Poincaré - El Espacio y La Geometría PDF

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CAPÍTULO IV

ESPACIO Y GEOMETRÍA

Empecemos con una pequeña paradoja. Los seres cuyas mentes fueron hechas como las
nuestras, y con sentidos como los nuestros, pero sin cualquier educación preliminar,
pueden recibir - de un mundo externo adecuadamente escogido - impresiones que los
llevarían a construir una geometría distinta a la de Euclides, y a localizar los fenómenos
de este mundo externo en un espacio no euclidiano, o incluso en un espacio de cuatro
dimensiones. En cuanto a nosotros, cuya educación ha sido hecha por nuestro mundo
real, si fuésemos súbitamente transportados a este nuevo mundo, no tendríamos
dificultad alguna en referir los fenómenos a nuestro espacio euclidiano. Quizá pueda
haber alguien, algún día, que dedique su vida a ello, y sea capaz de representarse una
cuarta dimensión.

Espacio geométrico y espacio representativo. A menudo se dice que las imágenes que
formamos de los objetos externos están localizadas en el espacio, e incluso que sólo
pueden formarse bajo esta condición. También se dice que este espacio, que nos sirve
así como una especie de marco ya preparado para nuestras sensaciones y
representaciones, es idéntico al espacio de los geómetras, teniendo todas las propiedades
de ese espacio. Para todo hombre lúcido que piense de esta manera, la declaración
anterior podría parecerle extraordinaria; pero es tan bueno para ver si no son las
víctimas de alguna ilusión que pueda ser disipada por un análisis más detallado. En
primer lugar, ¿cuáles son las propiedades del espacio propiamente dicho? Me refiero a
ese espacio que es el objeto de la geometría, y al que llamaré espacio geométrico. Los
siguientes son algunos de los más esenciales:
Primero, es continuo; segundo, es infinito; tercero, es de tres dimensiones;
cuarto, es homogéneo - esto es, todos sus puntos son idénticos uno con el otro -; quinto,
es isotrópico. Ahora comparemos esto con el marco de nuestras representaciones y
sensaciones, al que llamaré espacio representativo.

Espacio visual. Antes que nada, consideremos una impresión puramente visual, debida
a una imagen formada en la parte posterior de la retina. Un análisis superficial nos

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muestra esta imagen como continua, pero como poseyendo únicamente dos
dimensiones, lo que ya distingue lo puramente visual de lo que puede ser llamado
espacio geométrico. Por otra parte, la imagen está encerrada dentro de un marco
limitado; y hay una diferencia no menos importante: este espacio puramente visual no
es homogéneo. Todos los puntos sobre la retina, aparte de las imágenes que pueden ser
formadas, no desempeñan el mismo papel. La mancha amarilla no puede ser, de ninguna
manera, considerada como idéntica a un punto sobre el borde de la retina. No solamente
el mismo objeto produce en ella impresiones mucho más brillantes, sino que, si
consideramos todo el marco limitado, el punto que ocupa el centro no aparecerá idéntico
a un punto cercano a uno de los bordes. Sin duda, un análisis más detallado mostrará
que esta continuidad en el espacio visual y sus dos dimensiones no son más que una
ilusión. Este análisis haría al espacio visual todavía más distinto del espacio geométrico,
pero podemos considerar a esta observación como incidental.
Sin embargo, la vista nos permite apreciar la distancia, y, por tanto, percibir una
tercera dimensión. Pero cualquiera sabe que esta percepción de la tercera dimensión se
reduce a un sentido del esfuerzo de acomodación que debe hacerse, y a un sentido de la
convergencia de los dos ojos, que debe tener lugar para poder percibir un objeto
distintivamente. Estas son sensaciones musculares muy distintas de las sensaciones
visuales que nos han proporcionado el concepto bidimensional. Por lo tanto, no nos
parecerá que la tercera dimensión desempeñe el mismo papel que las otras dos. Lo que
puede llamarse un espacio visual completo no es entonces un espacio isotrópico. Tiene,
es cierto, exactamente tres dimensiones, lo que significa que los elementos de nuestras
sensaciones visuales (por lo menos los que concurren en formar el concepto de
extensión) estarán completamente definidos si conocemos tres de ellos; o, en lenguaje
matemático, serán funciones de tres variables independientes. Pero veamos esta cuestión
un poco más cerca. La tercera dimensión es revelada a nosotros en dos formas distintas:
por el esfuerzo de acomodación, y por la convergencia de los ojos. No hay duda que
estas dos indicaciones están siempre en armonía; existe entre ellas una relación
constante; o, en lenguaje matemático, las dos variables que miden a estas dos
sensaciones musculares no nos aparecen como independientes. O, de nuevo, para evitar
apelar a ideas matemáticas que son más bien refinadas, podemos volver al lenguaje del
capítulo anterior y enunciar el mismo hecho como sigue: Si dos sensaciones de
convergencia A y B son indistinguibles, las dos sensaciones de acomodación A’ y B’,
que respectivamente las acompañan, serán también indistinguibles. Pero esto es, por

