TEMA 12 La Cholificacion
TEMA 12 La Cholificacion
TEMA 12 La Cholificacion
CULTURA
2020
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Según Aníbal Quijano, desde la llegada de los españoles a América se formó la estructura
sociocultural tradicional de la sociedad peruana. Caracterizada por dos polos culturales
lejanos y desarticulados.
La sociedad peruana se formó como un sistema de dominación social, por la superposición
de los portadores de la cultura occidental española, sobre los portadores de la cultura
incaica. (Quijano, 1980)
La sociedad así integrada tenía que ser, necesariamente, extremadamente conflictiva. Sobre
todo porque no era posible una cultura global común a todos los miembros del sistema. Se
puede decir por eso que el elemento característico de esta sociedad era y es el conflicto
cultural, agudizado por llevarse a cabo dentro de un sistema de dominación
social. (Quijano, 1980)
El polo cultural dominante tiene como raíz a la cultura occidental de los trashumantes
españoles, la misma que con el paso de los siglos por su vinculación con las culturas
originarias y por adaptación en el territorio americano, se convirtió en cultura criolla.
Afincada en las ciudades de la costa, especialmente Lima.
El Polo cultural dominado es de raíz cultura incaica. Transformada con el paso de los
siglos, por la influencia española, africana, etc. se convirtió en cultura indígena
contemporánea. Este polo cultural ocupa la mayor parte del territorio nacional, dispersos
principalmente en la sierra del Perú.
estilo de vida que se diferencia al mismo tiempo de las dos culturas fundamentales de
nuestra sociedad, sin perder por eso su vinculación original con ellas” (Quijano, 1980)
Los estudios antropológicos tiene un consenso implícito acerca de que los términos “indio”
y “cholo” designan no grupos raciales, sino modos de vida, es decir, culturas. (Schaedel,
1959, Escobar, 1959). En tal sentido, Quijano plantea lo cholo como una cultura de
transición:
“Es este proceso particular que, estrictamente, puede ser denominado como cholificación.
Implica, en consecuencia, el surgimiento de una nueva vertiente cultural en nuestra
sociedad, que crece como tendencia en los últimos años y prefigura un destino peruano,
distinto que el de la mera aculturación total de la población indígena en el marco de la
cultura occidental criolla, que ha sido hasta aquí el tono dominante de todos los esfuerzos
por “integrar” al indígena en el seno de la sociedad peruana” (Quijano, 1980)
Hay un uso confuso del término aculturación y cholificación de la población indígena,
cuando Aníbal Quijano menciona que antes del proceso de cholificación sucedía la
aculturación de pequeños grupos indios y mestizos de las ciudades.
Según Sinesio López en el libro Ciudadanos reales e imaginarios, durante la primera mitad
del siglo XX sucede en el Perú un proceso de acriollamiento de la masa indígena, primero
forzada (hasta 1930) y luego amable (1930 en adelante). Pero a partir de 1950 como
consecuencia de las oleadas migratorias a los centros criollos, sucede un proceso de
cholificación (iniciada por los propios campesinos en una estrategia de integración y
conquista). Surge en el Perú un sector de la población que se diferencia a mismo tiempo de
la población indígena y de la occidental” (López, 1997)
Con la cholificación la población indígena inició un camino cultural propio. Son las
migraciones a las ciudades el factor más importante que ha transformado tanto a las
ciudades como a los migrantes mismo. Las ciudades han sido transformadas en grandes
laboratorios de democratización y peruanidad. La cholificacion seria en tanto una
propuesta de medición y definición de los estilos de vida, que en parte son indicativos de la
posición simbólica de los actores, pero al estar orientada a los fines del marketing presenta
vacíos que desde el punto de vista sociológico la vuelven insuficiente como categoría
analítica.
Se observa entonces que no se ha avanzado mucho en la construcción de indicadores de
«usos culturales»35 que reflejen de manera más clara los estilos de vida de un grupo junto
con su capacidad de ingreso y de consumo. Estos elementos, en conjunto, darían una
imagen más completa de la estratificación social post-migración en el país y permitirían
visibilizar cuánto avanzamos realmente en reconocernos como comunidad nacional. Entre
estos usos culturales, podríamos considerar aspectos como las redes sociales, los gustos, los
mecanismos de afirmación del prestigio e incluso la etnicidad y el aspecto físico —
evidentemente algo complejo de medir, pero fundamental en una sociedad donde ha
operado por mucho tiempo la diferenciación social en función de la «raza»— elementos
todos constitutivos de lo que Bourdieu (1979) denomina el habitus y que en conjunto
establecen el posicionamiento de un individuo —y de su grupo— en el espacio social.
Con esta mirada holística se podría complementar un estudio cualitativo como el que se ha
presentado, permitiendo ver si efectivamente el caso de los unicachinos es una excepción y
que otros grupos emergentes exitosos de origen andino tienen menos dificultades al
interactuar con la clase alta o media alta limeña, consiguiendo integrarse a esta, o que, en su
defecto, estas limitaciones son una constante en otras experiencias de éxito, evidenciando
una estructura social en la que todavía subsiste la diferenciación por el aspecto físico36 y el
menosprecio por lo andino como base de las estrategias de segregación desarrolladas por la
clase alta peruana. A nuestro modo de ver, habría bastantes indicios para considerar como
válido este último escenario.
