». De sus pa-
no sabe lo más importante>. -:-dijo-. «¿Cuál fue lo más impor- labras se desprendía que el substituto artístico que ellos le veían
tante?» «Pues fue nuestra v1s1ta al campamento de Vorochilov, a la producción oficial existente en tal terreno, era lo que yél,-3e
232 233
--~-~----~ ------
1
\
. T . continúan bebiendo en
, j 1 nimo vanguardismo en Europa Occidental y
~\Hint :: ('ll París. «Lo primero que debemos hacer, en m1 co ,
11
rnuchos siglos, las nueva; c1v1 iz~~1~~~s civilizaciones que precisa· 1
1
, .\t mcll :11 i'<i Maiakovski- es tratarle el asunto de la manera más
el orden del arte de las. uentes del cristianismo. Dunn· 11
. a1 prop10
. camara d a Sta l"in, pues s6 1,o e'l nos pue- me nte han ·
debido destrmr. Tal es el caso
· l fueron o s1gmer
. . on s1"endo suyas
.''PW cuág1ca te los primeros doce o trece s1g ~ecir de la civilización que ellos
~
' 1 11 ce ,, Y
'
\ 1C ay
·¡
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. ,
• 111 j;ir a combatir a estos burocratas del arte (el ya entonces
h · '
\ lcjo c;c;iasímov y otros), que oy tienen la sarten por e mango~
l .' . l as formas del'd arte(Apagano,
habían suced1 º: mi
es . '. .
· memoria v1n1eron,
h
en efecto el yorná·
'
es Italia, la influenoa ~
. d
\,
\\lll l;wicntabilísimos resultados para lo que debe ser el arte nico de la arqmtectura en ~o que oy l e· bue hasta el 51-
''" ;.: ~iw en la línea de las artes plásticas.» . y griegos hasta e ima . : . . •
lós pmtores romanos . . fl . de l::os nv1hzaoones an
No nos fue difícil hablar con Stalin. En un tiempo no mayor. lo :xu, etcétera, es deor, la m .uenoa con~id;rar mentalmente
,le dos horas, según cálculo, se nos comunicó que el secretario· ~eriores hasta el bizantino y el góuc_o, para ece lo que puede
1:\-Cneral del Partido Comunista de la uRss nos recibiría. Y , l e· t en la pintura, apar ó
que solo en e wt º: . .. l PoT otra parte -agreg
fue. Maiakovski, naturalmente, sirvió de intérprete, hablando c llamarse ya un arte cristiano mteF{a:) arte nuevo que
nosotros en perfecto francés. La discusión fue palabras más, l Stalin- ¿dónde están las raíces ob]e~ivas d.~/s:? ¿El formalismo
que a continuación relato, tratando de ser lo más exacto posible ustedes quieren para el nuevo mun o sov~d:~tal? ¿De ahí par·
t'll el aspecto conceptual de la misma: o vanguardismo actual de la Europa oco ue tanto el aca·
«Camarada Stalin: Estos compañeros mexicanos, cabezas def . tiríamos para realizar lo nuestro? Me [~re~~afakovski como el
gran movimiento muralista mexicano, que en mi concepto cons~:. demismo, que. tan elocuentemente coro.ª e. rres ~den, aun·
tilUye la mejor manifestación internacional de lo que debe ser,,, formalismo, que tan elocuentemente d.~1en¡e, :undE° capitalista;
un arte expresión del proletariado revolucionario, consideran, que de diferentes maneras, al ~on un o diferentes rouy re-
como yo, que el Estauo ·soviético, la más revolucionaria manifes- ara mí son simples expresiones d1feren.tes,. y ue forman esa
tación del mundo, a través de su historia, en lo que se refiere lativamente, de las dive~sa_s clases capital~~:s esq darle el apoyo
al Estado, no puede seguir considerando en la práctica como su .. sociedad. Por ahora, lo umco que nos ~u uieran incluir
arte oficial el academismo de las escuelas gubernamentales d«i< material del Estado a todos aquellos artistas qu~es.q sean útiles a
Bellas Artes, ,en cualquier parte del mundo. Estos camaradas en el contenido de sus obras elementos que l har las pá-
pintores creen, como yo, que a la transformación revolucionari( 7" h (Pensaba yo a escuc
nuC'itra revolución en ro":rc a. u l uier i lesia de Roma
del país en el orden de la política y de la economía, debe corres~·· labras de Stalin, que ef_ectivamer;it¿ en ~e a 11, actit~d yespecto de
ponder una revolución igualmente trascendente en el orden de veremos durante un cierto. peno o, q_ d 'rnordialmente fun·
la estética, pero que esta revolución no parece surgir aún en .. . · h sido una act1tu pn )
todas las nv1 1uac10nes. a . ó . filosóficas al respecto .
ninguna parte y en la menor proporción.» cional, esto es, sin cons1der~c~~nes. te r:c~~ o retendido en el pTimer
Stalin, que desde el primer momento me dio la impresión, Lo que cada una de esas c1v1hzac10n~~ p L ·nmensa roa·
por su físico, de un general mexicano, con sus bigotes entonces momento es la mayor utili~a~ proseh.tis.ta del ar::~ ~a~lar Cóhcte-
pe~ L:ctamente negros, su cráneo aplastado de adelante y un poco ','Orfa de las pinturas religiosas cristianas, p l Un recorrido
, . d' PS francamente ma as.
sobresaliente de la parte de atrás, su frente más bien reducida, tamente son pinturas me iocr - 0 l demuestra que son
.su actitud silenciosa, sus modales reposados, se levantó lentamente '. . R e ·erop o nos ·
Por las iglesias de b oma, por 1 . ' b rgo las malas pin·
· tantes· sin em a ' l
del sillón adonde se sentó inmediatamente después de nuestra excepcionales la,; .o ras impo~ ~ i I lesia paTa los fines de a
entrada, encendió con lentitud su pipa, mientras se veía clara- turas le sirven y le han servil.O a a g ecesariamente con ma-
mente que estaba meditando su respuesta, para después decirnos misma. Las masas populares no .le rdczan ln . gen de Guadalupe,
. , . b"en pmta as (a Vlf
yor fervor a las imagenes 1
•
lo siguiente: «Es indudable que a la Revolución política del .. ) Sólo el tiempo, en
pueblo soviético deberá corresponder una equivalente revolución en México· como pintura, es una cosa inocua . 'm1·ento podrá
· .d · nuPstro rnov1 •
en el campo de la culturJ., en general, y del arte, en particular. ese proceso de un arte so11 ano con - ndo de mate·
l te en nuestro mu .i.
Pero, desgraciqdamente, las revoluciones culturales o artísticas darnos la respuesta. N atura me:1 '. h d . do de ser un fenu-
no se producen paralelamente a las revoluciones po!iticas. Y rialismo cientHico, en que ~a .Cl~nCla a ~~:nsfonnarse en una
esto los ideólog•¡s del marxismo, nuestra doctrina fundamental, menos invariablemente sub1et1~1sta, par~ los ue necesitaron los
nos lo explican 11ablando de la superestructura de toda sociedad. ciencia; no necesitamos la cantidad de s1g qio arte. El nuestro
Si observamos .bien lo acontecido al respecto en el mundo en- cristianos para estructurar .Y confo~:~ s~sl~f[que sus fermentos
tero, veremos ?que durante un cierto tiempo, a veces durante necesitará mucho menos tiempo. P
235
234
Rivera y y0 salimos juntos de la Unión Soviética. Y juntos
mas obras académicas a que ~si~J~ emen:~ dentro de esas mis-
ya estén delante de nosotros 'bl estuvimos en Berlín. En esa ciudad nos aconteció una aventura
percibimos y menos aún esta s se re !eren, pero aún no los interesante: le propuse al colega que fuéramos a visitar algún
tiempo, que está trabaJ· d mos en capaodad de localizarlos. El cabaret. «Tú que hablas un poco de alemán - le dije- dile al
te su respuesta». an o por nosotro s, nos d ar á oportunamen- cochero que nos lleve al lugar de noche más interesante, más
ei;¡.presivo que conozca.» Creo que el cochero entendió más o
to ~ e primero,
Maiakovski y Rivera sobre d l . menos bien lo que Rivera le proponía, pero me parece q1;1e
fiestamente disgustados a'e l a entrevista y salieron
f' mani-
me puso a meditar y que de ahí ha d .b'd yo co~ ieso que ésta Rive)"a no entendió nada de lo que le contestó el cochero. Sm
que más tarde puede considerarse co e i. o par~u mucho de lo embargo, minutos después penetrábamos en una inmensa sala
al respecto. En Rivera la desil 'ó m; m1 doctnna fundamental de cabart:l, similar a todas las salas de cabarets en el mundo
ro~ _al trotskysmo, qu~ más ta~~1e n de~ ~s~ entrevista lo aproxi- entero, aunque mucho más barroca en su decoración, pero quizás,
(dmgente comunista catalán) en, el p Ces de esc1;1ch~r a Nin como pensé yo, por ser demasiado temprano, en la sala no se
lo arrastraría orofundament~ IV º.ª~eso Smd1cal Rojo, veían más que mujeres. Y como en todos los cabarets del mundo,
gos años. • ª ese movimiento durante lar- un grupo de muchadrns se acercó a nuestra mesa, y como en
todos los cabarets del mundo, nosotros las invitamos a tomar
algo. Las pupilas del lugar empezaron a manifestarse particu-
larmente cariñosas con ambos pintores mexicanos. Y el problema
consistía en que en realidad nos tocaban dos y media o tres
F_IN~RN) la batalla por las c~nc:pc~o!~:e~na~onai. Roja (la PRO-
6. Nin dio en el iv Congres d l . a cada uno. Pero en un momento dado, un señor elegante que
parecía ser el admiP;ctr:irl.or del lugar, me pidió que lo acompa-
smd1Cal. Su discurso al res ecto e rots y en el campo
indicada PROFINTERN ocupó p , ~n duna de las reuniones de la ñara, preguntándome si yo hablaba francés. Cuando ya estuvimos
lentísimo tumulto Yo ude mas e _os horas y provocó un vi0- en otra mesa más o menos lejana del lugar en que antes nos en-
en la parte de at;ás depla ver a _Rivera cuando esto acontecía contrábamos, me dijo: «Indudablemente ustedes son extranjeros
gados oficiales de las o sal~ d~d1cada a los asistentes no dele- y yo tengo mucho temor de que ustedes no sepan exactament.e a
. rgamzaoones sind1'cale · . dón4e están. Hace algunas noches, unos clientes provenientes de
e trabapdores. s mternac10nales
d eses países semibárbaros de donde ustedes seguramente también
. Esta. asamblea se producía casi simultán
m(estac1ones trotskystas ant'is t al'mistas
.
vi~nen, al enterarse del lugar en que se encontraban se sintieron
. que amente
yo en con 1 las. ma-
profundamente indignados y llegaron en su furia alcohólica, por-
s10nes pude presenciar en 1 . a gunas oca-
sostenía un punto de vista as tropias c~lles de Moscú. Trotsky que estaban bastante borrachos, a romper algunos espejos. Cuando
frente a la opinión re resent:~aodoxo e _mdudablemente sectario vino la policía se comprobó, en efecto, que eran americanos,
soviéticos, en lo que p respe t p~r Stah_n. Y. otros al.tos dirigente¡ americanos de Colombia. Ahora bien, la policía les dio la razón
de que el socialismo pudi~r: :sta~l~~~b~1f.ª~ .º imposibilidad
y a nosotros nos ordenaron terminantemente que cuando el as-
solo país. La frase d M -- . r. • . e 1mt1vamente en un
pecto de ciertos clientes fuera el de extranjeros, para que no
o no será» constituía uilo d~ l
e aix «Ll sooal1sm ' · hubiera engaño alguno se les dijera dónde se encontraban. Y si
o sera mtemacional
doctrina De ese pr1' . . ~s puntos Eundamema!es de su aceptaban permanecer, allá ellos... Las muchachas que los rodean
· nop10 partia para f
manera de sostener en definitiva el . ~ umar que la unica
, ,14 no son muchachas, sino muchachos ... >
viética era el de conducir el E'' . soa~hsmo de la Unión So-
Mi asombro fue mayúsculo, claro que yo les había notado
Jerc~to ROJO, en combinación con
\
el proletariado de lo d' a nuestras «compañeras» las muñecas demasiado püderosas y los
. s iversos paises por una 1 piececitos más grandes que lo natural, pero aquello me pareció
qmsta del mundo occidental ' parte a a con-
grandes países del Extrern
canes. o
Ó por la otra a la conquista de los
nente, como también de los Bal-
lo más natural tratándose de alemanas. Cuando regresé a la mesa
y le comuniqué a Rivera lo que me acababan de revelar, nos
quedamos verdaderamente asombrados. Sus cabelleras eran autén-
Rivera, después del discurso de Nin ' . ticas, aunque, no así los senos. Después de reírnos estrepitosa-
empezó a manifestar su sim atí ' Y esto en Moscu mismo, ..