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decirlo de alguna manera, un hecho experimental. Nada nos previene, a priori, de
asumir lo contrario, y si lo contrario tiene lugar, si estas dos sensaciones musculares
varían de forma independiente, debemos entonces tomar en cuenta una variable
independiente más, y el espacio visual completo nos parecerá un continuo físico de
cuatro dimensiones. Y así, en esto también hay un hecho de experimento externo. Nada
nos previene de asumir que un ser con una mente como la nuestra, con los mismos
órganos sensitivos que los nuestros, pueda ser puesto en un mundo en donde la luz sólo
lo alcance después de haber pasado a través de complicados medios de refracción. Las
dos indicaciones que nos permiten apreciar distancias dejarían de estar conectadas por
una relación constante. Un ser educando sus sentidos en tal mundo no dudaría en
atribuir cuatro dimensiones al espacio visual completo.

Espacio táctil y motor. El “espacio táctil” es todavía más complicado que el espacio
visual, y difiere aún más ampliamente del espacio geométrico. Es inútil repetir, para el
sentido del tacto, mis observaciones sobre el sentido de la vista. Pero fuera de los datos
de la vista y el tacto, existen otras sensaciones que contribuyen tanto o más a la génesis
del concepto del espacio. Son aquellas que todo mundo conoce, que acompañan todos
nuestros movimientos, y que usualmente llamamos sensaciones musculares. El marco
correspondiente constituye lo que puede llamarse espacio motor. Cada músculo da lugar
a una sensación especial, que puede ser incrementada o disminuida, de manera que el
agregado de nuestras sensaciones musculares dependerá de tantas variables como
músculos tengamos. Desde este punto de vista, el espacio motor tendrá tantas
dimensiones como músculos tengamos. Sé que se dice que si las sensaciones musculares
contribuyen a formar el concepto de espacio, es porque tenemos el sentido de dirección
de cada movimiento, y que esto es una parte integral de la sensación. Si esto fuese así, y
si un sentido muscular no pudiese ser a menos que estuviese acompañado por este
sentido de dirección geométrica, el espacio geométrico ciertamente sería una forma
impuesta a nuestra sensitividad. Pero cuando analizo mis sensaciones, no veo esto de
ninguna forma. Lo que sí veo es que las sensaciones que corresponden a movimientos
en la misma dirección están conectadas en mi mente por una simple asociación de
ideas. Es así como se reduce esta asociación que llamamos sentido de dirección. No
podemos, por tanto, descubrir este sentido en una única sensación. Esta asociación es
extremadamente compleja, porque la contracción del mismo músculo puede
corresponder, de acuerdo con la posición de los miembros, a movimientos de dirección

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muy diferentes. Es más, es evidente que esto es adquirido; es, como todas las
asociaciones de ideas, el resultado de un hábito. Este hábito, por sí mismo, es el
resultado de un gran número de experimentos, y, no cabe duda, si la educación de
nuestros sentidos hubiese tenido lugar en un medio distinto, donde pudimos haber
estado sujetos a diferentes impresiones, entonces hubiésemos adquirido hábitos
contrarios, y nuestras sensaciones musculares hubieran sido asociadas de acuerdo con
otras leyes.

