La Pasion Como Bandera Primeras Paginas PDF
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Manuel Belgrano
Manuel Belgrano
Fernando Sanchez
Fernando Sanchez
Su vida, su lucha y sus ideas
en el tiempo de las guerras Ilustración de tapa
Juan Pablo Zaramella
de la independencia.
Ilustraciones interiores
Koff
www.normainfantilyjuvenil.com/ar 61086557
Manuel Belgrano
ISBN 978-987-545-771-3
1. Narrativa Histórica. I. Leibiker, Laura, dir. II. Linzuain, Laura, ed. III.
Zaramella, Juan Pablo , ilus. IV. Koff, ilus. V. Título.
CDD A863
CC: 61086557
ISBN: 978-987-545-771-3
Manuel Belgrano
Asesoramiento histórico
Laura Ávila
www.edicionesnorma.com/argentina
A Miguel y a Simón.
A Ingrid.
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Benito
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2
Papá Domenico
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la respuesta que recibió don Domenico en la ofi-
cina de migraciones en Cádiz, España, adonde
llegó a los 19 años desde Oneglia, una ciudad del
norte de Italia, en la provincia de Liguria.
Con el sueño de desarrollarse como comer-
ciante, en 1751 don Domingo se subió a un bar-
co junto a su primo Angelo Castelli. Tras varias
semanas atravesando el océano Atlántico y mi-
rando el mar infinito, llegaron juntos a Buenos
Aires, una pequeña ciudad con no más de vein-
te mil habitantes que por entonces todavía for-
maba parte del Virreinato del Perú3.
Domingo no arribó al Río de la Plata con las
manos vacías; traía con él un permiso de la Co-
rona de España para importar productos fabri-
cados en Europa, un privilegio del que gozaban
muy pocos en Buenos Aires. Así fue como pudo
instalarse y crecer hasta convertirse en poco
tiempo en uno de los comerciantes más prós-
peros de la ciudad. La compra y venta de plata,
yerba, cueros y tejidos redituaba mucho a fines
del siglo XVIII en lo que los europeos deno-
minaban “las Indias”. Y como el comercio de
esclavos estaba permitido, el papá de Manuel
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también traía personas de África y las vendía
en América, como fuerza de trabajo. Algunas
de ellas trabajaban y vivían en su casa.
Como todos los niños y las niñas de su cla-
se social, Manuel pasó su infancia rodeado de
esclavos.
Pero a diferencia de la mayoría de esos chi-
cos y chicas, a Manuel le resultaba raro que las
cosas fueran así como eran.
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3
Mamá Josefa
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4
Un cargo real
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plata, quitó el lacre y desplegó la hoja medio
amarillenta.
—¿Y…? ¿Qué dice? ¡Vamos, Manuel! No jue-
gues a las intrigas conmigo.
—Tranquila, mujer… Si no me dejas mirar, ni
tú ni yo nos enteraremos de qué se trata.
Manuel leyó en silencio.
—Bueno, parece que tendremos novedades.
La ansiedad de María Josefa fue más fuerte
que ella.
—¡Como hermana mayor, te ordeno que me
digas qué dice ese bendito papel membretado!
—¿Exiges?
—Bueno… ¿Suplico? Por favor, Manuel…
–Pues no dice nada especial. Es solo una cita-
ción para una entrevista con el ministro de Ha-
cienda español.
—¿Y para qué, se puede saber?
—No, no se puede porque no lo dice. Ojalá
sea para algo bueno.
—¿Tendrá algo que ver con nuestro padre?
—Calma, Pepa. En un par de días lo sabremos.
María Josefa no tuvo otro remedio que espe-
rar. Manuel, en cambio, tenía cierta sospecha.
Hacía tiempo que residía en Madrid, en la
casa de su hermana y su cuñado. Había pasa-
do por las universidades de Salamanca y de
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Valladolid, donde fue condecorado con la medalla
de oro al recibirse de bachiller en Leyes. Además,
había obtenido un permiso papal para acceder a
libros que estaban prohibidos para el común de
los católicos, como los de Montesquieu, Voltaire
y Adam Smith. Al latín que había aprendido en
la escuela le sumó el francés, el inglés y el ita-
liano. Se había interesado especialmente por
las nuevas teorías económicas. Y había segui-
do con enorme atención lo ocurrido en 1789
durante la Revolución Francesa. Manuel había
descubierto todo un mundo de pensamientos
novedosos; valores como la libertad, la igual-
dad y la fraternidad aparecían una y otra vez
en sus lecturas y, naturalmente, en sus reflexio-
nes. Y gracias a su cuñado, José Calderón de
la Barca, pudo entablar buenas relaciones con
personajes más o menos cercanos a la Corona.