¿Fue auténtica, sincera teó~ica:Ut:.~ lal lmea. política d~ Trotsky. ' ,¡
\' mente, y de bcuchar la lógica de sus argumentos para que no
nos retiránmos del lugar, porque según le tradujo Rivera al
1
,¡
más p;i:.rlarn~hín, ellos eran tan mujeres como las mujeres y además
su nueva posición ·no h b' ' a actitud de Rivera? En 1:
desarrollo reaccioni'rio d: {ª u.nd opor~~nismo futurista frente al ¡
a .v1 a poht1ca de México?
237
', f
236
;,
te y ahí empe·
' có el mismo camar? . bre poli-
tenían algo más que no tenían las mujeres. Yo no sé si las tr A Rivera y a _mi nos tomás terribles discusiones r~~irada del
ducciones de Rivera eran exactas, pero sus explicaciones sob .: zaron nuestras pru?eras yepto iba a prep~rar su él {rente
la historia, desarrollo y perfeccionamiento de los andróginos p lY en mi conc ' Illente para
tica. ic~o, . Mexicano, muy cm~ve - del ob1erno me-
día figurar en la mejor antología <le la mitomanía universal, n partido Comu~11s~a repliegue reacoonano t~das nuestras
turalmente con toda la sapiencia y gracia de Rivera para e·· al cada vez mas mte~fscutiendo, gritábamos co~ violencia aún,
menesteres. J(Ícano ele entonces.camarote y después, co~ mas e' -'Jarco. y el
Ya tuera del cabaret, Rivera naturalmente cambió de actitud fuerzas dentro del 1· cusiones en la cubierta d 'e yo 1,,. digo,
y empezó a sostenerme que desde el primer momento él sabía . 'b a mos nuestras
gnta . {is d"jo textua1men te·- «Lo . QU •
· 1 que piens a
1
do, y que era particularmente peligroso para mí que yo no hu'
11 hiera tenido la misma reacción, porque esa falta de oUato fren. · Borodm, que coi:n d China:» (Borodin fue China} y se
a lo verdaderamente femenino me podía conducir a graves y f grande - enbcue~io~~s In~ernacional (el delegad_o ~n dialectos rnás ¡''
1
l.\
turas complicaciones, particularmente en Alemania. Que lo mej años m1em ro e f ión los cuatro o cmcd . me Rivera "1
era que nos fuéramos. h b1aba a per ecc 'll uería eor
dice que a is) Con aque o q_ h ia en secreto,
El hecho concreto es que al día siguiente salimos juntos par importantes de ese pa k aunque Boroum lo ac ·ar la res-
Praga, la capital de Checoslovaquia, donde pudimos admirar por r¡ue Borodin, como Tr_o~s.ny, de e'ste en cuanto a _arrt ºs] co...-.etidas
- · posino • un1s a ••·
primera vez la que pasiblemente es la más bella ciudad de Europa,· tomaba la misma h ºbles matanzas de com b la equivoca-
con su coexistencia admirable del gótico y el barroco. Praga, una ponsa bilidad d: la~ orr~e Chiang Kai Chek'. so ;e . ético al Par·
ciudad digna de convivir con las mejores ciudades italianas, los
pintores primitivos checos que ellos llaman primitivos góticos, son
Jor el Kuo Mm - ang el Partido Comunista ov1 areció un
~la política a~onsep~a por ndi nado por lo que mevJ aún más·
\ \\
s~n duda alguna, para mi, los mejores del mundo entero. Muy supe- tido Comunista .c~model Ri~era, y levantando la li ué: «Usted
trLiCO en l~ \ºlr~~: hecho para expresarse, la ~~roain y B'.Jr~
riores desde luego, por su libertad y violencia plástica a los excesiva-
mente refinados y detallistas de los Países Bajos. Es interesante
saber, no se por qué extraña coincidencia, que son las obras de ese
periodo en Europa que más relación tienen con la fuerza plástica
de lo que el o a _i
no conoce a Borodm m
- ha hablado nunca c?n .
1
!
bárbara de los mejores muralistas mexicanos. Un realismo en porque ·en estos casos n;:, ~om robarse y menos aun e:ncho de su i\1
\\ ',
extremo emocionado y elocuente, sin descriptivismo inútil, en ese concretas que no puede t 'ndo!e con todo lo alto 'i din y si Boro-
arte religioso ele la Edad Media gócica, en Checoslovaquia. Éntonces Rivera, levan.a . -Un telegrama a Boro hi)"o de la '¡'\1 1
238
·.
J
'
sucedió algo que yo no me esperaba. Con todas sus fuerzas, Dieg., aconteció algo que yo esperaba. . . y. desde luego que Rlv~~a
empezó a gritar en el comedor a la hora de la comida: «¡Si. eraba también. Al atracar nuestro barco en el muelle, le dije
queiros, estos nazis hijos de la chingada me quieren envenenar!», aes PRivera: «Mira, aquellos que estan , a h'i son Polºioas
, d e 1a reser-
a la vez que acompañaba a sus gritos con un resquebrajadero vada y vienen solamente por mí. .A. ti no te van. a molestan.
feroz de platos, que hacía a sus compañeros <le mesa correr en Rivera ,ror primera vez en el via1e, no respondió nada. En•
todas direcciones, sin saber lo que le había pasado a aquel ener~. efecto, 'Rivera era el ortodoxo del marxismo, yo era el heter~oxo;
gúmeno. Naturalmente, la noticia era crispan te. Mi deber era él, como trotskysta, el fiel a la doctrina _fundamental del marx1sm~
olvidar todas nuestras rencillas políticas y volver con todo el! lenimsmo; yo, el revisionista y el cap1tulador. Pero par~ ~l cri-
Jagaje de mi solidaridad al compatriota y camarada amenazado terio reaccionario del gobierno de es::is momento.s, en Mexico, el
de muerte, ¡y de qué muerte!, de muerte de perro de rabia, ue debía ir a la cárcel era yo. A Rivera lo pusieron en el pull-
o de perro del mal, como dicen los campesinos de México. · ~an del tren de México. A mí me llevaron_ en _un carro de se-
. El escándalo naturalmente llegó hasta el capitán~ Y éste, vié gunda y de la estación me trajeron a la Pemtenoarfa, hoy cárcel
dome la cara de más juicioso, me mandó llamar y en un perfecto preventiva del Distrito Federal: . .
francés, me dijo: «Este compatriota de usted está positivamente Diego Rivera había consegmdo su o?Jetivo, y lo habf~ con-
loco, cuando piensa que aquí lo \an a envenenar par ser comu-.. seguido matemáticamente, como era hab1 tual ~n él._ Con etiqueta
nista. La marinería, prácticamente toda la tripulación, que de de comunista ortodoxo. de verdadero comunista, iba a obtener i :1
hecho la forman comunistas o simpatizantes del comunismo, tie- el favor de la libertad por parte del gobierno y por esa pen-
nen por ustedes una gran admiración, porque saben de dónde diente iba a llegar hasta a ocupar el pue~to de director de _la
vienen. La m;ciynr parte de los oficiales y yo somos populistas» Escuela Nacional de Bellas Artes y~ peor aun, ai;va~ándose sena-
y pára demostrarlo me mostraba su credencial. «Yo le puedo mente en política, el puesto de dITector de agitación y propa-
asegurar a usted que entre la oficialidad no hay tres, y estos ofi-' ganda en la campaña electora~ del gei:i~ral Juan Andrew Alm~_á,n,
ciales de baja categoría, que sean pronazis.)) resbalón gravísimo que también s~fno otro ~10mbre de trad1c10n
Sin duda alguna, la escena de Rivera era una típica escena revolucionaria, el señor don Ramon Denegri. .
<le i.ipo fe111enino para buscar la reconciliación. «La soledad lo' / Después vinif'ron, cosa q~e me ~a:ece norm~l, dad~ ~a íntima
estaba ahogando.)) Y días después, vino la mitad del viaje. Y en ' rel~_ción que hay entre la vida poht1ca y la vida artisuca, nu~s
el Río Pánuco, como en todos los trasatlánticos del mundo, la tras grandes polémicas, primero en , la sala gran~e del Palac1~
mitad de un viaje por mar se celebra con una fiesta en la cual de· Bellas Artes, y después del ~scandalo de . Rivera. con Jose
los disfraces juegan la mejor parte. Rivera y yo nos disfrazamos · · Muñoz Cota, disgusto en que salieron a rel~~ff. las pistolas, en
de «kirguises)), con unas batas maravillosas de seda roja bordadas el local oficial del Sindicato de Panaderos, d1ng1do entonces por
co:i hilo de oro y hasta las uñas de los pies nos pintamos de líderes de influencia trotskysta. i¡
ro10, uno al otro, como acostumbran 105 nacionales elegantes
de aquellas tierras. Naturalmente Rivera y yo tuvimos el primer
premio y en la fotografía que se tomó para conmemorar la fiesta
de la media travesía, Rivera y yo, con un aire imponente, esta- B. Nuestras polémicas sobre tod~s las cuestiones ~~ndame!1tales
~os en medio de vulga~:s pierro~s, colombinas, mosqueteros, ·' para las artes plásücas. en el México de la Revoluc10n Mex1~ana,
p1Yatas. ~arece que t_odos ~lJeron: «Bten ,m~recido el premio, pues tuvieron su parte prntoresca. En ese debate hubo padrmos,
por lo visto para bien disfrazarse, los umcos que tuvieron ima- naturalmente a propuesta de Rivera. Y los míos, fueron Rafael
ginación son esos dos mexicanos de cara de barba v más gritones Alberti y María Teresa León, su esposa, qu~ se encontraban
que un tritón)). ' entonces de visita en México. Los padrmos de Rivera fueron Paco
Convinimos ambos en que ya no se discutirían más las cosas Zamora, el economista trotskysta, entonces editorialista de El .
políticas en el barco. Nos contaríamos recíprocamente las más U ni versal, y Genaro Gómez, ~l l_íder trotskyzante ~e los pana-
grandes mentiras posibles. Pero éstas siendo imeresantes deberían l'.; deros. El primer escándalo, mdirectame!1te e~ mi contra, lo
produ,frse totalmente al margen de toda política. Aunque no es- 'fi,,: produjo en pleno teatro la exesposa de Diego Rivera, Guadalupe
tábar.1os convencidos, como buenos marxistas, de que eso fuera ''·.·~1 Marín. En los momentos en que la bellísima María Teresa León,
posiUe. ; ~' 1 con su acento castellano muy acentuado, hacía proposiciones so-
- T-.iuestra recalentada luna de miel llegó hasta Veracruz y ahí t~; bre la metodología que debería seguirse en los debates, desde la
24G 241
parte más lejana del lunetario, Guadalupe Marín, a voz en cuello Me tocó escuchar, hace pocos años, en una discusión entre Soria
y con su on~ul~nte y «apasguatado» ace~to tapatío, la increpó de' y Piet~·i .O can Pierre), dos notables escultores ·franceses, el diá-
la manera siguiente: «¡María Teresa Leon, devuélvele los huevos logo s1gmente:
a Alberti!», pues como,es bien sabido, a María Teresa la acusaban -Yo puedo asegurarte -decía Soria- que la mayor parte de
' de ser quien , llevaba_ los pantalon~s en ese hogar, de un poeta·. ]os diputados y senadores franceses jamás han ido al Louvre. Y
como lo es aun, de hte¡atura y físico poderoso, pero sumamente gue entre ellos no hay cinco que con alguna constancia visiten
bondadoso y suave en el trato con los demás. lz¡s más sensacionales exposiciones de pintura.