Características del espacio representativo. Así, el espacio representativo en su triple


forma - visual, táctil y motor - difiere esencialmente del espacio geométrico. No es ni
homogéneo ni isotrópico; ni siquiera podemos decir que es tridimensional. A menudo se
dice que nosotros “proyectamos” en el espacio geométrico los objetos de nuestra
percepción externa; que los “localizamos”. Ahora bien, ¿tiene esto algún significado? Y
si es así, ¿cuál es? ¿Significa que nos representamos objetos externos en el espacio
geométrico? Nuestras representaciones son sólo la reproducción de nuestras
sensaciones; no pueden ser, por tanto, acomodadas en el mismo marco, es decir, en un
espacio representativo. Es igualmente imposible para nosotros representarnos objetos
externos en un espacio geométrico así como es imposible para un pintor pintar sobre
una superficie plana objetos tridimensionales. El espacio representativo es sólo una
imagen del espacio geométrico, una imagen deformada por una especie de perspectiva,
y solamente podemos representarnos objetos al hacer que éstos obedezcan a las leyes de
esta perspectiva. Así, no nos representamos cuerpos externos en el espacio geométrico,
sino que razonamos sobre estos cuerpos como si estuviesen situados en el espacio
geométrico. Cuando se dice, por otra parte, que “localizamos” tal objeto en tal punto del
espacio, ¿qué se quiere decir realmente? Simplemente significa que nos representamos
los movimientos que deben tener lugar para alcanzar tal objeto. Y no significa que,
para representarnos estos movimientos, éstos tengan que estar proyectados en el
espacio, y que el concepto de espacio deba, por tanto, preexistir. Cuando digo que nos
representamos estos movimientos, simplemente me refiero a que nos representamos las
sensaciones musculares que los acompañan, que no tienen carácter geométrico alguno, y
que, por tanto, de ninguna manera implican la preexistencia del concepto de espacio.

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Cambios de estado y cambios de posición. Pero, puede decirse, si el concepto de
espacio geométrico no está impuesto sobre nuestras mentes, y si, por otra parte, ninguna
de nuestras sensaciones puede proporcionarnos ese concepto, ¿cómo es que existe? Esto
es lo que tenemos que examinar ahora, y tomará algún tiempo; pero puedo resumir, en
unas pocas palabras, el intento de explicación que desarrollaré: Ninguna de nuestras
sensaciones, aislada, pudo habernos dado el concepto de espacio; somos llevados a él
únicamente al estudiar las leyes por las cuales aquellas sensaciones se suceden unas a
otras. Primero vemos que nuestras sensaciones están sujetas al cambio; pero dentro de
estos cambios que comprobamos, rápidamente podemos hacer una distinción. A veces
decimos que los objetos, las causas de estas impresiones, han cambiado su estado, a
veces que han cambiado su posición, que solamente han sido desplazados. Ya sea que
un objeto cambie su estado o sólo su posición, esto siempre es traducido por nosotros de
la misma manera, a saber, por una modificación en un agregado de impresiones.
¿Cómo es entonces que hemos sido capaces de distinguirlos? Si únicamente hubiera
cambios de posición, podríamos restaurar el agregado primario de impresiones al hacer
movimientos que nos confrontaran con el objeto movible en la misma situación relativa.
Así, corregimos la situación que ha sido producida, y reestablecemos el estado inicial
por una modificación inversa. Si, por ejemplo, fuese una cuestión de la vista, y si un
objeto fuese desplazado ante nuestros ojos, podríamos “seguirlo con los ojos”, y retener
su imagen en el mismo punto de la retina a partir de movimientos adecuados del globo
del ojo. Estamos conscientes de estos movimientos porque son voluntarios, y porque
están acompañados por sensaciones musculares. Pero esto no significa que nos los
podamos representar en un espacio geométrico. De manera que lo que caracteriza el
cambio de posición, lo que lo distingue del cambio de estado, es que siempre puede ser
corregido por estos medios. Puede entonces suceder que pasemos del agregado de
impresiones A al agregado B de dos distintas formas. Primero, involuntariamente y sin
experimentar sensaciones musculares - lo que sucede cuando es el objeto el que es
desplazado -; segundo, voluntariamente y con sensaciones musculares - lo que sucede
cuando el objeto está inmóvil, pero nos desplazamos de tal forma que el objeto tiene un
movimiento relativo con respecto a nosotros -. Si esto es así, la traducción del agregado
A al agregado B es sólo un cambio de posición. Se sigue que la vista y el tacto no nos
pudieron haber dado la idea del espacio sin la ayuda del “sentido muscular”. No
solamente no pudo haber derivado este concepto de una única sensación, o incluso de
una serie de sensaciones; sino que un ser inmóvil nunca podría adquirirlo, porque, al no

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ser capaz de corregir, por sus movimientos, los efectos del cambio de posición de los
objetos externos, no tendría ninguna razón para distinguirlos de los cambios de estado.
Ni hubiera sido capaz de adquirir este concepto si sus movimientos no fuesen
voluntarios, o si no estuvieran acompañados por cualquier sensación.