Por eso, que el gobierno español le ofreciera el
puesto de secretario perpetuo del flamante Con-
sulado de Comercio de Buenos Aires no lo tomó
realmente por sorpresa.
Era esa la razón por la que el ministro de
Hacienda lo había citado. El gobierno de Es-
paña confiaba en él para velar por sus inte-
reses comerciales en un virreinato fundado
apenas diecisiete años atrás. Le proponía ser el
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responsable en su ciudad natal de la oficina que
se encargaría de fomentar el comercio, la agri-
cultura y la industria en la colonia, otorgándole
poder para dirimir pleitos entre comerciantes
y administrar cuestiones aduaneras. No era un
cargo menor.
Al volver de la entrevista, otra vez en lo de
su hermana, Manuel contó la buena nueva. En
quien primero pensó María Josefa fue en don
Domingo, su padre.
—Ay, Manuel. Qué noticia… Me apena pensar
en que te irás, pero debo reconocer que tam-
bién me alivia saber que allá podrás encargarte
en persona de la situación de nuestro padre. Lo
último que sabemos de él es que sigue incomu-
nicado. No está en la cárcel, pero no puede salir
de la casa. Y mamá está ocupándose de todo.
Los problemas de Domingo Belgrano con la
ley a causa de ciertas irregularidades en su ac-
tividad comercial no solo lo habían condenado
a la pérdida de la libertad: también habían lle-
vado a la familia a la ruina.
—Tienes razón, Pepa. Quizás estando en Bue-
nos Aires pueda contribuir a acelerar ese pro-
ceso judicial.
La decisión estaba tomada. Manuel suspendió
el viaje que tenía previsto para recorrer Italia,
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decidió postergar su proyecto para recibirse de
doctor en Leyes y compró el primer pasaje que
consiguió con destino a la América del Sur.
Pero Manuel no pensaba solamente en su pa-
dre. Joven, apuesto, culto, seductor y con víncu-
los influyentes, no estaba dispuesto a abandonar
para siempre su anhelo de convertirse en exper-
to en Derecho en España, únicamente por razo-
nes familiares. Volvía para desempeñarse en una
oficina clave en el comercio entre la península y
el Río de la Plata, y tenía planes muy concretos
para la tierra donde había nacido.
Era 1794. Estaba cruzando otra vez el Atlánti-
co, ahora en sentido contrario. Sus nueve años
en Europa habían llegado a su fin.
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En alta mar
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6
Barro patrio
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Índice
1. Benito . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 7
2. Papá Domenico . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 11
3. Mamá Josefa . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 15
4. Un cargo real . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 19
5. En alta mar . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 25
6. Barro patrio . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 27
7. Inglés invasor . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 35
8. Los virreyes . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 39
9. Revolución en marcha . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 43
10. 25 de mayo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 47
11. A las armas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 53
12. Pueblo nuevo. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 57
13. No tan sencillo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 59
14. Al Paraguay . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 63
15. Blanco y azul celeste . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 67
16. La primera vez . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 71
17. No tan rápido . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 75
18. Sin bandera . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 77
19. Y entonces llegó San Martín . . . . . . . . . . . . . . 83
20. Ni dinero ni oro: escuelas . . . . . . . . . . . . . . . . . 89
21. La posta de Yatasto . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 93
22. De Europa a Tucumán . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 99
23. La jura . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 107
24. Las batallas internas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 111
25. El regreso final . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 115
Fernando Sanchez
Nació en Ituzaingó, provincia de Buenos
Aires, en 1968, y desde los 19 años trabaja
escribiendo. Ha escrito crónicas y entrevistas
para medios argentinos y de otros países
de habla hispana. También se desempeñó
como guionista en varios programas de radio
y televisión. Fundó un par de revistas, hizo
letras de canciones (por ejemplo, las de “Las
asombrosas excursiones de Zamba”) y escribió
varios libros (de música y espectáculos, de
historia en clave humorística y de política).
Desde 2003, edita la revista Barcelona. En
Norma publicó Por la camiseta, Por los puntos
y Al Mundial (todos ellos en coautoría) y
Quiero ser referí.
Ahora
podés ver
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Manuel Belgrano
Manuel Belgrano
Fernando Sanchez
Fernando Sanchez
Su vida, su lucha y sus ideas
en el tiempo de las guerras Ilustración de tapa
Juan Pablo Zaramella
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