:r;iaturalmente, la talentosa española no se quedó callada y en -Te quedas corto -decía Jean Pierre- el pans1ense propia-
med10 de las carcajadas generales, le dijo: «No losh huevosh, ,:w~nte dicho, el hombre de París en general, no tiene el menor
porque esosh los ponen las gallinas, sino los cojones de Alberti . interés por lo que nosotros llamamos el arte francés. Entre los
son lo que a ti te interesa. . . pero por vida de la Virgen de . parisienses, es normal escuchar que al arte de vanguardia, sur-
Guadalupe, tu patrona, que no los tendrásh». El tremendo mur- gido y desarrollado fundamentalmente en París, se le llame
mullo que se levantó de la sala ya no dejó escuchar el último «art meteque» (expresión de origen griego que los franceses em-
acto de la defensa de Guadalupe. En ·privado le he preguntado: plean en sentido despreciativo de los extranjeros y de todo lo
«Bueno, ¿y qué fue lo que respondiste al final?» Y ella se ha que es extranjero).
limitado sólo a decirme: «Oye, pos no me acuerdo».
Mi controversia con Rivera en el Palacio de Bellas Artes tuvo
un epílogo violento. Coincidió este debate con la realización, en
la ciudad de México, de dos congresos obreros. Un Congreso de 9. En rel;iciót:i . con el trotskysmo en México, conviene agregar
Panaderos, en ~uya organización Rivera tenía influencia y un algunos datos. Rivera, al regreso de nuestro viaje a la Unión
Congreso de M meros, de cuya organización yo había sido secre- Soviética, viaje que se prolongó de los últimos meses de 1927
tado general durante varios años. Rivera y yo discutíamos sobre a los primeros de 1928, ya en 1929, cocinó de manera perfecta
la conveniencia o inconveniencia del uso de nuevos materiales todo lo necesario para que se le expulsara del Partido Comunis~a
sobre el valor determinante plástico, y en cuanto al estilo; d~ Mt.xicano.
materiales y h<;rr~mie~tas; de que .«en un órgano de iglesia En las reuniones del Comité Centr;il, a las que tanto él wmo
podía tocarse tecmcamente La Internacional, pero que este ins- yo debíamos asistir por ser ambos miembros del mismo, subrayaba
trumento no era el adecuado para el objeto»; sobre lo equivocado, todas sus opiniones contra la línea política fundamental de la
por unilateral, de la perspectiva tradicional en la pintura, sobre Internacional Comunista, en lo que se refiere «a la posibilidad
la relatividad d~ las formas geométricas, sobre la verdad objetiva o imposibilidad de la edificación del socialismo en un solo país:&,
y la verdad óptica, etcétera, pero en los aplausos, en la adhesión · arguyendo para ello los puntos de vista de Trotsky. Por eso,
o repulsión a nuestros respectivos puntos de vista, los obreros se cua\jdo se le expulsó y se le comunicó directamente esa decisión
exaltaron; más aún cuando entre ellos había profundas diferen- en una reunión extraordinaria del Comité Central, Rivera puso
cias políticás, derivadas de las diferencias políticas entre Rivera la cara más resplandeciente que yo le conocí en nuestra larga
y yo, salieron a relucir algunas pistolas y hubo trancazos, de lo vida de actividad conjunta de colegas. Rivera necesitaba eludir
que resultaron algunos obreros y simples asistentes lastimados los. espinosos problemas de la oposición al gobierno y aquello
y hasta un herido de cierta gravedad. Naturalmente yo nunca he · le daba la oportunidad de escamotearlos, vistiendo a la vez una
tenido vergüema de que tal cosa haya acontecido en un debate aparatosa túnica roja.
sobre cuestiones de. a:te, en México, porque esto, independien- Debo mencionar un caso igualmente dramático, diría yo, en
temente del procedmuento, revela algo que excepcionalmente ha la vida política revolucionaria de nuestro país: Bertrand [). v\!olf,
existido en nuestro país: el interés del pueblo de México por el enterado marxista estadounidense, largo tiempo radicado en Mé-
arte. En París, «la ciudad más culta en el mund0>), el cent:::-o xico, y expulsado de nuestro país por el gobierno, debido a sus
internacional del arte moderno, las masas populares, inclusive entonces justas actividades políticas, fue el encargado de funda-
lo que puede llamarse el público en general, muestran el más mern ~r la traición de Rivera. Muy pocas veces he conocido un
absoluto desi~t~rés por las manifestaciones artísticas. Las expo- \ doc.11nento más inquisitivo, más bien documentado, pero al mis-
siciones son v1~1tadas en su mayor parte par extranjeros. Y los mo• tiempo más cruel, más sádico con la persona que debe desem-
obreros, por e1emplo, no se asoman a ellas ni por curiosidad.
"· pe ~¿r el papel de víctima. Fue tan fuerte esa documentación que
242 243
,·:;
los miembros del Comité Central, por unanimidad, acordam contestó: «Ahí está». Esperé que pasaran algunos minutos y enton-
no darle publicidad. Pero para todos era evidente que después ces le dije a Diego:
de aquella exposición del implacable fiscal, Diego Rivera no
podía permanecer en las filas, ya no digamos del Partido Co.. Papa ganga guaranga
munista Mexicano, sino de ningún partido de origen obrero que Toqui manduqui.
pudiera existir en todo el mundo. ·· A y terna maca.
Sin embargo, un año o un año y medio más tarde, Bertrand
D. Wolf, ya expulsado a su vez del Partido Comunista de los Parece que esto en tarasco quiere decir: «Lloro, pero lo que
Est~dos U ni~o~ P?r su entrega al lobstonianismo, posición opor~· me hace derramar lágrimas es el humo de la leña verde». En
tumsta y rev1s10msta que lleva el nombre de su autor, Lobston wnces Diego, pensando que aquello era una celada mía, un pial
escribió la biografía más abyecta de Rivera que nadie pue ' para hacerlo caer en la mentira, me dijo con esa cara sarcástica
imaginarse, en la que haciendo la apología del pintor, calumni que él ponía cuando le convenía: «Siqueiros, usted no me chinga.
en proporciones increíbles a los demás artistas que permanecieron Eso es yaquil>. El zorro de Diego recordó en ese momento, al
fieles a la línea de la Internacional Comunista. Dentro de las no comprender el tarasco, no obstante que había sido su lengua
páginas del libro Biografía de Rivera, escrito par Wolf, yo guar~ materna y seguía pensando en tarasco, que habiendo sido yo
do la carta -documento escrito por él mismo- que sirvió para · ofirial de fuerzas militares en que abundaron los yaquis, me
la· expulsión de Rivera. valía yo de palabras de esa lengua norteña para hacerlo caer
Difícilmente puede encontrarse otro ejemplo equivalente. El' en una trampa.
Rivera maniobrero, siempre dispuesto a tapar las peores actitudes
de entrega oportunista al gobierno con grandes discursos de pro-
bidad revolucionaria y ortodoxia comunista, aparece represen-
tando la profundidad teórica, la clarividencia táctica y la más
infinita honradez en su vida política y personal dentro del con-'·
junto dell movimiento pictórico y revoiucionario mexicano. Me-
tamorfosi~ indescriptible que le permite hacer de la tesis la anti-·.·.;;. ,
tesis más excelsa. El conocimiento de ambos documentos no ·
puede menos que llevarme a la conclusión de que la actitud de
Bertrand D. Wolf fue una actitud simplemente mercenaria.
:J
244 245
CAPITULO XI
247
· ez ·es hiJºª de usted o es hija mía? ... " Y ya no me quedó más re de los cristeros, a quienes fingen combatir, cometen con nosotros
JU ' ¿ que registrarla con el. nom b re de M el.~tanc1a,
curso . H u í zar~. . -·'·
]os crímenes más arteros.»
Pasando los años, despues de que Macana Hu1zar hab1a sido Después de escuchar atentamente mi largo discurso, me dijo:
asesinado por los criste~os, cuando diri&í,a una partida de. agraris- «Está bien, compaiiero. Así es que cuando un compañero rojo
tas de San Luis q~e. iba en pers;cuc1on ~le aquellos, mes~era-·./lt•· cometa algo indebido, le explico lo inconveniente de su con-
<lamente, ya en Mex1co, me llamo po·r m1 nombre una senora;IJ;' ducta. Y a los "polveados", a esos sí hay que darles hasta Por
de gran hermosura campesina que llev~ba de la m~~o a una/':'' debajo de la lengua».
niñita pasiti~amente bella ,Y que acercandose, me dlJo: «,Com. };, Lo acompañ·~ hasta la estación donde debería tomar el tren
pañero Siqueuos, ¿per~ que ,Yª no se ac~enla usted de m1? yo.:. a La Quemada, vía Tepic. Pero como a los diez días de estos
soy la mujer de Macano Hu1zar, ahora vwda, y esta muchach1ta; acontecimientos, me mandó una carta, dictada, desde luego, con
es Melitancia» ... ese castellano arcaico maravilloso que habla la gente de esa
zona de México, una carta que desgraciadamente fue confiscada
entre muchos documentos, por la policía, cuando invadieron el
local de la Confederación Sindical Unitaria, de la cual yo era
2. «Compañero Siqueiros, me dijo en una ocasión Macaiio., ·:~ secretario general; pero recuerdo lo que ésta décía casi textual-
Huízar. Yo ya no quiero ser co~isario y he venid~ a Guad~lajara'',! mente:
a hablar con usted para pedirle que acepte m1 renunna con::i~· «Lotra noche, compañero Siqueiros, fíjese bien, un compa-
carácter irrevocable. Lotra noche los compañeros me llamaron /i! ñero rojo, otra ,·ez un -compañero rojo, hizo un escándalo mucho
a la sala del sindicato y en montón me estuvieron diciendo cosas " pior que el anterior, que aquel que le conté. Echó má~ balazos
que ni entiendo. Quesque yo era un pretoriano.» «¿Pues qué 'i, y mentadas y andaba escandalizau-10 r-·or las calles en forma muy
pasó, pues, Macario?» «Pos muy sencillo. Lotra noche un compa<'it;'¡1. grave y hasta traía detrás un ladridero de perros ... Inmediata-
ñero rojo, fíjese bien, compañero Siqueiros, se puso· una borra- mente agarré a un "polveado'', le di muchas patadas y lo amarré
chera de padre y señor mío y emp_ezó a llama: a toda_ la población!>~:: de un árbol toda la noche, para que se le quitara la borrachera
echando balazos ,en todas direcnones. Y, gntando msultos h~strdi!~ al primero.»
en contra de rn1 mesmo. Ante ese escandalo, yo, la autonda, ·:¡1' · Aqu<:llp me pareció de pronto una broma, pero después supe
¿cómo podía quedarme caliado? Fui, le di algunas patadas y lo'·: de manera fehaciente par los informes recibidos, que aquella ex-
amarré de un árbol, con la idea de que se quedara ahí hasta traña forma de administrar justicia había sido auténtica...
que se le pasara la borrachera. Y ahora preguntan todos los com-
pañeros del sindicato, ¿qué ventajas tiene entonces tener un
comisario de los nuestros?»