Condiciones de compensación. ¿Cómo es tal compensación posible, de tal forma que


dos cambios, de otra manera mutuamente independientes, puedan ser recíprocamente
corregidos? Una mente ya familiarizada con la geometría razonaría como sigue: Si
debe haber compensación, las diferentes partes de los objetos externos por una parte, y
las diferentes partes de nuestros sentidos, por otra, deben estar en la misma posición
relativa después del doble cambio. Y para que esto sea el caso, las diferentes partes del
cuerpo externo por una parte, y los diferentes órganos de nuestros sentidos, por otra,
deben tener la misma posición relativa las unas con las otras después del doble cambio;
y así con las diferentes partes de nuestro cuerpo con respecto a unas con otras. En otras
palabras, el objeto externo, en el primer cambio, debe ser desplazado como sería
desplazado un sólido invariable, y también debe ser así con la totalidad de nuestro
cuerpo en el segundo cambio, que debe corregir al primero. Bajo estas condiciones,
puede producirse la compensación. Pero nosotros, que todavía no sabemos nada de
geometría, y cuyas ideas del espacio aún no están formadas, no podemos razonar de este
modo; no podemos predecir a priori si la compensación es posible. Pero el experimento
nos demuestra que algunas veces tiene lugar, y comenzamos, desde este hecho
experimental, a distinguir cambios de estado de cambios de posición.

Cuerpos sólidos y geometría. Dentro de los objetos que nos rodean, existen algunos que
frecuentemente experimentan desplazamientos que pueden ser corregidos por un
movimiento correlativo de nuestro propio cuerpo, a saber, los cuerpos sólidos. Los
otros objetos, cuya forma es variable, solamente padecen un desplazamiento similar en
circunstancias excepcionales (cambio de posición sin cambio de forma). Cuando tiene
lugar el desplazamiento de un cuerpo con deformación, nos es imposible ya, a partir de
movimientos apropiados, poner los órganos de nuestro cuerpo en la misma situación
relativa con respecto a este cuerpo; no podemos más, por tanto, reconstruir el agregado
primario de impresiones.
Es sólo más tarde, y después de una serie de nuevos experimentos, que podemos
aprender cómo descomponer un cuerpo de forma variable en elementos más pequeños

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tal que cada uno sea desplazado de manera aproximada de acuerdo con las mismas leyes
de los cuerpos sólidos. De esta manera, distinguimos “deformaciones” de otros cambios
de estado. En estas deformaciones, cada elemento experimenta un simple cambio de
posición que puede ser corregido; pero la modificación del agregado es más profunda, y
ya no puede ser corregida por un movimiento correlativo. Tal concepto es muy
complejo incluso en esta etapa, y ha sido relativamente lento en su apariencia. No
hubiera sido concebido de ninguna manera si de antemano la observación de los cuerpos
sólidos no nos hubiese mostrado cómo distinguir cambios de posición.
Si, por tanto, no hubiese cuerpos sólidos en la naturaleza, no habría geometría.
Otra observación requiere un momento de atención. Supongamos un cuerpo
sólido ocupando, de manera sucesiva, las posiciones y ; en la primera posición, nos
dará un agregado de impresiones A, y en la segunda posición el agregado de
impresiones B. Que ahora haya un segundo cuerpo sólido, de cualidades completamente
distintas al primero (de diferente color, por ejemplo). Asumamos que pasa de la
posición , donde nos da el agregado de impresiones A’, a la posición , donde nos da el
agregado de impresiones B’. En general, el agregado A no tendrá nada en común con el
agregado A’, ni el agregado B tendrá nada en común con el agregado B’. La transición
del agregado A al agregado B, y la del agregado A’ al agregado B’ son, por tanto, dos
cambios en donde, en sí mismos, en general no tienen nada en común. Aún así
consideramos ambos cambios como desplazamientos; y, más aún, los consideramos
como el mismo desplazamiento. ¿Cómo puede ser esto? Es simplemente porque ambos
pueden ser corregidos por el mismo movimiento correlativo de nuestro cuerpo. El
“movimiento correlativo”, por consiguiente, constituye la única conexión entre dos
fenómenos que de otra forma nunca hubiéramos siquiera soñado en conectar.
Por otra parte, nuestro cuerpo, gracias al número de sus articulaciones y
músculos, puede tener una multitud de distintos movimientos, pero no todos son
capaces de “corregir” una modificación de objetos externos; aquellos movimientos, por
sí mismos, son capaces de ello en la medida en que todo nuestro cuerpo, o por lo menos
todos aquellos en donde los órganos de nuestros sentidos entran en juego, son
desplazados en bloque, es decir, sin ningún tipo de variación de sus posiciones relativas,
como en el caso de un cuerpo sólido.
Para resumir:
1. En primer lugar, distinguimos dos categorías de fenómenos: los primeros,
involuntarios, sin estar acompañados por sensaciones musculares, y atribuidos a objetos