De hecho, el tema más álgido con el que discute un caso como el de los unicachinos es la
propia noción de una sociedad peruana más integrada. En la investigación pudo concluirse
que antes que acoplarse a una nueva cultura urbana, como propone la noción de lo cholo,
los unicachinos han reinventado su tradición aimara en la ciudad de cara al futuro. En ese
sentido, coincidimos con Urpi Montoya cuando afirma que «lo cholo debe ser entendido
como una posibilidad de actuación, entre otras, que no ha implicado ni el surgimiento de
una cultura que pueda sustituir a las diferentes matrices culturales de los individuos, ni que
sea representativa del país.
entero, ni mucho menos que sea capaz de brindar una identidad» (Montoya, 2002, p. 100).
Consideramos más bien que la experiencia de los unicachinos enriquece una tradición
cultural concreta: la altiplánica-aimara, mucho más vinculada con Bolivia que con Perú a
decir del conocimiento que los jóvenes tienen de los últimos grupos bolivianos de música
folklórica. Esto no quiere decir que los unicachinos no se sientan peruanos. Todo lo
contrario, se enorgullecen de serlo, pero han asimilado la peruanidad de una forma
particular, filtrando su noción de lo peruano en sus particulares construcciones del «yo», el
«nosotros» y los «otros».
Este hallazgo, de hecho, dialoga con una comprensión de la ciudad de Lima como un
espacio posibilitador de ciertas ciudadanías culturales (Cánepa, 2006), antes que de una
nueva y única «identidad chola». Los migrantes no habrían generado la cultura homogénea
y de proyección nacional que sugirió Quijano, sino un conjunto de identidades en constante
diálogo con su terreno de origen pero en función de su condición de residentes en la ciudad
de Lima. Estas identidades de residencia «dan lugar a la posibilidad de imaginar grupos
étnicos distintos al interior de la ciudad, pero también de imaginar al nuevo residente
limeño vinculado a otros lugares, configurando una geografía de identidad en la que la
relación entre Lima y las provincias puede ser redefinida» (Cánepa, 2006, p. 15).
Queremos añadir, no obstante, una precisión en este esquema: es importante recordar que el
tipo ideal de limeño imaginado por los unicachinos no es cualquiera de esta multiplicidad
de grupos étnicos. Es más bien un grupo comúnmente asociado a la clase alta peruana
tradicional, blanca y criolla. Cabría preguntarnos si la multiplicidad de grupos de los que
habla Gisela Cánepa también comparte este mismo imaginario, ya que de ser así, la gran
mayoría de «limeños residentes», a pesar de sus diferencias, tendrían mucho más en común
entre ellos que con el minoritario grupo de limeños de ascendencia no andina que también
residen en la ciudad. Esta polaridad posibilitaría que tales grupos sigan construyendo su
imagen de Lima asociada a este pequeño grupo de limeños privilegiados no andinos, y no
con la geografía de identidad que hoy existe en la ciudad. Así, no es sorprendente que en
algunas intervenciones los entrevistados consideren a los «limeños» como
menos peruanos, o que los puneños sean alabados como actores que «realmente hacen
patria» y peruanos de verdad. En suma, la experiencia colectiva de los unicachinos ha
producido una definición particular de peruanidad: de raíz provinciana, aimara y por lo
tanto andina.
Esta no es la peruanidad de la cholificación y la «unidad en la diferencia» difundida desde
cierto reduccionismo intelectual y los medios de comunicación. No tiene como base el
mestizaje sino una clara identificación con una raíz cultural andina, dialogando así con
otras afirmaciones identitarias producidas por la población migrante en Lima. En una
definición así, la oposición Lima-provincia sigue teniendo validez en tanto Lima —a pesar
de haberse transformado tras las migraciones. En contraste, la noción de cholificación
termina etiquetando dinámicas culturales tal vez muy distintas entre sí —donde podría
incluirse la de los unicachinos— bajo el rótulo de «lo cholo», afirmándose la condición
chola de todo peruano, y por tanto, su mestizaje. ¿Terminará primando esta definición del
Perú en el imaginario colectivo nacional? ¿Hasta dónde puede llegar una noción de
peruanidad como la de los aimaras exitosos de Unicachi? Se debe considerar que además de
contar hoy con una base económica para difundir su interpretación del país, los aimaras
tienen una intelectualidad, tradiciones culturales sólidas, cuadros políticos y un creciente
poder económico. Sin embargo, son varias las interpretaciones que diversos grupos deben
tener sobre el país, y es bastante fuerte además el paradigma del mestizaje/cholificación
como interpretación dominante.
Lo que es importante visibilizar es que, más allá de la cholificación, el éxito económico
puede estimular en ciertos grupos de migrantes otras formas de pensar al Perú, sustentadas
en sus nuevas formas de vivir y experiencias al interactuar con las capas dominantes de la
sociedad. En esta dinámica, donde la exclusión toma nuevas formas, unos y otros terminan
reificando la imagen de un Perú dividido, un país donde algunos continúan siendo más o
menos cholos que otros, a pesar de lo que el discurso oficial dice. Es por ello que, a nuestro
juicio, es en el campo de lo simbólico
—superando taras como la discriminación por rasgos físicos y la preferencia acrítica por
todo lo ajeno— y no tanto en el económico, donde finalmente se tendrá que definir nuestro
rumbo como sociedad en los próximos años.
4º. BIBLIOGRAFÍA