-«Mira, Macario -le dije- cuando un compañero rojo, u¡:¡ 3. Estando en una ocas1on en la propia comisaría de La Mazata,
compañero del sindicato comete alguna falta, cuando haga algo de la cual era el comisario precisamente Macario Huízar, éste
inconveniente, llámale la atención en forma correcta, expiicale me relataba lo siguiente:
par qué un compañero organizado no puede ser borracho ni pro- «Lotro día Yino un endeviduo que ni siquiera sabía yo que
vocador ni escandaloso; obra, en suma, con la mayor prudencia viviera en el mineral. Venía a ensistirme que fuera a almorzar
y siempre empleando para ello argumentos lógicos. Eso sí, Ma- con él y tanto ensistió que no me quedó más recurso que seguirlo
cario, cuando se trate de un "polveado", entonces dálc hasta por hasta las ajueras del mineral. Ay, amigo Siqueiros, qué almuerzo
debajo de la lengua Y esos traidores a su raza, a su clase y a su medió -y me relataba todo lo que había comido-. Cuando re-
patria no tienen ningún derecho y hay que hacer todo lo posible gresaba· yo de la casa de dicho endeviduo ya no era yo un ser
por eliminarlos del mineral, porque de otra manera estos centros humano, sino una piedrabola que iba rodando por las calles del ,, 1
¡
l:
6. Le llegaron al general, don Plutarco Elías Calles, entonces
~ 4. Yo acostumbraba a tener siempre cerca de mí a Macario .. presidente de la república, centenares de informes y telegramas
Huízar en todas las asambleas y mitines de la Federación Minera .;:.¡: <le las empresas mip~s yanquis e inglesas sobre los que ellos
primero, y más tarde, en todos los actos de la Confederación Sin~,·~~· llamaban «los crímefíes de Macario Huízar, el comisario de La
dical Unitaria, de la cual fui presidente fundador y secretario ' Mazata, pero de amplia influencia en todos los demás minerales
1
general, porque M acario Huízar decía las cosas de nuestra lucha,;;•··''· de Jalisco, N ayarit, Sin aloa y hasta Sonora». La insistencia de
~on un:i s_implicidad extraor<l_inaria, a la vez que con una belleza';~ ) esos informes obligó al general Calles a enviar un investigador
mdescnpt1ble. En una ocasión nuestros oradores durante un',;¡,-:' y le to_có ,esta comisión al senador González y González, de N ue-
largo rato habían hablado «de los pulpos de Wall Street», de dos '';i vo León.
tiburones de Wall Streeti>, mientras Macario escuchaba atenta- Un día, inesperadamente, con mi' carácter de secretario ge-
mei:te. Un momento dado, pidió la palabra a su manera, es neral de la Federación Minera, recibí un telegrama del men-
decu, levantando la mano muy alto y con tres dedos abiertos cionado senador, en el que me decía: <Por acuerdo del C. Pre-
en forma de trinche. Y tal era la simpatía que tenían por él sidente de la República debo trasladarme a esa entidad para
todos l~s, trabajadores, que, como de costumbre, aprobaron, por investigar lo que haya de cierto sobre las acusaciones que desde
aclamac10n, que pasara a la tribuna. hace tiempo han venido haciendo las compañías mineras, sobre
Ya en ella, con su vo~~rrón retumbante, pero dejando caer todo la Amparo Mining Co., al señor don Macario Huízar, co-
1as palabras lentamente, dIJO: «Compañeros, en una ocasión por misario general de La Mazata. Estaré con usted dentro de tres
un desfiladero iba un hombre. En camino encontrado, venía un días. Su amigo González González.»
oso. Así es que ahí no había más recurso: o el hombre mataba 1
Reunida la directiva de la Federación Minera de Jalisco,
al oso o el oso se comía al hombre. Entonces el hombre levan- •'ti acordamos que fuéramos el propio Macario Huízar y yo los acom-
tando los brazos al ci~~o ~po:que :odavía era cristero el hijo pañantes del senador investigador en su gira pür los minerales.
de la tal P?r cu~l)_, ch Jo: D11:1s mio, yo no te pido que me Estábamos enterados de que el famoso licenciado Campos Cúnar
ay~d~s a m1, lo umco que te pido es que no ayudes al hijo de. y otro abogado, ayudante suyo, serían los representantes de las
la chmgada_ del oso" .. Así, nosotros, compañero Siqueiros, lo único . empresas para el mismo objeto. ·
qu~ le p_ed~mos a D10s es que i:ios deje solos, para chingar solos Ya en Guadalajara el senador González, acordamos que la
al impenahsmo, que no lo ayuden a él y con esa basta». Natural- salida de esa ciudad rumbo a los minerales sería 24 horas más
mente cortó las dos orejas, el rabo y las cuatro patas. tarde. Tomaríamos el tren de Ahualulco para ir primero a
Etzatlán. Era necesario aclarar aquello del perseguidor de me-
nores y del casti$o al polveado para corregir al rojo.
Al arrancar el tren yo procuré que Macario Huízar quedara
250 251
- ~- ..... _
-- -- -----------
sentado junto al senador González y González, conociendo . tenía en Guadalajara a una hermana muy grave y hada tres
enorme fuerza de simpatía del primero. Yo me senté en el asien días se había trasladado para allá. Lé dije a Macario lo que yo
to inmediato de atrás; Campas Cúnar y su ayudante en el asiento había alcanzado a colegir del secreto del gringo al senador y
correspondiente del lado izquierdo. _ . entonces Macario, en voz muy alta, les dijo a los reunidos: «Dice
Cuando el tren apenas acababa de salir de los límites de la.,ii: el señor que el doctor hace varios días se había ido a Guadala-
ciudad, Macario Huízar, lentamente. como era su costumbre, se¡i jara porque tiene allá una hermana moribunda>. Casi en un
levantó, lentamente como era su hábito, se encaminó hacia el~; solo grito, la multitud contestó: «Eso es mentira. Todavía anoche
sanitario. Se estaba esforzando por abrir la puerta del mismo)~ se encontraba en lo que la empresa le llama botica del mineral,
cuando un inspector _del tren se ~--- acercó y le dijo: «Pero no mira.,~~ pero desapareció esta mañana». Obviamente, el representante de
que ése es pa las mu1eres?» En efecto, se trataba del reservado que<~ la compañía dejó el asunto en el aire, lo que sirvió para que
decía mujeres, pero Macario no sabía leer. Entonces Mac · González y González empezara a comprender el fondo del asunto.
le replicó: «Pos a luego yo pa quién soy, hijo de la tal. ..> · .· «A ver, usted -le dijo a uno de los "cascados"-. Acérquese y
González y González que escuchó el diálo~o con la cara r conteste lo que le voy a preguntar.» Uno de ellos, enfermo de
plandeciente de risa, volviendo la cabeza hacia mí, me dijo: «Qu ... .-, silicosis, hombre de no más de 25 años, pero con aspecto de 70,
pelado tan simpático». M~ táctica, como ~e ve, estaba dando re~·Í'_, difícilmente se acercó a donde nosotros nos encontrábamos. «¿Qué
sultado. Por otra parte, v1 el gesto de pnmera derrota de Cam~'~. curación te están dando, muchacho?» «Señor -contestó-, me
pos Cúnar, un hombre lo suficientemente inteligente para com~-:·t unta en la espalda una cosa que pinta, algo que a mí me pa-
prender la importancia de ganar también, y desde el primei¡~ 1 rece yodo, pero que cada vez que le d('cimos que huele a yodo,
momento, algunas pequeñas batallas. ___ . ;;: nos replica el médico: "Le digo que no e5 yodo y no sea embus-
Se inició nuestro recorrido. En el mineral de La Mataza, que.,'f'.~ tero. Usted qué sabe, ignorante". Y para los dolores nos da unas
es el que se encuentra más próximo a Etzatlán, cabecera del mu.::!~ pastillas, que creemos todos son aspirinas. Pero él también lo
nicipio, González y González pidió, tanto a la empresa como al · niega y dice que tienen por objeto curar las enfermedades del
si~dicato, que todo el. personal, tant~ administrativo como téc~jj; pulmón.>
ruco y todos los trabapdores, se reumeran en el campo de b~if.J'.1 Está Por demás decir que de la investigación posterior, resultó
quetbol. Ya reunidos en ese lugar, el debate resultaba en extremo~~i)' que, -en efecto, la compañía no tenía presupuesto para comprar
ventajoso para nosotros. «Mire usted -le decía yo al senador ;f" las medicinas más elementales en el tratamiento de la silicosis,
González y González-, esas son las casas confortables que ordena de la antracosis, de la tuberculosis resultante de los daños que
la Constitución.» Entonces Macario Huízar, interviniendo en causa al obrero la mina.
el diálogo, a la vez que señalaba una pequeña casa-chiquero, le Objetivamente se había demostrado que las casas en que
d(!cía: «Un poco más grandecita, ¿verdad?, que aquella a donde· vivían los obreros eran pocilgas inmundas y este hecho constituía
está llegando en estos momentos la puerca flaca. Las dos, mire. la más flagrante demostración de que en esa región del país la
usté, son de lámina de botes de carburo, pero ninguna de las. Constitución era sistemáticamente violada. Había quedado de-
<los tiene luz eléctrica». .·· ,¡ mostrado, también, que el tratamiento médico era inadecuado,
Delante de nosotros se habían colocado centenares de hom- ! 0 mejor aún, que no existía de hecho ningún tratamiento mé-
bres en cuclillas, todos ellos casi pegando las rodillas al pecho •I dico. Faltaba par comprobar otras cosas más¡ las indemnizaciones
y con un aspecto de verdaderos cadáveres. Se trataba de los ·"°
1
• a los inutilizados en el trabajo y a los deudos de los accidenta-
«cascados», es decir, los enfermos de silicosis y antracosis pulmo- . ! dos. La aclaración de esta línea de la investigación que nosotros
nares, la enfermedad característica de los mineros. habíamos calificado como crímenes verdaderos, en contraposición
«Que venga el doctor del mineral, señor senador -dijo Ma- a los que le atribuían a la manera de administrar justicia a Ma-
cario- pas parece que ese perro científico desde que supo que cario Huízar, hizo que la indignación del alto funcionario yanqui
usté llegaba se ha escondido, para que aquí nos diga, delante de la compañía minera, en funciones entonces de gerente general,
de todos, qué clase de medecinas les cta a estos bagazos que tene-,, ;·, ¡ por ausencia Je aquél, subiera de punto hasta hacerle perder
mos pegados a la cara.::t- «Que venga ~el médico» -dijo GonzáJez · f .. brutalmente la cabeza. Cuando el senador González y González
y González-. Con verdadera turbaci·Sn, uno de los altos emplea- _ le dijo delante de la multitud: «Obviamente, señor, en lo que res-
dos ya~q~is le dij? al oído al_ señc.r Gonz~l~z y González, pero pecta a las casas, las medicinas y las indemnizaciones, la situa-
con suhoente clandad para G_ Íle yo) lo perob1era, que el médico· ción real no puede ser más condenable>, el indicado gerente en
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funciones, con los labios lívidos y apretados, a la ve1 que l cabeza. Y Mr. Howard continuó: .«Un mal hombre que aquí
t~'?blaba la voz, y tartamudeando su mal aprendido castellano," haberle dado un balazo a un rayador. y Por las características
dijo: «¿No cree usted que es lo que en realidad merecen los de su herida este rayador de El Amparo está a punto de perder
mexicanos?» Confieso que yo no me pude contener y en aquel la pierna)). ¡Aquello era lo que yo ignoraba! Lo que Macario me
solemne acto de investigación presidencial indirecta, en medio·"<·c;;. había ocultado... Entonces el senador González y González, vol-
de un entusiasmo ensordecedor, le di a ese señor una bofetada~' viendo la cara a Macario, le preguntó: «Es verdad, seño...r Macario
que retumbó en toda la plaza improvisada, lo que a éste le hizo'""'" Huízar, comisario de La Mazata, que usted aquí en El Amparo, le
mover la mano hacia la pistola y con ello un ademán similar dio un balazo en la pierna a -;.:n rayador?»