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externos - son, pues, cambios externos -; los segundos, de carácter opuesto y atribuidos
a los movimientos de nuestro propio cuerpo, son, pues, cambios internos.
2. Notamos que ciertos cambios de cada una de estas categorías puede ser
corregido por un cambio correlativo de la otra categoría.
3. Distinguimos, entre los cambios externos, aquellos que tienen una correlativa
en la otra categoría (que llamamos desplazamientos); y, de la misma forma,
distinguimos, entre los cambios internos, aquellos que tienen una correlativa en la
primera categoría.
Así, por medio de esta reciprocidad, se define una clase particular de fenómenos
llamados desplazamientos. Las leyes de estos fenómenos son el objeto de la geometría.

Leyes de homogeneidad. La primera de estas leyes es la ley de homogeneidad.


Supongamos que, debido a un cambio externo, pasamos del agregado de impresiones A
al agregado B, y que después este cambio es corregido por un movimiento voluntario
correlativo , de manera que somos llevados de vuelta al agregado A. Supongamos
ahora que otro cambio externo ’ nos lleva de nuevo del agregado A al agregado B. El
experimento nos demuestra que este cambio ’, como el cambio , puede ser corregido
por un movimiento voluntario correlativo ’, y que este movimiento ’ corresponde a
las mismas sensaciones musculares que el movimiento que corrigió a .
Este hecho es usualmente enunciado como sigue: El espacio es homogéneo e
isotrópico. También podemos decir que un movimiento que es una vez producido puede
ser repetido una segunda y una tercera vez, y así sucesivamente, sin variación alguna de
sus propiedades. En el primer capítulo, en donde discutimos la naturaleza del
razonamiento matemático, vimos la importancia que debemos dar a la posibilidad de
repetir la misma operación indefinidamente. La virtud del razonamiento matemático se
debe a su repetición; por medio de la ley de la homogeneidad, los hechos geométricos
son aprehendidos. Para estar completa, a la ley de la homogeneidad se le debe añadir
una multitud de otras leyes, en cuyos detalles no me propongo entrar, pero que los
matemáticos resumen al decir que estos desplazamientos forman un “grupo”.

El mundo no euclidiano. Si el espacio geométrico fuese un marco impuesto


sobre cada una de nuestras representaciones consideradas individualmente, sería
imposible representarnos una imagen sin este marco, y seríamos incapaces de cambiar
nuestra geometría. Pero este no es el caso; la geometría es solamente el sumario de las