de. todos n,osotros. 1;-~ batalla estaba ganada .. :. ?un que después Entonces Macario, levantando la cara, y mirando fijamente
se encargana .de_ nuhhcarla, no obstante la dens10n del presiden- al señor Howard, con voz enérgica, quizás demasiado enérgica
te de· la repubhca, como veremos después, el propio secretario• y dejando caer lentamente las palabras, dijo: «Señor, señor senador,
" entonces, del Trabajo, don Luis N. Morones. ' es verdá.» «¿Y por qué?:i>, le preguntó González y González. «Muy
Así continuó nuestra gira por los demás minerales: la Piedr~ sencillo -repicó Macario-. Yo me estaba horqueteando a su
Bola,. Favor de~ Monte, e~cétera, con iguales resultados compro-'~ mujer. Y si no le pego el balazo, él mata a dos y aquello hubiera
batonos, hasta .legar al romeral llamado El Amparo. ;!J\ sido una pior pérdida.» Entonces, el señor Howard, levantándose
Caminando a caballo por la sierra en dirección de El Am-;M~~ y caminando de un extremo a otro de la pieza, decía: cSsssinico...
paro le dije a Macario: «De acusados nos hemos vuelto acusa- .. sssinico ... »
dores victoriosos, pero en ~l Amparo, , ;\fr. Howard va a plan- Ya para despedirnos del señor González y G<>nzález, éste me
tear concretamente lo relativo a tus cnmenes, por lo tanto hay dijo: «La justicia está total y absolutamente de parte de ustedes;
que estar preparados. Yo sé que las principales y más insistentes de parte de los trabajadores y concretamente de parte de la
acusaciones han partido precisamente de ese !\Ir. Howard. Te federación Minera, ¿pero cómo le expongo concretamente al ge-
aconsejo,. por . lo tanto, Macario, que digas la verdad, porque neral Calles lo relacionado con los llamados crímenes de Macario .
va a ser imposible ocultarla. Pero qué importancia tienen las ver- HuÍíZar?» «Mire, senador -le dije-, mi opinión es que se los
dades sobre "tus crímenes" al lado de los verdaderos crímenes relate usted con sus pelos y señales; é:tos, en mi concepto, cons-
que las empresas yanquis están cometiendo y entre estos verda~ tituyen' en realidad una manera verdadera de administrar jus-
de~os y múltip:~s asesinatos, como el de José Dfaz, en Cinco ticia. El general Calles se reirá, como se ha reído usted cuando
Mmas, etcétera.» «Oiga, compañero Siqueiros -me dijo M acario se IOs hemos relatado y demostrado y esto le ayudará a compren-
acercando su caballo al mío y con voz en extrea:io misteriosa-. der la verdad del tremendo problema de los mineros, en nuestra
¿~e~o toda l~ verdad?» «Sí, M~cario, tod~ la verdad. Es la mejor patria)>.
tactica, te digo.» Alguna media hora mas tarde, de manera aún
más misteriosa, volvió de .nuevo a acercar su caballo al mío, para
preguntarme: «¿Pero todita la verdad?l> «Sí, Macario, todita la
verdad», le subrayé. Y ya cuando estábamos preparando para 7. En una reumon del Consejo Confedera} de la Confederación
apea~nos !rente a la gerencia misma de El Amparo y frente al
propio senor Howard, que había salido para recibirnos de una
manera muy _brit~nicamente m~lo~a, Macario volvió a la carga: .·.
Obrera de Jalisco, por mayoría de votos, aunque después . de
una intensa discusión, se acordó que la directiva de la Federación
buscara alguna forma de acuerdo con la cRoM, de Morones,
«Camarada, Siqueiros, pero ¿toditiuta la verdad?:> «Macario claro
que todititita la verdad, siempre que esa todititita la ~erdad
sea la que yo conozco y no haya nadé! que ignore.» Macario no
me contestó, pero puso una cara que a mí me pareció de terror.
l como única solución para poner fin a la cada vez más terrible
matanza que estaban produciendo los choques entre los sindi-
catos blancos organizados por las compañías y patrocinados opor-
tunísticamente por la referida CROM, los llamados sindicatos de
Ya sentados todos frente a Mr. Howard, éste le entró direc- «polveados», con los sindicatos verdaderos, que eran nuestros
tamente al asunto. Cor: su acento británico muy característico, sindicatos, llamados rojcs. Habían llegado hasta nosotros noticias de
algo así como el que habla a la manera de los ingleses de que el licenciado Vicente Lombardo ~ ~oledano, brazo derecho
Inglaterra, con el suave español de México, positivamente lívido, de Morones durante largos años, habí;;; 'evolucionado de manera
con la voz temblorosa, dijo: «Señor senador, el señor Macario manifiesta en contra de la línea refor.nista, gubernamentalizada
Huízar, aquí presente, ser un mal hombre». Macario agachó la siempre, de los llamados laboristc.~ y ei favor de una línea revo-
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lucionaria auténtica. ¿Por qué no hablar con él? «Cómo habla La cita era en su casa de San Angel, la anterior, que era más
con ese hombre, decían al principio de la asamblea referida r pequeña que la actua~, aunque oc~paba parte del mismo terre~o
mayor parte de los asistentes, si éste significa precisamente el so.; que hoy ocupa la mas desarrolladita. En el tranvía, de tránsito
parte demagógico y por lo tanto el más traicionero dentro de la , hacia el lugar convenido, en toda parada Macario volvía a pre-
CRoM? Hablar con Lombardo Toledano era para todos algo guntar; «Compañero Siqueiros, creo que es cierto>. En la casa ,¡.
así como hablar con el diablo de la contrarrevolución. Sin e • de Lombardo, llamamos y éste en persona salió a abrir la puerta.
bargo, como se sobreentiende por lo dicho antes, se acordó qué.~ Con zalamerías típicas en el intelectual capitalino, con muchos ':1\'
deberíamos hacerlo. «adelante, compañeros» ... «ustedes primero, compañeros ... >, Vi-
t
Después de discutir el asunto, a su vez, la directiva de la
Federación Minera acordó que se habla.ra con Lombardo, que~ti
para el objeto se hiciera un viaje a México, y que la comisió
j cente Lombardo Toledano aún joven, pues esto pasaba exacta-
mente el año 1927, nos hizo pasar a una salita donde podfan
apreciarse algunas pinturas de mi antigua compañera de la Es-
í,'
>
1
.1
la compusiéramos el propio Macario Huízar, Ignacio Cisner , cuela de Bellas Artes que ya para entonces era su esposa; me
y yo, en mi carácter de secretario general de la Federación. · .\ refiero a doña Rosita.
Como Macario no concurrió a la reunión indicada, procedí il La entrevista se realizó de la manera siguiente:
a buscarlo para hacerle conocer el acuerdo. «Cisneros, tú y yoi~· : «Traigo en mi poder, compafiero Lombardo: la más amplia 1
i
tenemos que salir mañana para México y nuestro viaje tiene''' ;: , documentación posible de lo que acontece en los minerales del i
precisamente por objeto ... hablar con Vicente Lombardo Tole·<~~· :¡ estado de Jalisco. Concretamente, en El Amparo, Piedra Bola, La
dano.~ Marario, después de recibir positivamente aterrorizado la .::, ¿ Mazata y Cinco Minas, donde, como usted sabe, acaban de pro-
noticia, me dijo: «¿Cisneros, usted y yo vamos a México a hablar ,. '! ducirse movimientos huelguísticos que han tenido enorme reso-
con Lombardo? ¿Pero qué objeto tiene esa plática?!> «Macario · ' nancia dentro y fuera del país y movimientos huelguísticos que
-le dije:.... en el movimiento obrero tiene uno que hacer a veces han resultado victoriosos, en algunos casos, en un ciento par den-
cosas difíciles, pero inevitables, cuando la finalidad que se busca to, de acuerdo con los pliegos petitorios correspondientes. Por
es una finalidad· superior. Se trata de poner fin a la lucha entre;~< ellos verá usted que los sindicatos nuestros, los de la Federación
obreros, porque los traidores «polveados» también son trabajadores,\~, Minera, miembros de la Confederación Obrera de Jalisco, son
sólo que envilecidos por el dinero de la .compañía y desgracia:·.::: los verda'deros sindicatos de trabajadores. Y los otros, sindicatos
damente, en muchas ocasiones, con la ayuda de los sacerdotes.'''' aún de simple etiqueta, son los sindirntos blancos, organiza.
Sobre todo, no tengas temor. Se trata simplemente de poner ante dos con el dinero de la compañía y par:::. lo cual se usa de ma-
la consideración de una organización que es de trabajadores, nera principal la propagación del alcoholismo, etcétera. Son posi-
independientemente del carácter de sus líderes, una serie de tivas organizaciones de rompehuelgas que manchan seriamente
hechos irrecusables, que permitirán a la larga encontrar una so- a la CROM. ¿Cómo es posible que el comité ejecutivo de la
lución a tan grave problema.» cRoM los haya cobijado con su aceptación, sólo por combatir
Al día siguiente salimos para ~féxico solamente Macario Huí- en contra nuestra?»
zar y yo. Cisneros cat~góricamente se negó a participar, escon· 1 Cuando yo habiaba, puesto que yo sostuve la conversación
diéndose no obstante las sanciones con las que se le amenazÓ' en un ochenta por ciento, Macario Huízar guardaba absoluto
en caso <le que se produjera su indisciplina. Ya en el tren, t silencio. Pero cada vez que Lombardo hacía uso de la palabra.
Macario, con voz compungida y mirando hacia el suelo, me ·i, ya fuera por mucho o paco tiempo, Macario Huízar simultánea-
dijo: «Por lo visto es cierto, compañero Siqueiros, este tren va mente hacía ruidos con la garganta. Y esos ruidos, cada vez eran
a México y nosotros vamos a hablar con ese endeviduo que se
llama Vicente Lombardo Toledano». Después, en cada estación,
me hacía la misma pregunta. A medida que nos acercábamos
a México se acrecentaba su angustia. Ya en México, nos fuimos a
más fuertes. De tal manera resultaba tremenda esta interven-
ción suya, que llegó un momento en que Lombardo y yo no
podíamos hablar por la nerviosidad que nos producían los ron-
quidos del despierto Macario.
l
alojar a un hotel de nombre Buenos Aires, que quedaba en al· Ya fuera de la casa, al llegar a la esquina más próxima, de-
guna de las calles de Isabel la Católica y creo que ya ha des~ teniendo la marcha, me acerqué a Macario y le dije: <¿Pero,
aparecido, inclusive la casa. Macario, qué diablos de ruidos hadas cuando hablaba Lombardo
En ausencia de Macario, hablé por teléfono a la casa de y después te callabas, cuando yo hablaba?> Entonces Macario,
Lombardo y convinimos en tener una entrevista al día siguiente. tomando la postura que le era habitual y que consistía en me-
2:)5
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terse los dedos gordos de las dos ma~os ~n la carrillera de bal. funfuñando, hasta la comisaría. Cuando éstos se encontraban como
me contestó: «Mire, compañero S1queHos, yo colaboro, per~ a unos cincuenta metros pude inmediatamente reconocer a mu-
pujo ... » chos de los altos dirigentes de la CROM y del Partido Laborista
de Morones. Entre ello5, venían Treviño, Yurén y otros. Com-
;,@¡ prendiendo que no convenía nuestro encuentro, me escondí en
p~rso.na!mente li~Ii(
una pieza interior de la comisaría. Y desde mi escondite escuché
8. Lo que voy a relatar pasaba estando yo en el siguiente diálogo:
Mazata y precisamente en la puerta de la com1°.J.na, con el com1- >,\ «Comisario, está usted cometiendo una incalificable arhl-
sario Macario Huízar: . ·~ trariedad y lo hace a sabiendas de que somos diputados federa-
Ambos observamos de pronto que una lnlera de, automód!t:· les. Se ve que usted ignora, acostumbrado a los procedimientos
viles bajaba por el camino 9u~ norma~men~e co~duc1a de la caciquiles, que los diputados federales tienen fuero.> A lo cual
montaña hacia el mineral. «SI sigue hacia aca, haCI~ el pue~I. lentamente contestó Macario: <Está bien... entonces conviene
quiere decir que son a~i!?os,. ~ero si da la vuelta hac.1a el cam1n '•:<; que el más ilustrado de ustedes levante un acta.. . y para eso
de la derecha, éste sera md1c10 de que son contranos y van al'yl\:< 1 tienen una mesa donde pueden hacerlo ... tranquilamente... >
"hotel" ele la compañía.» (Le llamaban hotel de la compañía 1íl~«! c;t: Por lo visto, el diputado más leído, si es que entre ellos hay
a la casa bien acondicionada, en extremo co~ f?rta ll >e, 9ue l a::· ¡ leídos, con buena caligrafía inglesa, aprendida en su escuela de
compañía tenía dedicada exclu~ivamente a reobir a los. msp~c-·~t f pueblo,' empezó a levantar una acta que decía: cEl día tantos
tores de la Secretaría del Trabajo y en general a los func10nanos·,'c, ' de tantos, al !legar al mineral llamado de La ·Mazata, ubicado
que agasajaba con vistas a la corrupción.) . 1
1
en el distrito de Etzatlán, perteneciente a su vez al estado de Ja·
La columna de automóviles continuó su marcha, mientras lisco, fuimos requeridos a mano armada por el comisario del
nosotros manteníamos fija la vista en el rumbo que seguía. Al lugar, que dijo llamarse Macario Huízar, para que nos presen·
llegar al cruce indicado por Macario, di.o vu,el~a exactamei:it.e .~a 1.áramos a ser interrogados por el interfecto, en la propia comi-
cia el «hotel de la compañía». Y Macano, rap1d~mente, dmg~en;)'..;'.
saría del pueblo del lugar, no obstante que le hicimos notar
<lose a uno de los obreros del mineral. en ~~nc10nes. de. policía~~
nuestro carácter de diputados federales y por lo tanto de gozar
(ya que nosotros teníamo~ el control pohtico y smd1cal del ~:1
lugar), le dijo: «M~ra, Vicente, ve a preguntarles a aquellos sin límites del derecho de fuero>. Más adelante hacía una des-
cripción de la forma como procedía su columna de automóviles
señores qué plan tram».
El indicado Vicente, con su mauser al hombro, esperó a los y del lugar exacto donde habían sido detenidos por Vicente, lo
automóviles que lleg~ban, precisame_?,te <l _la ent~ada de la zona mismo que de los detalles acontecidos inmediatamente después.
dedicada a la gerenoa de la compa~1a. Vm~os como se ac~rc~b~ El redactor del acta por lo visto, era un hombre en extremo cui-
a ellos, pero también· observamos como sahan del coche md1v1- dadoso, porque duró largo tiempo haciendo el escrito, mientras
duos con ademanes airado;;, que Je manoteaban en la cara a Macario Huízar permanecía inmó\il en una de las sillas de ofi·
Vicente y nos dimos cuenta. de cómo éste , retroccc~í~ an~e., el ficina. Cuando terminó aquel documento, se lo entregó a Ma-
inesperado contraataque. Ráp~damentc regr~so el po!1oa, d1oen- cario Huízar. Y entonces éste, poniéndose unas gafas verdes que
dole a Macario: «Oye, Macano, esos emlev1duos <;sta~ muy bra· no usaba más que para el sol, porque le había aparecido una
vos. Dicen que son diputados fed~ralc~ .Y. ,que tu sol? eres ~m Ji, ligera conjuntivitis, permaneció con el papel delante de los ojos,
pinche c~misario». Ei:i.tonces ~acano, ch:·ig1cnd~s: a m~ coi:i aire calculando que fuera el mismo tiempo que el otro había tar-
muy malicioso, me dijo: «iQu~ le parece, c?mp .. ne10 S1queiros?», dado en redactarlo. Y después, levant.ándose parsimoniosamente,
a la vez que dirigiéndose ª. Vicente, le decia: <Buer.o, pos ~om? al inismo tiempo que se colocaba en lugar estratégico de la
dicen que son gentes muy importantes, entonces ~n vez de ir .tu sala, con voz fuerte, pero reposada, dijo: «Como no sé leer ni
solo, llévate a diez y me los traes por 1os rned10s a que haya escrebir, .ni sé lo que querc decir deputado federal, pos lo único
lugar». . . . que me consta es que la compañía compra a todos los altos fun-
Vimos cómo rápidamente Vicente en~pezaba a ch1flarltt a los cionarios que se le ponen delante, ordeno y mando, en este mis-
compañeros policías y cómo . éstos d.p1damente, cortando car- mo momento y sin necesidad de papel escrito, que o se van de
tucho rodeaban a los influyentes que acababan de 1'.egar. Y aquí, ciudadanos con fuero, o se mueren con todo y fuero>, mien-
después, sin quitarles la amenaza de lc1s fusiles, ~vs ti,tían re· tras hada ademán de sacar la pistola y a p0cos pasos de los
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es tratar 1e el asunto de la manera más"'· te han debido destruir. Tal es el caso del cnst1amsmo. Duran-
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cclil y c11crg1ca a .Pl'op10 camar~ a ta 1n, pues so,o e nos pue-
. los primeros doce o trece siglos fueron o s1gmeron sien o suyas
ilc ayud;n a combaur a estos buroc~atas del art~ (el ya entonces lteas formas del arte pagano, es decir, de la civilización que ellos
\ lcjo c;crasím<?v y otros), que hoy tienen la. sarten por el mango, habían sucedido. (A m1· memona · v1meron,
· · ~n e f e~ t o, e 1 ~o m á-
1 , 111 Jarnentab1lís1mos resultados para lo que debe ser el arte nico de la arquitectura en lo que hoy es lt~ha, la mfluenoa a.e
,,)\-;-: :iw en la línea de las artes plásticas.» los intores romanos y griegos hasta. el C1mab1;1e? . ha~ta el s1-
No nos fue difícil hablar con Stalin. En un tiempo no or 10 xu etcétera es decir la influenoa de las ovihzaaones an-
lle dos horas, según cálculo, se nos comunicó que el secretario ~;ri;re~ hasta el bizantino 'y el gótico, para considerar mentalmente
l\~neral <lel Partido Comunista de la uRss nos recibiría. Y a que sólo en el Giotto, en la pintura, aparece lo que puede
(ue. Maíakovski, naturalmente, sirvió de intérprete, hablando co llamarse ya un arte cristiano inte~a~.) Por otra parte -agregó
nosotros en perfecto francés. La discusión fue palabras más, la Stalin- ¿dónde están las raíces ob1et1vas ~e ;se arte nuevo. que
que a continuación rela.to, tratando de ser lo más exacto posible ustedes quieren para el nuevo mundo sov~ét1co? ¿El forrn~hsmo
t'll el aspecto conceptual de la misma:
0 vanguardismo actual de la Europa ocodental? ¿De ahi par-
«Camarada Stalin: Estos compai'íeros mexicanos, cabezas del' tiríamos para realizar lo nuestro? Me parece que tanto el aca-
gran movimiento muralista mexicano, que en mí concepto cons.. • demismo, que. tan elocuentemente com~ate, Maiakovski, como el
tituye la mejor manifestación internacional de lo que debe ser. formalismo, que tan elocuentemente d.ehenae, corresponde?, ~un:
un arte expresión del proletariado revolucionario, consideran, · que de diferentes manera~, al ~onbundo m~mdo capitalista,
como yo, que el Estauo ·soviético, la más revolucionaria manifes~ para mí son simples expres10nes d1feren_tes,_ y diferentes muy re-
ta:ción del mundo, a través de su historia, en lo que se refiere lativamente, de las diversas clases cap1tahstas que forman esa
al Estado, no puede seguir considerando en la práctica como su sociedad. Por ahora, lo único que nos queda es darle el. ªPºY.º
arte oficial el academismo de las escuelas gubernamentales de material del Estado a todos aquellos artistas que quieran, i?cluu
Bellas Artes, .en cualquier parte del mundo. Estos camarada~ en el contenido de sus obras elementos que les sean ut1les a
pintores creen, como yo, que a la transformación revolucionaria,. ... nue..tra revolución en marcha. (Pensaba yo _al ~scu~har las pa-
del país en el orden de la política y de la economía, debe corres-·· labras de Stalin, que efectivamente, en cualqmer _iglesia de Roma
ponder una revolución igualmente trascendente en el orden de v remos durante un cierto periodo, que la actitud respecto de
la estética, pero que esta revolución no parece surgir aún en t~das las civilizaciones ha sido una actitud primordialmente fun-
ninguna parte y en la menor proporción.» cional, esto es, sin consideraciones teóricas o filosóf!cas al respe~to) .