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leyes por las cuales estas imágenes se suceden unas a otras. No hay nada, por tanto, que
nos prevenga de imaginar una serie de representaciones, similar en cada forma a
nuestras representaciones ordinarias, pero sucediéndose unas a otras de acuerdo con
leyes que difieren de aquellas a las que estamos acostumbrados. Podemos así concebir
que seres cuya educación haya tenido lugar en un medio cuyas leyes sean tan diferentes,
puedan tener una geometría muy distinta a la nuestra.
Supongamos, por ejemplo, un mundo encerrado en una gran esfera y sujeto a las
siguientes leyes. La temperatura no es uniforme; es mayor en el centro, y disminuye
gradualmente a medida que nos movemos hacia la circunferencia de la esfera, donde es
cero absoluto. La ley de esta temperatura es como sigue: Si R es el radio de la esfera, y r
la distancia del punto considerado desde el centro, la temperatura absoluta será
proporcional a R 2 − r 2 . Además, supondré que en este mundo todos los cuerpos tienen
el mismo coeficiente de dilatación, de manera que la dilatación lineal de cualquier
cuerpo es proporcional a su temperatura absoluta. Finalmente, asumiré que un cuerpo
transportado de un punto a otro de distinta temperatura, se encuentra instantáneamente
en un equilibrio termal con su nuevo medio ambiente. No hay nada en estas hipótesis
que sea contradictorio o inimaginable. Un objeto en movimiento se volverá cada vez
más pequeño a medida que se acerca a la circunferencia de la esfera. Observemos, en
primer lugar, que, aunque desde el punto de vista de nuestra geometría ordinaria este
mundo sería finito, a sus habitantes les parecería infinito. A medida que se acercan a la
superficie de la esfera, se vuelven más fríos, y al mismo tiempo cada vez más pequeños.
Los pasos que dan son, por tanto, cada vez más pequeños de manera que nunca podrán
alcanzar el límite de la esfera. Si para nosotros la geometría es sólo el estudio de las
leyes de acuerdo con la cual se mueven sólidos invariables, para estos seres imaginarios
será el estudio de las leyes del movimiento de sólidos deformados por las diferencias de
temperatura a las que ya aludimos.
Sin duda, en nuestro mundo, los sólidos naturales también experimentan
variaciones de forma y volumen debido a diferencias de temperatura. Pero al establecer
los fundamentos de la geometría, omitimos estas variaciones; porque además de ser
pequeñas son irregulares, y, consecuentemente, nos aparecen como accidentales. En
nuestro mundo hipotético en donde esto ya no es el caso, las variaciones obedecerán a
reglas muy simples y regulares. Por otra parte, las distintas partes sólidas de las cuales
están compuestos los cuerpos de estos habitantes, experimentarán las mismas
variaciones de cuerpo y volumen.

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Permítanme hacer una hipótesis más: supongamos que la luz pasa a través de
medios de distintos índices refractivos, de tal forma que el índice de refracción es
inversamente proporcional a R 2 − r 2 . Bajo estas condiciones, es claro que los rayos de
luz ya no serán rectilíneos sino circulares. Para justificar lo que se ha dicho, debemos
probar que ciertos cambios en la posición de los objetos externos pueden ser corregidos
por movimientos correlativos de los seres que habitan este mundo imaginario; y de tal
manera que pueda ser restaurado el agregado primario de las impresiones
experimentadas por estos seres sensitivos. Supongamos, por ejemplo, que un objeto es
desplazado y deformado, no como un sólido invariable, sino como un sólido sujeto a
dilataciones desiguales en exacta conformidad con la ley de temperatura asumida arriba.
Para usar una abreviación, podemos llamar a tal movimiento un desplazamiento no
euclidiano.
Si un ser sensitivo se encuentra en la proximidad de tal desplazamiento del
objeto, sus impresiones serán modificadas; pero al moverse de una forma adecuada,
podrá reconstruirlas. Para este propósito, todo lo que se requiere es que el agregado del
ser sensitivo y el objeto, considerado como formando un único cuerpo, experimenten
alguno de esos desplazamientos especiales que recién he llamado no euclidianos. Esto
es posible si suponemos que los miembros de estos seres se dilatan de acuerdo con las
mismas leyes de los otros cuerpos del mundo que habitan.
Aunque desde el punto de vista de nuestra geometría ordinaria exista una
deformación de los cuerpos en este desplazamiento, y aunque sus distintas partes ya no
estén en la misma posición relativa, podemos ver que las impresiones de los seres
sensitivos siguen siendo las mismas que antes; de hecho, aunque las distancias mutuas
de las distintas partes hayan variado, las partes que al principio estaban en contacto
siguen estando en contacto. Se sigue que las impresiones táctiles permanecerán sin
cambios. Estos seres imaginarios serán llevados, por tanto, a clasificar los fenómenos
que observa, y a distinguir entre ellos los “cambios de posición”, que pueden ser
corregidos por un movimiento voluntario correlativo, tal como hacemos nosotros.
Si construyen una geometría, no será como la nuestra, que es el estudio de los
movimientos de nuestros sólidos invariables; será más bien el estudio de los cambios de
posición que han así distinguido, y serán “desplazamientos no euclidianos”, y esto será
geometría no euclidiana. De tal forma que seres como nosotros, educados en tal mundo,
no tendrán la misma geometría que nosotros.