Stalin, que desde el primer momento me dio la impresión, Lo que cada una de esa~ ~ivilizacion~~ ha pretendido ~n el pnmer
por su físico, de un general mexicano, con sus bigotes entonces momento es la mayor utilidad proselitista del arte. La mme~~~.wa
pe~ ~·~et amen te negros, su cráneo aplastado de adelante y un poco yoría de las pinturas religiosas cristianas, para hablar conc;r~
sobresaliente de la parte de atrás, su frente más bien reducida, tamente, son pinturas mediocr~s o _francamente malas. Un recorncto
. su actitud silenciosa, sus modales reposados, se levantó lentamente por las iglesias de Ro~a, por e1emp~o, nos demuestra que s?n
del sillón adonde se sentó inmediatamente después de nuestra excepcionales la~ obras 1mpo~tantes; sm e~bargo, las 1?alas pm-
entrada, encendió con lentitud su pipa, mientras se veía clara- turas le sirven y le han servido a la Iglesia par~ los fines de la
mente que estaba meditando su respuesta, para después decirnos misma. Las masas populares no .le rezan nec~sanamente con ma-
lo siguiente: «Es indudable que a la Revolución política del yor fervor a las imágenes bien pmtada~ (la vugen de G_uadalupe,
pueblo soviético deberá corresponder una equivalente revolución en México: como pintura, es una cosa mocua). Sól~ e~ tiempo, e~
en el campo de la cultura, en general, y del arte, en particular. ese proceso de un arte solidario con nuestro movimiento, podra
Pero, desgraci<1damente, las revoluciones culturales o artísticas darnos la respuesta. Naturalme?te,. en nues~ro mundo de mate-
no se producen paralelamente a las revoluciones politicas. Y . rialismo científico, en que la oencrn ha depdo de ser un fenó-
esto los id~ólog•¡s del marxismo, nuestra doctrina fundamental, . menos invariablemente subjetivista, para transformarse en una
nos lo explican .':tablando de la superestructura de toda sociedad. ciencia· no necesitamos la cantidad de siglos que necesitaron los
Si observamos .bien lo acontecido al respecto en el mundo en- cristia~os para estructurar .Y conformar su propio arte. El nuestro
tero, verf'JTlOS ?que durante un cierto tiempo, a veces durante necesitará mucho menos uempo. Y es posible que sus fermentos
234 235
ya estén delante de nosotro 'bl
mas obras académ' s, posi emente dentro de esas mis Rivera y yo salimos juntos de la Unión Soviética. Y juntos
. ICas a que ustedes f , -
percibimos y menos aún esta se re .1eren, pero aun no los- estuvimos en Berlín. En esa ciudad nos aconteció una aventura
tiempo, que está traba' ando mos en capaodad de localizarlos. El interesante: le propuse al colega que fuéramos a visitar algún
te su respuesta». J por nosotros, nos dará oportunamen- cabaret. «Tú que hablas un poco de alemán - le dije- dile al
. Maiakovski y Rivera, sobre todo 1 . . cochero que nos lleve al lugar de noche más interesante, más
fiestamente disgustados de la entre . e primero, s~heron mani- el:'presivo que conozca.» Creo que el cochero entendió más o
me puso a meditar y que de ahí hv1s~a.b ~ yo co.nheso que ésta menos bien lo que Rivera le proponía, pero me parece que
que más tarde puede considerarse ca e i. o par~1r mucho de lo Rivera no entendió nada de lo que le contestó el cochero. Sin
al respecto. En Rivera, la desilusió~~o mi doctnn~ fundamental embargo, minutos después penetrábamos en una inmensa sala
mó al trotskysmo, que más tarde de e es~ entrevista lo aproxi- de cabart,, similar a todas las salas de cabarets en el mundo
(dirigente comunista catalán) en 'el ~p~es de esc1;1ch~r a Nin entero, aunque mucho más barroca en su decoración, pero quizás,
0
lo arrastraría profundament; .n~eso Smdical Rojo, como pensé yo, por ser demasiado temprano, en la sala no se
gos años. ª ese movimiento durante lar- veían más que mujeres. Y como en todos los cabarets del mundo,
un grupo de muchachas se acercó a nuestra mesa, y como en
todos los cabarets del mundo, nosotros las invitamos a tomar i
algo. Las pupilas del lugar empezaron a manifestarse particu- ¡¡
1
6. Nin dio en el IV Congre o d 1 I . larmente cariñosas con ambos pintores mexicanos. Y el problema
~IN~RN) la batalla por las ~onc:pc~on~ste~~a~~~a~ Roja (la PRO- consistía en que en realidad nos tocaban dos y media o tres
~mdical. Su discurso al res ecto ts y e!1 el campo a cada uno. Pero en un momento dado, un señor elegante que
mdicada PROFINTERN ocupó pmá Jn dun\ de las reumones de la parecía ser el admi11;<tr;irl_or del lugar, me pidió que lo acompa-
lentísimo tumulto Yo ude s e .os oras Y provocó un vio. ñara, preguntándome si yo hablaba francés. Cuando ya estuvimos
en la parte de at;ás de pl ver a .Rivera cuando esto acontecía en otra mesa más o menos lejana del lugar en que antes nos en-
gados oficiales de las o~ :ª~~ d~dicada. a ~os asis~entes no dele- contrábamos, me dijo: «Indudablemente ustedes son extranjeros
de trabajadores. g zaoones smdicales mternacionales y yo tengo mucho temor de que ustedes no sepan exactament.e a
. Esta. asamblea se producía casi simultán dónde están. ·Hace algunas noches, unos clientes provenientes de
mfestac10nes trotskys•as anti'st al'inistas
. amente con las ma- eses países semibárbaros de donde ustedes seguramente también
• L que yo J
siones pude presenciar en la . l en a gunas oca- vi~nen, al enterarse del lugar en que se encontraban se sintieron
sostenía un punto de vista o~t~~opias c~l Js dde Moscú. Trotsky profundamente indignados y llegaron en su furia alcohólica, por-
frente a la opinión representada oxoS erm u ablemente sectario que estaban bastante borrachos, a romper algunos espejos. Cuando
soviéticos, en lo que respecta p~r ta 1.~. Y. otrns al.tos dirigente¡ vino la policía se comprobó, en efecto, que eran americanos,
de que el socialismo ud. a a posi ihdad o imposibilidad americanos de Colombia. Ahora bien, la policía les dio la razón
solo país La fr d PM i=ra establec~r defipitivamente en un y a nosotros nos ordenaron terminantemente que cuando el as-
. ase e ;irx· «El soci l' ' ·
o no será» constituía uno- d~ 1 a ismo sera mtemacional pecto de ciertos clientes fuera el de extranjeros, para que no
doctrina De ese . . . os puntos fundamentales de su hubiera engaño alguno se les dijera dónde se encontraban. Y si
. pnnopio partía para afirm 1 ' .
manera de sostener en definitiva el . l' ar que a umca aceptaban permanecer, allá ellos... Las muchachas que los rodear.
viética era el de conduo'r el E', . soa~ ismo de la Unión So- no son muchachas, sino muchachos ... >
el .proletariado de los d'iv ersos Jercito
, Ro10
paises
en b' ·,
por ' u com 1nac1on con Mi asombro fue mayúsculo, claro que yo les había notado
quista del mundo occidental or ' na parte . a la con- a nuestras «compañeras» las muñecas demasiado poderosas y los
grandes países del Extremo :p t la otra a la ~onqmsta de los
Ó piececitos más grandes que lo natural, pero aquello me pareció
canes. nen e, como también de los Bal- lo más natural tratándose de alemanas. Cuando regresé a la mesa
Rivera, después del discurso de N' y le comuniqué a Rivera lo que me acababan de revelar, nos
empezó a manifestar su sim atía m, Y esto e~. Moscú mismo, .. quedamos verdaderamente asombrados. Sus cabelleras eran autén-
¿Fue auténtica, sincera teó~icamrnt: Ial lmea. podhtica d~ Trotsky. ticas, aunque. no así los senos. Después de reírnos estrepitosa-
' ª actitu de Rivera? En
su nueva posición ·no h b'
desarrollo reaccionalrio d:
11: ~~ oporl~~nismo futurista frente al
vi a po 1trca de México?
mente, y de hcuchar la lógica de sus argumentos para que no
nos retiráramos del lugar, porque según le tradujo Rivera al
más p~rlanr;hín, ellos eran tan mujeres como las mujeres y además
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237
/,
tenían algo más que no tenían las mujeres. Yo no sé si las.
ducciones de Rivera eran exactas, pero sus explicaciones sobr A Rivera y a mí nos tocó el mi_smo c~mar?te. Y ahí empe·
la historia, desarrollo y perfeccionamiento de los andróginos p ron nuestras primeras y más ternbles d1scus10nes s~bre polf-
día figurar en la mejor antología de la mitomanía universal, n z~ IY1ego en mi concepto, iba a preparar su retITada del
turalmente con toda la sapiencia y gracia de Rivera para Par~ido
ttca '
Comunista Mexicano, muy c01:ivem~nte
•
para .e'l frente
menesteres. 1 da vez más intenso repliegue reacnonano del gobierno me-
a. ca de entonces. Discutiendo, gritábamos con t?das ~uest;as
,¡
Ya tuera del cabaret, Rivera naturalmente cambió de actitud x1cano • con mas · v10 lenc1:1 1 i
y empezó a sostenerme que desde el primer momento él sabía fuerzas. dentro del camarote y despues, ·· -- aun , i ¡,
que eran hombres ... pues su olfa~o masculino jamás le ha falla, i tábamos nuestras discusiones en la cu 1erta e,· o are 0 · y . el
bº d • •
; do, y que era particularmente peligroso para mí que yo no hu~ ~a en qL!e Rivera me dijo textualmente: «Lo que yo lP ~hgo,
,;1 biera tenido la misma reacción, porque esa falta ele olfato fren. ·· Siqueiros, no es exactamente lo que yo piens~, ~ino lo g~~ piensa
a lo verdaderamente femenino me podía conducir a graves y f · Borodin, que como usted sabe, es el espec1ahsta sovieuco más
turas complicaciones, particularmente en Alemania. Que lo mej ande en cuestiones de China» (Borodm fue durant: muchos
era que nos fuéramos. · ¡r_:os miembro de la Internacional [el delegado en Chma] y se
El hecho ~oncreto es que al d~a siguiente sa~imos jun~os par ~?ce que hablaba a perfección los n~atro o c~nco d_ialectos. más
Praga, la capital de Checoslovaqma, donde pudimos admirar por im ortantes de ese país) . Con aquello quena denrme Rivera
primera vez _la qu_e posib:emente es l~ _más bella ciudad de Europa, e u~ Borodin, como Trotsky, aunque Borodin lo hada ~n s~creto,
cou su coex1stenc1a admirable del got1co y el barroco. Praga, una t~maba la misma posición de éste, en cuanto a _arropr .a _res-
ciudad digna de convivir con las mejores ciudades italianas, los 1)Onsabiliclad de las horribles ;natanz~s de comumstas com~tidas
pintores primitivos checos que ellos llaman primitivos góticos, son 1 K 0 Min Tang de Ch1ang Ka1 Chek, sobre la eqmvoca-
s!n duda alguna, para mí, ~os mejores. del ~und? ~ntero. l\foy supe-
por e
da olítica u aconsejada por el Part1ºd o Comumsta · sov1e· 't"ico ~1 Par-
nores desde luego, por su libertad y v10Ienna plast1ca a los excesiva- "dop Comunista Chino. Indignado por lo que me pare.ció un
mente refinados y detallistas de los Países Bajos. Es interesante ~~uco en la polémica de Rivera, y levantando la ~oz aun más i 11
sab~r, no se por qué extraña coincidencia, que son las obras de ese de lo que él lo había hecho para expresarse, la rephq1;1é: «Usted
pc;nodo en Europa gue más rel~ción tien~n con la fuerza plástica no conoce a Borodin ni ha habl~do nunca c?n ~orodm y B'.)r~
barbara de los mejores murahstas mexicanos. Un realismo en · ·
d 1r: · ha dicho eso y su actitud en: la discusión es cobarde, 11
Jamas · · · lfti as
extremo emocionado y elocuente, sin descriptivismo inútil, en ese 1
)orq ue ·en estos casos no se hace referenna a po~1c10nes po c
arte religioso ele la Edad Media gólica, en Checoslovaquia. -o~cretas que no pueden comprobarse y menos aun en alta man. 1
. A nuestro regreso a. México, tanto Rivera como yo luchamos ~-ntonces Rivera, levantándose con todo lo alto y ~ncho_ de su •
1i
11
1
nista. La marinería, prácticamente toda la tripulación, que de de comunista ortodoxo. de verdadero comunista, iba a obtener
hecho la forman comunistas o simpatizantes del comunismo, tie- el favor de la libertad por parte del gobierno y por esa pen- 11
1
nen por ustedes una gran admirarión, pürque saben de dónde . ' diente iba a llegar hasta a ocupar el puesto de d1Tector de _la
vienen. La n1:i:y0r parte de los oficiales y yo somos populistas» Escuela Nacional de Bellas Artes y'. peor aún, a~_<l';.á.ndose sena-
y para demostrarlo me mostraba su credencial. «Yo le puedo mente en política, el puesto de d1Tector de agitaoón y propa-
asegurar a usted que entre la oficialidad no hay tres, y estos ofi- ganda en la campaña electora~, del gei:i~ral Juan Andrew Alm~.á~,
ciales de baja categoría, que sean pro nazis.>) resbalón gravísimo que tamb1en sufno otro hombre de trad1c10n
Sin duda alguna, la escena de Rivera era una típica escena revolucionaria, el señor don Ramón Denegrí.