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El mundo de cuatro dimensiones. Así como nos hemos representado un mundo
no euclidiano, podemos representar un mundo de cuatro dimensiones.
El sentido de la luz, incluso con un ojo, junto con las sensaciones musculares
relativas a los movimientos del globo del ojo, serán suficientes para permitirnos
concebir un espacio de tres dimensiones. Las imágenes de los objetos externos están
pintadas sobre la retina, que es un plano de dos dimensiones; estas son perspectivas.
Pero como el ojo y los objetos son movibles, vemos, en sucesión, diferentes
perspectivas del mismo cuerpo tomado desde distintos puntos de vista. Encontramos, al
mismo tiempo, que la transición de una perspectiva a otra está comúnmente
acompañada por sensaciones musculares. Si la transición de la perspectiva A a la
perspectiva B, y la de la perspectiva A’ a la perspectiva B’ están acompañadas por las
mismas sensaciones musculares, las conectamos tal como hacemos otras operaciones de
la misma naturaleza. Después, cuando estudiamos las leyes de acuerdo con las cuales
están combinadas estas operaciones, vemos que forman un grupo, que tiene la misma
estructura que la de los movimientos de sólidos invariables. Ahora bien, hemos visto
que es, desde las propiedades de este grupo, que derivamos la idea de espacio
geométrico y la de tres dimensiones. Entendemos así cómo estas perspectivas dieron
lugar a la concepción de tres dimensiones, aunque cada perspectiva sea sólo de dos
dimensiones, debido a que se suceden unas a otras de acuerdo con ciertas leyes. Pues
bien, de la misma manera que hemos trazado la perspectiva de una figura tridimensional
sobre un plano, también podemos trazar la de una figura de cuatro dimensiones sobre un
lienzo de tres (o dos) dimensiones. Para un geómetra, esto es un juego de niños. Incluso
podemos trazar varias perspectivas de la misma figura desde varios y distintos puntos de
vista. Fácilmente podemos representarnos estas perspectivas, debido a que son sólo de
tres dimensiones. Imaginemos que las distintas perspectivas de un único y mismo objeto
ocurren en sucesión, y que la transición de una a otra está acompañada por sensaciones
musculares. Se entiende que consideraríamos a dos de estas transiciones como dos
operaciones de la misma naturaleza cuando estén asociadas con las mismas sensaciones
musculares. No hay nada, pues, que nos prevenga de imaginar que estas operaciones
están combinadas de acuerdo con cualquier ley que escojamos, por ejemplo, al formar
un grupo con la misma estructura que la de los movimientos de un sólido invariable de
cuatro dimensiones. En esto, no hay nada que no nos podamos representar, y, más aún,
estas sensaciones son aquellas que experimentaría un ser que tenga una retina de dos

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dimensiones, y que pueda ser desplazado en un espacio de cuatro dimensiones. En este
sentido, podemos decir que podemos representarnos la cuarta dimensión.

Conclusiones. Es visto que el experimento desempeña un papel considerable en la


génesis de la geometría, pero sería un error concluir de esto que la geometría es, aunque
sea parcialmente, una ciencia experimental. Si fuese experimental, sólo podría ser
aproximativa y provisoria. ¡Y qué aproximación tan tosca sería! La geometría sería
únicamente el estudio de los movimientos de cuerpos sólidos; pero, en realidad, no está
interesada en los sólidos naturales: su objeto es ciertos sólidos ideales, absolutamente
invariables, que son una gran simplificación y una imagen muy remota de aquellos. El
concepto de estos cuerpos ideales es completamente mental, y el experimento es sólo la
oportunidad que nos permite alcanzar la idea. El objeto de la geometría es el estudio de
un “grupo” particular; pero el concepto general de grupo preexiste en nuestras mentes,
por lo menos potencialmente. Está impuesto en nosotros no como una forma de nuestra
sensitividad, sino como una forma de nuestro entendimiento; de entre todos los grupos
posibles, solamente debemos escoger uno que sea el estándar, para decirlo de alguna
manera, al que refiramos los fenómenos naturales.
El experimento nos guía en esta elección, que no está impuesta sobre nosotros.
No nos dice cuál es la geometría más verdadera, sino la más conveniente. Debe notarse
que mi descripción de estos mundos fantásticos no ha requerido otro lenguaje que el de
nuestra geometría ordinaria. Después, fuimos transportados a aquellos mundos, y no
hubo necesidad de cambiar tal lenguaje. Los seres educados ahí, sin duda, encontrarían
más conveniente crear una geometría diferente de la nuestra, y mejor adaptada a sus
impresiones; pero en cuanto a nosotros, en la presencia de las mismas impresiones, es
cierto que no encontraríamos más conveniente hacer un cambio.

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