de cipo fei;nenino para buscar la reconciliación . .i:La soledad lo Después vinieron, cosa q~e me ~a.rece norm~l, dad~ !ª íntima
estaba ahogando.)) Y días después, vino la mitad del viaje. Y en . relc.ción que hay entre la vida pohtica y la vida art1suca, nu~s
el Río Pánuco, como en todos los trasatlánticos del mundo, la • tras grandes polémicas, primero en , la sala gran.de del Palan~
mitad de un viaje por mar se celebra con una fiesta en la cual de Bellas Artes, y después del :scandalo de . Rivera. con Jose
los disfraces juegan la mejor parte. Rivera y yo nos disfrazamos · Muñoz Cota, disgusto en que salieron a rel~~ir. las pistolas, en
de «kirguises», con unas batas maravillosas de seda roja bordadas el local oficial del Sindicato de Panaderos, dmgido· entonces por
con hilo de oro y hasta las uñas de los pies nos pintamos de líderes de influencia trotskysta. ij1
rojo, uno al otro, como acostumbran los nacionales elegantes
de aquellas tierras. Naturalmente Rivera y yo tuvimos el primer
premio y en la fotografía que se tomó para conmemorar la fiesta
de la media travesía, Rivera y yo, con un aire imponente, esta- 8. Nuestras polémicas sobre tod~s las cuestiones ~~ndame~tales
~os en medio de vulga~:s pierro~s, colombinas, mosqueteros, para las artes plásticas. en el México de la Revoluc10n MexH:ana,
piratas. ~arece que t.odos ?1Jeron: «Bien ,m~recido el premio, pues tuvieron su parte pmtoresca. En ese debate hubo padrmos,
P?r l? visto para bien di~frazarse, los umcos que tuvieron ima- naturalmente a propuesta de Rivera. Y los míos, fueron Rafael
gmación son esos dos mexicanos de cara de barba v más gritones Alberti y María Teresa León, su esposa, qu~ se encontraban
que un tritón)). ' entonces de visita en México. Los padnncs de Rivera fueron Paco
Convinimos ambos en que ya no se discutirían más las cosas Zamora, el economista trotskysta, entonces editorialista de El .
políticas en el barco. Nos contaríamos recíprccamente las más Universal, y Genaro Gómez, :1 l_íder trotskyzante ~e los pana-
grandes mentiras posibles. Pero éstas siendo imeresantes deberían deros. El primer escándalo, mdirectame!lte ei: m1 contra, lo
produ,frse totalmente al margen de toda política. Aunque no es- produjo en pleno teatro la exesposa de Diego Rivera, Guadalupe
táb~r.1os convencidos, como buenos marxistas, de que eso fuera Marín. En los momentos en que la bellísima María Teresa León,
posd~.Je. con su acento castellano muy acentuado, hacía proposiciones so-
- 1'.fuestra recalentada luna de miel llegó hasta \' eracruz y ahí bre la metodología que debería seguirse en los debates, desde la
24{) 2'41
1
'"11111
¡
parte más lejana del lunetario, Guadalupe Marín, a voz en cuello J\fe tocó escuchar, hace pocos años, en una discusión entre Soria !' .
y con su ondulante y «apasguatado» acento tapatío, la increpó de·. y Piet:i _(J ean Pierre) , dos notables escultores franceses, el diá- 1
la manera siguiente: «¡María Teresa León, devuélvele los huevos ' logo s1gmente: 1
¡Íj
a Alberti!~, pues como,es bien sabido, a María Teresa la acusaban -Yo puedo asegurarte -decía Soria- que la mayor parte de I'
ll:
de ser qmen , llevaba. los pantalo~~s en ese hogar, de un poeta los diputados y senadores franceses jamás han ido al Louvre. Y
como lo es aun, de hte1atura y fmco poderoso, pero sumamente que entre ellos no hay cinco que con alguna constancia visiten
bondadoso y suave en el trato con los demás. l¡1s más sensacionales exposiciones de pintura.
~ aturalmente, la talentosa española no se quedó callada y en - Te quedas corto -decía Jean Pierre- el pans1ense propia-
med10 de las carcajadas generales, le dijo: «No losh huevosh, :nente dicho, el hombre de París en general, no tiene el menor
porque esosh los ponen las gallinas, sino los cojones de Alberti interés por lo que nosotros llamamos el arte francés. Entre los
son lo que a ti te interesa. . . pero por vida de la Virgen de parisienses, es normal escuchar que al arte de vanguardia, sur-
Guadalupe, tu patrona, que no los tendrásh,,. El tremendo mur- gido y desarrollado fundamentalmente en París, se le llame
mullo que se levantó de la sala ya no dejó escuchar el último• «art meteq ue» (expresión de origen griego que los franceses em-
acto de la defensa de Guadalupe. En ·privado le he preguntado: plean en sentido despreciativo de los extranjeros y de todo lo
«Bueno, ¿y qué fue lo que respondiste al final?» Y ella se ha .· que es extranjero).
limitado sólo a decirme: «Oye, pos no me acuerdo».
Mi controversia con Rivera en el Palacio de Bellas Artes tuvo
un epílogo violento. Coincidió este debate con la realización, en
la ciudad de México, de dos congresos obreros. Un Congreso de 9. En reb ri ó11 . con el trotskysmo en México, conviene agregar
Panaderos, en cuya organización Rivera tenía influencia y un . algunos datos. Rivera, al regreso de nuestro viaje a la Unión
Congreso de Mineros, de cuya organización yo había sido secre- Soviética, viaje que se prolongó de los últimos meses de 1927
tario general durante varios años. Rivera y yo discutíamos sobre a los primeros de 1928, ya en 1929, cocinó de manera perfecta
la conveniencia o inconveniencia del uso de nuevos materiales, todo lo necesario para que se le expulsara del. Partido Comunis~a
sobre el valo_r determinante plástico, y en cuanto al estilo; de l\1txicano.
materiales y herramiei;itas; de que «en un órgano de iglesia En las reuniones del Comité Centr;il, a las que tanto él wmo
podía tocarse técnicamente La Internacional, pero 1ue este ins- yo debíamos asistir por ser ambos miembros del mismo, subrayaba
trumento no era el adecuado para el objeto»; sobre lo equivocado, todas sus opiniones contra la línea política fundamental de la
por unilateral, de la perspecLiva tradicional en la pintura, sobre Internacional Comunista, en lo que se refiere "ª la posibilidad
la relatividad de las formas geométricas, sobre la verdad objetiva o imposibilidad de la edificación del socialismo en un solo país»,
y la verdad óptica, etcétera, pero en los aplausos, en la adhesión · arguyendo para ello los puntos de vista de Trotsky. Por eso,
o repulsión a nuestros respectivos puntos dé vista, los obreros se cua1;1do se le expulsó y se le comunicó directamente esa decisión
exaltaron; más aún cuando entre ellos había profundas diferen- en una reunión extraordinaria del Comité Central, Rivera puso
cias políticas, derivadas de las diferencias políticas entre Rivera la cara más resplandeciente que yo le conocí en nuestra larga
y yo, salieron a relucir algunas pistolas y hubo trancazos, de lo vida de actividad conjunta de colegas. Rivera necesitaba eludir
que resultaron algunos obreros y simples asistentes lastimados los. espinosos problemas de la oposición al gobierno y aquello
y hasta un herido de cierta gravedad. Naturalmente yo nunca he le daba la oportunidad de escamotearlos, vistiendo a la vez una
tenido vergüenza de que tal cosa haya acontecido en un debate aparatosa túnica roja.
sobre cuestiones de arte, en México, porque esto, independien- Debo mencionar un caso igualmente dramático, diría yo, en
temente del procedimiento, revela algo que excepcionalmente ha la vida política revolucionaria de nuestro país: Bertrand J). vVolf,
existido en nuestro país: el interés del pueblo de México por el enterado marxista estadounidense, largo tiempo radicado en Mé-
arte. En París, «la ciudad más culta en el mundo», el centro xico, y expulsado de nuestro país por el gobierno, debido a sus
internacional del arte moderno, las masas populares, inclusive entonces justas actividades políticas, fue el encargado de funda-
lo que puede llamarse el público en general, muestran el más meni~r la traición de Rivera. Muy pocas veces he conocido un
absoluto desin.t~rés por las manifestaciones artísticas. Las expo- \ docdmento más inquisitivo, más bien documentado, pero al mis-
siciones son v1~1tadas en su mayor parte por extranjeros. Y los '. mo, tiempo más cruel, más sádico con la persona que debe desem-
obreros, por ejemplo, no se asoman a ellas ni por curiosidad. pe ~~r el papel de víctima. Fue tan fuerte esa documentación que
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los miembros del Comité Central, por unanimidad, acordam contestó: «Ahí está». Esperé que pasaran algunos minutos y enton-
no darle publicidad. Pero para todos era evidente que después ces le dije a Diego:
de aquella exposición del implacable fiscal, Diego Rivera no
podía permanecer en las filas, ya no digamos del Partido Co-.:. Papa ganga guaranga
munista Mexicano, sino de ningún partido de origen obrero qu ' Toqui manduqui.
pudiera existir en todo el mundo. Ay terna maca.
Sin embargo, un año o un año y medio más tarde, Bertranct'{~}
D. Wolf, ya expulsado a su vez del Partido Comunista de los':' Parece que esto en tarasco quiere decir: «Lloro, pero lo que
Est~dos U ni~o~ P?r su entrega al lobstonianismo, posición opor. ·· me hace derramar lágrimas es el humo de la leña verde». En
tumsta y revis10msta que lleva el nombre de su autor, Lobston. tonces Diego, pensando que aquello era una celada mía, un pial
escribió la biografía más abyecta de Rivera que nadie pued para hacerlo caer en la mentira, me dijo con esa cara sarcástica
imaginarse, en la que haciendo la apología del pintor, calumnia que él ponía cuando le convenía: «Siqueiros, usted no me chinga.
en proporciones increíbles a los demás artistas que permanecieron Eso es yaqui». El zorro de Diego recordó en ese momento, al
fieles a la línea de la Internacional Comunista. Dentro de las no comprender el tarasco, no obstante que había sido su lengua
páginas del libro Biografía de Rivera, escrito por Wolf, yo guar: materna y seguía pensando en tarasco, que habiendo sido yo
do la carta -documento escrito por d mismo- que sirvió para, oficial de fuerzas mili tares en que abundaron los yaquis, me
la expulsión de Rivera. :, valía yo de palabras de esa lengua norteña para hacerlo caer
Difícilmente puede encontrarse otro ejemplo equivalente. El en una trampa.
Rivera maniobrero, siempre dispuesto a tapar las peores actitudes
d~ entrega op~rtun!sta al gobierno con grandes discursos de pro-
bidad revoluoonana y ortodoxia comunista, aparece represen-
tando la profundidad teórica, la clarividencia táctica y la más
infinita honradez en su vida política y personal dentro del con-·
junto dell movimiento pictó~ico y revoiucionario mexicano. Me~·
tamorfosiá indescriptible que le permite hacer de la tesis la anti-·
tesis más excelsa. El conocimiento de ambos documentos no
puede menos que llevarme a la conclusión de que la actitud de
Bertrand D. Wolf fue una actitud simplemente mercenaria.
'
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por qué también pinta en tarasco». Pero él, sin inmutarse me
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